Detrás del ruido de las cacerolas
Pueblo y masa: el 8N en la distancia
Por Jorge Alemán *
No estoy allá, no tengo las antenas del cuerpo, no tengo el “peso de la cosa” inmediata. Veo imágenes donde miles de personas se reúnen en lugares siempre reconocibles. El número, la cantidad, la presencia multitudinaria parecen evidentes y “hablan por sí mismas”. Pero ésta es la cuestión decisiva, ¿a qué se llama pueblo? Ese término inevitablemente siempre en disputa.
He visto tantas veces a multitudes, masas contabilizadas a gran escala, apoyar aquello que la opinión mediática previamente ha construido, aquello que por razones éticas y políticas nunca apoyaría, que la cuestión del Pueblo merece, en su singularidad, una discusión por mi parte. Reservo el término pueblo para designar la emergencia histórica de una subjetividad política que no hace número, no es contabilizable y que, a diferencia de la masa, inventa y construye su discurso en relación con un legado histórico y emancipatorio.
Pueblo es el sujeto que le da forma a lo que siempre está por venir: la igualdad y la justicia. Masa es lo que apoya lo que ya hay: opinión, medios, consenso mundial dominante. El pueblo es raro, surge cada tanto, es tan excepcional como el artista popular. En cambio, la masa es permanente como la producción del artista de masas, como la circulación de la mercancía. Se trata de una frontera frágil, sutil, que divide a cada uno, pero siempre posible de establecer.
El pueblo transforma a la historia, la masa hace que vuelva lo de siempre. Nunca se sabe de entrada cuándo actúa el pueblo y cuándo actúa la masa, sólo a posteriori, en sus efectos y consecuencias podemos concluir cuál fue el sujeto en cuestión. De esta forma, cuando se ganó aquel día por el 54 por ciento, y cuando designamos con razón nuestra experiencia como popular, siempre recuerdo que se trata de una causa que no es susceptible de contabilidad alguna y que tendría mi apoyo aunque tuviera el uno por ciento de los números.
* Psicoanalista. Consejero cultural de la embajada argentina en España.
GB
sábado, 10 de noviembre de 2012
LAS VOS DEL PUEBLO, OPINION
La voz del pueblo es la voz de Dios
Por Alberto Dearriba
Los manifestantes se adjudicaron ser "el pueblo", pero la calle no mide más legitimidad que las urnas.
Tras la contundente manifestación de anteayer, no pocos "bienpensantes" de distinto color político, coincidieron en insistir que el gobierno debe escuchar las demandas de ese colectivo heterogéneo que clamó por "libertad", rechazó la re-reelección y exigió centralmente contener la inflación y la inseguridad.
Es obvio que los dirigentes políticos deben escuchar a sus ciudadanos, lo cual suele expresarse en la sentencia latina "vox populi, vox dei". Pero para cumplir con esa máxima, hay que determinar primero si "el pueblo" son los miles de personas que se manifestaron contra el gobierno en las calles o los que se incluyen en los 12 millones que votaron por la reelección de Cristina Fernández. ¿Dónde está el pueblo? Porque tampoco es correcto suponer que la multitud, que tiene obviamente un valor político como emergente de un sector, mide más precisamente la legitimidad que una elección.
Los miles de manifestantes que llegaron hasta el Obelisco en representación del 46% que no votó a Cristina Fernández, interpelaron repetidamente a la otra mitad de la ciudadanía: "Si este no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?"
Si complicado es determinar dónde está "el pueblo", más aún es definir políticas que contengan a todos. El kirchnerismo morigeró algunas de las contradicciones más descarnadas del capitalismo, pero hay otras que resultan insalvables por naturaleza. O se protege a los sectores más frágiles, o se favorece un proyecto que apunte hacia arriba.
La decisión de sostener un mercado interno generoso beneficia tanto a la base de la pirámide social como a los sectores medios. Pero los planes sociales son rechazados por buena parte de la clase media. Si abandonara esas políticas, el gobierno perdería su razón de ser y los que marcharían para cuestionarlo serían otros. Aplicar las medidas que difusamente expresan los caceroleros, implicaría definir un modelo de país antitético, al que sostiene el kirchnerismo desde hace nueve años. No habría Dios que justifique una estafa semejante.
LA INFLACIÓN. Los caceroleros culpan al gobierno del alza de los precios, de negar el flagelo y de truchar la medición. En realidad, las remarcaciones las producen los formadores de precios, ya que el Estado ha contenido hasta lo imposible las tarifas de los servicios públicos y los combustibles. Y si la presidenta no habla de inflación, no es porque la niegue, sino porque no quiere alentarla. Erróneamente, el gobierno se embarcó en una intervención de la medición del Indec de la cual nunca salió. Se lo puede acusar de no transparentar la estadística, pero no de ser responsable de la inflación, ya que es víctima de ella. Aleatoriamente, Cristina Fernández ha señalado que el gobierno no tiene una meta antiinflacionaria, sino de crecimiento. Entre actualizar permanentemente los salarios en paritarias o frenar el desarrollo con ajuste, eligió la primera opción. Se trata de una política opuesta a la que proponen los economistas ortodoxos, a los cuales prefieren los caceroleros. No es que el gobierno sea sordo al tañido de las cacerolas, sino que prioriza el salario y el consumo.
Si para contener la delincuencia los opositores proponen la mano dura, para frenar el alza de precios, la mayoría parece inclinarse por la mano invisible del mercado. Porque resulta francamente inverosímil que estos adalides de las libertades estén dispuestos a bancar una política de precios máximos con aplicación de la Ley de Abastecimiento.
Aunque muchos de ellos resultarían el pato de la boda, la mayoría de los caceroleros parece demandar entonces un ajuste fiscal que recorte la inversión pública, el crecimiento, el empleo, el salario y el consumo popular con el objetivo de frenar la inflación. Precios máximos o monetarismo y ajuste, son dos opciones a la política actual. No hay otras recetas alternativas a la actual. Como en otras cuestiones, no es que el gobierno no escuche, sino que piensa distinto. Por otra parte, la inflación no fue impedimento para que Cristina fuera reelecta.
LA INSEGURIDAD. Los manifestantes exigen terminar con la inseguridad y afirman que al gobierno no le importa que los delincuentes maten a mansalva. ¿Suponen que la inseguridad real –exagerada por los medios– le concede algún rédito político al gobierno y por eso "no hace nada"?
En el fondo de la demanda, está obviamente la propuesta de mano dura. Cuando piden "hacer algo" están diciendo "mano dura". Para el gobierno, la elevada delincuencia de las últimas décadas es un producto de la exclusión social masiva producida en los '90, que no se cura comiéndose al caníbal, sino con puestos de trabajo, educación, una justicia que funcione aceitadamente y policías honestas. En las dos primeras premisas ha habido avances claros, en la tercera y en la cuarta no. La justicia no actúa con celeridad y ejemplaridad. Y permanentemente estallan situaciones en la Federal y en las policías provinciales que revelan que la polícía no es solución, sino parte del problema.
El gobierno sabe obviamente que la seguridad es una de las principales preocupaciones populares, pero descree de una solución a balazos. Intuye que un piedra libre para el gatillo fácil generaría más inseguridad y muertes inocentes, especialmente entre los hijos de los hogares más pobres. A su juicio, el camino para reducir la delincuencia es el crecimiento, el empleo, la inclusión social y la educación. Y aunque no pueda admitirlo públicamente porque ello generaría más inseguridad, ese camino demanda décadas porque apuesta a futuras generaciones.
LIBERTAD Y DIKTADURA. El reclamo más incongruente de cuantos realizaron los caceroleros es el de la "libertad", contra la "diktadura" y de mayor calidad instucional, mientras alentaban paralelamente ciertas consignas de tufillo antidemocrático como "que se vaya". ¿De qué libertad hablan quienes se manifestaron sin ser molestados mientras los medios constataban la libertad de prensa?
En realidad, no pocos caceroleros pertenecen a un sector social al cual siempre se le facilitaron operaciones especulativas. La única libertad claramente conculcada en la Argentina es hoy la de atesorar dólares. El gobierno les niega ahora divisas porque las necesita para pagar una deuda que no contrajo y para sostener la importación de insumos para la industria. De un lado están los que reclaman librecambio y del otro los que quieren que se vuelvan a cerrar industrias y a perder empleo.
La libertad de cambio que exigen implicaría una megadevaluación de impacto regresivo sobre los ingresos fijos y un retorno a los mercados de capital a los cuales la Argentina sólo ingresaría con intereses onerosos por efecto del default. Para constatarlo, está la Fragata Libertad retenida en Tema, por lo cual los caceroleros también culpan a Cristina.
En la Argentina hay libertad de mercado, aunque las posiciones dominantes ya no tienen piedra libre. Algunas pancartas reclamaban que "no quiero que me persigan", cuando en realidad los "perseguidos" son evasores de impuestos. No los corren para matarlos sino para que paguen. Si la libertad es el imperio de la economía sobre la política, es cierto que está afectada, porque el kirchnerismo repuso el valor de la política sobre el mercado.
En cambio, es más congruente la demanda de inmovilismo constitucional. Pese a que no tuvieron ningún problema en abrirle la puerta a Menem, los conservadores fueron históricamente antirreformistas. Mucho más ahora, cuando las encuestas predicen que, a despecho de las multitudes que la apostrofan, Cristina Fernández volvería a ganar una elección si el Congreso la habilitara. Es comprensible que no quieran vérselas de nuevo con semejante candidata.
10/11/12 Tiempo Argentino
GB
Por Alberto Dearriba
Los manifestantes se adjudicaron ser "el pueblo", pero la calle no mide más legitimidad que las urnas.
Tras la contundente manifestación de anteayer, no pocos "bienpensantes" de distinto color político, coincidieron en insistir que el gobierno debe escuchar las demandas de ese colectivo heterogéneo que clamó por "libertad", rechazó la re-reelección y exigió centralmente contener la inflación y la inseguridad.
Es obvio que los dirigentes políticos deben escuchar a sus ciudadanos, lo cual suele expresarse en la sentencia latina "vox populi, vox dei". Pero para cumplir con esa máxima, hay que determinar primero si "el pueblo" son los miles de personas que se manifestaron contra el gobierno en las calles o los que se incluyen en los 12 millones que votaron por la reelección de Cristina Fernández. ¿Dónde está el pueblo? Porque tampoco es correcto suponer que la multitud, que tiene obviamente un valor político como emergente de un sector, mide más precisamente la legitimidad que una elección.
Los miles de manifestantes que llegaron hasta el Obelisco en representación del 46% que no votó a Cristina Fernández, interpelaron repetidamente a la otra mitad de la ciudadanía: "Si este no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?"
Si complicado es determinar dónde está "el pueblo", más aún es definir políticas que contengan a todos. El kirchnerismo morigeró algunas de las contradicciones más descarnadas del capitalismo, pero hay otras que resultan insalvables por naturaleza. O se protege a los sectores más frágiles, o se favorece un proyecto que apunte hacia arriba.
La decisión de sostener un mercado interno generoso beneficia tanto a la base de la pirámide social como a los sectores medios. Pero los planes sociales son rechazados por buena parte de la clase media. Si abandonara esas políticas, el gobierno perdería su razón de ser y los que marcharían para cuestionarlo serían otros. Aplicar las medidas que difusamente expresan los caceroleros, implicaría definir un modelo de país antitético, al que sostiene el kirchnerismo desde hace nueve años. No habría Dios que justifique una estafa semejante.
LA INFLACIÓN. Los caceroleros culpan al gobierno del alza de los precios, de negar el flagelo y de truchar la medición. En realidad, las remarcaciones las producen los formadores de precios, ya que el Estado ha contenido hasta lo imposible las tarifas de los servicios públicos y los combustibles. Y si la presidenta no habla de inflación, no es porque la niegue, sino porque no quiere alentarla. Erróneamente, el gobierno se embarcó en una intervención de la medición del Indec de la cual nunca salió. Se lo puede acusar de no transparentar la estadística, pero no de ser responsable de la inflación, ya que es víctima de ella. Aleatoriamente, Cristina Fernández ha señalado que el gobierno no tiene una meta antiinflacionaria, sino de crecimiento. Entre actualizar permanentemente los salarios en paritarias o frenar el desarrollo con ajuste, eligió la primera opción. Se trata de una política opuesta a la que proponen los economistas ortodoxos, a los cuales prefieren los caceroleros. No es que el gobierno sea sordo al tañido de las cacerolas, sino que prioriza el salario y el consumo.
