Por Claudia Rafael
(APe).- ¿Cuál es el tiempo real durante el que el nombre de una víctima de violencias perdura en la memoria colectiva? ¿Cómo se calcula el espacio que ocupará una u otra víctima –según un amplio abanico de peculiaridades- en los medios periodísticos ávidos de historias que prolonguen el show? ¿Decir Angeles Rawson o Lola Chomnalez es exactamente igual, a ojos de los medios y de la sociedad, que pronunciar Juana Emilia Gómez, Romina Ríos o “Peli” Mercado? ¿Durante cuánto tiempo se congelará la mueca de espanto social que provocó esta semana la aparición sin vida de Daiana Ayelén García, con sus 19 años, a la vera de la ruta 4, en Lavallol? ¿Alguien sabe, más allá de las fronteras olavarrienses, quién fue Magalí Giangreco? Y ¿qué resguarda la memoria colectiva de la telaraña de perversidad que rodeó la desaparición y homicidio de Candela Sol Rodríguez en Hurlimgham?
El espanto del final, los mecanismos y la crueldad de victimarios casi siempre anónimos e impunes es el único punto que las une. Por el resto, el transcurrir de sus vidas y la reacción social ante sus desapariciones y sus crímenes las aleja y las ubica en antípodas irreconciliables.
En medio de la mansedumbre del pequeño pueblo riojano de Patquía, con sus escasos 1800 pobladores, decir “Peli” es decir desaparición. Ramona Nicolaza Mercado es su nombre y en aquel abril de 10 años atrás tenía apenas 13. Dicen en el pueblo que es la Marita Verón de La Rioja. Ella, que solía decir que “hay un señor que me dice cosas y me molesta”. Y ese señor era un policía. “El 26, Peli fue al colegio Humberto Pereyra, donde cursaba noveno año, rindió matemática y se sacó un 10. A las 19.30 se preparó la merienda, que era infaltable para ella, porque era de buen comer, se sirvió dos tazas de chocolatada con tostadas con mermelada y manteca y quedó con la mamá de ir a devolverle un pantalón negro a mi otra hermana y unas botas que ella le había prestado para ir a una fiesta de 15. Estaba a cinco cuadras, pero nunca llegó. Entre las 20.30 y las 21.00 a ella se la llevaron. Y nunca más una noticia, ni un llamado, nada”, contó hace años otra de las tías al suplemento “Las 12”, de Página. Se cree que fue devorada por las mismas redes que capturaron a Marita Verón 13 años atrás.
“Peli” no tuvo titulares ni reclamos mucho más allá de las fronteras de su Patquía. Allí donde también vivía Romina Ríos, que tampoco los tuvo y que fue encontrada en febrero en la capital riojana después de varios días de búsqueda. La policía provincial habla de ese eufemismo justificador conocido como “crimen pasional” por el simple detalle de que el único imputado es un hombre de la fuerza de seguridad provincial. La misma que sostuvo el clásico mensaje a la mamá: “Señora, hubiese cuidado mejor a su hija, se debe haber ido con algún noviecito”.
Dicen las cifras publicadas hace escasos días a través del informe “Desaparición en democracia. Informe acerca de la búsqueda de personas entre 1990 y 2013” (Acciones Coordinadas Contra la Trata (ACCT) en conjunto con la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas) que hay 6040 desaparecidos entre 1990 y 2013, de los cuales 3231 son mujeres y 2801 hombres. Con unos 8 de los que no se incluye el género.
Bucear en cada uno de los números regionales y provinciales expone contradicciones difíciles de conciliar. En donde no se puede soslayar un problema de registros evidentemente notorio. Pero los 6040 casos registrados en ese informe para todo el país representan el 0,01 % del total de habitantes. Cuando, en cambio, se recorren las cifras provinciales, salta a los ojos que Tucumán, con sus 1453 desapariciones denunciadas de las cuales algo más de 900 son mujeres representa el 0,1 % del total de la población. La diferencia es tan abismal que las desapariciones tucumanas son 12 veces más importantes numéricamente que las que se consideraron en el resto de las regiones argentinas. Tal vez por eso, el ícono argentino de las desapariciones siga siendo Marita Verón.
En medio de esos 6040 están, por ejemplo, Peli Mercado, Fernanda Aguirre, María Cash, Florencia Pennacchi, Sofía Herrera, Marita Verón, Otoño Uriarte, Andrea López, Natalia Acosta. Allí estuvieron, probablemente, tantas otras cuyos cuerpos fueron luego encontrados. ¿Acaso, más allá de sus afectos, alguien recuerda a Araceli Ramos, con sus 19 años, asesinada por un ex prefecto cuando había concurrido a una falsa entrevista laboral igual que Daiana? En una danza mediática que un buen día decidió excluir de la memoria a Melina Romero, escasos meses después, la misma a la que Clarín definió como “una fanática de los boliches que abandonó la secundaria”.
¿Durante cuánto tiempo se prolongará la imagen de Daiana García, posando en face o ya estragada por la perversidad humana, en las pantallas de los televisores identificada por su papá el mismo día en que se cumplían 3650 noches desde la ausencia de Florencia Pennacchi? ¿Cómo se establece el rating macabro que determinó la transmisión 24x24 de Angeles Rawson? ¿Por qué lapso extra se hubiera prolongado la permanencia de Lola Chomnalez en las pantallas televisivas y tapas de diarios si no hubiera surgido con la fuerza de un huracán un hombre llamado Nisman que se transformó en pancarta con un maniqueo “yo soy” que ya entró en territorio de dudas? ¿Por qué Juana Gómez, qom chaqueña; Yamila Chacoma, desde su Comodoro Rivadavia o Sofía Viale, desde Pico nunca fueron pancarta colectiva?
Sólo el instante del estrago las hermanó. Apenas eso. El segundo feroz de la mano opresora que asesina desvió para unir fugazmente esas dos vías irreconciliables que nacen en la inequidad y persisten más allá de la muerte.
Hay –decires imprescindibles de Juan Gelman- una declinación del coeficiente de ternura que omite, con una frecuencia de espanto, la palabra indignación.
Agencia de Noticias Pelota de Trapo
domingo, 22 de marzo de 2015
Siempre impunes Por Daniel Cecchini
Por Daniel Cecchini
Pocos días antes de cumplirse 39 años del golpe cívico-militar que inició la dictadura más sangrienta y devastadora de la historia argentina, tres fallos judiciales casi simultáneos muestran cómo los verdaderos ideólogos –y máximos beneficiarios– de las políticas de exterminio social y destrucción de la economía del llamado proceso de reorganización nacional no sólo conservan su poder, sino que lo utilizan para prolongar la impunidad de sus crímenes. Para mantener este estado de cosas existen sectores del Poder Judicial que hacen gala de una celeridad que resulta obscena en el contexto de los demorados tiempos de la Justicia argentina.
Tres casos ejemplares. A principios de este mes, el juez federal de Bahía Blanca Claudio Pontet necesitó apenas 37 horas –entre la mañana del 3 y la noche del 5 de marzo– para dictar la falta de mérito del dueño del diario La Nueva Provincia, Vicente Massot, imputado en crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura. La Unidad Fiscal bahiense acusa a Massot de ser coautor de los homicidios, cometidos entre el 30 de junio y el 4 de julio de 1976, de los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola tras un conflicto sindical registrado el año anterior en el diario La Nueva Provincia. Para los fiscales Miguel Palazzani y José Nebbia, Massot fue coautor “instigándolo, determinándolo, prestando aportes indispensables para su concreción material y encubriendo a sus autores inmediatos”. También lo acusan de hacer “aportes esenciales” al “ocultamiento deliberado de la verdad” en los secuestros, torturas y homicidios de 35 personas a través de acción psicológica o desinformación desde las páginas del diario, al servicio de los represores de las Fuerzas Armadas antes, durante y después de la dictadura.
La semana pasada, el juez federal porteño Julián Ercolini –que lleva años cajoneando la causa que investiga la apropiación ilegal de Papel Prensa– batió el récord del velocista bahiense Pontet al demorar poco más de 24 horas en rechazar el pedido de indagatoria, en calidad de imputados, a Ernestina Herrera de Noble, Bartolomé Mitre, Héctor Magnetto, Raimundo Pío Podestá y otros cómplices de ese despojo cuya historia ha sido profundamente investigada por Miradas al Sur. Ercolini fundamentó el rechazo del pedido de indagatoria –elevado por el fiscal Leonel Gómez Barbella– en que antes de tomar cualquier medida de ese tipo en la causa es necesario probar que la transferencia de las acciones se realizó a “precio vil”.
Como ya se señaló el domingo pasado en Miradas al Sur, al centrarse en ese punto, Ercolini deja en un lejano segundo plano una serie de pruebas fundamentales que no dejan dudas sobre las presiones, amenazas y maniobras intimidatorias que sufrieron los integrantes del Grupo Graiver para que se desprendieran del paquete accionario. También desdeña los secuestros y torturas que probadamente sufrieron, las actas de la Junta Militar que dejan totalmente en claro la complicidad de la dictadura con los propietarios de La Nación, Clarín y La Razón, así como las minutas dirigidas al despacho del dictador Videla donde el general Bartolomé Gallino, instructor de los consejos de guerra a los que fueron sometidos los integrantes del Grupo Graiver, daba cuenta de las reuniones que mantenía con los propietarios y representantes de los tres diarios antes de interrogar a los secuestrados. El jueves pasado, el fiscal Gómez Barbella apeló la decisión del juez. En su escrito, de 18 carillas, señaló: “El presente caso reviste una cuestión de gravedad institucional que podría lesionar derechos que requieren inmediata cautela, tal como es el derecho de la sociedad de erradicar la impunidad de delitos de lesa humanidad”.
Un día después de consumado el récord de celeridad de Ercolini, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal –integrada por Gustavo Hornos, Juan Carlos Geminiani y Eduardo Riggi– dictó la falta de mérito del dueño de Ingenio Ledesma, Carlos Pedro Blaquier, y de quien era gerente administrativo de la empresa en 1976, Alberto Enrique Lemos, en dos causas por crímenes de lesa humanidad en las que estaban procesados. En la primera de ellas están acusados del secuestro del ex intendente de Libertador San Martín, Luis Aredez, y de dos dirigentes sindicales enfrentados con la empresa, todos ellos ocurridos el 24 de marzo de 1976. La segunda está relacionada con el secuestro de veinte personas durante la llamada “Noche del Apagón”, el 27 de julio de ese mismo año. En todas esas acciones de represión ilegal las tropas del ejército utilizaron vehículos de Ingenio Ledesma.
