Una profecía inglesa no cumplida. Malvinas en las grandes corrientes históricas argentinas: Patagonia, Atlántico Sur, la Patria Grande. “Malvinas no es sólo un tema de política exterior o un conflicto de soberanía. Malvinas, como causa nacional, implica el “acabamiento”, la conclusión, de una Patria incompleta”.
Por Marcelo Vernet (*) | En 1838, John Henry Mandeville, ministro británico en Buenos Aires, le manda a Lord Palmerston, Secretario de Relaciones Exteriores, el consabido informe sobre la apertura de sesiones en la Legislatura de Buenos Aires. Analiza el discurso del gobernador Rosas y dice en un párrafo: “…toca la vieja cuestión de las islas Falkland y reclama como siempre por la injusticia de su ocupación por Gran Bretaña, creo que sin recibir demasiada simpatía o apoyo de parte del público, salvo las muy pocas personas que han especulado con una colonización allí. Seguirá siendo un párrafo anual en el mensaje hasta que el tema muera de agotamiento”.
Hace pocos días, el 1º de marzo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner pronunció su mensaje a la Asamblea Legislativa inaugurando el 130º periodo de sesiones ordinarias del Congreso Nacional. Desde luego, “toca la vieja cuestión de las islas Malvinas y reclama como siempre por la injusticia de su ocupación”.
Hoy, a 179 años de la usurpación británica, podemos afirmar que Mandeville le pifió. No sólo el tema no murió de agotamiento sino que, tal como lo señaló la Presidenta en su mensaje, “se ha convertido en una causa regional, americana y global”.
¿Por qué no se cumplió la profecía que Mandeville dejó consignada en su informe de 1838, apenas cinco años después de la ocupación británica de Malvinas? Responder esta pregunta puede ayudarnos a entender lo que significa y ha significado Malvinas a lo largo de nuestra historia como Nación y aún antes.
Malvinas en contexto
Malvinas no es sólo un tema de política exterior o un conflicto de soberanía. No se entiende sino su profundo vínculo con nuestra cultura, nuestros conflictos internos, nuestra identidad. Malvinas, como causa nacional, implica el “acabamiento”, la conclusión, de una Patria incompleta, mucho más allá del aspecto territorial.
Malvinas está en el corazón de tres grandes corrientes históricas, y en ellas tiende su vela.
Nos ha empujado y nos empuja hacia el sur, hacia la extendida Patagonia y la Antártida. Si no pensamos Malvinas como parte indisoluble de un todo más amplio difícilmente entendamos nuestra historia en Malvinas y su particular situación actual, como parte integrante de la provincia patagónica de Tierra del Fuego.
Malvinas nos lleva hacia el mar, esa “pampa sumergida”, ese medio país de agua y viento al que dimos la espalda. Si no pensamos Malvinas en su enclave del Atlántico Sur, difícilmente entendamos lo que está en disputa. Ni entenderemos por qué, a lo largo de su historia, fue Malvinas tierra de disputas entre las principales potencias.
Malvinas nos mueve hacia la América del Sur, hacia la Patria Grande, coronación del largo camino de construcción de la Nación Sudamericana. Si no acertamos a responder que Malvinas es Sudamérica, difícilmente podamos encontrar la solución a los acertijos conque la Esfinge pretende estrangularnos.
Hitos
Tres hitos significativos se han producido en los últimos años en torno a estas corrientes históricas, y en los tres está presente la cuestión Malvinas de manera significativa.
El 11 de Diciembre de 2009, a las puertas del año del Bicentenario, fue publicada en el Boletín Oficial la Ley 26.552 que establece los límites de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Se cierra así una larga disputa iniciada en 1986, cuando el PEN presenta un proyecto de ley de provincialización del Territorio Nacional de Tierra del Fuego. Después de cuatro años de debate, se aprueba la ley 23.775 de creación de la provincia de Tierra del Fuego, poniendo fin al último Territorio Nacional de la Argentina. En su artículo 1º, se fijaban los límites de la nueva provincia, en los que expresamente se incluyen a las Islas Malvinas y las islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Carlos Saúl Menem ya gobernaba la República. Por Decreto 905/90 promulga la ley, vetando parcialmente el artículo 1º. Cuando el 15 de mayo de 1990 se publica en el Boletín Oficial la ley 23.775, el largo segundo párrafo que fijaba los límites de la nueva provincia había desaparecido, y con él, la expresa referencia a Malvinas. Los vagos fundamentos del veto presidencial tenían una innegable oscuridad de paraguas. Desde entonces se inició otro debate que se prolongó por diecinueve años. Que Malvinas formara o no, expresamente, parte de la provincia de Tierra del Fuego, estuvo en el corazón de la disputa.