Si para contener la delincuencia los opositores proponen la mano dura, para frenar el alza de precios, la mayoría parece inclinarse por la mano invisible del mercado. Porque resulta francamente inverosímil que estos adalides de las libertades estén dispuestos a bancar una política de precios máximos con aplicación de la Ley de Abastecimiento.
Aunque muchos de ellos resultarían el pato de la boda, la mayoría de los caceroleros parece demandar entonces un ajuste fiscal que recorte la inversión pública, el crecimiento, el empleo, el salario y el consumo popular con el objetivo de frenar la inflación. Precios máximos o monetarismo y ajuste, son dos opciones a la política actual. No hay otras recetas alternativas a la actual. Como en otras cuestiones, no es que el gobierno no escuche, sino que piensa distinto. Por otra parte, la inflación no fue impedimento para que Cristina fuera reelecta.
LA INSEGURIDAD. Los manifestantes exigen terminar con la inseguridad y afirman que al gobierno no le importa que los delincuentes maten a mansalva. ¿Suponen que la inseguridad real –exagerada por los medios– le concede algún rédito político al gobierno y por eso "no hace nada"?
En el fondo de la demanda, está obviamente la propuesta de mano dura. Cuando piden "hacer algo" están diciendo "mano dura". Para el gobierno, la elevada delincuencia de las últimas décadas es un producto de la exclusión social masiva producida en los '90, que no se cura comiéndose al caníbal, sino con puestos de trabajo, educación, una justicia que funcione aceitadamente y policías honestas. En las dos primeras premisas ha habido avances claros, en la tercera y en la cuarta no. La justicia no actúa con celeridad y ejemplaridad. Y permanentemente estallan situaciones en la Federal y en las policías provinciales que revelan que la polícía no es solución, sino parte del problema.
El gobierno sabe obviamente que la seguridad es una de las principales preocupaciones populares, pero descree de una solución a balazos. Intuye que un piedra libre para el gatillo fácil generaría más inseguridad y muertes inocentes, especialmente entre los hijos de los hogares más pobres. A su juicio, el camino para reducir la delincuencia es el crecimiento, el empleo, la inclusión social y la educación. Y aunque no pueda admitirlo públicamente porque ello generaría más inseguridad, ese camino demanda décadas porque apuesta a futuras generaciones.
LIBERTAD Y DIKTADURA. El reclamo más incongruente de cuantos realizaron los caceroleros es el de la "libertad", contra la "diktadura" y de mayor calidad instucional, mientras alentaban paralelamente ciertas consignas de tufillo antidemocrático como "que se vaya". ¿De qué libertad hablan quienes se manifestaron sin ser molestados mientras los medios constataban la libertad de prensa?
En realidad, no pocos caceroleros pertenecen a un sector social al cual siempre se le facilitaron operaciones especulativas. La única libertad claramente conculcada en la Argentina es hoy la de atesorar dólares. El gobierno les niega ahora divisas porque las necesita para pagar una deuda que no contrajo y para sostener la importación de insumos para la industria. De un lado están los que reclaman librecambio y del otro los que quieren que se vuelvan a cerrar industrias y a perder empleo.
La libertad de cambio que exigen implicaría una megadevaluación de impacto regresivo sobre los ingresos fijos y un retorno a los mercados de capital a los cuales la Argentina sólo ingresaría con intereses onerosos por efecto del default. Para constatarlo, está la Fragata Libertad retenida en Tema, por lo cual los caceroleros también culpan a Cristina.
En la Argentina hay libertad de mercado, aunque las posiciones dominantes ya no tienen piedra libre. Algunas pancartas reclamaban que "no quiero que me persigan", cuando en realidad los "perseguidos" son evasores de impuestos. No los corren para matarlos sino para que paguen. Si la libertad es el imperio de la economía sobre la política, es cierto que está afectada, porque el kirchnerismo repuso el valor de la política sobre el mercado.
En cambio, es más congruente la demanda de inmovilismo constitucional. Pese a que no tuvieron ningún problema en abrirle la puerta a Menem, los conservadores fueron históricamente antirreformistas. Mucho más ahora, cuando las encuestas predicen que, a despecho de las multitudes que la apostrofan, Cristina Fernández volvería a ganar una elección si el Congreso la habilitara. Es comprensible que no quieran vérselas de nuevo con semejante candidata.
10/11/12 Tiempo Argentino
GB
BIEN POR ANIBAL FERNANDEZ, BLANCO SOBRE NEGRO.
Actuemos contra el terrorismo mediático
Por Aníbal Fernández *
El terror es, en su mayor parte, inútiles crueldades cometidas por miedo. Federico Engels
Como hacía mucho no se veía, el editorial del diario La Nación del mismísimo 8N, titulado “Actuemos contra el miedo”, es un decálogo de amenazas, provocaciones e incitaciones escupidas en forma de perdigonada abierta, para que alcance al que alcance.
De arranque, nomás, escupe “Ante el autoritarismo creciente” y aclara que la ausencia de una respuesta crea la duda entre “prudencia o cobardía” y pone a sus lectores ante la disyuntiva de sentirse unos cobardes o actuar, porque un párrafo más adelante, concluye que “en algún punto la prudencia se vuelve cobardía”.
Y hete allí, a esa altura del editorial (apenas dos párrafos), el lector poco avezado ya sentirá que la vergüenza le tiñe la cara, porque, según su diario, si no “actúa” es, como mínimo, un gallina. Y operarán sobre él todos sus miedos, sus temores y sus rencores convertidos en ese raro terror que provoca el sentirse expuesto.
Provocado ese primer impacto, la lectura se extiende en una serie de consideraciones sobre organismos del Estado puestos al servicio del proyecto autoritario “de quienes están hoy en el gobierno”, sobre las que ni siquiera vale la pena extenderse porque es “más de lo mismo”. Una cantilena que La Nación viene entonando desde el día mismo en que Néstor Kirchner asumió la presidencia de la República y que, a partir de Cristina, se tornó casi una letanía...
Bah, en realidad la letra nació allá por 1955, cuando luego de derrocado Juan Perón, sintieron que habían ganado “la guerra” y comenzaron a editorializar sobre títulos como: “La abyección de que hemos salido”, “El retorno a la libertad de prensa”, “Las voces del campo”, “Contrabando y especulación con divisas”, “El delito de las palabras” y “La XI Asamblea General de la SIP”...
Sí. Efectivamente éstos son algunos de los títulos de los editoriales del diario La Nación luego del 16 de septiembre de 1955. Surgen de una investigación que realizamos en la Hemeroteca del Congreso: los mismos temas de entonces, los mismos temas de ahora. Y también los mismos conceptos. No han cambiado ni siquiera las palabras para nombrar las mismas cosas. Los negocios tienen una sola cara y un solo nombre.
Pero volvamos al editorial del jueves. Ese que de arranque critica “la ausencia de una reacción contundente” y reclama “mayor valentía para desafiar” al Estado. Y que luego, en un arranque casi fatalista, se duele de la situación del Poder Judicial. Dice: “Los jueces están, igual que todos nosotros, acorralados entre un gobierno que avanza sobre ellos sin escrúpulos”, para luego, centrar sus críticas en las entidades empresariales a las que acusan de “haber sido disciplinadas”. Eso sí: rescatan al “campo” y justifican su derrota en que no consiguió el “acompañamiento de otros sectores”.
De allí, casi dando un salto mortal, convocan a “unirse para cuidar la democracia republicana y aliarse en favor de las libertades, del pleno Estado de Derecho y la justicia”. Cosa muy loable, si acto seguido no cerrara con una velada amenaza: “Sin por eso dejar de tender puentes a los que hoy han desviado el poder del Estado, para que no queden allí las semillas de un renovado rencor”.
Una obra maestra... del terror, el editorial. Y la más clara demostración de lo que sostiene nuestra Presidenta: “Estamos viviendo un momento de libertad de expresión nunca antes visto en la Argentina, estamos viendo una democracia total, en donde cada uno puede vivir, puede decir lo que piensa”.
Porque La Nación dice lo que piensa. Hoy y también lo ha dicho en 1955. El texto de este editorial sigue a pie juntillas la línea liberal retardataria que ha mantenido desde su fundación. Esto surge con absoluta claridad de la investigación que realizamos. Así como también surge que noviembre de 1955 fue un mes de altas temperaturas (36,7 la máxima), como este que atravesamos... Acaso provocados ambos por mentes calenturientas que atesoran ideales golpistas, sin encontrar los adecuados personeros para la asonada.
* Senador nacional por el FpV.
10/11/12 Página|12
GB
Por Aníbal Fernández *
El terror es, en su mayor parte, inútiles crueldades cometidas por miedo. Federico Engels
Como hacía mucho no se veía, el editorial del diario La Nación del mismísimo 8N, titulado “Actuemos contra el miedo”, es un decálogo de amenazas, provocaciones e incitaciones escupidas en forma de perdigonada abierta, para que alcance al que alcance.
De arranque, nomás, escupe “Ante el autoritarismo creciente” y aclara que la ausencia de una respuesta crea la duda entre “prudencia o cobardía” y pone a sus lectores ante la disyuntiva de sentirse unos cobardes o actuar, porque un párrafo más adelante, concluye que “en algún punto la prudencia se vuelve cobardía”.
Y hete allí, a esa altura del editorial (apenas dos párrafos), el lector poco avezado ya sentirá que la vergüenza le tiñe la cara, porque, según su diario, si no “actúa” es, como mínimo, un gallina. Y operarán sobre él todos sus miedos, sus temores y sus rencores convertidos en ese raro terror que provoca el sentirse expuesto.
Provocado ese primer impacto, la lectura se extiende en una serie de consideraciones sobre organismos del Estado puestos al servicio del proyecto autoritario “de quienes están hoy en el gobierno”, sobre las que ni siquiera vale la pena extenderse porque es “más de lo mismo”. Una cantilena que La Nación viene entonando desde el día mismo en que Néstor Kirchner asumió la presidencia de la República y que, a partir de Cristina, se tornó casi una letanía...
Bah, en realidad la letra nació allá por 1955, cuando luego de derrocado Juan Perón, sintieron que habían ganado “la guerra” y comenzaron a editorializar sobre títulos como: “La abyección de que hemos salido”, “El retorno a la libertad de prensa”, “Las voces del campo”, “Contrabando y especulación con divisas”, “El delito de las palabras” y “La XI Asamblea General de la SIP”...
Sí. Efectivamente éstos son algunos de los títulos de los editoriales del diario La Nación luego del 16 de septiembre de 1955. Surgen de una investigación que realizamos en la Hemeroteca del Congreso: los mismos temas de entonces, los mismos temas de ahora. Y también los mismos conceptos. No han cambiado ni siquiera las palabras para nombrar las mismas cosas. Los negocios tienen una sola cara y un solo nombre.
Pero volvamos al editorial del jueves. Ese que de arranque critica “la ausencia de una reacción contundente” y reclama “mayor valentía para desafiar” al Estado. Y que luego, en un arranque casi fatalista, se duele de la situación del Poder Judicial. Dice: “Los jueces están, igual que todos nosotros, acorralados entre un gobierno que avanza sobre ellos sin escrúpulos”, para luego, centrar sus críticas en las entidades empresariales a las que acusan de “haber sido disciplinadas”. Eso sí: rescatan al “campo” y justifican su derrota en que no consiguió el “acompañamiento de otros sectores”.
De allí, casi dando un salto mortal, convocan a “unirse para cuidar la democracia republicana y aliarse en favor de las libertades, del pleno Estado de Derecho y la justicia”. Cosa muy loable, si acto seguido no cerrara con una velada amenaza: “Sin por eso dejar de tender puentes a los que hoy han desviado el poder del Estado, para que no queden allí las semillas de un renovado rencor”.
