El Plan Nuclear Argentino y la supuestamente exitosa experiencia en energías renovables encabezada por la UE.
Ajuste y desindustrialización, consumo energético por el piso, decenas de millones de empobrecidos y provincias inviables darán como resultado una lógica y sostenida caída de las emisiones de dióxido de carbono. La austeridad mata, pero es limpia. Así que a descansar tranquilos, que en la Argentina la defensa del medioambiente la encarnan los medios del subdesarrollo y la exclusión. Sucinto repaso al despertar ultra-ecologista de Héctor Magnetto y Don Bartolomé Mitre. La renacionalización de YPF fustigó el espíritu verde del primero, quien raudamente envió a Jorge Lanata, su jefe de prensa, a entrevistar a los mapuches de Vaca Muerta con "empetrolamiento" selectivo (YPF recuperada sí; Repsol no). Por su parte, Mitre, de perfil más bajo pero no menos artero, se viene especializando en el ataque a las energías nuclear e hidráulica. En fin, cuando un par de días atrás el intendente radical Ramón Mestre decidió clausurar la planta de Dioxitek, en el barrio Alta Córdoba (provincia de Córdoba), ambos matutinos celebraron con bombos y platillos. El diario La Voz del Interior (propiedad del Grupo Clarín) fue punta de lanza en el ataque contra Dioxitek. Envalentonada, La Nación avanzó la semana pasada contra las represas hidroeléctricas Cepernic y Néstor Kirchner dedicándoles dos notas "ecologistas" en tres días, coincidiendo una de ellas con el extravagante artículo "Dudas e interrogantes por la política nuclear que inició la Argentina" (portadora de los mitos antinucleares: terrorismo y "no proliferación"). En desgraciada sintonía con el ecologismo semicolonial que pretende avanzar allí donde Alfonsín, Menem y De la Rúa no pudieron –esto es, en el desmantelamiento del sector nuclear argentino–, se ubicó el Nobel de Economía Amartya Sen, de reciente visita por nuestro país. En dos notas sucesivas responderemos al ecologismo neoliberal a través de la crítica a este último, cuya posición, por venir de quien viene, resulta indispensable refutar.
NI AUTÓCTONOS NI LATINOAMERICANO
El economista indio estuvo en Buenos Aires a mediados de noviembre, con motivo del notable Segundo Congreso Internacional de Responsabilidad Social (CIRS) y sus cerca de 6000 inscriptos. Quienes tuvimos oportunidad de escucharlo sentimos, ante todo, profunda desilusión. Desilusión, al ver que tan enorme intelectual de una potencia emergente emblemática como la India cayera presa de las fábulas antinucleares más pueriles. La doctora Alessandra Minnicelli, presidenta del Comité Organizador del referido congreso, había lanzado el lema: "Por una responsabilidad social autóctona y latinoamericana." Pero Sen, al describir las soluciones energéticas en la lucha contra el cambio climático –cardinales para delinear las políticas de responsabilidad social pública y privada en el sector energético, el más contaminante en emisión de gases de efecto invernadero–, brindó una visión tan eurocentrista como ultraconservadora, con el agravante de recomendarnos a los latinoamericanos y argentinos emular la supuestamente exitosa experiencia en energías renovables encabezada por la Unión Europea. Aunque sin mención explícita, sus palabras nos invitaban a adoptar la revolución verde (eólica y solar) germana, la Energiewende.
