martes, 23 de agosto de 2011
Agenda de ReflexionN° 738 - La Argentina trash Segunda Parte
Cansado de los tipos puros
Todas las noches eran iguales. Luis Ventura recibía en la redacción el ejemplar caliente de la revista Paparazzi, se iba a su casa de Lanús y dejaba deliberadamente el número sobre la mesa de la cocina. Todas las mañanas eran iguales. Ventura se levantaba, preparaba un mate y miraba de reojo a su suegra. En ese entonces su suegra vivía. En ese entonces vivía con ellos. La suegra de Ventura -que no había terminado la escuela primaria- miraba la Paparazzi con ojo virgen y, desde atrás, Ventura miraba a su suegra como se mira a un niño en una cámara Gesell. ¿Dónde se detenía? ¿Dónde seguía de largo? Esas observaciones, sumadas a un trajinar perpetuo por bares, trenes y quioscos de diarios construyeron el ojo de Ventura: un hábil conocedor y formador del gusto popular. Un hombre que hoy -gracias al buen funcionamiento de ese ojo- puede volver a Lanús en tren o en un Mercedes Benz, según el día. Según las necesidades.
Ventura es, para muchos, el padrino de la televisión basura. Pero él tiene algo para decir al respecto: “La Argentina es hipócrita. La Argentina está llena de chorros comprobados que después aparecen en la vidriera de personajes de un montón de revistas como si fueran el D’Artagnan de Los tres mosqueteros. Pero la gente no se indigna con ellos sino con un tipo como Fort, que no hace nada con su vida pero al menos no robó ningún banco, y cuyo mayor pecado es tener plata y mostrarla. Los medios nos critican a nosotros, pero después nos llaman para pedirnos datos y los publican sin citar la fuente. Yo fui el primero en leer en mi programa de radio, Ciudad Gótica, las cifras de los contratos de 6, 7, 8 . Llamaron tantos medios que dejé un juego para que repartieran fotocopias en la entrada de la radio. Se las llevaron 53 medios, tengo la lista, pero ninguno citó la fuente, porque hubiera sido ?cache’ nombrarnos. Estoy cansado de los tipos puros. Después ves las obras de teatro que ellos te recomiendan y no va ni el loro”.
Ventura es hijo de periodista, sobrino de periodista, hermano de periodista, padre de periodistas. Se formó en el diario Crónica, después trabajó en Flash y finalmente devino un hábil fabricante de acontecimientos. Nada nuevo dentro del periodismo: así como los diarios y las revistas publican notas de tendencias basadas en dudosos estudios de -por caso- la Universidad de Iowa, Ventura hace lo propio en su terreno: construye personajes a la medida de los usos y costumbres de un grupo social. Y eso que para muchos es basura para otros es simplemente un andamiaje que sostiene y alimenta los relatos del consumo de las clases populares.
“La prensa popular, al estar más condicionada a la aceptación del público, tiene más porosidad al espíritu de los tiempos que la prensa elitista, comprometida en el respeto de los cánones -dice Adriana Amado-. Esta prensa capta más rápidamente las tendencias sociales y es más sensible a los gustos de los grandes públicos, lo que la lleva a ser demagógica hasta el cinismo, uno de los aspectos más despreciables de este periodismo.”
“Las revistas del corazón tienen un saber que me parece respetable -opina Seselovsky-. Escuchan y reconocen íntimamente a su lector, y sobrevive el medio que logra encontrar y construir esa voz popular. Pronto sabe que si se casa la actriz de Betty la Fea, para ellos ‘es tapa’. Y lo sabe porque ‘es tapa’ para sus lectores, que están esperando esa voz construida y reconocible. ¿Por qué siguió adelante Paparazzi y no TXT? La progresía bienpensante te va a decir, mientras se acomoda la chomba dentro de las bermudas, que este es un país comebasura. Yo prefiero pensar que las revistas populares, a veces, tienen el oído más fino.”
Daniela Gutiérrez, especialista en Educación y miembro de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso, disiente: “Creo que el concepto ’saber’ le queda algo grande al asunto. Las revistas del corazón son un género y en ese sentido tienen una forma, una lógica, leyes que rigen la escritura y la lectura que van construyendo el pacto entre el productor y el consumidor de ese producto. Hay ahí un know how, en todo caso, pero ’saber’ requeriría que los propios periodistas pudieran pensar críticamente las condiciones de producción de las revistas, de la industria del entretenimiento en este tiempo y eventualmente, como hace Barcelona, darle un giro desde el humor o el cinismo”.
