domingo, 1 de noviembre de 2020

ALIVERTI...CLARISIMO COMO EL AGUA.

 EL PAÍS

Guernica, la carta de Cristina y otros aspectos

Imagen: Bernardino Avila

Tal vez, excluidas las paranoias continuas por la cotización del dólar, haya sido la pasada una de las semanas más intensas del año.

El décimo aniversario de la muerte de Kirchner, con unas manifestaciones populares que los medios volvieron a no reflejar en toda su magnitud.

La carta de Cristina.

El acontecer de Guernica, expresado como desalojo o represión a secas.

La novela de los Etchevehere, mudada a cuestión de interés nacional porque la oposición supo usufructuarla.

Por unas horas, esas horribles imágenes de lo sucedido en Guernica (junto al cantadísimo fallo de la jueza entrerriana a favor del patrón provincial, en un conflicto que el Presidente bien definió como “cosas que pasan entre ricos”) suspendieron la interminable serie de conjeturas sobre lo reflexionado por Cristina.

Si algo debiera estar claro es que en el fondo de Guernica hay una infamante justicia de clase.

Todo lo demás, aunque atractivo y necesario de analizar, es secundario en medida prevalente.

De sólo ver ese campo pelado de cien hectáreas al servicio de la especulación inmobiliaria, de la avanzada policial, de las excavadoras, no habría más nada que decir.

¿Querían Justicia independiente, los promotores de que el kirchnerismo estuvo detrás de la toma?

Ahí la tienen a la Justicia ésa, en todo su esplendor.

El gobierno bonaerense hizo, al parecer, todo cuanto estuvo (¿y supo?) a su alcance, que significó acordar con la inmensa mayoría de las familias asentadas (732) del primer colectivo.

Después, las cifras se confunden entre ese conjunto que aceptó las proposiciones oficiales; un grueso adosado tras que aquéllas se retiraran; los agregados que efectivamente permanecieron; los que no tenían “nada que ver” con el lugar; quienes fueron censados a posteriori y quienes, de esos relevados, permanecieron allí.

Si el gobierno provincial fue haciendo todo lo que propuso y supo, ¿no debió haberlo comunicado paso a paso, para evitar comerse el marcaje de su palo por haber cedido a que se reprimiera?

Y se presta a otra discusión, bizantina, si la cifra y armamento no letal de efectivos policiales desplegados (unos 4 mil seguramente sedientos de represión a mansalva, contra unos centenares de personas desarmadas que no tienen dónde caerse) fue una brutalidad inexcusable o la manera de no provocar reacción desmedida.

Al cabo de todos los “números”, el promedio da entre 150 y 200 personas que, a priori, fueron víctimas de la obcecación de unas organizaciones denominadas “de izquierda”, injustamente si es por las autoridades de la provincia y con todo raciocinio si es por el machaque mediático (alguna vez convendría discutir a qué se le llama ser “de izquierda”, descartando que sólo conlleve hacer barullo e investirse de sacrificialidad popular).

Ese fue el conducto para servirles las cosas en bandeja a los cazadores judiciales, bien que debieron tragarse un operativo menos impetuoso que el que deseaban.

Es difícil sacarse de la cabeza el arrasamiento de casillas de miseria africana, en un predio exigido como propio  -entre otros, flojísimos de papeles-- por una empresa que se llama Bellaco.

Es para dudas y bajón que también metieron en agenda  la causa nacional consistente en defender la propiedad privada, como si la amenazara una horda de soviets.

Mientras, con nada de asombroso, casi el total opositor más explícito salió en bloque a cuestionar las alertas, afirmaciones y convocatoria de Cristina, porque esa banda sencillamente vive de los silencios y dichos de CFK.

Es razonable, porque hablamos de quien es --por lejos, desde hace tiempo, sin rival a la vista y como la propia oposición reconoce en voz baja-- el cuadro político inmenso, determinante, del escenario nacional.

Pero no es sólo eso, sino que, justamente por eso, su carta descolocó a los forajidos al convocar a un acuerdo multisectorial para resolver un/el drama básico de la economía argentina: su estructura bimonetaria.

La sutileza más brillante del texto de Cristina no fue su referencia a los funcionarios que no funcionan, convertida en comidilla de la gilada.

Fue haber incluido a los “mediáticos” entre los sectores reclamados.

Con esa sola mención, con ese solo rasgo de su pintura descriptiva, colocó al poder de las corporaciones comunicacionales entre aquellos que deberían sentarse a la mesa del consenso.

Después se verá si, como lo indica nuestro decurso histórico, esa burguesía grande, que nunca es gran burguesía, se niega a consensuar porque --invariablemente-- hasta su fracción no dolarizada en ingresos queda presa del resentimiento ancestral y antiperonista.

Lo que no debería poder decir es que su obsesivo fantasma “populista” no la llamó a dialogar.

De hecho, en línea armónica con la carta de Cristina, el Presidente está reuniéndose con miembros varios del “círculo rojo” (¿quizá la tentativa de retomar como idea el Consejo Económico-Social, que nunca impulsó?).

Los datos confluyen acerca de que en esos encuentros se aborda con prioridad la problemática de cada sector, y está bien porque en su sentido práctico no son lo mismo Paolo Rocca que Alfredo Coto, ni Marcos Bulgheroni que Luis Pérez Companc, y así sucesivamente.

