lunes, 4 de mayo de 2015

Cinco décadas después Del sueño americano y el consumo a imagen de la realidad hollywoodense a la pesadilla segregacionista. Por Jorge Muracciole

Desde la Segunda Guerra Mundial fue instalándose en el imaginario de la opinión pública a escala global, las virtudes del sistema de vida americano, reforzado por el inestimable accionar de los medios de comunicación masiva. La industria cinematográfica consolidó el mito del sueño americano hecho realidad en las pantallas y las clases medias de los países emergentes fueron brevando de esa sistemática dosis de colonialismo cultural, consolidando sus sueños de movilidad social y consumo a imagen y semejanza de la realidad hollywoodense.
Pero en paralelo detrás del resplandor consumista, era eclipsada la otra cara de la realidad social estadounidense. Décadas de segregación implementada sobre la comunidad afroamericana, implosionaron en los años sesenta, conociéndose a escala planetaria la lucha de las organizaciones por la igualdad de los derechos cívicos. Los nombres de Luther King, y Malcom X, fueron la síntesis de dos vertientes y dos estrategias de la misma lucha, el fin de la segregación en los Estados Unidos de Norteamérica sobre la minoría negra.

Pasaron mas de cinco décadas de las grandes batallas por la igualdad de derechos y la llegada del primer presidente de origen afroamericano, fue anunciado al mundo, como la expresión mas evidente de la igualdad racial en el gran país del norte. Pero como se afirma en las calles de las principales barriadas negras de los EEUU: "El presidente Obama es negro, pero la casa de gobierno sigue siendo la Casa Blanca."

Los disturbios de Baltimore por la muerte de Freddie Gray, el joven afroamericano fallecido el 19 de abril bajo custodia policial, arrastran un malestar creciente en la población estadounidense contra la actuación de las fuerzas de seguridad. Este goteo de muertes ha sido la mecha que ha re-instalado la lucha contra la discriminación blanca sobre los ciudadanos negros. Estas son algunas de las muertes de estadounidenses negros a manos de agentes de la autoridad blancos en el último año: el 17 de julio del 2014 varios agentes de la policía de la ciudad de Nueva York abordaron a Eric Garner, al que acusan de la venta ilegal de cigarrillo. Tras una discusión, uno de los policías agarra por el cuello a Garner, de 43 años, para reducírle. A los pocos minutos, Garner, que tenía problemas respiratorios, muere en el suelo. El examen médico lo califica de homicidio.

Al mes siguiente el 9 de agosto, el agente Darren Wilson, mientras patrullaba con su vehículo policial, se topa con el joven Michael Brown en Ferguson, a mediodía. Brown, según algunas informaciones, había robado unos cigarrillos en un comercio y Wilson recibió el aviso. Tras un enfrentamiento entre ambos, el agente dispara hasta 18 veces. Seis balas impactan contra Brown.

Meses después, el 22 de noviembre, Timothy Loehmann, un policía de Cleveland, dispara en el abdomen a Tamir Rice, de 12 años, tras darle voz de alto en un parque por el que el menor caminaba con una pistola falsa. Loehmann acudió al parque junto a otro agente en un coche patrulla. Dispararon en cuanto bajaron del vehículo. Rice murió un día después.

Lo cierto es que la sucesión de muertes de afro-americanos por policías blancos son tan solo la punta de un iceberg social de la profunda discriminación no sólo en el accionar policial de distintos Estados de la Unión. Sino todo un síntoma de una integración inacabada, que no sólo se ha morigerado al correr de los años sino que se ha agravado.

Como indicadores inequívocos de la profunda desigualdad existente entre los blancos y la comunidad negra, basta con tan solo analizar los datos comparativos de desempleo, pobreza o población carcelaria para tener una idea mas acabada de la dificil realidad de ser joven negro en EE UU.

Esta desigualdad endémica fue agudizandose con la crisis de 2008 y su posterior recesión económica que afectó principalmente a las clases populares. Las encuestas explicitaban que la tasa de desempleo de los afroamericanos era del (12,6%) casi el doble que la de la población en general (7,4%). Incluso a fines del año 2000 en el pico de pleno empleo en Estados Unidos con el mínimo piso del (3,9% ) de desempleo, los afroamericanos tenían una tasa de desocupación del 7,3 por ciento.

En relación a los indices de pobreza la situación es significativa, los negros, son la comunidad que contiene la mayor cantidad de integrantes que viven en la pobreza, el 27% como promedio nacional, aunque tan solo constituyen el 13% de la población total de los EE UU.

Otra encuesta destaca que siete de cada diéz estadounidenses de raza negra afirmaban haber sido tratados injustamente por la policía y la justicia de su país, mientras solo el 27% de la comunidad blanca compartía esta idea. En relación a la población carcelaria, las cifras son similares, si bien EE UU se destaca por tener la mayor cantidad de presos del planeta ,sumando 2,2 millones de personas, casi un 25% de la población encarcelada de todo el mundo. De esta población el 40% esta constituida por negros a pesar de ser tan sólo el 13% de la población total de los EE UU, en síntesis hay mas jóvenes afroamericanos en las cárceles que matriculados en las universidades del gran país del norte.

iNFO|news

A 70 años de la caída del Reichstag, la foto de Yevgeni Khaldej Berlín, Alemania, 2 de mayo de 1945

