La concentración del uso de la tierra
La unión de las innovaciones tecnológicas en materia de agricultura y la avaricia de la oligarquía agropecuaria han plantado un nuevo paradigma que tiene como único objetivo el lucro.
Por Nicolás Bondarovsky I La introducción de semillas transgénicas –con la soja como mayor exponente- en 1997 y la modalidad de lo que se conoce como “siembra directa”, que tiene sus orígenes con la aparición de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) en 1989, modificaron la relación entre capital y trabajo del sector agropecuario.
La unión de las innovaciones tecnológicas en materia de agricultura y la avaricia de la oligarquía agropecuaria han plantado un nuevo paradigma que tiene como único objetivo el lucro. Una provisión de alimentos ordenada por el mercado que lleva a concentrar aún más el uso de la tierra y dando lugar al fenómeno que marca la tendencia al monocultivo. En 2011, la superficie cultivada con transgénicos trepó a 22 millones de hectáreas correspondientes casi a la totalidad de la superficie cultivada con soja, 90% de la superficie total de algodón y 86% del total de los cultivos de maíz.
En la actualidad, lo que se conoce como “agricultura industrial”, tiende a hegemonizarse. Se producen una pequeña gama de bienes que se destinan al mercado nacional e internacional y con las divisas generadas se adquiere todo lo que no se produce. Enrique Mario Martínez, presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) por nueve años, describe lo que está sucediendo: “La tierra cultivable, hoy en día, está muchísimo más concentrada. Ha cambiado la propiedad de una fracción pequeña, pero sobretodo se ha modificado el uso de la tierra de una gran fracción. Las cifras de los últimos dos censos agropecuarios muestran que se aumentó 8 millones de hectáreas la tierra arrendada –tierra arrendada por grandes corporaciones asociadas a los dueños de grandes propiedades-. Ahora los pequeños propietarios son -en gran parte- rentistas, ya que eso le genera un renta interesante al dueño de 100 o 150 hectáreas que antes no se daba”.
José Cornejo agrega al debate las “bondades” de lo que se denomina, mundialmente, como el modelo Monsanto y el intento del dossier es contraponer lo que podríamos denominar como: Meganegocios insustentables contra Emprendimientos de pequeña escala diversificados, de producción local acordes a necesidades comunitarias. Es de destacar, que ésta transformación productiva que fue descripta al comienzo del artículo, sucedió con un Estado que estuvo ausente –lo sigue estando- para ordenar estos avances tecnológicos en beneficio de la soberanía alimentaria y no en beneficio del negocio: el agronegocio.
De los trabajos realizados por el investigador del CONICET, Eduardo Basualdo, se desprende lo siguiente: “Entre 1994 y 2010 se expandió la producción y el área sembrada pasando de 40 a 92 millones de toneladas y de 19,6 a 30 millones de hectáreas respectivamente, lo cual supone un crecimiento anual acumulativo del 5,4% en la producción y del 2,8% de la superficie sembrada”.
Continúa Basualdo: “Esa expansión del área sembrada tuvo no solamente un papel muy destacado en el sostenido incremento del valor de producción del agro pampeano, sino que también les permitió a los terrateniente de esa región –que conforman el núcleo central de esta producción- alcanzar una representación territorial ‘más nacional’ debido a que la soja tiene aptitudes para ser producida en regiones no aptas para el resto de los cultivos pampeanos, pese a la acentuada tendencia a la expulsión de la actividad de mano de obra directa e indirecta”.
Como describía anteriormente Martínez, uno de los fenómenos que se expresa con mayor fuerza –en términos de la tenencia de tierras- es el arrendamiento. Explica Basualdo: “Ese fenómeno cobra envergadura a partir de la exacerbación de las economías de escala, proceso que incrementa la rentabilidad a partir de una disminución del costo de producción originado en el aumento de la superficie trabajada”. Ver cuadro 1.
(Fuente: Los propietarios de la tierra como protagonistas del actual paradigma. Por Eduardo M. Basualdo)
Andrea Janín es analista químico-biológica. Describe la situación actual como una fuerte puja entre grandes corporaciones económicas y comunidades movilizadas defendiendo sus derechos fundamentales para mantener una vida digna, con trabajo, salud, educación y justicia. “Mientras grandes intereses económicos siguen avanzando cual aves de rapiña por sobre nuestro territorio, tenemos que proponer e implementar acciones que fomenten el arraigo, la producción y el trabajo para el desarrollo local”, sostiene Janín.
“La prédica más usual en estos tiempos, que piensa en organizar la comunidad para exportar tal o cual conjunto de viene o servicios, y a partir de allí obtener los recursos económicos para adquirir todo lo necesario, a mí juicio no sólo no asegura el éxito, sino que además oculta el objetivo comunitario, y por lo tanto nos aleja de él”, explica Martínez.
