sábado, 1 de noviembre de 2014

A 35 AÑOS DE LA TOMA DE LA EMBAJADA DE EE.UU. EN IRAN La herida que marcó al imperio La herida que marcó al imperio

Estudiantes iraníes queman una bandera estadounidense durante la toma de la embajada.

La crisis se resolvió, luego de 444 días, con la liberación de 52 rehenes; la toma sigue siendo reivindicada por los grupos más conservadores de la Revolución Iraní, que se oponen a la política de deshielo del presidente moderado Hassan Rohani.

A 35 años de la toma de la embajada estadounidense en Irán, ocurrida el 4 de noviembre de 1979, hoy sigue siendo reivindicada por los grupos más conservadores de la Revolución Iraní que se oponen a la política de deshielo puesta en marcha con la Casa Blanca por el presidente moderado, Hassan Rohani. La crisis se resolvió luego de 444 días, con la liberación de 52 diplomáticos y ciudadanos estadounidenses, el 20 de enero de 1981. Previamente, otro grupo había sido puesto en libertad por cuestiones humanitarias.

Todo empezó cuando alrededor de 500 estudiantes ocuparon la sede diplomática estadounidense, mientras se realizaba una marcha por las calles de Teherán. Al grito de “marbar Estados Unidos” (muerte a Estados Unidos), los estudiantes protestaban por la decisión del gobierno del demócrata Jimmy Carter de dar asilo temporal al derrocado sha Reza Pahlevi. El ex monarca había viajado a Nueva York, el 22 de octubre de 1979, para someterse a un tratamiento contra el cáncer, tras ser derrocado por la Revolución Iraní que lideraba Ruholá Khomeini para establecer un gobierno de carácter islámico, el 11 de febrero de 1979.

Algunos informes, citados por la prensa, señalan que la toma de la embajada había sido planificada por los grupos más radicales de la Revolución Iraní, comandados por el ayatolá Sadeg Jaljali. Este ayatolá, quien falleció en noviembre de 2003, ganó notoriedad por haber condenado a muerte por contumacia (actitud de mantenerse obstinadamente en un error) al ex sha de Irán. Además, ordenó la ejecución del ex primer ministro Amir Abas Hoveyda, entre otros ex jerarcas del antiguo régimen.

Luego de tomar la embajada, los estudiantes reclamaron que Washington entregue al ex sha, a quien consideraban un títere de la Casa Blanca, para que sea juzgado por los crímenes cometidos por la policía secreta Savak.

A pesar de que rompió relaciones diplomáticas con Irán en abril de 1980, y luego impuso un embargo comercial contra ese país, el presidente Carter nunca pudo encontrarle la vuelta a la crisis para lograr una solución satisfactoria para Washington.

El 25 de abril de 1980, Carter lanzó un desesperado intento de rescate para liberar a los rehenes llamado Operación Garra de Aguila que fracasó en el desierto iraní. El comando de marines –que viajaba a bordo de un portaaviones que atravesaba el Golfo Pérsico– partió en ocho helicópteros que debían reunirse con aviones de transporte en un punto secreto. Pero dos de las aeronaves interrumpieron su misión por fallas técnicas durante el vuelo, y un tercer helicóptero fue abandonado en el desierto. Además, un cuarto helicóptero chocó contra un avión de transporte, después de llenar sus depósitos de combustible, causando la muerte de ocho soldados estadounidenses.

La llegada de Reagan a la presidencia marcó el inicio de una nueva etapa en la crisis, ya que la fracasada misión de liberar a los rehenes fue decisiva para que el candidato republicano venciera a Carter en las elecciones del 4 de noviembre de ese año. Reagan se impuso a Carter por el 51 por ciento de los votos, contra el 41 por ciento del líder demócrata, además de lograr la mayoría en el Senado por primera vez en 28 años. Carter ganó en sólo 6 de los 50 estados de la Unión.

Finalmente, los rehenes norteamericanos fueron liberados el 20 de enero de 1981, tras una serie de negociaciones en las que intervino la diplomacia argelina. Según algunos historiadores, Teherán accedió a negociar seriamente cuando la Casa Blanca advirtió que el bloqueo económico dispuesto por Estados Unidos impediría a ese país el recambio de armamento pesado, lo que era fundamental para la guerra contra Irak (1980-1988).

El 12 de junio de 1981, ambos gobiernos firmaron los Acuerdos de Argelia, que implicaron la liberación de los rehenes y el fin de las sanciones a Irán. También se descongelaron propiedades financieras en Estados Unidos por unos 8000 millones de dólares, y se suspendió la prohibición a las importaciones petroleras, entre otros puntos.

