domingo, 8 de febrero de 2015

A PASO redoblado

Por Mario Wainfeld
El jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, y la diputada Elisa Carrió difundieron el sábado 31 de enero su voluntad de competir-converger en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Era cantado que los diarios dominicales abundarían en cobertura sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman. Presentarse en ese marco fue una jugada mediática que arriesgaba a ser criticada por irrumpir en el contexto monotemático de los medios. Se hizo, seguramente, porque la cuenta regresiva corre y apremia.
Clarín zarandeó algo al líder de PRO, con el que tiene una ojeriza más vasta, que ya se aludirá.
La jugada interpela, antes que a nadie, al radicalismo. Hay una fuerza gravitatoria, cree este cronista, que favorece la idea de una fórmula conjunta entre Macri y el senador Ernesto Sanz. La propuesta sería una bandera añeja: una entente no peronista, que llegado el momento puede ser antiperonista. El radicalismo desempeñaría, como furgón de cola del PRO, el rol que le cupo desde el ’45: ser la oferta electoral contraria al justicialismo. La propuesta ideológica, históricamente, fue en espejo. Contra el kirchnerismo nacional popular, el sesgo se corre a derecha o centroderecha, casi por definición.

La Unión Cívica Radical (UCR) está en una encrucijada. El Frente Amplio- Unen (FA-Unen) se deshilacha. Las tres vertientes opositoras competitivas enfilan a ser dos: PRO y el Frente Renovador que conduce el diputado Sergio Massa.
Así las cosas, ir a las PASO contra PRO-Lilita suena a apuesta perdedora, en principio. E ir por la libre, bastante más.
Pensemos en una mesa de arena. Las PASO podrían funcionar con esos participantes (o con más) si mediaran acuerdos para listas de unidad de diputados y senadores nacionales. No es tan exótico, en el papel: es verosímil que el Frente para la Victoria (FpV) ensaye una táctica similar.
Claro que el FpV es una fuerza bastante orgánica... y una sola, con un liderazgo claro y aceptado.
Si se tratara de varias tribus con más caciques, compatibilizar listas para el Congreso, provincia por provincia, sería un quebradero de cabeza. La necesidad lubrica todo pero no es sencillo.
Los correligionarios aspiran a mantener 14 bancas de diputados y 9 de senadores. Misión ardua, en especial en la Cámara alta. Se renuevan allí 24 bancas, de ocho provincias: dos para el primero, una para el segundo. Para conservar sus curules, los boinas blancas deberían como piso ganar en un distrito y sacar segunda minoría en todos los demás. Nada es imposible en las viñas del señor... pero es un bruto número. De cualquier forma, los radicales se juegan la supervivencia a nivel nacional, eso aguza el ingenio y, eventualmente, moldea la ambición.

Son muchos los políticos opositores que repiten “la gente nos pide que nos juntemos”. Es verosímil si se acota algo el significado de la palabra “gente”. Quienes sí se lo piden, exigen y aspiran a imponérselo son los poderes fácticos, con el multimedios a la cabeza. Macri se encabrita (un cachito) ante los reclamos y es entonces cuando recibe rapapolvos.
Massa es la tercera pata de esa mesa. Prodiga gestos de unidad, pero no se define en términos pragmáticos. Cómo hacerlo, qué pasa con los compañeros de la primera o segunda hora, cuál es el reparto de los porotos en las listas.

En el imaginario opositor cunde el ejemplo comparativo: el año 1997, en el que se produjeron el asesinato de José Luis Cabezas y la primera derrota del menemismo en las urnas. Sin adentrarse en simetrías y brutas divergencias, el plano estrictamente político conspira contra hacer atractivo el ejemplo. La Alianza fue una calamidad gobernando. Tanto que el ex presidente Carlos Menem fue el candidato con más votos en la primera vuelta de 2003. Se añade otra consecuencia, más perdurable: a menos dos años de la huida del ex presidente Fernando de la Rúa los distintos candidatos del peronismo juntaron algo así como el 60 por ciento de los votos nacionales. Una tendencia que se mantiene.
Para dirigentes con vocación política es una señal de alerta. Para el establishment, que cuenta con un abanico fungible de candidatos, mucho menos. Las corporaciones no piensan en las revalidaciones democráticas ni gobiernan seduciendo mayorías.
Una pregunta central de la coyuntura es si los dirigentes opositores de mayor talla serán capaces de soportar las presiones que reciben hora tras hora. De momento, no dan esa impresión. Su plataforma tiene un punto único: desplazar al kirchnerismo. Discutir un modelo de país o, así más no fuera, un programa de gobierno atractivo y sustentable está fuera de su radar, hasta el cierre de esta nota.

Marchas y andanzas

Por Mario Wainfeld
Antonio “Jaime” Stiuso fue dispensado del secreto, pongámosle, profesional, mediante una veloz acción del Gobierno. Cuando comparezca ante la fiscal Viviana Fein deberá (debería) hablar sin tapujos, bajo juramento de no mentir ni ser reticente. Stiuso ha pasado de ser un hombre poderoso y opaco a un protagonista citado con asiduidad en la primera plana de los diarios. La muerte del fiscal Alberto Nisman, como otros episodios similares, tiene entre otras repercusiones hacer famosos y comidilla de las tertulias a personas conocidas por pocos. Fein es otra, el servicial informático Diego Lagomarsino, un tercero.
Interrogar como testigo a quien podría ser imputado o procesado es un dilema procesal: puede estar contraindicado. El testigo debe expresar la verdad bajo apercibimiento de incurrir en delito, el indagado puede negarse a declarar en su contra y no está bajo juramento. Tal vez Fein demoraba la citación, reclamada a gritos desde distintos sectores, con esa idea en la cabeza. La revelación de una llamada vía Nextel poco antes de la muerte de Nisman impone el trámite, que deberá extenderse a cualquier persona que se comunicó con él, en esas horas o días.
El superespía es patrocinado por un abogado ducho en esas lides, hábil o hasta taimado. Sacará ventaja de todos los ripios del trámite o los urdirá.
Stiuso mismo es un personaje avezado en mentir, simular, urdir operaciones, generar confusión. Creerle o no, en lo atinente a esa llamada y al hecho de sangre que se investiga, será cuestión de fe. Desde luego, habrá elementos pasibles de ser cotejados con otras evidencias. Las referencias al contenido de la conversación, todo lo indica, quedarán a su merced y control. Si es que se presenta, claro.
Es notorio y fue asumido por Nisman que Stiuso lo asesoraba o llevaba de la mano en todo sobre al expediente referido al atentado contra la sede de la AMIA. Esa rama de la Secretaría de Inteligencia (SI, ex SIDE) a su vez tributaba a la CIA y a la “embajada”. Todos ellos son partidarios de la llamada “pista iraní”.
El oficialismo actuó bien al dispensar del secreto a Stiuso. Claro que esa presencia en Tribunales abrirá otra caja de Pandora. Esa historia mitológica, de momento, funciona más asiduamente que el hilo de Ariadna aludido por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en un reciente discurso.

Fiscales en marcha: Un conjunto de fiscales, que no todos aunque se asevere lo contrario, convocó a una “marcha del silencio” para el 18 de febrero. Es ocioso debatir si es o no “política” o cuestionar ese aspecto. Toda movilización en el espacio público es política y un derecho constitucional. Si se afina el análisis el punto es si es proselitista en términos electorales. No caben dudas: se trata de una movida opositora. Habrá dirigentes políticos que serán de la partida sin llevar estandartes ni cotillón pero esmerándose en “robar cámara”.
Varios de los convocantes tienen escasa legitimidad para hablar en nombre de “la Justicia” (ver páginas 2/3). Carlos Stornelli, de trayectoria política y tribunalicia zigzagueante, podría a su vez dictar un curso sobre investigaciones criminales patéticas. Era ministro de Seguridad en la provincia de Buenos Aires cuando se produjo el trágico accidente que segó las vidas de la familia Pomar. La pesquisa se demoró meses, se nutrió de “carne podrida” entregada a los medios arrojando sospechas perversas contra las víctimas. Se urdieron y divulgaron fábulas varias que las enlodaban. En definitiva, tras semanas de trabajo penoso, el auto se encontró a pocos metros de la ruta que transitaba, estrellado.
Los fiscales expresan una lucha frontal contra el oficialismo, que en buena medida tramita en Comodoro Py. Cuando tanto se habla de Stiuso, a quien se transforma en una especie de superhombre, es bueno recordar que hay un túnel virtual, invisible a los ojos, que comunica la SI con Comodoro Py. En tiempos no tan remotos, sobres frondosos lo transitaban de punto a punto.

