domingo, 8 de diciembre de 2019

BILLETES, POLÍTICA Y CULTO PERSONALISTA

Las representaciones visuales en los billetes entre Rosas, Roca y Perón


Hace unos días el Presidente electo Alberto Fernández afirmó que le gustaría que en los billetes vuelvan a estar los próceres y los grandes hombres y mujeres de la Argentina, lamentando que Evita, Sarmiento, Belgrano, San Martín y Rosas hayan desaparecido de los mismos. Sus palabras están en directa relación con una de las primeras medidas que tomó el gobierno de Macri, que fue reemplazarlos por animales autóctonos en peligro de extinción. Tanto la declaración de Fernández como la decisión de Macri exponen que la cuestión no se reduce a una abordaje meramente estético o iconográfico, sino que se inserta en las batallas por las imágenes representativas de la Nación.
Así lo había entendido el gobierno de Cristina Kirchner cuando, al cumplirse el 60 aniversario del fallecimiento de Eva Perón, puso en circulación un billete con su efigie, basada en un diseño realizado en 1952 y que nunca había sido emitido. Y que continuó unos meses después con el diseño de otro billete, denominado “Islas Malvinas, un amor soberano». Ambos billetes originaron controversias. Los primeros generaron algunas reacciones populares entre los antiperonistas que no los querían utilizar y los segundos produjeron quejas informales del Reino Unido.
¿Tan importante es el diseño de los billetes? Nadie duda del poder político de las imágenes. Desde la representación de las efigies de los emperadores en las monedas romanas, pasando por los debates bizantinos en la Iglesia para utilizarlas como herramientas de evangelización, hasta llegar a los Estados modernos que recurrieron a ellas para construir hegemonía simbólica, las imágenes se han convertido en un instrumento para el análisis político y cultural.
Las imágenes representadas en soportes efímeros como billetes, monedas y sellos postales por parte de los Estados se convirtieron, hace mas de un siglo, en documentos culturales gracias al aporte del historiador alemán Aby Warburg que las consideraba un arte oficial y una muestra de lo que para el Estado era digno de celebrarse y hacerse visible.
En ese sentido debemos interpretar las palabras del jefe de gabinete de Mauricio Macri, que se jactó de que los nuevos billetes puestos en circulación con imágenes de animales en extinción significaba mirar la vida y el futuro, dejando para la historia las imágenes del pasado y los héroes ya fallecidos.
Sin dudas, tanto la utilización de las imágenes de Eva Perón y las Islas Malvinas y su reemplazo por animales son resultado de distintas miradas políticas y culturales, de diferentes percepciones sobre la sociedad y la Nación, acerca del futuro y del pasado. Vamos a dar una vuelta por ahí.

Los billetes peronistas

Las imágenes en los billetes tiene una historia. A la que vamos a recurrir para exponer sus usos políticos y desmitificar uno de los argumentos mas difundidos por el sentido común. Durante años, la bibliografía antiperonista había construido la noción de la influencia estética del fascismo en el peronismo, especialmente en lo que hace a la utilización política de las imágenes como instrumento de exaltación personal. Hace unos años, un libro de Marcela Gené mostró cómo esta afirmación no solo era falaz, sino que existía una fuerte influencia iconográfica en la que se mezclan la iconografía socialista y religiosa de la época y el lugar asignado a las imágenes por el New Deal puesto en marcha por Roosevelt en los Estados Unidos, durante la década del ’30.
Adentrándonos en los billetes y los sellos postales, durante el primer peronismo (1946/55) se pusieron en circulación dos billetes que continuaban con las modificaciones que preveía una ley de 1942 que reemplazaba la imagen del progreso que había ilustrado los mismos durante 50 años.
El primero de ellos llevaba la imagen de la libertad diseñada por Oudiné y en el dorso una imagen de la Constitución Nacional con la cita: “Una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”, de indudable cuño peronista.

El segundo llevaba la imagen de la Justicia, sin las vendas que se le habían añadido después de la Revolución Francesa. Modificación iconográfica audaz que mostraba que esta debía ser capaz de ver las injusticias para poder actuar. En el dorso la versión original tenía a la Casa de Tucumán y, luego de 1947, se le insertaron dos fechas: 1816 y 1947 para conmemorar la declaración de la independencia económica que Perón había celebrado ese año.


Indudablemente los billetes llevaban un mensaje político explícito que remarcaba logros del peronismo. Pero no había alusiones personales. Recién luego del fallecimiento de Eva Perón en 1952 se decidió emitir un billete con su rostro, el que quedó en el olvido luego del golpe de 1955 y fue la base del actual billete de cien pesos.


Tampoco hubo alusiones al peronismo en las monedas y en los sellos postales. Sí hubo conmemoraciones a las obras realizadas por el peronismo, pero estas no incluyeron imágenes de Perón. Solo hubo un ensayo realizado por los diseñadores del correo, que propusieron que su efigie ilustrara una serie conmemorativa del Plan Quinquenal en 1951 pero que el gobierno desechó. Luego de la muerte de Eva Perón, respetando la tradición no escrita de no ilustrar con personas vivas los sellos postales, fue utilizada su imagen para ilustrar una serie de sellos postales que circularon hasta 1955 cuando fueron desmonetizados unas semanas después del golpe.
En síntesis, en lo que hace al uso de las imágenes de los líderes peronistas, tenemos solo a estos sellos postales y algunos ensayos que no fueron puestos en circulación.




Los billetes rosistas

Para comparar esta utilización política de las imágenes recurriremos al siglo XIX. Mucho se ha escrito sobre el liderazgo personalista de Rosas y mucho se lo ha asociado al de Perón. (Por algo los “libertadores” de 1955 llamaron al peronismo “segunda tiranía”.) Sin embargo, durante su gestión tampoco utilizó su imagen para ilustrar billetes y monedas de la provincia de Buenos Aires. Para los billetes fueron utilizadas imágenes de distintos animales representativos de la pampa (ñandú, vaca, caballo), alegorías femeninas e imágenes locales como el Cabildo y el Puerto de Buenos Aires. El tinte político de estas emisiones estaba en la leyenda que acompañaba: “Viva la Santa Federación. Mueran los salvajes unitarios”. Pese a la diferencia contextual, encontramos similitudes con el peronismo: se utilizaban leyendas políticas en los billetes pero no se representaba a los líderes políticos.



Pero sí hubo un caso en la provincia de La Rioja. El gobernador, aliado de Rosas, decidió emitir monedas de plata y oro con su efigie en 1836. Sin embargo, no llegaron a circular. Los documentos históricos muestran que Rosas le manifestó al gobernador en forma explícita su negativa a ser representado y le pidió que restableciera los símbolos clásicos de Unión y Libertad junto al escudo nacional, porque se trataba de una demostración que afectaba “a la causa nacional de la federación por el celo republicano de unos, la suspicacia de otros y las pérfidas sugestiones de los impíos unitarios”.
Un nuevo gobernador en 1842 volvió a grabar su imagen en monedas, pero ante la negativa de Rosas, unos meses después la ley fue abolida. No se conocen hoy más de 20 ejemplares de las mismas y por lo tanto se puede afirmar que su circulación fue casi nula.


En síntesis, contamos hasta aquí que tanto el peronismo como el rosismo, en distintos momentos, utilizaron los billetes como instrumentos de difusión de leyendas políticas alusivas más que como instrumentos de difusión de imágenes de culto personales.
Sin embargo, esta no fue siempre así.


