lunes, 2 de marzo de 2015

LOS PRESENTES, LOS AUSENTES, LOS CRUCES Y LOS CANTITOS DE LA TRIBUNA Escenas dentro del recinto

Por Sebastian Abrevaya
Presidenciables. La gran mayoría de los precandidatos del kirchnerismo estuvo ayer en la asamblea legislativa. Los gobernadores Daniel Scioli y Sergio Urribarri se sentaron juntos en el sector reservado para mandatarios provinciales, a un costado de Ricardo Lorenzetti y Alejandra Gils Carbó. Julián Domínguez estaba a la derecha de Cristina Kirchner, mientras Aníbal Fernández se ubicó primero en la zona donde se encontraban los ministros. Recordando sus tres años de senador, el jefe de Gabinete se acercó hasta las bancas de la oposición para saludar a sus ex colegas. Al lado del jefe de ministros se ubicó Florencio Randazzo, que recibió como una señal de respaldo a su candidatura presidencial el anuncio de retomar para el Estado el sistema ferroviario argentino. El ex canciller Jorge Taiana, del Movimiento Evita, se quedó viendo el discurso desde la plaza, acompañado por la militancia.
Presidenciables 2. Los radicales Julio Cobos y Ernesto Sanz estuvieron sentados en sus bancas desde temprano. A pesar de su fuerte enfrentamiento interno, estaban uno al lado del otro, como en la apertura de sesiones del año pasado. El ex vicepresidente, que supo estar en el estrado durante cuatro años acompañando a Cristina Fernández, tomaba nota de los temas que se iban desarrollando. Sergio Massa, en cambio, llegó sobre la hora, apenas un cachito antes de que ingresara la Presidenta. Se lo pudo ver ligeramente aburrido, sentado en la última fila, sin demasiada expresividad. No se lo vio tomar apuntes. Mauricio Macri no fue de la partida, aunque podría haber llegado al Congreso luego de la breve apertura de sesiones que encabezó más temprano en la Legislatura porteña.
Faltazo. La promocionada ausencia de Elisa Carrió y su bloque de cuatro diputados nacionales no fue la única en la asamblea legislativa. Aunque no argumentaron que no estaba garantizada su integridad física, como había hecho la chaqueña, prácticamente todos los senadores del Peronismo Federal no formaron parte de la apertura de sesiones. Se trata de ex gobernadores como Carlos Reutemann, recientemente sumado al macrismo, o Adolfo Rodríguez Saá, coordinador del interbloque federal en la Cámara alta. “Agradezco no haber ido, porque hubiera sido una afrenta innecesaria escuchar sus palabras. La oposición sumisa como siempre, frente a la mentira sistemática”, se despachó Carrió desde su cuenta de Twitter. Tampoco estuvieron el socialista Hermes Binner, de viaje en Uruguay por la asunción de Tabaré Vázquez, ni Margarita Stolbizer, con una actividad en Mar del Plata. La diputada Victoria Donda tampoco asistió.
Los palcos. El primer piso estuvo reservado para invitados especiales. En un palco podía verse a Estela de Carlotto y las Abuelas de Plaza de Mayo, en otro a Hebe de Bonafini y las madres. El intendente de Berazategui, Patricio Mussi, recibió también una mención presidencial. Diego Bossio, Martín Sabbatella, Alejandro Vanoli estaban también en los palcos, igual que los dirigentes de la CGT que conduce Antonio Caló, representada por el líder de la UOM y el líder de los taxistas, Omar Viviani, entre otros. Había también un lugar reservado para actores como Pablo Echarri, Nancy Dupláa, Darío Grandinetti, Fernán Miras, Mex Urtizberea y Paola Barrientos.
Tres retos. La oposición no fue blanco de los retos presidenciales, Esta vez, fueron salgunos de los legisladores y funcionarios del kirchnerismo. El primero fue el ministro Axel Kicillof que estaba distraído cuando le preguntó un dato der la economía. El segundo fue el diputasdo Héctor Recalde a quien lo felicitó por las leyes laborales, pero le recordó que no había estado de acuerdo con el mecanismo de aumento de las jubilaciones. Y el tercero fue Julián Domínguiez, quien estaba a su lado. “Me perdiste una hoja Julián” le dijo cuando no encontró una hoja con datos sobre la limpieza de la cuencua del Riachuelo.
Un toque de despedida. Fue un acontecimiento cuidado en casi todos sus detalles. Se modificó la iluminación habitual del recinto de la Cámara de Diputados y se colocaron luces blancas y azules que apuntaron sobre las bancas y sobre el estrado de la presidencia, ocupado ayer por Cristina Fernández. A diferencia de otros años, la asamblea legislativa no contó con banderas políticas en los palcos, ni lluvia de papelitos al principio ni al final. El último toque lo dieron unos pétalos de rosa, rojos y blancos, que cayeron del palco del segundo piso, detrás de la Presidenta, al terminar su discurso, el último de su mandato como jefa de Estado.
Nuevos éxitos. Hubo, como es habitual en los actos del FpV, distintos cantitos desde la tribuna. Las agrupaciones juveniles aprovecharon para popularizar otras canciones del ya conocido repertorio kirchnerista. Al clásico “Somos de la gloriosa juventud peronista...” y a uno de sus mayores hits, como “Vengo bancando este proyecto...”, se le sumó ayer un cantito dedicado a Sergio Massa y los ex kirchneristas que saltaron al Frente Renovador: “Vamos transformando la Argentina, Unidos y Organizados, junto a Néstor y Cristina. Los pibes siempre vamos al frente, pensamos diferente, la patria no se vende. Noooo pasa nada, si todos los traidores se van con Massa. Sieeeempre te sigo, somos los soldados del pingüino”, coreaban una y otra vez los militantes, en una adaptación del tema “Santurrona”, del grupo de cumbia El Guachón.
Hambre. Como todos los años el discurso del 1º de marzo de Cristina Fernández comienza sobre el mediodía, varios senadores y diputados llegaron al Congreso preparados con alguna munición para distraer al estómago. Así, además de las botellitas de agua dispuestas en cada banca, circulaban de mano en mano caramelos y golosinas. Finalmente el discurso no fue tan largo como se pensaba desde un comienzo, y pasadas las 16 la mayoría pudo ir a comer algo.
Los elegidos. Apenas un puñado de legisladores tuvo protagonismo mientras transcurría el discurso de la presidenta Cristina Fernández. El kirchnerista Héctor Recalde recibió los elogios de la mandataria al mencionar las 48 leyes laborales aprobadas durante esta etapa; luego Federico Pinedo, del PRO, fue el centro de atención cuando respondió con los dedos en V a una alusión a su jefe, Mauricio Macri, que había asegurado reivindicar “las banderas del peronismo”. Se trató de una chicana por el anuncio sobre la estatización del sistema ferroviario, una medida similar a la que había tomado Perón hace 67 años.
A los gritos. Dos legisladores opositores llamaron la atención por sus cruces con Cristina Fernández durante su exposición. Uno fue el radical jujeño Gerardo Morales, que pidió una “moción de orden” en uno de los momentos más encendidos del discurso presidencial, vinculado con el atentado contra la sede de la AMIA. La Presidenta le retrucó que la deje volver a ser legisladora, ya que estaba debatiendo con los diputados que habían colgado sobre sus bancas carteles en los que pedían que se abran los archivos de Inteligencia y se cree una comisión investigadora. El peronista Carlos Kunkel le gritó “cállate” a Morales, mientras la jefa del bloque Juliana Di Tullio trataba de calmarlo. La otra que llamó la atención fue Patricia Bullrich, que esta vez no trajo los binoculares del año pasado. La aliada macrista le gritó “respeto” por el fiscal Alberto Nisman, que fue mencionado por la mandataria tras el fallo del juez Daniel Rafecas.