Para hacer zafar a Blaquier y a su secuaz, los jueces fundamentaron su decisión en que no existe mérito “para sostener que los imputados se hayan representado que hicieron un aporte a la conducta dolosa de miembros de la fuerza de seguridad que privarían ilegítimamente de la libertad a las víctimas de este proceso”. Es decir, los magistrados dan por probado que, por orden de Blaquier y Lemos, Ingenio Ledesma aportó sus camionetas a las patotas militares, pero que no sabían para qué se las pedían. A sus señorías no parece haberles llamado la atención que todos y cada uno de los secuestrados en los dos hechos eran conspicuos opositores a las políticas de explotación laboral y de contaminación ambiental –con grave daño para la salud de la población– perpetradas por Ingenio Ledesma.
Un proceso histórico. Si al cronista no se le escapa algún caso, hasta la fecha ningún empresario ligado al poder económico concentrado que participó en la comisión de delitos de lesa humanidad durante la última dictadura ha sido penado por ellos. Quizás quien más cerca haya estado de recibir una condena, fue el ex presidente del directorio de Acindar y luego ministro de Economía del dictador Videla, José Alfredo Martínez de Hoz, quien murió sin recibir condena en marzo de 2013, cuando cumplía prisión domiciliaria debido a que estaba procesado en una causa ligada al secuestro del empresario textil Federico Gutheim y su hijo Miguel en 1976. De todos modos, el caso de Joe el orejudo no es representativo, ya que está atravesado por su accionar como una de las principales cabezas ejecutivas del autodenominado proceso de reorganización nacional.
Hasta hace pocos años, la participación de los representantes de los grandes grupos económicos nacionales y transnacionales en los crímenes de la dictadura era un tema del cual no se hablaba. Se los acusaba de la devastación económica del país, pero no de casos concretos en los que se hubieran servido del terrorismo de Estado para su beneficio personal.
Esa omisión fue parte de un proceso histórico, iniciado apenas concluyó la dictadura, que la caracterizó como un producto puro y exclusivo, en la idea y en la ejecución, de las Fuerzas Armadas. Hasta bien entrado el siglo XXI, la caracterización de “dictadura militar” sirvió para excluir a otros actores fundamentales del genocidio perpetrado entre 1976 y 1983. Recién en la última década, el término “dictadura cívico-militar” puso en blanco sobre negro el papel jugado por empresarios, jerarcas de la Iglesia, integrantes del Poder Judicial y representantes de diferentes sectores de la sociedad civil durante el proceso. La publicación de libros de investigación periodística como, entre otros, Silencio por Sangre (sobre la apropiación ilegal de Papel Prensa por parte de los dueños de Clarín, La Nación y La Razón), de Jorge Mancinelli y quien esto escribe, o 1976. El golpe civil (sobre los ideólogos civiles de la dictadura), de Vicente Muleiro, sacaron a la luz la participación de los representantes del poder económico en el plan maestro de desintegración política, económica y social de la Argentina implementado por las cabezas visibles de la dictadura. Pasaron de ser grandes desconocidos para la opinión pública a ser considerados partícipes de los crímenes, y así se los empezó a llamar “los cómplices civiles”. A 39 años de perpetrado el golpe y más de tres décadas de recuperada la democracia, ninguno de ellos ha pagado todavía su participación en el terrorismo de Estado.
Los tres dictámenes judiciales mencionados más arriba en esta nota tienen dos lecturas que no son opuestas sino complementarias. La primera de ellas, coyuntural, no puede dejar de inscribirlas en la batalla política que por estos días se desarrolla en el campo judicial. En ese contexto, cualquier revés en la política de derechos humanos que es marca distintiva del Gobierno lleva agua para el molino de una oposición de la cual los partidos políticos enfrentados con el oficialismo son apenas un apéndice casi descartable. El miércoles pasado, convocada por el fiscal a cargo de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, Jorge Auat, se realizó una reunión de fiscales de todo el país para analizar la reciente cadena de fallos adversos en procesos relacionados con el terrorismo de Estado que “habilitan a sospechar una intencionalidad de poner un límite al avance de las causas en distintos puntos del país”.
La segunda lectura, de carácter estratégico, saca una vez más a la luz el enorme poder que conservan –acrecentado en muchísimos casos– los perpetradores civiles de la última dictadura.
Tal vez sea hora de dejar de llamarlos “cómplices civiles” para revelar su verdadera estofa: la de ideólogos y dueños.
22/03/15 Miradas al Sur
Pocos días antes de cumplirse 39 años del golpe cívico-militar que inició la dictadura más sangrienta y devastadora de la historia argentina, tres fallos judiciales casi simultáneos muestran cómo los verdaderos ideólogos –y máximos beneficiarios– de las políticas de exterminio social y destrucción de la economía del llamado proceso de reorganización nacional no sólo conservan su poder, sino que lo utilizan para prolongar la impunidad de sus crímenes. Para mantener este estado de cosas existen sectores del Poder Judicial que hacen gala de una celeridad que resulta obscena en el contexto de los demorados tiempos de la Justicia argentina.
Tres casos ejemplares. A principios de este mes, el juez federal de Bahía Blanca Claudio Pontet necesitó apenas 37 horas –entre la mañana del 3 y la noche del 5 de marzo– para dictar la falta de mérito del dueño del diario La Nueva Provincia, Vicente Massot, imputado en crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura. La Unidad Fiscal bahiense acusa a Massot de ser coautor de los homicidios, cometidos entre el 30 de junio y el 4 de julio de 1976, de los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola tras un conflicto sindical registrado el año anterior en el diario La Nueva Provincia. Para los fiscales Miguel Palazzani y José Nebbia, Massot fue coautor “instigándolo, determinándolo, prestando aportes indispensables para su concreción material y encubriendo a sus autores inmediatos”. También lo acusan de hacer “aportes esenciales” al “ocultamiento deliberado de la verdad” en los secuestros, torturas y homicidios de 35 personas a través de acción psicológica o desinformación desde las páginas del diario, al servicio de los represores de las Fuerzas Armadas antes, durante y después de la dictadura.
La semana pasada, el juez federal porteño Julián Ercolini –que lleva años cajoneando la causa que investiga la apropiación ilegal de Papel Prensa– batió el récord del velocista bahiense Pontet al demorar poco más de 24 horas en rechazar el pedido de indagatoria, en calidad de imputados, a Ernestina Herrera de Noble, Bartolomé Mitre, Héctor Magnetto, Raimundo Pío Podestá y otros cómplices de ese despojo cuya historia ha sido profundamente investigada por Miradas al Sur. Ercolini fundamentó el rechazo del pedido de indagatoria –elevado por el fiscal Leonel Gómez Barbella– en que antes de tomar cualquier medida de ese tipo en la causa es necesario probar que la transferencia de las acciones se realizó a “precio vil”.
Como ya se señaló el domingo pasado en Miradas al Sur, al centrarse en ese punto, Ercolini deja en un lejano segundo plano una serie de pruebas fundamentales que no dejan dudas sobre las presiones, amenazas y maniobras intimidatorias que sufrieron los integrantes del Grupo Graiver para que se desprendieran del paquete accionario. También desdeña los secuestros y torturas que probadamente sufrieron, las actas de la Junta Militar que dejan totalmente en claro la complicidad de la dictadura con los propietarios de La Nación, Clarín y La Razón, así como las minutas dirigidas al despacho del dictador Videla donde el general Bartolomé Gallino, instructor de los consejos de guerra a los que fueron sometidos los integrantes del Grupo Graiver, daba cuenta de las reuniones que mantenía con los propietarios y representantes de los tres diarios antes de interrogar a los secuestrados. El jueves pasado, el fiscal Gómez Barbella apeló la decisión del juez. En su escrito, de 18 carillas, señaló: “El presente caso reviste una cuestión de gravedad institucional que podría lesionar derechos que requieren inmediata cautela, tal como es el derecho de la sociedad de erradicar la impunidad de delitos de lesa humanidad”.
Un día después de consumado el récord de celeridad de Ercolini, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal –integrada por Gustavo Hornos, Juan Carlos Geminiani y Eduardo Riggi– dictó la falta de mérito del dueño de Ingenio Ledesma, Carlos Pedro Blaquier, y de quien era gerente administrativo de la empresa en 1976, Alberto Enrique Lemos, en dos causas por crímenes de lesa humanidad en las que estaban procesados. En la primera de ellas están acusados del secuestro del ex intendente de Libertador San Martín, Luis Aredez, y de dos dirigentes sindicales enfrentados con la empresa, todos ellos ocurridos el 24 de marzo de 1976. La segunda está relacionada con el secuestro de veinte personas durante la llamada “Noche del Apagón”, el 27 de julio de ese mismo año. En todas esas acciones de represión ilegal las tropas del ejército utilizaron vehículos de Ingenio Ledesma.
Para hacer zafar a Blaquier y a su secuaz, los jueces fundamentaron su decisión en que no existe mérito “para sostener que los imputados se hayan representado que hicieron un aporte a la conducta dolosa de miembros de la fuerza de seguridad que privarían ilegítimamente de la libertad a las víctimas de este proceso”. Es decir, los magistrados dan por probado que, por orden de Blaquier y Lemos, Ingenio Ledesma aportó sus camionetas a las patotas militares, pero que no sabían para qué se las pedían. A sus señorías no parece haberles llamado la atención que todos y cada uno de los secuestrados en los dos hechos eran conspicuos opositores a las políticas de explotación laboral y de contaminación ambiental –con grave daño para la salud de la población– perpetradas por Ingenio Ledesma.
Un proceso histórico. Si al cronista no se le escapa algún caso, hasta la fecha ningún empresario ligado al poder económico concentrado que participó en la comisión de delitos de lesa humanidad durante la última dictadura ha sido penado por ellos. Quizás quien más cerca haya estado de recibir una condena, fue el ex presidente del directorio de Acindar y luego ministro de Economía del dictador Videla, José Alfredo Martínez de Hoz, quien murió sin recibir condena en marzo de 2013, cuando cumplía prisión domiciliaria debido a que estaba procesado en una causa ligada al secuestro del empresario textil Federico Gutheim y su hijo Miguel en 1976. De todos modos, el caso de Joe el orejudo no es representativo, ya que está atravesado por su accionar como una de las principales cabezas ejecutivas del autodenominado proceso de reorganización nacional.
