viernes, 2 de noviembre de 2012

IDENTIDAD, POR SUSANA CELLA, OPINION, ULTIMA PARTE.

En la consideración de lo semejante, no sólo es importante destacar la semejanza que no se confunde con lo idéntico, es decir una fórmula como A igual a A, que nos llevaría a una suerte de tautología, sino que también vale pensar en lo distinto como aquello que tiene otra coloratura, la nitidez de lo distinto enfatiza la singularidad. Lo diferente, como aquello que va hacia otra parte, que lleva hacia otra cosa permite ver, recortándose sobre el fondo de la semejanza, lo que difiere, justamente, en los términos comparados.
 
Y cabe subrayar, en el fondo de la semejanza, a fin de preservar la idea de la copresencia de matices, variaciones, modalidades que pueden, en un marco común, coexistir y hasta potenciarse, mientras lo contrario, la práctica que tratamos de criticar en la alienación que produce la adaptación a ciertas creencias y concepciones de la superioridad y desigualdad naturalizadas, sería soslayar dicha coexistencia mediante las formas abiertas o encubiertas de la supresión el otro, semejante o no, y la implantación del otricidio en el plano real pero también en el simbólico.
 
Lo diverso implica otra dirección, el lugar en que el camino se bifurca, lo que podríamos llamar las singularidades y la multiplicidad de escenarios en que tales problemáticas tienen lugar, involucra lo espacial, y a propósito de esto  quisiera evocar el excelente trabajo de Michel Serres, quien en el marco de sus  reflexiones sobre Hermes o la comunicación, señalaba en el congreso de Levy Strauss: “…mi cuerpo no está inmerso en un espacio único, sino en la difícil intersección de esta numerosa familia, en el conjunto de las conexiones y transmisiones a practicar entre estas variedades. Esto no está dado, o, como suele decirse, no está allí desde siempre. Esta intersección, estas conexiones siempre han de ser construidas.
 
Mi cuerpo habita, una vez más, tantos espacios como ha conformado la sociedad, el grupo o la colectividad... los espacios del lenguaje, de la fábrica, de la familia, del partido político, etc. Una cultura en general, construye, en su historia y a través de ella, una intersección original entre tales variedades, un nudo de conexiones muy preciso y particular...Lo que diferencia las culturas es la forma del conjunto de los enlaces, su funcionamiento, y también, sus cambios de estado, sus fluctuaciones. Pero lo que tienen en común y que las instituye como tales, es la operación misma de ligar, de conectar.”

Pensando un álgebra combinatoria según la cual se traman los relatos -los mitos- y teniendo en cuenta los accidentes del camino y las formas de conexión, los puentes, Serres  encuentra la relación conflictiva entre el espacio euclídeo y la topología salvaje, y la crisis de la razón y el resurgir del habla de los mitos como la nueva situación en cuyo espacio, ha de pensarse, como constructo, la identidad. Como lo que nos construye mutuamente, y en la búsqueda del otro como la de sí en el conjunto de operaciones identificatorias y de diferenciación, la búsqueda de lo mismo y de lo otro se vincula con la búsqueda de sí mismo, que no se define por el alcance de la meta -el supuesto encuentro consigo mismo- sino que halla su sentido en el trayecto.
 
El sentimiento de existencia -la relativa autonomía, la insersión en el orden simbólico, las formas dialógicas, el acercamiento a lo real- radican en el trayecto. En el mismo sentido, Michel de Certau (La toma de la palabra y otros discursos, Historia y Psicoanálisis) se pronuncia no sólo contra una idea esencialista de identidad, sino también contra lo que ella tiene de estereotipo. Desde luego esto no implica su negación y la aceptación de entidades cuyo interés es deshacer esos lazos e identificaciones que constituyen una identidad en favor de modularla sobre una matriz prevalentemente económica, en favor de esa construcción de lo “común” (sentido común) para modularla en el achatamiento de especificidades y rasgos diferenciales en matriz globalizante...
 
Tanto desde una perspectiva más vinculada con la topología (Serres), como desde la inserta en reflexiones sobre subjetividad e historia (de Certeau), podemos concluir que la referencia al campo de lo semejante y lo otro debe dejar de ser un "objeto de estudio" para pasar a ser una manera de hacer, para la búsqueda de un estilo –con lo que de marca particular inscripta alude- en la zona en que cada individuo se desarrolla.
 
De otro modo, nos encontramos con ciertas manifestaciones esquizofrénicas entre un discurso supuestamente democrático y aun de izquierda o defensor de las llamadas tradiciones emancipadoras, que encubre mediante la utilización perversa de los valores históricos de estos, la justificación de políticas y aun de privados intereses individuales.
 
Porque en tales prácticas de la constitución de un nosotros, se deja ver algo así como la corrosión de lo homogéneo de estas agrupaciones supuestamente identitarias, y no precisamente en favor del logro de la construcción de una identidad que tuviera en perspectiva la preservación, comunicación, interacción, diálogo, desde un lugar específico,  la aparición de nuevos mitos como nuevos relatos que nos provean sentidos (en relación a los planteos de Frank Kermode), y sentido en tanto vector, es decir dirección a nuestros trayectos, sino de lo que podríamos llamar el aspecto negativo de esa supuesta homogeneidad: la apelación a esos nosotros en un sentido que evoca el "entre nous" de las élites.
En estos intersticios se producen una serie de conductas que pueden parecer ambiguas, poco comprensibles o en contradicción con los principios que se sostienen. Así por ejemplo, una continua apelación a la ética o a la democracia, puede tener como contrapartida, acuerdos tácitos o implícitos, alianzas no signadas por alguna regla de orden (una ideología en común, un proyecto compartido) sino más bien una lógica de las conveniencias tendiente a establecer los pactos que funcionarían en una fachada de comportamiento "transparente" y que conllevarían la exclusión de quienes no participan en él por razones más que diversas.
 
Así las formas de exclusión se verificarían desde sus modos más fuertes (los que quedan fuera de la sociedad administrada) hasta las que aparecen en los ámbitos de lo supuestamente incorporado al sistema disimuladas bajo las prácticas supuestamente democráticas, pero tendientes en el fondo a favorecer las desigualdades. Podría aducirse que tales prácticas no son nada novedoso en lo que a los comportamientos humanos e institucionales se refieren, sin embargo, lo que queremos destacar, en la generalización de estas conductas, es la prevalencia de los intereses individuales (por minúsculos que estos sean) por sobre las actividades de conjunto, dando como resultado -en muchos ámbitos- una virtual imposibilidad de establecer y proponer relaciones solidarias firmes de amplio alcance.
 
La competitividad, no vista en el sesgo positivo que se le quiere dar sino analizada como instancia que opone a unos contra otros, en pos de una "ganancia" diferencial y que tendría que ver menos con una gratificación (el premio a un esfuerzo, por ejemplo) que a un acceso a una instancia de poder mayor sobre los otros, se relaciona directamente con la cuestión del semejante. Las situaciones de competencia ocurren entre los que poseen semejantes cualidades que los hacen aptos para confrontar. En estos casos ya no es la otredad, la diferencia, lo que prevalece, sino lo que puede caber en el dominio de las analogías. El otro semejante se convierte en mi enemigo, el cual debe ser sacado del medio, destruido, aniquilado. Devenida en valor absoluto, la competencia se convierte en guerra de exterminio simbólico, pero exterminio al fin.
 