› OPINION Petrobras, Dilma y el “impeachment”

Por Juan Manuel Karg *
El reciente acto “En defensa de Petrobras”, realizado por la Central Unica de Trabajadores (CUT) de Brasil, contó con una presencia relevante: nada menos que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien ofreció un discurso importante en un momento en que un sector de la oposición brasileña plantea el impeachment –juicio político, es decir, la destitución– de la presidenta Dilma Rousseff. ¿Qué le recomendó a Dilma? ¿Qué dijo sobre Petrobras? ¿Qué posibilidades hay de que el impeachment avance?
Días atrás Lula habló en Río de Janeiro, en el marco de una actividad organizada por la CUT –Central Unica de Trabajadores–. Allí el ex presidente se refirió con claridad a los hechos de corrupción que se investigan en relación con Petrobras, la empresa energética estatal brasileña. Sin esquivar el bulto de las investigaciones en curso, Lula alegó que “no se puede juzgar a Petrobras por un grupo de personas”, en referencia a los implicados, para luego sentenciar que “el objetivo es castigar a Petrobras y criminalizar la política”. El ex metalúrgico también tuvo tiempo para criticar la cobertura mediática hegemónica sobre el caso, y se atrevió a aconsejar a la presidenta, compañera suya en el Partido de los Trabajadores. “Dilma tiene que levantar la cabeza y decir: ‘Yo gané las elecciones’”, dijo, mostrando su intención de contrarrestar una fuerte campaña mediática en contra de los dirigentes del PT por este caso.
Ahora bien: ¿qué posibilidades reales hay de que el impeachment tenga lugar y se haga efectivo? La probabilidades parecen bajas, visto y considerando que, desde Sarney en adelante, todos los gobernantes –Collor de Mello, Fernando Henrique Cardoso y el propio Lula– han enfrentado momentos donde sus oposiciones parlamentarias han intentado que este proceso se llevara adelante. Sólo en el caso de Collor de Mello –año 1992– esto efectivamente tuvo lugar, acompañado por un proceso de movilización social grande frente a las denuncias de un esquema de lavado de dinero en el exterior. En aquel entonces, una amplia mayoría de diputados –441 sobre 509– definió que avance el impeachment y que Collor sea reemplazado por su vice, Itamar Franco.
Sin embargo, la disputa en relación con Dilma parece tener otro sentido, más allá del horizonte cortoplacista: se dispone a erosionar a su figura, pero también a intentar esmerilar al gobernante Partido de los Trabajadores de cara a las próximas elecciones, donde el propio Lula podría ser candidato nuevamente. En ese sentido se programa una movilización opositora fuerte –en las principales ciudades del país– para el próximo 15 de marzo, convocada por la oposición conservadora pero contando asimismo con un nítido impulso de algunos medios de comunicación. Incluso uno de los directores de Rede Globo, Erik Bretas, quien dirige la parte de medios digitales del conglomerado mediático de la familia Marinho, anunció públicamente, a través de su cuenta en Facebook, que participará activamente de la movilización, lo que produjo un gran revuelo –por el sinceramiento que significa– en la política brasileña.
Asimismo, desde las fuerzas que apoyan al gobierno de Dilma se programa una marcha previa –el 13 de marzo– bajo la consigna “por la paz y la democracia”. ¿Tomará Dilma el “consejo” de Lula y apostará a tener un perfil más alto en los próximos días, retomando la iniciativa política en otros planos? ¿Apostará el PT por avanzar en una nueva legislación mediática, visto y considerando que los principales conglomerados de aquel país han decidido jugar fuertemente por el impeachment? Se avecinan semanas convulsionadas en la política brasileña, a sólo meses de la votación presidencial que otorgó un nuevo período de gobierno al Partido de los Trabajadores.
* Politólogo UBA. Analista Internacional

Ver poco, sentir mucho Luis Por Marta Dillon

Sentado entre mi compañera y yo en un vagón de subterráneo, nuestro hijo Furio agitaba el pañuelo blanco que llevó como bandera. No podía sacarle los ojos de encima, es un tesoro que me dio una Madre de Plaza de Mayo cuando la agrupación H.I.J.O.S. cumplió quince años y no quería perderlo, pero tampoco podía negárselo; para él, que tiene seis, es el único trapo que tiene sentido. “¿Mami, hay gente que odia al pueblo argentino?”, nos había preguntado dos días atrás cuando comentábamos en la mesa del desayuno una nota publicada por Marcos Aguinis en el diario La Nación que nos trataba, a nosotros que no fuimos parte de la Marcha del Silencio, como ganado, como el porcentaje menos valioso de la sociedad. Tuvimos que contestar que sí entonces y ayer, mientras el subte de la línea D avanzaba morosamente desde el límite de Belgrano hacia el centro, lo recordé: unos ojos se nos clavaban como dardos, hurgaban sin pudor en nuestro pequeño universo expuesto en el vagón; esa mirada pretendía incomodarnos. No iba a ser tan fácil conseguirlo, aunque cierto silencio recoleto en esa línea parecía hablar de las fronteras internas de la ciudad. La mamá de una compañera de escuela de Furio viajaba en simultáneo en el subte B, ahí, nos contaba, la gente iba cantando. Sin embargo, cuando llegamos a la estación Callao algo se descomprimió. “¡Chicas! Qué suerte que bajaron, pensamos que se iban a pasar”, nos dijo una pareja que rondaba los 60 a modo de guiño, como si de alguna manera nos estuvieran cuidando. Recién ahí pudimos darnos cuenta de que éramos muchos y muchas buscando la salida, ampliando las sonrisas a medida que el sonido de la calle llegaba al túnel, alardeando de cortesía las unas con los otros, sabiendo que íbamos hacia el mismo lugar. Furio se puso el pañuelo blanco al cuello, nosotras, sus madres, nos atamos uno verde; si ayer pusimos el cuerpo, como cada vez que la Avenida de Mayo nos llama, es por lo conseguido y también por lo que falta. El aborto legal, seguro y gratuito nos falta y el verde es el color que lo denuncia; acompañando y demandando, así marchamos. Recibimos más guiños en las cuadras que caminamos por Callao hacia Congreso, unas mujeres nos dijeron casi a los gritos: “Pucha, yo también hubiera traído mi pañuelo”, en cada tropiezo aparecía la palabra “compañero” o “compañera” aun cuando nadie se conocía, una inmensa corriente de complicidad y alegría compartida nos empujaba a correr hacia delante hasta que la marea humana nos obligó a cargar en andas a nuestro hijo para que él se encontrara a esa altura sobre los hombros con otros niños, para que relatara desde encima de nuestras cabezas lo que veía. “¿Todos vienen a apoyar a Cristina y a San Martín?”, preguntó desde su imaginario construido con dibujitos de la tele que hablan de héroes reales y charlas en la mesa familiar que no logran explicarlo todo. Y no importa porque hay tiempo, él tiene tiempo para aprender a nuestro lado y hay algo de certeza en esa afirmación que hoy nos conmueve. Su madre y yo, su madre, fuimos niñas que crecimos en la clandestinidad, amenazadas las vidas y los sueños de nuestros padres y madres; eso ya no más, podemos reírnos de los vaticinios de los que nos temen, de los autogolpes, de las comparaciones con los tiempos de la dictadura, de las barbaridades que deberían coserse la boca antes de enunciar. Pero qué importa, que vociferen mientras caminamos juntos y juntas como ayer, sumando nuestros cuerpos en un magma de humanidad y su aroma de sudor, humedad y choripán. Nos encontramos con quienes no habíamos hecho cita, las citas se desbarataron en la multitud. Se hizo sitio para los más chicos entre la masa de gente, protegidos como lo que son, tesoros, la vida por venir. Marchamos en familia, del brazo con amigas, fluía el contacto con quienes tenía alrededor; cuando los brazos no me daban más, una travesti de remera negra me ayudó para sentar a mi hijo dentro de una carpa militante, escuché en las conversaciones captadas al azar el orgullo por la cantidad de gente joven, diversa, emocionada.

