domingo, 29 de diciembre de 2013
La clase obrera y el cura José Matías Delgado Por Roque Dalton (1935-1975)
El 5 de noviembre de 1821, el cura José Matías Delgado pegó un grito y se puso a sonar campanazón en la Iglesia de la Merced, en la ciudad de San Salvador. Todas gentes de la cuidad que valían la pena dijeron que era un loco a quien había que ponerlo en su lugar, para que no siguiera con sus bullas; lo único que estaba consiguiendo era desprestigiar al país ante nuestro meros amos del Noroeste y el resto del mundo civilizado, que qué iban a pensar de nosotros en Madrid, con esas calumnias que regaba el mentado cura, diciendo que había injusticias y subyugación en toda la provincia. Las viejas ricas cloquearon entre sus collares y sus bigotes.
“Cura narizón que lo que debiera es limitarse a enseñar el Rosario y dar sus misas cantadas y preparar a los niños y a los criados en la Doctrina y predicar sobre el Santo Matrimonio —dijeron— no andar ahí de candil de la calle metido a Redentor Puñetero.”
Pero el Padre José Matías le siguió dando. La verdad es que los primeros peninsulares que supieron escoger la libertad y mandaron al diablo a España y al Rey, sí ganaron (y estuvieron listos para coger parte del nuevo mango de la nueva sartén). Habría hoy un lugar para cosas así ? Habría dar ese lugar ? El cherito José Matías Delgado, como cura principal que era de San Salvador y como dueño de una hacienda añilera de mil 440 manzanas, pertenecía, o bien a la clase alta o bien a un sector equidistante entre los sectores más altos de la clase media y la clase alta. Era criollo hijo de criollos y poseía ilustración. Ello quiere decir que el padre José Matías no era lo que se llamaba entonces un hombre del pueblo y más bien pertenecía a lo que hoy llamaríamos las clases explotadoras o por lo menos las clases que, teniendo las condiciones para ser plenamente explotadoras, eran sin embargo explotadoras por España y necesitaban sacudirse a la Madre Patria del lomo para explotarnos mejor.
Por qué, entonces, venimos tratando tan bien, tan simpáticamente ,al cura Delgado, desde el inicio de este poema ? Hay una (única ) razón: lo que no se puede negar es que el chero José Matías era hijo de la nación que pugnaba por nacer. Y por su ubicación social y sus características personales, por el tipo de la sociedad colonial en que surgió, estuvo en capacidad de tener conciencia de ello, aún al nivel de identificar los intereses de la naciente nación con los de la clase a que pertenecía. El enemigo principal de aquel feto de nación era entonces el colonialismo español. Al luchar contra él, aunque no fuera del todo bien, José Matías Delgado defendía los intereses de todos los centroamericanos, desde el más encopetado hasta el más pelado.
José Matías y sus camaradas de procerato, junto con la gran mayoría de la capa inferior de los criollos y la superior y media de los mestizos, lograron la independencia política formal de nuestro país. Y eso fue bueno de por sí, independientemente de si lo hicieran por favorecer al pueblo ( que en verdad estaba formado por las clases llamadas entonces bajas y por las capas bajas de la clase media), o de si lo hicieran por vender a mejor precio su añil y su cacao, fuera del monopolio comercial de España. No nos oponemos pues, a considerar al Curita, como Padre de la Patria (hay que decir también que la hija no está como para andar presumiendo).
Además hay que considerar también que la historia posterior del desarrollo de lo que entonces eran las clases dominantes de El salvador, no hay que ser tan del al tiro mecánicos. Pues no es verdad que los próceres hayan sido tan sólo las semillas de las catorce grandes familias, de los barones del café. Unos próceres sí, pero otros no.
Los próceres lucharon contra España para explotar (objetivamente) al país en nombre propio.
Y desde aquel hoyo que fue entre nosotros el principio del siglo pasado, nos dan todo el aspecto de que querían ser la burguesía nacional.
Se amolaron. Porque en su interior, las contradicciones políticas a nivel centroamericano retardaron demasiado el proceso y, por otra parte, porque ¿con qué telas (si no hay arañas) iban a dar el salto desde la gleba políticamente independiente que nos dejara España hasta la pujante etapa del capitalismo cipotón?
¿Dónde burguesía nacional seria, sin industrialización, sin creación de tecnología, sin clase obrera?. La burguesía nacional no puede existir sin su contrario interno, sin su sepulturero, para no plantear más que este problema. De ahí que aquellas clases dominantes que encabezaron la movida de la independencia se fragmentaran en pedazos antagónicos (pedazos alemanes, franceses, ingleses, norteamericanos) | y entre peleas que se llamaron liberal-conservadoras, chapino-guanacas, catracho-pinoleras, etc., fueran perdiendo su primitiva cara progresista y se dedicaran a consolidar la gleba, con las materias agrícolas y el corazón puestos en el Mercado Internacional.
Vivir para el Mercado Internacional significaba vivir para el dueño del Mercado Internacional (que después de algunos forcejeos vino a ser el imperialismo norteamericano, si me perdonan la expresión, sobre todo en poesía, vaso santo).
Entonces aquellas clases dominantes que se habían dormido en la corriente (aunque no sin antes concentrar en sus manos toda la tierra del país y matar de hambre a medio mundo), vinieron a ser de nuevo las hijas-socias del patrón, las únicas intérpretes de la voz del amo, como el chucho careto de la RCA Victor.
Si la clase obrera salvadoreña hubiera existido en 1821, talvez podría haberse unido con la amplia cherada político-social del padre José Matías Delgado y talvez habría habido burguesía nacional salvadoreña, es decir, burguesía anticolonialista, anti-imperialista, aunque fuera por una vez en la vida.
Pero nuestra clase obrera, y quizás habría que dar gracias a dios, ha venido naciendo ya demasiado tarde para meterse en todo eso. Aunque dichas así suenen las cosas como tema de corrido chapín.
La oligarquía del imperialismo vende hoy al padre Delgado con los labios pintados, en fotos donde se le mira repartiendo hostias de pasta de Incaparina y haciendo con las dos manitas, a cada rato, el gesto de la Alianza para el Progreso, de la Pacona y de la mismísima Mano Murder Inc. de Arana Osorio y de Fidel Sanchéz. Pero la clase obrera salvadoreña nunca será ya el contrario dinamizador de la burguesía nacional, que tuvo su único chance de vivir a partir de 1821.
La situación de hoy es muy distinta a la de la época de aquella independencia política. Al revés y al derecho, por dentro y por afuera.
El imperialismo desea que la Nación Salvadoreña S.A., Made in USA.
Lo cual quiere decir que la nación de los salvadoreños sólo será salvadoreña si es anti-imperialista.
No hay de otras. No hay de piña, entradores.
Para esos afanes nacionales la clase obrera puede ganar para sí al Padre Delgado, padre de la Patria. Ayudándole a tocar bien duro las campanas de 1821, ya no sólo con la música de la Marsellesa y las canciones antimonárquicas, sino también con la melodía y los coros de la internacional.
Así vamos a ir aprendiendo a saludar a la verdadera patria, la patria de los pobres, hijos suyos, orgullosos.
Porque la nación que comenzó a ser nación al dejar de ser yanqui y marchar poco a poco, pujante de soberanía, hacia la gran nación internacional, a la gran comunidad liberada por la revolución mundial.
Lograr eso será nuestra gloria mayor.
Todas las naciones liberadas vendrán entonces a nuestro encuentro, con sus propias campanas.
Fin.
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