lunes, 16 de febrero de 2015

EL TESTIMONIO DE MARTIN MIGUEL ROQUE, HIJO DE JULIO ROQUE Y GABRIELA YOFRE “Logré ver mejor a mi padre ahora”


 Por Alejandra Dandan
–¿Quién era tu papá?
–Esa es la pregunta que intento responder desde que tengo memoria. Tratar de reconstruir a una persona con anécdotas, fotos y algunos recuerdos míos. Creo que logré ver mejor a mi padre ahora en función de lo que veo en mis hijos.
Martín Miguel Roque es hijo de Gabriela Yofre y de Julio Roqué. Nació en 1974. Sus padres militaban en la organización Montoneros. Su madre en logística; su padre era parte de la conducción. Martín es el hijo más chico de Lino, Iván o Juan Julio, cuyos dos hijos mayores estaban en México, exiliados con su primera compañera. Martín tenía dos años en 1976 cuando secuestraron a su madre, y un año más cuando el GT 3.3.2 volvió por su padre. A los dos, al parecer, se los llevaron de la misma casa, ubicada sobre la calle El Ceibo, en Haedo, ocupada y desocupada por la organización con un año de distancia.
Martín declaró la semana pasada por primera vez ante la Justicia, en una suerte de reemplazo del testimonio que hasta ahora siempre brindaron sus abuelos. Vive en Córdoba, la misma provincia de sus padres. Julio Roqué nació en un pueblo del interior llamado Los Surgentes, tenía padres educadores y él mismo se recibió de licenciado en Educación mientras militaba. Gabriela era de una familia “menos humilde”, venía de una casa donde circulaban los libros y el debate.
Al empezar la audiencia, el presidente del TOF 5 presentó las cuestiones del protocolo. Martín “prometió” decir la verdad. La fiscalía comenzó con las preguntas que intentan reconstruir la historia de un grupo de caídas que ahora suma la incorporación del nombre de Gabriela, la “Ratita”, como la conocían sus compañeros, por su talla pequeña. “En realidad tuve que tratar de reconstruir en estas últimas horas muchas de las cosas que están atadas muy emocionalmente para ponerles fechas”, dijo él. Así empezó el relato en la casa de Haedo un año antes. Allí, en octubre de 1976 vivía Roqué con Gabriela, Martín y María Saleme de Burnichón.
“Todavía no puedo saber la dirección exacta de ese lugar”, dijo él, pero un día de octubre, que puede ser el 25, 28 o 29 de 1976, una fecha que cambia de acuerdo al tipo de reconstrucción de sus abuelos, sale su madre camino a una cita. “Mi madre tenía una cita, mi padre suponía que estaba cantada, y le dijo: ‘no vayas’. ‘Sí, voy a ir’, dijo ella, porque dijo que sabía darse cuenta cuando una cita estaba cantada.” Siempre solía llevarse a su hijo, pero esa vez María, la tercera habitante de la casa, le dijo que no. “Que Martincito no vaya, que se quede conmigo.”
Esa fue la última noticia que tuvieron de Gabriela hasta años más tarde, cuando recibieron la lista de desaparecidos de la ESMA denunciados por un grupo de sobrevivientes en 1979, en París. “Traje esa lista acá a la sala”, les dijo Martín a los jueces. “La tengo por si la quieren ver, aunque seguro que ustedes la tienen, ahí hay un montón de nombres, está Rodolfo Walsh, por ejemplo.”
La sala de audiencias es la de comienzos de febrero. Todavía casi vacía. Las jornadas de testimonio recomenzaron el lunes pasado. Un defensor privado de los represores pidió ese mismo día un minuto de silencio por la muerte de Alberto Nisman. Juan Martín declaró no más de una hora. Trabaja en un banco. Tenía una camisa a cuadros de mangas largas abotonada hasta el último espacio.

