martes, 26 de febrero de 2013

el lunfardo por eduardo persico

El lunfardo de los argentinos (parte 1 de 3) Una comunicación de persona a persona Por Eduardo Pérsico El lenguaje en el hombre se desarrolló según se aproximara a sus semejantes y usara más imitaciones de la naturaleza para comunicarse, más cuando por el año 1492 según el reino de España sus navegantes ‘descubrieron América’, sabemos que quienes aquí habitaban no difundieron la noticia gestualmente o con señales de humo; lo hicieron con ideas y palabras consolidadas por su reiteración. Y de choza a choza o margen de un río al monte o la montaña, los naturales de aquí se anunciarían la aparición de esos navíos con su propio lenguaje. Más luego, la forzada adopción del castellano en el territorio latinoamericano corresponde a una constante histórica donde el Poder se impone sobre la particularidad de cada pueblo; algo ya aceptado por Napoleón Bonaparte al asegurar que ‘un idioma es un dialecto con un ejército detrás’. Así que toda comarca suele demostrarse con algún perfil particular y nosotros en la Argentina, ese juego de identidad resultó ser el lunfardo, un código entre dos para que no se entere un tercero. Y el escritor Nicolás Olivari, (La Musa de la Mala Pata) que al ser preguntado si él hablaba lunfardo contestó ‘vea, yo nací en Villa Luro en el año 1900, cuando aquello era un suburbio. Frecuenté el trato de obreros, ex presidiarios, prostitutas y atorrantes, mis vecinos, y no tuve tiempo de aprender eso’. Una respuesta de Olivari que recuperó Jorge Calvetti y otros atribuyen a Roberto Arlt, (Los Siete Locos, Los Lanzallamas, El Amor Brujo), aunque por tratarse de dos escritores fundacionales de las letras de Buenos Aires, esa autoría atrae menos que la respuesta. Y el mismo Roberto Arlt habló de este modo dialectal al polemizar con unos académicos por 1940: ‘esto demuestra lo absurdo de enchalecar en una gramática canónica las ideas cambiantes de los pueblos… y así esa gramática tendrían que haberla respetado nuestros tatarabuelos; y en progresión llegaríamos a concluir que de respetar ese idioma aquellos antepasados, nosotros, hombres de hoy, de la radio y la ametralladora, hablaríamos el idioma de las cavernas´. Textual. Si lo ético de cualquier escriba es no subvertir o quitar eficacia comunicativa a la palabra, el lunfardo pudo comenzar como una lengua de la gente de mal vivir; pero esa definición iría perdiendo su secreto delictual al convertirse en un guiño de comprensión popular ajeno a sus primeros cultores. En el siglo veintiuno nadie discute que si este léxico surgió entre pocos para despistar a los demás: ´el argot lunfardo constituye un habla rápida, espontánea que brota de una manera natural... en vocablos y expresiones que acuden fácil y prestamente a la lengua’, dice Mario E. Teruggi en Panorama del Lunfardo, Sudamericana, 1979. Y por ese rumbo y ya en los aciagos días de la década del ’70, que entre los argentinos se abrían y cerraban efímeras contraseñas al hablar y Humberto Costantini, quien recreara cierto lenguaje coloquial en su libro En la Noche, supo ver que entre perseguidos y perseguidores existían tantos códigos como grupos. Y ahí se aprecia ‘código entre dos’ que bien es extensivo a otra actividad o profesión con jerga propia. En tanto el habla de un pueblo es un sistema de signos diferentes a otros de la misma especie, y al obtener principios y gramáticas eso construye al fin un idioma. Un corpus donde cada lengua tiene fisonomía, giros y particularidad, y por eso y sin idolatrar nuestros queribles modismos, en Argentina hablamos castellano, en acuerdo a su gramática nos entendemos con el mundo, y ese asunto por ahora no lo pensamos cambiar. Lenguaje, identidad y cultura El lenguaje nos diferencia entre Civilización, - el amplio mapa de toda nuestra manifestación- y Cultura, eso que sintetiza la estética peculiar de cada grupo comunitario. La Civilización cristaliza y estratifica el lenguaje, en tanto la Cultura lo desaliena y hasta lo modifica con expresiones ‘contraculturales’. No pocas variaciones estéticas de la contracultura fueron luego estimadas como clásicas, y el lunfardo como arista cultural de los argentinos, ocupó un párrafo en Radiografía de la Pampa, 1933, de Ezequiel Martínez Estrada: ‘psicológicamente puede ocurrir a un idioma algo peor que subdivirse en dialectos y cristalizar su forma al tiempo que se limita y amputa. En el dialecto vive el alma local, el paisaje vernáculo; en el idioma extenso o superficial la palabra desfallece y hasta reduce el número de sus términos’. Y sigue don Ezequiel: ‘la actitud desafiadora del compadre, el insulto, el neologismo de la jerga arrabalera son formas vengativas, afiladas y secretas de herir. Ese oculto rencor contra una lengua de filiación paternal puede conducir a dos formas de escribir y hablar. Hablar al revés, al vesre, es una forma patológica del odio cuanto no de la incapacidad. No pudiendo usarse otro idioma, desdeñándoselo, en el trato social e íntimo se invierten las sílabas con lo que el idioma, siendo el mismo, resulta ser lo inverso’. Hasta aquí Martínez Estrada, un precursor de la psicología social en Argentina, y más luego aparece de Juan José Hernández Arregui en ¿Qué es el Ser Nacional?, de 1963, quien anota la acción regularizadora del grupo ‘porque la cultura está litografiada en su lengua las variaciones idiomáticas se ejercen desde el pueblo’. Y para avalar esto, ya Platón sabía que el pueblo es un excelente maestro y su lenguaje es el hecho social más definitivo. Los primeros estudiosos del tema Quienes en principio se ocuparon de la lunfardesca no coincidieron; algunos la estimaron una jerga gremial del delito y otros corrieron ese límite hacia ‘un ejercicio comunicativo’. Benigno Baldomero Lugones fue el primero en llamarla ‘lunfardo’ en un par de artículos publicados en el diario La Nación por 1876; luego por 1896 Antonio Dellepiane lo calificó ‘el idioma del delito’ y Alvaro Yunque más tarde habló de ‘un lenguaje arrabalero’. Por 1927, Jorge Luis Borges dijo en El Idioma de los Argentinos ‘el lunfardo es un vocabulario gremial como tantos otros, es la tecnología de la furca y de la ganzúa’; y para Juan S. Piaggio eso mismo era un ‘léxico con argentinismos del pueblo bajo’. Igualmente, en génesis ese vocabulario fue delictual y de bajo fondo, y el mismo Dellepiane, abogado de tendencia lombrosiana, entendió que ‘el lunfardo existe con su intención burlona, caricaturesca y su activa movilidad de cambio’. Y es innegable que lo dinámico valoriza cada comunicación humana y por cuanto la movilidad del lenguaje es constante, hoy ningún pueblo del mundo conversa en lengua muerta. Muchas veces se dieron como vocablos de la lunfardía términos que sirvieron al rebusque ocasional para decir sin que se entere un tercero, pero al no durar las horas de vuelo para entrar al imaginario popular, desaparecieron. Mina, bulín, bacán o mishiadura, por ejemplo, perviven en el hablar argentino con leves cambios de acepción, en cuanto toda voz lunfarda debe transitar antes de convertirse en