lunes, 6 de mayo de 2013
Desde este lunes YPF se hace cargo de Metrogas Desde este lunes, la petrolera nacional YPF toma la dirección ejecutiva de Metrogas, la principal distribuidora de gas del país que presta servicio en la Ciudad de Buenos Aires y en 11 municipios del conurbano bonaerense.
Por la redacción de Diario Registrado // Lunes 06 de mayo de 2013 | 08:00
Hasta ahora, el 70% de Metrogas pertenecía a GASA, de la cual el 54,67% era de British Gas (BG) y el restante 45,33% de YPF. Ahora la petrolera compró la parte de BG y pasó a tener el 100% de GASA. El precio incluye el 2,73% de Metroenergía, vinculada a Metrogas.
Como titular de la empresa, YPF designó a Marcelo Núñez, un ejecutivo histórico de la petrolera nacionalizada que entre 2004 y 2011 se desempeñó en Camuzzi Gas y con la reestatización volvió a la petrolera al área de comercialización.
Según informa el diario Ámbito, la compra de las acciones de BG en la distribuidora argentina por parte de YPF se formalizó la semana pasada por u$s 9,7 millones, de acuerdo a la información suministrada por YPF a la Comisión Nacional de Valores.
GB
SUIZA-CALRIN-LAVADO NAAAAAHHHH
Lavado: El juez Torres pidió a Suiza información sobre 469 empresarios entre ellos Héctor Magnetto y Ernestina Herrera de Noble
Publicado 30 abril 2013
Lavado: El juez Torres pidió a Suiza información sobre 469 empresarios
Varios ejecutivos del Grupo Clarín, entre ellos el CEO Héctor Magnetto y la propietaria, Ernestina Herrera de Noble, aparecen en la nómina. El juez liberó un exhorto diplomático para que Berna provea datos sobre sus cuentas bancarias.
Info News
Por:
Néstor Espósito
El juez federal Sergio Torres le pidió a la justicia de Suiza que informe si un extenso listado de empresas y empresarios argentinos poseen cuentas en el sistema bancario helvético. Lo hizo en el marco de una batería de medidas de prueba para avanzar en la causa en la que se investiga un presunto lavado de dinero denunciado por el ex ejecutivo del JP Morgan Hernán Arbizu, quien involucró a medio millar de firmas y personas en operaciones para sacar grandes cantidades de dinero del país. Tal como adelantó Tiempo Argentino, el juez aguardó en vano una respuesta por parte del Departamento de Justicia de los Estados Unidos sobre información reclamada a lo largo de los últimos tres años, relacionada a las supuestas actividades ilegales por las que Arbizu no sólo mencionó a sus presuntos clientes, sino que también se autodenunció como parte de esa maniobra.
El juez dispuso librar un “exhorto diplomático al juez competente con jurisdicción en la ciudad de Berna, dando cumplimiento a las previsiones contenidas en el Tratado de Asistencia Judicial Mutua en Materia Penal” entre ambas naciones, “a fin de que a través de alguna autoridad financiera central de control o por otros medios, pero en todo caso SIN la intervención directa del JP Morgan Chase Bank sucursal suiza, se informe si las cuentas bancarias que surgen del listado adjunto se corresponden a titulares de cuentas” en la filial helvética de la banca Morgan. La nómina con los números de cuenta y sus titulares fue acompañada por otro requerimiento internacional, de similar carácter, a las “autoridades judiciales con competencia en la Bailía de Guernsey, dependiente de la Corona Británica.”
Se trata de una pequeña isla de menos de mil habitantes y unos 80 kilómetros cuadrados, situada frente a la costa de Normandía e identificada como un “paraíso fiscal”.
Torres resolvió en las últimas horas “librar oficio a la AFIP a fin de que remita al tribunal un informe relacionado con la situación patrimonial, económica y financiera de las 469 personas físicas y jurídicas señaladas, desde el año 2001 hasta el presente, debiendo discriminarse los siguientes rubros: actividad, ingresos, bienes personales y situación patrimonial, especificando además si en la presentación anual correspondiente u otra pertinente, tales sujetos denunciaron poseer cuentas en el extranjero.
También la Unidad de Información Financiera (UIF) recibió un pedido para que “aporte un informe pormenorizado sobre la consistencia de la situación patrimonial y financiera de las 469 personas, en función de las disposiciones y exigencias de la Ley 25.246″. Esa norma, promulgada el 5 de mayo de 2000, durante el gobierno de la Alianza, establece el “deber de informar” las supuestas maniobras de “encubrimiento y Lavado de Activos de origen delictivo”. Torres quiere saber si la filial local del JP Morgan “ha observado tales disposiciones y demás normas”, es decir si cumplió o no con la ley argentina.
La UIF también deberá requerir “informes a las respectivas unidades de Información Financiera en Suiza y Estados Unidos a fin de que estas informen si las personas físicas y jurídicas que obran en el listado poseen cuentas a su nombre en el sistema financiero y se indiquen saldos.”
El juez también requirió con carácter de “urgente” a la Inspección General de Justicia “un informe pormenorizado a fin de detallar las participaciones societarias respecto de las 469 personas físicas y/o jurídicas, discriminándose la firma, su composición accionaria o cuotas partes, capital social y si ostentaban algún cargo en la dirección o representación de las mismas. Asimismo, deberá informar el tipo societario con el que opera la firma JP Morgan en la República Argentina y adjuntar datos de los directivos y responsables de dicha entidad bancaria.” A la Comisión Nacional de Valores (CNV), el juez le pidió “toda la información de que disponga en el ámbito de su competencia en relación a JP Morgan Chase S.A. sociedad de bolsa, y si respecto de ella se ha realizado (en ejercicio de su poder de policía) una inspección, y en caso afirmativo, cuáles han sido las conclusiones.”
JP Morgan Chase tenía un sector denominado “Banca Privada” situado en el piso 22 de las oficinas de Avenida Madero al 900, de esta Capital, entre enero de 2006 y diciembre de 2011, según se desprende del requerimiento del juez. Por allí, según Arbizu, pasaban las operaciones que denunció y que forman el objeto procesal de la causa de Torres. El juez quiere saber todo sobre esas oficinas, y por eso le pidió al Banco Central y al gobierno porteño si estaban habilitadas para operar comercialmente y, en caso afirmativo, se le remitan el listado “donde se encuentran asentadas todas las operaciones de cambio de divisas de los clientes mencionados por Arbizu”. «
cablevisión escapa a una multa de $ 100 mil diarios
Cablevisión debería empezar a pagar hoy una multa diaria por no adecuarse al valor del abono básico del cable. El juez Alfonso Ziulu aplicó la sanción el pasado 19 de abril con tres días hábiles para que la empresa acreditara haber complicado la sentencia, es decir, emitir una factura con la tarifa que impone la Secretaría de Comercio Interior. Al no haberlo hecho, desde hoy se empezarían a contar 100 mil pesos por día a calcular desde el último viernes.
Frente a esto, la empresa interpuso ayer un recurso de revocatoria con apelación en subsidio. Es decir, le pidió al juez que interviene que deje sin efecto la resolución o que intervenga la Cámara, con lo que consiguió estirar un poco más el proceso aun cuando desde la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires aseguran que el pedido será rechazado. Además, aunque el expediente vaya a la Cámara no debería suspender la ejecución de la medida cautelar y la multa. “La sanción que ya empezó a correr el viernes deberá ser aplicada porque al pedir revocatoria quiere decir que la empresa no cumplió ni va a cumplir. Esto significa también que esta semana es final para la empresa en las alternativas de postergación”, señalaron desde la defensoría.
una lista con familiares y amigos
El listado que confeccionó el juez Torres incluye al Grupo Clarín como tal y a sus directivos y familiares. Pero también a otras empresas y hombres y mujeres de negocios de significativa relevancia, entre ellos Eduardo Constantini, la Fundación Instituto Leloir y Nordelta SA.