LA PEOR CONTAMINACIÓN: DEPENDENCIA, POBREZA Y SUBDESARROLLO
La transición a una economía energéticamente limpia sólo puede ser deseable y positiva si los beneficios socioeconómicos asociados, tanto en el corto como en el largo plazo, exceden los costos de alejarse de los combustibles fósiles tradicionales. De hecho, ni China ni India (mucho menos Alemania) renunciaron al petróleo, al gas natural ni al carbón mineral a la hora de generar energía eléctrica. ¿Por qué? En primer lugar, porque es imposible funcionar con un sistema eléctrico un 100% renovable, salvo se apunte a un suicidio colectivo. En segundo lugar, porque las energías eólica y solar siguen siendo mucho más costosas que las tradicionales (incluyendo la nuclear), sostenidas por subsidios multimillonarios. En tercer lugar y clave para la Argentina y América Latina, porque el desarrollo tecnológico nacional de las energías verdes es aún demasiado "verde". Algunos ejemplos para entender este último y estratégico factor. La revolución del shale en EE UU no es consecuencia de las ingentes reservas en no convencionales sino del dominio tecnológico y la nacionalidad estadounidense de las petroleras que las explotan. Igual para los indiscutibles avances de las energías eólica y solar en Alemania, más allá del estrepitoso fracaso de la Energiewende. Así que nada de ir corriendo detrás de las urgencias de la burguesía y la socialdemocracia europeas, Greenpeace y el eco-terrorismo planetario. La lucha contra el cambio climático en el Tercer Mundo deberá abordase desde el interés popular y nacional. El desafío pues, no pasa por mitigar los gases de efecto invernadero a cualquier precio, es decir, a expensas de un sistema energético más caro, menos confiable y tecnológicamente dependiente de terceros países (todo lo cual conducirá a un encarecimiento exponencial de la tarifa eléctrica, menos energía para los más vulnerables, perjuicio económico, etcétera). El desafío pasa por reducir la contaminación ambiental en un contexto de universalización del acceso a la energía, progresivamente asequible en función de un proyecto de industrialización, modernización económica y justicia social que coloque al ser humano (en lugar de las ballenas y los osos polares) en el centro de la escena. Para América Latina la peor contaminación siguen siendo la dependencia, la pobreza y el subdesarrollo.
"NO QUERREMOS QUE NOS VENDAN ESPEJITOS DE COLORES"
Un día después de la conferencia de Amartya Sen en el CIRS, tocó el turno al ministro de Planificación Federal, arquitecto Julio De Vido. Entre otras muchas grandes verdades, señaló: "Para la Argentina, la energía nuclear, la solar, la eólica, la biomasa, los biocombustibles y la geotérmica son todas energías limpias..." Fundamental posición, desde que una lucha seria contra el cambio climático –y como demuestran las investigaciones científicas más importantes–, debe contemplar todas las formas de energía limpia, inclusive aquellas bajas en emisión de gases contaminantes. Luego y en clara alusión a Sen, se refirió a un aspecto crucial de la política energética nacional en materia de renovables: "Vamos a trabajar con energía solar, pero no vamos a comprar paneles ni en Europa ni en China; los vamos a fabricar en la Argentina... Porque no queremos que nos vendan espejitos de colores; queremos energía limpia con industria argentina y con tecnología argentina..." Desde el lanzamiento del Plan Energético Nacional en 2004, ejecutado desde entonces por el Ministerio de Planificación Federal, se viene verificando la mayor incorporación de energías renovables a la matriz energética argentina y, en particular, a la matriz de suministro eléctrico (un 27,4% del total de los 9634 MW incorporados al SADI). ¿Podrían haberse sumado más MW "verdes"? Sin duda, pero a expensas de erigir un sector eólico y solar dependiente de equipos y tecnología foránea como de ingentes subsidios, convirtiendo la electricidad en un bien escaso, progresivamente inaccesible y excluyente de empleo e industrias.
POR UNA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL AUTÓCTONA Y LATINOAMERICANA
El revolucionario programa argentino en energías renovables tiene como objetivo diversificar la matriz y producir energías limpias pero sin perder de vista el desarrollo de la industria, la ciencia y la tecnología nacionales, así como su impacto socioeconómico en lo que respecta al precio del insumo fundamental para una Argentina moderna, pujante e inclusiva: la electricidad. El clúster eólico en el país está en pleno desarrollo, con la tecnología de IMPSA y NRG Patagonia (empresas privadas nacionales) a la cabeza en equipos eólicos de alta potencia, y de INVAP Sociedad del Estado en equipos de baja y mediana potencia, entre otras empresas.
