El relato frívolo del movimiento de dinero no declarado imagina valijas, aviones para transportarlo y mesas cubiertas con decenas de ladrillos de billetes. La industria del cine y series para TV colabora en la construcción de la fantasía de millones de dólares físicos viajando por el mundo hasta encontrar refugio en una entidad financiera localizada en un paraíso (guarida) fiscal. Existe ese tipo de tráfico de fondos, pero son marginales en el inmenso circuito de fuga de capitales hacia plazas dedicadas al secretismo financiero. El flujo de ese dinero no es así de rústico. Esos capitales son canalizados a través de una plataforma de servicios ofrecida por grandes bancos para facilitar la evasión y el depósito del capital en las guaridas fiscales. Esa red está integrada por abogados, economistas, contadores y apoderados, dependientes o allegados a esas entidades, que se ocupan de girar, ocultar y administrar el dinero. Uno de los capítulos novedosos de la denuncia judicial realizada por la AFIP es la mención del abanico de protagonistas en las operaciones ilegales de fuga de capitales. Los identifica a ellos y al banco soporte de las operaciones. La presentación judicial es contra el HSBC por evasión fiscal y asociación ilícita al facilitar la apertura y ocultamiento de 4040 cuentas de argentinos por más de 3000 millones de dólares en su sucursal suiza de Ginebra.
La demanda también fue contra un grupo de profesionales dedicados a diseñar la estrategia jurídica, societaria y financiera de la fuga y evasión. Son los encargados de armar las redes de empresas offshore para vedar el acceso a los datos de los dueños de los capitales. La denuncia de la AFIP, detallada por este diario en la edición de los últimos dos días, menciona la existencia de una “plataforma facilitadora para la evasión” conformada por apoderados, abogados, economistas y contadores. Señala que esos expertos colaboraron en la elaboración de la red de sociedades y fideicomisos extranjeros (trust) radicada en paraísos fiscales como Panamá, Jersey, Guersney, Suiza, Uruguay, Bahamas e Islas Vírgenes. El objetivo de su tarea es crear complejas estructuras jurídicas y societarias para ocultar la identidad de los titulares de los fondos depositados en esas plazas. El caso denunciado es por cuentas en Suiza.
Pese a los intentos de mejorar su reputación relajando el secreto bancario y firmando acuerdos de cooperación e intercambio de información tributaria y financiera, Suiza sigue siendo uno de los principales refugios de capitales no declarados. El investigador Nicholas Shaxson, del Instituto Real de Asuntos Internacionales (Chatham House), informa en el libro Las islas del tesoro. Los paraísos fiscales y los hombres que se robaron el mundo que, según cálculos del Banco Nacional de Suiza en 2009, 3,1 billones de dólares están depositados en cuentas offshore a nombre de personas que no residían en el país. “Suiza continúa siendo uno de los mayores repositorios mundiales de dinero sucio”, sentencia Shaxson.
Las guaridas fiscales o las plazas financieras como Suiza no se limitan a ofrecer maneras de evadir impuestos. También brindan una confidencialidad que permite mantener datos fundamentales en secreto y la posibilidad de evadir regulaciones financieras. La información entregada por el fisco francés a la AFIP rompió ese muro para empezar a develar no sólo quiénes son los dueños de las cuentas no declaradas, sino también conocer a todos los protagonistas del andamiaje financiero y jurídico de los facilitadores o intermediarios que colaboran en la fuga y evasión.
La primera lista de 44 empresas y de 36 personas con cuentas no declaradas en el HSBC Ginebra de un total de 4040 ha generado inquietud en los titulares de las que todavía no se hicieron públicas. Esos nombres como otros que se difundieron en otra oportunidad por capitales fugados a través del Banco JP Morgan tienen la atracción de ser de compañías, empresarios, políticos, banqueros y jueces conocidos o vinculados con el poder económico. Al momento de su difusión aparece el cuestionamiento al doble estándar de discursos y a la responsabilidad individual por evadir el pago de impuestos y fugar capitales. Sin correr la mirada sobre ese comportamiento de los individuos es necesario ampliarla hacia las estructuras que alentaron y facilitaron la fuga y evasión. El economista francés Frédéric Lordon escribió en Adiós a las finanzas. Reconstrucción de un mundo en quiebra que “así como incriminar la responsabilidad de los agentes (inversores) tal y como se encuentran inmersos en las estructuras es inútil, sí es pertinente, en cambio, analizar la cuestión de la responsabilidad de quienes instalaron las estructuras y de quienes trabajaron para eternizarlas. Ante una cuestión formalmente idéntica –la “responsabilidad”–, vemos cómo la mirada se vuelca hacia una dirección completamente diferente: ya no es sólo la responsabilidad de los usuarios de la estructura, sino la responsabilidad de sus arquitectos, y la de sus guardianes”.
Este aspecto es uno de los grandes aportes realizados en la denuncia judicial de la AFIP sobre las cuentas no declaradas en el HSBC de Ginebra. La información proporcionada al Juzgado Nacional en lo Penal Tributario Nº 3, de la jueza María Verónica Straccia, no tiene sólo la cuenta de 68 millones de dólares a nombre de Amalita Lacroze de Fortabat, la mujer del cemento (Loma Negra) fallecida en 2012, y su nieta Amalia Amoedo, sino la del nombre de su apoderado: Alfonso Prat-Gay. En la presentación judicial los letrados de la AFIP señalan que “quien posee la autorización delegada por las titulares para administrar los fondos depositados en el exterior no puede desconocer que no se encuentran exteriorizados en el país y el fin explícito de evadir el pago de impuestos sobre dichos fondos”. Prat-Gay, ex ejecutivo del JP Morgan, como apoderado de Amalita, es uno de los miembros de esas redes arriba mencionadas de abogados, contadores, economistas vinculadas con grandes bancos internacionales para facilitar la fuga y evasión. Por eso la desmentida de que no es titular ni beneficiario de una cuenta en Suiza no se relaciona con la denuncia, porque la presentación de la AFIP en el juzgado es por su papel de apoderado de las cuentas de Amalita.
Nicholas Shaxson explica que “el mundo extraterritorial (paraísos fiscales) es un ecosistema que cambia sin cesar. Cada una de esas plazas ha desarrollado su propia infraestructura particular de abogados, contadores, banqueros y agentes corporativos expertos que se dedican a atender las necesidades de esos capitales”. Informa que muchas de las empresas que funcionan en las jurisdicciones extraterritoriales son casi desconocidas, y detalla quienes participa de lo que denomina “círculo mágico offshore”: estudios jurídicos como Appleby, Carey Olsen, Conyers, Maples and Calder, Mourant du Feu & Jeunes, y Ozannes and Walkers. “Son jugadores respetados en un regimiento mucho más extenso de elegantes contadores, abogados y banqueros: piezas de una infraestructura privada internacional que pone en funcionamiento el sistema entero”, indica Shaxson.
El trabajo de esa red de profesionales y banqueros consiste en ofrecer vías de escape a las obligaciones que derivan de vivir en una sociedad: impuestos, regulación financiera, legislación penal, derecho hereditario. Se dedican a colaborar con las elites ricas y poderosas a evadir esas responsabilidades. En ese mundo de fuga y evasión, el secreto bancario es bueno, cualquiera que traiga dinero a las entidades radicadas en guaridas fiscales es bueno y quien rompe el código de silencio es un traidor. La confidencialidad o secretismo es el valor esencial de los paraísos fiscales, muralla de silencio vulnerada por Hervé Falciani, el empleado del HSBC que entregó al fisco francés información de 130 mil clientes de la sucursal Ginebra. De ese total, 4040 corresponde a argentinos que recibió la AFIP por el convenio con Francia para evitar la doble imposición y prevenir la evasión fiscal en materia de impuestos sobre la renta y el patrimonio, de 2007. De las 4040 cuentas sólo 39 personas tienen depósitos en esa entidad declarados ante la AFIP.
