viernes, 20 de marzo de 2015

11 DE MARZO DE 1973....SIEMPRE PRESENTE

Folleto editado por Montoneros en celebración del 11 de marzo de 1973

Héctor J. Cámpora
Héctor José Cámpora, llamado afectuosamente El Tío por las jóvenes generaciones peronistas de los años 70, nació en Mercedes, provincia de Buenos Aires, el 26 de marzo de 1909. Fue presidente del centro de estudiantes de odontología de la facultad dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba en 1930. Culminó la carrera de odontología y decidió radicarse en San Andrés de Giles, provincia de Buenos Aires.

Fue un leal defensor de la Causa Nacional impulsada por el General Perón a partir de 1945. Acompañó a Eva Perón durante su viaje a Europa en 1947. Electo diputado nacional, ejerció la presidencia de la Cámara de diputados entre 1948 y 1952. Tras la muerte de Evita, sectores reaccionarios y nacionalistas desplazaron a moderados e izquierdistas, tanto de la administración del Estado como del entorno del presidente Perón.

En 1955, tras el golpe de Estado por la autodenominada Revolución Libertadora, fue incluido en una lista de "sospechados" de corrupción y se presentó espontáneamente ante la justicia para ser investigado, pero fue acusado falsamente de corrupción y malversación de fondos y confinado al penal de Ushuaia. En 1957, junto al empresario Jorge Antonio, el dirigente de la resistencia John William Cooke y el líder nacionalista Guillermo Patricio Kelly, protagonizaron una fuga cinematográfica y lograron fugarse a Chile. Más tarde, cerradas las causas judiciales, Cámpora regresó al país dedicándose a diversas ocupaciones para sostener a su familia.
En 1971 fue designado delegado personal de Juan Domingo Perón en remplazo de Jorge Daniel Paladino, quien fuera acusado de desnaturalizar la función al haberse convertido en portavoz de la opinión militar. En tal carácter Cámpora llevó a cabo con éxito el plan de Perón para su retorno al poder en 1973, tras el fracaso de la Revolución Argentina y con la apertura que proponía el entonces presidente General Alejandro Agustín Lanusse. Este buscaba una concertación cívico-militar que integrara al pueblo y a las masas peronistas con las Fuerzas Armadas, en un gobierno conducido por militares, idea que llevaba el nombre de Gran Acuerdo Nacional (GAN), lo cual no prosperó.
Cámpora trabajó duramente y logró los objetivos que allanaron las condiciones para el retorno triunfal del peronismo al poder y de Perón a la legalidad y la escena política. Reorganizó el movimiento, creando la rama juvenil (que representaba el creciente peso de la izquierda peronista, en particular la organización político-militar Montoneros) y logrando la afiliación masiva en todos los sectores. Logró acuerdos con otros partidos políticos más pequeños para conformar del Frente Justicialista para la Liberación (FreJuLi); si bien falló en convencer al segundo partido mayoritario, la Unión Cívica Radical, se debió más a la intransigencia de su conductor, Ricardo Balbín, que a una falta de persuasión política. Aceitó acuerdos con el sector empresario a través de la CGE (Confederación General Económica) conducida por el empresario José Ber Gelbard. Pero el logro fundamental en esta etapa fue el exitoso primer retorno de Perón tras 17 años de exilio.

Cámpora Lealtad - Clip de campaña
Héctor Cámpora se presentó en las elecciones de marzo de 1973 como candidato por el FreJuLi, debido a la proscripción técnica hacia Perón de la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, que determinaba que los candidatos presidenciales debían acreditar un período previo de residencia en el país, que Perón obviamente no podía satisfacer. La cláusula había sido diseñada ex profeso en contra de la candidatura de Perón. Como vicepresidente de la fórmula fue designado Vicente Solano Lima, del Partido Conservador Popular, un desgajamiento del antiguo conservadurismo de la provincia de Buenos Aires.
La fórmula Cámpora- Solano Lima alcanzó el 49.5% de los votos y la UCR ocupó el segundo lugar con un 25%. Como el FreJuLi no alcanzó más del 50% de los votos la legislación habilitaba una segunda vuelta o ballotage. Sin embargo, para evitar su segura derrota, la UCR renunció a ese derecho y aceptó la victoria de Cámpora, quien asumió el 25 de mayo de 1973, dándose así por finalizado el período dictatorial de la autoproclamada Revolución Argentina. Acudieron al acto de investidura, entre otros, el entonces presidente socialista de Chile, Salvador Allende, y el de Cuba, Osvaldo Dorticós, en la tradicional Plaza de Mayo se concentraron alrededor de un millón de personas para recibirlo.
En consonancia con su promesa electoral y el deseo del pueblo, su primera medida fue -a horas de asumir- liberar los luchadores sociales retenidos en prisión por la dictadura. El Parlamento trató el tema esa misma noche y fueron amnistiados masivamente numerosos presos políticos. El 28 de mayo Argentina reanudó relaciones diplomáticas con Cuba y proveyó a ese país de automóviles e insumos industriales, rompiendo por primera vez el bloqueo económico de Estados Unidose al que había adherido la dictadura.
Como Ministro de Economía Cámpora nombró a José Ber Gelbard, presidente de la Confederación General Económica, facilitando el establecemiento de un "Pacto Social" entre la Confederación General del Trabajo, el empresariado nacional y el Estado, lo que incluía aumento de salarios y congelamiento de precios. Se retornaron los lineamientos económicos de anteriores gobiernos justicialistas: un Estado fuerte e intervencionista y regulador orientado hacia una distribución más justa de la riqueza.
Pero su afinidad ideológica con la izquierda peronista lo enfrentó con la derecha partidaria, representada esencialmente por las cúpulas sindicales, quienes no ocultaban que hubiesen preferido a Antonio Cafiero - ex ministro de economía durante la segunda presidencia de Perón y cercano al sindicalismo- en su lugar. El 20 de junio de 1973, al regresar Perón al país, se produce la llamada Masacre de Ezeiza, brutal enfrentamiento entre sectores antagónicos por el control de un palco donde hablaría Perón, ceremonia finalmente abortada. La cifra de muertos se estima en decenas e incluso centenas de personas, pero el hecho nunca fue investigado oficialmente.