Una obra maestra... del terror, el editorial. Y la más clara demostración de lo que sostiene nuestra Presidenta: “Estamos viviendo un momento de libertad de expresión nunca antes visto en la Argentina, estamos viendo una democracia total, en donde cada uno puede vivir, puede decir lo que piensa”.
Porque La Nación dice lo que piensa. Hoy y también lo ha dicho en 1955. El texto de este editorial sigue a pie juntillas la línea liberal retardataria que ha mantenido desde su fundación. Esto surge con absoluta claridad de la investigación que realizamos. Así como también surge que noviembre de 1955 fue un mes de altas temperaturas (36,7 la máxima), como este que atravesamos... Acaso provocados ambos por mentes calenturientas que atesoran ideales golpistas, sin encontrar los adecuados personeros para la asonada.
* Senador nacional por el FpV.
10/11/12 Página|12
GB
LUIS BRUCHSTEIN Y EL DIA DESPUES, OPINION
Desde la Luna
Por Luis Bruschtein
Los cortes de luz, la basura, el paro de trenes, la ciudad sin subtes, Macri con los Kiss, no sumaron más personas a la marcha. El que estaba decidido ya había tomado su decisión mucho antes, pero desde la Luna, la ciudad de Buenos Aires parecía la última urbe del futuro en una agonía entre montañas de basura y ratas, en una oscuridad sin transporte. Los walking deads del futuro. Los porteños entrando en la época de la oscuridad definitiva, sobrevivientes en los barrios acomodados donde se empiezan a caer los balcones de las torres de lujo. Porteños volcados a las calles sorteando las montañas de basura, espantando a las ratas, contentos con su jefe de Gobierno que se saca fotos con los decadentes Kiss pintarrajeados, a pesar de la oscuridad de los cortes inesperados que dejaron a cientos de miles a oscuras y el olor a inmundicia que campea en las calles.
Desde la Luna, el caos de esa ciudad a oscuras, con sus montañas de inmundicia, con las ratas envalentonadas dejándose ver sin preocuparse por las personas que marchan alegremente para hacer escuchar sus reclamos al gobierno nacional, columnas que se sienten representadas y orgullosas con esa ciudad gótica del norte rico y arrabales sureños, miles de personas que se identifican con un jefe de Gobierno lleno de excusas, en medio de la basura y la oscuridad, un hombre de ojos celestes y de familia rica, poco acostumbrado al trabajo, que la noche anterior se fue a ver a los viejos Kiss de hace treinta años, cuando la fetidez de la basura putrefacta ya se hacía insoportable, cuando miles y miles de ciudadanos se quedaban en la oscuridad y se paralizaban los subterráneos.
Desde la Luna se puede ver que la ciudad de Buenos Aires toma un rumbo apocalíptico cuando el viernes se descarga la lluvia y las calles se convierten en ríos con las bocas de tormenta tapadas, con los negocios, cuyos dueños marcharon ayer, con la mercadería flotando en las olas que producen al pasar los vehículos. Macri está emocionado por el acto de ayer mientras la ciudad, hasta ayer inundada de basura putrefacta, ahora se inunda de agua tormentosa.
Todo eso se ve desde la Luna, pero miles y miles de personas de los barrios acomodados, o con esa idiosincracia, no lo pueden ver, o lo disculpan. Están deslumbrados por las sirenas de otro apocalipsis que los subyuga porque al mismo tiempo que los preocupa, les da identidad, los tranquiliza como grupo social de pertenencia, el funcionamiento de grupo, de masa elemental, les permite entender lo que sucede con la basura, pero se sienten amenazados y se ofuscan contra un gobierno nacional que mueve el tablero, que no deja las cosas como están. Y ese movimiento genera inquietud, mejor dejar las cosas como están. Hasta la inseguridad sería soportable para ellos, con un gobierno que se quedara quieto, que no hiciera nada y dejara hacer a los que saben, a los que van a las mismas reuniones que ellos quisieran ir.
Hay una inseguridad que es más concreta aún que el asesinato y el robo a otras personas y es la de sentir como inseguro el lugar personal que se ha ganado. Es el nicho social asediado por el ascenso de otros grupos. El nicho social asediado por impuestos y regulaciones del dólar, y es el credo del nicho social expresado en los grandes medios hegemónicos, que da sentido a su universo personal, puesto a competir con los credos de otros grupos sociales.
La inseguridad es un problema grave de estos tiempos y no importa si la Argentina es uno de los países de la región con los índices de criminalidad más bajos, porque aun así son índices más altos que en otras épocas. Es un problema que ha crecido en todo el mundo y no alcanzan todos los esfuerzos que se hagan para enfrentarlo. La inseguridad fue uno de los temas más repetidos en la marcha del jueves. Se trata de gente culta, sabe que se han aplicado todas las estrategias, sobre todo las de mano dura que sólo sirvieron para agravar el problema con policías bravas. Si pueden entender el problema de la basura, pueden entender el de la inseguridad. Por eso da la impresión de que en muchos casos, no en todos, por supuesto, la inseguridad es usada como consigna políticamente correcta pero que termina surgiendo como una metáfora sobre los límites que se le pusieron al dólar, el cuestionamiento a las ideologías hegemónicas, la rigurosidad de la AFIP y otros temblores que se producen en el piso de una sociedad poco acostumbrada a esos cambios, que generan inseguridad en algunos grupos sociales.
Fue una movilización masiva, pero una de las cualidades que más llamó la atención fue su homogeneidad social de capas medias y medias altas. Fue un dato muy fuerte también del primer cacerolazo y quizás esa homogeneidad del primero se convirtió al mismo tiempo en uno de los ganchos identitarios más fuertes de la segunda convocatoria. Esos miedos e inseguridades que en algunos casos se pueden expresar como odio y agresividad y en otros como si se tratara de la defensa de un territorio se atraen con la fuerza de la gravedad y pueden generar una confluencia masiva como la del jueves.
Por lo general estos procesos defensivos buscan referentes muy conservadores, más incluso de lo que estuvieran dispuestos a reconocer cada uno de ellos por separado. Esa necesidad de regresar a los valores que dieron seguridad muchas veces en la historia argentina moderna encontró cauce bajo el ala de golpes militares, a los que luego repudiaron muchos de ellos.
Este gobierno puede tener mil limitaciones y la marcha tuvo numerosos reclamos, muchos de los cuales pueden incluso estar motivados en causas reales, pero en la marcha del jueves, aunque fuera lo que más se escuchó, no se trataba de lo uno ni de lo otro, sino de que paren de mover el piso. Por eso, la idea más fuerte que surge es que se vaya Cristina y tiene tanta densidad, porque, aunque provenga de una minoría, esa minoría cree que está luchando por su sobrevivencia. La lucha por sobrevivir obliga a movilizarse a personas que nunca se han movilizado por nada y permite incluso pasar por encima de las mayorías. La lucha por la sobrevivencia justifica todo. Como los chicos, además, el que se moviliza por primera vez se cree el rey de la bolita, el dueño de la única verdad movilizadora, se maravilla que haya tanta gente que piense como él, lo cual refuerza la verdad excluyente de su pensamiento. Todos los que se han movilizado alguna vez ya saben que atrás de una idea sólo se movilizan los que la comparten, que no son todo el mundo. Cuando llega la hora de votar muchas veces las grandes manifestaciones no se traducen en grandes votaciones.
La actitud defensiva surge en respuesta a lo que aparece como una agresión externa. Hay ofensas económicas que alteran el tablero, pero también hay un sistema de creencias que cede hegemonía y pierde credibilidad. Ese sistema de creencias que se reproduce en la familia, en la educación elitista y en el mensaje de los grandes medios de comunicación conforma la identidad de un grupo social. En realidad, desde el punto de vista económico, las clases media y media alta están en un momento de esplendor. Es lo que criticó Elisa Carrió enojada y con lágrimas en los ojos porque no había sido votada cuando habló de la fiebre por los autos cero kilómetro, por los shoppings y por los viajes al exterior. Y aclaró que al pagar esa prosperidad con el silencio, los argentinos, o sea esas capas medias, se estaban haciendo cada vez más vulgares. Esa palabra, “vulgares”, quería decir que dejaban de ser “gente como uno” para convertirse en “vulgares” que vendrían a ser los que vienen de abajo. Muchos tratan de loca a Carrió, pero es una mujer inteligente que pega donde duele: hay un sistema de creencias que se agrieta, hay una identidad (“la gente como uno”) que se deslava, hay un cambio en los roles sociales. Y la desesperación por sobrevivir está más relacionada con esas construcciones culturales que con un peligro real de desaparición de las capas medias que hoy están mejor de lo que nunca han estado. Nada podría ser más molesto que la basura, los cortes de luz, los subtes parados y las inundaciones. Pero eso nadie lo computó.
No es que no existan temas como el del dólar o los impuestos como el mínimo no imponible u otros en los que puedan tener razón o no. Pero la fuerza evidente de la expresión anti K se da al mismo tiempo en que ninguna reivindicación se destaca demasiado, por eso tiene tanta implicancia destituyente.
El hecho de que una marcha masiva como la del jueves no tenga un referente político claro no es bueno. Por lo general, el referente que surge de un movimiento de este tipo tiende a ser el más conservador que haya en plaza. Allí está Mauricio Macri entre las montañas de basura y la inundación. Pero sería una mentira pensar que Macri movilizó. La ausencia de referentes políticos demuestra que los responsables de esa construcción cultural que atemoriza a las capas medias han sido en gran parte los medios de comunicación hegemónicos. De hecho, la convocatoria real se produjo a través de ellos.
La marcha del jueves fue un movimiento tectónico como manifestación de cambios culturales y sociales que se están produciendo en una sociedad más acostumbrada a las políticas conservadoras y a los períodos de quietud. Tanto esos cambios como los que protestan por ellos forman parte del proceso de aprendizaje en el lento tránsito de consolidación de la democracia.
10/11/12 Página|12
GB
Por Luis Bruschtein
Los cortes de luz, la basura, el paro de trenes, la ciudad sin subtes, Macri con los Kiss, no sumaron más personas a la marcha. El que estaba decidido ya había tomado su decisión mucho antes, pero desde la Luna, la ciudad de Buenos Aires parecía la última urbe del futuro en una agonía entre montañas de basura y ratas, en una oscuridad sin transporte. Los walking deads del futuro. Los porteños entrando en la época de la oscuridad definitiva, sobrevivientes en los barrios acomodados donde se empiezan a caer los balcones de las torres de lujo. Porteños volcados a las calles sorteando las montañas de basura, espantando a las ratas, contentos con su jefe de Gobierno que se saca fotos con los decadentes Kiss pintarrajeados, a pesar de la oscuridad de los cortes inesperados que dejaron a cientos de miles a oscuras y el olor a inmundicia que campea en las calles.
Desde la Luna, el caos de esa ciudad a oscuras, con sus montañas de inmundicia, con las ratas envalentonadas dejándose ver sin preocuparse por las personas que marchan alegremente para hacer escuchar sus reclamos al gobierno nacional, columnas que se sienten representadas y orgullosas con esa ciudad gótica del norte rico y arrabales sureños, miles de personas que se identifican con un jefe de Gobierno lleno de excusas, en medio de la basura y la oscuridad, un hombre de ojos celestes y de familia rica, poco acostumbrado al trabajo, que la noche anterior se fue a ver a los viejos Kiss de hace treinta años, cuando la fetidez de la basura putrefacta ya se hacía insoportable, cuando miles y miles de ciudadanos se quedaban en la oscuridad y se paralizaban los subterráneos.
Desde la Luna se puede ver que la ciudad de Buenos Aires toma un rumbo apocalíptico cuando el viernes se descarga la lluvia y las calles se convierten en ríos con las bocas de tormenta tapadas, con los negocios, cuyos dueños marcharon ayer, con la mercadería flotando en las olas que producen al pasar los vehículos. Macri está emocionado por el acto de ayer mientras la ciudad, hasta ayer inundada de basura putrefacta, ahora se inunda de agua tormentosa.