“La caída del sha de Irán en 1979 fue con mucho la revolución más importante de los años setenta, y pasará a la historia como una de las más grandes revoluciones sociales del siglo XX”, dice el celebrado historiador británico Ernest J. Hobsbawm en su libro Historia del Siglo XX.

Para Hobsbawm, la Revolución Iraní “fue la respuesta al programa de modernización e industrialización (y rearme) que el sha emprendió sobre las bases de un firme apoyo de Estados Unidos y de la riqueza petrolífera del país, cuyo valor se multiplicó tras 1973 a causa de la revolución de los precios de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo)”.

Este nuevo aniversario de la toma de la embajada estadounidense se conmemora en momentos en que Teherán y el Grupo 5+1, formado por Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania, están a punto de firmar un acuerdo antes de la fecha límite del 24 de noviembre, que pondría fin a más de una década de negociaciones y sanciones contra Irán.

Los monstruos existen Por María José Sánchez

“Pero cuando se anote el resultado final, la carne y la sangre derrotarán al monstruo maldito.” (Adam Smith)

Hay un montón de cosas que me dan miedo. Algunos de esos miedos crecieron conmigo, otros se me presentaron de grande y llegaron para quedarse. Algunos se han ido, con el tiempo. Pero lo cierto es que le temo a muchas cosas, creo que la gente que no le tiene miedo a nada es porque miente o anda por la vida sin prestar demasiada atención.

Le temo a las ratas, a algunos perros, a cómo habría sido mi vida sin algunas personas y a como sería mi vida si se mueren antes que yo. Esas cosas me dan pánico, de ese miedo antiguo que paraliza, como cuando de chicos escuchábamos un ruido y creíamos, mejor dicho, estábamos positivamente seguros de que había un monstruo horrendo debajo de nuestra cama. Y lo había, el miedo era el monstruo.

Pero cumplimos años y dejamos de pensar así, de revisar detrás de la puerta, de creer que desde cada forma que adquieren las sombras puede asaltarnos una alimaña siniestra. Dejamos de revisar debajo de la cama. Nos confiamos. Y la cosa es que bajamos la guardia, el escudo con el que nacemos, desconectamos la alarma ancestral que siempre nos acompañó y caemos en la trampa más absurda e inevitable de todas: crecer. Y ahí pisamos el palito. Porque un día, aunque seas grande, aunque las sombras desde hace mucho tiempo son sólo sombras, un día, los monstruos reaparecen. Y te das cuenta de la obviedad y si no te paralizara el pánico te gustaría palmearte la frente para amonestarte por no darte cuenta antes.

Un día vez una foto, es la mano arrugada de un viejo, sabés que esa mano es de un asesino, torturador, secuestrador de niños. Eso no te da miedo, te da bronca e impotencia, pero ya no miedo, hasta que leés el papel que sostiene en su anciano puño. En el papel, escrito con su letra, dice “Jorge Julio López”, y ahí te das cuenta que ése es el Viejo de la Bolsa, el que de chiquita te decían que se llevaba a los nenes y no los devolvía. Y ése es el monstruo horrible que se escondía debajo de la cama. Es él. Miguel Etchecolatz es la sombra de las pesadillas, el ruido de pasos en la nada, la amenaza invisible que bajaba la temperatura de la habitación, de noche. Es él.

Pero ahora el monstruo es enjuiciado, justamente, por su vida monstruosa. Pero el monstruo amenaza, todavía quiere regodearse en la impunidad que ya no tiene con su cinismo denso, e invoca a un dios que de existir ha de ser una abominación terrible.

Pero ahora los monstruos van presos, cosa que no pasaba cuando eras chiquita, que siempre se escapaban por algún recoveco de los sueños, por la ventana, o se esfumaban en el aire cuando alguien tenía la bella idea de encender la luz. O cuando tu mamá te tomaba de la mano o acariciaba tu cabeza, que era otra forma de iluminar.

Y está bien que ese monstruo te despierte el miedo visceral que en la infancia te generaban las cosas más horribles que podía inventar tu imaginación, que siempre fue un poco desaforada. Pero de chica no sabías que la Justicia tranquilizaba, ahora tenemos eso a favor. Porque ahora los monstruos, que existen, no ganan. Ahora los monstruos se pudren en la cárcel.

Diario Registrado

El reloj de Longobardi Por Carlos Barragán

No entiendo tanta alegría por lo del satélite –dice mi amigo–. Llenaron una lata grande con algunos circuitos integrados, metieron un par de computadoras, un receptor de radio y listo: un satélite de Telescuela Técnica –y deja el carozo de su aceituna en el cenicero–.