Pero en la gestualidad política, estaría claro que los Fernández --él desde su ejercicio ejecutivo, y ella a través de esa carta de la que se leyó lo que le parece a cada quien y no lo que dice-- proceden según lo dicta la emergencia: debe articularse con los mandamases de los poderes fácticos, por supuesto que sobre el piso de lo innegociable de las políticas de Estado y del hecho de que son actores imprescindibles en un país, sistema y mundo capitalistas (destacar esa obviedad grosera va en línea con los extraviados capaces de relativizarla).

Si el Estado es un impulso fundamental como director y motor de la obra pública reactivadora; y si los actores de la economía popular son un sector mayormente desatendido, con mucho para contribuir en la producción y formación de precios, hacer que los poderes fácticos no existen o que puede regimentárselos a manu militari --como si rigieran condiciones materiales para una economía exclusivamente estatalista-- es de una pobreza ideológica atroz.

Tal lo indicado por un forista de este diario que salió al cruce de las críticas por la “derechización” del Gobierno, a Lenin lo hubieran acusado de cómplice zarista cuando, hace cien años, lanzó la Nueva Política Económica que promovía coexistencia de sectores públicos y privados.

El tema de la NEP es naturalmente mucho más denso que esa provocación insinuante, pero sirve para sugerir algún límite a las extravagancias de ciertos revolucionarios, nacionalistas y kirchneristas depresivos de escritorio.

Ahora lo único que falta es que Kicillof sea considerado represor; el Cuervo Larroque un entreguista; Alberto un símil Macri y, ya que estamos, Cristina una blandengue para que a todos ellos --en mención explícita e implícita-- el comandante Grabois les pida que dejen de ceder.

Son muy complicadas ciertas tensiones en el Frente de Todos, y la energía que se gasta en chicanas y chiquitajes aprovechados por la ofensiva mediática.

Es un asco el discurso fascistoide de Sergio Berni, quien viene a ser un extremo por derecha ferretera de ese mismo Frente al igual que lo es Sergio Massa en su costado liberalote; y es repulsivo que ese personaje, Berni, de auto-culto a la personalidad con proyecto individualista (al que CFK promovió y también sostiene, a ver si nos entendemos, en su táctica de que el arco de alianzas debe evitar la mayor cantidad de fugas posibles, so pena de afrontar riesgos enormes en el armado estratégico y en las próximas elecciones) se haya jactado de un operativo que expuso una de las peores muestras sistémico-clasistas.

Falta claramente un discurso oficial con algo de épica hacia futuro de mediano plazo, como si fuera tan fácil en medio de una pandemia que hizo y hará caer las economías de todo el mundo.

Todo lo que se quiera, más que las acciones económicas del Gobierno son o se parecen a atajar penales hasta cuando --en la hipótesis más benigna-- aparezcan la vacuna, los turistas brasileños, los ingresos granarios y una paz cambiaria… consolidada o algo así.

Luego, y siempre cansador: ¿de ahí a confundirse de enemigo?

Suponiendo que a un periodista, comunicador, comentarista, le fuesen exigibles recetas, estos pareceres no contienen ninguna.

Apenas se trata de (proponer) acercarse a algún diagnóstico que esquive delirios y depresiones inmovilizadoras.

https://www.elcohetealaluna.com/hablar-con-propiedad/

 

HABLAR CON PROPIEDAD

 

Una investigación académica en curso en una de las universidades nacionales del Conurbano bonaerense revela que tres decenas de compañías financieras, energéticas y prestadoras de servicios públicos acumularon el 70% de las ganancias obtenidas el año pasado por la cúpula empresarial de la Argentina. Este es el selecto núcleo de quienes presionan al alza de las distintas variantes del dólar paralelo, con el propósito de forzar una devaluación e imponer un plan económico de ajuste y concentración. Más allá de matices, sostienen esa propuesta la Asociación Empresarial AEA, la Unión Industrial, el Consejo Agroindustrial y la Mesa Chica de la CGT de Azopardo.

  • Las financieras comprenden bancos, compañías de seguros y desarrolladores inmobiliarios.
  • Entre los bancos se cuentan Macro, Galicia, Citi, BBVA, Santander, ICBC, Patagonia, HSBC, Credicoop, Ciudad de Buenos Aires, San Juan, Nación, Santa Fe, Santiago del Estero, Provincia de Buenos Aires.
  • Las aseguradoras de la lista son Federación Patronal, Prevención ART, Provincia ART, Caja de Seguros Generales, Asociart ART, Experta ART y San Cristóbal Seguros.
  • Las prestadoras de servicios de gas y electricidad y productoras de petróleo, beneficiadas por los tarifazos y la dolarización de sus ingresos, son Pampa Energía, Transportadora de Gas del Sur, Edesur, Central Puerto y Panamerican Energy.
  • Las desarrolladoras inmobiliarias son dos empresas de IRSA.
  • Una sola empresa industrial forma parte de este exclusivo club: Ternium, de la transnacional italo-luxemburguesa Techint.