La casa de Haedo

Gabriela militaba en el área de depósitos y suministros de Montoneros. Cuando los que estaban en la casa notaron que no volvía, la casa se “levantó”. “Sé que salimos del país: mi padre por un lado, yo con el señor (Raúl Clemente) Yager vía Brasil, que me hizo pasar como su hijo y después nos vimos en México. Me reencuentro con mi padre y en mayo de 1977, él retorna a Argentina. Va a la casa de Haedo. De memoria no sé el lugar, pero sé que es por la calle El Ceibo.”
En septiembre de 2013 declararon en este juicio los hermanos Alejandro y Julio César Vasallo, en ese momento de 14 y 10 años de edad. Los Vasallo eran una familia de Córdoba. Elvio Vasallo era el padre, militaba en cooperativas, en el movimiento peronista Montoneros, como lo recordaron, y le decían el “Tío”. En marzo de 1976, perseguido por el golpe, cargó a su esposa Ada Nelly Valentini y a sus hijos Alejandro y Julio César en un recorrido que terminó en Buenos Aires. La casa de Haedo, al parecer, había estado un año sin movimiento, levantada después de la caída de Gabriela. Los Vasallo se alojaron ahí. Era un chalet de dos pisos donde también se instaló Roqué.
“Hay numerosas anécdotas que hacen que uno se pueda armar una idea de cómo pudieron haber sido los hechos –dijo Martín–: él sale a una cita. Lo chocan, que parecía un hecho accidental, pero no. Lo agarran a él.” En la casa, mientras tanto, estaban Elvio, su esposa y los dos chicos. “No sé cómo pero primero sale un hijo, después sale el otro, sale la madre y cuando finalmente ninguno regresa sale el padre, que apenas sale se da cuenta de que algo no andaba bien. Pensaba que era una emboscada. Enfila para la casa de nuevo y en ese momento asedian la casa.”
Las reconstrucciones de lo que pasó están contadas por distintas vías. Hay un relato de los hermanos Vasallo. De un sobreviviente. De la película que hizo su hermana, María Inés Roqué. Pero también hay datos en los diarios de la época, buena parta de ellos imbuidos en la propaganda del terror. La revista Somos hizo un artículo el 10 de junio de 1977, a más de diez días de distancia de lo que se convirtió en una cacería.
“El artículo tiene muchas mentiras, pero hay un testimonio de un vecino que habla de los tiros, de helicópteros que se tiraba en picada, del tiroteo que se termina con una explosión.” Sobre el final hay varias versiones distintas. Roqué aparece en unas desarmado, en otras combatiendo. “En la versión que toma mi hermana –dijo Martín sobre la película– él toma la pastilla de cianuro. Nunca supimos el destino de su cuerpo, aunque sabemos que ahí estuvo el grupo de la ESMA porque lo dijo Astiz.”
Martín llevó a audiencias muchos papeles. Carpetas. El ejemplar de la revista Somos. Fotos de sus padres. Su madre con capelina a los 17 o 18 años. Su padre con él, con sus hermanos, en invierno, con bigotes. También llevó un ejemplar de la revista Tres Puntos con la entrevista a Alfredo Astiz. Gabriela Cerruti le pregunta en un tramo por las torturas. Astiz habla de una guerra. “Yo maté en un tiroteo en Haedo al que era el número tres de los Montoneros, un tipo menos conocido pero mucho más querido”, dijo el Angel de la Muerte. “Lino le decían. Se llamaba Julio Roqué. Si hubiera estado él al frente, hubiera sido otra cosa. Pero lo maté yo. Fue un tiroteo durísimo. Casi me dan en una pierna. Quedé temblando por días. Voló toda la casa, una explosión tremenda.”