Si se promueve o atesora, aun secretamente, una individualidad a ultranza librada de toda pauta ética, una libertad que por otra parte no es sino la contracara de la sujeción a un poder único (al que el sujeto supuesto dominador obedece), quedan los humanos librados a su identidad narcisística como rechazo de la alteridad. No hace falta hacer demasiados comentarios acerca del culto del yo autónomo, sujeto del consumo y esclavo, casi a la manera de Sade, de la procura del propio placer y beneficio (imaginario).
Ante la pérdida de las prohibiciones fundamentales capaces de regular las relaciones interhumanas -el genocidio por ejemplo- la engañosa libertad del sujeto devenido autónomo y monarca implica su propio aislamiento sin otro límite que el poder narcisístico y según esta condición se realizarían los intercambios fundamentales con nuestros prójimos, nuestros semejantes negando la posibilidad de volver críticamente sobre ellos para recorrerlos –conocerlos, interrogarlos, verlos, entrar en relaciones dialógicas- según esa idea de trayectos antes señalada.
¿Cuáles son las formas de lo que podría denominarse un encuentro con el otro?
Podemos pensar en aquellas relaciones como el amor o la amistad, propiciatorias del encuentro. Pero, hasta dónde llega el conocimiento del otro, amado o amigo. Y, por el contrario, en los encuentros en que lo prevalente es el odio, el desprecio, la envidia e incluso el deseo -reprimido o actuado- de aniquilar al semejante, hasta dónde llegaría ese conocimiento, y más, hasta dónde en un último intento no se trataría justamente de destruir esa relación de semejanza para convertir al otro en algo radicalmente diferente que perdiendo su semblante tendiera a devenir mero instrumento.
En resumen, y con toda la complejidad que aquí apenas si llega a esbozarse, la reflexión sobre todas estas cuestiones, y más, las prácticas relacionadas con estos conflictos son más que necesarias en el caso en que querramos sobrepasar el declarativismo para un hacer que nos hace; prácticas que demandan mirar al prójimo (al que está próximo, al lado) para verlo/vernos, mirarlo/mirarse, en doble reflexión. Reflexión y refracción, la del turbulento espejo que bien puede ser una superficie de agua refractante.


Poeta y novelista. Profesora titular de la carrera de Letras, UBA. Colabora habitualmente en la sección libros de Radar. Tiene a su cargo una sección en la revista Caras y Caretas y dirige el Departamento de Literatura y Sociedad del Centro Cultural de la Cooperación.
 
Porf GB

IDENTIDAD, POR SUSANA CELLA, OPINION, 2da., PARTE

Entre el repliegue en el territorio, en el espacio aislado de la separación y una unidad de la naturaleza humana, una Identidad Universal del Hombre, las preguntas de Benoist giraban sobre todo en torno de la desustancialización del concepto y de la crisis de identidad como síntoma de condiciones objetivas, crisis de la subjetividad, lugar efímero del sujeto (del individuo) en el entramado mayor de la historia y la naturaleza y, podemos agregar, al paso del tiempo, crisis acrecentada por los fenómenos derivados de la globalización y la ilusión "comunicativa" de los medios masivos.
 
Benoist propone el concepto de destotalización para romper la cerrazón de un mundo compacto y autolimitado. Esta operación no sólo puede relacionarse con lo que hace a grupos más o menos cerrados -etnias, migrantes, por ejemplo- sino que también podemos pensarla, desde el punto de vista ideológico, como una desconstrucción de un imaginario de aquellos grupos que no sólo no son marginales, sino que se colocan en situaciones de poder, más o menos importantes, más o menos efectivas o imaginadas.
 
En este sentido se nota una operación de desideologización, en el sentido de ideología como veladura de las relaciones reales. La operación de destotalización es posible a partir de la confrontación con el otro, operación dialéctica, que permite que la identidad pueda definirse por relaciones de semejanzas y diferencias.
"Aquí se afirman -dice Benoist- los derechos de un descentramiento como constitutivo del problema de la identidad antes que toda recaptura, fruto de una lógica parménidea de la tautología, o de la identidad consigo mismo; hay más elementos y también separación, diferencias, en los orígenes de lo simbólico, y esta separación diferencial es el lugar mismo en que se afirma la posibilidad de inserción del sujeto en el orden de lo simbólico..."
 
La referencia a ese orden permite deshacer las formas imaginarias de la identidad grupal, concebida como una especie de alianza que ignora la ley fundadora de la constitución del sujeto y del grupo para suplantarla por un sistema de pactos que como tales, menos se explicitan que subyacen en forma de conflictos latentes. Por otra parte, tener en cuenta el proceso de identificaciones por el cual se constituye la personalidad resulta fundamental en las consideraciones acerca de la identidad, ésta implica en este sentido una construcción diferencial dada por una serie de identificaciones, en definitiva, un trayecto. Por otra parte, permite considerar el proceso en cuanto una operación transitiva es decir referida a un objeto al que se reconoce, se identifica como perteneciente a un orden, grupo, clase, etc.
 
Esto implica para el sujeto y para el grupo la puesta en cuestión de cierta concepción del sujeto, no una desubjetivización, que también lleva a la crítica de formas psicológicas e ingenuamente fenomenológicas de la identidad como las que manejan los empiristas, los funcionalistas y los culturalistas, según observa Benoist.
 
La postulación de la multiplicidad de culturas -"listadas por el nivelador pluralismo o multiculturalismo liberal" según dice Julio Ortega en "La identidad revisitada"- puede dar cabida a una variada gama de agrupamientos que, muchas veces parecen padecer de ese carácter de totalización y de la negación a la destotalización, practicando una suerte de esencialismo.
 
 
El carácter relacional es ineludible cuando se trata de referirse a la otredad tanto en la consideración del semejante como en los aspectos más ligados con los enfoques antropológicos del "otro" (como no semejante).
 
Dieciséis años después del seminario de Levi-Strauss, se realizó en Nueva York un encuentro que tuvo como tema central, también, la cuestión de la identidad. Entre los participantes, Cornel West vinculaba la identidad al deseo primario de protección, de pertenencia y atendía especialmente a la relación entre ese deseo y la muerte implicada de diversas formas en él -padecer la muerte a causa del sostenimiento de una identidad, morir en defensa de una identidad-. ¿Qué sucede cuando en las prácticas sociales las posibles formas identitarias se ven tanto atacadas desde el exterior como minadas en su interior? ¿Cuando lo que podría ser un reconocimiento del semejante en la formación de una entidad solidaria se destroza por medio de la formación de subidentidades de "incluidos", "adaptados", “relevantes”, o el nombre que se quieran dar. Pareciera que ese nivel de lo estructurante se ocluye y en un olvido que alcanza a las mismas palabras y que se aloja en eufemismos o silencios, no atiende a lo que Cornel West manifiesta como una especie de advertencia: "dada nuestra inevitable extinción tenemos que encontrar el modo de constituirnos con la significancia". Es decir, en la construcción de un sentido coherente con valores éticos a fin de que no prevalezcan las formas de destrucción del otro en sus variadas realizaciones, mínimas y máximas.
 