Esa información encriptada fue entregada en un CD en sobre lacrado al titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, por parte de la Dirección General de Finanzas Públicas de Francia, el 25 de septiembre pasado. El pedido de cooperación a las autoridades francesas había sido realizado por el ministro de Economía, Axel Kicillof, en una carta fechada el 10 de julio pasado. El contenido de ese CD tiene los titulares de esas cuentas, la dirección en Argentina, números de contacto, actividades desarrolladas, profesión, fecha de nacimiento, tipo de vinculación con el banco, saldos y movimientos de cuentas bancarias, comunicaciones personales con el banco, cenas, almuerzos, mails intercambiados y visitas al HSBC en el país y en el exterior al HSBC Ginebra, y las relaciones con los intermediarios, apoderados así como los beneficiarios efectivos (familiares). Con esa cantidad de información, figurar en esa lista y pretender desmentirlo es imprudencia o la arrogancia de la impunidad.
azaiat@pagina12.com.ar
30/11/14 Página|12
domingo, 30 de noviembre de 2014
Mauricio Macri, de Keynes a la construcción de la transversalidad
Las últimas encuestas para presidente, con más o con menos, siguen mostrando a Mauricio Macri al final del trencito de tres que encabeza el gobernador Daniel Scioli, tan entusiasmado con esos números que hasta imagina ganar en primera vuelta.
Por Laura Mendoza
Pero el sorprendente relevamiento de Jorge Giacobbe y Asociados, dado a conocer parcialmente el domingo pasado en Hora Clave por el mismo Giacobbe y su hijo, revela una enorme ventaja para el jefe de Gobierno de la Ciudad, con unos 28 puntos, contra 20 de Scioli y otro tanto para Sergio Massa. Muchos dudan de la eficiencia de ese estudio, hecho sobre 1.500 casos en todo el país. Por un lado, el resto de las consultoras de opinión; por otro, los integrantes del propio trencito, incluyendo a Mauricio Macri. Pero en cualquier caso unos y otros reconocen que Macri va creciendo, a pesar de los vaivenes de sus socios dorados de la UCR y de las desmesuras de Elisa Carrió tirando centros al PRO.
Un economista enrolado en el partido amarillo dijo a esta cronista, café por medio, que está empezando a funcionar “cierta nueva transversalidad”, basada en el votante de origen radical que no está dispuesto a votar por ninguna de las variantes peronistas o filo peronistas. Más allá, incluso, del alineamiento de sus dirigentes, unos con Macri, otros con Massa. Es posible que esa “nueva transversalidad” hasta desborde en ideas que parecían imposibles de asimilar puertas adentro del PRO hasta no hace mucho. La promesa electoral de Mauricio Macri en la Cámara de la Construcción del martes podría tomarse como ejemplo. “Si llego a la Presidencia –dijo- voy a encarar la mayor obra de infraestructura de la que el país tenga memoria”. Es decir, piensa usar la obra pública como motor de la economía, nada menos que desde el Estado. Cualquiera diría que Macri empezó a leer a Keynes. O por lo menos, que se está bañando en realismo.
Parte de esa pulsión se puede ver en esa transversalidad que busca el PRO con ahínco en su construcción política. Allí está ahora el caso de la ex funcionaria cristinista, Graciela Ocaña, que construyó un minipolo de poder desde su sello Confianza Pública. Si las elecciones fueran hoy (y desdobladas como marca la Constitución), la “Hormiguita” podría arañar entre un 8 y un 12 % de los votos en la ciudad. Esa es la razón por la cual la señora Ocaña medita la oferta que le ha hecho llegar Horacio Rodríguez Larreta para acompañarla en una fórmula en la ciudad, lugar que también quiere ocupar la verborrágica Laura Alonso, patrocinada, entre otros, por el presidente de Boca, el insistente Daniel Angelici.
Diario Z
Por Laura Mendoza
Pero el sorprendente relevamiento de Jorge Giacobbe y Asociados, dado a conocer parcialmente el domingo pasado en Hora Clave por el mismo Giacobbe y su hijo, revela una enorme ventaja para el jefe de Gobierno de la Ciudad, con unos 28 puntos, contra 20 de Scioli y otro tanto para Sergio Massa. Muchos dudan de la eficiencia de ese estudio, hecho sobre 1.500 casos en todo el país. Por un lado, el resto de las consultoras de opinión; por otro, los integrantes del propio trencito, incluyendo a Mauricio Macri. Pero en cualquier caso unos y otros reconocen que Macri va creciendo, a pesar de los vaivenes de sus socios dorados de la UCR y de las desmesuras de Elisa Carrió tirando centros al PRO.
Un economista enrolado en el partido amarillo dijo a esta cronista, café por medio, que está empezando a funcionar “cierta nueva transversalidad”, basada en el votante de origen radical que no está dispuesto a votar por ninguna de las variantes peronistas o filo peronistas. Más allá, incluso, del alineamiento de sus dirigentes, unos con Macri, otros con Massa. Es posible que esa “nueva transversalidad” hasta desborde en ideas que parecían imposibles de asimilar puertas adentro del PRO hasta no hace mucho. La promesa electoral de Mauricio Macri en la Cámara de la Construcción del martes podría tomarse como ejemplo. “Si llego a la Presidencia –dijo- voy a encarar la mayor obra de infraestructura de la que el país tenga memoria”. Es decir, piensa usar la obra pública como motor de la economía, nada menos que desde el Estado. Cualquiera diría que Macri empezó a leer a Keynes. O por lo menos, que se está bañando en realismo.
Parte de esa pulsión se puede ver en esa transversalidad que busca el PRO con ahínco en su construcción política. Allí está ahora el caso de la ex funcionaria cristinista, Graciela Ocaña, que construyó un minipolo de poder desde su sello Confianza Pública. Si las elecciones fueran hoy (y desdobladas como marca la Constitución), la “Hormiguita” podría arañar entre un 8 y un 12 % de los votos en la ciudad. Esa es la razón por la cual la señora Ocaña medita la oferta que le ha hecho llegar Horacio Rodríguez Larreta para acompañarla en una fórmula en la ciudad, lugar que también quiere ocupar la verborrágica Laura Alonso, patrocinada, entre otros, por el presidente de Boca, el insistente Daniel Angelici.
Diario Z
Federico Bernal: “Evadieron lo mismo que el Estado gasta en educación, ciencia y tecnología”
El director del Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (Oetec) explicó lo que significa en términos presupuestarios el dinero que evadieron las empresas y personas físicas denunciadas por tener cuentas bancarias Suiza que no declararon ante el fisco, y que habrían sido concretadas a través de una serie de plataformas ilegales montadas por el banco HSBC.
"Se evadieron unos 62 mil millones de pesos, y por ejemplo, en cuanto a la totalidad de lo que fue la inversión pública del año 2013, unos 640 mil millones de pesos, ese dinero representa casi un 10 por ciento del total", detalló Bernal en declaraciones a CN23.
"Ese dinero -amplió el titular del Oetec- también es el 15 por ciento de programas de asistencia social", y detalló que "se evadieron la misma cantidad de dinero que el Estado gasta en Educación, Ciencia y Tecnología, 62 mil millones de pesos".
Asimismo, ejemplificó que "el ministerio de Seguridad en cuanto lo que son sus gastos corrientes y de capital, presupuestó para este año 36 mil millones de pesos, casi la mitad de lo que se evadió fugando dinero al exterior sin declarar".
Para este doctor en Bioquímica e investigador científico de la Universidad de Buenos Aires, criticó a los empresarios implicados en esta operatoria ilegal y afirmó que "se trata de empresarios que después son los primeros en criticar la intervención del Estado.
"Ellos ya tienen armada la cobertura mediática, con anuncios publicitarios o sus propias empresas de medios, para la defensa de la maniobra, titulando que esto es una 'avanzada de la AFIP' y una represalia del gobierno hacia empresarios opositores", añadió.
En este sentido, Bernal opinó que "el mensaje de estos empresarios a través de diarios como Clarín y La Nación es que si hay más Estado hay menos capitalismo. Sin embargo, los países serios, como a ellos les gusta decir, son los que tienen los mayores marcos regulatorios y desde donde se le está dando cada vez más fuerza a los organismos gubernamentales".
