miércoles, 28 de septiembre de 2011

Chile: "El problema es el modelo neoliberal extremo"



Internacionales
Viernes 23 de Septiembre de 2011 12:38
Escrito por Agencia Paco Urondo

En exclusivo, La Paco entrevistó vía mails a la periodista chilena Verónica Rivera sobre la situación política en Chile. ¿Qué piden los estudiantes? ¿Cuáles son las responsabilidades de la Concertación y del Gobierno de Piñera? ¿Qué rol cumplen los medios?


Agencia Paco Urondo: ¿Cómo sigue el reclamo de los jóvenes? ¿Cuál es la situación ahora?
Verónica Rivera: La marcha de ayer era un gran desafío para el movimiento estudiantil chileno tanto universitario (Confech) como secundarios (Cones y Aces) y Colegio de profesores, luego de la tragedia del avión en Juan Fernández (2 de septiembre) y las celebraciones de fiestas patrias (17,18 y 19). La tragedia del avión, donde 21 personas perdieron la vida, entre ellos conocidos personajes del mundo de la televisión y voluntarios que iban a ayudar a los damnificados por el terremoto y tsunami del 2010, provocaron un tremendo remezón en los medios de comunicación y también en la ciudadanía, copando la agenda por varios días; incluso algunos hablan de una utilización de la tragedia por parte del Gobierno para desviar la atención mediática del tema estudiantil, ya que decreto duelo nacional por 3 días. De hecho la reunión tan solicitada por el movimiento estudiantil con el presidente Sebastián Piñera se hizo el sábado 3 de septiembre cuando está en su máximo apogeo las labores de búsqueda y rescate del avión siniestrada. En estas circunstancias, se hizo una nueva convocatoria para el miércoles 14 de septiembre donde llegaron cerca de 20 mil personas, muy baja en comparación a las marchas masivas anteriores.

APU: En ese contexto, llegan al momento actual.
VR: Los medios y el gobierno empezaron a hablar de un desgaste y una división al interior del movimiento fundamentalmente universitario CONFECH, lo que para los estudiantes siempre ha sido un plus (la diversidad y lo transversal del movimiento). La marcha de ayer superó con creces los pronósticos de los mismos dirigentes. La presidenta de la Fech, Camila Vallejo y vocera de la Confech cifró en más de 180 mil los manifestantes en Santiago, en tanto que el presidente del colegio de Profesores, Jorge Gajardo, habló de más de 300 mil movilizados en todo el país. Esta masiva convocatoria renovó la vigencia y fuerza del movimiento estudiantil. Camila Vallejo habla de “propuestas insuficientes de parte del gobierno” y aseguró que el movimiento seguirá vigente independiente si se dialoga con el gobierno”. En tanto, Giorgio Jackson, presidente de la FEUC y vocero de la Confech que “el pilar del gobierno no es la educación pública y por eso no hay acuerdos. Nosotros queremos cambios más profundos y estructurales, en cambio, el gobierno mantiene en su última propuesta el modelo dejado por Pinochet y que no fue modificado por los gobiernos anteriores”.

APU: ¿Cuál es la respuesta del Gobierno?

VR: El diálogo con el Gobierno sigue en veremos hasta que la autoridad ceda en dos puntos fundamentales que exige el movimiento: congelar los proyectos enviados “unilateralmente” por el Ejecutivo al Congreso y no seguir con la amenaza a estudiantes más vulnerables de perder becas y créditos si no regularizan clases. Sin duda, la intervención de ayer del presidente Piñera en la asamblea general de la ONU colmó la paciencia de los estudiantes secundarios y universitarios. El mandatario sin desparpajo y contrario a todo lo que ha dicho acá en Chile, calificó el movimiento por la Educación como “una causa noble y hermosa”. “Hay un doble estándar. Eso demuestra que el Gobierno está tan aislado que a nivel internacional ha tenido que apoyar el movimiento. Demuestra el nivel de aislamiento porque los países del mundo están apoyando este movimiento”, dijo Camila Vallejo. El vocero de los secundarios (CONES) Freddy Fuentes sostuvo que “cuando Piñera está en Chile criminaliza el movimiento estudiantil”. De todos modos, hay una nueva convocatoria de marcha y paro estudiantil para el próximo jueves 29 de septiembre , una marcha de las minorías sexuales el 1 de octubre por una ley de matrimonio gay, paro el 2 de octubre de la CUT y estudiantes.

APU: A partir del reclamo juvenil se sumaron los reclamos de otros sectores sociales. ¿Por qué pensás que ocurrió eso?
VR: El movimiento estudiantil fue el detonante de otros movimientos sociales que tienen un origen común: el modelo neoliberal extremo que vive Chile y que es herencia de la dictadura militar de Pinochet. Los altos costos de las carreras, aranceles, matrículas que llevaron a los estudiantes a decir basta y exigir una educación pública de calidad y gratuita como la gran batalla, se trasladaron también a otros sectores sociales como los padres y apoderados, la mayoría trabajadores de sectores vulnerables y clase media, que vieron la imposibilidad de poder pagar los estudios a sus hijos y muchas veces debieron endeudarse en extremo, llevaron al estallido de una crisis social sin proporciones en Chile de los últimos 20 años tras la vuelta a la democracia en 1990. Los trabajadores públicos, los cesantes, los trabajadores bancarios, los mineros, los pescadores, las demandas ambientales, las demandas regionales (gas en Magallanes y Cobre para la región de Antofagasta) y también los movimientos de minorías sexuales se han insertado en el movimiento estudiantil que ya lo han rebasado, sin perder este sus propias demandas sectoriales, ahora se trata de un gran movimiento social. En las marchas las exigencias van desde no más lucro en la educación, pasando por el fin al sistema electoral Binominal que no es representativo ni democrático y por el cual puede ser elegido parlamentario uno que haya ocupado el tercer lugar, nueva Constitución, plebiscito para varios temas, Asamblea Constituyente.

