Por Carlos Noriega
Desde Lima
Con la participación de más de 12 mil delegados de 195 países, y un moderado optimismo, se abrió ayer en Lima la Vigésima Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático-COP 20. Esta cumbre es preparatoria para la COP 21 de París de diciembre de 2015, en la que se debe adoptar un nuevo acuerdo global para la reducción de emisiones de gases invernadero que reemplace al Protocolo de Kioto a partir de 2020. Las negociaciones que se iniciaron ayer en la capital peruana buscan llegar a un acuerdo para elaborar un documento que sirva como base para la decisiva cumbre del próximo año en París.
El objetivo es tener un compromiso global de reducción de emisiones de gases invernadero para que el calentamiento global tenga como tope para fin de siglo un máximo de 2 grados centígrados en relación con la época preindustrial. Al ritmo actual de emisiones, el calentamiento global para fin de siglo sería de 4 grados centígrados, nivel que los científicos consideran devastador.
Se espera tener un nuevo acuerdo ambiental que involucre no solamente a los países desarrollados en la reducción de las emisiones de gases invernadero, sino también a los países en vías de desarrollo. Para alcanzar un acuerdo en ese sentido, las naciones desarrolladas ofrecerían a los países no desarrollados compensaciones financieras y asistencia técnica. Lograr un acuerdo global con metas vinculantes para todos los países en la reducción de estas emisiones es el gran desafío. Ese acuerdo final debe lograrse dentro de un año en París, pero la cumbre de Lima es considerada fundamental para abrir el camino a ese acuerdo.
Los recientes compromisos de Estados Unidos, China y la Unión Europea sobre la reducción de las emisiones que producen el calentamiento global han inyectado un moderado optimismo a esta cumbre. Estas tres economías concentran más del 50 por ciento de estas emisiones a nivel mundial. Estados Unidos se ha comprometido a reducir entre 26 y 28 por ciento sus emisiones para el año 2025 respecto de los niveles de 2005; la Unión Europea a reducirlas en 40 por ciento para 2030 en relación con el año 1990; y aunque China se ha negado a comenzar a reducir ahora sus emisiones, ha asumido el compromiso de hacerlo a partir de 2030, año en el cual alcanzaría su pico más alto de emisiones. Este compromiso de Beijing se estima insuficiente, pero es considerado un avance.
De acuerdo con fuentes vinculadas con el proceso de negociación de la COP 20, estos compromisos de los tres mayores emisores de gases invernadero les da “un impulso político” a las negociaciones de Lima y son “un factor de presión” para que otros países establezcan metas de reducción de sus emisiones. “Este es un buen momento para negociar y llegamos con optimismo a esta cumbre, pero conscientes de que las negociaciones implicarán importantes desafíos políticos”, señala una fuente de la delegación de la Unión Europea.
El ministro de Ambiente peruano, Manuel Pulgar Vidal, fue el encargado de inaugurar oficialmente la COP 20. Lo hizo con un discurso de un tono ambientalista como para la ocasión, pero alejado de las políticas del gobierno peruano. Pulgar Vidal habló de la gravedad del calentamiento global y la urgencia de actuar para detener la actual situación. El presidente Ollanta Humala, que se hizo presente con un breve mensaje en video de no más de cinco minutos, hizo un llamado a “terminar con la ambición y el consumismo desenfrenado” y a “retomar el curso correcto” de la protección del medio ambiente.
Sin embargo, la política ambiental del gobierno peruano va en la dirección opuesta a esos discursos para las galerías. Este año, el gobierno de Humala ha tomado una serie de medidas que implican un preocupante retroceso de la política ambiental: se han recortado facultades al Ministerio de Ambiente, flexibilizado las normas ambientales, debilitado los controles de esas normas y recortado drásticamente las sanciones a las empresas que no las cumplan. Todo ello bajo el argumento de facilitar las inversiones privadas. La mayor parte de los conflictos sociales en el país son por causas ambientales y la desprotección de las comunidades campesinas e indígenas frente a las explotaciones mineras y petroleras en sus territorios. El gobierno también ha recortado áreas naturales protegidas.
“El año de la COP ha sido para el Perú el peor año en términos ambientales en la última década. Si se esperaba que la COP sirva para el Perú, como país anfitrión, para promover y fortalecer los temas ambientales, ha ocurrido todo lo contrario. En los hechos, en el Perú la economía se piensa como si el cambio climático fuera un problema de otro planeta. El discurso ambiental del gobierno es un discurso vacío”, dijo a Página/12 José de Echave, ex viceministro de Ambiente, cargo que desempeñó al inicio del actual gobierno, y miembro de la ONG CooperAcción. Más de 40 mil policías y unidades militares custodian la seguridad de la COP 20, que se desarrolla en el cuartel general del ejército, conocido como El Pentagonito. Este bunker militar tiene una siniestra historia de detenciones ilegales y ejecuciones extrajudiciales ocurridas en sus sótanos durante los años de la guerra interna, entre 1980 y 2000. Sobre esos sótanos se negocia en estos días el nuevo acuerdo ambiental mundial. Paralelamente a la oficial COP 20, se llevará a cabo la Cumbre de los Pueblos que reúne a las ONG, organizaciones sociales, grupos indígenas y ambientalistas. Se espera la llegada del presidente boliviano Evo Morales a esta cumbre alternativa. A la cumbre oficial solamente han confirmado, hasta ahora, su presencia los presidentes de Colombia, Chile y México, que con Perú forman la Alianza del Pacífico, bloque de las economías neoliberales de la región. Llegarán para la parte final de la cumbre, en la que participarán las altas autoridades, que se inicia el martes 9. Para estar en esa parte final de la COP 20, viajaría a Lima el vicepresidente argentino Amado Boudou.