Todo eso se ve desde la Luna, pero miles y miles de personas de los barrios acomodados, o con esa idiosincracia, no lo pueden ver, o lo disculpan. Están deslumbrados por las sirenas de otro apocalipsis que los subyuga porque al mismo tiempo que los preocupa, les da identidad, los tranquiliza como grupo social de pertenencia, el funcionamiento de grupo, de masa elemental, les permite entender lo que sucede con la basura, pero se sienten amenazados y se ofuscan contra un gobierno nacional que mueve el tablero, que no deja las cosas como están. Y ese movimiento genera inquietud, mejor dejar las cosas como están. Hasta la inseguridad sería soportable para ellos, con un gobierno que se quedara quieto, que no hiciera nada y dejara hacer a los que saben, a los que van a las mismas reuniones que ellos quisieran ir.
Hay una inseguridad que es más concreta aún que el asesinato y el robo a otras personas y es la de sentir como inseguro el lugar personal que se ha ganado. Es el nicho social asediado por el ascenso de otros grupos. El nicho social asediado por impuestos y regulaciones del dólar, y es el credo del nicho social expresado en los grandes medios hegemónicos, que da sentido a su universo personal, puesto a competir con los credos de otros grupos sociales.
La inseguridad es un problema grave de estos tiempos y no importa si la Argentina es uno de los países de la región con los índices de criminalidad más bajos, porque aun así son índices más altos que en otras épocas. Es un problema que ha crecido en todo el mundo y no alcanzan todos los esfuerzos que se hagan para enfrentarlo. La inseguridad fue uno de los temas más repetidos en la marcha del jueves. Se trata de gente culta, sabe que se han aplicado todas las estrategias, sobre todo las de mano dura que sólo sirvieron para agravar el problema con policías bravas. Si pueden entender el problema de la basura, pueden entender el de la inseguridad. Por eso da la impresión de que en muchos casos, no en todos, por supuesto, la inseguridad es usada como consigna políticamente correcta pero que termina surgiendo como una metáfora sobre los límites que se le pusieron al dólar, el cuestionamiento a las ideologías hegemónicas, la rigurosidad de la AFIP y otros temblores que se producen en el piso de una sociedad poco acostumbrada a esos cambios, que generan inseguridad en algunos grupos sociales.
Fue una movilización masiva, pero una de las cualidades que más llamó la atención fue su homogeneidad social de capas medias y medias altas. Fue un dato muy fuerte también del primer cacerolazo y quizás esa homogeneidad del primero se convirtió al mismo tiempo en uno de los ganchos identitarios más fuertes de la segunda convocatoria. Esos miedos e inseguridades que en algunos casos se pueden expresar como odio y agresividad y en otros como si se tratara de la defensa de un territorio se atraen con la fuerza de la gravedad y pueden generar una confluencia masiva como la del jueves.
Por lo general estos procesos defensivos buscan referentes muy conservadores, más incluso de lo que estuvieran dispuestos a reconocer cada uno de ellos por separado. Esa necesidad de regresar a los valores que dieron seguridad muchas veces en la historia argentina moderna encontró cauce bajo el ala de golpes militares, a los que luego repudiaron muchos de ellos.
Este gobierno puede tener mil limitaciones y la marcha tuvo numerosos reclamos, muchos de los cuales pueden incluso estar motivados en causas reales, pero en la marcha del jueves, aunque fuera lo que más se escuchó, no se trataba de lo uno ni de lo otro, sino de que paren de mover el piso. Por eso, la idea más fuerte que surge es que se vaya Cristina y tiene tanta densidad, porque, aunque provenga de una minoría, esa minoría cree que está luchando por su sobrevivencia. La lucha por sobrevivir obliga a movilizarse a personas que nunca se han movilizado por nada y permite incluso pasar por encima de las mayorías. La lucha por la sobrevivencia justifica todo. Como los chicos, además, el que se moviliza por primera vez se cree el rey de la bolita, el dueño de la única verdad movilizadora, se maravilla que haya tanta gente que piense como él, lo cual refuerza la verdad excluyente de su pensamiento. Todos los que se han movilizado alguna vez ya saben que atrás de una idea sólo se movilizan los que la comparten, que no son todo el mundo. Cuando llega la hora de votar muchas veces las grandes manifestaciones no se traducen en grandes votaciones.
La actitud defensiva surge en respuesta a lo que aparece como una agresión externa. Hay ofensas económicas que alteran el tablero, pero también hay un sistema de creencias que cede hegemonía y pierde credibilidad. Ese sistema de creencias que se reproduce en la familia, en la educación elitista y en el mensaje de los grandes medios de comunicación conforma la identidad de un grupo social. En realidad, desde el punto de vista económico, las clases media y media alta están en un momento de esplendor. Es lo que criticó Elisa Carrió enojada y con lágrimas en los ojos porque no había sido votada cuando habló de la fiebre por los autos cero kilómetro, por los shoppings y por los viajes al exterior. Y aclaró que al pagar esa prosperidad con el silencio, los argentinos, o sea esas capas medias, se estaban haciendo cada vez más vulgares. Esa palabra, “vulgares”, quería decir que dejaban de ser “gente como uno” para convertirse en “vulgares” que vendrían a ser los que vienen de abajo. Muchos tratan de loca a Carrió, pero es una mujer inteligente que pega donde duele: hay un sistema de creencias que se agrieta, hay una identidad (“la gente como uno”) que se deslava, hay un cambio en los roles sociales. Y la desesperación por sobrevivir está más relacionada con esas construcciones culturales que con un peligro real de desaparición de las capas medias que hoy están mejor de lo que nunca han estado. Nada podría ser más molesto que la basura, los cortes de luz, los subtes parados y las inundaciones. Pero eso nadie lo computó.
No es que no existan temas como el del dólar o los impuestos como el mínimo no imponible u otros en los que puedan tener razón o no. Pero la fuerza evidente de la expresión anti K se da al mismo tiempo en que ninguna reivindicación se destaca demasiado, por eso tiene tanta implicancia destituyente.
El hecho de que una marcha masiva como la del jueves no tenga un referente político claro no es bueno. Por lo general, el referente que surge de un movimiento de este tipo tiende a ser el más conservador que haya en plaza. Allí está Mauricio Macri entre las montañas de basura y la inundación. Pero sería una mentira pensar que Macri movilizó. La ausencia de referentes políticos demuestra que los responsables de esa construcción cultural que atemoriza a las capas medias han sido en gran parte los medios de comunicación hegemónicos. De hecho, la convocatoria real se produjo a través de ellos.
La marcha del jueves fue un movimiento tectónico como manifestación de cambios culturales y sociales que se están produciendo en una sociedad más acostumbrada a las políticas conservadoras y a los períodos de quietud. Tanto esos cambios como los que protestan por ellos forman parte del proceso de aprendizaje en el lento tránsito de consolidación de la democracia.
10/11/12 Página|12
GB
LA SANTA MADRE IGLESIA DERECHA Y HUMANA.
DECLARACION DE LOS OBISPOS SOBRE EL PAPEL DE LA IGLESIA DURANTE LA DICTADURA
Con la misma escuela de Poncio Pilato
El cardenal Jorge Bergoglio y el obispo José María Arancedo.
Imagen: Télam
El Episcopado rechazó toda acusación de “complicidad” con los militares. Dijo que los obispos de entonces “intentaron hacer cuanto estaba a su alcance para el bien de todos”.
Por Washington Uranga
Mediante una “carta al pueblo de Dios” emitida al término de su asamblea plenaria celebrada durante toda la semana en Pilar, los obispos católicos argentinos retomaron ayer el tema de las violaciones a los derechos humanos durante la pasada dictadura militar y las complicidades entre la jerarquía católica y el régimen militar, puestas nuevamente sobre el tapete a raíz de las declaraciones del dictador Rafael Videla (a quien mencionan como “ex presidente ‘de facto’”) aparecidas en un libro. Aunque no se menciona en el texto de la declaración, en esta ocasión los obispos reaccionaron ante el pedido que un importante grupo de laicos les formuló de manera directa semanas atrás y después de conocidas las afirmaciones públicas del dictador condenado por delitos de lesa humanidad.
En el documento, si bien se reitera que los obispos de entonces “intentaron hacer cuanto estaba a su alcance para el bien de todos, de acuerdo con su conciencia y juicio prudencial”, rechazan toda acusación de “complicidad” con la dictadura, vuelven a pedir perdón “por acciones u omisiones” y admiten que “no todos los miembros de la Iglesia pensaron y actuaron con idénticos criterios”. El documento recoge declaraciones periodísticas del presidente de la Conferencia, José María Arancedo, en las que señaló que “una suerte de connivencia es totalmente alejado de la verdad de lo que hicieron los obispos involucrados en ese momento”.
Respecto de los obispos que actuaron durante la dictadura evitan todo juicio categórico. “De nuestros hermanos mayores, los obispos que nos precedieron, hemos reconocido su palabra y testimonio” y “sobre su modo de actuar, volvemos con respeto, sin poder conocer a fondo cuánto supieron personalmente de lo que estaba sucediendo”.
Una carta con más de 350 firmas de un grupo de cristianos encabezados por el escribano Hernán Patiño Meyer había sido entregada a las autoridades del Episcopado el 20 de septiembre pasado, exigiendo a los obispos un pronunciamiento a raíz de las declaraciones de Videla que involucraron de manera directa, entre otros, al fallecido cardenal Raúl Francisco Primatesta, quien fuera titular de la Conferencia Episcopal.
Ahora los obispos que se autodenominan “servidores de la reconciliación” dicen que “queremos estar cerca de cuantos sufren todavía por hechos no esclarecidos ni reparados” porque “cuando la justicia es demasiado largamente esperada deja de ser justicia, y agrega dolor y escepticismo”. Señala también el documento que “sabemos que en miles de familias hay heridas abiertas y angustiosas, por lo acontecido después del secuestro, detención o desaparición de un ser querido”. Subrayan en consecuencia que “compartimos el dolor de todos ellos y reiteramos el pedido de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debimos”.
Patiño Meyer reconoció “la actitud de los obispos en tomar en cuenta el documento que le entregamos” y celebró que la cuestión haya sido retomada cuando aparentemente parecía clausurada para la Iglesia institucional. Sin embargo, adelantó que “a título personal puedo decir que no es lo que esperábamos” porque “no se da respuesta ni satisfacción a los reclamos”. El dirigente adelantó que los cristianos firmantes de la carta enviada a Arancedo se reunirán en los próximos días para analizar una respuesta formal al texto de los obispos.
Otro aspecto del documento eclesiástico tiene que ver con el apoyo a las investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos. “Nos sentimos comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos a fin de seguir buscando la verdad.” Agregan que “por ello nos estamos abocando a revisar todos los antecedentes a nuestro alcance” y alientan “a otros interesados e investigadores a realizarlos en los ámbitos que correspondan”. Y piden “a quienes tengan datos sobre el paradero de los niños robados o que conozcan lugares de sepultura clandestina, que se reconozcan moralmente obligados a acudir a las autoridades pertinentes”.
Los obispos se muestran “comprometidos y empeñados en promover la fraternidad y la amistad social en el pueblo argentino”, señalando que “la reconciliación no es ‘borrón y cuenta nueva’ y menos impunidad”.
El tema de las violaciones a los derechos humanos y la actuación de la jerarquía frente a esos hechos fue el único abordado por los obispos al final de su asamblea plenaria. No hubo pronunciamiento ni declaraciones públicas sobre otras cuestiones, como las reformas al Código Civil, que también estuvieron presentes en los cinco días que duró la asamblea plenaria en Pilar.
10/11/12 Página|12
GB
Con la misma escuela de Poncio Pilato
El cardenal Jorge Bergoglio y el obispo José María Arancedo.
Imagen: Télam
El Episcopado rechazó toda acusación de “complicidad” con los militares. Dijo que los obispos de entonces “intentaron hacer cuanto estaba a su alcance para el bien de todos”.
