martes, 17 de febrero de 2015

Historia del Carnaval Porteño

Trabajo realizado por Paula Horman y Daniel Vidal, directores del documental “Blanco & Carmín, la murga según Pasión Quemera”.  
Trabajo realizado en 2007, que nos permite analizar la historia del carnaval porteño, y las luchas para recuperar los feriados, que a partir de 2011 todos podemos disfrutar. Este artículo resulta fundamental para refutar a aquellos que, desconociendo nuestra historia, insisten en sostener que el “carnaval porteño” es un invento.    
El Camino del Carnaval
Las murgas carecen de una historiografía contundente o medianamente unificada. Este hecho hace referencia a que ellas, como muchas otras manifestaciones artísticas han cobrado la forma de discurso interrumpido. Esta forma remite a su inclusión dentro de la cultura popular, interrumpida muchas veces por el accionar gubernamental y por sus propias limitaciones; y fundamentalmente discursiva, ya que la memoria popular retiene y reproduce la historia de las murgas  a través de la transmisión oral. Las propias murgas se constituyen en eslabones de esta cadena mnemónica en sus actuaciones y en sus recreaciones. Como decíamos, este interesante rasgo de transmisión oral, devela una característica que vincula el hoy con la cultura popular pre-moderna
Esta característica da cuenta de la inscripción de las murgas en la tradición del Carnaval, una tradición antiquísima, que ha asumido diversas formas. En la antigüedad, estas festividades estaban asociadas a la celebración pagana de lo divino (Baco/Dionisio/Saturno), una celebración marcada por la exuberancia, el derroche y la anulación de los límites morales (principalmente en las comidas, las bebidas y el sexo).
Paulatinamente, este festejo fue privatizándose y vaciándose de contenido hasta resumirse en unas majestuosas fiestas de las clases altas donde la osadía de ser otro que el permitido se resumió al uso de máscaras. Los excesos se retiran del ámbito público para transformarse en secretos de alcoba. Del espíritu carnavalero de las clases altas, sólo sobrevive la burla, bajo el cargo del Bufón. En las calles, en los poblados, en la plebe, los festejos se mantienen. Por motivos económicos (y morales) las celebraciones no eran tan suntuosas, pero el ánimo festivo sigue en pie.
En la Edad Media, este festejo es bautizado y fechado bajo el manto del cristianismo: según la iglesia católica el término Carnaval proviene del latín medieval carne-levare ("abandonar la carne") refiriéndose a la prohibición religiosa de consumir carne durante los cuarenta días que dura la cuaresma .
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Historia del Carnaval Porteño
Los conquistadores españoles son los que importan al Río de la Plata el "Carnaval a la europea”. En las primeras épocas de la conquista los sectores populares participan con bailes y agua en las calles;  este festejo no es bien visto por las clases altas de Buenos Aires, quienes lo describen como una “costumbre bárbara”. Tanto es así que en 1770 Juan José Vértiz, pena con azotes a quienes tocan el tambor y un año después restringe los bailes a lugares cerrados para evitar los supuestos escándalos. De esta forma “al oficializarse las reuniones se prohibían de paso las manifestaciones callejeras” . Este, el primer texto prohibitivo/limitativo de una serie de muchos reza: “que se prohivan los bayles indesentes (sic) que al toque del tambor acostumbran los negros…, así mismo se prohiven las Juntas… prohiviéndose también los juegos de cualquier clase que sean; todo bajo pena de doscientos azotes, y de un mes de barraca a los que contrabiniesen” .
En 1783 el mismo Vértiz, ya Virrey, inaugura La Ranchería (ubicada en Perú y Alsina) considerada la primera de las construcciones dedicadas a las representaciones teatrales. Sin embargo no obtiene el éxito esperado y es entonces cuando el virrey decide rentarla para las fiestas de Carnaval. Encontramos ya que el Carnaval comienza a privatizarse y a convertirse en un negocio lucrativo.
Por su parte, en las calles se desafían las prohibiciones, jugando con agua, huevos y harina.
Con la revolución de mayo de 1810, se busca también limitar este aspecto del Carnaval, que contradice el paradigma higiénico de la época. En 1811 el Cabildo (que organizaba con frecuencia bailes públicos) proclama: “que en lugar de la bárbara costumbre el Carnaval, todas las músicas de los regimientos se repartiesen en los parajes públicos… que se pudiera bailar en las plazas por todo género de personas, pero que en ninguno de estos actos se hiciese uso de agua…” .
La problemática del agua  y los otros elementos del combate Carnavalero atraviesan la historia del Carnaval de principios de siglo XIX. Esto no es anecdótico si pensamos en este período como el fundacional de la patria, en el cual se buscaba consolidar un modelo de país basado en la racionalidad, en la ilustración para el progreso. El Carnaval es visto como un retraso, como una costumbre bárbara que atenta contra esta búsqueda. Tanto es así que para 1836 se debe pedir autorización policial hasta para salir disfrazado.
En tiempos de Rosas, el Carnaval “era esperado por parte de la población – especialmente la de color – con un entusiasmo indescriptible, cosa que no ocurría, por cierto, en otras esferas, donde lo recibían con una prevención no exenta de temor” . No obstante, ciertos intelectuales apoyan la manifestación: “Gracias a Dios que nos vienen tres días de desahogo, de regocijo, de alegría. Trabas odiosas, respetos incómodos, miramientos afectados que pesáis todo el año sobre nuestras suaves almas, desde mañana quedáis a nuestros pies, hasta el Martes fatal que no debiera aparecer jamás… podemos estallar un huevo, relleno de lo que nos dé la gana, sobre la frente más dorada, sobre las niñas de más bellos ojos, sobre la nieve del más casto seno… Por mi parte, no puedo menos que aconsejar a las personas racionales y de buen gusto, que corran, salten, griten, mojen, silben, chillen, cencerreen a su gusto a todo el mundo, ya que por fortuna lo permiten la opinión y las costumbres, que son las leyes de las leyes” .
Algunos otros intelectuales que describen el Carnaval en la época de Rosas, revelan la concepción del Carnaval como algo bárbaro, muy cercano a las bacanales, a lo orgiástico. Escribe  José M. Ramos Mejía : “(los negros) inundaban la ciudad al son de pintarreajeados tambores, cruzaban las calles, tocando monótonamente, no una música, sino un ruido del más desastroso efecto… sudorosos y fatigados por la larga peregrinación, marchaban, sin embargo, con cierto desembarazo vertiginoso, imprimiendo al cuerpo movimientos de una lascivia solemne y grotesca. Las negras… imponían con indolencia las mamas rotundas como una expresión de su poder fecundante… El agua corría a mares; (las mujeres) abalanzábanse a los carros enardecidas por las flagelaciones del agua  y el bárbaro y obsceno entrevero se hacía general. Todo contribuía rabiosamente a estimular los más bajos deseos…”.
Para ese entonces, los negros se dividen en naciones y concentran su actividad en los barrios de Monserrat y San Telmo .  Por esta época se inicia también una costumbre que marcará el nombre de la murga retratada por nuestro documental: los martes de Carnaval los vecinos colgaban en cada barrio un muñeco de paja y tela, al que denominaban Judas, que luego era quemado en una festiva ceremonia .  
