domingo, 20 de julio de 2014

DOMINGA DE TRIPALDI

Vecina del barrio de Caballito.
Madre de tres hijos y abuela.
Vos chillona, se la escucha desde lejos.
Apenas amanecida, domingo por la mañana, dice:
"Gloria!, viste el gobierno?, no paran de competir con la Rural ! "
"Siguen llevando micros llenos de negros a...Tecnópolis".

GB

EL PAIS › OPINION Lo que hay y lo que emerge

 Por Mario Wainfeld
La visita de los presidentes de China y de Rusia y el encuentro de los Brics redondearon una agenda oficial que demarca una parte importante del futuro de la Argentina. Los acuerdos firmados, muy centralmente con China, apuntalan sectores neurálgicos de la economía local.
La aldea global, que muchas visiones parroquiales no saben mirar, mete miedo. Las matanzas y emigraciones forzadas en la Franja de Gaza alertan sobre perversiones estructurales del (mal) apodado “orden internacional” en el que estamos inmersos, quieras que no.
El sanguinario ataque al avión de Malaysia Airlines da cuenta de riesgos sistémicos temibles. Escapa a las incumbencias de esta columna especular sobre quiénes y por qué cometieron ese crimen atroz. Las hipótesis más socorridas concuerdan en ser espantosas. Pudo ser, dicen supuestos expertos que jamás son neutrales, un error de quienes son capaces (material y moralmente) de cometer crímenes masivos contra gentes de a pie. Pudo, por ahí, ser la perversa jugada de “tirarles un muerto” (en el caso, muchos) a sus enemigos. La proliferación de actores irresponsables o chapuceros o las dos cosas dotados de una capacidad de daño muy superior a sus capacidades políticas es casi un dato. Ilustra sobre un tablero que está cerca de hacer añorar las etapas de la distensión mutua, propia de la “Guerra Fría”.
Un planeta cruel se expresa en conflictos armados que podrían ser incontrolables. También en el sistema económico financiero, que genera riquezas inmensas, desigualdades enormes. Y que viene haciendo reposar sobre las espaldas de los pueblos los costos de la crisis desencadenada a partir de 2007.
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Un hito en Fortaleza: Los Brics son el fenómeno emergente del siglo XXI, el grupo de países que más han crecido y que van forjando una alternativa acotada e incipiente. El encuentro concretado en Fortaleza entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica pinta para ser, sin ditirambos, fundacional. El orden económico mundial puede ser distinto a partir de la creación conjunta de un Banco de Desarrollo y de un Fondo de contingencia para subsanar problemas financieros de los estados.
Hay trazos de semejanza en las nuevas entidades con el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Desde luego, nada es idéntico porque otra es la etapa, otros los actores y porque se construye a sabiendas de lo que sucedió con la experiencia anterior.
Los organismos internacionales de crédito que conocemos y padecemos fueron erigidos por los vencedores en la Segunda Guerra Mundial. El fin de la contienda delineaba un nuevo ranking de potencias, que incidió decisivamente. Estados Unidos e Inglaterra siempre fueron aliados, pero recorrían trayectorias disímiles: un imperio en decadencia irremisible, otro que ascendía. Sus representantes debatieron el diseño del FMI y el BM, prevaleció la potencia dominante. Francia, arrasada por la guerra, fue relegada al rol de comparsa: el tamaño y el potencial siempre importan. Alemania quedaba afuera, a fuer de derrotada.
Dos sagacidades fundacionales formatearon el sistema internacional y el nuevo mapa de los mayores países de Europa central. Replicar las condiciones humillantes del Tratado de Versalles para Alemania incubaría otra vez el huevo de la serpiente. La conflictividad de siglos entre Francia y Alemania debía ser superada a través de modos de integración y cooperación jamás conocidos antes. Nada se urdió en un día o en un año, pero buena parte de los recursos de los organismos internacionales se volcó a la reconstrucción de Europa, Alemania e Italia incluidas. El Plan Marshall fue una herramienta de la estrategia.
El “Tercer Mundo”, víctima del pillaje colonial de los vencedores y los vencidos, quedó afuera. O, peor, motivado a someterse a modelos económicos destructivos a cambio de oxígeno financiero.
El Mercado Común Europeo reconstituyó Europa y fue el primer mojón en el camino de la Unión Europea (UE). Aun en esta época convulsiva, los resultados son impactantes y dignos de emular, que no de calcar.
Estados Unidos se garantizó la hegemonía en todos los organismos internacionales, merced (entre otras variables) a sus reglas de votación.
La Unión Soviética (URSS) fue un contrapeso a la primacía gringa durante 45 años que se vinieron abajo con la caída del Muro de Berlín, sucedido pocos meses antes de la anterior final entre Alemania y Argentina. El historiador británico Eric Hobsbawm puntualiza que se desmoronó un sistema añejo, muy previo a la revolución soviética: “La desaparición de la URSS ha traído consigo la desaparición del sistema de superpotencias que rigió las relaciones internacionales durante casi dos siglos y que, salvo contadas excepciones, permitió mantener hasta cierto punto bajo control los conflictos entre estados”.
Estados Unidos ejercita una primacía vasta, huérfana de precedentes comparables. La historiadora argentina María Dolores Béjar enumera: “Poder militar sin rivales, basado en la innovación tecnológica, influencia decisiva sobre las agencias mundiales (OTAN, ONU, OMC)”, la categoría de moneda internacional que mantiene el dólar, el peso de su industria cultural muy evidente en el cine y las series... (Historia del siglo XX). Se abrevian de la cita las variables económicas, ya conocidas.
Cabe preguntarse si el mundo unipolar no es más salvaje, inequitativo y (ahora) impredecible que el que lo precedió. Tal vez no sea el momento de dar respuestas apodícticas aunque ciertamente todo induce a lecturas negativas.
El Premio Nobel de la Paz otorgado al presidente Barack Obama, el líder del país que asesina más personas fuera de sus fronteras, es acaso una cifra de lo que viene pasando. Podría ser una imaginería de Roberto Fontanarrosa, un sarcasmo de izquierdas... es algo peor, de ningún modo risible.