–Mirá, poner eso en órbita no es fácil. Ya el sólo hecho de que resista el despegue del cohete es dificilísimo –y con las dos manos sobre la mesa hago la forma de cohete que vibra con un "brrrr" que casi voltea la botella de cerveza. Aunque soy consciente de que sólo repito lo que me explicó el CEO del Invap en la tele–.

– ¿Vos sabés lo que es un cohete? –me dice y veo la cara de Neil Armstrong buscando un resto de salame lunar con un escarbadientes–. Un cohete es un caño con un montón de combustible que le prenden fuego y sale volando. ¡Los chinos tiraban cohetes hace mil años, papá!

–¿Vos sabés que somos uno de los ocho países el "selecto club" le digo- de ocho países que tienen satélite?

–Olvidate del "relato" y escuchame a mí –y deja las cascaritas del maní que va a comerse, sobre el maní que voy a comer–. ¿Vos sabés cuáles son esos ocho países, gordi potencia? Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Israel, India y la Unión Europea. Primero, la Unión Europea no es un país, así que esa comparación no es seria. China: no es un país serio, está lleno de chinos comunistas pedaleando en bicicletas viejas. Japón: no es un país serio, está lleno de japoneses que se llenan la cabeza de gel mientras miran dibujitos. Israel: no es un país serio, si fuese serio estaría en Europa y no en medio de esos turcos de turbante y cimitarra. Rusia, bueh! Ni lo tengo que explicar –mira para el costado seguro de que el resto del bar le confirmará que no lo tiene que explicar–. Y la India tampoco es un país serio, tiran a los muertos a un río y cuando ven una vaca se santiguan –y con un movimiento rápido clava su escarbadientes sobre un quesito y un jamón y un quesito–.

–¿Y Estados Unidos? Ahora me vas a decir que tu Estados Unidos ya no es más un país serio –le digo mientras calculo si es momento de pedir otra cerveza o si ya nos estamos yendo–.

–Por favor! –me levanta las cejitas– los yanquis tiran satélites de a ramilletes! Todas las tardes. Los tiran los pibes de las escuelas secundarias antes de ir a tomar la leche. Eso es un país avanzado de verdad. Y con libertad –me dice y como un DJ me engancha otro tema en su megamix anti K– no como acá que a los periodistas les mandan motochorros del gobierno. ¿No viste que Longobardi dijo que usaron una "violencia quirúrgica"? ¡Mozo, otra imperial!

–Sí, "quirúgica" porque deben ser cirujanos entrenado por La Cámpora para robar relojes con "violencia quirúrgica" –le digo muy conforme con mi sarcasmo médico–.

–Si los motochorros fueran de la Cámpora irían con la pechera –me dicen sabiendo que su respuesta fue mejor y se hace un buche con la cerveza que le queda–.

–Claro, y roban relojes –le digo en voz baja y acercándome como para confesarle un secreto– porque sin relojes, la masa embrutecida, con el cerebro lavado por la dictadura K, no va a poder hacerse preguntas. Salvo una sola: "¿qué hora son?" –y muerdo una aceituna con gesto de haber ganado esta mano–.

–No se dice "qué hora son" –me corrige sin percatarse de la ironía, mientras me ofrece un cuadradito de mortadela, no sé si para reforzar su sentencia de que soy un bruto come-mortadela o porque quedan dos cachitos y está siendo justo-.

–Gracias –le digo con una sonrisa–.

–Esto no es para reírse –dice con fuerzas renovadas– lo mismo le pasó a Leuco cuando le robaron la mochila en pleno microcentro porteño.

Y cuando escucho "pleno microcentro porteño" siento que una tonelada de movileros me aplasta y decido dormirme. Evadirme de esta conversación insostenible, evadirme y dormir como hacen los bebés cuando hay mucho ruido.

Entonces me duermo. Duermo y sueño con el museo del periodismo que inauguró Majul… ahí veo lo que leí en el diario: la muestra que se llama "De Walsh a Lanata." Y aparece Mercedes Ninci vestida como Federico Klemm y me explica con gestos ampulosos: "Los dos murieron por la inseguridad. Vivir en un país con peronismo es lo más inseguro que hay.

" Pero yo le digo que no, que Lanata está vivo. "Acá el único vivo es Majul", me dice Ninci Klemm pellizcándome el cachete, y se va a través de una foto enorme de Fernando Bravo que me mira y me reclama indignado "¡Queremos preguntar, Barragán! ¿Te gustó el museo?" Yo me asusto y le respondo que me encantó, y entonces me toma de la mano y corremos hasta una playa donde está Neustadt en la arena, feliz y rodeado por todos los periodistas del museo. "Es para no dejarlo solo" –me explica Bravo–. Entonces desesperado corro y grito "¡Néstor!"

–¿Los oficialistas siempre sueñan con Néstor, no? –dice mi amigo apenas abro los ojos–.

