domingo, 7 de abril de 2019

ÁRBOL DE DECISIONES Hábleme de fracaso POR RICARDO ARONSKIND

“No creo que estemos en un fracaso económico. La Argentina es un fracaso económico”, dijo esta semana Marcos Peña, Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación. Peña es un político que ha demostrado habilidades importantes, pero que debió proferir ese exabrupto seguramente en un estado de severa presión emocional, dados los resultados observables y generalizados de la gestión gubernamental. Es una tradición en el discurso macrista echar las culpas a otros, y a pesar del nerviosismo del Jefe de Gabinete, los reflejos políticos característicos no se pierden.
En este caso le tocó a la Argentina, en su totalidad, ser la responsable de su propio fracaso económico. Como un cohete que va quemando etapas, ya se usó la “pesada herencia”, argumento que duró un tiempo considerable. Pero el año pasado hubo que usar el siguiente tramo de excusas: “70 años de peronismo”. Rápidamente perimido por obra del desastre creciente, ahora le toca a la historia Argentina completa. ¿O será que todo empezó con la Ley Sáenz Peña?
Lo cierto es que Peña tiene motivos para estar alterado. La proliferación de datos negativos es abrumadora, tanto en producción, como en consumo e inversión. Salvo las empresas fabricantes de silobolsas, que han incrementado este año su producción en un 20% y esperan un incremento aún superior dada la floreciente demanda del producto, son pocos los sectores que pueden mostrar mejoras. La venta de maquinaria agrícola anotó en 2018 una caída del 35%, mientras el consumo de carne interno bajó, después de décadas –incluso no ocurrió en los fatídicos 2001/2002— a 49 kilos per cápita. Los espantosos números de venta de propiedades y automotores, conjuntamente con el cierre de pequeñas empresas, confirman el impacto de la situación en sectores medios, que se sorprenden por la profundidad de la contracción económica. El gobierno atina, muy débilmente, a echar mano de algún instrumento de la época de la pesada herencia, para remontar la venta de electrodomésticos. Como se puede adivinar rápidamente, es una medida insignificante en relación a la dinámica descendente de la actividad económica.

Por suerte llega la plata del Fondo

El gobierno cuenta los días para la llegada de fondos en dólares cuyo principal objetivo, a esta altura de las cosas, es fundamentalmente reforzar la capacidad gubernamental para serenar a los diferentes actores del mercado cambiario y bancario para ahorrarle a Cambiemos otro salto en el valor del dólar, que sería demoledor para las perspectivas electorales oficiales y radicalizador de las emociones sociales.
Los 10.870 millones de dólares del FMI que llegarán en los próximos días permitirán dar más credibilidad a la postura oficial de que “está todo bajo control” por un tiempo indeterminado. Perdido completamente el rumbo, es el FMI el que hoy fija los lineamientos de las políticas económicas futuras: el año próximo, si surge otro gobierno neoliberal, las metas serán la reforma previsional y la reforma laboral. Es interesante observar cómo se vuelve a insistir en un tipo de reforma previsional –con características parecidas a la que fracasó en nuestro país y está fracasando en Chile—, cuya único resultado claro es transferirle una masa de rentas garantizadas a los bancos y a otros actores financieros. Lo mismo ocurre con la reforma laboral. La excusa es crear una dinámica favorable al incremento del empleo, pero se sabe que lo único que promueve que las empresas tomen más personal es que quieran expandirse y producir más, estimuladas por un clima expansivo de sus mercados.
Facilitar despidos y promover contratos basura tiene como única función disciplinar la fuerza laboral y favorecer un cambio en las relaciones de fuerza a favor de las patronales. En síntesis: el programa de “reformas estructurales” que el FMI le indica como meta pos-electoral al macrismo no sólo no constituye ninguna novedad –ya lo vimos en los ’90—, sino que consiste simplemente en aumentar la rentabilidad de financistas y grandes empresas, sin ningún impacto mensurable en materia de crecimiento y empleo.

¿Metafísica de la argentinidad o intereses en juego?