Aunque en sus primeros años de gobierno Rosas promueve estas manifestaciones, su política da un giro en 1844 cuando mediante un decreto, censura y castiga esta manifestación de arte popular. Afirma: “las costumbres opuestas a la cultura social y al interés del Estado suelen pertenecer a todos los pueblos o épocas. A la autoridad pública corresponde designarles prudentemente su término. Considerando… que semejante costumbre es inconveniente a las habitudes de un pueblo laborioso e ilustrado; que son perjudicados los trabajos públicos;… que la higiene pública se opone a un pasatiempo del que suelen resultar enfermedades… El gobierno ha acordado y decreta: Art. 1º: Queda abolido y prohibido para siempre el Carnaval” .
Durante una década sigue pesando la prohibición dictada por Rosas. Sólo en 1854, dos años después de su caída, se reanudan los festejos. Los bailes están reglamentados por unas disposiciones que se colocan a la entrada de los salones, mientras que los festejos con agua van declinando poco a poco.
Para 1863, la policía elabora el primer reglamento para comparsas, mediante el cual se abre un registro para quienes quieran participar.
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Los gobernantes, a sabiendas que en ocasiones es más eficaz para sus fines de control recapturar que prohibir, realizan en 1869 el primer corso oficial de la ciudad de Buenos Aires. Con un detalle importante: a las comparsas que desfilaban en las calles Rivadavia, Florida y Victoria (actual Hipólito Irigoyen), conformadas principalmente por negros, se les suma la de jóvenes provenientes de la aristocracia.
Por ese entonces, la política empieza a manifestarse de forma explícita en las agrupaciones del Carnaval (que hasta la fecha se limitaban a la picardía romántica y a la burla simplona). Por 1870, recorren los corsos un grupo denominado Tipos Políticos que caracterizan a figuras como Sarmiento, Mitre y Urquiza. El diario La Nación, consigna en su edición del 11 de febrero de 1871: “Es sabido que el Señor Ministro de Guerra está preocupado profundamente por el anuncio de que una comparsa de Carnaval iba a representar la Expedición al Desierto…  parece que la seriedad de esta Expedición iba a ser defendida mejor que las fronteras y se temía un conflicto… en consecuencia, la comparsa Expedición al Desierto se ha disuelto; y queda allanada la cuestión de estado y el conflicto que tenía por base una broma de Carnaval…”. La dimensión política del Carnaval irá luego evolucionando. Comienza así, con la aparición de personajes y temáticas en las comparsas y se intensifica luego con la expansión de las murgas, las cuales en todas sus presentaciones incluyen una crítica: una canción picaresca que habla, denuncia una problemática específica cada año. Lo particular de esta crítica es que recaptura las melodías de una canción masiva .
Tiempo después, la inmigración italiana y española termina de sentar las bases del ritual Carnavalesco. En 1900, suman diecinueve los corsos “grandes”, sin contar los que se generan espontáneamente en diversas barriadas de Buenos Aires . A los barrios ya mencionados (San Telmo y Monserrat), se le suman Belgrano, Barracas, Parque Patricios y La Boca.
Hacia 1906, de España se traslada al Río de la Plata la que sería considerada la primera murga en tierras sudamericanas: se trata de una compañía de zarzuela que llega a las calles montevideanas con sus coplas satíricas y picarescas. En realidad no llega a las calles, sino que termina en ellas: se cuenta que, ante la falta de público en el hotel Casino -donde realizaban sus funciones- sus integrantes salieron a la calle a actuar, y fue allí donde finalmente tuvieron éxito. Desde entonces, se conoce como murgas a estas agrupaciones que recorren las calles con cantos satíricos. Por estos rasgos, rápidamente se incorporan a los festejos de Carnaval. Esta práctica llega a Buenos Aires al poco tiempo. En ambas orillas, se le añaden elementos sonoros afroamericanos e incluyen en sus letras personajes de la mitología Carnavalera (Momo , Baco) y de la Comedia del Arte (Pierrot, Colombina).
El rasgo que distinguirá a la murga porteña es que en ella se introduce el baile. Un baile único, típico, resabio (o nostalgia) de ese momento de embriaguez y desequilibrio de los antiguos Carnavales, que surge de la mezcla de los desfiles con pasos y ritmos de los negros (candombe, rumba, milonga, etc.).
Al despuntar el siglo XX, cada barrio tiene su murga. La Avenida de Mayo alberga al corso oficial de la Ciudad, pero en algunas callecitas olvidadas vecinos organizan sus propios festejos, por fuera del circuito establecido.
En la década del 30 los barrios se convierten en los protagonistas de las agrupaciones de  Carnaval . Esto se ve reflejado en los nombres de las agrupaciones: “Los Mocosos de Liniers”, “Los Viciosos de Almagro”, “Los Chiflados de Almagro”, “Los Linyeras de La Boca”, entre otros. A partir de aquí, el barrio y los colores de los trajes comienzan a identificar y diferenciar a cada agrupación.
Tiempo después, la llegada del peronismo y la migración del interior del país hacia la Capital Federal, le da un nuevo empuje  a las murgas porteñas. Llegan a formarse dos o tres por barrio, con gran participación de jóvenes. Los potreros, las esquinas, las plazas, son los lugares de encuentro.
Las autoridades de facto que se presentaron en los años posteriores (La Revolución Libertadora y Onganía), recuperan ciertas regulaciones de antaño (como el uso de un permiso policial para portar disfraz) pero toleran este festejo mediante su control.
Hasta 1976.  Para hablar con exactitud, en 1976 los militares no prohíben el Carnaval. Hacen con él, lo mismo que con tantos cuerpos, tantos espacios, tantas otras manifestaciones culturales: no lo prohíben, lo desaparecen.  Mediante el decreto 21.329 , firmado por Jorge Rafael Videla, Julio Bardi y Albano Harguindeguy, se declaran los días no laborables, omitiéndose los lunes y  martes de Carnaval (que hasta allí eran feriados nacionales). Esto es, los hace desaparecer, los borra, así, sin explicación alguna.  A la vez, la Ley de Seguridad Nacional y el Estado de Sitio habilitan a todas las   fuerzas represivas y de seguridad a "reprimir, disolver y/o aniquilar" toda   manifestación callejera.   Las murgas en su conjunto se ven entonces privadas de su espacio de ensayo y actuación. Sin calles ni Carnaval y reprimidas como sospechosas en  virtud de su tradición contestataria.
Sin embargo algunas murgas se las ingenian para seguir. No suenan sus bombos cuando van de un lado a otro, andan en silencio, y tocan dentro del lugar establecido, en su mayoría clubes de barrio. Según Coco Romero, murguero y estudioso de este arte popular: “La murga y el rock fueron ríos subterráneos con sus propios rituales, que durante la dictadura generaron un espacio de resistencia y contracultura a través de la fiesta del encuentro y las disciplinas del arte.” .
    Para 1983, han sobrevivido sólo diez murgas. Pero por fuera de todo calendario oficial, con la llegada de la democracia las murgas vuelven a emerger con fuerza. En este “renacer” las mujeres y las/os niñas/os empiezan a participar activamente, en un espacio que era antes patrimonio exclusivo de los hombres . Se suman también nuevos instrumentos (redoblante, guitarra, bandoneón). El aprendizaje no se realiza sólo en los barrios, sino también en talleres y escuelas.
