Yo de China no se nada, a mí me importa lo que pasa acá", dijo una periodista en el aquelarre de Intratables, el show televisivo que fascina a la política local. La frase pasó desapercibida entre el griterío, pero fue una contundente expresión de un drama nacional: la tendencia de medios, periodistas y dirigentes políticos a vivir en un frasco.
La falacia de la Argentina "aislada del mundo", creada y difundida por el formidable aparato de propaganda del establishment hoy al servicio de la oposición, contribuyó a que muchos argentinos se convencieran de que "lo que pasa acá" no tiene relación con el drástico rediseño geopolítico que enfrenta el planeta. La operación es simple y efectiva: si somos insignificantes en la mesa de arena global, es obvio que nuestros problemas son autoinflingidos. Porque ¿quién estaría interesado en gravitar sobre un país tan periférico que hasta "se cayó del mapa"?
La cita no es casual, suele escucharse textual en voceros económicos del establishment como Carlos Melconian o Martín Redrado. Por supuesto, ellos saben que lo que dicen es falso, pero ya se sabe: en su negocio –la "consultoría económica"–, muchas veces mentir puede ser más rentable que decir la verdad. Y en este caso, la verdad es que el país y la región no sólo aumentaron su influencia en el escenario global a base de granos, petróleo y otros commodities, sino que se preparan para ser protagonistas centrales del mundo que está por venir.
El pronóstico no corre por cuenta del deseo de este cronista –que lo tiene–, sino de observadores con influencias decisivas en los centros de poder. Uno de ellos: el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos (NIC, por sus siglas en inglés). En su último informe sobre tendencias globales, el organismo pronostica que para el año 2030 acabará la era del dominio occidental, y las potencias regionales como la India, China y Brasil tendrán mucha más influencia geopolítica que las actuales potencias.
El informe, titulado 'Tendencias Globales del 2030: Mundos alternativos' (Global Trends 2030: Alternative Worlds) prescribe que en un futuro cercano Estados Unidos ya no podrá jugar el papel de "policía global", sino que se igualará con las potencias emergentes. En el documento, este retorno a la multipolaridad es comparado con la decadencia que vivenció Gran Bretaña durante el siglo XIX.
La contracara, según el NIC, será el creciente papel de Asia, y en especial de China: "Para 2030 –sostiene el informe– Asia habrá superado a América del Norte y a Europa juntos en términos de poder global, basados en el PBI, el tamaño de la población, el gasto militar, la tecnología y la inversión."
Para el Consejo –cuyos informes, a excepción de esta serie, son confidenciales y para el exclusivo consumo presidencial–, el mayor desafío que afronta el mundo es la gestión eficaz de los recursos. En 15 años, según el NIC, la población aumentará en 1000 millones de personas, incrementando la necesidad de alimentos, agua y energía. El uso de esos insumos se incrementarán un 30%, 40% y 50%, respectivamente. ¿Habrá suficiente para todos?
El NIC no responde esa pregunta, pero advierte que la disputa por garantizar el abastecimiento ya esta provocando efectos transnacionales. Las diferencias de intereses económicos entre China, EE UU y otras potencias explican la extrema volatilidad en el precio de los commodities, el campo de batalla donde se disputa el nuevo mapa del poder global. El informe descarta que las tensiones económicas deriven en conflagraciones bélicas, pero advierte que "ciertos países pequeños o en desarrollo" sufrirán el fuego cruzado en la guerra de influencias.
Argentina, está claro, encaja perfecto en esa descripción. Con 40 millones de habitantes esparcidos sobre un territorio donde cabrían una decena de países de Europa, el país produce alimentos para 400 millones de personas, posee recursos energéticos disponibles suficientes como para garantizar un siglo de autoabastecimiento, con opción de exportar energía por un volumen similar. Las reservas locales de agua dulce, litio y otros minerales de alta demanda inminente están entre las primeras del planeta, y la contaminación ambiental –que convirtieron a los países de Asia en bombas sanitarias– está lejos de ser dramática.
Luego de tres décadas de depredación financiera y despojo neoliberal, el país recuperó su sitial de privilegio como granero global. Pero en un mundo en plena transformación, contentarse con eso implicaría repetir la historia trágica de concentración económica y subdesarrollo que por décadas convirtió al país en un polvorín social.
La reciente consagración de la alianza estratégica con China ofrece la oportunidad de dar el ansiado y postergado salto del crecimiento al desarrollo. Alimentos y recursos naturales por recursos financieros, infraestructura y transferencia de tecnología. Si el abrazo no deriva en abuso, estaríamos frente al célebre win-win que el gigante asiático repite como mantra.
El informe del NIC evidencia que EE UU está al tanto de esa potencialidad. Y es de esperar que no se quedará de brazos cruzados. Salvo, claro, que se proponga resignar la hegemonía que le llevó medio siglo construir.
Tampoco China ofrece un lecho de rosas: son negociantes milenarios que producen el 40% de los bienes que se consumen en el mundo. Además, los argentinos ya aprendimos que, en materia diplomática, no es conveniente acostarse con nadie.
Son días para estar con los ojos abiertos. Revolotean buitres y caranchos, de afuera y de adentro. La dirigencia política, y en especial el gobierno, tiene la misión de evitar que se repita la historia de coloniaje que nos inundó el siglo pasado, y lograr que el país navegue traccionado por los nuevos vientos de la historia.
Pero sería imprudente dejar algo tan importante como el futuro sólo en manos de los dirigentes. Sólo una sociedad atenta, movilizada e informada logrará interpelar a su dirigencia cuando se desvíe del rumbo. Y podrá detectar a tiempo cuando su destino esté siendo arrastrado para satisfacer intereses y ambiciones ajenas.
Pero para que eso ocurra, primero hay que reconocer lo obvio: estamos en el mundo. Y que mucho de lo que llamamos "realidad" es gestado desde los centros de poder donde se disputa el planeta que viene.
Hay que salir del frasco para observarlo.
Ya va siendo hora.