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Nuevos socios y derrumbe: El alemán Horst Köhler, los franceses Dominique Strauss-Kahn y Christine Lagarde llegaron a conducir el FMI en los últimos años. Sus nombres, entre otros, trasuntan que el club de los grandes se amplió desde el remoto ’45.
La arrasadora experiencia del llamado “Consenso de Washington” dañó especialmente a los países africanos, a Sud y Centro América. Béjar lo recuerda y remarca que en 2011 (fecha de publicación del libro que citamos) “las dos regiones del mundo más alejadas del neoliberalismo, aunque de diferente modo, son China y América latina”. Elogia el discutido nuevo paradigma de nuestro Sur: “El panorama es alentador, la reparación parcial de las injusticias sociales sufridas por los más desprotegidos, la recuperación del papel del Estado en un sentido que lo aleja de la lógica de los mercados para incluir los intereses sociales, las decididas intervenciones conjuntas de los presidentes en defensa de la democracia ante las amenazas de los golpes de Estado, el afán de ocupar un lugar en el mundo articulando a los países como región”. Se suscribe al pie, claro.
Ese proceso, no exento de asimetrías, atraviesa una etapa ardua, que abarca una reducción de las tasas de crecimiento. Pero es un rumbo inteligente que es imperioso conservar.
Brasil y Argentina son aliados estratégicos, socios comerciales. De nuevo, el poder existe en las relaciones internacionales, aun en las más amigables. Ni qué decir con China.
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Una cosmovisión en movimiento: Releer, así sea “en diagonal”, documentos o discursos del tiempo de la fundación del FMI suscita extrañeza o hasta una suerte de nostalgia retrospectiva. Se alude a un futuro de hermandad, de supresión de las carencias, de paz universal, de objetivos compartidos entre naciones. Siempre hay márgenes de hipocresía en la retórica, pero seguramente también primaba un optimismo de época, un afán de superación que no abolía la lógica hegemónica pero quizás la ablandaba. El de-safío del socialismo real influía también, el despliegue de los estados capitalistas benefactores fue una respuesta que signó “treinta años dichosos”.
La catástrofe financiero-económica del siglo XXI amaneció en otros tiempos, ideológicamente más cínicos y menos preocupados en controlar la “paz social”. La explosión de las burbujas financieras fortificó, casi en un santiamén, a sus causantes y culpables. Los estados y los entes multinacionales concibieron una respuesta ideológica de pies a cabeza. Sólo una cosmovisión precisa puede alumbrar un plan económico fijado en aumentar la concentración de la riqueza y centrada en castigar a las personas más pobres, a los países más vulnerables y, aun, a las empresas o sectores de la economía menos concentrados. Se amortiguó la caída a cambio de agigantar las inequidades y las impiedades. Las decisiones distan de ser pura técnica: rezuman ideología.
América del Sur está, dentro del acotado margen disponible, alejada del epicentro de ese tránsito capitalista.
Las nuevas hegemonías son parientes de otros modos de dominación pero es impropio, salvo en una tertulia de café, homologarlas a los viejos imperios. Si nos apuran, tal vez porque son menos funcionales para quienes sufren sus decisiones. Pero sobre todo porque es empobrecedor usar un mismo léxico para referirse a realidades diferentes.
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Una alternativa: Los Brics son una alternativa, preponderantemente económica. No da la impresión de que se la pueda extrapolar u homologar a alineamientos políticos.
La Argentina tiene ya un intenso intercambio económico con China. Sus exportaciones son commodities, aun en una etapa de revalorización luce demasiado primarizado.
Los acuerdos firmados entre los presidentes Cristina Fernández de Kirchner y Xi Jinping son necesarios y útiles para la Argentina. Acaso la mejor nueva para la economía después de la reestatización de YPF.
Más allá del tráfico establecido de mercancías, se añade la infraestructura: ferrocarriles, centrales energéticas. El convenio financiero se dirige a fortalecer un flanco que es necesario apuntalar.
Un aliado económico mucho más poderoso, que planea sus estrategias a más largo plazo obliga a extremar la defensa del interés nacional y a no creer en la magia ni en la bondad de las potencias. No la hay. La celosa defensa de la soberanía que viene ejercitando el kirchnerismo no tiene por qué tomarse licencia en ninguna tratativa ni acuerdo.
De cualquier modo, el surgimiento de otros polos de poder es una buena nueva para estados como el nuestro, a condición de saber encontrar el destino propio en un tablero que controlan otros.
Hablemos de cifras aproximadas, basta para ilustrar un concepto. China tiene un PBI mucho más grande que el de sus cuatro socios Brics sumados. Entre todos, representan algo así como un cuarto de la riqueza mundial. Estados Unidos y Europa explican la mitad. Al “resto del mundo”, seleccionado que integramos, le queda un cuarto para repartir entre muchos: medir la propia dimensión siempre es saludable.
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El vecindario y la casa propia: Un sucedáneo Brics del BM es una buena nueva, que impone echar un vistazo sobre el vecindario y la casa propia. La Argentina no tiene un Banco de Desarrollo desde hace añares. Brasil sí cuenta con uno que pivotea su economía y restringe la influencia de su Banco Central. Por acá se suplen las funciones con un esquema que comprende a la Anses reformulada y el Central reorientado. Los logros son notables, pero seguramente serían mejores con un sistema más sofisticado y especializado.
No se ha plasmado ni avanza el Banco del Sur, un proyecto alumbrado por los presidentes Hugo Chávez, Lula da Silva y Néstor Kirchner. A riesgo de repetirnos: la integración regional alcanzó niveles inimaginables a principios de siglo. Cotejados con ese punto de partida, están cerca de ser sueños convertidos en realidades. Pero la exigencia cotidiana es hacer camino al andar, o de pasar de pantalla: queda mucho por recorrer y mejorar.
