Investigadora especializada en sindicalismo e historia de la clase trabajadora argentina, Victoria Basualdo se abocó en su último trabajo a estudiar la modalidad
de tercerización laboral, a la cual define como “la forma principal de precarización
en el trabajo registrado y una vía legal de fragmentar al colectivo laboral”.
de tercerización laboral, a la cual define como “la forma principal de precarización
en el trabajo registrado y una vía legal de fragmentar al colectivo laboral”.
Conceptualizar esta particular relación laboral. Ese fue uno de los objetivos que se plantearon la investigadora de Flacso y Conicet Victoria Basualdo y el abogado del Cels Diego Morales en su reciente trabajo La tercerización laboral (Ed. Siglo XXI). Allí presentan, junto a otros seis académicos, investigaciones sobre esta temática y el testimonio de tercerizados, en un proceso al que Basualdo definió ante Miradas al Sur como “nacido al calor de las experiencias de los trabajadores, en el que hubo intervenciones de investigadores, abogados laboralistas, sindicalistas y los propios tercerizados, que discutieron y pensaron esas experiencias. Para nosotros resulta central avanzar con la tipificación y medición de esta modalidad laboral, para nutrir así un proceso de organización que debe partir de los trabajadores y de las organizaciones sindicales, quienes pueden, en una segunda instancia, interpelar al Estado, porque las políticas de Estado son el resultado de una relación de fuerzas que tenemos que lograr alterar”.
Con todo, Basualdo señala que la génesis del libro trascendió al proyecto de investigación específico, ya que surgió a raíz del juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra, en donde el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) tomó el caso. Según señala, ese juicio permitió mostrar ese asesinato como parte de un entramado más complejo, donde se exhibían el sindicalismo empresario, la connivencia policial con la violencia de la patota sindical, y el fenómeno de la tercerización en sí misma, punto sobre el que el área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y el CELS decidieron realizar este proceso de trabajo conjunto.
–¿Cómo definen a la tercerización laboral?
–Se trata en todos los casos de la aparición de un tercero, en un fenómeno surgido en la década del setenta, tras la finalización de la edad de oro del capitalismo de posguerra, en donde el vínculo entre trabajadores y empresas era dual. Este tercero hoy día puede tener diferentes formas, siendo la más común una empresa subcontratista, pero también hay casos en los que la empresa no toma a cargo el empleo sino la provisión de mano de obra, y también están los trabajadores autónomos, sobre el que hay una discusión abierta, pero donde también hay una interrupción de la relación laboral dual tradicional.
–¿Todo tipo de tercerización se vincula al trabajo precario?
–Nosotros sostenemos que aun cuando tenga lógica dentro del proceso productivo, la tercerización siempre trae consecuencias complicadas para el colectivo trabajador, porque va a acompañada de la fragmentación laboral, ya que los tercerizados tienen salarios más bajos, menores derechos laborales e incluso menos herramientas de trabajo. Por eso se trata de una forma de precarizar el trabajo, aunque la precarización laboral en sí misma es mucho más genérica, ya que incluye por ejemplo a los trabajadores no registrados.
–¿El principal objetivo de la tercerización es reducir costos o debilitar al movimiento obrero?
–Es una gran discusión, que mantenemos de forma permanente. Algunos consideran que la reducción de costos es el motor central, pero yo pienso que ambas cuestiones van de la mano, porque la tercerización no afecta sólo a los tercerizados, sino que como sucede con otras formas de precarización laboral, la debilidad de un grupo de trabajadores es también una amenaza para el colectivo. La tasa de ganancias es claramente el motor de toda empresa, pero las altas tasas de ganancias no se vinculan sólo con el corto plazo, sino también con fortalecer al capital en su relación con el trabajo, con la fragmentación del colectivo laboral y la instauración de trabajadores de primera y de segunda, lo cual está presente en la tercerización y le brinda un enorme poder al capital.