APU: ¿Porque esta situación conflictiva estalla ahora con el Gobierno de Piñera y no antes, con la Concertación?

VR: Es difícil determinar qué hubiese pasado de ganar el candidato de la Concertación, Eduardo Frei, en la coyuntura actual. Pero para muchos habría sido igual. Este movimiento venía gestándose desde hace un tiempo y estalló justo en la cara de la derecha porque esta aceleró con su reforma a la educación superior que no era más que una privatización encubierta el malestar de los estudiantes. Pero la crisis de la educación ya tenía antecedentes como el movimiento Pingüino (pingüino se le dice a los secundarios) de 2006 durante el gobierno de Michelle Bachelet. Eso también explica la baja adhesión que tanto la Concertación como la derecha tienen en los jóvenes. Uno de los principales gritos que se ha escuchado en esta revolución estudiantil en las calles de todo el país es “se va a acabar, se va a acabar la educación de Pinochet”. Esto denota claramente que los jóvenes entienden que la educación que administró la propia Concertación de Partidos Por la Democracia es la educación dejada por el dictador. Incluso es más, la proliferación de universidades privadas que lucran a pesar que la ley les prohíbe hacerlo justamente florecieron en democracia, durante los gobiernos de la Concertación. Por eso, el malestar también es contra la actual oposición, porque sienten que fueron traicionados por esta al defender no solo el modelo educacional de la dictadura, si no administrar además el modelo económico de la derecha pinochetista, la misma que hoy gobierna.

APU: ¿Cuál es el rol de los grandes medios de comunicación?
VR: Los grandes medios de comunicación en Chile responden a los intereses de los grandes grupos económicos y de la derecha económica chilena y a algunas transnacionales, que son dueños de los bancos, las isapres, de las empresas del retail (supermercados, tiendas comerciales), de minas de cobre, y de importantes empresas que antes eran estatales y que con Pinochet se privatizaron. Los medios responden a una línea editorial clara de derecha. Por lo tanto, para los estudiantes ha sido casi un parto poder salir bien parados en esos medios. Ya que constantemente tratan de meter “ruido” para dividirlos o dejar en evidencia que hay críticas a la conducción del mismo. Sin embargo, con una paciencia increíble, los jóvenes han sabido manejar con maestría esta “mala leche”, no dejándose provocar y destacando que justamente lo transversal es la riqueza del movimiento estudiantil.Una lucha constante ha sido que los medios masivos especialmente la TV se centran a veces mucho más en los incidentes aislados que provocaron algunos sectores más violentos (encapuchados), incluso de habló de infiltrados por parte de Carabineros para ensuciar el movimiento. Gracias a las redes sociales como Twitter y Facebook, los estudiantes han logrado que la verdad salga a flote y que no se tergiverse sus demandas.

GB

Crónica de las protestas en Wall Street - Por David Brooks



Internacionales Martes 27 de Septiembre de 2011 19:23
Escrito por Juan Ciucc

En el marco de la mayor crisis económica desde el “crack del ´29”, la sociedad norteamericana esta expectante ante las posibles reacciones que puedan producirse. Desde propuestas de marchas, a detenciones y show business; por ahora es poca la acción ante tamaña crisis. Reproducimos un análisis del columnista del New York Time, David Brooks.



En Telesur l Todos desean que sea la plaza Tahrir de Estados Unidos, que sea la Puerta del Sol, o Atenas, o Santiago, y todos -autoridades, medios masivos, izquierdistas- suponen que algo podría o debería estallar en este país ante las crisis, la avaricia empresarial, la severa desigualdad y el desempleo. Tal vez por esto ocurrió algo curioso en el camino para ocupar Wall Street esta última semana.

Foto

A través de las redes sociales de Internet, activistas independientes convocaron a 20.000 personas a "ocupar Wall Street" el 17 de septiembre y denunciar la desigualdad económica, la avaricia empresarial y la corrupción política provocadas por los dueños del dinero y proclamaron su objetivo de crear una plaza Tahrir en el centro financiero de Nueva York. Afirmaron que estaban inspirados tanto por los movimientos árabes como por los indignados de España y el movimiento estudiantil en Chile, entre otros.

El 17 de septiembre se presentaron entre 400 y 500.

Durante la última semana no han logrado su objetivo de "ocupar Wall Street", aunque algunos medios progresistas reportaron, y repiten, que "llegaron miles" y que tenían cercado Wall Street.

Tenían cierta razón, pero al revés. Quien ocupó Wall Street el 17 de septiembre fue la policía. Selló toda la zona alrededor de la Bolsa de Valores de Nueva York y hasta a los turistas les fue negado el acceso durante todo el día (aunque a los manifestantes les permitieron entrar un ratito para "expresarse").

Esa imagen de Wall Street vacío y custodiado por policías, junto a la escena de la famosa estatua del toro en Broadway (símbolo de un Wall Street viril), acorralado por vallas de metal y agentes de policía, fue casi teatral: el Estado protegiendo al capital.