La 82ª división de fusileros del Ejército Rojo entra a una Berlín despedazada la tarde del 1 de mayo de 1945. Los soldados soviéticos caminan entre los escombros y los muertos recordándolo todo. Abduljakim Ismailov es uno de esos hombres que vienen sobreviviendo y peleando desde hace seis años. Recuerda, Ismailov, aquella orden recibida el 30 de noviembre de 1939, cuando con 21 años fue llamado a movilizarse a Finlandia, recién comenzada la Segunda Guerra Mundial. Recuerda los cuatro meses de batallas en aquel frente helado. Recuerda que no tuvo tiempo, desde entonces, para volver a la aldea de Chagar-Otar, en la región de Jasavyurt, frontera norte de Dagestán con Chechenia, donde había nacido y donde quedaron sus padres, sus dos vacas flacas y su perro eternamente hambriento. Se pregunta, la tarde del 1 de mayo, mientras camina entre escombros y muertos, si seguirán vivos sus padres. Recuerda los combates saltando de una ciudad a otra, de Ucrania a Bielorrusia, durante 1940. Y, claramente, recuerda ese 22 de junio de 1941, cuando supo que las tropas nazis habían decidido invadirlos. Recuerda las largas batallas, las bajas, el frío desaforado entrando por los uniformes rotosos y los repliegues, cada vez más humillantes, cada vez con menos compañeros, hacia esa Stalingrado que no debía caer. Recuerda la pelea para romper ese cerco que los mataba de hambre más que de bala. Recuerda el sitio de 900 días a Leningrado. Recuerda la llegada del invierno junto a la orden de comenzar la ofensiva. Recuerda aquel cansancio y dolor que, de tan pronunciado, ya casi ni se sentía. Recuerda las aldeas recuperadas y los cadáveres de miles y miles de compatriotas asesinados por los nazis en su desbandada. Recuerda la batalla de Kursk y la muerte allí, al alcance de la mano. Recuerda los dos balazos en el pecho, recuerda el tiro en la pierna izquierda que aún lo hace renguear. Recuerda el 12 de enero de 1945 cuando llegó la orden a su división de avanzar hacia Berlín. Y recuerda el parte que todos dicen que llegó pero nadie vio, parte que todos sus compañeros repitieron por las noches heladas, las manos entrelazadas para protegerlas algo del frío: murió uno de cada tres habitantes de Leningrado, uno de cada cuatro de Bielorrusia, uno de cada tres de Smolensk. Recuerda, no puede dejar de recordar, los ojos fijos en las noches de los ojos de sus compañeros: más de 26 millones de compatriotas muertos, hombres y mujeres, soldados y civiles, viejos y chicos, amigos, desconocidos, todos.

Con 27 años, Abduljakim Ismailov camina entre escombros y muertos de la despedazada Berlín hasta bien entrada la noche del 1º de mayo de 1945. Ayer, sabe, saben todos, festejan todos en silencio, se suicidó Hitler. Y sabe, saben todos, que la guerra está a punto de terminar. Seis años, piensa Ismailov. Allí, esos escombros, esos muertos, ese suicidio son la causa de todos sus malos recuerdos. La humareda se arrastra por las calles de Berlín. Las nubes cubren el cielo de la despedazada Berlín. Es muy probable que, de un momento a otro, comience a llover, piensa Ismailov. Se agacha, saca el reloj de acero alemán de la muñeca de un SS muerto, mira la hora en el cuadrante: falta poco para la medianoche. Y serio, los ojos llorosos de humo y recuerdos, se cobra una parte ínfima de una deuda que jamás tendrá merecida compensación.

* * *

Yevgeni Khaldej entra en Berlín cuando amanece el 1º de mayo de 1945 y todavía se escuchan algunos disparos aislados. Llega fotografiando la guerra desde el principio, de acá para allá, de los momentos más dramáticos de un ataque hasta esa cotidianidad que trata de recuperarse por unos segundos entre muerte y muerte. Fotos de soldados jugando con perros que husmean en busca de algo que perdieron irremediablemente. Fotos de soldados, las cabezas bajas, humillados, retirándose por precarias huellas sembradas de muertos ante la supremacía alemana. Fotos de soldados en calzoncillos rotosos tomando un poco de sol entre las ruinas de una Sebastopol diezmada en 1941. Fotos de trincheras atestadas de soldados flaquísimos que parece que apenas pudieran sostener sus ametralladoras pero disparan como demonios. Fotos de tanques atravesando campos donde alguna vez hubo trigo. Fotos de aviones dejando caer su lluvia de muerte sobre una aldea indefensa a lo lejos. Fotos. Hace dos, tres rollos de escombros, de edificios derruidos, de jeeps despanzurrados, de personas que caminan sin sentido, de grupitos de soldados que apuntan hacia una ventana en la mañana de esa ciudad destrozada que es Berlín. No lo molesta la orden que llega transcurrido el mediodía de retirarse a la caseta de retaguardia hasta que llegue el grueso del ejército en las horas siguientes. Está cansado. Sabe que está a punto de terminar la guerra. Y quiere una foto que marque el fin de manera indudable. Para todo el mundo, piensa mientras guarda su cámara en el bolso y camina, pero principalmente para su pueblo.

Cuando llega a la improvisada caseta donde se amontonan soldados y algunos pocos periodistas alrededor de una olla humeante son poco más de las cinco de la tarde. Revuelve en los montones de cosas apiladas en los rincones de la barraca sin saber bien qué busca, pero con una idea clara. Más clara aún al encontrar un bollo de manteles rojos que se usaron en algunas conferencias de prensa de los altos mandos y se trasladaron desde vaya a saber dónde hasta esta ciudad despedazada. Más clara al encontrar un pedazo rotoso de manta amarilla. Lleva todo hasta una mesa y saca de la mochila donde guarda sus pertenencias una tijera, hilo grueso de remendar y una aguja oxidada. Mira su documento arrugado: nacido el 10 de marzo de 1917 en Donezk, Ucrania. ¿Cuánto hace, en realidad, de eso?, piensa, se pregunta. Y mientras corta y cose, repasa su historia.

