A 77 AÑOS DE SU CREACION RENACE UNA SUERTE DEL DEBATE PRIMIGENIO SOBRE EL BCRA
Por Fernando Del Corro *
Cuando se están por cumplir 77 años de la creación del Banco Central de la República Argentina (BCRA), durante el gobierno del presidente Agustín Pedro Justo, el Congreso de la Nación se encuentra en pleno proceso de discusión sobre las características y facultades que debe tener el mismo y en el cual confrontan los intereses de los sectores del poder financiero a través de sus voceros políticos y aquellos otros, que diferencias mediante, aspiran a que el estado tenga un real poder sobre el manejo del dinero y las reservas públicas.
La creación del BCRA fue el resultado de la Ley 12.155, promulgada por el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) el 28 de mayo de 1935 y pocos días más tarde, el 6 de junio, comenzó a funcionar como tal siendo su primer gerente general el economista Raúl Prebisch, pilar de un profundo debate que impidió que la gran banca se quedara con el control del organismo y, por el contrario, éste pasó a tener autoridad para establecer controles sobre aquella; precisamente uno de los puntos en los que el nuevo proyecto en danza pretende avanzar.
Si bien los bancos públicos existieron desde los albores de la etapa independentista, incluyendo desapariciones por quiebras y reapariciones, el estado no tuvo un real control de manejo financiero y de la propia emisión como cuando los llamados “bancos garantidos” fueron autorizados a emitir dinero en 1897 por el gobierno de Miguel Angel Juárez Celman, lo que devino en uno de los graves problemas generadores de la crisis de 1890, como analizara ese gran economista argentino que fuera Jean Silvio Gesell –epónimo del balneario atlántico- en su obra “Hacia la reforma monetaria como puente hacia el estado de bienestar”, ampliamente citada por John Maynard Keynes en su “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”.
Es en esta obra y en otras, precisamente, cuando Keynes destaca la importancia de que los gobiernos posean sus bancos centrales, con plena autoridad sobre los mismos. Pero ya antes de aparecer la “Teoría general” en 1936 en buena parte la América Latina se habían comenzado a concretar los mismos, como en el caso del Brasil, bajo los lineamientos propuestos por Otto Niemeyer, director del Banco de Inglaterra, y en estados andinos como Perú, Colombia, Chile y Ecuador, en estos casos con el asesoramiento del economista estadounidense Edwin Walter Kammerer. En el gobierno de Justo se pensó en los dos pero, finalmente, se optó por Niemeyer como consultor del proyecto del caso.
Fueron los primeros tiempos de esa gestión cuando era ministro de Economía el radical antipersonalista Alberto Hueyo, que aplicó medidas de ajuste ortodoxo, cuando en 1932 se invitó a Niemeyer y se le pidió la propuesta de funcionamiento de lo que fue el BCRA. Este la elevó en 1933 siendo ministro el socialista independiente Federico Pinedo (parece que el homónimo nieto ahora va a estar más cerca de Hueyo que de su abuelo en el debate parlamentario) quién tenía a Prebisch como su principal colaborador. Pero éste era discípulo de otro gran economista, Alejandro Ernesto Bunge, y sus ideas circulaban por otros derroteros. Así fue como señaló que debía instrumentarse "una política monetaria y financiera que responda a las auténticas conveniencias nacionales". De esa manera, el mismo Prebisch que en 1956 diera un falso dictamen antiperonista sobre la economía argentina, se puso a pelear por cambios y logró hacerlo de manera decisiva.
El ex ministro Hueyo, como ahora el ex presidente del BCRA Martín Pérez Redrado, se opuso a los cambios afirmando que “la nueva concepción, si bien guardaba el articulado y la división de materias del proyecto de Niemeyer, alteraba en realidad sus líneas fundamentales”. De ser un banco manejado por el sistema financiero privado, al estilo del Banco de Inglaterra y de la propia Reserva Federal estadounidense, el nuevo BCRA convirtió al estado “en el mayor accionista al otorgarle la mitad de la suscripción”, se quejó Hueyo.
Tal como señala el historiador económico Mario Rapoport, fueron cinco los principales aspectos en los que se reformó la carta del futuro banco emisor y, como se puede observar, algunos tienen claramente que ver con la ahora proyectada reforma que tiende a dejar de lado los esquemas implantados por los esquemas “neomercantilistas”, término más apropiado que “neoliberales”, implementados en la década de 1990. El primero de esos puntos tuvo que ver con el saneamiento del sistema financiero (había varios bancos en problemas) para lo cual se avaluaron las reservas metálicas y se emitió en consecuencia. Es decir se amplió la circulación monetaria.
Otra cuestión que tiene que ver con la actualidad fue la creación de la superintendencia de bancos, no prevista en el proyecto del funcionario del Banco de Inglaterra según el cual las entidades financieras sólo tenían la obligación de presentar sus balances al BCRA pero éste no tenía facultades como contralor. Asimismo estaba la cuestión del manejo de la liquidez pudiendo restringirla en épocas de bonanza y expandirla en tiempos de vacas flacas. Asimismo mientras Niemeyer propuso subir las tasas de interés en función de la merma de reservas, con sus consecuencias negativas para el desarrollo económico –sobre todo cuando había que desprenderse de oro-, gracias a lo planteado por el luego gerente general ello fue desechado. Por último se agregó la facultad al banco emisor de establecer la política cambiaria.
Todo ello permitió que sus autoridades pudieran implementar durante varios años una política absolutamente anticíclica. Cabe tener en cuenta que la propuesta de que el directorio estuviese controlado por la gran banca privada, básicamente extranjera, también fue dejada de lado limitando a ésta a un porcentaje muy minoritario del directorio. Algo que luego fue eliminado por completo con la nacionalización del BCRA durante la gestión presidencial de Edelmiro Julián Farrell.
El proyecto del PEN es mejorable, incluso con la propuesta presentada hace tiempo por el diputado oficialista Carlos Salomón Heller. Sin embargo no son éstas las cuestiones que se plantean y se ponen como ejemplos las rigideces del Banco Central Europeo (BCE) que contribuyeron a desatar la actual crisis en el Viejo Continente; las políticas antiinflacionarias del Banco do Brasil que provocaron la financiarización de la economía de ese país con una enorme caída de la producción real, cosa que ahora está tratando de revertir la presidenta Dilma Vana Rousseff; y hasta una cosa tan ridícula como mencionar la política monetaria del Ecuador, país que no tiene moneda ya que utiliza el dólar estadounidense, sugerido en su momento a un anterior gobierno por el tristemente célebre argentino Domingo Felipe Cavallo, una trampa de la que hoy no sabe cómo salir el presidente Rafael Vicente Correa. Curiosamente la propia China está reduciendo el coeficiente de reservas de su banco central.
(*) Profesor de Historia por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA); en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA se desempeña como docente en Historia Económica Argentina, como subdirector del post grado en Periodismo Económico y como conductor del programa radial Económicas y la Comunidad; en la Facultad de Derecho (FD) de la UBA colabora en la materia Deuda Externa; es periodista en la agencia Télam SE; y miembro de número del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
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