Por Washington Uranga
Mediante una “carta al pueblo de Dios” emitida al término de su asamblea plenaria celebrada durante toda la semana en Pilar, los obispos católicos argentinos retomaron ayer el tema de las violaciones a los derechos humanos durante la pasada dictadura militar y las complicidades entre la jerarquía católica y el régimen militar, puestas nuevamente sobre el tapete a raíz de las declaraciones del dictador Rafael Videla (a quien mencionan como “ex presidente ‘de facto’”) aparecidas en un libro. Aunque no se menciona en el texto de la declaración, en esta ocasión los obispos reaccionaron ante el pedido que un importante grupo de laicos les formuló de manera directa semanas atrás y después de conocidas las afirmaciones públicas del dictador condenado por delitos de lesa humanidad.
En el documento, si bien se reitera que los obispos de entonces “intentaron hacer cuanto estaba a su alcance para el bien de todos, de acuerdo con su conciencia y juicio prudencial”, rechazan toda acusación de “complicidad” con la dictadura, vuelven a pedir perdón “por acciones u omisiones” y admiten que “no todos los miembros de la Iglesia pensaron y actuaron con idénticos criterios”. El documento recoge declaraciones periodísticas del presidente de la Conferencia, José María Arancedo, en las que señaló que “una suerte de connivencia es totalmente alejado de la verdad de lo que hicieron los obispos involucrados en ese momento”.
Respecto de los obispos que actuaron durante la dictadura evitan todo juicio categórico. “De nuestros hermanos mayores, los obispos que nos precedieron, hemos reconocido su palabra y testimonio” y “sobre su modo de actuar, volvemos con respeto, sin poder conocer a fondo cuánto supieron personalmente de lo que estaba sucediendo”.
Una carta con más de 350 firmas de un grupo de cristianos encabezados por el escribano Hernán Patiño Meyer había sido entregada a las autoridades del Episcopado el 20 de septiembre pasado, exigiendo a los obispos un pronunciamiento a raíz de las declaraciones de Videla que involucraron de manera directa, entre otros, al fallecido cardenal Raúl Francisco Primatesta, quien fuera titular de la Conferencia Episcopal.
Ahora los obispos que se autodenominan “servidores de la reconciliación” dicen que “queremos estar cerca de cuantos sufren todavía por hechos no esclarecidos ni reparados” porque “cuando la justicia es demasiado largamente esperada deja de ser justicia, y agrega dolor y escepticismo”. Señala también el documento que “sabemos que en miles de familias hay heridas abiertas y angustiosas, por lo acontecido después del secuestro, detención o desaparición de un ser querido”. Subrayan en consecuencia que “compartimos el dolor de todos ellos y reiteramos el pedido de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debimos”.
Patiño Meyer reconoció “la actitud de los obispos en tomar en cuenta el documento que le entregamos” y celebró que la cuestión haya sido retomada cuando aparentemente parecía clausurada para la Iglesia institucional. Sin embargo, adelantó que “a título personal puedo decir que no es lo que esperábamos” porque “no se da respuesta ni satisfacción a los reclamos”. El dirigente adelantó que los cristianos firmantes de la carta enviada a Arancedo se reunirán en los próximos días para analizar una respuesta formal al texto de los obispos.
Otro aspecto del documento eclesiástico tiene que ver con el apoyo a las investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos. “Nos sentimos comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos a fin de seguir buscando la verdad.” Agregan que “por ello nos estamos abocando a revisar todos los antecedentes a nuestro alcance” y alientan “a otros interesados e investigadores a realizarlos en los ámbitos que correspondan”. Y piden “a quienes tengan datos sobre el paradero de los niños robados o que conozcan lugares de sepultura clandestina, que se reconozcan moralmente obligados a acudir a las autoridades pertinentes”.
Los obispos se muestran “comprometidos y empeñados en promover la fraternidad y la amistad social en el pueblo argentino”, señalando que “la reconciliación no es ‘borrón y cuenta nueva’ y menos impunidad”.
El tema de las violaciones a los derechos humanos y la actuación de la jerarquía frente a esos hechos fue el único abordado por los obispos al final de su asamblea plenaria. No hubo pronunciamiento ni declaraciones públicas sobre otras cuestiones, como las reformas al Código Civil, que también estuvieron presentes en los cinco días que duró la asamblea plenaria en Pilar.
10/11/12 Página|12
GB
LA SEGURIDAD-INSEGURA., OPINION
La arraigada tradición de torear a la justicia
Por Ricardo Ragendorfer
La democratización de las fuerzas de seguridad es una deuda que el país mantiene desde el fin de la dictadura militar.
El comisario general de la Policía de Santa Fe, Hugo Tognoli, tiene el dudoso mérito de ser el primer jefe en funciones de una fuerza de seguridad que termina con sus huesos tras las rejas. Nunca, en toda la república, ningún otro uniformado de su rango padeció semejante contratiempo.
En una ocasión, al cruzarse con un periodista que solía escribir sobre sus trapisondas, el célebre comisario Mario Naldi le soltó: “Me sobreseyeron en todas las causas, querido.” Su entusiasmo parecía el de un colegial que acaba de aprobar las materias que se llevó a marzo.
En otra ocasión, el no menos famoso comisario Pedro Klodczyk, ya aquejado de una enfermedad pulmonar, agonizaría en los brazos del abogado Alejandro Casal, y sus últimas palabras fueron: “Viste, al final estos hijos de puta no pudieron meterme en cana.” Luego, cayó en el sopor eterno.
Lo cierto es que los altos dignatarios de la Maldita Policía supieron concluir sus carreras toreando con destreza la acción de la justicia. Y con patrimonios personales atribuidos socarronamente a una provechosa actividad comercial de índole privada. A tres lustros del hundimiento de esa cúpula, sus integrantes se reciclaron con éxito en la vida civil: ahora encabezan agencias de seguridad, asesoran a intendentes, van en calidad de expertos a programas de televisión o, sencillamente, disfrutan su fortuna en silencio. Ya se sabe que son muy pocos los uniformados que tuvieron la mala suerte de terminar en una celda. Se trata por lo general de efectivos de bajo rango que incurrieron en el imperdonable pecado de robar a espaldas de la Corporación o que cayeron estrepitosamente en desgracia. Aún en la policía, la impunidad es una cuestión de clases.
¿Qué fue, entonces, lo que llevó a Tognoli hacia el otro lado del mostrador? El tipo era investigado por la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) por su vínculo con una red de protección a narcos y proxenetas. Sobre él había una serie de pruebas abrumadoras; entre ellas, una escucha telefónica en la cual un alto oficial le indicaba a la madama de un lupanar de Villa Cañás que para vender cocaína allí debía abonar “30 mil pesos a Tognoli”. Tampoco le favoreció la comprobación de haber usado su propia clave para identificar en el Registro de Propiedad Automotor los vehículos de la Policía de PSA que seguían a un traficante al que Tognoli encubría. Pero el juez Marcelo Bailaque, se obstinaba en rechazar los pedidos de captura para Tognoli y sus secuaces. Finalmente fue la filtración periodística del expediente –y no una decisión de la justicia– lo que precipitó su destino. A esa altura, la causa había quedado en manos del juez Carlos Vera Barros, quien ahora dejó a Tognoli en libertad. La impunidad volvió a funcionar.
Esta historia es parecida a otras.
En 1998, la jueza de Lomas de Zamora, Silvia González, empezó a instruir una megacausa que se conoció como la de “los 33 orientales”. Los procesados: esa misma cantidad de comisarios de la Bonaerense, encabezados nada menos que por Klodczyk. En la lista también descollaba el ex subjefe de la fuerza, Norberto Padilla; su jefe de Investigaciones, Armando Calabró, y el director de Finanzas, José Ojeda, entre otros. El origen de tal investigación fueron las escuchas telefónicas al comisario Juan José Ribelli, antes de ser detenido por el atentado a la AMIA. Sólo en esas cintas a él se le detectaron 94 delitos. Las ramificaciones de la pesquisa no tardaron en extenderse como una enorme mancha venenosa hacia toda la estructura de la Bonaerense. En ese expediente estaba el ADN de la corrupción policial en la provincia gobernada entonces por Eduardo Duhalde. Y describía como sus jefes gerenciaban cada una de las actividades tipificadas por el Código Penal; desde el tráfico de drogas a la venta ilegal de autopartes, pasando por la piratería del asfalto, la prostitución, el secuestro extorsivo y los asaltos a mano armada. La profundización de la causa auguraba imprevisibles consecuencias políticas e institucionales. Pero la cuestión no pasó a mayores. En ello hubo un motivo de peso: la eficacia de los operadores judiciales del duhaldismo hizo que la doctora González –una de las magistradas más respetables de Lomas– se declarara incompetente. La causa entonces pasó a la órbita del juez Emilio Villamayor, cuya gran afinidad con el Poder Ejecutivo provincial era notoria. En resumidas cuentas, éste no tardó en archivar el expediente.
“Al final no pudieron meterme en cana”, diría Klodczyk un año después, ya a punto de tomar sus primeras lecciones de arpa.
Un río de tinta ha corrido en los estos días sobre el caso Tognoli. Un caso que –con justa razón– ha dejado al gobernador socialista Antonio Bonfatti entre la debacle y el ridículo. Sin embargo, lo de su jefe policial sólo es la expresión más reciente de una siniestra generalidad. Ya se sabe que la democratización de las fuerzas de seguridad es una deuda que el país mantiene desde el fin de la dictadura militar. Ello, en gran medida, explica el autoritarismo existente en las agencias policiales que actúan a lo largo y ancho del territorio nacional, junto al elevado índice de corrupción que subyace en ellas. Y si bien la Bonaerense encabeza la lista de abusos y negocios policiales, lo cierto es que ninguna otra fuerza federal o provincial es ajena a tales prácticas. Eso ahora los santafesinos bien lo saben.
10/11/12 InfoNews
Por Ricardo Ragendorfer
La democratización de las fuerzas de seguridad es una deuda que el país mantiene desde el fin de la dictadura militar.
El comisario general de la Policía de Santa Fe, Hugo Tognoli, tiene el dudoso mérito de ser el primer jefe en funciones de una fuerza de seguridad que termina con sus huesos tras las rejas. Nunca, en toda la república, ningún otro uniformado de su rango padeció semejante contratiempo.
En una ocasión, al cruzarse con un periodista que solía escribir sobre sus trapisondas, el célebre comisario Mario Naldi le soltó: “Me sobreseyeron en todas las causas, querido.” Su entusiasmo parecía el de un colegial que acaba de aprobar las materias que se llevó a marzo.
En otra ocasión, el no menos famoso comisario Pedro Klodczyk, ya aquejado de una enfermedad pulmonar, agonizaría en los brazos del abogado Alejandro Casal, y sus últimas palabras fueron: “Viste, al final estos hijos de puta no pudieron meterme en cana.” Luego, cayó en el sopor eterno.
Lo cierto es que los altos dignatarios de la Maldita Policía supieron concluir sus carreras toreando con destreza la acción de la justicia. Y con patrimonios personales atribuidos socarronamente a una provechosa actividad comercial de índole privada. A tres lustros del hundimiento de esa cúpula, sus integrantes se reciclaron con éxito en la vida civil: ahora encabezan agencias de seguridad, asesoran a intendentes, van en calidad de expertos a programas de televisión o, sencillamente, disfrutan su fortuna en silencio. Ya se sabe que son muy pocos los uniformados que tuvieron la mala suerte de terminar en una celda. Se trata por lo general de efectivos de bajo rango que incurrieron en el imperdonable pecado de robar a espaldas de la Corporación o que cayeron estrepitosamente en desgracia. Aún en la policía, la impunidad es una cuestión de clases.