En 1918 perdió a su madre en un pogrom. Diez años después murió su abuela, con la que se fue a malvivir entre hambres y enfermedades. De ella, sólo le quedaron sus anteojos. Con esos cristales construyó su primera cámara oscura y realizó las primeras fotografías. Consiguió trabajo a los 17 como fotógrafo en el periódico local de su pueblito natal donde le prestaron una cámara y aprendió los grandes secretos de la luz y de la falta de luz. Con sus primeros ahorros compró una cámara usada y pasó a colaborar con diversas revistas de la Unión Soviética. En 1935, la agencia Tass lo premia con un curso de fotografía en Moscú. La ciudad lo enloquece y allí comienza su carrera profesional. La construcción del subte es imagen desde su cámara. Y las maquinarias agrícolas y las chimeneas del desarrollo industrial y los miles y miles de obreros entrando y saliendo de sus trabajos. En 1938 pasa tres días charlando sin descanso con Robert Capa, que unos años atrás había retratado la muerte en la Guerra Civil Española. Cuando terminan de hablar, Capa le regala su Leica. Ese mismo 1938 conoce a Alexander Rodchenko. De los dos quiere saber algo que lo persigue: el instante preciso. Y de los dos lo aprende. En 1939, la agencia Tass lo suma a sus filas y en 1941 es enviado a recorrer la guerra: Bulgaria, Yugoslavia, Rumania, Austria, Hungría, idas y vueltas, avances y retrocesos. La invasión alemana, la batalla de Stalingrado, la campaña de invierno, la recuperación de Leningrado. Desde el 12 de enero de 1945, hace tres meses y medio, sigue a los soldados que avanzan, recuperando territorio destrozado, hacia Berlín.

Termina de coser sobre los tres manteles rojos unidos la hoz y el martillo y la estrella de cinco puntas que dibujó sobre la rotosa manta amarilla. Sale a la noche de la destrozada Berlín. Se anuncia lluvia. Por eso prepara el capote y lo mete junto a la bandera y la cámara en la mochila antes de echarse a descansar unas horas en un rincón de la caseta.

* * *

Amanece el 2 de mayo de 1945 en la destrozada Berlín y Khaldej camina bajo la llovizna por las calles esquivando los agujeros de las bombas en el empedrado, las montañas de escombros y los muertos. Tiene clavada en su memoria la imagen ominosa de la bandera con la svástica ondeando en lo alto del Reichstag. Cuando llega a las escalinatas del Parlamento, ese símbolo brutal del poder nazi, se encuentra con dos soldados. Los tres empapados, sucios, cansados, miran hacia arriba. Casi no hace falta que hablen, apenas se presentan y se dan la mano. Abduljakim Ismailov, Alexei Kovalyov, Yevgeni Khaldej; uno de Dagestán, dos de distintos pueblitos de Ucrania, saben que todas las naciones hermanas son el mismo pueblo. Y que ese pueblo entró a Berlín poniéndole fin a la guerra. Suben enloquecidos resbalando entre la lluvia y la sangre. Ismailov lleva dos relojes: el suyo, viejo y tosco, y el de acero alemán con que se quiso cobrar una parte de esa deuda inmensa que no tiene compensación. Kovalyov se ajusta el birrete y lucha contra su miedo a la altura. La cámara de Khaldej envuelta en el capote se bambolea sobre su pecho y golpea una y otra vez contra la mochila que guarda la bandera que cosió la noche anterior.

Cuando llegan al techo, Khaldej le da la bandera roja cosida con los tres manteles a Kovalyov y sigue subiendo solo hasta las imponentes estatuas que quisieron dominar el mundo desde la destrozada Berlín, mientras Ismailov busca entre las ruinas hasta que encuentra un mástil destrozado.

Abajo, la calle comienza a sembrarse de tropas y tanques que aparecen entre la humareda. Kovalyov tiene miedo y no quiere mirar hacia abajo. Quizás sea el último de sus miedos. Ismailov mira la calle y sonríe mientras le agarra fuerte la pierna para transmitirle esa seguridad que sólo brinda un compañero. Khaldej desenvuelve la cámara del capote, hace foco en esos dos hombres que unos metros más abajo libran la última batalla y comprende que aprendió al fin aquello del instante preciso que le habían contado Capa y Rodchenko cuando aprieta el obturador y muestra al mundo, de manera indudable, el fin de la guerra.

03/05/15 Miradas al Sur

 
 

Ideología Por Horacio Rovelli

El origen etimológico está conformado por la unión de dos palabras griegas: idea, que se define como “apariencia o forma”, y el sufijo logía, que puede traducirse como “estudio”.
Lo que pensamos y la visión que tenemos de nosotros mismos, de la sociedad, del pasado, presente y futuro nace de la combinación de los valores que nos han inculcado a lo largo de la vida, del sector social al que pertenecemos, el género, la época, las escuelas a las que fuimos, la creencia religiosa, los clubes, los amigos, y de los intereses que creemos defender sean ciertos o no, todo eso en conjunto conforma la ideología de cada uno de nosotros.

Esto explica por qué, ante un gobierno de determinado perfil, como es el caso de los gobiernos nacionales y populares, que impulsan el mercado interno y llevan adelante políticas asistencialistas, sectores medios (y también sustratos de menores ingresos) conformado por trabajadores dependientes, independientes, profesionales, pequeños productores y comerciantes, en lugar de comprender la importancia de fortalecer la demanda agregada nacional y el derecho constitucional del bienestar general por el sólo hecho de habitar en el suelo argentino, adoptan posiciones irracionalmente reaccionarias, con lo que en lugar de pensar en generar una instancia superior, son conducidos, o al menos le hacen el juego, al verdadero poder económico y social del país, cuyo único interés es el propio. E incluso cuando ese poder económico asume la administración de la Nación, en el castigo impiadoso y generalizado contra el pueblo argentino no les interesa si recae o no en los sectores populares que adoptaron por debilidad ideológica sus posturas y valores.
El caso de la marcha convocada por la Sociedad Rural Argentina contra la Resolución 125/2008 de retenciones móviles, que incluso hubiera beneficiado a los pequeños y medianos productores en contra de los grandes, donde sectores medios y bajos aplaudieron el discurso del primo hermano de José Alfredo Martínez de Hoz y criador de caballos de raza, Luciano Miguens, frente al monumento a los españoles en el barrio de Palermo de la Ciudad de Buenos Aires. O la patética marcha convocada por los fiscales, todos de oscuro desempeño en la Justicia, el 18 de febrero 2015 por la muerte de Natalio Alberto Nisman; en fin, ejemplos son los que sobran, donde se emplea como correa de trasmisión los medios de comunicación y actores, jugadores de futbol, etc., todos los que son conocidos para que repitan una y otra vez los huecos y mentirosos discursos de la defensa de la república, de los valores democráticos, como ayer el de que somos occidentales y cristianos o derechos y humanos.

