El periodista Ernesto Tenembaum publicó "Una mujer única", novela que ficciona la internación presidencial de fines de 2013. Una larga entrevista con un periodista opositor con contradicciones.
Por José Cornejo
Ernesto Tenembaum viene de una familia platense de izquierda (maoísta)* y escribió para la fracción progresista de la colectividad, Nueva Sion. Fue uno de los arietes de Página 12 contra el menemismo. Sin embargo, con la crisis por las retenciones rurales de 2008, eligió enfrentar al gobierno y quedar del lado del Grupo Clarín. Desde la otra vereda, se le sacudió en caja y se pasearon afiches de su rostro igualado a voceros del genocidio, como Joaquín Morales Solá o Mariano Grondona. A modo de respuesta, escribió un rabioso líbelo anti K, “Qué les pasó”. La mismísima presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo se interrogó por su involución ideológica.
En las postrimerías del kirchnerismo en el Poder Ejecutivo, el Grupo Clarín le desconfía y lo confinó a un programa nocturno de media semana. Tenembaum quiere dejar atrás esta etapa convulsionada, donde se paró del lado incorrecto. Acaba de publicar “Una mujer única”, una novela donde corroe con sorna al gobierno saliente pero que no supura odio, como en su anterior publicación. El libro tiene altibajos, pero un hallazgo: pensar la sexualidad en tiempos del kirchnerismo.
Todos los candidatos presidenciales con chances tienen una agenda conservadora. El futuro inmediato le dará a Tenembaum la oportunidad de reinsertarse en la larga lucha del Pueblo argentino por alcanzar la justicia social.
AGENCIA PACO URONDO: El libro tiene una mirada de desencanto sobre la política.
Ernesto Tenembaum: De realismo. En la literatura europea o norteamericana hay muchos ejemplos de burlas sobre el poder político, como en Graham Greene. Un libro que me hizo reír muchísimo es Por favor, señor ministro, lo leí hace 20 años y dije “quiero escribir algo así” que sea tan gracioso sobre lo que uno ve cotidianamente, sobre los “tics” del poder.
APU: Steinbeck escribe sobre la crisis de 1929, Las uvas de la ira.
ET: O Harry Potter, es muy irónico cuando habla de periodismo. En América Latina tenemos literatura sobre el poder de los dictadores; Roa Bastos con Yo, el supremo, Vargas Llosa con La fiesta del chivo, personajes muy muy malos. La visión sobre el poder político en democracia no trata de una cosa sangrienta sino sobre una impostura, sobre un poder que tiene un trasfondo positivo porque es donde se desarrollan los sistemas más libres que hay pero donde está el tipo que se desarrolla una imagen hacia afuera y hacia adentro trastabilla y vos te podés reír. Tiene tics, agachadas y grandezas cuando lo ves en términos humanos. Era muy divertido seguirlo a Menem en los actos. En el primer acto Menem estaba armado y en el cuarto acto decía cualquier banana. Una vez Menem había ido a anunciar por quinta vez el puente Rosario-Victoria y un dirigente radical, Montiel, le respondía que “no nos vengan a comprar el voto con obras faraónicas”. En el acto, Menem contesta “Nos acusan de hacer obras faraónicas…” y yo pensé que iba a completar “es un puente, la gente lo va a usar” y al final remata “yo pregunto qué tienen en contra de los faraones” y se pone a defender a los faraones. Cuando vos estudiás los discursos de Cristina, tienen momentos sensacionales, cuando habla con dos pibes de una fábrica, hay un varón y una mujer y dice “ah, vos sos el que le aprieta el pomo” o cuando dice “a mí me gusta el arroz, pero me constipa un poco”. Aparece la humanidad en medio de un discurso épico, heroico. Es un libro con una visión diferente de Qué les pasó, un libro de trinchera, de pelea.
APU: En Una mujer única matizás la radicalidad de aquel planteo.
