Por Cristian Vitale
Desde San Juan
¿Por qué seguir las huellas de Sarmiento? Las respuestas, nunca concluyentes, quedaron flotando en el viento de San Juan. Es cierto, correr de contexto su obra política, educativa y literaria, e inyectarla en las dicotomías ideológicas del presente, no lo pone en un lugar cómodo. Traspasar sus contradicciones, sus furias antipopulares, su liberalismo, su pensar pendular en –y para– sí, desde las entrañas del siglo XIX a las de los albores del XXI es una patriada cuanto menos riesgosa. Hasta su liberalismo temprano, positivista, “socialdarwinista”, lo asimila poco con el neoliberalismo amoral, trepador, insólito y ontológicamente injusto que opera en la realidad de hoy. Pero no lo exonera de sus estelas. De que algo, aunque recortado, arbitraria y caprichosamente seleccionado, y jerarquizado, tuvo que ver con que la Argentina –y buena parte de América– compre el discurso de “estar en el mundo”. Algo, largamente legitimado durante décadas por el sistema educativo –estatal o privado, pero siempre sarmientino– forjó las bases de un imaginario que, en general, ubicó y ubica a la América mestiza del lado de la “barbarie” y a la Europa blanca –con EE.UU. como ápice– del lado de la “civilización”.
Zoncera madre que disparó las palabras, ponencias, debates y entrecruces del Capítulo Cuyo de los Foros por una Nueva Independencia que organiza la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional desde que se creó, bajo la égida del Ministerio de Cultura de la Nación. Y que acaba de concretar su cuarto capítulo, su cuarta región. El enorme y cálido Centro de Convenciones Guillermo Barrera Guzmán de San Juan, con capacidad para 650 personas, fue el epicentro donde neuronas, miradas y pasiones pensaron, miraron y sintieron los complicados legados del maestro sanjuanino para la encrucijada nacional. El comienzo fue el jueves, bien temprano, cuando tuvieron lugar, en la sala de audio y video de la Universidad Nacional de San Juan, los trabajos en comisión bajo el tópico de pensar la Argentina desde Cuyo. Y el devenir, ya por la tarde y en el centro de convenciones, se materializó en dos mesas y el acto de apertura que ocurrió –gajes de agenda– en el medio.
La primera mesa, bajo el título “Recuerdos de provincia”, reunió al cineasta Mariano Donoso (director del documental Opus), al licenciado Eduardo Carelli, a Emilia Fuentes de Tejada y el historiador Luis Garcés, todos concentrados en el Sarmiento sanjuanino, y su figura proyectada en el imaginario de la región. Todos desde diversas miradas: Donoso desmarcó al creador del colegio militar tanto del borgeano “jornal de injurias” como del elogio (“Sarmiento es una figura clave para pensar la problemática nacional”, dijo); Carelli dio una clase formal, que costó despegar de cualquier clase tipo de hace veinte, cuarenta o sesenta años, amplificada por proyecciones y un ítem recurrente: diferencias y similitudes entre Sarmiento presidente y gobernador.
Fue Garcés el que puso picante, con un Sarmiento puesto en contexto a través de sus textos leídos, entre ilustrados y positivistas, pero siempre europeos, y su función como puente entre las polémicas europeas y su introducción a esa Argentina que nacía con parto violento. “Hay que pensarlo en ese contexto de tensión entre conservadores y demócratas”, sostuvo el historiador, que también hizo referencia a los próceres olvidados de la provincia como Francisco Narciso de Laprida y Fray Justo Santa María de Oro, y la incidencia del terremoto de 1944. La segunda mesa del jueves, luego de un texto apologético leído por Juan Mariel cuyo título enlaza a Sarmiento con Foucault (“Gobernar con educación o Custodiar y castigar”), congregó a Noé Jitrik, Adriana Amante y Américo Cristófalo en torno de una de las frases más fuertes y simbólicas de la literatura argentina: “Sombra terrible de Facundo vengo a evocarte”. Frase del maravilloso libro acorde con tal, claro: Facundo. “Voy a abordar a Sarmiento desde la ‘atención flotante’”, dijo Jitrik, que intentó salvar al evocado de la zoncera madre. “Facundo es un libro que no deja dormir, y a su vez es un libro insomne, al que hay que tratar de despertar siempre... la sombra de Sarmiento está flotando por ahí, aparece en el imaginario, y no hay por qué pelearse con ella. El está presente, incluso en muchas de las cosas que están pasando hoy: diría que es un protokirchnerista”, arriesgó el escritor, entre risas, consciente de la provocación. Cristófalo, el director de la carrera de letras de la UBA y Amante, doctora en Letras, también desmenuzaron el Facundo desde la crítica literaria. El primero hizo hincapié en el carácter corporal de la escritura de Sarmiento, Amante profundizó en sus analogías literarias.
