sábado, 15 de diciembre de 2012

QUIEN FUE ROQUE DALTON?:



Roque Dalton en su roja tinta
"La angustia existe sí.
Como la desesperanza
el crimen o el odio.
¿Para quién deberá ser la voz del poeta?"
Roque Dalton







Por Flavio Crescenzi*

El Salvador tuvo su mártir. Pienso que habrá tenido muchos en verdad, pero no todos poetas y, de haberlo sido, no todos como Roque Dalton. Es precisamente al poeta Roque Dalton al que quiero destacar, de ser posible, subrayando menos los episodios político-revolucionarios de su tiempo que las bondades de su obra escrita. Dalton ingresó, siendo muy joven, en el partido comunista salvadoreño, sufrió persecuciones y cárceles con frecuencia, vivió exiliado en Guatemala, México, Checoslovaquia y finalmente en Cuba. Al regresar a su país, en 1975, Dalton fue asesinado por un ala extremista del Frente Revolucionario del Pueblo (agrupación a la que pertenecía) bajo la acusación de colaboracionismo. La militancia es una enfermedad que sólo se cura a pura bala. Y esto, estimado lector, no es un comentario reaccionario, sino más bien una ironía, por más que la ironía reaccione siempre ante las bien pensantes, aunque fingidas, manifestaciones del progreso, ese monstruo bíblico que ruge.

Como dije más arriba, no se hablará aquí de la turbulenta biografía del escritor, sino de su poesía. Es que fue su poesía la que terminó matándolo; fue ésta la que lo mostró distinto frente al resto de sus compañeros de lucha. Pese a su filiación política, Dalton tenía una amplitud de conceptos envidiable, vastísima cultura que, desafortunadamente, como toda cultura, provenía de la burguesía. Dalton se daba el gusto de citar, como epígrafes a sus textos, a Yeats, Michaux o Borges (sí, Borges), cuando no le dedicaba enteramente el poema de turno a un Breton o a un Truffaut.

La poesía de Dalton era básicamente polifónica, en el sentido que le da Bajtin a la expresión; su poesía buscaba, muchas veces, la esencia poética de las palabras en su estado natural, virginal, desinteresadamente enunciativo. Es así como muchos de sus poemas son transcripciones de diálogos que quedarán legitimados por el título propuesto por este recolector de frases sueltas, como es el caso de "Los derechos humanos", recogido textualmente de una terrible conferencia. La técnica del collage, de cuño vanguardista, fue una de sus favoritas; digamos que hay en Dalton un poeta de recursos variados, pero seguro en su percepción lúdica del mundo. Ver a la realidad como un juego no iba en contra de su adhesión a la causa revolucionaria, sino que, en todo caso, le permitía burlarse de las múltiples ridiculeces del medio conservador en donde se movía. Poemas como "Los burócratas", "Lo que me dijo un anarquista adolescente" o "El arte de morir" serían un ejemplo perfecto. Pero también hay en Dalton un lírico profundo, de un lirismo a tono con los rasgos vanguardistas que le hemos detectado: es el Dalton de "Poema jubiloso", de "Atado al mar" o de "Lo que me dijo un loco".

A Dalton lo mató su poesía, el ser poeta, su heterodoxia que, convengamos, es el más claro signo de libertad que se conoce. A Dalton lo mató la poesía, por ser ésta una hembra atormentada por los celos, por darle un placer o una ilusión de placer más fuerte que el volcán que, en ese tiempo de lava y de metrallas, también lo seducía. Es por eso que recordar a este poeta en estos días, es recordar también la deuda que tiene América Latina con todas sus voces silenciadas, con lo que hoy empieza a levantarse desde el humus gris de la memoria, con la sed de justicia que nos viene secando las gargantas. Recordar a este poeta en estos días, es recordar también que la democracia no será más que un fantasma inofensivo mientras existan hombres que puedan diezmar impunemente la fortaleza emancipatoria de los otros; apenas un cómplice siniestro, mientras los poderes mass mediáticos anulen la legítima voluntad ética y estética del pueblo. Pero, por sobre todas las cosas, recordarlo (recordarlo, ahora sí, como mártir de la absurdidad del mundo) implica admitir que la maldad absoluta es lo mismo que la bondad absoluta, ya que todos los absolutos se igualan, al final, en un mismo crudo y oprobioso desconcierto.
Como prueba de sus propias pugnas por conciliar lo inconciliable, este fragmento:

"Cumple ahora con tu deber de conciencia
(sería igual a decir "tus obsesiones"),
di que pensar en el comunismo bajo la ducha es sano
-Y, en el trópico, al menos refrescante-.
O sentencia con toda la barba de tu juventud:
Si el partido tuviera sentido del humor
Te juro que desde mañana
Me dedicaba a besar todos los ataúdes posibles
Y a poner en su punto las coronas de espinas.


PERO ESO ES CONFUNDIR EL PARTIDO CON ANDRÉ BRETON

Pero, ¿y la ternura?"

La ternura no basta, Roque, no basta. A continuación, algunos poemas de su autoría:

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