    El momento socio-histórico asociado a la euforia democrática se inserta fuertemente en el discurso y la organización murguera.  Retoma su música y su sentido social reivindicatorio-contestatario, recupera las calles, se expande, gana público, se convierte en uno de los portavoces de un discurso político-social que apunta a la integración, la revalidación de   la cultura popular, la participación y el protagonismo social.
En 1997 estas agrupaciones (que ya llegan a 100) son reconocidas por el Gobierno de la Ciudad como patrimonio cultural. Mientras tanto, las asociaciones murgueras  salen a la calle, marchan por la histórica y Carnavalera Avenida de Mayo, reclamando por la devolución del feriado de lunes y el martes de Carnaval. Ese año, el gobierno empieza a organizar corsos oficiales en los barrios, e implementa un sistema de jurados y de premiación que según nuestro criterio, aunque fomenta en cierta manera la actividad, incluye mecanismos de exclusión (por ejemplo, al solicitar a los murgueros requisitos de vestuario para ingresar al sistema de corsos) y de competencia con los corsos no oficiales, ya que se producen en simultáneo; esto es clave, ya que la organización de estos corsos barriales (en su mayoría, verdaderos procesos de autogestión comunitaria)  muchas veces son la única forma de financiamiento (por medio de la venta de alimentos y bebidas) que reciben las agrupaciones de carnaval.
En febrero del 2004,  a más 25 años desde su desaparición, la marcha por la restitución del feriado de Carnaval convoca a más de cinco mil personas. Paralelamente, se presenta el proyecto de ley en la legislatura porteña.
Finalmente, el 22 de abril del 2004 se aprueba por unanimidad la ley 1.322 que declara como días no laborables los lunes y martes de febrero que caigan 40 días antes de la celebración de la Pascua. Sin embargo, a menos de un mes de aprobada, el 15 de mayo de ese año, el ex Jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, inscribiéndose en toda una línea histórica de prohibiciones y prescripciones, veta la ley que restablecía el feriado, por considerarlo “ineficaz para promover el Carnaval” (Sic) . Tras la insistencia de la Legislatura Porteña, la ley finalmente se sanciona en junio, pero el feriado se reduce a “obligatorio para el Sector Público de la Ciudad de Buenos Aires, y optativo para las actividades industriales comerciales y civiles en general” . Es evidente que para quienes disfrutan del Carnaval esta ley es insuficiente, ya que ninguna empresa o  comercio opta por otorgarles a sus empleados el feriado, es por eso que el reclamo continúa, para así recuperar el feriado a nivel nacional, tanto en el sector público como en el privado.
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Sobre Pasión Quemera
Pasión Quemera nace quince años atrás por iniciativa de algunos pocos vecinos de Parque Patricios. En la actualidad, cuenta con más de cincuenta integrantes (en Carnaval, superan los cien) de todas las edades, con un promedio entre los 16 y los 20 años. Trabaja durante todo el año, ensaya dos veces por semana (miércoles y domingo) y se presenta esporádicamente (más allá del Carnaval) en diversos eventos.
Posee un alto compromiso con la lucha por los derechos humanos y un tipo de organización horizontal. Luego de cada ensayo realizan una asamblea (ellos la llaman “reunión”) en la que se toman las decisiones y se emiten propuestas y problemas.  Si bien no hay (desde su discurso y por lo que pudimos observar en las primeras concurrencias a las reuniones) personas que hegemonicen las decisiones, sí observamos que hay ciertas voces que son más respetadas y escuchadas que otras, en base al tiempo de pertenencia a la murga y en la dedicación hacia ella. Asimismo, existen coordinadores de ciertas áreas a los que, respetando el argot murguero, llaman “directores” (por ej. directores de baile, de bombos, director general). Ellos fueron elegidos por consenso entre todos los participantes y, según nos comentaron, es para distribuir las obligaciones y no para centralizar el poder (todos hicieron hincapié este punto).
Hace siete años atrás la murga contaba con una organización vertical, lo que en su argot llaman “tradicional”. Luego de arduas discusiones el entonces director se alejó y la agrupación comenzó a tomar la forma que hoy parece consolidada. Sin embargo, como señalamos en el primer apartado, esta forma de organización horizontal fue considerada por algunos miembros de la murga (incluso, algunos de sus fundadores) como caótica e incorrecta. Ésta discusión atravesó y enriqueció el tiempo que compartimos con la murga y se ve reflejada en el documental.
Otro conflicto que presenciamos, corresponde al compromiso político (específicamente con algunos organismos de Derechos Humanos) al que hicimos referencia al comenzar este apartado. No todos los/as integrantes de la murga están de acuerdo con este punto. Es notable esta diferenciación, todas las murgas comparten la tradición de la crítica Carnavalera, pero algunas sólo se limitan al  canto, a un canto picaresco y, en algunos casos, hasta funcional con el ánimo político de la época: el cinismo de la razón política actual incluye, contempla y hasta utiliza, la crítica bufonesca (véase Tinelli o Caiga Quien Caiga). En este caso, la dimensión política de Pasión Quemera consiste en trascender la crítica, la canción y articular con otras organizaciones, otras problemáticas, que en muchos casos, no están vinculadas con el Carnaval, ni la coyuntura (por ej. Madres de Plaza de Mayo, Abuelas, H.I.J.O.S, etc…).
Según su origen, existen hoy dos tipos de murgas: las de taller, formadas desde centros culturales (como el Rojas) y las barriales. Pasión Quemera posee una gran identificación con el barrio (se conoce a Parque Patricios como “barrio de la Quema”). En su nombre hay una explícita referencia al acto de la quema de muñecos que se realiza todos los fines de año en distintas esquinas, y en sus letras se observan claras alusiones a personajes, historias y problemáticas barriales). El espacio por excelencia de la murga es la plaza. Lugar público, tradición de barrio, la plaza Pepirí es su sitio de ensayos y discusiones, a escasos metros del Parque Patricios, parque que da nombre e identidad a su barrio de origen. A pocas cuadras de la plaza, encontramos la esquina en donde la murga se reunió por primera vez (Elía y Grito de Ascencio).
Ésta es evocada largamente en sus canciones y poseen una fantasía  que hace mención a esa intersección. Esa misma esquina fue absolutamente reapropiada por la murga, no sólo simbólicamente a través de la evocación, sino materialmente: sobre una de sus calles hay un mural muy extenso pintado por los integrantes de la murga; asimismo, los corsos de fin de año y Carnaval organizados por la agrupación se realizan allí (a contrapelo de los “oficiales” que se conforman en grandes avenidas). No obstante, como decíamos  “El lugar” de esta murga es el barrio. La identificación con él es absoluta, desde las canciones, hasta los colores del cuadro que más lo representa (Huracán), pasando por la evocación de personajes históricos que han nacido allí (Bonavena), por características básicas asignadas en el imaginario colectivo (tanguero, proletario), y, claro, está, por el estandarte .
Este punto es importante, ya que “el sentimiento por el barrio” es tomado por la murga como un capital simbólico que los diferencia de las murgas surgidas de los talleres (fenómeno característico de la década del ’90).
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La Despedida