El cuadro que sigue consigna las utilidades que cada una de ellas obtuvo en 2019, en millones de pesos de ese año, el porcentaje de participación en las ganancias totales de las 150 de mayores ganancias entre las 1.000 de mayores ventas del país, y los porcentajes acumulados. Esta es una nítida radiografía del modelo que imperó entre 2015 y 2019, de inocultable similitud con la del anterior experimento sobre seres vivos, en la década de 1990, cuando el Presidente neoliberal era Carlos Menem, mientras Maurizio Macrì comenzaba a manejar los negocios del holding familiar. Es útil tener este cuadro a mano, cuando se discute sobre la propiedad, acerca de quienes la poseen y de quienes han sido privados de ella.

 

 

Cenital

OFF THE RECORD

Iván Schargrodsky

Información, ideas y apuntes sobre política y justicia.
27/10/2020

Hola, ¿cómo estás? Espero que bien. Yo tenía escrita la entrega de hoy y a media tarde a Cristina se le ocurrió escribir una carta: estuve al teléfono hasta las 23:51 y terminé de escribir a las tres de la mañana. Tengo menos suerte que la familia Kennedy.

Death by a thousand cuts

Julio Argentino Roca planeó unificar todas las deudas existentes en un solo título que simplificara su pago y ahorrara costos de financiación. Encomendó el plan a Carlos Pellegrini, que logró convencer a la banca británica poniendo de garantía la renta aduanera. Esta garantía produjo el rechazo de la oposición y de los porteños, siempre especialmente sensibles al tema aduanero. Roca, siguiendo el consejo de Mitre, que le había dicho que cuando todos se equivocan todos tienen razón, retiró el proyecto dejando un tanto en ridículo a Pellegrini.

La anécdota aparece relatada en libro del escritor Agustín Rivero Astengo sobre Miguel Ángel Juárez Celman, pero la frase de Mitre -que algunos le atribuyen a Pierre Claude Nivelle de La Chausée y otros a Mirabeau- podría aplicarse a la visión que tiene el gobierno sobre la cotización del dólar de no mantenerse esta tendencia a la baja del blue y el CCL. Martín Guzmán repite como un mantra dos postulados, ambos igual de ciertos: el dólar no vale ni 150, 160 o 170 pesos, pero el blue define expectativas.

Entonces, si bien es cierto que la enorme mayoría de los precios de la economía se guían por el dólar oficial -y eso lo demuestra tanto el IPC del INDEC como el de CABA, San Luis o Córdoba-, la desconfianza de la sociedad en el gobierno, la moneda nacional y el asedio devaluatorio que está atravesando el oficialismo puede llevar a distorsiones como negar operaciones comerciales o falta de productos en sectores puntuales. Esto, un problema que en estas entregas venimos marcando, tiene que ser abordado, en lo posible, por economistas exentos de fracasos probados. A los ex funcionarios del gobierno de Maurico Macri que recomiendan cómo controlar el tipo de cambio cuando no lo lograron tomando casi 100 mil millones de dólares de deuda se les rompió el botoncito del pudor. No importa: se arregla. 

Guzmán insiste con algo: si el BCRA pierde promedio 500 millones de dólares por mes, el gobierno puede aguantar 60 meses con este esquema. La cuenta no forma parte de un análisis sino de un mensaje para los inversores externos e internos. El ministro sabe que no puede permitir esa sangría de reservas durante demasiado tiempo, porque un corte con una hoja de papel es fácil de sobrellevar; la multiplicación de esas heridas redunda en lo que los americanos llaman death by a thousand cuts.

Es por eso que Alberto Fernández le advirtió a quienes empujan una devaluación: “Si quieren pelear, vamos a pelear”. Es algo que el Presidente amplía en privado: “Estaban convencidos de que no teníamos reservas ni herramientas y tenemos un montón. Apostaron en contra de la Argentina y hay mucha gente que va a perder un montón de plata”. Fernández se refiere a las personas humanas y jurídicas que compraron CCL en las últimas semanas. Si bien es prematuro, en el gobierno celebran que luego de los tres días de parking, las medidas implementadas por Guzmán empezaron a mostrar tenues resultados producto de la baja del contado con liqui y del dólar blue. 

El Presidente insiste en que toda medida que va a tomar el gobierno tiene que cuidar que no se profundice el déficit y, si bien el Fondo ofrece un desembolso, el oficialismo prefiere evitarlo porque cree que podrá enfrentar las necesidades. Según pudo saber este medio, las condicionalidades con el FMI están acordadas y por eso el presupuesto se conformó de esa manera. Alberto le confesó a un colaborador de extrema confianza: “En cinco años de jefe de gabinete, nunca vi un presupuesto tan profesional como el de Martín”. La relación del Presidente con su ministro pasa un momento de especial cercanía. Al apoyo que tenía desde un primer momento del binomio presidencial, se le sumó una relación de afecto personal entre ambos. “Guzmán es demasiado ministro para este país en el que parte de su gente está enloquecida y no deja de ser especuladora ni en medio de la desgracia de una pandemia”, le escribió Alberto a un ministro en un WhatsApp al que tuvo acceso #OffTheRecord

Cristinocentrismo

La carta de Cristina Fernández de Kirchner dejó varios mensajes y no es casualidad que haya sido Miguel Ángel Pichetto el opositor que mejor interpretó el texto de la vicepresidenta. La mención expresa a “un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina” es una propuesta que se bifurca que podría traducirse así: “Podemos seguir peleando eternamente, pero si deponen las armas estoy dispuesta a firmar la paz en los términos que discutamos siempre y cuando incluya al conjunto”.

