jueves, 5 de junio de 2014

Feinmann y los peligros del "facho cool" Por Pablo Ménez Shift

Detrás del personaje mediático que se muestra obsesionado con el consumo de marihuana y las tomas de escuelas secundarias, se esconde un personaje violento que niega el derecho a la existencia del otro.

Hace ya unos años que Eduardo Feinmann decidió cambiar de perfil, suavizarse: si hasta hace poco era capaz de decir barbaridades sin sonrojarse o intentar generar algo de empatía, hoy se muestra como alguien que, de tan extremista, resulta afable. Como una caricatura de sí mismo.

El nuevo Feinmann se preocupa más por aparecer en los programas de archivo que en presentar las noticias del ciclo que conduce cada tarde por la pantalla de C5N. Encontró, en ese personaje, la manera de camuflar sus ideas para que no suenen tan terribles y de paso aumentar su visibilidad. Así como el personaje de Diego Capusotto y Pedro Saborido Micky Vainilla utiliza al pop como un vehículo para transmitir sus prejuicios racistas y xenófobos, Feinmann se transformó en un personaje mediático, en uno más de la farándula, para dar rienda suelta a sus afirmaciones de siempre.

Es común verlo discutir con estudiantes de colegios secundarios que toman medidas de fuerza, con políticos o artistas que defienden la despenalización de la tenencia de marihuana para consumo personal o hasta en las cámaras ocultas de Marcelo Tinelli. En cada una de esas intervenciones, el interés de Feinmann tiene que ver con un sentido del espectáculo, del show. El periodismo siempre queda relegado a un lugar secundario.
Roberto Carlés le recordó a Feinmann su triste frase sobre el "Uno menos"

Sin embargo, detrás de esa capa de frivolidad con la que quiere instalar el mito del “facho cool” –como fue bautizado por la Revista Noticias-, anida un discurso violento y reaccionario en el que vale la pena detenerse.

Anteayer, 2 de junio de 2014, Feinmann se trenzó en una discusión con el abogado Roberto Carlés, coordinador de la comisión de reforma del Código Penal. Tras insistir en que el nuevo Código proponía premiar a los delincuentes y abolir el sistema penal, Feinmann se encontró con una respuesta que lo descolocó. Lo descolocó tanto que se salió del personaje de tío derechoso que se ríe de sí mismo y en el fondo es adorable. “Sería muy bueno saber qué opina el Papa Francisco de su alegría cada vez que matan a un delincuente y dice `Uno menos`. Seguramente no celebraría, como usted, la muerte de un ser humano”, le espetó Carlés.



El abogado se refería a las reiteradas alusiones de Feinmann al alivio que le proporcionaba la muerte de supuestos delincuentes a manos de la policía. El caso más recordado tuvo lugar el 22 de mayo de 2001, cuando desde el programa de Daniel Hadad celebró el deceso de una persona. En un enfrentamiento, habían muerto dos efectivos policiales y un hombre que había robado en un negocio de Once. “Uno menos. Que Dios me perdone, pero es uno menos: este no roba, no mata, no viola”, dijo al aire.

Ya convertido en personaje mediático, Feinmann volvió con ese discurso en enero de 2013, cuando las primeras noticias indicaban que habían muerto dos supuestos ladrones que se desplazaban en moto. Según relata Eduardo Blaustein en su libro Años de Rabia, el conductor volvió a pronunciar su “Uno menos” y a invocar el perdón divino. Cuando este año se registraron algunos casos de linchamientos, Feinmann planteó el fenómeno como si se tratara de un videojuego. “Es clara mi posición sobre los delincuentes. Entre un delincuente y una víctima, siempre me voy a poner del lado de la víctima (…) Dicen que con el `Uno menos` soy el que incito a la violencia social y los linchamientos. Nunca diría `Salgan a cazar delincuentes`. Lo que digo es que los chorros dicen `Yo salgo a trabajar` y eso no es laburo. Todo trabajo tiene un riesgo: el riesgo del delincuente es morir”, lanzó en el prime time televisivo con total desparpajo. “Y ahí es donde entra el `Uno menos`: entre el policía que defiende a la sociedad y el delincuente que ha agarrado un arma para atacarla, me quedo con el que defiende a la sociedad”, remarcó.

