martes, 2 de diciembre de 2014

Las Pastillas del Abuelo editó sus canciones sobre Ringo Bonavena

La banda de rock fusión Las Pastillas del Abuelo acaba de lanzar su séptimo registro de estudio, "El barrio en sus puños", en el que reconstruye la historia del boxeador Oscar "Ringo" Bonavena a través de doce canciones.
El álbum en formato físico surge como producto del proyecto devenido en obra de teatro ciego que el septeto llevó a cabo a principio de año, junto al poeta Alberto Sueiro y la compañía del staff del Centro Argentino de Teatro Ciego (CATC), en un teatro de San Telmo.
Las canciones que musicalizaron la puesta en escena, "El barrio en sus puños", y que se contemplan en este nuevo trabajo discográfico homónimo, fueron compuestas líricamente por Sueiro y musicalmente por Las Pastillas del Abuelo.
Alejandro Mondelo (teclado y coros), Joel Barbeito (saxos y coros), Santiago Bogisich (bajo), Juan Comas (batería), Fernando Vecchio (guitarra y coros), Juan `Piti` Fernández (voz) y Diego`Bochi` Bozalla (guitarra) inauguran el disco, consecuente con la historia, con un blues que relata aquel 25 de septiembre de 1942 cuando "Nació Bonavena".
Una zamba aggiornada retrata otra etapa de Bonavena en "El barrio" donde se menciona "Los Ravioles de Dominga", programa en el que el boxeador invitaba a comer a sus rivales; él aseguraba que su fortaleza física se debía a que comía los ravioles de su madre.
Luego llegaron "Los 60", con un aire rioplatense y atravesados por la dictadura de Onganía. Allí, entre grandes artistas como Nebbia y Spinetta, "Ringo" comenzaba con su carrera profesional como boxeador.
Con un rock and rol al mejor estilo pastillero, "La hazaña", la banda rememora el 7 de diciembre de 1970, cuando Bonavena se enfrentó al mítico Muhammed Ali en el imponente Madison Square Garden.
La versatilidad del septeto se plasma una vez más, a lo largo del disco, en "El Héroe", tango dedicado al día después de la victoria conseguida contra Ali.
No solo el boxeo ocupó el tiempo de Bonavena, también fue el hincha más famoso que tuvo el club Huracán y eso se musicaliza en "La pasión", canción dividida en dos segmentos y que cuenta con la colaboración de Facundo Bainat en trompeta y Mario Gusso en percusión.
Con el fútbol en clave de rock con aires rioplatenses, `Piti` le pone su voz a "Las paces", un himno a la no violencia en el mundo del fútbol pero que fácilmente puede aplicarse a cualquier ámbito de la vida.
"Sé constructor del futuro y no un heredero del pasado", es una de las frases de Bonavena -que, vale destacar, además de actuar grabó una placa con los músicos de la banda uruguaya Los Shakers- inaugura el tema cancionero "Enseñanzas".
Acercándose al precipitado ocaso de la vida del homenajeado, el "Último round" se sitúa en aquel 22 de mayo de 1976, cuando Ross Brymer -un guardaespaldas del famoso burdel Mustang Ranch- lo asesina y el tango "Crónicas del domingo" reseña la pelea que Víctor Galíndez, admirador de ´Ringo`, gana ese mismo 22 de mayo pero sin enterarse de la muerte de su ídolo.
Murga, tango y rock fusionados con aires rioplatenses marcan el sonido de "Siempre llegando", canción de despedida, alegría y esperanza que mantiene vivo el recuerdo y la admiración por Bonavena, y que completa la docena de canciones corroborando la amplia gama de sonoridades que embelesan Las Pastillas del Abuelo disco tras disco.


lunes, 1 de diciembre de 2014

Serrat dialoga con Forges “El fundamento de mi trabajo es escuchar lo que dice la calle”

El fin de año vino con un Serrat bajo el brazo. Se editó una recopilación de su extraordinaria obra y se anunció su gira argentina para marzo y abril de 2015. Aquí, en un sabroso diálogo, el catalán cuenta, reflexiona y entretiene.