Por una feliz coincidencia, ese año conmemoramos el 180º aniversario de la creación de la Comandancia Político Militar de de las Islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico, tal su nombre oficial. Si dejamos hablar con voz fresca a los amarillentos papeles que atesoramos como documentos de la testamentería que garantiza nuestra heredad, veríamos con más claridad lo evidente: “Cuando por la gloriosa revolución del 25 de mayo de 1810, se separaron estas provincias de la dominación de la metrópoli, España tenía una posesión material de las Islas Malvinas, y de todas las demás que rodean el Cabo de Hornos, incluso la que se conoce bajo la denominación de Tierra del Fuego”, afirma en sus considerandos el decreto del 30 de junio de 1829, justificando la creación de la Comandancia de Malvinas. El mapa que dibujan estas palabras coincide, a excepción del sector Antártico, entonces apenas atisbado, con el mapa de la actual provincia de Tierra del Fuego. Ir hacia Malvinas es completar este largo y extendido sueño que llamamos Patagonia.
El segundo hito tuvo lugar también en 2009. El 21 de abril, la República Argentina hizo entrega ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU, órgano técnico creado por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR) de los estudios que avalan sus derechos soberanos sobre un vasto territorio de más de 1.700.000 de Km2, adicionales a los casi 4.800.000 km2 de la plataforma continental hasta las 200 millas, para fijar de forma definitiva y obligatoria la extensión geográfica de todo el territorio nacional. Cuando vemos el mapa de esta Argentina completa nos damos cuenta de la dimensión cabal que las cifras, siempre un poco abstractas, representan. Para graficarlo de forma contundente, Ushuaia, capital del confín austral, pasaría a ser el centro geográfico de nuestra Argentina, sacándole definitivamente a Córdoba, su condición de ciudad mediterránea.
Desde luego, que las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur estén o no en ese mapa cambia drásticamente la realidad. Pero están, y su efectiva pertenencia consolida nuestros derechos, tanto en el mar como en la proyección antártica. Cuando se ningunea la importancia territorial del conflicto o se opina ligeramente sobre el derecho a la autodeterminación de los residentes británicos en Malvinas, se olvida que es la disputa territorial más importante del planeta y que el mapa que “los deseos” ingleses pretenden imponernos es un cercenamiento feroz de nuestro territorio. Ir hacia Malvinas es ir a concluir la conquista del mar que, desde nuestro origen como Nación, se nos impone como un desafío ineludible.
El tercer hito, tuvo por escenario el Palacio de Convenciones Ulises Guimaraes de Brasilia y por protagonistas a doce presidentes sudamericanos que firman, el 23 de mayo de 2008, el Acta constitutiva de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). ¿Desde dónde se vincula este acontecimiento con Malvinas? Desde su costado más doloroso, la guerra.
La guerra de las Malvinas puso en crisis algunos de los sistemas y organismos en los que se desarrollaba nuestro posicionamiento geopolítico internacional, empezando por el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca). Malvinas precipitó la crisis del TIAR y la anomia en que cae la OEA. No sólo Argentina, toda la región se vio profundamente conmocionada por la decisión de Estados Unidos de apoyar y aliarse abiertamente con Gran Bretaña. Muchos factores fueron coadyuvando con la creciente conciencia regional, pero, hay un antes y un después de la Guerra de Malvinas en las estrategias de agrupamiento continental y regional en América. No es casual que todos los agrupamientos e instancias multilaterales de la región que empiezan a concretarse, por primera vez, sin EE. UU. y por fuera de la OEA, sean inmediatamente posteriores a la Guerra de las Malvinas. Desde el surgimiento del Grupo Contadora, enero de 1983, pasando por el Grupo de Apoyo a Contadora, el Grupo de los 8, el Grupo Río, el Mercosur, hasta llegar a la conformación de la UNASUR.
Hacia el interior de nuestro país, la Guerra de Malvinas provocó un estado de conciencia regional. De pronto, muchos sectores de la sociedad que miraban con indiferencia o desprecio a los países hermanos de la región, se dieron cuenta que no éramos europeos exilados en tierra extraña por un raro designio; que éramos sudamericanos y los únicos que manifestaron abiertamente y sin reservas su solidaridad fueron nuestros paisanos.
Cuando por las calles de todas las ciudades del país las marchas de ex combatientes y veteranos corean la consigna “Volveremos a Malvinas de la mano de América Latina”, no están dando rienda a una emoción pasajera. Están poniendo de manifiesto una geopolítica que hunde sus raíces en las guerras de independencia. Están condensando una verdad popular, aprendida en la experiencia histórica. “Las Malvinas son Sudamericanas” podría ser un bando que firmarían gustosos San Martín y Bolívar. Malvinas nos ata, con lazos de amor, de sangre y de esperanza, a la Patria Grande.
Si no vivificamos desde estas corrientes históricas la cuestión Malvinas, a la larga, Mandeville tendrá razón y el tema va a morir de agotamiento y nosotros de frustración, con una Patria a medias, con un corazón partido.
(*) Escritor, descendiente de Luis Vernet, primer Comandante Político Militar en las Islas, director del Instituto de las Islas Malvinas “Padre Mario Migone
Prof GB
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