Eduardo Feinmann celebra muertes de supuestos delincuentes desde hace años

Además de desconocer la existencia del Estado de Derecho y las leyes que regulan la vida social, Feinmann –quien curiosamente es abogado-, plantea que la seguridad ciudadana es una lucha cerrada entre el bien y el mal, en la que los policías son siempre los buenos y los ciudadanos que cometen un delito, delincuentes irredimibles que atacan a la vida en común. De esta manera, Feinmann invisibiliza las tramas de gatillo fácil que operan en numerosas actuaciones policialdes y se apresura a emitir una condena sobre personas que no pudieron ir a juicio.

En la discusión que mantuvo ayer con Carlés, Feinmann se salió de sus casillas y volvió a defender su peligrosa doctrina del `Uno menos`, según la cual él debería determinar qué vidas prefiere que continúen y cuáles son descartables. “Seguramente usted celebra la muerte de un policía”, atinó a responderle a su interlocutor, como si todo el mundo tuviera su mismo esquema de pensamiento que diseña escalas de preferencias de vidas humanas. “No celebro la muerte de nadie, no sea cabeza de termo. Usted celebra la muerte de personas y eso es lamentable”, le respondió Carlés. Y Feinmann retrucó: “De personas que le hacen daño a la sociedad. Enemigos de la sociedad”.



Feinmann: "El riesgo de un delincuente es morir"

Eduardo Feinmann, el facho cool que es seguido con reverencia en las redes sociales, no es un quijote que pelea contra la liberalización de las costumbres y la tolerancia social hacia el consumo de marihuana. Es un comunicador social que dice, en la radio y la televisión, que existen “enemigos de la sociedad” a los que no está mal, directamente, eliminar de la faz de la Tierra. Sin derecho a defensa, con este o cualquier otro Código Penal. Porque la doctrina del `Uno menos` no tiene tiempo para detenerse en esas cuestiones.

Detrás del personaje cómico que dice “charuto” y se pelea con adolescentes, hay un periodista irresponsable que profiere alarmantes mensajes de violencia que no se pueden dejar pasar como si fueran un chiste más.

Infonews
 







El faltazo al congreso o una banca en la tele Por Francisco Balázs

Las estrategias políticas de la oposición son, al menos, sorprendentes. Demandantes del diálogo, del consenso, del "queremos preguntar" y, fundamentalmente, del cumplimiento con la Constitución Nacional, en el día de ayer dieron otra muestra del vacío de sus consignas.

En la segunda presentación del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, en la Cámara de Diputados, de acuerdo a lo establecido en el artículo 101 de la Constitución, la mayoría de los bloques opositores decidieron no ingresar al recinto aduciendo, a través de un documento, que no estaban de acuerdo con el mecanismo de la presentación del informe, y "la forma de sesionar elegida por el FPV". Los mecanismos de presentación del jefe de Gabinete en el Congreso surgen del texto de la Constitución de 1994, guste o no guste. No es una arbitrariedad del oficialismo.

Vale recordar, para quien lo haya olvidado, que la comparecencia ante los representantes del Congreso por parte de los anteriores jefes de Gabinete fue una de las demandas habituales sobre las que martillaba la oposición. Lo mismo sucedió con las conferencias de prensa tan reclamadas en el pasado. La presencia de no más de tres o cuatro periodistas en las conferencias de prensa que diariamente realiza Capitanich desnuda, nuevamente, la falacia opositora.

El recurso esgrimido para pegar el faltazo (ignorado en la cobertura mediática de los defensores del republicanismo) es, una vez más, una muestra de la escasa densidad política del arco opositor, y de las fenomenales contradicciones en las que incurren a diario. Esquivarle a la oportunidad de debatir y de interpelar a un jefe de Gabinete resulta, en cualquier caso, inadmisible. Más aún cuando desde la semana pasada, luego que se anunciara el acuerdo con el Club de París, varios de los representantes del FAUNEN, entre ellos Fernando Solanas, criticaban el acuerdo por no haber pasado por el Congreso. La respuesta que, de todos modos, dio Capitanich al argumento de Solanas, planteado en el recinto por el diputado Claudio Lozano (alejado del Proyecto Sur de Solanas), fue que la ley de Presupuesto, en sus artículos 56 y 57, habilita al gobierno a renegociar los servicios de la deuda pública, entre los que se encontraba la deuda con el Club de París. También hubiera sido una buena oportunidad para que el resto de los diputados que criticaron el acuerdo, asistiendo ahí sí a todos los programas de televisión que recorrieron en los últimos días, realizaran sus impugnaciones, críticas y denuncias.