“El fundamento de mi trabajo es escuchar lo que dice la calle”
En Buenos Aires. Esta semana se anunciaron las fechas de los recitales en el teatro Gran Rex: serán los días 6, 7, 9 y 10 de marzo de 2015. Las entradas ya están a la venta.//Encuentro. El cantautor catalán compartió anécdotas y demás reflexiones con uno.
El diálogo entre Joan Manuel Serrat y el popular dibujante madrileño Antonio Fraguas, Forges (desde 1982 publicó sus viñetas en los diariosDiario 16 y El Mundo, y actualmente lo hace en El País), que a continuación se reproduce, ocurrió durante la quinta edición del Festival “La risa de Bilbao”, celebrado en octubre en el País Vasco. Allí ambos personajes, reunidos a propósito del medio siglo de trabajo que cumplen (o están por cumplir), se juntaron para charlar de vaguedades relevantes de su vida y sus profesiones, el favor del público y la mirada de la realidad cotidiana como motor de inspiración. Durante poco más de una hora, dos grandes personajes de la cultura española (Forges en su país, Serrat para todo el mundo hispanoparlante) entretuvieron con graciosas anécdotas y algunos profundos pensamientos que no pasaron desapercibidos.
Forges: –El año que viene cumples 50 años de profesión, yo los cumplo este año.
Serrat: –Es mucho... Está bien, haber sobrevivido a todo esto.
F: –¿Es verdad que todo tiempo pasado no fue mejor?
S: –Qué va... Hoy es el mejor día de mi vida.
F: –Tú lo has cantado, además. Esa forma habitual de hacerse los días nuevos es muy importante. Porque los nuevos días son, precisamente, los que te hacen llevar esta carrera, ¿verdad? Es muy importante que las vidas sean anchas. Durarán lo que sea, pero creo que una vida ancha es más importante que una vida estrecha. Digo yo... (risas).
S: –Una vida ancha, ¿no? ¿Está bien, no?
F: –No es mío, me parece que es de Miguel Hernandez (risas).
S: –Está bien, vía ancha también... Figura que yo tendría que hacerte una entrevista a ti, pero como te confesé ayer, y les confieso, yo no voy a hacerte ninguna entrevista. Lamento defraudarlos, y les advierto además que éste no es un espectáculo apto para menores. Tengan cuidado con las criaturas... Bueno, trataremos de establecer una conversación, que ellos (señala al público) nos ayuden como lo han hecho a lo largo de la vida, con sus historias, con su compañía. Entonces, que ellos participen. De aquí a un rato, hasta que lleguemos a eso no participen por favor.
F: –Si nos callamos mucho, hoy pueden participar.
S: –A veces me pregunto que eso de tener... Te voy a hacer una pregunta que no te han hecho nunca: ¿tener que hacer un dibujo diario debe ser complicado, no?
F: –Vamos a ver, ya lo he dicho algunas veces. No es nada difícil. Afortunadamente, porque ustedes pueden hacerlo, todos pueden hacerlo. Tomar una hoja de papel en blanco, ponerse tranquilamente delante de una mesa una hora al día. Lápiz o bolígrafo en mano. Yo te garantizo que a la semana ya hiciste un chiste. Pero como no se ponen, les parece difícil. Es un trabajo, tú lo sabes.
S: –Yo me pongo también.
F: –Tú te pones, pero haces otra cosa que al fin y al cabo es lo mismo prácticamente. Tú haces cosas mucho más trascendentales...
S: –A ver, no, tampoco...
F: –No me vengas con cuentos, porque tú has hecho cosas que van a quedar en la historia. Lo digo totalmente en serio, has hecho cantar a todos los pueblos la misma canción, y eso sí que debe ser complicado.
S: –Ya me gustaría que esto pasara en serio...
F: –¡Es que es cierto!
S: –Hablemos de usted, don Antonio.
F: –Pues bien, soy un señor que dibujo. Mal, por supuesto. Pero cuando estoy dibujando, generalmente, silbo y tarareo. ¿Sabe usted lo que yo silbo y tarareo? Canciones suyas, eso se llama pasar a la historia.
S: –¿Sabes qué parte de uno realmente pasa a la historia? Aquella que hace que uno deje de ser importante. Yo sentí realmente que mis canciones trascendían de alguna forma al sentimiento colectivo el día que yo escuché en un entoldado, en Calatuña, en Girona. Yo estaba afuera, fumando un cigarrito... Sanísimo, un cigarrito, solo allí. Y escuchaba la música adentro de la casa, y entonces la orquesta iba tocando un concierto de estas canciones entrañables que pasan de generación en generación... Canciones muy arraigadas en la gente. Y en el medio de estas canciones, tocaron una canción mía. Ahí dije yo: ¡esto está bien! Otra vez que me emocioné mucho también, fue un día que vi sacar, en un Viernes Santo, sacar al cachorro con “La saeta”. Son cosas que dices, ¡esto es el éxito!
F: –¿Ves? Ahí lo tienes. Bueno, pero lo del dibujo es muy simple. Hay una especie de rumbo, no es inspiración es rito. Si quieres hacer algo tienes que enterarte de lo que está pasando en la calle. No vayas nunca a una redacción, jamás. Intenta no ir, porque en la redacción puede darse el caso que al jefe le haya llevado el auto la grúa y diga “vamos todos contra el ayuntamiento”. Eso no es la actualidad.
S: –Estoy de acuerdo. O sea en el fondo estás diciendo que el fundamento de tu trabajo, y del mío también, no es tanto la inspiración como el estar con los sentidos abiertos. Escuchar en la calle, lo que la gente dice. Y trabajar sobre aquello, es decir no esperar que venga un rayo divino que nos ilumine, sino que el castigo de Dios con el que sometió a Adán, es el castigo nuestro de cada día. Que por cierto, estoy de acuerdo contigo, al cabo del tiempo, tiene su recompensa. Es decir, al insistir consigues algo.
F: –Toma en cuenta que es muy importante que seamos conscientes de que estamos repitiendo fuerzas ancestrales. Venimos de los griegos, la música, la literatura, el teatro, todo... Y lo que hacemos nosotros, lo que tú has hecho con la música, lo que yo hago con los dibujos, es otra forma de ver las cosas. Pero que son perennes y totales, ¿no? No me voy a comparar con Aristófanes, para nada, pero en mis dibujos está el chico, la chica, el bueno, el malo, el coro, los padres. Todo es igual. Eso mismo es lo que tú haces, por ejemplo, a la hora de hacer música. Esa forma convencional que tenemos en nuestra cultura, varía –no tanto creo yo– con los orientales en general y con los indios en particular. O sea en la manera que nosotros tenemos a la tragedia griega, el drama, la comedia griega para todo, ellos tienen lo mismo pero en otra cultura. Lo mismo con las leyendas de Confucio. Ser conscientes de lo que hacemos, primero nos da cierto apoyo de que estamos cooperando, pero también nos pone un límite. Quieto león, que tu no eres Aristófanes...
S: –Yo creo que Aristófanes no está aquí, no es vasco... (risas). Me ha dicho un amigo mío que diga que el Bilbao es mi segundo equipo y ganaré mucho afecto.
F: –En síntesis, para que nos hagamos una idea. El viaje de Ulises, la epopeya de Alejandro Magno, es todo lo mismo pero en otras claves culturales. Pero déjame preguntarte algo a ti: yo creo que todo creador tiene un rito, que puede ser que se levanta a tal hora, que no se acuesta hasta tal hora... Pero tú eres un creador complicado, porque tienes varias formas de creatividad. Entonces voy a hacerte una pregunta que no te han hecho nunca, ¿haces primero la música o la letra?
S: –Es imposible hacer una cosa antes que la otra. Eso representaría hacer la canción como algo entero, tanto sea un texto como una música. Normalmente, yo busco encontrar un gancho, un sitio donde aferrar la idea. En una frase determinada que puede ser tanto literaria como musical, y a partir de ahí tiro del hilo. Y bueno, van saliendo cosas. Y voy tratando de armarlo así. A veces cuando tengo más suerte, cuando estoy más lúcido, salen más cosas. Normalmente una canción no se hace, al menos en mi caso, de principio a fin. Voy cortando, quitando, pegando. O sea el corte y pega lo inventé mucho antes que Apple... (risas). Me gusta mucho ver la letra terminada, soy una persona muy pulida en eso, muy prolijo dirían en Argentina. Entonces necesito verlo todo así. Cuando escribía a máquina, algo que no me gustaba o me equivocaba, tenía que sacar todo el papel... Ahora es maravilloso, con el corte y pega, quitas y pones aquí, allá. Le agradezco mucho a quien lo inventó, ha solucionado el trabajo creativo.
F: –Mucha gente se ha puesto a escribir o a lo que sea a partir de esto.
S: –A lo que sea, mucho más (risas).
F: –Bueno, te voy a contar algo. He pasado bastantes momentos complicados en mi vida, unos referidos a mi profesión, otros a mi situación en el mundo. Pero una de las peores cosas que han pasado en mi vida fue en Barcelona, había un hotel que se llamaba Sans, arriba del viejo estadio del Español. Un día llegué ahí, eran las 10 de la noche, pregunto dónde ir a comer algo, a tomar algo. Me dicen “aquí abajo”. Entro, y me preguntan “¿cerca o lejos?”. “Al medio”, respondo. Y se sucedieron espectáculos insólitos, un trío paraguayo de arpa y guitarras, un ilusionista que llamó un voluntario (yo era el único en la sala, aunque escuchaba risas desde lejos, no se veía nada) y una cantante que venía del Moulin Rouge de París, que terminó cantando sentada en mis rodillas. Cuando pagué para salir, descubro que en la parte de arriba había una platea de chicas que me aplaudían. ¡Era un cabaret! No lo supe hasta que salí. Esa es la peor anécdota de mi vida, ¿y la tuya?
S: –Yo he hecho el ridículo muchas veces. Pero ya lo contaré, ahora mismo no se me ocurre. Ahora el éxito que tú has tenido con estas señoritas, más quisiera tenerlo yo... (risas). Eso es el éxito de verdad. Hablando en serio, una vez fui con mi señora a un cabaret de estos que hay en Barcelona. Y apareció un tipo que arrastraba una campana con el pene. Es verdad, eh... El tipo se atravesaba el pellejo con un hierro y la arrastraba ¡Tenía unos agujeros en el pellejo que debía orinar para todos lados!
F: –¿Sabes qué pasa? Que los tipos que trabajan en los cabarets, eligen a los que están solos y tienen lentes. Yo recomiendo a todos los que vayan a París, que se quiten los lentes.
S: –Eres el hombre-baliza. En lugar de ser como cualquier ser humano, se convierte en una referencia. “Al lado del de los lentes”, por ejemplo.
F: –A propósito, ¿tú tienes el truco ese de los músicos que eligen cantarle a una persona en particular?
S: –Yo trato de no fijarme mucho porque me he llevado grandes desengaños: estar cantando de manera muy concentrada a alguien y ver que hace así (hace el gesto de meterse el dedo en la nariz). Joder, eso te provoca un cierto estado de desmoralización... (risas). Aunque ahora yo ya no veo desde arriba del escenario, ver lo que se dice ver, no veo. Afortunadamente. Sé que me pierdo cosas muy interesantes. Pero es tremendo, si uno analiza las caras que está viendo, estás cantando y ves de todo, gente que se reclina hasta lo imposible en su asiento, sopla y mira para otro lado. Y tú estás cantando, y fantaseas con otra cosa...
F: –¿Y ronquidos?
S: –No, roncar no... Ahora lo que tenemos mucho es la manía del teléfono. El iPhone y todas esa cosas. ¿Ves aquel señor? Lo está escribiendo todo en este momento. Entonces yo en los conciertos veo gente que lo graba todo. Sacan sus tabletas, unas cosas enormes, y desde que sales a escena lo graban todo. Yo les pido siempre que traten de ver la realidad, les explico que hay un mundo más allá de Windows y de Apple. No tanto esto último... (risas). Hay un mundo que está muy bien, que es muy agradable, que pasan cosas. La memoria está para eso, para vivir aquel momento. Pues no, hay gente que prefiere grabar todo. A propósito, les voy a contar algo, hablando de teléfonos... Una vez tuvieron... Gabriel García Márquez tuvo la ocurrencia de pedirme que fuera jurado en el Festival de Cine de Cartagena de Indias. La verdad es que fue una experiencia muy bonita porque tuve unos compañeros de jurado extraordinarios, estaban María Luisa Bemberg, Carlos Monsivais, Alvaro Mutis y María Elena Mejía. Gente muy talentosa, pasamos mucho tiempo juntos. Pero el Festival la verdad fue bastante malo, bajísimo el nivel de las películas, y entonces nosotros votamos a la que nos parecía las menos malas. Entre ellas, un documental muy emocionante que además era políticamente muy comprometido, muy movilizador, sobre el Caracazo de 2002. Entonces, cuando dieron el resultado de las votaciones se armó un cierto conflicto en el teatro. Yo opté por irme al aeropuerto bastante tiempo antes, para evitarme problemas físicos porque la muchachada estaba muy encendida. Llegué al aeropuerto, facturé en soledad, era uno de esos vuelos nocturnos de Iberia. Cuando voy a entrar al avión, me dice la azafata que estaba en el mostrador: “Va a tener que esperar un ratito en la sala porque la guerrilla ha volado una torre de comunicaciones en Barranquilla”. “Me da igual”, le contesté. “Mejor que no entre”, me dijo. Le respondí que no, que quería pasar por el control de pasaportes y listo. Lo hago, todo muy tranquilo y cuando entro a la sala de embarque, me encuentro a 350 españoles con sus respectivas familias, sus respectivos niños, sus respectivas horas de espera, aburridos de cojones... Y todos con una cámara de video. Rápidamente se levantaron y empezaron a caer sobre mí, uno tras otro. Y yo acojonado en un rincón, esperando que pasara aquel temporal de la mejor forma posible. Son cosas que tiene esto del ser artista. Y ¿quieren que les diga una cosa? Si quieren mandar a la mierda a alguien, le dicen que es insoportable, “a este tío se le ha subido el mundo a la cabeza”. Yo puedo mandar a la mierda a cualquiera, pero cuando voy de artista no. Un día volvía de mi vieja escuela de agricultura con dos compañeros, de “robar” al patrimonio público catalán con dos posters antiguos de insectos. Nos avisaron que iban a demolerla y fuimos ahí, a llevarnos esos recuerdos. Entonces íbamos saliendo por la calle, y en eso viene un tío por detrás, hablando por teléfono. Pasa a mi lado, me agarra por el cuello y ¡zas! Saca una foto. Me suelta y sigue hablando el cabrón, como si nada ¡Ni siquiera me dio tiempo de mandarlo a la mierda!.