Los billetes de la Generación del ’80

Derrotado Rosas y en medio del proceso de construcción del Estado, luego de 1853 los bancos provinciales (y posteriormente algunos privados) tenían la potestad de emitir billetes. Estos eran ilustrados con escudos nacionales, animales, alegorías femeninas y efigies de héroes de la independencia. (Es curioso que San Martín haya sido representado por primera vez en 1866 en un billete privado emitido por el Banco de Londres y Río de la Plata.)
Sin embargo, la primera sorpresa la encontramos en un billete de 1869 emitido por la provincia de Buenos Aires, ilustrado con la efigie de Dalmacio Vélez Sarsfield, el ministro del Interior del Presidente Sarmiento. Y en 1877 continúan estos homenajes a líderes políticos vivos cuando la provincia emite un billete en pesos fuertes con la imagen de Adolfo Alsina, ministro de Guerra y de Marina del Presidente Avellaneda. Ministros ejerciendo sus cargos e ilustrando billetes. Nadie se había animado a tanto.


Pero eso fue el principio. En 1883 se fundó el Banco Nacional y se emitió la primera serie de billetes de alcance nacional, llena de imágenes de héroes y patriotas como Rivadavia, Belgrano y San Martín, entre otros. Al parecer el Presidente Julio A. Roca no quiso dejar pasar la oportunidad y se incluyó entre ellos. En distintas emisiones se autorepresentó como civil y con la banda presidencial.
Sí, el Presidente de la Nación en los billetes. Un caso inédito.
Pero la cosa no quedó ahí. También incluyó en un billete al gobernador de Córdoba, su cuñado y candidato a sucederlo, Miguel Juárez Celman. Nada mejor para una campaña electoral que ilustrar un billete con el rostro del candidato oficial. Y agregó también en otro billete a su amigo emprendedor y colonizador, Manuel Ocampo. Don Julio era generoso con sus compadres.


Para no parecer egoísta incluyó en otros billetes (en este caso de pesos garantidos por el Banco de la Provincia de Buenos Aires) a sus antecesores en el cargo —Mitre, Sarmiento y Avellaneda— que todavía estaban vivos y haciendo política. El roquismo le abría la puerta a la apoteosis de la autorepresentación y del autohomenaje a toda la clase dirigente argentina, que se adueñaba así de la simbología de la patria.


Y estos ejemplos se repitieron en las emisiones de los bancos provinciales. En Entre Ríos se representó al gobernador Racedo y al senador Crespo, en Córdoba al gobernador Juárez Celman y en Tucumán al gobernador Quintero, todos en funciones en ese momento. La maquinaria del autohomenaje se reproducía en todo el país.


En 1888, ya con Juárez Celman como Presidente, una nueva serie de billetes fue emitida y volvieron a utilizarse las imágenes de Roca. También hizo su aparición un tal Wenceslao Pacheco, el ministro de Hacienda de ese momento, que dejaría un caos económico un par de años después.


Como podemos observar, el roquismo en el poder ejercitó el culto a la personalidad casi sin límites. Se incluyeron también en los sellos postales de la época rompiendo una tradición que imitaba a la estadounidense de no representar a personas vivas en los sellos postales. La idea original era representar valores republicanos y patrióticos no mediante alegorías (tradición francesa) sino encarnados en personas de carne y hueso ya fallecidas. Así, los sellos postales hasta 1889 habían representado a Rivadavia, San Martín, Belgrano y otros héroes.
Al roquismo eso no les importó mucho. A partir de ese año se emitieron estampillas con las imágenes de los ex Presidentes Roca, Mitre, Sarmiento y Avellaneda (los dos primeros aún eran líderes políticos vivos) y del Presidente Juárez Celman.
También serán retratados en tarjetas postales oficiales, herramienta que utilizará Roca especialmente durante su segundo mandato, en el que también homenajeará a un anciano Bartolomé Mitre.




Considerándose los dueños de la Argentina, se autohalagaron y homenajearon en billetes y estampillas, en un proceso que no tuvo similitudes en toda nuestra historia. Llegando al hecho más sorpresivo, que fue el de representar en un billete a un candidato presidencial oficialista, es decir, utilizar su imagen como herramienta de difusión política. Un hecho que solo podría compararse con la utilización de sobres de correspondencia en 1861 por parte del candidato republicano Abraham Lincoln en los Estados Unidos. Pese a que se trataban de sobres impresos de manera privada, el correo estatal permitió la circulación de dicha propaganda política en los mismos.



Algunas conclusiones

Como pudimos ver, el uso político de las imágenes políticas es casi contemporáneo a la existencia de la imagen y al desarrollo de las posibilidades técnicas de impresión, reproducción y difusión. No fue un patrimonio del peronismo supuestamente influido por el fascismo. Todos los partidos políticos, lideres políticos y gobiernos se valieron de ella. Rosas difundió su efigie en peinetones, Mitre a través de la vajilla, el rostro de Roca llegó a ilustrar cigarrillos y el de Yrigoyen hasta hojas de afeitar, además de ser el primero que utilizó una película de cine como herramienta electoral. En esta línea histórica, el peronismo utilizó las nuevas herramientas visuales y comunicacionales disponibles en la época.



Con respecto a los billetes, desde la restauración democrática el alfonsinismo también hizo su aporte convirtiendo a la emisión de la nueva moneda (el Austral) en una línea visual de la continuidad democrática (que casualmente devolvió a Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca y Juárez Celman a los billetes) acorde al contexto político de consolidación institucional que proponía. Menem también utilizó políticamente las imágenes al representar por primera vez a Rosas en los billetes y centrar la reforma monetaria de la convertibilidad en la imagen de Carlos Pellegrini, constructor de una moneda fuerte de finales del siglo XIX, de quien se consideraba su continuador.
El kirchnerismo no sólo diseñó nuevos billetes, como ya lo describimos, sino que también modificó los diseños de los billetes circulantes: en la serie “Tenemos Patria” incluyó en el dorso de los billetes de 5 y 10 pesos las imágenes de Artigas, Bolívar, O’Higgins y Juana Azurduy. En todos los casos, incluso en el del macrismo ilustrándolos con animales, el mensaje siempre es político y construye sentidos.
Sin embargo el mensaje político nunca fue tan explícito como durante el roquismo, que inauguró una tradición local que construyó un culto personalista y de exaltación de los liderazgos políticos al utilizar sus efigies en billetes y sellos postales como nadie lo hizo en la historia argentina. Recurriendo a herramientas oficiales estatales, transformaron sus rostros en la representación de la Nación y del Estado frente a sus propios ciudadanos y al resto del mundo.
Por eso, cuando leamos de la influencia de la tradición iconográfica fascista, el culto al personalismo y su relación con el peronismo, no debemos dejar de tener en cuenta que no sólo esta asociación es reduccionista y por lo tanto falaz, sino que en nuestro país se construyó una tradición de exaltación personalista mucho antes de que existiese el peronismo y a la que los liberales de este país hicieron un aporte imprescindible. Y fue a través de los billetes, un instrumento político imprescindible en la construcción de imaginarios nacionales hasta finales del siglo XX y campo simbólico en el que aún hoy, más de un siglo después, se siguen dando las batallas por la construcción de sentido.





