lunes, 14 de mayo de 2018

ANIVERSARIO A 44 años del asesinato del Padre Mugica: quién fue el cura de los pobres

El 11 de mayo de 1974, un comando de la Triple A lo mató por orden de José López Rega. 
El "cura villero" Carlos Mugica. (Archivo Clarín)
El "cura villero" Carlos Mugica. (Archivo Clarín)
Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe, más conocido como el "padre Mugica", nació el 7 de octubre de 1930. Era el tercer hijo del matrimonio formado por Carmen Echagüe -descendiente de Pascual Echagüe, uno de los héroes de la Vuelta de Obligado- y Adolfo Mugica, diputado conservador entre 1938-42 y canciller de Frondizi.
Mugica, "el cura de los pobres", murió asesinado a balazos a los 43 años (Achivo Clarín).padre mugica 2da 0
Mugica, "el cura de los pobres", murió asesinado a balazos a los 43 años. (Achivo Clarín).padre mugica 2da 0
Estudió en el Colegio Nacional Buenos Aires y cursó tres años de derecho, pero descubrió que su vocación estaba en el sacerdocio.
De su época de seminarista data su primer libro, El católicofrente a los partidos políticos, en el que ya se anticipan algunas ideas sobre el necesario compromiso social y político del sacerdocio.
Dolor. En el funeral del Padre Mugica, en 1974 (Archivo Clarín).padre mugica 2da 0
Dolor. En el funeral del Padre Mugica, en 1974 (Archivo Clarín).padre mugica 2da 0
En 1954, ya ordenado sacerdote, junto al padre Juan José Iriarte comenzó a recorrer conventillos y a tomar contacto con el pueblo, con sus padecimientos y sus simpatías políticas.
Eran épocas de enfrentamiento entre Juan Domingo Perón y la Iglesia Católica, y Mugica se sintió muy conmovido por lo que leyó en una pared de una vivienda humilde: "Sin Perón no hay patria ni Dios. Abajo los cuervos".
La llamada Revolución Libertadora decidió por él. No era un cuervo ni estaba para ser cómplice de los fusiladores y comenzó a gestarse la que llegaría a ser una intensa militancia en las filas del peronismo.
A comienzos de los 60, misiona en el Norte santafecino, asesora espiritualmente a la Juventud Universitaria Católica y comienza a trabajar socialmente en villas de emergencia. Se vivían los tiempos del Concilio Vaticano II, inaugurado por Juan XXIII en 1962 y clausurado por Pablo VI en 1965, y la Iglesia parecía finalmente optar por los pobres.
En 1966 participa como asesor espiritual de los campamentos solidarios de la Acción Misionera Argentina en la zona de Tartagal, Santa Fe, junto a estudiantes secundarios nucleados en la Juventud Estudiantil Católica entre los que estaban Gustavo Ramus, Fernando Abal Medina y Mario Firmenich, futuros fundadores de Montoneros.
A fines de 1967 viajó a Bolivia para pedir la liberación de Regis Debray y Ciro Bustos, detenidos por su participación en la guerrilla del Che, y a reclamarle al presidente Barrientos la entrega del cadáver de Guevara para repatriarlo.
Su militancia en las villas incomodaba. Mugica fue un baluarte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (Archivo Clarín).
Su militancia en las villas incomodaba. Mugica fue un baluarte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (Archivo Clarín).
De allí viajó a París a estudiar comunicación social y teología pastoral allá por el 68, justo cuando a mayo se le ocurrió volverse rojo y negro y escribir en las paredes "Dios ha muerto". Carlos no pensaba lo mismo, pero lo entusiasmaba la rebeldía de aquellos jóvenes que se habían hartado de tanta hipocresía.
Fue en aquella ciudad y en aquellos días de barricada cuando se incorporó al flamante Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo que lo tendría como a uno de sus principales referentes.
Su militancia en las villas incomodaba. Mugica fue un baluarte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. (Archivo Clarín).
Su militancia en las villas incomodaba. Mugica fue un baluarte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. (Archivo Clarín).
Cuando volvió, la patria lo esperaba convulsionada, Córdoba estallaba y la dictadura de Onganía se caía a pedazos. Mugica se instaló en la villa para siempre, aunque seguía viviendo en su buhardilla en la casa de sus padres en la calle Gelly. La villa crecía junto con las esperanzas de tanta gente que llegaba, ahí nomás, a Retiro, a probar suerte. Venían con sus hijos, sus vergüenzas, sus miedos. Carlos les enseñó a organizarse y a ejercer con orgullo la solidaridad. Brotaron guarderías, salitas, talleres de música, de teatro, de títeres, bolsas de trabajo, comedores. La gente se adueñaba de su vida.