Anticipo de La voz del gran jefe. Vida y pensamiento de José de San Martín, de Felipe Pigna Soñando el regreso

Junto con la inquietud por la educación de su hija, San Martín afrontaba en Europa problemas financieros. El gobierno bonaerense le adeudaba sus sueldos atrasados como general y no mostraba ningún interés en ponerse al día. Por el contrario, se alegraba de sus males. 
Tampoco era sencillo recibir el cobro de los alquileres de sus casas en Buenos Aires y la chacra de Barriales, otras de sus fuentes de ingresos, y de los que se encargaba su cuñado y antiguo subordinado, Manuel de Escalada. Su renta más fluida provenía de los fondos invertidos por Álvarez Jonte en Londres, la principal plaza especulativa de la época. Pero ya entonces sobre ese mundo revoloteaban los “buitres” y sus aguas estaban llenas de “tiburones” de las finanzas, y se produjo lo que los historiadores ingleses bautizaron el “Pánico de 1825”. Era el inicio de las crisis cíclicas del capitalismo. Las exportaciones textiles inglesas, en constante aumento desde el comienzo de la Revolución Industrial, llegaron a su “techo” a comienzos de la década de 1820, con lo que los capitales empezaron a buscar inversiones más redituables que las hilanderías y tejedurías fabriles. La especulación con los empréstitos de las nacientes repúblicas latinoamericanas, entre ellos el tristemente célebre de la banca Baring Brothers, suscripto por el gobierno bonaerense, creó una burbuja financiera que estalló en 1825, arrastrando a la quiebra a 66 casas bancarias inglesas, con el consiguiente tendal de ahorristas y pequeños inversores perjudicados, entre ellos, el general San Martín.
A fines de 1826, posiblemente al no poder costear las 130 libras anuales que cobraba el Hampstead College, entonces una renta importante, el Libertador decidió llevar a Merceditas a Bruselas, donde ingresó en un colegio de monjas.
En medio de sus problemas, San Martín se mantenía informado de las noticias de América del Sur, en parte por los periódicos y, sobre todo, por su correspondencia con sus amigos y antiguos colaboradores: Tomás Guido, Bernardo O’Higgins y Gregorio Goyo Gómez, entre sus más asiduos corresponsales. Al enterarse del inicio de la guerra con el Brasil, el Libertador tomó la decisión de ofrecer sus servicios al país. Pero recién con la caída de Rivadavia, en 1827, y la asunción de Manuel Dorrego, se embarcó rumbo a Buenos Aires. Así lo comentaba en carta a O’Higgins: “Ya habrá usted sabido la renuncia de Rivadavia; su administración ha sido desastrosa y sólo ha contribuido a dividir los ánimos. Él me ha hecho una guerra de zapa sin otro objeto que minar mi opinión, suponiendo que mi viaje a Europa no ha tenido otro objeto que el de establecer gobiernos en América; yo he despreciado tanto sus groseras imposturas, como su innoble persona. Con un hombre como este al frente de la administración, no creí necesario ofrecer mis servicios en la actual guerra contra el Brasil, por el convencimiento en que estaba de que hubieran sido despreciados; con el cambio de administración he creído mi deber el hacerlo, en la clase que el gobierno de Buenos Aires tenga a bien emplearme: si son admitidos, me embarcaré sin pérdida de tiempo, lo que avisaré a usted”.
En su respuesta O’Higgins no se queda atrás en cuanto a sus apreciaciones sobre Rivadavia. Comienza quejándose de la permanente violación y secuestro de la correspondencia que le envía San Martín por parte de la administración rivadaviana: “Hasta la evidencia se podría asegurar que las ocho o diez cartas que veo por su apreciable del 29 de septiembre del año pasado, se han escamoteado, como las que he escrito a usted paran en poder del hombre más criminal que ha producido el pueblo argentino. Un enemigo tan feroz de los patriotas como don Bernardino Rivadavia estaba deparado, por arcanos más oscuros que el carbón, para humillarlos y para la degradación en que su desastrosa administración ha dejado a un pueblo generoso que fue la admiración y la baliza de las repúblicas de la América del Sud. Este hombre despreciable no sólo ha ejercido su envidia y su encono en contra de usted; no quedaba satisfecha su rabia; y acudiendo a su guerra de zapa, quiso minarme en el retiro de este desierto, donde por huir de ingratos, busco mi subsistencia y la de mi familia con el sudor de mi frente”.
Aunque no recibió respuesta a su ofrecimiento, decidió retornar y tenía planeado traer con él a Merceditas. Evidentemente, el general soñaba con un regreso definitivo. Antes de hacerlo, quiso conocer su admirada Francia, aunque sabía que iba a tener a la policía francesa siguiéndole las pisadas e informando al gobierno de cada movimiento del “antiguo jefe de los ejércitos insurgentes del Río de la Plata, Chile y Perú”. El tremendo frío de diciembre en Bruselas hizo sentir más fuerte su artritis reumatoidea y decidió buscar algún alivio en las termas de Aquisgrán y luego recorrer un poco Francia. Se lo vio por París, Lyon, el histórico puerto de Marsella, Tolón, Nimes, Tolosa, Burdeos y Tours, la ciudad del otro San Martín, para regresar a París, pasando por el bello mediodía francés y partir hacia Bruselas, adonde llegó en los primeros días de abril de 1828.
A comienzos de junio, ya repuesto, le escribía a Tomás Guido: “Creo que tendré el gusto de ver a Ud. a fines del presente año, a menos que el cambio de esa plaza no suba en términos de poder permanecer en Europa hasta la conclusión de la educación de mi niña, pues me es absolutamente imposible poder subsistir por más tiempo, no pudiendo percibir más que el tercio de lo que me produce mi finca. Esta circunstancia me altera todo mi plan, pues tendré que separarme de mi hija, siendo doloroso que no concluyese su educación, habiendo hecho el viaje con este objeto”.
El 12 de julio retiró a Mercedes de la pensión porque empezaban las vacaciones de verano y regresó en su compañía a los baños termales de Aquisgrán. 
De regreso finalmente, decidió volver a la patria sin Mercedes, en compañía de su inseparable Eusebio Soto. Su amigo Miller se encargó de comprarle en Londres el pasaje, a nombre de “José Matorras” para eludir la vigilancia de los servicios de espionaje español y francés. El Gran Jefe emprendía el regreso a querida su patria. El 21 de noviembre de 1828, San Martín y Eusebio Soto viajaron de Bruselas a Londres; de allí, seis horas en diligencia hasta la bellísima Canterbury, la ciudad de los célebres cuentos picarescos, para visitar al general Miller y su familia. Tras unos días de largas charlas que le vinieron muy bien a Miller para avanzar en la escritura de sus memorias, los viajeros siguieron rumbo al puerto de Falmouth, en el sudeste de Inglaterra, para embarcarse con destino al Río de la Plata en el barco Countess of Chichester, que había iniciado los viajes del “paquete” (correo regular) cuatro años antes. 
Cuando el barco inglés hizo escala en Río de Janeiro, el 15 de enero de 1829, el Libertador pudo enterarse por la prensa local de una grave noticia que lo llenó de indignación y dolor y que lo haría meditar seriamente sobre la conveniencia de desembarcar en Buenos Aires: su antiguo oficial de Granaderos, Juan Lavalle, había derrocado, perseguido y hecho fusilar al coronel Manuel Dorrego, con lo cual la guerra civil recomenzaba en el país. La presencia de “José Matorras” en Río no pasó desapercibida. El encargado de negocios de Francia en el Brasil, monsieur Pontor, se apresuró a escribir a su jefe del Quai d’Orsay, el conde de la Ferronnay: “Un hecho saliente en las circunstancias presentes es la llegada inesperada del famoso general San Martín, que vivía retirado en Inglaterra después de varios años. Llegó aquí en el último paquebote, bajo el nombre del señor San Martín. Guardó el incógnito y continuó inmediatamente su ruta para Buenos Aires. Algunas personas que lo conocen, aseguran que su regreso no tiene ningún fin político y que reveses múltiples que ha sufrido su inmensa fortuna adquirida en la invasión del Perú son la sola causa. El señor Tudor, encargado de negocios de los Estados Unidos, cree que podía tener propósitos sobre el Perú. Sea lo que fuere, lo cierto es que llega a Buenos Aires muy oportunamente y que en el estado de desorden y de anarquía en que se encuentra esta república es muy posible que sus pasados servicios y su reputación hagan pensar en él para ponerlo al frente de los negocios públicos”.
Monsieur Pontor no estaba muy informado sobre la vida de San Martín. Obviamente, no había viajado bajo su nombre verdadero, no vivía en Inglaterra sino en Bélgica y estaba lejos de perder una fortuna que nunca tuvo. La carta es interesante porque refleja el revuelo que comenzaba a levantar la llegada del Libertador al Río de la Plata y las expectativas políticas que despertaba.
En la ciudad de la furia. San Martín divisó la silueta de la ciudad de Buenos Aires desde la cubierta del barco. Ya había decidido no desembarcar, una decisión dolorosa pero que él creía necesaria. No habría flores para Remedios, ni recorrida por aquellos lugares donde fueron fugazmente felices. Las prevenciones del general se vieron inmediatamente confirmadas por un artículo firmado por Florencio Varela, publicado por el diario rivadaviano El Pampero bajo el sugestivo título de “Ambigüedades”, en el que se decía: “En esta clase reputamos el arribo inesperado a estas playas del general San Martín, sobre lo que diremos, a más de lo expuesto por nuestro coescritor El Tiempo, que este general ha venido a su país a los cinco años, pero después que ha sabido que se han hecho las paces con el emperador del Brasil”.
El general permaneció en el buque a la espera de la partida hacia Montevideo. Cuando sus queridos amigos y compañeros, el coronel Manuel de Olazábal y el sargento mayor Pedro N. Álvarez de Condarco, llegaron al barco a visitarlo con una caja de duraznos como obsequio, San Martín les dijo: “Yo supe en Río de Janeiro sobre la revolución encabezada por Lavalle y en Montevideo el fusilamiento de Dorrego. Entonces me decidí venir hasta balizas, permanecer en el paquete, y por nada desembarcar, atendiendo desde aquí algunos asuntos que tenía que arreglar, y regresar a Europa. Mi sable no se desenvainará jamás en guerras civiles”. Así lo cuenta el propio Olazábal en sus memorias, quien también nos dice que había engordado y estaba canoso, pero que mantenía los ojos centelleantes de siempre. En la misma carta en que le solicitaba pasaportes para él y Eusebio, San Martín le decía al ministro de Gobierno del Lavalle, general José Miguel Díaz Vélez, el 7 de febrero: “A los cinco años justos de mi separación del país he regresado a él con el firme propósito de concluir mis días en el retiro de una vida privada, mas para esto contaba con la tranquilidad completa que suponía debía gozar nuestro país, pues sin este requisito sabía muy bien que todo hombre que ha figurado en la revolución no podía prometérsela, por estricta que sea la neutralidad que quiera seguir en el choque de las opiniones. Así es que en vista del estado en que se encuentra nuestro país y por otra parte no perteneciendo ni debiendo pertenecer a ninguno de los partidos en cuestión, he resuelto para conseguir este objeto pasar a Montevideo, desde cuyo punto dirigiré mis votos por el pronto restablecimiento de la concordia”.