–Pareciera igualmente que la alternativa en el capitalismo actual es tercerización o desocupación...
–El cambio del capitalismo a partir de la década del setenta es explicado por algunos en términos técnicos, pero yo creo que hay que pensar en la relación entre capital y trabajo, y que históricamente los ciclos del capitalismo se han vinculado con la lucha entre ambos. Por eso no deberíamos pensar a lo estructural como lo inmutable o lo dado. Esto de que parezca imposible modificar la disyuntiva entre precarización o desocupación es lo que tenemos que cambiar, y para eso es muy importante no encontrar sectores con esta vulnerabilidad laboral. Para nosotros fueron de un enorme impacto casos como el de una trabajadora textil de plena Capital que se prendió fuego porque no soportaba las presiones de mas productividad, o el de una trabajadora que tiene pérdidas y al no poder retirarse de su lugar de trabajo pierde el bebé.
–Si sumamos a los tercerizados y a los no registrados, ¿cuántos trabajadores hay con problemas de empleo dentro de la Población Económicamente Activa?
–Esa es la pregunta del millón, y el punto número uno es cómo lo cuantificamos. Se trata de una asignatura pendiente, no sólo en la Argentina sino en toda América latina, y de hecho, además de concienciar sobre el tema de la tercerización, uno de los objetivos de este libro es dar cuenta sobre la medición de la misma, ya que como señalaba hay muchas formas de definir la tercerizacion, y hoy no existen instrumentos de medición. Por eso sabemos que el 33% de los trabajadores está sin registrar, pero no sabemos cuál es el porcentaje de tercerizados. Otro eje de análisis del libro es cuál es el marco legal para modificar esta modalidad de contratación, ya que muchos proyectos legislativos no pudieron avanzar por la resistencia empresaria. Se trata de proyectos que proponen restaurar elementos de responsabilidad de la empresa, algunos de los cuales están comprendidos en la Ley de Contratos de Trabajo de 1974 derogada por la dictadura, aunque en el libro también se propone ir más allá, porque en los años setenta la tercerización no estaba tan expandida.
–De todas formas, los cambios en la legislación parecieran ser necesarios pero no suficientes para un fenómeno que ustedes describen como global...
–De hecho, verlo como un fenómeno global es imprescindible. Si uno hace responsables a los empresarios locales y al Ministerio de Trabajo de este fenómeno, falla a la hora del diagnóstico, ya que en realidad estamos hablando de uno de los legados estructurales más importantes de las transformaciones económicas que se operaron desde los setenta en adelante y a nivel regional. Por eso el libro se plantea también como un llamado a un proceso de trabajo para generar conocimiento y avanzar en la investigación, sistematización, documentación y estrategias de luchas en toda América latina.
–¿Qué forma particular adoptó la tercerización en nuestro país?
–La idea de que la última dictadura es la que impone la tercerización es limitada, porque, como señalaba, el proceso de transformaciones económicas se dio en toda la región. Aclarando esta salvedad, podemos afirmar que no se puede entender el avance de la tercerización en la Argentina sin entender la ofensiva del capital contra el trabajo que significó la última dictadura, donde se pueden ver tres líneas muy claras, como lo son la represiva, la económica y la laboral, que intentan romper con décadas de un tipo industrialización, para configurar otro modelo donde los grupos económicos concentrados tuvieron una evolución muy significativa. Por ejemplo en la siderurgia, las empresas Techint y Acindar, dos grandes tercerizadoras, tuvieron un proceso de concentración fenomenal, lo cual fortaleció enormemente a las patronales, al tiempo que planteó un proceso de erosión de los derechos laborales. La dictadura intentó borrar de un plumazo reivindicaciones laborales obtenidas con décadas y décadas de lucha, modificando la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo, y de hecho su persecución represiva tuvo como núcleo a los delegados y las comisiones internas. Luego está la década del noventa, que también está signada por un marco regional que es el del Consenso de Washington, y donde se suma el proceso de privatizaciones, que fueron la punta de lanza de la profundización de este cambio en las relaciones laborales. Por ejemplo, los empleados ferroviarios o de YPF sufren fuertes procesos de tercerización, los telefónicos pierden el 50 por ciento de sus afiliados y se expanden los call centres. A esto se sumó toda la reforma y flexibilización laboral.