La causa es mía, mía, mía: Tal vez la causa Nisman supere la capacidad de trabajo y la aptitud para tratar con los medios de Fein. Está por verse y por ponerse a prueba.
La fiscal estaba a punto de jubilarse y de tomarse vacaciones, desistió de éstas. Las presiones que recibe la abruman y se le nota. Su jefe y convocante a la marcha, el fiscal Ricardo Sáenz, finge arroparla mientras la “conduce”. Alega que el Gobierno quiere desplazarla de su labor pero los movimientos visibles para quitar el expediente del juzgado en que tramitan vienen de otro lado.
El juez federal Luis Rodríguez, como informó ya este diario, aspira a succionar el juicio ligándolo por conexidad con otro que tramita en su juzgado. Es una denuncia por amenazas presentada con anterioridad por la jueza Sandra Arroyo Salgado, ex esposa y madre de las hijas de Nisman.
La táctica es alentada desde varias notas del diario Clarín. Es difícil exagerar el protagonismo del multimedios no como mero ejercicio del periodismo sino como conductor de la oposición política y judicial. Con Rodríguez a cargo del pleito, Clarín jugaría de local.

El recuerdo de Isabel: El discurso de los medios dominantes es atronador y no repara en límites ni en el rigor profesional. El columnista de La Nación Joaquín Morales Solá escribió en dos ocasiones algo así: “En el caso de la AMIA, la Justicia argentina concluyó que fue el gobierno de Irán el que ordenó y financió el devastador crimen”. La afirmación es falsa: los tribunales sólo “concluyen” cuando dictan sentencias definitivas. En la causa AMIA, obstruida desde 1994 por gobiernos anteriores al kirchnerismo y por los servicios, no hay sentencia definitiva ni siquiera una de primera instancia apelada. Nisman pidió que se llamara a indagatoria a ex funcionarios iraníes, que sujetos a la ley argentina y no a los protocolos del Departamento de Estado, son inocentes hasta que se pruebe lo contrario. La citación no se pudo cumplir porque los sospechosos no se presentan e Irán no concede extradiciones. Esto no demuestra que la hipótesis sea incorrecta pero tampoco que esté comprobada.
En la edición de Clarín de ayer, el periodista Alberto Amato desarrolla una tesis que se ha puesto en boga. Compara los últimos tiempos del gobierno de la ex presidenta María Estela Martínez de Perón con el actual. Cristina, en ese relato, “es” Isabelita. El jefe de Gabinete Jorge Capitanich es la nueva versión de José López Rega. La nómina de paralelismos forzados es prolongada. Y no propone una conclusión, explícitamente. Pero una lectura atenta del mismo ejemplar y de todos los de estas semanas habilita una inferencia. A la nota le falta un párrafo final o un desenlace, sugerido en tinta limón. Es una obviedad, pero allá va. A pocos meses de elecciones de recambio presidencial (como hoy día) el gobierno de Isabel fue derrocado para instituir la dictadura más sanguinaria de nuestra historia. Se impuso el terrorismo de Estado y se implementó una política económica antinacional, antipopular y antiobrera. Para la sociedad en su conjunto, fue devastador. Clarín no corrió una suerte similar: en el tramo más brutal, la presidencia de facto de Jorge Rafael Videla, adquirió Papel Prensa. Los vendedores pasaron de la negociación de prepo a la mesa de tortura, en cuestión de días.
La embestida es arrolladora y viene siendo exitosa en el corto plazo. El afán es posiblemente conseguir sacar al Gobierno. Por ahí en una doble acepción.

Tácticas y desafíos: Se sabe: “sacar” en jerga cotidiana es conseguir enardecer al otro, enfurecerlo. El elenco gubernamental acusó el impacto. Las encuestas lo comprueban, más aún el clima de palacio. La conducta de Capitanich, ya comentada en estas columnas, fue más grave que un error: una actitud autoritaria, posible consecuencia de una furia que un dirigente avezado, un profesional al fin, debe saber controlar.
La falta de gestos y palabras hacia las víctimas de la muerte, la familia en particular, es otra carencia. El kirchnerismo tiene un patrimonio acumulado en reivindicar a las víctimas, enaltecerlas, “darles voz”, contenerlas. No se trata de rectificar las críticas al insostenible dictamen de Nisman ni cejar en ese debate. Está en juego un proceder que valoriza a las personas y que mucha gente de a pie espera y valora.
Cuando la plana mayor del PJ discutió un necesario documento de defensa de la Presidenta se analizó la posibilidad de incluir un párrafo alusivo a la familia de Nisman. No “coló”, aunque tenía promotores. Fue más que un error de comunicación: una incongruencia con los mejores principios del oficialismo.

Repasos: Las distintas vertientes opositoras construyen un mito falso: el oficialismo como culpable cuando no ejecutor de un asesinato. Las pruebas materiales sobre la muerte no lo ayudan, la fragilidad del dictamen sobre el memorándum se corrobora día a día. No importa, se sigue azuzando con el afán de convertirlos en los ítem únicos de la agenda cotidiana y los principales de la campaña electoral.
Las gestiones kirchneristas produjeron años de paz social y estabilidad inusuales en la Argentina. Con el aditamento, que se puede considerar o no contradictorio, de una radicalización del verbo político y el conflicto como eje cotidiano del debate.
El kirchnerismo admitió movilizaciones en su contra desde sus albores. Juan Carlos Blumberg fue el adalid de la primera, las entidades agropecuarias organizaron la más lesiva y convocante. En tales casos, el oficialismo cayó en traspiés varios (que abarcan concesiones indebidas) pero jamás apeló a la violencia. Mientras “el campo” cortaba rutas, promovía desabastecimiento y apostrofaba a la Presidenta, la disputa se llevó al Congreso. Hubo, como estrafalaria excepción, un apresamiento del “melli” Alfredo De Angeli, tosco y transmitido en directo por tevé que duró un puñado de horas.
La gravedad de los cargos y su inconsistencia pueden atizar bronca, es uno de sus objetivos. El oficialismo haría bien en tomar nota y no dejarse envolver en la espiral del odio.

Expedientes y campañas: Hay muchas teorías sobre las causas de la muerte de Nisman, ninguna está probada donde debe serlo. El kirchnerismo cree que “le tiraron un muerto” y construye un silogismo político-investigativo: un dictamen falaz que genera el clima, el homicidio a Nisman, a manos de quienes fueron sus aliados.
El razonamiento no es absurdo ni imposible, pero un crimen no se acredita con silogismos. Hacer todo lo accesible para facilitar la investigación es el medio más idóneo. El expediente penal es un universo propio con reglas prefijadas. Para la sociedad y el sistema democrático es necesario que la investigación se preserve dentro de sus fronteras.
La dispensa a Stiuso es una decisión potencialmente funcional a la pesquisa y a la vez riesgosa.
El episodio en torno de un borrador de Nisman permite una deducción no tan trillada. El Ejecutivo no dispone de información propia sobre el expediente: produjo (y sobreactuó) su desmentida en base a declaraciones equivocadas de Fein. En términos institucionales es valioso que el Gobierno no tenga acceso a la causa, en términos comunicativos debe motivarlo a ser cauto cuando la alude.
El escenario anticipa la campaña electoral más feroz de la recuperación democrática, acaso diferente cualitativamente a las anteriores. Eso intuye este cronista, basado en la mirada cotidiana, ojalá se equivoque. Dependerá de la templanza y calidad de los dirigentes políticos de todas las banderías.
Las historias continuarán, vaya si continuarán.

STIUSO Y LAGOMARSINO SERIAN CITADOS POR LA FISCAL FEIN Espía e informático a declarar