¿Qué fue, entonces, lo que llevó a Tognoli hacia el otro lado del mostrador? El tipo era investigado por la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) por su vínculo con una red de protección a narcos y proxenetas. Sobre él había una serie de pruebas abrumadoras; entre ellas, una escucha telefónica en la cual un alto oficial le indicaba a la madama de un lupanar de Villa Cañás que para vender cocaína allí debía abonar “30 mil pesos a Tognoli”. Tampoco le favoreció la comprobación de haber usado su propia clave para identificar en el Registro de Propiedad Automotor los vehículos de la Policía de PSA que seguían a un traficante al que Tognoli encubría. Pero el juez Marcelo Bailaque, se obstinaba en rechazar los pedidos de captura para Tognoli y sus secuaces. Finalmente fue la filtración periodística del expediente –y no una decisión de la justicia– lo que precipitó su destino. A esa altura, la causa había quedado en manos del juez Carlos Vera Barros, quien ahora dejó a Tognoli en libertad. La impunidad volvió a funcionar.
Esta historia es parecida a otras.
En 1998, la jueza de Lomas de Zamora, Silvia González, empezó a instruir una megacausa que se conoció como la de “los 33 orientales”. Los procesados: esa misma cantidad de comisarios de la Bonaerense, encabezados nada menos que por Klodczyk. En la lista también descollaba el ex subjefe de la fuerza, Norberto Padilla; su jefe de Investigaciones, Armando Calabró, y el director de Finanzas, José Ojeda, entre otros. El origen de tal investigación fueron las escuchas telefónicas al comisario Juan José Ribelli, antes de ser detenido por el atentado a la AMIA. Sólo en esas cintas a él se le detectaron 94 delitos. Las ramificaciones de la pesquisa no tardaron en extenderse como una enorme mancha venenosa hacia toda la estructura de la Bonaerense. En ese expediente estaba el ADN de la corrupción policial en la provincia gobernada entonces por Eduardo Duhalde. Y describía como sus jefes gerenciaban cada una de las actividades tipificadas por el Código Penal; desde el tráfico de drogas a la venta ilegal de autopartes, pasando por la piratería del asfalto, la prostitución, el secuestro extorsivo y los asaltos a mano armada. La profundización de la causa auguraba imprevisibles consecuencias políticas e institucionales. Pero la cuestión no pasó a mayores. En ello hubo un motivo de peso: la eficacia de los operadores judiciales del duhaldismo hizo que la doctora González –una de las magistradas más respetables de Lomas– se declarara incompetente. La causa entonces pasó a la órbita del juez Emilio Villamayor, cuya gran afinidad con el Poder Ejecutivo provincial era notoria. En resumidas cuentas, éste no tardó en archivar el expediente.
“Al final no pudieron meterme en cana”, diría Klodczyk un año después, ya a punto de tomar sus primeras lecciones de arpa.
Un río de tinta ha corrido en los estos días sobre el caso Tognoli. Un caso que –con justa razón– ha dejado al gobernador socialista Antonio Bonfatti entre la debacle y el ridículo. Sin embargo, lo de su jefe policial sólo es la expresión más reciente de una siniestra generalidad. Ya se sabe que la democratización de las fuerzas de seguridad es una deuda que el país mantiene desde el fin de la dictadura militar. Ello, en gran medida, explica el autoritarismo existente en las agencias policiales que actúan a lo largo y ancho del territorio nacional, junto al elevado índice de corrupción que subyace en ellas. Y si bien la Bonaerense encabeza la lista de abusos y negocios policiales, lo cierto es que ninguna otra fuerza federal o provincial es ajena a tales prácticas. Eso ahora los santafesinos bien lo saben.
10/11/12 InfoNews
INUNDACIONES, BASURA, MACRI, MAS BASURA
Buenos Aires ya es una ciudad anfibia
En apenas una hora, las calles de Belgrano se transformaron en ríos. Hubo anegamientos en Palermo, Colegiales y Villa Crespo. Influyó la gran cantidad de basura sin recolectar, aunque el gobierno porteño dice que hizo un operativo especial.
Cada día, Buenos Aires acentúa un poco más su perfil como ciudad inundable. El entubamiento de los arroyos de llanura cuyos cauces no pueden contenerse enteramente, la construcción de torres siguiendo la costa del Río de la Plata y otras, las sucesivas renovaciones de capas asfálticas que elevan el nivel de la calzada hasta el de la vereda son sólo algunos de los rasgos que parecen asegurar un horizonte de inundaciones recurrentes. Las soluciones técnicas que prometen los canales aliviadores y el boom indiscriminado de la construcción también, según señalaron a este diario los arquitectos Osvaldo Guerrica Echevarría y Rodolfo Livingston, quienes coincidieron en el diagnóstico: la única manera de evitar las inundaciones es rever el modo en que se construye cada día la ciudad.
“La única solución es terminar de construir. Y sin embargo no paran”, evaluó Guerrica Echevarría, de la Asociación Amigos del Lago de Palermo. “Todo lo que se hace es para acentuar el problema”, razonó. En la ciudad de Buenos Aires, “los arroyos son de llanura, por lo que hay muy poca diferencia de nivel entre el arroyo y el terreno. Todo río, todo cauce de agua, necesita un desnivel pronunciado para acelerar la salida del agua. Cuanta menos diferencia hay, más lento es el desagote”. Entubados, los arroyos porteños dependen de “aliviadores que van a mucha profundidad y tienen que levantar el nivel del agua para que salga al río”, que, por otra parte, cada vez queda más lejos: con el terreno ganado al río, la ciudad vuelve cada vez más distantes las desembocaduras.
“Negar los arroyos, negar los ríos” es uno de los problemas “históricos” de la ciudad, señaló el arquitecto Rodolfo Livingston, quien recuerda que “el Maldonado fue un río que ha tenido márgenes verdes, que atraviesa la ciudad como el Támesis atraviesa Londres y el Sena, París”. “Una visión de que la naturaleza está para ser dominada llevó a meter el agua en un caño. A los ríos no les gusta que los metan en caño. Y no tienen cauces uniformes. Tienen un cauce. Ese error cometido con el arroyo Maldonado se repite con el arroyo Vega y todos los otros de la ciudad”. Se trata de “cuencas hídricas sometidas”.
Pero prever el crecimiento de los cauces y la posibilidad de respetarlos, o evaluar el modo de aprovecharlos en lugar de pretender domesticarlos, coincidieron Guerrica Echevarría y Livingston, no es el único impedimento para restar factores a la posibilidad de inundación. Guerrica Echevarría señala que existe una lista de “impedimientos al escurrimiento” de agua caída, en la cual la profusión permanente de construcciones juega un rol fundamental. “Se impermeabiliza, se construye y todo a niveles más altos que las calles”, señala al explicar que el pozo necesario para la construcción de una torre usualmente se impermeabiliza, lo que evita el escurrimiento.
“De algún modo, todas las bases de las torres se convierten en impedimentos para que escurran las aguas. Son 20, 30, 40 metros impermeabilizados hacia abajo. Cuanto más alta la torre, más profundo el pozo donde está metido. Sobre la costa, hay toda una barrera de torres, empezando por Puerto Madero, el microcentro, Retiro, Recoleta, Belgrano. Ese cordón de torres, subterráneamente, constituye el dique al escurrimiento subterráneo de las aguas”, explicó Guerrica Echevarría.
Por otra parte, Livingston acotó que “la ciudad tiene una capa impermeabilizadora, que es el cemento”. “El hecho de que todo el piso urbano sea impermeable” facilita las inundaciones. “Se puede inventar un pavimento que sea resistente y duro y, a la vez, permita escurrir parte del agua. Los adoquines hacían eso. No se pueden proponer ahora, porque los automovilistas se quejarían, y además los adoquines, como se entierran sobre arena, no soportarían los pesos de los camiones”, explica. Sin embargo, sí “se podría inventar un piso” capaz de resistir y a la vez absorber parte del agua, “o que todas las calles tengan los bordes del pavimento de adoquines” y allí pueda derivar el agua. Entretanto, las sucesivas capas asfálticas, aplicadas una sobre otra, con un fresado previo que quita lo más superficial de la capa previa, “hicieron que las calles asfaltadas estén muy por sobre el nivel de las veredas”, observó Guerrica Echevarría. “Las bocas de tormenta siempre quedan por debajo del nivel, se las ve en las esquinas. En los últimos veinte, treinta años, las calzadas subieron de nivel y eso favorece que, cuando llueve mucho, el agua entre en las casas.”
Hoy día, “sobre el cauce de los arroyos está edificada parte de la ciudad, aun en las zonas que naturalmente son más bajas. Todo lo edificado a los costados de la avenida Juan B. Justo, que es el Maldonado entubado, está construido en zona baja. Tiende a inundarse porque hacia allí van las aguas de los lados más altos”. En los alrededores, para remediar eso, hay zonas que “podrían ser absorbentes, como la playa ferroviaria de Palermo, que podría convertirse enteramente en terreno para eso si también se eliminaran los paredones a los costados”.
Sin embargo, allí “se está haciendo lo contrario. Hay playas de estacionamiento y están empezando a construir, hay también hectáreas concesionadas para hacer una canchita de fútbol con césped artificial”. Un viejo proyecto vecinal, que alguna vez ingresó en la Legislatura porteña acompañado “con más de cinco mil firmas”, proponía “hacer un parque en la playa ferroviaria de Palermo, el proyecto ‘Lago Pacífico’”, pero nunca avanzó. “El mayor problema era que resultaba muy barato”, aventuró Guerrica Echevarría.
EL CONFLICTO POR LA BASURA YA ES UN PROBLEMA POLITICO
Toneladas sin destino
Ayer la Presidenta confirmó que no se usarán los terrenos de Campo de Mayo para ampliar los rellenos de la Ceamse, cuya vida útil termina en abril. Macri culpó a la Nación por el conflicto.
El cierre inminente del relleno sanitario Norte III, de la Ceamse, en José León Suárez, puso sobre la mesa la discusión sobre qué hacer con las 14 mil toneladas de basura que se generan a diario en el Area Metropolitana. Por lo pronto, la posibilidad de ampliar ese predio sobre 140 hectáreas en el predio de Campo de Mayo quedó descartado de plano: ayer, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner aseguró que “no se va a tirar más basura en ese pulmón”. Pese a que la Ciudad no cumple con la Ley de Basura Cero, el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, responsabilizó al gobierno nacional por el conflicto y apoyó la medida de fuerza de los trabajadores que hace una semana provocaron el retraso de la recolección y disposición de la basura.
“Tenemos montañas de basura al lado de chicos en el Gran Buenos Aires, es una tremenda afrenta al medio ambiente”, sostuvo la Presidenta ante intendentes bonaerenses, en el Salón de las Mujeres en la Casa Rosada. Allí dio a conocer la decisión de no extender la vida del relleno de José León Suárez, en General San Martín, cuyo cierre está previsto para abril o mayo del próximo año. La idea de ampliar el terreno tampoco había sido aceptada por los intendentes de ese municipio, de San Fernando, Tigre y San Miguel.
En el Area Metropolitana se generan 14.250 toneladas diarias de residuos que son dispuestas en rellenos sanitarios de Ensenada, González Catán y San Martín, que están colapsados y tienen fecha de cierre. Además, no existen nuevos sitios alternativos. La Presidenta también criticó que se siga “enterrando basura sin un procesamiento adecuado y moderno”.
“Es tiempo de que tomemos medidas con soluciones regionales de fondo, para que podamos cumplir con metas ciertas de reducción de residuos y que cada municipio se haga cargo de su basura”, apuntó a Página/12 el intendente de San Martín, Gabriel Katopodis. Así, se cumpliría con la ley provincial 13.592, que establece que cada municipio debe concretar el tratamiento de sus residuos.
Para aplacar el nivel de conflicto, el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, propuso buscar una salida en conjunto a través de la creación de una nueva institución que estaría conformada entre el Organismo Provincial de Desarrollo Sustentable (OPDS), la Ceamse (creada en 1978) y la Ciudad de Buenos Aires.
Voceros de la OPDS informaron a este diario que aún no está determinado si cada organismo continuará trabajando de manera independiente. Sin embargo, desde el despacho de una de las intendencias apuntaron que la Ceamse “ya no sirve” y que la intención es lograr delinear planes conjuntos de reducción de la basura. En caso de que la Ceamse desaparezca, una posibilidad para los trabajadores sería trabajar en las nuevas plantas de tratamiento. En San Martín, por ejemplo, el próximo año se implementaría un plan de separación de residuos en origen –en oficinas oficiales y en instituciones educativas– que conllevaría la recoleccción diferenciada. Entre ese municipio, San Miguel y Tigre generan entre 300 y 400 toneladas de basura por día, mientras que la ciudad de Buenos Aires produce seis mil.