–¿Y qué sucede en la última década?
–Observamos aquí un proceso de crecimiento del empleo, de revitalización en la negociación colectiva, de la puesta en marcha del salario mínimo, y de descenso del trabajo no registrado, que bajó del 50% al 33%, todos procesos de una enorme incidencia, pero que no tocan fenómenos estructurales como la tercerización, donde observamos la presencia de un bloque de poder muy particular, que te habla de la importancia que tiene esta modalidad de contratación para las grandes empresas. No en vano Paolo Rocca, presidente de Techint, planteó en un encuentro de la Unión Industrial Argentina (UIA), desarrollado al poco tiempo del asesinato de Mariano Ferreyra, que la tercerización no puede discutirse, ya que es un núcleo estratégico para su Grupo. Y lo que esta empresa refleja es la política de las grandes compañías respecto a esta modalidad de contratación, porque se trata de un sector que tiene que acatar la ley, lo cual es muy bueno, porque cuenta con un escrutinio muy grande, pero siendo la tercerización legal, se legaliza esta fragmentación laboral. Actualmente vemos de hecho que el trabajo tercerizado proviene fundamentalmente de las grandes empresas y las privatizadas, así como de pymes vinculadas a estas privatizadas. Y en una tercera línea está el Estado, tanto en sus empresas como en la administración pública nacional, provincial, y municipal.
–¿Más allá de las responsabilidades del Estado, qué evaluación realizan sobre el sector sindical?
–A nivel general no podemos hablar de un movimiento sindical unificado. Hay de hecho todo un sector del sindicalismo que hizo negocios con las reformas neoliberales, lo cual afectó sus propias bases, como por ejemplo el ex secretario de la Unión Ferroviaria José Pedraza. Pero también me parece muy importante rescatar otros sectores y dirigentes, como los de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Hugo Yasky apoya absolutamente el trabajo contra la tercerización, como el metalúrgico Victorio Paulón, Roberto Beto Pianelli de Subterráneos o Pedro Wasesco en su sindicato de neumático, todos ellos dirigentes con una trayectoria muy sostenida de lucha contra la tercerización. Pero también Daniel Yofra de los aceiteros y de la Confederación General del Trabajo (CGT) tiene una experiencia muy interesante de lucha, incluso frente a una empresa como Louis Dreyfus que es una cerealera de enorme poder y altísima rentabilidad, donde lograron contrarrestar la presión patronal y reducir la tercerización. También existen grupos de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) vinculados a Pedro Micheli que luchan contra la tercerización en el Estado.
–¿Qué responden ante quienes sostienen que los beneficios laborales hacen insustentable el desarrollo de algunas empresas?
–Puede sostenerse de manera excepcional, como por ejemplo se hizo recientemente con el régimen impositivo diferencial para las pymes. Pero la tercerización es una política vinculada con las grandes empresas, y estamos muy lejos de llegar al punto de considerar las excepciones. Hoy vemos que hay muchos costos que los empresarios no discuten, como el alquiler o la electricidad, pero los derechos laborales aparecen como variable de ajuste, y de ahí hay que salir, mediante una regla contra la tercerización, para recién después contemplar casos específicos.
Con todo, Basualdo señala que la génesis del libro trascendió al proyecto de investigación específico, ya que surgió a raíz del juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra, en donde el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) tomó el caso. Según señala, ese juicio permitió mostrar ese asesinato como parte de un entramado más complejo, donde se exhibían el sindicalismo empresario, la connivencia policial con la violencia de la patota sindical, y el fenómeno de la tercerización en sí misma, punto sobre el que el área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y el CELS decidieron realizar este proceso de trabajo conjunto.