Televisión peronista
Afuera también hay, o casi. En Estados Unidos están los shows de Jerry Springer y Oprah Winfrey; la RAI tiene sus momentos tremendos (para más datos, ver el documental Videocracy ); gran parte de la programación de TF en Francia es tinelliana; la Deutsche Welle tiene programas donde -por ejemplo- un montón de gente disfrazada canta cosas como “Barrilito de cerveza” mientras come chucrut y salchichas; en Japón hay programas de juegos inverosímiles, y el resto de América latina se parece bastante a la Argentina.
Pero nada es igual.
“En España son mucho más ingenuos -asegura el escritor Hernán Casciari desde Barcelona, donde hoy vive-. Hay un Ricardo Fort. Se llama Belén Esteban y los medios la llaman ‘la princesa del pueblo’. Los analistas la analizan, la gente la mira, nadie parece quererla, pero no la pueden dejar de mirar. Igualmente, nada se compara con la Argentina. Lo de España es lo mismo, pero en escala infantiloide. En la Argentina hay tal nivel de ironía y de esquizofrenia que todo se mezcla y es denso, oscuro y mortal”.
¿Por qué acá y no en otro lado? ¿Por qué nuestra televisión -que es lo mismo que decir “nosotros”- llega hasta el bajo fondo de sus posibilidades? D’Espósito tiene una teoría: dice que cada sociedad se moldea de acuerdo con un arte en particular, con una forma del pensar específica que tiene que ver con el momento de su consolidación como grupo. Los alemanes, dice, se consolidaron con la filosofía y la música de cámara; los franceses, a través de la escritura; los italianos, de la pintura y la ópera; los estadounidenses, que fueron la cima de la modernidad tecnológica, se crearon un arte: el cine (su televisión está impregnada por los modos y los relatos del cine). “Y los argentinos, que entramos en la modernidad de verdad con el peronismo (y la televisión es la continuación del peronismo por medios… electrónicos) lo hicimos con la televisión -concluye D’Espósito-. Todo nuestro imaginario gira alrededor de la televisión. Y eso crea el mito de que si no aparecés en la televisión no existís, y que existir es tener poder y dinero, o viceversa”.
En la Argentina, el primer programa que jugó a tomar gente “de a pie” y transformarla en estrella fue El espejo para que la gente se mire, que se emitió entre 1984 y 1986. Pero el comienzo no estuvo exactamente ahí, sino en Mauro Viale: el pionero en entender, cuando ocurrió el caso Coppola, que un personaje sin talento podía ser una mina de oro. Después llegaron otros productos “democráticos” (Televisión abierta, el Zap! de Marcelo Polino) pero la televisión trash sólo encontró su nuevo punto de inflexión, el definitivo, el 10 de marzo de 2001, con la llegada de Gran Hermano. Fue, para muchos, el engranaje transparente que permitía ver todos los ingredientes de la Argentina trash: falta de talento, desesperación, fugacidad, impudicia.
“Es interesante preguntarse en qué medida el mundo televisivo ha ido ocupando algunas parcelas de ese espacio que alguna vez llamamos ciudad -dice el periodista Jorge Dorio, quien durante algunos años integró los paneles de debate de Gran Hermano -. Puestos en esa lectura, el artefacto televisivo se vuelve más una ventana que un escenario. En la televisión basura está marcada contundentemente la frontera entre los expositores y el ganado freak. En ese paisaje no hay esperanza alguna de movilidad social, del mismo modo que no hay riesgo de real transgresión por parte de las fugaces estrellas bizarras. Convengamos en que ellas carecen de toda voluntad revulsiva; su obsesión no es cuestionar, sino pertenecer. Y un panorama semejante es tranquilizador para el establishment, en muchos sentidos.”
Ellos, entonces, quieren pertenecer, suponiendo que saben qué quieren. ¿Por qué Fernandito el Amigacho puede pasarse la vida entera mostrando su único “talento”: hablar con la che? ¿Por qué pasan los años y Silvia Süller sigue llorando por Silvio Soldán frente a las cámaras? ¿Por qué Ricardo Fort, teniendo la oportunidad de recluirse en un cómodo y piadoso anonimato, elige vestirse de mariachi, hablarle de amor a una vedette, ser rechazado en público y decir: “Pero nena, vos me debés todo, yo te pagué hasta los dientes”? ¿Por qué viven en el cadalso con la urgencia ya no de intentar irse, sino de quedarse ahí para siempre?