Un célebre juzgado en Manha-ttan es una variable alocada de un sistema financiero que estalla. Las autoridades argentinas se manejan en un desfiladero afrontando correlaciones de fuerza muy dispares. Sus tácticas (en especial el pago a los bonistas en el Banco de Nueva York) son inteligentes, dentro de un menú reducido.
Los buitres y otros actores interesados tratan de equiparar al default una eventual falta de acuerdo con los fondos buitre antes del 30 de julio. No hay tal, más vale, porque el país no es insolvente y quiere pagar. Pero los adversarios (que a menudo son enemigos, tout court) buscan éxito en las expectativas: frenar proyectos de inversión, créditos internacionales, decisiones micro de empresas locales.
La lucha es cruel y es mucha. El gobierno que está al mando, cree este cronista, es el mejor dentro del repertorio de lo posible. Sus rivales nada proponen, sólo juegan “la cortita”.
Mirar a la oposición no mete tanto miedo como la violencia en Ucrania. Pero amerita una preocupación seria, pensando en las elecciones democráticas de 2015.
mwainfeld@pagina12.com.ar

EL PAIS › OPINION Los costos del inevitable acuerdo con los buitres

Por Héctor Valle *
“Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España.” (Miguel de Unamuno, en la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936.)
Don Miguel pronunció este famoso discurso, mirando sin pestañear, al general rebelde Millan Astray, que estaba a su lado, y acompañado en el estrado por una banda de falangistas y legionarios africanos, quien varias veces llevó su mano a la cartuchera y no se privó de gritarle, a pleno pulmón, “¡Viva la muerte!”.
Nada más cierto que aquello de que los hechos históricos a veces se visten de tragedia y a veces como farsa. Pasan los años pero el poder siempre tiene esos modales, cuando de apretar se trata, pero a veces llega al límite teatral de, por ejemplo, la pintoresca visita de la American Task Force Argentina, que no llegó exhibiendo pistolas ni fusiles sino convidando caviar y champagne a sus amigos mediáticos locales. Pero no se privó de nada a la hora de las amenazas a la Argentina, una nación soberana, cayendo a tal fin en los mayores excesos y sin juzgar necesario probar la razonabilidad de sus reclamos.
Esa fue la cara “técnica” de su misión. Pero no faltó la nota tragicómica. Así, vinieron a decirnos a los argentinos que, en cuanto pagáramos el valor nominal de los bonos que ellos compraron por monedas, tal decisión actuaría como un conjuro que permitía resolver viejos problemas argentinos, como la restricción externa y la inflación, al tiempo que dispararía una ola de inversiones originadas en los Estados Unidos. De paso, la señora Nancy Soderberg, integrante del mencionado grupete, aprovechó para exigirnos, inopinadamente, el pronto cumplimiento del Artículo IV del reglamento que establece las normas de control para los países miembro, del FMI.
Vale decir que no solo se consideran en una situación de poder suficiente como para imponer la solución que más les place, habida cuenta de la sentencia Griesa y su ratificación por las instancias superiores en la Justicia norteamericana sino que, además, piensan que los argentinos somos un rebaño de estúpidos capaces de creer tamañas fábulas, como si hubiéramos atravesado en vano la experiencia de los años ’90.
Descartan la persuasión, que supone un diálogo razonable entre las partes donde cada uno valora los costos que el otro deberá pagar y cuánto él está dispuesto a conceder, así como se consideran los efectos sobre terceros (por ejemplo el 92,4 por ciento de los acreedores que ingresaron en el canje). Por el contrario, creen poder convencernos por una fuerza tal –ese poder se apoya en resoluciones jurídicas carentes de equidad, sumadas a su capacidad de lobby en el gobierno estadounidense– que hasta les permite amenazarnos con cerrarnos el mercado americano de carne vacuna en ese país o conseguir que Chevron se retire de Vaca Muerta.
Según algunos analistas, la magnitud de bonos a emitir, comparados con los indicadores de nuestra deuda soberana, aun en caso que la emisión de nuevos bonos por la Argentina comprendiera al total de los holdouts que no ingresaron al canje, no afectaría decisivamente nuestro coeficiente de endeudamiento con acreedores externos. Eso se verá con el tiempo y en función de cómo evolucione nuestra capacidad de pago en moneda extranjera. Cabe recordar que la actualidad del balance comercial no está para tirar manteca al techo.
Lo cierto es que la Argentina fue llevada contra la pared, extorsionada por lo peor de la especulación financiera y ello ocurrió en un contexto internacional de crisis que atraviesa el capitalismo, que si algo lleva a cuestionar es a la expansión desmedida, sin regulaciones, de las formas especulativas.
En lo que a nosotros nos toca, estamos frente a la evidencia de una correlación de fuerzas muy adversa para nuestro país, integrada por el poder económico más codicioso, sin vínculo alguno con la producción real y carente de escrúpulos sobre las consecuencias de sus actos sobre la gente de carne y hueso. Y todo ello con el respaldo de la ley americana. Y nuestra debilidad es la única razón que justifica aceptar, como mal menor, buscar un acuerdo para superar las presiones que están ejerciendo sobre la Argentina.
Utilizando un argumento tan pueril como el ya mencionado de las ventajas que nos proporcionará llegar a un acuerdo para liberarnos de la carga que supone el reclamo buitre, sus asesores legales afirman –y sus hombres de prensa locales difunden– que graciosamente aceptarían un tratamiento similar al empleado para pagar con bonos las deudas con el Club de París, los juicios en el Ciadi y la indemnización a Repsol.
Ignoran que en el caso de la recuperación de YPF, Argentina abonó un precio que resultó ser equivalente a la mitad de lo reclamado originariamente por la empresa española. Y ello se pactó recuperando activos físicos que desde su vuelta a la empresa con participación estatal ha proporcionado una masa importante de ganancias que fueron reinvertidas, todo ello sumado al próspero futuro que la empresa tiene a mediano y largo plazo.
Con el arreglo con el Club de París se solucionó un litigio de larga data con los gobiernos de las naciones industrializadas; originariamente los mismos, en algunos casos, se vincularon con proyectos de infraestructura y otros fueron operaciones de país a país. Resolver esta cuestión permite sensatamente esperar que ello aliente futuras inversiones extranjeras dirigidas a ampliar la producción de bienes y servicios en la Argentina. En el caso del Ciadi, se advierten muchas similitudes con las otras dos situaciones.