La visión que tengamos de los hechos no puede negar que objetivamente desde punto de vista de la economía en la Argentina actual hay sólo dos posibilidades: una, se sigue avanzando en estimular el consumo, la integración nacional y regional y los acuerdos estratégicos dentro del Mercosur, Unasur, Celac, con la República Popular China, con Rusia, camino no exento de riesgos, de dificultades, de avances y retrocesos, pero que uno corrobora cuando se observa que somos una sociedad capaz de fabricar y poner en órbita los satélites Arsat 1, el 2 a mediados de este año y el 3 en el 2017; que está en construcción el Gasoducto del Nordeste Argentino, que brindará suministro de gas natural por redes a las provincias de Formosa, Chaco, Corrientes, Misiones y el norte de Santa Fe; que existen programas como el de Conectar Igualdad, que distribuye en estudiantes, maestros y profesores de todo el país cuatro millones de computadoras subportátiles; o que se estimula el Plan Estratégico de Formación de Ingenieros 2012-2016 y su objetivo de graduar 10.000 ingenieros por año, el amplio camino de becas universitarias, que se destina a la educación todos los años más del 6% del PIB, y que se repatriaron decenas de científicos e investigadores, que permiten entre otras cosas, que se trabaje en la elaboración de reactores nucleares y absorber mayores conocimientos en ese y en otros temas que exigen elevados niveles de sapiencia y pericia.

El otro, es volver a la lógica del capital y de los mercados financieros internacionales, donde sólo les interesa el país para obtener altas rentas generando una economía más concentrada y centralizada que le deja los principales resortes de la producción y distribución a las grandes empresas, quienes van a crecer más todavía integrándose al resto de su cadena internacional, pero que va a excluir por su propio accionar a la producción local, esencialmente las pymes y las economías regionales, dado que van a invertir en los sectores más redituables con que cuenta la Argentina. Ese tipo de producción de enclave implica crecimiento para el sector elegido por la lógica del capital y de los mercados, pero no hay respuesta de consideración para el resto de las actividades, más allá de un limitado multiplicador por la necesidad de trabajos e insumos locales. Paralelamente, esa división de inversión y productividad hará que conviva una economía floreciente y con estándares mundiales, con otra opacada y de subsistencia, profundizando la dualización de nuestra sociedad.

Si por adoptar una ideología que no es la propia se acepta como valor una supuesta eficiencia en la administración, que implica mejoras en la red de transporte o de tramites por internet, pero que abandona a su suerte al hospital y a la escuela pública; que permite por acción u omisión la existencia de talleres clandestinos, como el de la calle Páez 2796, en el porteño barrio de flores, donde murieron carbonizados en esta semana dos hermanitos, unos de 7 y otro de 10 años, y los dos padres resultaron con heridas de gravedad al incendiarse el taller textil que aparentemente estaba tapiado para evitar ser visualizados y disminuir los ruidos de las máquinas trabajando las 24 horas del día, con el fin de producir para firmas y negocios que ganan tasas astronómicas, ese es el verdadero modelo de gestión del PRO y la dualización de la sociedad que nos referimos.

El 24 de septiembre de 2014, la organización barrial apadrinada por el hoy Papa Francisco, “La Alameda” había presentado ante la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas, que depende de la Procuración General de la Nación, una denuncia contra 30 –treinta– talleres clandestinos, entre los que figuraba el de Páez 2796 - CABA. El fiscal a cargo de esa procuraduría, Marcelo Colombo, ordenó a la Subsecretaría de Trabajo de la Ciudad –a cargo de Ezequiel Sabor– una serie de inspecciones en los lugares denunciados. Tras los hechos, el gobierno de la Ciudad informa al fiscal Colombo que no había realizado las inspecciones solicitadas, sin dar ninguna explicación.

Se debe ver el todo, sopesar una cosa con la otra y plantearnos realmente qué consideramos valioso y digno. Debemos pensar por nosotros mismos y no que los grandes medios formen nuestra opinión; una y otra vez, preguntarnos por qué pensamos como pensamos, que la idea que dirige nuestra acción siempre convalide nuestros valores; si no, de otro modo seremos idiotas útiles a los intereses de los que dominan.

03/05/15 Miradas al Sur
 

López Aufranc, el mejor alumno argentino de la “doctrina francesa” Por Laureano Barrera

El general retirado murió impune el domingo pasado, a los 93 años. A fines de los ’50, fue uno de los primeros militares argentinos entrenados en París en las técnicas contrarrevolucionarias que el Ejército francés aprendió y ejecutó en Argelia. Fue jefe    de Estado Mayor en tiempos de Lanusse y en el ’69 encabezó la represión al Cordobazo. Después se cambió la ropa de fajina por el traje: fue director de Acindar desde 1976 a 1992.

El general retirado Alcides López Aufranc fue la síntesis perfecta entre la represión castrense y la complicidad empresarial. Su vida larga y tumultuosa lo llevó a París, en los años de la revolución cubana, donde aprendió de los veteranos de la guerra de Argelia la tortura como método de la guerra contrarrevolucionaria. Y volvió al país para transmitirlo a sus camaradas. En 1976, lo comprobó por sí mismo: reemplazó a Alfredo Martínez de Hoz en la presidencia del directorio de Acindar. López Aufranc murió el domingo pasado, a los 93 años, impune y en la tranquilidad de su hogar. Insólitamente, nunca debió dar explicaciones ante un juez. Cuando estaba a punto de hacerlo, en una causa que se instruía lentamente Comodoro Py, una maniobra de la familia judicial lo salvó.