Los pasaportes fueron concedidos y todo Buenos Aires se enteró de que el general no desembarcaría y marcharía a Montevideo. El diario unitario El Tiempo, continuando la tradición rivadaviana, comenzaba su campaña contra San Martín en estos términos: “Llegar a Montevideo, no desembarcar allí, fondear en nuestros puertos y en el acto y sin saltar a tierra, pedir su pasaporte para regresar a aquella plaza, es una comportación que parecería inexplicable si no hubiera algunos datos por donde poderla juzgar, pero que El Tiempo no pretende indicar en manera alguna. Baste decir que es imposible que el general San Martín llegara a nuestras balizas sin estar perfectamente impuesto de lo ocurrido en Buenos Aires desde el día 1° de diciembre; en el Janeiro se impondría de los principales sucesos y en Montevideo de todos sus pormenores y consecuencias del estado actual del país. No nos parece por lo tanto que sean las circunstancias políticas de hoy consideradas en general las que hayan decidido al señor San Martín a regresar a Montevideo desde nuestros puertos sin siquiera desembarcarse. Él ha recibido a bordo muchas visitas de sus amigos; se habrá impuesto por consiguiente de que en el día de hoy no se sostiene otra lucha en Buenos Aires que la del orden contra la anarquía y tampoco ignorará que en este país no hay hombres precisos. De lo que acaso en su larga ausencia no haya tenido proporción de juzgar con exactitud. Deseamos que el general tenga un buen viaje y que se desvanezcan cuanto antes todos sus escrúpulos”.
Argentinos, derechos y humanos. La campaña continuó y el 12 de febrero, aniversario de la batalla de Chacabuco, El Tiempo publicaba tramposamente en la sección correspondencia, una nota firmada por “unos argentinos”. Creo de importancia transcribirla completa para que los lectores puedan apreciar la calaña de la prensa canalla de entonces. La rivadaviana nota decía: “Sabéis General que nuestra patria triunfante, mientras ha durado vuestra larga ausencia en la gloriosa lucha contra el emperador de Brasil, celebró una paz honrosa y que por consecuencia de aquel memorable acontecimiento pocos meses ha, las bocas del Río de la Plata quedaron abiertas a la comunicación del mundo. Ahora queremos hacer notar que es un capricho singular de nuestra fortuna, el que después de aquel período histórico seáis, vos General, tal vez el guerrero más ilustre de la República Argentina, uno de los primeros que hayan visitado las aguas de nuestro río. También es raro que cuando estábamos para alcanzar la dicha, de que permanecieseis entre nosotros hayáis encontrado el país indigno de habitarlo, y regreséis sin verlo. ¿Cómo podremos haceros arrepentir, General, de la idea de burlar nuestra esperanza? ¿Qué podremos ofrecer que os halague si no queréis ni ser compañero nuestro, ni nuestro guía, ni nuestro consejero? Viviendo con nosotros mil veces habréis podido tener ocasión de darnos ejemplos útiles y palpables de moderación y de paciencia; habríais intervenido alguna vez como árbitro en las contiendas domésticas o como consejero fiel en los conflictos comunes; en fin, habríais asistido como todos nosotros y cada uno con su propia ofrenda a los ministerios indispensables y sagrados de la patria, ya fuese que se quemara en sus altares el aroma y el incienso como en los días de júbilo, ya fuese que cerrados sus templos la discordia azotase las ciudades y los campos sacudiendo sus teas incendiarias como en los días de turbación.
“Nos abandonáis, sin embargo, General; pero sin inquietarnos por los motivos que os induzcan a dar este paso, podemos manifestaros que la gratitud nos obliga a dejaros dueño de vuestro destino y que el cuidado de nuestra propia suerte nos impone la necesidad de armarnos del coraje sublime de habitar la patria a la que pertenecemos viviendo en ella lo mismo en los días en que el orden es sólido, y la unión perfecta y sincera que en aquellos en que jefes y partidos intratables manifestasen insaciables pasiones y principios que no debiesen dejar triunfar.
“¿Adónde iríamos huyendo de nuestra patria que la ignominia y el desdoro que publicásemos de ella no nos cortejasen también? ¿Cómo partir de las riberas del Río de la Plata gritando a todo el mundo que no hay en sus márgenes un solo punto habitable? Confesamos que esta resolución es imposible para nosotros. Los que dejáis en el país, de cuyo estado parecéis asustado y temeroso, olvidándose de su propia flaqueza por acordarse sólo de la dignidad de la patria, creed, que antes de imitar vuestro ejemplo, preferirán con orgullo perecer en la tormenta por no defraudarla voluntariamente en uno solo de sus hijos de cualquiera capacidad, cualquier talento que pudiese echar mano en las necesidades de su situación. No olvidéis, cuando merezcamos el favor de un recuerdo, que a ningún hombre por grande que sea su mérito, le es permitido divorciarse con la patria y mucho menos si con pretensión orgullosa de lo que no os acusamos, general, pretende tener toda la razón de su parte, concediendo a su sola opinión todos los derechos de la verdad”.
Otros argentinos se sintieron dolidos por esta nota cobardemente anónima firmada por “unos argentinos” y lo hicieron a través de la Gaceta Mercantil: “El general San Martín tiene derechos especiales para que la historia le designe largas páginas y ellas sirvan de modelo para las generaciones venideras; mas entretanto corre ese largo período, nosotros los presentes, recordaremos con respeto los días gloriosos que su época nos dio; quisiéramos que su conducta ulterior aunque en nuestra opinión es arreglada, no hubiese servido de pretexto para que los titulados Argentinos, en consonancia con El Tiempo, olvidando todas las consideraciones y lo que es más, la celebridad del día en que tuvo su origen la república chilena por la batalla de Chacabuco, rompan los diques de la moderación y arrojen el viento de sus tenaces pasiones sobre la sombra de un hombre cuyo rango y opinión está suficientemente justificado ante el mundo todo.
“Para llenar este deber su barómetro serán los hechos y decididos servicios de este general para llevar la libertad en triunfo hasta el Pichincha, su política liberal y filosofía para guardar un silencio sepulcral en medio de los combates de sus enemigos, garantido de su conciencia justificada; principio poderoso para esperar su conservación en la vida privada que ha adoptado con mortificación de sus enemigos implacables, concluyendo con recordar a estos que si ellos, el día consagrado al aniversario de la batalla de Chacabuco, primero de la existencia de la república chilena, han empleado su pluma para denigrar el carácter del fundador de ella, eso mismo y la justificación de la injusticia de sus alevosos tiros derrama esta breve contestación de un jefe del Ejército Libertador, al mando del general San Martín”.
El general San Martín conocía perfectamente a esos “argentinos” que firmaban la nota de El Tiempo, a los que les había dedicado un párrafo notable en la carta dirigida a su amigo O’Higgins que citamos más arriba. 
Su gran amigo, Tomás Guido, le escribía: “Mucha satisfacción me ha dado el saber que usted llegó felizmente a Montevideo y que está fuera de contacto de las pasioncillas que aquí se agitan. (...) Hay otro negocio sobre el cual gustaría saber la resolución de usted prontamente, si no hay sistema en ocultarlo; tal es: si usted se resuelve pasar o no al Perú. Quizá considere usted impertinente esta pregunta; no lo es, si usted se persuade de que el interés de América y simpatías indelebles por usted me mueven a esta averiguación. Estoy informado de que usted ha sido llamado por el general La Mar y que se le han acordado a usted sus honores y sueldos; creo también que su presencia en Lima contribuiría decididamente a que se pagasen los haberes vencidos; pero no son esos intereses los que yo quiero saber si a usted lo llevarán a aquel país; es, en una palabra, y bajo la reserva de que usted sabe soy capaz, si usted se decidirá a tomar parte activa en la suerte del Perú, comprometido hoy en una guerra justa y con muy pocos hombres que lo presidan. (...) Buenos Aires continúa marchando bajo el mismo sistema que en diciembre; se aceleran los preparativos para una fuerte expedición contra los gobernadores de las provincias interiores. Hoy sin embargo se asegura que el general Rivera ha ofrecido mediar entre las partes beligerantes para evitar la guerra civil”.
San Martín en Montevideo. En Montevideo fue recibido por el jefe del naciente Estado, el general Rondeau, quien le ofreció alojarse en su residencia oficial. San Martín agradeció la hospitalidad pero prefirió alquilar una habitación en la posada Fonda de Carreras. La fonda estaba ubicada en el centro de la ciudad, en la Plaza Matriz; tenía dos pisos. En la planta baja estaban el café y el salón comedor, y en la alta, la posada con habitaciones a la calle. Pero ante la insistencia de varios amigos, se mudó el 19 de febrero a la finca El Saladero, de Gabriel Pereira, en el actual parque Battle y Ordóñez.
En aquellos primeros días en Montevideo, el general recorrió la ciudad en compañía de su inseparable Eusebio y pudo visitar al coronel Eugenio Garzón, ministro de Guerra del Uruguay. Le contó de su recorrida y le aconsejó que demoliera las murallas de la ciudad-puerto porque iban a contener la expansión urbanística de la ciudad y porque como elemento de defensa habían quedado arcaicas e inútiles frente a la artillería de las nuevas naves de guerra europeas. También se hizo tiempo para responder a la honorable invitación a asistir como espectador a las sesiones de la Asamblea Legislativa en las que se debatía la carta orgánica del Uruguay. En una cena se pudo reencontrar con su cuñado Manuel Escalada.
