La OTAN está enviando enormes cargamentos de armas a la Junta de Gobierno de Kiev para debilitar la posición de las milicias prorrusas.
Tensión. El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, redobla la ofensiva contra Moscu.
Hay signos evidentes que indican la inminencia del estallido de una gran guerra en Ucrania. Una guerra promovida activamente por los países de la OTAN con el apoyo de sus aliados y clientes en Asia (Japón) y Oriente Próximo (Arabia Saudí). Estará caracterizada por una ofensiva militar a gran escala contra la región suroriental de Dombas –donde se sitúan las repúblicas populares ucranio-rusas de Donets y Lugansk, de aspiraciones separatistas– con la intención de deponer al gobierno elegido democráticamente, desarmar a las milicias populares y acabar con los guerrilleros de la resistencia y su base ciudadana, desmantelando a las organizaciones populares representativas y participando en la limpieza étnica de millones de ciudadanos bilingües ucranio-rusos. El próximo ataque militar de la OTAN a la región de Dombas es una continuación y una extensión del golpe de Estado violento de Kiev, que derrocó en febrero de este año al gobierno electo.
La junta de Kiev y sus gobernantes clientelares recientemente “elegidos”, así como sus patrocinadores de la OTAN, están resueltos a llevar adelante una gran purga con tal de consolidar el gobierno dictatorial del títere Poroshenko. Las recientes elecciones patrocinadas por la OTAN excluyeron la participación de varios de los partidos políticos que tradicionalmente habían apoyado a las grandes poblaciones minoritarias del país y fueron boicoteadas en la región de Dombas. Esta farsa electoral de Kiev sentó las bases para el siguiente movimiento de la OTAN, que tiene como objetivo convertir a Ucrania en una gigantesca base militar multifuncional de Estados Unidos, para poder llegar al corazón de Rusia y servir como una nueva colonia del capital alemán, suministrando a Berlín cereales y materias primas y sirviendo de mercado cautivo para los bienes manufacturados alemanes.
Occidente está siendo barrido por una fiebre bélica y las consecuencias de esta locura se agravan con el paso de las horas.
El redoble oficial de guerra, iniciado por la junta de Kiev y sus milicias fascistas, resuena a diario en todos los medios de comunicación occidentales. Los principales creadores de propaganda y los portavoces de los gobiernos publican o anuncian nuevos relatos manipulados sobre el aumento de las amenazas militares rusas a sus vecinos y las incursiones transfronterizas en Ucrania. Se “informa” de nuevas incursiones rusas desde las fronteras nórdicas y los estados bálticos al Cáucaso. El gobierno sueco contribuye a aumentar el nivel de histeria al hablar de un misterioso submarino “ruso” cerca de la costa de Estocolmo, sin llegar a identificarlo o localizarlo (ni, por supuesto, a confirmar su “observación”). Estonia y Lituania afirman que aviones militares rusos han violado su espacio aéreo, aunque tampoco llegan a confirmar la noticia. Polonia expulsa a “espías rusos”, sin pruebas ni testigos. Al mismo tiempo, los ejércitos de estados clientelares de la OTAN desarrollan ejercicios militares conjuntos a gran escala a lo largo de las fronteras rusas, en los países bálticos, Polonia, Rumania y Ucrania.
La OTAN está enviando enormes cargamentos de armas a la junta de Kiev, así como asesores de las “fuerzas especiales” y expertos en contrainsurgencia, en anticipación de un ataque a gran escala contra los rebeldes de Dombas.
El régimen de Kiev nunca ha llegado a cumplir en alto el fuego acordado en Minsk. Según la oficina del Derechos Humanos de la ONU, un promedio de 13 personas –civiles en su mayoría– han muerto cada día desde la firma del alto el fuego de septiembre. Los informes de la ONU hablan de 957 personas asesinadas en ocho semanas, la inmensa mayoría de ellas por las fuerzas armadas de Kiev.
Por su parte, el régimen de Kiev ha suprimido todos los servicios públicos y sociales básicos a las “Repúblicas Populares”, incluyendo la electricidad, el combustible, las pensiones, los suministros médicos y los salarios a funcionarios, profesores, personal sanitario y trabajadores municipales, además de bloquear la banca y el transporte.
La estrategia consiste en estrangular aún más la economía, destruir la infraestructura y forzar a un éxodo masivo de refugiados desde las ciudades densamente pobladas de la frontera hacia Rusia, para luego lanzar ataques masivos, con misiles y artillería, por tierra y aire contra los centros urbanos y las bases rebeldes.
La junta de Kiev ha dispuesto una movilización total en las regiones occidentales, acompañada de furiosas campañas de adoctrinamiento contra los rusos y los ortodoxos del este, destinadas a atraer a los matones más violentos de la extrema derecha chovinista e incorporar brigadas militares filonazis a las tropas de choque de vanguardia. La utilización cínica de milicias fascistas irregulares “liberará” a la OTAN y a Alemania de cualquier responsabilidad por el terror y las atrocidades inevitables de la campaña. Este sistema de “denegación verosímil” reproduce las tácticas de los nazis alemanes, cuyas hordas de ucranianos fascistas y croatas de la Ustacha fueron notorias durante sus campañas de limpieza étnica.
Con el fin de aislar y debilitar la resistencia en Dombas y garantizar la victoria de los inminentes bombardeos del ejército ucraniano, la Unión Europea y Estados Unidos están intensificando sus presiones económicas, militares y diplomáticas sobre Rusia para que esta abandone a las recientes democracias populares de la región sudeste de Ucrania, que tienen en Moscú a su principal aliado.
