lunes, 17 de junio de 2019

CASH 16 de junio de 2019 CRISIS > Las promesas de ser el supermercado del mundo y de recibir una lluvia de inversiones extranjeras El fracaso de la “reinserción”

La apertura comercial y la desregulación financiera no tuvieron el resultado esperado por la administración Macri. El saldo fue el previsible estallido de la crisis del sector externo.
Imagen: Lucía Grossman
Uno de los ejes estratégicos del gobierno de Cambiemos desde su asunción a fines de 2015 ha sido la “re-inserción de Argentina en el mundo”, tras un supuesto aislamiento que habría sufrido el país a raíz de las políticas llevadas adelante por los gobiernos kirchneristas. Los medios para lograr dicha “re-inserción” fueron la apertura comercial y la desregulación financiera, los cuales debían atraer un aluvión de inversiones externas y otorgar un mayor acceso a los principales mercados del mundo. Iniciativa que contó con el apoyo de los gobiernos de las principales potencias mundiales y de los grandes organismos multilaterales.

Supermercado del mundo

Una de las apuestas realizadas por el gobierno de Macri para reposicionar a la Argentina en el escenario mundial remite a la inserción comercial externa y fue sintetizada por el propio presidente como la intención de convertir al país en el “supermercado del mundo”. Esa visión -algo aggiornada- de la tesis ricardiana de las ventajas comparativas absolutas, llevó a disminuir y/o eliminar las retenciones a las exportaciones y a flexibilizar los controles a las importaciones. Si bien el deterioro del balance comercial se venía dando desde el 2013, la derogación de las regulaciones cambiarias (el denominado “cepo”) junto con la apertura comercial dispuesta por el gobierno de Cambiemos -en el marco grandes conflictos comerciales y crecientes medidas proteccionistas por parte de las principales potencias mundiales- no lograron incrementar las exportaciones y, por el contrario, produjeron un aumento en la elasticidad ingreso de las importaciones, dando lugar a uno de los déficits comerciales más grandes de nuestra historia en 2017: -8309 millones de dólares.
Cabe señalar que los efectos negativos de esta política no se limitan a un incremento cuantitativo de las importaciones, ya que el aumento de éstas no estuvo dado centralmente por un incremento en la actividad manufacturera -históricamente dependiente de la compra de insumos y bienes de capital al exterior-, sino que adquirió un peso creciente la importación de bienes de consumo final (incluidos los automóviles), las cuales pasaron de representar el 18,0 por ciento de la estructura importadora en 2010-2015 al 21,7 por ciento en 2016-2018. Ello, en un contexto recesivo o de bajo crecimiento implicó el reemplazo de producción local por extranjera, y en consecuencia una importante destrucción de puestos de trabajo.

Lluvia de inversiones

Tal como ha sido sostenido históricamente tanto desde posiciones liberales como algunas desarrollistas, el gobierno de Cambiemos especuló con la necesidad de fomentar la inversión extranjera ante la supuesta falta de ahorro interno y el desequilibrio en las cuentas externas. Sin embargo, cuando se analizan los resultados obtenidos, estos se revelan decepcionantes, incluso en los propios términos en los que se lo propuso el gobierno.
En lo que respecta a la llegada de inversiones, las medidas de liberalización y desregulación tuvieron un mayor impacto en los egresos por remisión de utilidades que en incentivar el ingreso de nuevas inversiones extranjeras, por lo que las mismas han registrado niveles inferiores a los de la etapa de mayor “aislamiento” del kirchnerismo, mientras el efecto neto de la “lluvia de inversiones extranjeras” fue de sólo 278 millones de dólares promedio anual frente a una entrada neta de 1491 millones de dólares (promedio anual) entre 2012 y 2015.
Por su parte, la desregulación de los movimientos de capitales debía producir un flujo neto positivo que permitiera financiar las “transformaciones estructurales” que requeriría la economía. Entre 2016 y 2017 ingresaron al país capitales especulativos por 11.472 millones de dólares (netos) en concepto de inversiones de portafolio que fueron propiciando un escenario de creciente inestabilidad al estar asociados a instrumentos de corto plazo, con un papel destacado de las letras de emitidas por el Banco Central. Sin embargo, en ese mismo período la fuga de capitales acumuló una suma muy superior: 33.844 millones de dólares, monto que no fue mayor por la repatriación de unos 7000 millones de dólares como resultado del blanqueo de capitales implementado por el gobierno.
Si bien en los primeros dos años de la administración Macri las inversiones de cartera se incrementaron notablemente respecto al período precedente, las mismas no fueron suficientes para compensar el creciente déficit en Cuenta Corriente (que incluye el balance comercial, los pagos de intereses y la remisión de utilidades) y la fuga de capitales, brecha que fue cubierta con un nuevo y acelerado proceso de endeudamiento externo. Esta situación se volvió insostenible a comienzos de 2018 cuando se produjo la retirada de buena parte de las inversiones especulativas (6184 millones de dólares) y desapareció el financiamiento externo privado. En dicho contexto se aceleró la fuga de capitales (28.536 millones de dólares en el año), desembocando en una fuerte devaluación y una aceleración de la inflación.
Frente a este crítico escenario financiero el gobierno terminó pactando un gigantesco crédito (57.000 millones de dólares) con el Fondo Monetario Internacional con el objetivo de garantizar el repago de la deuda contraída. Ello condujo a una acentuación de las políticas de ajuste, produciendo una profunda caída de la actividad económica y un deterioro de los principales indicadores sociales.