“El mediático es un sujeto social interesante precisamente porque, íntimamente, no es el dinero lo que más lo impulsa -dice Seselovsky-. Desde ya que quieren ganarlo y hacen todo lo posible por vender sus shows, pero hay otras forma de hacer plata sin ese grado brutal de exposición. El mediático, el tipo que está dispuesto a multiplicar su absurdo personal frente a millones de personas que lo están viendo, tiene una estructura más sombría que la mera pulsión de hacer plata. Ricardo García tiene que tener formas menos expuestas de ganar dinero que desmayándose en cámara, pero por alguna razón el tipo eligió ésa. Con respecto a la conciencia de su propio patetismo, yo creo que si el mediático no estuviera vacunado contra ella, no arrancaría. Andá a decirle al Mago Sindientes que su personaje es de una tristeza infinita. El tipo se te va a quedar mirando y te va a decir: ‘¿Y?’ Además, si se mira bien, las últimas apariciones mediáticas son cada vez más marginales: el travesti que canta temas de Pappo en el programa Pasión de sábado nos está diciendo que la guita no es el tema.”
El tema, opina Seselovsky, quizá sea la fama. Y para que esa fama exista es imprescindible que haya una relación entre el sujeto mediático y su platea. Seselovsky lo grafica de este modo: alguien (Zulma Lobato, Joaquín Starosta) quiere acceder al reconocimiento público. Entonces se abre un contrato entre él y nosotros, sus espectadores, que tenemos lo que él quiere: la posibilidad de convertirlo en famoso. Ese contrato se firma en las escribanías que son los programas de la tarde, con Rial, Canosa, Rocassalvo o quien sea como escribano actuante. Cuando el mediático agota las miserias y fragilidades que tiene para deleitar a la sociedad que lo hizo célebre, cuando la cocina de la intimidad ya está cubierta por demasiadas pátinas de aceite, el contrato se cae o se rescinde hasta que la figura vuelva con miserias limpias.
Por eso, cabe pensar, la tragedia quizá no sean ellos: visto de este modo, la tragedia más bien somos nosotros.
N° 738 - La Argentina trash, Agenda de Reflexion, Primera Parte-
Un libro describe a los protagonistas de la llamada “televisión basura” y descubre sus puntos comunes con la sociedad argentina. Muchos se declaran indignados por la contaminación que esos personajes generan desde la pantalla chica pero no pueden dejar de seguirlos
Para AdnCULTURA de LA NACION
Por Josefina Licitra
Hay momentos así.
Luciana Salazar está en un día de campo -o algo parecido- atajando el peso de su escote con el antebrazo izquierdo, mientras busca un salero con la mano derecha y alguien se pregunta desde la distancia cómo será vivir de esa manera: sosteniendo la carne -propia- hasta para buscar la sal.
Adrián “Facha” Martel está en el VIP de Kiwi Disco, esperando que una mujer muerda el anzuelo y acepte irse con él al único lugar posible esa noche: el baño para discapacitados. Que tiene más espacio, que tiene llave.
Nazarena Vélez está en un bar de moda a las cuatro de la tarde, mordiendo un tostado de jamón y queso y contando que pasó un año difícil: que hizo una denuncia por violencia doméstica; que su marido la obligó a tener sexo con un revólver apoyado -apuntando- sobre la mesa de luz.
Ricardo Fort está sentado, quieto, en el sillón blanco de su living blanco, mirando el televisor y palpitando su segundo de gloria, el momento en que Alejandro Fantino diga, en su programa de trasnoche, quiénes fueron las figuras del año (y Fort no aparecerá y se pondrá furioso, pero sobre todo triste).
Cultos o populares
A lo largo del año 2010, Bailando por un sueño tuvo un rating que promediaba los 30 puntos, lo que significa que todos los días casi dos millones y medio de personas miraban las peleas de la Mole Moli con Ricardo Fort, los desvanecimientos de Graciela Alfano y el “chichoneo” de la modelo Paula Chávez con el productor Peter Alfonso. Y a las cinco de la tarde cerca de un millón y medio de televidentes (20 puntos de rating, si se suman todos los programas) prestaban atención a las reyertas -en general, todos coletazos del programa de Marcelo Tinelli- que aparecían en Intrusos, Los profesionales de siempre y Éste es el show.
Sin embargo, puestos a responder sobre consumos culturales, la mayor parte de los argentinos parecemos escindirnos de nuestra propia mirada y respondemos lo correcto: nos encanta el canal Encuentro. Que en los hechos, aun teniendo una programación exquisita, no llega al punto de rating.