El general leía por las mañanas, antes de partir a su habitual recorrida por la ciudad, las noticias de Buenos Aires. Así pudo enterarse de que acusados de encabezar un intento de golpe contra Lavalle, habían sido deportados algunos miembros del federalismo porteño como Juan José y Tomás de Anchorena y Tomás de Iriarte, entre otros. Al llegar a Montevideo todos ellos quisieron ver al Libertador y contarle su versión de los hechos, pero el general no olvidaba el desprecio de Anchorena por el plan del Inca y su desinterés absoluto por la ayuda requerida por su enviado Gutiérrez de la Fuente; ni la colaboración activa de Iriarte en las campañas difamatorias de Alvear. Uno de los recién llegados, el coronel Garzón, pensaba proponerle que se pusiera a la cabeza de una invasión a Buenos Aires para deponer a Lavalle y fusilarlo. 
En una carta a O’Higgins fechada 13 de abril de 1829, San Martín le contaba que Lavalle había enviado a dos delegados, el coronel Trolé y Juan Andrés Gelly, para ofrecerle el mando de la provincia y dejaba muy en claro por qué no había aceptado el ofrecimiento del asesino de Dorrego: “El objeto de Lavalle era el que yo me encargase del mando del ejército y provincia de Buenos Aires y transase con las demás provincias a fin de garantir, por mi parte y por la de los demás gobernadores, a los autores del movimiento del 1° de diciembre; pero usted conocerá que en el estado de exaltación a que han llegado los partidos en cuestión, sin que quede otro arbitrio que el exterminio de uno de ellos. Por otra parte, los autores del movimiento del 1° son Rivadavia y sus satélites, a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no sólo a este país, sino al resto de la América, con su infernal conducta; si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario enseñarles la diferencia que hay de un hombre de bien a un malvado”.
A quienes les pueda parecer parcial la inculpación a Rivadavia que hace San Martín por el asesinato de Dorrego, les va a ayudar leer este oficio reservado, dirigido al Foreign Office por el representante británico en Buenos Aires, Mr. Woodbine Parish, insospechable de ser partidario de Dorrego, donde señalaba: “He oído decir, sin embargo, que no hay duda de que el general Lavalle fue instigado a realizar ese acto por los partidos de Buenos Aires y me han asegurado que su muerte fue bien conocida en la ciudad por el señor Agüero, antiguo principal ministro de Rivadavia, la misma noche de su ejecución. Es difícil al presente hablar positivamente sobre este tema, pero está muy generalizada la creencia que muchos de los miembros del viejo gobierno de Rivadavia y sus íntimos partidarios tuvieron una reunión secreta no bien recibieron las primeras nuevas de que el gobernador había sido hecho prisionero y despacharon un mensajero a Lavalle con el resultado de sus opiniones para que supiese qué debía hacer. Muchas circunstancias prueban este hecho de un modo indudable y lo hace aún más creíble el que los hombres de ese partido eran conocidos como los primeros autores de la revolución”.
En diálogo franco con el capitán Manuel Pueyrredón, San Martín ratificó su decisión de rechazar la propuesta de Lavalle de descargar sobre sus espaldas el desastre armado por él mismo y sus “asesores” rivadavianos: “Yo no podía aceptar sus ofertas porque José de San Martín poco importa, pero el general San Martín da mucho peso a la balanza y tú sabes que he sido el enemigo de las revoluciones, que no podía ir a ponerme el servicio de una de ellas. Cuando Bolívar fue al Perú, yo tenía ocho mil hombres, podía sostenerme, arrojarlo; pero era preciso dar el escándalo de una guerra civil entre dos hombres que trabajaban por la misma causa y preferí resignar el mando”.
Finalmente, dada la importancia de la oferta y del contexto en que se hacía, San Martín se dirige directamente a Lavalle, pasando por encima de los intermediarios, y aprovecha para darle un consejo que su ex subordinado lamentablemente no escuchará: “Sin otro derecho que el de haber sido su compañero de armas, permítame usted, General, le haga una sola reflexión, a saber: que aunque los hombres en general juzguen de lo pasado según su verdadera justicia, y de lo presente, según sus intereses, en la situación en que usted se halla, una sola víctima que pueda economizar a su país le servirá de un consuelo inalterable, sea cual fuere el resultado de la contienda en que se halle usted empeñado; porque esta situación no depende de los demás sino de uno mismo”.
El camino hacia el exilio definitivo. Habían pasado tres meses desde su llegada a Montevideo, días intensos de ofertas de poder, de ataques furibundos, de galantes recepciones y profundas meditaciones antes de emprender el regreso, que el general intuía definitivo, a Europa. El día de su partida del Río de la Plata, le escribía al oriental Fructuoso Rivera: “Dos son las principales causas que me han decidido a privarme del consuelo de por ahora estar en mi patria: la primera, no mandar; la segunda, la convicción de no poder habitar mi país, como particular, en tiempos de convulsión, sin mezclarme en divisiones (…). Mi carácter no es propio para el desempeño de ningún mando político (…) y habiendo figurado en nuestra revolución, siempre seré un foco en que los partidos creerán encontrar un apoyo (…). Firme e inalterable en mi resolución de no mandar jamás, mi presencia en el país es embarazosa. Si este cree, algún día, que como soldado le puedo ser útil en una guerra extranjera (nunca contra mis compatriotas), yo le serviré con la lealtad que siempre lo he hecho”.
Una carta para la historia. San Martín se tomó su tiempo para contestar a su “lancero amado” con esta carta memorable fechada en Montevideo el 3 de abril de 1829, cuya completa lectura es más que aconsejable: “El estado de mis intereses, es decir la depresión del papel moneda en Buenos Aires no me permitían vivir por más tiempo en Europa; con los réditos de mi finca, los que alcanzaban a cerca de seis mil pesos, pero que puestos en el Continente quedaban reducidos a menos de mil quinientos, me resolví a regresar al país con el objeto de pasar en Mendoza los dos años que juzgaba necesarios para la conclusión de la educación de mi hija y a agitar por la mayor inmediación el cobro no del todo, pero sí de alguna parte de mi pensión del Perú, pues yo no contaba ni podía contar con sueldo alguno de mi país, y al mismo tiempo haciendo el ensayo de si con los cinco años de ausencia y una vida retirada podía desimpresionar a lo general de mis conciudadanos que toda mi ambición estaba reducida a vivir y morir tranquilamente en el seno de mi patria. Todos estos planes han sido frustrados por las ocurrencias del día. Pasemos ahora al punto capital, es decir, el de mi regreso a Europa. Las agitaciones de 19 años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido y más que todo, las difíciles circunstancias en que se halla en el día nuestro país, hacen clamar a lo general de los hombres que ven sus fortunas al borde del precipicio, y su futura suerte cubierta de una funesta incertidumbre, no por un cambio en los principios que nos rigen y que en mi opinión es donde está el mal, sino por un gobierno vigoroso, en una palabra militar; porque el que se ahoga no repara en lo que se agarra (...). Ahora bien, partiendo del principio que es absolutamente necesario el que desaparezca uno de los partidos contendientes, por ser incompatible la presencia de ambos con la tranquilidad pública, ¿será posible, sea yo el escogido para ser el verdugo de mis conciudadanos, y cual otro Sila, cubra mi patria de proscripciones? No, jamás, jamás, mil veces preferiría correr y envolverme en los males que la amenazan que ser yo instrumento de tamaños horrores; por otra parte, después del carácter sanguinario con que se han pronunciado los partidos, no me sería permitido por el que quedase victorioso, usar de una clemencia necesaria y me vería obligado a ser agente del furor de pasiones exaltadas que no consultan otro principio que el de la venganza. Mi amigo, veamos claro, la situación de nuestro país es tal, que al hombre que lo manden no le queda otra alternativa que la de apoyarse sobre una fracción o renunciar al mando; esto último es lo que hago. Muchos años hace que usted me conoce con inmediación, y le consta que nunca he suscrito a ningún partido, y que mis operaciones y resultados de estas, han sido hijas de mi escasa razón y del consejo amistoso de mis amigos; no faltará quien diga que la patria tiene derecho a exigir de sus hijos todo género de sacrificios, esto tiene sus límites; a ella, se le debe sacrificar la vida e intereses, pero no el honor. (...) Si sentimientos menos nobles que los que poseo a favor de nuestro suelo fuesen el Norte que me dirigiesen, yo aprovecharía de esta coyuntura para engañar a ese heroico, pero desgraciado pueblo, como lo han hecho unos cuantos demagogos que, con sus locas teorías, lo han precipitado en los males que lo afligen y dándole el pernicioso ejemplo de perseguir a los hombres de bien, sin reparar a los medios. Después de lo que llevo expuesto, ¿cuál será el partido que me resta? Es preciso convenir que mi presencia en el país en estas circunstancias, lejos de ser útil no haría otra cosa que ser embarazosa, para los unos y objeto de continua desconfianza para los otros, de esperanzas que deben ser frustradas; para mí, de disgustos continuados”.
Y cerraba reiterando la frase que ya había estampado en su renuncia como Protector del Perú: “La presencia de un militar afortunado es temible a los Estados que de nuevo se constituyen”.
Agregaba el general una posdata significativa: “Si no fuese a usted, Goyo Gómez u O’Higgins, con quienes tengo lo que se llama una sincera amistad y que conocen mi carácter, yo no me aventuraría a escribir a nadie con la franqueza que lo he hecho, pues se creería un exceso de orgullo”. 
Cuenta Tomás de Iriarte en sus memorias que acompañó a San Martín hasta el barco que lo conduciría al exilio definitivo: “El general San Martín se embarcó para Europa; lo acompañé al paquete hasta el momento de hacerse este a la vela. (…) San Martín me aconsejó que en el momento que cayese Lavalle y su partido no debíamos perder tiempo en regresar a Buenos Aires a fin de tomar una parte activa en los negocios, y perseguir con tesón al círculo británico hasta anularlo. Balcarce, Martínez y yo habíamos, colectiva e individualmente, hecho los mayores esfuerzos para que el general San Martín esperase el término de la guerra, cuyo fin y resultado se veía ya próximo, para pasar a Buenos Aires a ponerse al frente de los negocios públicos. Pero San Martín nos opuso constantemente la más incontrastable resistencia: nos dijo que deseaba vivir y morir en el país, porque encontraba un gran vacío en Europa, que le repugnaban las costumbres de etiqueta, los hábitos que estaban en oposición con su carácter franco de soldado, pero que había resuelto expatriarse y no volver al país, mientras asomase la guerra civil y la anarquía”.

