sábado, 1 de noviembre de 2014

El reloj de Longobardi Por Carlos Barragán

No entiendo tanta alegría por lo del satélite –dice mi amigo–. Llenaron una lata grande con algunos circuitos integrados, metieron un par de computadoras, un receptor de radio y listo: un satélite de Telescuela Técnica –y deja el carozo de su aceituna en el cenicero–.

–Mirá, poner eso en órbita no es fácil. Ya el sólo hecho de que resista el despegue del cohete es dificilísimo –y con las dos manos sobre la mesa hago la forma de cohete que vibra con un "brrrr" que casi voltea la botella de cerveza. Aunque soy consciente de que sólo repito lo que me explicó el CEO del Invap en la tele–.

– ¿Vos sabés lo que es un cohete? –me dice y veo la cara de Neil Armstrong buscando un resto de salame lunar con un escarbadientes–. Un cohete es un caño con un montón de combustible que le prenden fuego y sale volando. ¡Los chinos tiraban cohetes hace mil años, papá!

–¿Vos sabés que somos uno de los ocho países el "selecto club" le digo- de ocho países que tienen satélite?

–Olvidate del "relato" y escuchame a mí –y deja las cascaritas del maní que va a comerse, sobre el maní que voy a comer–. ¿Vos sabés cuáles son esos ocho países, gordi potencia? Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Israel, India y la Unión Europea. Primero, la Unión Europea no es un país, así que esa comparación no es seria. China: no es un país serio, está lleno de chinos comunistas pedaleando en bicicletas viejas. Japón: no es un país serio, está lleno de japoneses que se llenan la cabeza de gel mientras miran dibujitos. Israel: no es un país serio, si fuese serio estaría en Europa y no en medio de esos turcos de turbante y cimitarra. Rusia, bueh! Ni lo tengo que explicar –mira para el costado seguro de que el resto del bar le confirmará que no lo tiene que explicar–. Y la India tampoco es un país serio, tiran a los muertos a un río y cuando ven una vaca se santiguan –y con un movimiento rápido clava su escarbadientes sobre un quesito y un jamón y un quesito–.

–¿Y Estados Unidos? Ahora me vas a decir que tu Estados Unidos ya no es más un país serio –le digo mientras calculo si es momento de pedir otra cerveza o si ya nos estamos yendo–.

–Por favor! –me levanta las cejitas– los yanquis tiran satélites de a ramilletes! Todas las tardes. Los tiran los pibes de las escuelas secundarias antes de ir a tomar la leche. Eso es un país avanzado de verdad. Y con libertad –me dice y como un DJ me engancha otro tema en su megamix anti K– no como acá que a los periodistas les mandan motochorros del gobierno. ¿No viste que Longobardi dijo que usaron una "violencia quirúrgica"? ¡Mozo, otra imperial!

–Sí, "quirúgica" porque deben ser cirujanos entrenado por La Cámpora para robar relojes con "violencia quirúrgica" –le digo muy conforme con mi sarcasmo médico–.

–Si los motochorros fueran de la Cámpora irían con la pechera –me dicen sabiendo que su respuesta fue mejor y se hace un buche con la cerveza que le queda–.

–Claro, y roban relojes –le digo en voz baja y acercándome como para confesarle un secreto– porque sin relojes, la masa embrutecida, con el cerebro lavado por la dictadura K, no va a poder hacerse preguntas. Salvo una sola: "¿qué hora son?" –y muerdo una aceituna con gesto de haber ganado esta mano–.

–No se dice "qué hora son" –me corrige sin percatarse de la ironía, mientras me ofrece un cuadradito de mortadela, no sé si para reforzar su sentencia de que soy un bruto come-mortadela o porque quedan dos cachitos y está siendo justo-.

–Gracias –le digo con una sonrisa–.

–Esto no es para reírse –dice con fuerzas renovadas– lo mismo le pasó a Leuco cuando le robaron la mochila en pleno microcentro porteño.

Y cuando escucho "pleno microcentro porteño" siento que una tonelada de movileros me aplasta y decido dormirme. Evadirme de esta conversación insostenible, evadirme y dormir como hacen los bebés cuando hay mucho ruido.

Entonces me duermo. Duermo y sueño con el museo del periodismo que inauguró Majul… ahí veo lo que leí en el diario: la muestra que se llama "De Walsh a Lanata." Y aparece Mercedes Ninci vestida como Federico Klemm y me explica con gestos ampulosos: "Los dos murieron por la inseguridad. Vivir en un país con peronismo es lo más inseguro que hay.

" Pero yo le digo que no, que Lanata está vivo. "Acá el único vivo es Majul", me dice Ninci Klemm pellizcándome el cachete, y se va a través de una foto enorme de Fernando Bravo que me mira y me reclama indignado "¡Queremos preguntar, Barragán! ¿Te gustó el museo?" Yo me asusto y le respondo que me encantó, y entonces me toma de la mano y corremos hasta una playa donde está Neustadt en la arena, feliz y rodeado por todos los periodistas del museo. "Es para no dejarlo solo" –me explica Bravo–. Entonces desesperado corro y grito "¡Néstor!"

–¿Los oficialistas siempre sueñan con Néstor, no? –dice mi amigo apenas abro los ojos–.

–No siempre –le digo–.

–Los oficialistas tienen muchos problemas con la realidad, ¿no?

Y entonces me señala el reloj que tengo en la muñeca, justo cuando Perón vestido de mozo nos trae la cerveza.

Infonews

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