Hasta hace pocos años, la participación de los representantes de los grandes grupos económicos nacionales y transnacionales en los crímenes de la dictadura era un tema del cual no se hablaba. Se los acusaba de la devastación económica del país, pero no de casos concretos en los que se hubieran servido del terrorismo de Estado para su beneficio personal.
Esa omisión fue parte de un proceso histórico, iniciado apenas concluyó la dictadura, que la caracterizó como un producto puro y exclusivo, en la idea y en la ejecución, de las Fuerzas Armadas. Hasta bien entrado el siglo XXI, la caracterización de “dictadura militar” sirvió para excluir a otros actores fundamentales del genocidio perpetrado entre 1976 y 1983. Recién en la última década, el término “dictadura cívico-militar” puso en blanco sobre negro el papel jugado por empresarios, jerarcas de la Iglesia, integrantes del Poder Judicial y representantes de diferentes sectores de la sociedad civil durante el proceso. La publicación de libros de investigación periodística como, entre otros, Silencio por Sangre (sobre la apropiación ilegal de Papel Prensa por parte de los dueños de Clarín, La Nación y La Razón), de Jorge Mancinelli y quien esto escribe, o 1976. El golpe civil (sobre los ideólogos civiles de la dictadura), de Vicente Muleiro, sacaron a la luz la participación de los representantes del poder económico en el plan maestro de desintegración política, económica y social de la Argentina implementado por las cabezas visibles de la dictadura. Pasaron de ser grandes desconocidos para la opinión pública a ser considerados partícipes de los crímenes, y así se los empezó a llamar “los cómplices civiles”. A 39 años de perpetrado el golpe y más de tres décadas de recuperada la democracia, ninguno de ellos ha pagado todavía su participación en el terrorismo de Estado.
Los tres dictámenes judiciales mencionados más arriba en esta nota tienen dos lecturas que no son opuestas sino complementarias. La primera de ellas, coyuntural, no puede dejar de inscribirlas en la batalla política que por estos días se desarrolla en el campo judicial. En ese contexto, cualquier revés en la política de derechos humanos que es marca distintiva del Gobierno lleva agua para el molino de una oposición de la cual los partidos políticos enfrentados con el oficialismo son apenas un apéndice casi descartable. El miércoles pasado, convocada por el fiscal a cargo de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, Jorge Auat, se realizó una reunión de fiscales de todo el país para analizar la reciente cadena de fallos adversos en procesos relacionados con el terrorismo de Estado que “habilitan a sospechar una intencionalidad de poner un límite al avance de las causas en distintos puntos del país”.
La segunda lectura, de carácter estratégico, saca una vez más a la luz el enorme poder que conservan –acrecentado en muchísimos casos– los perpetradores civiles de la última dictadura.
Tal vez sea hora de dejar de llamarlos “cómplices civiles” para revelar su verdadera estofa: la de ideólogos y dueños.
22/03/15 Miradas al Sur
Los sueños del progresismo de derecha
Macri pisó, se salió del libreto y prometió una devaluación. La campaña "progresista" del PRO.
Por Hernán Brienza
No puede con su genio. Venía bien. Cumpliendo con todos los deberes. Pero no pudo aguantarse. Finalmente, Mauricio Macri cometió un gran error, una equivocación que le va a costar cara en su aspiración presidencial. Dijo lo que pensaba. Desnudó su pensamiento, sus intenciones, su proyecto económico para implantar en el país.
En vez de seguir al pie de la letra los consejos de sus asesores, en vez de continuar con la táctica menemista de "si digo lo que voy a hacer no me vota nadie", el líder del PRO se tentó frente a sus congéneres y en la cena millonaria del miércoles dijo lo que no debía decir: que si él asume la presidencia no tardará ni 24 horas en realizar una devaluación que reduzca drásticamente el poder adquisitivo de la mayoría de los argentinos, pero no, claro, de la mayoría de sus amigos poderosos, los empresarios argentinos y trasnacionales. Una cuestión de clase, como verá, estimado lector.
Los asesores de Macri habían logrado lo imposible en los últimos meses: convertir a un candidato "tirifilo" en un político competitivo. Para eso, había logrado construir un perfil determinado del ex presidente de Boca.
Habían logrado construir un Frankestein mediático que escondía su verdadero rostro. En los últimos tiempos, Macri aparecía como un político que representaba un engendro denominado "progresismo de derecha". No desespere, lector "progre", "kirchnerista irredento", ya paso a explicar el concepto aparentemente contradictorio antes de que me cuelguen por heterodoxo o hereje.
El producto político que el PRO ha construido es interesante en términos de mercado electoral. El PRO no es la vieja derecha dinosauria. El que no comprende esto errará la forma de atacarlo públicamente y no preverá sus movimientos.
Cecilia Pando vota al PRO, pero el PRO no es Cecilia Pando. El PRO tiene jóvenes en su seno. Chicos y chicas elegantes, lindos, modernos, diversos, alternativos. Hoy por hoy, es el único espacio político que, junto al kirchnerismo y a la izquierda, tiene militancia juvenil.
El PRO no es confesional ni cree en la Nación del Orden Conservador, es liberal, modernizador y modernizante, y lo que es más curioso aún, pone en agenda temas como "el buen vivir", la "ciudad sustentable", la "problemática ambiental", sus bicicletas son "eco-bicis" y sus colectivos con carriles exclusivos son "metrobus".
Para las miradas ideologizadas y comprometidas de la izquierda vanguardista esto parece poco y es pura fantasía de un autor de notas dominicales que ya está mostrando la hilacha de su fascismo, pero para la mayoría de los mortales, que están más lejos de leer a Louis Althusser que de tener un encuentro reproductivo con un extraterrestre, el complejo simbólico ofrecido por el macrismo es más una promesa difusa de futuro que un álbum oscuro del pasado.
El PRO no es mata-gays, es liberal en sus formas morales, hace demagogia con los derechos individuales, con la liberta de prensa, con la libertad de circulación. Decir que "Macri es Videla" es dejarle servida la cancha al macrismo, porque cualquier hijo de vecino se da cuenta de que Macri no es exactamente lo mismo que Videla. Y los asesores de imagen del jefe de la CABA juegan con esa acusación desatinada.
Obviamente, que más allá de su "progresismo", el macrismo responde en términos económicos y políticos a lo que se puede denominar como la "derecha": concentración de la riqueza, monopolización económica, centralización de las decisiones políticas y defensa de los intereses de los grupos económicos poderosos. Y, como no puede ser de otra manera, alineación automática con Estados Unidos.
Y es por estas cuestiones, allí donde el error de apreciación puede costarle caro al país y al movimiento nacional y popular. Argentina, con su bajo nivel de endeudamiento, es un buen partido para cualquier tipo de depredador económico y financiero, por lo tanto, no se puede dar un paso en falso. Una mala caracterización del adversario puede llevar a cometer un error insubsanable. Y una mala campaña electoral para presidente puede poner en riesgo 12 años de gobierno y de conquistas.
En diciembre del 2012 tuve la suerte de ver en La Habana la película chilena NO, dirigida por Pablo Larraín y ganadora de la Feria Internacional del Cine de Cuba, que trata sobre el plebiscito que arrojó al dictador Augusto Pinochet fuera del poder en su país.
La guerra de campañas, según la historia, es definitoria en el resultado de esa contienda electoral. Mientras los publicistas del NO decidieron llevar adelante una campaña alegre, divertida y con apuestas al futuro, evitando un mensaje ideologizado muy fuerte, el pinochetismo optó por meterle miedo a la población con imágenes del desabastecimiento y el caos generado "supuestamente" por el gobierno socialista de Salvador Allende. La idea traccionadora del miedo al pasado congeló al pinochetismo en ese mismo pasado que pretendía dejar atrás.
Obviamente que no pretendo proponer que hoy en la Argentina se deje de lado el debate ideológico, porque esa quizás sea una de las cosas más interesantes del kirchnerismo: la politización del universo y el despliegue de una concientización sobre los pliegues ideológicos que recorren a la sociedad.
Pero sí alertar sobre la necesidad de dos cuestiones: no hablar solamente a la clientela cautiva, es decir, al mismo kirchnerismo; y, dos, no anclar la campaña en el pasado. En otras palabras, la agenda política no debe ser autocelebratoria para convencidos ni debe centrarse en echarle en cara a la sociedad todas las cosas que se le han dado.
La gran clave se encuentra en hablar del futuro, en remarcar todo lo que el peronismo, el kirchnerismo, tiene todavía para darle a la sociedad argentina, y sobre todo en que es el único que puede garantizar la paz social y la posibilidad de un crecimiento sostenido. No es poco.
El movimiento nacional y popular no se puede dar el lujo de perder. Por la encrucijada internacional en la que Estados Unidos quiere recomponer su hegemonía en el continente, por la posibilidad enorme de generar riquezas en los próximos años en el territorio argentino y, por último, por el alto riesgo que existe de que un nuevo endeudamiento desguace la buena administración del Estado que se registró en los últimos 12 años.
El macrismo miente todo el tiempo para ganar. El peronismo no está obligado a decir la verdad todo el tiempo a costa de perder.
iNFO|news
Por Hernán Brienza
No puede con su genio. Venía bien. Cumpliendo con todos los deberes. Pero no pudo aguantarse. Finalmente, Mauricio Macri cometió un gran error, una equivocación que le va a costar cara en su aspiración presidencial. Dijo lo que pensaba. Desnudó su pensamiento, sus intenciones, su proyecto económico para implantar en el país.
En vez de seguir al pie de la letra los consejos de sus asesores, en vez de continuar con la táctica menemista de "si digo lo que voy a hacer no me vota nadie", el líder del PRO se tentó frente a sus congéneres y en la cena millonaria del miércoles dijo lo que no debía decir: que si él asume la presidencia no tardará ni 24 horas en realizar una devaluación que reduzca drásticamente el poder adquisitivo de la mayoría de los argentinos, pero no, claro, de la mayoría de sus amigos poderosos, los empresarios argentinos y trasnacionales. Una cuestión de clase, como verá, estimado lector.