Debacle

Al ver la remisión de utilidades que realizaron las filiales de las firmas extranjeras y la fuga de capitales, queda en evidencia que el principal problema de la economía argentina no se debe tanto a la insuficiencia de ahorro sino a su escasa reinversión. Ambas cuestiones, lejos de haberse reducido, se incrementaron desde el cambio de gobierno en diciembre de 2015, profundizando los desequilibrios externos y la “reticencia inversora” que exhibe la clase capitalista en la Argentina.
El grueso de las inversiones que ha logrado atraer el gobierno de Cambiemos -a partir de ofrecer rendimientos financieros más altos que en los países desarrollados y que en otros emergentes- fueron de carácter especulativo. Como se ha visto, el problema con este tipo de inversiones de corto plazo es que son altamente inestables e incrementan la vulnerabilidad externa, ya que ante cualquier cambio de expectativas en los agentes los flujos se revierten y terminan agravando los desequilibrios externos.
En una economía como la argentina, la estrategia de crecer mediante el desmantelamiento de la estructura industrial y la profundización de la especialización primaria termina, una vez agotada la capacidad de endeudamiento, en una caída en el nivel de actividad y la utilización de la contracción del salario real como medio para intentar superar la restricción externa. De esta manera, las políticas aplicadas por el gobierno de Cambiemos, lejos de lograr una renovada y exitosa re-inserción de la Argentina en el mundo, terminaron conduciendo a la crisis económica más profunda desde 2002, con un profundo deterioro de las condiciones de vida de la clase trabajadora
* Investigador del Area de Economía y Tecnología de la Flacso y del Conicet.
** Investigadora del Laboratorio de Estudios en Sociología y Economía del Trabajo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP).