Entre ellos, el diputado por el FAUNEN, Alfonso Prat Gay, quien adujo que el gobierno no tendría que haber negociado con el Club de París este año, ya que, siguiendo la lógica impuesta por el Grupo Clarín y el diario La Nación a través de cálculos desaforados e irresponsables acerca de la herencia que dejará el kirchnerismo (uno de los últimos argumentos estrenados), la deuda a saldar que le quedaría para el gobierno que asuma en el 2015 será insoportable. Así planteado surgen dos premisas severamente falaces y mal intencionadas. La primera es que la deuda con el Club de París, generada por los gobiernos anteriores (no kirchneristas), igual hubiera caído sobre el gobierno próximo, tal como se viene heredando desde el año 1956 hasta el año 2001. Lo que es más difícil de sostener es que de no haber logrado un acuerdo con el Club de París hubiera significado dejar al próximo gobierno en default. Lo más incongruente de las críticas parte, justamente, de quienes vienen denunciando que la Argentina se encuentra fuera del mundo y que no recibe inversiones extranjeras porque no honraba sus compromisos internacionales. Estos mismos sectores, que causaron el default, y que gobernaron durante décadas en base al endeudamiento externo para paliar los desaguisados de los que siguen sin hacerse cargo, repentinamente son los que prefieren recibir un gobierno (en caso de que triunfen) en default.

El próximo 12 de junio, la Corte Suprema de Estados Unidos decidirá si aceptará revisar los fallos adversos al país dictados por el juez de Nueva York, Thomas Griesa, a favor de los fondos buitre. Los apoyos en todo el mundo en favor de la posición Argentina son notorios y cada vez más amplios. Si la Argentina resuelve el persistente escollo de los tenedores de los fondos buitre habrá dado el último paso para salir del default y la presidenta entregará el gobierno a quien recibirá el país con la menor cantidad de deuda en moneda extranjera de los últimos 40 años, dejando atrás el pasado ignominioso en materia de endeudamiento que padeció y condicionó el desarrollo de la Argentina durante décadas. Encaminarse a poner fin al default sólo puede ser resistido por quienes en el pasado recurrieron al endeudamiento externo (y a su renegociación eterna) como el mecanismo que les permitía aplicar las políticas de ajuste amparados en las imposiciones de los organismos acreedores.

Los diputados de las fuerzas opositoras electos en octubre de 2013, que pretenden llegar a la presidencia a partir del 10 de diciembre de 2015, basaron sus campañas electorales en fortalecer el papel del Congreso, prometiendo la presentación de nuevos proyectos de ley y un mayor control parlamentario al oficialismo. A seis meses de haber asumido sus bancas no han dejado rastro de sus promesas ni de proyecto alguno. En el caso de Sergio Massa, ganador indiscutido de las elecciones en la provincia de Buenos Aires, su banca fue transferida a los estudios de televisión del Grupo Vila-Manzano, donde dispone de asistencia perfecta. En el ínterin, realizó una extemporánea y anti constitucional campaña efectista contra un proyecto de reforma del Código Penal. En cuanto al resto de los diputados triunfantes, aun para cualquier avezado y habitual lector de noticias, es difícil destacar cuáles fueron los proyectos presentados en el Congreso hasta la fecha. Sí es más fácil recordar la última denuncia penal de Elisa Carrrió, sus ridículas fotos en la cama con la republiquita, las piruetas del FAUNEN con Mauricio Macri, o la última entrevista de Alejandro Fantino a Sergio Massa.

Poco, demasiado poco para pretender llegar tan lejos.

Infonews
 

RICARDO FORSTER FUE DESIGNADO EN LA FLAMANTE SECRETARIA PARA EL PENSAMIENTO NACIONAL “Vamos a federalizar el debate”


 El cargo será secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional y funcionará en el ámbito del nuevo Ministerio de Cultura. Forster plantea avivar el debate “sobre los temas del presente y del futuro”.