Los nombres consignados, tal cual aparecen en la resolución del juez federal, son “1999 Ernestina Laura Herrera de Noble Trust”, “Agea Inversora SA”, “Alma Rocío Aranda”, “Aranda José A. / Noemí Alma”, “Arte Gráfico Editorial Argentina SA”, “Arte Gráfico Editorial Argentino SA (Clarín)”, “Artes Gráficas Rioplantense SA”, “Clarín Global SA”, “Compañía de Medios Digitales (CMD) SA”, “Ernestina Laura Herrera de Noble”, “Ernestina Laura Herrera de Noble and Marcela Noble Herrera”, “Ernestina Laura Herrera de Noble & Felipe Noble Herrera”, “Felipe Noble Herrera”, “Grupo Clarín SA”, “Grupo Clarín Services LLC”, “Guareschi Roberto Pablo & Alejandra P.”, “Héctor Horacio Magnetto”, “Héctor Mario Aranda & Claudia Felicitas Martín de Aranda”, “José Antonio Aranda” (en tres oportunidades), “Lucio R. Pagliaro”, “Lucio Rafael Pagliaro”, “Mercado Libre INC”, “Multicanal SA”, “Noemí Alma Luna de Aranda” (en dos ocasiones), “Pagliaro Lucio R. & Costes AN”, “Radio Mitre”, “Tele Red Imagen” y “Televisión Satelital Codificada”, entre otros.
El apellido Constantini se repite constantemente en el listado. Así, figuran “Eduardo y Mariana Constantini”, “Eduardo Constantini”, “Fundación Eduardo Constantini”, “María Soledad Constantini” (dos veces), “Mariana Constantini”, “Martín R. Constantini”, “Rodolfo Constantini”, “The Constaqntini Film Company LLC” y “Tomás Constantini”. En distintos lugares aparecen el titular del banco HSBC Enrique W. Ruete Aguirre, el Frigorífico Rioplatense, la Fundación Instituto Leloir y la Fundación Instituto Leloir Charitable Trust, Morgan Trust Company of the Bahamas, Nordelta SA y Abienur SA, una sociedad anónima emisora de acciones al portador registrada en Uruguay. También aparece reiteradamente el apellido Priu, vinculado con la Petrolera San Jorge, y las empresas vinculadas con Pampa Energía, del empresario Marcelo Mindlin.
domingo, 5 de mayo de 2013
FORSTER Y SU LIBRO POR JPFEINMANN
Forster y la moral de la inteligencia
Por José Pablo Feinmann
El ensayo que acaba de publicar Ricardo Forster es un acontecimiento moral. Apuesta a las ideas, al pensamiento riguroso, a la lucidez. Alejado del odio, de la injuria, de la chicana fácil, de las iras de clase, sólo se propone pensar. Insólito ejercicio en un país en que ya son demasiados quienes no lo hacen. O fingen pensar, pero sólo cultivan la habilidad para disfrazar de elegante discursividad el odio que comparten con quienes los leen y encuentran en sus líneas el camino a seguir. De aquí que califique a este libro de acontecimiento moral. Abre o –al menos– sigue apostando a la posibilidad de un camino alternativo, a una novedad, dentro del campo de las ideas. Bienvenido sea un libro sin odio, bien escrito, con una discursividad clara (que siempre tiene su origen en una buena prosa), profundo, que busca en los hechos, no una necesariedad dialéctica pero sí esas persistencias o pertenencias sin las que nada puede entenderse, que fue la propuesta del temprano posmodernismo de la fragmentación o de los dialectos del admirado por estas tierras Gianni Vattimo, algo que sólo puede explicar la pobreza intelectual, el dualismo que nos arrasa, la aspereza binaria que nos empobrece. Forster escribe para tratar de entendernos mejor. Para que podamos –al menos– intentar un diálogo. Construir un espacio de reflexión que nos aleje de la incipiente, amenazante violencia. A eso le llamo acontecimiento moral. Todo lo que trate de vitalizar la vida, de hacer más transitable y menos sangrienta la historia, es moral.
De Casullo, la influencia en el libro de Forster es grande. Se trata del reconocimiento a un gran compañero y acaso a un maestro. Dieron clases en la UBA y de esa experiencia queda el testimonio insoslayable de Itinerarios de la modernidad. Acaso pocos fueron los no sorprendidos con el giro de Forster hacia la política. El estudioso de Benjamin y el problema –central en todos los tiempos, pero en el nuestro ya trágico, urgente– del mal no parecía el más destinado a abrazar con pasión una causa política. Pero, son sus palabras, “el kirchnerismo vino a enloquecer a la historia”. Creo que también decía al decir eso: y, con fuerza irresistible, a mí. De este modo, desde esa locura fundante apoyada por la más rigurosa conceptualización, por una inteligencia que aborda todos los temas con solvencia y una brillantez que no está al servicio de velar deficiencias especulativas, sino al de potenciarlas, escribe Forster este libro que comentamos: La anomalía kirchnerista (cuya presentación en la Feria del Libro se describe en la página 35 de esta edición). Trata inicialmente la cuestión del populismo. Parece que ese monstruo ha regresado para destemplar las vidas serenas de los ciudadanos consumidores. “Todo se trastoca cuando (el populismo) introduce una cuña plebeya e igualitaria y sale a cuestionar el modelo de apropiación de la riqueza del bloque hegemónico” (Planeta, Buenos Aires, 2013, p. 21). El antagonismo racionalidad-irracionalidad sigue como fundamento de la historia argentina. El orden republicano del que habla la derecha una y otra vez y jamás pudo imponer (salvo al costo de negar a las mayorías o acudir al golpe de estado: menos con Menem, que les puso el peronismo a su servicio) siempre se vio amenazado “por esas ‘masas negras’” (p. 22). Alberdi distinguió entre una democracia bárbara y una democracia civilizada. Decía que la solución del problema argentino era la unión de las dos. Nunca se dio. En el siglo XIX, la democracia civilizada aniquiló a la bárbara y siempre lo hará en las décadas siguientes, en el siglo XX. En el XXI recibe la mala noticia de la anomalía (una extravagancia, una ex-centricidad al orden republicano de la burguesía) del kirchnerismo y ya ha perdido la paciencia. Esto es más de lo que puede tolerar. Es la pesadilla de Mitre. La que plantea Milcíades Peña: ¡Felipe Varela en el Fuerte de Buenos Aires! La izquierda se suma a esta condena con una conceptualización harto repetida: el populismo sólo se propone imponer un discurso demagógico (actualmente se abusa de las sinonimias en el intento, vano, de posar de actualizados, incluso sofisticados: se habla de impostura o de relato ficcional, conceptos acaso ofrecidos por Sarlo o Kovadloff) en tanto deja intransformada la estructura de poder que ha proclamado venir a transformar (Forster, Ibid., p. 23).
Forster es preciso en sus análisis de las figuras ideológicas de la escena política. Por ejemplo: “Nuestros progresistas, todos provenientes de la mitología de la revolución, antiguos cultores de los diversos marxismos y populismos transgresores, han mutado (¡y se le dice “converso” a Víctor Hugo Morales!, J.P.F.) en defensores a ultranza de una alquimia de liberal capitalismo, multiculturalismo importado de los departamentos de estudios culturales anglosajones, institucionalismo dogmático y rechazo visceral a cualquier recuperación de la política como conflicto” (Forster, Ibid., p. 27). Habríamos deseado que aquí Forster mencionara la neurótica negación del pensamiento de Jean-Paul Sartre, que reiría a carcajadas, acompañado por Marx, si le dijeran que la historia como conflicto y antagonismo se la encuentra hoy en Carl Schmitt y su polarización amigo-enemigo. Se recurre a los nazis para evitar a los marxistas. Además, ¡la Crítica de la razón dialéctica es un libro tan largo y difícil! De acuerdo, pero sigue siendo para mí –y sé que para Forster también– la más grande summa metodológica de nuestro tiempo. (¿Nos obligarán a esperar el regreso de Sartre en un avión negro, a postular que es el hecho maldito de la filosofía del imperio y sus departamentos de estudios culturales?)
El análisis de los discursos ideológicos que se arrojan sobre CFK encuentra en el estrafalario artículo de Aguinis sobre las simetrías entre las juventudes hitlerianas y La Cámpora, una inmejorable materia para exhibir los oscuros extravíos a que el odio somete al discurso inteligente. No suele Aguinis penetrar en el discurso inteligente. Lo suyo es el dislate impúdico. Aguinis, piensa Forster, banaliza el horror nazi. Dice que las juventudes hitlerianas eran superiores a las “bandas parapoliciales del cristinismo” porque al menos “tenían ideales”. ¿Cómo? ¿Qué ideales tenían? Los que hayan sido confluyeron en una guerra que sumó entre cincuenta y sesenta millones de muertos. ¿Tiene eso parangón con La Cámpora o algún otro encuadramiento del gobierno nacional, popular y democrático, que postula CFK? Pero, antes, Aguinis incurrió en un delito. Decir el dislate de La Cámpora y las juventudes hitleristas será un arrebato entre otros. Pero no es un delito. Decir que CFK sufre una depresión bipolar (enfermedad mental gravísima) en la Feria del Libro, junto a Jorge Fontevechia y frente a un auditorio colmado es un delito. CFK no era su paciente. Aguinis ni la conocía en persona. Todo profesional serio no hace público, no sólo ningún diagnóstico, sino acaso menos uno de bipolaridad. Escribe Forster: “Cuando en función de la lógica del odio y el prejuicio se pasan ciertos umbrales, ya no estamos delante de una disputa genuina en el interior de una sociedad democrática, que sabe y debe aceptar las diferencias, sino que algunos acaban por hundirse en el pantano de la malversación ética” (Forster, Ibid., p.255).