CASH 16 de junio de 2019 La guerra digital

Cuando, a mitad del siglo XIX, el imperio británico acusaba un fuerte déficit comercial con China y quiso equilibrarlo vendiéndole más, encontró desinterés del emperador e ingresó a puro cañonazos, en las dos guerras del Opio que humillaron al gran país asiático. China, su sistema dinástico, estaba en crisis y en retroceso luego de miles de años. Hoy, Estados Unidos, heredero “mejorado” del british power, no tiene en mente bombardear China, salvo sus estrategas más virulentos; de hecho, el Pentágono ya la ha definido, junto con Rusia, como enemiga del siglo XXI. Otra diferencia es que China no está en una fase de declive, muy al contrario.
Pero el gran problema de la guerra “comercial”, contra Huawei  y por el control de las nuevas tecnologías, es la interdependencia de las dos mayores economías del mundo, cosa que no pasaba ni por asomo entre aquella Gran Bretaña y el imperio Qing.
Hace un par de semanas, por presiones del gobierno del “libremercadista” Estados Unidos, Google anunció que se retiraba de las plataformas Huawei y dio otro golpe a la empresa de telecomunicaciones china, que ya afronta un juicio en Estados Unidos, con ejecutivos detenidos, y la resistencia a que sus avances en el servicio 5G se instalen en Occidente. Huawei, que se coló entre Samsung y Apple y para 2020 quiere subir a lo más alto del podio, se ve afectada.
Más, porque detrás de la decisión de Google e igual de presionados por Washington se sumaron otras grandes compañías, como Intel, DatCom y varias más, como podría ser también ahora DJI, el mayor fabricante de drones del mundo. La agencia encargada de cibernética (CISA) en el Departamento de Seguridad Interior dijo que “Estados Unidos debería ser cuidadoso de los drones fabricados por China; podrían contener componentes que pueden comprometer su información y compartirla con servidores ajenos a su compañía”.
El gobierno chino cree que Trump y su gobierno blanden exageradamente la idea de una supuesta “amenaza” de China a su seguridad con el objetivo de impedirle o aminorar todas sus capacidades de crecimiento y de proyección global, por ejemplo incrementando con estas medidas la desconfianza de otros países (que en casi todo el mundo ya tienen a China como socio principal del comercio, las inversiones o las finanzas, o las tres variables juntas) hacia la gran nación asiática.
El propio Steve Banon, armador de una suerte de internacional de derecha y (¿ex?) estratega de Trump, dijo que atacar a Huawei es más importante que la cuestión comercial con China, ratificada así como una excusa de lo que verdaderamente importa en esta pelea más allá de las subas de tarifas aduaneras, que por cierto son cuantiosas: la última escalada por parte de Estados Unidos fueron subirlas de 10 a 25 por ciento, equivalente a 200 mil millones de dólares.
La cadena de posibles consecuencias, además de la suba de aranceles por parte de China, son muchas e imprevisibles. Se ha dicho, por ejemplo, que la mayoría de granjeros estadounidenses, una base electoral importante de Donald Trump, usan Huawei. Y se especula con que China podría reaccionar restringiendo o prohibiendo sus exportaciones de productos de “tierras raras” a Estados Unidos, claves para muchas industrias tecnológicas, y un tercio de cuyas reservas mundiales están, se estima, en China.
También podría restringir o prohibir nuevas compras a Boeing -una empresa ya en problemas por los accidentes en sus aeronaves 737 MAX crisis y los juicios que siguieron- para las aerolíneas chinas. La propia y poderosa Cámara de Comercio estadounidense, AmChan, está preocupada por las represalias chinas, afirmó Tim Stratford, su presidente.
Obviamente, todos los castigos tienen doble filo, tanto de Estados Unidos como de China, dada la interacción de varias de sus industrias y sectores productivos. Para seguir con el ejemplo de Boeing,  14 por ciento de sus ganancias el año pasado llegaron de China. En Shanghai, la aeronáutica norteamericana tiene una de sus plantas de terminación de aviones.
Al explicar las imprevisibles consecuencias de una guerra tecnológica, mostrando en un celular cuán diverso es el origen de cada componente, el especialista Dave Lee dijo en la BBC que podría sobrevenir una “balcanización” de esas industrias, y la agencia Bloomberg, hablando de “guerra fría digital” y de “cortina de hierro digital”, señaló que China aceleraría su propia industria de tecnología informática para disminuir todo lo que pueda su dependencia de insumos importados. Inclusive trascendió que en junio ya tendría activo un reemplazo propio en vez de Android en sus teléfonos.
En programas, ya lo hizo exitosamente al desarrollar alternativas a las plataformas dominantes de Occidentes como Gmail, Facebook, Whatsup y otras con sus propias redes, en algunos casos superiores en calidad. De hecho, Huawei  y otros proveedores de servicios informáticos y de celulares no ofrecen los productos de Google prohibidos en China, como Gmail, YouTube o Google Maps, y dan a sus usuarios en China, en cambio, alternativas domésticas como Tencent, WeChato Badiu (BIDU) Maps.
¿Y América Latina? El geógrafo chileno Ivan Borcoski explicó a Cash que “cuando vino a su gira por Sudamérica, el secretario de Estado Mike Pompeo se habló de que el principal tema era Venezuela. No, era la instalación de Huawei en Puerto Williams, al sur de Chile, donde será un nodo para las telecomunicaciones de nuestra región”. Según el experto, “la tecnología 5G cobra una importancia vital en el ‘Data Capitalismo’ pues proporciona las condiciones técnicas para seguir avanzando en la llamada Nueva Economía, que tiene en el dinero electrónico y en la robótica sus puntas de lanza digitales”. Otros expertos suman un combate más: la computación cuántica, en lugar de la digital, donde los chinos también están en carrera.
En noviembre pasado, los presidentes Donald Tump y Xi Jinping se vieron en Buenos Aires en el marco del G20 y negociaron una tregua, que no llegó. A fines de junio se verán en las mismas circunstancias, pero en Tokio