clásica, o sea, útil para dar clase. A cada forma comunicativa la sostiene su reiteración, todo lenguaje oculto al fin se pierde y el uso de cada vocablo vale a su decantación en solera, para degustar luego según sea ya un vino placentero. ‘Ropagrosa’, modo del uniforme del vigilante extensivo a su portador, se usó en los años treinta y sucumbió al cambiar el ropaje policial. El término ‘palo’ que por 1990 equivalía a un millón de pesos, - o ‘palo verde’, dólares- por el asalto financiero contra el país argentino del año 2001, en pocos días perdió su valor expresivo. Otros vocablos como ‘tuca’ al pucho de marihuana o ‘tuquera’ al canuto de aspirarlo, en poco tiempo fenecieron; y esto nos remite a un reportaje que Paco Urondo le hiciera por 1970 a Julio Cortázar, de paso por Buenos Aires. Entonces a Cortázar le llamó la atención escuchar la palabra ‘yeite’ porque al irse él se decía ‘guiye’, que en ambos casos es asunto fácil y beneficioso. tampoco conocía la palabra ‘luca’ para decir mil pesos; pero pese a que esos avatares ocurran, al habitante de Buenos Aires una mina sigue siendo una mina un bulín es un bulín; y sin esas dos definiciones lo nuestro no sería vida… [Continuará] Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires Argentina. www.eduardopersico.blogspot.com gb

la iglesia requiere un nuev milagro terrenal

La Iglesia requiere un nuevo milagro terrenal Por Alejandro Horowicz El retroceso respecto al Concilio Vaticano II, iniciado por el propio Paulo VI, terminó reforzado por Benedicto XVI. Decíamos ayer, el monarca electivo del Estado Vaticano se acogió a los beneficios de la jubilación. ¿A qué renunció Benedicto XVI? Esa es la madre de todas las preguntas. El Diccionario de la Real Academia Española, edición XIX del año 1970, provee varias acepciones para el término renunciar. Desde la obvia, "dimisión o apartamiento de una cosa que se tiene", hasta una mucho mas sugestiva: "No querer admitir o aceptar una cosa." Esa última acepción facilita una hipótesis. El rompecabezas ensambla tan bien (¿qué es lo que no acepta el poder vaticano?). Los fragmentos se acomodan con tanta naturalidad, que no parece serio descartarla. En el trabajo realizado por Ignacio Ramírez para Ibarómetro, publicado por Página 12 del domingo, queda claro que solo el 17,1% de los encuestados se manifiesta "muy religioso", en las antípodas se ubica el 19,7, bajo el rótulo de "nada religioso". Entre esos dos polos se mueve el conjunto mayoritario, los etiquetados como "poca religioso" arrastran con el 35,5% y trepan al 25,1% el segmento "bastante religioso". Conviene no olvidar que en definitiva se trata de una autoevaluación, cada uno entiende como mejor le parece una cosa u la otra, ya que a la hora de asumir el compromiso la compacta mayoría no acepta vínculo institucional, sino los consabidos atajos privados: religión personal. Si se quiere, estos datos no debieran sorprender, ya que una sociedad que aprobó el matrimonio igualitario –cuando la Iglesia se batió a capa y espada en su contra, por atentar contra la "familia tradicional"– no puede pensar demasiado distinto. Y en todo caso, la tendencia a la laicidad que aquí se registra, no pareciera demasiado distinta a la que recorre la Europa de los '27. Mientras tanto, para la mayoría de sus adherentes/simpatizantes la Iglesia Católica debe adaptarse a la ¿nueva? realidad. Y el vasto menú del cambio incluye pócimas como el matrimonio para sacerdotes varones, acceso de las mujeres al sacerdocio y la inclusión de los homosexuales entre los fieles sin demonización previa. Ese es el punto, la cúpula de la Iglesia no sólo no desconoce esta realidad, sino que viene militando contra ella con particular empeño desde que Juan Pablo II accediera al sillón de Pedro. La inicial iglesia de los humildes, opción por los pobres elaborada en Medellín a fines de los '60, terminó siendo la Iglesia de la OTAN durante los '80. Miles de sus fieles fueron torturados y desaparecidos en las mazmorras de la dictadura burguesa terrorista del '76, y cuando estalló el conflicto con Gran Bretaña, año 1982, Malvinas puso blanco sobre negro para quien jugaba el Estado Vaticano. Con el arribo de monseñor Pio Laghi, como representante diplomático ante el gobierno de María Estela Martínez de Perón, la voluntad de terminar con la guerrilla, en particular la integrada por cristianos socialistas, dejó de ser una decisión del gobierno y la sociedad argentina. Paulo VI fue el responsable directo de la vuelta atrás. En ese punto iniciaron el viraje, para no volver a detenerse más. Tan es así que el retroceso respecto al Concilio Vaticano II, iniciado por el propio Paulo VI, terminó reforzado por Benedicto XVI, obviando sus concepciones aperturistas y el corrimiento que semejantes concepciones alentaron (basta pensar en la teología de la liberación, para citar el ejemplo más obvio), reforzando además la derecha más tradicional: el Opus Dei. La renuncia del Papa enfrenta ese cuadro, pero sería reduccionismo pensar la crisis como "espiritual". La situación precedió la elección del último papa, y los rumores sobre corrupción no remiten sólo a pedofilia, sino a la política financiera del Vaticano: lavado de dinero. Es decir, narcotráfico, y esto ya se podía ver en el cine en la tercera parte de El Padrino. La misma crisis que recorre la Europa de los '27, la que derrumbó una a una las variantes del welfare state, la que instauró el poder de la bancocracia globalizada e impuso la política del ajuste permanente, potenció la peor versión del laicismo, para terminar empinando la crisis que una Iglesia "victoriosa" impulsó con todas sus fuerzas. El mundo propiciado por Juan Pablo II, unipolar, sin contrapesos, donde la izquierda no es más que una sombra patética de sí misma, donde los sindicatos están pintados, no acercó precisamente a sus integrantes a la divinidad. En ese mundo la divinidad cotiza cada día más bajo, y lo que importa lo impone una nueva: el mercado. Entonces, entre una lógica funcional donde los valores –del signo que fueren– carecen de predicamento, donde el éxito personal medido como poder adquisitivo es la norma, el comportamiento sistémico del Vaticano, en tanto Estado perfectamente "terrenal", contiene un lazo obvio. Por eso la prensa italiana sostiene que no se puede seguir gobernando la Santa Sede con los mismos instrumentos que la "sociedad civil". Y si a esto se suma una voluntad manifiesta de no cambiar nada, de no plegarse a las exigencias que la mayor parte de sus simpatizantes considera básicas, el destino de la Iglesia Católica no puede separarse del destino de Europa, y más particularmente del destino italiano. A pocos se les escapa que la Unión Europea no está remontando la crisis. Las recientes declaraciones de los bomberos españoles negándose a ejecutar desahucios (esto es, a desalojar hombres y mujeres de sus casas por cuotas impagas) ponen las cosas en su justo lugar. Los jirones de lo que todavía se entiende por Europa se juegan a las patas de la resistencia, y nadie cree la iglesia integre ese amplio bando inorgánico. Por eso, las elecciones italianas anticipan las elecciones vaticanas; y así como casi nadie cree que de esas urnas salga una "solución política", tampoco son demasiados los que piensan que la reunión de 118 cardenales terminará siendo el pórtico de un nuevo milagro. Y sólo un verdadero milagro puede salvar una estructura corrompida hasta el hueso. 26/02/13 Tiempo Argentino GB