Había nacido en 1921 en la provincia de Santa Fe. Estudió en la Escuela Superior de Guerra, en Buenos Aires. Su nombre empezó a oírse durante el enfrentamiento interno del Ejército entre “azules” y “colorados”, que comenzó después del derrocamiento en 1955 de Juan Perón. López Aufranc integró el bando de los “azules” –que creían en la conveniencia de un acuerdo con la burocracia sindical y el propio Perón para derrotar el comunismo y la izquierda peronista- y se ganó el mote de El Zorro de Magdalena (en alusión al “zorro del desierto” Erwin Rommel). El 2 de abril de 1963, Día D de las refriegas, su Regimiento 8 de Tanques de Magdalena fue bombeado por aviones navales que despegaban de Punta Indio, que fueron derrotados al día siguiente por la Fuerza Aérea “leal”. Al Zorro le salvaron la ropa y no tuvo que disparar un solo tiro.

La cátedra de la tortura López Aufranc tuvo un papel protagónico en la historia de la represión ilegal, sin embargo, que había empezado antes. Charles Lacheroy, Paul Aussaresses, los coroneles Massuh y Marcel Bigeard fueron los militares franceses que habían aplicado las tácticas de la guerra contrarrevolucionaria en la Argelia colonial, para aniquilar a la organización político-militar del Frente de Liberación Nacional que atentaba con bombas en la capital. Lacheroy había elaborado la doctrina después de leer el Libro Rojo de Mao Tse Tung.

Los escritos del revolucionario chino le revelaron que “la retaguardia es más importante que la tropa y que antes de la tropa hay que ocuparse de la retaguardia”. Eso le contó el general galo a la periodista Marie-Monique Robin en un reportaje para el documental “La Escuela Francesa”, que desenmascaró la influencia de esa experiencia en los militares latinoamericanos. La retaguardia era la población: el enemigo ya no estaba en el frente de batalla, sino en cualquier casa. Para los militares, era adoctrinamiento. Para los jefes guerrilleros, apoyo popular.

El coronel Bigeard, jefe de la división de paracaidistas franceses que comandó la operación, con aires de vanidad le confesó a Robin. "(El FLN) es una organización piramidal compuesta por una serie de secciones. Cada militante sólo conoce a tres miembros como máximo. Su responsable, que lo eligió a él, y sus dos subordinados, que él mismo elige. Debemos realizar las investigaciones necesarias para reconstruir toda la pirámide para llegar al Estado Mayor. La base de este trabajo es la inteligencia. El método es el interrogatorio. Y el interrogatorio se convierte en un método cuando se ejecuta de modo de obtener siempre una respuesta".

Luego fue más explícito: "Yo di la orden: ustedes deben actuar en forma contundente contra los que colocaban las bombas, interrogarlos duramente, no sacarles los ojos ni cortarles las orejas pero aplicarles la picana, electrodos para pasarles corriente eléctrica. La llamábamos 'la gehgene'". Aussaresses confesó también de otras modalidades que luego replicarían los grupos de tareas del general Videla: "Una vez que había contado todo lo que sabía, terminábamos con él. Ya no sentiría nada. Lo hacíamos desaparecer". Sobre la forma en que lo hacían, el prefecto de policía de Argel, Paul Teitgen, detalló: "La gente de Bigeard les ponían los pies en cemento y los tiraban al mar desde helicópteros. Un método sucio.

Según la investigación de Robin, en mayo de 1958 las técnicas de la Batalla de Argel se empezaron a enseñar en la Escuela de Guerra de París. Y se volcaron a un manual, titulado “La guerra moderna”, escrito por el jefe de Aussaresses, el coronel Roger Trinquier. En la primera camada de alumnos había argentinos, entre ellos López Aufranc. Lo había enviado en 1957 el Estado Mayor del Ejército para esa misión confidencial. La clave del curso era un mes de práctica en Argelia.

El Zorro fue un alumno voluntarioso. Tanto que la doctrina francesa se impartió en el mundo por primera vez en la Escuela Superior de Guerra de Buenos Aires. En 1959, los ejércitos de Francia y la Argentina firmaron un acuerdo para que una misión de veteranos de Argelia se instalara en la sede del Estado Mayor para dictar cursos y asesorarlos. En 1961, se organizó el Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, en el que participan oficiales de 14 países. Su director fue Alcides López Aufranc.

Un Konex para el empresario

En 1976, cuando reemplazó al flamante ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz en la presidencia de la acerera Acindar, López Aufranc ya había encabezado en 1969 la represión al Cordobazo y había sido jefe de Estado Mayor en tiempos de Agustín Lanusse. Ahora otros harían el trabajo sucio por él: en un coctel con otros empresarios, se jactó de que veintitrés delegados de base de Villa Constitución “ya no darían problemas”, porque estaban “bajo tierra”.

Se refería a la gran huelga de los metalúrgicos de Acindar el 20 de marzo de 1975 ferozmente reprimida por policías, prefectos y matones de la burocracia sindical que entraron al pueblo en una caravana de 150 Ford Falcon. En los dormitorios para solteros de la empresa montaron el primer campo de concentración. Hubo alrededor de trescientos detenidos –muchos de la UOM combativa, enfrentada a los burócratas de Lorenzo Miguel- y veinte desaparecidos. Al operativo lo bautizaron “Serpiente Roja del Paraná”.

El ex inspector de la Policía Federal Rodolfo Peregrino Fernández denunció en 1983 ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos (Cadhu), que Acindar “pagaba a todo el personal policial, jefes, suboficiales y tropa, un plus extra en dinero. El pago estaba a cargo del jefe de Personal, Pedro Aznárez y del jefe de Relaciones Laborales, Roberto Pellegrini”. El ex policía agregó que “Acindar se convirtió en una especie de fortaleza militar con cercos de alambres de púas”.