El increíblemente incierto horizonte del país en los próximos meses no puede ser atribuido a esencias argentinas inmutables, sino al escenario que ha construido este gobierno durante 3 años y medio de pésima gestión.
El endeudamiento acelerado e irresponsable de los dos primeros años provocó la crisis cambiaria del año pasado, y la cuasi caída en default, que fue evitada merced a un mega-endeudamiento con el FMI. Pero el acuerdo con el FMI está generando durísimas condiciones para la actividad productiva –la única que realmente podría sacarnos a flote—, al tiempo que crea condiciones paradisíacas para los fondos especulativos externos y los bancos locales.
Este escenario, de extrema volatilidad, está completamente expuesto a los movimientos que la oferta y demanda de dólares registren en los próximos meses. Y en el peculiar caso argentino, ambas magnitudes, oferta y demanda de dólares, están estrechamente vinculadas. Cuanto más oferta de dólares (porque hay abundante producción exportable, los productores la venden y los exportadores traen las divisas), menor demanda (ya que desde los grandes especuladores hasta los ahorristas de todos los tamaños no se observa riesgo de un cimbronazo cambiario, y por lo tanto, se dirigen hacia colocaciones en otros activos financieros). Y viceversa: cuanta menor oferta de dólares se observa, más crece la demanda.
Este punto es muy importante, y todos los actores conocen el juego. Por eso es de vital importancia para la suerte del gobierno, en un estadío cambiario tan delicado, ver qué ocurrirá con la oferta de dólares. Sus posibilidades en ese sentido ya fueron usadas: cerrado el crédito privado internacional, apeló a todos los fondos que el FMI estaba dispuesto a suministrar, y ya los está poniendo en las reservas. Pero no alcanzan para crear un clima de estabilidad cambiaria.
Falta el aporte privado a la oferta de dólares, y allí vale la pena comprender las lógicas de los actores que incidirán en ese juego.