un cuento de jose donoso

ZONA LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL Una señora Por José Donoso (1924-1996) No recuerdo con certeza cuándo fue la primera vez que me di cuenta de su existencia. Pero si no me equivoco, fue cierta tarde de invierno en un tranvía que atravesaba un barrio popular. Cuando me aburro de mi pieza y de mis conversaciones habituales, suelo tomar algún tranvía, cuyo recorrido desconozca y pasar así por la ciudad. Esa tarde llevaba un libro por si se me antojara leer, pero no lo abrí. Estaba lloviendo esporádicamente y el tranvía avanzaba casi vacío. Me senté junto a una semana, limpiando un boquete en el vaho del vidrio para mirar las calles. No recuerdo el momento exacto en que ella se sentó a mi lado. Pero cuando el tranvía hizo alto en una esquina, me invadió aquella sensación tan corriente y, sin embargo, misteriosa, que cuanto veía, el momento justo y sin importancia como era, lo había vivido antes, o tal vez soñado. La escena me pareció la reproducción exacta de otra que me fuese conocida: delante de mí, un cuello rollizo vertía sus pliegues sobre una camisa deshilachada; tres o cuatro personas dispersas ocupaban los asientos del tranvía; en la esquina había una botica de barrio con su letrero luminoso, y un carabinero bostezó junto al buzón rojo, en la oscuridad que cayó en pocos minutos. Además, vi una rodilla cubierta por un impermeable verde junto a mi rodilla. Conocía la sensación, y más que turbarme me agradaba. Así, no me molesté en indagar dentro de mi mente dónde y cómo sucediera todo esto antes. Despaché la sensación con una irónica sonrisa interior, limitándome a volver la mirada para ver lo que seguía de esa rodilla cubierta con un impermeable verde. Era una señora. Una señora que llevaba un paraguas mojado en la mano y un sombrero funcional en la cabeza. Una de esas señoras cincuentonas, de las que hay por miles en esta ciudad: ni hermosa ni fea, ni pobre ni rica. Sus facciones regulares mostraban los restos de una belleza banal. Sus cejas se juntaban más de lo corriente sobre el arco de la nariz, lo que era el rasgo más distintivo de su rostro. Hago esta descripción a la luz de hechos posteriores, porque fue poco lo que de la señora observé entonces. Sonó el timbre, el tranvía partió haciendo desvanecerse la escena conocida, y volví a mirar la calle por el boquete que limpiara en el vidrio. Los faroles se encendieron. Un chiquillo salió de un despacho con dos zanahorias y un pan en la mano. La hilera de casas bajas se prolongaba a lo largo de la acera: ventana, puerta, ventana, puerta, dos ventanas, mientras los zapateros, gasfíteres y verduleros cerraban sus comercios exiguos. Iban tan distraído que no noté el momento en que mi compañera de asiento se bajó del tranvía. ¿Cómo había de notarlo si después del instante en que la miré ya no volví a pensar en ella? No volví a pensar en ella hasta la noche siguiente. Mi casa está situada en un barrio muy distinto a aquel por donde me llevara el tranvía la tarde anterior. Hay árboles en las aceras y las casas se ocultaban a medias detrás de rejas y matorrales. Era bastante tarde, y yo ya estaba cansado, ya que pasara gran parte de la noche charlando con amigos ante cervezas y tazas de café. Caminaba a mi casa con el cuello del abrigo muy subido. Antes de atravesar una calle divisé una figura que se me antojó familiar, alejándose bajo la oscuridad de las ramas. Me detuve observándola un instante. Sí, era la mujer que iba junto a mí en el tranvía de la tarde anterior. Cuando pasó bajo un farol reconocí inmediatamente su impermeable verde. Hay miles de impermeables verdes en esta ciudad, sin embargo no dudé de que se trataba del suyo, recordándola a pesar de haberla visto sólo unos segundos en que nada de ella me impresionó. Crucé a la otra acera. Esa noche me dormí sin pensar en la figura que se alejaba bajo los árboles por la calle solitaria. Una mañana de sol, dos días después, vi a la señora en una calle céntrica. El movimiento de las doce estaba en su apogeo. Las mujeres se detenían en las vidrieras para discutir la posible adquisición de un vestido o de una tela. Los hombres salían de sus oficinas con documentos bajo el brazo. La reconocí de nuevo al verla pasar mezclada con todo esto, aunque no iba vestida como en las veces anteriores. Me cruzó una ligera extrañeza de por qué su identidad no se había borrado de mi mente, confundiéndola con el resto de los habitantes de la ciudad. En adelante comencé a ver a la señora bastante seguido. La encontraba en todas partes y a toda hora. Pero a veces pasaba una semana o más sin que la viera. Me asaltó la idea melodramática de que quizás se ocupara en seguirme. Pero la deseché al constatar que ella, al contrario que yo, no me identificaba en medio de la multitud. A mí, en cambio, me gustaba percibir su identidad entre tanto rostro desconocido. Me sentaba en un parque y ella lo cruzaba llevando un bolsón con verduras. Me detenía a comprar cigarrillos, y estaba ella pagando los suyos. Iba al cine, y allí estaba la señora, dos butacas más allá. No me miraba, pero yo me entretenía observándola. Tenía la boca más bien gruesa. Usaba un anillo grande, bastante vulgar. Poco a poco la comencé a buscar. El día no me parecía completo sin verla. Leyendo un libro, por ejemplo, me sorprendía haciendo conjeturas acerca de la señora en vez de concentrarme en lo escrito. Lo colocaba en situaciones imaginarias, en medio de objetos que yo desconocía. Principié a reunir datos acerca de su persona, todos carentes de importancia y significación. Le gustaba el color verde. Fumaba sólo cierta clase de cigarrillos. Ella hacía las compras para las comidas de su casa. A veces sentía la necesidad de verla, que abandonaba cuanto me tenía atareado para salir en su busca. Y en algunas ocasiones la encontraba. Otras no, y volvía malhumorado a encerrarme en mi cuarto, no pudiendo pensar en otra cosa durante el resto de la noche. Una tarde salí a caminar. Antes de volver a casa, cuando oscureció, me senté en el banco de una plaza. Sólo en esta ciudad existen plazas así. Pequeña y nueva, parecía un accidente en ese barrio utilitario, ni próspero ni miserable. Los árboles eran raquíticos, como si se hubieran negado a crecer, ofendidos al ser plantados en terreno tan pobre, en un sector tan opaco y anodino. En una esquina, una fuente de soda oscura aclaraba las figuras de tres muchachos que charlaban en medio del charco de luz. Dentro de una pileta seca, que al parecer nunca se terminó de construir, había ladrillos trizados, cáscaras de fruta, papeles. Las parejas apenas conversaban en los bancos, como si la fealdad de la plaza no propiciara mayor intimidad. Por