CONTRATAPA 17 de junio de 2019 El asalto perfecto

Permítanme comenzar por una obviedad (no reconocida por la mayoría): el masivo recorte de impuestos aprobados por el Congreso de Estados Unidos en 2017 benefició principalmente a la elite económica y financiera. Según todas las estadísticas, esta elite viene beneficiándose de forma aún más acelerada desde hace medio siglo, fundamentalmente desde que las políticas neoliberales comenzaron a ser impuestas por los gobiernos de los países ricos y pobres. Como es sabido, la teoría, el dogma y el sentimiento inoculado radica en que son los súper ricos quienes crean trabajo y bienestar (ellos inventaron el cero, los algoritmos, la circulación de la sangre, la democracia y los derechos humanos), por lo cual cuanto mejor estén, puede que algo de toda esa riqueza gotee a los de abajo, a los trabajadores. 
En la Biblia una cananea convence a Jesús de ayudar a un no judío diciendo que “también los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”, por lo cual los neoliberales debieron retocar la metáfora inventando eso de las copas (con champagne) y le dieron el elegante nombre de Trickle-down theory. Los súper ricos nunca reconocerán que su principal interés es su único interés, por lo cual deben ficcionar con distracciones y atraer a los votantes con anzuelos y zanahorias (aquí a religión juega un papel inestimable) o amenazarlos amablemente como hacen en Halloween esos niños tan simpáticos e inocentes ofreciendo a sus vecinos trick or treat.
En el caso específico de los masivos recortes de 2017, los de abajo recibieron un dulce para niños: se ahorraron aproximadamente un dos por ciento en los impuestos anuales. Los impuestos no son buenos ni son malos. Todo depende de cómo un gobierno los invierte. Si bien es cierto que en algunas actividades los privados “lo hacen mejor y más barato”, también es cierto que toda empresa privada no solo cobra por su trabajo sino que además son “for profit”, es decir, que el consumidor además de pagar por el producto o el servicio también paga por el beneficio de la compañía, que suele explicar los desorbitantes costos de la salud en Estados Unidos. Alguien que no puede pagar un seguro médico, debe pagar mil dólares por mes en cualquier medicina con receta médica.
Muchos jornaleros y pequeños empresarios festejaron este dulce impositivo como un logro del presidente Trump. Por supuesto que el mayor beneficio fue para la elite de multimillonarios como él, al tiempo que se amplió el déficit y la deuda (1.500 billones extra) que irán a pagar los hijos y nietos de esos trabajadores. Si la pagan, porque siempre queda la vieja opción de imprimir más dólares aquí, respaldados en la fe, y succionar valor de los ahorros de los fieles allá, en la Argentina y en la Cochinchina.
A eso hay que agregarle la euforia siempre renovada y desmemoriada de los votantes: la economía creció 3.2 por ciento el último trimestre, el desempleo está en 3.6 por ciento, su mínimo de los últimos cincuenta años. Por supuesto que durante el periodo anterior de Obama la economía nunca dejó de crecer y el desempleo nunca dejó de bajar. Obama recibió una crisis masiva mientras Trump recibió una economía estable, según el estándar clásico.
Ahora, este estado de euforia económica procede de no mirar toda la foto sino un solo detalle. Por todas partes escuchamos todo tipo de gente hablar de que, a diferencia del período anterior, “los fundamentos de la economía son sólidos”. Exactamente lo mismo que decía George Bush un año antes de la Gran Recesión de 2008.
Aunque se puede decir que hoy hay más trabajo y la economía continua creciendo, es un pecado de miopía. Si miramos más allá, tanto hacia el pasado como hacia el futuro, veremos signos preocupantes. Cada vez que ha habido crisis económicas se han revertido todas las ganancias de los trabajadores al tiempo que se han multiplicado los beneficios de los súper ricos. En tiempos de crisis se le pedirá a la clase media más sacrificios (menos servicios o más impuestos) y más paciencia (más años para recuperar lo perdido de la “bonanza”), mientras los dueños del dinero y de la política incrementarán sus fortunas comprando acciones y propiedades al precio miserable de la necesidad ajena.
Esa es una lógica que ha ocurrido siempre y que volverá a ocurrir. No por mera casualidad, desde los años 80 la clase trabajadora en Estados Unidos apenas ha hecho algún progreso salarial, alrededor de un cinco por ciento, mientras el cinco por ciento de la población (que ya acumula el 65 por ciento de todas las riquezas de este país) ha multiplicado varias veces sus fortunas. (La criminalización de los trabajadores en este país construido por una fuerte tradición de trabajadores y de organizaciones laborales, comenzó a principios del siglo XX, pero ese es tema de otra nota).
En el caso de Estados Unidos, la posibilidad de imprimir dólares sin generar inflación desorbitante y el hecho de poseer cientos de bases militares alrededor del mundo para presionar países e imponer sus intereses es claramente diferente al de cualquier otro país dependiente o marginal. Sin embargo, en todos los casos el modelo neoliberal ha funcionado de la siguiente forma:
1) El nuevo presidente recorta los impuestos (sobre todo a quienes pueden pagarlo) para impulsar la economía, como prometió antes de ganar las elecciones. Nadie ama los impuestos, ni siquiera aquellos que reciben grandes beneficios del Estado.
2) Los más beneficiados por estos recortes son los más ricos, quienes se supone que crean trabajo y benefician al resto, no al revés.
3) Como hay menos recaudación, los servicios públicos no funcionan como se espera, por lo cual se debe privatizar la mayor cantidad posible de servicios ofrecidos por el Estado.
4) En sus números globales, la economía crece y se generan empleos por un breve tiempo, lo que produce euforia en los de abajo.
5) Cuando los efectos narcóticos del recorte de impuestos y el efectivo derivado de la venta de activos pasa, la economía vuelve a su estado anterior. Pero esta vez el Estado posee menos recursos (el rey está desnudo) para enfrentar una crisis económica y social.
6) La crisis ya está instalada. La clase media vuelve a ceder terreno, se endeuda o malvende lo que tiene.
7) Los dueños del gran capital se capitalizan más comprando a precio de liquidación. El pueblo se queja y se prepara para sepultar su memoria bajo toneladas de nuevas esperanzas.
Como se puede ver, al principio del proceso los más ricos se benefician de recortes de impuestos y de la compra de empresas estatales y, al final, se vuelven a beneficiar comprando por nada lo que quedaba en manos de los pequeños privados. Este modelo se reprodujo múltiples veces. Podríamos mencionar los últimos y más conocidos, todos dibujando una curva de campana que se repite después de un tiempo, cuando el olvido popular complete el trabajo. Como en la Argentina de Menem en los 90, los Estados Unidos de George Bush en los 2000, la Argentina de Macri en los 10 y, muy probablemente, los Estados Unidos de Trump en los 20.
* Profesor de Español, Literatura Latinoamericana y Estudios Internacionales, Jacksonville University.