Nuestro autor dedica sus buenas páginas al análisis de las notas de Sarlo en La Nación. Hasta que llega a preguntar por qué Sarlo no se pregunta ciertas cosas que debiera. Por ejemplo: “¿Se preguntará Sarlo por qué los lectores de La Nación festejan y se sienten tan identificados con sus artículos obsesionados por la figura de Cristina? ¿Y que los dueños del principal diario de la derecha argentina la tengan como una de sus columnistas estrellas, no le hace el mínimo ruido cuando revisa su historia?” (Ibid., p. 245). Le reprocha que no se pregunte por “el famoso lugar de la enunciación”, que no se ocupe de los verdaderos rostros del poder económico, ni de la crisis económica mundial, de los golpes de mercado, de las corporaciones mediáticas, que haya desaparecido de su vocabulario “cualquier referencia a la derecha, al poder corporativo e, incluso, al neoliberalismo” (Ibid., p.246). Y concluye: “Los actuales ‘progresistas’ prefieren desviar su atención hacia los semblantes, las estéticas, el estilo discursivo de Cristina, los simulacros, las ‘carencias republicanas’, el ‘hegemonismo autoritario’ expresado en el uso de la cadena nacional, la supuesta falta de ‘calidad institucional’ y el infaltable latiguillo de la ‘corrupción’. Lo demás es silencio” (Ibid., p. 246). No es arbitrario suponer que el “lugar de la enunciación” en que Sarlo se para es el más adecuado para lo que hoy dice. Habría, también, que rastrear un itinerario que ha girado a la derecha desde el retorno de la democracia para no sorprenderse tanto por su “cambio”. Y habría que leer su prólogo al libro de Héctor Ricardo Leis (Un testamento de los años ’70. Terrorismo, política y verdad en Argentina), libro en que su autor propone “una única lista y un único memorial donde estén los nombres de todos los muertos y desaparecidos: los que mataron la guerrilla, la Triple A y las Fuerzas Armadas” (Sarlo, La trampa terrorista, sobre la violencia de los setenta, prólogo al libro de Héctor Ricardo Leis), para no sorprenderse por un giro aún más profundo hacia la derecha en los tiempos venideros. Que no sea así es algo hondamente deseable para la buena salud de la democracia argentina. Pero el Prólogo al libro del revolucionario que sobrevivió “y siguió pensando” (como si otros se hubieran dedicado a tomar mate bajo la parra del patio en un camino irreversible hacia la idiotez) tiene párrafos escalofriantes que nada bueno hacen esperar. Ojalá me equivoque.
05/05/13 Página|12
Puede adquirir el libro en Librería Santa Fe
CULTURA...PARTE V EDUARDO ANGUITA
Cuestiones sobre el compromiso
Por Eduardo Anguita y Eduardo Russo
politica@miradasalsur.com
Entrevista. Guillermo Saccomanno. Escritor.
Arranquemos por dónde se lleva a cabo la Feria del Libro, lo que debería ser el encuentro de los intelectuales con el pueblo. Las primeras ferias, cuando aún no tenían ese nombre, se llevaron a cabo de forma callejera. Después se institucionalizaron en el predio ferial al lado de la Facultad de Derecho. Ahora se realizan en la Sociedad Rural
–Me parece que la discusión pasaría por la entrada: mi idea es que ésta debería ser una muestra de acceso irrestricto y que no se debería cobrar. Es cierto que no hay un afuera de la cultura de la plusvalía, pero si el que quiere comprar un libro debe pagar entrada, estás poniéndole un plus al precio de tapa. Si pensamos en un matrimonio tipo que viene con dos chicos, y les compra una gaseosa, un pancho, más un libro, no veo hasta dónde se plantea la relación vital, la sustancia modificadora que uno está añorando entre el texto, la escritura y el lector. La Feria me plantea un entredicho, nunca sé si hago bien o mal en venir, si estoy o no de acuerdo. Creo que éste es el debate que se abre para nosotros, los escritores. Porque se supone que uno escribe pensando que la literatura es cuestionadora, que subvierte, que hace preguntas. Ahora, si las preguntas hay que pagarlas 150 pesos, que es lo que vale un libro, estamos jodidos.
–En definitiva, se trata del lugar que se le da a la cultura.
–El lugar del mercado, sin un afuera.
–Pero de ese modo, lo único que se busca es que el mercado llegue a la gente, no que sea la cultura la que llegue.
–Me parece que como intelectuales, como escritores, tenemos que marcar estas cosas porque cuando yo digo que no hay afuera, hablo de mi pertenencia como autor. Pertenencia en el sentido que mi obra está dentro de una gran editorial que edita buena literatura y un 70% de basura. Esto pasa con todas las grandes editoriales. Ahora, dentro del negocio, uno trata de mantener pequeñas islas de independencia, de ver cómo se puede hacer un recorte. Sería interesante que la Feria planteara ese recorte donde la calidad se privilegiara. Y esto tiene que ver con políticas de Estado de educación. Políticas que no pueden quedar en manos de los fabricantes de libros. Siempre me interesó marcar la relación entre literatura y dinero porque, de lo contrario parece que la literatura estuviera allá, lejos, en un lugar alto, inaccesible, al cual no se puede acceder. El único que llama a las cosas por su nombre es Andrés Ribera: no tiene empacho en decir “yo vivo de esto, yo gano tanto”. Todo esto tiene que ver con la Feria, un lugar que parece ser un movimiento cultural que engrandece la Argentina. Pero no porque vengan micros llenos de pibes se va a cambiar la educación en la Argentina. Recuerdo que, años atrás, las familias salían de la Feria con un librito de Mafalda y cientos de folletos de tractores checoslovacos. Por supuesto que hay una pléyade de autores, hay mesas redondas interesantes, hay polémicas, pero lo interesante es hablar del negocio y de los enfrentamientos. Creo que hay dos cámaras del libro. Una que plantea posiciones progresistas y de cambios y otra que es la compuesta por los pools editoriales que tienen otros intereses, los del negocio. Si nosotros, lo escritores, los intelectuales, no ponemos sobre el tapete esta discusión no estamos discutiendo nuestra obra o lo que nuestra obra intenta apuntar o decir o significar.
–Parte de ese debate estuvo demostrado en los discursos de apertura de la Feria: Rodolfo Hamawi con las cifras de las industrias culturales, Sileoni con el incremento en el área educativa, Vicente Battista con la diferencia entre mirar y leer y Hernán Lombardi que planteaba que había cada vez menos escritores y menos libros...
–Lombardi es cómplice del gobierno de Macri, a él le importa el turismo. El gobierno de Macri intenta siempre bloquear los premios municipales, que son los premios que se asignan a una trayectoria, no sólo a un libro, porque el libro que se premia es siempre la continuidad de una obra en producción. El gobierno de Macri, como antes el gobierno de Telerman, intentó bloquear estos premios que son un subsidio que le permite al escritor tener una vida un poco mejor. Uno no puede vivir exclusivamente de la literatura sino que debe desarrollar actividades paraliterarias: periodismo, publicidad, historieta. Al señor Lombardi no le importa nada de esto. Del mismo modo me parece importante resaltar el discurso de Vicente Battista que me parece que es un discurso sumamente político y progresista porque está planteando la cuestión de la sindicalización o de la jubilación de los escritores. Tiene que haber una política de Estado. No sirve de nada venir acá a hablar de Borges: ya sabemos quién es Borges. No me importa que el señor J.M. Coetzee, que es un gran escritor, al que respeto y admiro, nos venga a hablar de la censura. A esta altura es como María Elena Walsh hablando de los derechos humanos. Nos viene a decir algo que ya sabemos. Me parece mucho más importante aquel discurso que rompe con esta cosa presuntamente carismática donde se viene a decir lo que se quiere escuchar.
–Proviene de una familia del sur de la Ciudad de Buenos Aires, de clase media-baja. Muchas veces se cree que en la literatura tener doble apellido es una buena ventaja. ¿Cómo fue romper con esos paradigmas?