“Paradójicamente, los que festejan la televisión cultural son los que no suelen consumir televisión y tienen un capital cultural que es previo al programa, es decir, que no se hacen cultos por ver la televisión cultural sino que pueden consumirla porque son cultos -dice Adriana Amado, doctora en Ciencias Sociales y autora del libro La palabra empeñada. Investigaciones sobre medios y comunicación pública en Argentina -. A la inversa, la mayoría de la gente que ve los programas de chimentos carece de elementos para apreciar o disfrutar un documental de Encuentro, aunque sea sobre una persona de su misma clase social. La televisión cultural suele estar presentada en un lenguaje inaccesible para las clases populares. En cambio, la inversa es posible: una persona culta puede acceder a un programa popular, y a la vez darse una argumentación intelectual para lavar la culpa que le genera.”
Leonardo D’Espósito, docente y crítico de El Amante, dice que el doble discurso no es una conducta puramente nacional: existe en cualquier parte. En Estados Unidos le dan el Oscar a Vivir al límite, pero el film que revienta los cines es Avatar. En Francia hacen lo imposible por ser reconocidos como la patria de Eric Rohmer o de François Truffaut, pero las películas más taquilleras son comedias que parecen hechas por Rodolfo Ledo.
“Creo que los individuos, interrogados sobre sus consumos, responden de acuerdo con lo que quieren que los demás piensen de su sociedad o de ellos mismos -dice D’Espósito-. Es bastante natural y excede la pretensión de ser un país culto. Dicho esto, creo que hay que evitar asimilar cultura con inteligencia: uno puede ser culto pero no inteligente; puede tener la información, pero no saber usarla. El triunfo de la Mole Moli en Bailando por un sueño es el triunfo de la inteligencia. Sí, bueno, suena mal, pero tratemos de pensarlo. ¿Por qué el público que llamaba por teléfono lo elegía? Es simple: los momentos de la Mole con Tinelli producían risas. Si se iba, las risas desaparecían: la estrategia más inteligente (no ‘culta’, claro) era votarlo para que se quedara y seguir teniendo ese espacio de placer en el programa.”
La elección culta, dice D’Espósito, habría sido cambiar de canal. Y seguramente habrá habido quienes lo hicieron. Pero a juzgar por los números de la definición de Bailando por un sueño (marcó un pico histórico con 39,2 puntos de rating: más de tres millones de personas mirando), la mayoría cambió de canal sólo cuando terminó el programa.
“Siempre resulta difícil hacerse cargo del deseo vergonzante -dice Seselovsky-. El canal Encuentro nos da la paz de saber que estamos consumiendo lo correcto, pero Tinelli ofrece algo más. Por ejemplo, a mí me gustó Para vestir santos : lo miré sabiendo que me gustaba, lo disfruté sin hacerme preguntas y al final de cada capítulo apagué y cambié de canal. El programa terminaba y yo terminaba con él. En cambio, ver a Tinelli es una experiencia menos segura: su show me coloca sobre la línea de cal del tipo que no entiende. ¿Me gusta? ¿No me gusta? ¿Lo detesto? ¿Me engancha? Todas las preguntas que los programas serios se molestan en dejar cerradas, la televisión trash las vuelve a abrir, y es eso lo que me resulta atractivo. Tinelli, Anabella Ascar y el programa de Viviana Canosa me ponen a hacer equilibrio sobre el vértice de una vacilación, frente a ellos nunca termino de pararme en ningún lado, y el programa termina y yo me quedo tratando de entender de qué cuernos está hecha la masividad de Zulma Lobato.”
¿Qué buscamos cuando vemos a Zulma haciendo una escena triste y marchita y diciendo, marchita y triste, “más respeto que yo llevo seis meses de carrera”? ¿Qué buscamos cuando vemos a un multimillonario ofreciendo al mercado de los lazos sociales lo único que parece estar en condiciones de ofrecer (dinero)? ¿Qué buscamos cuando vemos a Jacobo, a las extenuantes hermanitas Escudero, al desfile interminable de criaturas que en un futuro -salvo excepciones- sólo serán un nombre, un olvido en una agenda guardada en un cajón? ¿Qué hay en ellos que nos lleva con ellos?
“Dentro de la televisión trash la tensión realidad-ficción es muy adictiva, porque vuelve a los espectadores sujetos activos del hecho televisivo -opina Seselovsky-. El discurso de la televisión ya no es un pack cerrado que llega hasta tu casa y te dice lo que hay; ahora vos sos quien completa el proceso, porque sos el que se queda decidiendo qué es verdad y qué no.”