 Por Raúl Kollmann
Primero Antonio Horacio “Jaime” Stiuso. Después, Diego Lagomarsino  Todo indica que ambos tendrán que declarar esta semana ante la fiscal Viviana Fein, uno como testigo, el otro como imputado por entregar un arma a una persona como Alberto Nisman que no era legítimo usuario.
Stiuso figura entre las últimas comunicaciones que mantuvo Nisman desde su departamento de Le Parc. Se ve que el ingeniero, como le dicen a Stiuso, pese a haber sido desplazado de la Secretaría de Inteligencia, igual mantenía sus contactos y su influencia sobre Nisman.
Hay un punto de trascendencia y que podría tener que ver con la muerte del fiscal. Uno de los integrantes de la Fiscalía testimonió que Nisman esperaba que le entregaran una serie de escuchas telefónicas con las que se respaldaría la denuncia contra la Presidenta, el canciller y el diputado Andrés Larroque. En las que Nisman aportó no hay ninguna que vincule directamente a la mandataria ni a sus laderos con ningún delito ni con el encubrimiento.
Está claro que buena parte de la denuncia la trabajó Nisman con Stiuso. El fiscal afirmó que hace cuatro años que la venía elaborando y en casi todo ese período –como el propio Nisman lo decía– trabajó codo a codo con el espía. Parece que al final –según el testimonio– le prometieron escuchas para darle alguna fortaleza a lo que Nisman presentó. Pero nada de eso apareció y nadie sabe si esas supuestas escuchas existen.
En los primeros tres días posteriores a la entrega del escrito, la denuncia sufrió sucesivas derrotas:
- El texto fue desmentido por el ex secretario general de Interpol Ronald Noble.
- Hubo un cuestionamiento lapidario del juez Rodolfo Canicoba Corral: “Lo presentado por Nisman tiene escaso o nulo valor probatorio”.
- La AMIA y la DAIA no respaldaron la denuncia y sólo dijeron que querían ver las pruebas.
- Algunos de los juristas más importantes –Raúl Zaffaroni, Julio Mayer y León Arslanian– afirmaron que aún si Nisman probara lo que afirmaba, no habría delito.
- Para colmo, Nisman mencionó a dos supuestos agentes que la SI desmintió que revistaran en esa secretaría y Nisman no aportó ningún elemento que sirviera como evidencia.
El rumor que circula en Tribunales es que esta semana el fiscal Gerardo Pollicita impulsará la denuncia de Nisman. No hacerlo sería una afrenta para la memoria del fiscal, pero aquel domingo, el de la muerte de Nisman, ya el texto estaba en una situación de crisis grave y el fiscal iba a tener que defenderlo al día siguiente en el Congreso. Las escuchas prometidas no aparecieron y es muy probable que sobre eso le pregunten al ingeniero.
A Stiuso también le hablarán de un par de frases clave que aparecen en la causa. Por un lado, en un whatsApp dirigido por Nisman a su ex esposa, el fiscal habla de la denuncia: “No podía no hacerla”. Muchos días antes de conocerse ese mensaje, Página/12 publicó el relato del informático Diego Lagomarsino en su anteúltimo encuentro con Nisman. “Y ese día me llamó la atención una frase de Nisman: ‘Yo esto lo tengo que hacer, no tengo alternativa’”. Como se ve, el fiscal hablaba de una cierta presión para que haga la denuncia.
La otra frase también surge del relato que Lagomarsino transmitió a este diario. Según el informático, Nisman le pidió el arma porque Stiuso le dijo que desconfiara de su custodia y les pusiera seguridad a sus hijas. Lagomarsino repitió una frase muy parecida “Nisman desconfiaba de su custodia y les quería dar seguridad a sus hijas”, pero ya no se la adjudicó a Stiuso. Eso lo escamoteó.
Tal vez esta semana ambos hombres misteriosos contesten algunos de los interrogantes, aunque parece difícil que lo hagan. Los dos esconden muy bien sus cartas.

LAS DOS HIPOTESIS SOBRE POR QUE REGRESO DE ESPAÑA El caso de la vuelta de Nisman

Por Raúl Kollmann
El abrupto regreso de Alberto Nisman a Buenos Aires deja planteadas al menos dos hipótesis. La primera, que el fiscal volvió sorpresivamente, pero que lo tenía pensado desde de fines de diciembre y se lo ocultó a su ex esposa y gran parte de su entorno. La segunda, que tomó la decisión un día antes: “Debí suspender intempestivamente mis vacaciones”, como él mismo escribió.
El trasfondo se relaciona con elementos que ya aparecen en la causa judicial.
Decisión política: El 7 de enero se produjo la matanza en la revista Charlie Hebdo, en París. Los asesinatos crearon una conmoción mundial y la hipótesis es que Nisman o quienes venían trabajando con él, como Jaime Stiuso, decidieron que era el momento político para acusar al Gobierno de algo tan grave como el encubrimiento del terrorismo, en este caso los sospechosos iraníes del atentado contra la AMIA. El WhatsApp de Sandra Arroyo Salgado, dirigido a su ex marido, es impactante: “Está claro que mis prioridades están en otro lugar. Para vos lo más importante es la puja de poder y salir en los diarios, revistas y TV”, le dijo duramente al fiscal. Impresiona que la jueza no haya hablado de que las prioridades de Nisman eran su trabajo o la Justicia, sino la puja por el poder y su aparición en los medios. En cualquier caso tenía lógica el enojo de Arroyo Salgado, porque debió trastrocar sus planes e ir a buscar a la hija de ambos al aeropuerto de Barajas. Pero en esta hipótesis, Nisman volvió sin planificación anterior y porque la denuncia contra el Gobierno le hacía todavía más daño al Ejecutivo porque engarzaba con lo de Charlie Hebdo.
La fiscalía: La otra hipótesis es que Nisman pensaba que lo iban a desplazar de la fiscalía AMIA, en especial de una de las vertientes en las que trabajaba la unidad: la causa por el encubrimiento, es decir las pistas falsas que se sembraron en el caso AMIA. En ese expediente están imputados todos los que presuntamente desviaron la investigación, entre ellos el ex presidente Carlos Menem, el ex juez Juan José Galeano, los fiscales de entonces, los jefes de la SIDE y varios agentes, el comisario Jorge “Fino” Palacios y un grupo de secretarios judiciales. Existía un pedido de que a Nisman se lo apartara de esa parte de la causa. El pedido lo hicieron los familiares de Memoria Activa porque consideraban que Nisman fue parte de aquel equipo de investigación original. El juicio oral por el encubrimiento está previsto que empiece a mitad de año y si a Nisman lo apartaban la acusación se podía volver en su contra e incluso podría apuntar a Jaime Stiuso, porque todos participaron de las investigaciones, aunque no desde el principio. Tal vez Nisman creyó que era un hecho que lo removían y ya a fines de diciembre pensó en volver, presentar la denuncia, lo que lo convertía en una especie de intocable. De acuerdo con esta hipótesis, él sabía desde fin de año que regresaría el 12, pero se lo ocultó a Arroyo Salgado y a casi todos los que lo rodeaban.
En la procuración niegan en forma terminante que existiera el plan de desplazarlo. Es más, cuentan que en diciembre se hicieron casi todos los cambios, algunos de fuerte trascendencia, y sin embargo que no se tocó la Unidad AMIA. “Si se hubiese pensado en un cambio, se habría hecho en diciembre”, afirman desde las oficinas de Alejandra Gils Carbó.
En cualquier caso parece claro que Nisman volvió de forma abrupta y lo hizo para presentar apresuradamente una denuncia muy poco preparada, sin fundamentos y sin siquiera aportar las pruebas más elementales. Resultó todo tan improvisado que la jueza María Romilda Servini de Cubría le contestó que no era para tratar en feria y que no había acompañado las evidencias, y el juez Ariel Lijo sostuvo exactamente lo mismo.