–Tal vez tenga una posición un poco zen, de desapego. Creo que cuanto más tenés más prisionero sos de las cosas que tenés, los objetos te van marcando. No me interesa estar prisionero del auto, del mail, del teléfono celular. Por otro lado, esto tiene que ver con que considero a mi actividad como un oficio. Entiendo que se puede hablar de arte, de obras más logradas, más o menos excelsas pero, fundamentalmente, los escritores que más admiro se levantan todos los días y se ponen a trabajar. Si uno quiere que el milagro se produzca debe ir todos los días a misa. Dios no te da bola si aparecés sólo los domingos.
–No parece la confesión de un ateo...
–No, no soy ateo. Tengo un pensamiento religioso. Creo que mi relación con la escritura es sagrada. Cuando Kafka escribe en su diario “para mí la literatura es mi religión” adscribo plenamente. Y, además, debés tener convicción, voluntad de ponerte todos los días y laburar. Si yo tengo un subsidio que me dio el Estado argentino, el premio nacional y el premio municipal, sé que puede sonar demagógico pero tengo la obligación de escribir y de escribir cada vez mejor, porque es el pueblo argentino el que me está subvencionando. Eso no implica que yo deba escribir la biografía de Cristina o del presidente de turno. Cuando le conté a mi agente española Carmen Balcells que vivía en parte de los premios, me pregunto si vivía de ganar premios. “No, de los ya ganados”, le dije. Entonces le expliqué cómo funcionaba el sistema de premios y subsidios en la Argentina. El premio Nacional de literatura consiste en que después de los 60 años tenés un subsidio de por vida equivalente a no sé cuántas jubilaciones mínimas y el premio Municipal es algo parecido. Estaba sorprendida, en ningún país del mundo hay esta generosidad con la cultura. Y en ningún país del mundo hay crápulas como Macri que cada tanto intentan bloquearlo. Macri: que no ha leído un puto libro en su vida. El mismo Macri responsable de la represión en el Borda. No es casual que Macri tenga esta actitud con la cultura y con la locura. Porque lo que se trata de hace en el Borda es el tratamiento, la sanación del equilibrio mental de una sociedad. No es casual que Macri se ensañe en estas áreas.
–¿Cómo entiende esta polaridad, en la cual el periodismo vende y mucha gente compra, de que hay intelectuales que siguen a La Nación o a Clarín e intelectuales que siguen a los medios K? ¿Cómo ve esta cuestión de que existan una cantidad de escritores, intelectuales reputados, a los cuales se los busca para que tomen partido políticamente?
–Yo creo que uno toma partido desde el momento en que está escribiendo. Creo que mi compromiso pasa por la literatura. Como dijo alguna vez el maestro David Viñas, yo creo que la obligación o función del intelectual consiste en tener una independencia crítica que no excluye el compromiso. Mi compromiso pasa por la literatura. Yo ya pinté paredes cuando era pibe y anduve con un aerosol en el bolsillo. Ahora, colaboro desde la máquina de escribir, desde el ordenador: es ahí donde está mi compromiso. Yo colaboro en Página 12, lo cual no quiere decir que no lea La Nación o Clarín. Otra vez Viñas: uno lo veía en el bar La Paz leyendo La Nación, subrayándolo. “Quiero ver en qué anda el enemigo”, decía. Y Trotsky: “Si quiero ver a dónde va la revolución lo que tengo que saber es a dónde va el capital”. Entonces con leer diarios de mi club, no me alcanza.
–Dice que su único compromiso es con la literatura, algo que podrían suscribir escritores de distinto signo político. ¿No es indispensable, para decir eso, saber desde dónde se para uno, desde qué ideología?
–Está bien, redondeo la idea. Mi compromiso pasa por la literatura y mi compromiso pasa por la educación. Cuando me convocaron desde el ministerio de Educación para ir a los colegios del Conurbano, fui de los primeros en ir. Desarrollamos una experiencia maravillosa en un colegio de Villa Gesell. Pasábamos un día íntegro dentro del colegio charlando con los tres turnos. Había que pararse ante los alumnos y explicarles sucintamente cuáles eran los mecanismos narrativos o de aprendizaje de interrogación para realizar testimonios, y crear, junto con los pibes, una historia actualizada de Gesell juntando testimonios. Fue extraordinario. Se hizo un libro que se vendió y se agotó muy rápido, que no contó con ningún apoyo gubernamental de la intendencia de Gesell, en ese momento radical. La intendencia actual no ha cambiado mucho: el intendente es invitado a un colegio y propone regalarle un televisor a los chicos.
¿En qué quedamos, venimos a ver el partido o venimos a estudiar? Creo que el compromiso pasa no sólo como escritor y por estar en tu mesa de trabajo, sino también cuando te convocan de un colegio, de una universidad, de un barrio.
–La percepción de la situación política, cultural, social, ¿es muy importante en su narrativa? ¿Necesita calibrarla, pensarla, ser optimista o da todo lo mismo?
–Es una alternancia. Mi literatura puede ser considerada realista o que tomo partido por una poética del realismo. Lo que pasa es que vivo en un pueblo relativamente chico, donde el peón del corralón, el barrendero, el supermercadista, el vecino están ahí, al lado. Y uno se alimenta de todo eso, de todas esas historias. Uno piensa que en un pueblo no pasa nada, que todo pasa en la ciudad o en el centro. Y no es así. Están pasando situaciones todo el tiempo, desde un adulterio, hasta una coima, desde el amor hasta las corridas del pibe chorro. De esto se nutre un escritor, de la realidad. Claro que, como dice Antonio Dal Masetto, la realidad a veces exagera.
05/05/13 Miradas al Sur
CULTURA MEDIOS Y PODER PARTE IV MARTIN BECERRA.
Un ciclo, dos etapas
Por Martín Becerra (Universidad Nacional de Quilmes – Conicet. En Twitter, @aracalacana)
politica@miradasalsur.com
Política de medios del kirchnerismo. Una mirada crítica sobre la conflictiva relación entre los medios de comunicación hegemónicos y el Gobierno.
En la política de medios e industrias culturales desplegada por el kirchnerismo entre 2003 y 2013 se distinguen dos etapas. Aunque hay ejes de continuidad en todo el ciclo, hay también diferencias sobresalientes entre las etapas. El punto de ruptura se ubica tras la asunción de Cristina Fernández de Kirchner como Presidenta, quien disolvió los buenos vínculos que su antecesor, Néstor Kirchner, cultivó con el Grupo Clarín durante el lapso 2003-2007.
Cuando Kirchner llegó a la presidencia en 2003, el sistema de medios había sufrido una importante transformación y modernización, pero estaba en quiebra. El sector se había concentrado en pocos grupos, nacionales y extranjeros, algunos de ellos asociados a capitales financieros; la concentración era de carácter conglomeral, es decir, que los grupos desbordaban en muchos casos su actividad inicial y se habían expandido a otros medios (multimedios) y también a otras áreas de la economía, lo que en varios mercados se traducía en actores dominantes; se había remozado tecnológicamente el parque productivo; la organización de los procesos de creación y edición había mutado por la tercerización de la producción de contenidos lo que, a su vez, había estimulado una dinámica base de productoras de diferente tamaño; se forjaron nuevos patrones estéticos tanto en la ficción televisiva como en los géneros periodísticos; había resucitado la industria cinematográfica por la Ley del Cine de 1994, y se había incrementado la centralización de la producción en Buenos Aires, algo que en su último gobierno Carlos Menem legalizó a través de la autorización para el funcionamiento de redes de radio y televisión.
Estructuralmente, la masificación de la televisión por cable de la década de 1990 cambió el mercado audiovisual, que es la principal forma de acceso a informaciones y entretenimientos. Señales de noticias, series y cine, deportes e infantiles se añadieron a la dieta comunicacional de los argentinos, en algunos casos a expensas de otros consumos. En lo económico, la tv por cable disputó a la tv abierta el cetro de la facturación, lo que atrajo la atención de grandes grupos.
La crisis de 2001 causó una importante retracción de los mercados pagos de industrias culturales (cayeron los abonos a la televisión por cable, la compra de diarios, revistas, libros y discos y las entradas de cine), redujo dramáticamente la inversión publicitaria y, en consecuencia, alteró todo el sistema. La televisión exhibió en sus pantallas envíos de bajo costo, talk-shows y envíos de formato periodístico.