 
Siguiendo a Benoist, cabe pensar en la destotalización en el sentido de tener en cuenta las contradicciones internas del nos-otros que cuestionan la razón unificante para abrir en campo de la escisión y diferencia en el seno de lo supuestamente homogéneo. En tal sentido interesa destacar, cuando advierte la importancia de considerar entre los factores de cohesión que generan las identidades, el de la clase; lo que señala  Cornel West en el citado congreso de New York: "La clase todavía está presente aunque no haya sido capaz de constituir una identidad que tuviera la relevancia y potencia de otras identidades" ... para pronunciarse en favor de generar orientaciones "transgenéricas, transraciales, transexuales", que, dice, apelando a un nosotros que parece referido a quienes comparten un proyecto radical democrático, "no hemos sido capaces de generar".
 
Al margen de que se suscriba o no la idea de la falta de potencia de la clase para construir identidades, resulta importante la advertencia en el sentido de que, si bien no resulta un factor cohesivo de la misma pregnancia que tuvo anteriormente, ni tampoco aparece como el elemento homogeneizador por exclusión de los otros, ni puede conservarse el mismo esquema de clases, sectores de clases, etc. como si este se mantuviera invariable: sin embargo, continúa siendo, aunque fuera soterradamente, un elemento de fundamental importancia en la constitución de las diversas prácticas identitarias.
 
¿Quién es el semejante de un sujeto de clase media -alta, media, baja-, de letrado, de un no letrado, de un semiocupado o desocupado, de un obrero, de un cuentapropista, de un campesino y así siguiendo? ¿Y cómo actúan esas diferencias y esas semejanzas en la recepción de las imágenes "unificantes" propuestas por los media? ¿Qué resulta del procesamiento de esas imágenes, obviamente distinto en los variados casos citados respecto de los otros pero también en el interior de cada agrupamiento?
 
Estos aspectos en lo referente a la construcción de identidades y en la relación con la cultura popular y la cultura de masas son de primordial importancia puesto que al poner en cuestión los aspectos internos y externos, sociales y subjetivos de las relaciones semejantes/ semejantes; semejantes/ diferentes, permiten una mirada crítica sobre un populismo complaciente o sobre las cerrazones grupales de “pares”.
 
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IDENTIDAD, POR SUSANA CELLA, OPINION, 1ra PARTE

Nos/ Otros

El tema del "otro" y del "otro semejante" interesa  en cuanto a las posibles formas de comunicación y de constitución del yo: ¿qué sería lo que el otro hace sobre la conciencia de sí mismo? Y a la inversa, ¿puede uno colocarse en el lugar de otro, en tanto una de las formas de la com-pasión, com-pañía, com-prensión? Las cuestiones referidas al encuentro con el otro, implican la consideración de una serie de posibilidades que van desde verlo como objeto del yo: objeto de deseo, como sea el que sea: conocerlo, sentirlo, entenderlo, tender a la identificación, o verlo como límite de las propias acciones, concebirlo como rival o enemigo. Se trata entonces de analizar tal lógica para mostrar la falacia e hipocresía que conlleva y para contraponerle una forma de relación interhumana, con el semejante, con el diferente, sustentada en la posibilidad del encuentro con el otro en una sociedad fracturada.

Por Susana Cella*
(para La Tecl@ Eñe)


Quisiera comenzar por una escena en un supermercado: entra un hombre muy lejos de toda traza de señorito, se acerca a la boliviana que vende las verduras y le pide manzanas, ella le contesta que se habían terminado, el agreste muchacho le dice: ¡Boliviana de mierda!  Y se va, furioso. Una chica que estaba haciendo la fila, se indigna por el insulto del tipo, y en solidaridad con su hermana latinoamericana a su vez le grita: ¡Andate, negro de mierda!  Otro episodio: dice una señora refiriéndose a un funcionario público de poco limpia trayectoria: ¡A ese negro no lo puedo ver! La hija de la señora, reprocha a su madre la expresión tan políticamente incorrecta, y la madre responde: Yo no tengo nada contra la gente negra [sic], que es toda muy buena, nada más que a ese le digo negro para insultarlo.

En nítidos colores, las anécdotas van hacia algo que anda circulando entre nosotros, en los discursos de todos los días, en una trama de vindicaciones pero sobre todo en manifestaciones de odio que pueden no alcanzar la dimensión del exabrupto pero que más o menos solapadas no dejan de percibirse, aun en detalles como una expresión facial, una frase en apariencia inocente pero altamente descalificadora, una ironía “risueña”, o gestos y dichos que evidencian desprecios y ninguneos. Desde luego nadie está pensando en un armonioso mundo, imposible por otra parte dada nuestra llamada naturaleza humana (baste aludir aquí a El malestar en la cultura para saber de qué hablo. Ni tampoco a esa escena desconflictuada y aséptica como quirófano, que David Viñas supo describir como “la comunión de los santos”, sin pólemos, sin debate, anodinamente siniestra.
 
Sin embargo, en este hoy, en la proliferación de expresiones diversas que remiten a un imaginario de jerarquías (imaginarias también), se evidencia un síntoma que remite como huevo de la serpiente, a posicionamientos en las relaciones sociales, mostradas en su desnudez en ciertos enunciados que sin tapujos sencillamente proclaman el aniquilamiento del otro. De ahí, ciertas reflexiones acerca de lo que se denomina "el otro" y que incluye al semejante. El tema del "otro" y del "otro semejante" interesa  en cuanto a las posibles formas de comunicación y de constitución del yo: ¿qué sería lo que el otro hace sobre la conciencia del sí mismo, sirve como medio o como obstáculo para capturar mi imagen, o mi ideal de imagen, y a la inversa, puede uno colocarse en el lugar de otro, en tanto una de las formas de la com-pasión, com-pañía, com-prensión, etc.?
 
 Las cuestiones referidas al encuentro con el otro, implican la consideración de una serie de posibilidades que van desde verlo como objeto del yo: objeto de deseo, sea el que sea: conocerlo, sentirlo, entenderlo, tender a la identificación, verlo como límite de las propias acciones, concebirlo como rival, enemigo. Una especie de fractura en el tejido de las relaciones interhumanas tendría como horizonte máximo las prácticas más aberrantes de la tortura tendientes a reducir al otro a lo no humano hasta llegar, incluso más allá de lo genérico, más allá de la animalidad, hasta la bestialidad que sin embargo se ejerce mediante procedimientos específicamente humanos: la lógica de la humillación, la tortura psicofísica. Pero más acá y cotidianamente, cuáles son las prácticas que se realizan cuando se conjugan sin contradicción aparente fórmulas como proclamación de ética o transparencia con toda clase de trampas y subterfugios "legales" o "legalizados". Se trata entonces de analizar tal lógica para mostrar la falacia e hipocresía que conlleva y para contraponerle una forma de relación interhumana, con el semejante, con el diferente, sustentada en la posibilidad del encuentro con el otro en una sociedad fracturada.
 
Me parece importante encarar la cuestión de lo que genéricamente podemos denominar "las relaciones con los demás" y que actúan no sólo en los ámbitos de lo cotidiano sino también en las prácticas relativas a lo que se vincula con lo político y social en un aspecto no restringido, sino amplio: en el marco de instituciones de todo tipo, en el interior de las mismas, en las acciones que se desarrollan, etc. tratando de ver cuáles son las situaciones intersubjetivas que se establecen en relación con rupturas de vínculos sociales y  modalidades de relaciones intersubjetivas.
 