–No siempre –le digo–.

–Los oficialistas tienen muchos problemas con la realidad, ¿no?

Y entonces me señala el reloj que tengo en la muñeca, justo cuando Perón vestido de mozo nos trae la cerveza.

Infonews

Balas contra pelotas y guitarras Por Carlos Del Frade

(APe).- La zona oeste rosarina era, cuatro décadas atrás, una geografía atravesada por la cultura de los ferrucas, los trabajadores de la mítica empresa estatal Ferrocarriles Argentinos. El saqueo institucionalizado de los años noventa trajo la desocupación, la invasión de los fantasmas a la estación Rosario Oeste y la ausencia de soportes materiales para las existencias cotidianas de los barrios La República, Azcuénaga y Bella Vista. Fue allí que las bandas narcos aparecieron en los viejos clubes de la región y tomaron sus instalaciones para sus negocios.

Sin embargo, en la segunda mitad de la primera década del tercer milenio, alrededor de 2008, un grupo de pibas y pibes, algunos menores de dieciocho años, comenzaron a sentir la necesidad de recuperar esos espacios colectivos. Y lo hicieron. A fuerza de voluntad, ternura y claridad de objetivos.

Dos de esas postales de la nueva historia política de la esperanza fueron El Luchador y El Federal. La pibada marcaba el camino para las generaciones anteriores que se resignaron a la pesadilla impuesta como si fuera un destino inmodificable.

La historia se puede cambiar, eso demostró y demuestra, todos los días, la muchachada que se hizo cargo de la conducción de ambos clubes de la zona oeste rosarina.
El miércoles 29 de octubre, casi medio millar de personas fueron a abrazar a esos jóvenes dirigentes.

Les habían baleado sus casas.

-Estos hechos están dirigidos a detener la construcción de territorio que construimos. Detrás están grupos minoritarios que se sienten relegados por la fortaleza de nuestro proyecto. Luego de amenazas, robos de bienes colectivos y de secuestros de información de nuestros clubes, hemos sufrido el ataque con arma de fuego en la casa de dos referentes del barrio que pertenecen a la dirigencia de los clubes, Nicolás Rigatuso y Daniela Giménez”, señalaron los principales referentes.

Agregaron que el desarrollo de las actividades culturales y deportivas “dan lugar a 800 personas, en su mayoría adolescentes. Resistimos económicamente, llevando a cabo una economía colectiva, participativa, totalmente autogestionada. “En este proyecto inclusivo vemos necesario restituir y crear vínculos comunitarios desaparecidos. Nos animamos a presentar mediante nuestra práctica deportiva, social y cultural una alternativa para trabajar sobre los conflictos sociales”, apuntaron.

-Son las balas contra las pelotas y las guitarras. A medida que las pelotas aumentan en cantidad y que las guitarras, los violines suenan mejor, nuestro proyecto gana terreno y crece en virtudes… Son grupos minoritarios, que hoy caminan impunemente por nuestro barrio cuando fueron los responsables de arrebatarnos los sueños en los 90. Hoy se sienten amenazados por la fortaleza de nuestros vecinos y vecinas, por el crecimiento de nuestra organización, y por la profundización de nuestro proyecto artístico, deportivo y económico popular.

Se comprometieron a defender “la trinchera de sueños y de seguir construyendo nuestra República…A los ataques respondemos con trabajo, compromiso, transformando el miedo en participación, en construcción colectiva. Sepan los cobardes poderosos que en nuestro barrio se camina con el pecho erguido. Por acá, no se rinde nadie”.

Anunciaron que el viernes 21 de noviembre las autoridades del club Federal organizaron una jornada especial para recaudar fondos. Habrá recitales y números artísticos y lo obtenido se destinará para dotar a la institución de gas natural “para que los vestuarios tengan agua caliente”. Los jóvenes pidieron protección al Estado para que no haya incidentes, apuntaron los medios rosarinos.

Fuentes: Diarios “La Capital”, “Rosario/12” y “El Ciudadano”, del jueves 30 de octubre de 2014.

Agencia de Noticias Pelota de Trapo

La masacre como forma de dominación Por Raúl Zibechi

Mientras sostenía el Premio Tata Vasco 2014, entregado por la Universidad Iberoamericana en Puebla a Fudem (Fuer­zas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México), uno de los pocos varones del grupo de 25 familiares que acudieron al acto gritó: "Esto es una guerra". El dolor inimaginable de los familiares los fuerza a mirar de frente y sin vueltas la realidad que sufren.