Las empresas de medios, que en muchos casos habían contraído deudas en dólares en la década anterior, registraban ingresos menguantes y en pesos. Ello motivó al gobierno de Eduardo Duhalde a impulsar una ley aprobada luego en la gestión de Kirchner: la de Preservación de Bienes Culturales que, al establecer un tope del 30% de capital extranjero en las industrias culturales argentinas, impedía que acreedores externos reclamaran los activos de las empresas locales endeudadas como parte de pago y tuvieran que negociar quitas y planes de financiación del pasivo. La Ley de Bienes Culturales fue un salvataje estatal a las empresas de medios que impregnó, como lógica de intervención, la primera etapa del ciclo kirchnerista. La renovación automática de las licencias televisivas más importantes de los dos principales grupos de medios, Clarín y Telefónica, en diciembre de 2004, y, sobre todo, la firma del Decreto 527 en 2005 mediante el cual Kirchner suspendió el cómputo de diez años para las licencias audiovisuales, constituyen indicadores explícitos (hay otros) de un Estado que socorrió a los magullados capitales de la comunicación. Mientras tanto, las organizaciones sin fines de lucro continuaban proscriptas del acceso a licencias audiovisuales, lo que contravenía el derecho a la comunicación.
El oficialismo justifica esa intervención en la débil legitimidad de origen del gobierno de Kirchner. La recomposición de la autoridad estatal a través de la designación de una Corte Suprema de Justicia independiente del gobierno, el impulso a los juicios por violaciones a los derechos humanos y la recuperación macroeconómica ampliaron el apoyo social y político al presidente. La justificación no basta, pues, para explicar que, tras las elecciones presidenciales de 2007, cuando Cristina Fernández fue electa con una diferencia de más de 20 puntos sobre sus adversarios, Kirchner autorizó en su último día de mandato la fusión entre Cablevisión y Multicanal (Grupo Clarín). El cable representa más del 75% de los ingresos del conglomerado conducido por Héctor Magnetto.
La presidencia de Kirchner respaldó la estructura de medios heredada, estimulando su estructura, en especial la concentración. Evitó habilitar el acceso a los medios por parte de sectores sociales no lucrativos, concibió un esquema de ayuda estatal a cambio de apoyo editorial, incentivó la mejora en la programación de Canal 7, creó la señal Encuentro. El sector se recompuso económicamente y experimentó una primavera exportadora de contenidos y formatos. A los periodistas les fastidiaba la desintermediación que Kirchner ejercitaba prescindiendo de conferencias de prensa y entrevistas, pero al no promover grandes cambios en el sector, convivió amablemente con los grandes grupos.
Cuando llevaba cuatro meses de mandato y en pleno inicio de la llamada “crisis del campo” de 2008, Cristina Fernández bosquejó una nueva política de comunicación cuyo denominador común fue la ruptura con Clarín. A su vez Clarín quebró lanzas a partir de una edición de la crisis sumamente agresiva con el Gobierno, lo que coronó un distanciamiento originado por negocios (ingreso al capital accionario de Telecom). Si en 2008 el enfrentamiento fue verbal, a partir de 2009 pasó a la acción. Así, el Gobierno creó el programa Fútbol Para Todos y adoptó la norma japonesa-brasileña de televisión digital. En octubre de 2009, el Congreso sancionó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual tras un debate social inédito. Con ello, el Gobierno condujo la desarticulación del tabú que impedía hablar, en el espacio político, de los intereses de los medios y que alimentaba la ideología de la objetividad periodística. El siguiente paso fue cuestionar la sociedad entre el Estado, Clarín y La Nación en Papel Prensa, acusando a Magnetto de coparticipar con la Dictadura del delito de lesa humanidad en la desposesión de las acciones de los herederos de David Graiver (ex accionista mayoritario) en 1977.
El cambio en las políticas de comunicación es contemporáneo con la discusión instalada en varios países latinoamericanos sobre la regulación de los medios e industrias convergentes (telecomunicaciones, internet). En el plano local, la derrota en las elecciones de medio término de 2009 precipitó, en éste y en otros ámbitos, nuevos modos de intervención estatal. Desde entonces se incrementó la publicidad oficial con la que se premia a empresarios de medios afines y castiga a díscolos. Es una lógica inherente a casi todo el arco político: gestiones disímiles como las de Mauricio Macri o Daniel Scioli replican el uso discrecional de recursos públicos con fines propagandísticos y se resisten a regularlo. Más recientemente, el Gobierno fue denunciado por presionar a anunciantes privados (supermercados y telefónicas –ambos actores concentrados con la venia gubernamental–) para que retiren sus anuncios de los diarios críticos al oficialismo.
El conflicto con Clarín marca el compás: desde fines de 2009 el Gobierno aplica en política de medios métodos excepcionales antes que adscriptos a la ley audiovisual. Varios indicadores lo demuestran: la resistencia a la plena integración del directorio de la autoridad de aplicación (Afsca) con las fuerzas de oposición (entre 2009 y 2011 la responsabilidad fue de la oposición que evitó nominar directores de Afsca); el uso de los medios estatales para denostar posiciones no coincidentes con el oficialismo, lo que contradice su mandato de pluralismo; las señales otorgadas sin concurso en televisión digital; la falta de información respecto de quiénes son los licenciatarios y de información acerca de cuánta publicidad oficial reciben. Además, lejos de concretar la entrega del 33% del espectro para actores sin fines de lucro, el 94% de los medios autorizados a funcionar tras la sanción de la ley son emisoras estatales. El Gobierno se excusa en la suspensión de algunos pocos (aunque centrales) artículos de la ley por parte de la Justicia, pero su atención al resto de la norma fue parca. Cuando quiso respetar la ley obtuvo magros resultados: el esfuerzo para fomentar la producción local de contenidos televisivos no suscitó, hasta ahora, el interés de las audiencias.
Por otra parte, el gobierno se resiste a cumplir el Decreto 1.172/03 de Kirchner para garantizar el acceso a la información pública del Poder Ejecutivo, protagonizando litigios en los que defiende posiciones antitéticas de aquella medida (un caso emblemático es el del PAMI, en el que intervino la Corte Suprema en 2012).
En diez años, el ciclo kirchnerista promovió transformaciones sustanciales que conviven con una creciente convergencia tecnológica y con la mutación de hábitos de consumo cultural. Hay grupos privados en ascenso (como Vila-Manzano o Cristóbal López) y un Estado que emerge como emisor con potencia y como dinámico operador audiovisual, movimientos que representan novedades. Clarín, en cambio, ve acechado el dominio que ejerció durante décadas. El Gobierno y los grupos empresariales tradicionales pugnan por relaciones de fuerza distintas a las que expresó el campo mediático desde 1989 y hasta 2008. La élite periodística recrea (con excepciones) la polarización a través de discursos endogámicos. En paralelo, las expectativas inclusivas alentadas por la ley audiovisual generaron un movimiento menos visible, pero de gran extensión territorial, de cooperativas, productoras pequeñas y medianas y actores sociales que no se resigna al archivo de los derechos por los que bregan desde antes de 2003.
GB
CULTURA MEDIOS Y PODER PARTE III FLORENCIA SAINTOUT.
“Hay que romper la certeza de un único periodismo”
Por Miguel Russo
mrusso@miradasalsur.com
Entrevista. Florencia Saintout. Decana de Periodismo UNLP.
La idea es averiguar cómo comunicar. Mejor dicho, desentrañar qué es lo que se rompió y qué es lo que hay que reformular dentro de la comunicación. La licenciada Florencia Saintout, decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, abre el juego de evaluar qué es el periodismo. “Una de las cuestiones que me parece más interesante en este momento histórico es que vuelve a estar en reflexión, en duda, qué es el periodismo. Posiblemente no haya una única manera de ser del periodismo, o un único deber ser, o un lugar para el periodismo inmutable. Saber qué lugar debe ocupar el periodismo es un asunto de definición pública. No es algo que se define por especialistas o por expertos, sino que debería hacerse al calor de las discusiones públicas o de los debates públicos. Puede parecer una consigna, pero no lo digo en absoluto desde ahí, sino que el periodismo es algo que debemos definir como pueblo.”
–Quizás esa sea una de las primeras definiciones...
–Y tiene que ver con la idea misma del periodismo, del mejor periodismo. Al decir “el mejor periodismo” estoy diciendo que puede haber otros, pero hablo de aquel que se debe al derecho a la comunicación de los pueblos, que define sus sentidos reconociendo el derecho a la comunicación. No como un derecho individual, como un derecho que va más allá de la libertad de expresión el cual se ha entendido en sus raíces liberales, que tiene que ver exclusivamente con la libertad de empresa. El periodismo que reconoce el derecho a la comunicación está reconociendo la existencia de lo social, de la historia, de unos actores y unos sujetos de la historia. Por eso hablo de pueblo. No es la historia en el vacío, está reconociendo las luchas y en las luchas está tomando posición.