La política de los negocios

Empecemos por los productores agropecuarios. Los representantes del sector se han mostrado como aliados estrechos del gobierno, pero recientemente han manifestado un fuerte malestar con la reimposición de las retenciones –el gobierno pudo hacerlo porque los ruralistas respetan al FMI mucho más que a un gobierno nacional— pero también con el altísimo costo del crédito y de los insumos, muchos de los cuales están dolarizados.
En la reciente muestra de Expoagro se pudieron conocer datos del sector agropecuario y opiniones de productores en relación a cómo manejarán en los próximos meses su negocio.
Una de las estimaciones es que la cosecha de este año será muy buena, arribando a los 140 millones de toneladas. Sin embargo, se calcula que el sector agrario utilizará cerca de 300.000 silo bolsas, lo que lo dotará con capacidad para guardar una 80 millones de toneladas. O sea, estaría en condiciones de almacenar el 57% de lo producido, para irlo vendiendo de acuerdo a lo que más convenga al sector o a los productores individuales. ¿Tendría esta demora en la venta de granos y oleaginosas un sentido político? No en primera instancia. Las razones microeconómicas por las cuales los productores se abstendrían de vender próximamente sus productos tienen que ver, por ejemplo, por la carencia de financiamiento bancario a tasas razonables –subproducto de la delirante política “antiinflacionaria” del Banco Central—, lo que los haría administrar sus tenencias de grano de la forma más lucrativa posible. En esa ecuación, la expectativa sobre el valor –ascendente— del dólar es fundamental. Por supuesto la incertidumbre generalizada los vuelve aún más prudentes a la hora de deshacerse de sus granos, ya que el único activo que les puede ayudar a resguardar el valor de lo producido es el dólar. La fuerte inflación provocada por la política oficial no favorece que los productores puedan pensar en el peso como moneda en la cual colocar transitoriamente parte de sus ganancias. Los granos en los silobolsas serán también el autofinanciamiento con que contarán para la próxima campaña, dada la sequía monetaria provocada por el gobierno. Además la retención de granos les permitirá a los productores evitar ser timados por los exportadores, que en anteriores ocasiones se embolsaron las gigantescas diferencias cambiarias provocadas por las devaluaciones. La incertidumbre del sector se proyecta hacia el futuro: la soja vendida a futuro a esta altura del año representa sólo el 33% de lo que se había vendido en fecha similar, en 2018.
El otro gran jugador en la oferta de dólares agrícolas son las empresas exportadoras. Es un grupo muy reducido que controla una masa muy grande de fondos provenientes de las ventas agrícolas externas. Para pensar el árbol de decisiones que enfrentan las empresas exportadoras, vale recordar la experiencia traumática por la cual atravesó el recientemente recordado Raúl Alfonsín.
Para explicar qué pasó con la corrida cambiaria de 1989, existen dos interpretaciones fuertes. Una lectura de raíz política señala que se debió a una suerte de entendimiento de poderosos actores económicos dispuestos tanto a deshacerse del gobierno de Raúl Alfonsín, como a lanzarle una fulminante advertencia al candidato peronista, Carlos Menem, sobre quiénes tenían la sartén por el mango en el país. Mostrarles a los políticos quiénes estaban en condiciones de estrangular y caotizar la economía, a menos que se respetaran sus demandas sectoriales.
Si eso fue así, se trató de una jugada magistral, porque nadie en el sistema político se atrevió a denunciar públicamente lo que estaba pasando. Si esos fueron los objetivos, la maniobra fue sumamente efectiva –porque vía salto cambiario se indujo la hiperinflación, la pauperización acelerada de buena parte de la población y los saqueos—, y los políticos terminaron cediendo completamente ante los exportadores. Además la maniobra desestabilizadora no se incorporó como tal a la memoria colectiva de l@s argentin@s, ni se volvió a señalar lo ocurrido como una amenaza a la democracia, que debía ser neutralizada.
La otra lectura proviene del campo de la economía convencional, donde no existe el factor “poder”. Esa visión parte de la base que en la economía actúan agentes económicos racionales, cuyo objetivo es maximizar sus ganancias en el corto plazo. Todas las acciones de los actores económicos responden a ese objetivo y no están influidas por cuestiones subjetivas, como las pasiones, la política o la lucha por el poder. Esto vale para todos los que operan en la economía, independientemente de su tamaño, e incluye, lógicamente, a las empresas exportadoras.
Según esta visión, que también fue usada para explicar lo ocurrido en 1989, el exportador se enfrenta a la siguiente disyuntiva: ¿vendo mis dólares hoy, con el tipo de cambio actual, o los vendo la semana próxima, en la que el tipo de cambio podría estar más alto? Se podría decir que la decisión es perfectamente racional, alineada con la idea de maximizar los beneficios, y que no tiene ninguna carga valorativa. Casi un autómata podría tener ese mismo árbol de decisiones.
El problema se complica extraordinariamente si introducimos un elemento de la realidad local: yo –junto con mis colegas del sector— tengo tanto peso en el mercado del dólar, que si no vendemos hoy, el dólar probablemente subirá, y por consiguiente la semana próxima lo podré vender a mayor precio. Y si estoy en condiciones de incidir decisivamente en el precio del dólar, o sea en el tamaño de mis propias ganancias, ¿por qué habría de abstenerme? ¿Habrá algún otro activo que me disuada de promover un salto del precio del activo que yo poseo, el dólar?
Como se puede observar, dado el entorno de fragilidad creado por el gobierno, que agotó la cantidad de dólares que puede introducir en el juego, la situación queda librada al comportamiento de actores privados que manejan lógicas de negocios que no coinciden con las necesidades políticas del gobierno.

Paradojas del mundo macrista

No hace falta ser un sociólogo del mundo agrario para saber que buena parte de quienes juegan de un lado y del otro en el mercado de cambios han votado al macrismo y depositado sus esperanzas en la transformación política y cultural que prometía. Los más grandes compradores de dólares, los que tienen mayor capacidad de ofertar la divisa, o de no venderla, son abrumadoramente partidarios de este gobierno. Este es su gobierno, pero ¡ojo!, también ésta es su plata. En síntesis: todos los actores del drama del dólar pertenecen al mundo macrista.
¿Qué harán? ¿Actuar como agentes económicos maximizadores de beneficios, y por lo tanto aprovecharán la gimnasia acopiadora aprendida, o la gran concentración de capacidad exportadora en pocas empresas, para retraer la oferta de dólares hasta que alcance un valor “satisfactorio” para el sector?  ¿O acompañarán políticamente la “gesta” de cambio del macrismo, abteniéndose de usar la oportunidad –servida en bandeja— de promover un salto cambiario en nombre de la gobernabilidad y continuidad de la derecha de negocios en Argentina.
¿Macrismo básico versus macrismo reflexivo? En todo caso, conflictos en el interior de un sector social plenamente protagonista de este nuevo fracaso económico, que muestra nuevamente su falta de una concepción económica viable y aceptable para el conjunto de la sociedad argentina.
¿Cómo se resolverá el dilema al borde del abismo? Las próximas semanas lo irán aclarando. Pero al menos ya sabemos cuál será el consenso discursivo: “digamos que fue el populismo”.