En 2010, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH) y los dirigentes sindicales Carlos Sosa, Alberto Piccinini y Juan Actis, presentaron una denuncia contra los directivos de Acindar de aquella represión brutal. También se presentó como querellante la secretaría de Derechos Humanos de la Nación. El juez Norberto Oyarbide la separó del expediente madre que investiga los crímenes de la Triple A y en un dictamen resaltó la continuidad entre la represión de marzo del 75 y la militarización a partir de 1976, bajo la presidencia de López Aufranc.

En diciembre de 2013, con Martínez de Hoz muerto, La LADH pidió la detención e indagatoria de López Aufranc, por presidir la firma desde 1976 a 1992; de Aznárez y de Roberto Pellegrini, de la ex presidenta de la Nación, María Estela Martínez. Cuando Oyarbide estaba por indagarlos, el juez federal de Santa Fe Marcelo Bailaque reclamó la causa, alegando conexidad con otro expediente de víctimas de aquél 20 de marzo que debía investigar él.

“Estábamos a un paso de sentar en el banquillo al directorio de Acindar durante toda la dictadura. La discusión sobre la competencia, que está sin resolverse hace un año, impidió tomar medidas de fondo y la planchó”, dijo a Infojus Noticias Graciela Rosemblaum, de la LADH. La Liga y la Secretaría de Derechos Humanos apelaron el pedido de Bailaque, y hace un año la competencia se está dirimiendo, ahora en Casación.

Los acusados de allanamiento ilegal de morada, privación ilegal de la libertad, tormentos, homicidio calificado y asociación Ilícita en la denuncia de la LADH no solamente evitaron ser indagados: también ganaron premios. Se lee en el escrito al que accedió Infojus Noticias: “Se han ‘reciclado’ en la sociedad democrática de la mano del poder económico que la empresa mantuvo durante todos estos años: Aznares y Pellegrini son respetados ciudadanos, y López Aufranc ganó un premio Konex al mejor empresario”. Fue en 1988, al mérito en el rubro “ejecutivos de la industria”.

LB/RA



 
 

Comunicación y Empresa Periodismo, periodistas, empresas y política

En la Argentina actual, la alineación de los medios con las agrupaciones políticas, sindicales y sociales en pugna es total y nadie espera que los periodistas de esos medios no acaten o se subleven a la “línea” que emana de las respectivas conducciones. La gran prensa, las cadenas televisivas, las radios, las agencias de publicidad relacionadas, son agentes de difusión de los grandes tópicos que constituyen la agenda y las inquietudes a las que los ciudadanos deben subordinarse. Por otra parte, la empresa periodística, como toda empresa actuando en una sociedad capitalista, se rige por las leyes del mercado, tanto en su operatoria comercial que marca la necesidad de generar esquemas productivos, de distribución y marketing que posibiliten la percepción de ganancias, cuanto en su relación con quienes forman el ejército laboral que garantiza su actividad: los periodistas.

Por Alberto Elizalde Leal*

Desde que en el Foro Romano en los años 100 aC se ”publicaban” las Acta diurna commentaria senatus esculpidas en piedra o metal, informando a los ciudadanos sobre los avatares de la clase política, las discusiones y las decisiones surgidas del Capitolio, pasando por las Notizia Scritte venecianas que se pagaban con monedas llamadas gazetta, y adoptando por primera vez la forma de un diario en Gran Bretaña con el Daily Courant, hasta nuestros días en que poderosos conglomerados editoriales concentran en sus sedes avanzados medios tecnológicos para publicar, televisar o emitir por radio diversos contenidos hacia todo el mundo, el periodismo, entendido como una rama específica de la comunicación humana, ha sufrido constantes transformaciones que no han modificado mayormente su condición de formar parte de una constelación de dispositivos de construcción de sentidos, de difusión de discursos inscriptos en la dinámica de las tensiones generadas por los conflictos sociales, de canal informativo complementario para las necesidades de la lucha política, de articulación y persuasión masivo para la generación de “lo verosímil”, entendido no sólo como la apariencia –engañosa- de lo verdadero sino como el efecto de una actividad que despliega, en la dialéctica de su propio desarrollo, el ocultamiento de las condiciones materiales y espirituales de su –socialmente determinada- producción.

Los que dictaban a los artesanos romanos que elaboraban las Acta diurna y los venecianos que vendían las hojitas escritas por ellos mismos eran agentes directos, sin disfraces ni mediaciones, de un discurso público y/o privado que se emitía sin pretensión de “objetividad” o “independencia” a un público que no tenía otra forma de informarse sobre la marcha de los negocios o de la cosa pública. El avance técnico que supuso la aparición de la imprenta, con la posibilidad de estandarizar y “serializar” la producción editorial, el crecimiento urbano, la complejización creciente de la sociedad, la aparición del Estado-Nación y su contraparte, el capitalismo comercial e industrial, fueron el sustrato en el que comenzaron a diferenciarse los roles de la empresa periodística y los periodistas. Siguiendo a Louis Althusser, puede afirmarse que la empresa periodística, por su posición objetiva y su función específica en la sociedad moderna, forma parte de los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE), aportando con la producción y circulación de contenidos discursivos a la solidificación y extensión del “cemento” ideológico que unifica en el espíritu de las masas la “aquiescencia a las acciones e iniciativas de las fracciones sociales hegemónicas”. La gran prensa, las cadenas televisivas, las radios, las agencias de publicidad relacionadas, son agentes de difusión de los grandes tópicos que constituyen la agenda, la temática y las inquietudes a las que los ciudadanos deben subordinarse. Por otra parte, la empresa periodística, como toda empresa actuando en una sociedad capitalista, se rige por las leyes del mercado, tanto en su operatoria comercial que marca la necesidad de generar esquemas productivos, de distribución y marketing que posibiliten la percepción de ganancias, cuanto en su relación con quienes forman el ejército laboral que garantiza su actividad: los periodistas.