En efecto, hay una guerra contra los pueblos. Una guerra colonial para apropiarse de los bienes comunes, lo que supone la aniquilación de aquellas porciones de la humanidad que obstaculizan el robo de esos bienes, ya sea porque viven encima de ellos, porque se resisten al despojo o, simplemente, porque "sobran", en el más crudo sentido de que son innecesarios para la acumulación de riqueza.

Una guerra colonial, además, por el tipo de violencia que utiliza. No sólo se asesina. Se decapita y se desmiembra para regar las partes a la vista de la población, como escarmiento y advertencia. Para infundir miedo. Para paralizar, impedir cualquier reacción, en particular las acciones colectivas.

No se trata de una tecnología novedosa. Fue utilizada por la Corona española para aniquilar las luchas indígenas. Allí la aprendieron los nuevos colonizadores. Túpac Amaru fue descuartizado vivo delante de la multitud reunida en la plaza de armas de Cusco.

Amaru fue obligado a presenciar la tortura y asesinato de sus dos hijos mayores y de su esposa, además de otros familiares y amigos. Antes de morir fueron torturados, les cortaron la lengua, todo un símbolo de lo que realmente molestaba a los conquistadores. El hijo menor, de sólo 10 años, fue obligado a presenciar la tortura y muerte de toda la familia, para ser luego desterrado a África.

La cabeza de Amaru fue colocada en una lanza exhibida en Cusco y después en Tinta, sus brazos y piernas fueron enviados a ciudades y pueblos para escarmiento de sus seguidores. Túpac Katari y sus seguidores sufrieron más o menos los mismos tormentos y sus restos fueron también esparcidos por los territorios de lo que hoy es Bolivia. No es nueva la crueldad de los nuevos conquistadores. Antes se trataba de apoderarse del oro y la plata; ahora es la minería a cielo abierto, los monocultivos y las hidroeléctricas. Pero en el fondo, se trata de mantener a los de abajo en silencio, sometidos y quietos.

La masacre es la genealogía que diferencia nuestra historia de la europea. Aquí las formas de disciplinamiento no fueron ni el panóptico ni el satanic mill, la "fábrica del diablo" de la Revolución Industrial y la explotación capitalista, retratada por el poeta William Blake y analizada con rigor por Karl Polanyi. El cercamiento de campos a partir del siglo XVI en Inglaterra, "una revolución de los ricos contra los pobres", es analizada como el quebrantamiento de los viejos derechos y costumbres por los señores y nobles, “utilizando en ocasiones la violencia y casi siempre las presiones y la intimidación” ("La gran transformación", La Piqueta, p. 71, subrayado mío).

Aquí la violencia fue, y es, la norma, el modo de eliminar a los rebeldes (como en Santa María de Iquique, Chile, en 1907, cuando fueron masacrados 3 mil 600 mineros en huelga). Es el modo de advertir a los de debajo de que no deben moverse del lugar asignado. Aquí hemos tenido, y tenemos, esclavitud; nada que se parezca al "trabajador libre" que promovió el desarrollo del capitalismo europeo al robarles las tierras a los campesinos.

Nótese que en las guerras de independencia entre criollos y españoles, los insurgentes apresados por los realistas no fueron torturados. Miguel Hidalgo y José María Morelos, por mencionar destacados rebeldes criollos, fueron juzgados y luego fusilados como se hacía en la época con los prisioneros de guerra. Sólo el color de piel explica el diferente trato que tuvieron Túpac Katari y Túpac Amaru, como todos los indios, negros y mestizos de nuestra América.

No es historia. En el Brasil democrático, la organización Madres de Mayo contabiliza, entre 1990 y 2012, 25 masacres, todas de negros y pardos, como la que dio origen a su militancia: en mayo de 2006, en el contexto de la represión al Primer Comando de la Capital de Sao Paulo (narcos organizados desde las cárceles), fueron asesinados 498 jóvenes pobres, varones de 15 a 25 años, entre las 10 de la noche y las 3 de la madrugada por la policía.

El narco es la excusa. Pero el narco no existe. Son los negocios que forman parte de los modos de acumular/robar de la clase dominante. No estamos ante "excesos" policiales esporádicos, sino ante un modelo de dominación que hace de la masacre el modo de atemorizar a las clases populares para que no se salgan del libreto escrito por los de arriba, y que le llaman democracia: votar un día cada cinco o seis años y dejarse robar/asesinar el resto del tiempo.

Lo peor que podemos hacer es no mirar la realidad de frente, hacer como si la guerra no existiera porque todavía no te han golpeado, porque todavía sobrevivimos. Esto es contra todos y todas. Es cierto que hay una porción que aún pueden expresarse libremente, manifestarse incluso, sin ser aniquilados. Siempre que no se salgan del libreto, que no pongamos en cuestión el modelo. Bien mirado, los que podemos manifestarnos a cara descubierta somos algo así como los criollos de las guerras de independencia, los que pueden esperar una muerte digna, como Hidalgo y Morelos.