TEXTO COMPLETO DE LA CARTA ABIERTA 18 Entre el texto y la sangre

Un hecho de profunda e inusitada gravedad ha alterado la vida política del país que, en su sustancia última, puede revelar el modo en que los llamados Servicios de Información afectan todas las instancias de la institucionalidad democrática de la Nación, sus estructuras jurídicas y políticas republicanas y el complejo comunicacional globalizado. Servicios de Informaciones, que además, se ligan ostensiblemente –hasta lo que la simple mirada pública puede conjeturar– con las agencias de Inteligencia de los Estados Unidos y sus países asociados. No influyen sólo por el poder de su clandestinidad en la esfera pública, sino porque toda una manera de emplear el lenguaje y los conceptos políticos –en medios de comunicación, círculos financieros, partidos políticos– toma su impulso de la idea de “fuente”, “operación”, “filtración”, “apriete”, “rumor”, “seguimiento”, “pinchadura”, etc. El propio concepto de información recubre todo esto, tanto desde una operación de amígdalas hasta tomar cuerpo humano como indicador de una semiología del terror.
En verdad, gran parte de lo grave que ocurre ya está inscripto en nuestro lenguaje cotidiano y en la lengua comunicacional de la época. Por otro lado, la trama geopolítica de los servicios mundiales, en las radiaciones que emergen del más connotado, la Central de Inteligencia Norteamericana, sus anexos o sucursales en países de todo el mundo, introducen variantes de acción, a veces deliberadamente contradictorias entre sí, poniendo en crisis el clásico concepto de autodeliberación de la ciudadanía y, entre tantas otras cosas, afirmando el “cui buono”, famoso interrogante que falazmente lleva las responsabilidades hacia quienes supuestamente “se benefician” de un crimen. Se dice en los medios relacionados con estas agencias internacionales que, cualquiera sea el resultado de las investigaciones sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman –asesinato, suicidio inducido o suicidio–, ninguno podrá “favorecer al Gobierno pues la gente cree en asesinato”. De tales razonamientos surge la idea de “verdad” de los Servicios de Informaciones. En cambio, lejos de esta noción de verdad construida como la eficacia de un mero efecto, se halla la verdad yacente en las ruinas de la historia, que es preciso develar. Fuimos contemporáneos de atentados que, articulados con fuertes poderes fundados en el secreto de los Estados y sus bóvedas ocultas, eran sumergidos bajo sucesivas capas de operaciones obedientes a la turbia realidad de una época que vive en el abismo de lo indecible de los muertos sin sepultura, los anónimos sacrificados y el sinsentido de las masacres. Si la política prosiguió sus vicisitudes sobre esas superficies agrietadas, es hora de pensar de nuevo el origen de lo público y de la palabra encarnada en la historia y no en el pronóstico de las agencias de asesoría, informaciones y diseño de campañas.
La muerte del fiscal Nisman ha sumido en un extendido estupor a la población, al Gobierno y a todas las fuerzas sociales y políticas. Esta muerte, que es imperativo investigar con rigor y premura, debe ser tomada en primer lugar con un sentimiento de congoja cívica, pues se ensombrece la vida pública a la par que lleva un indefinible dolor a la familia del fallecido. El fiscal condensaba las maniobras completas de los servicios secretos mundiales de un modo que para él se tornaba insoportable, con situaciones que tal vez lo consternaban, que irían a superarlo y a encerrarlo en el enredo de complejísimas claves nunca descifradas. El particular dramatismo que tiene esta muerte, pues sus autores no son conocidos ni es posible descartar un suicidio, agrava el sentimiento de incertidumbre y miedo que desata, y por consiguiente los errores políticos que se manifiestan al interpretarlo. El fiscal Nisman iba a presentarse a ampliar su inusitada denuncia por “encubrimiento”, en una comisión del Congreso, contra la Presidenta de la República, a la que atribuía la participación en un supuesto “plan criminal”, expresión que ya se utilizara en el Juicio a las Juntas en la época de Alfonsín, increíble acusación que trasponía un hecho en otro totalmente heterogéneo y contrario, que el vocabulario del republicano esencial –figura que, podemos imaginar, vive en la conciencia de todo fiscal– por razones obvias, nunca debió haber permitido.
Hubo textos y sangre. Todo ello abarcó los capítulos que siguieron al extraño e incongruente escrito de Nisman; el aluvión comunicacional afín al relato policial en todos sus géneros y la extraña foto que él mismo envía con sus folios y marcadores. Estos hechos obligan a la lectura y a la relectura de textos e imágenes, porque son las escrituras de la culpa y de la sangre. Descifrar correctamente equivale a restañar el horizonte democrático herido. Por la importancia del tema –es una muerte política, pues si nadie puede morir la muerte de otro y toda muerte es un gemido callado de la humanidad, ésta, como muchas otras, llevaba un indescifrado mensaje–, su muerte, decimos, ha sido interpretada con una catarata de opiniones que inspiraban sus fundamentos en especulaciones nómades y en general basadas en las posiciones previas, que con mayores o menores matices de prejuicio, ya estaban presentes en cada enfoque o estocada que se le enviaba a diario al Gobierno en los períodos previos a la muerte del fiscal. La atroz simplificación a la que está sometida la vida política argentina creyó encontrar en este abominable hecho la piedra filosofal de la enajenación final del Gobierno. Pero las cosas no son ni nunca fueron tan simples. Quienes suponían que el informe Nisman –asombrosamente desprolijo, con huellas de inédita improvisación y carencia de pruebas sustituidas por rápidas conjeturas de cuño folletinesco–, iba a demostrar una verdad contundente contra el gobierno –el denominado “encubrimiento” de la Presidenta y el canciller sobre la responsabilidad de Irán en el atentado a la AMIA–, de inmediato lanzaron la hipótesis de un asesinato, y como en las peores intrigas teatrales imaginaron a la Presidenta dando órdenes letales en la oscuridad de su despacho.
Imágenes parecidas a ésta surgieron con fuerza en las escuálidas marchas que se hicieron al otro día de la muerte que paralizó al país. Eran mostradas con insistente deleite por los medios de comunicación, que comenzaron así su tarea en este nuevo tema de peligrosísimas implicancias. Lo principal estaba dicho en esos rústicos carteles callejeros, que núcleos específicos de personas mostraban en Plaza de Mayo con irresponsabilidad vertiginosa, basados como siempre en estipuladas injurias, inspiradas en una matemática cruel: gobierno, igual a homicidio, igual a terror, igual a la República deshonrada, igual a sangre. Estas ecuaciones que surgen de los suburbios de las conciencias más extraviadas, se sacan del manual de estilo oficial de la época, que puede abarcar tanto al taxista como al especialista en ciencias políticas. Es el que está escrito por los Servicios de Informaciones de la globalización, con sus best-sellers sobre las hecatombes a las que conducirían los gobiernos atípicos –como ahora el de Grecia– por estar al margen del recetario de dominios ostensibles que se quieren imponer, como si la muerte de Nisman fuera un terremoto ordenado por dioses de las tinieblas, que el orden comunicacional mundial –incluidos los medios principales de Estados Unidos o de España– ya tiene catalogado como un tema donde debe intervenir alguna “Comisión Internacional” para que nos salve de una tiranía. Como todo crimen espectacular en el seno de una gran tensión histórica (la geopolítica mundial, los atentados a las instituciones judías, cuya extrema trascendencia permanecía latente, con tropiezos en su esclarecimiento que son responsabilidad de muchos), ha desatado un nudo terrible y soterrado, del cual sale toda clase de voces, desde las más juiciosas a las más insensatas, pero cada una con su efusión característica, rechazando ver lo evidente en nombre de la fantasmagoría que como antecedente cada uno adoptó en su conciencia. Eligen ser cautivos de lo lúgubre. ¡Qué fácil se asocia a la máxima autoridad del país a un asesinato! Sin embargo, hubiera sido y sigue siendo más fácil indagar la multiplicidad de textos que este inaudito episodio ha generado.
Pero los pergaminos donde están escritas las equivalencias como las que mencionamos –los primeros textos: la Presidenta es la responsable–, son carteles que alguien escribe y que la televisión de masas enfoca con deleite visual. Quedaba lanzada esta hipótesis con octavillas rústicas, en plena Plaza de Mayo, por ciudadanos anónimos, imaginemos que tomados por las facilidades que todo el mundo tiene derecho a concederse a sí mismo para desatar sus más infaustas entelequias. La hipótesis era viciada e indigna. Pero esencial para los que después debían mellarla, esculpirla, darle textos extraídos del moralismo de sacristanes que escriben por metro cuadrado la égloga de desestabilización, el padrenuestro de la república mancillada que exige cruzadas urgentes de purificación y el llanto narcisista del poeta de la redención fúnebre. Estaba pendiente la tarea de construir el texto que rodease, puliese, le diera esmeril adecuado a la ecuación que era la matriz generadora de todo lo que se iba a decir de manera cifrada. Cientos de escritos sudorosos de respetabilidad y señorío, avizorando lo que tan contundente y lamentablemente vio el médico de la prepaga –ese drama lamentable que nos atraviesa a todos en la forma de un charco de sangre– se dispusieron a atribuirle autor y darle responsabilidades inapelables en las toscas pancartas, por eso mismo absurdamente creíbles por el sector de la población más desprotegido de conciencia crítica. Está bien: no otra cosa que la responsabilidad es lo que se discute en la Argentina. El justo texto de la trágica sangre derramada. Y siempre fue así. Las tesis sobre la responsabilidad institucional no deben obnubilar la reflexión sobre la responsabilidad de la compleja lengua social del vituperio que hoy se habla, la degradación ostensible del lenguaje público en los medios informativos de masas, el montaje espurio de imágenes, y el nivel elevado de lógicas conspirativas y acciones secretas con que se manejan los órdenes empresariales, financieros, comunicacionales y políticos.

