domingo, 30 de junio de 2024
FIGUERAS DIXIT/ https://www.elcohetealaluna.com/la-hora-de-los-lumpenes
Cuando habló del momento en que le disparó a Cristina, Sabag Montiel puntualizó que le había apuntado a la cara. ¿Se dijo ya que la intención de borrar los rasgos de una mujer de un tiro es, además de un crimen, el rasgo característico de una misoginia rampante?
Fernandito y las minas poderosas. Ahí hay problemas, che.
Lo que no deberíamos permitir es que toda esta menesunda nos haga olvidar lo esencial. Que un tipo se arrogó el derecho de acabar con otra persona. Que un machito quiso asesinar a una mujer. Que un tipo tan carente de amigos y de amor como de talentos y logros intentó matar a una mujer, pero no a cualquier mujer: justo a esa que estaba rodeada por miles de personas que, sin conocerla directamente, estaban allí para agradecerle que hubiese mejorado sus vidas, en nombre de millones que, aunque no pudieron llegar, deseaban expresarle lo mismo.
Eso es lo que Sabag Montiel estuvo a punto de lograr: que la Argentina del bienestar de las mayorías terminase obliterada por la Argentina del resentimiento.
No la mató. Pero, como lo demostraron los meses que siguieron al hecho, la dejó herida de gravedad.
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Desde el 1 de septiembre del 2022, muchos de esos inquisidores vienen haciéndose los pelotudos. Pero ellos saben bien quiénes son y qué es lo que hicieron, qué rol desempeñaron en este drama. Sabag Montiel se tomó el trabajo de mencionar a uno de ellos, Eduardo Feinmann. Para justificar su decisión de apelar a la violencia, mencionó dos razones con la misma rigurosidad que emplean Feinmann y el resto de su calaña cada vez que se enfrentan a cámaras y micrófonos: dijo que Cristina era una ladrona y una asesina. Y lo dejó ahí. No sintió necesidad de elaborar o dar razones de la condena que dictó contra Cristina en el tribunal de su alma ("ya son sabidas, cualquier persona siente lo mismo que yo", dijo), del mismo modo en que nadie se ve compelido a explicar que el cielo es azul y que el agua moja — cosas tan evidentes, que quedarían eximidas de la demanda probatoria. Pocas cosas me resultan más escandalosas que la cantidad de tiempo y recursos —humanos, pero también económicos y tecnológicos— que el poder malgastó atacando a Cristina durante dos décadas, sin poder acusarla de nada con pruebas fehacientes. Tenemos el Poder Judicial y el periodismo mainstream más inútiles, y despilfarradores, del mundo.