Ninguno de estos ejemplos es asimilable al de los buitres, fondos que jamás le prestaron un dólar a la Argentina y ahora debemos reembolsarles el 100 por ciento del valor nominal por papeles que compraron a precio de remate. Esto se asimila más al dinero que alguien se ve compelido a poner para rescatar a una persona raptada que a ninguna de las figuritas jurídicas divulgadas en los últimos tiempos como “buenas experiencias”, a seguir vendiéndolas como infalibles metodologías para volver al mercado de capitales.
La Argentina, en efecto, ha sido objeto de un chantaje y vale la pena decirlo con todas las letras, por más que irrite a los buitres y sus amigos locales. ¿Qué duda cabe? Y ese es el dato relevante y cabe distraerse discutiendo qué ocurrirá con los coeficientes entre deuda y producto, así como qué márgenes ellos otorgan, aunque debiéramos entregar bonos por un solo dólar.
Buscar desviar la atención y ocultar la evidencia de la extorsión, hablando de impericia o malos modales en nuestros negociadores –cuando éstos representan un gobierno que ha cargado sobre sus espaldas los pésimos resultados para el interés nacional que tuvieron los ruinosos negocios del pasado– solo puede ser entendido como una chicana política, otra más, diseñada mediáticamente para distraer acerca de los responsables del latrocinio y desestabilizar, gota a gota, día a día, al gobierno popular.
* Director de YPF.

EL PAIS › OPINION Línea de conducta

No hay muchos antecedentes de despidos de un funcionario de alto rango de la tecnoburocracia del FMI. Hubo renuncias por intrigas políticas (del español Rodrigo Rato) o por denuncias de acoso sexual (del francés Dominique Strauss-Kahn) en el cargo máximo de esa institución financiera internacional. Pero despedidos por su trabajo fueron pocos. Uno de ellos fue Claudio Loser (foto), excluido del staff de técnicos porque sus superiores evaluaron negativamente su labor. Era el economista argentino que más alto había llegado en la estructura del Fondo.
Loser se había incorporado a ese organismo multilateral el 2 de octubre de 1972, y casi treinta años después, el 10 de junio de 2002, el entonces director gerente del FMI, el alemán Horst Köhler, anunció su desplazamiento. Pasaron unos días y fue directamente despedido de la Jefatura del Departamento de Investigaciones y del Hemisferio Occidental, que tenía bajo su órbita el monitoreo de las cuentas públicas de la Argentina. También fue relevado de la supervisión de la misión negociadora con Buenos Aires, que tenía como figura principal a la italiana Teresa Ter Minassian. Köhler en persona fue a comunicarle su destitución.
Hasta hoy Loser asegura que no fue despedido, que estaba en edad de retirarse, que ya llevaba ocho años en ese cargo, y edulcora la historia diciendo que él tenía una estrategia gradualista en relación con la dura de Köhler con relación a la situación económica argentina. Cada uno está en su derecho de elegir la versión más benigna de un acontecimiento traumático de su vida laboral. Loser fue despedido porque las autoridades del FMI evaluaron en forma deficiente su desempeño. Su reemplazante fue el indio Anoop Singh, a quien le dejó de regalo una botellita de antiácido.
Entre 1994 y 2002, período que abarca las políticas económicas de los gobierno de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa, Loser se ocupó del caso argentino. El desenlace fue el default de 2001. Fueron los años de las exigencias del FMI a la Argentina contenidas en los planes de ajuste recesivos supervisados cada tres meses. Loser fue el responsable de coordinar esa tarea en el Fondo. Es el mismo que hoy asesora y prestó un documento de análisis sobre un eventual default argentino a los fondos buitre. Contenido que utilizó la American Task Force Argentina, el grupo de tareas del fondo Elliott del financista republicano Paul Singer, en su última solicitada publicada en medios locales, en un capítulo más de la campaña de desinformación y desprestigio que desde años financia contra la Argentina. Loser mantiene así una línea de conducta coherente.
La ATFA es la organización de lobby de Singer que ha invertido millones de dólares en la prensa estadounidense, con ramificaciones en la argentina, para influir en la opinión pública, en el Congreso estadounidense, en la legislatura del Estado de Nueva York, y en los tribunales de la ciudad que ampara a Wall Street, para arremeter contra la posición argentina. También ha intervenido en las calles y en las redes sociales: cacerolazos, movidas políticas-mediáticas y escraches frente a la embajada argentina en Washington son algunas de las acciones realizadas por ATFA. Loser le prestó sus servicios con el documento “Argentina v. holdouts: the real costs of default and benefits of settlement”, ahora como presidente de la ignota entidad Centennial Group Latin America, cuyas oficinas están en 2600 Virginia Ave, NW, Suite 201 Washington, DC.
La colaboración de Loser con fondos buitre, que él denomina holdouts (la diferencia no es menor: el fondo buitre se dedicó a litigar deudas colapsadas, mientras que el holdouts no participó del canje de deuda en default sin iniciar juicios) tiene la transparencia que algunos de sus colegas carecen. Son los que han estado siempre al lado de los endeudadores seriales y se dedican en el turno mañana, tarde y noche en los medios a pronosticar el caos y a echar dudas sobre la estrategia argentina. Ellos reinterpretan lo que dice o hace el gobierno de CFK en función de los intereses de los fondos buitre. Repasando opiniones de expertos del exterior, como Martín Wolf, editorialista del Financial Times, se puede comprobar que ellos escuchan y leen la posición argentina, incluso deslizando críticas, en una sintonía mucho más equilibrada que la de esos analistas locales. Por ejemplo en la decisión de la Argentina de haber pagado el vencimiento de intereses del bono Discount, dinero que está depositado en dos cuentas del Bank of New York Mellon en el Banco Central argentino. La acción de lobby de los buitres tiene a voceros locales, como Loser, que pese a la existencia de ese pago efectuado por la Argentina insisten con la eventualidad de un default cuando ese acontecimiento financiero lo declara el deudor; no una decisión judicial que impide a los acreedores cobrar.