II

De la sangre a los textos hubo que recorrer un camino. El relleno irresponsable de los signos directos de la culpa estaría a cargo de experimentados libretistas, quienes debían invocar con sacrosanta rutina a las mafias gubernamentales, a la pérdida de la república, al insoportable vilipendio de las instituciones, a la asfixia dictatorial que se estaba viviendo, a la indiferencia ética hacia una muerte, a comportamientos insensibles frente a un posible asesinato, a la Constitución arrojada al sumidero público, todo lo cual, sumado al desprecio insólito hacia un discurso presidencial que anunció una fundamental medida, muchas veces reclamada sobre la disolución y reemplazo democrático de los servicios de Inteligencia, remataba en el habitual anuncio de “descomposición” final de las instituciones. En él militaban desde los que veían un colmillo siniestro asomar desde la Casa Rosada hasta los que, aparentemente indulgentes, descartaban responsabilidades directas pero acusaban de haberse creado climas, desatendido custodias, ser ineficientes en cuidar el barrio con más cámaras de seguridad en Buenos Aires, hacer una subrepticia filmación de la llegada del fiscal a Ezeiza, o de pronunciar frases inadecuadas ante el muerto. Los oscuros pájaros de la noche salían de madrugada desde Balcarce 50 y sacudían la conciencia puntillosa de la moralina republicana impartida por los evangelios de las redes, que vigilan tanto para que nos descalcemos en los aeropuertos ante visores automáticos, como se escandalizan por hábito, en el caso de la supuesta persecución de un periodista que enseguida proclamó ufano que aumentaron en varios miles sus seguidores de Facebook.
Lanzada la magna denuncia, se estaba completando ahora lo que llamamos una acusación de “manera cifrada”. El implícito era el de un asesinato oficial, de tinte mussoliniano –se recordó el caso Matteoti–, pero en el reino de la insinuación convivía tanto el autoerigido fiscal de la República que demolía todo en unas cuartillas, como el improvisado que se tomaba el trabajo de elaborar su desprecio desde las alturas de los tejidos impolutos del gorro frigio, emblema que les sirve hoy para ennoblecerse a muchos de los mismos que en el ayer no tan lejano cometieron contra él todo tipo de infidelidades y delitos. Con estas horas infinitas de comentarismo televisivo y artículos del tribuno rescatista de instituciones vejadas, se generaba el giro de deslegitimación y deshonra progresiva de un gobierno, que simultáneamente sigue luchando para detener el ataque de las sempiternas triquiñuelas que los fondos buitre siguen elaborando en sus especializados despachos punitivos contra países que ni siquiera han balbuceado palabras anticapitalistas, sino que se oponen simplemente a la rapiña internacional.
En el momento más lóbrego del periodismo nacional, se escriben artículos con los mil vericuetos que tiene este doloroso caso de muerte, y se analizan pequeñas incidencias con estridentes epítetos, despreciando una a una, sobre todo la más trascendental de las medidas del Gobierno –el más afectado por el hecho–. Así, se dan el lujo de declarar su pánico en medio de cócteles de regocijo, y sentirse hostigados por escribir lo que nadie les impide escribir, sin dejar de declarar que viven en una feroz dictadura mientras analizan el discurso de la Presidenta como parte de un ilógico bestiario. Entonces, la medida que disuelve un odioso organismo de control social es vista como un acto tardío, una decisión que cambiará un Servicio de Inteligencia por otro, una astucia que le entregará al Ejército la vigilancia de los ciudadanos. Actúan con la puntillosidad sarcástica de gramáticos inquisitoriales, mientras pasan por alto la metáfora bradenista que sobrevuela al país. ¿No saben ver al embajador norteamericano respaldando directamente el funeral de Alberto Nisman, mientras son pisoteadas las flores que envía la representante del Ministerio Público? Es el espectro redivivo de Braden, que toma partido con los textos Wikileaks en una mano y en la otra con unas condolencias enviadas por esa embajada a la jefa de Fiscales de la Nación, condolencias que no salen seguramente de un alma doliente, pues siendo un gesto diplomático, no necesariamente trasunta lo que piden los rigoristas del llanto, al no distinguir la compleja relación entre el rito y la conciencia última del dolor.
Había épocas en que existían palabras fáciles para denominar estos hechos. Pero en la era del Wikileaks, crónica dantesca de los rollos monásticos que escriben en secreto los copistas aplicados de los nuevos Imperios que redactan el estado del mundo, el alma indignada del buen republicano –olvidando lo que es verdaderamente una República, desde Maquiavelo hasta los brigadistas españoles–, piensa que esas palabras secretas ahora develadas vienen de un teletipo olvidado en la Primera Guerra Mundial, en vez de ser los criptogramas que luego podrán decir a cuáles puntos específicos de la geografía mundial se lanzarán fuegos, misiles y aviones no tripulados, no precisamente con condolencias hacia su séquito de sacrificados. Con razón, a muchos les gusta la cortesía y el ritual; se entusiasman pues con la crítica sobre un eludido pésame a Nisman, cuando en verdad todo el discurso de la Presidenta fue un pésame bajo la forma de un reconocible lamento, que incluso se percibe en las ironías persistentes que están inscriptas en el carácter de su oratoria, y que sería bueno ver como síntomas de preocupación antes que de desdén. Se cierra así la forma “cifrada” o “encriptada” de la desestabilización, o llamémosla mejor para no agravar aún más las cosas, la “metodología de la deslegitimación”, que ocupa a los opinadores de la derecha tradicional, de las derechas nuevas, y de las izquierdas que en otro momento no hubieran regalado tantas porciones de su conciencia a la moralina acrítica de la pequeña burguesía lacerando sus vestiduras. Ignoran que hay un cripto-Estado que viene de lejos y que, de una manera sobredeterminada, se dieron ahora las posibilidades de revisarlo y sacarlo a luz. La nívea camisolina de los republicanos de orfeón y monopolio no lo cree. Dice que a la vieja Secretaría de Inteligencia le va a seguir otra institución igual. En vez de analizar este estratégico problema, se distraen en chicanas como que “ahora es tarde”. ¿Pero hay fechas para los cambios sustanciales? Nadie señaló con el dedo el calendario y dijo “1789, Revolución Francesa”. Se trata ahora de que una nueva sección del Estado de esta índole, problemática en sí misma, no repita el pensamiento de socavón que reinaba en la anterior, poniéndonos todos a discutir con más precisión los alcances de sus funciones.

III

Lanzada la acusación asombrosa de que un crimen anidaba en el Gobierno por parte de la cartelería callejera y los mensajes anónimos, restaba la tarea metódica y “presentable” de seguir agitando las aguas con mayor dosificación, y ayer protestar porque la Presidenta habló en silla de ruedas –¿victimizándose?–, hoy porque Clarín demostró que existían los signos de interrogación de la palabra suicidio, mañana porque el diálogo de madrugada con la ministra de Seguridad pareció artificioso, pasado mañana porque los viciosos Servicios disueltos se van a reconstituir con jóvenes endemoniados que condenarían con tuits letales a sus opositores, y en breve, en un tiempo cercano nomás, los salvadores de la República podrían reconocer en su inconsciente colectivo que todo se parece a los textos de los Servicios del pasado, que en nada solían disgustarles en su llamado moralizante, en nombre de los cuales se dieron todos los golpes de Estado en este país. Muchos despiertan cada día pensando que deben terminar con este gobierno utilizando una terminología agraviante que no parece molestarles a los numerosos teóricos políticos que usan los púlpitos de las nuevas éticas republicanas. A propósito, debemos decir que el concepto de República perdida no está ausente de nuestro diccionario, esa que Alfonsín consideró dignamente que había que recuperar luego del terrorismo de Estado del período anterior. ¿Pero es ahora este complejo período histórico que juzgó como ningún otro, salvo el del propio Alfonsín, a las Juntas Militares, el que vendría súbitamente a parecérseles? ¡Fallan estas matemáticas que se aconsejan con tan extravagantes similitudes! Podrían leer los libros de historia del general Mitre, lejano fundador (o mejor, adquiriente) de un antiguo periódico, para percibir que jamás se da el lujo de trazar semejantes comparaciones. Podía no respetar a Bolívar; podía molestarse por testimonios de la historia que no coincidían con su voluntad de agrupar los hechos con trazos demasiado rápidos, podrían incomodarlo ciertos documentos, que entonces eran relegados, pero su escuela al fin y al cabo era la del documento histórico, y por lo tanto, para el historiador y el periodista, todo llevaba al mundo de la prueba y no necesariamente a “la construcción de la noticia”.
No tenemos eso ahora. Estas minucias detectivescas del evangelio universal de la erosión política, de los alquimistas del ácido sulfúrico en donde sumergen todo hecho político para verlos ya consumados en su forma más macabra, son los golpes sintácticos en miniatura que están dando, el “golpe cifrado” que se monta en los expeditivos gritos de plaza pública que desean ya la guillotina, mientras quedan irresueltas las viejas corrientes subterráneas de los padecimientos y reales débitos del Estado. Protestan para pedir celeridad por algo en lo que ellos mismos tienen real responsabilidad por su demora. El esclarecimiento efectivo de los atentados a la AMIA y la Embajada de Israel es el timbre estridente que toca a las puertas de la sociedad argentina. Ello habrá de hacerse a pesar de la acción de fuerzas de Inteligencias internacionales, del papel de la Embajada norteamericana, de la compleja situación de un mundo inestable sometido a acciones brutales de todo tipo, sobre las que el país siempre tuvo una actitud de repudio efectivo, fundada en su tradición humanística (la única que daría sustento a un republicanismo en serio). El modo de pensar de los Servicios de Informaciones –poner la culpa de una muerte en quienes menos deseaban esa muerte, esencialmente porque no tienen a la muerte como forma de la política–, se ha extendido peligrosamente por el país. Es necesario que los ciudadanos cobren conciencia de ello y sepan defender la democracia viva y no las formas de vigilancia colectiva que se presentan con ropaje democrático.
Frente a la denuncia del fiscal, se requiere iluminar, por encima de oscuras acusaciones que, alejadas completamente del rigor que se exige a los escritos judiciales, son legitimadas con liviandad por un sector del Poder Judicial, más interesado en jugar un rol importante en la mecánica destituyente, que en el objeto natural de su función: Perseguir Justicia.
Un hilo de plata de fulgor oscuro une los acontecimientos en torno de la Resolución 125 y estos hechos recientes. Los primeros, con su efusión desestabilizadora, traían la realidad de una inesperada mutancia social en la mentalidad de los sectores agrarios, tomados entre las nuevas tecnologías, la Bolsa de Chicago, el televisado “paro histórico” de un Grito de Alcorta al revés, y la aceptación acrítica de los métodos de siembra transgénicos. Estos otros trágicos eventos de ahora, son una lúgubre manifestación de los pensamientos encriptados, los códigos de desciframiento por parte de especialistas en manipulaciones colectivas, manifestación de poderes que se disponen ante criptografías asesinas o creación de escenarios donde cada persona es un signo, no de carácter humanístico, sino útil para un aviso mafioso. Todo eso quiso evitarse al acelerar la investigación de los atentados con la Embajada de Israel y la AMIA. Muchos hemos discutido en un sentido u otro el memorándum con Irán. Era una pieza dificultosa de la diplomacia argentina, por el carácter de aquel gobierno, pero no se trataba de pactar con sus gobernantes sino de buscar pruebas. Eran decisiones difíciles y quizá desaconsejables, que sin embargo Estados Unidos tomó después, al conjuro de sus cambiantes posiciones sobre su interpretación del marco mundial según sus intereses de cada momento. Ellos pueden hacerlo. Pero la Argentina hasta tiene dificultades para cambiar sus códigos de procedimiento judiciales, para democratizarlos. (Léase: para evitar que otras esferas, judiciales o comunicacionales, hablen el lenguaje de los Servicios de Informaciones.)
Argentina no tiene esa propensión, ese poderío ni esos intereses. Sólo quería y sigue queriendo esclarecer un horrendo crimen de lesa humanidad, como ya ha esclarecido otros cometidos por una configuración terrorista de su propio Estado. La propia comunidad judía aceptó primero, con lógicas prevenciones, estos difíciles pasos, antes de derechizarse a través de sus dirigentes oficiales, completamente inducidos por el imperio de los influjos llegados de la actual lógica de guerras mundiales segmentadas, por lo que ahora es necesario que los ciudadanos argentinos de origen judío se levanten ante este cerco arbitrario que se le tiende al gobierno argentino, invocando las grandes tradiciones humanísticas del judaísmo. En ese sentido, rechazar las tramas de prejuicios teológicos-raciales-políticos que dominan la vida contemporánea (obra de los “servicios” de todo tipo, entidades míticas que yacen en el interior de los Medios Comunicacionales, los Estados y de nuestras propias conversaciones casuales), es una obra de las nuevas políticas munidas de éticas de izquierda, inspiradas en grandes reformas jurídicas, en un nuevo respeto a la naturaleza, en legados democrático-populares y nacional-institucionales, que sin duda forjarán nuevos frentes sociales que cambien las formas del miedo por una actualidad de compromiso con las críticas necesarias al dominio del virulento control global sobre economías, ideas y cuerpos. Combatir la islamofobia, la judeofobia, la laicofobia no se hace viendo la historia como un encadenamiento rígido de eslabones ya forjados. Alguien puede suicidarse o no, estando en el centro de la escena, no porque la geopolítica mundial vaya para tal o cual lado. Pero una muerte como la que hoy lamentamos obliga a refinar ideas y pensarse también a sí mismos antes de elegir los fáciles anatemas del costumbrismo nacional.
* Texto aprobado en la Asamblea realizada el sábado 7 de febrero de 2015.