La identificación con el barrio es clave para comprender esta manifestación. La murga se hace portadora de una identidad, y el/la murguero/a a partir de ella se construye como sujeto social. Ella se encuentra en relación con un espacio, el barrio, y esto implica una cultura que se hace presente en la comunicación comunitaria: en la construcción y la circulación del sentido. Esto se da también porque, como vimos, la murga no es producto de una interacción puramente presente: es la manifestación actual de un proceso histórico que implica relaciones sociales en base a un tiempo, una historia, una cultura, un territorio.
En la murga aparece la problemática de la identidad no sólo desde la relación con el barrio o con los otros, sino también desde el decir: la murga narra historias, para narrar La Historia, pero por la especificidad de su forma ese narrar es un narrar-se, no una repetición de hechos pasados. La experiencia de sí, lo que el sujeto introduce como horizonte de problematización es parte fundamental de la constitución de la subjetividad. Sabemos a través de Foucault que este horizonte de problematización esta sujeto a un régimen de visibilidad: la murga propone una mirada irónica, burlona, crítica, desviada, que juega con la legitimidad del lenguaje, disertando sobre temas históricos y actuales con un tono coloquial, atorrante, cómplice de la sospecha popular. Los/as murgueros/as ofician como juglares bufonescos, como cronistas que parodian críticamente la realidad y en ese cantar cotidiano, conforman su identidad.“Es contando historias, lo que nos pasa y el sentido que le damos a lo que nos pasa, que nos damos a nosotros mismos una identidad en el tiempo” .
A su vez, los parches  de cada traje son signos identitarios a ser interpretados, se asocian a  íconos políticos (abundan los rostros del Che, los pañuelos de las Madres y  se asoman algunos pasamontañas con pipas), también la regencia a cuadros de fútbol (algunos se animan a contradecir el mandato del nombre), a grupos de música (la mayoría, rock nacional) y algunas otras expresiones de lo cotidiano.
Pero es principalmente en la disposición corporal que propone la murga hay una ruptura a la lógica de la norma(lidad) dada fundamentalmente por el extrañamiento corporal (el baile, la pintura, el disfraz), por la ocupación diferencial del espacio regulado (ya hicimos referencia a la indisciplina urbana)  y por la satirización y la puesta en riesgo a través del juego irónico, de los parámetros habituales con los que se visualiza el mundo. Afirma Jorge Larrosa, “verse de otro modo, decirse de otra manera, juzgarse diferentemente, actuar sobre uno mismo de otra forma ¿no es otra forma de decir “vivir” o “vivirse” de otro modo, “ser” otro?, y ¿no es la lucha indefinida y constante por ser otros de lo que somos lo que constituye el infinito trabajo de la finitud humana y, en ella, de la crítica y la libertad”. En este desprender-se de uno mismo, el sujeto pierde/suspende su identidad y la reafirma en el acto (Bataille). Se produce allí el reconocimiento de una extrañeza común.
Desde lo corporal, la murga contradice entonces las formas de sensibilidad propuestas por la racionalidad moderna y revela elementos premodernos, irracionales, heterogéneos. Todos sus bailes (patadas hacia la nada, desequilibrios embriagantes, manos que buscan hacia arriba y regresan vacías…) parecen ser gestos que dan cuenta de la parte maldita, bárbara, de ese pecado que no se puede nombrar, de esa angustia por la animalidad cedida.
Desde lo discursivo, la murga contradice las formas de racionalidad impuestas, al ir desde la referencia a un panteón de deidades (arrebatados por la racionalidad moderna) hasta las críticas políticas más explícitas. Con un lenguaje que se podría considerar vulgar y chabacano, le hacen cosquillas a las formas cosificadas del decir y apelan a nuestro sentido más común (aquél anterior al Sentido Común) ese que nos iguala, nos pone en comunicación.
George Bataille, en su texto El Erotismo, afirma que “la superación de la actitud aterrada es la transgresión”, y tanto la transgresión como la prohibición remite a elementos que no se basan en la razón impuesta, sino en la sensibilidad que precede y acompaña toda imposición y toda trasgresión “Tal es la naturaleza del tabú, que hace posible un mundo de la calma y de la razón, pero es él mismo, en su principio un temblor que no se impone a la inteligencia, sino a la sensibilidad, como lo hace la misma violencia…” . Esa transgresión, fundada en elementos sensibles, encuentra en el arte (y principalmente en esta forma de arte, que recupera elementos festivos, profanos y comunitarios) sitio donde hacer carne. Transgredimos entonces el sentido impuesto, recuperando en cierto modo la desfachatez y la curiosidad infantil. Afirma Bataille, en el mismo texto (pág 118, 119) “Sólo un pequeño número entre nosotros, en medio de los grandes logros de esta sociedad, se demoran en su reacción verdaderamente pueril, se preguntan todavía ingenuamente qué hacen en este planeta y qué farsa les están representando. Quieren descifran el cielo o los cuadros, pasar atrás de los fondos de las estrellas y las telas pintadas, y como chicos buscando las hendiduras de una cerca, intentan mirar a través de las fallas de este mundo”. En el carnaval, mediante el juego y la representación grotesca,  se revela al mundo como representación, se burla y desconfía de él… y desconfiar es pensar desentendiendo los confines de lo evidente, es derroche de pensamiento, es sospechar, es no saber. En el carnaval, el mundo deviene escenografía de una pieza en la que cualquiera puede actuar cualquier papel. Esta experiencia artística, contiene potencialmente al momento soberano que se refería George Bataille, ese momento de pérdida de sí, de real comunicación entre los seres (ese reconocimiento al que hacíamos referencia párrafos atrás): “La risa, las lágrimas, la poesía, la tragedia y la comedia —y más generalmente toda forma de arte que implique aspectos trágicos, cómicos o poéticos—, el juego, la cólera, la embriaguez, el éxtasis, la danza, la música, el combate, el horror fúnebre, el encanto de la infancia, lo sagrado —cuyo aspecto más ardiente es el sacrificio— lo divino y lo diabólico, el erotismo (individual o no, espiritual o sensual, vicioso, cerebral o violento, o delicado), la belleza, el crimen, la crueldad, el espanto, el asco, representan en su conjunto las formas de efusión (de la soberanía)”
Nótese que el destacar la potencialidad de nuestros dichos, busca diferenciar lo posible de lo existente. Existen muchas subjetividades que se articulan en esta experiencia creativa, existen contradicciones en sus formas de pensar y vivir la murga, y no debemos caer en un idealismo romántico.  
Creemos que éste punto es fundamental, ya que encontramos en la murga un claro muestreo generacional. La murga, como toda manifestación cultural, y por ende social, está inserta en un bloque histórico, atravesada por la hegemonía con sus consecuentes dimensiones de dominación y resistencia. Vemos así que en ella, como pudimos apreciar en las entrevistas realizadas, conviven diferentes discursos-consecuencias de nuestro pasado reciente.
Aunque todos comparten la dimensión irracional reflejada por la pasión por el baile y el extrañamiento, y también la idea de la murga como lugar de recuperación del barrio como espacio de socialización, algunos al ingresar a la zona del poder y de la política prefieren dar un paso al costado. Es así como vimos que las discusiones por las formas de organización (la geometría del poder) llegaron al punto de hacer renunciar a un integrante de la murga, y al preguntar por los motivos (evidentemente políticos) de la prohibición del feriado de Carnaval muchos expresaban el desinterés y temor que caracteriza a una parte de nuestra generación.
Por el contrario, para otros la murga es el lugar de la recuperación de la política, la posibilidad de establecer nuevos formas de resistencia y lucha, de probar la participación a través de una organización horizontal, de recuperar la calle, el cuerpo. Vemos entonces en la murga la doble dimensión (dominación/resistencia) resultante de los procesos históricos que consignamos anteriormente.
Hecha esta aclaración acerca de lo existente, finalizaremos este trabajo, convencidos de que lo posible sólo tarda un poco más.
Ya que la murga es “intrínsecamente” una manifestación de resistencia, y esto debería entenderse no de manera idealista, sino de la misma forma que el Carnaval es, para Mijail Bajtín, un lugar despoblado de normas “oficiales” y en el que se vive un tiempo “no oficial” regido por la naturaleza . Como vimos, el Carnaval es depositario de una historia no reglamentada y una herencia  depositada en el cuerpo que tiene su origen en las clases populares. El Carnaval es, en este caso, un modo de desprenderse de las cadenas que atan a la vida cotidiana y a las normas impartidas desde las altas esferas, una válvula de escape que permite una vuelta a modos de vida tradicionales en los que el sujeto adquiere la forma del cuerpo social y en que la relación con el mundo que establece este cuerpo social no encuentra demasiadas diferencias con el cuerpo propio.
Por ser la manifestación presente de un proceso histórico que implica relaciones sociales específicas en base a un tiempo, a una historia, a un territorio, el cuerpo del Carnaval, al igual que el de la murga, no es el cuerpo propio sino el cuerpo social. Este cuerpo social tiende nuevos lazos con un territorio que desea transitar así como transformar.
Este territorio es el barrio, pero también la ciudad y la historia.