OPINION En Carnaval, el Circo y la Constitución

 Por Mempo Giardinelli
En un manifiesto publicado esta semana con el gran dramaturgo nacional Tito Cossa a la cabeza, algunos ciudadanos sostuvimos una posición diferente ante la convocatoria de cinco fiscales porteños a marchar el próximo 18 en homenaje al fallecido fiscal Alberto Nisman.
El oportunismo político opositor y mediático que rápidamente se montó sobre la idea (o la tuvo, quién sabe, pues quizá los cinco fiscales sólo fueron ejecutores) exigía una respuesta que vastos sectores de la sociedad parecían esperar. Y así, sin alharacas y con absoluta discreción, se propuso manifestarse en favor de algo superior, como es el estricto cumplimiento de la Constitución nacional.
El llamado incluyó asumir el compromiso de cuidar la salud de la Democracia, el saneamiento profundo de la Justicia, el respeto irrestricto de los Derechos Humanos y el imperio de la Paz en la República. La respuesta fue asombrosa: en 72 horas decenas de miles de adhesiones provenientes de todo el país inundaron de emails, llamados y simpatías las redes sociales, y los envíos no se detienen.
El golpe de Estado, pensamos muchos, de todos modos está en marcha. De ahí el temor a que pueda haber provocaciones y desmanes el 18F. De ahí, también, la firme condena a toda forma de violencia, incluso la que se incita desde el terrorismo periodístico y televisivo imperante, que impulsa y estimula alocadamente a un minúsculo grupo de fiscales –desprestigiados casi todos, algunos con probados lazos con la dictadura y uno con el narcopoder– a seguir esmerilando las instituciones republicanas, ya muy dañadas luego de la frustrada “denuncia” del malogrado fiscal Nisman.
Todo indica que la anunciada marcha del 18F será numerosa, porque recogerá descontentos de todo tipo y en particular de las clases medias porteñas. A esa convocatoria se sumó, veloz y oportunista, toda la dirigencia política y sindical experta en violencias verbales y en servir a veces con más eficiencia a gobiernos e intereses extranjeros.
Sus furias tienen que ver con las frustraciones que les producen algunas conquistas sociales y laborales logradas en estos años. De hecho, se fastidian ante cualquier cambio, por el temor a perder privilegios y oportunidades de negocios especulativos fáciles y rápidos. Y los molesta –estéticamente– la inclusión social y la tendencia al igualitarismo que es típica de todo gobierno peronista. Ni se diga de la defensa del patrimonio público, la independencia económica y la soberanía política, símbolos del actual gobierno.
El cual, es obvio, ofrece claroscuros y metidas de pata, como ciertos excesos verbales de la Presidenta, la desdichada rotura de un diario por el jefe de Gabinete y algunas defensas corporativas de funcionarios de dudosa moral. Pero en lo sustancial no se desvía de sus objetivos y viene cambiando económica y socialmente al país.
Por eso en la convocatoria al 18F confluirán, como sucede casi siempre, protestas genuinas con intereses perversos. En especial los del así llamado establishment, entendido por tal el conjunto de lobbies empresarios, sindicales y ahora judicial, al que siguen verdaderas hordas de asesores y economistas que durante décadas se aprovecharon del Estado hasta dejarlo exhausto, como en 2001.
La muerte del fiscal Nisman, en ese contexto, sólo exige una investigación seria y honesta como la que parece estar haciendo la fiscal Viviana Fein, que puede ser acusada de hablar demasiado pero no de falta de mano firme.
En ese contexto, la semana se cerró con la decisión del fiscal Gerardo Pollicita, quien –como para completar la media docena de fiscales todo servicio– retomó la “denuncia” que Nisman no concretó. El viernes (no casualmente el viernes, para que todo el fin de semana largo no se hable de otra cosa en los Carnavales) decidió imputar a la Presidenta por presunto encubrimiento a Irán en el atentado a la AMIA de 1994. Curiosamente, no pidió indagarla, ni a ninguno de los demás imputados, el canciller Timerman y otros funcionarios, porque eso no es lo importante para él o sus presuntos mandantes.
Lo importante es la enorme repercusión en la prensa mundial, que no ha dicho una palabra sobre el absurdo jurídico que es saltarse un mandato constitucional absoluto: ningún presidente puede ser llevado a los tribunales porque goza de lo que antiguamente se llamaba inmunidad mayestática. En cambio, sí se los puede llevar a juicio político, único modo de destituirlos. Esto es así en la Constitución argentina, como en la de los Estados Unidos y de una larga lista de países.
La pregunta entonces es obvia: ¿tanto Nisman en vida, como ahora Pollicita, ignoraron tan groseramente la Constitución? La respuesta es NO. Pollicita lo sabe perfectamente, como también sabe que no hay acusación seria para llevar a juicio político a CFK. Pero eso parece tenerlo sin cuidado, como a quienes sólo buscan deteriorar aún más la imagen presidencial.
La decisión de aceptar o no tal dislate jurídico (uno más) estará en manos del juez Daniel Rafecas, el cual, si descarta este absurdo, como debería en derecho, será despedazado por el sistema de medios desestabilizadores.
Por su parte, la Procuración del Tesoro de la Nación, que representa al Estado, aportó esta misma semana documentos probatorios de que en absoluto hubo conductas inadecuadas ni delictivas por parte del gobierno nacional.
Así vive hoy la república estos carnavales en los que, patéticamente, el circo de los desestabilizadores continúa. Por fortuna en el interior, en la Argentina profunda, todo es diferente y para nada el país real comparte la locura inducida que se vive en la Ciudad de Buenos Aires.