El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, también opinó sobre la polémica que se generó en torno de la basura y advirtió a los intendentes que Macri busca “tapar de basura” sus distritos. Señaló que la Ciudad “es el distrito mayor productor de residuos urbanos sólidos”.
Respecto de los dichos de la Presidenta, el delegado moyanista de la Asociación Gremial de Obreros y Empleados de la Ceamse (Agoec), Jorge Mancini, reiteró que esperarán una respuesta hasta la próxima semana para decidir si llevan a cabo medidas de fuerza para reclamar la estabilidad laboral de 1500 trabajadores del relleno Norte III.
Pese a que la medida de fuerza que paralizó (y podría volver a paralizar) la recolección en la Ciudad perjudica a los porteños, Macri dio el visto bueno a la protesta en declaraciones radiales: “La forma que tienen de reclamar que se extienda la tierra es no dejando entrar los camiones y la basura que se entierra no tiene dónde ir”.
Informe: Carla Perelló.
10/11/12 Página|12
En apenas una hora, las calles de Belgrano se transformaron en ríos. Hubo anegamientos en Palermo, Colegiales y Villa Crespo. Influyó la gran cantidad de basura sin recolectar, aunque el gobierno porteño dice que hizo un operativo especial.
Por Emilio Ruchansky
Bastó una hora ayer, entre las 12 y las 13, para que la lluvia inundara y anegase varios puntos de la ciudad de Buenos Aires, que aún siguen recuperándose del último temporal, el 29 de octubre pasado. Como aquel día, varios autos volvieron a ser removidos en la caudalosa calle Blanco Encalada, en el barrio porteño de Belgrano. “¡Historia repetida! Pasados por agua. Liquidación. Todo a 35 pesos”, decía una cartulina pegada en el escaparate de una tienda de ropa, sobre la avenida Cabildo. Allí, comerciantes y vecinos salieron a parar el tránsito, hasta que acudieron las policías Federal y Metropolitana. En otros barrios, como Palermo, Villa Ortúzar y Retiro, flotaban y se deshacían en el agua las bolsas de basura, que anoche se apilaban en varios barrios. Entre las 11 y las 16 cayeron, en total, 73,7 milímetros.
La tormenta sobre el área metropolitana causó ayer dificultades de tránsito en avenidas como General Paz, Libertador o Hipólito Yrigoyen, en Avellaneda, donde se circuló a baja velocidad con las banquinas llenas de agua. En algunos tramos de estas avenidas se transitaba por uno o dos carriles. En Libertador, cerca de la calle Virrey del Pino, había decenas de bolsas de basura sobre el boulevard. Varias escuadras de limpieza trabajaron sobre los sumideros, como parte de un despliegue de seiscientos operarios, según el gobierno porteño, que cubrieron la emergencia.
Blanco Encalada volvió a ser zona crítica por el arroyo Vega, cuyo aliviador está inconcluso: Macri acaba de recibir autorización de la Legislatura para endeudarse por 250 millones de dólares, con aval del gobierno nacional, para una obra que demandará al menos tres años. Sobre esa calle, en el tramo comprendido entre las avenidas Crámer y Cabildo, un vecino con una maza en la mano salió a detener el tránsito para evitar las olas y esperar que el agua drene después de alcanzar su punto máximo, que ayer sobrepasó el metro. Como en el temporal pasado, el agua entró en las verdulerías y los comercios de ropa, música y cotillón sobre esas cuadras, donde muchos locales tienen compuertas.
“Esta vez llamamos a la comisaría y vinieron a desviar el tránsito en Cabildo y Monroe y Cabildo y Mendoza. El gran problema son las olas, si no hay tránsito entra mucha menos agua”, dijo a este diario José Luis, de la zapatería Oggi. El temporal pasado, afirmó, lo dejó sin cien pares de zapatos de 350 pesos. “No pido indemnización al gobierno porteño, ni me gasto”, agregó. En otro negocio del rubro, Marta Sixto, todavía están con el papeleo de la inundación anterior. “Y tengo pendiente un pago de febrero, ni siquiera sé cuánto me van a dar”, afirmó Gonzalo, el encargado.
Marta Sixto se sumó ayer a esta segunda rueda de liquidaciones de los negocios cercanos a Cabildo y Blanco Encalada en menos de dos semanas. “Por suerte no llegamos a poner el piso nuevo de madera flotante. No lo hacemos de cerámica porque tardaría tres días y es mucho tiempo en momentos como éste”, agregó el encargado de esta zapatería. Muy cerca se ofrecían carteras con cincuenta por ciento de descuento en Bendito Glam, aunque no abundaba el público. En otras tiendas de ropa, las vendedoras salieron de short y ojotas a sacar el agua con secadores y trapos. Además de los camiones cisterna que llegaron a Belgrano para bombear agua, también acudieron a la zona un carro de bomberos de la Policía Federal con un gomón, una ambulancia, una cuadrilla de Edenor y varios móviles de la Defensa Civil porteña. “En toda la zona del arroyo Vega no hay un solo contenedor y las bolsas quedan en las calles y veredas tapando los sumideros. No es justo que los vecinos tengan que arriesgarse a sacar ellos mismos las bolsas de las bocas de tormenta”, denunció ayer el legislador porteño Adrián Camps, del Partido Socialista Auténtico.
Desde el gobierno porteño, desmintieron que la presencia de basura haya influido en la inundación de un sector de Belgrano. “El servicio de recolección se encontraba totalmente normalizado antes de la tormenta. La recolección se completó en toda la ciudad y en las esquinas críticas en zonas inundables se realizó un operativo especial de refuerzo”, afirmó el ministro de Espacio Público, Diego Santilli. Según los datos enviados desde esa cartera, desde el jueves pasado a las 13, hasta la misma hora de ayer, recolectaron 5386 toneladas de residuos.
En las paradas de colectivos que preceden a la estación de tren de Belgrano, una docena de palomas perforaban las bolsas negras y metían la cabeza hasta encontrar restos de comida y extraerlos con su pico. Al pie de varios eucaliptos de la avenida Santa Fe, entre el Jardín Botánico y Coronel Díaz, se veían muchas bolsas apiladas, al igual que en un acceso cerrado de la estación Juramento, de subte. Este servicio, informó Metrovías, estuvo totalmente interrumpido al mediodía en la línea C, mientras que las formaciones de la línea D no se detuvieron en la estación Scalabrini Ortiz, en el momento de lluvia más intensa, entre las 12 y las 13, cuando cayeron 31,7 milímetros.
Además de Belgrano, hubo anegamientos en Colegiales y en lugares puntuales, como la esquina de Juan B. Justo y avenida Corrientes, en Villa Crespo, y Crisólogo Larralde y Triunvirato, en Villa Ortúzar. También en la Villa 21-24, en el sur de la ciudad, por la subida de las napas, que provocó el ingreso de aguas servidas en las viviendas.
La fuerte tormenta, producto del arribo de un frente frío proveniente del sur, comenzó con ráfagas y chaparrones antes del mediodía en las localidades de Luján, Cañuelas, Moreno, Ituzaingó, General Pacheco y Pilar. Luego se extendió al sudeste, centro y noreste de la provincia de Buenos Aires y Santa Fe, donde se registraron fuertes vientos y caída de granizo. Según informó el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), también llovió mucho en el centro y norte de Córdoba, Entre Ríos, sur de Santiago del Estero, Tucumán, sobre el Río de la Plata y el área marítima adyacente. La buena noticia es la baja considerable en las temperaturas, que se extenderá al menos hasta el domingo, con máximas de 22 grados y mínimas de 15.
ENTUBAMIENTO DE ARROYOS, ASFALTO MASIVO, TORRES EN LA RIBERA
Cómo construir una ciudad inundableBastó una hora ayer, entre las 12 y las 13, para que la lluvia inundara y anegase varios puntos de la ciudad de Buenos Aires, que aún siguen recuperándose del último temporal, el 29 de octubre pasado. Como aquel día, varios autos volvieron a ser removidos en la caudalosa calle Blanco Encalada, en el barrio porteño de Belgrano. “¡Historia repetida! Pasados por agua. Liquidación. Todo a 35 pesos”, decía una cartulina pegada en el escaparate de una tienda de ropa, sobre la avenida Cabildo. Allí, comerciantes y vecinos salieron a parar el tránsito, hasta que acudieron las policías Federal y Metropolitana. En otros barrios, como Palermo, Villa Ortúzar y Retiro, flotaban y se deshacían en el agua las bolsas de basura, que anoche se apilaban en varios barrios. Entre las 11 y las 16 cayeron, en total, 73,7 milímetros.
La tormenta sobre el área metropolitana causó ayer dificultades de tránsito en avenidas como General Paz, Libertador o Hipólito Yrigoyen, en Avellaneda, donde se circuló a baja velocidad con las banquinas llenas de agua. En algunos tramos de estas avenidas se transitaba por uno o dos carriles. En Libertador, cerca de la calle Virrey del Pino, había decenas de bolsas de basura sobre el boulevard. Varias escuadras de limpieza trabajaron sobre los sumideros, como parte de un despliegue de seiscientos operarios, según el gobierno porteño, que cubrieron la emergencia.
Blanco Encalada volvió a ser zona crítica por el arroyo Vega, cuyo aliviador está inconcluso: Macri acaba de recibir autorización de la Legislatura para endeudarse por 250 millones de dólares, con aval del gobierno nacional, para una obra que demandará al menos tres años. Sobre esa calle, en el tramo comprendido entre las avenidas Crámer y Cabildo, un vecino con una maza en la mano salió a detener el tránsito para evitar las olas y esperar que el agua drene después de alcanzar su punto máximo, que ayer sobrepasó el metro. Como en el temporal pasado, el agua entró en las verdulerías y los comercios de ropa, música y cotillón sobre esas cuadras, donde muchos locales tienen compuertas.
“Esta vez llamamos a la comisaría y vinieron a desviar el tránsito en Cabildo y Monroe y Cabildo y Mendoza. El gran problema son las olas, si no hay tránsito entra mucha menos agua”, dijo a este diario José Luis, de la zapatería Oggi. El temporal pasado, afirmó, lo dejó sin cien pares de zapatos de 350 pesos. “No pido indemnización al gobierno porteño, ni me gasto”, agregó. En otro negocio del rubro, Marta Sixto, todavía están con el papeleo de la inundación anterior. “Y tengo pendiente un pago de febrero, ni siquiera sé cuánto me van a dar”, afirmó Gonzalo, el encargado.
Marta Sixto se sumó ayer a esta segunda rueda de liquidaciones de los negocios cercanos a Cabildo y Blanco Encalada en menos de dos semanas. “Por suerte no llegamos a poner el piso nuevo de madera flotante. No lo hacemos de cerámica porque tardaría tres días y es mucho tiempo en momentos como éste”, agregó el encargado de esta zapatería. Muy cerca se ofrecían carteras con cincuenta por ciento de descuento en Bendito Glam, aunque no abundaba el público. En otras tiendas de ropa, las vendedoras salieron de short y ojotas a sacar el agua con secadores y trapos. Además de los camiones cisterna que llegaron a Belgrano para bombear agua, también acudieron a la zona un carro de bomberos de la Policía Federal con un gomón, una ambulancia, una cuadrilla de Edenor y varios móviles de la Defensa Civil porteña. “En toda la zona del arroyo Vega no hay un solo contenedor y las bolsas quedan en las calles y veredas tapando los sumideros. No es justo que los vecinos tengan que arriesgarse a sacar ellos mismos las bolsas de las bocas de tormenta”, denunció ayer el legislador porteño Adrián Camps, del Partido Socialista Auténtico.