En su segunda certeza, Cristina recuerda que “el que decide es el Presidente. Puede gustarte o no lo que decida, pero el que decide es él. Que nadie te quiera convencer de lo contrario”. Otra vez las interpretaciones pueden ser al menos dos. Una, que CFK no quiere que la vinculen a los errores de gestión que atraviesan al oficialismo. Es probable. Sin embargo, la más interesante es la otra. La VP le dice a esos sectores del “acuerdo que abarque al conjunto” que realmente no es ella quien toma las decisiones. Sabe que un llamado suyo a un acuerdo nacional no sería creíble para un amplio espectro de la población, pero anticipa no sólo que no va a ser un obstáculo sino que tiene su bendición.

La verosimilitud de ese postulado se sitúa en el tercer punto: el reconocimiento de que Argentina tiene una economía bimonetaria que “no es un problema de izquierda ni de derecha” y que ese funcionamiento es una dificultad “estructural para la economía argentina”. No es casualidad, otra vez, que haya sido el pasaje que destacaron un (muy) importante empresario y un ex ministro de Macri en los mensajes que le hicieron llegar a Cristina a través de una persona de su extrema confianza. 

Cristina le marca el pulso a la política argentina desde hace al menos 13 años y todavía hay un amplio sector del círculo rojo que la analiza según sus amores, odios o rencores personales lo cual en general dificulta las conclusiones. En la entrega de hace tres semanas de #OffTheRecord titulada “Tiempo y dólares, monedas escasas” abordamos esta problemática: “Durante el último mandato de Cristina Kirchner, uno de los argumentos que explicaba el enfrentamiento permanente del oficialismo de entonces con varios de los sectores productivos y de poder de la Argentina eran las formas de la vicepresidenta. Cuatro años y nueve meses después, la agenda de un Fernández al que no se puede acusar de tener modos que promuevan el conflicto, es la misma que en el momento de mayor tensión del mandato 2011-2015: campo, dólar, justicia y medios de comunicación. ¿Por qué? Una aproximación podría ser que la mirada estética que tiene el sistema sobre las decisiones que modifican el rumbo inmediato de la Argentina va un poco más allá de los decibeles de las conversaciones privadas. Por eso, si bien las formas muchas veces son parte del fondo, hoy el gobierno tiene dos certezas. La primera es que si fuera Cristina Kirchner la que toma las decisiones, como se ha querido instalar desde que el Frente de Todos ganó las elecciones, la conformación del gabinete no sería esta”.

Cristina quiere orden y el rigoreo a los ministros tiene esa búsqueda que comparte, además, buena parte de los empresarios más importantes de este país. Alberto lo sintió como un apoyo. Así se lo confió a un asesor suyo: “Es Cristina en estado puro, dice lo que ve y lo que le molesta. Ha sido muy cuidadosa y generosa conmigo. Me gustó la carta”. Si CFK dice que hay cosas que no le gustan, confirma que no maneja al Presidente, interpretan en Casa Rosada. Alberto no piensa en cambios de gabinete, menos ahora que cualquier modificación sería vista como una decisión de la vice. 

Bonus track

  • A la jugada de pizarrón del ministro Eduardo de Pedro la bancaron Omar Perotti, Gustavo Bordet, Ricardo Quintela y Raúl Jalil. La coronó Gildo Insfrán en conversaciones con quienes proponían a Carlos Verna o a Beder Herrera. Finalmente, Ignacio Lamothe va a presidir el Consejo Federal de Inversiones.
  • El voto de la ciudadanía chilena el último domingo parece confirmar aquel cliché analítico que postula que, en la región, las cosas suceden por oleadas. Si antes de la pandemia la narrativa extendida era sobre una democracia que aparecía en riesgo, Bolivia y Chile mostraron un camino para una salida institucional. Otra lección, si cabe, con resonancia en Argentina: las élites tienen muy mal configurado el GPS sobre las percepciones populares. Basta recordar lo que se decía sobre las posibilidades del MAS de obtener una mayoría electoral o las ya célebres palabras de Sebastián Piñera, quien apenas días antes del estallido refirió a su país como "un oasis de estabilidad y crecimiento".
  • Lo mejor que leí sobre el aniversario de la muerte de Néstor Kirchner fue el newsletter de María Esperanza Casullo: “Decisiones que ahora parecen las únicas posibles (romper con Duhalde, por ejemplo, la decisión de las candidaturas testimoniales de 2009) fueron ferozmente criticadas en su momento por gente que hoy las reivindica. Lo que definió la figura de Néstor Kirchner fue su coraje para tomar decisiones en momentos de tremenda incertidumbre”. 

Antes del libro, te quiero recordar que –producto de la situación global y del rubro en particular, pero también del ethos de Cenital– abrimos la posibilidad de que seas parte del proyecto a través del sistema de apoyo económico para poder seguir creciendo. Ya entregamos las primeras becas y medias becas para estudiar idiomas en el CUI y hay más beneficios como un curso de Darío Sztajnszrajber para quienes aporten a Cenital.