Por Julián Bruschtein

“No vengo de la línea San Martín, Rosas, Perón, y de esos tres hubiera elegido a San Martín. Es un desafío interesante que va a tener un componente totalmente abierto”, aseguró el flamante secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, el filósofo Ricardo Forster. El fundador de Carta Abierta junto a otros intelectuales fue designado en una de las secretarías del Ministerio de Cultura que está a cargo de Teresa Parodi. “Vamos a intentar armar una secretaría que sea capaz de articular la complejidad de la historia intelectual argentina, la historia política e ideológica, y que sea capaz de discutir los temas del presente y del futuro, ése es el objetivo”, señaló Forster poniendo sobre la mesa los ejes de su gestión.

–La creación de una secretaría como en la que fue designado es toda una novedad. ¿Cómo está pensando ponerla en funcionamiento?

–Vamos a federalizar el debate y la discusión. Por esas casualidades, esta semana voy a San Martín de los Andes a dar un par de conferencias sobre la actualidad argentina y latinoamericana y ya lo inscribo dentro de las actividades que se van a dar en la secretaría en el futuro. Seguramente no va a ser más diferente a lo que hemos venido haciendo en los últimos años, que tiene que ver con ir a universidades, a ciudades de provincia, a debatir y a discutir. Seguramente el trabajo pasará por darle más organización, mayor sistematización y armar un equipo, pero trabajando en esa perspectiva.

–Dirigentes de la oposición salieron a criticar la conformación de la secretaría, diciendo que se busca “uniformizar el pensamiento”.

–Hay una crítica canalla a la que no le corresponde la palabra crítica, sí injuria o descalificación, porque no tiene que ver con un debate de ideas, con una discusión distinta. Si se tomaran la molestia de leer lo que he escrito, lejos van a ver que pueda tener una tradición de dogmatismo o pensamiento único. Es más interesante, por ejemplo, yo no la escuché, pero me dijeron que Beatriz Sarlo hizo primero un recorrido de mi formación intelectual y después dijo que “Ricardo tendrá que preguntarse si ése es el nombre que le corresponde a su tradición intelectual”. Con eso puedo discutir, me parece interesante. Ahora el que dice Goebbels, nazismo, me parece de una bajeza tremenda.

–¿Cree que lo atacan por su adhesión al gobierno nacional en vez de evaluar sus antecedentes académicos?

–Tengo convicción e ideales políticos, claro. Y creo que es un momento extraordinario de la política argentina y latinoamericana. Para mí es una novedad, nunca estuve en la gestión. Vengo de una formación que podemos llamar de un marxismo crítico, de la Escuela de Frankfurt, de la lectura del postestructuralismo. La verdad que es un absurdo tratar de colocarme en la línea de José María Rosa. No tengo nada contra él, pero no vengo de esa tradición e incluso no vengo del peronismo. En realidad es todo un riesgo que ha tomado Cristina Kirchner al elegirme a mí para ser secretario en el nuevo Ministerio de Cultura.

–¿Lo habrá designado justamente por esas características diferentes a las de un funcionario peronista tradicional?

–La elección da cuenta de que el proyecto es absolutamente abierto. A mí me interesan (Jorge Luis) Borges, (Domingo Faustino) Sarmiento, e incluso (Bernardino) Rivadavia. Me interesan los jacobinos de la Revolución de Mayo, no vengo de la línea San Martín, Rosas, Perón. Es más, de esos tres hubiera elegido a San Martín. Por eso creo que es un desafío interesante, que va a tener un componente totalmente abierto.

–En los fundamentos de la creación de la secretaría se detalla la “responsabilidad primaria de diseñar, coordinar e instrumentar una usina de pensamiento nacional, ajustado a los lineamientos que fije la secretaría”, además de generar “los mecanismos apropiados para la producción de pensamiento e “instrumentar las instancias de investigación y desarrollo”. ¿Cómo imagina la estrategia para lograrlo?

–En principio, implica una mirada mucho más federal del país, que se va a encargar de debatir, de generar espacios de charla y foros. Tenemos que generar un espacio que logre vincularse y articular con otros colegas e intelectuales de América latina, porque también es un gran desafío de la región. Hay que investigar cuáles son las necesidades político-regionales y generar ámbitos de encuentro intelectuales con otros países de Latinoamérica.

–¿Cómo sintetizaría la función de la secretaría, qué huella quiere imprimirle?

–Me parece muy importante que el Ministerio de Cultura cree una secretaría que sea capaz de articular la complejidad de la historia intelectual argentina, la historia política e ideológica. Un espacio institucional que sea capaz de discutir los temas del presente y del futuro. Si se logra armar así, estaría cumplido en gran medida el objetivo.