Derechos humanos El grito santiagueño IV

En el juicio de Monte Quemado, declararon los principales acusados por el asesinato del joven campesino Cristian Ferreyra. El empresario Ciccioli, en su defensa, acusó de “violentos y corruptos” a los integrantes del MoCaSe.

El grito santiagueño IV
Imputados. J. Juárez y Ciccioli son los principales acusados en la causa por la muerte de Ferreyra.//Indignación. Mirta Noemí Salto, madre de Cristian Ferreyra, increpa a uno de los imputados en el asesinato de su hijo.
El lunes 24 de noviembre, Monte Quemado ardía. 50 grados es una temperatura habitual por estas tierras del noreste santiagueño. Lo que no es común son las tormentas de granizo y los fortísimos vientos que han arreciado últimamente. Esa misma noche, vísperas del inicio de la cuarta semana del juicio a los asesinos del joven campesino Cristian Ferreyra, sencillamente diluvió. El campamento del MoCaSe ubicado en el Polideportivo municipal amaneció inundado, como la mayoría de las calles del pueblo. La temperatura bajó unos 30 grados en cuestión de horas, cosa rara en estas épocas de preestío. La presencia de campesinos en las puertas del salón donde se realizan las audiencias, aun así, fue masiva y enérgica. La vigilia continúa.
Para los superticiosos, la anomalía climática fue el anuncio de que se aproxima un desenlace judicial tormentoso. Otros argumentan que estamos en presencia de la maligna consecuencia de la generalización de los desmontes en la zona. Lo cierto es que los efectos de la tala de bosques nativos y la proliferación del monocultivo deja huellas indelebles, incluso para los forasteros.
Para llegar en coche a Monte Quemado conviene evitar la capital de Santiago, y desviarse en la ruta provincial 92 hacia Añatuya, para luego subir perpendicularmente por la ruta 6. Durante el trayecto entre Quimilí y Pampa de los Huanacos asistimos a un espectáculo único (sociedad potectora de animales abstenerse). Al costado del camino se alternan algunos paisajes montunos con crecientes plantaciones de soja o girasol. Al pasar enfrente de estos últimos, las bandadas de pájaros que descansan entre la ruta y los sembradíos levantan vuelo pesadamente, como si estuvieran atontadas. Al menos una veintena de estas avecillas vinieron a estamparse contra el parabrisas de nuestro automóvil. Sin salir de la sorpresa, no pudimos ponernos de acuerdo entre los viajeros si la torpeza plumífera se debía al exceso de comida que les depara la agroindustria, o a cierto efecto hipnótico provocado por los pesticidas.
El martes 25 de noviembre tuvo lugar la novena jornada del proceso, en la que declararon los dos principales imputados.
Jorge Antonio Ciccioli, productor agropecuario de 61 años, con domicilio en la ciudad de Cañada de Gómez, Santa Fe, dueño de la empresa Pampa Gringa SRL, creada en el año 2007 con el objeto de realizar “todo tipo de actividades agropecuarias, en especial la producción de forrajeras destinadas a la alimentación animal”. En noviembre de 2012, cuando ya estaba detenido en Santiago del Estero, Ciccioli introdujo cambios contractuales en su empresa: “Se resuelve acotar el objeto social a las siguientes actividades: realización de actividades de cultivo y comercialización de cereales y oleaginosas”. Su labor como empresario se remonta al año 2002 cuando fundó, junto a su hermano mayor Oscar David, la empresa Máximo Domingo SRL, para dedicarse a “la actividad de contratista rural agrícola, abarcando todos los procesos inherentes”. 
Uno de los ejes principales de su declaración fue desmentir que fuera “un poderoso empresario sojero, soy simplemente un pequeño productor agropecuario”. Admitió haberle comprado en febrero de 2011 el campo de San Bernardo, de 1.872 hectáreas, a la firma Gimi SA, del empresario tucumano Luque. Dijo que se cercioró expresamente que el título dominial fuera legalmente válido y que no hubieran pobladores en su interior. La propiedad había sido alambrada por su anterior dueño. Las actividades de desmonte tuvieron que retardarse porque la autorización emitida por la Dirección General de Bosques y Fauna de la Provincia estaban a nombre de Luque, pero en julio del mismo año las topadoras estaban talando árboles a destajo. Fue entonces cuando los campesinos de la zona, organizados en el MoCaSe, decidieron actuar. Y empezaron a desalambrar. 17 km de cercado fueron inutilizados.
Siempre según Ciccioli, recién en ese momento se dio por enterado de la existencia del movimiento campesino. Gracias a los servicios legales de la Dra Ana Alsogaray, a quien contrató como asesora, Ciccioli se reunió en la capital de Santiago del Estero con el abogado del MoCaSe, el Dr Antenor Ferreyra. En esa oportunidad acordaron realizar una segunda reunión en el campo San Bernardo, donde tendrían la oportunidad de conciliar posiciones con los pobladores. Antes de que pudiera concretarse la concertación, su empleado Javier Juárez asesinó a Cristian, integrante del MoCaSe. El empresario aseguró que nada tenía que ver con el hecho. Y puso énfasis en negar que haya provisto de armas a sus empleados.
Sin embargo, el empresario santafecino se esmeró en desprestigiar el accionar del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, acusándolos de violentos y corruptos. Le reclamó al Tribunal fallar con absoluta independencia.Y concluyó con un indicio de sus futuras intenciones: “Me ha llegado la información de que mientras yo estoy aquí preso, el MoCaSe está construyendo en mi campo dos represas”.
Desde el público, Mirta Noemí Salto, madre de Cristian Ferreyra, no pudo soportar la afrenta.Y gritó: “Vos has matado a mi hijo”. Luego se descompuso, y tuvo que ser retirada de la sala.
Más tarde fue citada a declarar la Dra. Ana Alsogaray, con domicilio en la capital santiagueña, actual Procuradora del Tesoro Provincial, y esposa del Ministro de Gobierno de la Municipalidad de Santiago, Humberto Santillán. Alsogaray fue contratada en 2011 por el empresario santafecino imputado, para realizar servicios legales. El día del asesinato de Cristian estaba en Buenos Aires, donde se enteró del hecho por la televisión. Allí recibió el llamado de Ciccioli, para que asumiera su defensa. Pero Alsogaray se negó por motivos profesionales.
Precisamente porque resulta inverosímil pensar que la Dra. Alsogaray tenga simpatía alguna con el MoCaSe, su testimonio fue clave en la causa. Según ella, Ciccioli no prestó suficiente atención al conflicto por la tierra en la provincia. “Acá, en Santiago, los títulos de propiedad no siempre coinciden con la realidad geográfica”. Confirmó que fue la promotora del encuentro entre el empresario y al representante legal del MoCaSe.Y que le aconsejó evitar los conflictos con el campesinado: “Acá se vive tranquilo cuando se concilia”.
Para comprender la dinámica de la conflictividad social en la zona, vale la pena retomar algunos pasajes de la declaración en el juicio del ingeniero agrónomo Cariló Olaiz, de 37 años y residencia en Quimilí. Según Olaiz, los problemas aparecen en el año 2002, “cuando Conexa SA, de los hermanos Buratovich, compró 75 mil hectáreas, tres lotes, al oeste de Monte Quemado”. La mencionada empresa fue fundada en 1915 por inmigrantes croatas, y posee dos grandes centros de acopios de cereales, uno ubicado en la localidad bonaerense de Arrecifes y el otro en General Pinedo, Chaco. En 2006, un nuevo diferendo tiene lugar con Madera Dura del Norte, propiedad del conocido empresario ferroviario Gabriel Benjamín Romero, dueño de Ferrovías y uno de los socios mayoritarios de Ugofe y TBA. Más tarde, en 2009, la empresa tucumana Gimi comienza los trabajos de alambrado en el campo de San Bernardo. En cada uno de estos casos, y ante las protestas campesinas, los conflictos se dirimen a través de la conciliación, evitándose los desmontes.
Para cuando Ciccioli arriba a la región al comando de su empresa Pampa Fértil, las familias asentadas desde siempre en el territorio habían procurado sus propias herramientes legales para resistir el avance de la frontera de los agronegocios. Desprovistos histórica y sistemáticamente del acceso a los títulos de propiedad de las tierras que poseen, los campesinos encontraron en el reconocimiento como comunidad indígena Ashka Kaicu (resolución 662 del 2010, otorgada por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) la posibilidad de participar en las decisiones productivas y ambientales que los afectan. Al contemplar, en junio de 2011, la llegada de una decena de topadoras de la empresa Picat Hnos., contratada por Ciccioli, los campesinos realizaron la denuncia correspondiente ante la policía del lugar. Más tarde, en julio del mismo año, comienzan los trabajos de desmonte. Y los pobladores multiplican sus denuncias frente a la Dirección General de Bosques, amparados en la ley provincial 6.841 según la cual “se prohíbe la eliminación de bosques por medio del desmonte total o parcial cuando se afecten sitios de valor cultural, poblaciones y/o territorios de pueblos originarios, o se lesionen derechos de poseedores conforme a la ley de fondo”. Las mismas se han incorporado a la causa, están fechadas en agosto y octubre de 2011 y fueron firmadas, entre otros, por el propio Cristian Ferreyra. Todas fueron desoídas. 
Entre julio y octubre de aquel año, incluso con posterioridad a la reunión mantenida entre el empresario y el representante legal del MoCaSe, Antenor Ferreyra, los desmontes alcanzaron la extensión de 600 has, el mayor realizado en la zona. Cuando el 16 de noviembre de ese mismo año Javier Juárez asesinó al joven Cristian, su patrón estaba decidido a proseguir con el negocio, costara lo que costase. Sólo como consecuencia de este crimen evitable, el gobierno de Gerardo Zamora decidió suspender durante seis meses los desmontes en todo el territorio provincial.
El pasado martes declaró también el principal acusado, Javier Juárez. Según Deolinda Carrizo, coordinadora de la Confederación Latinoamericana de Organizaciones Campesinas (CLOC), “su testimonio fue bochornoso, plagado de mentiras y miserable desde el punto de vista ético”. Según Juárez el día del crimen él pasaba por casualidad por el frente de la casa de Darío Godoy, en el paraje Campo de Mayo, donde Cristian Ferreyra estaba almorzando junto a sus familias. También por casualidad, iba armado. Godoy lo llamó e invitó a entrar a su patio. Comenzaron a discutir y apareció Cristian, “con algo en la cintura”. Luego le sacaron las llaves de la moto, lo patotearon, lo tiraron al piso, le pegaron, y sólo entonces sacó el arma y disparó para defenderse. Le preguntaron por qué iba armado y respondió que solía hacerlo, para cazar: “En el campo es así, porque uno no consigue carne todo el tiempo y tenés que arreglartela con los animalitos que uno encuentra”. Le preguntaron por el arma con la que mató, que nunca pudo ser secuestrada; contestó: “No recuerdo”.
Concluida la etapa probatoria del juicio de Monte Quemado, se acerca el momento de las definiciones. El próximo miércoles 3 de diciembre se leerán los alegatos, pero el dictado de la sentencia aún no tiene fecha cierta. Cualquiera sea la decisión del Tribunal en lo Criminal y Correccional de Primera Nominación, tendrá efectos trascendentes para la dinámica futura del conflicto por la tierra. 
De confirmarse la condena al empresario imputado se fortalecerán las posibilidades de erigir una nueva generación de derechos sociales, objetivo manifiesto del Movimiento Campesino con el apoyo de distintas organizaciones e instituciones a nivel nacional e internacional. Pero si el resultado es una absolución, entonces quedará liberado el camino para la multiplicación de los desmontes y la expansión de los agronegocios, incluyendo la aplicación de una violencia mortífera sobre los pobladores.
Nadie ignora la resonancia política de este caso testigo. Tampoco la influencia que una fuerza como el “zamorismo”, con varios mandatos a cuesta y una hegemonía maciza a lo largo de la última década, posee sobre los tres jueces provinciales a cargo del Tribunal.
La dimensión judicial se ha ido constituyendo en terreno privilegiado para dirimir las problemáticas de una nueva conflictividad social, cada vez más extendida. La temporalidad propia de las investigaciones judiciales permite muchas veces tirar el hilo de las marañas de intereses políticos y económicos que se entretejen para concretar la rentabilidad extraordinaria de negocios como la agroexportación, el narcotráfico o la especulación financiera. En función de estos procesos, sujetos distintos se articulan en apoyo de las víctimas; surgen verdaderas redes de experimentación política, que incluyen organizaciones sociales, académicos y medios de comunicación interesados, organismos de derechos humanos, instituciones estatales sensibles a dicha conflictividad. La información y el análisis precisan de la movilización social y de cierta inteligencia colectiva, para construir una denuncia eficaz contras las guardias blancas, las fuerzas de seguridad, las instituciones corruptas y las empresas beneficiarias. Cuando esto sucede, una investigación de largo aliento se pone en marcha, más allá del escenario puramente mediático y de la rosca política. La denuncia se convierte en interrogación ética sobre los límites de la democracia contemporánea, sobre la violencia de la acumulación capitalista.
Los juicios de lesa humanidad nos enseñaron lo que es posible hacer respecto del pasado. El juicio de Monte Quemado, junto a experiencias recientes como el proceso contra los asesinos de Mariano Ferreyra, el Triple Crimen de Rosario o la causa por las desapariciones de Luciano Arruga y Franco Casco, por sólo citar algunos casos, nos muestran la potencialidad de una intervención en el presente, a la altura de los desafíos que se vienen.