› OPINION Nisman, la pantalla

 Por Eduardo Aliverti
El 20 de mayo de 1998 se suicidó Alfredo Yabrán. Hay algunas similitudes pero, sobre todo, diferencias notables entre aquel episodio y el de la muerte de Alberto Nisman. Reparar en ambos aspectos puede ser un buen conducto analítico para evaluar las circunstancias actuales y permitirse después ciertas preguntas o afirmaciones que, además de interpelar a sectores políticos y judiciales, lo hagan con nosotros mismos. La sociedad no es un todo homogéneo, desde ya. Estamos hablando de la sociedad interesada en el tema o de la que se manifiesta como tal.
Dicho genéricamente, nadie creyó que Yabrán podía haberse suicidado pero tampoco que lo hubieran asesinado. La certeza popular consistía en que el cadáver era de otro, y que el mafioso estaba a buen resguardo en algún lugar que jamás se revelaría. Aún hoy, a pesar de la certificación absoluta de que el muerto era él por obra de suicidio, hay gente creída de que el tipo anda por ahí, con otro rostro, disfrutando de una fortuna calculada en 600 millones de dólares. Son esos mitos y leyendas urbanas que siempre existirán, no sólo por la necesidad de funcionar como entretenimiento sino también porque suele no confiarse en el desquicio total de poderosos gigantescos. Una similitud con el caso de Nisman es que la duda central –o, quizá, mejor dicho, la propagada– pasa por el cómo. Cuando Yabrán, se trataba de adivinar con quiénes y de qué forma se las había arreglado para montar semejante simulación. Con el fiscal, es lo mismo pero aplicado a terceros. ¿Cómo lo hicieron? Pero una de las diferencias sustanciales es el porqué. Yabrán estaba mediáticamente cercado y a punto de ser detenido por ordenar el asesinato de José Luis Cabezas. No había ninguna duda sobre los motivos de su accionar, cualquiera hubiere sido. El porqué de la hasta ahora “muerte dudosa” de Nisman, en cambio, abre un abanico de hipótesis entre el suicidio a secas, el inducido y el asesinato. Sin embargo, hay una diferencia más grande todavía. En los primeros momentos y días posteriores a la muerte de Yabrán, debe admitirse que cualquier especulación tenía su dosis de lógica. O de alguna verosimilitud. Pero respecto del fiscal, es inconcebible desprender que alguien del Gobierno manda matar a un hombre que a las pocas horas declararía en contra del oficialismo, nada menos que en el Congreso Nacional y para producir el hecho del que casi toda la prensa estaba pendiente. Ese raciocinio va incluso más allá de que las pruebas a presentar por Nisman eran y son un mamarracho inclasificable, del que dieron cuenta con su mutismo los propios juristas de la oposición. No se escuchó ni leyó que alguno de ellos saliera en defensa del escrito del fiscal, porque profesionalmente es imposible hacer eso con un documento que copia y pega testimonios incapaces de aportar una sola prueba.
Este comentarista no tiene intenciones de sumar sospechas a las incontables que circulan. No quiere hacerlo ni en cuanto a sus presunciones personales ni en torno de las que le surgen por las fuentes que maneja. Le interesa muchísimo menos agregar o reforzar datos y deducciones periciales, incluyendo las más básicas que brotan de la causa. Esto no es solamente porque ya tenemos demasiado con la montaña de basura, relatos novelados, pseudoespecialistas y operadores que fluyen a toda hora. Por cierto, hay también quienes encaran el tema con seriedad técnica. Muy pocos, si es que hablamos del seguimiento periodístico de la causa propiamente dicha. Algunos colegas de este diario, La Nación y Tiempo Argentino. Unos más en la radio; en algún blog. Se hace difícil encontrar quién en la televisión, pero tal vez es el prejuicio por el agotamiento y el rechazo que genera ese medio porque en él, y en los foros de las redes, queda concentrado lo peor de lo peor. Tenemos que hablar puramente de política, entonces, porque todo el resto es jugar al detective tocando de oído o simplemente admitir que hay esos pocos, mejores que uno, para adentrarse en los vericuetos investigativos. O en las internas del mundo judicial. Abordar sólo la política significa aplicarse a la data impresionantemente obvia que emana de los hechos comprobados, porque es lo que permite discernir quiénes juegan a qué en medio de esta tragedia. Ha debido ser la mismísima exesposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, quien rogó en el Senado contra la sobreexposición mediática del tema. Y lo hizo en una audiencia pública convocada por la oposición, a la que le extendió las generales de la ley por su manejo del suceso. Todavía no se sabe quiénes habrán tomado nota de su pedido entre la dirigencia política, pero es seguro que hubo oídos sordos en su comandancia mediática. En una columna de hace pocos días, uno de los editorialistas de Clarín empleó un promedio de tres potenciales por párrafo para especular sobre cómo el Gobierno empioja las cosas. No resistiría un examen básico en un periódico de barrio. Pero esto no es periodismo. Contra ese tipo de negocio, político, arremetió la madre de los hijos de Nisman. Y en cotejo contra actitudes como la de Jorge Capitanich, al romper un diario frente a cámaras, hay una lista extensa de perversiones mucho más profundas, que demuestran con objetividad aquello de quiénes juegan a qué.