Después de la primera hora de discurso, nos fuimos a un bar con nuestra radio portátil, nos sentamos en una mesa que se volvió comunitaria a fuerza de agregar sillas entre desconocidos honrando la palabra que llegaba por el pequeño y anacrónico parlante. Si somos ganado, pensé –como decía aquella nota—, qué bien sabemos a dónde vamos y cuánto valor tenía poder escuchar el recorrido de más de una década cuyo balance no puede ser lineal pero que abre un horizonte de lo que queremos ser, porque ninguna de las personas que nos reunimos ayer en el centro político de Buenos Aires era la misma que había sido cuando la consigna era “que se vayan todos”. Los aplausos sonaron a tiempo a lo largo del discurso, en el bar donde estábamos empezaron a llegar otras pequeñas radios, todas se encendían y hacían perder el sincro del discurso, pero podía más la sed de palabra. Enfrente, en otro bar, el silencio era un acuerdo entre las mesas atestadas para que se escuchara sólo lo que nos convocaba a todos y a todas. “Nos sobró esta ensalada, ¿quieren?”, preguntaron unas mujeres a nuestro lado porque los mozos no daban abasto y los pedidos se demoraban. Tomamos el ofrecimiento como un signo, compartimos la comida; con la mención de los caídos en Malvinas también compartimos el agua de los ojos y cuando se habló de la causa AMIA los golpes de las manos en las mesas en señal de aprobación dieron cuenta de una politización, de una conciencia compartida, de un oído atento que expresaba por sí el límite por el que ya no se podrá pasar. Ahí había gente capaz de enunciar lo que quiere, discutir lo que falta, reclamar por lo que no se quiere.

Terminado el discurso corrimos hacia Callao otra vez con nuestro hijo en andas, con las monedas de sus ahorros se compró una bandera argentina, nos apostamos para esperar que pasara la Presidenta sin ninguna expectativa, bailando al compás de los bombos, besándonos nosotras en la boca cada tanto de alegría contagiada por el alrededor y también porque nuestro hijo estaba aprendiendo eso que se fija con la experiencia: éramos con otros y el plural nos envolvía, éramos pueblo. Cristina Fernández de Kirchner casi tocó la bandera de Furio, alrededor los cantos nos dejaban los oídos sordos, cantamos otra vez y en una esquina, mojados de lluvia, nos encontramos con antiguos compañeros de militancia de los padres de Albertina y nos abrazamos otra vez. “La Presidenta a veces se viste linda y a veces no, pero los ojos siempre los tiene hermosos, parece que va a llorar”, dijo nuestro hijo a modo de balance del encuentro y nos hizo reír. El viaje de vuelta no fue en silencio, el subte estuvo cargado de cantos y vaya a saber por qué emociones cruzadas nos saltaron de nuevo algunas lágrimas.

Ayer no me ocupé de recorrer cuadras en diagonal cazando escenas que me sirvieran para describir el acontecimiento, no hice preguntas pidiendo edad y ocupación para definir al interlocutor ni calculé cuánta gente hubo poniendo el cuerpo el domingo a la mañana; no estaba trabajando y fue un alivio poder dejar de registrar para sentir, sencillamente, que es posible ser parte de una alegría popular que pone un piso para lo que vendrá. Y que ese piso es alto y está cargado de futuro.