Hubo críticas desde la oposición
Distintos dirigentes de la oposición salieron a criticar la creación de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional y la designación de Ricardo Forster allí. El diputado de la UCR Ricardo Alfonsín aseguró que “produce una inquietante evocación del orwelliano ministerio de la verdad”, y se permitió ironizar: que “no se le ocurra también crear la policía del pensamiento”. La diputada del PRO Laura Alonso siguió en la misma línea al señalar que “el Gobierno va en contra de los valores democráticos de nuestra sociedad, la secretaría de Forster es la cocina de la propaganda kirchnerista”. Su par Patricia Bullrich aseguró que “Cultura quiere sostenerse en la propaganda gubernamental”. Para el integrante del directorio de la Afsca por FA-Unen Gerardo Milman, “el pensamiento se construye con ideas y estas no tienen banderas. A algún trasnochado se le puede ocurrir que Ricardo Forster es descendiente de algún pueblo originario”. El diputado socialista Roy Cortina también se mostró en contra de la creación del área, porque “es una muestra más de totalitarismo por parte del Gobierno”. Con un punto de vista opuesto, la decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, Florencia Saintout, consideró que “la designación de Ricardo Forster es una apuesta más por la recuperación de la diversidad del pensamiento nacional”. Aurelio Navaja, compañero de Forster en Carta Abierta, destacó “el compromiso, la capacidad intelectual y de coordinación” del filósofo.

05/08/14 Página|12

Río Belén, chasqui del remoto mensaje de nuestra tierra Por Pedro Patzer

Todos los náufragos de este mundo y de otros mundos, las flores de jardines lejanos y las flores silvestres que utilizaban en sus ceremonias, nuestros antiguos (que con sus danzas hacían amanecer); el movimiento en el maíz de los primeros dioses de nuestra tierra; el esplendor de Inti en el cielo precolombino (cielo libre del dios del conquistador); las guerras calchaquíes, y el paso emancipador de Felipe Varela; el alivio del minero luego de su oscuro día, la alegría del modesto pastor al ver cómo bebe su majada; el poncho al viento como bandera de emancipación de los de abajo; todas estas cosas y muchas otras, insisten en el murmullo del andariego río Belén; agüita catamarqueña chayando a la Indoamérica, vena que lleva al corazón del continente la memoria de la música de las aves antes de llamarse aves, la sinfonía de pircas y templos incas, pero ante todo, el río Belén es un puente entre la sed de nuestro pasado y la sed de nuestro porvenir.

Linaje de cordillera y niñez de puna, el alma del río Belén está hecha del hielo y del sol andino, aunque su canto de agua está conformado por las voces de diversos ríos como el río de Los Baños, el río Los Nacimientos, río Corral Quemado río Papachacra, río Vicuña Pampa, entre otros ríos secretos.

Hace siglos que el río Belén es chasqui del remoto decir de nuestra tierra, mensajero de la Pachamama, centinela de las buenas nuevas del agua continental. Y hace siglos, antes que su nombre fuera Belén, cuando aún no era rehén de los mapas, ni de la lengua del llegado en el barco, se llamaba Famayfil, que en cacán significa: “de los cerros de atrás o detrás de los cerros” Dicen que en las noches de crecida, el río ruge, incansablemente, su auténtico nombre: ¡Famayfil, Famayfil! Curiosamente el río Belén, que pelea por recuperar su nombre originario, besa las orillas de Londres, (Londres, ciudad catamarqueña que primero se la bautizó: “Londres de la Nueva Inglaterra”, en homenaje a la ciudad natal de la reina María Tudor, esposa del rey Felipe II de España, quienes contrajeron matrimonio real en 1553)

El río Belén amasa un canto solar, un poema de piedra, un rezo de valle, un alarido diaguita. Va llevando vida, traficante de oasis, permitiendo el vino de la esperanza y la carne de la resistencia: ¿Cuántos caballos salvajes saciaron su sed de confines, en las aguas paganas del río Belén? ¿cuántos arqueólogos del desasosiego se habrán mirado en su espejo de milenios? ¿Cuántos bautismos y cuántos ahogados en su lecho? ¿Cuántos rituales aborígenes y cuántas ofrendas a la Virgen de Belén? ¿Cuántas ruinas y cuántos templos de sal, han renunciado siglos en sus aguas? ¿Cuántos yacimientos han confesado milenios en su correntada? ¿Cuántos hijos de la ciénaga se habrán exiliado en sus orillas ? ¿Cuántas fundaciones de los sangrientos civilizadores y cuántas ruinas de los pacíficos bárbaros? ¿Cuántos dioses nativos acechan en su manantial de leyendas?