La escalada de sanciones económicas contra Rusia está diseñada para debilitar la capacidad de la resistencia de Dombas de defender sus hogares, pueblos y ciudades. Cada uno de los envíos de suministros médicos básicos y de alimentos que realiza Rusia a la población sitiada crea nuevos estallidos de histeria, porque contrarrestan la estrategia de la OTAN destinada a matar de hambre a los partisanos y a su base popular para obligarles a someterse a o provocar un éxodo en busca de la seguridad tras la frontera rusa.
La junta de Kiev y sus gobernantes clientelares recientemente “elegidos”, así como sus patrocinadores de la OTAN, están resueltos a llevar adelante una gran purga con tal de consolidar el gobierno dictatorial del títere Poroshenko. Las recientes elecciones patrocinadas por la OTAN excluyeron la participación de varios de los partidos políticos que tradicionalmente habían apoyado a las grandes poblaciones minoritarias del país y fueron boicoteadas en la región de Dombas. Esta farsa electoral de Kiev sentó las bases para el siguiente movimiento de la OTAN, que tiene como objetivo convertir a Ucrania en una gigantesca base militar multifuncional de Estados Unidos, para poder llegar al corazón de Rusia y servir como una nueva colonia del capital alemán, suministrando a Berlín cereales y materias primas y sirviendo de mercado cautivo para los bienes manufacturados alemanes.
Occidente está siendo barrido por una fiebre bélica y las consecuencias de esta locura se agravan con el paso de las horas.
El redoble oficial de guerra, iniciado por la junta de Kiev y sus milicias fascistas, resuena a diario en todos los medios de comunicación occidentales. Los principales creadores de propaganda y los portavoces de los gobiernos publican o anuncian nuevos relatos manipulados sobre el aumento de las amenazas militares rusas a sus vecinos y las incursiones transfronterizas en Ucrania. Se “informa” de nuevas incursiones rusas desde las fronteras nórdicas y los estados bálticos al Cáucaso. El gobierno sueco contribuye a aumentar el nivel de histeria al hablar de un misterioso submarino “ruso” cerca de la costa de Estocolmo, sin llegar a identificarlo o localizarlo (ni, por supuesto, a confirmar su “observación”). Estonia y Lituania afirman que aviones militares rusos han violado su espacio aéreo, aunque tampoco llegan a confirmar la noticia. Polonia expulsa a “espías rusos”, sin pruebas ni testigos. Al mismo tiempo, los ejércitos de estados clientelares de la OTAN desarrollan ejercicios militares conjuntos a gran escala a lo largo de las fronteras rusas, en los países bálticos, Polonia, Rumania y Ucrania.
La OTAN está enviando enormes cargamentos de armas a la junta de Kiev, así como asesores de las “fuerzas especiales” y expertos en contrainsurgencia, en anticipación de un ataque a gran escala contra los rebeldes de Dombas.
El régimen de Kiev nunca ha llegado a cumplir en alto el fuego acordado en Minsk. Según la oficina del Derechos Humanos de la ONU, un promedio de 13 personas –civiles en su mayoría– han muerto cada día desde la firma del alto el fuego de septiembre. Los informes de la ONU hablan de 957 personas asesinadas en ocho semanas, la inmensa mayoría de ellas por las fuerzas armadas de Kiev.
Por su parte, el régimen de Kiev ha suprimido todos los servicios públicos y sociales básicos a las “Repúblicas Populares”, incluyendo la electricidad, el combustible, las pensiones, los suministros médicos y los salarios a funcionarios, profesores, personal sanitario y trabajadores municipales, además de bloquear la banca y el transporte.
La estrategia consiste en estrangular aún más la economía, destruir la infraestructura y forzar a un éxodo masivo de refugiados desde las ciudades densamente pobladas de la frontera hacia Rusia, para luego lanzar ataques masivos, con misiles y artillería, por tierra y aire contra los centros urbanos y las bases rebeldes.
La junta de Kiev ha dispuesto una movilización total en las regiones occidentales, acompañada de furiosas campañas de adoctrinamiento contra los rusos y los ortodoxos del este, destinadas a atraer a los matones más violentos de la extrema derecha chovinista e incorporar brigadas militares filonazis a las tropas de choque de vanguardia. La utilización cínica de milicias fascistas irregulares “liberará” a la OTAN y a Alemania de cualquier responsabilidad por el terror y las atrocidades inevitables de la campaña. Este sistema de “denegación verosímil” reproduce las tácticas de los nazis alemanes, cuyas hordas de ucranianos fascistas y croatas de la Ustacha fueron notorias durante sus campañas de limpieza étnica.
Con el fin de aislar y debilitar la resistencia en Dombas y garantizar la victoria de los inminentes bombardeos del ejército ucraniano, la Unión Europea y Estados Unidos están intensificando sus presiones económicas, militares y diplomáticas sobre Rusia para que esta abandone a las recientes democracias populares de la región sudeste de Ucrania, que tienen en Moscú a su principal aliado.
La escalada de sanciones económicas contra Rusia está diseñada para debilitar la capacidad de la resistencia de Dombas de defender sus hogares, pueblos y ciudades. Cada uno de los envíos de suministros médicos básicos y de alimentos que realiza Rusia a la población sitiada crea nuevos estallidos de histeria, porque contrarrestan la estrategia de la OTAN destinada a matar de hambre a los partisanos y a su base popular para obligarles a someterse a o provocar un éxodo en busca de la seguridad tras la frontera rusa.