Las reflexiones acerca de la otredad, ya sea teniendo en cuenta lo que difiere de un yo, como lo que difiere de un nosotros que nos induce a pensar en las posibles especulaciones acerca de ese nos-otros y los otros, se vinculan con lo que atañe a las formas de semejanza y al mismo tiempo nos llevan también a repensar el concepto de identidad.
Jean Marie Benoist señalaba, en ocasión del Seminario sobre la identidad convocado por Claude Lévi-Strauss en 1974:  “Ya vemos perfilarse los dos límites de una problemática de la identidad oscilando entre el polo de una singularidad desconectada y el de una unidad globalizante, poco respetuosa de las diferencias"
 
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PIBE TROSKO Y EL VOTO A LOS 16

Me proscribieron.
Sí, así como escuchaste. Me-pros-cri-bie-ron.
Me sorprende?
Y, no. A esta altura lo único que me sorprende es seguir vivo. Me sorprende que no hayan venido a buscarme Cabandié, Larroque y su polémico ejército K para agarrarme de los pelos del culo y colgarme del Obelisco.
Pero que me hayan proscripto no, eso no me sorprende. Ya estoy acostumbrado. A vos te sorprende?

Ayer, camar...
adas, estuve en el Congreso. Pedí que me dieran la palabra durante el debate en Diputados por el voto a los 16. Saben lo que me dijeron? Que yo no soy Diputado y por ende no tengo derecho a hablar desde el recinto. Pero yo, al igual que Riquelme, anticipo la jugada antes de que me llegue la pelota.
Así es, como estamos en el Siglo XXI y Facebook tiene más peso que el Congreso de la Nación, guardé el discurso que tenía preparado para compartirlo con ustedes y armar acá, entre nosotros, nuestra propia Cámara Legislativa. Si total, es lo mismo.

Aquí va mi discurso:

"Hermanos, camaradas, legisladores burgueses, chupaculos del Estado, público en general:
Hoy estamos aquí reunidos no solo para torcer el futuro, sino también para reparar daños del pasado. Hoy estamos aquí reunidos para justificar nuestro sueldo y para ver si metemos algún escandalete mediático que nos coloque en las tapas de los principales matutinos.
Hoy estamos aquí reunidos para discutir la ampliación de derechos civiles.
No quiero extenderme mucho porque la avanzada edad y la narcolepsia de algunos legisladores les impiden poder estar atentos por más de 10 minutos. Esos viejos son los mismos que hoy se oponen a que yo, líder intergaláctico de la revolución cybernética, y miles de otros camaradas, podamos votar y liberarnos de este sistema de opresión.
Ustedes, viejos de mierda, que toman viagra para no mojar la tabla del indoro, NO TIENEN AUTORIDAD MORAL, para decirnos a nosotros que somos incapaces de elegir representantes.
Ustedes, viejos de mierda, son los que administraron el Estado durante tantos años, y cuyas consecuencias están a la vista.
Ustedes, viejos vinagres, no advierten que nosotros, los pibes, no solo tenemos la capacidad de darle amor a sus esposas sin recurrir a la mafia farmacéutica, sino que además podemos torcer el rumbo de la Patria que USTEDES se encargaron de hundir.
Viejitos, se les pasó el tren. El protagonista de los sábados ya no es Pipo Mancera. Los protagonistas del campeonato ya no son Pastoriza, Santoro, Bertoni y Leopoldo Jacinto Luque. El protagonista de las radios ya no es Palito Ortega. La protagonista de la Calle Corrientes ya no es Zulma Faiad. Y los protagonistas de la política ya no son ustedes! Se les pasó el tren camaradas!
Esperen! No! No se vayan del recinto! No es la mejor estrategia para ganarse el voto jóven irse justo ahora que estamos votando la Ley. Vamos che! Déjenme terminar. Sean respetuosos carajo!

Viejitos. A partir de ahora, además de Amigacho, Ricardito, Guido Suller, los 2 Funes Mori, Bullrich, Fer Iglesias, Laura Alonso, Barone, Lubertino, Jorgito Porcel, Fort, Pando, Hotton y la Enana Feudale, vamos a poder votar los pibes.

Y ustedes, velocirraptors, tiranosaurios y brontosaurios, adáptense. Estamos en el Siglo XXI. Ya se les pasó el tren...alguien se los tenía que decir."

VAMOS LOS PIBES!
PATRIA O SUERTE.
VENCEREMOS.

7 D, SEGUNDA PARTE, POR MARTIN RODRIGUEZ, OPINION.

4.

Clarín exhibe ahora su última razón de ser: es una garantía social frente a la política. Dice: finalmente no existe más que Clarín como límite al poder político kirchnerista. Y encuentra un argumento político más para su poder económico: “sólo un poder así de fuerte puede ser independiente del estado”. Eso dice. Sólo si soy poderoso me eximo del cirujeo por la pauta oficial al que se somete el promedio del empresariado de medios. Es decir: Clarín también vive como funcional a sus intereses el hecho de que hoy no haya oposición porque eso le otorga al reclamo de “ajustarse a la ley” y desinvertir una épica política resistente. No lo hizo a propósito pero le vino bien este vacío opositor para redimensionarse. En las encuestas un porcentaje alto de gente lo visibiliza como EL actor opositor. Razona: finalmente la sociedad civil (¡esa que ayudamos a construir!) funcionará como límite porque verá en nosotros a la institución auténtica del “cuarto poder”.

5.

El grupo cocinó su comida entre bambalinas. Y un error del gobierno para contar la historia de Clarín (con La historia de Papel Prensa) fue haberle puesto arriba la sábana simbólica de los delitos de lesa humanidad. Un círculo que encierra delitos gravísimos que debe contener límites claros a la hora de ser reconocidos. Si Magnetto interrogó a Lidia Papaleo o si los hijos de Ernestina son hijos de desaparecidos. Judicialmente: lo primero falso, lo segundo también. En vez de ceñirse a la línea secuencial comprobable: Clarín cometió delitos económicos, fue socio de la última dictadura militar en una operación económica relevante por la que mantuvo una posición hegemónica dañina e incompatible con cualquier competencia sana de mercado, y “respetada” durante años en una industria sensible para la construcción de ciudadanía, si es que nos circunscribimos a la producción de papel para diarios como mínimo. Fue inteligente, plural, ecléctico, en la producción de contenidos, y firme en la defensa de intereses (algo que incluyó una política de mano dura en la medida de lo posible hacia la sindicalización de sus trabajadores). Un diario moderado en el triángulo que fijó Jacobo Timmerman como clave del éxito: económicamente de derecha, políticamente de centro y culturalmente de izquierda.   
 
6.