Por otra parte, señaló que habría que investigar el rol de Alfonso Prat Gay dentro de este entramado, ya que es "un nombre común" entre el JP Morgan, otro banco denunciado hace algunos años por este tipo de delitos, y el listado que la AFIP publicó sobre los clientes del HSBC.
Télam
"Se evadieron unos 62 mil millones de pesos, y por ejemplo, en cuanto a la totalidad de lo que fue la inversión pública del año 2013, unos 640 mil millones de pesos, ese dinero representa casi un 10 por ciento del total", detalló Bernal en declaraciones a CN23.
"Ese dinero -amplió el titular del Oetec- también es el 15 por ciento de programas de asistencia social", y detalló que "se evadieron la misma cantidad de dinero que el Estado gasta en Educación, Ciencia y Tecnología, 62 mil millones de pesos".
Asimismo, ejemplificó que "el ministerio de Seguridad en cuanto lo que son sus gastos corrientes y de capital, presupuestó para este año 36 mil millones de pesos, casi la mitad de lo que se evadió fugando dinero al exterior sin declarar".
Para este doctor en Bioquímica e investigador científico de la Universidad de Buenos Aires, criticó a los empresarios implicados en esta operatoria ilegal y afirmó que "se trata de empresarios que después son los primeros en criticar la intervención del Estado.
"Ellos ya tienen armada la cobertura mediática, con anuncios publicitarios o sus propias empresas de medios, para la defensa de la maniobra, titulando que esto es una 'avanzada de la AFIP' y una represalia del gobierno hacia empresarios opositores", añadió.
En este sentido, Bernal opinó que "el mensaje de estos empresarios a través de diarios como Clarín y La Nación es que si hay más Estado hay menos capitalismo. Sin embargo, los países serios, como a ellos les gusta decir, son los que tienen los mayores marcos regulatorios y desde donde se le está dando cada vez más fuerza a los organismos gubernamentales".
Por otra parte, señaló que habría que investigar el rol de Alfonso Prat Gay dentro de este entramado, ya que es "un nombre común" entre el JP Morgan, otro banco denunciado hace algunos años por este tipo de delitos, y el listado que la AFIP publicó sobre los clientes del HSBC.
Télam
CONFLICTOS Y CONSENSOS Dios y Job
r José Pablo Feinmann
Dios y Satán colisionan a menudo en los textos bíblicos. También fuera de ellos. Uno de los ejemplos más destellantes es la historia del Dr. Fausto que narra Goethe en su texto más conocido, obra maestra del romanticismo alemán. Aquí, el autor de Werther inicia su obra con un desafío que Mefistófeles (nombre típico del Diablo en la modernidad y que Goethe hace suyo) le propone a Dios. (Sucede en el inicio de la obra: Prólogo en el cielo, pp. 114/117, ediciones Cátedra, Madrid, 1994). El desafío se basa en un supuesto que el príncipe de las tinieblas expone con su habitual convicción: todo hombre que dedica su vida a la Razón queda inhabilitado para el Bien. Se basa en Adán y Eva, que comieron del árbol del conocimiento y cayeron en pecado. Dios niega esa asertividad provocadora, prepotente. Hay, en la Tierra, un hombre que dedica sus días a la Ciencia y no es un pecador. Mefistófeles le pide que le diga quién es y si acaso es también el más puro de sus seguidores. Dios no vacila en su respuesta, pues se trata de algo que tiene muy claro, que lo sabe y lo guarda en su corazón. No era su intención revelarlo, pero lo hace: el más puro de sus fieles es el Dr. Fausto. Mefistófeles apela a un recurso al que ya había apelado antes: la exigencia de una prueba. ¿Cómo se prueba la fidelidad de un hombre puro, que no se rebela contra su Dios y lleva una vida cómoda y próspera? Se lo despoja de sus bienes o se lo entrega a la tentación de la carne. A esta segunda se somete al Dr. Fausto. Ya se sabe: su tragedia es enamorarse de una joven y rendirse a las seducciones de Mefistófeles al precio de poseerla. Todo es distinto con Job. Al cabo, Fausto cede a la tentación y se acerca a Satán. Sus padecimientos no son los del hombre justo, sino los del pecador insatisfecho. Más conmiseración nos depertará Job, ya que no hay en él pecado alguno ni tentación a la que se haya sometido. El anónimo autor de Job sabe bien tratar su material, llevarlo con mano maestra a sus extremos. Se calcula que el libro es del siglo V antes de la era cristiana. Los estudiosos, luego de detectar que el texto (verdadera obra maestra) está desbordado de aramaísmos deducen que la historia sucede después del destierro del pueblo judío, época en que la idea de nación, ya superada, se reemplaza por la del destino individual. ¿Hay otro destino individual más fascinante que el de Job? Es, por el contrario, uno de los destinos individuales más fascinantes de la historia humana. El de un hombre que se enfrenta a Dios. El de un justo que sufre injustamente.
También aquí el disparador del conflicto es Satán. El título del capítulo I de Job es, precisamente, ése: “Satán prueba a Job”. El comienzo del relato es idéntico al de Goethe, o al revés: comprobamos que Goethe ha tomado su punto de partida del relato de Job. Satán le dice a Dios que anduvo dando vueltas por la Tierra, paseándose por ella. Yahvé (nombre de Dios en la Biblia de Jerusalem) le pregunta por su siervo Job, a quien ama, porque no es pecador y lo sirve fielmente. Muy hábil, Satán responde que esa bella conducta se debe a los cuantiosos bienes con que Yahvé ha colmado a Job. No bien se los quite, ese siervo fiel, ese hombre puro lo maldecirá cara a cara. Yahvé cae en la trampa de Satán y lo autoriza a ponerlo a prueba. A partir de aquí todas las desgracias empiezan a llover sobre el fiel Job. Mueren sus hijos, mueren sus hijas. Job acepta: rasga su manto, rapa su cabeza y cae en tierra humillado. Pero dice: “Desnudo salí del seno materno/ y desnudo volveré a él/ Yahvé me lo ha dado y Yahvé me lo ha quitado/ Bendito sea el nombre de Yahvé” (1/20). El narrador de la historia sabe graduar su crecimiento. Satán le dice a Yahvé que es poco lo que ha hecho con Job, que cualquiera tolera lo que él ha tolerado, que para probar verdaderamente su fe los castigos tienen que ser mayores. Como en Homero, los dioses juegan también aquí con los destinos de los hombres, pasan entreteniéndose a costa de sus tragedias. Ya vemos cuál es la tragedia de Job, la que hemos dicho: la del justo que sufre injustamente.
Satán, con la aprobación de Yahvé, sigue arrojando sobre Job todo tipo de sufrimientos. El autor del relato describe con minucia las flagelaciones a que es sometido su protagonista. He aquí, parece decir, el drama del hombre sobre la Tierra. Está en manos de los poderosos. No es dueño de su destino. Es arcilla fácil para que ellos se diviertan y nada puede hacer. ¿No es ya exagerada la sumisión de Job? ¿Exige la fe tolerar tanto injusto dolor? Estamos aquí en pleno corazón del conflicto. Por primera vez en la Biblia el conflicto entre el hombre y Dios se expresa tan descarnadamente. Pocas veces la crueldad divina (por mediación de Satán, como en el relato del Génesis) se ejerció con tanta saña y pocas veces la víctima demoró tanto en reaccionar. Pero Job lo hace: “Siento asco de mi vida y voy a dar curso a mis quejas” (7.11.15). Aquí, Job y el gaucho Martín Fierro se acercan notablemente. ¿Acaso no es el poema de Hernández (en la Ida, primera parte) una queja incesante? Fierro se queja a los puebleros, los hombres de la civilización. Sus patrones. En suma, Dios. “Si uno aguanta es gaucho bruto/ si no aguanta, es gaucho malo/ ¡Déle azote, déle palo,/ porque es lo que él necesita!/ De todo el que nació gaucho/ ésta es la suerte maldita” (1380). Mas Fierro decide enfrentar esa suerte que le impone la Civilización y volverse bravo, malo: “Yo abriré con mi cuchillo/ el camino pa’ seguir” (1385). También el tango discepoliano es una queja: “¿Cómo olvidarte en esta queja/ cafetín de Buenos Aires?”. Y, más que a menudo, una queja contra Dios. Job se les adelantó a todos. Fue el primero que se alzó contra Yahvé y le imputó sus infortunios. El que lanzó la simple, vigorosa pregunta: “¿Por qué?” ¿Quién, alguna o varias veces en su vida, no ha preguntado ¿por qué?