–¿Cómo definen a la tercerización laboral?
–Se trata en todos los casos de la aparición de un tercero, en un fenómeno surgido en la década del setenta, tras la finalización de la edad de oro del capitalismo de posguerra, en donde el vínculo entre trabajadores y empresas era dual. Este tercero hoy día puede tener diferentes formas, siendo la más común una empresa subcontratista, pero también hay casos en los que la empresa no toma a cargo el empleo sino la provisión de mano de obra, y también están los trabajadores autónomos, sobre el que hay una discusión abierta, pero donde también hay una interrupción de la relación laboral dual tradicional.
–¿Todo tipo de tercerización se vincula al trabajo precario?
–Nosotros sostenemos que aun cuando tenga lógica dentro del proceso productivo, la tercerización siempre trae consecuencias complicadas para el colectivo trabajador, porque va a acompañada de la fragmentación laboral, ya que los tercerizados tienen salarios más bajos, menores derechos laborales e incluso menos herramientas de trabajo. Por eso se trata de una forma de precarizar el trabajo, aunque la precarización laboral en sí misma es mucho más genérica, ya que incluye por ejemplo a los trabajadores no registrados.
–¿El principal objetivo de la tercerización es reducir costos o debilitar al movimiento obrero?
–Es una gran discusión, que mantenemos de forma permanente. Algunos consideran que la reducción de costos es el motor central, pero yo pienso que ambas cuestiones van de la mano, porque la tercerización no afecta sólo a los tercerizados, sino que como sucede con otras formas de precarización laboral, la debilidad de un grupo de trabajadores es también una amenaza para el colectivo. La tasa de ganancias es claramente el motor de toda empresa, pero las altas tasas de ganancias no se vinculan sólo con el corto plazo, sino también con fortalecer al capital en su relación con el trabajo, con la fragmentación del colectivo laboral y la instauración de trabajadores de primera y de segunda, lo cual está presente en la tercerización y le brinda un enorme poder al capital.
–Pareciera igualmente que la alternativa en el capitalismo actual es tercerización o desocupación...
–El cambio del capitalismo a partir de la década del setenta es explicado por algunos en términos técnicos, pero yo creo que hay que pensar en la relación entre capital y trabajo, y que históricamente los ciclos del capitalismo se han vinculado con la lucha entre ambos. Por eso no deberíamos pensar a lo estructural como lo inmutable o lo dado. Esto de que parezca imposible modificar la disyuntiva entre precarización o desocupación es lo que tenemos que cambiar, y para eso es muy importante no encontrar sectores con esta vulnerabilidad laboral. Para nosotros fueron de un enorme impacto casos como el de una trabajadora textil de plena Capital que se prendió fuego porque no soportaba las presiones de mas productividad, o el de una trabajadora que tiene pérdidas y al no poder retirarse de su lugar de trabajo pierde el bebé.
–Si sumamos a los tercerizados y a los no registrados, ¿cuántos trabajadores hay con problemas de empleo dentro de la Población Económicamente Activa?
–Esa es la pregunta del millón, y el punto número uno es cómo lo cuantificamos. Se trata de una asignatura pendiente, no sólo en la Argentina sino en toda América latina, y de hecho, además de concienciar sobre el tema de la tercerización, uno de los objetivos de este libro es dar cuenta sobre la medición de la misma, ya que como señalaba hay muchas formas de definir la tercerizacion, y hoy no existen instrumentos de medición. Por eso sabemos que el 33% de los trabajadores está sin registrar, pero no sabemos cuál es el porcentaje de tercerizados. Otro eje de análisis del libro es cuál es el marco legal para modificar esta modalidad de contratación, ya que muchos proyectos legislativos no pudieron avanzar por la resistencia empresaria. Se trata de proyectos que proponen restaurar elementos de responsabilidad de la empresa, algunos de los cuales están comprendidos en la Ley de Contratos de Trabajo de 1974 derogada por la dictadura, aunque en el libro también se propone ir más allá, porque en los años setenta la tercerización no estaba tan expandida.