Al final de ese primer día los manifestantes, en su gran mayoría jóvenes blancos y con estudios universitarios, decidieron permanecer en una pequeña plaza a tres cuadras de Wall Street, que fue bautizada Plaza Libertad, y unos 200 activistas han estado ahí toda la semana. El sábado más de 80 fueron arrestados cuando marchaban por la zona de Unión Square, algo que la policía llevó a cabo con fuerza excesiva (lo cual, como siempre, elevó el perfil de las protestas al ser "nota" en los medios, cuando hubieran pasado casi inadvertidas).

Dicen que no se moverán hasta que... bueno, eso lo siguen discutiendo en sus "asambleas generales" diarias, en las cuales afirman que practican la democracia en las calles ante un sistema político corrompido que excluye los intereses de 99% de este pueblo.

"Esta gente de Wall Street juega con nuestro futuro", comentó un participante. Otros dan decenas de variaciones sobre el mismo tema, de cómo Wall Street ha secuestrado la democracia y dejado en su lugar desempleo, deudas y desastre para las grandes mayorías.

Muchos tienen lo que se considera una "buena educación", pero enfrentan un futuro cada vez más oscuro y por ahora, sin empleo. Nuevas cifras de la oficina del censo revelan que los adultos jóvenes ahora padecen el nivel de empleo más bajo desde la Segunda Guerra Mundial (sólo el 55,3% tiene empleo); algunos analistas ya hablan de ésta como la "generación perdida".

Muchos expresan desilusión con el sistema político. Uno comentó: "yo trabajé por la elección de Obama durante meses, pero no lo haría de nuevo". Muy parecidos a sus contrapartes en la Puerta de Sol o El Cairo en ese sentido.

No hay contingentes que representen organizaciones. Hay poco contacto con otros sectores sociales, como sindicatos, organizaciones civiles, inmigrantes o de estudiantes. Muchos se sorprendieron de que no hubiera más gente, ya que en Internet y las redes sociales miles habían expresado apoyo y se habían comprometido a participar. Nadie explica cómo toda esa participación cibernética de los últimos meses (el primer llamado, por la revista canadiense Adbusters, fue emitido en junio, y el mes pasado se sumó Anonymous, la comunidad de "hacktivistas") no se tradujo en una presencia física más amplia en las calles.

Pero tal vez lo más notable de todo no es la dimensión ni las acciones de estas protestas, sino la reacción que provocan.

Esta concentración tan pequeña ha logrado obtener sorprendente espacio en los medios, casi todo positivo, y figuras como Michael Moore, la comediante Roseanne Barr y el satírico Stephen Colbert la han visitado y/o apoyado.

Por otro lado, un gran éxito de este esfuerzo de protesta fue mostrar qué tan amplio es el temor de las autoridades ante la posibilidad de un estallido de ira popular contra el capital financiero. De hecho, el alcalde Michael Bloomberg, el hombre más rico de esta ciudad, al preguntarle su opinión sobre las protestas en un programa de radio, la semana pasada, comentó que hay "muchos jóvenes egresados de la universidad que no pueden encontrar empleo. Eso es lo que ocurrió en El Cairo. Eso ocurrió en Madrid. Uno no desea tener ese tipo de alborotos aquí".

Tanto medios masivos como progresistas enviaron reporteros y cubrieron el acto con inusitada generosidad (en el pasado ha habido marchas de decenas de miles que casi nunca reportan los principales medios del país). Fue como si los medios también desearan, junto con los activistas, que algo grande sucediera, que aquí estallara una versión de la plaza Tahrir.

“Los ricos inteligentes saben que sólo pueden construir las rejas hasta cierta altura… la historia comprueba que la gente, cuando se harta, ya no acepta las cosas…”, comentó Michael Moore sobre esta protesta en una entrevista reciente en un programa de televisión. Llamó a que comunidades de todo Estados Unidos hagan sus propias versiones de "ocupar Wall Street". Afirmó que “hay mucha rebelión burbujeando bajo la superficie de este país… y va a crecer. Esta gente (Wall Street) nos está robando nuestro futuro”.

Pero persiste la gran pregunta: cómo es posible que aún no haya ocurrido aquí algo parecido a lo que se percibe en países árabes, en Madrid y Barcelona, en Santiago de Chile, y más en medio de la peor crisis desde la gran depresión y con una cúpula política reprobada por la gran mayoría de los ciudadanos.

Por ahora no se ha logrado la ocupación de Wall Street. Algunos dicen que esta acción es "un primer llamado" a lo que podría convertirse en algo más grande.

Muchos están a la espera, tanto los poderosos como los que podrían hacerlos temblar.


En el marco de la mayor crisis económica desde el “crack del ´29”, la sociedad norteamericana esta expectante ante las posibles reacciones que puedan producirse. Desde propuestas de marchas, a detenciones y show business; por ahora es poca la acción ante tamaña crisis. Reproducimos un análisis del columnista del New York Time, David Brooks.



En Telesur l Todos desean que sea la plaza Tahrir de Estados Unidos, que sea la Puerta del Sol, o Atenas, o Santiago, y todos -autoridades, medios masivos, izquierdistas- suponen que algo podría o debería estallar en este país ante las crisis, la avaricia empresarial, la severa desigualdad y el desempleo. Tal vez por esto ocurrió algo curioso en el camino para ocupar Wall Street esta última semana.



A través de las redes sociales de Internet, activistas independientes convocaron a 20.000 personas a "ocupar Wall Street" el 17 de septiembre y denunciar la desigualdad económica, la avaricia empresarial y la corrupción política provocadas por los dueños del dinero y proclamaron su objetivo de crear una plaza Tahrir en el centro financiero de Nueva York. Afirmaron que estaban inspirados tanto por los movimientos árabes como por los indignados de España y el movimiento estudiantil en Chile, entre otros.