Alberto Nisman reportaba directamente a los servicios secretos de Estados Unidos e Israel, a través de sus embajadas aquí y de la franja de los espías locales encabezada por Antonio “Jaime” Stiuso. Las pruebas son abrumadoras y están publicadas en el Argenleaks de Santiago O’Donnell, si es que no bastaba –y claro que no debía bastar– con que sus relaciones eran conocidas y comentadas en voz alta entre el mundillo político y diplomático. Las órdenes directas a Nisman eran no investigar la pista siria ni la conexión local, y dar por cierta la culpabilidad iraní. Llegó a corregir un dictamen por exigencia de La Embajada, a la que le anticipaba sus decisiones y a la que agotó con sus pedidos de disculpas por no advertir que pediría la captura de Carlos Menem. Un fiscal que respondía a una potencia extranjera para que, hoy, otro grupo de fiscales, algunos de los cuales afrontan denuncias y sumarios en causas que incluyen el encubrimiento del atentado a la AMIA, convoque a una marcha en asqueante nombre de la Justicia independiente y del esclarecimiento del crimen. Ni siquiera hace falta recurrir a la chicana fácil de que a los convocantes se adosaron Luis Barrionuevo y Cecilia Pando, o un arco opositor prácticamente completo que, a sabiendas de cómo operaba Nisman, jamás se escandalizó. Por supuesto que el Gobierno también sabía y dejó correr, hasta que el memorándum de entendimiento con Irán empezó a pudrir el escenario –digamos– con la línea Stiuso que dirigía a Nisman. En lo sustancial, ése fue el umbral de los carpetazos serviciales y operaciones de prensa que comenzaron a sucederse contra el kirchnerismo. Lo novedoso no fue eso, sino la frecuencia y origen preciso de los ataques. Cristina terminó por descabezar la cúpula de los servicios y encarar una reforma de su funcionamiento, cuyo debate fue rehuido por la oposición. Su lugar no es el Congreso. Ni la calle, salvo espasmódicamente. Son los medios.
Fue falso que el memo con Irán contemplara precondiciones de impunidad y fue comprobadamente ridículo que se tratara de conseguir petróleo. Fue falso que se incrementaran las exportaciones con destino a ese país, en curva descendente desde 2010. Fue falso que la Argentina solicitara la caída de las alertas rojas para beneficiar a los iraníes acusados, según confirmó Interpol. Fue falso que Sergio Berni hubiera llegado antes que nadie a la escena del crimen. Fue falso que hubieran pertenecido a la SI los dos supuestos agentes denunciados en la denuncia de Nisman. Lo más agotador no es esta lista incompleta de falsedades, sino el modo abierto en que se es capaz de ignorarlas hasta el extremo de que otro fiscal opositor redobla la apuesta. Gerardo Pollicita fue secretario del fiscal provincial Raúl Pleé, uno de los convocantes a la manifestación del miércoles próximo y acusado por el CELS y Memoria Activa de cajonear la citación de los imputados por encubrimiento del ataque a la AMIA (la conexión local). Es el mismo Pollicita quien cerró la causa de Gustavo Beliz contra Stiuso. Su pedido de investigación, bien que no imputación, era movida única. No podía hacer otra cosa so pena de que el panfleto de Nisman se cayera. La lectura política no es ésa, sino que la operación viene de atrás. Podrá ser ya un lugar común pero es muy difícil, a esta altura, resistirse a pensar en la plena marcha de un golpe judicial, encabezado formalmente por la parte de la Justicia, que afirma estar viviendo en una dictadura que la maniata. El golpe mediático es aún más obvio. Y al económico tuvieron que dejarlo para más adelante, porque el Gobierno contragolpeó bien, porque no les dio el piné y porque, en todo caso, les resulta más funcional operar desde Comodoro Py.
La opinión del firmante es que la frase de la Presidenta sobre la convocatoria para el miércoles fue desafortunada, dado el muerto que hay mediante. Pero, por fuera de la circunstancia, cabe acordar con que convocan al silencio porque no tienen nada que decir, o porque no pueden decir lo que verdaderamente piensan. ¿A qué llaman? ¿A que la Justicia actúe con las manos libres? ¿Más todavía? El fiscal Ricardo Sáenz, uno de los convocantes, es el jefe de Viviana Fein, quien lleva adelante la causa. ¿Marcha para pedirse justicia a sí mismo? No es el esclarecimiento de la muerte de Nisman lo que hay de por medio. Es otro golpe de una derecha insaciable. Inorgánico, pero golpe al fin. Alberto Nisman es la pantalla de una acción que se pretende desgastante, y que sólo podría parangonarse con la rebelión gauchócrata. El Gobierno superó aquel intento de 2008 con una iniciativa política y capacidad de movilización que también trascendieron a la derrota de 2009. El escenario actual le sugiere la misma receta.
Página12
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GASTON CHILLIER, DIRECTOR EJECUTIVO DEL CELS, SOBRE LA MEDIA SANCION A LA CREACION DE LA AFI “El proyecto tiene avances significativos”

