Aníbal Fernández dice que Néstor y Cristina no recitan peronismo, lo practican. Hay una vieja máxima del General que reza: <con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes>. Eso es justamente lo que va a hacer Cristina, ir al frente, revalidarse como conductora.
A esta altura del partido ya no tenemos dudas: si Cristina va de primera diputada por la Provincia de Buenos Aires, apuesta a que gobierne Macri. Es muy distinto un bloque de diputados que le responda a ella como ex presidenta, líder de la fracción mayoritaria del movimiento frente a un Presidente peronista; que un bloque que le responda a ella como jefa de bloque frente a un Presidente peronista. En el primer caso habría un frontman tipo Rossi, una válvula de escape, márgenes de negociación sobre espacios y leyes. En el segundo caso no: Cristina no va a tener jefes.
Con el pacto UCR-PRO, nacido de la Convención de Gualeguaychú, que logra unir al antiperonismo (¿logrará Sanz "volcar el padrón", el aparato radical, y ganar en la interna o se lo comerá el voto independiente macrista?) y la confirmación de Julián Dominguez como candidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, todo va cerrando. Porque habrá segunda vuelta y es imposible que en esa instancia el kirchnerismo gane.
Si Buenos Aires es "un país dentro del país", y al país lo va a manejar el antiperonismo, es claro que "La Provincia" será el mascarón de proa de la confrontación. Y es por eso también que Cristina ira de candidata a diputada por Buenos Aires, porque esa lista tiene que ganar y por mucho. El único peligro real de esta estrategia era que Massa "baje" a ser candidato a gobernador, porque le gana a cualquiera. A cualquiera menos a Cristina. Negro futuro el de Massa que se queda así sin la presidencia y sin la gobernación.
Ni Alfonsín ni Menem bajaron a la trinchera luego de sus presidencias. Se quedaron sin proyecto y prefirieron el exilio dorado del Senado. Solo Néstor tuvo la humildad militante de ser diputado luego de ser presidente, sabiendo que no era solo un diputado: era el jefe del movimiento. Cristina seguirá ese camino, por eso su celo por controlar las listas a legisladores nacionales y su deber de re legitimarse con votos propios en el movimiento y sintetizar lo que deja tan al descubierto: gobernadores que tendrán a un extraño en la Rosada, sindicatos que adivinan el fin de la era de oro.
Madurez de la Democracia Argentina
La política necesita de la épica, el idealismo, la dimensión de lo heroico, la lucha por la justicia para poder convocar a las masas a ejercer su ciudadanía. Excederse lleva al maniqueísmo de "buenos contra malos" y a la ruptura del pacto democrático: si gana el otro, todos moriremos (Alex Freyre dixit). No hay adversarios, sino enemigos; y el sufrimiento del pueblo que se derivaría de su victoria habilita moralmente la intolerancia o la violencia política. Se pierde de vista la ley de las mayorías: el voto. La legitimidad de los mandatos constitucionales y la verdad electoral: a laburar en la construcción de nuevas mayorías.
Por eso siempre es deseable que un oficialista le pueda pasar el bastón de mando a un opositor, en una transición ordenada y pacífica. Es un signo de madurez democrática, la famosa calidad institucional. Punto para Alfonsín, punto para Menem.
También es deseable que un peronista le pueda pasar el bastón de mando a otro peronista. La realización del viejo lema: primero la patria, después el movimiento, luego los hombres. Sin tiros. Solo vi esa grandeza en Cafiero.
La legitimidad en la política democrática la dan los votos, no la ideología. Para ser votado hay que ser candidato, poner la cara. La constitución prohíbe repetición de candidaturas al máximo cargo, pero no ser candidato a otro cargo menor.
Al país le va a hacer muy bien esto. Los dueños de Argentina y la clase media que quiere ser como ellos se expresarán democráticamente como partido luego de cien años. Ciudadanos acostumbrados a perder electoralmente y con cierta sensación de opresión, sentirán lo que es ganar en un juego limpio. Ser mayoría. La estructura federal del partido radical y el liderazgo popular de Macri garantizarán la gobernabilidad. Se recompone por fin el sistema de partidos argentino (si la UCR usará esa táctica para regenerarse estrategicamente y construir un liderazgo genuino -¿uno de los gobernadores que ganarían en 2015?-; o si Macri la fagocitará al menos partiéndola y llevándose un pedazo, no nos interesa por ahora). Habrá por fin una oposición tenaz pero responsable y constructiva, el FPV conducido por Cristina, que controlará al gobierno desde el Congreso sin apostar a la ingobernabilidad. Evitará con mayoría en la Cámara baja (y tal vez en la Alta también) decisiones estructurales perjudiciales para la Nación, sin jugar ni a la montaña ni a la ruleta rusa. Se acortará la bipolaridad argentina, el péndulo.
Esto beneficiará enormemente al kirchnerismo que luego de 12 años de gobierno necesita la oxigenación de la historia. El General Perón necesitó 18 años de gobiernos entreguistas y represores para que los hijos de quienes lo derrocaron lo revalorizaran favorablemente (fenómeno que pudo apreciarse con mayor potencia en los ámbitos universitarios), lo que constituyó el aporte generacional de masa crítica que le permitió volcar la balanza de las mayorías a su favor y concretar el ansiado regreso. Alguna apuesta generacional sobrevuela detrás de esta táctica y 2019 puede ser el fin de un mal gobierno, en el marco de un elenco dirigencial renovado a nivel de gobernadores y sindicalistas, que corone el arribo al poder de una generación ex joven ya fogueada.
La política no se hace en el aire y siempre debe compararse un gobierno "en tiempo y espacio". Europa y sus crisis quedan muy lejos y los ecos de 2001 ya se han apagado (y pagado con las victorias electorales de 2007 y 2011). Al kirchnerismo empiezan a compararlo contra él mismo, y sale perdiendo. Es hora de que lo extrañen.
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