El acto apertura presentó al gobernador José Luis Gioja y al escritor y filósofo Ricardo Forster, entre otros: “Sarmiento es una metáfora profunda de la Argentina, de sus conflictos, de sus sueños, de las potencialidades, y también de la desmesura, de la invención, de la potencia, de la palabra”, sentenció Forster, con el objeto de legitimar el elegido por el foro, el primero que personaliza en un nombre. “Es una querella. Es el nombre de algo que no termina, que no se acaba, que seguimos discutiendo, porque no es ese prócer que miramos de lejos, constituye una figura que se vuelve nuestro contemporáneo”, dijo, mientras el gobernador reparó en el sanjuanino por el lado del orgullo regional: “Desde este lugar desértico salió la más brillante pluma de su época y tal vez la más brillante de la literatura argentina”, señaló.
El segundo día, tras una mesa matinal bajo el tópico “Diálogos Cuyanos” (con Roberto Follari, Patricia Slukich, Araceli Bellota y Edgardo Mendoza) y la proyección de Opus, hubo dos mesas alineadas con la impronta. Una bajo el tópico “Imaginarios Argentinos”, con el “Sarmiento Heterodoxo”, como eje. Y la última con “Las ideas y la sangre” como guía. Matías Bruera, Roberto Amigo, Eduardo Peñafort y Martín Kohan fue el cuarteto de mosqueteros de la palabra, que intentó dar vueltas sobre temas clave: los legados de la ilustración anticlerical, la nación cívica y el Sarmiento militar, polemista, pensador y ensayista. Bruera apeló a la metáfora de la vid y su jugo para concluir, tras una larga explicación de juegos y espejos, en la paradójica definición de Sarmiento como “dionisíaco en su sensibilidad y apolíneo en su inteligencia”. Amigo recortó al prócer en sus relaciones con la imagen. En el mundo iconográfico que rodeó al mundo del sanjuanino (retratos o daguerrotipos de Juan Facundo Quiroga, de las sinonimias entre Juan Manuel de Rosas y Luis Felipe; de Manuelita de Rosas; de José de San Martín; o la derrota unitaria en la batalla de Rodeo del Medio) y un detalle que esquivó el tono en general apologético del foro: una iconografía civilizatoria de Rosas “que Sarmiento prefiere no ver”, según las palabras del historiador del arte.
Tras Peñafort, que repensó a Sarmiento desde la idea de imaginar el futuro (“El futuro que aborda Sarmiento es el que imagina, pero desde el presente”, introdujo), Martín Kohan regresó a la imagen (la estatua del Sarmiento sentado de Alta Gracia) y desplegó desde ahí. “Es una figuración de Sarmiento que no da con la idea de héroe en acción, tampoco con la estampa del estadista sólido, sino con la de una colocación particular, la idea de una escritura como impulso, que ni tiene reposo”, dijo el escritor y crítico literario, en la intervención que cerró la mesa y dejó paso al final: Filmus + Trimboli + Godoy + Forster.
“Es cierto que Sarmiento ha sido muy polémico, sobre todo para los que militamos en la década del’ 70. A los sanjuaninos se nos generaba una contradicción entre la influencias de la corriente revisionista y las fiestas sarmientinas que organizaba mi abuelo, por ejemplo, cuando fue gobernador en 1946, pero hoy siento que esas discusiones han sido zanjadas porque entendimos que Sarmiento, finalmente, concebía a la historia como una contradicción”, manifestó el senador por el Frente para la Victoria Ruperto Godoy. Filmus, secretario de asuntos relativos a Islas Malvinas, reivindicó al que pensó un proyecto de nación a partir de un proyecto pedagógico. “Sarmiento plantea que, a diferencia de los sistemas educativos de los países europeos, el papel fundamental de nuestro sistema educativo es la construcción de la identidad y la nacionalidad... plantea una educación que no tiene relación con el trabajo ni con el progreso ni con el desarrollo del país, sino que plantea que la Argentina construya la Nación a través de la escuela.”
En suma, hubo palabras, conceptos y mucha defensa –tal vez inesperada– de un prócer tan discutido, tan defendido ya por la historiografía liberal –incluso por el brazo izquierdo del liberalismo– y algunos giros más críticos, como la intervención de Amigo o el epílogo de Forster (ver aparte), que colocaron su figura en una nueva dimensión. O en una remozada versión que, aunque extemporánea, sigue generando contradicciones: la osadía del entrañable Jitrik no hace más que profundizar en la tensión. Que seguir profundizando en las polémicas ideológicas que cruzan la historia como un rayo, y vuelven una y otra vez como el fantasma del Facundo: ¿acaso el balance del foro dio la extraña paradoja de un Sarmiento nacional y popular? ¿Cuánto de nacional y cuánto de popular, en tal caso? Al cabo, ¿cuántos Sarmientos hubo?