viernes, 3 de enero de 2014

Los Magos de Oriente

or Emma Valdés, de su libro: Antes que la luz de la alborada, tú, María Los Magos de Oriente Reyes Magos, ilustres sacerdotes, oficiantes de arcilla, de agua y fuego, que entonaban al ritmo de los bosques ante el rústico altar de hierba y trébol, se ciñeron la túnica del noble, dejaron los ornatos sobre el suelo, emprendieron el viaje al horizonte, arrojaron al viento el haz de brezo, decididos a inspeccionar el orbe y descubrir la cuna del misterio. *** Para adorar al Mesías viajan los Reyes de Oriente. La estrella, signo anunciado, se manifiesta en el cielo, les guiará en largo vuelo hacia el lugar revelado por oráculo sagrado, donde habita el Sol naciente. Para adorar al Mesías viajan los Reyes de Oriente. Sin miedo a los desafíos, movidos por su esperanza, por su fe, por su confianza, intrépidos y bravíos, recorren montes y ríos, con espíritu valiente. Para adorar al Mesías vienen los Reyes de Oriente. Traen cansancio del camino, en la mirada el desierto; su corazón late abierto para albergar al divino Soberano, peregrino en este valle doliente. Para adorar al Mesías vienen los Reyes de Oriente. Y la estrella se ha ocultado entrando en Jerusalén, la buscan y no la ven. Temen haberse apartado del sendero señalado en un punto de Occidente. Para adorar al Mesías vienen los Reyes de Oriente. Acuerdan escudriñar. Confundidos y asustados preguntan por todos lados: ¿Dónde está el que va a reinar, Dios, que acaba de llegar? Mas no lo sabe la gente. Para adorar al Mesías vienen los Reyes de Oriente. Herodes, en su castillo, cegado por la codicia, quiere saber la noticia: De Belén saldrá un caudillo en el cuerpo de un chiquillo que reinará eternamente. Para adorar al Mesías vienen los Reyes de Oriente. Herodes exige, ansioso, le presenten a los magos y con mentiras y halagos les dice está deseoso de adorar al poderoso y le informen prontamente. Para adorar al Mesías vienen los Reyes de Oriente. Cuando salen del palacio, luce en el cielo la estrella, ¡qué clara y fuerte destella! El brillo alumbra el espacio como sublime prefacio de la luz omnipotente. Para adorar al Mesías llegan los Reyes de Oriente. La estrella se posa encima del lugar donde está el Niño, rodeado del cariño de su madre, que le mima, y el buen José no escatima los cuidados dulcemente. Para adorar al Mesías llegan los Reyes de Oriente. En un modesto portal, una estancia en una cueva, sonríe la Buena Nueva, la energía universal, el refugio espiritual del humilde penitente. Para adorar al Mesías llegan los Reyes de Oriente. Tras alabar a María, de hinojos al Niño adoran, su providencia le imploran. Es mensaje de armonía la solemne Epifanía del Ser excelso y clemente. Para adorar al Mesías llegan los Reyes de Oriente. En homenaje a su Alteza le dan oro, mirra, incienso, muestras de su elogio inmenso. El oro es poder, riqueza; la mirra, salud, belleza, y el incienso es alma ardiente. Para adorar al Mesías llegan los Reyes de Oriente. Los Magos son extranjeros, símbolo del pueblo infiel que se postra ante Emmanuel. Son del Verbo coherederos, apóstoles, misioneros en un pueblo diferente. Para adorar al Mesías llegan los Reyes de Oriente. Un ángel, en sueño extraño, a los Reyes ha advertido que Herodes, enfurecido, maniobró con engaño; pues, para no causar daño, marchen sigilosamente. Llenos de fe en el Mesías parten los Reyes a Oriente. Rebosantes de alegría, con el corazón colmado de amor al Hijo encarnado, loando su legacía, exclaman ¡Ave María! ¡Gloria a Dios aquí presente! Llenos de fe en el Mesías parten los Reyes a Oriente. *** Reyes Magos de Oriente, ¡enhorabuena!, desvelasteis lo oculto, lo secreto, la sorprendente magia de la esfera, el mensaje grabado sobre el cielo, traspasasteis la ruta de la niebla, atendisteis la voz del firmamento, cobijasteis la paz de Buena Nueva, abristeis el portal del alto templo, y entregasteis al Niño las ofrendas, los simbólicos mirra, oro e incienso. Reyes Magos, viajeros por la Vida, que alcanzasteis la dicha del encuentro con el Dios de la paz y la armonía, ofrecedle la mirra de los cuerpos, suplicadle perdón por sus heridas, entregadle el vil oro del becerro causante de ambiciones destructivas, adoradle con humo del incienso que exhalan nuestras almas renacidas con su Amor, con su Cruz y con su Adviento. Agenda de Reflexión.

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