ECONOMÍA 16 de junio de 2019 BICICLETA DE CAMPAÑA

La campaña de Macri por la reelección le cuesta carísima a todo el país. A los 57 mil millones pedidos al FMI, para evitar el default al que llevó su política de endeudamiento, se suma la emisión de 1,2 billones en Leliq, que ya pagaron 347.829 millones de pesos en intereses.
En el día que se oficializaron las alianzas electorales que competirán en agosto en las PASO y en octubre en la primera vuelta, los bancos devengaron intereses por 3126 millones de pesos solamente por la tenencia de Leliq emitidas por el Banco Central para contener la paridad cambiaria. A la cotización de ese día, ese monto de intereses es equivalente a 71 millones de dólares. El reloj del taxi de los intereses de las Leliq no se detiene. La proyección de esos números diarios a términos anuales es abrumadora. Mientras algunos eligen  el camino de sumar angustia haciendo ese ejercicio (ver el cálculo al final de la nota), ya existen otras cifras que son lo suficientemente contundentes para estar intranquilos. Los intereses ya anotados por los bancos por las Leliq desde octubre del año pasado, cuando fueron lanzadas al mercado por el Banco Central bajo la conducción de Guido Sandleris, hasta el viernes pasado, suman 350.799 millones de pesos. En apenas ocho meses y medio, el instrumento monetario utilizado por el Gobierno para evitar una corrida contra el peso ha acumulado intereses equivalentes a unos 7973 millones de dólares. 
La campaña electoral de Cambiemos está siendo muy cara, factura inmensa que será saldada, con una elevada probabilidad, con un evento económico traumático que afectará a la mayoría de la población. Al crédito extraordinario del FMI, de 57 mil millones de dólares entregado al gobierno de Macri para evitar el default de la deuda, se debe sumar la emisión, hasta ahora, de casi 1,2 billones de pesos de Leliq (Letras de Liquidez), negocio espectacular para el sistema financiero, para evitar otra megadevaluación. 


La cesación de pagos y/o otra vuelta de la corrida cambiaria serían devastadoras para la ambición de reelección de Macri. Para evitar en este año electoral la irrupción de esos acontecimientos críticos, situación de inestabilidad a la que se llegó por la política económica neoliberal aplicada desde el comienzo del gobierno, la economía macrista necesita del pulmotor del endeudamiento. Financiamientos dado por el FMI vía un stand by y por los bancos del sistema local con las Leliq. El proyecto electoral del oficialismo está teniendo de ese modo un costo inmenso.

Intereses

La consultora Ledesma realiza un seguimiento diario de las Leliq, el monto de vencimientos y colocación, la tasa de interés media, la variación del stock, el efecto monetario y los intereses “realizados”. La secuencia creciente de esta última cuenta es reveladora del costo de las Leliq:

* Hasta el 14 de junio.
El Banco Central está pagando una tasa promedio del 70 por ciento anual por colocaciones a 7 días que realizan las entidades financieras (en la última semana bajó al 67 por ciento). Como ese dinero se renueva semanalmente, la tasa efectiva es del 100 por ciento anual. O sea, si el dinero de las Leliq que vence cada 7 días se coloca nuevamente en ese instrumento de regulación monetaria a lo largo de un año, con la capitalización de intereses, el monto se duplica. 
Los bancos están haciendo así un negocio fabuloso, que está siendo reflejado en el cuadro de resultados de los balances. Captan fondos de ahorristas, a quienes les pagan de 48 a 53 por ciento anual, y esos mismos recursos son inmediatamente entregados al Banco Central que estuvo pagando por ellos de 70 a 74 por ciento anual. En un rápido pase de manos, las entidades estuvieron anotando una utilidad de por lo menos 20 puntos porcentuales.
El balance global de las entidades privadas en el primer trimestre del año refleja el resultado de esa bicicleta fabulosa a cuenta del Banco Central. Ese grupo de bancos contabilizó una ganancia total de unos 56 mil millones de pesos (1200 millones de dólares), de acuerdo a información proporcionada por el Central. 