02/01/15 Página|12

OPINION Sin despedidas

Por Eduardo Aliverti
El discurso presidencial y la imponente manifestación de ayer, junto con el rechazo del juez Daniel Rafecas a la denuncia de Alberto Nisman, los cambios en el gabinete nacional y el paulatino retorno de la economía como tema central de la agenda publicada tienen una cierta relación entre sí. Conviene recorrerlos en ese orden.
Algunos dirigentes y medios de la oposición se mostraron curiosamente sorprendidos por el fallo que desestima el escrito de Nisman. Otros sostuvieron que era esperable, porque Rafecas estaría condicionado por el oficialismo desde su intervención en uno de los affaires que involucran al vicepresidente Boudou. Pero, en todo caso, ese aspecto nunca puede ser el central. La clave es analizar el fallo, y lo cierto es que, como ya fue vastamente difundido, ese dictamen demuele una por una las argumentaciones de Nisman. Eso también era predecible, de acuerdo con lo que la propia oposición sostenía en voz baja, porque la insolvencia jurídica de lo afirmado por el fiscal no alcanzaba para redondear pruebas siquiera estimables. De hecho, vale recordar que no hubo jurista alguno que respaldara la fábula de ese documento. Si es por novedades, entonces, la única consiste en los dos escritos firmados por Nisman entre diciembre y enero últimos, cuyo contenido es revelado por Rafecas al cierre de su fallo y citado particularmente por la Presidenta en su discurso de ayer. Guardados en una caja fuerte de la Unidad Fiscal AMIA, Nisman asevera en ellos todo lo contrario de lo que pensaba denunciar. La antítesis es asombrosa, hasta el punto de que no sólo respalda al gobierno argentino en sus discursos y acciones, desde 2004, para lograr el esclarecimiento del atentado, sino que califica como “entendible” el memorándum de entendimiento con Irán. ¿Qué llevó a Nisman a modificar su postura en forma tan radical, con un mes de diferencia? Las hipótesis, obviamente, son que los textos fueron elaborados por personas distintas, aunque porten la misma firma, o que algún motivo de tamaño insondable llevó a que el fiscal cambiara de opinión de la noche a la mañana. Ambas conjeturas significan un hecho grave de por medio, que, como quiera que fuere, refuta la lógica cerrada de un gobierno encubridor. No es en absoluto curioso, en cambio, que los medios opositores hayan ignorado groseramente semejante tramo de la sentencia de Rafecas. Y tampoco lo es que se valgan de ella para retrucar que el partido judicial no existe, como si se hubiese dicho que la agrupación de magistrados enfrentados al Gobierno comprende a toda la Justicia. Hablando de lógicas elementales, por tanto, habría que tenerles un poco más de respeto.
Las alternativas tribunalicias que se deriven del fallo de Rafecas son difíciles de acertar con precisión exacta, más por las internas de Comodoro Py que por la solidez de sus fundamentos. Pero podría señalarse que, en repercusión política y social, el horrible episodio que sacudió al país tenderá a amesetarse –y quede claro que este razonamiento no implica juicio de valor negativo sobre la gravedad del hecho–. Es, solamente, la deducción que al firmante le parece adecuada, siendo que, y mucho más en un año de elecciones presidenciales, no puede sostenerse –o no debería, al menos– una atención exclusivamente concentrada en este tema. Una cosa es que la oposición encontró el hueco para persistir en su intento de criminalizar al Gobierno y otra muy distinta que con eso sólo le alcanza. Por lo pronto, los cambios en el elenco gubernamental representan un marcaje de agenda que tiene lecturas concurrentes. La asunción de Aníbal Fernández como jefe de Gabinete es una reafirmación de rumbo y estilo ante el tramo electoral determinante, junto con el retorno a sus pagos de Jorge Capitanich y Juan Manzur para territorializar la lucha por los votos. El chaqueño podrá haber sufrido un desgaste de su figura y competir por el municipio de Resistencia, tras quince meses a cargo de la jefatura ministerial de Nación, puede ser visto como un premio consuelo deprimente en los medios nacionales. Pero lo cierto es que en su provincia conserva una buena dosis de popularidad, alentada por la desastrosa gestión del vicegobernador, y no cuentan como en Buenos Aires las comidillas de oratorias monótonas o rotura pública de diarios. Mientras las gentes interesadas o desinformadas se entretienen con eso, el Gobierno comenzó a mover el tablero en los tiempos que maneja Cristina. Que no son los que desean sus oponentes ni jamás lo fueron. Naturalmente, eso tendrá un crescendo que por el peso del año electoral agregará ingredientes múltiples en torno de candidatos, escenarios, pronósticos, propuestas, polémicas y chicanas encendidos como quizá pocas veces se habrá visto. Y está bien que vaya a ser así, porque no es posible ni recomendable que el país continúe virtualmente detenido, en el debate mediático de sus problemas, alrededor de una única cuestión. Dicho sea de paso: una cuestión, la del atentado y la pesquisa, el encubrimiento y sus responsables, que hasta la muerte de Nisman –y desde hacía años– casi no tenía registro en los grandes medios ni en la inmensa mayoría de la sociedad. Lo cual no es justificativo de nada, sino un mero recordatorio.
En llamativa coincidencia o no con el fallo de Rafecas que refutó al fiscal, los titulares y comentarios de la prensa opositora recuperaron abruptamente su interés por la marcha económica. Reaparecieron el déficit de las arcas públicas, la orden de desacato dictada en septiembre último por el juez municipal neoyorquino Thomas Griesa, la importación de petróleo bien que no el aumento de entre 12 y 14 por ciento en las reservas y producción de YPF, el gasto del Estado y las mochilas para la fuerza gobernante que viniere. A su vez, el entramado judicial del caso Nisman pasó poco menos que a compartir cartel con un fallo del juez Bonadío que “habría” encontrado conexiones sospechosas de triangulación entre Lázaro Báez, Cristóbal López y la familia presidencial. Según el afiebrado criterio de algún columnista, ésa sería la causa real de la furia de Cristina contra la Justicia, cual si se tratase de que un presunto hallazgo, solitario y tan en potencial como el grueso del denuncismo, resumiera la complejidad del choque entre el Gobierno y los jueces y fiscales que lo confrontan. Todos indicios de que el partido vuelve a jugarse en un terreno más normal que extraordinario, si por normalidad puede entenderse el retorno a las monsergas habituales sobre el trío corrupción, inseguridad e inflación.
Y ayer sucedió el hecho frente al que sólo los frívolos pueden permanecer indiferentes. El autogolpe anticipado por Elisa Carrió ni siquiera contó con la asistencia de Batman y Flash Gordon, y en su lugar ocurrieron un discurso excepcional tanto por el volumen de su contenido como por una oratoria que, desde el aspecto técnico, es prácticamente inédita. Respecto de la manifestación en la calle, inevitablemente surgirán las comparaciones cuantitativas, inútiles y banales, con la marcha opositora de días pasados. En la de adentro se reiteró el entusiasmo oficial y la inopia de sus contendientes. Entre estos últimos se advirtieron gestos como el del senador radical Gerardo Morales, que no podía disimular una estupefacción admirativa frente a la oradora y otros rostros reveladores de una indiferencia estudiada que poco bien le hace a la imagen de estatura institucional tan cara a la oposición. Toda opinión adversa que quiera formularse sobre la palabra presidencial debiera anteponer la refutación de la impresionante cantidad de datos brindados, a la par de los contextos políticos ilustrados por Cristina. No fue eso lo que ocurrió, al menos entre los testimonios recogidos al momento de cerrarse esta columna. La Presidenta abrió de manera muy directa al aludir al éxito reestructurador de los bonos argentinos y no dejó de resultar gracioso que los medios opositores retrucaran on line mediante una presunta contestación del periodista del Financial Times citado por ella: Joseph Cotterill no rebatió nada, sino que despachó su opinión política. Para gusto del autor, uno de los pasajes más contundentes del discurso fue el relativo a los acuerdos con China, porque involucró con un énfasis de enorme solvencia a aquellos “colonizados mentales” que los cuestionan a rajatabla. Teléfono para sectores empresarios, entre otros, a quienes también preguntó si creen que el Gobierno será tan estúpido como para promover legislación y medidas que vayan a poner en peligro la estabilidad de sus compañías. Los corrió por derecha, en síntesis. Buitres, el incendio en Iron Mountain, Aerolíneas, paritarias, jubilados, planes de asistencia social y desarrollo, Asignación Universal por Hijo, Anses, industria automotriz, educación, actividad cultural, salud pública, ciencia y tecnología, YPF, trenes, producción agropecuaria (“¿exportar maíz e importar chanchos?”), Fuerzas Armadas, AMIA (un tramo impactante, acerca de autoridad moral para hablar, la voladura de la embajada judía, geopolítica, las andanzas del Estado israelí y, claro, los ojos tan pero tan abiertos de Ricardo Lorenzetti), independencia de la Justicia, Malvinas, consumo comercial y de remate el país que viene, con los cómodos e incómodos que pueden preverse a partir de diciembre próximo y la pregunta implícita de si será tan fácil retroceder.
Lo trascendental es que ambos protagonismos, el de afuera y el de adentro, se conjugaron para ratificar que hay un único liderazgo político realmente existente, y que a casi trece años de gobierno el kirchnerismo mantiene una capacidad de movilización notable. Es desde ese piso que seguirá discutiéndose lo que se quiera. El oficialismo lo denomina Nunca Menos y la oposición busca reinterpretar un Nunca Más aplicado a todo cuanto signifique K. En cualquier caso, celebremos que la base consista en esa disputa política pareja y no en el auge del antipueblo. Por eso ayer no hubo despedidas, sino la bienvenida reforzada a que sea así.