Carlos no se callaba. Denunciaba a los hipócritas, a los mercaderes del templo. Sabía que tenía enemigos muy poderosos y veía cómo un día aparecía la guardería destruida y otro día robaban la proveeduría y otro día mataban a algún pibe de la parroquia y le ponían una bomba en su casa.
La oración que rezaba
A Carlos se le ponían rojos los ojos azules y rezaba una oración que casi le fue naciendo naturalmente: "Señor: perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos parezcan tener ocho años y tengan trece. / Señor: perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no. / Señor: perdóname por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas, de las que puedo no sufrir, ellos no. / Señor: perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo. / Señor: yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propia hambre. / Señor: perdóname por decirles 'no sólo de pan vive el hombre' y no luchar con todo para que rescaten su pan. / Señor: quiero quererlos por ellos y no por mí. / Señor: quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos. / Señor: quiero estar con ellos a la hora de la luz".
Carlos Mugica, el "cura villero" que ejerció su pastoral a la Villa 31. (Archivo Clarín)
Carlos Mugica, el "cura villero" que ejerció su pastoral a la Villa 31. (Archivo Clarín)
Era una oración, era horadar en las almas de piedra. Mugica nunca olvidaba una frase que le dijo un hachero santafecino: "Soy la alpargata de mi patrón". «él quería otra cosa, quería alpargatas y libros para todos, alpargatas bien puestas y libros bien leídos.
Defendió a su compañero, el padre Carbone, detenido por el caso Aramburu; despidió los restos de los Montoneros Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus, abatidos en William Morris y asistió al velatorio de los fusilados de Trelew velados en la sede del Partido Justicialista.
Pero a medida que Perón se acercaba a la Argentina advertía que había que abandonar la lucha armada y dedicarse a la construcción política dentro del nuevo gobierno elegido por el pueblo para no quedar aislados.
Padre Mugica. "Dispuesto a morir por su gente". (Archivo Clarín)
Padre Mugica. "Dispuesto a morir por su gente". (Archivo Clarín)
Discutió fuerte con la izquierda peronista cuando aceptó un cargo honorario en el Ministerio de Bienestar Social de José López Rega, en el que los que no lo conocían bien veían un acercamiento al brujo y los que trabajaban con él sabían que era un intento de impulsar la construcción de un masivo plan de viviendas para los millones de sin techo de todo el país. López Rega sólo quería el prestigio de Mugica y generarle conflictos y ahondar la brecha que lo separaba de sus históricos compañeros. Sin obtener más que ingratitudes, renunció a los pocos meses.
Su popularidad era enorme. Se lo podía ver en programas de televisión y leerlo en las páginas de La Opinión, donde no se cansaba de decir que no estaba preparado para matar, pero tenía claro que estaba dispuesto a morir por su gente.
Final trágico
Una tarde de mayo de 1974, un comando de la Triple A al mando de Rodolfo Eduardo Almirón mató a Carlos. Diez años después un tal Juan Carlos Juncos -ex custodio del "Brujo"- confesó ante el juez Eduardo Hernández Agramonte haber participado en el operativo para asesinar a Mugica por orden directa de José López Rega.
En la declaración, Juncos manifiesta que el "Brujo" le había entregado diez millones de pesos ley 18.188 (unos 10.000 u$s de entonces) para terminar con Mugica, porque "este curita lo estaba molestando políticamente". Aquel 11 de mayo de 1974, miles de personas acompañaron el cortejo. Entre tantas lágrimas e indignación pudo verse por última vez, visiblemente emocionado, a don Arturo Jauretche.
En los tiempos que corren, es casi imposible que Mugica sea canonizado o beatificado. Se sabe. Pero el homenaje que a él más le hubiese gustado llegó a los pocos años de su asesinato. En la villa, las María Eva empezaban a ensayar su oficio de madres cuidando a las decenas de Carlitos que buscaban su lugar bajo el sol escuchando los acordes de la murga "Los guardianes de Mugica".