INFLACIÓN, DÓLAR Y GEOPOLÍTICA En el marco de una inminente corrida cambiaria la inflación ocupa un lugar central en la escena política

En el marco de una inminente corrida cambiaria, la inflación ha pasado a ocupar un lugar central en la escena política. Banalizada y desestimada por Macri a lo largo de su gobierno, la inflación asoma hoy su cabeza de Medusa e infunde pánico en un gobierno que hace agua por todos lados.
La investigación del juez Alejo Ramos Padilla sobre el caso D’’Alessio se ha extendido en profundidad y salpica directamente a las más altas autoridades del gobierno. A pesar de los múltiples intentos del gobierno por bloquear la investigación, las evidencias recogidas han logrado la proeza de abrir una ventana por la que emergen las operaciones fuera de la ley de una mafia enquistada en las instituciones y en los medios concentrados. En este contexto de gravedad institucional inédito desde la caída del Terrorismo de Estado, la lucha por las candidaturas amenaza con provocar una ruptura de la alianza Cambiemos. Mientras tanto, Macri se aferra al poder y disimula la gravedad del momento con invocaciones mesiánicas “a empujar el carro y no llorarla”, porque “estamos en camino de derrotar a la inflación”. Sin embargo, pareciera que el barco se hunde. Sus tripulantes lo saben e intentan comerse los unos a los otros.
El jueves 28 de marzo el BCRA anunció medidas drásticas para contener una incipiente corrida cambiaria. Autorizo a los bancos a colocar hasta el 100% de sus depósitos en la compra de LELIQs, instrumento financiero que solo pueden poseer los bancos y cuyas tasas de interés bordean hoy el 68%. El gobierno intento así inducir a los bancos a disminuir la brecha existente entre esta tasa y la que ellos pagan por los depósitos a plazos fijos y otras colocaciones financieras. En los últimos tiempos las tasas de los plazos fijos en pesos perdieron contra la inflación, creando el caldo de cultivo para que los depositantes busquen refugio en el dólar.
Esta nueva medida logro contener por cuatro días al dólar. El viernes levitaba nuevamente alcanzando $44,58 . La política hacia las LELIQs dejaba trascender el enorme poder adquirido por los bancos conjuntamente con la vulnerabilidad de la política monetaria. Las LELIQs, si bien en manos de los bancos, están atadas a los depósitos a plazo fijo. Son colocaciones a siete días, a las tasas de interés más elevadas del mundo. En tan solo seis meses su stock se multiplico por 2,5 y ya han generado 210.000 millones de pesos de intereses, una masa pasible de ser dolarizada, que se acumula sin parar. Se estima que con esta nueva medida la ganancia de los bancos ascenderá a los 3.000 millones de dólares. Sin embargo, si por alguna razón los inversores deciden retirar masivamente sus depósitos a plazo fijo para comprar dólares, la imposibilidad del gobierno de restituir esos fondos a los bancos derivará en una nueva versión del plan Bonex de tres décadas atrás.
Esto ocurre en un contexto caracterizado por las crecientes demandas de diversos sectores empresarios. Estos apoyaron desde un inicio a este gobierno. Hoy se encrespan ante una política que asegura enormes ganancias financieras a costa de destruir el aparato productivo. Contrariando al optimismo oficial, el presidente de la UIA alerta sobre “una recesión que no viene de afuera sino de decisiones locales”. El vicepresidente de la UIA — representante de COPAL, entidad que nuclea a los empresarios de la industria de alimentos— es más explícito: advierte que “estamos ante una devaluación del 100%, y una inflación cercana al 50%”. Es decir, todavía queda margen para que los precios sigan subiendo. Pide entonces “un acuerdo de precios dentro de una lógica de mercado”, pues “el intervencionismo de un congelamiento de precios… conduce inexorablemente al desabastecimiento”. (Ámbito.com 22, 3. 2019.)
Así, un representante de las grandes corporaciones que lideran la remarcación de precios exige un acuerdo con la lógica de mercado, un mercado que en este caso es monopólico. Esto es preferible al desabastecimiento, mecanismo históricamente utilizado para desmadrar precios e imponer demandas especificas a los gobiernos de turno. Bajo el acuerdo de precios pedido, subyace la exigencia de mayor poder de decisión sobre las políticas que afectan al sector.