› OPINION Una despedida a su manera

Por Mario Wainfeld
Dejemos de lado en esta nota (no por irrelevantes) las polémicas acerca de la cantidad de manifestantes que hubo ayer comparados con los que participaron del 18F. Fueron dos movilizaciones multitudinarias, con distintas banderas y composición. Dan cuenta de cuán vibrante es la democracia argentina y de cuánto gravita en su lógica “ocupar la calle”.
Ayer participaron argentinos de un variado espectro social, con fuerte acento en sectores populares. Un abanico etario amplio, con alta proporción de jóvenes. Personas que fueron “sueltas” con familias e hijos combinadas con sectores organizados o encuadrados. Los territorios, La Cámpora y el Movimiento Evita agregaron número y euforia. Los precandidatos o aspirantes a algo trataron de demostrar capacidad propia de convocatoria.
Esta vez hubo mayor diversidad social, un perfil policlasista, una pertenencia política precisa, todas diferencias con el 18F.
Hay una forma de pensamiento que privilegia a la “gente” sin pertenencia definida, sin banderías y sin militancia. Es perfectamente lícita y válida. Este cronista difiere: la politización, la acción colectiva organizada y las identidades le parecen valores encomiables.

Los que pusieron el cuerpo testimoniaron su apoyo al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Se movieron para bancarla y arroparla en su último discurso ante la Asamblea Legislativa, en un contexto espeso.
Quienes participan en un acto “de Cristina” hacen algo que no siempre se ve en esas tenidas, máxime si hay agrupaciones, disputas internas por el espacio, bombos, redoblantes, murgas, bares abiertos y oferta de choripanes o garrapiñadas. Escucharon y hasta les pidieron silencio a los compañeros. No es la primera vez ni la segunda pero no deja de ser notable.
La oradora rehúsa hacerlo fácil. Sus discursos desafían reglas de la comunicación política extendidas y, si se quiere, bastante comprobadas. Por lo pronto, son larguísimos. Ayer le puso más de tres hora y media, rondando su record de otros primeros de marzo. Además, explica cuestiones complejas con un vocabulario no concesivo, no promueve un aplauso fácil o hasta lo impide. No se interrumpe para fomentarlo.
La multitud la escuchó, elevó la temperatura con ella, se entusiasmo-alegró-enojó al ritmo de los crescendos.
Ya es tiempo de entrar al recinto.

Cristina Kirchner no lee sus discursos, lo cual no equivale a improvisar, tout court. Tiene preparado lo que va a decir, hace rato que se apoya en cuadros con cifras para no incurrir en pifias. El recorrido de ayer estaba concebido como es frecuente en ese tiempo de actos: pidiendo a todos los ministerios reseñas o datos de lo realizado, compilándolos y dándoles forma. El conjunto es abundante o hasta barroco. A veces se mezclan acciones de gran importancia con otras de menor densidad. En un momento, al que ya aludiremos, cambió el eje y el tono. Venía siendo bastante amable, para lo que es la media presidencial.

Se renuncia expresamente a la reseña íntegra o a la síntesis de una presentación frondosa. El introito fue consignar variables económicas macro.
El desendeudamiento externo como legado a los argentinos en particular y al próximo gobierno fue un punto central. Se mejoró el patrimonio colectivo, ensalzó, tras una dura herencia recibida “sin beneficio de inventario”. Sin duda generará controversias o refutaciones, aunque los datos a favor de su postura son apabullantes.

Cristina Kirchner siempre rememora su paso por las cámaras, “dialoga” con legisladores de la oposición. Ayer ensalzó, a veces son sorna, que muchas de sus medidas más valorables se tomaron con el concurso del Congreso. Vistas de cerca, algunas se hicieron ley con mayorías pluripartidistas (la ley de medios, algunas sobre salud) pero otras sólo con la bancada oficial.
Llevaba casi dos horas ante el micrófono cuando llegó al primer anuncio de proyecto de ley muy potente. Se trata de “la recuperación de la administración estatal de los ferrocarriles argentinos”. Habrá que esperar los detalles de la movida, que sintoniza con la tradición nacional popular. La oradora explicó que no la impulsa un afán estatista genérico, sino la necesidad de una administración seria. Si se alarga el argumento ésa es una clave del derrotero kirchnerista, que fue ampliando los niveles de intervención económica y nacionalización en función de cambios coyunturales o de escenario.
Entonces ironizó sin nombrarlo respecto del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, y su flamante reivindicación de los valores del peronismo histórico. Bromeó con los legisladores del PRO, a quienes les pidió apoyo en función de esa supuesta coincidencia. El diputado Federico Pinedo, que fue aludido, respondió con buen humor, haciendo la “V” con los dedos.

Cristina le deja margen a la improvisación, a momentos coloquiales, a digresiones. Ayer su esquema previo se alteró ante la aparición de carteles pidiendo comisión investigadora y apertura de los archivos referidos al caso AMIA. Los exhibieron los diputados Claudio Lozano y Berta Arena. La transmisión oficial los dejó ver, con buena praxis.
La Presidenta se enojó, no quiso disimularlo y respondió recordando su trayectoria política en la investigación de la voladura de la AMIA. El cronista intuye que ésa fue una digresión o un desvío dentro de lo pensado.
Hubo bronca y precisiones de la Presidenta, básicamente tuvo razón. Primero porque hay pocos dirigentes argentinos que fueron tan coherentes y constantes en esa cuestión. Casi no hay ninguno de primer nivel que haya tenido tanto trato con los familiares de las víctimas.
Además, a los custodios del “estilo” que ya se hicieron oír y perseverarán, vale recordarles que en estos días protagonistas con responsabilidades públicas le faltaron el respeto a su investidura y a la verdad. Se la acusó de responsabilidad penal, no sólo en el encubrimiento sino también en la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman. Sería ideal que todos contuvieran su verba. Pero si algunos incurren en desmesuras tan salvajes como infundadas no tienen derecho a pedir que la Presidenta se muerda la lengua.

La oradora reclamó que la Corte Suprema rindiera cuentas sobre la investigación del atentado a la Embajada de Israel. La Corte menemista era presidida por el juez Ricardo Levene (h.), una momia que se movió poco. La causa fue un fiasco total. Jamás se supo nada ni tampoco se le dio un cierre en forma legal. La actual y más meritoria composición de la Corte tampoco avanzó o siquiera informó. Se puede inferir que la abandona por imposible pero es correcto pedirle que se haga cargo.
Cristina se preguntó por la pasividad del Estado de Israel respecto de ese atentado.

Al Poder Judicial en general, y a la Corte en particular, les cupo un reproche por su transigencia con las medidas cautelares express que salen como por tubo, tras abundantes fórum shopping. Es otro hecho real, que exorbita las potestades de ciertos jueces.
Seguramente el presidente del máximo tribunal, Ricardo Lorenzetti, se hará cargo de esos cuestionamientos del discurso cuando “abra el año judicial”, una costumbre que inventó para instalar su figura en el ágora.