En cuanto a la fabricación local de paneles fotovoltaicos aún nos encontramos en etapas preliminares. De hecho, fue recién a fines de octubre que el gobierno de San Juan y el Ministerio de Planificación inauguraron una fábrica de paneles solares de origen... ¡Alemán! Y el detalle (el mensaje) no es menor: si podemos empezar por los mejores, mejor; pero a fabricar localmente y con transferencia de tecnología. Por eso, nada de importarlo todo de afuera; nada de correr detrás de las urgencias de la burguesía verde extranjera y su lobby medioambiental (antinuclear). Producto de la herencia neoliberal de casi medio siglo, subsisten aún millones de hogares argentinos sin acceso al gas por redes ni servicio eléctrico. Las familias que los habitan serán más sanas y lograrán mejor calidad de vida no si reducimos el dióxido de carbono del aire que respiran fuera de su casa, sino si logramos remplazar la cocción y calefacción a leña por gas natural en sus hornallas y electricidad –abundante y barata– en sus estufas. El monumental gasoducto del GNEA llevará gas natural por primera vez a millones de hogares de cientos de localidades y pueblos. Greenpeace y la burguesía verde alemana hubieran querido que dichas inversiones se destinaran a nuevos campos eólicos y fotovoltaicos, trasplantados de Europa y llave en mano. La estrategia medioambiental que prioriza la calidad de vida y supervivencia de las ballenas, los osos polares y las clases dominantes de la Unión Europea, en detrimento de los seres humanos de la periferia, encuentra en las políticas neoliberales su natural e incondicional aliado. Amartya Sen debería examinar urgentemente su posición para así evitar hacerle el juego a la versión energética de la austeridad y la dependencia (el atraso recurrente) en América Latina.
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Ajuste y desindustrialización, consumo energético por el piso, decenas de millones de empobrecidos y provincias inviables darán como resultado una lógica y sostenida caída de las emisiones de dióxido de carbono. La austeridad mata, pero es limpia. Así que a descansar tranquilos, que en la Argentina la defensa del medioambiente la encarnan los medios del subdesarrollo y la exclusión. Sucinto repaso al despertar ultra-ecologista de Héctor Magnetto y Don Bartolomé Mitre. La renacionalización de YPF fustigó el espíritu verde del primero, quien raudamente envió a Jorge Lanata, su jefe de prensa, a entrevistar a los mapuches de Vaca Muerta con "empetrolamiento" selectivo (YPF recuperada sí; Repsol no). Por su parte, Mitre, de perfil más bajo pero no menos artero, se viene especializando en el ataque a las energías nuclear e hidráulica. En fin, cuando un par de días atrás el intendente radical Ramón Mestre decidió clausurar la planta de Dioxitek, en el barrio Alta Córdoba (provincia de Córdoba), ambos matutinos celebraron con bombos y platillos. El diario La Voz del Interior (propiedad del Grupo Clarín) fue punta de lanza en el ataque contra Dioxitek. Envalentonada, La Nación avanzó la semana pasada contra las represas hidroeléctricas Cepernic y Néstor Kirchner dedicándoles dos notas "ecologistas" en tres días, coincidiendo una de ellas con el extravagante artículo "Dudas e interrogantes por la política nuclear que inició la Argentina" (portadora de los mitos antinucleares: terrorismo y "no proliferación"). En desgraciada sintonía con el ecologismo semicolonial que pretende avanzar allí donde Alfonsín, Menem y De la Rúa no pudieron –esto es, en el desmantelamiento del sector nuclear argentino–, se ubicó el Nobel de Economía Amartya Sen, de reciente visita por nuestro país. En dos notas sucesivas responderemos al ecologismo neoliberal a través de la crítica a este último, cuya posición, por venir de quien viene, resulta indispensable refutar.