El 17 de septiembre se presentaron entre 400 y 500.

Durante la última semana no han logrado su objetivo de "ocupar Wall Street", aunque algunos medios progresistas reportaron, y repiten, que "llegaron miles" y que tenían cercado Wall Street.

Tenían cierta razón, pero al revés. Quien ocupó Wall Street el 17 de septiembre fue la policía. Selló toda la zona alrededor de la Bolsa de Valores de Nueva York y hasta a los turistas les fue negado el acceso durante todo el día (aunque a los manifestantes les permitieron entrar un ratito para "expresarse").

Esa imagen de Wall Street vacío y custodiado por policías, junto a la escena de la famosa estatua del toro en Broadway (símbolo de un Wall Street viril), acorralado por vallas de metal y agentes de policía, fue casi teatral: el Estado protegiendo al capital.

Al final de ese primer día los manifestantes, en su gran mayoría jóvenes blancos y con estudios universitarios, decidieron permanecer en una pequeña plaza a tres cuadras de Wall Street, que fue bautizada Plaza Libertad, y unos 200 activistas han estado ahí toda la semana. El sábado más de 80 fueron arrestados cuando marchaban por la zona de Unión Square, algo que la policía llevó a cabo con fuerza excesiva (lo cual, como siempre, elevó el perfil de las protestas al ser "nota" en los medios, cuando hubieran pasado casi inadvertidas).

Dicen que no se moverán hasta que... bueno, eso lo siguen discutiendo en sus "asambleas generales" diarias, en las cuales afirman que practican la democracia en las calles ante un sistema político corrompido que excluye los intereses de 99% de este pueblo.

"Esta gente de Wall Street juega con nuestro futuro", comentó un participante. Otros dan decenas de variaciones sobre el mismo tema, de cómo Wall Street ha secuestrado la democracia y dejado en su lugar desempleo, deudas y desastre para las grandes mayorías.

Muchos tienen lo que se considera una "buena educación", pero enfrentan un futuro cada vez más oscuro y por ahora, sin empleo. Nuevas cifras de la oficina del censo revelan que los adultos jóvenes ahora padecen el nivel de empleo más bajo desde la Segunda Guerra Mundial (sólo el 55,3% tiene empleo); algunos analistas ya hablan de ésta como la "generación perdida".

Muchos expresan desilusión con el sistema político. Uno comentó: "yo trabajé por la elección de Obama durante meses, pero no lo haría de nuevo". Muy parecidos a sus contrapartes en la Puerta de Sol o El Cairo en ese sentido.

No hay contingentes que representen organizaciones. Hay poco contacto con otros sectores sociales, como sindicatos, organizaciones civiles, inmigrantes o de estudiantes. Muchos se sorprendieron de que no hubiera más gente, ya que en Internet y las redes sociales miles habían expresado apoyo y se habían comprometido a participar. Nadie explica cómo toda esa participación cibernética de los últimos meses (el primer llamado, por la revista canadiense Adbusters, fue emitido en junio, y el mes pasado se sumó Anonymous, la comunidad de "hacktivistas") no se tradujo en una presencia física más amplia en las calles.

Pero tal vez lo más notable de todo no es la dimensión ni las acciones de estas protestas, sino la reacción que provocan.

Esta concentración tan pequeña ha logrado obtener sorprendente espacio en los medios, casi todo positivo, y figuras como Michael Moore, la comediante Roseanne Barr y el satírico Stephen Colbert la han visitado y/o apoyado.

Por otro lado, un gran éxito de este esfuerzo de protesta fue mostrar qué tan amplio es el temor de las autoridades ante la posibilidad de un estallido de ira popular contra el capital financiero. De hecho, el alcalde Michael Bloomberg, el hombre más rico de esta ciudad, al preguntarle su opinión sobre las protestas en un programa de radio, la semana pasada, comentó que hay "muchos jóvenes egresados de la universidad que no pueden encontrar empleo. Eso es lo que ocurrió en El Cairo. Eso ocurrió en Madrid. Uno no desea tener ese tipo de alborotos aquí".

Tanto medios masivos como progresistas enviaron reporteros y cubrieron el acto con inusitada generosidad (en el pasado ha habido marchas de decenas de miles que casi nunca reportan los principales medios del país). Fue como si los medios también desearan, junto con los activistas, que algo grande sucediera, que aquí estallara una versión de la plaza Tahrir.

“Los ricos inteligentes saben que sólo pueden construir las rejas hasta cierta altura… la historia comprueba que la gente, cuando se harta, ya no acepta las cosas…”, comentó Michael Moore sobre esta protesta en una entrevista reciente en un programa de televisión. Llamó a que comunidades de todo Estados Unidos hagan sus propias versiones de "ocupar Wall Street". Afirmó que “hay mucha rebelión burbujeando bajo la superficie de este país… y va a crecer. Esta gente (Wall Street) nos está robando nuestro futuro”.

Pero persiste la gran pregunta: cómo es posible que aún no haya ocurrido aquí algo parecido a lo que se percibe en países árabes, en Madrid y Barcelona, en Santiago de Chile, y más en medio de la peor crisis desde la gran depresión y con una cúpula política reprobada por la gran mayoría de los ciudadanos.

Por ahora no se ha logrado la ocupación de Wall Street. Algunos dicen que esta acción es "un primer llamado" a lo que podría convertirse en algo más grande.

Muchos están a la espera, tanto los poderosos como los que podrían hacerlos temblar.