Sin crédito

Tasas de interés tan elevadas engordan las ganancias de los bancos, al tiempo que derrumban el crédito al sector privado. Como son tan altas en términos reales se constituyen en una barrera muy firme para que pymes o familias se endeuden, y si lo hacen, se acercan peligrosamente a la insolvencia. No hay actividad ni ingresos familiares que permitan pagar intereses de tasas del 80 al 130 por ciento anual.  Como se sabe, cuando el compromiso de pago de intereses es superior a los recursos que se pueden generar, el saldo final será el default.
El stock del crédito al sector privado ha descendido el 1 por ciento en términos nominales en los últimos doce meses, lo que implica una caída en términos reales de casi 30 por ciento, de acuerdo al último Informe sobre Bancos del BCRA. Es un derrumbe de proporciones que sólo se genera en crisis muy graves, aunque la actual busque disimular por parte del inmenso dispositivo oficial de propaganda pública y privada. (En ese sentido la presentación de la inflación de mayo es un ejemplo: el 3,1 por ciento del IPC es un dato negativo, puesto que es un índice con un valor elevado teniendo en cuenta que se dio con recesión, tasas altísimas y paridad cambiaria estable, y la información destacada por la prensa oficialista fue que “la inflación está bajando”).  
La fuerte caída del financiamiento a empresas y familias es consecuencia de la política ultra ortodoxa del Banco Central y manifiesta la profundidad de la recesión. Las líneas comerciales, como descuento de documentos y adelantos en cuenta corriente, están registrando retrocesos por encima del promedio.

Morosidad

Las Letras de Liquidez (Leliq) utilizadas por el Banco Central para controlar la cantidad de pesos en circulación –y evitar entonces que corran a la compra de dólares– fulminaron el crédito privado. Con tasas del 70 por ciento regaladas por el Central, las entidades orientan gran parte de los recursos que captan a acumular Leliq. De esta manera se profundiza la recesión, puesto que se neutraliza la función del crédito como impulsor de la producción y la actividad. 
El panorama de las empresas y comercios se presenta con un combo demoledor: sin crédito a tasas de interés que permitan el repago, con tarifas de luz, gas y agua que cargan excesivamente los costos fijos y el deterioro del mercado interno por la persistente caída del poder adquisitivo de trabajadores y jubilados.
El saldo de recesión más derrumbe del financiamiento bancario es el incremento de la morosidad crediticia. El Informe sobre Bancos de abril pasado muestra que el incumplimiento de los préstamos al sector privado alcanzó el 4,2 por ciento, casi el doble de un año atrás. Este nivel de morosidad no se registraba desde hace doce años. 
La irregularidad de las familias se ubicó en 4,6 por ciento, siendo las líneas de financiamiento con tarjetas de crédito y personales las que impulsaron la mora al marcar el 5,2 por ciento, el nivel más alto desde noviembre de 2009.

Billón

El Mirador de la actualidad del trabajo y la economía difundió en su cuenta de Twitter que el monto de los intereses devengados de las Leliq es equivalente “a 3 meses completos del pago a millones de personas jubiladas y pensionadas”. El stock de Leliq es de casi 1,2 billones de pesos, casi el mismo monto máximo que había de Lebac. La velocidad de crecimiento de las Leliq es impactante: el 17 de septiembre pasado sumaban apenas 258 mil millones de pesos, y hace un año no existían. Si la Bomba Lebac inquietaba hasta al Fondo Monetario Internacional, que exigió que fuera desarmada para entregar el auxilio financiero, la Bomba Leliq debería generar la misma o más preocupación. 
El monto de Leliq ya es casi igual al de la Base Monetaria y es equivalente a un tercio de las actuales reservas internacionales. A diferencia de las Lebac, parte de esa deuda del Central es contrapartida de depósitos a plazo fijo. Esto lo hace más peligroso, pese a los mensajes de que no lo es por parte de economistas de la city. Las entidades pueden además aplicar las Leliq para integrar una porción de los encajes (el dinero de los depósitos que deben inmovilizar). De ese modo, el Banco Central está remunerando encajes cuando antes no rendían nada. Otro negocio para el sistema financiero.
Durante la primera mitad del gobierno de Macri, las Lebac fueron el canal de inversión en pesos de grandes fondos internacionales y locales, y también de pequeños y medianos ahorristas. La megadevaluación del año pasado, que duplicó la paridad en pocos meses, licuó esos pasivos del Banco Central. El ajuste cambiario impactó en el índice de inflación hasta duplicarlo en términos anuales, pero esa licuación no generó un problema para el sistema bancario. Las Lebac fueron una extraordinaria bicicleta financiera para quienes la aprovecharon durante dos años y quienes no salieron a tiempo recortaron ganancias acumuladas o perdieron si ingresaron tarde a esa orgía especulativa.
Las Leliq en cambio involucran directamente a los bancos. Son los únicos que pueden suscribirlas. Entonces si se produce una corrida de depósitos de plazos fijos hacia el dólar, eventualidad que no es improbable, las entidades reclamarán al Central los pesos de las Leliq. Esa expansión monetaria repentina y de magnitud alteraría el mercado cambiario y, en consecuencia, provocaría otro shock inflacionario. Las Leliq son un canal de trasmisión financiero-monetario-cambiario que involucra al Banco Central, a los bancos y a los ahorristas. La Bomba Leliq, a diferencia de la Bomba Lebac, tendría de protagonistas en un estallido a los principales actores del sistema bancario.