Pero el tema es otro. Si queremos de verdad que el mundo cambie, y no usar la resistencia de los de abajo para treparnos arriba, como hicieron los criollos en las repúblicas, no podemos conformarnos con maquillar lo que hay. Se trata de tomar otros rumbos.

Tal vez un buen comienzo sea continuar los pasos de los seguidores de Amaru y Katari. Reconstruir los cuerpos despedazados para reiniciar el camino, allí donde el combate fue interrumpido. Es un momento místico: mirar el horror de frente, trabajar el dolor y el miedo, avanzar tomados de las manos, para que los llantos no nos nublen el camino.

La Jornada, México

RAUL ZAFFARONI PRESENTO LA RENUNCIA AL MAXIMO TRIBUNAL, A PARTIR DEL 31 DE DICIEMBRE DE 2014 El juez que llevó otra mirada a la Corte Suprema

El juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni explicó que quiere respetar el límite de 75 años previsto en la Constitución.
Imagen: Sandra Cartasso

Explicó que llegó al límite de edad previsto en la Constitución, que considera agotada su tarea en la Justicia y que los cargos vitalicios corresponden más a los sistemas monárquicos. La Presidenta aceptó ayer mismo la decisión.

Por Irina Hauser

El día que cumplía once años como juez de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni presentó su renuncia a partir del 31 de diciembre. Había sido largamente anunciada, lo que no evitó que causara gran impacto. La dejó escrita y explicada en una carta que le envió a Cristina Kirchner, en la que le dice que quiere respetar el límite de edad para ser juez supremo que la Constitución nacional establece a los 75 años, porque tiene la sensación de que su tarea en el Poder Judicial “está agotada”, además de que discrepa con el carácter vitalicio de los cargos que considera más propios de una monarquía que de un sistema republicano, y porque quiere ejercer la docencia para contribuir a formar “a muchos hombres y mujeres jóvenes” que actúen en el ámbito del Derecho, “en pos de la reducción de los niveles de desigualdad y violencia”. Su salida del tribunal marca el fin de una época, que se inició con la disolución de la Corte menemista y con su nombramiento, el primero que hizo Néstor Kirchner en 2003. La Presidenta ayer mismo aceptó su decisión.
Irritante y prestigioso

Kirchner lo conocía poco. Se habían visto en la Casa de Santa Cruz, en 2002, presentados por el dirigente Fernando “Chino” Navarro. Cuando empezó la depuración de la Corte, con la renuncia de Julio Nazareno, Kirchner se puso a buscar un candidato. Pedía sugerencias. Tenía que ser –decía– alguien con prestigio y amplia capacidad de generar irritación, en especial en las corporaciones. “¿Pero vos me conocés a mí?”, le preguntó Zaffaroni ante el ofrecimiento. La prueba de que se acercaba bastante a lo que Kirchner pretendía se vio reflejada en los ataques múltiples que recibió durante el período de impugnaciones y audiencias públicas (que él estrenó) previos a la aprobación de su pliego. Desde su situación patrimonial hasta sus ideas sobre la defensa de las garantías y la función de derecho penal, todo fue cuestionado. Mucho era ruido mediático, ya que en la balanza recibió cuatro veces más apoyos que impugnaciones.

Su apartamiento del cargo de juez supremo llega en un período de desintegración de la conformación del alto tribunal, que después del fallecimiento de Petracchi había alcanzado el número de cinco integrantes que establece la ley y que ahora, con uno menos, pondrá al Poder Ejecutivo en la situación de proponer un nuevo nombre. Quienes quedan en funciones son Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco, Carlos Fayt y Juan Carlos Maqueda. Sólo los dos primeros fueron nombrados en esta última década.

En el texto que envió a la Presidenta, Zaffaroni basa su renuncia en “razones normativas y, más lejanamente, éticas y de convicción personal”. Luego explica que la Constitución pone el límite de los 75 años (a menos que exista un nuevo acuerdo del Senado), pero que –además– “pesa” en su “decisión” la idea de que la vitalicidad de los funcionarios de la Constitución, si bien excepcional, siempre es más adecuada a los sistemas monárquicos y, por ende, menos compatibles con los principios republicanos. A eso, suma que once años le parece un “lapso prolongado” en el “tiempo existencial”, y que quiere dedicarse a la “labor docente, la tarea doctrinaria y la acción en las instituciones científicas internacionales”. A pesar de que siempre expresó su pensamiento sobre el paso del tiempo y la edad jubilatoria, en sus comentarios resonaban los treinta años que Fayt, a sus 96, lleva en la Corte gracias a un fallo de sus antiguos colegas supremos.
Logros y huellas

