sábado, 8 de diciembre de 2012

EL CUENTO DE LA BUENA PIPA, POR ALBERTO DEARRIBA, OPINION

El viejo cuento de la buena pipa
¿Cuánto tiempo necesita un juez para juzgar si dos artículos de una ley son constitucionales o no?

Por Alberto Dearriba

Desde que comenzaron las chicanas judiciales tendientes a frenar la vigenia plena de la Ley de Medios Audiovisuales, no pocos argentinos se preguntan si no se tratará en realidad de una reedición del estúpido cuento de la buena pipa, con el cual los adultos se mofaban de los niños hasta hacerlos llorar. Al igual que el pleito por la norma antimonopólica, aquel cuento infantil no terminaba nunca.

Más respetuosos de la investidura de los magistrados, otros se preguntan cuánto tiempo le demandará a un juez definir si dos artículos de una ley son constitucionales o no. Es obvio que no se trata de una resolución que pueda adoptarse a la ligera, pero tampoco parece un misterio insondable que no pueda ser resuelto en unos meses. Después de todo, es posible acceder a legislación comparada, habida cuenta de que normas antitrust, como las que plantea la Ley de Medios, tienen vigencia en las democracias más desarroladas.

Tras haber sido sancionada con holgada mayoría por el Parlamento, el corazón desconcentrador de la ley fue infartado por el Grupo Clarín mediante medidas cautelares tendientes a dilatar la decisión y mantener la posición dominante.

Los juristas explican que las medidas cautelares no definen el fondo de la cuestión, pero en la práctica, las cautelares que frenan la plena vigencia de la Ley de Medios, congelan la situación que se pretende modificar. Para Clarín, toda decisión de no innovar significa obviamente un fallo a su favor, ya que mantiene intactos sus intereses y prolonga su reinado a la espera de vientos más favorables.

El poderoso grupo mediático se planteó inicialmente una estrategia meramente dilatoria, con el objetivo de frenar centralmente el proceso de desinversión previsto en el artículo 161. Pero a medida que la justicia le fue dando chances de perdurar en la posición dominante, el grupo se entusiasmó con la idea de que Cristina Fernández perdiera las elecciones de 2011, sobre todo después de un 2008 y un 2009 que no fueron los mejores años para el kirchnerismo. Imaginaron entonces que en un nuevo contexto político podrían operar en el Parlamento para desvirtuar el sentido de la ley, o para mandarla directamente a dormir el sueño de los justos.

Los lobbystas del grupo conocen tanto los pasillos del centenario palacio legislativo como los más recoletos vericuetos de los tribunales. Pero las victorias que los abogados de las corporaciones suelen obtener en las sombras, no siempre se compadecen con lo que expresan las urnas. La reelección de Cristina Fernández abrió ante el poderoso grupo mediático un abismo de cuatro años. El sueño de mantener la posición dominante sine die, parecía quebrado, terminado, tras el 54% obtenido por Cristina en las elecciones del año pasado. Pero el CEO del grupo no se arredró e insistió con su estrategia: “Resistiremos”, les comunicó a sus más inmediatos colaboradores tras la derrota electoral. Y en eso está.

El jueves pasado volvió a ganar tiempo con un nuevo fallo dilatorio. Si bien pocos creen que los dos artículos cuestionados puedan ser declarados finalmente inconstitucionales como plantea Clarín, el grupo volvió a ganar tiempo. La especulación es obvia: si Cristina no logra ser habilitada para un nuevo mandato, ningún posible sucesor se atrevería a sostener la ley en su versión actual,

Pero si la modorra de la justicia desata sospechas o afecta el sentido común de los legos, no ocurre menos con contradicciones tales como que la Corte Suprema haya urgido a los jueces y fijado el 7 de diciembre como fecha tope del paraguas y que un día antes, la Sala 1 de la Cámara en la Civil y Comercial Federal prorrogue el plazo sin límite.

En medio del berenjenal jurídico que seguramente culminará en la Corte Suprema, donde los criterios no parecen ser unánimes, hasta el más despistado advierte que el pleito tiene un profundo contenido político. Y que su resolución depende en buena medida de la relación de fuerzas existente entre ambas partes.

De un lado está el portaaviones de la oposición, el grupo mediático que marcó la agenda de las fuerzas políticas y de sus bloques parlamentarios. Y del otro, un gobierno que pretende desmembrar a una potencia mediática capaz de cambiar hasta la hora en el país, si se lo propusiera.

Más allá de la obvia puja de poder, lo cierto es que la plena vigencia de la norma contribuiría a pluralizar la información y a expresar miradas dispares. En términos político-culturales, la Ley de Medios Audiovisuales será una de las mejores herencias que el kirchnerismo le deje a la democracia. Sin embargo, esta causa justa está detenida hace más de tres años por un poder económico concentrado. Para Clarín y sus adláteres, el simple hecho de que la porfía se mantenga intacta en los estrados judiciales, implica un signo de vitalidad de la democracia. Pero visto desde el otro rincón, la insólita prolongación del pleito revela en cambio la impotencia de la política frente a los poderes fácticos. Las acusaciones de la corporación judicial sobre supuestas presiones del gobierno a la justicia no hacen más que exhibir las diferencias ideológicas que subyacen en el conflicto. No es nuevo: el kirchnerismo se caracteriza por su voluntad política transformadora y la justicia por ser el poder del Estado más conservador.

Buenos o malos, de un lado cinchan los que fueron votados para gobernar. Y del otro, los que defienden jugosos dividendos y la posibilidad de signar el humor de los argentinos.

La disputa arrecia en momentos en que el gobierno atraviesa su peor momento. Después de los cacerolazos, del piquetazo con paro y del ataque de los fondos buitre que alteró los nervios oficialistas y de los argentinos bien nacidos, algunas encuestas exhiben una merma en la popularidad de la presidenta Cristina Fernández. Pero esta película ya se vio durante el pálido 2009 del gobierno, que fue seguido por un rutilante 2010, cuando los kirchneristas se encontraron en las calles celebrando codo a codo el Bicentenario de la patria. Y después, cuando acompañaron los restos mortales de Néstor Kirchner en una interminable manifestación de dolor y agradecimiento que dio cuenta de que no todos creían que la realidad fuera tan adversa como lo pintaban los medios más influyentes.

Los partidarios del gobierno volverán a encontrarse mañana en la calle, luego de haberla perdido a manos de los caceroleros. Tal vez, revitalicen en la Plaza de Mayo su fe en un modelo que, más allá de adversidades y errores, ha impulsado notables transformaciones. Ya no celebrarán el comienzo de la desinversión mediática, pero la multitud puede darle al gobierno el ánimo necesario para demostrar que puede cambiar el clima una vez más, aunque las cosas se cuenten cambiadas y en clave de queja permanente.

08/12/12 Tiempo Argentino
GB

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