NI AUTÓCTONOS NI LATINOAMERICANO
El economista indio estuvo en Buenos Aires a mediados de noviembre, con motivo del notable Segundo Congreso Internacional de Responsabilidad Social (CIRS) y sus cerca de 6000 inscriptos. Quienes tuvimos oportunidad de escucharlo sentimos, ante todo, profunda desilusión. Desilusión, al ver que tan enorme intelectual de una potencia emergente emblemática como la India cayera presa de las fábulas antinucleares más pueriles. La doctora Alessandra Minnicelli, presidenta del Comité Organizador del referido congreso, había lanzado el lema: "Por una responsabilidad social autóctona y latinoamericana." Pero Sen, al describir las soluciones energéticas en la lucha contra el cambio climático –cardinales para delinear las políticas de responsabilidad social pública y privada en el sector energético, el más contaminante en emisión de gases de efecto invernadero–, brindó una visión tan eurocentrista como ultraconservadora, con el agravante de recomendarnos a los latinoamericanos y argentinos emular la supuestamente exitosa experiencia en energías renovables encabezada por la Unión Europea. Aunque sin mención explícita, sus palabras nos invitaban a adoptar la revolución verde (eólica y solar) germana, la Energiewende.
LA PEOR CONTAMINACIÓN: DEPENDENCIA, POBREZA Y SUBDESARROLLO
La transición a una economía energéticamente limpia sólo puede ser deseable y positiva si los beneficios socioeconómicos asociados, tanto en el corto como en el largo plazo, exceden los costos de alejarse de los combustibles fósiles tradicionales. De hecho, ni China ni India (mucho menos Alemania) renunciaron al petróleo, al gas natural ni al carbón mineral a la hora de generar energía eléctrica. ¿Por qué? En primer lugar, porque es imposible funcionar con un sistema eléctrico un 100% renovable, salvo se apunte a un suicidio colectivo. En segundo lugar, porque las energías eólica y solar siguen siendo mucho más costosas que las tradicionales (incluyendo la nuclear), sostenidas por subsidios multimillonarios. En tercer lugar y clave para la Argentina y América Latina, porque el desarrollo tecnológico nacional de las energías verdes es aún demasiado "verde". Algunos ejemplos para entender este último y estratégico factor. La revolución del shale en EE UU no es consecuencia de las ingentes reservas en no convencionales sino del dominio tecnológico y la nacionalidad estadounidense de las petroleras que las explotan. Igual para los indiscutibles avances de las energías eólica y solar en Alemania, más allá del estrepitoso fracaso de la Energiewende. Así que nada de ir corriendo detrás de las urgencias de la burguesía y la socialdemocracia europeas, Greenpeace y el eco-terrorismo planetario. La lucha contra el cambio climático en el Tercer Mundo deberá abordase desde el interés popular y nacional. El desafío pues, no pasa por mitigar los gases de efecto invernadero a cualquier precio, es decir, a expensas de un sistema energético más caro, menos confiable y tecnológicamente dependiente de terceros países (todo lo cual conducirá a un encarecimiento exponencial de la tarifa eléctrica, menos energía para los más vulnerables, perjuicio económico, etcétera). El desafío pasa por reducir la contaminación ambiental en un contexto de universalización del acceso a la energía, progresivamente asequible en función de un proyecto de industrialización, modernización económica y justicia social que coloque al ser humano (en lugar de las ballenas y los osos polares) en el centro de la escena. Para América Latina la peor contaminación siguen siendo la dependencia, la pobreza y el subdesarrollo.