Como en otras épocas, los dirigentes industriales se preocupan ahora por lo que hará “el campo” con los dólares de la cosecha. Confían en que “liquidarán lo indispensable. Van a vender, lo que no sé es qué harán con el excedente. Si compran máquinas, autos o se guardan el grano en los silobosas. Todo esta muy complicado”. (La Nación.com 14, 3, 2019). Tienen razón en preocuparse. Desde la antigua Mesa de Enlace, apoyo fundamental a Macri en el 2015, le recuerdan al gobierno que “si no cambian, esto va a reventar y va a ser un desastre (Llambías, Confederaciones Rurales)… Hay mucha decepción… Hay un tufillo, un malestar (Buzzi, Federación Agraria) …Nosotros hemos hecho mucho para que Macri llegara al gobierno …pero a veces pareciera que nos toman para la joda” (Biolcati, Sociedad Rural) (pagina12.com, 23, 3, 2019). Y como corolario advierten que guardarán lo que puedan pues necesitan cubrirse de la inflación y de una posible devaluación. Mientras tanto, los sojeros han liquidado 11,4% menos de lo vendido el año pasado por esta época y guardan silencio sobre futuras liquidaciones de divisas a la espera de lo que ocurra con el dólar.
En este contexto empresario, se desencadena un conflicto abierto entre el gobierno y Paolo Rocca, presidente del grupo Techint e imputado en la causa de los gloriosos cuadernos de la corrupción empresaria. En febrero la empresa Tecpetrol del grupo Techint presentó una demanda ante el gobierno por la falta de pago de la totalidad de los subsidios que supuestamente le correspondían por su producción en Vaca Muerta.
En su respuesta, el gobierno acuso a la empresa de reclamar 1.446 millones de dólares en concepto de subsidios por un volumen de producción que prácticamente duplica al “informado y aprobado por la resolución R46/17”. Considera que la demanda de la empresa es “irracional” y un “abuso de derecho” al representar una tasa de retorno del 37.9%. Para Tecpetrol, en cambio, la resolución 46/17 no prevé limites a la producción que tiene derecho al subsidio y lo actuado posteriormente por la Secretaria de Energía a cargo de Igualcel habría confirmado el derecho de la empresa a recibir los subsidios por el total de la producción. Considera que la actual negativa oficial constituye un “abuso del derecho a la propiedad privada” y comunica que demandará al gobierno de Macri ante tribunales nacionales e internacionales. Paralelamente, el presidente de Tecpetrol identificaba al FMI como el responsable de las restricciones impuestas al otorgamiento de los subsidios (lanacion.com 29, 3, 2019 )
Así, este enfrentamiento entre Macri y Rocca —dos históricos representantes de la patria contratista— en torno a la apropiación de los jugosos subsidios a la producción de gas no convencional sintetiza la esencia del momento actual: la imposición por parte del FMI de nuevas reglas del juego sobre la economía argentina y sus empresarios con el fin de consolidar el dominio norteamericano en la región. Este mismo objetivo trasciende de la saga de los gloriosos cuadernos de la corrupción empresaria. Una opereta pergeñada por dos asiduos visitantes de la embajada norteamericana: un juez y un fiscal salpicados hasta el hueso por la causa D’Alessio.
El proyecto oficial de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central enviado por estos días al Congreso a pedido del FMI, reitera subrepticiamente la estrategia de búsqueda de control de la política económica por parte de este organismo internacional. Según los cambios sugeridos, ya no será necesario ser argentino nativo o por naturalización para ser parte de las autoridades del BCRA y, en desmedro del Directorio de esta entidad, la fijación de la política monetaria estará a cargo de un Comité Externo, que no requiere el acuerdo del Senado.
Así, al influjo de la gestión del FMI la injerencia de este organismo en la política del país se incrementa y el dólar y los recursos energéticos no renovables adquieren cada vez más importancia en la política local. Esto nos lleva a analizar los cambios económicos y geopolíticos que dominan a la actual coyuntura internacional para en un futuro enfocar desde ese ángulo la conformación de alianzas locales e internacionales que puedan facilitar una salida a la estrategia del FMI de ajuste permanente y endeudamiento ilimitado.