Los asesores de Macri habían logrado lo imposible en los últimos meses: convertir a un candidato "tirifilo" en un político competitivo. Para eso, había logrado construir un perfil determinado del ex presidente de Boca.
Habían logrado construir un Frankestein mediático que escondía su verdadero rostro. En los últimos tiempos, Macri aparecía como un político que representaba un engendro denominado "progresismo de derecha". No desespere, lector "progre", "kirchnerista irredento", ya paso a explicar el concepto aparentemente contradictorio antes de que me cuelguen por heterodoxo o hereje.
El producto político que el PRO ha construido es interesante en términos de mercado electoral. El PRO no es la vieja derecha dinosauria. El que no comprende esto errará la forma de atacarlo públicamente y no preverá sus movimientos.
Cecilia Pando vota al PRO, pero el PRO no es Cecilia Pando. El PRO tiene jóvenes en su seno. Chicos y chicas elegantes, lindos, modernos, diversos, alternativos. Hoy por hoy, es el único espacio político que, junto al kirchnerismo y a la izquierda, tiene militancia juvenil.
El PRO no es confesional ni cree en la Nación del Orden Conservador, es liberal, modernizador y modernizante, y lo que es más curioso aún, pone en agenda temas como "el buen vivir", la "ciudad sustentable", la "problemática ambiental", sus bicicletas son "eco-bicis" y sus colectivos con carriles exclusivos son "metrobus".
Para las miradas ideologizadas y comprometidas de la izquierda vanguardista esto parece poco y es pura fantasía de un autor de notas dominicales que ya está mostrando la hilacha de su fascismo, pero para la mayoría de los mortales, que están más lejos de leer a Louis Althusser que de tener un encuentro reproductivo con un extraterrestre, el complejo simbólico ofrecido por el macrismo es más una promesa difusa de futuro que un álbum oscuro del pasado.
El PRO no es mata-gays, es liberal en sus formas morales, hace demagogia con los derechos individuales, con la liberta de prensa, con la libertad de circulación. Decir que "Macri es Videla" es dejarle servida la cancha al macrismo, porque cualquier hijo de vecino se da cuenta de que Macri no es exactamente lo mismo que Videla. Y los asesores de imagen del jefe de la CABA juegan con esa acusación desatinada.
Obviamente, que más allá de su "progresismo", el macrismo responde en términos económicos y políticos a lo que se puede denominar como la "derecha": concentración de la riqueza, monopolización económica, centralización de las decisiones políticas y defensa de los intereses de los grupos económicos poderosos. Y, como no puede ser de otra manera, alineación automática con Estados Unidos.
Y es por estas cuestiones, allí donde el error de apreciación puede costarle caro al país y al movimiento nacional y popular. Argentina, con su bajo nivel de endeudamiento, es un buen partido para cualquier tipo de depredador económico y financiero, por lo tanto, no se puede dar un paso en falso. Una mala caracterización del adversario puede llevar a cometer un error insubsanable. Y una mala campaña electoral para presidente puede poner en riesgo 12 años de gobierno y de conquistas.
En diciembre del 2012 tuve la suerte de ver en La Habana la película chilena NO, dirigida por Pablo Larraín y ganadora de la Feria Internacional del Cine de Cuba, que trata sobre el plebiscito que arrojó al dictador Augusto Pinochet fuera del poder en su país.
La guerra de campañas, según la historia, es definitoria en el resultado de esa contienda electoral. Mientras los publicistas del NO decidieron llevar adelante una campaña alegre, divertida y con apuestas al futuro, evitando un mensaje ideologizado muy fuerte, el pinochetismo optó por meterle miedo a la población con imágenes del desabastecimiento y el caos generado "supuestamente" por el gobierno socialista de Salvador Allende. La idea traccionadora del miedo al pasado congeló al pinochetismo en ese mismo pasado que pretendía dejar atrás.
Obviamente que no pretendo proponer que hoy en la Argentina se deje de lado el debate ideológico, porque esa quizás sea una de las cosas más interesantes del kirchnerismo: la politización del universo y el despliegue de una concientización sobre los pliegues ideológicos que recorren a la sociedad.
Pero sí alertar sobre la necesidad de dos cuestiones: no hablar solamente a la clientela cautiva, es decir, al mismo kirchnerismo; y, dos, no anclar la campaña en el pasado. En otras palabras, la agenda política no debe ser autocelebratoria para convencidos ni debe centrarse en echarle en cara a la sociedad todas las cosas que se le han dado.
La gran clave se encuentra en hablar del futuro, en remarcar todo lo que el peronismo, el kirchnerismo, tiene todavía para darle a la sociedad argentina, y sobre todo en que es el único que puede garantizar la paz social y la posibilidad de un crecimiento sostenido. No es poco.
El movimiento nacional y popular no se puede dar el lujo de perder. Por la encrucijada internacional en la que Estados Unidos quiere recomponer su hegemonía en el continente, por la posibilidad enorme de generar riquezas en los próximos años en el territorio argentino y, por último, por el alto riesgo que existe de que un nuevo endeudamiento desguace la buena administración del Estado que se registró en los últimos 12 años.
El macrismo miente todo el tiempo para ganar. El peronismo no está obligado a decir la verdad todo el tiempo a costa de perder.
iNFO|news
Menemisman Por Carlos Barragán
Hace apenas una semana que Sanz logró alquilar la UCR, pero apenas le entregó la llave a Mauricio, su flamante locatario ya le dijo que él no piensa poner un peso en el alquiler. Ese es el peligro de hacer negocios raros con alguien bueno para los negocios raros: vos te creés que entrás como socio, pero enseguida te convertís en la ganancia del otro. Atendamos a la cena de 50 mil pesitos que organizó Mauricio. La idea era que los tipos más poderosos del país fueran a comer para aportar al partido. O sea, lo mismo de siempre pero con una comida en el medio. O sea, una cena de negocios. O sea, lo de toda la vida pero esta vez el negocio se llama PRO, una UTE –Unión Temporal de Empresas- que competirá por la presidencia de la nación.
"Dicen que para analizar la realidad no hay que ver la foto, hay que ver la película completa. Pero ahora que apareció esa foto del fiscal, sabemos que la película ya la vimos. Y no nos gustó".
Y ahí fueron con sus mandíbulas los muchachos de Bolsa de Cereales, Bolsa de Comercio, Nidera, Techint, Roggio, Bulgheroni, Calcaterra. Este último, Angelo Calcaterra, prácticamente fue anfitrión porque es el dueño de la constructora y primo de Mauricio. Una constructora que presenta siempre unos pliegos que evidentemente son fantásticos porque no para de ganar licitaciones en esta ciudad. Todos ellos aportando para la causa de Mauricio, que es su misma causa: la felicidad del pueblo. Eso que siempre quisieron las grandes empresas, aunque este gobierno nunca les dejó que lo consiguieran.
Si el menú lo hubiese armado el publicista de Massa, ese genio que proponía Bife de Motochorro, en esta ocasión habría ofrecido: Tortilla de Sueldos a la Española, Puré de Asignación Universal, y Jubilaciones al Horno con Papas. Para el final, quizá habría ofrecido un más clásico e imprescindible postre Vigilante, que es lo que hace que lo anterior se pueda digerir a los bastonazos. Pero no hizo falta ese menú, estos comensales siempre tienen un apetito insaciable. Por eso no los frena el precio de ningún cubierto porque van con la ilusión de que esa comida ya la pagaremos nosotros cuando nos coman.
Esta semana tuvimos más novedades sobre el Caso Nisman. Los diarios, que son expertos en condensar cuestiones complejas, a estas novedades le pusieron un nombre esclarecedor: Las Chicas de Nisman. Así pude ver la noticia de esa organización yanqui que se llama no sé qué "democracy" –pagada por el buitre Paul Singer– que inventó el Premio Nisman. Al costadito, se lo juro, al costadito de esta noticia del Premio Nisman había una foto con tres chicas en bikini. El título: Los Videos Hot de las Chicas Nisman. Y uno se pregunta ¿cómo fue que de estar viendo Contacto en Francia con Gene Hackman, pasamos a ver Expertos en Pinchazos con el Gordo Porcel? ¿Cuándo fue que Nisman pasó de ser Abraham Lincoln sin barba, a ser un Guillote Cóppola con fiscalía? ¿qué cambió en estos días que dejamos de hablar de sus visitas a la Embajada de EE UU y empezamos a hablar de sus visitas a Cocodrilo? ¿Cómo fue que pasamos de discutir las alertas rojas de Interpol, a discutir cuántos cosos tienen las chicas del fiscal en la mano? ¿Qué nos apartó de aquellas preocupaciones sobre el Memorandum de Entendimiento con Irán y nos llevó a preocuparnos por quién bailará con la chica del fiscal en el programa de Tinelli? Algo pasó en el medio. Algo malo que con riesgo a que me acusen de reduccionista llamaré: menemismo. Y es que Nisman fue un menemista acérrimo, un menemista paradigmático, un epítome menemista, y otras cosas esdrújulas menemistas. Su Audi prestado, su depto en Puerto Madero, sus vacaciones con chicas, sus fotos bolicheras, su botox, su irresponsabilidad, su bronceado VIP, su arreglo del medio sueldo con el pibe Lagomarsino, sus paseos de compras, y su audacia para jugar con temas tan delicados como los servicios de inteligencia, y su desparpajo para andar intercediendo en cuestiones que muchas veces se resuelven con guerras o con ataques terroristas, si es que podemos diferenciar esas dos cosas.
Y los opositores, sin rendirse, siguen luchando para mantener la imagen de Nisman según la construyeron desde el primer momento: un héroe. Y a esta altura da un poco de ternura verlos. Que es como ver a un niño queriendo levantar un castillito con arena seca. Pero lo cierto es que la arena se les secó y únicamente personas moralmente irrelevantes, algunas que se dicen periodistas independientes o fiscales ídem, pueden seguir insistiendo en las virtudes cívicas de este trágico personaje de la noche y los tribunales porteños. Y es que Nisman no está más, pero el menemisman está vivo entre nosotros. El menemisman no gobierna, no tiene buena prensa, no es la cultura dominante en estos tiempos, pero está vivo. Está vivo en la cena de Macri, está vivo en el alquiler de Sanz, está vivo en las noches del fiscal, está vivo en las declaraciones de la patota de tribunales, está vivo en los comensales de billetera suelta, está vivo en los servicios de inteligencia y en la revista que comunica sus Noticias. Pero el menemisman es clandestino y no puede revelar su condición.