La recomendación de hoy es La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa.

Ojalá hayas disfrutado de este correo tanto como yo. Estoy muy agradecido por tu amistad que, aunque sea espectral, para mí no tiene precio.

Iván

https://www.cenital.com/elecciones-en-los-estados-unidos-3-donde-queda-el-resto-del-mundo/

 

Elecciones en los Estados Unidos (3): ¿Dónde queda el resto del mundo?

La política exterior norteamericana se debatirá entre profundizar el rumbo y la ilusión de recuperar las viejas certezas, en un mundo marcado por el ascenso de China.

Los Estados Unidos moldearon buena parte de las instituciones internacionales que hoy existen, tanto las del sistema global, como la Organización de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial de Comercio;  las específicamente dirigidas a la protección del mundo capitalista, creadas durante -y que sobrevivieron a- la Guerra Fría, como la OTAN o los acuerdos que regulan la defensa de Japón o Corea del Sur; y las regionales, como la Organización de Estados Americanos y el Banco Interamericano de Desarrollo, donde se encuentran elementos del orden global, similares al ordenamiento de ONU, y otros elementos ligados al orden "occidental", que explican que, al día de hoy, Cuba siga estando excluida de la institucionalidad política continental.  

Podría decirse que, desaparecida la Unión Soviética, el orden internacional es un orden norteamericano. Pero, como en tantas otras cosas, este orden ya estaba en problemas cuando Donald Trump se hizo cargo de la presidencia. La exposición de esas grietas no aparece entonces como la gran novedad de la presidencia de Trump, sino el hecho de que, en vez de abrazar las fortalezas del antiguo orden, haya resaltado aquello que era disfuncional, para proclamar que la institucionalidad existiría contra los Estados Unidos, y que todos los países sacarían ventaja de la generosidad norteamericana. Desde ese lugar, la presidencia de Trump resultó enormemente disruptiva en la retórica respecto de sus predecesores, con un presidente que resiste a sentirse contenido en modo alguno por las pasadas tradiciones. Joe Biden, con su larga experiencia en el servicio público estadounidense, parece ser el candidato del regreso a la normalidad tras el interregno trumpista. Pero ¿hay tal cosa como una normalidad posible a la que volver, o el mundo cambió y Trump apenas hizo sonar la alarma?

El ascenso de China

La advertencia sobre la emergencia de China como un actor capaz de disputar el liderazgo global de los Estados Unidos es, a esta altura, una verdad de perogrullo. La economía China va camino a sobrepasar en tamaño a la estadounidense en alrededor de una década. El país compite de igual a igual en desarrollos científicos en áreas diversas como biotecnología, inteligencia artificial o energías limpias, y en el último ranking de la revista Fortune 500 las multinacionales chinas superan en cantidad a las estadounidenses. 

Hasta la llegada de Trump, y al calor de la enorme interdependencia comercial -los países comercian entre sí por cientos de miles de millones de dólares desde hace décadas- la relación incluía elementos de competencia y de cooperación, aunque la competencia era creciente. Trump reforzó los elementos de competencia, que se plasmaron en crecientes restricciones dirigidas a las exportaciones y la tecnología china que, por el peso de ambos países -sumados son el 40% del PIB global- han puesto en crisis las reglas de comercio global. A pesar de lo novedoso de su enfoque, y quizás porque, en última instancia, parece haber potenciado temores preexistentes, el enfrentamiento con China es uno de los pocos sectores donde Donald Trump ha obtenido un amplio consenso en ambos partidos. No es de esperar que nada de esto cambie con una eventual victoria de Biden, y el enfrentamiento seguirá marcando la estructura del sistema. 

Las formas, sin embargo, pueden ser diferentes. Mientras Donald Trump privilegió el uso de sanciones económicas y comerciales (y es de esperar que profundice el uso de estas herramientas en caso de imponerse),  Joseph Biden, de ser electo, podría intentar fortalecer alianzas para contrarrestar a China y, quizás, buscar algunos mecanismos puntuales de cooperación en áreas de interés mutuo como el cambio climático, o reglas de convivencia mínima en algunas materias, al modo de los acuerdos de contención del desarrollo nuclear celebrados con la Unión Soviética durante la Guerra Fría. El mar meridional de China, la isla de Taiwán, la competencia y un posible desacoplamiento en el ámbito tecnológico o comercial hacen de la relación entre China y Estados Unidos el punto de mayor peligro a nivel internacional durante los próximos cuatro años.

El multilateralismo

America First, el principio que según el propio presidente organizó su agenda internacional de acuerdo a un interés nacional desnudo, despojado de ataduras institucionales, es una de las marcas de la gestión de los asuntos internacionales del gobierno de Donald Trump. También es uno de los aspectos más controvertidos y más susceptibles de ser modificado si hubiera un cambio de gobierno. Durante el gobierno de Trump, los Estados Unidos consolidaron una política comercial proteccionista y mercantilista, en la que no sólo mantuvieron un conflicto sostenido con China y rivales tradicionales como Irán, Rusia o Corea del Norte, sino que también mantuvieron algunas diferencias de muy alto perfil, por cuestiones comerciales o de asistencia militar, con aliados de tratado como Alemania, Corea del Sur o Japón. 