Finalmente, el 13 de julio de 1973 y habiéndole retirado Perón el apoyo a su gobierno, Cámpora renuncia al cargo, permitiendo la realización de nuevas elecciones, donde habría de ganar Perón con más del 60% de los votos. El gesto de la renuncia promueve que Perón califique a Cámpora como "extraordinario ciudadano argentino". Al asumir, Perón lo nombra embajador en México. Regresa al país el 27 de septiembre de 1975 y producido el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 se ve obligado a refugiarse en la embajada de México en Buenos Aires, permaneciendo allí más de tres años, con un cáncer detectado y sin posibilidad de tratamiento médico especializado. Obligada por la presión internacional, la dictadura le permite volar a México, donde muere poco después, en Cuernavaca, el 19 de diciembre de 1980. En 1991 fueron repatriados sus restos. En 2008 fue emplazado su busto en la galería de ex presidentes de la Casa de Gobierno.

El “Manifiesto de Buenos Aires”: aportes para un debate Por Atilio A. Boron

Convocado por el Ministerio de Cultura de la Argentina entre los días 12 y 14 de marzo sesionó en Buenos Aires el Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad. Este evento contó con la presencia de destacados representantes del pensamiento y la militancia contestataria, entre los que sobresalían Noam Chomsky, Gianni Vattimo, Ignacio Ramonet, Iñigo Errejón, Álvaro García Linera, Piedad Córdoba, Leonardo Boff, Camila Vallejo, Nidia López y muchos más. Desgraciadamente, los intelectuales de izquierda, socialistas o marxistas de la Argentina no fueron invitados a participar en los debates. Unos pocos, muy pocos, fueron distinguidos con una invitación para concurrir al local en donde se desarrollaban las actividades, el bello Teatro Nacional Cervantes, y así poder escuchar a los ponentes, pero nada más.

Al concluir, el 14 de marzo, el Foro dio a conocer un documento denominado Manifiesto de Buenos Aires, que ofrece una reflexión medular pero sumamente abstracta sobre el clima ideológico-político que se instala en Nuestra América a comienzos de este siglo y su proyección sobre algunos países europeos como Grecia, España y Portugal. Pese a la riqueza de las experiencias volcadas a lo largo de los tres días del Foro, el Manifiesto se despega llamativamente de ellas al plasmar un etéreo documento -al estilo de los que a lo largo de estos años produjeran los intelectuales kirchneristas de Carta Abierta- más apto para suscitar ardorosos debates en un seminario doctoral sobre las novedades de la escena política contemporánea o el papel del “giro lingüístico” en la teoría política que para suministrar instrumentos de análisis para la elaboración de la estrategia y táctica de las fuerzas sociales que luchan contra el holocausto neoliberal y la recargada agresividad del imperialismo norteamericano. Esto es así debido a la asombrosa ausencia de cualquier referencia concreta en el Manifiesto a la situación imperante en los países cuyos representantes tuvieron la posibilidad de intervenir en las deliberaciones.

En una coyuntura como la que hoy marca a fuego a Latinoamérica y el Caribe, y dada la brutal agresión que está sufriendo entre nosotros la República Bolivariana de Venezuela, el documento se despliega sin hacer absolutamente ninguna mención a la ofensiva destituyente y al golpismo en tiempo real en curso en la patria de Bolívar y Chávez, bajo la dirección general de la Casa Blanca. Tampoco hace un llamado para convocar a una solidaridad militante en defensa de la Revolución Bolivariana y para poner fin a más de medio siglo de bloqueo integral en contra de Cuba, repudiando al mismo tiempo la artimaña de Washington de ofrecer la zanahoria a la isla caribeña y pegar con el garrote a Venezuela. Tampoco se alude en el texto al ominoso proceso de fascistización que avanza con inusitada fuerza en Brasil y que el pasado domingo sobrepasara antiguas cotas; o a la ofensiva destituyente en marcha en la Argentina con el monopolio mediático y el poder judicial como arietes; o a las perspectivas de una “restauración conservadora” tal como la denunciara con nombre y apellido el presidente Correa en varios países del área; o a la imparable expansión de las bases militares norteamericanas, cerca de ochenta ya, instaladas en casi todos los países del área y que más pronto que tarde entrarán en acción; o al nefasto papel jugado por la “troika” (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) en la violenta implementación del ajuste neoliberal en Europa. Se habla, eso sí, de la necesidad de criticar el contenido y el régimen de propiedad de los medios de comunicación, pero nada se dice de la persecución lanzada por Estados Unidos contra Julian Assange, Edward Snowden y el soldado Bradley Manning por revelar los siniestros entretelones del poder imperial y las turbias relaciones de éste con sus vasallos vernáculos en la región; o del asesinato de tres periodistas de Guatemala durante la misma semana en que se reunía el Foro y las decenas de mujeres y hombres de prensa acribillados por el paramilitarismo en Honduras, México y Brasil, entre los casos más lacerantes. ¡Ya son 670 los periodistas asesinados en América Latina y el Caribe en los últimos 20 años como parte de la contraofensiva de la derecha apañada por los Estados Unidos!, y esa matanza no debe ser dejada en las sombras. El Manifiesto exhorta a defender a los pueblos que luchan por su dignidad pero las luchas de los pueblos originarios y el campesinado contra la “acumulación por desposesión” (Harvey) producida por la gran minería, el agronegocio, la salvaje explotación de los hidrocarburos así como la masacre de Ayotzinapa y las decenas de miles de muertos y desaparecidos en México como producto del mal llamado “combate al narcotráfico” no encuentran eco en el Manifiesto. Tampoco hay referencia alguna a la insurgencia del jijhadismo en Europa y Medio Oriente, y el crucial papel de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel en la creación de esos monstruos que ahora escaparon de su control y bañan en sangre pueblos enteros. Se repudian “enérgicamente los intentos destituyentes por parte de los países poderosos” (sic), pero sin subrayar el siniestro papel que Estados Unidos viene desempeñando en Nuestra América desde 1823 en adelante. Porque, ¿qué otro “país poderoso” ha desestabilizado a gobiernos democráticos y de izquierda en la región, o producido golpes de estado, o asesinado –o intentado hacerlo- a grandes líderes políticos latinoamericanos? ¿Qué “país poderoso” pergeñó una operación tan criminal y monstruosa como el Plan Cóndor?