Podría decirse que, así como el proletariado industrial apareció como el resultado de la desaparición del artesanado y la extensión de la producción industrial masiva, los periodistas, los “proletarios de la palabra”, son el resultado de las necesidades productivas de las empresas periodísticas que los contratan y explotan exactamente igual que en una fábrica se contrata y explota a un tornero o un soldador. Pese a algunas visiones elitistas, románticas o épicas del periodismo, la realidad es que a los trabajadores de prensa les tocan las generales de la ley del capitalismo: desocupación, precarización, sometimiento a regímenes abusivos de trabajo, desigualdades salariales, desconocimiento de la organización sindical por las patronales y otras incomodidades que todo trabajador de prensa conoce perfectamente.

Pese a que en estos años se han establecido algunas empresas periodísticas que, a favor de las condiciones generadas por un gobierno receptivo a las reivindicaciones populares, intentan disputar la hegemonía discursiva del gran capital comunicacional, sus periodistas, la tropa que está en la primera fila de esa batalla, recoge muchas veces como recompensa los mismos destratos e injusticias que aquellos que trabajan para los medios hegemónicos. Esto no ocurre por maldad o perversidad de sus dueños o directivos. Ocurre que las leyes que rigen la dinámica de la empresa capitalista se cumplen siempre, más allá de la buena o mala voluntad de sus (circunstanciales) actores. La relación cada vez más directa entre empresas periodísticas e intereses sectoriales y políticos complejiza aún más el campo en el que se desarrolla la actividad específica del intercambio discursivo entre producción periodística y el público entendido como sujeto político. En la Argentina actual, la alineación de los medios con las agrupaciones políticas, sindicales y sociales en pugna es total y absoluta, y nadie espera que los periodistas de esos medios no acaten o se subleven a la “línea” que emana de las respectivas conducciones. Pero este panorama no permite ver que, al interior de cada uno de esos medios, también existe una tensión “social”, se verifican conflictos motivados –insistimos- en la dinámica objetiva del “micro poder”, de los núcleos fundantes a escala “fabril” de la racionalidad de la producción capitalista.

No sólo en Clarín se cuecen las habas del atropello patronal; en Telam hay una dura pelea de los trabajadores para que la dirección reconozca la comisión interna democráticamente elegida por las bases. No sólo en las corporaciones censuran o despiden periodistas que no se alinean con la pauta empresaria como el caso de Ernesto Tenembaum y Marcelo Zlotogwiazda en TN. Son conocidos los manoseos y virtuales censuras en Página 12 a Julio Nudler (ya fallecido), a Santiago O’Donell o a Darío Aranda. Quien esto escribe también debió resignar en Miradas al Sur una columna sobre la historia de la represión al pueblo palestino en ocasión de la agresión de Israel a Gaza. La pregunta que surge inmediatamente es ¿dónde queda entonces ese periodismo que se aprendió en la Universidad, en la calle o en las redacciones? Si las empresas obedecen a leyes de mercado, a sus propios intereses económicos que las llevan a apoyar a tal o cual sector político, si el periodismo se subordina a la política, si el actor principal ya no es el trabajador de prensa sino el lobbysta, el editor general que “trae la posta”, el funcionario de medios que marca los límites del disenso o el sector comercial que “sugiere” no meterse con equis empresa. Si finalmente es imposible ser consecuente con aquello de que “periodismo es publicar lo que alguien no quiere que se publique”, este cronista augura días poco felices para nuestra profesión.

Afortunadamente existen ciudadelas donde aún se resiste, donde aún las cinco doble ves, el hombre que muerde al perro, el chequeo de las fuentes, el cuidado por el texto, la curiosidad sin límites y el cariño por profesión son la bandera, la insignia militante por pelear en serio por la posesión de la palabra, por la recuperación de la voz y la imagen para todos. En ARECIA, en las revistas culturales, barriales y comunitarias, en Anfibia, en La Tecl@ Eñe, en El Tranvía, en decenas y centenares de blogs, páginas y portales se refugian y combaten quienes seguramente verán en algún momento otro periodismo.

* Periodista. Miradas al Sur

Fuente: 
Revista Digital La Tecl@ Eñe http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene

En junio empieza el juicio por los asesinatos de Cambiasso y Pereyra Rossi

Fue el último hecho de secuestro, tortura y homicidio de la dictadura. Los dos militantes emblemáticos fueron secuestrados en mayo de 1983. El juicio arranca el 16 de junio. 

El juicio oral por los asesinatos de los militantes peronistas Osvaldo Cambiasso (derecha) y Eduardo Pereyra Rossi (izquierda), ocurridos durante el final de la última dictadura cívico militar, se iniciará el próximo 16 de junio después de haber sido postergado en febrero pasado, informó la agencia Télam. El Tribunal Oral en lo Criminal Federal 2 de Rosario notificó a las partes de la nueva fecha del juicio. Entre sus principales acusados están Reynaldo Bignone y el ex comisario bonaerense Luis Abelardo Patti.

El comienzo del proceso oral se postergó por la incorporación de dos nuevos imputados, Jorge Rodolfo Rodríguez y Carlos Alberto Lucena, que ahora llegarán a juicio, dijeron a la agencia Télam fuentes de las querellas. Además de Bignone y Patti, están acusados el suboficial retirado de la policía bonaerense, Juan Amadeo Spataro, y los ex integrantes del Destacamento de Inteligencia 121, Pascual Guerrieri; Luis Muñoz; Juan Andrés Cabrera; Ariel Zenón Porra; Walter Pagano; Carlos Sfulcini; y Antonio López.

“Esta causa es emblemática por muchas cosas: por las figuras de quienes eran Cambiasso y Pereyra Rossi para el peronismo; porque fue el último hecho de secuestro, tortura y homicidio por parte de la dictadura genocida”, dijo Nadia Schujman, la abogada que representa a Gladys y Ethel Cambiasso, las hermanas de Osvaldo. Schujman también destacó que el secuestro de los militantes montoneros, el 14 de mayo de 1983, “fue una operación conjunta del I y II Cuerpo de Ejército, y se puede interpretar como algo hecho para la negociación de un proceso de apertura que ya se venía”. “También –añadió- porque es una causa donde hubo cosa juzgada y es uno de los pocos casos que se logró en el país que se declarara cosa juzgada írrita”.