Sin embargo la ley de medios –aún para quien la defiende inocentemente- debería hacernos concientes de todo lo gatopardista que tiene en cuanto al cambio cultural que propone. Resulta -un poco- como matar a Clarín para que nada cambie, es decir, tiene como resultado concreto una redistribución del negocio y del espacio, aunque hecha en nombre de criterios comunitarios. En tal caso es una ley para distribuir equitativamente entre nuestro capitalismo existente: es más Manzano, más Vila, más Cristóbal López, más Hadad (?), más Spolsky, etc., para achicar al mesiánico Dr. Magnetto. No trocamos Magnetto por radios comunitarias, sino por empresarios aventureros tan ambiciosos de hegemonía y doradores de píldoras de los poderes de turno como Clarín; claro que Clarín tuvo –como todos los grandotes- la posibilidad de fijar sus propias reglas. Es una ley que sirvió mucho más de herramienta de disciplina contra la complejidad de un grupo de poder (de una corporación hasta ahora invisibilizada) que para la posibilidad de un cambio cultural. Clarín tenía/tiene medios de calidad y productos de consumo de primera línea muy por encima de la calidad de los medios bendecidos oficialmente. La calidad de la producción cultural del kirchnerismo es inseparable del valor de “resistencia” o denuncia del monopolio. Sólo contiene méritos políticos. Contra la corpo, contra la opo. Nada claro acerca de cómo sería el mundo del día después cuando empiece la posguerra de la batalla cultural (mucha gente se pregunta sobre el destino del gran Marcelo Tinelli). Da miedo ahora -en la inminencia- pensar en las capacidades de quienes deberían empezar a avanzar en la “positiva”, en la agenda de la industria del entretenimiento de la posguerra cultural, ahí cuando la batalla baje intensidades y nos encontremos de nuevo con la sociedad desnuda, una para la cual éstos no fueron tiempos de vida o muerte. Porque la fecha del 7D apunta a un amanecer, a un renacimiento y/o a una extinción. (Nada que se acerque a la realidad concreta de cambios graduales que surjan, del devenir de litigios complejos y de las pequeñas alteraciones de un mapa que cambiará de propietarios esencialmente.)

7.

Estos años contaron la historia política de un grupo con un núcleo duro de intereses y un juego político pendular y movimientista. Clarín: el representante de la clase media reaccionaria. Clarín: el partido de los caceroleros. Clarín: el golpe de estado tácito en democracia. Clarín: el creador del Frepaso. Clarín: el que abrió sus alamedas también a los derechos humanos. Porque el antimenemismo cultural también tuvo contención ahí en los años noventa. Supo ayudar en la “articulación” de escenas de ruptura y continuidad, y repito lo que me quedó de un texto paranoico que escribí para la revista Crisis: Clarín terminó siendo el partido Justicialista de la clase media, el mejor narrador y representante de una modernidad deseada: de casa al mercado y del mercado a casa. Con todo lo amplio, deforme y policlasista que eso sugiere. Como sugirió Horacio González en 678, la historia de Clarín está atravesada por los progresismos fracasados. La historia de sus redacciones. Osvaldo Bayer en los '70, los alfonsinistas, los ex PC’s hoy. Los trotskistas en economía.

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01 noviembre 2012

Política y Medios/8D/Por Martín Rodríguez


8D

El 7D empieza algo. El 7D termina algo. El 7D no pasa nada. Muchos problemas del país concreto, estructural, de difícil gestión, siguen ahí. Antes, durante o después de Clarín. Como la tragedia del tren Sarmiento, que expuso la política de transporte y que tiene funcionarios culpables. Más allá de la suerte de Magnetto, un país tan grande y tan complejo como la Argentina no se merece este mono-tema por tantos años. Que la justicia ayude a dar vuelta la página. Y que todos se ajusten a ella.    

Por Martín Rodríguez*

(para La Tecl@ Eñe)


1.

Sólo invocando su “espíritu” podemos decir que la ley más anticapitalista es la que derriba al engendro más capitalista del país. La tan mentada ley de medios ofrece (relativamente) “un mundo ideal” ajeno a los fines de lucro de cualquier negocio frente a una criatura maquiavélica y feroz, tal como se presenta al grupo Clarín, crecido y amparado por diversos gobiernos temerosos de su poder siempre en alza. La ley de medios está diseñada por un núcleo duro de organizaciones sociales e intelectuales que en nombre de la representación popular proyectaron un ideal alternativo y plural de comunicación insostenible si sólo dependiera del mercado. (No hay nada que sólo dependa del mercado, pero entendamos de qué estamos hablando.)


2.

Los medios existen y son poderosos porque son rentables, porque son negocios, porque son medios para otros negocios, y así sucesivamente. Clarín fue expuesto no sólo como un multimedios sino como algo más: como un grupo de poder económico y político, abanderado de la independencia del estado en una actividad siempre bajo el foco de la influencia de la pauta oficial. Es independiente pero “influye” sobre diversos estamentos políticos, parlamentarios y judiciales en beneficio propio. O sea, Clarín es independiente en tanto resiste con su propio mercado su rentabilidad, pero cualquier repaso de su historia obliga a mirar los mil nexos que lo unieron al estado argentino para asegurársela, para crecer, etc. El gobierno expuso la calidad y la raíz de esa “mano invisible” que colocó al grupo en un lugar hegemónico, pretendiendo visibilizar esta batalla como la última de la transición democrática. Clarín enfrenta una gran operación que lo ubica como contradicción principal de un "materialismo histórico" de la democracia argentina. Y su historia atenúa y devuelve una imagen casi heroica del alfonsinismo (con el que también aplicó su rigor). Y un dato más: Menem en 1995 también paladeó el placer triunfante contra un enemigo íntimo en su victoria electoral. También dijo que le ganó a Clarín. Un grupo que lo “acosaba” para beneficiarse en su plan de privatizaciones. Cosa que ocurrió. En suma, derribar a Clarín (según el análisis del kirchnerismo más duro) está a la altura del disciplinamiento a los carapintadas de los primeros años democráticos. Aquel partido militar, siguiendo esta línea, sería la primera capa de un conjunto de corporaciones que hicieron imposible la soberanía de la política. Política versus corporaciones, en estilo alfonsinista, y Clarín –tal la narrativa- representa el lugar de mayor condensación de ese mantra llamado “complicidad civil” de la dictadura (con su rol en Papel Prensa como evidencia de intimidad con el poder de aquellos años duros). Nota: la obligación de un medio por vocación mercantil será siempre la de acompañar los humores sociales. Las mutaciones de las líneas periodísticas, a medida que la democracia y el mercado avanzan, minan un poco el juicio ético. La confusión entre política y negocios es el centro del problema y es un problema sin solución. Que alguien nombre un solo diario sin vinculaciones, tráfico de información e influencias políticas. La ley, esta nueva ley, también disciplina a la política y sus tentaciones de crear corporaciones. Ya que las corporaciones no se crean solas, y, mucho menos, sin ayudas políticas.

3.

Seamos realistas: en el mundo de los negocios nadie puede ser acusado de codicia, de romper códigos o de expandirse sin límites. Todo empresario tiene ese impulso animal, al que desde la sociedad de consumo, la ley o lo que sea se va poniendo límites. Por eso es difícil la narrativa de un grupo económico: ¿cómo contar la colonización de espacios, la sujeción y las trampas como un movimiento moral? ¿Sobre qué vertebra el grupo su relato? Clarín  llevó años de ganador imbatible cuya fuerza alguien la dictaminó así: ningún gobierno resiste más de dos o tres tapas del diario en su contra. Sin embargo todos los razonamientos o argumentos que colocan a ese grupo en el centro de una gran escena maquiavélica se ponen cerca del límite de la paranoia: ¿todo lo inventó Clarín? ¿Clarín fue el aliado oculto del Proceso? ¿Clarín derribó a Alfonsín, planificó privatizaciones e inventó a la Alianza? Ya no sólo su presente, su rol político, sino también toda su historia parecen desproporcionadas, el centro del movimiento de todos los hilos invisibles de los últimos años de historia.

4.