Estos silencios y el refugio en una nebulosa conceptual de un documento con las características concientizadoras y movilizadoras que debe tener un Manifiesto (y no está demás recordar aquí la pasión por lo concreto, por el “aquí y ahora” del Manifiesto Comunista) conspira contra su eficacia como un instrumento de lucha en la batalla de ideas y en la disputa por el poder. Un Manifiesto por la Emancipación y la Igualdad en donde términos cruciales como “imperialismo”, “explotación”, “golpe de estado”, “socialismo”, “revolución”, “reforma”, “clases sociales” brillen por su ausencia y que cuando se habla del “capitalismo” (una sola vez en el texto) sea para denunciar sus “formas irracionales” (sin decir cuáles serían las “racionales”) difícilmente podrá convertirse en un movilizador de conciencias, en un instrumento útil para luchar por la emancipación y la igualdad, ni en Nuestra América ni en Europa. Una lástima, porque se perdió una gran oportunidad de producir no ya otro Manifiesto como el que escribieran Marx y Engels, o algo más o menos similar (en cuanto a sus intenciones) a la Segunda Declaración de La Habana, que es lo que necesitan los pueblos que pugnan por construir un mundo mejor, un mundo resueltamente anticapitalista y poscapitalista y no sólo posneoliberal, porque con esto solo no alcanza. Hacen falta documentos como aquellos, que llamen las cosas por su nombre y que combinen la razón analítica del marxismo -que permite llegar al fondo de la cuestión si de comprender y superar al capitalismo se trata- con la pasión imprescindible para encarar una epopeya histórica de tal envergadura. De lo contrario, en tiempos como los que corren, existe el peligro que escritos como el Manifiesto de Buenos Aires, terminen, pese a su elegancia conceptual y su relumbre académico, en el desván de las ideas infecundas, condenadas al olvido por su incapacidad para suscitar el entusiasmo y la activación de las clases y capas explotadas y contribuir a la mejor comprensión de los desafíos que tienen que enfrentar y los enemigos concretos que tendrán que derrotar si quieren hacer realidad sus ansias emancipatorias y el advenimiento del reino de la igualdad.

Toda la info sobre el Foro disponible online en http://foros.cultura.gob.ar

Cosecha roja Por Adrián Murano

El establishment está feliz. De a poco va fraguando su estrategia de amontonar a la oposición en un mismo frente electoral y llegar a octubre con la esperanza de contar con un candidato propio capaz de vencer al postulante K. Ernesto Sanz, uno de los dirigentes locales que mejor sintoniza con los deseos de las elites sociales y los sectores concentrados de la economía, acaba de sumar a la otrora progresista Unión Cívica Radical en una UTE con el PRO, del millonario heredero Mauricio Macri, y la Coalición Cívica, de la inflamada Elisa Carrió. El pacto avanzó como una topadora sobre los restos de FAUNEN y ahora se dirige hacia Sergio Massa, que intentará vender cara su renuncia para salvar algo de la fortuna política –y económica– que invirtió en una campaña presidencial que ahora resulta inconveniente para los dueños del dinero y del poder.

Si la declinación de Massa se les presenta como pan comido, al Círculo Rojo le queda un desafío duro de roer: convencer a las mayorías populares que la nueva alianza será mejor que la que estalló en 2001 junto al país. Para eso disponen de un formidable aparato de propaganda que, al mando del multimedios Clarín, intentará custodiar las espaldas del candidato y atacar al oponente que compita por la escudería K. Esta semana, justo después de la convención radical que corroboró la UTE, el Grupo dejó en claro que jugará a fondo: TN, el canal de noticias del grupo, sumó a los ultra anti K Carlos Pagni, Nicolás Dujovne y a la familia Leuco.

Para hacerle espacio a la nueva artillería pesada debió desplazar a los moderados Ernesto Tenembaum y Marcelo Zlotogwiazda, que quedaron sin pantalla. En este año electoral, parece, en Clarín no habrá lugar para tibiezas.

Esa intransigencia es hija de la experiencia: varias veces el establishment dio por muerto el proyecto K, que resurgió de sus sucesivas crisis con medidas de alto impacto redistributivo que mortificaron a distintos estamentos del poder real. Fue el kirchnerismo que emergió de la derrota el que empujó la Ley de Medios, el matrimonio igualitario, la Asignación Universal y el plan Procrear. Fue después de un traspié electoral que el gobierno reestatizó el sistema provisional, recuperó a YPF y promovió la reforma electoral. Curiosidades del destino: la creación de las PASO, parte de esa reforma denostada por un sector de la oposición, colaboró para que ahora cuajara una alianza que el poder fáctico comenzó a cocinar varios años atrás.