ET: Aquel libro era de una persona enojada, el tono era, adrede, muy hiriente, como en todas mis artículos de 2010, 2011. Hay un momento en que se rompe todo, la crisis del campo en 2008, que abre una discusión de qué era el kirchnerismo. Yo estaba en un sector del periodismo en donde cayó una bomba neutrónica, entonces (Qué les pasó) plantea con enojo y dolor lo que yo veía, que no era lo que otros decían. Fue en un momento donde se gritaba mucho más que ahora porque era todo nuevo, todo crispado y yo también estaba en carne viva. No es lo que me pasa hoy, donde el kirchnerismo tal como se lo entendió desde 2008 para acá, es, por lo menos en el corto plazo, un proyecto agonizante donde va a entregar el poder a algo que ya no se llama kirchnerismo, así gane Scioli. Los conflictos, los amigos, la estética, la idea de futuro, la relación con el mercado internacional que imagina Scioli es distinta a la que imagina Cristina o La Cámpora. La realidad ha cambiado.
APU: No menos interesante como para escribir una novela.
ET: No. Si yo estuviera narrando a Clinton, a Bush o a Menem, utilizaría la ironía como arma para cualquier sistema de poder como la usé siempre.
APU: No para una dictadura.
ET: Una dictadura te pone en otro nivel. Este es un libro muy mellizo a El Puñal de Jorge Fernández Díaz, una historia contada desde un callejero de la SIDE. Como tenemos una democracia muy nueva no tenemos una tradición de ficción política democrática y mucha gente, y por lo bajo algunos kirchneristas, me mandan mails diciendo “te agradezco que hayas respetado a Cristina”.
APU: En la novela, parodia de un cuadro que pretende ser respetuosa, realizada por una kirchnerista.
ET: En los primeros tiempos de Página/12, a mí me encantaba hacer “La nota D”, que era el retrato de algún personaje y tenía que ver con cómo se vestía, cómo caminaba, cómo hablaba con los demás, cómo transpiraba, buscar algo que fuera de humanidad.
APU: Ámbito tenía una contratapa con la moda de Cristina
ET: En un momento la miraba a Cristina en los discursos con una mirada lateral, no me importaba lo que decía sino cómo lo decía. Y hace tiempo que pensaba que no la contamos como tiene que ser contada. Se la cuenta como villana o heroína y no como una persona. ¿Cómo hago para contarla como una persona? Y el día que el gobierno dijo que durante 40 días va a estar en convalecencia y no puede enterarse de nada de lo que pasa en el país, pensé “eso es para un cuento” y ahí empecé.
APU: Hay un estilo muy Asís en esto de no nombrar a funcionarios.
ET: Me gusta cuando Asís provoca, es muy inteligente. Es un escritor que yo leí mucho, el estilo de él me cuesta, es cortante, rústico, todo sobre la base de que es muy buen escritor. Es el que más se ha atrevido en esta área. Ahora, cosas que me influyeron: un escritor mexicano, Héctor Aguilar Camín, es el marido de Ángeles Mastretta pero para mí es mucho mejor escritor él. Escribió dos libros que me ayudaron a pensar la política: Morir en el golfo y La guerra de Galio. Son dos libros magníficos sobre política, sobre las caras del periodismo heroico, el periodismo cínico, el periodismo pegado al poder, la desmitificación del héroe periodístico. Aprendí más de política leyendo ficción que ensayos.
APU: ¿Nunca pensaste en hacer política partidaria?
ET: No. Cuando estaba en Página/12 sentía que podía cambiar el periodismo desde ahí, empujar los límites. Desde el periodismo podés hacer cosas. En el caso Grassi, Miriam Lewin, una periodista ajena a la estructura puede incorporar temas de debate social fuertes. También creo que un periodista tiene que ponerle el micrófono a víctimas. En el caso Arruga tenés que estar ahí, si acontece (la masacre de) Once, tenés que estar ahí, lo mismo la AMIA. Soy de una generación que empezó acompañando víctimas del terrorismo de Estado. Yo me recibí de psicólogo pero me dediqué al periodismo porque me interesaba a la política siempre desde un lugar de observador y de narrador. Yo pensaba que el periodismo podía impulsar un cambio, denunciar cosas, y ahora creo que tiene que ver más con contar cosas con moderación, con criterio, con estilo.
APU: ¿Es un Tenembaum más maduro?
ET: Más viejo, con más experiencia. Menos crédulo, más realista. El aporte que uno puede hacer es más puntual y más respetuoso, menos creído de que un periodista puede ser un héroe, me parece que esa idea, que abarca una generación previa a la nuestra, es un Verbitsky, un Morales Solá que desde distintos lugares se ven como faros orientadores del pensamiento, dicho esto con todo respeto. Me parece que nosotros podemos contar historias, aportar ideas y siempre pensando que otro puede tener tanta razón como uno. A mí siempre me gustó contar. Una vez llegué a Catamarca primero que nadie y pude contar el poder de los Saadi y distintos personajes en medio del caso María Soledad Morales. O haber ido a Japón a cubrir una gira de Menem y hacer una nota con extranjeros que viven en Japón sobre como son las minas japonesas.