Monetaristas

Episodios monetarios traumáticos entre 1977 y 1989 (la cuenta de regulación monetaria de Martínez de Hoz y los encajes fraccionados remunerados de Machinea) enseñan que ese tipo de política de intervención para controlar la cantidad de dinero no frena el alza de la tasa de interés y promueve una fabulosa burbuja de deuda del Banco Central con las entidades financieras, además de debilitar el mercado de crédito bancario.
Como no existen condiciones para un incremento sustancial de la demanda de dinero (que el público quiera retener pesos en su poder), un escenario de agudización de la desconfianza acerca de las perspectivas económicas  –siendo la cotización del dólar una señal de alerta–, pondría al sistema en alerta máxima. Sólo las tasas de interés altísimas han postergado el colapso de la demanda de dinero.
El fiasco del programa monetarista Sandleris-FMI queda al descubierto en que la tasa de interés no puede bajar sin que se dispare la cotización del dólar, y entonces el nivel de actividad no puede iniciar un sendero firme de recuperación.
El Banco Central, primero con Federico Sturzenegger y ahora con Guido Sandleris, impulsa una política de restricción monetaria con el ilusorio objetivo que así descenderá la inflación. En esta administración ultra ortodoxa el saldo fue el opuesto: se duplicó la tasa de inflación anual. Con esos resultados, deberían revisar el manual de gestión monetarista.
La estrategia de contracción monetaria para reducir la tasa de inflación está acumulando emisión de dinero futura –a través de las Leliq– por la tendencia exponencial de intereses devengados. La expectativa de un desborde monetario determina que la tasa de interés se mantenga en niveles elevados en términos reales, lo que realimenta el círculo vicioso de la recesión. 

Angustia

Ahora sí, el dato prometido al comienzo para quienes quieren sumar angustia: la proyección anual (con 247 días laborables) de intereses de Leliq que el Banco Central entregará a las entidades financieras en 2019 es de unos 700.000 millones de pesos, equivalente a poco más de 15.000 millones de dólares. 
La campaña electoral de Macri es la más cara de la historia, que terminará pagando la sociedad argentina.

EL MUNDO 16 de junio de 2019 Una historia poco conocida del tremendo accidente nuclear en Ucrania