Estrategia geopolítica de Estados Unidos: dólar y petróleo barato.

La coyuntura económica internacional se caracteriza por la expansión mundial del capitalismo global monopólico y por la consiguiente interpenetración del proceso de producción y de las finanzas mundiales a niveles inéditos en la historia de la humanidad. Dos de las consecuencias más salientes de estos procesos han sido la hegemonía del dólar como moneda de reserva internacional y la creciente falta de liquidez en dólares para responder a una crisis financiera detonada en cualquier parte del mundo.
Estos fenómenos, sumados al endeudamiento en dólares, subyacen a la estrategia geopolítica de los Estados Unidos en los últimos años. En lo que sigue abordamos un análisis de esta estrategia en relación al petróleo. En el futuro analizaremos el impacto de la misma sobre la coyuntura económica internacional y los principales conflictos mundiales.

Depredación del petróleo

Desde el descubrimiento del petróleo, su precio ha sido político. Los principales países industrializados han tratado de controlar las reservas mundiales de este recurso no renovable asegurándose así un petróleo barato, indispensable para ampliar la acumulación del capital. Petróleo y guerra de ocupación han sido las dos caras de una misma moneda. A esto se ha sumado la brutal depredación de este recurso de importancia estratégica, fenómeno que ha precipitado el inicio de su agotamiento. Hoy el 81% de las fuentes de abastecimiento de petróleo liquido ha disminuido su potencial productivo (HSBC resources and energy september 2016) y el mundo ha entrado en la fase de extinción de este recurso no renovable (peak oil).
Hoy se sabe que la cantidad de energía que se extrae del petróleo es menor que la cantidad de energía insumida en extraerla. Se estima que este valor neto (EROI energy return on investment) es la mitad de lo que era hace quince años. El valor neto de la energía extraída de otros recursos no renovables (gas y petróleo no convencional, uranio) es todavía mas bajo que el de la energía convencional. Esta última constituye la mayor parte de la energía que hoy consumimos y no puede ser totalmente sustituida por energías renovables en un lapso razonable. Esta situación, es minimizada o negada por la dirigencia política norteamericana. Sin embargo, la guerra, la ocupación militar y los intentos de cambio de régimen (regime change) continúan asolando a las regiones con mayores reservas de hidrocarburos.