En La Paco Urondo Periodismo Militante.
GB

lunes, 26 de septiembre de 2011

EL FMI AYER HOY SIEMPRE

El compañero Norberto Galasso nos sigue ilustrando acerca del rol del FMI relacionado con nuestro país, su visión permanente de saqueo y humillación para con nuestro pueblo y su tierra.

En el año 1988 Alejandro Olmos presenta un juicio contra la Deuda Externa Argentina. su fallo se conoce en el 2000.
El juez reproduce las concluciones de los peritos a pesar de vencer los plazos legales para toamr alguna determinación legal al respecto.
Afirman Alberto Tandurella y Sabatino Forino:

"el acrecentamiento de la Deuda Extena privada y pública entre 1976 y 1982 fue excesivo, perjudicial y carente de justificación económica, financiera y administrativa (y que)las consecuencias actuales y futuras del aumento de la deuda extena en el país son extremadamente perniciosas, los servicios de la deuda no pueden pagarse y las responsabilidades, aunque puedan ahora hacerse efectivas, han dañado el prestigo internacional del país, su vida política e institucional, el orden jurídico, el sistema y la estructura económica, la paz social y la tradición histórica de la República.".

"Aceptaron (los militares y sus cómplices civiles)recomendaciones del FMI que llevaban a deteriorar la estrucutra productiva del país, lesioanr su armonía social y dañar el orden político".

Y para consolidar esta posturaa reproducimos las palabras de William L. Chapman y José Gomariz, peritos nombrados por la Academia de Ciencias Económicas, bajo la presidenia de uno de los hombres de Martínez de Hoz: Guillermo Walter Klein (padre):

"Existen fundamentos para opinar que la administración de la deuda externa del país se realizó de una manera nada prudente, de forma tal que el acrecentamiento producido en el endeudamiento entre 1976 y 1982, no parece tener justificación económico-financiera, ni administrativa (y) de las evidencias obtenidas sobre la administración de la deuda externa del país existen actos aparentemente irregulares de los que serían prima facie responsables los ministros de economía, presidentes del Banco Central y directores y funcionarios de organismos estatales actuantes en ese período."

Por GB

La Presidenta y el FMI.

"En una crisis económica, la reducción del gasto solo empeora las cosas: la recaudación impositiva,el empleo y la confianza en la economía también decaen. Sin embargo, el FMI pidió recortes y la Argentina obedeció, achicando el gasto, a nivel federal, el 10% entre 1999 y 2001. El panorama de derroche , respecto al presupuesto argentino, de que se habló en el exterior, es muy injusto. Los números oficiales revelan un déficit inferior al 3% del PBI.E incluso ese 3 % es engañoso, por la desición de la Argentina de privatizar su sistema de seguridad social en los 90, una medida estimulada por el FMI. Con ese cambio, el dinero que habría estado "dentro del presupuesto" quedó "afuera". Si la Argentina no hubiera privatizado, su presupuesto del 2001 habría arrojado superávit. La experiencia argentina se lee así: esto es lo que le pasa a los mejores alumnos del FMI. El desastre no se produce por no escuchar al FMI, sino precisamente por escucharlo."<strong>

Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía.
Cita del compañero historiador Norberto Galasso en su Historia de la deuda externa argentina.
A su vez es tomada del diario Clarín del 17 de mayo del 2002.

Soberanía política, Justicia Social e Independencia Económica de esto se trata siempre.
Prof GB

domingo, 25 de septiembre de 2011

El inefable Julio Blank, periodista de Clarín.

Según textuales palabras de este caballero de amplio criterio gorilesco, en la localidad de Loreto, provincia de Corrientes, "un paraje recóndito", se produjo algo que le causó asombro.
Según su relato en el amtutino de hoy, un empresario le contó como, en un festejo patrio, los niños y niñas de las escuelas del lugar (de apenas 3.000 habitantes)desfilaron junto a las indtituciones del peublo con sus netbooks del programa Conectar Igualdad.

Asombrado Blank si bien le daba crédito a esta información no ocultaba sus dudas, (su bronca?)y su falta de comprensión.
Qué no comprende?, a pesar de los votos, por ejemplo, o a pesar suyo, que el peronismo con Juan y Eva entregaba el vaso de leche en la escuela y las máquinas de coser Singer a las mamás para que en su hogar tuvieran trabajo mientras se construía la Argentina industrial.

Y sí Blank, el peronismo es así, de auerdo a cada época; del vaso de leche a las computadoras personales para que los chicos y las chicas estudien.

A pesar de Clarín y sus coreutas de la oposición canallesca.

GB

Vargas y Scalabrini Por Horacio González

*

Sería interesante pensar –discretamente, pues casi todo ya ha sido pensado– sobre la condición del intelectual. Pero posterguemos unas líneas la aparición de Vargas Llosa y en primer lugar veamos el caso de Raúl Scalabrini Ortiz. Me gustaría proponer que se trata de un intelectual sacrificial, al que defino como el que unge su prédica en términos de una misión trascendental. Nadie se la ha otorgado, pero se le va la vida en ello. Así, pone el sacrificio personal como precio de la verdad. Le sobrevuela la idea de suicidio, que Lugones había establecido, aunque no lo cometa. Su interés es por las grandiosas revelaciones. Las que suceden cuando en la conciencia colectiva se clavan los aguijones de la magna denuncia. Estas pueden consistir en el hecho de que todo está corroído. En que ha triunfado el mal bajo el nombre del bien, lo ilógico bajo el nombre de lo normal. Scalabrini abunda en estos temas; es su método para las reprobaciones. “Falso, todo es falso”, exclama angustiado cierta vez. Es que percibía una enaltecida trama cultural, pero dentro de ella se asfixiaba el país. Empréstitos ingleses, ferrocarriles ingleses, un Banco Central “hecho para los ingleses”.