“Diré (dice Job) a Dios: No me condenes,/ explícame por qué me atacas./ ¿Te parece bien oprimirme, despreciar la obra de tus manos/ y favorecer los planes del malvado?” Notemos que Job pone tanto a Yahvé como a Satán culpables de sus flagelaciones. Si Dios “favorece los planes del malvado”, ¿qué diferencias podrá encontrar el hombre entre uno y otro? Y, en pleno, ardiente conflicto, Job arroja una de sus quejas más hondas: “¿Por qué me sacaste del vientre?/ Habría muerto sin que nadie lo advirtiese,/ sería como si no hubiese existido,/ conducido del vientre a la tumba/ ¡Qué breves los días de mi vida!/ Aléjate de mí, déjame gozar un poco/ antes de que marche, y ya no vuelva,/ al país de las tinieblas y de sombras,/ al país oscuro y en desorden,/ donde la claridad parece sombra” (3 11 - 16). Qué complejas y varias expresiones tiene el sufrimiento humano. Hasta podría decirse que, desde su dolor, Job inventó el bolero: “Aléjate de mí/ déjame gozar un poco”.
Job advierte (también como el trágico héroe discepoliano y Martín Fierro) que los que más tienen mejor viven. “¿Por qué siguen vivos los malvados,/ que envejecen y aumenta su poder?/ Viven seguros con sus hijos,/ ven cómo crecen sus retoños/ un hogar en paz, sin miedo, sin probar el castigo de Dios” (Jr 12-12). Y Discépolo ¿no se queja su héroe de la buena suerte de la gente mala? ¿No le dice a Dios que ve día a día que la gente mala vive, ¡Dios!, mejor que yo? ¿No concluye con la amarga certeza –tal vez la más amarga de todas– que afirma: creer en vos es dar ventaja? El parágrafo 23 del libro de Job lleva por título: “Dios está lejos y el mal triunfa”. No otra cosa le dice Cándido al Dr. Pangloss en la novela de Voltaire: el mal se ha enseñoreado de la Tierra. Pero esa frase de Job (“Dios está lejos y el mal triunfa”), ¡que cercana, qué clara y verdadera nos suena hoy!
Finalmente Yahvé responde a Job. Hombre afortunado, nosotros llevamos más de dos mil años sin una palabra de Yahvé. Heidegger abre el tomo I de su monumental Nietzsche con una frase de este filósofo encrespado: “¡Casi dos milenios y ni un solo nuevo dios!” (1888, VIII, 235-236. El Anticristo). Sin embargo, ¿tuvo más suerte Job? ¿Terminó en una conciliación su conflicto con Dios? No, Yahvé responde desde su gigantesca soberbia. Según los más atentos lectores del libro de Job, la solución final, pese a ser insatisfecha y dejar sin respuesta todas las quejas de Job, confirma la omnipotencia de la figura divina. Apela al misterio de las decisiones de Dios. El tema del libro es el del sufrimiento de un hombre justo. Acaso un hombre justo no deba sufrir. Acaso sean insensatos todos los padecimientos de Job. Pero Dios sólo responde a través de la monumentalidad de sus obras. Revela la trascendencia de su ser y de sus designios y deja sin respuesta a Job. No hay condiciones para creer en Mí. Finalmente, la enseñanza religiosa del libro de Job es: el hombre debe persistir en su fe aun cuando su espíritu no encuentre sosiego. Se ha llegado a un consenso que acaso pretenda ser la solución del conflicto. Pero no lo es. El Todopoderoso ha vencido. El sufriente humano sigue sin saber la causa de sus dolores. Sólo le resta volver a su fe ciega. Se restablece la situación anterior al conflicto. Dios es Dios. Job, un simple ser humano sometido a sus designios.
EL MUNDO › OPINION El rol de los partidos de izquierda
Por Emir Sader
A lo largo de la década de 1990 la izquierda ha resistido como pudo a los avances del neoliberalismo. Parecía que estábamos frente a una ola incontenible, hasta que algunos gobiernos latinoamericanos han reaccionado y empezado a construir alternativas a ese modelo.
Dos corrientes convivían en la resistencia al neoliberalismo: una, que planteaba la autonomía de lo social, el rechazo a la política, a los partidos y al Estado, centrando todo en movimientos sociales. Otra que proponía la necesidad de rescate de la política, de los partidos y del Estado, para conquistar hegemonía y construir alternativas al neoliberalismo.
Ha triunfado esta segunda corriente, dado que la superación del neoliberalismo requiere la construcción de un bloque de fuerzas hegemónico y la puesta en práctica de nuevas políticas de carácter público, que requieren redireccionar al Estado, superando la centralidad del mercado, promovida por el neoliberalismo.
El rescate del rol activo del Estado, tanto como inductor del crecimiento económico como en su calidad de garante de los derechos sociales, ha sido decisivo en la capacidad de gobiernos para avanzar en la superación del neoliberalismo.
Los que planteaban la autonomía de los movimientos sociales no fueron capaces de pasar de la fuerza acumulada en el plano social en la resistencia al neoliberalismo, a la construcción de alternativas a ese modelo. Se han quedado en la fase de la resistencia. Algunos prácticamente han desaparecido, como el caso de los piqueteros en Argentina otros han quedado reducidos a la intrascendencia, como es el caso de los zapatistas en México.
Ha sido decisivo el rol del Estado en los avances de superación del neoliberalismo, tanto en lo económico como en lo social. Pero la desmoralización de la política y el debilitamiento de los partidos no se ha detenido, ni siquiera en los países que han resaltado la importancia del Estado.
Se replantea con fuerza la cuestión del rol de los partidos de izquierda en los procesos de construcción de alternativas superadoras del neoliberalismo. Como se trata de gobiernos de alianzas amplias, de centroizquierda, esos partidos deben representar, desde luego, la alternativa de la izquierda, que antes de todo está por la superación radical del neoliberalismo. Y, más allá de esa lucha, apunta hacia alternativas anticapitalistas.
Por otra parte, el rol de un partido de izquierda es el de formular estrategias para llegar a los objetivos del programa del partido. Mientras los gobiernos se mueven en las coyunturas, es necesario apuntar hacia esos objetivos, para que no se pierdan en los enfrentamientos inmediatos.
Asimismo, los partidos deben discutir permanentemente con los movimientos populares las plataformas de lucha, las formas de organización de las distintas capas de la población, las relaciones con los gobiernos. Porque son esos movimientos –sindicatos, movimientos sociales, culturales, etc.— los encargados de organizar los más amplios sectores de masas.
Además, los partidos deben volcarse sobre las constantes evaluaciones de las correlaciones de fuerza, de los aliados, de los enemigos.
En síntesis, el rol de los partidos es el de elaborar y construir la hegemonía de los programas estratégicos de la izquierda y de las formas de su realización.
ENTREVISTA EXCLUSIVA A THOMAS PIKETTY, EL ECONOMISTA QUE CONMOVIO AL MUNDO CON SU LIBRO SOBRE LA DESIGUALDAD “Lo que sufre Argentina por el hegemonismo jurídico norteamericano es peor que la ausencia de justicia”
Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
El hombre afable y humano sentado en un sillón algo raído, rodeado de libros que apenas caben en el estrecho escritorio que ocupa en la Escuela de Economía de París, poco se parece al hombre de los afiches con los que el semanario Le Nouvel Observateur empapeló París: “Piketty, gurú mundial” dicen los carteles que promocionan el número de la revista consagrado al economista francés y a su libro. Thomas Piketty no tiene nada de gurú, sino una amabilidad comprometida y un humanismo que emana de sus gestos y su tono de voz. El Capital en el Siglo XXI, que esta semana publica Fondo de Cultura Económica, a pesar de sus más de 1000 páginas y de cierta complejidad técnica se ha convertido en un best seller mundial y en uno de esos libros que marcan un antes y un después en la historia de las ideas. La obra marcó la época al mismo tiempo que derrumbó algunos mitos que parecían eternos, tanto mitos marxistas como liberales. Durante una década y media, el economista francés de 43 años trabajó compilando los datos fiscales de una veintena de países desarrollados desde el siglo XVIII hasta hoy. De esa investigación sale una constante: el capital, sin la intervención reguladora de la potencia pública, solo genera desigualdad. Esta desproporción es mucho más visible a partir de los años ’80. El cuadro es devastador: en Estados Unidos, el 10 por ciento de las personas más ricas acapara el 45 por ciento de las ganancias. Esa constante, en mayor o menor medida, se expande en todos los países. El mérito, o sea el trabajo, perdió su valor frente a la “herencia” y los propietarios de bienes inmobiliarios reemplazaron a los terratenientes. La desigualdad es la marca del siglo.