RENACER DE LAS CENIZAS Se trata de repetir la historia que en 2003 escribió Kirchner asistido por Alberto Fernández


El gobierno de Cambiemos empujó a cinco millones de argentinos a la pobreza (la mitad de los niños de nuestro país tienen carencias que dejan secuelas irreparables en su vida), destruyó eslabones de la cadena productiva e hizo que una parte importante de los trabajadores perciban salarios por debajo de la línea de subsistencia, trabajan y son pobres. Redujo fuertemente el poder adquisitivo de los haberes previsionales de manera tal que, no menos de la mitad de los siete millones de jubilados y pensionados nacionales deben optar entre comprar la medicación o comer.
Paralelamente endeudó al país de sobremanera porque decidió financiar el déficit fiscal que es en pesos (a los proveedores, contratistas, trabajadores, jubilados y pensionados del Estado se les paga en pesos) con dólares que consiguieron colocando títulos de deuda y a corto plazo. Y cuando no pudieron hacer frente a los vencimientos nos ataron al FMI.
Toda esta política benefició esencialmente a los grandes bancos; al sector energético y a la minería; y a los grandes productores, acopiadores y comercializadores de granos.
  • Los bancos: En 1974 había en el país más de 600 entidades financieras, la mayoría eran cooperativas y cajas de crédito que utilizaban el ahorro local (del barrio, del pueblo, de la ciudad) para prestárselo en pesos a los productores, comerciantes y para la construcción de viviendas de esa misma localidad. Actualmente hay 78 entidades pero solo 10 (diez) de ellas [1] reciben el 85% o más de los depósitos. Mientras que en 1974 el total de crédito al sector privado era el 35% del PIB, ahora es solo el 7,5%.  Prefieren prestarle al BCRA en LEBACs (Letras del BCRA) y ahora LELIQs (Letras de liquidez del BCRA a siete días) con una tasa altísima y segura (paga el Estado) con lo que captan depósitos del público y  le prestan al BCRA, sin ningún riesgo y ganando un spread o renta diferencial excepcional.
  • La energía: Basta ver cómo aumentaron en la gestión de Cambiemos los precios de los combustibles y de la energía eléctrica para ver quiénes fueron los otros beneficiados del modelo macrista. Desde el 10 de diciembre de 2015 al 31 de octubre de 2019 el precio del petróleo y el gas se incrementó en un 368,3%; el de la energía eléctrica 794,1% y, los precios a nivel general 272,8%. Por supuesto que menos crecieron los salarios, jubilaciones y pensiones. Cuando uno observa quiénes son los dueños de esas empresas, se encuentra con la firma Pluspetrol de Edith Rodríguez de Rey, la mujer más rica de la Argentina; la anglo holandesa Shell (cuyo CEO, Juan José Aranguren, fue ministro de energía de Macri); Axion (del grupo Bulgheroni en asociación con ingleses y chinos); e YPF donde es importante la participación estatal. Y si nos referimos a la provisión de electricidad, observamos el peso del grupo Pampa Energía que es a sus vez propietario de Transener y Edenor, cuyos principales accionistas son Joseph Lewis y Marcelo Mindlin, ambos ligados a Mauricio Macri; o las empresas vinculadas a Nicolás Caputo, el hermano del alma de Mauricio, que asociados a los españoles (Endesa), a los italianos (Enel) y a capitales chilenos, controla Edesur; y las empresas de Rogelio Pagano, dueño de Edesa, Eden, Edes, Edea y Edelap.
  • La minería: la Argentina exporta 62 toneladas de oro por año por unos 2.244 millones de dólares, que es el tercer producto más vendido del país, todos explotados por capitales extranjeros. Las principales empresas son la canadiense Barrick Gold en Mina Veladero en San Juan, la norteamericana Newmont Goldcorp en Cerro Negro – Santa Cruz, la australiana E2 Metals Limited en Cerro Vanguardia también en Santa Cruz y, en Bajo la Alumbrera en Catamarca, la firma Glencore de Inglaterra. Todas ellas le pagan al Estado nacional 4 pesos por cada dólar exportado y a las provincias el 3% del valor en la boca de pozo. Gozan de estabilidad fiscal por la ley 24.196/1993 vigente de inversiones mineras, que hace que por un período de 30 años no puede verse afectada en más la carga tributaria total determinada al momento de la presentación del estudio de factibilidad.
  •  El “campo”, como les gusta llamarse a las patronales agropecuarias, teniendo la tierra más fértil del planeta contribuye con el impuesto inmobiliario rural solamente con el 0,4% del PIB [2]. Por dólar exportado aportan 4 pesos y, los productos agropecuarios y su manufactura representan el 67% de los 53.848 millones de dólares vendidos al exterior por nuestro país en los primeros 10 –diez– meses del año 2019. Por supuesto tienen nombre y apellido, entre los grandes productores el Grupo Grobocopatel, el Grupo el Tejar, el Grupo Don Mario y como acopiadores y comercializadores ADM, Bunge Ceval, Cargill, Cofco, Louis Dreyfus y Glencore Agriculture Limited. Todos ellos gozan de una renta extraordinaria por su situación de predominio en sus respectivos mercados, cautivos de su política y de sus designios, fijando las condiciones de producción, de comercialización y de precios, y pagan impuestos muy por debajo de su capacidad real y potencial.

Marco interno y externo

En esa situación lo obvio y razonable es que se les grave con impuestos y que se les controlen sus precios, pero son sectores con poder real que se fortalecieron tras la dictadura de Videla-Martínez de Hoz y no están dispuestos a ceder un ápice de su posición de privilegio, a la vez que, por estar posicionados en sectores estratégicos como son el sistema financiero, minería, energía, alimentos e ingresos por exportaciones, se torna muy difícil disciplinarlos para que cumplan con la normativa general.
Si a lo relatado le sumamos la presión del FMI para que se le pague la deuda que contrajo Macri, presión que no solo significa cobrar, sino básicamente imponer condiciones que se resumen en una disminución del haber de jubilados y pensionados (cuando el 60%  cobran cerca de la mínima que a diciembre de 2019 es de $ 14.068 por mes) para que exista un mayor porcentaje del presupuesto para pagar los servicios de la deuda, y en la flexibilidad laboral que es el pretexto que tienen para reducir los salarios con el fin de mejorar las tasas de ganancia argumentando que así se facilitaría la inversión, cuando en verdad lo que hacen es reducir el mercado interno y condenarnos a una economía en recesión y más injusta.
Todo lo referido es en un marco en que los Estados Unidos vienen perdiendo la carrera tecnológica y comercial con China en primer lugar y en muchos nichos productivos y comerciales con Rusia y Alemania y, con ello, la primacía del dólar con respecto a las demás monedas.
Es por eso que el lunes 2 de diciembre de 2019 en forma inconsulta el Presidente Donald Trump decidió subir los aranceles a las importaciones de acero y aluminio provenientes de la Argentina y Brasil, aduciendo la devaluación que han realizado ambos países en el peso y el real respectivamente.
Fija un tope de 180.000 toneladas anuales, sumando acero y aluminio. Las ventas de biodiésel, acero y aluminio, restringidas por Trump, representan más del 40% de las exportaciones argentinas a ese destino, que es el segundo socio comercial en el hemisferio después de Brasil.
Tampoco el actual gobierno de Brasil nos la hace fácil, tras devaluar el real al nivel más bajo desde su creación en 1994, un dólar vale 4,24 reales al 4 de diciembre de 2019. Para que Estados Unidos no le suba los aranceles, ofrece comprarle más trigo, disminuyendo lo que adquiere en la Argentina.
A lo antedicho debe agregarse que al revés de lo esperado, ni la India ni China, los dos países más poblados del planeta y que tienen una sostenida tasa de crecimiento de su PIB, muestran apuro alguno en cambiar la matriz energética que en ambos es a base de carbón mineral (coque), con lo cual la demanda y por ende el precio del gas shale tienen un fuerte freno, que se refleja al interior de la economía estadounidense y agrava el panorama financiero de las petroleras, por la propia característica de la producción no convencional que obliga a una inversión al alza constante para contrarrestar la caída de producción que sufre rápidamente este tipo de yacimientos.
Finalmente, en el plano político, la intromisión de los Estados Unidos mediante la OEA en Bolivia y el respaldo a la administración de Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia y Martín Vizcarra en Perú, frente a las protestas de la población, son ejemplo flagrantes de que el imperio no está dispuesto a soportar ningún modelo que trate de ser independiente de sus designios y que nos sigue considerando su patio trasero.