–Esa definición también habla de una primera bifurcación, ¿desde dónde se para uno, desde qué ideología, para hablar del derecho a la comunicación de los pueblos?
–Claro, no es lo mismo hablar del derecho de la comunicación de los pueblos que de la opinión pública, o de la libertad de expresión en el vacío como una libertad de individuos. Ahí ya hay un posicionamiento. El periodismo que reconoce el derecho a la comunicación de los pueblos también está reconociendo sus luchas por la emancipación. Una vez que ese periodismo tomó posición, van apareciendo otras preguntas: ¿qué es lo real, qué es la verdad? Y esos caminos no están dados de antemano. Personalmente, me sitúo en un lugar en el cual asumimos que la verdad siempre es una verdad que está en disputa, en lucha y que la verdad tiene una dimensión que tiene que ver con la construcción, desde qué lugar miro la verdad. Pero hay algo que es, sea lo que sea, lo real. Me parece que esto es importante que se discuta en las facultades, en foros, que no se discuta con la rapidez de los medios de comunicación. En estos días se está dando una discusión sobre la cantidad de muertos que hubo por las inundaciones en La Plata. Por supuesto que ahí, además de las discusiones políticas, también se da un debate en torno de qué es la verdad, y allí hay, al menos, dos modos de construir los datos. Los datos siempre se construyen, siempre se leen, pero hay algo que es lo real más allá de la construcción de esos datos.
–Lo real sería el número exacto de víctimas...
–De acuerdo. ¿Hay cadáveres escondidos o no hay cadáveres escondidos? Hay una posición constructivista, donde todo es interpretación de acuerdo al lugar en que uno esté parado. Y hay otra posición empirista, que es esta posición donde lo real es lo que existe y el periodismo lo único que puede hacer es dar cuenta de eso y punto. En el medio, hay caminos que es importante pensarlos en tensión, no digo en contradicción, porque la contradicción tiene la ilusión de que en algún momento se resuelve en algún tipo de síntesis. Hablo de la tensión entre estas dos posturas. Está lo real, pero también están los modos de interpretación, y el periodismo debe tener muy claro en qué lugar se posiciona a la hora de interpretar.
–Usted decía que hay un sector empirista del periodismo que dice que lo real es lo que existe. Pero, ¿no es que lo que dice en realidad es que lo real es lo que dice que existe?
–“Lo real es lo que digo que existe” es un posicionamiento, una interpretación que es visible para todos y puede ser puesta en discusión. Pero no dice eso, dice “lo real es lo que existe”. Está asumiendo una posición en el mismo momento en que la niega. Y esa posición generalmente es la posición del poder hegemónico. No el poder que transforma sino el poder que administra el orden. Cuando el periodismo dice “lo real es lo que existe” y punto, lo único que hace es contarlo, mostrarlo anulando todo tipo de posicionamiento. Hace un doble movimiento en el cual desconoce los modos de posicionarse. Desconoce su propio lugar pero, a la vez, reconoce el orden existente como el único posible. Por eso se discute tanto en este último tiempo con nombres como “militante” o “independiente”, pero que tienen que ver con desde dónde habla el periodismo. ¿Habla desde el vacío social? No, el vacío social no existe. Habla desde algún lugar pero, ¿cuál es ese lugar? Si dejamos de entender la democracia como un slogan, como un punto de llegada y nada más, como una versión cosificada, y la entendemos como un horizonte, como un lugar siempre inconcluso y a construir, sabremos que en democracia existe la posibilidad del disenso, del conflicto, de los diferentes posicionamientos con más o menos padecimientos, con más o menos goces. Si entendemos así la democracia, bienvenida sea esta discusión sobre el periodismo y los lugares que ocupa.
–¿Cómo le explica a un estudiante de periodismo, tomando lo sucedido en el Borda, que la conflictividad está en si se trató de “represión” o de “incidentes”? Allí, parecería que el eje de la discusión se corriera y se empezara a discutir de palabras.
–Las palabras siempre tienen historias, siempre tienen posiciones, siempre tienen dueños. Y esa propiedad se pone en disputa. Éste es un momento en el cual las palabras están particularmente vivas. Están vivas en sus luchas por lo cual hay que aclararlas permanentemente. Eso, lejos de ser negativo, es algo muy interesante. El problema es cuando no hay que aclarar nada. El problema es cuando se lleva tan al infinito esta situación de la aclaración de las palabras, de la discusión de sentidos, donde todo pareciera ser que tiene que ver con el territorio de lo simbólico y que no hay nada que sea lo real. Creo que a las personas se nos vedó el acceso a lo real sin su atravesamiento por el lenguaje. Pero eso no impide pensar que exista algo que es lo real. El conflicto es que no podamos acceder a él tan claramente, como a veces piensa cierto periodismo hegemónico que incluso cree que en la palabra al desnudo o en la palabra seca está lo real o la verdad. Hay todo una tradición epistemológica que cree que lo real se presenta tal cual es. Y no es así.
Y hay otra tradición, negativa también, que dice “nada de lo real existe, lo único que existe es el lenguaje y todo es una construcción”. De ese modo, no existe la tortura, no existe la represión, no existe la guerra. En la tensión entre estos movimientos es donde es posible decir que hay algo que es lo real y que hay diferentes modos de acercamiento. La sociología trabajó esto de mil maneras. Desde las prenociones o desde las posiciones más positivistas, siempre hubo una pregunta por esto: desde qué lugar es que se conoce. Pierre Bourdieu dice que no puede pensar un conocimiento de lo social sin poner en reflexión, en pregunta, cuáles son estas posturas que tiene el investigador, o sea las prenociones. Y finalmente llega a una pregunta:
¿podemos saberlas todas, podemos acceder a todas? No se sabe cuál es la profundidad a la cual podemos acceder. Lo que sí podemos decir es que el periodismo ciego, el que no revisa ninguna de sus posiciones y cree que no tiene posición, es el periodismo del ejercicio dominante. Ese periodismo no necesita revisar sus posiciones porque es el lugar desde donde ve. Un periodismo que se plantea la conservación del orden social imperante. Ahí hay también otras discusiones interesantes.
Puedo pensar que ese orden es justo y quiero conservarlo, pero también puedo pensar que ese orden es injusto y querer transformarlo aunque no me dé cuenta que lo estoy conservando en mis prácticas periodísticas. El periodismo se aprende y se enseña de muchas maneras, no solamente como una cuestión de expertos. Debe ser un asunto de todos, público, donde se pueda entrar y salir, quedarse y transitar desde múltiples lugares. Pero uno de los primeros lugares debe ser la indagación, la pregunta sobre aquello que se ve como natural. Si está esa pregunta hay una garantía de un mejor periodismo. Y en líneas generales no es lo que se enseña, ni en los medios ni en las carreras de comunicación, es lo más complejo de problematizar.
–¿Qué hacer, entonces?
–Poner en crisis. De entrada, nosotros, acá, en la facultad, tenemos una posición clara respecto de lo que no podemos formar. Un Rodolfo Walsh no se forma en una facultad. Estoy pensando en las maestrías en periodismo, las primeras que se crean en la Argentina. Una, la que armamos nosotros con la Utpba; otra, en los mismos años, que hizo Clarín con la Universidad de San Andrés, y otra que hizo La Nación con la Universidad Di Tella. Pensar en la unión de una universidad pública con un sindicato, más allá de la historia y todo lo que puede ser puesto en discusión, no es lo mismo que pensar en la de una universidad privada con un medio de comunicación como Clarín o La Nación.
Ahí ya hay una interpelación, una discusión con distintos modos de entender el periodismo. No hay fórmulas, no es que tenemos el manual cerrado y punto, pero la mejor manera es poner en evidencia, o en todo caso romper la certeza de que hay un único modo de periodismo, en términos de caminos seguros y sin riesgos. Poner en cuestión los diferentes modos de pensar el periodismo teniendo en cuenta la necesidad de la reinvención de otros modos. En un curso de Epistemología de la educación en el doctorado de Ciencias Sociales, un estudiante me decía “Rodolfo Walsh es la expresión de una época y eso nunca más va a poder suceder así”. Pensemos: por un lado, siempre es interesante revisar esto de la expresión de una época porque está claro cómo la época habla en Rodolfo Walsh, en su trayectoria, en su recorrido. Lo que no está claro es por qué no todos fueron Rodolfo Walsh. Pero, además, las épocas nunca son cerradas.