Thomas Piketty recibió a Página/12 en su oficina de París y esta entrevista, donde expone los principios de un libro que revolucionó el pensamiento económico, inevitablemente empieza con una pregunta de actualidad argentina y mundial.
–La Argentina enfrenta hoy un antagonismo atravesado por la desigualdad que roza lo mafioso. Se trata de su enfrentamiento con los fondos buitre y el imperialismo judicial de Estados Unidos.
–La Argentina sufre hoy la evolución reciente y caótica de la jurisprudencia norteamericana sobre la deuda pública argentina. Aquí hay una situación de hegemonismo jurídico norteamericano que es un problema en la Argentina y que puede ser un problema también para otros países. Esto es peor que la ausencia de justicia. En muchas partes del mundo asistimos a una suerte de privatización del derecho con fondos financieros e intereses financieros que construyen su propio derecho, sus propias cortes de arbitraje, sus propios tribunales. Con esto escapan completamente a la soberanía de los Estados. Es una realidad a la cual la Argentina se enfrenta de forma extrema. De alguna manera, todos estamos confrontados a lo que atraviesa la Argentina. Estamos frente a un fenómeno general de privatización del derecho, de captación del derecho, de construcción de espacios jurídicos aparte para proteger intereses privados, que es muy preocupante. La problemática que enfrenta hoy la Argentina sobrepasa en mucho su propio caso. Creo que necesitamos un mundo mucho más multipolar, un retorno a cierta soberanía nacional y popular, un mundo donde no siempre se acepten los dictados de Estados Unidos, donde se pueda proponer una visión del derecho y del desarrollo internacional que no sea la misma que en Estados Unidos.
–Usted comparte hoy un raro privilegio: junto al papa Francisco los medios liberales lo califican de nuevo apóstol del marxismo.
–Yo no soy marxista. Formo parte de una generación que se hizo adulta con la caída el Muro de Berlín, en 1989. Nací demasiado tarde como para tener una tentación marxista en su variante soviética del comunismo. El éxito del libro muestra que hay un apetito de conocimientos en torno de estos temas que tocan el dinero, las ganancias, el patrimonio. Esos temas son demasiado importantes como para dejarlos en manos de un grupito de economistas, de técnicos o de expertos. Mi libro es una historia legible del dinero. Mi libro traza la historia de la distribución de las ganancias y del patrimonio a través de tres siglos y en más de 30 países.
–La síntesis de su trabajo monumental es clarísima: la posesión patrimonial, o sea la desigualdad, se impuso en todo el mundo.
–Depende mucho del país, de la amplitud y de la época. No hay un solo mecanismo que pueda explicar todo esto. Hay fuerzas que van en todas las dimensiones. Esto quiere decir que existen varios futuros posibles y no una sola dinámica en el reparto de las riquezas. Hay fuerzas que a veces conducen a la reducción de las desigualdades, como por ejemplo la difusión del conocimiento o la educación, que van en ese sentido. Y también hay otras fuerzas que conducen al aumento de las desigualdades, en particular la tendencia a largo plazo que lleva a que los beneficios del capital están por encima de la tasa de crecimiento. Pero diría que todo depende de las instituciones, de las políticas que los países deciden aplicar.
–Usted demuestra otra ilusión errónea de Marx y prueba que los beneficios del capital pueden mantenerse por encima de la tasa de crecimiento. También cae otro relato: el del economista y premio Nobel de Economía Simón Kuznets. Marx pensaba que la desigualdad conduciría al colapso y Kuznets, que se reduce con el avance de las sociedades.
–Marx decía “las desigualdades van a aumentar hasta la revolución final”, mientras que Kuznets escribía en los cincuenta que las desigualdades se reducen naturalmente en las sociedades industriales avanzadas. Ambos se equivocaron porque hay fuerzas que pueden ir en las dos direcciones y no sabemos cuál de ellas se impondrá. En este principio del siglo XXI hay un riesgo muy serio de que volvamos a las desigualdades del XIX. Esto ya es una realidad en algunos casos y en otros no. Es cierto, en la teoría de Marx había una salida económica al proceso. Había una contradicción entre el descenso de la tasa de beneficios que iba a conducir a una catástrofe final y al fin de este sistema. Puede que mis conclusiones sean todavía más pesimistas porque, desde un punto de vista estrictamente económico, no hay salida. El rendimiento del capital puede mantenerse a un nivel elevado, en particular porque siempre hay ganancias oriundas de la productividad, de las innovaciones tecnológicas, del crecimiento de la población. A pesar de una acumulación creciente del capital, el rendimiento se mantiene a un nivel superior a la tasa de crecimiento. En todo caso, sería un error pensar que una salida puramente económica –o sea el descenso de los beneficios– va a resolver esta contradicción. Mis conclusiones son pesimistas desde un punto de vista económico pero optimistas desde el punto de vista político. Hay soluciones políticas a este problema. La institución fiscal, social o educativa permite organizar ese proceso de acumulación del capital de una forma más igualitaria y por el bien común.
–Cómo romper entonces el ciclo claro de la desigualdad cuando queda demostrado en su trabajo la constante de este mal.
–Mi conclusión principal consiste en que necesitamos instituciones públicas de transparencia democrática en torno de las ganancias y los patrimonios capaces de adaptar nuestras instituciones y nuestras políticas a la realidad. La propiedad privada, el capitalismo, las fuerzas del mercado deben estar al servicio de la democracia y del interés general. El capitalismo debe volverse el esclavo de la democracia y no lo contrario. Hay que utilizar las potencialidades del mercado para enmarcarlas severamente, radicalmente si es necesario, para ponerlas en la buena dirección. Es perfectamente posible.
–Usted cita a un personaje de Balzac cuya frase es aplicable al mundo de hoy: frente a las ganancias generadas por el capital, trabajar no tiene sentido. Es mejor casarse con una heredera.
–Una buena parte de mis interrogaciones y de mis motivaciones en este trabajo de investigación provienen de la literatura, porque la literatura tiene una suerte de potencia para expresar las consecuencias del dinero y de las desigualdades en la vida y en los lazos sociales que es increíble. Con el lenguaje de las ciencias sociales nunca tendría esa potencia expresiva. Creo que esas diferentes formas de expresión son complementarias las unas con las otras. Es cierto que ese discurso de Balzac nos muestra a un joven ambicioso cuando estudia Derecho en París en 1820. Pero podría ser en París en este año, o en Buenos Aires en 2014, o en Nueva York o en México. Es una suerte de personaje eterno de joven ambicioso que quiere devorar la vida y a quien se le explica que, finalmente, los estudios, el trabajo, el mérito, no conducen a ninguna parte y que lo mejor es casarse con una señorita, que si bien no es muy encantadora, tiene un millón de francos de la época, unos 30 millones de euros de hoy. ¿Acaso el mundo de hoy es como el que describe Balzac? Es diferente, pero se acerca por algunos lados. La herencia en las sociedades occidentales de escaso crecimiento –y tal vez algún día para el conjunto del planeta– recupera un nivel que no teníamos en la posguerra, pero sí en el siglo XIX. Hoy tenemos lo que yo llamo en el libro “el retorno a la sociedad patrimonial”. No es exactamente el mundo de Balzac, pero sí es intermediario entre el mundo de Balzac y el mundo encantado de la meritocracia de los llamados “30 años gloriosos” de la posguerra, donde se creyó que se había llegado a un capitalismo sin capital, sin patrimonio. Pero eso, a largo plazo, no es posible. Eso fue únicamente una fase de reconstrucción, temporal, una fase donde la potencia pública supo inventar regulaciones. La caída del Muro de Berlín y el ingreso en esa nueva fase de confianza infinita en la autorregulación de los mercados contribuyó mucho a la re-patrimonialización de nuestras sociedades. Ese es el mundo que tenemos hoy frente a nosotros en este siglo XXI.