Por otra parte, fueron abandonados grandes acuerdos multilaterales como el Acuerdo de París, el Acuerdo Nuclear con Irán u organizaciones como la propia Organización Mundial de la Salud. Si Trump fuera derrotado, es posible que estos pasos sean los más rápidos en ser desandados. Una presidencia de Biden intentaría recuperar las relaciones de cercanía con aliados tradicionales como forma de fortalecerse ante futuras disputas y ganar legitimidad, y casi con seguridad intentaría devolver protagonismo a los Estados Unidos en instituciones o acuerdos internacionales.

Las sanciones

Muchos destacan que la presidencia de Trump fue la primera en décadas que no inició acciones militares en un país extranjero en el que los Estados Unidos no estuvieran ya en conflicto. Dicho sencillo: el primero en no arrancar alguna guerra. Sin embargo, eso no impidió que el gobierno tuviera una aproximación coercitiva para modificar las conductas de otros países. Desde los atentados del 11 de septiembre, los Estados Unidos disponen de una amplia gama de herramientas para usar su poder de mercado, su enorme sistema financiero y la hegemonía del dólar como forma de presión sobre países y gobiernos. La política de embargo sobre Cuba, que prohíbe no sólo el comercio directo entre los países, sino las interacciones con empresas y la adquisición de componentes estadounidenses da cuenta del enorme impacto que pueden tener las sanciones económicas. 

Sin embargo, hasta la llegada de Trump, estas sanciones habían sido usadas de manera relativamente restringida. Desde ese momento, los programas de sanciones se generalizaron y ampliaron su alcance. Las políticas hacia Irán, Venezuela o Rusia incluyeron restricciones que no sólo limitaron la posibilidad de estos países de operar con empresas estadounidenses o acceder a  mercado norteamericano, sino que incluyeron también amenazas de sanciones "secundarias" dirigidas a terceros países y empresas, que podían, a pesar de no estar sometidas a la legislación estadounidense, quedar alcanzados por las sanciones. Así,  por ejemplo, aunque los países europeos se opusieron a la salida del acuerdo nuclear, ninguna empresa europea se atrevió a comprar petróleo iraní por miedo a sanciones estadounidenses, e incluso clientes tradicionales como China disminuyeron sus relaciones comerciales con Irán. 

La trama no se agotó allí. Donde no tuvo posibilidades de usar este tipo de sanciones, la Administración Trump hizo un uso extensivo de los aranceles, para mejorar su posición en diversas disputas comerciales. Estas alcanzaron en particular a China, pero también fueron utilizadas contra países aliados, a veces por motivos distintos al comercio. Por ejemplo, para forzar a México a controlar el paso de migrantes procedentes de América Central hacia los Estados Unidos o para forzar a Turquía a liberar al pastor Andrew Brunson, que se encontraba detenido en aquel país, con cargos que desde el gobierno estadounidense se juzgaban injustos.

Estas políticas han sido muy exitosas en generar daños a las estructuras productivas de los países, especialmente los más vulnerables económicamente, como Irán o Venezuela, y en forzar conductas de aliados, como México y Turquía, pero han sido muy ineficaces para forzar cambios de gobierno, otra vez, como el caso Irán o Venezuela o de reglas de funcionamiento, como en el caso de China, al tiempo que generaron una reacción que persiste, de búsqueda de mecanismos que mitiguen el poder del mercado y la divisa norteamericanos sobre los intercambios y mercados de terceros países. Esto podría ayudar en el mediano plazo a la internacionalización de la moneda china o a un rol creciente del euro, especialmente tras el establecimiento de un mercado de deuda comunitaria europea. Es de esperar que el ímpetu sancionador se fortalezca en una presidencia de Trump y se atenúe o al menos, pierda su carácter tan marcadamente unilateral, si el vencedor fuera Biden.

América del Sur

Cada una de estas tendencias tendrán efectos en América del Sur, y quién vaya a ganar las elecciones no será distinto. En una región que ha visto a China transformarse en el primer destino de sus exportaciones, mientras los Estados Unidos conservan el control de los mercados financieros, cuyas condiciones oscilan al ritmo de la tasa de interés de la Reserva Federal y están llamados a mantener la hegemonía militar sobre la región por el futuro pensable, la disputa entre los gigantes y la forma que tome tendrá importantes consecuencias. 

La posibilidad de que el gobierno estadounidense enfatice la estrategia de sanciones y aranceles para presionar sobre el comercio o las inversiones de China en la región aparece como un escenario posible, sobre todo en caso de una nueva victoria de Donald Trump. Del mismo modo, la reciente elección de Mauricio Claver Carone como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, rompiendo una tradición de sesenta años de presidentes latinoamericanos, o el apoyo irrestricto a la muy cuestionable actuación de Luis Almagro en la OEA, dan cuenta de una utilización absolutamente instrumentada de la institucionalidad regional, en línea con las proclamas de America First, según la cual las instituciones deberían subordinarse al interés nacional estadounidense, y Venezuela fue uno de los destinos preferentes de la nueva política de sanciones. 