APU: También es raro para una novela sobre el poder político es el erotismo que transita. Sobre todo, en tipos cincuentones que dejaron de coger y que hoy vuelven a calentarse.
ET: Eso está, pero si lo que me preguntás es si es autobiográfico definitivamente no. El esquema del libro fue muy influenciado por dos novelas de Graham Green que a mí me encantaron: Nuestro hombre en la Habana y El americano impasible. En medio de las grandes luchas del siglo XX, hay un tipo con una historia de amor que tiene componentes sexuales pero que sobre todo es historias de amor. La mirada sobre el sexo siempre me pareció divertida.
APU: ¿Qué pensás que se haya escrito un libro así sobre Cristina y no sobre Alfonsín?
ET: Hay. El día que mataron a Alfonsín de Dalmiro Sáenz fue un bestseller. Como anduvo tan bien hizo El día que mataron a Cafiero, que no funcionó porque Cafiero no tenía el encanto de Alfonsín. Cristina es un personaje muy dramático, Adrián Suar dijo que es “polkiana” en el mejor sentido del término, es un personaje muy atractivo, hay momentos en que es reconcheta y otros repopular, momentos que está linda, momentos que está fea. Es agresiva o ronronea y es seductora. Hay momentos brillantes y otros delirantes, momentos de erudición sorprendente y momentos en que dice cualquier banana. Siempre te interpela y tiene una potencia dramática que no baja nunca. Se va una semana y el gobierno no genera ningún hecho político. Vuelve y te pone el mapa argentino patas para arriba, la mudanza de la capital a Santiago del estero, la reformulación de tres códigos que hace cien años que no se tocan, la denuncia de que la están por matar y una carta a Obama. Todo en cinco días. Esa energía le está haciendo pagar un costo físico. Es una líder muy presente, un personaje muy atractivo. No me parece una buena presidenta pero contarla a ella como alguien que se pone más en el rol de observador que en el de denunciante es más mi trabajo que el otro. Lo que pasa es que el dramatismo de la política argentina tanto en los 90 como ahora te chupa hacia un lugar de “eh, estos hijos de p…”. Siempre me resultó más placentero contarlos que confrontarlos.
APU: La política tiene consecuencias sociales.
ET: Si, pero el lugar que a mí me da placer es el de un narrador eficiente. Que el tipo que lo lea diga “che, qué bueno lo que me está contando, me hace reír, me da bronca”. Busco un lector más variado que Qué les pasó. Ahí me imaginé un lector más politizado. A este lo imagino como un lector de verano, me encantaría que se lea en la playa.
APU: Un lector antikirchnerista.
ET: Más antikirchnerista que kirchnerista. Un kircherista inteligente lo puede leer. No puedo decirte quién pero hay tipos de adentro del gobierno cagados de risa diciéndome “es como si hubieses estado acá, hijo de puta” por los tics y las conspiraciones y las movidas de piso y las sospechas de unos contra otros. Yo no estuve en el kirchnerismo porque estaba muy tomado por el laburo radial que te quita mucha posibilidad de dar vueltas pero miré y escuché mucho. Si vos tomás en joda los dimes y diretes de quién va y quien no al casamiento de Martín Insaurralde y si tomás en joda la historia de Martín Redrado, es desopilante. Quien mejor las describe es Carlos Pagni. Cuenta la política más allá de lo ideológico, es como si hubiera un frasco de insectos peleándose entre sí y Pagni lo ve desde afuera como un entomólogo. Si querés, Wainfield desde otro lado tiene el mismo rol de observador que de participante de la pelea. Están en la pelea, como Pagni, pero con una mirada dos pasitos atrás. De la misma manera me divierte ver Intratables donde se pelea pero no se lo toman en serio. Ves a Brancatelli defendiendo una idea fuerte pero no le dice al otro “sos un hijo de puta, comprado”.
* En Twitter, Ernesto Tenembaum desmintió que sus padres fueran maoistas.
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