–Usted señala que en los últimos diez años, la capitalización bursátil mundial creció un 147 por ciento y el PIB mundial un 80. La desproporción es aplastante. Para usted, esa concentración del poder económico es incompatible con los valores de nuestras sociedades democráticas.
–Cuando la desigualdad, en particular la desigualdad patrimonial, se torna extrema, esa desigualdad no es solamente inútil para el crecimiento sino que incluso puede perjudicarlo. Esa desigualdad se vuelve un freno a la movilidad, un factor de perpetuación de la desigualdad en el tiempo y, también, se convierte en una verdadera amenaza para nuestras instituciones democráticas. Una concentración importante del poder del dinero conduce a una concentración demasiado importante del poder de influencia en los medios, en la vida política. Cada parte del mundo tiene su propia historia con la desigualdad, sus propios interrogantes. A veces, las instituciones públicas, es decir, las reglas que limitan el poder del dinero privado en la vida política, las reglas que organizan la financiación pública de los partidos políticos, pueden limitar esa potencia del dinero. Pero no hay que ver esas reglas y esas instituciones como algo dado. No. Son instituciones frágiles que pueden ser puestas en tela de juicio. Tenemos que tomar muy en serio la cuestión de saber cómo se limita a través del Estado de derecho y de instituciones muy fuertes ese control del dinero.
–La desigualdad, el crecimiento patrimonial sin freno pone en peligro el zócalo de la democracia. ¿Por qué? ¿Rompe el contrato social, genera violencia institucional o social?
–La desigualdad rompe el contrato social, rompe el principio de igualdad frente a la ley, de igualdad frente al sufragio universal. Cuando tenemos una desproporción extrema de los medios financieros tenemos también una desproporción extrema de los medios de influencia en la vida política. La desigualdad también rompe el lazo social y cívico por medio del cual se acepta que se pongan en común importantes recursos para financiar el bien público, la protección social, los servicios públicos. Si las clases medias, las clases populares, tienen la duradera impresión de que pagan más impuestos que los ricos, el consenso fiscal se rompe, o sea, el consenso que hace posible que todos acepten pagar una parte importante de los recursos producidos para financiar el acceso a la educación, a la salud, a las infraestructuras. Toda esa aceptación de la vida en común termina potencialmente en tela de juicio con la secesión a los más ricos. Si queremos una democracia real necesitamos instituciones sociales y políticas que enmarquen la propiedad privada, que limiten la acumulación entre algunas manos. Desconfío mucho de los discursos –a menudo muy hipócritas, que se escuchan en muchos países– sobre la idea abstracta de la igualdad. A veces se sirven de ellos para rechazar el impuesto progresivo, para justificar –en Francia y en otros países– que se invierta tres o cuatro veces más en los sectores educativos donde van los hijos de las elites antes que allí donde van los hijos de las clases populares. Y todo eso con una buena conciencia republicana. El principio abstracto de la igualdad es proclamado muy a menudo para justificar desigualdades perfectamente reales, extremas. Siempre hay que poner en tela de juicio ese principio, deconstruir esa proclamación. Esa es un poco la meta de mi libro.
–Otro mito que usted derrumba es que el crecimiento disminuye las desigualdades. Esa idea es la biblia de los liberales, quienes también ven en la globalización una panacea contra la desigualdad.
–Ocurre que para que sea así hacen falta condiciones. Hubo fases históricas donde el crecimiento estaba compartido, era equilibrado, en especial durante las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial –en todo caso en los países europeos y en los Estados Unidos–. Aquí sí el crecimiento correspondía a cierto enriquecimiento general. Hay fases como la de los últimos 30 años en las cuales tenemos una parte desproporcionada del crecimiento que está acaparada por las ganancias más altas. Aquí, un crecimiento elevado no es sinónimo de un enriquecimiento general. Creo que debemos ir más lejos que el crecimiento, hay que acostumbrarse al hecho de que un crecimiento del 5 por ciento anual, como ocurrió en las décadas de la posguerra, no continuará eternamente. Hay que acostumbrarse a vivir con un crecimiento estructuralmente más lento, más limpio. Lo que hace falta, sobre todo, es más transparencia en la distribución social del crecimiento. Es absolutamente preciso contar con más información democrática y verificable sobre la forma en que los diferentes grupos sociales, los diferentes grupos de ganancias y de patrimonio se benefician o no con el crecimiento. No se puede hacer una hipótesis sobre el hecho de que la tasa de crecimiento maximiza siempre el ascenso social en todas partes. No es el caso.
–Usted señala que la fase actual del capitalismo transformó las relaciones sociales. Estas son ahora relaciones patrimoniales.
–Las relaciones de propiedad pueden ser, desde un punto de vista social, extremadamente violentas porque ponen a ciertos grupos sociales en dependencia los unos de los otros. Cuando una parte de las ganancias generadas por el trabajo deben ser pagadas a quienes detentan el patrimonio, sea la casa donde se vive o el material necesario a una empresa, esto crea una tensión que, a menudo, es dejada de lado en los modelos económicos abstractos, en los cuales todo es armonioso y en el interés general. Las relaciones de propiedad son siempre complicadas, tanto más cuanto que el nivel global del patrimonio, la capitalización inmobiliaria, la capitalización bursátil, recupera niveles muy elevados en relación al nivel nacional. Y esas relaciones de propiedad son todavía más complicadas cuando esas relaciones de propiedad se expanden a nivel internacional. Siempre es complicado pagar el alquiler al propietario, pero cuando se trata de países que pagan intereses o dividendos a otro país es todavía peor. Organizar relaciones justas y democráticas para esas relaciones de propiedad en el caso de una comunidad política y democrática nacional ya es muy complicado. Con los actores internacionales es peor. Desde este punto de vista, es cierto que la situación de América latina en su conjunto en relación con Estados Unidos es el ejemplo número uno de una relación complicada de dominación económica. Hay flujos de capital, de intereses y de dividendos que salen de América latina para alimentar a los propietarios norteamericanos. Se trata de una situación que está lejos de ser el camino hacia la armonía y el enriquecimiento general descripto por los modelos económicos. Tanto en el pasado como hoy, ese ha sido el camino de un conflicto que gira en detrimento del desarrollo social y económico armonioso.
–Esa bella idea del capitalismo con rostro humano es un cuento de hadas. Estamos en un páramo de lobos en donde el ciclo humano se agotó. Pero usted persiste en un optimismo regenerador, como si hubiera aún muchas páginas de la historia por llenar de cosas buenas.
–Sí, el ciclo se agotó. Luego, cada época inventa nuevas formas de capitalismo con rostro humano, a veces de forma totalmente hipócrita con un rostro en nada humano, otras de manera más convincente. Lo cierto es que la hoja blanca que se pregunta cómo sobrepasar el capitalismo, cómo organizarlo de otra manera en beneficio de todos, esa hoja aún está por escribirse. Sea cual fueren los fracasos pasados, hay que volver a empezar de nuevo. Creo que esa es la conclusión más importante de mi libro: las formas concretas de la democracia, de la propiedad, deben ser reescritas. Hay útiles de regulación de los que ya se pueden trazar los contornos con respecto a la transparencia, a las ganancias, al patrimonio, al impuesto progresivo a las ganancias. Pero también hay otras formas de reapropiación democrática y colectiva de la propiedad que están por escribirse. Después de la caída de Muro de Berlín se creyó en un momento que la única forma de organización de la vida económica era la sociedad de accionistas, con todo el poder otorgado a los accionistas. Hoy nos damos cuentas de que no es el caso, de que hay sectores enteros de las actividades humanas, la educación, la salud, los medios, donde la sociedad de accionistas es totalmente absurda. En los medios hay muchas discusiones para saber cómo tratar de organizar formas nuevas de gobernabilidad y financiación, más participativas. Esto vale también para el sector industrial, donde la participación de los empleados en las decisiones de las empresas es un hecho –por ejemplo en los consejos de administración de los grupos industriales de Alemania–. Eso no les impide fabricar autos buenos, al contrario. La participación de los empleados y el reparto del poder puede ser en muchos casos una garantía, no solo de un mejor reequilibrio social sino también de eficacia económica. Todas estas cuestiones deben ser abordadas con una mirada nueva para salir de la ideología del mercado que se apoderó del mundo después de la caída del Muro.