Una presidencia de Biden podría atenuar las aristas más agresivas de la aproximación de la potencia a la región, aunque los intereses no cambiarían. El principio para Venezuela seguiría siendo el cambio de régimen. Más allá de los disgustos que pueda generar en la administración norteamericana, China seguirá siendo vital para la estabilidad económica de la región, por lo que difícilmente vaya a ser abandonada por ningún país sudamericano, sea cual sea la aproximación estadounidense. En cuanto a las instituciones, difícilmente vayan a recuperar un lugar de neutralidad que, como atestiguan la creación de CELAC o Unasur mucho antes de la llegada de Trump, no les era reconocido de todas maneras.

Un orden en crisis

La idea de un orden internacional basado en normas e instituciones compartidas, encabezado por los Estados Unidos,  tomó fuerza tras la implosión de la Unión Soviética que hizo parecer la hegemonía norteamericana como a la vez conveniente, inexorable, e irresistible, y la idea de una legalidad como una manera conveniente de dotar de previsibilidad y legitimidad a esa hegemonía. Yugoslavia, Irak, el ascenso de China y la crisis económica del 2008, con foco en occidente, fueron horadando cada una de las certezas mientras, en los Estados Unidos, las desavenencias políticas internas pulverizaban los consensos sobre la conveniencia y la legitimidad del rol internacional del país. 

Si el gobierno de Barack Obama puede ser entendido como un intento de arreglar las enormes disfuncionalidades acumuladas, la llegada de Donald Trump terminó de exponer todos aquellos malestares acumulados como parte de un problema irresoluble que debía ser reformulado. La aproximación elegida –acentuar el nacionalismo– alejó al presidente de aliados tradicionales, pero también lo convirtió en el gran inspirador de otros conservadurismos emergentes, que incluyen a figuras disímiles pero electoralmente exitosas, como Jair Bolsonaro, Boris Johnson o Benjamin Netanyahu. 

Joseph Biden aparece como una invocación de un pasado más optimista, en una elección en la que las grietas internas pesan mucho más que la relación con el mundo. Más allá de sus intenciones, sin embargo, difícilmente el mundo que vaya a encontrar de ser electo permita materializar aquella invocación. Gane quien gane, los Estados Unidos más internamente divididos en años enfrentan un mundo conflictivo. Contarán, como siempre, con un formidable poder militar y de mercado, pero ya no estarán sólos para las decisiones finales.

Martín Schapiro
Intento comprender un mundo integrado que se desintegra y una región que siempre quiere pero que nunca se integró. Curso una maestría en Estudios Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella. Además de escribir sobre política internacional, soy abogado.
 @MartinSchapiro_

https://www.cenital.com/elecciones-en-los-estados-unidos-4-que-ves-cuando-me-ves/

 

Elecciones en los Estados Unidos (4): ¿Qué ves cuando me ves?

Lo que tenés que mirar para no perderte nada la noche del martes.

Si estás preparado para mirar las elecciones yanquis, quedarte hasta tarde comiendo hamburguesas con papas y aros de cebolla, y un balde del helado más lechoso, artificial y rico disponible en el mercado, mientras tus múltiples pantallas se llenan de proyecciones y datos de los cuales muchos, muchísimos serán inútiles, y te preguntás si vale la pena seguir mirándolas y llegar tarde a trabajar o es mejor irte a dormir porque el final de temporada será más largo que la madrugada del miércoles, es bueno tener a mano un pequeño manual para evitarte disgustos, no sucumbir a las fake news o saber si la serie va a ser romántica, dramática o bélica. Aquí habrá algunas pistas. El resto es dejar que la noche electoral te sorprenda.

Los estados oscilantes

Sabemos ya que esta no es una elección presidencial sino que son elecciones indirectas simultáneas en las que los cincuenta estados y la capital, Washington DC, eligen con apenas un mínimo de reglas comunes a sus delegados al Colegio Electoral, lo importante no es quién tendrá más votos sino quién vaya a sumar más delegados electorales. En alrededor de 40 estados no existe casi ninguna duda sobre quién será el ganador, por lo que alrededor de una decena que están signados por la incertidumbre son los que inclinarán la balanza. Cuando el martes empiecen a dar resultados y cuenten que proyectan que Biden se va a imponer en Nueva York o que Trump va a ganar en Kentucky podés seguir tranquilo con la hamburguesa. Entre los estados con mayor grado de incertidumbre electoral, podemos identificar distintos grupos.

Los que ganó Hillary Clinton en 2016

Nevada, New Hampshire y Colorado son estados de tradición conservadora u oscilante que parecen haberse inclinado de manera más decidida hacia el partido demócrata. Si bien hay pocas dudas sobre la victoria de Biden en estos, si aparecieran pintados de rojo el martes a la noche serían señal de reelección segura.

Estados conservadores tradicionales que aparecen en disputa

Hay algunos de enorme tradición republicana que, a nivel presidencial, están achicando o revirtiendo esa tendencia. Del mismo modo que los anteriores, pero al revés, si vieran que sus pantallas asignan una victoria en Georgia o en Texas a Joseph Biden, el camino a la reelección sería imposible y tendríamos nuevo presidente. La diferencia: las encuestas, a diferencia de los estados nombrados antes, suponen alguna ventaja de Trump pero son, en general, muy parejas.