Fue el propio Macri quien, ya hace un lustro, reconoció que el establishment le pedía que se juntara con el resto del elenco anti K. Por entonces el intendente identificó a los integrantes del Círculo Rojo como "personas del saber y del pensar" con influencia en la opinión pública, y confesó que ese club le insistía para que se plegara a una amalgama opositora. El convite no tuvo correlato electoral, pero derivó en la fundación del Grupo A, un polirubro parlamentario donde confluyeron varios bloques opositores.

Entonces, como ahora, Carrió se arrogó la creación de esa criatura que, a excepción de una polémica ley que pretendía modificar la percepción del impuesto a las Ganancias, sólo logró la parálisis del Congreso. Pero la experiencia sirvió para imantar a dirigentes del radicalismo y el PRO, que desde entonces coordinaron acciones para intentar bloquear las iniciativas del oficialismo.

No todos los socios, claro, se sentían cómodos con la situación. Los socialistas de Hermes Binner, por caso, varias veces fueron reprendidos por mostrar simpatía con algunas iniciativas K. El asunto despertó la desconfianza del Círculo Rojo, que comenzó a mirar de reojo al santafecino que salió segundo en los comicios donde reeligió CFK. Esta vez, sin embargo, debió bajarse rápido de la carrera: su ocasional kirchnerismo friendly implica un riesgo de continuidad que el establishment no está dispuesto a correr.

Un rápido y contundente operativo mediático convenció a Binner de que debía declinar su ambición presidencial. La ráfaga disparada desde Clarín incluyó el clásico ninguneo en las encuestas, las sugerencias incómodas sobre su vida privada y una lluvia de notas negativas sobre los graves problemas de violencia que asolan Santa Fe. El tiro de gracia fue el pase de Carlos Reutemann al macrismo y el respaldo explícito al cómico Miguel del Sel. La perspectiva de perder la provincia en manos del ex Midachi fue demasiado para Binner, quien aceptó bajar su candidatura a cambio de que el multimedios y sus satélites reduzcan su cobertura sobre los crímenes que a diario aterrorizan a los vecinos de Rosario y respalden a su candidato, Miguel Lifschitz. Esta semana Binner pudo corroborar que su renuncia no fue en vano: el lunes Clarín publicó una encuesta que da a Lifschitz primero en la intención de votos, con casi diez puntos por encima de Del Sel, al que ahora ubican tercero, incluso detrás de Omar Perotti, el candidato del FPV.

En el Círculo Rojo conviven razones ideológicas, económicas y prácticas por las que se propusieron erradicar al kirchnerismo de la faz política nacional. Una de ellas es el temor a terminar presos. El tema está presente en las cumbres que el baron del azúcar Carlos Blaquier organiza en su mansión de las Lomas de San Isidro. El propio anfitrión es parte interesada en el asunto: hasta hace pocos días estaba procesado y se dirigía hacia un juicio oral por crímenes de lesa humanidad cometidos en sus dependencias jujeñas durante la dictadura cívico-militar. Pero un reciente y curioso fallo de la justicia federal norteña decidió librar de culpa y cargo al empresario en dos causas donde se investiga su presunto rol en la desaparición forzada de delegados sindicales y el aporte logístico al secuestro masivo de trabajadores conocido como La Noche del Apagón. La exculpación de Blaquier se dio casi en simultáneo con otros dos fallos polémicos de idéntico tenor. En Bahía Blanca, un abogado convocado como juez ad hoc desistió de investigar al propagandista de la dictadura Héctor Massot –dueño de un diario local y factótum de Adepa–, y en Buenos Aires un juez se negó a indagar a los dueños de Clarín y La Nación por la sospechosa apropiación de Papel Prensa.

La secuencia coincidió en tiempo y forma con la asonada judicial que busca minar el último año de gestión K. En los tribunales suelen envalentonarse con los poderosos cuando ya no tienen poder. La práctica es un clásico del fuero Federal: a medida que se acerca el fin de un mandato presidencial, jueces y fiscales se amontonan para empujar denuncias contra funcionarios que están prontos a dejar la gestión. Pero, ¿qué ocurre con los poderosos que nunca pierden poder? ¿Con empresarios, banqueros y barones judiciales que gozan de poder vitalicio, a diferencia de los funcionarios políticos cuyos mandatos tienen fecha de vencimiento por prescripción constitucional? Ya se sabe: poco y nada.

Es obvio que los delitos cometidos en el sector público deben ser castigados con especial severidad, pero no parece de buena práctica republicana apuntar los cañones judiciales sólo contra el Estado y hacerse los distraídos con los privados que se enriquecieron al amparo de la corrupción estatal. Los delitos económicos cometidos durante la dictadura fueron la expresión más brutal de esa complicidad. Pero no la única.

La política se dispara en el pie cuando encubre, e incluso alimenta, a los dueños del poder. Un ejemplo: la fuga de capitales, que en la mayoría de los casos deriva de la evasión fiscal o incluso de delitos mayores, reduce los recursos del Estado y lo pone a merced de golpes especulativos. El cepo cambiario, la inflación y otros traumas económicos de la era kirchnerista no hubiesen existido –o no hubiesen sido tan severos– si el sistema financiero argentino no fuera un colador por el que se fugaron unos 200 mil millones de dólares, según un cálculo oficial. El flagelo es global, pero existen modos de aplicarle un torniquete a esa sangría. El más eficaz es penalizar la elusión impositiva e impulsar el castigo social de los fugadores. Lo acaban de hacer en España, Francia y otros países sacudidos por el escándalo de los Swissleaks. Según denunció la AFIP, la Argentina es un capítulo importante de esa novela iniciada por la delación de Hervé Falciani, el empleado del HSBC de Ginebra que extrajo y distribuyó miles de cuentas con movimientos sospechosos. Unas 4040 de ellas corresponden a ciudadanos argentinos, y la mayoría de ellos no estaban declaradas, según el ente recaudador.