–De todas formas, los cambios en la legislación parecieran ser necesarios pero no suficientes para un fenómeno que ustedes describen como global...
–De hecho, verlo como un fenómeno global es imprescindible. Si uno hace responsables a los empresarios locales y al Ministerio de Trabajo de este fenómeno, falla a la hora del diagnóstico, ya que en realidad estamos hablando de uno de los legados estructurales más importantes de las transformaciones económicas que se operaron desde los setenta en adelante y a nivel regional. Por eso el libro se plantea también como un llamado a un proceso de trabajo para generar conocimiento y avanzar en la investigación, sistematización, documentación y estrategias de luchas en toda América latina.
–¿Qué forma particular adoptó la tercerización en nuestro país?
–La idea de que la última dictadura es la que impone la tercerización es limitada, porque, como señalaba, el proceso de transformaciones económicas se dio en toda la región. Aclarando esta salvedad, podemos afirmar que no se puede entender el avance de la tercerización en la Argentina sin entender la ofensiva del capital contra el trabajo que significó la última dictadura, donde se pueden ver tres líneas muy claras, como lo son la represiva, la económica y la laboral, que intentan romper con décadas de un tipo industrialización, para configurar otro modelo donde los grupos económicos concentrados tuvieron una evolución muy significativa. Por ejemplo en la siderurgia, las empresas Techint y Acindar, dos grandes tercerizadoras, tuvieron un proceso de concentración fenomenal, lo cual fortaleció enormemente a las patronales, al tiempo que planteó un proceso de erosión de los derechos laborales. La dictadura intentó borrar de un plumazo reivindicaciones laborales obtenidas con décadas y décadas de lucha, modificando la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo, y de hecho su persecución represiva tuvo como núcleo a los delegados y las comisiones internas. Luego está la década del noventa, que también está signada por un marco regional que es el del Consenso de Washington, y donde se suma el proceso de privatizaciones, que fueron la punta de lanza de la profundización de este cambio en las relaciones laborales. Por ejemplo, los empleados ferroviarios o de YPF sufren fuertes procesos de tercerización, los telefónicos pierden el 50 por ciento de sus afiliados y se expanden los call centres. A esto se sumó toda la reforma y flexibilización laboral.
–¿Y qué sucede en la última década?
–Observamos aquí un proceso de crecimiento del empleo, de revitalización en la negociación colectiva, de la puesta en marcha del salario mínimo, y de descenso del trabajo no registrado, que bajó del 50% al 33%, todos procesos de una enorme incidencia, pero que no tocan fenómenos estructurales como la tercerización, donde observamos la presencia de un bloque de poder muy particular, que te habla de la importancia que tiene esta modalidad de contratación para las grandes empresas. No en vano Paolo Rocca, presidente de Techint, planteó en un encuentro de la Unión Industrial Argentina (UIA), desarrollado al poco tiempo del asesinato de Mariano Ferreyra, que la tercerización no puede discutirse, ya que es un núcleo estratégico para su Grupo. Y lo que esta empresa refleja es la política de las grandes compañías respecto a esta modalidad de contratación, porque se trata de un sector que tiene que acatar la ley, lo cual es muy bueno, porque cuenta con un escrutinio muy grande, pero siendo la tercerización legal, se legaliza esta fragmentación laboral. Actualmente vemos de hecho que el trabajo tercerizado proviene fundamentalmente de las grandes empresas y las privatizadas, así como de pymes vinculadas a estas privatizadas. Y en una tercera línea está el Estado, tanto en sus empresas como en la administración pública nacional, provincial, y municipal.
–¿Más allá de las responsabilidades del Estado, qué evaluación realizan sobre el sector sindical?