uno de los senderos vi avanzar a la señora, del brazo de otra mujer. Hablaban con animación, caminando lentamente. Al pasar frente a mí, oí que la señora decía con tono acongojado: -¡Imposible! La otra mujer pasó el brazo en torno a los hombros de la señora para consolarla. Circundando la pileta inconclusa se alejaron por otro sendero. Inquieto, me puse de pie y eché a andar con la esperanza de encontrarlas, para preguntar a la señora qué había sucedido. Pero desaparecieron por las calles en que unas cuantas personas transitaban en pos de los últimos menesteres del día. No tuve paz la semana que siguió de este encuentro. Paseaba por la ciudad con la esperanza de que la señora se cruzara en mi camino, pero no la vi. Parecía haberse extinguido, y abandoné todos mis quehaceres, porque ya no poseía la menor facultad de concentración. Necesitaba verla pasar, nada más, para saber si el dolor de aquella tarde en la plaza continuaba. Frecuenté los sitios en que soliera divisarla, pensando detener a algunas personas que se me antojaban sus parientes o amigos para preguntarles por la señora. Pero no hubiera sabido por quién preguntar y los dejaba seguir. No la vi en toda esa semana. Las semanas siguientes fueron peores. Llegué a pretextar una enfermedad para quedarme en cama y así olvidar esa presencia que llenaba mis ideas. Quizás al cabo de varios días sin salir la encontrara de pronto el primer día y cuando menos lo esperara. Pero no logré resistirme, y salí después de dos días en que la señora habitó mi cuarto en todo momento. Al levantarme, me sentí débil, físicamente mal. Aun así tomé tranvías, fui al cine, recorrí el mercado y asistí a una función de un circo de extramuros. La señora no apareció por parte alguna. Pero después de algún tiempo la volví a ver. Me había inclinado para atar un cordón de mis zapatos y la vi pasar por la soleada acera de enfrente, llevando una gran sonrisa en la boca y un ramo de aromo en la mano, los primeros de la estación que comenzaba. Quise seguirla, pero se perdió en la confusión de las calles. Su imagen se desvaneció de mi mente después de perderle el rastro en aquella ocasión. Volví a mis amigos, conocí gente y paseé solo o acompañado por las calles. No es que la olvidara. Su presencia, más bien, parecía haberse fundido con el resto de las personas que habitan la ciudad. Una mañana, tiempo después, desperté con la certeza de que la señora se estaba muriendo. Era domingo, y después del almuerzo salí a caminar bajo los árboles de mi barrio. En un balcón una anciana tomaba el sol con sus rodillas cubiertas por un chal peludo. Una muchacha, en un prado, pintaba de rojo los muebles del jardín, alistándolos para el verano. Había poca gente, y los objetos y los ruidos se dibujaban con precisión en el aire nítido... Pero en alguna parte de la misma ciudad por la que yo caminaba, la señora iba a morir. Regresé a casa y me instalé en mi cuarto a esperar. Desde mi ventana vi cimbrarse en la brisa los alambres del alumbrado. La tarde fue madurando lentamente más allá de los techos, y más allá del cerro, la luz fue gastándose más y más. Los alambres seguían vibrando, respirando. En el jardín alguien regaba el pasto con una manguera. Los pájaros se aprontaban para la noche, colmando de ruido y movimiento las copas de todos los árboles que veía desde mi ventana. Rió un niño en el jardín vecino. Un perro ladró. Instantáneamente después, cesaron todos los ruidos al mismo tiempo y se abrió un pozo de silencio en la tarde apacible. Los alambres no vibraban ya. En un barrio desconocido, la señora había muerto. Cierta casa entornaría su puerta esa noche, y arderían cirios en una habitación llena de voces quedas y de consuelos. La tarde se deslizó hacia un final imperceptible, apagándose todos mis pensamientos acerca de la señora. Después me debo de haber dormido, porque no recuerdo más de esa tarde. Al día siguiente vi en el diario que los deudos de doña Ester de Arancibia anunciaban su muerte, dando la hora de los funerales. ¿Podría ser?… Sí. Sin duda era ella. Asistí al cementerio, siguiendo el cortejo lentamente por las avenidas largas, entre personas silenciosas que conocían los rasgos y la voz de la mujer por quien sentían dolor. Después caminé un rato bajo los árboles oscuros, porque esa tarde asoleada me trajo una tranquilidad especial. Ahora pienso en la señora sólo muy de tarde en tarde. A veces me asalta la idea, en una esquina por ejemplo, que la escena presente no es más que reproducción de otra, vivida anteriormente. En esas ocasiones se me ocurre que voy a ver pasar a la señora, cejijunta y de imperturbable verde. Pero me da un poco de risa, porque yo mismo vi depositar su ataúd en el nicho, en una pared con centenares de nichos todos iguales. gb

la impunidad en uruguay

Uruguay: Exigen respeto por DD.HH. Una multitud se congregó frente a la Corte uruguaya para protestar un fallo sobre la dictadura. La protesta, convocada por el gobernante Frente Amplio, contó con la adhesión de la central sindical PIT-CNT y la organización Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos-Desaparecidos. En silencio, ondearon banderas uruguayas. Una multitud se concentró ayer por la tarde frente a la Suprema Corte de Justicia (SCJ) de Uruguay para mostrar su rechazo al fallo del máximo tribunal, que declaró inconstitucional la ley que evitaba la prescripción de los delitos de la última dictadura (1973-85) al declararlos de lesa humanidad. Entre los asistentes, estuvieron la senadora del Frente Amplio (FA) Lucía Topolansky, esposa del presidente uruguayo, José Mujica, y el escritor Eduardo Galeano, reconocido defensor de los derechos humanos. Cientos de manifestantes de todas las edades convocados por el partido gobernante FA y las organizaciones de derechos humanos fueron concentrándose en la plaza donde está el edificio del alto tribunal, fuertemente custodiado por la policía. La manifestación contó con la adhesión de la central sindical Pitcnt y la organización Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos-Desaparecidos y fue convocada como una protesta silenciosa. En este sentido, y como habían anticipado sus convocantes, la marcha se desarrolló sin consignas verbales y los habituales megáfonos y altavoces brillaron por su ausencia. Sin embargo, algunos de los presentes mostraron carteles con leyendas como “Anular ya la Ley de Caducidad”, “Basta de impunidad”, “Dónde están nuestros compañeros”, “La tortura es un crimen de lesa humanidad” y “Solidaridad con la jueza (Mariana) Mota”. Muchos de los asistentes ondearon banderas uruguayas y también pudo verse alguna del FA, cuyos dirigentes no realizaron ningún discurso. Los manifestantes repudiaron así la resolución emitida el viernes por la SCJ en respuesta a un recurso de inconstitucionalidad presentado por dos coroneles contra una ley aprobada en 2011 que invalidaba la Ley de Caducidad (amnistía) sancionada en 1986 y ratificada en sendos plebiscitos en 1989 y 2009. Debido a esta movilización fue cortada al tráfico de vehículos la Avenida 18 de Julio. Menos de una hora