Por Eduardo Febbro
Desde París
La simpatía puede ser peligrosa. Alexis Tsipras, el nuevo primer ministro griego, saboreó en París los contratiempos y los límites de la “simpatía” y de la “comprensión” de sus socios europeos cuando se trata de abordar el tema de la gigantesca deuda griega. La babosa retórica de los dirigentes de la Unión Europea (UE) se repitió en cada una de las capitales que Tsipras visitó esta semana. El periplo que concluyó ayer en París resume por sí solo la inocultable realidad a la que los griegos deberán enfrentarse y la vara inflexible de los jefes de Estado y de gobierno de la UE, sean de derecha o socialdemócratas (hoy esto es más o menos lo mismo). Al cabo del encuentro que mantuvieron en París Alexis Tsipras y el presidente francés, François Hollande, recordó que Atenas debía respetar tanto las reglas europeas como sus compromisos. París abogó por un diálogo “transparente” con Atenas pero sin hacer extensiva ninguna fórmula de solidaridad real, más allá de la “simpatía”. En lo concreto, no habrá ninguna anulación de la deuda griega, ni tampoco renegociación, ni menos un respiro para la ahogada economía de Atenas.
En apenas una semana, Tsipras midió el hiato insalvable que separa la verborragia de la disciplina militar de las cuentas bancarias. La decepción ha sido grande: fuera de Chipre, y contrariamente a lo que esperaba, el flamante premier no cuenta con ningún aliado en el seno de la Unión Europea. Su país está solo frente a la jauría de bancos y Estados que no piensan aflojar la soga que pusieron en el cuello de Grecia. Todos han invertido mucho y no se trata de perder un euro, sea cual fuere la voluntad política del pueblo griego.
Los balbuceos solidarios de Hollande y de otros eurodirigentes no alcanzan para disimular las tijeras con que Europa espera a Tsipras para cortarle las alas. El mandatario francés calcula posicionarse como un mediador entre el Sur de Europa y los acreedores del Norte, sin que esa postura tenga todavía perfiles definidos. Hollande jugó más bien a ser una suerte de simpático hombre invisible que interpretó la misma canción: “Grecia debe pagar”. Lo que se viene es una ofensiva poderosa contra los rebeldes de la izquierda radical griega orquestada por Alemania. La prensa filtró en estos días un documento terrible elaborado por el Eurogrupo (los ministros de Finanzas de la Zona Euro) con vistas a la reunión que mantendrán el próximo 11 de febrero. En ese texto, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, exige pura y llanamente la “rendición” de Tsipras.
Según el responsable alemán, el Ejecutivo griego y su partido deben olvidarse de las promesas que hicieron durante la campaña electoral y anular de inmediato las medidas adoptadas cuando fueron electos, es decir, el fin de la austeridad, el aumento del salario mínimo o de la jubilación. Para Wolfgang Schäuble sólo hay un camino: la aplicación estricta del memorándum donde están todas las reformas que Grecia debe aún implementar. Entre éstas figura un amplio programa de privatizaciones que Atenas suspendió, una no menos ambiciosa reforma del sistema de pensiones y el despido suplementario de unos 150 mil funcionarios públicos. El margen de maniobra de Syriza es tanto más estrecho cuanto que sin la ayuda de Europa y del FMI el navío griego se irá a pique.
Pese a los repetidos niets que sembraron la gira europea de los nuevos dirigentes griegos, Tsipras no pierde su optimismo. “Sé que la historia de la Unión Europea es una historia de desacuerdos que terminan en compromisos”, dice el dirigente de la izquierda radical griega, quien también advierte que “no somos una amenaza para Europa. La deuda griega tiene que convertirse en algo viable y estoy seguro de que podemos trabajar en común”. La mayoría parlamentaria conquistada por Syriza depende de ese acuerdo, pero no es nada seguro que los socios europeos de Atenas permitan que un rebelde les cambie el libreto que ya recitaron de memoria países como España, Portugal o Chipre. La salida, si hay salida, hoy se insinúa más por un retoque del memorándum de las reformas antes que por una renegociación de la deuda (340 mil millones de euros).