La coyuntura internacional fue tema en varios momentos, se los sintetiza. Cristina habló de un nuevo orden, muy distinto del anterior, surgido recientemente, hace “6, 7 u 8 años” remontó, dándole un pase gol a la producción de los programas televisivos de Diego Gvirtz. Los puntos de partida fueron dos: la defensa de la relación con China (y con el Mercosur, menos enfáticamente) y el contexto de los atentados a AMIA y la embajada.
La Presidenta interpeló a sus adversarios a pensar en términos de “po-lí-ti-ca”, sin cerrazón ni lecturas colonizadas. No primó un aire conspirativo ni se colaron demonizaciones en su cuadro de situación. Reseñó el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos con Cuba y con Irán, como pruebas de un nuevo escenario. Explicó que la interrelación entre Estados Unidos y China es permanente. Sopesó las relaciones comerciales entre Alemania y China como parte de la explicación de la severidad germana respecto de otros Estados que integran la Unión Europea. Describió un mundo interdependiente, interpreta este cronista. Llamó a abordarlo sin anteojeras.

Volvió a la carga contra el “partido judicial”. Se internó en el asombroso documento del fiscal Alberto Nisman, aquel en que pide la intervención del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ensalzando la política del Gobierno referida a la investigación de la AMIA. Fue incorporado como prueba al expediente que tramita ante el juzgado de Daniel Rafecas. El magistrado lo describió en detalle. La incoherencia salta a la vista, cuesta darle sentido. En todo caso, refleja un asombroso doble standard en documentos emanados del mismo fiscal. Tan chocante es la evidencia que el diario Clarín no la mencionó en la inmensa mayoría de las notas sobre la decisión de Rafecas.

Antes de salir a saludar a los que estaban en la Plaza, la Presidenta repitió la reseña de las mejores medidas de Gobierno. Apeló a la síntesis selectiva, en vez de la acumulación del comienzo: tal vez el impacto para quien las oyera es mayor.
Casi todas son acciones de alcance nacional, cambiando el eje respecto de lo que regía en 2003. La reestatización del sistema previsional, la ampliación del universo de jubilados, la cobertura para amas de casa, para los trabajadores en casas de familia, para laburantes sin aportes completos.
También las convenciones colectivas anuales, el Consejo del Salario, la Asignación Universal por Hijo, los planes Progresar, Pro.Cre.Ar. y Conectar Igualdad. La lista sigue y habla por sí sola, no es relato hueco: son realizaciones y conquistas.
Su despedida del Congreso tuvo abundantes factores comunes con discursos anteriores con una tonalidad especial.
El pueblo soberano resolverá quién la relevará. Entre tanto, se fue del Congreso en su último año con un apoyo que no tuvieron en momentos similares (y por motivos diferentes) presidentes anteriores de otro signo. Raúl Alfonsín levantó nobles banderas y generó avances perdurables pero terminó en caída libre. Carlos Menem eligió un modelo nefasto pero logró revalidarse en las urnas, manteniendo una dañina y engañosa estabilidad económica. Eduardo Duhalde y Fernando de la Rúa debieron irse antes de tiempo envueltos en represiones sangrientas a movilizaciones populares. Bien distintos entre sí, mejores, peores o irrescatables..., a pocos meses de entregar el mando ninguno contaba con el capital político de Cristina Kirchner. Desde ya, el futuro (resultado electoral incluido) no está escrito. La Presidenta, por ahora, sigue en el centro de la escena.

LOS ORGANIZADORES CALCULARON MAS DE 400 MIL PERSONAS FRENTE AL CONGRESO DE LA NACION Una plaza desbordada de apoyo Por Julián Bruschtein

“Todos somos Cristina”, decían las pancartas de los militantes que se acercaban a la Plaza del Congreso para apoyar y escuchar el discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Un marco imponente de más de cuatrocientas mil personas según los organizadores fue la foto que dejó la concentración que el kirchnerismo en sus distintas vertientes desplegó en el camino entre la Casa Rosada y la plaza frente al Congreso. Como cada 1º de marzo el kirchnerismo sacó a relucir su capacidad de movilización y el retumbar de los bombos y de algún equipo de trompetas fue el fondo sonoro de una jornada en la que la lluvia no pudo apagar la alegría entusiasta de acompañar en la calle a la Presidenta en su último discurso a la Asamblea Legislativa.

“Vengo bancando este proyecto, proyecto nacional y popular”, se escuchaba en la plaza por los parlantes que transmitían el sonido del interior del recinto cuando ingresó la Presidenta. Afuera se replicó rápidamente por toda la plaza que empezó a retumbar con el canto encendido de los kirchneristas, entusiasmados al ver a los ministros y legisladores oficialistas parados agitando las manos o aplaudiendo mientras acompañaban la canción. Fernández de Kirchner ya había ingresado al recinto después de saludar a la gente junto a parte del gabinete. Allí se había sorprendido con una bandera de Unidos y Organizados que tenía los rostros de ella, de Néstor Kirchner y de Máximo Kirchner. Ya en la explanada se paró en la puerta del Congreso y respondió con un bailecito y un emocionado golpe en el pecho con los dedos en ve a la enorme masa de militantes en agradecimiento a la demostración de apoyo en el último año de gobierno. Como una paleta multicolor, la plaza frente al Parlamento se convirtió en un mosaico patinado por las remeras y banderas de las agrupaciones kirchneristas que se acomodaron ordenadamente para repartirse todo el frente sobre la avenida Entre Ríos. El blanco y celeste de La Cámpora, el verde de Kolina, el rojo y negro del Movimiento Evita, el verde azulado de Nuevo Encuentro, el rojo de Miles, ponían las pinceladas en el suelo de la plaza mientras todavía llegaban miles de manifestantes, kirchneristas organizados y kirchneristas silvestres. El Frente Transversal, el Partido Comunista Congreso Extraordinario y la agrupación Tupac Amaru también hicieron su aporte. Como un contraste de lo que fue la marcha opositora del 18 de febrero convocada por los fiscales, gran cantidad de jóvenes y miles de vecinos de barrios humildes llegaban de todo el país en columnas para acercarle a la Presidenta su apoyo.

“Vinimos desde San Francisco Solano muy temprano para apoyar a Cristina. Es la única que se ocupó de nosotros en todos estos años”, asegura a Página/12 Alejandra, una joven militante enfundada en una remera del Movimiento Evita, rodeada de miles como ella. La acompaña su mamá Angela, desocupada en los años ’90 y jubilada “gracias al kirchnerismo”, explica Alejandra después de aplaudir y gritar “Cristina es pueblo”. Con sus dos hijos de la mano de la abuela, todos muestran orgullosos las remeras con el rostro de la Presidenta que dice “Gracias Cristina”. Desde la 9 de Julio hasta la plaza del Congreso la calle está colmada de gente.