después del inicio de la concentración llegó el momento central del acto, cuando los presentes cantaron el himno uruguayo y aplaudieron al unísono durante varios minutos. Como informó la versión digital del diario uruguayo El País, el senador comunista Eduardo Lorier fue uno de los que participó en la marcha. Asimismo, anticipó que se manejan varias alternativas legislativas para seguir investigando los delitos cometidos durante la dictadura pese al fallo judicial. “La batería de medidas no se la imaginan. Una se va a aplicar brevemente, en el plano legislativo y diversos ámbitos. Nuevas leyes o puede haber otro tipo de instrumentos a utilizar en el mediano plazo que los estaremos evaluando”, aseguró el legislador, informó el periódico. También habló de la convocatoria. “Hay una subjetividad presente que es la de todos los uruguayos indignados desilusionados por el paso atrás que se ha dado en materia de justicia de nuestro país”, sostuvo. Según El País, el senador respondió a la advertencia que realizaron ayer los ex mandatarios uruguayos (ver recuadro). “Los poderes tradicionales del país expresados por los ex presidentes que salen a la palestra y seguidos por otros no van a poder detener las profundizaciones no sólo de justicia y verdad, sino también en otros ángulos”, enfatizó. En paralelo a la manifestación, la corriente del presidente José Mujica dentro del FA, el Movimiento de Participación Popular (MPP), ex tupamaros, anunció que impulsará un juicio político a los miembros de la SCJ, a los que acusan de ser “responsables del mantenimiento de la impunidad en Uruguay”. Hace 10 días, decenas de activistas ocuparon la sede de la SCJ para evitar que se concretara el traslado a un juzgado civil de la magistrada Mariana Mota, que tenía a su cargo medio centenar de expedientes de la dictadura, pero finalmente fueron desalojados sin incidentes por la policía. Tres amigos de la caducidad Los ex presidentes uruguayos Julio Sanguinetti, Luis Lacalle y Jorge Batlle denunciaron ayer de forma conjunta el “retorno de actitudes antidemocráticas”, a raíz de las críticas del oficialismo a la Suprema Corte de Justicia (SCJ) por la declaración de inconstitucionalidad de la ley que evitaba la prescripción de delitos de la última dictadura. En un comunicado, los ex mandatarios –tres de los cinco presidentes que tuvo Uruguay desde la restauración de la democracia, en 1985– alertaron que la actitud del Frente Amplio (FA), coalición de izquierda que gobierna desde 2005, puede “arrastrar a tiempos de confrontación que no deben repetirse”. Los políticos, de los partidos conservadores Colorado y Nacional (Blanco), criticaron las protestas contra la SCJ tanto por el fallo del viernes como por el traslado a una corte civil de la jueza Mariana Mota, que estaba a cargo de numerosos casos de crímenes cometidos durante la última dictadura. Por la primera decisión, el FA convocó a una marcha de protesta para esta tarde, mientras en su seno se expresaron voces para pedir un juicio político contra los miembros del alto tribunal. Además, también se realizó un pedido, que no fue atendido, para que los responsables de la SCJ acudieran al Parlamento a explicar sus últimas decisiones. “No es posible agredir el principio de separación de poderes con la amenaza de citaciones inconsultas, infundados juicios políticos y el agravio constante de legisladores oficialistas a los miembros de la máxima autoridad judicial”, afirmaron los ex presidentes en su nota. Los políticos, cuyos partidos gobernaron Uruguay ininterrumpidamente desde 1985 hasta el triunfo electoral del FA en 2005 de la mano de Tabaré Vázquez (2005-10), consideraron una herida a “la conciencia republicana” las críticas por el traslado de la jueza Mota por vulnerar la separación de poderes. Asimismo, consideraron “inadmisible” que el FA siga defendiendo la eliminación de la Ley de Caducidad (amnistía), que impedía juzgar los crímenes cometidos por uniformados durante la dictadura y que la norma recientemente declarada inconstitucional hacía inaplicable, pese a que la ciudadanía en dos ocasiones decidiera en referéndum mantenerla. 26/02/13 Página|12 gb

LOS MELLIZOS REPRESORES DE LA ESMA

LOS GARCIA VELAZCO SE HACEN PASAR UNO POR OTRO EN LOS JUICIOS POR VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS Los mellizos represores de la ESMA Miguel Angel García Velazco, alias Dante, y su hermano Pablo, alias Serra, ya fueron indagados. Debido a la confusión sobre su identidad, Pablo Eduardo García Velazco, alias Serra, fue absuelto en el primer juicio de la ESMA. Ahora, en el segundo proceso, ambos hermanos están acusados y detenidos por delitos de lesa humanidad. Por Alejandra Dandan Los García Velazco son dos marinos, hermanos mellizos, que usaron distintos apodos durante la última dictadura. Los dos estuvieron en la Escuela de Mecánica de la Armada, pero desde hace años se hacen pasar uno por otro para sembrar dudas sobre sus identidades en las causas de lesa humanidad. Esto le facilitó a uno de ellos ser absuelto en el último juicio de la ESMA. En el nuevo juicio, están acusados los dos. La reconstrucción de legajos y el cruce de testimonios dejaron claras sus trayectorias en la Armada, sus roles y la relación entre los nombres y los alias. Uno es Miguel Angel García Velazco, alias Dante, y el otro, Pablo Eduardo García Velazco, alias Serra. En las últimas semanas, los dos fueron indagados. Primero Dante y ayer Serra. En la declaración nuevamente intentaron confundirlo todo, pero sobre todo lo hizo Dante, que se autodefinió como Serra para seguir construyéndose una máscara. Entre uno y otro mellizo hubo diferencias de tareas y hay distinciones en sus trayectorias, de las que dieron cuenta desde siempre los sobrevivientes, y que permitieron ir reconstruyendo sus perfiles a lo largo de estos años. Miguel Angel García Velazco (Dante) integró el Grupo de Tareas 3.3.2, fue oficial de Inteligencia y era uno de los hombres “permanentes” de la ESMA. Se casó con una española y se estableció en España. En este momento está con prisión domiciliaria. Pablo Eduardo García Velazco (Serra) era oficial de Inteligencia del Servicio de Inteligencia Naval (SIN), que tenía un área dentro de la ESMA. Se lo conoce también como Fernando Serra, Sierra, Jorge o Juan. Es soltero, vivió con su madre (hoy de 94 años) durante 34 años en Ramos Mejía. A la salida de la Armada trabajó como productor de seguros y ahora está detenido en el penal de Ezeiza. El es quien además interpuso un recurso para volver a vivir con su madre, dice que tiene que volver a trabajar para mantenerla. El caso es analizado por los jueces del Tribunal Oral Federal 5, que se vieron interviniendo casi como un tribunal de familia: convocaron a declarar a las dos personas que cuidan a la mujer, leyeron las cartas de la madre en las que defiende a Serra, pero no así a Dante, pidieron informes de sueldos a la Armada para analizar los ingresos, hicieron una audiencia con el hermano que no aporta y ahora esperan una respuesta de la Anses para dar una respuesta definitiva. “Una vez