Tarea

Alberto Fernández era el segundo de Néstor Kirchner y vio y se formó en generar poder a través de medidas férreas que hizo que, con solo el 22% de los votos alcanzado en las elecciones nacionales del año 2003, pese a la presión de los grupos de poder y la supervisión del FMI, que es la quinta columna del imperio, se logró
  • avanzar sobre la justicia menemista;
  • suspender el pago de la deuda;
  • congelar las tarifas y controlar el tipo de cambio;
  • aumentar por decreto salarios, jubilaciones y pensiones, lo que recreó el mercado interno.
La Argentina, como el Ave Fénix, resurgió de las cenizas. Se pusieron en marcha las máquinas paradas, se incrementó la compra de insumos y la contratación de trabajadores  y crecimos a tasas chinas. Ese circuito virtuoso debe reproducirse, con las limitaciones actuales, que básicamente no son distintas a las que Néstor Kirchner y su equipo enfrentaron en mayo de 2003. Con claros objetivos que son el de crecer y generar puestos de trabajo, mejorar la situación de la población, redistribuir mejor el ingreso, todo basado en fortalecer el mercado interno, la Argentina se puso de pie.
Se trata de repetir la historia.

HISTORIA PURA Que la oligarquía sea desalojada del Estado no significa que se haya derrumbado el Régimen


Los sucesos que sacuden a los países de la región muestran padecimientos y expectativas comunes, confirmatorios de que el proyecto de unidad de los libertadores tenía y tiene fundamentos realistas, como han comprendido siempre los imperios, despiadados en sus exitosas acciones divisionistas, de imposición y custodia de sus intereses: habría que taparse los ojos y los oídos para no comprender que hay alguna relación y similitudes entre la destitución de gobiernos populares como los de Dilma y Evo, los ataques a Lula, Cristina y Correa o las brutales represiones en Chile y Ecuador, más allá de las especificidades de cada país.
En ese contexto se produjo la demoledora declaración indagatoria de Cristina el 2 de diciembre, en la que sostuvo y demostró que el proceso de la causa en cuestión —en particular la negativa del Tribunal a que esa instancia se transmitiera en vivo y en directo— es una clase práctica de lo que se conoce como lawfare. El enojo auténtico con el que ejerció su defensa realzó la gravedad de las precisas denuncias que formuló, de una trascendencia institucional y política difícil de exagerar.
El alegato fue un hecho histórico por sus implicancias de todo orden: la jefa política del Movimiento Nacional y Popular no sólo refutó una por una las falsas denuncias que la tienen por acusada, sino que al hacerlo desnudó aspectos clave del drama argentino, de cuya cabal comprensión se deduce que lo ocurrido en los últimos 15 años es la variante actual de una repetida estrategia del Régimen, que consiste en perseguir al líder popular de turno hasta eliminarlo de la escena política y así desarticular la verdadera y efectiva oposición. La fortaleza y capacidad de conducción de Cristina han sido decisivas para impedirlo hasta ahora, pero el peligro acecha. El Régimen no juzga al Movimiento Nacional por las posturas conciliatorias de algún dirigente sino por lo que es, ni más ni menos que una amenaza real a sus privilegios: tal lo que confirmó el alegato, que ubicó una vez más al Movimiento en el papel que objetivamente cumple. Por eso es importante arriesgar algunas consideraciones a partir de su exposición.


Opciones

El proceso histórico muestra que el hecho de que la oligarquía sea desalojada de la conducción del Estado no significa que se haya derrumbado el Régimen; se podrán agudizar algunas contradicciones como las disputas entre fracciones del capital, o habrá lugar para cuestiones de menor importancia como las pulseadas que vemos en estos días para definir quién será el jefe de la oposición al próximo gobierno; síntomas de una gripe, no de una enfermedad mortal.
No habría que perder de vista que el antiperonismo —en su forma militante y estrepitosa, o disimulado en busca de algún distraído— siempre ha unido a gorilas y criptogorilas; más aún, en su versión moderna hay que agregar otra categoría, la de los peronistas que se definen antikirchneristas. Y, por encima de las divergencias sin sentido, hoy todxs convergen en la doctrina del antipopulismo, que es la ideología implantada por el imperialismo particularmente en la región. Ese antipopulismo está dirigido en la Argentina contra el Movimiento Nacional: populismo es todo aquello que ponga en peligro los intereses de la conjunción entre el saqueo interno y el colonial, en primer término el kirchnerismo.
Así las cosas, las opciones son:
  • plegarnos al imperialismo o
  • combatir sus formas locales.
Por lo tanto, el alegato fue también una clara toma de posición contra quienes piensan que es imposible enfrentar a los poderosos, y optan por la inacción y el derrotismo, que son formas de tomar partido por el status quo. Y fue, en consecuencia, la confirmación de un liderazgo que representa a esos millones de mujeres y hombres incorruptos que saben que toda decisión política es una decisión ética y no abdican de su libertad, asumiendo las dificultades y peligros que esa actitud implica.


Una tradición

Las menciones que hago del imperialismo no tienen nada que ver con algún oscuro rencor antiyanqui, sí con evidencias que se repiten. Para no remontarnos demasiado lejos, tenemos la obligación de no olvidar que los Estados Unidos son el factor central de nuestras recolonizaciones a partir de 1955. Y como los países, las mujeres y los hombres se definen por sus actos, ninguna simulación puede ocultar que el lawfare que denunció Cristina ha sido planificado en Washington para todo el continente, y tampoco que es la última expresión de una añeja tradición oligárquico-imperial: la entente no duda en romper o vaciar las instituciones que responden a su propia ideología cuando ve amenazados sus privilegios. Los grupos privilegiados proclaman principios liberales, pero se apartan de ellos cuando ser consecuentes con tales enunciados implica el peligro de un ascenso popular o exige su destitución: lo hicieron con el fraude patriótico de la década infame, golpes de Estado y reglamentaciones político-electorales, hasta llegar al lawfare. Hay diferencias de procedimientos pero no de Fondo: son lo que Yrigoyen llamó “variantes de una misma ignominia”.
Cristina estuvo sentada en el banquillo de los acusados porque cometió uno de los delitos imprescriptibles en los códigos del Régimen: ejercer una fuerte conducción estatal como condición de posibilidad de la integración nacional y de un desarrollo independiente.
Se deduce que el sistema de opresión que padecemos no será derrotado por ninguna conciliación complaciente entre oprimidos y expoliadores. Si en general las contiendas entre fracciones del Régimen se producen en un estilo caballeresco, como debe ser entre señorxs que saben ganar y perder con la sonrisa a flor de piel, estxs señorxs olvidan los buenos modales y se valen de todos los medios contra el intruso o la intrusa que interfiere en el disfrute pacífico del trabajo ajeno: la creencia de que la oligarquía cedería algo graciosamente o en homenaje a presiones morales o ideológicas ya se ha ganado el derecho a que se la incorpore en el panteón de las zonceras jauretcheanas.


