El papa Francisco aprovechó ayer el cierre del Tercer Encuentro Mundial de Movimientos Populares celebrado en el Vaticano y promovido por la Santa Sede, para reafirmar su propuesta de las “Tres T”, “techo, tierra y trabajo para todos”, y para denunciar que “el dinero gobierna” el mundo “con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en un espiral descendente que parece no acabar jamás”. También animó a los movimientos populares a que “no tengan miedo de meterse en las grandes discusiones, en política con mayúscula” y los llamó a “revitalizar” y a “refundar” las democracias que “pasan por una verdadera crisis”. A los dirigentes de estos movimientos volvió a llamarlos “poetas sociales” como había hecho un año atrás en Bolivia.
Hablando ante aproximadamente cinco mil personas provenientes de más de 60 países, el Papa sostuvo que existe “un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera”. Según el análisis del pontífice católico “de ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de Estado y lo que erróneamente algunos llaman el terrorismo étnico o religioso” que, según Francisco, no existe porque “ningún pueblo, ninguna religión es terrorista”.
Del encuentro en Roma participaron dirigentes sociales, indígenas, obreros, cartoneros y campesinos, la gran mayoría de ellos no católicos, de la misma manera que había ocurrido en julio del año anterior en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. En la sala de audiencias Paulo VI, donde el Papa habló aproximadamente 50 minutos para pronunciar un discurso que parece haber surgido exclusivamente de su puño y letra, también estaba el ex presidente uruguayo José Mujica, a quien Francisco saludó especialmente al comienzo para luego parafrasear una frase suya resaltando la necesidad de la austeridad para quienes trabajan en política. Otro de los asistentes fue Juan Grabois, de la Confederación de la Economía Popular y del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) de Argentina, junto a otros dirigentes sociales del país que viajaron especialmente al Vaticano para la ocasión.
Apoyándose en el magisterio de sus antecesores Paulo VI y Pío XII, el Papa insistió en la existencia de una “dictadura” a la que llamó “imperialismo internacional del dinero” y “una nueva forma abusiva de dictadura económica en el campo social, cultural e incluso político”. Pero advirtió Francisco que “ninguna tiranía se sostiene sin explotar nuestros miedos”, y señaló que “al miedo se lo alimenta, se lo manipula” porque “el miedo, además de ser un buen negocio para los mercaderes de armas y de muerte, nos debilita, nos desequilibra, destruye nuestras defensas psicológicas y espirituales, nos anestesia frente al sufrimiento ajeno y al final nos hace crueles”. Dijo también que “cuando escuchamos que se festeja la muerte de un joven que tal vez erró el camino, cuando vemos que se prefiere la guerra a la paz, cuando vemos que se generaliza la xenofobia, cuando constatamos que ganan terreno las propuestas intolerantes; detrás de esa crueldad que parece masificarse, está el frío que es alimento del miedo”.
Al referirse a la democracia como sistema, el Papa sostuvo que “la brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de democracia se agranda cada vez más como consecuencia del enorme poder de los grupos económicos y mediáticos que parecieran dominarlas” y utilizó la referencia para volver a insistir a los dirigentes de los movimientos populares que no se dejen “encorsetar” en las políticas sociales, sino que se animan a cuestionar la política económica y la “política con mayúscula”.
Hubo también una crítica directa para “las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos” por considerar que se trata de “un volquete maquillado para contener el descarte del sistema”.
Al elogiar la labor de “los pobres organizados”, el Papa dijo también que “no me extraña que a ustedes también a veces los vigilen o los persigan y tampoco me extraña que a los soberbios no les interese lo que ustedes digan”. Y dijo que las “3 T” es un “proyecto-puente de los pueblos frente a proyecto-muro del dinero”.
Retomó también Francisco en su discurso la problemática de emigrantes, refugiados y desplazados, considerada por el Papa como una “tragedia”, cuestión que había sido abordada durante las deliberaciones del congreso. Se preguntó Bergoglio “¿qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota de un banco, de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad no hay casi ni una milésima parte para salvar a estos hermanos que sufren tanto?”. Le pidió a los presentes que ejerciten su solidaridad con los desplazados y migrantes excluidos esperando que “algunos Estados y organismos internacionales abran los ojos y adopten las medidas adecuadas para acoger e integrar plenamente a todos los que, por una u otra circunstancia, buscan refugio lejos de su hogar”.
Y reiteró lo que había afirmado en Bolivia el año pasado, al señalar que “el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio”.
El Papa pidió también a los dirigentes de movimientos populares que no se dejen tentar por la corrupción. “Es justo decir que hay una corrupción naturalizada en algunos ámbitos de la vida económica, en particular en la actividad financiera, y que tiene menos prensa que la corrupción directamente ligada al ámbito político y social”. También, agregó, “es justo decir que muchas veces se manipulan los casos de corrupción con malas intenciones”. Pero, dijo el Papa, “es justo aclarar que quienes han optado por una vida de servicio tienen una obligación adicional que se suma a la honestidad con la que cualquier persona debe actuar en la vida. La vara es muy alta: hay que vivir la vocación de servir con un fuerte sentido de austeridad y humildad”. Porque “la corrupción, la soberbia, el exhibicionismo de los dirigentes aumenta el descreimiento colectivo, la sensación de desamparo y retroalimenta el mecanismo del miedo que sostiene este sistema inicuo”, subrayó el pontífice.
Conocedor de que su audiencia estaba conformada por mayoría de no católicos, Francisco modificó en parte su ya tradicional pedido de despedida “recen por mí”. “Les pido por favor recen por mi -dijo- y a los que no puedan rezar, ya saben, piénsenme bien y mándenme buena onda”, remató.