La acción de lobby es una de las herramientas más poderosas de los fondos buitre para conseguir su objetivo. Ser parte de ella es una decisión que excede la cándida justificación de Loser por su colaboración en la misión de Singer: “Yo tenía un documento que escribí hace algunos días que ellos (la ATFA) me pidieron si lo podían utilizar”. No se resistió, manteniendo una línea de conducta coherente desde su militancia en el FMI hasta ahora.
Ese lobby buitre es el mismo que consiguió una modificación legislativa en el Estado de Nueva York que facilitó a esos fondos el ataque sobre la deuda soberana argentina en default. Después de la experiencia exitosa con bonos peruanos en el 2000, el fondo Elliott fue perfeccionando su estrategia. Para ello presionó para limitar el alcance de la Doctrina Champerty. Esta postula que “ninguna persona natural o jurídica (...) puede comprar documentos de crédito vencidos (...) con la intención y el propósito de interponer una acción o un proceso judicial con respecto a la misma”. Así lo expresa la Ley del Poder Judicial de Nueva York en la Sección 489. Esa doctrina prohíbe la compra de deuda con el objetivo de iniciar reclamos legales en la jurisdicción de Wall Street, donde se dirimen conflictos sobre deuda soberana. Como se explicó en el Panorama Económico publicado en Página/12 el sábado 28 de junio pasado, el juez Robert W. Sweet había emitido un fallo a favor de Perú en base a la doctrina Champerty. La sentencia describió los hechos y fundamentos que llevaron a ese tribunal a desestimar la demanda de Elliott. El fondo buitre de Singer apeló ese fallo e inició acciones de lobby para que el Poder Legislativo neoyorquino aprobara una serie de modificaciones a la doctrina Champerty. Consiguió ambos objetivos.
La Cámara de Apelaciones de Nueva York se pronunció a favor de Elliott anulando la aplicación de esa doctrina sobre deuda soberana. Y la mayoría de la legislatura de Nueva York hizo su parte. Esta última tarea está mencionada en “La evolución de los litigios modernos de deuda soberana”, de Jonathan Blackman (uno de los integrantes del estudio de abogados Cleary Gottlieb Steen & Hamilton, contratado por la Argentina para ejercer la defensa en el juicio iniciado por Elliott contra el país) y Rahul Mukhi (abogado de ese mismo estudio). Ese documento analiza el recorrido de la Doctrina Champerty señalando que era la defensa más potente de países con litigios por su deuda soberana en problemas, indicando los casos de Congo, Panamá, Brasil y Perú. Explica que los tribunales habían aceptado ampliamente esta defensa porque terminaba con la industria de especular en litigios sobre deuda soberana. Recuerda que la Doctrina Champerty se originó en el derecho inglés y adoptada más adelante por legislaturas estatales, como la de Nueva York, que prohíbe la compra de la deuda con el propósito de presentar una demanda.
Blackman y Mukhi destacan que a pesar de la decisión favorable de la Cámara de Apelaciones por la deuda peruana, el fondo Elliott Associates quería obturar cualquier margen de incertidumbre para su modelo de negocio de comprar deuda en default para luego litigar. Tenía que limitar la Doctrina Champerty. Esos dos abogados aseguran que, luego de la presión ejercida en la legislatura del Estado de Nueva York, Elliott consiguió modificar esa ley: el 17 de agosto de 2004 se aprobaron los cambios eliminando la posibilidad para el deudor de utilizar como defensa la Doctrina Champerty cuando la compra de bonos de deuda sea superior a 500.000 dólares. “Con la derrota de la defensa Champerty, el camino quedó despejado para que los litigantes puedan comprar deuda soberana en default, para rechazar el proceso de reestructuración voluntaria de esa deuda y obtener vía juicios el valor nominal de los bonos”, afirman Blackman y Mukhi.
Luego de neutralizar la Doctrina Champerty en 2004, los fondos buitre atacaron la deuda argentina avanzando sobre el concepto pari passu (igual trato entre acreedores) del contrato entre país deudor y acreedor privado. Lograron que jueces de Nueva York reinterpretaran que esa condición significaba que todos los acreedores tenían que cobrar, aunque unos recibieran más que otros, violando en la práctica el pari passu. Es lo que consiguieron del juez Thomas Griesa y de tres de los jueces de la Cámara de Apelaciones.
Para respaldar esta extravagancia jurídica conquistan a economistas y analistas argentinos con el objetivo de fortalecer sus campañas de desinformación y de sembrar temores sobre las perspectivas de la economía argentina. Loser solamente es el más visible de esa legión de colaboradores.
azaiat@pagina12.com.ar

ACUERDO CON CHINA PARA ACUEDUCTOS Obras para Entre Ríos

El gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri, expresó que el reciente acuerdo con China, para construir dos acueductos en esa provincia permitirá “seguir generando valor agregado”. Se trata de dos “obras de riego” que salen desde los ríos Paraná y Uruguay, y permitirán “regar 200 mil hectáreas y generar mayor competitividad en las cuencas maiceras, arroceras y cítricos”. Para el precandidato presidencial, “estos acueductos solucionarán el aprovisionamiento de agua dulce de gran cantidad de poblaciones que hoy tienen dificultades, en un proyecto transformador en la administración y el manejo de los recursos hídricos”.
Urribari sostuvo que “si bien la naturaleza nos dotó del curso de los ríos, antes de este gobierno nadie tuvo la decisión de llevar adelante políticas transformadoras que rompan los paradigmas establecidos”, y que es necesario “romper con esa idea de que los argentinos estamos destinados a ser proveedores de materias primas sin pensar en nuestro propio desarrollo”.
Entre Ríos “lidera varias cadenas de valor agregado en el país como aves, cítricos y arándanos, somos segundos productores de productos farmacéuticos, arroz, miel y sector forestal, y hemos crecido un 377 por ciento en las exportaciones”, afirmó el gobernador. “Vamos transformando poco a poco a Entre Ríos. Antes muchos de esos productos se exportaban sin valor agregado”, recordó en declaraciones radiales.