Lawfare y CIA

El fenómeno de la militarización del lenguaje político trasciende las fronteras nacionales y regionales: guerras financieras, guerras comerciales, guerra contra el terrorismo, guerra contra el narcotráfico, guerra ideológica, etc. Es una manifestación de rupturas importantes en los fundamentos de las sociedades liberales.
En el ámbito jurídico ha desembocado en el denominado lawfare —nominación en inglés que no es casual—, o guerra jurídica, que consiste en una peculiar modalidad de judicialización de la política y un peligroso tránsito del Estado democrático de derecho hacia una especie de Estado judicial. Su modus operandi, tal como se desprende de la declaración de Cristina y de otros procesos en el subcontinente, consiste en el bloqueo gubernamental mediante una estrategia de falsas demandas encadenadas y en la deslegitimación de los políticos y la política ante la opinión pública, amplificada por los oligopolios de comunicación afines a la estrategia.
El lawfare supone la utilización espuria del sistema jurídico y de los aparatos de inteligencia con el objetivo principal de desacreditar y/o perseguir, no a cualquier adversario político sino a aquél que ha sido identificado como enemigo y pasa a ser un objetivo militar a abatir; conlleva la clara intención de que los aparatos judicial y de inteligencia intervengan en la arena política, incluso para favorecer o legitimar golpes de Estado, sean blandos o duros. Esta guerra jurídica es más efectiva en los países donde persiste una estructura oligárquica en la administración de justicia. Si bien la Argentina no es un ejemplo extremo, es evidente que aquí una porción significativa de la alta burocracia judicial se subordina a los intereses de la oligarquía.
La particularidad de esta modalidad de judicialización de la política es que somete el funcionamiento de dos partes importantísimas del Estado a poderosos intereses privados:
  • El Poder Judicial, clave para la organización social en tanto tiene directa intervención en la defensa de los derechos de cada ciudadanx, y
  • Los servicios de inteligencia, que en este juego macabro vulneran derechos elementales de lxs ciudadanxs con prácticas propias de los fascismos del siglo pasado. Se entiende que Cristina haya calificado el crimen que describía de peligroso para la democracia.
Por si fuera poco, no sólo se viola la separación y el equilibrio de poderes, propios del Estado democrático de derecho, sino —lo que es más grave— se cae en una falsa y hasta mesiánica retórica de llamados a la honradez política y a la lucha contra la corrupción, que no busca erradicar sus causas sino perseguir objetivos políticos muy concretos. Que sectores del poder judicial de consuetudinaria connivencia con la corrupción estructural del Régimen se presenten como abanderados de esta cruzada jurídica contra la presunta corrupción de un gobierno popular sería curioso, si no fuera por la coherencia que los caracteriza.
Por su parte, los medios oligopólicos no sólo suman audiencia y ganancias batiendo el parche falaz de la anticorrupción, sino que son parte del gran capital que se beneficia con el desprestigio de la política y de los gobiernos del pueblo.
La perversa combinación de la denuncia penal de una corrupción que nunca es probada, el funcionamiento anticonstitucional de los sistemas penales y de inteligencia, la agitación y movilización —vía redes tipo WhatsApp— de ciertos segmentos de la población proclives a acompañar la maniobra, la intervención policíaco-militar y la amplificación que realizan los grupos mediáticos afines, todo bajo la conducción de la Embajada en cada país, ha propiciado la caída a veces sangrienta de gobiernos populares y mantiene en el poder a gobiernos claramente antipopulares, con bajos costos políticos para los criminales. El lawfare no está solo: no hace falta ser un analista político ni vivir en el Chile de Piñera para advertir que hay gobiernos que están en guerra contra los pueblos de sus países. La militarización y policialización del conflicto social se presenta como una cuestión de orden público: los conflictos sociales son así tergiversados y señalados cual meros generadores de violencia, ocultando sus causas y la violencia que les da origen; en esas condiciones, la respuesta no puede ser otra que la represión policial o militar y el irracional endurecimiento de las normas que restringen derechos y libertades que parecían consolidados.

La Historia sugiere

Llegar al Fondo del drama nacional implica considerar que el despojo del que han sido víctimas los sectores populares y el país, la alienación de su soberanía y el papel que en esto desempeña el régimen institucional son caras del mismo prisma. Allí están la esencia y razón de ser de la coalición oligarquía-imperialismo que se apoderó nuevamente del Estado en diciembre de 2015.
Sin perjuicio de tener presente la relación de fuerzas y atender las urgencias populares, sino todo lo contrario, es central considerar esta cuestión en la etapa que se iniciará con el gobierno de Alberto Fernández, porque el fatídico mecanismo de drenaje causante de los mayores sufrimientos de nuestro pueblo no se detiene automáticamente con el cambio de gobierno.
El imperialismo es tanto un hecho técnico-económico como cultural, y la Historia registra que si en períodos en los que pudieron avanzar las fuerzas de raigambre progresista las medidas que se tomaron fueron aisladas, no como parte de un proyecto integral, o si se tomaron como reparaciones de carácter moral y no como rectificación de políticas que conspiraban contra el desarrollo autónomo; entonces se neutralizaba sólo una parte del dispositivo y no se detenía el implacable funcionamiento de la maquinaria de expropiación.
Los hechos recientes muestran que esta última recolonización que ha sufrido el país es un episodio anacrónico, no porque no se corresponda con los aconteceres de la época, sino porque recayó en un pueblo que venía de 12 años durante los cuales avanzó una vez más en la práctica de su libertad y su soberanía. Por eso en poco tiempo se vio que el acelerado montaje de los mecanismos de expoliación sólo podía sostenerse con la violencia en gran escala. Pero no pudieron. Sin embargo, también se ve que han perdido el sentido de la estética, no las mañas: la patética prueba de amor de los jerarcas de Gendarmería a Patricia Bullrich es un mensaje grotesco de que el Régimen está ahí, herido pero en guardia.
Ahora su estrategia se puede traducir en estos términos: si no pudimos destruir ni silenciar a Cristina, distorsionemos todo lo que dice; si no pudimos destruir la organización política que ella conduce, fragmentémosla; si mantienen su vocación de lucha, que no encuentren las formas efectivas para triunfar ni reconozcan a sus amigos y enemigos; si están vacunados contra la libre empresa y el romántico desinterés norteamericano, que por lo menos eso quede en pura retórica, para que su nuevo acceso a la conducción del Estado no deje de ser un formalismo más.
En el extremo opuesto está el norte magnético según nuestra brújula.

CEREMONIAS Cambiemos empeoró la vida de los habitantes de la Argentina. Afortunadamente, la pesadilla llega a su fin


La totalidad de los días de los últimos cuatro años queda encerrada entre dos ceremonias y bajo una misma percepción de la mayoría de la población. La primera ceremonia –frustrada— fue aquella del traspaso de mando de Cristina Kirchner a Mauricio Macri en diciembre de 2015. La segunda será la de ese traspaso desde Macri hacia Alberto Fernández el próximo martes. La percepción colectiva repetida entre ellas es la de una arbitraria y abusiva privación de libertades. Toda una paradoja: el hombre que dijo: “Intentaron ir por nuestra libertad”, es el mismo que generó esa percepción.
Todos debimos imaginarlo. Sin embargo, no era imaginable imaginar entonces tanta impiedad. La primera ceremonia y su disputa no era un juego de egos. No era tampoco un capricho de señorito o de patrón de estancia, ni algo trivial y anecdótico. Al igual que el primer golpe a una mujer, no se le había ido la mano. Era la anunciación de la inmensa catástrofe social que llegaría. Era, en palabras de Cristina hoy, “la simbología de un acto de triunfo político expresado en su máximo grado institucional. Porque: ¿qué otra cosa era sino ese traspaso de mando? Quien se asumía como representante de lo nacional, popular y democrático le entregaba el gobierno a quien había llegado en nombre del proyecto neoliberal y empresarial de la Argentina, más allá del marketing electoral cazabobos”.
Pero una ceremonia, entendida en su sentido antropológico amplio, es una secuencia efímera de operaciones ordenadas por reglas dirigidas a un fin. Y en el caso particular que tratamos, el del gobierno civil, las reglas de una ceremonia se estatuyen y convierten en uso o costumbre con la finalidad de honrar con solemnidad los símbolos, instituciones, hechos y personas que dieran cuerpo a lo largo de la historia a la idea de Nación y de Patria.