PLEE Y MOLDES, ORGANIZADORES DE LA MARCHA DEL 18, FUERON CUESTIONADOS JUSTAMENTE EN LA CAUSA AMIA Los fiscales que no trabajan de fiscales



Por Martín Granovsky
En la Argentina los fiscales no dirigen las investigaciones judiciales como en los Estados Unidos. Pero la muerte de Alberto Nisman puso a unos en el primer plano de la discusión política y concedió a un grupo de veteranos del menemismo la fantasía de crear al mismo tiempo una corporación y un espíritu de cuerpo. El más audaz resultó ser el fiscal ante la Cámara Federal porteña Germán Moldes, que ayer anunció la existencia de un delito sin denunciarlo. “A mí me tocó vivir una época de miedo y veo que algunas de las características de esa época, donde la gente se tiraba muertos por la cabeza todos los días, está lamentablemente volviendo”, dijo a Radio América. Fue su forma de explicar que la marcha convocada por su grupo para el 18 de marzo será en busca de “protección”.
Moldes fechó esa época. Dijo que hablaba de lo que ocurría “a mediados de los ’70”. Sin embargo, no dio detalles de quién tira muertos ahora. Como la marcha es en homenaje a Nisman, puede suponerse que para Moldes Nisman es uno de los muertos tirados. Es como si él hubiera cambiado la carátula puesta por la fiscal Viviana Fein y la muerte ya no fuera dudosa. Los funcionarios judiciales no tienen el derecho sino la obligación de denunciar un presunto delito y violan la ley si no lo hacen.
La actitud de la jueza Sandra Arroyo Salgado, ex esposa de Nisman, tuvo otro fundamento. Estableció por qué quería ser querellante: en nombre de las hijas que tuvo con Nisman. El intendente de Tigre Sergio Massa no consiguió ser querellante porque la Justicia no comprendió en nombre de quién lo hacía.
Moldes hizo un acto raro en él. Apareció en público. No había estado el viernes para la foto en la convocatoria para la marcha que realizaron el fiscal Guillermo Marijuán (“la marcha no es contra nadie”) y sus colegas Carlos Stornelli, Carlos Rívolo, José María Campagnoli, Ricardo Saénz y el fiscal general número dos ante la Casación Raúl Plee.
Sáenz no rehúye las fotos y tiene pertenencia gremial. Es vicepresidente de la Asociación de Magistrados que pilotea Ricardo Recondo, juez de la Cámara Civil y Comercial. Pero el líder del movimiento es Moldes, que junto con Plee forma parte de los fiscales más cuestionados en distintos tramos de la Causa AMIA.
La trama de la Causa Amia cruza como ninguna otra a los servicios de inteligencia, oficiales de policía como Jorge “El Fino” Palacios, jueces y fiscales. Dos de los convocantes públicos de la marcha de silencio del 18, Plee y Moldes, fueron protagonistas destacado de los capítulos menos luminosos. El 19 de junio de 2013 Página/12 publicó una columna de opinión de Paula Litvachky, directora de Justicia y Seguridad del Centro de Estudios Legales y Sociales. Tenía como título “Yo no acuso” y con el juego de palabras que invertía el “Yo acuso” de Emile Zola la autora se refería no a ella misma sino a los fiscales que debían haber actuado y no lo hicieron. Escribía Litvachky que la audiencia realizada por “la Sala II de la Cámara de Casación para analizar la responsabilidad penal del ex juez Juan José Galeano se llevó a cabo con más de seis años de demora por orden de la Corte Suprema”. Opinó la abogada del CELS que “esta decisión dio la razón a la querella de Memoria Activa acerca de la desidia de algunos funcionarios judiciales y los intereses subterráneos de otros”. Un ejemplo: “Sin explicación, el fiscal de casación Raúl Plee dejó de impulsar la causa y la Cámara se resistió a fijar audiencia hasta que quedó en evidencia. Ayer, el fiscal Plee volvió a estar ausente”.
Otro de los fiscales, el activo pero discreto Moldes, también aparece en la columna de Litvachky que reivindica a los querellantes de Memoria Activa. En el expediente que tramita el juez Ariel Lijo, “ante el sobreseimiento de un grupo de imputados la querella apeló la decisión pero fue nuevamente abandonada por los fiscales”. Afirmó Litvachky que “quien debía impulsar la acción consintió el sobreseimiento sin diferenciar situaciones” y señaló que como jefe de la Unidad Amia Nisman “sostuvo que el fiscal de Cámara Germán Moldes dio la orden de no apelar porque compartía los fundamentos del juez”. Según Litvachky, Nisman explicó que no había apelado porque “carecía de autorización para hacerlo por su cuenta” ya que el fiscal natural de la causa era Moldes.

El cambio que viene

Hasta ahora, al menos, los fiscales no eran una corporación. Ni siquiera un colectivo. Los fiscales, al revés de los jueces, no tienen espíritu de cuerpo. ¿Será que ahora algunos de ellos quieren crear un cuerpo para ponerle la impronta de su espíritu? ¿O será que disputan la cabeza de un cuerpo que políticamente existirá cuando se aplique el nuevo Código Procesal Penal?
La realidad no solo arrojó dos novedades impactantes como una denuncia del fiscal Nisman y su muerte unos días después. Antes, 2014 había terminado con el nuevo Código Procesal Penal sancionado por el Congreso y promulgado por el Poder Ejecutivo. ¿Esa perspectiva habrá servido de motivación para ocupar espacios políticos de antemano? Más allá de lo que venga, la verdad es que hoy el actual Código Procesal Penal define que el juez es quien inicia la instrucción. Eventualmente delega esa instrucción en el fiscal y puede recuperarla cuando lo disponga. Inclusive el Código Procesal Penal vigente desde 1991 cambió el carácter inquisidor y desdobló el proceso penal en dos, una parte de instrucción y otra de elevación a juicio donde un tribunal a través de oralidad establece y determina la responsabilidad de cada uno. El papel del fiscal, cuando el juez se lo delega, es cumplir con la Enmienda Miranda de los Estados Unidos, para evitar que el juez o el fiscal prejuzguen sobre un hecho, lo conviertan en delito o le quiten su aspecto delictivo y luego adecúen el resto del proceso penal a ese interés previo.
En 2016, previa ley de implementación, habrá nuevas designaciones, nuevas estructuras y nuevas partidas presupuestarias cuando comience a regir el nuevo Código Procesal Penal promulgado en 2014. La discusión no es el espíritu de la Enmienda Miranda, que nadie critica, al menos en público, sino la administración concreta de los nuevos protocolos de actuación.
La cabeza del Poder Judicial es la Corte Suprema, hoy con Ricardo Lorenzetti de presidente. La defensora general es Stella Maris Martínez. La procuradora, elegida en 2012 a propuesta de Cristina Fernández de Kirchner con acuerdo del Senado, es Alejandra Gils Carbó.
Tanto Martínez como Gils Carbó son vocales de la comisión directiva de Justicia Legítima, una asociación que además de jueces como su presidenta María Laura Garrigós de Rébori o el juez de Casación Penal Alejandro Slokar nuclea a muchos fiscales. Entre ellos figuran Félix Crous, Jorge Auat, Javier De Luca , el fiscal general y jefe de la unidad de asistencia para causas por violaciones a los derechos humanos Alejandro Alagia y Julián Axat, director de Atajo, sigla de Agencias Territoriales de Acceso a la Justicia, un organismo de la Procuración con presencia en las villas. En la misión de Justicia Legítima que puede leerse en su web figuran la promoción de “un sistema de justicia más plural e independiente, tanto de los otros poderes del Estado como de los poderes fácticos” y el fomento de la transparencia tanto en los procesos de decisión de los jueces como en el ingreso y la promoción del servicio de justicia. También hay lugar para el Ministerio Público. Dice: “Promover la autonomía de la defensa pública y del Ministerio Público Fiscal en todas las jurisdicciones del país”.