Dicen que para analizar la realidad no hay que ver la foto, hay que ver la película completa. Pero ahora que apareció esa foto del fiscal, sabemos que la película ya la vimos. Y no nos gustó.
iNFO|news
"Dicen que para analizar la realidad no hay que ver la foto, hay que ver la película completa. Pero ahora que apareció esa foto del fiscal, sabemos que la película ya la vimos. Y no nos gustó".
Y ahí fueron con sus mandíbulas los muchachos de Bolsa de Cereales, Bolsa de Comercio, Nidera, Techint, Roggio, Bulgheroni, Calcaterra. Este último, Angelo Calcaterra, prácticamente fue anfitrión porque es el dueño de la constructora y primo de Mauricio. Una constructora que presenta siempre unos pliegos que evidentemente son fantásticos porque no para de ganar licitaciones en esta ciudad. Todos ellos aportando para la causa de Mauricio, que es su misma causa: la felicidad del pueblo. Eso que siempre quisieron las grandes empresas, aunque este gobierno nunca les dejó que lo consiguieran.
Si el menú lo hubiese armado el publicista de Massa, ese genio que proponía Bife de Motochorro, en esta ocasión habría ofrecido: Tortilla de Sueldos a la Española, Puré de Asignación Universal, y Jubilaciones al Horno con Papas. Para el final, quizá habría ofrecido un más clásico e imprescindible postre Vigilante, que es lo que hace que lo anterior se pueda digerir a los bastonazos. Pero no hizo falta ese menú, estos comensales siempre tienen un apetito insaciable. Por eso no los frena el precio de ningún cubierto porque van con la ilusión de que esa comida ya la pagaremos nosotros cuando nos coman.
Esta semana tuvimos más novedades sobre el Caso Nisman. Los diarios, que son expertos en condensar cuestiones complejas, a estas novedades le pusieron un nombre esclarecedor: Las Chicas de Nisman. Así pude ver la noticia de esa organización yanqui que se llama no sé qué "democracy" –pagada por el buitre Paul Singer– que inventó el Premio Nisman. Al costadito, se lo juro, al costadito de esta noticia del Premio Nisman había una foto con tres chicas en bikini. El título: Los Videos Hot de las Chicas Nisman. Y uno se pregunta ¿cómo fue que de estar viendo Contacto en Francia con Gene Hackman, pasamos a ver Expertos en Pinchazos con el Gordo Porcel? ¿Cuándo fue que Nisman pasó de ser Abraham Lincoln sin barba, a ser un Guillote Cóppola con fiscalía? ¿qué cambió en estos días que dejamos de hablar de sus visitas a la Embajada de EE UU y empezamos a hablar de sus visitas a Cocodrilo? ¿Cómo fue que pasamos de discutir las alertas rojas de Interpol, a discutir cuántos cosos tienen las chicas del fiscal en la mano? ¿Qué nos apartó de aquellas preocupaciones sobre el Memorandum de Entendimiento con Irán y nos llevó a preocuparnos por quién bailará con la chica del fiscal en el programa de Tinelli? Algo pasó en el medio. Algo malo que con riesgo a que me acusen de reduccionista llamaré: menemismo. Y es que Nisman fue un menemista acérrimo, un menemista paradigmático, un epítome menemista, y otras cosas esdrújulas menemistas. Su Audi prestado, su depto en Puerto Madero, sus vacaciones con chicas, sus fotos bolicheras, su botox, su irresponsabilidad, su bronceado VIP, su arreglo del medio sueldo con el pibe Lagomarsino, sus paseos de compras, y su audacia para jugar con temas tan delicados como los servicios de inteligencia, y su desparpajo para andar intercediendo en cuestiones que muchas veces se resuelven con guerras o con ataques terroristas, si es que podemos diferenciar esas dos cosas.
Y los opositores, sin rendirse, siguen luchando para mantener la imagen de Nisman según la construyeron desde el primer momento: un héroe. Y a esta altura da un poco de ternura verlos. Que es como ver a un niño queriendo levantar un castillito con arena seca. Pero lo cierto es que la arena se les secó y únicamente personas moralmente irrelevantes, algunas que se dicen periodistas independientes o fiscales ídem, pueden seguir insistiendo en las virtudes cívicas de este trágico personaje de la noche y los tribunales porteños. Y es que Nisman no está más, pero el menemisman está vivo entre nosotros. El menemisman no gobierna, no tiene buena prensa, no es la cultura dominante en estos tiempos, pero está vivo. Está vivo en la cena de Macri, está vivo en el alquiler de Sanz, está vivo en las noches del fiscal, está vivo en las declaraciones de la patota de tribunales, está vivo en los comensales de billetera suelta, está vivo en los servicios de inteligencia y en la revista que comunica sus Noticias. Pero el menemisman es clandestino y no puede revelar su condición.
Dicen que para analizar la realidad no hay que ver la foto, hay que ver la película completa. Pero ahora que apareció esa foto del fiscal, sabemos que la película ya la vimos. Y no nos gustó.
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24 de marzo Por Osvaldo Soriano (1943-1997)
Recuerdo aquel día del golpe de Estado que me tocó vivir desde Bruselas: el noticiero de la televisión belga mostraba tipos bigotudos, ceñudos y entorchados que parecían la caricatura de una irrecuperable republiqueta bananera. Esa mañana que supe que había perdido la Argentina de mi infancia, la de mi escuela y mi primer trabajo. Perdía, como millones de compatriotas, cosas íntimas e intransferibles; dejaba atrás una manera de explicarme la vida, los fundamentos sobre los que había construido mi propio imaginario. Tenía treinta y tres años recién cumplidos. Luego maduré boxeando contra la sombra de la dictadura, lejos, sin pensar mucho en mí, contando muertos, atragantado por nuevos rencores. Fui, con las Madres de Plaza de Mayo, con Cortázar, Osvaldo Bayer, David Viñas, con miles de otros mejores que yo, uno más de lo que los militares llamaban "campaña antiargentina". Ese es uno de mis más íntimos orgullos.
La dictadura ha significado, para mí, el mal absoluto. No me salen matices para explicarla. Quiero decir, asimilo a aquellos militares con el régimen nazi y eso me impide comprender las razones de los que trabajaron de cerca o de lejos para ella, de los que colaboraron e incluso de quienes fueron actores pasivos pero conscientes. No les creo una palabra a los que dicen aún hoy "yo no sabía lo que pasaba". Me es imposible perdonar aquel "por algo será", el "somos derechos y humanos". Me siguen pareciendo inexcusables las conversaciones y los toqueteos con el poder. Los almuerzos de intelectuales con Videla. La estrategia de la reverencia, el codazo y la palmada. Era mejor estar equivocado contra la dictadura que tener razón obedeciéndola.
Nosotros, los de antes, ya no somos los mismos. Miramos con recelo, intentamos entender este fin de siglo, pero nada podrá hacernos olvidar, perdonar. Me acuerdo bien: volví por unos días a Buenos Aires, estaba viviendo en casa de Tito Cossa y Marta Degrazia, nos acogía Rafael Perrota en el viejo diario El Cronista, que había sido más o menos socializado y en esos días secuestraron a Haroldo Conti, el autor de Sudeste, una de las grandes novelas argentinas. Me viene a la memoria la cara de Videla, aplaudido en cines y estadios. La pesada ausencia de Conti, de Paco Urondo, Vicky Walsh, caída en combate pocos meses antes que su padre. Yo estaba vagamente enamorado de Vicky aunque ella no lo supiera.
De modo que no puedo escribir sin odio. Mataron a treinta mil jóvenes y a algunos viejos, guerrilleros o no. Destruyeron la educación, los sindicatos combativos, la cultura, la salud, la ciencia, la conciencia. Desterraron la solidaridad, el barrio, la noche populosa. Prohibieron a Einstein y a Gardel. Abrieron autopistas y llenaron de cadáveres los cimientos del país; dejaron una sociedad calada por el terror que en estos días asoma en el juicio de Catamarca. Somos al mismo tiempo el testigo que se desdice y la valiente monja Pelloni. Somos el juez iracundo, el abogado gordo y el tipo al que retaron por estar con las manos en los bolsillos. ¿Acaso no fue la dictadura, su largo brazo estirado a través del tiempo, la que mató a María Soledad? ¿No es el Proceso que sigue asesinando pibes, asustando, castrando por procuración?
En esos años vergonzosos se impusieron los valores del éxito a cualquier costo por sobre la idea de felicidad compartida. El plan de aniquilamiento desató por su propia lógica una guerra a la vez humillante y absurda. Eso dejaron. Un escenario vacío y oscuro que había que tomar en silencio. No quedaban civiles armados en 1983; sólo conciencias heridas y una pena infinita. Lo curioso para quien volvía del extranjero era que la gente había enterrado definitivamente a Perón, se inclinaba por un abogado de Chascomús que antes le había propuesto a Videla un pacto cívico-militar y después impulsó un acuerdo radical-menemista.
Lo que pasó en las almas de los argentinos entre 1976 y 1983 es todavía un enigma. Los veinte años que hemos vivido después fueron una sucesión de avances y retrocesos, de incógnitas abiertas. Sé que hay mil hipótesis y las he escuchado todas. ¿Fue cielo alguna vez la tierra que se convirtió en infierno? No lo sé, los abuelos de nuestros padres decían que sí. Sin embargo no hay razón para creer en viejas fábulas. Hoy tenemos otras. Cuentos de príncipes y cenicientas, héroes con amnesia, sobrevivientes perplejos, chicos que no se rinden. ¿Por qué habrían de hacerlo si lo que está en juego es su futuro? Acaso a ellos les espera una gran aventura republicana, pacífica y fraternal. No se trata de una nueva ideología. Ni siquiera de cambiar la historia. Simplemente decirle no al olvido y levantar las viejas banderas de Mayo, las que alguna vez hicieron de este país una Nación rebelde y orgullosa.