Asunción presidencial de Perón.

Por eso una disputa interpretativa, como la que se observó entonces, o bien trataba de una disputa por las reglas o de una disputa por el fin de la ceremonia, o de ambas a la vez. Cambiar una ceremonia es en primer lugar cambiar las reglas que ordenan la secuencia programada de sus acciones. Y el macrismo y los medios que le dieron y todavía le dan soporte comunicativo, difundieron aquella disputa como un intento de Cristina de violar la legalidad y sus reglas, dado el supuesto vicio de una personalidad autoritaria que padece la desmesurada soberbia del síndrome de hybris y pretende que las reglas sólo sirvan para alimentar ese vicio. Claro es que, si fuera así, se trataba de esa versión demonizada de un goce perverso del poder en el empecinado deseo de violar las reglas para poder cambiar el fin de la ceremonia y así realizar el que sería el último de sus actos después de ocho años de gobierno. Un fin sin otra consecuencia para otros que el puro goce onanista del mismo.
Sin embargo, si era un goce onanista no era un goce perverso. Porque a ningún perverso se le ocurre violar las reglas para no actuar. Precisamente porque las reglas las viola para poder gozar en los actos que causan dolor y sufrimiento a otros. En esta perspectiva, nada de perverso tenía Cristina para esperar del goce que le llegaría por violar las reglas de la primera ceremonia, ya que lo que le esperaba era salir de escena y perder posibilidad de acción. No tendría víctimas para gozar por haberlas violado. Sin embargo, el que podría actuar después de violar las reglas ceremoniales sería el nuevo Presidente. Debimos imaginarlo. Porque los actos que siguieron uno tras otro mostraron el daño y el sufrimiento que Macri causó con la acusada insensibilidad de su significante cadena de transgresiones.
Pero una disputa ceremonial, dije, o bien es una disputa por las reglas o una disputa por el fin de la ceremonia o de ambas a la vez. Y Cristina, al preguntarse sobre las reglas ceremoniales en Macri, las asocia hoy a los fines: “Otra pregunta que todavía me sigo haciendo es por qué no juró por la Patria. Por qué no respetó la fórmula que establece la Constitución para la jura presidencial, que exige lealtad y patriotismo para desempeñar el cargo. No fue un buen signo que en su primer acto institucional, como es la jura presidencial, no cumpliera con la Constitución Nacional. (…) Este episodio, sin embargo, fue revelador del grado de odio y de una manipulación judicial inédita que despuntaba en Argentina; pero, sobre todo, de lo que Mauricio Macri y quienes lo acompañaban estaban dispuestos a hacer. Había llegado a la Casa Rosada un grupo de empresarios listos para cualquier cosa con tal de lograr sus fines”.


Debimos imaginarlo. Si la finalidad de las reglas ceremoniales en el traspaso de mando presidencial es la de honrar con solemnidad los símbolos, instituciones, hechos y personas que dieran cuerpo a lo largo de la historia a la idea de Nación y de Patria, y Macri juró con “lealtad y honradez” en lugar de con “lealtad y patriotismo” como ordena la regla constitucional, algo nos estaba diciendo ese forcejeo con las reglas. Tuvimos que padecer cuatro años para percibir que se trataba de la privación de libertades.
Por un lado hay una imagen metafórica, como relación de semejanzas, en la afirmación de esa percepción cotidiana repetida en cada día del gobierno de Cambiemos: las personas privadas de libertad pueden también encerrar entre dos ceremonias –la de ingreso y egreso a la prisión— la totalidad de los días vividos en ella, y pueden encontrar en esa totalidad una misma percepción repetida cada día en cuanto a no poder trazar otro proyecto de vida que el impuesto.
Pero hay también un sentido de correspondencia con la realidad en la percepción de la privación de libertades enunciada, que se ha verificado en la imposición de determinantes socio-políticos violatorios del goce de derechos por la gestión de Macri como Presidente. Un derecho protege una libertad frente a un determinante. El derecho a la alimentación nos protege frente al determinante natural del hambre. El derecho nos hace libres: “Tu risa me hace libre / me pone alas”, dice Miguel Hernández pidiendo la risa de su niño que se mece en la cuna del hambre, amamantado de cebollas.


Esos determinantes han sido, entre muchos otros, la recesión económica con pérdida de empleo, el aumento de la pobreza y la indigencia, la caída del poder adquisitivo de los salarios, el aumento en el costo de la canasta básica, el aumento en el precio de los medicamentos, productos y servicios en general, y el abandono de la población por el recorte en los programas y políticas públicas que garantizan ese goce de derechos.
Esos determinantes han restringido las libertades fundamentales de empresarios y trabajadores, de jubilados y desempleados y de la amplia mayoría de la población, a poder trazar y realizar un proyecto de vida que incluya el derecho a la alimentación, a la vivienda, a la salud, a la educación, al trabajo, a la producción, al esparcimiento y al bienestar en general. Son los proyectos de vida los que han sido dañados en las libertades necesarias para sus proyecciones. E incluso quienes han tenido la suerte de que esos determinantes no modificaran en mucho su vida individual, pero han vivido el drama de los otros identificándose con ellos en el día a día de sus padecimientos, queriendo hacer algo para modificar alguna de esas situaciones pero sin poder cambiar aquello que sólo determina el Estado, también han percibido la privación de su libertad de vivir en una sociedad justa.
Los hechos ceremoniales en el campo del gobierno civil hacen parte de las instituciones y la institucionalidad y de este modo pertenecen a la esfera procedimental de la justicia política. Ninguna duda cabe del lugar del respeto del contrato social que la institucionalidad representa para vivir bajo un gobierno justo. Pero el procedimiento democrático y sus reglas de una justicia verdadera no reducen el fin de la búsqueda de una verdadera justicia.
Amartya Sen se ha dedicado a trabajar esta diferencia (La idea de la justicia, 2009): “¿Por qué un acuerdo públicamente razonado debe tener un estatuto especial en la solidez de una teoría de la justicia? (…) Se puede argumentar, de manera plausible, que si los otros no pueden ver, con su mejor esfuerzo, que una decisión es justa en un sentido comprensible y razonable, entonces no sólo su aplicabilidad queda muy afectada sino que también su solidez resulta profundamente problemática. Hay un clara conexión entre la objetividad de un juicio y su capacidad de soportar el escrutinio público”.