Por Ailín Bullentini
Para el director ejecutivo del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Gastón Chillier, el principal problema del sistema de Inteligencia nacional es la “autonomía del poder político y del Poder Judicial” que logró desarrollar desde el inicio de la democracia. “La política cedió la obligación de controlar”, explicó en diálogo con Página/12 para fundamentar el crecimiento del “monstruo incontrolable”, como llamó a la Inteligencia. En ese sentido, elogió el proyecto de reforma de la ley 25.520 que consiguió media sanción en el Senado tras haber sido modificado en varios de sus aspectos a partir de aportes realizados por el organismo que él integra, entre otros. “Todas estas modificaciones apuntan a erradicar las razones que hicieron que llegáramos aquí con un sistema de Inteligencia descontrolado”, reconoció.
–La media sanción que el Senado dio a la reforma de la ley de Inteligencia tuvo en cuenta varias de las advertencias que realizó el CELS al proyecto que tenía dictamen. ¿Qué balance hacen?
–Evaluamos desde la comparación entre la ley que nos rige hoy y el proyecto original enviado por el Ejecutivo, y entre ése y el que obtuvo media sanción. En ambos casos hay avances significativos que tratan de resolver el problema de fondo que implica el sistema de Inteligencia, que es su absoluta autonomía tanto del poder político como del Poder Judicial y, a partir de ella, el establecimiento de relaciones promiscuas con ellos. Esto se crió a lo largo de los 30 años de democracia, incluso en los últimos diez, con la puesta en vigencia de la ley de Inteligencia que rige hoy.
–¿En qué sentido son un avance para evitar esos vínculos?
–La media sanción de la ley por un lado limita o le quita la capacidad de investigación a la futura Agencia Federal de Inteligencia, le quita las intervenciones telefónicas, genera criterios más claros para a clasificación de información y establece un término de 15 años para la desclasificación, cuando actualmente no había término en absoluto. Abre la posibilidad a que cualquier ciudadano con un interés legítimo pueda solicitar la desclasificación de información elaborada por esa agencia y establece la creación de un mecanismo que resolverá cuando esas peticiones sean rechazadas. Actualmente esa decisión está en manos sólo del presidente. Y en relación con esa cuestión sensible para el sistema de Inteligencia nacional, que es el registro y el control de los gastos que hace, el proyecto con media sanción invirtió el principio de la reserva y, por el contrario, fija la publicidad de esos datos a excepción de aquellos cuya reserva sea una necesidad para la investigación. Es cierto que aún falta definir y precisar mucho más esa excepción y establecer mecanismos más específicos para lograr el registro aún de los gastos que requieran reserva. Todavía se puede trabajar y mejorar ahí. Todas estas modificaciones apuntan a erradicar las razones que hicieron que llegáramos aquí con un sistema de Inteligencia descontrolado. Las modificaciones aplicadas al texto de ley mejoran los controles sobre esa área del Estado.
–¿Con el proyecto que obtuvo media sanción el poder político recupera el control del sistema de Inteligencia y su relación con la Justicia?
–Por un lado aclara y mejora esta cuestión, ya que prohíbe que la AFI se relacione con jueces y fiscales como “auxiliar de Justicia” sin control alguno, lo cual acabó condicionando a la Justicia ante la Inteligencia. En la media sanción, salvo casos muy excepcionales como terrorismo, ciberdelito, trata de personas y otros, la AFI necesita de una orden judicial fundada para intervenir. Pero además, y esto es muy relevante, las acciones de intervención que esa agencia haga deberán, luego, rendir cuentas ante la Justicia según las mismas reglas procesales que cualquier otra fuerza de seguridad, cosa que hoy no sucede. De hecho, gran parte de la prueba que se elabora a través de actividades de inteligencia es ilegal, no cumple con las garantías procesales requeridas. En muchos casos, eso derivó en otros problemas, como por ejemplo la desviación de investigaciones. De acuerdo con este proyecto de ley con media sanción, no sólo se requerirá una resolución fundada para actuar, sino que además se deberán dar explicaciones en base al Código Procesal Penal.
–Respecto del control político, el proyecto de ley que llega a Diputados mantiene a la Comisión Bicameral de Seguimiento y Control de los Organismos de Inteligencia como el organismo de control de la AFI. ¿Es suficiente o es necesario reforzarlo en la reglamentación?
Creo que el funcionamiento de la comisión bicameral se puede mejorar en la reglamentación, sí. Es cierto que esa comisión, tanto cuando tuvo mayoría oficialista como cuando estuvo en manos de la oposición, no ejerció control en absoluto. Y parte de eso tiene que ver con una cultura política de no controlar a la Inteligencia. Aun cuando las dificultades con la reserva de los fondos y la ausencia o deficiencia de los registros volvían difícil el control, cuando había decisión. Creo que la política cedió la facultad, la obligación de controlar. Para muestra basta un ejemplo: la semana que viene se lleva adelante el juicio oral contra el ex jefe de la Armada Jorge Godoy y otros ex jerarcas de esa fuerza por realizar espionaje ilegal en la base Almirante Zar, en Trelew. Esa práctica, el espionaje, era estructural y por eso el ex jefe de la Armada deberá dar explicaciones a la Justicia. Sin embargo, a pesar de la gravedad de esa causa, en la que quedó demostrado que la fuerza espiaba a políticos, sindicalistas, referentes de organismos de derechos humanos, en ninguna ocasión la comisión se interesó por indagar qué pasó, por discutir soluciones políticas que evitaran de ahí en más la repetición de tales prácticas. Las instituciones, como el Congreso y el Poder Judicial, cedieron y decidieron no controlar a la Inteligencia. Hay una responsabilidad de la política, entonces, en la transformación del sistema de Inteligencia en un monstruo incontrolable. Esta media sanción, en ese sentido, es muy importante porque significa un avance muy significativo. La reglamentación y la implementación serán fundamentales para poder llevarlo a cabo.
–¿Qué opinión le merece la ausencia de la oposición en el debate por la reforma del sistema de Inteligencia?
–Hay una cuestión que hay que analizar: lo que emergió con la muerte trágica del fiscal (Alberto) Nisman y el vínculo de la Inteligencia en su actividad laboral, así como ejemplos anteriores, como lo fue la denuncia grave de la utilización de fondos reservados de la ex SIDE para comprar la aprobación de la ley de reforma laboral (N. de R.: el ex presidente Fernando de la Rúa, el ex titular de la ex SIDE Fernando de Santibáñes, otros ex funcionarios del gobierno de la Alianza y ex senadores justicialistas de aquella época fueron absueltos por la Justicia), o el uso de fondos de Inteligencia para comprar el testimonio de Carlos Telleldín y encubrir el atentado a la AMIA deberían ser llamados de atención para toda la clase política sobre el riesgo que implica tener una relación con las agencias de Inteligencia que no estén mediadas por la legalidad y los controles. Así como dijimos que el tema era demasiado sensible de una manera apurada, nos parece incomprensible que la oposición no haya querido participar en los debates y no haya asumido la responsabilidad de mejorar el proyecto presentado por el Ejecutivo, de discutir. Si uno mira la versión original y la aprobada, hubo cambios estructurales en todos los temas que trataba la ley, con lo que quedó claro que no era un proyecto a tratarse a libro cerrado. Lo que preocupa es el mensaje: quienes se niegan a debatir se sienten contentos y cómodos con el statu quo, con la ley actual de Inteligencia, lo cual es un mensaje complicado para ofrecer a la sociedad que, esperemos, estén a tiempo de revertir. Todavía pueden participar del debate en la Cámara de Diputados.