Los verdaderos estados oscilantes

Esos que vas a encontrar nombrados como swing states. En ese grupo vas a encontrar a Ohio, Iowa, Minnesota, Michigan, Wisconsin, Arizona, Carolina del Norte y, por sobre todo, Pensilvania y Florida. Son los que explican la victoria de Trump, donde las encuestas se equivocaron en 2016. Si el error de los sondeos esta vez fuera igual o menor a cinco puntos, el camino para una victoria de Trump es estrecho. El más probable supone victorias en Iowa, Ohio, Florida y Pensilvania y uno de dos entre Arizona o Carolina del Norte. Una victoria de Biden en Pensilvania -donde tiene un promedio de cinco puntos de ventaja- o Florida,  prácticamente definiría la elección a su favor. Aún perdiendo en ambos, Biden podría ganar en Minnesota, Michigan, Wisconsin, Arizona y Carolina del Norte, donde aparece con ventajas de distinto calibre en las encuestas y quedarse con todo, aunque es un escenario mucho menos probable.

Las encuestas

Los mayores perdedores de aquella noche de noviembre en la que Donald Trump resultó electo como presidente de los Estados Unidos fueron los encuestadores. Bueno, quizás los demócratas, pero el de los encuestadores fue un subcampeonato bastante deshonroso. Había consenso sobre una victoria ajustada de Hillary Clinton y pasó, básicamente, lo contrario. Ahora dicen que las compañías ajustaron sus preguntas, sus criterios demográficos y sus estimaciones de votantes y que, con eso, mejoraron. Si eso es cierto, Biden está entre siete y diez puntos encima de Trump y, si así fuera, deberíamos estar viendo que lo favorezcan en varios estados clave más bien tempranito y tener una idea clara de qué pasa algo después de la medianoche. Si las encuestas están equivocadas, lo único seguro es que el miércoles va a ser un día largo. La ventaja de Biden en los guarismos es mayor a la de Hillary Clinton y, si bien nada es seguro en este mundo -y mucho menos el futuro-, su chance de ganar es aún mayor.

El voto anticipado

Al terminar el mes de octubre, 92 millones de personas ya habían emitido su voto, ya sea por correo o en persona, en alguno de los sitios habilitados para hacerlo. La cantidad de personas que ya sufragó equivale a unos dos tercios de la participación total de 2016, lo que sugiere que posiblemente la participación electoral sea históricamente alta. El problema, contamos, es que estamos ante una sociedad dividida, donde la confianza en el sistema es baja, y estos votos son desproporcionadamente más demócratas que el promedio. Por ello, tanto el presidente Trump como el Partido Republicano, han cuestionado la legitimidad de estos votos y han recurrido a las cortes con la intención de descalificar tantos como sea posible. Los votos por correo, por sus medidas de verificación y seguridad, resultan más difíciles de contar, y algunos estados, entre ellos el estado clave de Pensilvania, demorarán días en finalizar el recuento. Un escenario probable el martes, en caso de que los números fueran apenas más ajustados de lo que sugieren las encuestas, sería un Trump en ventaja gracias a los votos presenciales del martes y millones de votos desproporcionadamente demócratas pendientes de ser contados, en un marco de baja confianza ciudadana en las instituciones vigentes. Un escenario de pesadilla en el que pesarían las decisiones de las cortes de justicia y, casi con seguridad, las movilizaciones callejeras, con altas posibilidades de episodios de violencia. Un antídoto claro, aunque imperfecto, sería una victoria holgada de alguno de los dos.

Bonus track, las propuestas en las urnas

Si la democracia estadounidense, en su republicanismo federal, no ha temido aplastar a la voluntad de las mayorías de votantes, lo cierto es que los estados conservan también un reducto para la democracia directa que son las propuestas que, por distintas iniciativas, se ponen a consideración de la ciudadanía. En esta elección, algunos temas de peso estarán en las urnas junto a Trump y Biden. En California, Uber y Lyft impulsan una legislación para evitar que los choferes sean considerados trabajadores bajo relación de dependencia, Colorado decidirá si limitar el derecho al aborto a partir de la semana 22 de embarazo, y California e Illinois votarían sobre iniciativas para dotar de mayor progresividad a sus sistemas impositivos. Massachusetts, Colorado, Virginia y Missouri decidirán sobre iniciativas para limitar la arbitrariedad estadual en el proceso electoral. En el país que inventó la guerra contra las drogas, Arizona, Nueva Jersey, Dakota del Sur y Montana podrían legalizar la marihuana para uso recreativo, lo que llevaría el total de estados que la permiten a 15, además de Washington. Mientras, en una iniciativa inédita, Oregon -donde la marihuana es legal hace años- votará si despenaliza la posesión de cualquier clase de estupefaciente en pequeñas cantidades.

Bonus track dos

Si estás muy embalado para el martes y querés adentrarte en los Estados Unidos de más allá de Nueva York y Los Ángeles, vayan estas recomendaciones artísticas aleatorias. Una película, Sin nada que perder, un disco, Highwayman, y un libro, Al Este del Edén.

Martín Schapiro
Intento comprender un mundo integrado que se desintegra y una región que siempre quiere pero que nunca se integró. Curso una maestría en Estudios Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella. Además de escribir sobre política internacional, soy abogado.
 @MartinSchapiro_

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