domingo, 13 de mayo de 2018

PADRE MUGICA.



“Gloria a Dios que es el amor y en
la tierra paz a los hombres que
luchan por la justicia.
Te alabamos, porque luchamos para que
nuestros niños hambrientos coman.
(…)
Te damos gracias, Señor,
porque no sois un Dios
espectador, sino un Dios hecho hombre
que padece el padecimiento de los
hombres.
Te damos gracias, Señor.
Tú que nos arrancas del egoísmo
impulsándonos a luchar contra la
explotación, ten piedad de nosotros.
(…)
Señor Dios, cordero de Dios,
que sigues desangrándote, en
los hacheros del Norte,
desangrándote. 
En los mineros bolivianos, desangrándote.
En las favelas del morro, desangrándote.
En el frío de los pobres, desangrándote.
La carne del torturado, desangrándote.
(…)
Señor, Tú solo eres el amor!"
(Selección de Parte 1 y 2 de la “Misa para el Tercer Mundo” de Carlos Mugica, año 1974)
¿Se puede interpretar en clave sociológica la crisis económico-financiera que intenta conjurar el gobierno actualmente? Más allá de los condicionantes originados en el…
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😱Suman 1820 los despedidos por Alpargatas y se abren retiros voluntarios.
Las 1.820 suspensiones están previstas para este mes en las plantas de Corrientes y Tucumán. En La Pampa se abren retiros voluntarios. Un caída que no cesa.
Las 1.820 suspensiones están previstas para este mes en las plantas de Corrientes y Tucumán. En La Pampa se abren retiros voluntarios. Un caída que no cesa.
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Lo votaste para poder comprar iPhones y terminaste haciendo lasagna con los fideos que sobraron.

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Llorando en el espejo; por Martín Rodríguez Columna de opinión. TIEMPOAR.COM.AR

A mi amigo Cachito

Fuera de la chicana tuitera “del club del helicóptero”, los argentinos tienen derecho a agitar el fantasma del 2001. La chicana reduce ese fantasma a una sola imagen: la de un presidente que se va en helicóptero. Hay derecho a mirarse en el pasado porque el 2001 no es un fantasma de la clase política sino un trauma social fundamental, como otros de nuestros años democráticos (las sublevaciones militares, la hiperinflación). 
Y además, Macri supo siempre que convivía con el espejo de un gobierno ajustador que se podía ir en helicóptero, vaciado de mediaciones políticas y aferrado sólo al uso del monopolio de la violencia. El espejo entre Cambiemos y la Alianza nació de entrada y se tomaron, primero, medidas literales para romperlo: la terraza de Balcarce 50 no es más un helipuerto, ahora es una huerta. La Historia no se repite ni como tragedia ni como farsa. La historia continúa. Cada época tiene sus continuidades, rupturas y excepciones. Pero cada época es única. 
¿Qué marcó aquel diciembre? El fin de una etapa. Un final sangriento. Estructuralmente nos cansamos de leerlo en textos de la izquierda social: el ciclo que se abrió en 1976. Como decía Chávez: el "neoliberalissssmo". El experimento democrático de administrar una economía nacida sobre consensos y enajenaciones irreversibles: el fin del Estado de Bienestar que impulsó Martínez de Hoz, la consagración de la economía de mercado, una deuda externa impagable y los condicionamientos del FMI que auditaban el “gasto público”. Ese combo explosivo que tuvo sus etapas se llevó puesto a la clase política: a De la Rúa, a Alfonsín, a Menem, al Frepaso. Con sus más y sus menos derrotados, todos sintieron eso. Asís o Alfonsín (con bastantes pelotas) se trompeaban en 2001 con los escrachadores, pero la mayoría de la clase política se daba cita en hoteles de turistas o reservaba salones vip para pasar desapercibidos. Gobernó Duhalde, que se autoproclamó literalmente el último de “una clase política de mierda”, y tal vez tramó con la sociedad argentina un pacto que no supo que firmó: ser un político sin futuro para esa sociedad arrasada. En su honor, Duhalde construyó el futuro, pero no su futuro.  
La salida del 2001-2002 coincidió con el boom de los commodities, la irrupción por carambola de un gobierno de izquierda peronista que reorganizó el sentido de la crisis en clave “progresista” (NK) que sintonizó con un momento regional la apertura a nuevos consensos sobre políticas públicas (AUH, paritarias) diseñadas con independencia de los organismos internacionales y con el intento de una economía más cerrada y basada en la expansión de la demanda. Soja sí, deuda no. El boom de los commodities y el populismo que contaba con esos dólares frescos nos hizo olvidar la cara de Anoop Singh y su “fiesta inolvidable”. Ese nuevo tiempo tuvo carencias que se escribieron (déficit energético, restricción externa, desarrollo trunco, etcétera) pero dejó, diríamos, “el consenso del 2001”: no se gobierna con ajuste y represión. Estas dos “inhibiciones” explican al kirchnerismo: sus mil vueltas para no hacer exactamente eso. Y esto es lo que está en juego hoy. El fin de ese consenso. Juan Carlos Torre, a su vez, apuntó con lucidez, cuando Cambiemos ganó su segunda elección nacional el año pasado, que los argentinos renunciaron “al ideal igualitario”. Si fuera cierto, ¿cómo sería un 2001 en una sociedad así? 
Lo cierto es que fue el fin de una etapa de este gobierno, y se abre una etapa más crítica. ¿Qué significa el gradualismo que los funcionarios repitieron como mantra y que muchos más se acostumbraron a repetir sin indagarlo? ¿A qué llaman gradualismo? Hay una discusión entre economistas y comentaristas opositores: ¿vivimos estos dos años exactamente un ajuste, tal como los conocimos? Amén de la inocultable transferencia de ingresos de abajo hacia arriba que comenzó el 20 de diciembre de 2015, Cambiemos evitó la ceremonia del ajuste puro que muchos liberales duros desean. Piden un “programa” y la Moncloa del ajuste: que los políticos suban a la montaña y diseñen un futuro y luego bajen a explicarnos el sacrificio. Porque cuando dicen Moncloa dicen ajuste negociado, repartidos sus costos, separado lo político de lo social. Piden que el “peronismo racional” sea la otra pata de la mesa. Un ajuste solemne. Algo que Durán Barba resistió, o al menos así: háganlo cuando pueden pero no digan que lo hacen. Y al gobierno se le acumularon dos internas: los que le piden más política, los que le piden más ajuste. No es lo mismo pero es igual. Que el costo se asuma como clase política, que se margine a las izquierdas (incluyendo al kirchnerismo). Y lo que hubo fue un largo “vemos”, un tironeo de la comunicación política y la economía de emergencia, que ajustaba hasta donde podía, con un dólar un día para acá, otro día un poquito más para allá, todo con manta corta, un día Techint, otro día los sojeros, como una sortija, y hacerlo despacio donde no se puede y rápido donde sí, reprimir si se acumula para hacerlo, pero, en lo posible, sin alharaca, con la camisa desabrochada como en el after hour, haciendo política de lunes a viernes de 9 a 18, con plata prestada de un mundo líquido que no te preguntaba exactamente en qué la gastabas y a la espera de unas inversiones que no llegaron ni ahí, salvo esas que llegan para irse y ese irse es literal. Y un día… se van. Levantan “vuelo hacia la calidad”, porque Trump sube las tasas. Y así. Obsesionados por la comunicación, atrapados en su propio imperativo paradójico: sé espontáneo, se dijeron unos a otros. Desdramaticemos porque a este país le sobra drama. Y bueno. La volatilidad de los mercados vendrá y tendrá tus ojos.  