(Publicado en Página/12 el 24 de marzo de 1996)
La dictadura ha significado, para mí, el mal absoluto. No me salen matices para explicarla. Quiero decir, asimilo a aquellos militares con el régimen nazi y eso me impide comprender las razones de los que trabajaron de cerca o de lejos para ella, de los que colaboraron e incluso de quienes fueron actores pasivos pero conscientes. No les creo una palabra a los que dicen aún hoy "yo no sabía lo que pasaba". Me es imposible perdonar aquel "por algo será", el "somos derechos y humanos". Me siguen pareciendo inexcusables las conversaciones y los toqueteos con el poder. Los almuerzos de intelectuales con Videla. La estrategia de la reverencia, el codazo y la palmada. Era mejor estar equivocado contra la dictadura que tener razón obedeciéndola.
Nosotros, los de antes, ya no somos los mismos. Miramos con recelo, intentamos entender este fin de siglo, pero nada podrá hacernos olvidar, perdonar. Me acuerdo bien: volví por unos días a Buenos Aires, estaba viviendo en casa de Tito Cossa y Marta Degrazia, nos acogía Rafael Perrota en el viejo diario El Cronista, que había sido más o menos socializado y en esos días secuestraron a Haroldo Conti, el autor de Sudeste, una de las grandes novelas argentinas. Me viene a la memoria la cara de Videla, aplaudido en cines y estadios. La pesada ausencia de Conti, de Paco Urondo, Vicky Walsh, caída en combate pocos meses antes que su padre. Yo estaba vagamente enamorado de Vicky aunque ella no lo supiera.
De modo que no puedo escribir sin odio. Mataron a treinta mil jóvenes y a algunos viejos, guerrilleros o no. Destruyeron la educación, los sindicatos combativos, la cultura, la salud, la ciencia, la conciencia. Desterraron la solidaridad, el barrio, la noche populosa. Prohibieron a Einstein y a Gardel. Abrieron autopistas y llenaron de cadáveres los cimientos del país; dejaron una sociedad calada por el terror que en estos días asoma en el juicio de Catamarca. Somos al mismo tiempo el testigo que se desdice y la valiente monja Pelloni. Somos el juez iracundo, el abogado gordo y el tipo al que retaron por estar con las manos en los bolsillos. ¿Acaso no fue la dictadura, su largo brazo estirado a través del tiempo, la que mató a María Soledad? ¿No es el Proceso que sigue asesinando pibes, asustando, castrando por procuración?
En esos años vergonzosos se impusieron los valores del éxito a cualquier costo por sobre la idea de felicidad compartida. El plan de aniquilamiento desató por su propia lógica una guerra a la vez humillante y absurda. Eso dejaron. Un escenario vacío y oscuro que había que tomar en silencio. No quedaban civiles armados en 1983; sólo conciencias heridas y una pena infinita. Lo curioso para quien volvía del extranjero era que la gente había enterrado definitivamente a Perón, se inclinaba por un abogado de Chascomús que antes le había propuesto a Videla un pacto cívico-militar y después impulsó un acuerdo radical-menemista.
Lo que pasó en las almas de los argentinos entre 1976 y 1983 es todavía un enigma. Los veinte años que hemos vivido después fueron una sucesión de avances y retrocesos, de incógnitas abiertas. Sé que hay mil hipótesis y las he escuchado todas. ¿Fue cielo alguna vez la tierra que se convirtió en infierno? No lo sé, los abuelos de nuestros padres decían que sí. Sin embargo no hay razón para creer en viejas fábulas. Hoy tenemos otras. Cuentos de príncipes y cenicientas, héroes con amnesia, sobrevivientes perplejos, chicos que no se rinden. ¿Por qué habrían de hacerlo si lo que está en juego es su futuro? Acaso a ellos les espera una gran aventura republicana, pacífica y fraternal. No se trata de una nueva ideología. Ni siquiera de cambiar la historia. Simplemente decirle no al olvido y levantar las viejas banderas de Mayo, las que alguna vez hicieron de este país una Nación rebelde y orgullosa.
(Publicado en Página/12 el 24 de marzo de 1996)
LA GESTION DEL MACRISMO EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES Dolarizar las deudas
Por Santiago Mancinelli *
La gestión de Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires es un espejo en el que se refleja el futuro que le espera a la Argentina si llega a ser electo presidente. Su política de dolarización y aumento de la deuda externa de la CABA da cuenta del compromiso que tiene con los grupos económicos que lograron transformarlo de heredero de una fortuna familiar en jefe de Gobierno de los porteños y después en candidato a la presidencia de la Nación.
Endeudamiento y dolarización caracterizan su gobierno, que sigue la senda trazada por la dictadura cívico-militar primero y la convertibilidad después. Por ese camino, aumentó la deuda externa de la CABA de 196,2 millones de dólares en el 2007 a 2043,1 millones de dólares al 30 de septiembre del 2014 (941 por ciento de aumento), según el Mensaje del Proyecto de Ley de Presupuesto de la Administración del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para 2015. La deuda externa en 2007 fue el 0,3 por ciento del Producto Bruto Geográfico y se elevó al 1,9 por ciento del PBG en 2014, o sea, un aumento del 460 por ciento. La deuda externa con respecto a los ingresos corrientes pasó del 6,6 por ciento en el 2007 al 31,6 por ciento en 2014, contabilizando un aumento del 377 por ciento. Con respecto a los gastos corrientes, la deuda en dólares y euros pasó del 6,6 por ciento en 2007 al 24,6 por ciento en 2014, con un aumento del 274 por ciento. La participación de la deuda en moneda extranjera sobre la deuda total pasó del 34 por ciento del total a fines de 2007 al 97 por ciento del total a septiembre de 2014.
Hubo un fuerte proceso de dolarización de la deuda de la Ciudad de Buenos Aires, que provocará altos costos ante eventuales corrimientos del tipo de cambio. Una deuda dolarizada condiciona a quien la toma a los vaivenes del país emisor de la moneda y genera el costo de los inestables y constantes movimientos de capital financiero en el mundo. Los flujos de capitales pueden rápidamente salir del país que no emite los dólares poniéndolo en dificultades para cumplir con sus compromisos.
La política de Macri es un claro contraejemplo de lo que ha venido realizando el gobierno nacional desde 2003, esto es, reducir a mínimos históricos el grado de exposición de la deuda pública en dólares. El grado de condicionamiento que pueda tener la deuda en pesos contra el Banco Central, Anses o Banco Nación, no es el mismo que tiene una deuda contraída en dólares por encima de las posibilidades de repago.
La gestión macrista comienza a contraer deuda externa a partir de 2009 mediante la colocación del Bono Ley 3152 art. 3-Serie 7 por 50 millones de dólares. Al año siguiente vino la colocación del Bono Ley 3152 art. 3- Serie 8 por 475 millones de dólares, para luego en 2012 colocar el Bono Ley 3894 y 4037, Serie 10 por 415 millones de dólares. En 2013 hubo tres colocaciones de bonos en moneda extranjera más por 429,2 millones de dólares, para terminar en septiembre de 2014 con cuatro nuevas colocaciones de bonos en dólares por 387 millones de dólares más.
El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha camuflado la dolarización de la deuda de la Ciudad mediante la conversión de todas las deudas a dólares, según el cierre del tipo de cambio oficial del Banco Central.
De diez bonos emitidos con vigencia actual por la Ciudad de Buenos Aires, hay nueve bonos que amortizan en los próximos cuatro años de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Sólo el Bono Ley Nº 4810-Clase 6 amortiza el 28 de enero del 2020. El perfil de vencimiento de deuda es mayormente de corto plazo.
Los bonos fueron emitidos para refinanciar deuda producida por el déficit fiscal continuo y en aumento que comenzó en 2007 con 75,8 millones de pesos (0,04 por ciento del PGB) y cerró el 2014 con 15.597,3 millones (1,7 por ciento del PGB), con un aumento del déficit con respecto al Producto Geográfico Bruto del 4,045 por ciento. Por otro lado, tomó deuda para obras que se han realizado muy parcialmente, como los subtes o viviendas, o con enormes demoras en la ejecución, habiendo permanente subejecución presupuestaria y alto costo de toma de deuda sin utilizar y con la onerosa obligación de pagar intereses según condiciones de emisión de la deuda.
La Ciudad de Buenos Aires registró un Producto Bruto Geográfico de 646.980 millones de pesos al 31 de diciembre de 2013 que la convierte en la ciudad con mayor proporción de riqueza por habitante de la Argentina. El PBI per cápita se situó en 35.450 dólares, similar al PBI per cápita de Hong Kong (38.123 dólares), Italia (35.925), Japón (38.633) y por encima de España (29.863), según datos del Banco Mundial para 2013. Con semejante generación de riqueza, no debiera ser necesaria la toma de deuda para financiar gasto corriente, tal como se detalla en las emisiones de bonos de deuda de la gestión macrista.
El plan de dolarizar y aumentar la deuda pública no es un planteo nuevo, es parte del recetario clásico del neoliberalismo para los países periféricos e incluso de los emergentes de la Zona Euro. En todos los casos, las crisis de sobreendeudamiento produjeron crisis sistémicas en los países deudores y han puesto en escena la decadencia de tales políticas para el conjunto de la población. Cabe preguntarse si la crisis de comienzos de siglo no fue antídoto suficiente para que los argentinos pudiéramos vacunarnos de los dirigentes que proponen volver al mismo tipo de políticas
* Economista (Ubaunr). Miembro del Consejo Técnico Profesional PJ Capital.
La construcción...
Por Aldo Ferrer *
Los acuerdos recientes con China complementan el marco regulatorio de la relación bilateral. Los resultados para nuestro país de las crecientes relaciones con esa nación dependen, esencialmente, de nuestras propias decisiones. Argentina tiene y tendrá la China que se merece, en virtud de la eficacia o insuficiencia de sus políticas para impulsar el desarrollo, la cohesión social, mantener los equilibrios macroeconómicos y, en definitiva, fortalecer su soberanía.
China participa de dos esferas de la división internacional del trabajo. En su carácter de potencia industrial comparte una de ellas con las antiguas economías avanzadas del Atlántico Norte, las mismas que, en la década de 1940, Raúl Prebisch definió como el “centro”. El “centro” contemporáneo incluye a Japón desde la posguerra y, ahora, a China y, también, a Corea, Taiwan y otras economías emergentes de Asia. La India se va incorporando a este núcleo fundamental del orden global.