más los mellizos intentan sembrar dudas en relación con su identidad, aunque sólo uno de ellos, Miguel Angel (Dante), es el que quiere hacerse pasar por el otro”, dice la fiscal Mercedes Soiza Reilly. “Pablo García Velazco siempre sostuvo lo mismo. En cambio Miguel, en este juicio afirma ser quien no es. Ambos usaban apodos, ambos intervinieron en la represión de Estado, ambos estuvieron en la ESMA, ambos estuvieron dispuestos a aniquilar a la subversión. Por eso, ambos fueron condecorados por Massera en 1978.” En el juicio anterior, el Tribunal absolvió a Serra luego de que la fiscalía sostuvo que se había confundido de acusado. La sentencia estableció en ese sentido que “durante el curso del debate se procuró averiguar, con total certeza, si Pablo Eduardo García Velazco en algún momento se desempeñó como miembro integrante de la Unidad de Tareas 3.3.2, si actuó bajo el seudónimo Dante, si contrajo matrimonio con una ciudadana española, si tenía una herida de bala en su pierna y en su caso si era aviador naval”. La sentencia respondió a esos interrogantes con lo siguiente: “Pablo Eduardo García Velazco se desempeñó en el SIN”, reconstrucción que se hizo a partir de su legajo. “Su apodo era Sierra, Serra, Jorge o Juan. Este extremo lo prueban los testimonios.” Descartaron otros dos ejes de confusión: la existencia de la herida en una pierna, descartada por un pericia médica, y que haya sido piloto de avión, a través de su legajo, rol que sí tuvo su hermano. Ayer, en la audiencia, Serra dijo su nombre: “Soy Pablo Eduardo García Velazco, argentino, soltero, fecha de nacimiento: 10 de noviembre de 1946, resido en Ramos Mejía desde hace 34 años. Nunca he residido en el extranjero, me desempeñé como productor de seguros desde mi retiro en la Armada. En la Escuela Naval mis compañeros me decían Caroli”. –¿Cómo? –repreguntó el presidente del TOF 5, Leopoldo Bruglia. –Caroli. Frente a los jueces rechazó “todos y cada uno de los cargos, nada tengo que ver con los mismos toda vez que yo prestaba servicios en un lugar distinto de la ESMA y fuera del espacio físico de la ESMA”, mintió, porque el SIN tuvo un lugar en la ESMA. Y se quejó porque “hasta el mismo juzgado” se confundía con la identidad: indicó que le prescribió un tratamiento por cardiopatía vascular, una patología que él no tenía. En el juicio, ésta será la última semana de indagatorias de los 67 acusados. Ayer también declararon otros dos marinos. Pedro Antonio Santamaría, vicealmirante retirado de la Armada, que afronta su primer juicio, está imputado por más de 300 víctimas, entre ellos 15 niños apropiados. En la declaración negó los cargos. Luego declaró el marino Raúl Enrique Scheller, alias Pingüino, Schelling, Mariano y Miranda, oficial retirado de la Armada e integrante del sector Inteligencia del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA. Es el segundo juicio que enfrenta, en 2011 recibió prisión perpetua. En este juicio está imputado por más de 150 víctimas, entre ellas 12 niños apropiados. Scheller debía haber declarado semanas atrás, pero se pospuso porque les pidió a los jueces autorización para incorporar una película como prueba, llamada Guerra en Argentina. El Tribunal no se lo permitió porque se presentó fuera de tiempo, y ayer él aprovechó la indagatoria para expresar su disgusto. Con una escarapela en el traje, dijo: “La imagen de los hechos ocurridos cuarenta años atrás ayuda a que esa población que era muy joven pueda ver la realidad de vivir en un país sumido por la violencia”. El marino, que es abogado, leyó el resto de la declaración. Reiteró la hipótesis de guerra y una y otra vez llamó “relato” a las causas de lesa humanidad. Las audiencias continúan miércoles y jueves. Están previstas las últimas indagatorias a Julio Antonio Torti, Antonio Vañek y Carlos Orlando Generoso, que declarará, si todo sigue como hasta ahora, desde el hospital. Y pasado mañana están previstas indagatorias a Carlos Jaime Fraguio y Eduardo Morris Girling. El Tribunal adelantó una semana el comienzo de las testimoniales, que empezarían el lunes próximo. 26/02/13 Página|12 gb

MAS JUSTICIA DEMOCRATICA

LA DEMOCRATIZACION DEL PODER JUDICIAL > UN ESPACIO DE DEBATE SOBRE LOS CAMBIOS EN LA JUSTICIA. Un programa real de democratización Por Por Andrés Harfuch * y Alfredo Pérez Galimberti ** Luego de tres décadas de luchar por una Justicia democrática en toda Iberoamérica, promoviendo la reforma de los caducos y medievales sistemas corporativos de Justicia hacia el modelo acusatorio adversarial y con jurados previsto en nuestras constituciones, el Instituto en Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip) propone al debate público los diez puntos mínimos que deben estar en la agenda de cualquier programa “real” de democratización de la Justicia. 1. Juicio por jurados para todas las ramas del derecho. 2. Transparencia, publicidad, oralidad y audiencias públicas en los procedimientos de todos los fueros (civil, comercial, penal, laboral, administrativo y familia). 3. Horizontalidad en las organizaciones de jueces. 4. Autonomía plena de la Defensa Pública. 5. Reorganización del Ministerio Público Fiscal hacia los intereses sociales y de las víctimas. 6. Democratización del gobierno de los jueces. 7. Reorganización funcional de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. 8. Reconocimiento de la administración de justicia de los pueblos indígenas. 9. Fortalecimiento de los jueces de paz, tribunales vecinales y centros comunitarios de acceso a la Justicia. 10. Reorganización del funcionamiento del Consejo de la Magistratura, con inclusión de consejeros ciudadanos. Si hay un común denominador fuertemente aglutinante entre todos los que hemos firmado el pronunciamiento por una “Justicia Legítima” es la vocación de construir en la Argentina un Poder Judicial independiente de los poderes políticos, fácticos, económicos y de las propias estructuras jerárquicas de la Justicia y de sus asociaciones gremiales. Sin embargo, la independencia del Poder Judicial no se regala ni se concede: se conquista. Este salto de calidad institucional necesita un marco político propicio, aquí y en cualquier lugar del mundo, especialmente cuando el conglomerado del poder económico muestra y se precia de contar con la capacidad de condicionar las decisiones de los poderes públicos establecidos por la Constitución. La clásica teoría de la independencia judicial debe hacerse cargo de esta realidad. La independencia judicial del siglo XXI se construye, hoy igual que ayer, con la fuerza del pueblo. Las democracias más estables y sólidas del mundo son las que exhiben los sistemas judiciales más independientes que se conozcan. Esa capacidad para plantarse ante los factores de poder la obtienen únicamente de la intervención directa del pueblo en el Poder Judicial, a través del mecanismo de juicio por jurados previsto triplemente en nuestra Constitución nacional. 