› ARTE DE ULTIMAR Versiones de Douglas

Por Juan Sasturain
Nos hemos detenido antes, varias veces, en señalar estas maravillas. Me refiero a los equívocos provocados por la pronunciación o la recepción inesperadas de nombres propios que se difuminan en el intercambio comunicativo. Suena raro, dicho así, pero no lo es cuando se ven ejemplos. El primero es literario y famoso como el hermoso libro que lo contiene. En Un Julio habla de otro, Cortázar se refería con cálido fervor amistoso al pintor y dibujante Julio Silva, cómplice en la realización de La vuelta al día en ochenta mundos, uno de sus libros más originales y menos releídos, acaso porque se asume como un rejunte libre de varia invención.
En ese texto memorable, Cortázar cuenta que cuando lo conoció una noche de 1955 –caído como rayo o paracaidista en gallinero en su departamento de París–, este locuaz y plástico Silva se pasó el rato y las vueltas de bebida, la noche entera, hablando de Sara. De las cualidades revulsivas de Sara; de su radical postura teórica, nihilista, que subvertía todos los parámetros de lo artístico concebido hasta entonces; de la capacidad de Sara para revolucionar lo establecido. Al final, quedaron todos tan absortos como abochornados: ¿quién carajo era esa mina tan original y revolucionaria que con sus planteos conmovía los cimientos del arte occidental y que nadie ahí conocía ni se animaba a preguntar? Al final se desayunaron, tarde y mal, con que Silva había estado toda la noche hablando de Tzara, de Tristán Tzara, anarca patriarca de Dadá. Y nadie había preguntado nada, claro que por mal entendido pudor, por no quedar como un desinformado, con el culo (intelectual) al aire.
A mí me pasó algo no exactamente parecido pero de índole similar cuando hace muchos años conocí al querido y talentoso Felipe Hernández Cava, responsable de la revista Madriz en los ochenta, uno de los guionistas de historietas y estudiosos del género más importantes de España y de la lengua. Fue cuando le pregunté, refiriéndome al seudónimo El Cubri, que había utilizado a partir de mediados de los setenta para firmar sus historietas de Serie Negra junto al dibujante Pedro Arjona: “¿Qué es El Cubri, Felipe? –le dije–. ¿El nombre de un torero, de algún bandolero andaluz, de algún cantante de flamenco?”, porque así me sonaba. Me miró como si no me conociera, como si fuera tan obvia la respuesta como tonta mi pregunta. “El Cubri, Juan, es un homenaje al Stanley Kubrick, el director de Doctor Insólito, el de 2001 odisea del espacio.” Qué bárbaro, Felipe. Me río cada vez que me acuerdo.
Todas esas sensaciones se me volvieron a despertar hace unos días cuando conocí –una vez más en España, en este caso en Barcelona– al impagable Enrique Ventura, humorista, dibujante, narrador de los buenos. Enrique por años formó tándem creativo con Miguel Angel Nieto; acaso alguno recuerde o conozca las memorables series Y es que van como locos o Grouñidos en el bosque, de Ventura y Nieto. Fueron estrellas en El Papus, en El Jueves y en todos los medios en que firmaron sus invenciones. Y sigue laburando, claro. Ventura es un todoterreno creativo envidiable, de un humor veloz, repentista, infalible.
Como tiene sus / mis años, junto a otros amigos comunes disfrutamos una larga sobremesa hablando de cine, de películas de género, de autores de westerns, de seudónimos, de actores. Y fue en determinado momento –creo que evocábamos alguna secuencia de Duelo de titanes, una secuela más del episodio del OK Corral de Tombstone– que me contó algo maravilloso. No hacía mucho había tenido que explicarle a alguien más joven a qué actor se refería (creo que estaban hablando de Dos semanas en otra ciudad) y para identificarlo le dijo, casi inconscientemente, como si estuviera en los cincuenta mirando el programa de cine (va en fonética): “Kirk Duglas” –y como el otro lo observó con cara de pescado, completó–: “El padre de Maiquel Daglas. Y ahí el otro entendió. Extraordinario.
Y es exactamente así: uno es Duglas, el otro, Daglas. Amamos algunas de las películas de Kirk Douglas, de los cincuenta sobre todo; disfrutamos mucho de su mentón partido y de su sonrisa ganadora. Parece que fue siempre un hombre de principios. Mi viejo me contaba, de pibe, El triunfador, la del boxeador que se quiebra las manos –creo que es de Mark Robson– y a mí después me gustaron otras, además de Duelo de titanes. Estuvo bien cuando hizo de Van Gogh con Minnelli, y también en La patrulla infernal y en Espartaco, las que hizo con El Cubri, como diría Felipe. Y Michael tuvo y tiene siempre lo suyo, también. Fue creciendo, y después de lidiar con varias yeguas pesadas como Glenn Close y Kathleen Turner en películas tremendas, es lógico que tuviera Un día de furia. Y está muy bien ahí, sacado. Digno hijo de Kirk.
Lo curioso o no es que no son “Douglas”, ninguno de los dos, con ninguna fonética. Son Danilovich. En 1916 nació en el Estado de Nueva York (y vive todavía, al filo de cumplir el siglo) Issur Danilovich Derusky –judío y pobre, como casi no podía ser de otro modo– el que sería Kirk Douglas. O Duglas. En 1944 nació –de Issur Danilovich y un poco más cómodo– Michael Kirk Danilovich, el que sería y es Michael Douglas. O Daglas.
Salen juntos, a veces y sinceros, en fotografías de esas muy retocadas. Como sus vidas.