Eduardo “Carlón” Pereyra Rossi y Osvaldo Agustín “El Viejo” Cambiasso fueron secuestrados el 14 de mayo de 1983 en el bar “Magnum” de Rosario, ubicado en Ovidio Lagos y Córdoba. Según el expediente, de la operación participaron integrantes del Destacamento de Inteligencia 121 que conducía Guerrieri, y luego de ser torturados en las afueras de Rosario fueron entregados a una patrulla de la Unidad Regional de Tigre, integrada por el oficial Luis Patti y los suboficiales Juan Amadeo Spataro y Rodolfo Diéguez (ya fallecido). Sus cuerpos aparecieron el 17 de mayo en un descampado cercano a la localidad de Lima, en el partido bonaerense de Zárate. La policía difundió entonces un comunicado que dio cuenta de un presunto enfrentamiento con las fuerzas de seguridad, pero una pericia determinó que una de las víctimas fue rematada de un disparo a corta distancia y halló huellas de torturas físicas.

Infojus Noticias

Una de pasos, vices y temblores Por Mempo Giardinelli

Después de las PASO en Salta, Mendoza, Santa Fe y la ciudad de Buenos Aires, y las elecciones a gobernador en Neuquén, queda claro que no sólo sigue el baile sino que muchos de los bailarines parecen estar pisando brasas como en las noches de San Juan.

Los que más se ven son los favoritos de Clarín y La Nación y varias telebasuras. Compiten arduamente, mediática y territorialmente, mientras el Soberano sigue su vida cotidiana y ya dictaminará quiénes se queman y quién queda.

Entre esos candidatos, y aunque a regañadientes, sobresale Daniel Scioli, a quien vienen consolidando mediáticamente como si fuera el único candidato del FpV. Claro que seguramente no lo hacen por amor sino por espanto, y en todo caso para condicionarlo y marcarle la cancha “just in case”, como diría Obama.

Sus otros candidatos, se diría que naturales, son los señores Macri y Sanz, que ahora hacen malabarismos para que no se les vean las gruesas costuras menemistas y cavallianas, ni, en el primero, los muchos cuestionamientos morales, de gestión y judiciales que los susodichos medios ocultan vergonzosamente. Y a ellos dos habría que sumar a la indefinible diputada Elisa Carrió, competidora de esa misma PASO.

Tercian los señores Massa, De la Sota y (si lo incorporan, pues hasta ahora lo forrearon, para decirlo en popular) Adolfo Rodríguez Saá. Los tres con discursos oscilantes (un poco ex kirchneristas, un bastante neoliberales y un mucho neuróticos). Y cierran el lote Margarita Stolbizer y Jorge Altamira, hoy más bien candidatos testimoniales de muchas y diversas disconformidades.

Por el lado kirchnerista puro, clásico o cristinista, por decirlo de algún modo, los candidatos ahora son cuatro: Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Jorge Taiana y Sergio Urribarri (Julián Domínguez y Aníbal Fernández se lanzaron a competir por la provincia). Todos luchan denodadamente por enamorar a un electorado complejo, imprevisible, variado, pésimamente informado y muy manipulado que puede resultar esquivo si acaso triunfa lo que, hace 26 años, Raúl Alfonsín padeció y llamó, con ingenua suavidad, “fallas de comunicación”. Al menos en la CABA los medios dominantes parecen haber ganado esa batalla; queda por verse en los escenarios del vasto interior.

En tal contexto, es precisamente allí, en el amplio territorio nacional, donde probablemente se defina la suerte del país. Verbigracia, una continuidad mejorada y consolidante, o un retroceso histórico que sería –al menos en opinión de esta columna– un desastre político-económico-social y a la vez un durísimo castigo a la ciudadanía si acaso ésta vota nomás contra sus propios intereses históricos y de clases.

Entonces no es asunto de importancia menor hablar, de una buena vez, de lo que casi no se habla: los candidatos a vicepresidente, que a lo largo de la historia argentina han jugado roles fundamentales (sí que también olvidables). Y que en el pasado reciente, por lo menos desde 1973, tuvieron enorme y decisiva participación.

Así, y como es tradición que la fórmula electoral se integre con un porteño y un provinciano, sería natural imaginar a Randazzo, Rossi, Scioli, Taiana o Urribarri acompañados por un gobernador peronista-kirchnerista. Por caso, Urribarri (si no pudiera cumplir sus aspiraciones), Urtubey, Gioja o Capitanich, por mencionar a los vicepresidenciables obvios. Imaginen los lectores las posibles combinaciones y, acaso en algunos casos, tiemblen.

Del lado proempresarial ya se habla del señor Macri en fórmula con los señores Fernando Niembro o Carlos Reutemann, u otros de notables apellidos: Frigerio, Pinedo o Del Sel. Y si inesperadamente en esta PASO los vencedores fuesen Sanz o Carrió (el primero podría perfectamente dar un batacazo si el radicalismo en todo el país no se suicidase de nuevo), parecería hoy más difícil señalar a sus posibles acompañantes.

Por el rumbo dizque renovador todo parece estar abierto, pero los tres apellidos –Massa, De la Sota, Rodríguez Saá– con la incorporación de algún “tapado” del PJ clásico, un sindicalista de esos de labia y fortuna amasada quién sabe cómo, u otro reciclado de la vieja UCeDé, permitirían una impredecible, quizá divertidísima variedad de posibilidades.

Finalmente, es presumible que Stolbizer elija a un socialista para acompañarla, como Altamira a un trotskista de cepa.

En todos los casos, y como es ya tradición en la política vernácula, el tembladeral siempre es posible. Preparémonos.

04/05/15 Página|12