“Los espectadores somos gente extremadamente curiosa que busca en el espectáculo lo misterioso, lo raro y lo exótico que no aparece en nuestra vida cotidiana -explica D’Espósito-. Esos personajes son tan raros y coloridos como los luchadores de Titanes en el ring lo eran en nuestra infancia. Y uno, además, puede creer mucho más en sus historias porque no los presentan como personajes, sino como personas. Encima, decirle a una mina o a un mediático que es ‘basura’ porque hace la plata sin trabajar permite descargar la bronca que uno tiene con los personajes que ejercen un poder real sobre nosotros: ese jefe al que no podemos darle una trompada, esa secretaria que serrucha pisos. La profesión de blanco en la ficción es la más vieja del mundo.”
Luis Ventura, director de la revista Paparazzi y coequiper de Jorge Rial en Intrusos, dice: “Cultura no buscan, evidentemente. Lo que buscan son historias vacuas, triviales, nada del otro mundo, pero sí cosas entretenidas. Desde Paparazzi no les voy a enseñar a vivir, porque para eso están la escuela y la familia. Yo soy como un buen frutero: está el que te vende el cajón de la fruta podrida y está el que te abre el cajón y te lustra la fruta y te la da brillante. Eso hago yo”.
Doctrina permanente.
En el acto de entrega de la medalla peronista al chofer Walden
4 de febrero de 1948
Cultura social y valores de los trabajadores.
“Allí dijimos que era necesario elevar la cultura social de los trabajadores, pero que esa elevación no implicaba solamente el ir haciendo de nuestros trabajadores cada día un ente más capacitado para su vida, solamente en el orden material e intelectual, sino que por sobre todas las cosas había que buscar una mayor capacita¬ción en el orden moral. La elevación de los hombres, en su condición de tales, tiene corno punto de partida la educación de su espíritu. El hombre, además de sus condiciones de trabajo, debe saber practicar la virtud, sin la cual se desciende hasta los límites más extraordinarios. El honor más grande que se puede otorgar a un hombre es premiando sus condiciones morales, porque la virtud es una condición humana que está al alcance de todos. El lujo no está más que al alcance de los poderosos, pero la virtud está tan al alcance del poderoso como del más humilde. Luego, esa virtud, puede ser alcanzada por cualquiera de nosotros y valorada por nuestros semejantes.
Nosotros creemos que el cumplimiento del deber ha de es¬timularse para diferenciar las personas que cumplen con su deber de las que no cumplieron jamás con el suyo.”
“Tampoco creo en la existencia de un designio histórico que nos condene internacionalmente a la mansedumbre, a la sumisión o al coloniaje político y económico. Somos un pueblo fuerte por la intensidad del respeto a los derechos ajenos y a la exigencia del respeto a nuestros derechos; por el amor a nuestras instituciones y a nuestras libertades; por la conducta pacifista que no se quebró nunca; por el firme propósito de imitar al Padre de la Patria, al glorioso San Martín, que en dos continentes batalló en de¬fensa de los ideales de independencia, de esa férrea, de esa intransigente, de esa sagrada independencia típica del alma criolla que no se quiere doblegar ante nadie.”
General Juan D. Peron
4 de febrero de 1948
Cultura social y valores de los trabajadores.
“Allí dijimos que era necesario elevar la cultura social de los trabajadores, pero que esa elevación no implicaba solamente el ir haciendo de nuestros trabajadores cada día un ente más capacitado para su vida, solamente en el orden material e intelectual, sino que por sobre todas las cosas había que buscar una mayor capacita¬ción en el orden moral. La elevación de los hombres, en su condición de tales, tiene corno punto de partida la educación de su espíritu. El hombre, además de sus condiciones de trabajo, debe saber practicar la virtud, sin la cual se desciende hasta los límites más extraordinarios. El honor más grande que se puede otorgar a un hombre es premiando sus condiciones morales, porque la virtud es una condición humana que está al alcance de todos. El lujo no está más que al alcance de los poderosos, pero la virtud está tan al alcance del poderoso como del más humilde. Luego, esa virtud, puede ser alcanzada por cualquiera de nosotros y valorada por nuestros semejantes.
Nosotros creemos que el cumplimiento del deber ha de es¬timularse para diferenciar las personas que cumplen con su deber de las que no cumplieron jamás con el suyo.”
“Tampoco creo en la existencia de un designio histórico que nos condene internacionalmente a la mansedumbre, a la sumisión o al coloniaje político y económico. Somos un pueblo fuerte por la intensidad del respeto a los derechos ajenos y a la exigencia del respeto a nuestros derechos; por el amor a nuestras instituciones y a nuestras libertades; por la conducta pacifista que no se quebró nunca; por el firme propósito de imitar al Padre de la Patria, al glorioso San Martín, que en dos continentes batalló en de¬fensa de los ideales de independencia, de esa férrea, de esa intransigente, de esa sagrada independencia típica del alma criolla que no se quiere doblegar ante nadie.”