Entre los apellidos que quedaron bajo la lupa de la AFIP hay miembros vitalicios del Círculo Rojo. Varios de esos nombres, y sus empresas, se repiten en el expediente por el incendio intencional de Iron Mountain, el depósito donde el fuego devoró papeles que podían servir como evidencia si el Congreso decidiera, al fin, conformar la comisión investigadora que debiera investigar cómo volaron más de 3500 millones de dólares hacia la sucursal ginebrina del HSBC. Entre los papeles incinerados había documentos vinculados a Sideco, una de las sociedades del Grupo Macri en las que el heredero Mauricio desarrolló su efímera trayectoria empresarial. No parece ser casual que el establishment lo haya escogido para conducir el Estado, el único estamento capaz de terminar con tanta historia de impunidad. O de prolongarla. 

iNFO|news

 

La UCR, en la canaleta de la derecha

Aquella empezó siendo una síntesis que se proponía "progresista". Un triunfo de ésta sería mucho peor para los intereses populares.

Por Demetrio Iramain

La criatura política nacida de la indigesta cruza entre el PRO, la Coalición Cívica y la UCR suele ser comparada en sus formas de superficie con la Alianza. Es un buen ejercicio hacerlo, pero para encontrar sus diferencias, y advertir al mismo tiempo el severo corrimiento a la derecha que sugeriría una eventual sucesión del kirchnerismo por cualquiera de las variantes opositoras, entre las cuales la hegemonizada por Mauricio Macri aparece como la más importante.

Aquel brebaje de dirigentes políticos llamado pomposamente "Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación", empezó siendo una síntesis que se proponía "progresista", entre la UCR y el Frepaso; el pacto electoral surgido en Gualeguaychú es una opción claramente reaccionaria y profundamente conservadora. Aquélla se decía así misma la "superación histórica" del menemato; ésta representa un retroceso histórico, que pugna por regresar el ciclo argentino a los años noventa. Aquélla nació más a la izquierda de donde terminó; si ésta termina más a la derecha de donde arranca se cae afuera de la historia.

Hagamos memoria. Hacia fines del año 1997, acercándose el periodo preelectoral que en mayo de 1999 consagraría al sucesor presidencial de Carlos Menem, la oposición radical y frepasista se unió con fines puramente electorales. La coalición que formaron, con un perfil de centroizquierda muy moderado (más de centro que de izquierda), si bien se propuso romper la tradición bipartidista en la sucesión presidencial, acentuó tras su paso el programa común de ambos partidos mayoritarios: el ajuste neoliberal y el endeudamiento externo.

Mientras el primer gesto político de la Alianza fue proponerse "derogar" las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, la primera definición de Mauricio Macri respecto del Terrorismo de Estado fue afirmar que si él llegara al gobierno terminaría con "el curro de los Derechos Humanos".

Sin dudas, la Alianza hizo, en materia de Derechos Humanos, exactamente todo lo contrario a lo que insinuaba, y que Macri ni siquiera se molesta en sugerir. La sanción penal del genocidio no está en su agenda de gobierno. Cuando en 1998, incluso antes de alcanzar el gobierno, los diputados de la Alianza hicieron una demostración de fuerzas y propagandizaron sus intenciones políticas, apenas propusieron "derogar" (y no "anular") las leyes de impunidad radical. Esta derogación no tenía efectos retroactivos, es decir, entraba en vigencia sólo desde el día de su sanción parlamentaria y no hacia atrás. Al no anular esas normativas, como exigían las Madres de Plaza de Mayo desde el día desde el infausto día en que habían sido legisladas, los genocidas beneficiados por ellas igualmente continuarían libres, sin posibilidad de condena efectiva. Cuando la Alianza finalmente alcanzó el gobierno fue peor: entonces, el presidente Fernando de la Rúa se negó a extraditar a los asesinos reclamados por la justicia española, frustrando en la práctica la única posibilidad concreta de que los genocidas fueran conducidos realmente a la cárcel.

En las elecciones presidenciales de 1999, la UCR se posó sobre el naciente Frepaso, cuyo logro histórico había sido poner en crisis la vieja hegemonía radical-justicialista, y terminó imponiéndose sobre aquél. Ahora, la UCR no tiene otra chance que ser el actor de reparto en un monólogo de la derecha empresarial. Tras la Convención del fin de semana pasado, la UCR parece condenada a su lento naufragio como partido popular y autónomo, iniciado sin retorno en noviembre de 1993, cuando selló con Menem el Pacto de Olivos y garantizó su reelección. En 32 años de democracia, el centenario partido radical pasó de proponerse encabezar el Tercer Movimiento Histórico a convertirse en un opaco partenaire de la restauración conservadora.

Tras la salida de Carlos "Chacho" Álvarez del gobierno aliancista, comenzó una fuga acelerada de los referentes progresistas que formaban parte de esa asociación de partidos en el gobierno. Algunos de ellos animarían luego el Frente Nacional contra la Pobreza (FreNaPo), cuyo primer reclamo fue la creación de un subsidio universal por cada hijo o hija menor de 18 años, a ser percibido por cada familia sin ingresos en el hogar. Ernesto Sanz no pronosticaba todavía que esa asignación, resuelta por el kirchnerismo en 2009, se iría "por la canaleta del juego y la droga".