Respecto de la última cumbre de los países del Brics y la Unasur, de la que participó como invitada Cristina Fernández de Kirchner, el gobernador entrerriano manifestó que Argentina “pidió un nuevo ordenamiento financiero global, donde resulte imprescindible que los bancos se hagan responsables ante las crisis que ellos mismos generan”.
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EL PAIS › OPINION Ideología y política exterior

Por Edgardo Mocca
La derecha argentina clama por expulsar la ideología a la hora de orientar los pasos de nuestro país en el mundo. Sus exponentes –los de siempre y otros que transitan ese andarivel después de la desilusión con las viejas utopías– proponen la visión de un proceso de globalización plano y relativamente armonioso; puede haber nuevos actores pero los libretos ya no están en discusión. En consecuencia, lo mejor que podemos hacer es intentar buenos negocios y esquivar querellas inútiles.
En auxilio de ese supuesto pragmatismo utilizan la referencia al pasado, al mundo que empezó a morir con un acontecimiento del que se va a cumplir un cuarto de siglo: la caída del Muro de Berlín. Allí se selló la suerte definitiva del comunismo como proyecto histórico, bajo las formas que adquirió durante el siglo XX. El fin de la Guerra Fría, la emergencia de un mundo unipolar alrededor de un país –Estados Unidos–, una organización económica –la globalización capitalista– y una forma política –las democracias amigas del “libre mercado”– auguraba una paz imperialista prolongada, cuyas prácticas hegemónicas quedarían delineadas poco tiempo después con la primera guerra del Golfo en la que la superpotencia emergente proclamó altisonante la existencia de un nuevo orden internacional.
Cuesta encontrar un hilo de sentido que una aquellas escenas inaugurales de la construcción de la hegemonía neoliberal a escala mundial con los acontecimientos de estos días. El Estado de Israel desarrolla contra el pueblo palestino una de las más feroces ofensivas de los últimos tiempos; un avión de línea malayo es derribado en un acontecimiento confuso en el que se discute quién fue el autor del atentado –si los separatistas rusos o la fuerza aérea ucraniana–, pero se coincide dramáticamente sobre su naturaleza terrorista. Una vez más el conflicto en Medio Oriente, una vez más la cuestión rusa en su relación con el mundo europeo, una vez más la apuesta al terror en el abordaje de viejos y renovados conflictos. ¿Es el regreso de la Guerra Fría? Claro que el abuso de la referencia solamente sirve en términos irónicos: no hay hoy en acción un choque orgánico y sistemático entre concepciones del mundo, como las que hasta hace tres décadas enfrentaban a la Unión Soviética y Estados Unidos. Es imposible resumir de modo simple los conflictos territoriales y regionales remitiéndolos a dos grandes estrategias en pugna por el dominio del mundo. Sin embargo, es también un error la reducción de los conflictos mundiales del siglo XX “corto” a la lucha entre dos grandes superpotencias: ese era el antagonismo central que organizaba al conjunto pero no era el único. Los grandes problemas del desarrollo nacional, de la injusta distribución de la riqueza, la disputa por los recursos naturales del planeta, los problemas de la militarización y la degeneración del ambiente, entre muchos otros, convivieron en esa época.
Probablemente la confusión haya radicado en considerar que la desaparición de la Unión Soviética equivalía automáticamente al aplacamiento de los grandes conflictos del mundo moderno. El espejismo de un mundo reconciliado en el orden neoliberal presuponía que la falta de rivales hegemónicos del orden capitalista significaba lisa y llanamente la desaparición de las contradicciones de ese orden. Como ha dicho recientemente el pensador brasileño Rubens Ricupero, el capitalismo tuvo, pocos años más tarde, su propio “Muro de Berlín”, la crisis que se desató en Estados Unidos, por el colapso de las hipotecas subprime en los años 2008 y 2009. Desde entonces el curso de los acontecimientos ha modificado su tendencia y se ha acelerado: se hace más manifiesto el surgimiento de nuevos protagonistas centrales de la escena global, se ve con más claridad la ausencia de liderazgo político en un mundo signado por las crisis financieras, y –a esta altura puede decirse sin provocar escándalo ni sorpresa– una aguda crisis de gobernabilidad política del capitalismo global.
Hay una sincronía innegable entre nuestras peripecias históricas nacionales durante este cuarto de siglo con el giro de los acontecimientos mundiales. En 1989 estallaba entre nosotros la crisis hiperinflacionaria que terminaría de destruir la Argentina salarial-industrial y estatalmente regulada que surgiera en 1945 y cuya eliminación había sido el objetivo parcialmente cumplido de la última dictadura cívico-militar. En 2001 nuestro país fue uno de los capítulos de la crisis del capitalismo global, previo a su estallido en los países más desarrollados. Desde 2003, nuestro país se ha reubicado en el mundo; no tanto como el fruto de una estrategia rigurosamente planificada, sino como el resultado de una serie de conflictos internos y externos, en cuyo centro estuvo la exitosa reestructuración de la deuda que hoy está amenazada por una resolución judicial neoyorquina, avalada por la Corte Suprema de Estados Unidos. Para sus críticos la posición argentina peca de “ideológica”. ¿Es justa la crítica? Acaso lo que ocurra con los impugnadores es que estén subestimando no a la ideología sino a la política. El paradigma de lo político como administración institucional de una realidad dada lleva a confundir la trama histórico-concreta de acontecimientos construida en estos años con un esquema ideológico preconcebido. Argentina tuvo que reconstruirse como comunidad política después de una crisis en la que estuvo al borde de la disolución. La premisa con la que se reconstruyó estuvo sostenida por la necesidad del crecimiento del país y el mejoramiento de las condiciones de vida de su pueblo: ésa fue la brújula “ideológica”, de ellas se desprendió la línea general de la acción. Salarios, reactivación del consumo y de la actividad económica, recuperación de la capacidad de acción estatal, en lo interno. Políticas soberanas, desendeudamiento, construcción de coaliciones regionales e internacionales que sostuvieran esa política interna, fueron el correlato “exterior” de ese rumbo.