Están hechas de tensiones, luchas, contradicciones, momentos de espera o de órdenes, consensos más o menos firmes. Y en todo eso que se llaman “las épocas” hay una dimensión que tiene que ver con la reproducción y otra que tiene que ver con la invención. Siempre se está inventando, siempre hay una creación, incluso a la hora de elegir, no como una elección consciente y de voluntad, pero a la hora de que se reproduzcan ciertas estructuras también esa reproducción en un nuevo contexto implica un orden de la creatividad.
Creo que se deben poner sobre la mesa estos diferentes modos que hubo del periodismo, estos diferentes estatutos del periodismo, estos diferentes periodistas también. Y hacerlo a la luz y al calor de los hechos, de las necesidades, de las urgencias y de los deseos, pero siempre desde una posición política. Ahí es donde hablo de la importancia de una interpelación institucional, académica, de una conducción política. Trabajo en una universidad pública, jamás cerramos las puertas a nadie. Lo que no quiere decir que no tengamos una posición que hacemos explícita desde el primer día de clases.
Esto tal vez nos dé más garantías de tener un mejor periodismo, o lo que creemos que es un mejor periodismo, que el que se puede hacer repitiendo la lógica de las cinco w de los manuales o aprendiendo en una redacción las rutinas y prácticas periodísticas sin ningún tipo de reflexión. Lo que se puede llamar lo mejor del periodismo se hizo desde la incomodidad. No desde la incomodidad absoluta, donde no hay un sólo lugar en el mundo para pararnos. Hay que ir a la búsqueda de unas lecturas, de unos hechos, de escuchar a unos y no a otros, a elegir que la palabra de uno sea más fuerte o tenga más sentido que la de otros. El periodismo tiene mucho de creación. Se puede aprender memorizando manuales, pero uno debe preguntarse por el estatuto de su contemporaneidad y cómo intervenir sobre él.
–¿Qué falla en la política comunicacional como para que, en lugar de estar en desacuerdo, se llegue al grado de violencia que se llega ante la desavenencia con un gobierno?
–La pregunta tiene una dificultad, un punto para la reflexión en eso de que lo que falla es la comunicación. ¿Qué es una comunicación que falla? Eso puede ser pensado si uno tiene el modelo de la comunicación transparente, lineal, en el que hay un mensaje emitido y un mensaje que llega produciendo el efecto deseado. Ahí ya hay un problema. Yo no creo que la comunicación humana funcione así. Por el contrario, el encuentro es siempre conflictivo, de muchísima opacidad, de mucha imposibilidad, y no lo digo en un sentido negativo.
Esa primera dificultad de la pregunta tiene que ver de qué comunicación estamos hablando cuando se habla de que falle. En segundo lugar, la pregunta parte de una consideración que es “hay algo que se está haciendo bien”, por ejemplo, un proyecto de desarrollo con inclusión, “pero no todo el mundo puede verlo”. Yo creo que hay algo que se está haciendo bien y, como siempre, hay cosas que se están haciendo mal. Lo que puede pasar es que algunos no logran verlo y otros no quieran verlo o no estén de acuerdo con ese modelo de desarrollo con inclusión para sintetizarlo de alguna manera.
Así, lo que aparece como una falla de comunicación, como el conflicto, tal vez no tenga que ver con que no comprendieron sino con que no quieran tener el mismo modelo de Nación, con que no crean en las mismas cosas. Ahí también hay algo que hay que poner en juego: más allá de la aprobación de la ley, más allá de que en muchos aspectos está funcionando, hay un punto central que tiene que ver con una democratización de las estructuras de propiedad de los medios.
Leí una nota central de La Nación, escrita por Pablo Sirvén, que decía cómo Lanata había entendido el tiempo histórico, algo que para Sirvén estaba demostrado por el rating de su programa. Además de esa lógica tremendamente discutible había algo que me llamó poderosamente la atención; decía que la novedad era que lo que Lanata informaba se replicaba en el resto de la programación.
Claro, ¿cómo no se va a repetir en el resto de la programación? El primer lugar donde se replica el programa de Lanata es en TN, desde la 6 de la mañana como noticia. Y después los demás medios. Hay allí una cuestión muy interesante de problematizar: pensar la estructura infernal de poder concentrado que hay en el Grupo Clarín, una estructura que fue tocada simbólicamente pero no económicamente. Entonces aparece otro elemento que falla: todavía hay una deuda muy grande para la democratización de la estructura de propiedad. Y de la mano de esa deuda va a estar la estructura de democratización de la propiedad y la estructura de democratización de la lengua, que no es solamente un asunto de contenidos, de estilos, de géneros, sino una creación de propuestas de comunicación que van más allá de la agenda de contrainformación y nada más. El kirchnerismo tuvo una política, la más radical de las últimas décadas, que puso sobre la agenda la necesidad de democratización de la comunicación y la idea de que la comunicación es un derecho. Esa política tuvo y tiene sus efectos, más allá de las dificultades para la aplicación de la ley de medios.
Que esos efectos se nos vayan haciendo imperceptibles por momentos es porque los vamos incorporando, porque los vamos naturalizando. No creo que la conflictividad, que aparece como conflictividad social, política y cultural, tenga que ver con un asunto de buena o mala comunicación sino que tiene que ver, claramente, con la revitalización de la política, de la política como posibilidad de intervención sobre la vida social con mejores o más cuestionables resultados.
CULTURA MEIOS Y PODE PARTE II ADRIAN PAENZA
“El mensaje debe llegar preciso”
Por Miguel Russo
mrusso@miradasalsur.com
Entrevista. Adrián Paenza. Matemático.
Hablar con Adrián Paenza sobre el poder de la comunicación es hablar con Adrián Paenza de la comunicación del poder. Y no es un mero juego de palabras: hablar con Adrián Paenza es escuchar cómo Adrián Paenza elabora teorías políticas detrás de cada ejemplo matemático. Por ejemplo, cuando, apenas comenzar a hablar, decide ejemplificar por qué es necesario saber cómo usar lo simbólico: “Si preguntara cuál es la diferencia entre un millón y mil millones, uno respondería ‘tres ceros’. Pero, ¿tenemos noción de lo que significa exactamente? Realmente no. Vamos a medirlos en segundos: un millón de segundos y mil millones de segundos. Supongamos que a un tipo lo van a meter preso, y hay discusión porque el fiscal pide mil millón de segundos y el abogado defensor pide un millón de segundos. Un millón de segundos son 11 días. Mil millones de segundos son 32 años. Claro que en la vida cotidiana no contamos nada en miles de millones”.
–Sin embargo, nos acostumbramos a escuchar hablar de millones de dólares…
–Pero es un número que en el bolsillo ninguno de nosotros tuvo ni tiene, que nunca vio. Nuevamente lo simbólico: ¿cuánta es la sangre que hay en el mundo? Cada persona tiene entre cuatro y cinco litros, hay unos 7.000 millones de personas en el mundo. Multiplicado por 5 te da 35.000 millones de litros de sangre. Si los tiráramos al Nahuel Huapí, el nivel del lago subiría nada más que 2 centímetros y medio. Eso da una idea de que hay muy poca sangre o de que hay mucha agua. El Nahuel Huapí ni siquiera es un océano, es un lago, grande, pero es un lago. Uno escucha supuestas informaciones: si escuchamos que se inundó toda la provincia de Buenos Aires no es lo mismo que escuchemos que se inundó Recoleta. Si yo quiero ampliar y dijese “mirá, están robando mucha plata a tal punto que la plata que se roban es todo lo que ganan todos los maestros en el año”, entonces eso que se transforma en simbólico dice que los maestros ganan poco, o que se están robando mucho.
–Pero allí hace falta una referencia aclaratoria. Tomemos eso que señaló: lo que se roban equivale a la deuda que se tiene con los docentes o equivale a pagarle a los docentes un sueldo digno de 8.000 pesos. Esa ecuación, ¿no pierde de vista al maestro?