Las columnas de los intendentes del conurbano también se hicieron sentir. Moreno, Berazategui, Lanús, Quilmes, General Rodríguez, José C. Paz, entre otros distritos, dijeron presente así como las columnas de los trabajadores organizados. Sobre Entre Ríos se encontraban las columnas de gremios de la CGT como la UOM y los mecánicos de Smata. Los estatales de UPCN y los trabajadores de la construcción de la Uocra también mostraron sus pancartas, mientras que la CTA de los Trabajadores, que encabeza el docente Hugo Yasky, se acomodó sobre el costado izquierdo de la plaza.

Como un anticipo de lo que pueda pasar en las PASO de agosto, en el cielo se sacudían los globos con inscripciones de campaña. El naranja de “Scioli 2015” se chocaba con el de “Randazzo 2015”, mientras otros dos zeppelines de Urribarri se mantenían al acecho. Muñecos de Néstor y Cristina se repetían en todos los rincones de la plaza e incluso apareció uno con la figura de la ministra de Desarrollo Social Alicia Kirchner con los colores de su agrupación, Kolina. Algunos dirigentes marcharon con las columnas de sus agrupaciones como el precandidato presidencial Jorge Taiana, rodeado por los militantes del Movimiento Evita, al igual que Fernando “Chino” Navarro. El dirigente Luis D’Elía también se mostró encolumnado con sus seguidores de Miles.

La plaza vibraba acompañando el discurso presidencial, aplaudiendo o silbando según la ocasión, pero la ovación se la llevó el anuncio de estatización de la administración de los ferrocarriles. La lluvia por momentos hacía aparecer mágicamente algunos paraguas, pero nadie amagaba a moverse de su lugar. “Esta es una fiesta que se va a repetir el 24 de marzo y el 25 de mayo. Cuando hablan de kirchnerismo en retirada lo hacen con Clarín en la mano, de otra manera no se puede entender, porque la calle demostró otra cosa”, destacó un dirigente de La Cámpora a este diario cuando empezaba a sonar “podrán pasar mil años, verás muchos caer. Pero si nos juntamos, no nos van a detener”, de Attaque 77 que cerró el acto con la mayoría cantando con los dedos en ve levantados.

02/01/15 Página|12

Abogado, político y militante Eduardo Wado de Pedro, el hombre que nació tres veces























































Abogado, político y militante

Eduardo Wado de Pedro, el hombre que nació tres vecesA los 38 años juró como Secretario General de la Presidencia. Hijo de desaparecidos, sus compañeros lo reconocen por su pensamiento estratégico, su carisma y humildad. Obsesivo y detallista, su historia personal está ligada de manera dramática a los días más oscuros de la Argentina.

Eduardo Wado de Pedro nació el 11 de noviembre de 1976, pero también un mes antes de cumplir su primer año de vida. Su papá, Enrique “Quique” de Pedro, estudiaba Derecho y militaba en la Juventud Peronista y Montoneros. Fue asesinado en abril de 1977. Tiempo después, un grupo de tareas encontró la casa de la madre, Lucila Révora, en el barrio porteño de Floresta. Llegaron con bombas y hasta un helicóptero. Un secuestrado habría dicho que en esa casa había 150 mil dólares. La mujer logró acomodar a su bebé de once meses -le decía “Pichu” o “Wado”- en una bañadera para protegerlo del tiroteo. Lucila Révora desapareció aquel 11 de octubre de 1978. Estaba embarazada de su nuevo compañero, Carlos Fassano (presidente del Centro de Estudiantes de Derecho de la UBA), fusilado ese mismo día.

Al bebé lo dejaron en casa de unos vecinos. Más tarde, otros hombres que llegaron en un Falcon verde, se presentaron como sus tíos y se lo llevaron. Nadie sabe por dónde anduvo Wado los siguientes tres meses. La única certeza es que la familia de Lucila, que era de Mercedes, lo buscó desesperadamente. Un tío encontró a un comerciante del barrio con vínculos con Suárez Mason. Después de muchas idas y vueltas, el 13 de enero de 1979, alguien llevó a Wado hasta la catedral de Mercedes. Recién entonces su familia logró recuperarlo. Creció en Mercedes, rodeado de tíos y primos. Él lo cuenta en su perfil de Facebook: “una vida típica de un tranquilo pueblo del interior argentino. Mientras crecía en esa ciudad donde se había criado mi mamá. A medida que pasaban los años, comencé a interesarme cada vez más por la historia de mis padres”.


"A Wado lo conocí en HIJOS. Nos cruza una historia muy particular: mi segundo nombre es Enrique por el papá de Wado: era el responsable político de mi papá. Tenemos una historia común", contó Carlos Charly Pisoni, Subsecretario de Promoción de Derechos Humanos de la Nación, a Infojus Noticias. "Tiene todo lo que tiene que tener un militante: compromiso, compañerismo pero también una formación muy importante. Pudo estudiar, formarse. Algo que no todos los militantes pueden hacer por cuestiones de tiempo", agregó.

Eduardo De Pedro, desde el jueves Secretario General de la Presidencia, es abogado y cursó una Maestría en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés. En los ´90 militó en HIJOS. En la Facultad de Derecho de la UBA también militó en NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas). Participó desde el inicio en la gestación de La Cámpora y del Frente Mercedino para la Victoria. Fue vicepresidente de Aerolíneas Argentinas y diputado. Los que lo conocen aseguran que su figura creció por su visión política estratégica, su capacidad de trabajo y de gestión, pero también, por su carisma y humildad. Dos virtudes que muchos emparentan con la actitud de quienes se han fortalecido en la lucha contra la adversidad.
Wado de corrido

Wado de Pedro habla lento para ganarle a su disfluencia en el habla. Si está tranquilo, no suele trabarse. Cuando algo comienza a incomodarlo, o a ponerlo nervioso, vuelve a trabarse. Néstor Kirchner lo ayudó a vencer el temor de enfrentarse a los micrófonos. Como referente de HIJOS y La Cámpora, lo evitaba.

En una entrevista en televisión le preguntaron por su tartamudez.

–Uno ante situaciones de exposición –dijo- tiene determinados mecanismos que hacen aumentar la tensión en el habla. Científicamente, ahora dicen que es un sistema por el cual uno de los dos hemisferios funciona más rápido que el otro.

–Yo te voy a decir lo que te dijeron en términos porteños –respondió el entrevistador- Ustedes piensan más rápido que los comunes y el problema es que la lengua no trabaja a tanta velocidad.
Esta vez, en lugar de enojarse, como cuando en la escuela alguien se burlaba, De Pedro se rió. Hoy tiene cuentas de Twitter y Facebook. El usuario es “Wadodecorrido”.

La confianza y la contención de sus compañeros le sirvieron de bastón. Cuando en el plenario de La Cámpora de diciembre de 2012 en la ex ESMA, Wado habló ante 2500 militantes y recordó cuando Néstor y Cristina Kirchner recuperaron ese predio, las palabras se acomodaron con fluidez:

–Tenemos que mantener los valores que los 30 mil compañeros dejaron impregnados en estas paredes, que son humildad, solidaridad, compromiso, valentía, militancia, emoción, alegría–dijo sin tartamudear y entre lágrimas, en medio de los cantos y el aliento de los presentes.
Memoria en acción

Quince años separan la jura del jueves en la Casa Rosada y su primera acción de militancia colectiva, en un salón de Tribunales. Otro febrero, pero del año 2000, un grupo de estudiantes de Derecho entró en la sala de Tribunales. Bien vestidos, con carpetas y lapiceras, se acomodaron en el lugar reservado para el público. Astiz había sido citado a declarar por sus declaraciones en una entrevista: “estaba preparado para matar periodistas”.