CONTRATAPA LAS LLUVIAS

Por Jorge Isaías
Nuestra infancia no fue menos feliz porque escaseaban los juguetes. La imaginación de los niños siempre es ilimitada y sobre todo en aquellos años los pocos que accedían a uno no eran mayoría en el pueblo. Pocos padres podían hacer un gasto extra, en mi pueblo.
La lluvia en ocasiones caía de un modo muy triste, cansinamente sobre los sembrados , a veces lo hacía con furia, precedida de grandes truenos rodadores como un peñón que cae desde un monte altísimo, mientras el latigazo de un
relámpago se repetía en el trazo estremecedor sobre las cosas, y la poca gente que buscaba refugio presto, recogiendo las mujeres la ropa tendida, pero todos sin excepción recibían ese estremecimiento de la naturaleza como un miedo atávico que debían soportar , rogando sobre todo los hombres que los destrozos no fueran tantos ni tan graves.
Los únicos contentos, con esa alegría de la inconsciencia temprana éramos nosotros, que gozábamos el espectáculo de los sapos numerosos que cruzaban las calles anegadas, los perros que se refugiaban bajo la galería de ladrillos mal cocidos, con sus techos de chapas que reproducían sonoramente el tambor de la lluvia persistente, los gatos que se pasaban al cajón donde los marlos esperaban la boca flamígera de la cocina económica, y tal vez el ruido del vendaval acunaran sueños ronroneantes.
Pero había algo siempre venturoso.Si estas lluvias se producían en verano, porque venía precedida de un calor agobiante, de una presión insoportable y siempre era un augurio de frescura el anuncio de la lluvia y al escampe,
cando se habían cubierto de agua los zanjones que drenaban líquido hacia el campo sería el momento en que nos quitáramos las alpargatas no sin la venia paterna. Y salíamos con los barquitos de papel, las latas vacías de sardinas o alguna cosa de madera que flotara para jugar a las bandas de piratas y corsarios que leíamos en Julio Verne o en las diversas revistas de historietas. Y venían las carreras y los resbalones que seguramente nos costaría un reto, pero el fragor del juego era tan entusiasta que bien valía un reto si en esa carrera de la pista resbaladiza uno lograba salir primero.
Siempre había un ocurrente que proponía ir a pescar ranas al zanjón de los Vélez, con un piolín con el cual atábamos un pedazo de carne y tal vez esa noche podríamos aportar un menú distinto en nuestras casas y qué ricas resultaban esas ranas que saltaban en la sartén como si estuvieran vivas y producían cierta aprensión en mi madre, motivo por el cual intervenía mi padre que siempre estaba dispuesto a toda cosa a la cual ella no se atrevía. Imposible saber hoy si esa tarea le agradaba, pero se hacía cargo y nos sentábamos los tres a la mesa, donde pronto dábamos cuenta de ese manjar crocante.
Como desaguaban pronto las zanjas y los pequeños canales que la comuna mantenía limpios, ya que esa última calle llevaba al campo, al otro día casi con seguridad las encontraríamos vacías, pero con la esperanza de que la lluvia siguiera varios días para asegurarnos otros momentos de módica felicidad. Claro, todo esto con la salvedad de algún mandado, ya que en el verano no había clases por tanto la responsabilidad mermaba mucho, yo diría: casi toda.
Y uno imaginaba cómo se hincharían de agua las cañadas, cómo irían llenándose de bagres los anchos canales del campo, cómo se llenarían de garzas blancas los juncales, de flamencos sus orillas, cómo pondrían a salvo sus nidadas los teros y los patos, cómo nos esperaría todo ese mundo acuático con el croar ensordecedor de las ranas, cómo esperábamos entonces el momento en que nuestro padre iría de caza para acompañarlo con ese cuzco blanco y fiel que tanta alegría trajo a mi niñez lejana.
A veces en mi pueblo veo pasar esas barritas de chicos con las modestas cañas de pescar al hombro que hacen aquel "Camino del diablo" como nosotros, cuando el mundo estaba en pañales y ninguno de nosotros tenía idea de los sinsabores que nos esperaban.
Pero también con estos recuerdos gratos que quiero compartir hoy con ustedes y que me dicen que se puede ser feliz con poco.
Con casi nada.