–Cierta prensa anglosajona lo trata a usted de “loco de los impuestos”, porque propone como nueva forma de equilibrio una amplia revolución fiscal mundial para restablecer la igualdad.
–La meta de los impuestos es poder producir bienes públicos. El impuesto es interesante por lo que permite hacer. Si usted mira la situación en Europa, los países más ricos, los más competitivos, Dinamarca o Suecia, tienen una tasa impositiva obligatoria del 40 por ciento al 50 por ciento. A su vez, los países más pobres como Bulgaria o Rumania tienen una tasa impositiva del 20 por ciento. Si bastara con pagar pocos impuestos para ser ricos, Bulgaria o Rumania serían más ricos que Dinamarca o Suecia. Pero no es así como funciona. Tener impuestos elevados puede ser bueno para el desarrollo económico, siempre y cuando se utilicen esos altos impuestos para financiar los servicios públicos, las infraestructuras colectivas, la educación, la salud. Eso es lo que hacen los países de Europa del Norte. Es preciso que el mismo sistema impositivo, más allá de los gastos que financia, sea justo. Para que las clases medias y populares acepten un nivel impositivo elevado es necesario que los más favorecidos paguen tanto como ellos. Para que el impuesto sea justo debe ser progresivo, o sea, funcionar con una tasa que corresponda al porcentaje elevado de las ganancias y del patrimonio. Ese es un punto importante de mi libro: el Impuesto a las Ganancias es un gran invento del siglo XIX, pero en una sociedad cada vez más patrimonial se requiere igualmente un impuesto sobre el patrimonio. No hace falta esperar que exista un gobierno mundial para llegar a eso. Hay muchas cosas que pueden hacerse en el plano nacional y a veces se exagera con esa idea de que los gobiernos nacionales no pueden hacer nada dentro de la globalización. La mayoría de los países cuenta con un sistema impositivo sobre el patrimonio y el capital, pero son sistemas proporcionales y no progresivos que se aplican únicamente al patrimonio inmobiliario y no al financiero. Toda esta información suplementaria sobre las ganancias, el capital y sobre quién es dueño de qué, es también útil a favor de la democratización del capitalismo. El impuesto es más que el impuesto. Es también una forma de producir información y transparencia, las cuales pueden ser utilizadas como una base de la reapropiación democrática del capitalismo.
–Todas estas reformas requieren de un ingrediente que el liberalismo parlamentario aborrece: el conflicto.
–El conflicto es necesario. Hay que terminar de negar la importancia del conflicto en la historia de la política, en la historia del impuesto, en la historia de las desigualdades. Toda la historia sobre las desigualdades del siglo XX que yo cuento es una historia violenta, es una historia donde hay conflictos, guerras, donde la revolución desempeña un papel. Tratemos de hacer mejor las cosas la próxima vez, y de la manera más pacífica posible, pero no neguemos el hecho de que hacen falta sanciones, hacen falta conflictos. En Europa, y en el mundo, uno de los problemas radica en que nos acostumbramos al libre intercambio y a la libre circulación de capitales a cambio de nada, a cambio de ninguna transmisión de información, de ninguna coordinación fiscal, de ningún impuesto mínimo sobre quienes más se benefician con la globalización, y esto no puede continuar eternamente. Toda la historia de la redistribución, del Estado providencia, del impuesto progresivo durante el siglo XX es una historia que pasa por fases de conflicto. No es una historia en la cual un amable socialismo electoral llega racionalmente al poder y todo ocurre con calma y espontaneidad. Es una historia mucho más trastornante y sería llamativo que el porvenir sea distinto.
OPINION Suprema con fritas
Por Mario Wainfeld
Los tres mosqueteros fueron cuatro, avatares de una novela publicada en entregas. Los cuatro jueces que integrarán la Corte Suprema desde el 1º de enero serán, en lo funcional, tres. Tal es la tesis que el presidente del cuerpo, Ricardo Lorenzetti, propaga entre quienes recibe en su despacho, despojado y oscuro. Son él mismo (claro), Elena Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda. Carlos Fayt –explica– padece razonables, crecientes achaques de salud. Se costea con cuentagotas a Tribunales, una vez por semana como mucho. Dosifica los encuentros sociales para no toparse con virus o bacterias que podrían afectarlo.
Como, por ley, la Corte tiene cinco miembros, se requieren tres para hacer mayoría. Lorenzetti no se atribula: aduce que los tres de fierro son los que armaron la doctrina de la mayoría en los más importantes fallos del Tribunal. Eugenio Raúl Zaffaroni supo acompañar, reconoce o minimiza, injustamente. Cuenta que Fayt, desde hace tiempo, participa en el diez por ciento de las deliberaciones.
El presidente sabe regalar a sus invitados dos libros. Uno es un autorretrato generoso titulado El arte de hacer Justicia, ejem. El otro, mucho peor editado, es Corte Suprema de Justicia de la Nación. Resumen de casos relevantes año 2009-2013 (sic). Escoge una lista, atendible e incompleta, de sentencias importantes. Sintetiza los hechos, las resoluciones y cómo se votó. El metamensaje es que hay una mayoría sintomática, que se mantiene a pesar de las lamentables pérdidas de los jueces Enrique Petracchi y Carmen Argibay y de la renuncia de Zaffaroni. Una reseña empírica del blog Saber Derecho de Gustavo Arballo confirma la idea, en general, aunque bien leída atribuye un rol más significativo a Zaffaroni.
Nada es igual, todo es menor: La trayectoria jurídica y sistémica de esta Corte ha sido, seguramente, la mejor durante esta etapa democrática. Lorenzetti asevera, con razón, que sintonizó con las mejores políticas de derechos humanos y de ampliación de ciudadanía del Ejecutivo que la formó y nunca obstruyó su funcionamiento. El titular de la Corte insiste en que ésta debe ser (y ha sido) garante de la gobernabilidad democrática. De nuevo, es un planteo válido.
Pero, a diferencia de lo que el hombre propagó en cónclaves empresarios, es preocupante y riesgoso que sólo la conformen cuatro jueces. Los valorables desempeños promedio (salpicados por altibajos, decisiones erradas o contradicciones eventuales) se obtuvieron con la participación de siete supremos. Lorenzetti siempre se jactó de ser un armador de consensos internos, un promotor de debates, de circulación de proyectos y de intercambios cara a cara. Tales méritos corren el riesgo de ser impracticables tras el achicamiento que conlleva la pérdida de dos especialistas en Derecho Penal y una merma en la variedad ideológica. Argibay, Petracchi y Zaffaroni representan líneas diferentes de pensamiento, lo que enriquecía a un órgano colectivo.
Conseguir mayoría (filo unanimidad) no será sencillo. El propio Lorenzetti reconoce en la intimidad que sus tres compañeros de gestión han tenido variados problemas de salud.
La conjura necia: La oposición parlamentaria promete no avalar ningún nuevo nombramiento hasta que amanezca quien suceda a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Es una necedad que pone en riesgo el buen andar (y ojalá no ocurra, el propio quórum) del Tribunal.