Si bien discursivamente la Alianza representaba un punto de ruptura con el periodo neoliberal, su proyecto político se agotó en la continuidad de todo lo anterior, incluso en una versión aún más desmejorada. La ciudadanía sin dudas votó por la Alianza aspirando a un cambio en el rumbo político, económico y social, pero esa coalición electoral lo impidió. En esa violación al contrato básico de la democracia quedó sellada su suerte. El nuevo pacto PRO-UCR también: su propuesta, que por ahora concluye en lo electoral, es una declarada invitación a que tras su eventual triunfo en los comicios el país regrese a las políticas de libre mercado y exclusión, lo que inauguraría un tiempo de gran conflictividad social. Un neomenemismo por otros medios. Tan a la derecha se fue el radicalismo, que Julio Cobos, con su propuesta de extender el acuerdo electoral al "populista" Sergio Massa, pareció ser un hombre con ideas de izquierda.

Un eventual triunfo del híbrido entre el Pro y la UCR es, sin dudas, peor que la Alianza desde la perspectiva de los intereses de los subalternos. Pero tiene una gran ventaja: su claro programa antipopular y lo expuestas que quedan sus directrices ideológicas. No tiene demasiado margen para el gatopardismo quien promete derrotar con "República" el "populismo". Nadie esperará de Macri ninguna respuesta favorable al segmento trabajador, como sí se esperaba de la Alianza en 1999. Si el candidato de ese Resto del Mundo de la derecha finalmente se impusiera en las elecciones; ¿no sería una invitación a que en la noche del próximo 11 de diciembre empezaran a gestarse las condiciones objetivas para que más temprano que nunca ocurra otro 19 y 20 de diciembre de 2001? 

iNFO|news


 

REUNION ENTRE EL PRO Y LA UCR TRAS EL CRUCE ENTRE MACRI Y SANZ Cumbre para limar asperezas

Macri y Sanz competirán por la candidatura presidencial de la alianza.

Luego de las diferencias públicas entre el líder del PRO, Mauricio Macri, y el presidente de la UCR, Ernesto Sanz, representantes de ambos partidos se reunieron ayer para analizar el impacto de la Convención radical y tratar de acercar posiciones de cara a las negociaciones que continuarán en las próximas semanas. “No nos sentimos incómodos con las declaraciones de Macri sino que tenemos una mirada distinta de cómo se construye el poder. Nosotros, si gana Sanz, vamos a trabajar con una coalición muy fuerte con integración del gabinete con otras fuerzas”, aseguró uno de los boinas blancas presentes en la cumbre. Días atrás, el jefe de Gobierno había descartado un “cogobierno” con el radicalismo, en caso de ganar en las PASO y luego en octubre. Más allá de estos roces, desde la UCR adelantaron que avanzan a paso firme las conversaciones para acordar los armados provinciales y las listas de legisladores nacionales. Además, en breve habrá encuentros entre representantes de los equipos técnicos para delinear políticas públicas conjuntas.

Los interlocutores del radicalismo y el PRO venían conversando desde hace más de tres semanas, pero el encuentro de ayer tenía una característica especial. Por primera vez se verían con el aval de la Convención radical para establecer la alianza con el macrismo y la Coalición Cívica. Los emisarios del radicalismo fueron Federico Storani, Walter Ceballos y Facundo Suárez Lastra. Por el PRO estaban Emilio Monzó, Humberto Schiavoni y Diego Santilli. La reunión ya estaba pautada de antemano, pero las declaraciones cruzadas respecto del “cogobierno” o el supuesto “gobierno de coalición” obligaron a poner el tema sobre la mesa.

El sector de Sanz que impulsó el acuerdo había sufrido las críticas de varios dirigentes como Ricardo Alfonsín, Julio Cobos, Nito Artaza, entre otros. “Es correcto que el que gana una elección se hace cargo del gobierno, como está claro también que nosotros, como partido radical, no deberíamos y no debemos integrar un ejecutivo con tan disímiles ideas”, insistió ayer el diputado Héctor “Cachi” Gutiérrez. “A menos de dos días de la Convención, Macri se encargó de colocarnos en el lugar que él nos necesita: encargados de la logística y de sparrings electorales”, agregó el diputado Fabián Rogel.

Desde el macrismo ratificaron los dichos del líder del PRO respecto del cogobierno y atribuyeron sus palabras a la necesidad de replicar las comparaciones con el gobierno de la Alianza encabezado por Fernando de la Rúa. De todas maneras, aseguraron que hubo “una interpretación errónea” de los dichos del jefe de Gobierno porteño. Según Storani, el tema “está cerrado” y, si bien se mantendrá la cultura “presidencialista”, se conformaría en octubre un gobierno de coalición.

“El acuerdo está avanzando firmemente, se habló muchísimo de la posición del PRO y Sanz para hacer los mayores esfuerzos de amplitud y colaboración donde se le puede ganar al kirchnerismo en sus versiones más atrasadas y conservadoras. El candidato a gobernador será el que más chances tenga”, aseguró a Página/12 otro de los presentes. La idea es unificar las candidaturas locales opositoras al kirchnerismo para no dividir la oferta electoral. Así, en los distritos donde el referente de la UCR esté mejor posicionado el macrismo bajará sus postulaciones y viceversa. Todavía no se definió el nombre que tendrá el espacio, que deberá ser acordado también con la Coalición Cívica.