UCRANIA Cruce de acusaciones en medio de la tregua

Al menos cinco soldados murieron y 25 resultaron heridos en las últimas 24 horas en el este de Ucrania, según informó hoy el Consejo de Seguridad Nacional del país. Se cree que la mayoría de las bajas se produjeron en la región al este de Mariupol, donde las tropas ucranianas tomaron seis ciudades y pueblos en una ofensiva la semana pasada.
El ministro de Exteriores ucraniano, Pavlo Klimkin, acusó a los separatistas de violar el alto el fuego en vigor desde la media noche del domingo (hora local). "Desafortunadamente en las últimas 24 horas se registraron 112 disparos disparados de los terroristas" -como funcionarios ucranianos denominan a los rebeldes-, dijo desde la capital búlgara Sofía, insistiendo en que las fuerzas ucranianas están respetando el alto el fuego.
Sin embargo, también el líder separatista Eduard Bassurin acusó a las fuerzas del gobierno de Kiev de abrir fuego en al menos 27 ocasiones en las últimas 24 horas, le citó la agencia de noticias Interfax. "La condición para la retirada de armas pesadas (como prevén los acuerdos de Minsk) es un alto el fuego estricto", dijo el portavoz militar Andrei Lyssenko en Kiev. "112 disparos no es un alto el fuego", añadió. También Bassurin se negó a retirar las armas pesadas hasta que no se respete la tregua.
Los acuerdos alcanzados el jueves en Minsk preveían un alto el fuego, que entró en vigor el sábado a la medianoche, y la retirada de las armas pesadas del frente, este lunes a la misma hora. "Por el momento no se trata de retirar las armas pesadas. ¿Cómo pueden retirarse las armas si los rebeldes intentan atacarnos con tanques y nos disparan en permanencia?", señaló el portavoz del Ejército ucraniano Vladislav Selezniov
Página12.

› CUMBRE DEL EUROGRUPO POR GRECIA Sin acuerdo y con ultimátum

"Hemos dicho que estamos listos para continuar nuestras conversaciones. Ahora depende de las autoridades griegas decidir si quieren una extensión, si quieren aceptar la oferta de flexibilidad existente en el programa, pero también de dar todos los compromisos" solicitados por los socios, dijo el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, en rueda de prensa.
"Es muy claro que el próximo paso debe venir de las autoridades griegas (...) y dado el calendario, podemos utilizar esta semana, pero es más o menos todo", declaró Dijsselbloem. Agregó que "tiene que haber un compromiso del gobierno griego de que aceptan los principales puntos del programa", añadió.
Los ministros de Finanzas de la zona euro pusieron fin abruptamente a su reunión de este lunes luego de que Atenas rechazara por considerar "absurdo" e "inaceptable" un borrador de propuesta de declaración de Dijsselbloem. En el texto se dejaba expresado que Grecia planeaba "concluir con éxito el programa", algo rechazado por el gobierno heleno.
Por su parte, el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, dijo en la conferencia de prensa que "no hay una alernativa al pedido de una extensión" del programa. El nuevo gobierno de izquierda de Grecia, surgido de las elecciones del 25 de enero, pidió a sus socios más tiempo para preparar su propio plan de reformas y un acuerdo puente que le haga posible financiarse.

Página12