Por Mario Wainfeld
Axel Kicillof dio su conferencia de prensa en el Consulado argentino en Nueva York. Habló largo, una regla tan propia de su estilo como el atuendo: atendió preguntas, pidió disculpas a los “trabajadores de prensa” por haberlos hecho esperar. Incurrió en un par de argentinismos coloquiales (“guita”, “timbear”), se refirió amigablemente al facilitador Pollack (llamándolo “Dan”) hasta que se enteró de sus vergonzosas y parciales declaraciones sobre el default. El modo en que iba presentando su discurso anunciaba que no había avances en las tratativas. “Las expectativas”, se supone, eran otras. Tal vez el Gobierno las alentó un poco con su despliegue mediático previo y por no contar de antemano que el ministro de Economía había viajado hasta NY para cumplir con un pedido del juzgado y el facilitador.
Un pequeño, sí que determinante, universo siguió en escala uno a uno las movidas de esos días. Se dio por cerrada una negociación con banqueros argentinos. Jamás se entendió del todo cómo era la movida (o una de ellas, porque los rumores transitaron entre dos). Los móviles de los altruistas financieros (oxímoron inviable, que los hay) jamás quedaban claros. Las operatorias, en particular la de la compra total del crédito judicial de los fondos buitre, no resistían dos repreguntas... que nadie formuló a los prohombres de la city.
Economistas de surtida reputación, académicos, dirigentes políticos, empresarios y periodistas seguían los sucesos como si fuera el Mundial. Los economistas tuitearon de lo lindo. Varios incurrieron en metáforas futboleras que, como pasa con las profecías, no son su especialidad.
Ese conjunto, una variación ampliada del consagrado “círculo rojo” no se debe desdeñar. No todo es democracia en el mundo, el poder real y la plata inciden lo suyo.
Finalmente, no hubo avances ni la banca cumplió el rol salvador de los aliados que desembarcaron en Normandía o, si usted prefiere, de las huestes indómitas de Martín Güemes.
El célebre 31 de julio llegó, apareado con el debate sobre el alcance de las medidas tomadas por el juez Thomas Griesa. “Default” claman los medios hegemónicos argentinos. “Default selectivo” comentan intérpretes más afinados y menos buitres-friendly. El oficialismo insiste en que no hay default sin insolvencia y mediando pagos realizados en lugar, tiempo y forma. Tiene una cuota enorme de razón al tipificar los hechos pero no deja de saber (no puede ni debe dejar de saber) que lo que ya está en puja es la realidad económica financiera hasta el fin del mandato presidencial y mucho más definidamente hasta el 1º de enero próximo. La fecha en que, otra vez, cambia el tablero endiablado del TEG o Monopoly financiero en que estamos metidos.
Sería necio negar gravitación a la saga que el aludido conjunto de pocos miles de personas sigue como si fuera El patrón del mal o Estación Brasil. Casi con certeza, las personas del común viven a mayor distancia tantas peripecias y tecnicismos legales. Podrán impactar en sus intereses, que sí los interpelan y son decisivos en la arena democrática. Por eso, precisamente, están y estarán más atentos a variables tangibles cercanas a su cotidianidad: el laburo, las fluctuaciones del valor adquisitivo de sus ingresos (lo que va a anteayer o ayer a hoy), la inflación, las vacaciones de invierno, las perspectivas de las estivales, el consumo familiar.
El descanso de mediados de año ocupó más las vidas que Wall Street. El día de la Pachamama se vivió con pasión y masividad en Salta y Jujuy. El cronista estuvo en la capital salteña, vio multitudes paseando, festejando, sahumando y copando las calles ya en la noche del jueves.
La gente real se desplaza, se entretiene o se informa en otros carriles, que atiende con preferencia. Las huelgas docentes en ciernes afectarán la cotidianidad de millones de familias. La provincia de Buenos Aires, una de las que tuvo más paros el año pasado, fue la que propinó el más serio revés electoral al kirchnerismo. No hay que ser (no se debe ser) monocausalista para leer fenómenos sociales o políticos, pero tampoco tan necio como para relegar algunas correlaciones sensatas, que deben ser mezcladas con otras variables.
Habrá paro general este mes convocado por las centrales sindicales opositoras, seguramente alterará menos las rutinas hogareñas que las medidas de fuerza de los docentes.
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Mil palos verdes, achalay: Griesa es parcial, capcioso: la Argentina exige que le hagan una auditoría legal. Sin mayor malicia podría añadir un examen psicofísico y un encefalograma. Pollack se va de boca. Pueden ser errores, producto de la sobrecarga de trabajo bien remunerado... eso sí, jamás hay incongruencia: siempre se caen para el mismo lado (ver asimismo recuadro aparte).
No analizamos un seminario jurídico, de poder duro y de plata se habla. Mil millones de razones pueden sumarse a esa argumentación desde anteayer: son los dólares de seguros contra default que se dispararon y que cobrarán los buitres u otras aves rapaces o como se los llame. Mil palos verdes que cifran las reglas de un juego denso. “Queremos cobrar” proclaman los acreedores “de buena fe” mientras pasan por otra ventanilla.