1) Juicio por jurados. Es imposible, ingenuo e ilusorio pretender independencia judicial si seguimos insistiendo tozudamente en que nuestro sistema judicial sea administrado íntegra y exclusivamente por magistrados profesionales. Aunque no nos guste admitirlo, ese modelo sólo provoca debilidad estructural y ha producido un divorcio total de la ciudadanía con el Poder Judicial. Por eso, el punto de partida para democratizar la Justicia debe comenzar por cumplir con la Constitución e instaurar el juicio por jurados clásico, como lo quisieron y legislaron los padres fundadores de la república, en materia penal, en temas ambientales y civiles de gravedad, cuando se afecten derechos de los consumidores, de tierras y pueblos indígenas y en el resto de los fueros (art. 24 de la Constitución). Sólo cumpliendo con esta exigencia constitucional, por su efecto práctico y por el alto contenido simbólico que poseen las decisiones judiciales cuando las toma el pueblo, se irá allanando el camino para dar contenido real a la agenda democrática. Ningún Estado moderno le entrega el monopolio de la administración de los conflictos judiciales más graves de la sociedad a una Justicia exclusivamente profesional. Todos estos países se valen del pueblo (a través de la labor de los jurados) para compartir esas decisiones y hacer concurrir el sistema judicial a la gobernabilidad democrática, como lo marca la Constitución. Argentina, lamentablemente, es la perfecta muestra de un Poder Judicial integrado sólo por jueces profesionales, que es incapaz hoy de procesar con eficacia las justificadas demandas ciudadanas de justicia. Es imperioso, por lo tanto, cumplir con la Constitución y abrir de una vez por todas los tribunales a la intervención directa del pueblo, no sólo a través del juicio por jurados, sino de los demás mecanismos de participación ciudadana. La historia del jurado en los pueblos de todas las latitudes demuestra empíricamente que esta práctica cívica desencadena cambios democratizadores irreversibles en los sistemas de Justicia. Por eso, la manifiesta resistencia corporativa –de cuño inquisitorial o pseudoprogresista– a su implementación. Los restantes puntos de la agenda democrática son propuestas consustanciales a la participación popular directa en la Justicia. 2) Transparencia, publicidad, oralidad y audiencias públicas para todos los procedimientos en todos los fueros. En nuestro país, el procedimiento en todos los fueros no es ni oral ni público ni por audiencias, sino que es escrito, y con masiva delegación de funciones en cabeza de secretarios y empleados. La Justicia en la Argentina es sinónimo de ácaros, de papeles acumulados en expedientes, al igual que en la época feudal y colonial de la Inquisición. Una verdadera democracia exige un sistema de litigación y decisión en audiencias públicas con mecanismos estrictos de control de la duración de los procesos. 3) Horizontalidad en las organizaciones de jueces. La Argentina mantiene anacrónicamente una organización judicial autoritaria y jerárquica, propia del Medioevo y de los sistemas feudales de Justicia. La independencia judicial del siglo XXI es una quimera con las organizaciones rígidas y piramidales de los jueces de la Argentina. La única excepción proviene de la provincia de Chubut, los diseños de Neuquén y Santa Fe y las experiencias en Santiago del Estero y en Entre Ríos, que han avanzado hacia colegios democráticos –o pooles de jueces– bajo el principio de horizontalidad y estableciendo una clara división entre las tareas jurisdiccionales y las administrativas a través de las oficinas judiciales. Las actuales organizaciones judiciales –caracterizadas por sus formaciones fijas de jueces, divididos por instancias y bajo el principio de verticalidad– son un corset que conspira contra la tan anhelada y necesaria independencia efectiva del Poder Judicial de todos los poderes. 4) Autonomía plena de la defensa pública. Todas las provincias argentinas y la defensa federal deben sancionar sus leyes de defensa pública, bajo los principios de flexibilidad de su organización, el primado del caso y la defensa de los derechos humanos de los privados de libertad. Es imperativo reconocer y legislar la autonomía total de la defensa pública respecto de los procuradores fiscales y de las cortes supremas. 5) Reorganización del Ministerio Público Fiscal hacia los intereses sociales y de las víctimas. El sistema federal, ante todo y las provincias argentinas que aún no lo han hecho deben sancionar sus leyes de organización del Ministerio Público Fiscal conforme los principios de flexibilidad, desformalización en la investigación de los delitos y protección de la persona y los intereses de las víctimas y de la sociedad. Debe establecerse la plena autonomía del MPF de las cortes supremas de Justicia. 6) Democratización del gobierno de los jueces. La palabra “superintendencia” debe ser extirpada del sistema legal argentino. Superintendencia es dependencia. Es sinónimo de ejercicio jerárquico del poder de administrar, sea por la Corte Suprema, el Consejo de la Magistratura o las cámaras de apelaciones. Las organizaciones judiciales más democráticas del mundo son aquellas en las cuales todos los jueces votan anualmente a algunos de sus pares para que administren el sistema judicial. 7) Reorganización funcional de la Corte Suprema de Justicia. Una década ha pasado desde el famoso documento “Una Corte para la democracia”. Es hora de profundizar esos logros y fijar algunos puntos clave: obligatoriedad de que todas las decisiones se tomen en audiencias públicas y abolición de sus facultades de superintendencia. Es imprescindible revisar la justificación de la inmensa cantidad de empleados y funcionarios auxiliares, como también la administración de los recursos materiales y económicos y poner coto a la alta morosidad que el tribunal exhibe con plazos estrictos de resolución. 8) Reconocimiento de la administración de justicia de los pueblos indígenas. No es posible una verdadera democratización de la Justicia sin la inclusión en su seno de todos sus habitantes, entre ellos, los casi un millón de indígenas de la Argentina. Por ende, debe reconocerse la administración de justicia de los numerosos pueblos indígenas, preexistentes por siglos a la creación del propio Estado argentino y que hoy es un derecho elevado al rango constitucional. 9) Fortalecimiento de los jueces de paz, tribunales vecinales y centros comunitarios de acceso a la Justicia. El Poder Judicial será un poder independiente cuando les preste un servicio real y efectivo a todos los ciudadanos, en especial a los más vulnerables. La actual estructura judicial no garantiza el acceso a la Justicia de esos sectores ni que ellos puedan luchar por sus derechos en los tribunales en igualdad de condiciones, motivo por el cual se impone la necesidad de instaurar tribunales vecinales con procedimientos sencillos y fácilmente comprensibles. 10) Reorganización del funcionamiento del Consejo de la Magistratura. El Consejo de la Magistratura ha servido hasta ahora para fortalecer a la corporación judicial, antes que para democratizar la administración de justicia. Es hora ya de una reorganización total de su funcionamiento, limitando su crecimiento burocrático, profesionalizándolo y estableciendo mecanismos de control de la administración de los recursos materiales y económicos. Se debe transparentar la integración de los jurados académicos y sobre todo permitir la participación de los ciudadanos en su conformación y control. A su vez, es necesario establecer qué saberes, aptitudes y actitudes se tendrán en cuenta para la selección de los jueces y el modo en que se valorará el desempeño en los cargos anteriores y diseñar mecanismos rápidos y confiables para concretar su designación. Y, al mismo tiempo, crear mecanismos democráticos y eficaces de control de la gestión, y prestar una especial atención a la capacitación necesaria de los magistrados para interactuar con los ciudadanos legos en la administración de justicia. * Defensor general de San Martín, provincia de Buenos Aires. ** Defensor general adjunto del Chubut. Miembros del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip). 26/02/13 Página|12 gb