Ahora bien, el mundo no es un teatro de escenificación de contiendas ideológicas, pero tampoco es un sistema institucional pacíficamente autoadministrado. En el mundo se hace política. Y la política no se hace sin premisas interpretativas, sin cálculos, sin alianzas, sin confrontaciones. Más aún, la política es la trama de esas prácticas. Y no son los laboratorios académicos los que definen las líneas de acuerdos y confrontaciones, sino la acción política de los estados nacionales. ¿Hay una afinidad ideológica argentina con la Unasur o con los Brics? Claramente no puede haberla, tratándose, como es el caso, de naciones que tienen gobiernos de signos políticos diferentes y en muchos casos cambiantes. Lo que existe son las bases de la voluntad política para moverse en común frente a un orden mundial en crisis. Las condiciones para los reagrupamientos son visibles: organismos internacionales de crédito vaciados de su legitimidad y del fundamento histórico con el que fueron creados, ausencia de liderazgo global ante una crisis que no hace más que profundizarse sobre la base de las mismas políticas de respaldo al autoritarismo financiero mundial, agudización de las tendencias más concentradoras de los recursos de las que se tenga memoria, recurso a la extorsión y a la guerra para fortalecer las posiciones de los monopolios y asegurar la reproducción del dominio del poder económico concentrado. En síntesis, claudicación de la política frente a la lógica económica del gran capital global concentrado.
Si no alcanzara con todo lo que hemos vivido en las últimas décadas para fundar una posición soberana y crítica frente a los poderes globales, el ataque político-judicial-mediático de los fondos buitre contra nuestro país no nos dejaría otro camino. Claro que, en realidad, siempre hay “otro camino”: en lugar de una estrategia jurídica defensiva, la acumulación de respaldos regionales y mundiales de gran importancia y la firmeza en la negociación, el país podría haber optado por la variante propuesta públicamente por Macri, aunque adelantada por los principales medios de comunicación: hacer lo que el juez Griesa dijera hay que hacer. Es decir, pagar. Pagar todo, pagar al contado. Después vendrían los juicios de los otros holdouts. Y después los juicios de quienes entraron de buena fe en los canjes de 2005 y 2010. ¿Cómo se afrontaría ese escenario? Con un nuevo ciclo de endeudamiento, con gigantescos megacanjes y megafraudes de los bancos y grupos financieros “amigos”. Con los recursos naturales de gas, petróleo y alimentos como garantías que está en condiciones de ofrecer una Argentina salida de las aventuras ideológicas y dispuesta a vivir en el mundo real.
Como se ve, la política “interior” puede separarse de la “exterior” con fines analíticos. Una y otra se sostienen y refuerzan mutuamente en ciertas premisas y ciertas prioridades que no son sino la manifestación de voluntad política de determinados sectores. No hay un pragmatismo neutral entre la fe incondicional en el capitalismo neoliberal y la exploración de caminos alternativos.

EN EL CONGRESO, EL PRESIDENTE XI JINPING HABLO DE “UN PUNTO DE PARTIDA HISTORICO” China se llevó la camiseta número diez

Por Martín Granovsky
Lionel Messi terminó el Mundial devaluado pero un 10 siempre es un 10. El presidente chino Xi Jinping se llevó ayer del Congreso una camiseta de la Selección Argentina con ese número en la espalda y su nombre estampado. Diplomático, Xi felicitó al equipo por el subcampeonato. Fue el final de una visita de Estado donde ambos países parecieron conseguir lo suyo. China, afirmarse en América latina. La Argentina, avanzar en el proceso de diversificación de relaciones que puede serle útil durante la pelea con los fondos buitre y más todavía después.
“Estamos en un punto de partida histórico”, dijo el presidente chino, que a su vez es secretario general del Partido Comunista y presidente de la Comisión Militar Central. Partido, Estado y fuerzas armadas son los tres pilares del poder político en esa nación de 1350 millones de habitantes censados en 2012.
Jorge Malena, director de Estudios de China Contemporánea en la Universidad del Salvador, dijo a Página/12 que tras esta visita de Xi Jinping la Argentina cambia de categoría en las relaciones exteriores de China.
“Hasta ahora era considerado socio estratégico y desde ahora es socio estratégico integral”, dijo.
–¿No es un simple juego de palabras? –le preguntó este diario.
–No –respondió Malena–. Para China, los socios estratégicos comparten objetivos en el área económica y en el área política. Cuando Beijing habla de socio estratégico integral es porque le suma la rama científica, la tecnológica e incluso eventualmente la militar. En América latina el aliado histórico, ya estratégico integral, era Cuba. Con Brasil también se estaba dando un despliegue similar. Este es el segundo viaje de Xi Jinping a la región. China busca establecer una relación más amplia y profunda. Dada la complementariedad económica y la cercanía en las visiones políticas, los chinos no quieren dejar de estar presentes aquí.
Dentro de esa línea que busca presencia en la Argentina, la visita al Congreso estuvo rodeada de gestos prácticos por ambas partes y por el arco político local:
- Amado Boudou fue el encargado de entregar la camiseta del 10 y presidir la recepción de Xi junto con el titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.
- Xi no tuvo ningún problema en asistir y en sacarse una foto con Boudou a pesar de que el vicepresidente esté procesado. “Los chinos observan siempre el mando ejecutivo y si las instancias inferiores a ese mando tienen políticas contradictorias hacia ellos”, dijo a Página/12 un dirigente kirchnerista que pidió reserva de su identidad. “Desde ese punto de vista, Boudou no les hacía ruido, porque además había estado de visita en China y no había mostrado diferencias con la actitud de la Presidenta sobre las relaciones entre los dos países”.
- El presidente chino eligió igual ir un sábado al Congreso aunque fuese imposible en términos prácticos una sesión especial de recepción. Es parte de la gestualidad amistosa y de las formalidades del caso.