Clarín exhibe ahora su última razón de ser: es una garantía social frente a la política. Dice: finalmente no existe más que Clarín como límite al poder político kirchnerista. Y encuentra un argumento político más para su poder económico: “sólo un poder así de fuerte puede ser independiente del estado”. Eso dice. Sólo si soy poderoso me eximo del cirujeo por la pauta oficial al que se somete el promedio del empresariado de medios. Es decir: Clarín también vive como funcional a sus intereses el hecho de que hoy no haya oposición porque eso le otorga al reclamo de “ajustarse a la ley” y desinvertir una épica política resistente. No lo hizo a propósito pero le vino bien este vacío opositor para redimensionarse. En las encuestas un porcentaje alto de gente lo visibiliza como EL actor opositor. Razona: finalmente la sociedad civil (¡esa que ayudamos a construir!) funcionará como límite porque verá en nosotros a la institución auténtica del “cuarto poder”.

5.

El grupo cocinó su comida entre bambalinas. Y un error del gobierno para contar la historia de Clarín (con La historia de Papel Prensa) fue haberle puesto arriba la sábana simbólica de los delitos de lesa humanidad. Un círculo que encierra delitos gravísimos que debe contener límites claros a la hora de ser reconocidos. Si Magnetto interrogó a Lidia Papaleo o si los hijos de Ernestina son hijos de desaparecidos. Judicialmente: lo primero falso, lo segundo también. En vez de ceñirse a la línea secuencial comprobable: Clarín cometió delitos económicos, fue socio de la última dictadura militar en una operación económica relevante por la que mantuvo una posición hegemónica dañina e incompatible con cualquier competencia sana de mercado, y “respetada” durante años en una industria sensible para la construcción de ciudadanía, si es que nos circunscribimos a la producción de papel para diarios como mínimo. Fue inteligente, plural, ecléctico, en la producción de contenidos, y firme en la defensa de intereses (algo que incluyó una política de mano dura en la medida de lo posible hacia la sindicalización de sus trabajadores). Un diario moderado en el triángulo que fijó Jacobo Timmerman como clave del éxito: económicamente de derecha, políticamente de centro y culturalmente de izquierda.   
 
6.

Sin embargo la ley de medios –aún para quien la defiende inocentemente- debería hacernos concientes de todo lo gatopardista que tiene en cuanto al cambio cultural que propone. Resulta -un poco- como matar a Clarín para que nada cambie, es decir, tiene como resultado concreto una redistribución del negocio y del espacio, aunque hecha en nombre de criterios comunitarios. En tal caso es una ley para distribuir equitativamente entre nuestro capitalismo existente: es más Manzano, más Vila, más Cristóbal López, más Hadad (?), más Spolsky, etc., para achicar al mesiánico Dr. Magnetto. No trocamos Magnetto por radios comunitarias, sino por empresarios aventureros tan ambiciosos de hegemonía y doradores de píldoras de los poderes de turno como Clarín; claro que Clarín tuvo –como todos los grandotes- la posibilidad de fijar sus propias reglas. Es una ley que sirvió mucho más de herramienta de disciplina contra la complejidad de un grupo de poder (de una corporación hasta ahora invisibilizada) que para la posibilidad de un cambio cultural. Clarín tenía/tiene medios de calidad y productos de consumo de primera línea muy por encima de la calidad de los medios bendecidos oficialmente. La calidad de la producción cultural del kirchnerismo es inseparable del valor de “resistencia” o denuncia del monopolio. Sólo contiene méritos políticos. Contra la corpo, contra la opo. Nada claro acerca de cómo sería el mundo del día después cuando empiece la posguerra de la batalla cultural (mucha gente se pregunta sobre el destino del gran Marcelo Tinelli). Da miedo ahora -en la inminencia- pensar en las capacidades de quienes deberían empezar a avanzar en la “positiva”, en la agenda de la industria del entretenimiento de la posguerra cultural, ahí cuando la batalla baje intensidades y nos encontremos de nuevo con la sociedad desnuda, una para la cual éstos no fueron tiempos de vida o muerte. Porque la fecha del 7D apunta a un amanecer, a un renacimiento y/o a una extinción. (Nada que se acerque a la realidad concreta de cambios graduales que surjan, del devenir de litigios complejos y de las pequeñas alteraciones de un mapa que cambiará de propietarios esencialmente.)

7.

Estos años contaron la historia política de un grupo con un núcleo duro de intereses y un juego político pendular y movimientista. Clarín: el representante de la clase media reaccionaria. Clarín: el partido de los caceroleros. Clarín: el golpe de estado tácito en democracia. Clarín: el creador del Frepaso. Clarín: el que abrió sus alamedas también a los derechos humanos. Porque el antimenemismo cultural también tuvo contención ahí en los años noventa. Supo ayudar en la “articulación” de escenas de ruptura y continuidad, y repito lo que me quedó de un texto paranoico que escribí para la revista Crisis: Clarín terminó siendo el partido Justicialista de la clase media, el mejor narrador y representante de una modernidad deseada: de casa al mercado y del mercado a casa. Con todo lo amplio, deforme y policlasista que eso sugiere. Como sugirió Horacio González en 678, la historia de Clarín está atravesada por los progresismos fracasados. La historia de sus redacciones. Osvaldo Bayer en los '70, los alfonsinistas, los ex PC’s hoy. Los trotskistas en economía.

8.

Vamos a lo concreto y a la incertidumbre: El 7D empieza algo. El 7D termina algo. El 7D no pasa nada. Muchos problemas del país concreto, estructural, de difícil gestión, siguen ahí. Antes, durante o después de Clarín. Como la tragedia del tren Sarmiento, que expuso la política de transporte y que tiene funcionarios culpables. Más allá de la suerte de un miserable como Magnetto, un país tan grande y tan complejo como la Argentina no se merece este mono-tema por tantos años. Que la justicia ayude a dar vuelta la página. Y que todos se ajusten a ella.  


*Periodista. Suplemento Ni a Palos y columnista en el programa radial Gente de a Pie
GB

7 D, POR MARTIN RODRIGUEZ, OPINION.

01 noviembre 2012

Política y Medios/8D/Por Martín Rodríguez


8D

El 7D empieza algo. El 7D termina algo. El 7D no pasa nada. Muchos problemas del país concreto, estructural, de difícil gestión, siguen ahí. Antes, durante o después de Clarín. Como la tragedia del tren Sarmiento, que expuso la política de transporte y que tiene funcionarios culpables. Más allá de la suerte de Magnetto, un país tan grande y tan complejo como la Argentina no se merece este mono-tema por tantos años. Que la justicia ayude a dar vuelta la página. Y que todos se ajusten a ella.    

Por Martín Rodríguez*

(para La Tecl@ Eñe)


1.

Sólo invocando su “espíritu” podemos decir que la ley más anticapitalista es la que derriba al engendro más capitalista del país. La tan mentada ley de medios ofrece (relativamente) “un mundo ideal” ajeno a los fines de lucro de cualquier negocio frente a una criatura maquiavélica y feroz, tal como se presenta al grupo Clarín, crecido y amparado por diversos gobiernos temerosos de su poder siempre en alza. La ley de medios está diseñada por un núcleo duro de organizaciones sociales e intelectuales que en nombre de la representación popular proyectaron un ideal alternativo y plural de comunicación insostenible si sólo dependiera del mercado. (No hay nada que sólo dependa del mercado, pero entendamos de qué estamos hablando.)


2.