Los chicos de Chernobyl atendidos en La Habana
En abril de 1990, pocos meses después de la explosión del reactor, comenzaron a llegar niños para atenderse en Cuba. Fueron 23.000 en total.
Fidel Castro recibiendo a los chicos de Chernobyl a su llegada a Cuba para tratarse, en una foto de Granma.
Fidel Castro recibiendo a los chicos de Chernobyl a su llegada a Cuba para tratarse, en una foto de Granma. 
Chernobyl es por estos días una tragedia que ha vuelto hecha ficción. La miniserie de HBO y Sky revive la amenaza del holocausto nuclear, pero como en toda construcción de sentido, recorta y pega, cuenta una verdad a medias. Afuera quedaron muchas historias como las de Aleksander Savchenko y Román Gerus, dos niños ucranianos –hoy adultos– que fueron víctimas del desastre que desparramó radioactividad sobre 142 mil kilómetros cuadrados de territorio europeo. Pero sus casos, a diferencia de los miles de muertos, las estadísticas sobre la contaminación que perdura y los héroes anónimos que presenta la producción televisiva, serían dignos de otra película. Para su escenografía natural deberían elegirse las playas de Tarará, muy próximas a La Habana y donde el 29 de abril de 1990 comenzó una epopeya solidaria que tiene escasa prensa. Unos 23 mil chicos afectados por el escape nuclear llegaron a Cuba para rehabilitarse mediante un tratamiento gratuito. Aleksander y Román estaban entre ellos. El primero se quedó a vivir en la isla y tuvo una hija. El segundo recuerda cómo disfrutó cada uno de sus tres viajes de rehabilitación a 9.458 kilómetros de su país.
Con precisión quirúrgica, los cubanos llevan mensuradas sus propias cifras de Chernobyl, con las que se involucraron de manera directa. Se trata de 26.114 ucranianos, bielorrusos y rusos que viajaron a tratarse en el complejo de Tarará. Los datos son del Ministerio de Salud. De ese número, 23 mil eran niños. El gobierno de Fidel Castro los alojó en un conjunto de edificaciones que hasta la década del 50 había servido de balneario a la casta civil y militar que respaldaba al dictador Fulgencio Batista. Su entorno es de ensueño. Playas de fina arena blanca, mar de color turquesa que encandila y pequeñas palmeras mecidas por el viento caribeño. Ese fue el recibidor donde Cuba acogió, atendió, curó y despidió a esos chicos afectados por el accidente del reactor construido por la Unión Soviética. 
La mayoría volvió a sus naciones de origen. Savchenko se casó y permaneció en Cuba. También se recibió de estomatólogo. Su historia es contada por la periodista Rosa Miriam Elizalde en el sitio Cubadebate, quien además cita un posteo reciente de aquel en Facebook: “50 niños ucranianos serán atendidos en Cuba, como parte de un nuevo programa de cooperación inspirado en el programa ‘Niños de Chernobyl’”. La solidaridad cubana se extiende en el tiempo mucho más allá de los tratamientos en las suaves arenas de Tarará –acaso las mejores playas del Este de La Habana– que se prolongaron entre 1990 y 2011. 
  La isla tiene una tradición inalterable de ayuda humanitaria que jóvenes como Aleksander y Boris reconocen. No solo la recibieron los niños de Chernobyl. También los que sufrieron el terremoto de Armenia en 1988 y hasta “los brasileños que manipularon una fuente radioactiva de Cesio 137 en la ciudad de Goiânia, otro accidente nuclear que contaminó a cientos de personas en 1987, un año después de Chernobyl y del cual no se habla”, completa Elizalde.
  Gerus fue entrevistado por la cadena BBC y recuerda que viajó tres veces a la isla. “No era como estar en un hospital. Hasta los niños más enfermos la pasaban bien”, cuenta. Cuando se trató la primera vez a los 12 años estuvo seis meses. Cuando regresó con 14 permaneció tres meses y a los 15 volvió por 45 días. “Cada vez fue diferente, pero todas ellas las disfruté. Es algo que recuerdo con cariño. Quiero regresar a Cuba con mi familia para mostrarles la isla”, dice agradecido. 
  Un dato no menor es que el programa de asistencia a las víctimas del desastre se mantuvo en pleno período especial. Se había desintegrado la Unión Soviética y Cuba atravesaba la peor etapa de su historia revolucionaria. Pese esa dificultad, se siguieron recibiendo pacientes con cáncer, parálisis cerebral, malformaciones y hasta trastornos psicológicos. El programa de rehabilitación estuvo dirigido por los doctores cubanos Julio Medina y Omar García, que clasificaron a los pacientes en cuatro grupos de acuerdo a su estado. Los que padecían enfermedades graves y permanecieron varios meses en el complejo de Tarará. Aquellos que debían recibir atención hospitalaria pero que no sufrían patologías severas. Los que estaban bajo tratamiento ambulatorio y quienes estaban en mejores condiciones y como mucho permanecían en la isla dos meses.  
  Una de ellas fue la ucraniana Khrystyna Kostenetska. Entrevistada por la cadena británica comentó que fue a Cuba en dos viajes sucesivos en 1991 y 1992: “Las dos veces estuve allí 40 días. Se supone que ése es el período en el que el cuerpo humano tiene la capacidad de recuperarse de una dosis baja de radiación”. La mujer también recordó que había “niños con vitíligo que tenían que llevar manga larga y cubrirse del sol. A pesar de eso, el clima de Cuba sanó a algunos de ellos y aceleró la recuperación de muchos otros”. 

Fidel Castro enfundado en su clásico uniforme verde olivo recibió a esos chicos al pie del avión. En las fotos que se conservan de aquel momento se percibe la incredulidad y la sorpresa de esos niños rubios de ojos celestes y rasgos eslavos. Juventud Rebelde en su edición del 31 de marzo de 1990 tituló: “Carta a Fidel en nombre de padres de Chernóbil” y “Para pequeños príncipes se tiende la mano amiga”. Hoy los hijos de aquellos menores en los 90 son  esperados en la isla para tratarse bajo el nuevo convenio de cooperación con Ucrania. Porque las secuelas de una catástrofe atómica como la que describe la miniserie dirigida por el sueco Johan Renck y guionada por el estadounidense Craig Mazin perduran en las generaciones siguientes. 
  También perdura el sentimiento de agradecimiento hacia Cuba en los países más afectados por el accidente del 26 de abril de 1986. La explosión en el reactor 4 de la planta de Chernobyl, cerca de la ciudad fantasma de Prypiat que se evacuó por completo al norte de Ucrania y muy próxima a la frontera con Bielorrusia. A 9.458 kilómetros de ahí miles de niños encontraron alivio para tratar las secuelas que les dejó uno de los dos desastres nucleares más grandes de la historia (el otro es el de Fukushima ocurrido en Japón). La mayoría regresó sana a su país. Otros quieren volver a La Habana para recorrer nuevamente las playas de Tarará donde pasaron acaso los mejores momentos de su infancia. El médico Savchenko es un cubano más en la isla. Y Chernobyl es un recuerdo incómodo transformado ahora en miniserie que se volvió en contra de la burocracia soviética que pretendió ocultarlo.