› DERIVACIONES DEL CASO NISMAN > LA MIRADA EXTERIOR Y LA JUSTICIA II Las dos caras de la Justicia: los casos de Roosevelt y de Hitle

Por Mario Rapoport *
Entre los más célebres films del genial Orson Welles, se destaca La dama de Shanghai, no tanto por su argumento sino por una de sus últimas escenas, un tiroteo entre los protagonistas, el bueno y el malo, en una galería de espejos de una vieja feria de diversiones. Cuerpos, caras y sombras aparecen y desaparecen mientras se persiguen e intentan matar entre ellos. Disparos que no dan en el blanco sino en el reflejo de las figuras en la multitud de espejos. Con cada espejo alcanzado por las balas es la ilusión de la muerte la que predomina, no la muerte misma, hasta el disparo del final. Es una escena asombrosa, que Woody Allen y varios directores recrearon en otros films policiales o de espionaje. Parece una historia real, como la de los ignotos testaferros que enviaban los dineros de corporaciones y ciudadanos de varios países a través del banco HBSC, para colocarlos en paraísos fiscales. Un espejismo que se repite últimamente con frecuencia en la Argentina y en muchos lugares de un mundo donde el tercer poder, la Justicia, que balanceaba a los otros dos en un sistema democrático, hace rato ha dejado de serlo. Los laberintos de la Justicia pueden ser esquivos, tienen distintos túneles legales para refugiarse, diferentes rostros que aparentan lo que no son, pero nunca es totalmente ciega (mejor dicho, imparcial), el rabillo de su ojo derecho vigila siempre para que los intereses que predominan en esta frágil democracia no se derrumben. A veces entorpeciendo las acciones de los hombres que quieren mejorar las cosas; a veces, ayudando a los demonios de otros hombres a llegar al poder.
Así ocurrió en el período de entreguerras del siglo pasado en Estados Unidos y en Alemania, dos caras de un espejo en que esa presunta Justicia se reflejó. El resultado final fue catastrófico: una terrible guerra mundial, el genocidio de millones de judíos y otras etnias, innumerables pérdidas humanas y materiales, de las que el mundo tardó mucho en recuperarse. Por supuesto, no fue la Justicia la principal responsable, pero jugó un rol que debe destacarse.
En dos oportunidades clave, el presidente Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos debió enfrentarse al Poder Judicial de su país y en las dos estuvo en juego el futuro de la sociedad norteamericana. Cuando asumió el poder, en 1933, la crisis, ya convertida en depresión, había producido una formidable caída en la producción, el empleo y los precios. En sus primeros días de gobierno el presidente tomó decisiones drásticas para sanear el sistema bancario y mejorar el productivo. En una primera etapa, de 1933 a 1935, se implementaron políticas que iban contra ortodoxias dominantes, el llamado primer New Deal, para resolver los problemas más urgentes e impulsar la reactivación económica. Pero el programa entero peligró cuando la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucionales algunas medidas emblemáticas del programa, como las leyes de Recuperación Industrial Nacional y de Ajuste Agrario, que pretendían recuperar la industria y la agricultura a través de un aumento de precios y salarios, y luego de su mayor control, para hacer frente a una deflación mortífera que obligaba a destruir productos y disolver empleos, de la regulación de horas máximas de trabajo y del derecho de los trabajadores a sindicalizarse.
Frente a este tropiezo, en 1935 se crearon dos nuevas leyes: la Ley Wagner, que regulaba los vínculos laborales entre patrones y obreros mediante convenciones colectivas de trabajo, y la ley de seguridad social, que establecía un sistema de jubilaciones y pensiones para la mayor parte de la población. En 1937, recientemente reelecto, Roosevelt intentó avanzar sobre la Corte Suprema, que había heredado en 1933, compuesta mayoritariamente por republicanos conservadores, algunos de avanzada edad. El objetivo de Roosevelt era frenar la posible política de anulación de las nuevas medidas de recuperación, evitando futuros rechazos, como los que con pretextos diversos, más políticos que jurídicos, la Corte había realizado anteriormente. El 5 de febrero, en el Congreso, el presidente pidió que se le permitiera agregar un juez más por cada uno (hasta seis) que se resistiera a jubilarse. Dos días después, Roosevelt recibió una carta del prestigioso juez Felix Frankfurter. Profesor de leyes de Harvard y perteneciente al ala progresista del New Deal, Frankfurter era uno de los principales consejeros del presidente sobre asuntos legales y ya lo había asesorado cuando aquél fue gobernador de New York. La carta decía: “De manera dramática (...) me has provocado un shock. Pero más allá de eso (...) el momentum de seguir apelando a la razón (para convencerlos de rever) una larga serie de decisiones no defendibles ni justificables según los principios establecidos en la Constitución me han convencido, como te han convencido a ti, de que deben encontrarse los medios para salvar a la Constitución de la Corte, y a la Corte de sí misma. Ningún estudiante desinteresado de nuestro sistema constitucional y de las necesidades de nuestra sociedad podría ver con complacencia el impasse creado por una mayoría ciega y testaruda en la Corte”. Pocos días después, en una nueva carta, Frankfurter escribía: “Se le ha enseñado a la gente a creer que cuando la Corte Suprema se pronuncia, es la Constitución y no la misma Corte la que habla, siendo que, por supuesto, en muchos asuntos esenciales, es esta la que se pronuncia, y no la Constitución. Finalmente, la presión del presidente dio resultado y las Leyes de Seguridad Social y de Relaciones de Trabajo (Ley Wagner) fueron declaradas constitucionales en abril y mayo de 1937. En gran medida, este triunfo de Roosevelt salvó el New Deal y consolidó los principios democráticos de gobierno, con el apoyo del Congreso, en el juego de los tres poderes.
En Alemania, en cambio, ya mucho antes de Roosevelt, el Poder Judicial junto al ejército, cuyos principales cuadros seguían siendo los mismos que los del imperio, y los grandes monopolios industriales, contribuyeron a deteriorar los logros de la República de Weimar, a ayudar la escalada de Hitler al poder y luego a legitimarlo. En el mismo día que estalló la revolución de 1918, que dio lugar a la República de Weimar, comenzó a organizarse el partido contrarrevolucionario, que pronto decidió que sólo podía llegar al poder con ayuda de la maquinaria estatal y no contra ella. El fracaso de los Putsch de Kapp, en 1920, y de Hitler 1923, lo habían puesto en evidencia. Y junto a esas otras fuerzas, en el núcleo central de la contrarrevolución se hallaba el Poder Judicial.
Al revés de los actos administrativos, las consideraciones judiciales se basan en el derecho, es decir, en la distinción de lo justo y de lo injusto. “El derecho –dice Franz Neumann, uno de los más inteligentes miembros de la Escuela de Frankfurt– es acaso la más perniciosa de todas las armas en las luchas políticas, precisamente por el halo que rodea a los conceptos de derecho y justicia. Cuando se convierte en ‘política’, la justicia produce el odio y la desesperación de aquellos a quienes hiere. Al contrario, los favorecidos por ella incuban un profundo desprecio por el valor mismo de la justicia; saben que puede ser comprada por los poderosos. A diferencia de lo que ocurre en el sistema norteamericano, era el juez y no los letrados de las partes quien dominaba en todo el proceso. Los delitos de injuria y espionaje, la denominada Ley de Defensa de la República y los artículos del Código Penal relativos al delito de alta traición fueron decisivos. (Behemoth. Pensamiento y acción en el Nacional-Socialismo, 1943).
Tres causas célebres lo demuestran. La primera fue lo que sucedió después de la caída de la breve república soviética de Baviera, que duró del 6 de abril al 3 de mayo de 1919 y tuvo como ministro de Finanzas a nuestro conocido Silvio Gesell, que vivió varios años en la Argentina y fue uno de los economistas más admirados por Keynes. Los tribunales dictaron las siguientes sentencias: 407 condenas a prisión en fortaleza, 1737 condenas a prisión simple, 65 condenas a prisión con trabajos forzados. Gesell mismo estuvo detenido varios meses. En cambio, el trato dado por el Poder Judicial al Putsch derechista de Wolfgang Kapp en Berlín del 13 al 17 de marzo de 1920 fue muy diferente. Sobre 705 acusaciones de alta traición, 412 fueron amnistiados, 108 sobreseídos por diversas causas, 174 no habían dado lugar a mantener la acusación, 11 no terminaron de ser enjuiciados, ni uno solo fue condenado.
El tercer ejemplo significativo fue el Putsch intentado por Hitler en Munich, llamado el Putsch de la “cervecería” porque en una de ellas, la Bürgerbräukeller, el 8 y 9 de noviembre de 1923 los nazis quisieron impedir por la fuerza un discurso del gobernador de Baviera ante tres mil personas. Sus líderes, encabezados por Hitler, fueron condenados en un principio a penas de uno a cinco años, pero casi en seguida puestos en libertad. Ludendorff, un ex general del Kaiser, que también participó, fue absuelto. Aunque la Ley de Defensa de la República ordenaba deportar a todo extranjero convicto de alta traición, el Tribunal del Pueblo de Munich exceptuó a Hitler de esta medida con el especioso argumento de que, pese a su ciudadanía austríaca, Hitler se consideraba alemán. Se le permitió un violento discurso de dos horas insultando y amenazando al jefe del gobierno y otros altos funcionarios sin ser acusado de desacato. Estuvo sólo nueve meses en prisión, donde escribiría el Mein Kampf (Mi Lucha), libro de cabecera del nazismo.
Hitler, que había aprendido la lección, decidió de allí en más que debía ganar el poder utilizando el sistema democrático, mientras atizaba el escenario político con las brutales acciones de sus partidarios. Y es lo que hizo confiado en la debilidad creciente y la división de los socialdemócratas y de la izquierda. Todos y cada uno de los artificios de la democracia parlamentaria, sus disposiciones legales y lazos sociales y políticos se convirtieron en armas del nazismo contra el gobierno; se llevaron a cabo numerosos ataques e injurias contra la ineficacia de la República de Weimar. El nazismo se presentó como la salvación de la democracia. En medio de una profunda depresión económica los nazis comenzaron a ganar espacio político. Hitler fue nombrado canciller del Reich el 30 de enero de 1933, pidió la disolución del Parlamento y se llamaron a nuevas elecciones para el 5 de marzo, ante la impavidez del Poder Judicial. Entonces, se produjo el incendio del Reichstag, del que se culpó a los comunistas, se suprimieron libertades civiles y comenzó una etapa de terror político. Esto facilitó a los nazis ganar las elecciones parlamentarias con el 45 por ciento de los votos. Como Hitler no consiguió los dos tercios necesarios para tener el poder absoluto, expulsó del Parlamento a sus adversarios políticos, que reemplazó con sus partidarios y se convirtió en un dictador constitucional. El Poder Judicial, responsable también de estos hechos, entró a formar parte de las instituciones que sirvieron de base para construir el Estado totalitario.
* Profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires.