General Juan D. Peron
El General hoy, en el 2011.
Alocución radial con motivo de la inauguración del dique " El Nihuil"
11 de enero de 1948
Historia y Conciencia Nacional.
“Hay una historia nacional de lo que se prometió hacer y otra historia¬ nacional de lo que se hizo. Y dentro de ese sistema de incumplimiento, lo único que quedó como saldo apreciable fue el escepticismo de todo un pueblo que aprendió a saber que detrás de las palabras dichas se escondían las obras frustradas. Por eso, la política, que es y debe ser un medio de lucha para proponer e imponer dentro de la democracia un plan cohe¬rente de conquistas materiales e espirituales, se convirtió en un fin que agitaba los proyectos en el vacío con la sola intención de arrastrar a las masas que buscaban su bienestar y demandaban soluciones.” P. 23.
“No hacer las obras exigidas por el progreso fue como trabar las ruedas de la vida argentina; pero inyectar el pesimismo y la desilusión en la con¬ciencia nacional fue un crimen mucho mayor todavía, pues significaba, nada menos, que detener la inquietud y relajar prematuramente los mús¬culos de un pueblo nuevo y pujante que, por su propia juventud, tenía la obligación de soñar y crear, de sentirse artífice de su propio destino. Fue enorme el esfuerzo que debimos cumplir para vencer esa inercia popular de la cual el pueblo no era culpable y, gracias a la Divina Providencia, tu¬vimos la fe necesaria para no desmayar ante nada y para transformar en energía optimista la tristeza y la indiferencia que amenazaban malogrado todo para siempre.
Dentro del proceso de los hechos públicos, cada revolución puede definirse con una sola palabra capaz de concretar sus causas y sus consecuencias. Nuestra Revolución habrá de definir su sentido como la revolu¬ción de la verdad, como el movimiento nacido para reajustar los hechos a las palabras, como la eclosión experimentada en lo más hondo de la con¬ciencia argentina para levantar la inercias, los pesimismos y arrojar de nuestro espíritu para siempre el concepto de inferioridad que llegó a inva¬dirnos .
Poseíamos una heredad física de proporciones inmensas, y a fuerza de ir empequeñeciendo la conducta y, en consecuencia, el alma, nos defi¬níamos nosotros mismos como una pequeña potencia. Habíamos tenido una capacidad tal como para libertamos políticamente a nosotros mismos y para libertar a nuestros hermanos. Sin embargo, de renuncia en renun¬cia, casi terminamos mendigando la libertad económica ante los podero¬sos de la tierra.
Éramos dueños del grano para regarlo con sudor sobre los surcos, pero no éramos dueños de industrializarlo, de venderlo, ni de comerlo siquiera.
Éramos propietarios de la carne cuya baratura internacional se lograba en base a las peonadas retribuidas con jornales de miseria. Éramos posee¬dores de los ríos y sus aguas, en su mayor parte, para arrasar casas y sem¬brados en los trances de desborde, mientras sustituíamos la energía contenida en esos malogrados torrentes con el carbón y con el petróleo de otras tierras lejanas.
Éramos los creadores de una inconmensurable fortuna económica, pero habíamos fabricado con nuestra lamentable inteligencia la legisla¬ción que colocaba el manejo de la economía y de la finanza en las manos sin patria del imperialismo internacional.
Éramos los herederos de un pueblo que se debatió sin paga en las ho¬ras de sangre, y hubimos de permitir que un progreso distorsionado y anormal atentara contra la fortaleza física y espiritual.
Habíamos logrado concitar el arribo de grandes masas humanas lle¬gadas desde Europa para trabajar en paz, y admitíamos que ellas y los hi¬jos de ellas fueran víctimas de los engranajes de la injusticia social, her¬manándolas, en ese amargo destino, con las sufridas multitudes criollas.
Poseíamos las semillas de un pensamiento, de un arte y de una litera¬tura frutos de nuestra realidad, de nuestro paisaje, y originadas en las me¬jores fuentes clásicas y cristianas, y casi las esterilizamos arrojándolas al arenal del olvido, para sembrar inopinadamente semillas de culturas aje¬nas a la sensibilidad histórica de nuestro corazón. En pocas palabras, Dios nos había entregado una patria que nuestros próceres declararon fundada y estábamos haciendo todo lo posible para convertida en factoría. Tienen que haber sido muy profundas las raíces de la argentinidad para no haber sucumbido a tantas agresiones. Tiene que haber sido muy auténtico este pueblo para haberse salvado de tantas asechanzas. Y tiene que haber sido muy afortunada nuestra lucha para haber podido conseguir que el país se lanzara por el camino nuevo que hoy transita y al cual parecía haber re¬nunciado para siempre.