El Grupo Moldes

Si la ley de implementación del nuevo Código Procesal sale a tiempo cambiará el fuero penal porque los fiscales serán el brazo impulsor de los procesos. Cada fiscal, según la Constitución, goza de “inmunidades funcionales e intangibilidad de remuneraciones”. Cada fiscal hace hoy su trabajo y lo hará con mayor amplitud cuando impere el nuevo régimen. Uno de los fenómenos contradictorios de este nuevo fenómeno es que los fiscales que convocan a la marcha del 18 parecen buscar una presencia corporativa pero no procuran actuar en equipo en las causas donde intervienen. ¿Fiscalías feudalizadas y simultáneamente política en grupo para influir dentro y fuera del Ministerio Público Fiscal? ¿Será ése el modelo buscado por el Grupo Moldes? Si eso es así, podrían profundizarse las rispideces con la línea institucional que impulsa la procuradora, basada en unidades institucionales como las de lesa humanidad, criminalidad económica, trata, género y narcocriminalidad, un mayor trabajo en equipo y coordinación con las provincias. “Sin ese criterio hubiera sido imposible detener a jefes policiales vinculados con delitos de narcotráfico en Córdoba y Santa Fe”, suele argumentar Gils Carbó, que acostumbra mostrarse preocupada por una sociedad a la que observa inerme si los fiscales trabajan sin apoyo y control mutuos.
El caso de la fiscal Viviana Fein, en los últimos días, abrió un dilema. Está a cargo de investigar una muerte de alta conmoción internacional como la de Nisman pero prefirió trabajar sola y con su equipo de siempre. A su vez la Procuración ofreció personal pero no quiso insistir para no despertar ni una remota sospecha de presión sobre Fein. Es una encerrona. Si por no ampliar el equipo Fein no diera abasto, la causa por muerte dudosa de Nisman podría tener una dinámica más lenta de la esperable. Y si el equipo llegase a ser más grande la Procuración podría ser acusada de intervencionista por el estereotipo que presenta a Gils Carbó como una torre dentro de las piezas que mueve el ajedrez presidencial.
Las distintas partes en juego experimentaron un ejemplo pequeño de la encerrona durante la última semana cuando Fein dio –involuntariamente– información equivocada a la Procuración sobre los ya famosos borradores hallados en el cesto de basura de Nisman. Los papeles estrujados en el tacho contenían órdenes de comenzar un proceso que llevara a la detención de la Presidenta y del canciller Héctor Timerman. De todos modos, Fein no rompe con ningún protocolo cuando habla en público: es su investigación y hasta los errores están dentro de su derecho. La novedad es la irrupción de Moldes con su rebelión contra la Ley Orgánica del Ministerio Público por haber actuado sin denuncia concreta a pesar de que explicitó que alguien está cometiendo delitos como el de “tirar muertos”.

› COMO SIGUE LA INVESTIGACION DE LA MUERTE DE NISMAN. UNA SEMANA CLAVE PARA LAS MEDIDAS DE PRUEBA Los peritos que faltaban

Por Raúl Kollmann
“En la muerte del doctor Nisman no hubo intervención de terceras personas”, es la conclusión central de la autopsia según el texto elaborado por los médicos forenses. Pero a pesar de que ninguno de los peritajes o pruebas disponibles en el expediente consiguieron poner en crisis esa afirmación, la causa aparece empantanada en torno de las pericias y medidas de prueba todavía en marcha, y a los ruidos producidos tanto por los intentos de sacar rédito político de la muerte del fiscal como por la instalación mediática de falsas polémicas y extraños personajes que enturbiaron el normal desarrollo de la investigación.
En los próximos días se buscará conmover el encuadre que desde el principio mantiene la fiscal Viviana Fein: en la causa judicial, al menos hasta ahora, todo indica que Nisman se disparó a sí mismo. Los peritos designados por la ex esposa del fiscal, la jueza Sandra Arroyo Salgado, podrían empezar a cuestionar la autopsia. Sus argumentos giran alrededor de que “es poco exhaustiva”, que el balazo fue arriba de la oreja, algo poco habitual en suicidas, y otras objeciones de esa naturaleza. Los peritos de la querella también estudian desde el viernes las fotos que muestran el cuerpo de Nisman tirado en el baño de su departamento y, a partir de mañana, se hace en Salta la contraprueba del barrido electrónico en la mano del fiscal, en el que no aparecieron rastros del fulminante.
Esta semana también declarará el ex jefe de Inteligencia, Antonio “Jaime” Stiuso, tras la detección de llamadas con el fiscal, el día anterior a su muerte. Y, además, con la presencia del perito Gustavo Pressman –en nombre de Arroyo Salgado– se hará una copia espejo de los archivos de los celulares y las computadoras de Nisman, lo que permitirá avanzar con los esperados peritajes sobre las comunicaciones que mantuvo el fiscal los días anteriores a su muerte.

Morgue

El viernes pasado, en la Morgue, se trabajó sobre la histopatología, el estudio de las vísceras y el orificio del disparo que produjo la muerte del fiscal. Intervinieron los profesionales del Cuerpo Médico Forense, que depende de la Corte Suprema, y tres de los especialistas designados por Arroyo Salgado: Osvaldo Raffo, Julio Ravioli y Daniel Salcedo. Los dos primeros, prestigiosos médicos forenses, el último, especialista en balística, ex titular de la Policía Científica bonaerense y de la propia fuerza.
El objetivo principal de ese estudio es reafirmar o rectificar la distancia del disparo, un elemento clave para consolidar la conclusión actual de la autopsia. En principio, a primera vista, no habría mayores objeciones en ese aspecto: el disparo fue con el arma casi apoyada. En uno de los intentos por embarrar la cancha, algunos medios sacaron de la galera un inexistente estudio que afirmaba que el disparo había sido hecho a 15 o 20 centímetros, algo que tuvo que desmentir la fiscal. Pero es una muestra de las operaciones que se intentan en la causa.
En el informe de la autopsia se consigna también que Nisman no tenía rastros de lesiones defensivas y que había espasmo cadavérico, lo que significa que, en vez de un relajamiento, por la cercanía del disparo el cuerpo adquirió rigidez inmediata. Es por eso que el dedo quedó doblado, en la posición en que efectuó el disparo.
El punto en el que tal vez se concentre la objeción a las conclusiones de la autopsia es que el lugar del disparo, por encima de la oreja, es inhabitual en suicidas. De todas maneras, hay casos en que el suicidio se concretó de esa manera. Como ya señaló el propio doctor Raffo, la autopsia no se puede analizar por separado de la escena de la muerte, en este caso el baño. De manera que verificarán si las piezas encajan o no.

Toxicología

A diferencia de la histopatología, que es un proceso más complejo, el estudio toxicológico es sencillo. Hoy en día se rastrea en forma bastante automática lo que tenía en la sangre la persona fallecida.
Pese a lo simple del estudio, la fiscal Fein anunció extrañamente que los resultados recién estarán el miércoles 18 de febrero.
La toxicología tiene importancia porque podría indicar si a Nisman lo durmieron y, en ese caso, si se pudo simular un suicidio estando él inconsciente. Sería prácticamente la única forma de acercarle una pistola a menos de un centímetro, en un baño, sin que hubiera resistencia.
Aun así, tampoco sería sencillo armar el escenario en que se encontró el cadáver, con el cuerpo obstruyendo la puerta del baño.