Las tergiversaciones políticas que afectaban al cuerpo social las sentía en su propio cuerpo como malestar, oscura enfermedad. La escritura tenía, por eso, un aire febril. Era un sacramento. Equivalía a un síntoma, expresaba una dolencia. Ya en El hombre que está solo y espera había una idea antropomórfica de la naturaleza, de los ríos, el paisaje. Dice del hombre porteño, modo espiritual y mineral de la vida nacional: “Aventa las teorizaciones arqueológicas, poda la ampulosidad de los conceptos, humilla la arrogancia de los contextos legalistas y manumite al hombre de la artificiosa hojarasca literaria que le recubría...”. Con verbos un poco enrarecidos, señalaba un programa sensitivo, apoyado en grandes alegorías y recónditas energías vitales. Sin dictámenes letrados ni instituciones aúlicas. La teoría, la ley, la “hojarasca literaria”, como buen modernista, eran condenadas por Scalabrini. El asombroso éxito del libro, en 1931, le dicta un paradojal sentimiento. El del retiro del ruido mundano hacia el gabinete del estudioso que en soledad arroja sus dardos contra el demonio, como Lutero lanza su tintero en Wartburg.

Halperín Donghi le reprocha a Scalabrini que su estudio sobre cómo el país ha sido ahogado por el imperialismo inglés tiene un sabor demonológico. No es justo este dictamen, si se tratase de un acto sumario de descalificación. Sin embargo, es cierto que Scalabrini tiene una noción de culpa histórica y una tendencia a exorcizar los males colectivos desde una fuerza telúrica espiritualizada. Pero lo hace con una entrega inusual hacia la investigación de los archivos, que a partir de él pueden ser considerados yacimientos donde el destino de la ciencia convive con el sigiloso hechizo de los secretos que se guardan y deben ser revelados. Con él los archivos recobran el aire misterioso de cerrojo a la verdad que hay que revolver con intuición santa. Si se tiene en cuenta que el hombre de Corrientes y Esmeralda debía “aventar las teorizaciones arqueológicas”, para Scalabrini, hijo de un gran paleontólogo y autor de la célebre frase sobre “el subsuelo sublevado de la Patria”, no se presentaban tan fáciles las cosas. Cierta preferencia por hombres vitales y candorosos, abiertos hacia el mundo con su pudor casi místico, componía una parte de su libreto existencial. Pero había que excavar profundo, resguardarse de las acechanzas, expulsar de sí mismo la posible flojera ante fuerzas tan poderosas a ser denunciadas –un imperio–, y crearse una ética de soledad y esperanza para oscuras épocas de simulación.

Solamente Martínez Estrada llega tan lejos como Scalabrini en cuanto al profetismo laico que le atribuye a la tarea intelectual. Es cierto que estos dos hombres devocionaban cosas diferentes –uno, a la nación como redención moral; el otro, a la moral como forma vital de salvación–, pero usaban los mismos planos oculares, una misma hipótesis sobre lo insondable que emerge y se subleva. Ambos trataban sobre una escisión complementaria de un único momento: la verdad como encierro a liberar, lo falso que oprime en la superficie. El acto liberador debía constituirse, antes o después, en texto. Por eso, decimos ahora: cualquier canon nacional reconstruido debe poner a estos dos escritores frente a frente. Conmocionado, Scalabrini imaginó que los hombres del subsuelo que marchaban por las calles en 1945, no tanto salían con su libro en la mano, sino que salían “desde” su propio libro de 1931. Excesivo, Martínez Estrada pensó también que “desde” su libro de 1933, Radiografía de la pampa, emergían los personajes sociales que se manifestaban en la ciudad de esa misma década del ’40. Son dos intelectuales que conocieron por igual –diferencias políticas aparte– la fuerza del texto propiciador, incluso profético, y el martirio de su propia vida ofrecido como prueba de que los ensalmos salvadores no aparecían.

¿Persisten intelectuales de este rango? ¿Los años foucaultianos, con su intelectual cartógrafo o micropolítico, no los han desplazado? ¿Los modelos de investigación universitaria, las redes institucionales de tecnologías archivísticas y modelos de pesquisa, no los han convertido en anacrónicos? ¿Las foundations neoconservadoras no han creado una nueva figura del converso, el sepulturero más eficaz del pasado que lo persigue quedamente?

Sin embargo, se sigue devocionando a Rodolfo Walsh, que también cultivaba una noción de sacrificio, de aciagos días de justicia. Viñas había pensado mucho esta cuestión y había inventado un aforismo: a mayor criticismo, mayor riesgo. La tesis sobre el riesgo era también la punta trágica viñesca, pero en una época en que no había audibilidad para los lenguajes del tormento existencial. Ya Borges los había condenado por “patéticos”, en pleno momento del compromiso sartreano. Ensayó su respuesta en una literatura que refugió en grandes alegorías universalistas su profundo núcleo nacional y sembró sus alrededores de airadas conjeturas políticas. Terribles opiniones, verdaderos caprichos infantiles, convivieron con una magnífica obra que surge de los mitos más íntimos de la vida y el lenguaje. En cuanto a Cortázar, deslindó el problema y anunció en el preámbulo de Rayuela que no era concebible que un hombre pudiera cargar con los problemas y la representación de una nación: sincero reconocimiento de su propio juego literario.