En la autonarración del elenco de Cambiemos se notaba una auto-percepción: se sienten hijos del 2001 y su “que se vayan todos” (en sus biopics muchos se presentan como jóvenes del mundo privado que se involucran en la política a partir de la crisis), pero también, hijos de algo así como “el fracaso argentino”, un genérico al que vienen a remediar, una tradición de desencuentros y empates centenarios que no podían “desarrollar” el país por exceso ideológico. El credo duranbarbista en ese sentido articuló este nuevo discurso cuya cima mesiánica y fundacional parece un imposible paradójico: el vacío. Que se puede no tener relato y no tener Historia. ¿Qué se quería? Borrar la historia propia, es decir, la historia del liberalismo del que este gobierno y este elenco es tradición. No nacieron de un repollo. Son hijos de una larga historia. Y aquí estamos. Anuncian la vuelta al FMI, que es como todo un capítulo desgraciado, pero lo hacen en tres minutos de televisión como si no hubiera memoria emotiva, porque este “es otro FMI”. La trampa del gradualismo (esa metáfora con la que proclamaron su novedad pragmática) los enfrenta a su frustración: creyeron que existía un mundo sólido para financiar un país frágil. Un mundo de plata fresca y barata que te prestan sin preguntarte para qué porque iba a ser solidario para la paciencia de un ajuste gradual que contemplaba los tiempos de la política. Les falló el mundo frágil (falló su geopolítica). Hicieron campaña mientras Obama era presidente y Hillary candidata y ahora gobierna Donald Trump. Lo que no funcionó del esquema es aquello en lo que se suponía que eran “cracks”: las inversiones, los brotes verdes, la guita gringa, el Mini-Davos, las energías renovables, el “obamismo”. Sin eso, efectivamente, su modelo es sólo deuda, lápiz rojo y pasar el invierno. Había una vez un mundo que ya no existe más. «