Pistola

Hay otro elemento de importancia: si se tratara de un homicidio, el asesino usó un arma que el propio Nisman pidió prestada. Y, de acuerdo al expediente, el fiscal no sólo se la pidió prestada a Diego Lagomarsino sino que intentó conseguirla a través de su custodio de mayor confianza, Rubén Benítez. Este contó en su declaración judicial que el fiscal le insistió en conseguir una pistola.
De manera que el supuesto homicida –si se trabaja esa hipótesis– tendría tanta intimidad que sabía que Nisman contaba con un arma que había pedido prestada y que, además, era tan de su entorno que se acercó hasta casi apoyarle el arma en la cabeza.
La otra alternativa, nuevamente, es que se haya hecho con Nisman inconsciente, algo que se verá en la toxicología, pero que también será motivo de trabajo –de parte de la querella– de Daniel Salcedo –experto en rastros–, para ver si se puede armar la escena del baño tal y como la encontraron el custodio Alberto Niz y la madre de Nisman, Sara Garfunkel, los primeros en entrar al departamento. Al menos hasta ahora, no hay vestigios de arrastre, pero sin dudas éste será un punto en que trabajarán los peritos.

Barrido

A partir de mañana, en Salta, se realizará una especie de contraprueba del barrido electrónico hecho en la mano de Nisman. Hasta ahora, es la única evidencia que no encaja, aunque varios especialistas anticiparon –Luis Olavarría, Raúl Torre– que era una prueba que podía dar negativo.
En concreto, el barrido electrónico busca detectar una combinación precisa de plomo, bario y antimonio, componentes del fulminante que dejan rastros después de un disparo. Sin embargo, no es siempre así. La Bersa modelo 62, calibre 22, es una pistola muy cerrada y, además, en este caso era vieja. Lo mismo sucede con los proyectiles: comprados y guardados hace muchos años.
Lo que decidió la fiscal es realizar el estudio con un equipo más sofisticado, el que tiene el Ministerio Público de Salta, comprado en 2010. La pericia, con presencia de la querella, consistirá en que con la pistola que Lagomarsino le prestó a Nisman, se efectuará un disparo y se estudiarán los rastros que deja.
Olavarría, con largos años de experiencia, cree que es una pericia de relativo valor, porque cada cartucho es distinto, la carga que tiene podría ser distinta y hay que considerar los efectos de la humedad por los largos años en que el arma y los proyectiles estuvieron guardados.

Baño

Desde el jueves, los peritos de Arroyo Salgado cuentan con las fotografías y los videos que se corresponden con el hallazgo del cuerpo. El día anterior se les entregaron la documentación, fotos y videos de la autopsia. El doctor Raffo insistió en la idea de que “autopsia y escena” no se pueden analizar por separado, un concepto forense y criminalístico básico.
Hoy por hoy, para la fiscalía la hipótesis inicial –que surge de la autopsia– es que Nisman se sentó sobre la tapa del inodoro, se disparó y cayó hacia adelante bloqueando la puerta con su cabeza. Raúl Torre, que también fue titular de Policía Científica, sostiene que no son inhabituales los suicidios en baños. “Hay mucha literatura y casos”, remarcó Torre.
Niz, el custodio, declaró que cuando entraron al departamento aquel domingo no encontraban a Nisman hasta que la madre del fiscal, Sara, le indicó que se fijara en el baño porque allí había luz. La puerta estaba entreabierta, pero no la pudo abrir porque el cuerpo lo impedía. Sin embargo desde allí vio un charco de sangre –de unos 70 centímetros– y en ese momento le advirtió a la madre. Ella también se acercó y ambos miraron, por el lado de la bisagra de la puerta. Desde allí pudieron ver el cuerpo del fiscal.
Con las fotos y videos, Salcedo verá si hay incongruencias en la escena. Además, hará una inspección ocular directamente en el departamento del edificio Le Parc.
En todo este terreno se pretendió empantanar el cuadro sosteniendo que el secretario de Seguridad, Sergio Berni, llegó a Le Parc antes que nadie. Esto ya quedó desvirtuado. Berni estaba en Zárate cuando le avisaron y llegó cuando ya estaba el juez De Campos.

Puertas

El acceso al departamento y al edificio mismo son parte de la escena de la muerte. En principio, para la fiscal el departamento estaba cerrado por dentro. Está basada en la declaración de la madre de Nisman, que contó que ella abrió la cerradura de arriba, tipo Trabex, de la puerta de servicio y que luego no pudo con la cerradura de abajo, por lo que hubo que llamar al cerrajero. La puerta principal directamente no se pudo abrir porque las llaves estaban puestas del lado de adentro.
Es cierto que alguien podría haberse hecho una copia de la llave tipo Trabex y que luego de salir del departamento cerró desde afuera. Es una especulación sobre la que habrá que trabajar, aunque parezca improbable. La hipótesis del asesino operando de esa manera combinaría dos formas de moverse a primera vista discordantes. Por un lado, no hubo planificación porque no se usó un arma de sicario, sino una pistola que Nisman pidió prestada el día anterior y que el supuesto asesino debía saber que estaba en su poder. Por el otro, esa hipótesis presupone bastante planificación porque se hizo una copia de esa llave previendo que tendría que escapar por ahí. Parece difícil, pero igual requiere de estudio y análisis.

Cámaras

Como señaló la fiscal Fein, el ingreso y egreso de Le Parc es una especie de agujero negro en el expediente. La funcionaria consideró que se puede entrar o salir del edificio sin ser registrado por las cámaras. Y los datos que surgen de las computadoras de la empresa de seguridad tampoco tienen confiabilidad, algo que se aprecia nítidamente cuando se toma el caso del técnico informático Lagomarsino. Parece claro que entró a las 20 del sábado, pero la salida no está registrada. El dato de la computadora es que salió el lunes a las 0.53, lo que lo hubiera llevado a cruzarse con los médicos, el juez subrogante, Manuel de Campos, la fiscal Fein, y los efectivos y jefes de la Policía Federal que a esa hora ya estaban en el lugar, porque dos horas antes se había encontrado el cuerpo.
Los peritos presentados por Arroyo Salgado seguramente mirarán este aspecto de la investigación, que es muy probable que no pueda ser cerrado. De todas maneras, es necesario que las piezas encastren: es difícil que haya entrado en forma oculta alguien de confianza de Nisman, que se le acercó tanto que le habría pegado un tiro desde menos de un centímetro o que haya tenido la cercanía para darle un estupefaciente que lo duerma.

La política

Resulta asombrosa la forma en que quienes quieren sacar rédito político pasan por encima de las conclusiones que hasta ahora registra la causa judicial y que ni se preocupan en buscarle alguna vuelta a la escena de la muerte. La declamada denuncia de Elisa Carrió, por ejemplo, es por “encubrimiento del crimen del fiscal”, cuando por ahora en el expediente no se llegó, ni por asomo, a la conclusión de que hubo un homicidio. Para colmo, la diputada no hace ni siquiera el esfuerzo de explicar sobre qué bases considera que se trató de un asesinato.
“Esto de ninguna manera fue un suicidio”, se afirma sin más elementos que diagnosticar que “estaba lleno de vida y decisión” o “no mostraba ningún estado de ánimo que hiciera suponer que se iba a quitar la vida”. Lo mismo afirmaba la familia del financista Mariano Benedit, que apareció muerto por un disparo de su propia pistola en la Costanera Sur.
Hay un dato de importancia: Arroyo Salgado designó, en el equipo de forenses, un psiquiatra de larga trayectoria, el doctor Ricardo Ernesto Risso. La jueza tiene vasta experiencia, revisó el expediente y ve que, tarde o temprano, será imprescindible abordar la situación psíquica en la que se encontraba su ex esposo. En ese sentido, el viernes cayó otra de las operaciones creadas en los medios alrededor de las pruebas. La supuesta nota de Nisman a su mucama, difundida por el ex presidente de la DAIA Jorge Kirszenbaum como muestra de que un hombre que encarga compras no pudo haberse suicidado, resultó en realidad ser un pedido de mercaderías de la mucama a Nisman.
A tres semanas de la muerte de Nisman hay dos andariveles:
n El primero, cuestionar o aceptar el núcleo de las conclusiones de la autopsia y de lo que por ahora es la hipótesis del expediente: que Nisman se disparó a sí mismo. Habrá que esperar que se terminen los trabajos sobre los hechos objetivos. Y en cualquier caso, quienes cuestionen lo que hoy es la hipótesis dominante en la causa, necesitarán una alternativa: cómo se movió el supuesto homicida para concretar el asesinato. En este caso, crece la figura de Lagomarsino que reúne muchos elementos problemáticos: tenía una relación estrecha con el fiscal, entraba y salía de su casa sin horarios preconcebidos, hubiera podido acceder a información privilegiada y, lo más importante, es hasta ahora el último que lo vio y el dueño del arma que terminó con su vida.
n El segundo andarivel irá por el lado de que Nisman fue presionado o que hubo una inducción al suicidio, algo que la fiscal Fein tiene obligación de investigar. La secuencia del regreso “intempestivo”, como él mismo lo calificó, de sus vacaciones en Europa (ver aparte); la presentación apresurada de la denuncia contra la Presidenta y el canciller; las graves dificultades de esa denuncia ya en los primeros días, el papel de Jaime Stiuso y Diego Lagomarsino y finalmente su muerte deberán seguir bajo la lupa en una investigación en serio.
Es algo muy distinto al festival de fuegos artificiales que se puso en marcha para sacar una miserable tajada de esta historia.