Esta foto aquí en el carnaval..."

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© Proporcionado por Infobae Massa Jujuy 1170.jpg
El líder del Frente Renovador, Sergio Massa, se mostró con los precandidatos a gobernador de la UCR Gerardo Morales (Jujuy), José Cano (Tucumán) y Luis Naidenoff (Formosa), así como con el peronista Juan Carlos Romero (Salta), con quienes había sellado acuerdos electorales, y destacó que comparten el "espíritu de sumar y pensar en grande, sin miserias".
"La Argentina que viene nos necesita a todos: radicales, peronistas, independientes y progresistas", subrayó el ex intendente de Tigre, quien viajó a Purmamarca para, además de reunirse con los precandidatos de la UCR y del peronismo, disfrutar del carnaval jujeño.
Por su parte, Morales afirmó: "Queremos disfrutar de esta fiesta, todos unidos y en paz para dar un mensaje de terminar con la confrontación y la recuperación de valores. Pretendemos un espacio lo más amplio posible, sin mezquindad y pensando en unirnos todos".
En tanto, Cano subrayó que transitan "desde hace bastante tiempo un mismo camino", y añadió: "Somos amigos y tenemos una agenda en común".
Finalmente, Naidenoff consideró que "este encuentro, esta foto aquí en el Carnaval, va a marcar la Argentina que se viene".
Durante el encuentro político-familiar, (nepotismo!!!!!!!) Massa aprovechó para referirse a la "marcha del silencio" del próximo miércoles, cuando se cumpla un mes de la muerte del fiscal Alberto Nisman.
"El próximo 18 de febrero, el silencio significará respeto y paz. Los argentinos van a caminar por la calle, se van a abrazar pidiendo verdad y justicia, para devolverle la paz a un hombre que no sabemos cómo murió", dijo Massa.

Un intérprete ahí...

Campagnoli estimó que la convocatoria "va a ser bastante alta", y confirmó la participación de los familiares de Nisman, aunque sin dar mayores precisiones.
"Parecería que va a ser bastante alta. Gran parte es gracias al Gobierno que la puso en la tapa de los diarios. La gente se da cuenta de que hay un homenaje a un fiscal muerto que se debe rendir", insistió.

PD DEL BLOGUERO: Se debe rendir? en qué sentido? 

POR FIN!!! MENOS MAL!!! ERA HORA!!!