Para pensar la Nación Graciela Pérez

Bajo el lema “La discusión de un nombre: qué decimos o qué pensamos cuando hablamos de pensamiento nacional”, en la mesa integrada por la socióloga e investigadora Maristella Svampa, el secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional Ricardo Forster y la decana de la Facultad de Humanidades de Neuquén, María Gentile, se debatió apasionadamente sobre los gobiernos populares de la región y sus modelos político-económicos.
En su ponencia, Gentile explicó los abordajes diferentes sobre la idea de Nación: “En el siglo XIX la nación fue pensada como comunidad política. En el XX hubo una definición más cultural que sostuvo la visión de la doble Argentina. De esta manera, asistimos desde 1946 con la asunción del peronismo hasta la Revolución Cubana a un sistema de preguntas cruzadas que se impugnaron mutuamente”.
Sobre la idea de nación del pensador marxista José Carlos Mariátegui, Gentile retomó los conceptos de clase y raza de Siete ensayos sobre la realidad peruana, donde Mariátegui explica que la razón moderna nunca pudo pensar las diferencias en términos de igualdad y las jerarquías son las consecuencias de las discrepancias y la naturalización de los lugares de superioridad. “Hay que desarmar las jerarquías ocultas. Este es un gran desafío cuando hablamos de pensamiento nacional”, apuntó la decana. “El problema no son los pobres sino los ricos”, dijo Gentile, para aceptar que la diversidad implica tensión política.
A su turno, Svampa encendió el panel al considerar que “Neuquén es un lugar privilegiado para abrir debates que están siendo obturados”. Para la socióloga, hablar de pensamiento nacional implica pensar críticamente, puesto que cada época se caracteriza por un campo problemático sobre temas básicos: el contexto, el desarrollo y la democracia.
Svampa indicó que, en los últimos años, la Argentina transitó un cambio de época donde los movimientos sociales fueron los grandes actores y luego emergieron los gobiernos progresistas. Pero el concepto de “progresistas” tiene que ver con una idea de desarrollo donde “la Argentina pasó del consenso de Washington al consenso de los comodities. Esto es lo que llamo la ilusión desarrollista”, dijo la investigadora.
 Según Svampa, el modelo basado en los agroquímicos, la minería y el fracking no fue debatido y el país se afianzó en su lugar de productor de materias primas. “La Argentina no salió del ciclo de la gran asimetría entre sectores dominantes y sectores populares, más allá de las mejoras volátiles de la última década”.
Al cruce de las declaraciones de la investigadora, pero siempre dentro de un debate respetuoso, Forster decidió cambiar su discurso basado en una carta del filósofo y escritor argentino Nicolás Casullo y responder a los cuestionamientos de Svampa.
“Nos encontramos con la barbarie del capitalismo y con proyectos políticos que construyen dialécticas reduccionistas de las libertades. El poder contamina, produce discusiones morales. El paradigma de la democracia como la libertad absoluta es una falsa utopía”, retrucó aclarando que lo que se está haciendo es resarcir las injusticias del pasado.
“Siempre existe tensión entre el pensamiento crítico y las estructuras del poder. El gran trabajo es atravesar con la crítica las propias certezas”, cuestionó el filósofo.
Nuevamente retomó la palabra Svampa para recordar al biólogo molecular Andrés Carrasco que fue perseguido por sus investigaciones sobre el impacto del glifosato en la salud de las poblaciones: “Los gobiernos progresistas abrieron un modelo de desarrollo basado en la extracción y todos los partidos políticos se alinearon con Monsanto”.
Por su parte, Forster adujo que prefiere hablar de gobiernos populistas porque es una palabra maldita para la academia. “Estamos tocando estructuras de poder y esto se refleja en el ataque de los medios hegemónicos, si no sería un teatro dentro del teatro”, ironizó Forster.
Ampliar la discusión, repensar las propias ideas y recapacitar sobre el país que deseamos fue el espíritu de un panel que expuso con convicción, fundamento y pasión su ideario de nación.

Medio Oriente Jerusalén, la ciudad impía

Ninguna ciudad en el mundo ha sido testigo de tantas guerras, masacres y tanto derramamiento de sangre como ésta.