- La presencia de Boudou ayer fue recibida por senadores opositores argentinos con un pragmatismo tan intenso como intensa fue su resistencia a que Boudou presidiera la sesión del 11 de julio sobre inmunidad financiera. El Senado dio media sanción ese día a la ley que establece que “los bancos centrales extranjeros u otras autoridades monetarias extranjeras son inmunes a la jurisdicción de los tribunales argentinos”. A la vez, el texto establece que “la inmunidad mencionada será aplicable en la misma medida en que los activos del Banco Central de la República Argentina gocen de inmunidad conforme la legislación del país al cual pertenece el banco central extranjero”. La norma era necesaria para el acuerdo que Cristina Fernández de Kirchner y Xi Jinping firmaron el viernes y que deja el camino abierto para que BCRA reciba divisas de China.
- En la reunión con Xi estuvieron no sólo Boudou y Domínguez sino también, entre otros, los senadores del Frente para la Victoria Pablo González, Ruperto Godoy y Rodolfo Urtubey, y la senadora del Movimiento Popular Neuquino Carmen Crexell. Entre los diputados, fueron al Congreso el socialista Hermes Binner, el diputado por el PRO Pablo Tonelli, el massista José de Mendiguren, la jefa del GEN e integrante del FA-Unen Margarita Stolbizer, y los oficialistas Omar Perotti, Luis Basterra y Julia Perié.
El santafesino Perotti, un precandidato a la gobernación, es el presidente del grupo de amistad con China en la Cámara baja.
“El grupo tiene gran dinamismo y una extraordinaria vitalidad, lo cual tiene que ver con un vínculo bilateral que creció también desde lo parlamentario”, dijo a este diario el kirchnerista mendocino Guillermo Carmona, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores.
En los grupos parlamentarios de amistad los integrantes se anotan por iniciativa propia. El de amistad con China es el que más creció en los últimos años.
El aumento del peso relativo también coincidió con la presidencia de la cámara por parte de Domínguez. Antes de diciembre de 2011, cuando fue ministro de Agricultura después de la crisis de la 125, Domínguez cultivó la relación con China en el ámbito agropecuario.
Lo cierto es que, más allá del protocolo, la visita de Xi a la Argentina tuvo un ingrediente de debate financiero y menciones a la reestructuración de la deuda del que careció el reciente paso del presidente ruso Vladimir Putin.
Tanto en el Salón Parodi como en el Salón Azul del Senado, Xi Jinping dijo que llegó a la Argentina “en visita de Estado para abrir nuevos horizontes”, y añadió que China “está dispuesta a hacer más esfuerzos para permitir el ingreso de más productos argentinos”.
“Sostuve una conversación muy fructífera ayer con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y acordamos elevar las relaciones al nivel de asociación estratégica integral”, afirmó al aludir a las categorías de la diplomacia china.
“Ustedes son políticos con gran influencia en la Argentina”, dijo Xi. “El año pasado, el vicepresidente Boudou y Julián Domínguez emprendieron sendas visitas a China, profundizando el conocimiento mutuo y fortaleciendo el intercambio legislativo de ambos países. Quiero manifestar mi aprecio a su trabajo.”
“Sepan que la Argentina no es un simple comprador ni un socio comercial, sino un socio estratégico para trabajar juntos para tener un mundo más igualitario”, dijo Boudou.
“En lo político, la Argentina y China tienen una visión común sobre la construcción de un mundo multipolar”, dijo Malena en otro tramo del diálogo con Página/12. “No comparten la visión de un mundo unipolar y se oponen a las guerras preventivas unilaterales que llevó a cabo Washington”, dijo. También explicó que, a pesar de sus diferencias de escala, “los dos países se reconocen como naciones en vías de desarrollo, porque China tiene la mitad del PBI per capita que la Argentina”. Según Malena, esa realidad hace que China se vea a sí misma como potencia emergente y a la vez no quiera dirimir el liderazgo internacional por medio de la guerra. “Todavía les tienen que dar de comer a 400 millones de habitantes”, dijo.
Consultado por la idea de que la relación comercial con China refuerza la producción argentina de bienes primarios y no de productos con valor agregado, opinó el experto de la Universidad del Salvador que ése “es un debate ideologizado, porque la propia China está contribuyendo al agregado de valor en nuestro país”. Citó el experto de la Universidad del Salvador las exportaciones que acompañan a la soja: carne vacuna, leche en polvo, jugo, pescado congelado, transferencia de patentes farmacéuticas. “Antes ya vendía tubos sin costura, y China vende maquinaria que se utiliza en la industria argentina”, dijo.
Más caseros, Boudou y Domínguez intercambiaron regalos con Xi Jinping.
Boudou le regaló un mate repujado en plata, un libro de Néstor Kirchner, una bandeja y la camiseta con el 10.
Domínguez le entregó un bandoneón, un Martín Fierro y un libro con fotos de la Argentina.
Xi dejó un ánfora.
En 2013, el líder chino había visitado México, Costa Rica y Trinidad Tobago. En esta gira que termina recién el 23, además de la Argentina, con la que China comerció en 2013 un volumen de 14 mil millones de dólares, el programa incluye Brasil (90 mil millones de dólares), Venezuela (19.240) y Cuba (1879 millones). La visita a Brasil le sirvió a Xi Jinping para participar de la reunión de los Brics, el grupo de potencias emergentes que China integra junto con Brasil, Rusia, India y Sudáfrica.
En uno de sus últimos análisis, la web en inglés de la agencia china Xinhua señaló que en el 2000 China importó sólo 3900 millones de dólares de países latinoamericanos. “Una década después, la cifra llegó a 86 mil millones de dólares, una clara indicación de la velocidad con que crecieron las relaciones económicas entre ambas partes”, dice el texto.
Otro artículo comentó que la visita de Xi marcó un upgrade de las relaciones. Los viajeros frecuentes de avión y los usuarios de informática saben que upgrade es la palabra mágica que significa ascenso de nivel, modernización o mejora de prestaciones.
martin.granovsky@gmail.com