Los medios existen y son poderosos porque son rentables, porque son negocios, porque son medios para otros negocios, y así sucesivamente. Clarín fue expuesto no sólo como un multimedios sino como algo más: como un grupo de poder económico y político, abanderado de la independencia del estado en una actividad siempre bajo el foco de la influencia de la pauta oficial. Es independiente pero “influye” sobre diversos estamentos políticos, parlamentarios y judiciales en beneficio propio. O sea, Clarín es independiente en tanto resiste con su propio mercado su rentabilidad, pero cualquier repaso de su historia obliga a mirar los mil nexos que lo unieron al estado argentino para asegurársela, para crecer, etc. El gobierno expuso la calidad y la raíz de esa “mano invisible” que colocó al grupo en un lugar hegemónico, pretendiendo visibilizar esta batalla como la última de la transición democrática. Clarín enfrenta una gran operación que lo ubica como contradicción principal de un "materialismo histórico" de la democracia argentina. Y su historia atenúa y devuelve una imagen casi heroica del alfonsinismo (con el que también aplicó su rigor). Y un dato más: Menem en 1995 también paladeó el placer triunfante contra un enemigo íntimo en su victoria electoral. También dijo que le ganó a Clarín. Un grupo que lo “acosaba” para beneficiarse en su plan de privatizaciones. Cosa que ocurrió. En suma, derribar a Clarín (según el análisis del kirchnerismo más duro) está a la altura del disciplinamiento a los carapintadas de los primeros años democráticos. Aquel partido militar, siguiendo esta línea, sería la primera capa de un conjunto de corporaciones que hicieron imposible la soberanía de la política. Política versus corporaciones, en estilo alfonsinista, y Clarín –tal la narrativa- representa el lugar de mayor condensación de ese mantra llamado “complicidad civil” de la dictadura (con su rol en Papel Prensa como evidencia de intimidad con el poder de aquellos años duros). Nota: la obligación de un medio por vocación mercantil será siempre la de acompañar los humores sociales. Las mutaciones de las líneas periodísticas, a medida que la democracia y el mercado avanzan, minan un poco el juicio ético. La confusión entre política y negocios es el centro del problema y es un problema sin solución. Que alguien nombre un solo diario sin vinculaciones, tráfico de información e influencias políticas. La ley, esta nueva ley, también disciplina a la política y sus tentaciones de crear corporaciones. Ya que las corporaciones no se crean solas, y, mucho menos, sin ayudas políticas.

3.

Seamos realistas: en el mundo de los negocios nadie puede ser acusado de codicia, de romper códigos o de expandirse sin límites. Todo empresario tiene ese impulso animal, al que desde la sociedad de consumo, la ley o lo que sea se va poniendo límites. Por eso es difícil la narrativa de un grupo económico: ¿cómo contar la colonización de espacios, la sujeción y las trampas como un movimiento moral? ¿Sobre qué vertebra el grupo su relato? Clarín  llevó años de ganador imbatible cuya fuerza alguien la dictaminó así: ningún gobierno resiste más de dos o tres tapas del diario en su contra. Sin embargo todos los razonamientos o argumentos que colocan a ese grupo en el centro de una gran escena maquiavélica se ponen cerca del límite de la paranoia: ¿todo lo inventó Clarín? ¿Clarín fue el aliado oculto del Proceso? ¿Clarín derribó a Alfonsín, planificó privatizaciones e inventó a la Alianza? Ya no sólo su presente, su rol político, sino también toda su historia parecen desproporcionadas, el centro del movimiento de todos los hilos invisibles de los últimos años de historia.


CONTINUA...
GB

CUANDO CLARIN ERA LO QUE NO ES HOY, NO VAN DER KOOY?

A FONDO ARTURO O'CONNELL, ECONOMISTA Y MATEMATICO

Cuando la economía es vulnerable, se negocia mal.

Por Jorge Halperin. De la Redacción de Clarín
Imagen: Firma del Pacto Roca-Runciman

Perón no inventó el intervencionismo del Estado. Sus políticas ya estaban marcadas en los años 30. Esa década no fue una época oscura y aberrante como se cree, sino, en cierto modo, de destrucción creativa. El pacto Roca-Runciman, que dio un gran beneficio a los ingleses sobre la economía argentina, tiene un antecedente en el gobierno de Hipólito Yrigoyen. El economista y matemático Arturo OConnell se divierte descubriendo que algunas de las ideas más difundidas sobre nuestra historia son falsas. Con un doctorado en Cambridge, fue director del Banco Central durante el gobierno de Raúl Alfonsín y secretario general de FLACSO. Investigó en nuestros archivos y en los del Foreign Office británico la historia de las relaciones entre los dos países e interpretó las circunstancias que llevaron a los argentinos a pactar del modo conocido.

¿Su investigación sobre las relaciones entre la Argentina y Gran Bretaña le deparó sorpresas?

-Unas cuantas. Por ejemplo, los investigadores y la gente de mi generación en general heredamos una visión de la primera época de Perón como si hubiera fundado el intervencionismo del Estado. Cuando empecé a investigar me di cuenta de que las raíces de esas políticas se ubicaban claramente en los años 30. Vale decir, los temas del control de cambios, el control de importaciones, el IAPI, las exportaciones del Estado, las juntas reguladoras, todas esas herramientas que usó Perón estaban ya en marcha a mediados de los 30. O sea que la época de Perón fue más una continuidad que el corte que imaginaron tanto los peronistas como los antiperonistas.

¿Hay muchos mitos sobre los años 30?

-Hay errores muy generalizados. La idea de que los 30 había sido una época aberrante y oscura fue más bien un prejuicio. Todos recibimos las imágenes del horror mundial de esa década, la crisis, la desocupación, sus consecuencias políticas. Y, en el caso de la Argentina, la Década Infame, el fraude, la falta de libertades, la corrupción y las discutidas tratativas con los ingleses. Pero, a mediados de los 60, empieza a verse de otra forma. Tanto desde la derecha como desde la izquierda elogiaron las políticas del ministro de Economía de mediados de los 30, Federico Pinedo. Yo mantengo una posición equidistante. Pero, en fin, en los 60 se empieza a pensar que la época de los 30 había sido de destrucción creativa. Hubo una gran crisis, pero las economías se transformaron.

¿Fue así?

-Fíjese: la economía inglesa, en medio de la crisis del imperio, inició un desarrollo industrial distinto e impulsó actividades como la industria eléctrica, la química, la automotriz. Su agricultura se modernizó. Inglaterra, abanderada hasta entonces del librecambio, se cerró y promovió la sustitución de importaciones. En la Argentina también fue así. Se vivió un período duro, pero el país se industrializó.
Claro que el pacto Roca-Runciman entre la Argentina y Gran Bretaña no parece encajar en los beneficios.
-Por eso yo digo que mi posición es distinta. No tengo un juicio tan terminante sobre la negatividad de los años 30, pero tampoco los veo como una época próspera. Trato de estudiar con cuidado cuáles eran las características y circunstancias que afrontaba la Argentina y veo los problemas de un país con tanta apertura económica, con falta de instrumentos de la política y golpeado por la crisis internacional. La investigación en que participé abarca el conjunto de América latina. Eso me permite ver que no hubo la genialidad de un liderazgo, por caso el de Pinedo, sino una tendencia de toda la región.
¿Qué tuvo de genial el control de cambios si lo hicieron todos los países de América latina y buena parte del mundo desarrollado?

Es más, Argentina fue más conservadora que los demás. Las circunstancias lo imponían.

¿Por qué lo imponían?

-Porque, al cabo de la Primera Guerra -y también durante la Segunda- hubo problemas de abastecimiento, lo que movió a darle impulso a la industria local. Se lanzaron al control de cambios, la devaluación, el crédito y la promoción de la industria, no por una gran visión estratégica sino por una necesidad inmediata.