20/03/15 Página|12

El macrismo a la cabeza y el radicalismo como furgón de cola Por Felipe Yapur

"Decisiones (Ave María), 
cada día (Sí señor). 
Alguien pierde, alguien gana
¡Ave María! 
Decisiones, todo cuesta. 
Salgan y hagan sus apuestas, 
¡Ciudadanía!"
Rubén Blades

De a poco se va aclarando el panorama. No son sólo los nombres de los que participarán este año de la gran contienda electoral lo que se está definiendo sino más bien los proyectos políticos que pugnarán por el control del destino de la Argentina. Por un lado está el kirchnerismo, con su modelo de país a cuestas desde hace 12 años que enfrenta el desafío de generar nuevamente esperanza y deseo en la sociedad con la que profundizará lo conseguido hasta ahora. En la vereda de enfrente comienza a consolidarse un espacio de centro-derecha con el macrismo a la cabeza y el radicalismo como furgón de cola. Son proyectos distintos y contrapuestos y será la sociedad la que deberá decidir si avanza o retrocede. Si apuesta a un proyecto colectivo, distribuidor de la riqueza o, en todo caso, retrocede al egoísmo individual donde sobrevive el más fuerte. Decisiones que se comienzan a tomar a partir de ahora.

Todo es parte de un proceso. Por caso, el kirchnerismo llegó al gobierno utilizando la figura bíblica del infierno, el purgatorio y con la propuesta de una salida de aquellos horribles lugares. El recurso sirvió para anunciar el camino que hacía falta recorrer que contenía en sí el primer esbozo del proyecto de país que se fue construyendo. Aquello implicó la ruptura, en tiempos y formas diferentes a lo largo de estos 12 años, con los poderes establecidos, con la moral neoliberal y sociedad que produce. El Estado, el poder que implica su control, fue considerado la herramienta sustancial para llevar adelante las transformaciones necesarias. Eso incluyó el control de las Cámaras parlamentarias para soldar las políticas promovidas a normativas que las institucionalicen. Es curioso pero ello da de bruces con la crítica opositora sobre la supuesta condición del kirchenrismo de renegar de lo institucional. 

La movilización popular, el fomento de las organizaciones populares, sociales, sindicales e incluso políticas fueron otra pata de esta estrategia. Es cierto que no tuvieron el protagonismo que los gobiernos kirchneristas le dan al Estado pero están ahí, pugnando por más espacio. De hecho hay ejemplos que la movilización, el debate popular permitió quebrar la resistencia y las contradicciones internas del kirchnerismo como fue la Ley de Matrimonio Igualitario. Si este es el ejemplo positivo, entonces el negativo es la necesaria ley de interrupción del embarazo que todavía no consiguió quebrar las prioridades y creencias personales por sobre una política sanitaria nacional que resuelva una problemática que se cobra la vida de 500 mujeres por año.

Un espíritu conservador aunque milite y ocupe cargos importantes en el kirchnerismo no necesariamente es el mejor garante del cuidado de lo alcanzado y, sobre todo, responsable de su profundización. El proyecto kirchnerista, aún con sus contradicciones internas, no es para cualquiera porque aún en eso de mantener lo conseguido implica sostener un enfrentamiento con los poderes que se consideran dañados por dichas políticas. ¿Ese sucesor puede estar en la juventud? Es posible. De hecho CFK nunca ocultó la importancia que le otorga al trasvasamiento generacional y les fue concediendo espacios de poder. Al fin y al cabo, la experiencia se gana con trabajo real y no con el paso de los años. Ahora, esa nueva generación debe tener el valor de avanzar incluso sobre las contradicciones del kirchnerismo. Allí reside lo valioso, lo maravilloso pero también el gran desafío. CFK tiene donde respaldarse y lanzarse hacia esas agrupaciones juveniles que tiene el movimiento que conduce. Y esas organizaciones, en caso de hacerse cargo, tienen el desafío de transformar lo ya transformado y romper con lo ya establecido para ampliarlo y, como se dice, profundizarlo porque como dijo CFK el 25 de mayo de 2014, "puede haber pueblo y no revolución pero no habrá revolución sin pueblo". Claro, para eso hay que tomar la decisión.

En tanto, la oposición se coaliga. El PRO de Macri se hizo del radicalismo ya transformado en un partido del pensamiento conservador aunque vergonzoso. La UCR vive su etapa del fin de la historia renegando de su condición de fuerza política que pretende un cambio para ser sólo una unidad de negocios donde ofrece su electorado a cambio de migajas parlamentarias y uno que otro cargo ministerial en caso de ser gobierno. Ernesto Sanz impuso esa concepción pero no sobre otra muy diferente. Y es que se complica considerar que Julio Cobos o Gerardo Morales puedan ser fieles representantes del espíritu de Alem, Yrigoyen o Alfonsín (padre). El entente pergeñado no implica de hecho una primavera de cambio. Ni siquiera una posibilidad de corrección de lo hasta aquí hecho. En todo caso vislumbra un oscuro y frío invierno de ese en que había que ajustarse el cinturón para superarlo. Es conveniente recordar que no hace muchos días el propio Domingo Cavallo aseguró que Macri cuenta con el equipo de gobierno necesario para gobernar. Cavallo fue el hombre del menemismo que destruyó la Argentina y Macri supo considerar al riojano como el hombre indicado para el país de ese entonces. Cavallo, si se quiere, es parte de ese círculo rojo que el actual jefe de gobierno porteño supo advertir. Hacía allí va, en rigor retorna, el radicalismo. Y va sin que la obliguen. Es probable que alguno se arriesgue a decir que la historia demostrará si es o no así, pero no parece ser tan necesario porque la decisión la tomó sin que nadie la obligue. Es más, si se quiere, lo hizo de la manera más democrática posible. Pero si este nuevo frente político llega al gobierno y el desastre regresa a estas tierras ya no importará que lo lamente, como hizo después de la experiencia de la Alianza.