Así es como, más allá de toda la retórica discursiva de Macri acerca de los avances de su gobierno en el terreno de la Justicia, el escrutinio público rechazó sus decisiones. Así es también cómo, pese a la apelación al trascendentalismo institucional en los gobiernos neoliberales, en Chile, en Colombia, en Ecuador y en tantos países del mundo, el escrutinio público los está interpelando. Pero no se trata de una visión binaria: o lo uno o lo otro. O el formalismo de una justicia procedimental bajo la que se extreman las desigualdades y vulneración de derechos, o la justicia sustantiva que garantice los resultados de un progreso en la reducción de los determinantes sociales para ampliar el goce de las libertades en el vivir cotidiano. Bolivia debe ser un ejemplo de la necesidad del progresismo político  en compaginar justicia sustantiva y procedimental.
Por eso frente a las apelaciones, vacías de contenido, a “la República”, “el futuro”, y “el diálogo”, es necesario acentuar las comparaciones de los modos concretos del vivir. Durante los cuatro años de su gobierno, Cambiemos empeoró la vida y el vivir de los habitantes de la Argentina según los recibió al principio de su mandato, cuando disputaba las reglas del traspaso presidencial. Mentir en cadena nacional no ha logrado ocultar los fines y resultados que tuvo su gobierno ya anunciados en aquella disputa. Por el contrario: por su omisión o negación los resaltó aún más. Afortunadamente, la pesadilla llega a su fin. El descanso frente a tanta injuria cotidiana será la primera sensación de bienestar que alcanzaremos después de la segunda ceremonia.

CAMBIOS EN UN MUNDO CONVULSIONADO Macri y su claque antiperonista preparan la desestabilización del nuevo gobierno


A escasos días del fin de la era Macri, una brisa trepidante de esperanza acaricia a un país devastado. Macri fue derrotado en las elecciones, pero cumplió su objetivo de sembrar el caos. Enfurecido, parece enredarse en la pelea por la conducción de Cambiemos y se ensaña con los dirigentes que abandonan este barco en el nuevo Congreso. Sus berrinches no deben engañarnos: el liderazgo de la oposición al nuevo gobierno seguramente se ejercerá desde el llano.
El gobierno de Macri ha concentrado el poder económico y destruido el Estado de Derecho con una intensidad inédita desde la caída del terrorismo de Estado. Se ha valido para ello de una mafia enquistada dentro de las instituciones democráticas. Este no es un fenómeno nuevo. Viene de lejos y se mueve al ritmo que le imponen las ráfagas del viento que, soplando del norte, arrasan con las instituciones democráticas en el mundo entero. Este entramado mafioso prepara ahora la desestabilización política del nuevo gobierno. Macri y sus seguidores rabiosamente antiperonistas cumplirán un rol en esta épica.


En vísperas de dejar el cargo, el Presidente milita su proyecto de borrar al populismo de la faz de la tierra zambulléndose en una nueva movilización callejera, para estampar su liderazgo de la oposición en el periodo que se inicia. Su proyecto es profundizar la grieta sembrando el odio y el miedo a “los de abajo”. La designación de la actual Ministra de Seguridad como Presidenta del PRO es algo más que un símbolo de lo que será la oposición macrista al nuevo gobierno. Patricia Bullrich está íntimamente identificada con la represión sangrienta y cuenta con la adhesión de las fuerzas de seguridad. La Gendarmería lo ha hecho explicito entregándole un sable como expresión de lealtad y afecto. No es un sable cualquiera, tiene grabado en su hoja los dichos de Bullrich, consagrando la impunidad de la institución para destruir la legalidad institucional y la vida de los ciudadanos.
El momento que vivimos, sin embargo, no está totalmente preñado de oscuridad. También parpadea la alegría de un cambio que se avecina. El nuevo gobierno ha prometido terminar con el hambre y la pobreza creando trabajo e inclusión social. Esto no es poca cosa. Implica un cambio en la relación de fuerza que nos llevó al atolladero actual. La enormidad de este cambio empieza a delinearse al iluminar las raíces estructurales de la crisis que nos carcome. A esto contribuyo esta semana la súbita irrupción de CFK en la escena política. Una CFK radioactiva, que a puro destello de coraje, lucidez y emoción levantó por un fugaz instante la bruma que invisibiliza a la mafia enquistada en las instituciones del país.
En su alegato en el juicio sobre el direccionamiento de la obra pública en Santa Cruz, CFK no declaró como acusada. Se transformó en la acusadora de una mafia integrada por los medios de comunicación más poderosos y sectores de los tres poderes del Estado, confabulados para desatar una campaña en su contra. Orquestada por la mesa judicial del Presidente Macri, esta campaña siguió un plan: “Había que condenar al gobierno de NK, había que traer de vuelta al FMI y para eso había que convencer de que el que les pagó, el que nos desendeudó, era un chorro. Por eso es que hoy estoy sentada acá” (ámbito.com 3 12 2019).
Durante más de tres horas CFK expuso exhaustivamente la articulación entre el poder mediático y el poder político y judicial con el objetivo de manipular a la opinión pública, “basándose en hechos falsos que no figuran en el expediente ni han sido probados” y “construir mediáticamente lo que los jueces no pueden comprobar jurídicamente” (ámbito.com 3 12 2019). Definió a esta operación como un ejemplo de lawfare, la estrategia elegida en el norte para provocar “golpes blandos” que, basados en el Poder Judicial y mediático, terminan desplazando a gobiernos populares en América Latina.




El alegato de CFK fue censurado y desvirtuado con tapas de diarios, titulares y zócalos mentirosos. También se lo vació de contenido y hasta se lo enmarcó dentro de una supuesta conspiración para desplazar a Alberto Fernández en el manejo del poder. Esta manipulación de la información persigue un objetivo claro y explícito: de ahora en más todo intento de reforma institucional para “despolitizar al sistema judicial… y sanearlo” será interpretada como un intento de “salvar a Cristina (…) producto del acuerdo por el cual resulto ungido Alberto a la Presidencia: liberar a la mujer y sus hijos de las amenazas de la Justicia en causas de corrupción” (clarín.com 4 12 2019). Así, súbitamente la amenaza adquiere carne y hueso: si se agitan las aguas de la reforma judicial, sonará el escarmiento del antiperonismo que votó a Macri.
CFK brilló por su “oratoria pulcra e irrefrenable” (clarín 4 12 2019) y por su capacidad “para construir rápidamente en ambas Cámaras un sistema de poder… como no tuvo nadie desde 1983” (clarín.com 4 12 2019). Al así hacerlo ha dado preeminencia en la distribución del poder político a un liderazgo basado en la representatividad de los miembros de su coalición política. Este es un mensaje de enorme significación: en los tiempos que vivimos, la transparencia y la capacidad representativa serán elementos centrales a la legitimidad política de los dirigentes. Si esto se cumple, el país habrá empezado a superar el clientelismo político que genera corrupción y reproduce a la mafia institucional.
Esto nos lleva al principal dilema del momento actual: cómo se construye y mantiene la legitimidad de un proyecto político que busca concretar la inclusión social y la soberanía nacional en un país con una economía destrozada y una estructura institucional corroída por una mafia, dispuesta a cualquier extremo con tal de mantener su control sobre los resortes del poder.