La sala parecía una foto: nadie se movía. Hasta que entró.

–¡Ahora! –El grito de una chica rompió el silencio.

–¡Genocidas a la cárcel! ¡Asesino! ¡Torturador! ¡Que lo juzguen por lo que hizo, no por lo que dijo! –la siguieron los demás.

En el revuelo, muchos se sacaron las camisas y descubrieron remeras que habían escrito a mano. Decían “cárcel al torturador”. Astiz se mantenía serio, de espaldas al grupo, como si intentara contener la misma ira que asesinó a los padres de esos jóvenes. No aguantó mucho: minutos después, mientras la policía intentaba desalojar a los HIJOS, escapó por una de las puertas de la sala.

Muchos leen ese día como fundacional en la militancia pública de Wado. Según relató Sandra Russo en su libro Fuerza propia, fue quien organizó el escrache. Entonces trabajaba en la Unión de Empleados Judiciales de la Nación (UEJN). Su paso por la militancia sindical dentro del gremio le dio un fuerte respaldo para lo que llegaría años después.


Hijo de la resistencia

El 20 de diciembre de 2001 se bajó de un taxi en Plaza de Mayo para hacer trámites de su trabajo y se enteró: estaban reprimiendo a las Madres. Dejó todo y fue a poner el cuerpo. La policía lo frenó a golpes y lo metió en un patrullero de la Federal. Todavía no había mucha gente en las calles.

–¡Hijo de puta! ¿Te hacés el guapo? Te vamos a matar –le decían mientras lo rozaban con una picana para inmovilizarlo.

Aquel día, Wado pensó que no sobrevivía.

Adentro del patrullero, los golpes continuaron hasta que, de milagro, el móvil policial chocó. Varias personas se acercaron, Wado pidió ayuda.

–Callate, hijo de puta, porque en cuanto lleguemos te vamos a matar –le dijo por lo bajo uno de los policías.

Alguien llegó a escucharlo y llamó a una ambulancia. Lo trasladaron esposado al Hospital Argerich.

–Ojo, con lo que decís, no te hagas el pelotudo –le dijo uno de los policías que lo custodió antes de que lo revisaran.

Uno de los médicos que lo atendió, el doctor Pablo Barbeito, comprendió rápido y llamó a los compañeros de Wado de la Unión de Empleados Judiciales de la Nación (UEJN). Con la ayuda de algunos integrantes del CELS, que también corrieron al lugar, lograron sacarlo.


Detallista y obsesivo

Wado De Pedro concibe la gestión como el modo más desafiante de militar. Fue electo diputado nacional en 2011. Diana Conti, una de sus compañeras en el Congreso, lo recuerda como un hombre detallista: “Revisaba hasta la coma de un texto, era sumamente obsesivo”.“El equipo de Wado fue fundamental para impulsar las leyes de reforma judicial, temas constitucionales y jurídicos. Su punto de vista era siempre era muy ilustrativo de la sapiencia de los temas”, contó la presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales.

Como diputado, tiene un presentismo del 97,75% en la Cámara baja. Faltó a dos votaciones. Marcos Cleri, también diputado y miembro de La Cámpora, dice: “Hacía un trabajo minucioso, responsable. Era muy atento: seguía el trabajo de las comisiones, no sólo en las que él participaba. Acompañaba a las autoridades del bloque, escuchaba a los diputados de las provincias”.

En el Consejo de la Magistratura -juró en noviembre de 2014- jugó un rol estratégico y dejó su huella. Su capacidad de trabajo le valió el reconocimiento de sus pares. Después de conocerse su nombramiento como secretario General de Presidencia, la presidenta del Consejo, Gabriela Vázquez, destacó el rol de De Pedro “en el impulso a la Comisión de Selección de Magistrados, que preside, y demostró un gran compromiso con el buen funcionamiento del Consejo y del Poder Judicial”. El ex presidente del Consejo, Alejandro Sánchez Freytes, también lo elogió, marcó la capacidad de trabajo que mostró en ese espacio, y agregó: “Creo es un enorme desafío que una persona tan joven ocupe ese lugar”.

Una fuente que trabajó hace unos años con él contó a Infojus Noticias: “Más allá de que ahora ocupa un cargo súper ejecutivo, hace mucho que está detrás de la gestión. Es un obsesivo del trabajo, exigente y bravo. A las siete de la mañana te llama para preguntarte si terminaste lo que te pidió a las siete de la tarde del día anterior”. Pragmático, sabe dar órdenes con buen tono. Y si las cosas no salen como esperaba, no levanta la voz: “te llama a un costado, te habla bien y te clava una mirada que te perfora”.


Sin protocolo, con salame mercedino

Nunca le gustaron los protocolos. Y lo dejó claro en el Vaticano, con la comitiva que acompañó a la Presidenta en una de las visitas al Papa Francisco. Wado preparó su jugada. Uno a uno fueron pasando todos para estrecharle la mano al Papa. Cristina, al lado de Francisco, los iba presentando. A su turno, Wado se acercó y saludó sonriente.

–Le traigo saludos del monseñor Jorge Bruno y de Agustín Radrizzani- dijo.

–¿Sólo saludos me traés?- se rió el Papa.

Entonces Wado le ofrendó un salamín traído de su Mercedes natal. Hubo carcajadas. Cristina acompañó la escena, sorprendida por la ocurrencia de uno de sus hombres de confianza.

“Uno de los mejores de nuestra generación”

El jueves, cuando en el Salón Blanco de la Casa Rosada la Presidenta le tomó juramento como Secretario General, decenas de manos levantaron sus celulares para grabarlo. Wado es uno uno de los integrantes del Ejecutivo más jóvenes de la historia y su llegada a ese lugar está cargada de peso simbólico. "Es una alegría muy grande que ocupe ese espacio, porque estuvo apropiado, fue recuperado, se acercó a HIJOS, formó parte del espacio universitario Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y después de la creación de La Cámpora", dijo a Infojus Noticias su compañero de militancia Carlos Charly Pisoni, Subsecretario de Promoción de Derechos Humanos de la Nación. "Wado es uno de los mejores reflejos de nuestra generación. Es como si estuviéramos un poco todos nosotros ahí. Nos emocionamos mucho”, agregó.

"Es la síntesis de la memoria, la lucha y el futuro, que como muchos jóvenes militantes hacen del porvenir un camino de militancia y derechos recuperados", comentó el diputado Héctor Recalde a un periodista de la agencia Télam.

Wado, con los dedos en V, sonreía con sus ojos de galán de cine. Sonrió y saludó a sus compañeros durante toda la ceremonia. Nadie sabe qué rincón del pasado o del futuro pasó por su mente. El fervor que se vivió en el Salón Blanco de la Casa Rosada coronó un día histórico en su incipiente carrera política.

Infojus Noticias