Cuando desembarcó en el tribunal, Zaffaroni llevaba ciertos objetivos en mente. Uno de ellos era el de derribar los obstáculos para juzgar los crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado. Fue, de hecho, uno de los arquitectos de la primera sentencia que abrió ese camino, en el caso Arancibia Clavel, donde se declaró la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad. Luego vendrían las declaraciones de inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida y de los indultos de Carlos Menem. También se derogó la Justicia penal militar. Otro de sus ideales apuntaba a invalidar la “reincidencia”. La Corte llegó a declarar la inconstitucionalidad de la reclusión por tiempo indeterminado en los casos de multireincidencia (más de cinco declaraciones de reincidencia), pero la mayoría avaló la reincidencia a secas, con la que se niega la libertad condicional. El voto en disidencia de Zaffaroni es, sin embargo, estudiado y halagado en el ámbito del derecho penal.

Lo mismo sucede con otros casos penales donde aun en minoría hizo escuela. En “Amodio” compartió voto con Lorenzetti para decir que la pena que decide un tribunal no puede superar a la que pide el fiscal (el inicio de una defensa del sistema acusatorio). También quedó solo al votar que ninguna pena puede superar los treinta años de prisión. Y hubo otros fallos mayoritarios donde puso los cimientos de grandes cambios. Como “Casal”, que estableció que la Cámara de Casación Penal tiene que revisar tanto los hechos como las pruebas de un juicio oral y no limitarse a las cuestiones de derecho y constitucionalidad. En “Llerena” la Corte sostuvo que el tribunal que instruye la causa e impone prisión preventiva no puede ser el mismo que juzga.

Zaffaroni dice en su carta que “el saber jurídico no debe permanecer ajeno” a una reforma universitaria en ciernes que incluye “a las clases trabajadoras y humildes”. Propone que la formación “en este siglo crucial” apunte a reducir “los niveles de desigualdad y de violencia”. “El sendero de dignidad que en lo ético las Madres y Abuelas marcaron en nuestros peores momentos del siglo pasado, debe actualizarse en forma permanente y plasmarse en el pensamiento y el sentimiento jurídico de las nuevas generaciones”, afirma.

La reivindicación y cuidado de los derechos de las minorías, los excluidos, desprotegidos o quienes están en situación de debilidad son parte de los principios que defiende Zaffaroni, y eso se vio incluso en uno de los primeros fallos de gran trascendencia en los que participó, el del corralito, donde apoyaba el criterio de devolución de ahorros mayoritario (con la fórmula 1,40 más el CER), pero en un voto propio decía que a los pequeños ahorristas que tenían hasta 70 mil dólares había que devolverles dólares. Apoyó los fallos a favor de los jubilados (como Badaro, que ajustó las jubilaciones de acuerdo al índice salarial). Fue el artífice del fallo que obligó a la provincia de Buenos Aires a revertir las condiciones infrahumanas y de sobrepoblación en la cárceles; fue clave en el que despenalizó la tenencia de droga para consumo personal; también en el que reconoció la pluralidad sindical y la posibilidad de participar en negociaciones colectivas y elecciones a quienes carecen de la personería gremial, y en los de abortos no punibles.
Fin de época

En sus primeros años, la Corte de la última década fue prolífica en la defensa de las libertades individuales y de los derechos humanos. En los últimos tiempos, algunos expedientes con injerencia en cuestiones económicas y de mercado comenzaron a dividir aguas. A Zaffaroni se lo vio votar sólo, en disidencia, o no votar en más ocasiones de lo habitual. Uno de los temas que siempre dijo que quería resolver antes de irse era el de la ley de medios, donde votó con la mayoría por la constitucionalidad de la norma, pero hizo un voto propio, harto elogiado, donde decía que “ningún Estado puede permitir que la configuración cultural de su pueblo quede en manos de monopolios”, y aclaraba que en nada se afectaba el derecho de propiedad.

En la carta difundida ayer habla de “democratización”. La Justicia y el derecho penal no la conseguirán, señala, “sin un cambio cultural que, ante todo, debe provenir de sus propias fuentes de producción académica”. El año pasado sostuvo ese principio y quedó enfrentado al resto de la Corte al defender la validez de la reforma judicial que impulsaba el Gobierno mediante cambios, por ejemplo, en el Consejo de la Magistratura. La mayoría declaró la inconstitucionalidad. Fue uno de los momentos más álgidos de enfrentamiento del tribunal con la Casa Rosada, que se revivió en estos días con el fallo que exime al diario La Nación y otras empresas periodísticas de pagar deudas millonarias a la AFIP, que el penalista no firmó.