Porque toda la grandeza de esta magna hora pertenece al pueblo, que superándose a sí mismo retornó a la credulidad y nos otorgó, en heroico desenlace, el mandato que nos permitiría trabajar por su felicidad.”
11 de enero de 1948
Historia y Conciencia Nacional.
“Hay una historia nacional de lo que se prometió hacer y otra historia¬ nacional de lo que se hizo. Y dentro de ese sistema de incumplimiento, lo único que quedó como saldo apreciable fue el escepticismo de todo un pueblo que aprendió a saber que detrás de las palabras dichas se escondían las obras frustradas. Por eso, la política, que es y debe ser un medio de lucha para proponer e imponer dentro de la democracia un plan cohe¬rente de conquistas materiales e espirituales, se convirtió en un fin que agitaba los proyectos en el vacío con la sola intención de arrastrar a las masas que buscaban su bienestar y demandaban soluciones.” P. 23.
“No hacer las obras exigidas por el progreso fue como trabar las ruedas de la vida argentina; pero inyectar el pesimismo y la desilusión en la con¬ciencia nacional fue un crimen mucho mayor todavía, pues significaba, nada menos, que detener la inquietud y relajar prematuramente los mús¬culos de un pueblo nuevo y pujante que, por su propia juventud, tenía la obligación de soñar y crear, de sentirse artífice de su propio destino. Fue enorme el esfuerzo que debimos cumplir para vencer esa inercia popular de la cual el pueblo no era culpable y, gracias a la Divina Providencia, tu¬vimos la fe necesaria para no desmayar ante nada y para transformar en energía optimista la tristeza y la indiferencia que amenazaban malogrado todo para siempre.
Dentro del proceso de los hechos públicos, cada revolución puede definirse con una sola palabra capaz de concretar sus causas y sus consecuencias. Nuestra Revolución habrá de definir su sentido como la revolu¬ción de la verdad, como el movimiento nacido para reajustar los hechos a las palabras, como la eclosión experimentada en lo más hondo de la con¬ciencia argentina para levantar la inercias, los pesimismos y arrojar de nuestro espíritu para siempre el concepto de inferioridad que llegó a inva¬dirnos .
Poseíamos una heredad física de proporciones inmensas, y a fuerza de ir empequeñeciendo la conducta y, en consecuencia, el alma, nos defi¬níamos nosotros mismos como una pequeña potencia. Habíamos tenido una capacidad tal como para libertamos políticamente a nosotros mismos y para libertar a nuestros hermanos. Sin embargo, de renuncia en renun¬cia, casi terminamos mendigando la libertad económica ante los podero¬sos de la tierra.
Éramos dueños del grano para regarlo con sudor sobre los surcos, pero no éramos dueños de industrializarlo, de venderlo, ni de comerlo siquiera.
Éramos propietarios de la carne cuya baratura internacional se lograba en base a las peonadas retribuidas con jornales de miseria. Éramos posee¬dores de los ríos y sus aguas, en su mayor parte, para arrasar casas y sem¬brados en los trances de desborde, mientras sustituíamos la energía contenida en esos malogrados torrentes con el carbón y con el petróleo de otras tierras lejanas.
Éramos los creadores de una inconmensurable fortuna económica, pero habíamos fabricado con nuestra lamentable inteligencia la legisla¬ción que colocaba el manejo de la economía y de la finanza en las manos sin patria del imperialismo internacional.
Éramos los herederos de un pueblo que se debatió sin paga en las ho¬ras de sangre, y hubimos de permitir que un progreso distorsionado y anormal atentara contra la fortaleza física y espiritual.
Habíamos logrado concitar el arribo de grandes masas humanas lle¬gadas desde Europa para trabajar en paz, y admitíamos que ellas y los hi¬jos de ellas fueran víctimas de los engranajes de la injusticia social, her¬manándolas, en ese amargo destino, con las sufridas multitudes criollas.
Poseíamos las semillas de un pensamiento, de un arte y de una litera¬tura frutos de nuestra realidad, de nuestro paisaje, y originadas en las me¬jores fuentes clásicas y cristianas, y casi las esterilizamos arrojándolas al arenal del olvido, para sembrar inopinadamente semillas de culturas aje¬nas a la sensibilidad histórica de nuestro corazón. En pocas palabras, Dios nos había entregado una patria que nuestros próceres declararon fundada y estábamos haciendo todo lo posible para convertida en factoría. Tienen que haber sido muy profundas las raíces de la argentinidad para no haber sucumbido a tantas agresiones. Tiene que haber sido muy auténtico este pueblo para haberse salvado de tantas asechanzas. Y tiene que haber sido muy afortunada nuestra lucha para haber podido conseguir que el país se lanzara por el camino nuevo que hoy transita y al cual parecía haber re¬nunciado para siempre.