Lorenzetti rehúsa decir algo sobre el tema, como hicieron tres de sus compañeros. Recuerda que cuando comenzó a funcionar la Corte parida por la decisión del presidente Néstor Kirchner el número legal de miembros era de nueve, lo que imponía mayoría de cinco. “Eramos siete. La dificultad ya existió”, alega. Pero, como su memoria es fiel, añade algo que contradice su parsimonia: les tomó largo tiempo expedirse respecto del infausto “corralito”. Era uno de los dos (sólo dos) compromisos que les pidió Kirchner antes de proponer sus pliegos. El otro, que también se honró, era sancionar la inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida.
Cuando se haga efectiva la dimisión de Zaffaroni, la Presidenta deberá decidir si propone a alguien para cubrir la vacante, es su deber legal. Cristina Kirchner no es afecta a ventilar sus decisiones, menos de antemano. Entre funcionarios de primer nivel cunde la hipótesis de que mandará un pliego para que los senadores de la opo se hagan cargo. Es imperativo nominar a un(a) protagonista de alto nivel y buena reputación, en consonancia con los que se fueron y los que siguen. Nadie puede interpelar seriamente a una mayoría calificada sin cumplir con esos requisitos. A partir de ahí, serían sus adversarios los que cargarían con la mochila de resentir el andar de la Corte. La responsabilidad institucional no es una moneda muy cotizada en la cultura política doméstica, pero ése sería un caso extremo.
El agravamiento de la recurrente lentitud de las decisiones debe darse por hecho. Consecuencias peores dependen de circunstancias no deseables ni inexorables, pero sí factibles y previsibles.
Reputaciones: La Corte consiguió buena reputación, merecida. Es una valoración extendida, filo unánime. No se ponen en tela de juicio la honestidad y competencia técnica de sus miembros. En paliques íntimos Lorenzetti subraya la diferencia con la Corte anterior, resabida. Y agrega a los famosos jueces federales, los de la servilleta manuscrita por el entonces ministro Carlos Corach. Esa tipología no impide que participe, de modo sutil, de la defensa corporativa que arropa a Claudio Bonadio.
La narrativa dominante eleva a ese magistrado al rango de paladín de la república. La contracara absoluta de Norberto Oyarbide. La realidad es diferente, sus vidas son paralelas y homólogas. Fueron horneados en la misma camada, construyeron un poder propio nocivo. Su relación con los sucesivos gobiernos, en más de veinte años de recorrido, reconoce fluctuaciones y regularidades. Son, en tendencia, pro cíclicos en materia política: surfean con el buen momento y se enconan cuando olfatean la salida. Todos los gobiernos han mantenido con ellos relaciones intermitentes, al vaivén del trato que reciben: el kirchnerismo no excepcionó la regla.
Hay patrones comunes en la praxis de los viejos federales. Arman causas rimbombantes (con o sin pruebas sólidas), generan medidas espectaculares (allanamientos o hasta arrestos). Con el doble rol de jueces y fiscales manejan el expediente a su antojo, el control remoto es la Cámara. Las revocaciones son habituales, pero tardías. Acumulan en sus cajones causas contra funcionarios o dirigentes de fuste. Las blanden o guardan según sus propias premisas, entre las cuales predomina el afán de supervivencia.
Al cronista se le escapan las grandes diferencias entre Oyarbide y Bonadio, ambos le parecen figuras cuestionables. Las denuncias contra éste en el Consejo de la Magistratura no se urdieron ayer, se acumularon año tras año, tanto que algunas prescribieron o están al borde.
Una de las virtudes (no la única) del Código de Procedimiento Penal que posiblemente será aprobado en Diputados en los próximos días es dividir virtuosamente las potestades de jueces y fiscales federales. Cuando empiece a aplicarse, no mañana ni el año que viene, el poder disfuncional de los jueces federales se mitigará, en buena hora.
El gremio: El liderazgo de Lorenzetti entre los togados trasciende su rol en la Corte. Llegar a presidente y ser reelecto fue una pequeña hazaña, para un hombre proveniente de provincias y sin experiencia judicial. Un panegírico arrebatado del libro El arte... lo describe como “el muchacho de Rafaela que hizo una prestigiosa carrera judicial (y) creció junto a la Justicia Argentina”. Ese punto de partida quizá lo llevó a sobreactuar la defensa corporativa de los magistrados. Hay motivos políticos menos hipotéticos. Su Señoría es un formidable secretario general de su gremio. Mientras Hugo Moyano o el Pollo Sobrero claman por eximir de Ganancias a los sueldos de sus muchachos que ganan 15 o 20.000 pesos al mes, los jueces están exentos de ese impuesto. El origen es una lamentable decisión de otro tribunal menos prestigioso, que se sostiene y se defiende sin meter bulla.
En la década ganada para la Corte, los ingresos de los jueces han llegado a niveles muy altos, aun asumiendo que todo cargo público debe tener una retribución digna y hasta alta. No es sencillo conseguir información estricta sobre esos datos sensibles, pero puede estimarse que un camarista con veinte años de antigüedad cobra alrededor de 80.000 pesos mensuales, libre de impuestos. La antigüedad adiciona un 0,5 por ciento al sueldo básico. Varios pueden llegar a 100.000, según variables personales. Las jubilaciones son acordes, no son las de “privilegio” ya abolidas (se requieren edad, antigüedad y aportes), pero sí un régimen especial muy hospitalario.
El sesgo corporativo se expande: tiñe fallos del tribunal muy poco dado a castigar a los poderes empresarios. Una decisión reciente que sacraliza una exención temporaria de impuestos a La Nación es un ejemplo. No resuelve el fondo, pero valida una medida cautelar que lleva cosa de diez años, un disparate por donde se lo mire. La aquiescencia con operaciones de tribunales corpo friendly es una deuda que no abate el cuantioso haber de la Corte, pero lo reduce.
Algunos más iguales que otros: Lorenzetti es un interlocutor amable y seductor, que alza poco la voz y sonríe bastante. “Trato por igual a todos”, comenta, en referencia a sus colegas, jueces de menor rango. Pero la agenda y su rostro lo desmienten cuando se trata de los adherentes a Justicia Legítima (JL). El Supremo se encoleriza en particular con la presidenta de dicha Asociación Civil, la camarista María Laura Garrigós de Rébori. Usa el vocativo Malala con el que todos la conocen, pero abomina de ella. El sentimiento es mutuo. Otros integrantes de JL protestan porque los relega en el trato y en ciertas prestaciones que la Corte suministra a juzgados o cámaras.
Lorenzetti concuerda con la prensa hegemónica en ampliar la nómina real de JL. “Acusa”, a menudo sin asidero, de ser parte de ella a jueces o juezas que lo incordian. Es una pena porque JL podría formar parte de un demorado debate en el Poder Judicial. Los jueces hablan en un dialecto inasible para ciudadanos de a pie y no discuten en público. Flaco favor le hacen a la democracia. Lorenzetti comunica más que sus precursores, interactúa con los periodistas. El Centro de Información Judicial (CIJ), portal de su autoría, es un avance en materia de comunicación, aunque lo afea la propensión al autobombo. Para ser congruente con esa lógica, el cortesano supremo debería fomentar la discusión pública interna en vez de encolerizarse con quienes no le rinden pleitesía.
Feria en ciernes: La camarista laboral Gabriela Vázquez es la flamante presidenta del Consejo de la Magistratura. Es de carrera, ajena a JL, pero se la identifica como un reproche severo, una mácula. Recibió a Gabi Vázquez a regañadientes y rezongó de lo lindo porque ésta cambió al funcionario que maneja la caja del Consejo. Una obviedad en cualquier organismo, poner en ese lugar a alguien de confianza propia.
Cuando llega diciembre, los cortesanos comienzan a preparar sus valijas. Se avecina la feria, sagrada. No es momento para sentencias disruptivas del máximo tribunal y en enero habrá sólo una guardia. Los cuarenta y cinco días de vacaciones son otra franquicia, menos grave que la canonjía impositiva, más vale.
A partir de enero, el Ejecutivo puede mover ficha. Enviar un pliego o más de uno, con el riesgo de rechazo. O un proyecto de ley que aumente el número de miembros de la Corte, algo accesible con las mayorías habituales del Congreso. Tiene esas barajas en la mano, en medio de una baza difícil. Está por verse si las juega, cómo y cuándo.
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