Control del flujo del petróleo y de sus precios

Luego de que los Estados Unidos suspendieran la convertibilidad del dólar al oro a principios de los ’70, la articulación de un pacto secreto con Arabia Saudita hizo posible que todas las transacciones del petróleo y sus derivados se hiciesen en dólares. A cambio de ello, Estados Unidos garantizó la protección militar al reino saudita ante cualquier intento de golpe interno o invasión extranjera. Al poco tiempo, todos los países de la OPEC adhirieron a este acuerdo, cuyo resultado fue otorgar a los Estados Unidos un dólar barato, impreso a voluntad del Estado norteamericano y sin límite alguno. Esto derivó en la acumulación de tenencias de dólares y letras del Tesoro norteamericano en las reservas de los bancos centrales del mundo y un crecimiento exponencial del déficit fiscal y de la deuda norteamericana. La amenaza de la monarquía saudita de vender su petróleo en otra divisa que el dólar, como represalia por un proyecto de ley antimonopólica de Trump, suma incertidumbre a un cuadro  ya movedizo, porque podría desestabilizar uno de los pilares de la gobernabilidad global del último medio siglo.
Durante décadas, distintos países han tratado de mitigar su dependencia del dólar con acuerdos bilaterales y transacciones en su propia moneda. Asimismo, la creación del euro por la Comunidad Económica Europea constituyo un hito en la búsqueda de otra moneda de reserva internacional. Sin embargo, los desafíos a la hegemonía del dólar sólo se transformaron en una amenaza concreta a partir de 2008, luego de que la crisis de las finanzas internacionales desnudara la falta de liquidez mundial en dólares frente a un enorme endeudamiento global en la misma moneda. Asimismo, la progresiva militarización de la política financiera norteamericana ocurrida después de 2008 y más recientemente luego del acceso de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, contribuyeron a erosionar la hegemonía del dólar.
La estrategia de Trump en relación al petróleo tuvo como norte asegurar el control de los Estados Unidos sobre el flujo de este recurso y sobre sus precios. Entre otros objetivos, esta política buscó:
– impulsar el crecimiento letárgico de la economía norteamericana facilitándole petróleo barato;
– penetrar el mercado de gas y petróleo europeo y bloquear el avance de las exportaciones de petróleo y gas rusos;
– neutralizar el poder de determinación de los precios del petróleo por parte de los países nucleados en la OPEC;
– destruir, a través del control de los precios del petróleo, el poder económico de Rusia e Irán, dos de los principales exportadores de petróleo. La ubicación geográfica e importancia económica de estos países hacen que sean estratégicos para concretar el objetivo chino de integración del mercado Euroasiático constituido por cerca del 42% de la población mundial;
– obstaculizar el desarrollo económico chino manipulando los precios del petróleo. China es el mayor importador mundial de petróleo, gran parte del cual proviene de Estados Unidos y es pagado en dólares.
La estrategia norteamericana en relación al petróleo tuvo por base el vertiginoso desarrollo de la producción de gas y petróleo no convencional en los Estados Unidos. A su vez, este fenómeno fue impulsado por la política de facilitación monetaria (QE) y tasas de interés cercanas a cero, activada por la Reserva Federal para capear la crisis financiera de 2008. El rápido y masivo desarrollo de la producción de energía no convencional llevó a los Estados Unidos en poco tiempo a ocupar el primer lugar del mundo como exportador de petróleo. Al mismo tiempo, dio origen a un enorme endeudamiento de las empresas de este sector. Estas hoy integran uno de los eslabones mas débiles del endeudamiento norteamericano, amenazado de implosión ante un posible aumento de las tasas de interés. Al mismo tiempo que sus finanzas están seriamente deterioradas, las empresas involucradas en la explotación de gas y petróleo no convencional enfrentan ahora otro problema: la considerable caída de la productividad de los yacimientos explotados.

Amenazas al dólar en la comercialización del petróleo

La militarización de las finanzas norteamericanas desde 2008 llevo a Rusia y a China a acumular reservas de oro. Hoy China es el mayor productor mundial de oro y Rusia le sigue en segundo termino. A esto se suman las compras masivas de oro físico realizadas por estos dos países en los últimos tiempos. La acumulación de oro físico es el primer paso para el desarrollo de una moneda, que respaldada en oro, pueda servir de alternativa al dólar. El lanzamiento de contratos de petróleo a futuro, negociados en Shanghai y en yuanes respaldados por oro constituye la alternativa mas avanzada del momento actual, que, aunque de uso aun limitado, constituye una verdadera amenaza al dominio del dólar en las transacciones internacionales de petróleo. No es sin embargo, la única alternativa. Actualmente florecen otros intentos en diversas partes del globo, incluida la propia Europa. Esto amenaza con erosionar la hegemonía mundial del dólar.



Finanzas Video: "¡¡Ustedes no hacen nada y nosotros nos morimos de hambre!