La dos principales fuerzas políticas que disputarán en octubre ya casi están definidas. Sólo resta poner los nombres en los casilleros. La decisión está en manos de la sociedad, del pueblo.

iNFO|news

Kirchnerismo: Todo o Nada

Aníbal Fernández dice que Néstor y Cristina no recitan peronismo, lo practican. Hay una vieja máxima del General que reza: <con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes>. Eso es justamente lo que va a hacer Cristina, ir al frente, revalidarse como conductora.
A esta altura del partido ya no tenemos dudas: si Cristina va de primera diputada por la Provincia de Buenos Aires, apuesta a que gobierne Macri. Es muy distinto un bloque de diputados que le responda a ella como ex presidenta, líder de la fracción mayoritaria del movimiento frente a un Presidente peronista; que un bloque que le responda a ella como jefa de bloque frente a un Presidente peronista. En el primer caso habría un frontman tipo Rossi, una válvula de escape, márgenes de negociación sobre espacios y leyes. En el segundo caso no: Cristina no va a tener jefes.
Con el pacto UCR-PRO, nacido de la Convención de Gualeguaychú, que logra unir al antiperonismo (¿logrará Sanz "volcar el padrón", el aparato radical, y ganar en la interna o se lo comerá el voto independiente macrista?) y la confirmación de Julián Dominguez como candidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, todo va cerrando. Porque habrá segunda vuelta y es imposible que en esa instancia el kirchnerismo gane.
Si Buenos Aires es "un país dentro del país", y al país lo va a manejar el antiperonismo, es claro que "La Provincia" será el mascarón de proa de la confrontación. Y es por eso también que Cristina ira de candidata a diputada por Buenos Aires, porque esa lista tiene que ganar y por mucho. El único peligro real de esta estrategia era que Massa "baje" a ser candidato a gobernador, porque le gana a cualquiera. A cualquiera menos a Cristina. Negro futuro el de Massa que se queda así sin la presidencia y sin la gobernación.
Ni Alfonsín ni Menem bajaron a la trinchera luego de sus presidencias. Se quedaron sin proyecto y prefirieron el exilio dorado del Senado. Solo Néstor tuvo la humildad militante de ser diputado luego de ser presidente, sabiendo que no era solo un diputado: era el jefe del movimiento. Cristina seguirá ese camino, por eso su celo por controlar las listas a legisladores nacionales y su deber de re legitimarse con votos propios en el movimiento y sintetizar lo que deja tan al descubierto: gobernadores que tendrán a un extraño en la Rosada, sindicatos que adivinan el fin de la era de oro. 

Madurez de la Democracia Argentina
La política necesita de la épica, el idealismo, la dimensión de lo heroico, la lucha por la justicia para poder convocar a las masas a ejercer su ciudadanía. Excederse lleva al maniqueísmo de "buenos contra malos" y a la ruptura del pacto democrático: si gana el otro, todos moriremos (Alex Freyre dixit). No hay adversarios, sino enemigos; y el sufrimiento del pueblo que se derivaría de su victoria habilita moralmente la intolerancia o la violencia política. Se pierde de vista la ley de las mayorías: el voto. La legitimidad de los mandatos constitucionales y la verdad electoral: a laburar en la construcción de nuevas mayorías.
Por eso siempre es deseable que un oficialista le pueda pasar el bastón de mando a un opositor, en una transición ordenada y pacífica. Es un signo de madurez democrática, la famosa calidad institucional. Punto para Alfonsín, punto para Menem. 
También es deseable que un peronista le pueda pasar el bastón de mando a otro peronista. La realización del viejo lema: primero la patria, después el movimiento, luego los hombres. Sin tiros. Solo vi esa grandeza en Cafiero. 
La legitimidad en la política democrática la dan los votos, no la ideología. Para ser votado hay que ser candidato, poner la cara. La constitución prohíbe repetición de candidaturas al máximo cargo, pero no ser candidato a otro cargo menor. 
Al país le va a hacer muy bien esto. Los dueños de Argentina y la clase media que quiere ser como ellos se expresarán democráticamente como partido luego de cien años. Ciudadanos acostumbrados a perder electoralmente y con cierta sensación de opresión, sentirán lo que es ganar en un juego limpio. Ser mayoría. La estructura federal del partido radical y el liderazgo popular de Macri garantizarán la gobernabilidad. Se recompone por fin el sistema de partidos argentino (si la UCR usará esa táctica para regenerarse estrategicamente y construir un liderazgo genuino -¿uno de los gobernadores que ganarían en 2015?-; o si Macri la fagocitará al menos partiéndola y llevándose un pedazo, no nos interesa por ahora). Habrá por fin una oposición tenaz pero responsable y constructiva, el FPV conducido por Cristina, que controlará al gobierno desde el Congreso sin apostar a la ingobernabilidad. Evitará con mayoría en la Cámara baja (y tal vez en la Alta también) decisiones estructurales perjudiciales para la Nación, sin jugar ni a la montaña ni a la ruleta rusa. Se acortará la bipolaridad argentina, el péndulo.
Esto beneficiará enormemente al kirchnerismo que luego de 12 años de gobierno necesita la oxigenación de la historia. El General Perón necesitó 18 años de gobiernos entreguistas y represores para que los hijos de quienes lo derrocaron lo revalorizaran favorablemente (fenómeno que pudo apreciarse con mayor potencia en los ámbitos universitarios), lo que constituyó el aporte generacional de masa crítica que le permitió volcar la balanza de las mayorías a su favor y concretar el ansiado regreso. Alguna apuesta generacional sobrevuela detrás de esta táctica y 2019 puede ser el fin de un mal gobierno, en el marco de un elenco dirigencial renovado a nivel de gobernadores y sindicalistas, que corone el arribo al poder de una generación ex joven ya fogueada.
La política no se hace en el aire y siempre debe compararse un gobierno "en tiempo y espacio". Europa y sus crisis quedan muy lejos y los ecos de 2001 ya se han apagado (y pagado con las victorias electorales de 2007 y 2011). Al kirchnerismo empiezan a compararlo contra él mismo, y sale perdiendo. Es hora de que lo extrañen.