–Si ocurre eso, es malo. Por el contrario, hay números que cuantifican y ejemplifican: decimos que el 70% de un cuerpo es líquido. Y es raro, porque nosotros no nos vemos como líquido, nos vemos como sólidos. Deberíamos prever cómo comunicarnos, es decir, utilizando algún tipo de analogía, y teniendo claro el mensaje. Si yo digo un café, no necesito decir el equivalente de lo que entra en una taza, la unidad café es conocida. Si digo “vive a tres cuadras”, lo mismo. Pero si te digo “vive a 5.000 km”, no está claro sin una referencia. Eso es inexorable en la comunicación. En definitiva, lo único que importa es el mensaje. Y yo soy de los que quieren que llegue el mensaje. Cuando estoy tratando de comunicar algo, estoy muy preocupado para que quede muy claro. A mí me cuesta trabajo entender, no entiendo todo el tiempo todas las cosas, por eso pretendo que el mensaje no quede diluido de manera tal que lo simbólico se transforme en realidad o encubra lo importante.
“En una de las primeras temporadas de Alterados por Pi, quería contar esta historia –dice Paenza y traza un círculo en una servilleta y lo divide en ocho pedazos, como una pizza–: cuando vos tenés una pizza la cortás así, en 8 partes iguales. Yo lo que quería mostrar es que la pizza la podés cortar en ocho partes iguales para dos personas”. Ahora, Paenza dibuja otro círculo y traza rectas de manera absolutamente informal al corte pizzero, pero iguales de a dos en dos: “No hace falta comer la pizza como la cortamos nosotros para dos. Trajimos al estudio al pizzero de la esquina. Pusimos la primera pizza y la corta como él, años de oficio, sabía. Entonces le pedí que cortara la segunda como yo le iba a indicar. Le dije ‘cortala como cortás siempre pero mucho más arriba’.
Después le pedí que cortara perpendicular y el tipo me miró largo. ‘Cortá a 90 grados’, le pedí. Y nada. ‘Cortá en cruz’, dije, finalmente. Y ahí cortó. Yo aprendí en el momento que la tarea del comunicador es que el mensaje llegue. No es que él no quería hacer lo que yo le pedía, es que él no entendía lo que yo le estaba pidiendo. Entonces cuando uno configura algo y hace una imagen, algo simbólico, algo que lo represente, acierta. Hay que estar seguro de que el mensaje llegue. El buen comunicador es aquel que logra, en todo momento, saber que si quiere contar algo, debe hacerse entender claramente, sin hacer juicios de valor ‘bueno’ o ‘malo’. Esto vale para cuando un padre le habla a un hijo, un docente a un alumno, un periodista a un espectador, lo que fuere. Nosotros, que sí sabemos lo que es una perpendicular, a veces nos reímos del que no sabe. Y el que no sabe se siente humillado, detecta que hay algo que está mal en él cuando en realidad está mal en nosotros. Tenemos la capacidad de hacer un abuso del poder que significa el conocimiento. Entonces, debemos valorar todo lo que signifique acortar la brecha entre aquel que no sabe y aquel que sabe. En la medida en que no se pretenda ese acortar distancias y todo se convierta en una chicana, aparece el encubrimiento. El mensaje queda diluido de manera tal que lo simbólico en realidad lo que está haciendo es encubrir la parte importante”.
–Estuvo en medios, tanto como profesor al frente de una clase. Es decir, sabe qué es la comunicación. ¿No piensa que en la actualidad hay demasiado encubrimiento?
–Se confronta poco con los hechos. No tenemos arraigada una cultura del debate: los candidatos viven chicaneándose personalmente. Es una lástima que nos perdamos la oportunidad de saber frente a determinados temas centrales que deberíamos discutir como sociedad. El pasado 11 de marzo, Cristina Fernández anunció que el presupuesto que va a invertir en ciencia y tecnología al año 2020 eleva del 0,65 al 1,65 el porcentaje del Producto Bruto Interno. Ese anuncio quedó minimizado, primero porque hay mucha gente a la que no le importa, y otro grupo de personas que, aun teniendo buena voluntad, no lograban comprender la profundidad que tiene. Al margen de las deficiencias estructurales del periodismo, no tenemos la cultura de ir a preguntar lo que queremos saber. Hay que comprender que el cambio cultural que se está construyendo es muy profundo.
–¿Usted cree que la clase política y el periodismo están en consonancia con eso que está ocurriendo o está buscando otra cosa?
–No, pero no creo que estén meando afuera del tarro. La coyuntura en este momento, por diferentes razones, es complicadísima. Pasan muchas cosas. Desde 2003 que el gobierno se puso a hacer un montón de cosas que antes estaban bajo la órbita del establishment. Y con eso cambió el status quo. Esas cosas, que históricamente se movían muy poco, como para que nadie se diera cuenta, se sacudieron y el cambio afectó a muchos intereses. Entonces, estalló la discusión. Desde ciertos sectores de la política, lo mismo que desde ciertos sectores del periodismo, estaba todo bien mientras esos intereses no se vieran ciertamente vulnerados, abollados. Pero es cierto: los tipos que tenemos que pagar impuestos los tenemos que pagar. Y está bien que así sea. Un día, mientras era vicepresidente de Boca, me decía Carlos Heller: “Es curioso, van a jugar Boca y River y me llaman para tener las entradas a favor las personas que pueden pagar el palco.
No me llama el tipo que viene a hacer la cola y pasa tres noches en la calle para conseguir un lugarcito allá arriba de todo. Esos nunca me pidieron una entrada. Y si lo hicieran, me pedirían una entrada general para ir arriba, al mismo lugar que van siempre, porque es lo único que pueden pagar. Los tipos que vienen a mangarme la entrada son los gerentes de empresas, los mismos que tienen la suite y tienen los palcos. Esos ratas son los que me piden la entrada de favor”. Y eso es lo que estamos acostumbrados a que suceda.
En el Departamento de Policía, hasta hacía 15 años, había dos carteles que anunciaba dónde debían formarse para hacer la cola de pedido del pasaporte. Uno de esos carteles, decía “Pasaportes fila VIP”. Acá todavía existe mucho de esa cultura. Esos son los “bienes” que antes tenían apropiados personas a las que no les correspondía, a los VIP. Lo que está puesto en discusión es que esos derechos tendríamos que volver a discutirlos. Vos tenías derechos especiales, aquellos que eran, éramos, ciudadanos de primera frente a los que eran ciudadanos de segunda. Tratemos de revisarlo porque me gustaría que no pase más. Por supuesto que, si yo viajo y el valor del dólar en el país se modifica de 5 a 9 pesos, a mí va a afectarme. Pero, al mismo tiempo, si la Argentina tuviera en la sociedad, mayoritariamente, gente que se viera afectada por ese problema sería un indicador de que las cosas nos van tan bien que todos podemos viajar al exterior. La cuestión es que el problema del dólar pasa inadvertido para un montón de gente.
A pesar de que los medios insistan con crearle ese problema nunca sospecharon siquiera en la importancia de ahorrar en dólares. A pesar de las interminables sesiones de los noticieros ilustrados por una mano que cuenta dólares incansablemente, no les interesa que el dólar aumentó o no aumentó, no piensan en cómo harán para viajar al exterior o no viajar. No desconozco que haya otras personas que sí son trabajadores y que tienen, a lo mejor, hijos que están en los Estados Unidos o en Europa o en Japón y quieren mandar algo de dinero y tienen allí una dificultad para hacerlo con total libertad. Entiendo que es a esas personas a las que hay que cuidar, que proteger.
Y no andar preocupándose por los otros que están medrando y que están forzando a toda la sociedad a sospechar. Cuando yo compro, si estoy comprando el dólar en cualquier otro lugar, me estoy beneficiando. Yo estoy dispuesto a perder esos beneficios que tenga porque no me siento cómodo siendo un ciudadano de otra categoría. Entonces la discusión va por ahí. Si queremos el país para ser más iguales, necesitamos apropiarnos del conocimiento, la sociedad se tiene que apropiar del saber; es a la sociedad a la que le corresponde tener ese conocimiento. Por eso mis libros publicados en Siglo XXI se pueden bajar gratis por internet, gracias al acuerdo que hice con el editor Carlos Díaz. Ahora, cuando me vino a buscar Sudamericana para publicar con ellos, yo les dije “bueno, pero miren que los libros se deben bajar gratuitamente por internet”. Y también me dijeron que sí, que estaba bien. Y no creo que ninguna de las dos editoriales haya perdido de vista el negocio. A las dos les fue bien. Alguien puede preguntar, ¿quién va a comprar el libro si se puede bajar de internet? Bueno, la respuesta es clara: lo compraron más de un millón de personas, algo debe haber. Entonces, en algún lugar, yo siento que ahora se han puesto en duda un montón de cosas que parecían que estaban establecidas para siempre. Que en algún momento se empezó a discutir. ¿Falta mucho? Sí, falta mucho, pero se empezó y eso es importantísimo.
GB
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