Jerusalén, la ciudad impía
En su larga y accidentada historia, Jerusalén ha sido ocupado por decenas de conquistadores.
Babilonios y persas, griegos y romanos, mamelucos y turcos, británicos y jordanos, por mencionar sólo algunos.
El último ocupante es Israel, que conquistó y anexionó Jerusalén en 1967. 
(Podría haber escrito “Jerusalén Este”, pero todo lo que es la Jerusalén histórica está en el este de Jerusalén actual. Todo lo demás se construyó en los últimos 200 años por los colonos sionistas o están rodeando las aldeas árabes que se unieron de manera arbitraria a la zona más grande que ahora se llama Jerusalén después de su ocupación). 
Esta semana, Jerusalén estaba en llamas, otra vez. Dos jóvenes de Jabel Mukaber, uno de los pueblos árabes anexados a Jerusalén, entraron en una sinagoga en el oeste de la ciudad durante las oraciones de la mañana y mataron a cuatro judíos devotos, antes de que ellos mismos sean asesinados por la policía. 
Jerusalén es llamada “la Ciudad de la Paz”. Esto es un error lingüístico. Es cierto que en la antigüedad se llamaba Salem, que suena como paz, pero Salem era, de hecho, el nombre de la deidad local. 
También es un error histórico. Ninguna ciudad en el mundo ha sido testigo de tantas guerras, masacres y tanto derramamiento de sangre como ésta.
Todo en nombre de algún dios u otro. 
Jerusalén fue anexada (o “liberada”, o “unificada”) inmediatamente después de la Guerra de Seis Días de 1967. 
Esa guerra fue el mayor triunfo militar de Israel. También fue el mayor desastre de Israel. Las bendiciones divinas de la increíble victoria se convirtieron en castigos divinos. Jerusalén era uno de ellos. 
La anexión se nos presentó (yo era un miembro del Parlamento o Knesset en el momento) como una unificación de la ciudad, que había sido cruelmente destrozada en la guerra de 1948. Todos citaban la frase bíblica: “Jerusalén está edificada como una ciudad que está bien unida entre sí”. Esta traducción del Salmo 122 es bastante extraña. El original hebreo dice simplemente “una ciudad unificada”. 
De hecho, lo que ocurrió en 1967 fue cualquier cosa menos la unificación. 
Si la intención hubiera sido realmente la unificación, se hubiera visto muy diferente. 
Habría sido conferida automáticamente la plena ciudadanía israelí a todos los habitantes. Todas las propiedades árabes perdidas en el oeste de Jerusalén, que habían sido expropiadas en 1948, habrían sido devueltas a sus legítimos dueños que habían huido a Jerusalén Este. 
La municipalidad de Jerusalén habría sido ampliada para incluir a los árabes de Jerusalén Oriental, incluso sin una solicitud específica. Y así, más.
Sucedió lo contrario. Ninguna propiedad fue restituida ni ningún tipo de compensación pagada. El municipio se mantuvo exclusivamente judío. 
A los habitantes árabes no se les concedió la ciudadanía israelí, sino simplemente una “residencia permanente”. Este es un estado que puede ser revocado arbitrariamente en cualquier momento –y de hecho fue revocado en muchos casos–, que obliga a las víctimas a salir de la ciudad. Para guardar las apariencias, a los árabes se les permitió solicitar la ciudadanía israelí. Las autoridades sabían, por supuesto, que sólo un puñado aplicaría, ya que hacerlo implicaría el reconocimiento de la ocupación. Para los palestinos, esto sería algo semejante a la traición. (Y los pocos que podían aplicar, generalmente se negaron.) 
El municipio no se amplió. En teoría, los árabes tienen derecho a votar en las elecciones municipales, pero sólo unos pocos lo hacen, por las mismas razones. En la práctica, Jerusalén Este sigue siendo un territorio ocupado. 
El alcalde, Teddy Kollek, fue elegido dos años antes de la anexión. Una de sus primeras acciones fue demoler todo el barrio Mugrabi junto al Muro de los Lamentos, dejando una gran plaza vacía como una playa de estacionamiento. Los habitantes, todos ellos personas pobres, fueron desalojados en cuestión de horas. 
Pero Kollek era un genio en las relaciones públicas. Estableció una apariencia de relaciones amistosas con los notables árabes, les presentó a los visitantes extranjeros y creó una impresión general de paz y alegría. Kollek construyó más nuevos barrios israelíes en tierra árabe que cualquier otra persona en el país. Sin embargo, este maestro de la colonización recogió casi todos los premios de la paz en el mundo, excepto el Premio Nobel. Jerusalén Este se mantuvo tranquila.
Sólo pocos sabían de una directiva secreta de Kollek que instruía a todas las autoridades municipales para que se aseguren de que la población árabe –entonces el 27%– no creciera por encima de ese nivel. 
Kollek fue hábilmente apoyado por Moshe Dayan, el ministro de Defensa. Dayan creía en mantener a los palestinos tranquilos, dándoles todos los beneficios posibles, excepto la libertad. 
Pocos días después de la ocupación de Jerusalén Este se quitó la bandera israelí que había sido plantada por los soldados delante de la Cúpula de la Roca en el Monte del Templo. Dayan también devolvió a la autoridad de facto el poder sobre el monte a las autoridades religiosas musulmanas. 
A los judíos se les permitió el acceso al complejo del templo sólo en pequeñas cantidades y sólo a los visitantes como tranquilos. Se les prohibió orar allí, y eran removidos por la fuerza si se les veía mover sus labios. Podrían, después de todo, orar a sus anchas en el Muro Occidental contiguo (que es una parte de la antigua muralla exterior del complejo). 
El gobierno pudo imponer este decreto a causa de un hecho religioso pintoresco: los judíos ortodoxos tienen prohibido por los rabinos entrar en el Monte del Templo como unidad. De acuerdo con un mandato bíblico, los judíos comunes no pueden permanecer en el Santo de los Santos, sólo al sumo sacerdote le es permitido. Ya que hoy nadie sabe dónde está este lugar exactamente, los judíos piadosos no pueden entrar en todo el complejo.
Como resultado, los primeros años de la ocupación fueron una época feliz para el este de Jerusalén. Judíos y árabes se mezclaron libremente. Estaba de moda entre los judíos hacer compras en el colorido mercado árabe y cenar en los restaurantes “orientales”. Yo mismo a menudo me alojaba en hoteles árabes e hice un buen número de amigos árabes. 
Esta atmósfera cambió gradualmente. El gobierno y la municipalidad gastaron un montón de dinero para mejorar Jerusalén Oeste, pero se descuidaron los barrios árabes de Jerusalén Este y se convirtieron en barrios marginales. La infraestructura y los servicios locales se deterioraron. Los permisos de nuevas construcciones para los árabes son escasos con el fin de obligar a la generación más joven a desplazarse fuera de las fronteras de la ciudad. Luego se construyó la muralla de “separación”, que impide que los que están fuera puedan entrar en la ciudad, que los aísla de sus escuelas y trabajos. Sin embargo, a pesar de todo, la población árabe creció y alcanzó el 40%.
La opresión política creció. En virtud de los acuerdos de Oslo, a los jerosolimitanos árabes se les permitió votar para la Autoridad Palestina. Pero luego se les impidió hacerlo, sus representantes fueron detenidos y expulsados de la ciudad. Todas las instituciones palestinas fueron forzadas a cerrar, incluyendo la famosa Casa de Oriente, donde el gran líder admirado y amado de los árabes de Jerusalén, el difunto Faisal al-Husseini, tenía su oficina. 
Ehud Olmert sucedió a Kollek y luego un alcalde ortodoxo que le importaba un comino de Jerusalén Este, excepto el Monte del Templo. 
Y entonces se produjo un desastre adicional. Los israelíes laicos están dejando Jerusalén, que se está convirtiendo rápidamente en un bastión ortodoxo. En su desesperación, decidieron expulsar al alcalde ortodoxo y elegir a un hombre de negocios, secular. Por desgracia, es un rabioso ultranacionalista.
Nir Barkat se comporta como el alcalde de Jerusalén Oeste y como gobernador militar de Jerusalén Este. Trata a sus súbditos palestinos como enemigos que pueden ser tolerados si obedecen en silencio, y brutalmente reprimidos si no lo hacen. Junto con el abandono de una década de los barrios árabes, el ritmo acelerado de la construcción de nuevos barrios judíos, la brutalidad policial excesiva (abiertamente alentados por el alcalde), están produciendo una situación explosiva.
La desconexión de Jerusalén con Cisjordania, su conexión natural con el interior, empeora aún más la situación. 
A esto se puede añadir la terminación del llamado proceso de paz, ya que todos los palestinos están convencidos de que el este de Jerusalén debe ser la capital del futuro Estado de Palestina. 
Esta situación sólo necesitaba una chispa para encender la ciudad. Esto fue debidamente proporcionado por los demagogos de derecha en la Knesset. Compitiendo por la atención y popularidad, comenzaron a visitar el Monte del Templo, uno tras otro, desatando cada vez una tormenta. Añadido a la voluntad manifiesta de ciertos fanáticos de extrema derecha religiosa para construir el Tercer Templo en el lugar de la mezquita santa de al-Aqsa y la dorada Cúpula de la Roca, fue suficiente para imponer la creencia de que los lugares sagrados estaban, de hecho, en peligro. 
Luego llegó la espantosa venganza y asesinato de un niño árabe que fue secuestrado por judíos y quemado vivo con gasolina vertida en su boca. 
Individualmente, los habitantes musulmanes de la ciudad comenzaron a actuar. Desdeñando las organizaciones, casi sin armas, comenzaron una serie de ataques que ahora se llaman “la intifada de los individuos”. Actuando solos, o con un hermano o un primo de su confianza, un árabe toma un cuchillo o una pistola (si puede conseguir una), o su coche, o un tractor, y mata a los israelíes más cercanos. Él sabe que va a morir. 
Los dos primos que mataron a cuatro judíos en una sinagoga esta semana –y también a un policía árabe druso– sabían esto. También sabían que sus familias iban a sufrir, serían demolidas sus casas y sus familiares detenidos. No se les contradijo. Las mezquitas eran más importantes. 
Por otra parte, el día anterior, un conductor de autobús árabe fue encontrado muerto en su autobús. Según la policía, la autopsia demostró que se había suicidado. Un patólogo árabe concluyó que fue asesinado. Ningún árabe cree a la policía, ellos están convencidos de que la policía siempre miente.
Inmediatamente después de la matanza de la sinagoga, el coro israelí de los políticos y comentaristas entró en acción. Lo hicieron con una unanimidad sorprendente –ministros, miembros de la Knesset, ex generales, periodistas, todos repitiendo con ligeras variaciones– el mismo mensaje. La razón de esto es simple: todos los días la oficina del primer ministro envía una “página de mensajes”, instruyendo a todas las partes de la máquina de propaganda qué decir. 
Esta vez el mensaje fue que Mahmoud Abbas era el culpable de todo, un “terrorista con traje”, el líder que incita a la nueva intifada. No importa que el jefe del Shin Bet testificó en el mismo día que Abbas no tiene conexiones ni abiertas ni encubiertas con la violencia. 
Binyamin Netanyahu enfrenta las cámaras y con una cara solemne y voz lúgubre –él es un muy buen actor– repite una vez más lo que ha dicho muchas veces antes, cada vez pretendiendo que esta es nueva receta: más policías, los castigos más duros, la demolición de viviendas, arrestos y multas grandes para los padres de niños de 13 años de edad que se encuentran atrapados lanzando piedras, y así sucesivamente. 
Cada experto sabe que el resultado de estas medidas tendrán exactamente resultados contrarios. Más árabes se indignarán y atacarán a hombres y mujeres israelíes. Los israelíes, por supuesto, van a “tomar venganza” y “tomarán la ley en sus propias manos”. 
Tanto para los habitantes y los turistas, caminar por las calles de Jerusalén, la ciudad que está “unida”, se ha convertido en una aventura arriesgada. Muchos se quedan en casa. 
La ciudad impía está más dividida que nunca.