¿Qué nos trae en cambio Vargas? No es el intelectual en su cartuja, pues está en el mundo, combate y caracolea. Curiosamente, retoma la idea de señalar las heridas del mundo para reencaminarlo, darle verdad frente a los hombres equivocados, como él dice haberlo estado, melancolía mediante, en los años sesenta. ¿Pero es el escritor destinado a conmoverse por los rumbos de una comunidad y lanzar sus profecías doloridas? Político que viaja con sus certificados, sus ujieres y palafreneros, alerta sobre los males presentes, por lo general resumidos en la expresión “totalitarismo”. Algo de aristocrática perversidad –se conoce su preferencia por el famoso y sutil escrito de Flaubert sobre las épocas de la historia entendidas según los tipos de zapatos femeninos– lo lleva a convivir con las incultas derechas argentinas. ¿Sufre allí su castellano apacible y bien modulado? No parece cuando suelta la lengua y arroja su tintero contra los demonios del populismo, ante la risa gorda de los recaderos del macrismo.

Pero de inmediato comprendemos que Vargas Llosa ha aprendido mucho de los políticos que actualmente frecuenta. Llega un momento en que modula la voz, retira adjetivos, calcula sus pasos, exhuma una distraída dulzura de hombre superior y acude al real goce del provocador, que es asumir la máscara ritual del fauno herido en su momento de prudencia y calma: “No vine a provocar”. Es que con los antiguos elementos del intelectual que llamamos sacrificial, actúa protegido por penumbrosas fundaciones, corporaciones mediáticas y conglomerados de derecha. Pero no corre riesgos, lo protegen símbolos de intocabilidad. Aunque su caso demuestra que estamos debatiendo sobre la historia viva del intelectual latinoamericano de la contemporaneidad, pues como sea –sofocados, invertidos, transfigurados, astutamente alterados–, los motivos de Vargas saben despertar un interés libertario. Late en ellos su drama personal, restos apagados de viejos debates, recuerdos que ahora sólo parecen amables conversaciones con aduladores de turno, y que en algún momento debieron ser turbulencias como las que ahora permanecen en el espíritu de los intelectuales latinoamericanos que viven en la espesura de la historia actual y no en el foro de las convenciones de las derechas mundiales.

¿Pero es de derecha Vargas Llosa? La genealogía del inquisidor, convertido luego en el moderno comisario político, es de las historias que despiertan inmediata adhesión. El la cuenta bien. ¿Quién las cuestionaría? Todos desearíamos ser hijos de la crítica a la intolerancia. Y efectivamente lo somos, al punto de una verdad a la que Vargas no ha llegado. Porque los verdaderos enemigos de la intolerancia, lo somos porque –nuevamente–, estamos inmersos en la dialéctica del lenguaje, en sus grandes paradojas, y menos en lo que ahora, en Vargas, es la cómoda linealidad de un liberalismo cuya ambigüedad da por descontada. Es liberal para trazar la historia de la modernidad y es liberal mientras se palmea con Hernán Lombardi. ¿No hay diferencias entre ambas acepciones? Entonces, su condición de hombre de derecha la da menos su vieja problemática literaria impregnada de una chispa que sin duda no ha cesado –pues piensa como un ironista liberal puro–, que su falso candor, repleto de ardides. Los ha mostrado, “encantadoramente”, en su discurso de la Feria. Y en verdad es encantador, hasta que el peso de la historia una y otra vez pone pesadas comillas en esta frase, sin abandonarla.

En su discurso desgranó estos temas, entre afirmaciones interesantes pero vagas, y trivialidades que no dejaban de ser simpáticas. Se mostró como si un personaje del Marqués de Sade, ahogando sus pasiones previsibles, se transformara en un amable conversador que da explicaciones sobre sus buenas novelas de iniciación de un modo que lo acerca –es una pena– a las pedagogías obligatorias de la globalización. El gran hombre relata sus complacientes fórmulas luego de darle consejos a la Presidenta y rezongar sobre premios como lo haría algún espíritu escéptico del siglo XVI. Como diría Sartre, su sinceridad suena de mala fe. Me gustó escucharlo. No dejó de coincidir con las palabras que en espejo poco antes dijo Bergoglio, ambos asombrados de tanta “crispación”. Dijimos que había “dos” Vargas Llosa. Ahora pienso que hay muchos, variados géneros multicolores de “Vargas Llosa”, replicantes que habitan un solo cuerpo. Interesante enigma, que nos instiga luego de este debate, que no fue vano, a respetar esas banalidades donde se cuela la tragedia real del novelista que es, y a imaginar un nuevo tipo de intelectual latinoamericano que permita el balance entre aquel éxtasis scalabriniano y este candoroso liberalismo vargaslloseano. En su misma exposición, la palabra “liberalismo” se mostró una de las tantas máscaras abstractas que no logra abarcar el conjunto de temas de un debate que excede –lector de Madame Bovary como él es y somos todos–, sus pasmosas ensoñaciones, ingenuidades y sofismas. Nadie le pide bolivarismo, en cambio es afligente su bovarysmo.

* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

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Otro país, es posible.

Crónica de un 25 en mi plaza
Por Mempo Giardinelli

Escribo esto al caer la tarde del 25 de Mayo y en caliente. No pensaba ir a la plaza central de Resistencia por varias razones: la visita de la Presidenta tuvo a esta ciudad en obras por dos semanas y el tránsito fue un lío; yo jamás voy a actos oficiales, y encima el martes el calor y la humedad fueron insoportables y ayer amaneció lloviznando.

