"Es curioso cómo la terminología que nombra y describe la transición (transacción?) de la vida a la muerte, y todo lo que afectivamente genera, suele usar significatantes extraídos, contaminados, corrompidos por al siempre capciosa economía. En todos los niveles. Las consabidas pérdidas, los deudos y deudas, el pagar con/malgastar una vida, que dejará o no un saldo.La muerte que pasa a cobrar lo que queda de ese capital que te dieron para gastar. Incluso espiritualmente, vivir es acumular (para el "oreo lado"), y hay que cuidarse porque al fin de cuentas, si no perdonas tus deudas, el Supremo Acreedor no perdonará las tuyas. Todo mal.
La vida toda-que no es una cuenta de resultados. , ni una inversión, ni un capital, ni un negocio, como propone este mundo al revés-queda sometida a la semántica del campo monetario. En el ejemplo que nos interesa, las pérdidas afectivas se supone que no son deudas; sin embargo, hay que-en nombre de la equívoca salud- asumirlas. No deja de ser una forma/fórmula equivalente a la de aquél perverso apotegma de honrar la deuda ( se ha dicho y repetido), porque la única regla moral que parece digna de aplicación y respeto es la que tiene al sagrado dinero de por medio: el juego y el negocio (amorales por naturaleza) generan compromisos sagrados. ¿Son estos los valores del mercado? No. Lo único que existe es un perverso mercado de valores. En baja , siempre en baja..
Y así, una vez economizado lo humano, para redondear la ecuación solo falta "humanizar" la economía. Pero solo desde el lenguaje, porque cada vez que alguien pretende desde el Estado soberano, aunque sea tímidamente, tocar, regular, supervisar, controlar los movimientos de los ladrones, se empieza a hablar -por ejemplo- de la "inquietud" de los mercados o de la necesidad de las entidades financieras. Qué tramposos. Lo jodido es que el sistema está armado de tal manera, con una lógica tan perversa, que pareciera que no hay otra opción que navegar en el Titanic y en tercera, primeros para ahogarse y con muy pocos botes, todos para ellos. Habría que bajarse, claro. O por ahora estar atentos hasta que se pueda toar otra cosa.
Mientras tanto, cuando en el lacrimoso aviso fúnebre de un banco, o en la participación en el llanto de alguna bolsa especuladora justamente agujereada, descubras que además dice "y demás deudos". No preguntes quienes son. Parafraseando a Hemingway, que citaba a John Donne: están hablando de mí, de vos, gil/gila, pedazo de deudo/deuda. Porque por ahora, y solo por ahora, para estos impresentables defensores de la lógica financiera, todos los muertos son tuyos.
Nuestros quiero decir."
Extracto de un artículo publicado por Juan Sasturain en Página12 , 12 de marzo de 2012.
GB
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