El caso Nisman alienta la idea de la unidad opositora


LA NACION
El caso Nisman alienta la idea de la unidad opositora© Copyright 2012 SA LA NACION | Todos los derechos reservados El caso Nisman alienta la idea de la unidad opositora
La muerte de Alberto Nisman, su alto impacto político y las derivaciones de su denuncia contra Cristina Kirchner sumaron un elemento al escenario electoral que se encamina a ganar relevancia en los próximos meses: la posibilidad de que las fuerzas de la oposición busquen acuerdos para encarar las elecciones presidenciales y un gobierno de coalición.
Los niveles de acercamiento forman un amplio abanico, que va desde el acuerdo parlamentario hasta el compromiso con un programa de gobierno común, pasando por los acuerdos electorales distritales y de políticas de Estado. La idea de la gobernabilidad como uno de los desafíos centrales del próximo período presidencial atraviesa todos los niveles.
Desde que Nisman presentó su denuncia contra la Presidenta el 14 de enero y, sobre todo, a partir de su muerte, el Congreso se volvió la arena preferida -en realidad, casi obligada- por la oposición para mover sus fichas.
El mismo día de la muerte de Nisman quedó claro que los candidatos presidenciales están muy lejos de poder articular estrategias comunes. Incapaces de mostrarse juntos frente a la muerte más conmocionante de los últimos años, Sergio Massa, Mauricio Macri, Julio Cobos, Ernesto Sanz y Hermes Binner delegaron las acciones conjuntas en sus hombres de confianza en el Congreso.
Un mes después, envalentonados por la audiencia pública de la semana pasada, creen que el Congreso es la plataforma de acuerdos más amplios (ver aparte).
El debate por la "unidad opositora" aparece rodeado de interrogantes, algunos coyunturales, otros atemporales.
¿Es viable un acuerdo de políticas de Estado entre candidatos antagónicos (al menos en lo discursivo) como Massa y Macri? Desde el vamos, tanto el líder del Frente Renovador como el jefe de Pro evitan pronunciarse sobre la interna amplia que impulsa buena parte de la UCR. ¿Podrían en cambio comprometerse con un programa de gobierno acordado antes de la elección y de ejecución obligatoria cualquiera fuera el ganador de las elecciones?
Parece imposible. Y lo admiten de uno y otro lado. La negativa de Pro está vinculada con una de las líneas rectoras de la campaña de Macri trazada por Jaime Durán Barba: la que busca instalar a Macri como la "tercera vía", como la "única" alternativa "auténticamente" no peronista, en contraposición, justamente, a Massa.
Cerca del ex intendente explican los límites sin eufemismos. "La de Massa y Macri es la competencia final. No tiene sentido quemarla antes de tiempo. Además, hay diferencias grandes entre lo que piensa uno y otro. Ninguno va a dejar que se desdibuje lo que los distingue, y menos en campaña", razonan.
Massa apuesta por lo pronto a un documento de políticas de Estado en el que está trabajando Rodolfo Terragno. Pero su plan es compartirlo con los radicales, no con Pro.
Muy distinta es la situación de la UCR. Sus candidatos a presidente, Cobos y Sanz se detestan y están más pendientes del futuro de su partido, en función de lo que pase en la convención de Gualeguaychú, que en buscar puntos de encuentro con el resto.
Sanz quiere un acuerdo electoral previo a las PASO para que todos los candidatos opositores compitan en el mismo espacio. Imagina, incluso, un gobierno de coalición. Cobos es escéptico. Está convencido de que juntar a Massa y Macri en el mismo espacio es inviable. Igual que Sanz, el ex vicepresidente de Cristina Kirchner habla de buscar un "acuerdo de gobernabilidad" sobre políticas de Estado.
Binner, por su parte, cree que, más allá de quién suceda a Cristina Kirchner, el próximo gobierno deberá ser "de consenso", sobre todo, a nivel parlamentario. Pero ya tiene decidido alejarse de los radicales y competir en alianza con el GEN de Margarita Stolbizer y Libres del Sur.
La pregunta en este punto es si la muerte de Nisman y la fuerza con la que sacudió los cimientos de la escena política y de la campaña electoral actuarán o no como catalizador de los acuerdos y hasta qué nivel serán posibles. Si los acercamientos quedarán en el consenso para destronar al kirchnerismo en el Congreso y en varias provincias o si irán más allá y pondrán en juego las chances de acceder al poder y de ejercerlo con sustento político suficiente

Peeero dice el bloguero, si Masa y Macri no se juntan, Sanz y Cobos se detestan...Binner tampoco quiere, me mintió esta chica periodista con la Unidad opositora? y ahora qué hago con mi título??
GB

SOBER TODO CON HAMBRE...MUCHA...

Elisa Carrió irá a la marcha del 18F, pero no llegará hasta Plaza de Mayo

La diputada de la Coalición Cívica (CC) y precandidata presidencial Elisa Carrió , confirmó hoy que apoya y asistirá a la marcha del silencio del miércoles, organizada por un grupo de fiscales en solidaridad con Alberto Nisman , pero con una salvedad: hará un itinerario distinto al pautado por los organizadores.
"Nosotros acompañamos la #MarchaDelSilencio hasta el Obelisco, Plaza de la República. Bajo ningún concepto vamos a Plaza de Mayo", manifestó Carrió hoy en Twitter.
Según confirmaron a LA NACION allegados a la precandidata presidencial, su decisión de finalizar la movilización en el Obelisco se debe a una "cuestión de seguridad personal" y porque "históricamente" las manifestaciones de la diputada tuvieron lugar en la Plaza de la República.
"#18F Todos a la marcha sin rencor, sin violencia y sin miedo. Con hambre y sed de justicia", señaló en otro de sus mensajes. Para la diputada, "la violencia de los discursos de dirigentes oficialistas contra la marcha del 18 y las propias palabras de la Presidenta muestran que la situación institucional se está agravando".
#18FNosotros acompañamos la #MarchaDelSilencio hasta el Obelisco, Plaza de la República.Bajo ningún concepto vamos a Plaza de Mayo.&.mp;- Elisa Lilita Carrió (@elisacarrio) February 16, 2015
Carrió había convocado a la movilización del 18 de febrero e instó a los manifestantes "a no tener miedo". "Hay que ponerle el cuerpo a la marcha. Hay que ponerle el cuerpo a la República y a la Constitución para poder salir a la libertad. Hay que marchar para dar testimonio de la verdad y mostrar sed de justicia", sostuvo Carrió, que competirá con Macri en las PASO de agosto próximo.
La marcha del silencio organizada por jueces y fiscales para el 18 de febrero próximo, cuando se cumplirá un mes de la muerte de Alberto Nisman , acrecentó las diferencias entre el kirchnerismo y la oposición. Desde el Gobierno, en cambio, intentaron deslegitimar el reclamo y calificaron de "oportunistas" a los dirigentes de la oposición que anunciaron que irán a la marcha del silencio.
Hoy, Carrió volvió a asegurar que hay una operación de inteligencia en la Argentina, presidida por el jefe del Ejército, César Milani. E informó que participará el miércoles del debate del Plenario de comisiones de la Cámara de Diputados.
"Advertiré y expondré sobre la intromisión del Jefe de las Fuerzas Armadas y de los organismos de inteligencia a su cargo en la violación de las instituciones democráticas y de la Constitución, de conformidad a lo establecido con el artículo 36", sostuvo Elisa Carrió.
"Nuestro deber es defender la Constitución y la República frente a los embates del General Milani", insistió la precandidata presidencial.

La nación