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“No puede haber política sanitaria sin política social.” Dr. Ramón Carrillo. 7 de abril - Día Mundial de la Salud

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Quiénes son los dueños y magnates de los principales conglomerados mediáticos en la Argentina. La secuencia que convirtió al Grupo Clarín en el mayor gigante. Informe especial de Tiempo Argentino y Reporteros Sin Fronteras.
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Sus trabajadores cobraban en cuotas y fueron suspendidos este sábado

EL MUNDO 07 de abril de 2019 Cien días de tormenta, un año de injusticia

En este 7 de abril de 2019, domingo, se cumple un año de la prisión del ex presidente Lula da Silva, el líder político más popular de Brasil en (al menos) las últimas seis décadas. 
Hace un año, el 7 de abril fue sábado. Alrededor de las siete de la noche, y luego de pasar 48 horas en el Sindicato de Metalúrgicos de San Bernardo do Campo, en el cinturón industrial de San Pablo, Lula se entregó a la policía federal. 
Antes, como había planteado en las negociaciones con la policía, habló a miles de manifestantes que habían rodeado el sindicato para impedir que fuese sacado por la policía. 
Encarcelarlo fue la culminación del golpe iniciado en octubre de 2014, cuando Aecio Neves, del mismo partido del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, el PSDB, fue derrotado por Dilma Rousseff, del PT de Lula. Había sido la cuarta derrota consecutiva del PSDB ante el PT. Era preciso darle un vuelco al escenario. 
Pasados pocos días, en un rarísimo brote de sinceridad el entonces senador Neves aseguró que de ser reelecta, Dilma no lograría gobernar y sería tumbada. Nadie le creyó: sus palabras sonaban al típico discurso de perdedor resentido y rencoroso. 
Sin embargo, y quizá por primera y única vez en la vida, él había sido honesto: su discurso puso en marcha el golpe institucional que en 2016 alejaría Dilma e instalaría en su lugar a su vice, Michel Temer.
La tarea, en todo caso, no estaría totalmente cumplida si Lula pudiese disputar, y seguramente vencer, las presidenciales de 2018. Para evitarlo, sería necesario meterlo preso. 
Hay puntos evidentes, palpables, en toda esta farsa. Cualquiera, con un mínimo de lucidez - no se requiere ningún conocimiento jurídico -, que lea la denuncia presentada por los fiscales encontrará pirámides de puntos letalmente frágiles. 
Cualquiera, a excepción de un entonces juez de provincia, que enfrenta serias dificultades con el idioma, llamado Sergio Moro. Y que, no por casualidad, ocupa hoy el ministerio de Justicia del gobierno encabezado por el ultraderechista Jair Bolsonaro: ha sido su premio por lo que hizo. 
En la sentencia, Moro admitió que lo condenaba por “actos indeterminados”, y que, a falta de pruebas, actuó “basado en convicciones”. 
La defensa de Lula recurrió a la instancia superior, y lo que farsa parecía, farsa se confirmó: el presidente del tribunal elogió la sentencia de Moro, pese a - como admitió - no haberla leído en su totalidad. Y la condena de Lula aumentó. 
Estaba diseñado el mapa que conduciría a lo que vino después. Es decir: conduciría pero no condujo, porque los candidatos pretendidos por quienes armaron el golpe para suceder al cleptómano Temer fallaron y las urnas terminaron por parir a un primate inesperado, Jair Bolsonaro.
En este domingo se cumple un año desde que Lula fue preso gracias a una sentencia absurda pero absolutamente necesaria. ¿Necesaria para qué? Para que se implante en el país la máquina demoledora que Bolsonaro trata de implantar. 
Es justo reconocer que a lo largo de los primeros nueve meses de prisión de Lula, Temer y su banda dieron el mejor de sus talentos y esfuerzos para hundir al país.
Pero más justo es reconocer que Jair Bolsonaro, en sus primeros cien días de gobierno supera a todos sus antecesores desde la implantación de la República en Brasil, hace casi 120 años. 
Nunca antes se ha visto nada tan grotesco, patético y peligroso.
Su gobierno presenta proyectos concretos: terminar con la educación, arruinar el medioambiente, liquidar programas sociales, avergonzar el país a los ojos del mundo y, claro, fulminar el sistema jubilatorio para enriquecer a la banca y a los dueños del dinero. ¿Cómo? Implantando en Brasil el sistema que, en Chile, provoca suicidios masivos de viejitos y viejitas.
Entre una estupidez y otra, entre una vergüenza y un vejamen, Bolsonaro logró implantar una y solo una medida concreta: se acabó el horario de verano. La gran duda es si, de aquí al verano, habrá país…