La división del trabajo en el interior del “centro” ampliado es de carácter “intraindustrial” y tiene lugar en cadenas transnacionales de valor, dentro de las cuales todos sus miembros innovan, se transforman y gestionan las nuevas tecnologías. Mantienen un intercambio balanceado, en términos del contenido de tecnología y valor agregado, de lo que exportan e importan. En ese contexto, la especialización o, dicho de otro modo, la complementaridad, ocurre en el nivel de productos dentro de las mismas ramas productivas.
China es, al mismo tiempo, protagonista importante en otra esfera de la división internacional del trabajo, la relación “centro-periferia” entre economías industriales y países menos avanzados. Con las economías subdesarrolladas de Africa y América latina se comporta como proveedora de manufacturas y capitales e importadora de productos primarios. China se ha convertido, asimismo, en un protagonista importante de las finanzas internacionales. Los superávit en sus pagos externos permitieron acumular reservas de dólares y otras monedas, que representan parte principal de las reservas mundiales de divisas. China cuenta hoy con una extraordinaria capacidad de apoyar financieramente su proyección internacional y promover sus intereses globales.
Diferencias
China tiene características propias que la distinguen de las otras economías avanzadas. Siempre, desde el despegue del capitalismo y de la globalización, los Estados nacionales fueron fundamentales en el desarrollo de las economías hoy avanzadas y en la promoción de sus intereses en el resto del mundo. Pero China presenta una integración entre el poder político y las decisiones económicas sin precedentes. En otros términos, la gravitación de los intereses privados es mucho menor en China que en el resto del mundo industrializado. Las decisiones económicas fundamentales las toma el Estado.
Pero el sistema chino no es inmune a la colusión de funcionarios con actores privados surgidos del extraordinario desarrollo del país, problema existente también en otras latitudes. Este problema, en la medida en que exista, no parece comprometer la defensa de los intereses de China frente al resto del mundo. Diferencia importante con nuestra experiencia, en que la corrupción agravió al interés nacional a través de, por ejemplo, la especulación financiera y el remate del patrimonio público. Esta corrupción cipaya es la peor versión de la corrupción.
En las otras economías industriales, el mundo del dinero y el comercio internacional son, esencialmente, negocios privados, gestionados por el mercado y sus principales operadores, cuyo objetivo central es la ganancia. Existe una relativa independencia entre las esferas financiera y comercial. Un ejemplo lo suministra la situación creada por la reestructuración (autónoma de los acreedores y del FMI) de la deuda externa argentina, que generó el rechazo de los mercados financieros internacionales y los evaluadores de riesgo. El problema tiene su expresión más estrepitosa en el conflicto con los fondos buitre y el fallo de la Justicia norteamericana. Sin embargo, se mantuvo la normalidad en el resto de las relaciones económicas con el exterior. El conflicto financiero no contagió los vínculos “reales” con el resto del mundo.
En el caso de China, la totalidad de las relaciones comerciales y financieras está bajo el comando de las políticas del Estado. El objetivo de la ganancia está subordinado al servicio del interés nacional. El gobierno chino tiene un poder negociador mayor al que nunca tuvieron las antiguas potencias industriales. Las esferas comercial y financiera están integradas. Un eventual conflicto con otro país en un área puede afectar la totalidad de la relación económica bilateral.
Otra diferencia radica en el tratamiento de la inversión extranjera en su propio territorio. Las otras economías avanzadas tienen regímenes liberales de admisión. China, en cambio, como Japón en el pasado y la República de Corea en la actualidad, cuenta con el régimen más estricto de acceso, como lo destaca un reciente estudio de la OECD. En ese contexto, China promueve la posición dominante de sus empresas nacionales, públicas y privadas, incluso en los negocios conjuntos con corporaciones transnacionales. Esta política no ha desalentado el ingreso de inversiones privadas directas atraídas por el dinamismo y tamaño de la economía china. Por último, China es un nuevo miembro del “centro” pero no participa de la ideología dominante en el mismo ni pretende imponerla en los países el desarrollo. En los acuerdos de China con estos países no existen “condicionalidades” de la política económica de la contraparte, como sucede, en cambio, a través principalmente del FMI y el Banco Mundial, con los países avanzados del “centro” histórico. Los mismos cuya ideología hegemónica Raúl Prebisch definió como el “pensamiento céntrico”.
Modelo de desarrollo
China registra tasas de inversión del orden del 50 por ciento del PBI, sin precedentes en la historia económica mundial. Son posibles por la elevada tasa de ahorro provocada, por una parte, por la fuerte concentración del ingreso en las ganancias de las empresas públicas y privadas y, por la otra, el ahorro de las familias para compensar la insuficiencia del régimen de protección social. Dado el consecuente bajo nivel del consumo, el aumento de la demanda agregada depende, esencialmente, de la inversión y, en medida variable, del superávit del comercio exterior. Este es el fundamento de las “tasas chinas” de crecimiento.
Existe un convencimiento generalizado de que ese modelo de desarrollo no es sustentable en el largo plazo. En parte, por la intención de los Estados Unidos y la Unión Europea de “reindustrializarse” para enfrentar la competencia de China y otras economías emergentes. Pero, fundamentalmente, porque aumenta, dentro del país, la demanda social y política por el bienestar y equidad distributiva. Al mismo tiempo, China enfrenta un formidable desafío ambiental para evitar el deterioro del ecosistema y generar un desarrollo sustentable.
El actual plan quinquenal pretende que el aumento del consumo interno se convierta en el impulso principal del crecimiento. Se estima que el consumo estaría alcanzando el 50 por ciento de la demanda agregada. Estas tendencias provocan grandes cambios en la distribución del ingreso, la asignación de recursos, la estructura productiva y el comercio exterior. Respecto de esto último, cabe suponer un aumento sostenido y prolongado de las importaciones de alimentos y otros bienes de consumo y sus insumos, con un fuerte impacto en el comercio internacional. Las prioridades de las inversiones de China en países en desarrollo con amplios recursos naturales, como los de Africa y América latina, apuntan a satisfacer su creciente demanda de productos primarios. Esto contribuiría a sostener los elevados precios relativos de tales bienes, particularmente los alimentos.
Argentina
Respecto de China y del resto del mundo, Argentina tiene aún pendiente la resolución de un dilema histórico. Vale decir: ¿qué es la economía argentina? Esencialmente un proveedor de productos primarios (con mayor o menor valor agregado) o, en cambio, una economía industrial integrada y abierta, que deja de ser periférica para ser protagonista del cambio tecnológico e integrarse, por una parte, al “centro”, como protagonista del cambio tecnológico y proveedor de manufacturas complejas y alimentos y commodities de creciente valor agregado y, por la otra, como socio avanzado pero solidario, a América del Sur y las economías menos desarrolladas.
¿Cuál es la situación de la economía argentina en este momento de profundización de las relaciones con China?
El acercamiento de Argentina y China tiene lugar cuando, en nuestro país, ha transcurrido más de una década de una estrategia nacional y popular, que registra logros importantes. Nada menos que la recuperación del Estado nacional y la soberanía. En efecto, la reestructuración de la deuda y el desendeudamiento, la cancelación de la deuda con el FMI, la nacionalización de las AFJP, la recuperación de YPF han sido pasos decisivos para liberar al país de la subordinación a la cual lo habían sometido la especulación financiera y la estrategia neoliberal. La creación del Ministerio de Ciencia e Innovación Productiva y el énfasis en el desarrollo tecnológico constituyen otros pasos fundamentales. En este nuevo contexto fue posible colocar, en el centro de la política económica, la cuestión social y las políticas de equidad. El cambio de rumbo permitió un aumento importante de la producción y el empleo y la recuperación de la actividad industrial.
Sin embargo, tenemos aún pendiente la resolución de problemas fundamentales que incluyen los siguientes: 1) La formación de una economía industrial integrada y abierta, capaz de relacionarse con los países avanzados sobre la base de la complementaridad intraindustrial. 2) La extranjerización excesiva de actividades principales y un protagonismo insuficiente de empresas nacionales, que son, siempre y en todas partes, protagonistas indispensables del desarrollo nacional. 3) La consolidación de sólidos equilibrios macroeconómicos, esencialmente en los pagos internacionales. Padecemos recurrentemente de insuficiencia de divisas, es decir, la restricción externa, la cual contamina las expectativas, promueve la inflación y debilita la capacidad negociadora externa. 4) La fuga de capitales que impide alcanzar una alta tasa de inversión y crecimiento sustentada, fundamentalmente, en el ahorro interno.
Desde las perspectivas de la actual estrategia, cabe esperar que el despliegue de las relaciones con China sea funcional al desarrollo argentino y la resolución de los problemas pendientes. La calidad de nuestras respuestas depende, en gran medida, de la resolución de la restricción externa.
Al respecto, se plantean tres caminos alternativos. A saber:
1) Neoliberal: volver a los mercados financieros, arreglar con los fondos buitre y aumentar la oferta de dólares tomando deuda; 2) Desarrollista: obtener divisas genuinas a través de los superávit de la cuenta corriente del balance de pagos generados por el fortalecimiento de las finanzas públicas, tipo de cambio real competitivo y estable y una política monetaria consistente con la estabilidad de los precios y el financiamiento del desarrollo; 3) De emergencia: dadas la urgencia de desarrollar proyectos de gran envergadura (ferrocarriles, centrales hidroeléctricas y nuclear), la falta de divisas y la dificultad de acceder a los mercados financieros, recurrir a créditos de proveedores para financiar la adquisición de equipos y otros componentes importados.
El primer camino reproduce las condiciones que provocaron la crisis de 1983 y la debacle del 2001. El segundo es el único que conduce a una solución de largo plazo del problema. Incluye el correcto pronunciamiento del Gobierno de tomar sólo deuda para inversiones que resuelvan la restricción externa. Este planteo requiere una sólida política de orden macroeconómico. El tercero es el que se plantea en los acuerdos con China y su participación en el desarrollo ferroviario y otras áreas de la infraestructura y las operaciones de swap entre los bancos centrales.
Surgen, en este contexto, tres cuestiones de la relación con China, que merecen atención preferente.