Crecimiento económico, conflictos y consenso social

La estructura de poder local constituye un nudo gordiano que desde hace décadas impide el crecimiento económico y la estabilidad política. Un reducido grupo de grandes empresas locales y extranjeras controla monopólicamente áreas de importancia clave para el conjunto de la economía y engendra creciente dependencia tecnológica y canibalismo social en torno a la apropiación de ingresos, excedente, rentas y riqueza acumulada. La conflictividad se multiplica tanto entre los pocos que tienen mucho como entre estos y el resto de la población, e impregna la economía a través de la inflación, la corrida cambiaria y la fuga de capitales. Estos son los lazos del nudo gordiano que por décadas han bloqueado el crecimiento económico y socavado la estabilidad política del país.
La dínamo de esta estructura de poder ha sido un desarrollo industrial liderado por ramas de actividad que, en términos relativos, han sido altamente intensivas en capital. Esto desembocó en una demanda de tecnología incorporada en bienes de capital que no pudo ser satisfecha con las divisas obtenidas por las exportaciones, en gran parte de origen agroindustrial. En las últimas décadas el enorme desarrollo del sector agropecuario liderado por agronegocios dominados por un puñado de grandes empresas transnacionales ha potenciado la demanda creciente de tecnología y la consiguiente crisis del sector externo. Estos cuellos de botella, conocidos como “restricción externa,” tienen su origen en una matriz productiva integrada a la producción global en eslabones de cadenas de valor dominadas por grandes empresas multinacionales con control monopólico de la tecnología. El rol de la industria automotriz en el desarrollo industrial argentino de las últimas décadas expone las limitaciones de este modelo de crecimiento y la necesidad de repensar su futuro en la actual coyuntura.
Esta matriz productiva ha tenido otro correlato explosivo: un mercado de trabajo altamente segmentado, restrictivo e incapaz de satisfacer las demandas de empleo de la población. Todos estos problemas se han agudizado en los últimos años por la creciente integración del país al sistema financiero internacional y la preeminencia de la especulación financiera y el endeudamiento externo. En otras notas hemos visto como el plan de ajuste del FMI ha agudizado estos rasgos de la economía argentina y precipitado una brutal recesión que no encuentra piso, con el consiguiente impacto sobre la capacidad ociosa de las empresas, la caída del empleo, los salarios y el consumo, la desaparición de pymes y el crecimiento de la concentración del capital. La síntesis de estos procesos se encarna en amplios sectores de la población que han caído en la pobreza, el hambre y la indigencia. Estos flagelos afectan especialmente a los niños y a la juventud e hipotecan el futuro de generaciones.




EL FdT ha ganado las últimas elecciones proponiendo un proyecto de inclusión social y ha convocado a un Acuerdo Social para concretarlo. Los lazos del nudo gordiano constituyen el talón de Aquiles de este Acuerdo. En el pasado, todos los intentos de doblegar la inflación con un Pacto o Acuerdo de Precios han fracasado ante la incapacidad de los gobiernos de turno de limitar los poderes monopólicos, aplicando las leyes vigentes y controlando su efectividad. El FdT enfrenta este dilema en circunstancias económicas y políticas muy precarias y decisivas para la vigencia de la democracia. Necesitará utilizar leyes (algunas importantes están vigentes) y controlar su aplicación efectiva para corregir las causas del hambre y la inflación. Esto provocará resistencia de los poderes monopólicos, que habrá que superar con nuevas formas de control de precios
En última instancia estos procesos llevarán a desarticular los lazos del nudo gordiano impulsando cambios en la matriz productiva. Estos cambios no se hacen de un día para el otro, requieren de un arduo proceso de conciliación de intereses y elaboración de consensos entre los actores involucrados en las políticas que serán aplicadas. Esta búsqueda de consenso no puede quedar limitada a la conformación de un Consejo Asesor o entes similares. Requiere también de algo más básico, enraizado en la población: la creación de espacios de articulación de intereses, de abajo hacia arriba, y en todas las instancias de la vida social desde las cadenas de valor, a los barrios y los municipios en todo el país.


Un mundo cada vez más convulsionado

Trump impuso recientemente aranceles a la importación de acero argentino y brasileño en represalia, según él, por la devaluación de las respectivas monedas. En el mismo twitt convocó a la Reserva Federal a bajar las tasas de interés y a sancionar a los países que devalúan sus monedas en relación al dólar (zerohedge.com 2 12 2019). Esta acción inesperada iluminó por un instante el nivel de complejidad de la actual coyuntura internacional y los límites que impone al crecimiento futuro del país, en base a la expansión de las exportaciones argentinas. También muestra la dificultad de generar los dólares que se necesitan para enfrentar los vencimientos de la deuda externa en un contexto de guerra comercial y de monedas que parece profundizarse diariamente.
En efecto, la guerra comercial ha cobrado ímpetu con las recientes amenazas norteamericanas de imponer tarifas a las importaciones de países europeos. En este sentido se destaca la de imponer aranceles del 100% sobre importaciones de Francia, en represalia por los gravámenes impuestos por el gobierno francés a los ingresos de corporaciones tecnológicas norteamericanas: entre ellas Google, Facebook y Apple y Amazon (zerohedge.com 2 12 2019).
Paralelamente, la guerra comercial entre China y Estados Unidos se prolonga en el tiempo sin visos de solución a corto plazo. La misma es algo más que una guerra de aranceles. Detrás de ella se esconde una guerra financiera desatada por la estrategia norteamericana de contener la expansión económica, tecnológica y geopolítica de China. En este contexto, las violentas protestas han provocado grandes estragos económicos y financieros en Hong Kong, cuya moneda está atada al dólar norteamericano. La reciente aprobación de una ley en Estados Unidos que determina, entre otras cosas, la revisión anual del status comercial de Hong Kong de acuerdo al grado de autonomía que la ciudad ostenta en relación a China, ha provocado la violenta reacción del gobierno chino ante la intromisión de los Estados Unidos en sus asuntos internos (zerohedge.com 28 11 2019). La legislación y el aumento de las violentas protestas, en las que se ha probado la intervención de la Embajada norteamericana (zerohedge.com 8 8 2019; nytimes.com 5 10 2019), acrecientan la posibilidad de militarización del conflicto y agudizan la inestabilidad financiera de Hong Kong, asolada por la fuga de capitales y con una importancia crucial para los flujos de dólares en el sistema financiero chino y el acceso de los bancos chinos al sistema financiero internacional. Todo esto ha convertido a Hong Kong en uno de los puntos más calientes del enfrentamiento entre Estados Unidos y China y en un posible detonante de la crisis financiera internacional.
Por otra parte se acrecientan las amenazas norteamericanas de bloqueo al acceso de ciertos países al sistema Swift de transacciones financieras. El jueves el Primer Ministro ruso hizo saber al gobierno norteamericano que cualquier restricción de Rusia al sistema Swift será considerada inaceptable y motivará una respuesta que tendrá la fuerza de una “opción nuclear”. Según el Primer Ministro, Rusia jamás aceptará sanciones que le impidan el acceso a 11.000 bancos y entidades financieras en más de 200 países (zerohedge.com5 12 2019). Estas presiones norteamericanas se han incrementado en paralelo con el desarrollo del Instex, un sistema de transacciones entre países, destinado a facilitar las exportaciones de petróleo iraní por fuera del sistema Swift. El sistema montado por Francia, Inglaterra y Alemania nuclea a varios países, incluidos otros seis europeos acoplados recientemente (rferl.org 1 12 2019). Así, contrariamente a lo buscado por las sanciones financieras norteamericanas, estas acrecientan el embate al rol del dólar como moneda de reserva internacional y aumentan la posibilidad de militarización de los conflictos mundiales.


Un mundo amenazado por el estancamiento de la producción y el comercio global con síntomas de inminente recesión en los países centrales y con un frágil sistema financiero internacional, nos obliga a mirar las opciones existentes para impulsar el crecimiento y salir del callejón sin salida al que nos ha arrojado el ajuste de Macri y el FMI

LA ORUGA Y LA MARIPOSA