El libro “Nuevos Cimientos, debates para honrar el Bicentenario” de Enrique Martínez –una lectura obligatoria para comprender lo que sucede en la Argentina de hoy- muestra interesantes puntos. Uno de ellos intenta darle fuerza al siguiente concepto: “Produzco lo que consumo es una consigna que busca sintetizar la vocación de aproximar la condición de ciudadano a la de productor, a la de transformador de su entorno, remplazando la condición actual de mero consumidor”. Para eso, propone un conjunto de iniciativas válidas –utilizadas en varias ciudades del mundo- para sectores medios de la sociedad, tales como:
*Agricultura urbana
*Agricultura apoyada por la comunidad
*Mercado de productores
*Agricultura apoyada por la comunidad
*Mercado de productores
Sin embargo, Martínez advierte: “Nada de esto tendrá progresos relevantes si reiteramos la idea de que se trabaja buscando maximizar el lucro, ya que es el dinero el que simboliza la capacidad de mejorar la calidad de vida”.
Según todos los especialistas consultados, la Argentina está altamente preparada para contar con industrias locales y regionales vinculadas con los productos del campo muy superior a la que cuenta el país hoy en día. Además, que estén estratégicamente diseñadas para romper lo lógica hegemónica de monocultivo que tiene como único fin el lucro.
Como bien describe Soledad Guarnaccia en su artículo junto a éste proceso de expansión de la frontera agropecuaria, de monocultivo y con el único fin de maximizar la renta, han crecido las organizaciones campesinas que representan una oportunidad concreta para la construcción de organización social en torno a demandas, como la soberanía alimentaria y la protección de la vida.
Martínez es un poco escéptico de lo que pueda suceder en el futuro: “El modelo Monsanto tiende a ser hegemónico en los próximos años. Los ocupantes formales de la tierra, ya que no son dueños, van a seguir perdiendo”.
Expansión de la frontera agrícola
Los cambios mencionados han modificado la forma de producción, concentración y centralización del capital. Esta estructura fuertemente de servicios para el desarrollo de la producción agropecuaria tuvo una expansión geográfica de suma importancia y con mayor fuerza en las zonas de mayor rendimiento. Estos hechos explican la profundización de la producción agrícola, con una fuerte tendencia al monocultivo de soja. La frontera sojera se fue extendiendo más allá de la tradicional pampa húmeda presionando sobre territorios en manos de la agricultura familiar o las comunidades originarias. Desde el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) cuentan por lo menos cinco muertes en los últimos tres años, todas vinculadas con conflictos de tierra. A esa violencia hay agregarle otra que tiene que ver con las familias obligadas a desplazarse por el avance sojero.
Eugenio Raúl Zaffaroni, en su libro “La Pachamama y el humano”, lo describe así: “La necesidad –eterna Celestina de todas las matanzas y guerras-deberá evaluarse conforme a las condiciones humanas de supervivencia digna y al uso no abusivo respecto de todos los entes naturales, y no a la conveniencia de pura obtención de mayores réditos”.
Los fondos de siembra
Son conocidos como “pools”, una de las mayores expresiones del capitalismo actual. Cuentan con el capital suficiente para comprar y aplicar ese nuevo paquete tecnológico en economías de escala y así concentrar aún más el uso de la tierra. Basualdo lo explica así: “Es una nueva forma de producción de carácter financiero, que les asegura a los inversores que adquieren una cuotaparte un rendimiento que iguala o supera a las inversiones financieras. Con ese capital los pools y fondos de inversión arrendan tierras en la región pampeana para producir diferentes productos”.
Por su parte, Martínez afirma: “Lo oligarquía terrateniente no fue desplazada por los pools de siembra, sino que forma parte del sistema y buena parte de los pools los tiene como promotores o socios. El primer gran pool de siembra lo generó un hombre de apellido Cazenave, corazón de la oligarquía. Se juntó el plano financiero con lo que se conoce tradicionalmente como la oligarquía agropecuaria”.
Los mismos de siempre
Los 35 grupos agropecuarios con más de 20.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires son los siguientes: Gómez Alzaga-Balcarce-Larreta, Duhau-Escalante-Avellaneda, Pereyra Iraola-Anchorena, Beraza, Duggan, Santamarina, Santamanina-De Alzaga, Galli-Lacau-Rossi, Lafuente-Mendiondo, Lalor, Ballester-Tronconi, Paz Anchorena, Beamonte, Blaquier, Ochoa-Paz, Guerrero, Harriet, De Apellaniz, Anchorena Zuberbühler, Inchauspe, Sansot- Vernet Basualdo, Pueyrredón, Defferrar, Duhau Nelson, Bullrich, Pereda-Ocampo, Zubiaurre, Herreras Vegas, Arrechea, Harriet, Lalor-Udaondo, Fuchus Facht, Colombo-Magliaro, Ayerza-García-Zuberbühler y Lanz.
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