- Crédito de proveedores: El tipo de financiamiento externo condiciona, en gran medida, el origen de los equipos materiales, empleo y servicios, necesarios. Cuanto mayor es el crédito de proveedores en el financiamiento total del proyecto, menor es la participación local. Recordaré, al respecto, una experiencia personal, cuando debía decidirse, en 1970, la adjudicación del complejo ferrovial de Zárate-Brazo Largo. En la oferta preferida gravitaban los créditos de proveedores y, consecuentemente, una participación mayoritaria de componentes importados. La licitación se anuló y la obra volvió a licitarse, sin créditos de proveedores, con créditos de libre disponibilidad y el aporte del Estado a través de la Dirección Nacional del Vialidad. La obra se ejecutó exitosamente por empresas locales con una participación de componentes nacionales cercana al ciento por ciento (A. Ferrer y M. Rougier. La historia de Zárate-Brazo Largo, Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2010). La estrategia de Zárate-Brazo Largo, se generalizó a toda la inversión pública, a través de la Ley de Compre Nacional Nº 18.875, promulgada en el mismo período.
Cuando invierte, el Estado, por una parte, construye una obra necesaria y, por otra, es demandante de bienes y servicios. La orientación de esa demanda hacia la producción local es, por lo tanto, un instrumento fundamental de la política de desarrollo industrial y tecnológico. Los ejemplos más claros, en esta materia, los proporcionan China, otros países emergentes de Asia e, históricamente, las economías avanzadas del Atlántico Norte y Japón.
Los créditos de proveedores no constituyen, dentro de una estrategia de desarrollo nacional, una fuente aconsejable de recursos. En todo caso, como sostiene la fundamentación de motivos de la ley 18.875, la participación nacional se resuelve en la etapa del proyecto. Es decir, es preciso proyectar y diseñar para lo argentino. Debe respetarse este principio en la formulación de los proyectos que formarán parte del “Plan Integrado” de cinco años previsto en el Acuerdo Marco atendiendo, además, al hecho de que podría haber adjudicaciones directas cuando exista financiamiento concesional (crédito de proveedor) chino. Una vez que está diseñado el proyecto y maximizada la participación posible de la producción local, puede ser conveniente recurrir al crédito de proveedores, como los que ofrece China. La urgencia y la escasez de dólares pueden motivar el empleo de este recurso, como sucede actualmente en el equipamiento del sector ferroviario, que incluye elementos que pueden ser producidos por la industria nacional.
La participación de China en la construcción de la cuarta central nuclear pondrá a prueba el alcance del crédito de proveedores chino. Es en el sector nuclear, bajo el liderazgo intelectual de Jorge Sábato, que la Argentina desplegó las políticas más audaces de compre nacional y desarrollo tecnológico en un sector de frontera. Los componentes locales han sido los principales en la construcción de los tres centrales nucleares existentes. Cabe esperar que la cuarta, con financiamiento chino, conserve, por lo menos, una participación comparable. Pone a prueba, también, la flexibilidad de la política china cuando negocia con un país que ya ha alcanzado un respetable nivel de desarrollo industrial y tecnológico, como la Argentina.
- Swaps: Estas operaciones contribuyen a aumentar las reservas internacionales del Banco Central. Pueden ser oportunas y convenientes en el corto plazo pero no sustituyen a los superávit en la cuenta corriente del balance de pagos, como el instrumento esencial para acumular reservas reales, sin contrapartida de deuda.
- Inversiones privadas directas: Las inversiones chinas para adquirir o constituir empresas en el país plantean el mismo problema que el de esas inversiones de cualquier origen. Es preciso argentinizar la economía nacional, reduciendo el nivel actual de extranjerización de actividades fundamentales y fortalecer la presencia de empresas nacionales, privadas y públicas, como protagonistas esenciales del proceso de desarrollo. La experiencia internacional (incluyendo la de China y economías emergentes de Asia) y la nuestra demuestra que ese tipo de inversiones sólo es útil cuando complementa, no sustituye, a los emprendedores nacionales. La constitución de empresas conjuntas, con participación nacional mayoritaria, es una vía principal de la inversión extranjera en las naciones exitosas. Es preciso evitar el predominio de filiales que subordinan su estrategia a la de sus casas matrices o país de origen.
En la Argentina y América latina, la industria automotriz es emblemática en esta cuestión. La industria está totalmente constituida por filiales. El resultado es el déficit crónico en los pagos internacionales que, en el caso argentino, constituye uno de los componentes principales de la restricción externa. Japón, China y los países emergentes de Asia integraron las cadenas de valor de la industria bajo el comando de empresas nacionales, compiten en el mercado internacional con las firmas norteamericanas y europeas y son superavitarias en sus pagos internacionales.
Una política selectiva de admisión de inversión extranjera directa no debilita su entrada. La acrecienta por la ampliación de las fronteras de la economía nacional y su proyección al orden mundial.
Conclusiones
El análisis de las relaciones con China no puede analizarse desde una perspectiva de corto plazo y, mucho menos, en el contexto de una confrontación electoral. Se trata, nada menos, que de los vínculos con un país que será la primera potencia económica mundial en el transcurso del siglo XXI y cuyas características nos confrontan con oportunidades y desafíos sin precedentes.
Es preciso un juicio crítico sereno consistente con la visión que tenemos de nuestro lugar en el mundo y la globalización. No son creíbles las críticas “nacionalistas” a los acuerdos con China surgidas de las mismas fuentes que, en el pasado, cultivaron la “relación especial” con Gran Bretaña, los “vínculos carnales” con los Estados Unidos, el neoliberalismo y la racionalidad esencial de los mercados. La relación con China debe observarse desde la perspectiva de nuestras relaciones con todos los integrantes del orden mundial, que es global y multipolar.
Debe atenderse a las asimetrías existentes entre Argentina y China. Una es la diferencia de tamaño y el peso relativo para cada país de la relación bilateral. Por ejemplo, en el comercio exterior. China representa para la Argentina alrededor el 20 por ciento del suyo, y la recíproca es inferior al 1 por ciento. El tamaño influye en el peso de cada país en la macroeconomía del otro. Pero no determina la división del trabajo y la relación financiera entre ambos. En este terreno, lo que cuenta es la capacidad de gestionar el conocimiento, la estructura productiva y la fortaleza de los equilibrios macroeconómicos. En ambos planos, comercio e inversiones, una economía industrial avanzada con capacidad de innovar puede mantener una relación simétrica con otra de mayor tamaño. Es lo que sucede en las relaciones de China con Corea y las otras economías emergentes de Asia.
¿Cómo negocian ambos países? A partir de instituciones y “estilos” muy distintos. China a partir de una posición unificada, de los intereses de las empresas y el Estado, respaldando una estrategia común en todos los terrenos de la relación bilateral. La Argentina, en cambio, negocia con una dispersión o insuficiente coordinación entre el Estado y las empresas. Como sostiene el ex consejero económico de nuestra embajada en Beijing, José Bekinschtein, es indispensable la coordinación de las esferas pública y privada, respaldando una estrategia concertada en las negociaciones bilaterales y la penetración en el mercado chino. Por ejemplo, si China hace un buen negocio vendiéndonos material ferroviario, ¿cuál es la contraprestación en términos de acceso de empresas argentinas al mercado chino?
Por otra parte, en toda negociación siempre conviene recordar el consejo del presidente Kennedy: “Nunca hay que negociar con miedo ni tener miedo de negociar”. Esto implica que nunca hay que suponer que un acuerdo es una cuestión de sobrevivencia porque, en ese caso, no hay nada que negociar, simplemente aceptar la decisión de la contraparte. Un ejemplo reciente de esta situación es el conflicto con los fondos buitre. Argentina busca el acuerdo sin ceder en su interés fundamental y asume la posibilidad de la falta del mismo, sin que se venga el mundo abajo.
Los trabajadores y sus organizaciones deben ser parte principal en el diseño y ejecución de una estrategia argentina para construir, con China, una relación desarrollista. Los trabajadores no pueden quedar al margen de una negociación que tiene y tendrá una importancia creciente en el desarrollo argentino y el empleo. La articulación de intereses entre organizaciones empresarias y sindicales, como la promovida por Adimra y la UOM para concertar posiciones sobre la economía argentina, sería una contribución fundamental al fortalecimiento de nuestra posición negociadora con China.
En este caso, nos enfrentamos con el mismo desafío histórico: defender el interés nacional. Podremos lograrlo si consolidamos la densidad nacional y, sobre estas bases, ejecutamos políticas audaces y realistas de desarrollo, con pleno ejercicio de la soberanía, integración del territorio e inclusión social. Tendremos la China que nos merecemos en virtud de nuestra capacidad de fortalecer nuestra densidad nacional y, consecuentemente, la soberanía. Se acabó el tiempo de las relaciones especiales: con Gran Bretaña, los Estados Unidos o China.
Como hemos visto, China se vincula con las antiguas economías industriales del Atlántico Norte, Japón, las naciones emergentes de Asia, América latina, Africa y el resto del mundo. Las relaciones con cada espacio las establece en virtud del nivel de desarrollo y la fortaleza de la densidad nacional de la contraparte. Depende de nosotros dentro de qué esfera de la división internacional del trabajo nos vinculamos con China.
El sector privado argentino, con todo el respaldo necesario de las políticas públicas, tiene una responsabilidad principal en el estilo de las relaciones que establecemos con China, que no sólo importa productos primarios e invierte en la exploración de recursos naturales de países de la periferia. Es, asimismo, un gran importador de manufacturas y servicios diversos, de alto valor agregado y tecnología, en muchos de los cuales el país tiene mucho que vender a China. Baste recortar las actividades del Invap y los avances en la frontera de la tecnológica de la agricultura argentina. Hay posibilidades inmensas en el gigantesco mercado chino y posibilidades de joint ventures con empresas chinas para acceder al mismo con alimentos elaborados, manufacturas y servicios complejos. Respecto del régimen para las inversiones directas, provenientes de China y de cualquier otro origen, deberíamos tomar en cuenta la experiencia de China, Corea y Japón en la materia.
Por último, la presencia china se ha generalizado en América latina. Para consolidar la integración del Mercosur y el espacio sudamericano es conveniente que concertemos nuestras políticas respecto del gran país asiático, depositario de una cultura milenaria y admirable que, después de un letargo de cinco siglos, vuelve a ocupar el lugar que le corresponde en el mundo
* Profesor emérito de la UBA.
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