¿Por qué dijo que la Argentina fue más conservadora que otros países?

-Porque el éxito que habían tenido entre nosotros las políticas librecambistas de apertura a la economía internacional había traído tal prosperidad que todo el mundo pensaba que la crisis era pasajera.

¿Cómo cambiar toda la política económica?

Es más, durante la crisis de los 30 la Argentina vivió una coyuntura excepcional: la sequía que abatió casi cuatro años a los EE.UU. -entre el 34 y el 37- y luego a Canadá y Australia. Aumentó el precio internacional de los granos y tuvimos cuatro años excelentes, con los mejores términos de intercambio. Por eso no creo en la genialidad de Pinedo.

¿Cayeron del cielo?

-Cayeron del cielo, cuando la crisis mundial era muy grave. Y ocurrió a los pocos meses que el ministro Pinedo puso en marcha el Plan de Acción Económica Nacional. No le niego que tuvo un par de ideas ingeniosas, como la Junta Nacional de Granos. Su plan fue un toquecito heterodoxo dentro de una política ortodoxa.

Entonces, ¿cuál es su visión del pacto Roca-Runciman?

-Yo trato de verlo desde el ángulo británico y desde el argentino. Gran Bretaña, campeona del libre cambio cuando en la segunda mitad del siglo XIX era una gran potencia, ya en este siglo fue perdiendo el liderazgo económico. Cuando concluye la Primera Guerra, sale con una gran deuda y con un grave problema de competitividad industrial. Abandona el libre cambio y se vuelca a las políticas de preferencia imperial, esto es, a fortalecer vínculos económicos con los países que habían sido parte de su dominio, por ejemplo, Canadá, Australia e India. Busca un área preferencial donde las mercaderías inglesas pudieran entrar en mejores condiciones. Para ello les concede algunos beneficios. Esto empieza a ser una amenaza para la Argentina porque puede ser discriminada y sus productos sufrir aranceles en el mercado británico.

El amigo inglés
¿Era mucho lo que le vendíamos a Gran Bretaña?

-La Argentina abastecía casi el 50 por ciento del consumo británico de carnes. No nos engañemos, era la carne barata. Bien, Londres firma efectivamente el Tratado de Ottawa y les otorga preferencias a países como Canadá y Australia. Ahora era un país proteccionista.

¿Qué le pasaba a la Argentina cuando los ingleses dan preferencias a sus antiguos súbditos?

-Argentina ya tenía un comercio triangular. En el siglo anterior, vendía granos y carne a Gran Bretaña y ellos nos vendían material ferroviario, textiles y maquinarias. Pero, después de la Primera Guerra empezamos a comprar más y más a los Estados Unidos. Eramos un país próspero, con una gran capacidad de consumo y ellos nos proveían elementos de confort que los ingleses casi no hacían porque su industria era más antigua. A partir de 1925, EE.UU. pasa a ser el país que proporcionalmente más exporta a la Argentina. Al mismo tiempo, es un productor agrícola que compite con nosotros, sobre todo en medio de la superproducción que se desató después de la Primera Guerra. Empezaron los roces.

¿Se dividieron nuestros intereses respecto de EE.UU.?

-Sí, pero no tengo que aclarar el peso de los sectores del campo. Para colmo, en enero de 1927 Estados Unidos embarga las carnes de los países que tenían el problema de la aftosa, entre ellos la Argentina. Era gravísimo. El mercado norteamericano aún no era importante pero empezaba a serlo, pero lo peor era el riesgo de que los ingleses hicieran lo mismo. Los influyentes ganaderos ven liquidada esta alternativa frente a la presión inglesa y allí cobra forma aquello de Comprar a quien nos compra que es inventado por el embajador inglés.

¿De allí hubo sólo un paso al pacto Roca-Runciman?

-Mi descubrimiento fue que tuvieron un primer éxito ya en 1928, con el gobierno de Yrigoyen. En realidad, lo trabajó un investigador norteamericano. A los roces de ganaderos y ruralistas con Estados Unidos se sumó el rechazo al intervencionismo militar norteamericano en América y el hecho de que ellos empezaban a comprar empresas en Argentina. Había un fuerte sentimiento antinorteamericano y el presidente radical, que no gozaba, sin embargo, de la simpatía de los ingleses por su política de neutralidad durante la Primera Guerra, envió un emisario a Londres para buscar un acercamiento. Se firmó el tratado con el ministro inglés Davernon, que otorgaba preferencias a la corona. El acuerdo no fue aprobado por el Congreso, pero es un indicio de cómo hay ciertas continuidades en donde sólo vemos diferencias. Usted se refiere a un anticipo del pacto Roca-Runciman.

¿Qué fue, en esencia?

-Para la Argentina, nada más que la promesa de que si Londres aplicaba nuevos cortes en su importación de carnes, ese perjuicio se repartiría entre todos los países, o sea que también Australia y Canadá los sufrirían. Inglaterra consiguió que todas las libras esterlinas que Argentina ganara en su exportación a la isla no fueran convertidas en dólares y quedaran a disposición de las exportaciones inglesas a la Argentina o del envío de remesas de beneficios por las empresas británicas de aquí o de pago de la deuda. Esto movió a la Argentina a bajar sus compras a los EE.UU. y redirigirlas a la isla.

¿Por qué se firmó si había tan poco beneficio?

-Por lo que dije del embargo de Washington a nuestras carnes, por el sentimiento antinorteamericano, porque si los británicos recortaban nuestras exportaciones de carne como amenazaban hubiera sido catastrófico, en fin. En realidad, sólo hubiera afectado al cheer beef, que es un negocio que estaba concentrado en muy pocas empresas ganaderas y navieras de aquí. No habría sido tan importante para el país como no lo sería hoy una drástica caída de las exportaciones al Brasil.

¿Por qué?

-Fíjese: la Argentina exporta en total el 8% de su producto bruto interno. Al Brasil va un poco menos de la tercera parte de ese 8%, o sea un 2,5% del PBI. Si Brasil, por una crisis, cortara el 20% de sus compras a la Argentina, que es mucho, significaría para nosotros una caída del 0,5. Afectaría, sobre todo, al sector automotor, pero ¿a usted le parece grave?

Pasaron muchas décadas del pacto con los ingleses y ahora vivimos en la era de las relaciones carnales con los Estados Unidos. ¿No es algo parecido?

-La diferencia fundamental, para mi gusto, es que Gran Bretaña nos compraba mientras que Estados Unidos, no. Entonces, una economía abierta como la nuestra, que no es muy poderosa, está sujeta a vaivenes enormes. Una dependencia tan grande de productos primarios es también muy peligrosa. Nosotros somos un país que compra a los Estados Unidos y vende a Europa. Eso, en el contexto internacional, es igualmente riesgoso. Cuando la moneda del euro suba mucho, vamos a quedar poco competitivos con Estados Unidos y viceversa. Lo que quiero decir es que, más que ensañarse con el Roca que firmó aquel pacto, con el negociador, hay que pensar acerca de cuán vulnerable es nuestra economía a los vaivenes. Era muy difícil en aquel contexto y con una economía vulnerable no aceptar ciertas presiones británicas. Y otra gran enseñanza es que debemos buscar el multilateralismo y no el bilateralismo en nuestro comercio.

Copyright Clarín, 19/07/98