–A nivel general no podemos hablar de un movimiento sindical unificado. Hay de hecho todo un sector del sindicalismo que hizo negocios con las reformas neoliberales, lo cual afectó sus propias bases, como por ejemplo el ex secretario de la Unión Ferroviaria José Pedraza. Pero también me parece muy importante rescatar otros sectores y dirigentes, como los de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Hugo Yasky apoya absolutamente el trabajo contra la tercerización, como el metalúrgico Victorio Paulón, Roberto Beto Pianelli de Subterráneos o Pedro Wasesco en su sindicato de neumático, todos ellos dirigentes con una trayectoria muy sostenida de lucha contra la tercerización. Pero también Daniel Yofra de los aceiteros y de la Confederación General del Trabajo (CGT) tiene una experiencia muy interesante de lucha, incluso frente a una empresa como Louis Dreyfus que es una cerealera de enorme poder y altísima rentabilidad, donde lograron contrarrestar la presión patronal y reducir la tercerización. También existen grupos de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) vinculados a Pedro Micheli que luchan contra la tercerización en el Estado.
–¿Qué responden ante quienes sostienen que los beneficios laborales hacen insustentable el desarrollo de algunas empresas?
–Puede sostenerse de manera excepcional, como por ejemplo se hizo recientemente con el régimen impositivo diferencial para las pymes. Pero la tercerización es una política vinculada con las grandes empresas, y estamos muy lejos de llegar al punto de considerar las excepciones. Hoy vemos que hay muchos costos que los empresarios no discuten, como el alquiler o la electricidad, pero los derechos laborales aparecen como variable de ajuste, y de ahí hay que salir, mediante una regla contra la tercerización, para recién después contemplar casos específicos.
Venezuela, una excepción
En abril de 2012 Venezuela aprobó una la ley donde prohíbe de manera expresa la tercerización, definiéndola como “simulación o fraude tendiente a la no aplicación de la legislación laboral”. Según señala Basualdo al respecto, “no sabemos cómo va a evolucionar el caso de Venezuela, aún no hay datos claros sobre qué sucedió en estos dos años, y si se va a poder sostener en el tiempo, porque es algo que está muy atado a un proceso político particular como el del chavismo, ahora con Nicolás Maduro a la cabeza. Venezuela de todas formas es una excepción, otros países plantean alternativas de regulación, y este parece ser el horizonte de salida para el resto de América latina.
El legado de la dictadura
Previo a la publicación de La tercerización laboral, Victoria Basualdo también participó en Cuentas pendientes, libro compilado por Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky que da cuenta sobre los cómplices económicos de la última dictadura. Sobre su investigación para este libro, Basualdo afirma que resulta “muy útil para relacionarlo con la temática de la tercerización, porque exhibe las transformaciones económicas operadas desde mediados de los años ’70, y cuyas consecuencias vivimos hoy. En los casos de Ford y Mercedes Benz, existen numerosas evidencias de que las empresas tuvieron una participación decisiva a partir de la provisión de listas e información para el secuestro de los delegados y comisiones internas. También se ve una confrontación tremenda entre sindicalistas combativos y burócratas u ortodoxos, donde estos últimos, como José Rodríguez del Smata, dejan sin respaldo a los trabajadores o directamente los entregan, pero paradójicamente se van a encontrar con una persecución hacia todo el movimiento sindical. Lo que este sector del sindicalismo no entendía era que el proyecto de la dictadura era ofensivo para la totalidad de la clase trabajadora, incluyendo los dirigentes ortodoxos, al punto de hacer desaparecer a Oscar Smith, un sindicalista tradicional del peronismo. En esta ofensiva está la génesis del enorme poder patronal frente a los trabajadores, que sufren un descenso del 40% en sus salarios en los primeros tres meses de la dictadura, así como una política de terror que hace imposible vislumbrar cualquier tipo de organización.”
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