LORENZETTI ABRE EL PARAGUAS

EL PRESIDENTE DE LA CORTE HABLA UN DIA ANTES DEL DEBATE POR UNA JUSTICIA LEGITIMA Lorenzetti abre el fuego El presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, adelantó su acto para sentar posición. Imagen: DyN Con la excusa de los 150 años de la Corte, que se cumplen en octubre, Ricardo Lorenzetti encabezará un acto ante centenares de jueces, donde sentará posición sobre el estado de la Justicia, cuando crece el debate por la democratización. Por Irina Hauser El Poder Judicial parece en estado de ebullición. En Tribunales puede percibirse la gran expectativa reinante por una sucesión de acontecimientos que ocurrirán esta semana y que muestran a muchos de sus integrantes como protagonistas en un escenario de reflexión sin precedentes sobre la esencia misma de su tarea como parte de uno de los poderes del Estado, el único que no es votado por el pueblo, pero que tiene en sus manos grandes decisiones que lo afectan. El disparador, ya conocido, fue la iniciativa de cientos de jueces, fiscales y defensores que en medio de la disputa alrededor del caso Clarín salieron a diferenciarse de la Asociación de Magistrados que –alentada por parte de la Corte Suprema– denunciaba presiones políticas, y terminaron convocando a dos jornadas de debate abierto para mañana y pasado en la Biblioteca Nacional con el lema de buscar una “Justicia legítima”. Sin embargo, el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, se les anticipó y hará hoy a las 11 un acto de apertura del año judicial que intentará amplificar más que otras veces con la excusa de que el máximo tribunal cumple 150 años. A los ojos del mundillo judicial, es evidente el intento por marcar la cancha y condicionar la agenda, en medio de lo que ya es una discusión abierta e instalada sobre lo que se ha dado en llamar “democratización de la Justicia”. Cerca del juez, sus colaboradores aseguran que su mensaje “no será confrontativo” sino de “amplitud y aceptación de las voces críticas”. Desde que asumió la presidencia de la Corte, en 2006, Lorenzetti insiste en casi todos sus discursos en la idea fija de que el Poder Judicial tiene que “estar unido”. Para aglutinar a los jueces de todo el país inventó la Conferencia Nacional de Jueces, mayormente dominada por las temáticas que le interesan a la tradicional Asociación de Magistrados, que se arroga una suerte de representación gremial de los jueces y de sus equivalentes de otros rincones del país, junto con la Junta Federal de Cortes. Fueron, además, los que a fines del año pasado emitieron un comunicado que acusaba al Gobierno de presionar a los jueces y defendía, tácitamente, a la Cámara en Civil y Comercial, que actúa en el caso de la ley de medios. Aquel texto fue respondido por dos solicitadas de jueces, defensores y fiscales que ponían en crisis algunos conceptos instalados y decían, por ejemplo, que la independencia también está en relación con el poder económico, con otras corporaciones (como los medios) y con la propia corporación judicial, de lógica verticalista. Después de dos solicitadas que llegaron a juntar cerca de 700 firmas surgió la convocatoria a un debate abierto sobre el Poder Judicial y el abanico de posibilidades para democratizarlo. Para las jornadas del 27 y 28 hay un temario tentativo que incluye la cuestión de la independencia, la apertura del ingreso para trabajar en el Poder Judicial y que deje de ser una gran familia, la discusión sobre cómo deberían rendir cuentas los jueces de lo que hacen, cómo hacer que la gestión de la Justicia sea democrática y respetuosa de los derechos humanos, cómo podrían los funcionarios judiciales lograr un “nucleamiento anticorporativo”. En el medio aparecen temas como la eliminación de privilegios concretos, del estilo de la exención de pago de impuesto a las ganancias, la necesidad de reformas procesales que den protagonismo a los fiscales, la participación popular en el sistema judicial y hasta la posibilidad de una nueva asociación. El surgimiento de esta corriente puso en duda la idea de unidad que Lorenzetti alimenta hace tiempo. A fin de año, frente al llamado de la presidenta Cristina Kirchner a democratizar, eligió contestar desde una cena de la Asociación de Magistrado que los jueces no son “una corporación sino un Poder del Estado”. Esta vez, dicen en su entorno, hará un discurso amigable, intentará mostrar al Poder Judicial como amplio y abierto a los debates y a una agenda común. Lorenzetti tiene una capacidad para hablar de los grandes temas de la coyuntura sin nombrarlos explícitamente. Lo ha hecho al hablar de la libertad de expresión –en medio del debate por la ley de medios– y hasta al hablar del transporte ferroviario tras la tragedia de Once. En casa ocasión retomará, casi como un mantra, el concepto de que la Justicia debe ofrecer un servicio y estar cerca de la gente. El enigma es si cuando hable hoy ignorará el debate creciente sobre el Poder Judicial, si lo abordará con su estilo elíptico habitual o si hará referencias más directas. En los últimos días también circularon rumores de que haría anuncios, como la generalización del ingreso democrático, por concurso a la carrera judicial. Lorenzetti hizo llamar a centenares de jueces para que asistan al acto de hoy con el argumento de que no estaría bien faltar a la celebración de los 150 años de la Corte que, en rigor, se cumplen el 15 de octubre. Habrá videos de cada uno de los jueces supremos referidos a la historia del alto tribunal, pero a la hora de hablar sólo lo hará el presidente. Entre los invitados están dos de las mujeres que más impulsan el debate por una Justicia legítima: la procuradora Alejandra Gils Carbó, que hará el discurso de apertura en la Biblioteca el miércoles, y la defensora general, Stella Maris Martínez, que hará el de cierre el jueves junto con Antonio Cluny, juez de la Audiencia de Lisboa, presidente de la Asociación de Magistrados Europeos para la Democracia y las Libertades, símbolo de un movimiento con rasgos similares al que se está gestando aquí. 26/02/13 Página|12 GB