Su carta de despedida recuerda una carrera judicial de 45 años, que incluyó su paso por la Justicia puntana y por distintas instancias en los tribunales porteños. “Por el bien de los habitantes” dice que desea “la exitosa culminación” del mandato de la Presidenta.

Zaffaroni deja en la Corte un instituto de Investigaciones enfocado en estadísticas sobre homicidios. Deja a la vez un anteproyecto de reforma del Código Penal elaborado con comisión variopinta, que está en veremos. Queda la muestra palpable de su teoría de la criminología mediática en el hostigamiento que él mismo vivió por el alquiler de sus departamentos. Ahora, el Gobierno lo candidatea para integrar la Corte Interamericana de Derechos Humanos, oferta que estudia. Su despacho desacartonado y de puertas abiertas, donde suele atender en guayabera, todavía tiene para unos días más, pero entre su elenco estable (bien distinto al clásico estereotipo de empleado/a judicial) ya se respira cierta tristeza.

01/11/14 Página|12




“Vamos a seguir peleando por todos los lucianos”

Por Silvana Melo y Claudia Rafael
Fotos: Claudia Rafael

(APe).- Vanesa Orieta tiene la mirada atravesada por la tristeza. Y se la ve profundamente cansada. Tuvieron que pasar cinco años y ocho meses de angustia, zozobra, incertidumbre y un dolor intenso que recorre desde el corazón a los huesos, como una cuchilla. Hasta que el 17 de octubre asomaron a la luz los huesitos de su hermano. Nada le cambió en lo fundamental, dice. Ella sabía de lo inexorable desde que Luciano Arruga dejó de aparecer, en el final de enero de 2009. Lo sintió desde el primer día en que dejó de volver. Y fue ella la que, tan chiquita y tan frágil, se puso al hombro la búsqueda, la lucha, la angustia de su madre, las amenazas, los peligros, la conciencia de que a Luciano se lo tragó un mostruo sistémico. Que lo privó de aprender a tocar la guitarra, de desarrollar los pectorales como le hubiera gustado, de sufrir el descenso de River, de emocionarse con el ascenso y de explotar por verlo campeón.Lo privó de conocer a su sobrino de tres años, ése que “nunca me va a criticar que yo fui una cobarde y que no me animé a salir a la calle para que su tío apareciera”.

-Ya transcurrieron varios días desde que aparecieron los restos de Luciano. Y ya se empieza a percibir que va a resultar difícil rastrear las huellas en el cuerpo que lleven a la policía…
-Nosotros no tenemos mucha información sobre estos pasos. Preferimos que todo sea informado de una sola vez. Si no, es todo mucho más doloroso. No es algo que desconociéramos que se nos iba a poner difícil por el paso del tiempo. Al mismo tiempo hay resultados contundentes, con dudas muy serias acerca de lo que la policía hizo esa madrugada. Es real que vamos a estar con la incertidumbre de saber toda la verdad, pero hay una verdad instalada, que la sociedad ha entendido. La duda quedará para un sector de la sociedad. Para la familia, está todo muy claro. Hay que seguir organizados, luchando, contando nuestra verdad y entendiendo que siempre nos va a ser difícil.

-Cuando arrancó la búsqueda era muy difícil imaginar que alguna vez Luciano iba a ser tapa de todos los diarios. ¿Cómo sentís el proceso de haber logrado instalar la lucha de un pibe pobre en los grandes medios y en gran parte de la sociedad?
-Ahí es donde se nota mucho este trabajo de hormiga. Hay mucha gente alrededor, mi cara es la visible, mi voz la que se escucha, pero hay un grupo humano de una calidad invalorable. Los medios alternativos, independientes, los organismos de derechos humanos concientizados, que los hay y son muy grosos en su tarea. Y a los grandes medios los obligamos a hablar de esto. No se podían seguir haciendo los desentendidos. Hay una parte de los medios a los que nos les vamos a cambiar la mirada porque responden a intereses económicos, políticos. Contra ellos peleamos para instalar la otra verdad. Este sistema es muy perverso y obliga a los familiares a seguir relatando lo que vivió Luciano, la violencia policial…Mi sensación es que hay que lidiar con el morbo de los medios: el muerto había aparecido y ahora sí la información valía. Es perverso no entender que la necesidad de la familia estaba desde los primeros días, cuando denunciábamos desesperadamente. Y que si había una respuesta rápida, nos iba a aliviar cinco años y ocho meses de sufrimiento irreparable. Pero éste es el juego. De todos modos, nos hacemos respetar, no vamos a hacer una nota desde la morgue judicial, no vamos a hablar de a poco de lo que nos vamos enterando porque eso es alimentar a un gran demonio.