Me disponía a ver la celebración por la tele, cuando llegó una inesperada invitación personal del gobernador Capitanich para ir al palco presidencial. Era tonto no aceptar y allí estuve, saco de lino claro sin corbata y en la mano una invitación que abría todas las puertas.

Jamás me habría imaginado una jornada tan particular. Nunca antes asistí a un Tedéum, y hacía mil años que no entraba a una iglesia, salvo como turista y en otros países. Pero ahora estaba en la misma catedral en la que hace medio siglo tomé mi olvidada primera comunión; frente al altar estaban la Presidenta, el gobernador, el obispo Sigampa, la intendenta local y un variado cuerpo diplomático y de prelados; cantaba el coro polifónico, una multitud estiraba los cuellos para verlos, y yo meta saludar a gente que me miraba con asombro, como a sapo de otro pozo.

Enseguida el obispo leyó un texto interesantísimo: una rara alocución entre kirchnerista y antiaborto, que encomió la Asignación Universal por Embarazo, la inclusión social y las nuevas tecnologías. Notable, aunque no tanto, para mí, como la constatación de mi “popularidad” y mis años cuando Aníbal Fernández me saludó: “Cómo le va, señor”.

Algo desconcertado, seguí la larga fila que entraba al Salón Obligado de la Casa de Gobierno –una cuadra más allá de la catedral– donde me salvó un cartel que decía “Besamanos” (sic) e indicaba con una flecha el rumbo a seguir. Me di vuelta para no entrar y justo me topé con Nilda Garré, que es amiga desde hace décadas, y nos dimos un beso. Detrás venía el senador Pampuro, que inesperadamente también me dio un beso. Y varios legisladores y altos funcionarios de rostros periodísticamente familiares pero cuyos nombres ignoro me zamparon más y más besos. Y en eso llegó el gabinete en pleno de Capitanich, varios de cuyos ministros son amigos, ya que –se sabe– en los pueblos nos conocemos todos, y de tantos besos eso ya era para pensar mal.

Regresé por donde había entrado y subí al enorme palco, que estaba vacío. Elegí la última fila para contemplar desde ahí a la multitud, que ratificaba una vez más la fuerte popularidad de Coqui –como todos llaman al gobernador local–, quien para media muchedumbre debería ser elegido candidato a la vicepresidencia, aunque la otra mitad teme que lo sea y luego resulte un lío la sucesión local.

Enseguida se produjo la impactante entrada en escena de la Presidenta, seguida de Coqui y de la sobria dignidad de Aída Ayala (la ya veterana intendenta radical de Resistencia, reelecta en 2009 y nuevamente candidata en octubre), quien se bancó sonriente todos los chiflidos aunque –justo es decirlo– recibió también muchos aplausos obviamente kirchneristas.

Los discursos fueron previsibles. Coqui y Cristina dijeron lo que se esperaba de ellos. Genuinamente peronistas, sin anuncios espectaculares, el de ella me impactó por la emoción que la domina cuando evoca a su marido. Su viudez me recuerda a la de mi madre y mi hermana, viudas provincianas todo dolor y entereza. Me parece admirable ese rasgo de la Presidenta, que, sin embargo, algunos argentinos/as odian. Qué raro es este país, me dije. Ocho años después es otro, mucho mejor, pero el odio está desatado.

A esta altura del texto debo decir, una vez más, que no soy K. Sí apoyo a Cristina y su gestión en lo que me parecen sus mejores aspectos (derechos humanos, Fuerzas Armadas, seguridad, educación, cultura y el rumbo económico) pero mantengo objeciones muy serias, y en primer lugar que no hay un solo corrupto preso.

Durante todo el acto yo pensaba, sobre todo, en nuestra democracia. ¿Qué hacía yo ahí, cuando hace sólo 30 años estaba en el exilio y este país era una carnicería? Y pensaba en mis amigos que odian a Cristina y al Gobierno. Yo me siento incapaz de odiar. Ni siquiera odié a los milicos durante la dictadura. Los enfrenté como medio país, pero no los odié. Es un sentimiento mediocre el odio. Degrada al que odia, más que al odiado. Y además, cosa curiosa, aquí los que odian son los ricos. Por algo será, me dije, aunque sé que la frase es lamentable. Pero es lo que sucede: los ricos más ricos son los que más odian. En el Chaco es así. En la Argentina toda.

De pronto me acordé que en esta misma plaza chaqueña y para este mismo diario, en enero de 2002 escribí la contratapa más triste de mi vida. Me pregunté: ¿Y hoy qué escribiría? Respuesta inmediata: lo mucho que ha cambiado este país. Ahora es mejor, más inclusivo, más justo aunque todavía no se haya alcanzado la justicia social que anhelamos. Más igualitario. Algunos dicen que fue por el “viento de cola”. Bueno, pero alguien supo conducir el barco. No es poco, señores, no se vale ser tan mezquinos.

Entonces me di cuenta de que también estaba mirando el primer desfile militar desde que hice la colimba, y sin sentir rabia. Estas son otras Fuerzas Armadas, me dije, si hasta la marcha “Curupaity” me parece hermosa. Y reparé en que el grupo de Artillería local, y los Granaderos y los Patricios desfilaban debajo de una enorme bandera roja con el rostro impreso del Che. Y más allá había banderas del Partido Comunista mezcladas con las de peronistas. Y desfilaban soldados con soldadas. Carajo si era todo diferente.

Qué bueno que vine, me dije. Y después entró Fuerza Bruta y la Banda de los Granaderos empezó a tocar un chamamé. Ahí me decidí a pasar esto en limpio.

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