Desde el 1 de septiembre del 2022, muchos de esos inquisidores vienen haciéndose los pelotudos. Pero ellos saben bien quiénes son y qué es lo que hicieron, qué rol desempeñaron en este drama. Sabag Montiel se tomó el trabajo de mencionar a uno de ellos, Eduardo Feinmann. Para justificar su decisión de apelar a la violencia, mencionó dos razones con la misma rigurosidad que emplean Feinmann y el resto de su calaña cada vez que se enfrentan a cámaras y micrófonos: dijo que Cristina era una ladrona y una asesina. Y lo dejó ahí. No sintió necesidad de elaborar o dar razones de la condena que dictó contra Cristina en el tribunal de su alma ("ya son sabidas, cualquier persona siente lo mismo que yo", dijo), del mismo modo en que nadie se ve compelido a explicar que el cielo es azul y que el agua moja — cosas tan evidentes, que quedarían eximidas de la demanda probatoria. Pocas cosas me resultan más escandalosas que la cantidad de tiempo y recursos —humanos, pero también económicos y tecnológicos— que el poder malgastó atacando a Cristina durante dos décadas, sin poder acusarla de nada con pruebas fehacientes. Tenemos el Poder Judicial y el periodismo mainstream más inútiles, y despilfarradores, del mundo.
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