Los Estados y los gobiernos, empero, no son periodistas de investigación ni opinadores: deben actuar respecto (contra, mayormente) de las consecuencias de esas operaciones. El kirchnerismo debate el alcance de las sanciones de Griesa, como medio para minimizar las consecuencias y para deslindar responsabilidades. Es correcto y lo hace bien pero eso no lo dispensa de evitar las secuelas ni de replicar las movidas desestabilizadoras.
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A contrapelo: La sentencia definitiva y las cautelares absurdas interfirieron con la táctica económica oficial para este año. Esta abarcaba mejorar la relación con los acreedores externos (Club de París y Repsol, solo para empezar), atraer inversiones, acudir al financiamiento externo orientado a actividades productivas. También aminorar la inflación, con instrumentos surtidos que van desde los Precios Cuidados hasta la operatoria del Banco Central. Un gasto público ascendente, apuntando sobre todo “hacia abajo”, es otro núcleo: Progresar, aumento de la Asignación Universal por Hijo o de las jubilaciones mínimas, más combustible al Pro.Cre.Ar. El segundo semestre, tras dos recesivos, era un momentum central.
Ese combo, de mínima, es desfavorecido por el cambio de escenario. La magnitud del nuevo cuadro de situación depende de la destreza y decisión de los contendientes, lo ocurrido jamás será buena nueva.
Los objetivos básicos son los mismos: mantener los niveles de empleo, actividad y consumo. Reforzar los recursos de los sectores más desfavorecidos y las reservas del Banco Central. Todo indica que los instrumentos deben ser reformados al vaivén de la coyuntura.
Los cambios de elenco económico son consistentes con la adecuación del rumbo. Kicillof es el ministro de Economía de más piné y consistencia ideológica de los dos mandatos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Nada le será sencillo, ya que atraviesa el período más difícil del ciclo kirchnerista.
Los “K” y la “opo” por ahí concuerdan en simplificar en exceso la larga etapa comenzada en 2003. Para unos es la (ya excedida) década ganada. Para otros, la perdida o depredada o lo que fuera. Un ángulo acaso más rico es diferenciar distintos tramos en ese prolongado período. El “modelo” no funcionó con igual eficacia en todo su recorrido, en los últimos años se amesetó y dio con cuellos de botella sensibles. La loable voluntad de mantener el rumbo forzó cambios de herramientas y hasta de funcionarios de fuste: jamás hay que “casarse” con ellos. La decisión, en sustancia, fue sensata, la contingencia la dificulta y posiblemente incidirá en revisiones de la agenda o de ejes de gestión.
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Simplismos y popularidades: Los simplismos afean el debate público, son una plaga que crece. Las acusaciones de “malvinización” se suman a la larga lista de expresiones dramáticas, tan funcionales para titular o “zocalear”. Ahí termina su efectividad: no pueden ser descriptas o explicadas con más largueza sino a costo de perder fuerza.
Las pujas territoriales (las de islas en particular) tienen una densidad histórica de la que carecen los laberintos financieros. El contexto de 1982 no tiene (por fortuna y mérito de los argentinos) nada que ver con el actual. Un sistema democrático estable es, en sustancia, más reformista y moderado. La población está mejor informada y organizada, orienta con más lucidez sus demandas. La cruel experiencia pasada también alecciona.
Por último, solo en la enunciación: el oficialismo jamás renuncia a teñir con épica sus acciones pero no busca ningún salto al vacío. Por el contrario, se empeña en pagar sus deudas, se defiende en los tribunales, no busca una revalidación mágica (como la dictadura) sino sostener los fundamentos que le posibilitaron mantener su legitimidad en las urnas.
Las encuestas revelan que es mayoritaria la aprobación al manejo oficial del conflicto. Los datos son consistentes con una tendencia mundial que es la caída de reputación global del mayor imperio de la historia humana. Por añadidura, las tradiciones políticas nacionales (peronismo y radicalismo y hasta ciertas variantes del conservadurismo) han sido antiyanquis o, cuanto menos, muy críticas. La defensa de la soberanía nacional es reconocida, entonces.
El kirchnerismo, que ha tenido una percepción fina de los humores ciudadanos, no debería engolosinarse con el veredicto ni pensar que se extrapolará a otras áreas de la realidad. Y ser especialmente cauto para imaginar que se proyectará al voto ciudadano, que combina muchos factores. Equiparar a “Griesa o Cristina” con “Braden o Perón” es un anacronismo, simplificador al mango, que mayormente interpela solo a justicialistas, sobre todo a aquellos de cierta edad. Cerrar el auditorio al que se convoca fue un error que algo influyó en las elecciones del año pasado, que registraron una sensible merma de votos. Reincidir en ese camino, agregar consignas a las muchas que ya existen es floja praxis de dirigentes que deberían esforzarse para generar propuestas que respondan a los desafíos concretos de los años recientes.
El aplanamiento de indicadores que fueron mejores en un pasado no tan remoto ya existía cuando la Corte Suprema norteamericana hizo su verónica y dejó firme el fallo de Griesa. Recuperar el crecimiento, bregar contra la desigualdad y el empleo informal, apuntalar a los más humildes fueron los pilares de la notable continuidad del kirchnerismo. Los vientos del norte seguramente los complican pero no cambian el eje de la política doméstica.
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