Porque toda la grandeza de esta magna hora pertenece al pueblo, que superándose a sí mismo retornó a la credulidad y nos otorgó, en heroico desenlace, el mandato que nos permitiría trabajar por su felicidad.”
lunes, 22 de agosto de 2011
El consumo, el trabajo, el capital, los obreros. El Peronismo
“La Revolución realizada por la oligarquía que siempre dominaba nuestra sociedad, está subestimando el poder y el valor de los trabajadores, pero, ¿han pensado para qué sirve su dinero? El dinero solo tiene valor para comprar bienes para uso o consumo, ¿Quién hace con su energía todos, absolutamente todos, los bienes?
OBREROS!!!! Ni marineros, ni soldados ni empleados ni comerciantes hacen bienes, ellos solo consumen mientras que los que producen, los obreros, nunca ganan lo suficiente para poder disfrutar las mercancías que hacen.
Perón entendía esta verdad innegable sabía y sabe que ustedes son la base de todo: las casas, los rascacielos, las máquinas, los caminos, los puertos, todo, todo está hecho por ustedes. El capital está muerto, no tiene valor sin trabajo que lo transforme en un producto. ¿De qué sirve el dinero en los bancos si éste no es usado para crear mercancías que representan riqueza? ¡Ningún uso! ¿Para qué tener millones en billetes si no hay comida para comprar?. El capital sin ustedes es un cadáver que se está pudriendo.”
Volante de fines del año 1956, que refleja, en plena Resistencia, las enseñanzas del peronismo para el fortalecimiento de la conciencia de la clase obrera.
Que se prolonga en el tiempo, a propósito de lecturas fáciles de por qué se vota Peronismo cuando el Peronismo genera un modelo de inclusión a través de la cultura del trabajo.
Prof GB
7 de marzo de 1947.
“¿Cómo debemos combatir a esos malos diarios? No es con la violen¬cia; no hay que combatirlos con la violencia, sino con la inteligencia, Es necesario que, lo mismo que a los demás, dejemos que digan todas esas cosas que solamente ellos creen; es necesario que sufran el castigo natural del que acostumbra a decir mentiras; y el castigo es que cuando digan aún la verdad, la gente no les va a creer. La sanción que debemos aplicarles es la de no comprarles; no comprar esos diarios ni avisar en ellos. Si lo hacemos con todos, todos los trabajadores verán que antes de seis meses esos diarios van a escribir todo lo contrario de lo que publican hoy. Si no procedemos así, sería pagarles para que nos estén traicionando. Es necesario llevar esta persuasión a todos los compañeros para que la lleven a cabo con los diarios que mienten; no con los que dicen la verdad, aunque no nos agrade, porque algunas veces las verdades desagradan, pero son saludables. Pero estos diarios que mienten a sabiendas no hay que comprarlos ni avisar en ellos."
Frase extraída del discurso pronunciado por el general Perón en una reunión celebrada con la CGT en el Teatro Colón.
Prof GB
La esencia del gorilismo ayer y hoy.
"Bueno, ahí estaban. Como si hubieran querido mostrar todo su poder para que nadie dudara de que realmente existían. Ahí estaban por toda la ciudad, pululando en grupos que parecían el mismo grupo multiplicado por centenares. Los mirábamos desde la vereda, con un sentimiento parecido a la compasión. ¿De dónde salían?, ¿Entonces existían?, ¿Tantos?, ¿Tan diferentes a nosotros?, ¿Realmente venían de a pie desde estos suburbios cuyos nombres componían una vaga geografía desconocida, una terra incógnita por la que nunca habíamos andado?.
Nos habíamos movido en un mapa conocido, familiar: la facultad, la Recoleta, la Plaza San Martín, la Casa Radical. Todo hasta entonces, era coherente y lógico: todo apoyaba nuestras creencias. Pero ese día cuando empezaron a estallar las voces y a desfilar las columnas de rostros anónimos color tierra sentíamos vacilar algo que hasta entonces había sido inconmovible."
Félix Luna lo escribe el 17 de octubre, cuando junto a sus compañeros de estudio, radicales antiperonsitas ven pasar las columnas obreras hacia Plaza de Mayo.
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