"NO QUERREMOS QUE NOS VENDAN ESPEJITOS DE COLORES"
Un día después de la conferencia de Amartya Sen en el CIRS, tocó el turno al ministro de Planificación Federal, arquitecto Julio De Vido. Entre otras muchas grandes verdades, señaló: "Para la Argentina, la energía nuclear, la solar, la eólica, la biomasa, los biocombustibles y la geotérmica son todas energías limpias..." Fundamental posición, desde que una lucha seria contra el cambio climático –y como demuestran las investigaciones científicas más importantes–, debe contemplar todas las formas de energía limpia, inclusive aquellas bajas en emisión de gases contaminantes. Luego y en clara alusión a Sen, se refirió a un aspecto crucial de la política energética nacional en materia de renovables: "Vamos a trabajar con energía solar, pero no vamos a comprar paneles ni en Europa ni en China; los vamos a fabricar en la Argentina... Porque no queremos que nos vendan espejitos de colores; queremos energía limpia con industria argentina y con tecnología argentina..." Desde el lanzamiento del Plan Energético Nacional en 2004, ejecutado desde entonces por el Ministerio de Planificación Federal, se viene verificando la mayor incorporación de energías renovables a la matriz energética argentina y, en particular, a la matriz de suministro eléctrico (un 27,4% del total de los 9634 MW incorporados al SADI). ¿Podrían haberse sumado más MW "verdes"? Sin duda, pero a expensas de erigir un sector eólico y solar dependiente de equipos y tecnología foránea como de ingentes subsidios, convirtiendo la electricidad en un bien escaso, progresivamente inaccesible y excluyente de empleo e industrias.
POR UNA POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL AUTÓCTONA Y LATINOAMERICANA
El revolucionario programa argentino en energías renovables tiene como objetivo diversificar la matriz y producir energías limpias pero sin perder de vista el desarrollo de la industria, la ciencia y la tecnología nacionales, así como su impacto socioeconómico en lo que respecta al precio del insumo fundamental para una Argentina moderna, pujante e inclusiva: la electricidad. El clúster eólico en el país está en pleno desarrollo, con la tecnología de IMPSA y NRG Patagonia (empresas privadas nacionales) a la cabeza en equipos eólicos de alta potencia, y de INVAP Sociedad del Estado en equipos de baja y mediana potencia, entre otras empresas.
En cuanto a la fabricación local de paneles fotovoltaicos aún nos encontramos en etapas preliminares. De hecho, fue recién a fines de octubre que el gobierno de San Juan y el Ministerio de Planificación inauguraron una fábrica de paneles solares de origen... ¡Alemán! Y el detalle (el mensaje) no es menor: si podemos empezar por los mejores, mejor; pero a fabricar localmente y con transferencia de tecnología. Por eso, nada de importarlo todo de afuera; nada de correr detrás de las urgencias de la burguesía verde extranjera y su lobby medioambiental (antinuclear). Producto de la herencia neoliberal de casi medio siglo, subsisten aún millones de hogares argentinos sin acceso al gas por redes ni servicio eléctrico. Las familias que los habitan serán más sanas y lograrán mejor calidad de vida no si reducimos el dióxido de carbono del aire que respiran fuera de su casa, sino si logramos remplazar la cocción y calefacción a leña por gas natural en sus hornallas y electricidad –abundante y barata– en sus estufas. El monumental gasoducto del GNEA llevará gas natural por primera vez a millones de hogares de cientos de localidades y pueblos. Greenpeace y la burguesía verde alemana hubieran querido que dichas inversiones se destinaran a nuevos campos eólicos y fotovoltaicos, trasplantados de Europa y llave en mano. La estrategia medioambiental que prioriza la calidad de vida y supervivencia de las ballenas, los osos polares y las clases dominantes de la Unión Europea, en detrimento de los seres humanos de la periferia, encuentra en las políticas neoliberales su natural e incondicional aliado. Amartya Sen debería examinar urgentemente su posición para así evitar hacerle el juego a la versión energética de la austeridad y la dependencia (el atraso recurrente) en América Latina.
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