Desde el gobierno porteño, desmintieron que la presencia de basura haya influido en la inundación de un sector de Belgrano. “El servicio de recolección se encontraba totalmente normalizado antes de la tormenta. La recolección se completó en toda la ciudad y en las esquinas críticas en zonas inundables se realizó un operativo especial de refuerzo”, afirmó el ministro de Espacio Público, Diego Santilli. Según los datos enviados desde esa cartera, desde el jueves pasado a las 13, hasta la misma hora de ayer, recolectaron 5386 toneladas de residuos.
En las paradas de colectivos que preceden a la estación de tren de Belgrano, una docena de palomas perforaban las bolsas negras y metían la cabeza hasta encontrar restos de comida y extraerlos con su pico. Al pie de varios eucaliptos de la avenida Santa Fe, entre el Jardín Botánico y Coronel Díaz, se veían muchas bolsas apiladas, al igual que en un acceso cerrado de la estación Juramento, de subte. Este servicio, informó Metrovías, estuvo totalmente interrumpido al mediodía en la línea C, mientras que las formaciones de la línea D no se detuvieron en la estación Scalabrini Ortiz, en el momento de lluvia más intensa, entre las 12 y las 13, cuando cayeron 31,7 milímetros.
Además de Belgrano, hubo anegamientos en Colegiales y en lugares puntuales, como la esquina de Juan B. Justo y avenida Corrientes, en Villa Crespo, y Crisólogo Larralde y Triunvirato, en Villa Ortúzar. También en la Villa 21-24, en el sur de la ciudad, por la subida de las napas, que provocó el ingreso de aguas servidas en las viviendas.
La fuerte tormenta, producto del arribo de un frente frío proveniente del sur, comenzó con ráfagas y chaparrones antes del mediodía en las localidades de Luján, Cañuelas, Moreno, Ituzaingó, General Pacheco y Pilar. Luego se extendió al sudeste, centro y noreste de la provincia de Buenos Aires y Santa Fe, donde se registraron fuertes vientos y caída de granizo. Según informó el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), también llovió mucho en el centro y norte de Córdoba, Entre Ríos, sur de Santiago del Estero, Tucumán, sobre el Río de la Plata y el área marítima adyacente. La buena noticia es la baja considerable en las temperaturas, que se extenderá al menos hasta el domingo, con máximas de 22 grados y mínimas de 15.
ENTUBAMIENTO DE ARROYOS, ASFALTO MASIVO, TORRES EN LA RIBERA
Cada día, Buenos Aires acentúa un poco más su perfil como ciudad inundable. El entubamiento de los arroyos de llanura cuyos cauces no pueden contenerse enteramente, la construcción de torres siguiendo la costa del Río de la Plata y otras, las sucesivas renovaciones de capas asfálticas que elevan el nivel de la calzada hasta el de la vereda son sólo algunos de los rasgos que parecen asegurar un horizonte de inundaciones recurrentes. Las soluciones técnicas que prometen los canales aliviadores y el boom indiscriminado de la construcción también, según señalaron a este diario los arquitectos Osvaldo Guerrica Echevarría y Rodolfo Livingston, quienes coincidieron en el diagnóstico: la única manera de evitar las inundaciones es rever el modo en que se construye cada día la ciudad.
“La única solución es terminar de construir. Y sin embargo no paran”, evaluó Guerrica Echevarría, de la Asociación Amigos del Lago de Palermo. “Todo lo que se hace es para acentuar el problema”, razonó. En la ciudad de Buenos Aires, “los arroyos son de llanura, por lo que hay muy poca diferencia de nivel entre el arroyo y el terreno. Todo río, todo cauce de agua, necesita un desnivel pronunciado para acelerar la salida del agua. Cuanta menos diferencia hay, más lento es el desagote”. Entubados, los arroyos porteños dependen de “aliviadores que van a mucha profundidad y tienen que levantar el nivel del agua para que salga al río”, que, por otra parte, cada vez queda más lejos: con el terreno ganado al río, la ciudad vuelve cada vez más distantes las desembocaduras.
“Negar los arroyos, negar los ríos” es uno de los problemas “históricos” de la ciudad, señaló el arquitecto Rodolfo Livingston, quien recuerda que “el Maldonado fue un río que ha tenido márgenes verdes, que atraviesa la ciudad como el Támesis atraviesa Londres y el Sena, París”. “Una visión de que la naturaleza está para ser dominada llevó a meter el agua en un caño. A los ríos no les gusta que los metan en caño. Y no tienen cauces uniformes. Tienen un cauce. Ese error cometido con el arroyo Maldonado se repite con el arroyo Vega y todos los otros de la ciudad”. Se trata de “cuencas hídricas sometidas”.
Pero prever el crecimiento de los cauces y la posibilidad de respetarlos, o evaluar el modo de aprovecharlos en lugar de pretender domesticarlos, coincidieron Guerrica Echevarría y Livingston, no es el único impedimento para restar factores a la posibilidad de inundación. Guerrica Echevarría señala que existe una lista de “impedimientos al escurrimiento” de agua caída, en la cual la profusión permanente de construcciones juega un rol fundamental. “Se impermeabiliza, se construye y todo a niveles más altos que las calles”, señala al explicar que el pozo necesario para la construcción de una torre usualmente se impermeabiliza, lo que evita el escurrimiento.
“De algún modo, todas las bases de las torres se convierten en impedimentos para que escurran las aguas. Son 20, 30, 40 metros impermeabilizados hacia abajo. Cuanto más alta la torre, más profundo el pozo donde está metido. Sobre la costa, hay toda una barrera de torres, empezando por Puerto Madero, el microcentro, Retiro, Recoleta, Belgrano. Ese cordón de torres, subterráneamente, constituye el dique al escurrimiento subterráneo de las aguas”, explicó Guerrica Echevarría.
Por otra parte, Livingston acotó que “la ciudad tiene una capa impermeabilizadora, que es el cemento”. “El hecho de que todo el piso urbano sea impermeable” facilita las inundaciones. “Se puede inventar un pavimento que sea resistente y duro y, a la vez, permita escurrir parte del agua. Los adoquines hacían eso. No se pueden proponer ahora, porque los automovilistas se quejarían, y además los adoquines, como se entierran sobre arena, no soportarían los pesos de los camiones”, explica. Sin embargo, sí “se podría inventar un piso” capaz de resistir y a la vez absorber parte del agua, “o que todas las calles tengan los bordes del pavimento de adoquines” y allí pueda derivar el agua. Entretanto, las sucesivas capas asfálticas, aplicadas una sobre otra, con un fresado previo que quita lo más superficial de la capa previa, “hicieron que las calles asfaltadas estén muy por sobre el nivel de las veredas”, observó Guerrica Echevarría. “Las bocas de tormenta siempre quedan por debajo del nivel, se las ve en las esquinas. En los últimos veinte, treinta años, las calzadas subieron de nivel y eso favorece que, cuando llueve mucho, el agua entre en las casas.”
Hoy día, “sobre el cauce de los arroyos está edificada parte de la ciudad, aun en las zonas que naturalmente son más bajas. Todo lo edificado a los costados de la avenida Juan B. Justo, que es el Maldonado entubado, está construido en zona baja. Tiende a inundarse porque hacia allí van las aguas de los lados más altos”. En los alrededores, para remediar eso, hay zonas que “podrían ser absorbentes, como la playa ferroviaria de Palermo, que podría convertirse enteramente en terreno para eso si también se eliminaran los paredones a los costados”.
Sin embargo, allí “se está haciendo lo contrario. Hay playas de estacionamiento y están empezando a construir, hay también hectáreas concesionadas para hacer una canchita de fútbol con césped artificial”. Un viejo proyecto vecinal, que alguna vez ingresó en la Legislatura porteña acompañado “con más de cinco mil firmas”, proponía “hacer un parque en la playa ferroviaria de Palermo, el proyecto ‘Lago Pacífico’”, pero nunca avanzó. “El mayor problema era que resultaba muy barato”, aventuró Guerrica Echevarría.
EL CONFLICTO POR LA BASURA YA ES UN PROBLEMA POLITICO
Toneladas sin destino
Ayer la Presidenta confirmó que no se usarán los terrenos de Campo de Mayo para ampliar los rellenos de la Ceamse, cuya vida útil termina en abril. Macri culpó a la Nación por el conflicto.
El cierre inminente del relleno sanitario Norte III, de la Ceamse, en José León Suárez, puso sobre la mesa la discusión sobre qué hacer con las 14 mil toneladas de basura que se generan a diario en el Area Metropolitana. Por lo pronto, la posibilidad de ampliar ese predio sobre 140 hectáreas en el predio de Campo de Mayo quedó descartado de plano: ayer, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner aseguró que “no se va a tirar más basura en ese pulmón”. Pese a que la Ciudad no cumple con la Ley de Basura Cero, el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, responsabilizó al gobierno nacional por el conflicto y apoyó la medida de fuerza de los trabajadores que hace una semana provocaron el retraso de la recolección y disposición de la basura.
“Tenemos montañas de basura al lado de chicos en el Gran Buenos Aires, es una tremenda afrenta al medio ambiente”, sostuvo la Presidenta ante intendentes bonaerenses, en el Salón de las Mujeres en la Casa Rosada. Allí dio a conocer la decisión de no extender la vida del relleno de José León Suárez, en General San Martín, cuyo cierre está previsto para abril o mayo del próximo año. La idea de ampliar el terreno tampoco había sido aceptada por los intendentes de ese municipio, de San Fernando, Tigre y San Miguel.
En el Area Metropolitana se generan 14.250 toneladas diarias de residuos que son dispuestas en rellenos sanitarios de Ensenada, González Catán y San Martín, que están colapsados y tienen fecha de cierre. Además, no existen nuevos sitios alternativos. La Presidenta también criticó que se siga “enterrando basura sin un procesamiento adecuado y moderno”.
“Es tiempo de que tomemos medidas con soluciones regionales de fondo, para que podamos cumplir con metas ciertas de reducción de residuos y que cada municipio se haga cargo de su basura”, apuntó a Página/12 el intendente de San Martín, Gabriel Katopodis. Así, se cumpliría con la ley provincial 13.592, que establece que cada municipio debe concretar el tratamiento de sus residuos.
Para aplacar el nivel de conflicto, el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, propuso buscar una salida en conjunto a través de la creación de una nueva institución que estaría conformada entre el Organismo Provincial de Desarrollo Sustentable (OPDS), la Ceamse (creada en 1978) y la Ciudad de Buenos Aires.
Voceros de la OPDS informaron a este diario que aún no está determinado si cada organismo continuará trabajando de manera independiente. Sin embargo, desde el despacho de una de las intendencias apuntaron que la Ceamse “ya no sirve” y que la intención es lograr delinear planes conjuntos de reducción de la basura. En caso de que la Ceamse desaparezca, una posibilidad para los trabajadores sería trabajar en las nuevas plantas de tratamiento. En San Martín, por ejemplo, el próximo año se implementaría un plan de separación de residuos en origen –en oficinas oficiales y en instituciones educativas– que conllevaría la recoleccción diferenciada. Entre ese municipio, San Miguel y Tigre generan entre 300 y 400 toneladas de basura por día, mientras que la ciudad de Buenos Aires produce seis mil.
El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, también opinó sobre la polémica que se generó en torno de la basura y advirtió a los intendentes que Macri busca “tapar de basura” sus distritos. Señaló que la Ciudad “es el distrito mayor productor de residuos urbanos sólidos”.
Respecto de los dichos de la Presidenta, el delegado moyanista de la Asociación Gremial de Obreros y Empleados de la Ceamse (Agoec), Jorge Mancini, reiteró que esperarán una respuesta hasta la próxima semana para decidir si llevan a cabo medidas de fuerza para reclamar la estabilidad laboral de 1500 trabajadores del relleno Norte III.
Pese a que la medida de fuerza que paralizó (y podría volver a paralizar) la recolección en la Ciudad perjudica a los porteños, Macri dio el visto bueno a la protesta en declaraciones radiales: “La forma que tienen de reclamar que se extienda la tierra es no dejando entrar los camiones y la basura que se entierra no tiene dónde ir”.
Informe: Carla Perelló.
10/11/12 Página|12
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