El río Belén le puso pájaros a la mirada del poeta Luis Franco, tal vez mirando este río fue que el lírico catamarqueño pensó: “Verdad,yo no sabía, oh,que cupiese tanta soledad en un pecho” ¿Cuántas cosas caben en el río Belén: cuántos versos sin poetas, cuántos caudillos sin rebeliones, cuántas vidalas sin coplas, cuántos idiomas sin voces, cuánta Historia bajo el yugo del olvido?
Pan y Cielo, el blog de Pedro Patzer
www.pedropatzer.blogspot.com.ar

 

miércoles, 4 de junio de 2014

Forster explicó su cargo: “Voy a mostrar la diversidad del mapa ideológico del país”

En diálogo exclusivo con INFOnews, el flamante secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional explicó los alcances de su puesto en la Secretaría de Cultura. No descartó invitar a intelectuales como Beatriz Sarlo y Santiago Kovadloff para dar charlas.

El profesor e investigador Ricardo Forster es, desde hoy, el secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional de la Secretaría de Cultura de la Nación. De acuerdo a lo consignado por el Boletín Oficial, el filósofo e integrante de Carta Abierta que escribe semanalmente en la Revista Veintitrés integrará el gabinete nacional.

En diálogo con INFOnews, el intelectual manifestó sentir “una gran alegría por la responsabilidad que implica” el nuevo cargo. “Es mi primera experiencia en gestión gubernamental y también de gestión en general, porque en la universidad fui consejero docente pero no ocupé cargos ejecutivos. Es el primer cargo público que acepto, después de mi candidatura a diputado nacional por el Frente para la Victoria del año pasado”, expresó.

“Es un desafío”, dijo Forster, “pero no es una novedad en relación a lo que hago en general: hace años vengo interviniendo en el debate de ideas, tanto a nivel nacional como internacional. He recorrido la Argentina de norte a sur discutiendo y debatiendo las encrucijadas de nuestros tiempos”.

"Poner a alguien con mis antecedentes académicos en una secretaría de Pensamiento Nacional es un desafío a los dogmáticos”.

Al ser consultado sobre las implicancias de su nuevo cargo, que de acuerdo al decreto presidencial tendrá la función de “asesorar y elevar las propuestas a ser consideradas por la ministra de Cultura en cuestiones de pensamiento nacional y latinoamericano", Forster respondió: “La idea es mostrar la diversidad del mapa ideológico del país: no se trata de instalar un pensamiento único sino al contrario, mostrar la riqueza y fecundidad de las tradiciones intelectuales de un país, que pueden ir de Sarmiento a Scalabrini Ortiz o de Jauretche a Borges”.

La secretaría de Forster lleva el título de Pensamiento Nacional, aunque él no se haya formado en esa tradición intelectual. Así lo explicó: “No soy alguien que venga de lo que se ha dado en llamar pensamiento nacional; me formé en otras canteras y eso hace que sea también un gran desafío. Me llamó la atención el nombre del cargo, pero me parece interesante y tiene una pizca de lo que es una visión abierta del gobierno y de Cristina Fernández de Kirchner. Poner a alguien con mis antecedentes académicos en una secretaría ad hoc de Pensamiento Nacional es un desafío a los dogmáticos”.

“Si se revisa lo publicado por mí, se comprueba que el 70% de mis escritos no tienen a la Argentina como centro: en un mes, saco un libro de 500 páginas sobre Walter Benjamín, un pensador judío que murió en la década del 40. No soy de los que ven el pensamiento nacional principalmente en Rosas o Jauretche, sino que lo relaciono con lo cosmopolita. En ese sentido soy borgeano; creo que uno está arraigado en su lengua, pero está obligado a abrirse al mundo”.

Forster no descartó articular acciones culturales con referentes del mundo intelectual que piensan de manera diferente, como por ejemplo Santiago Kovadloff o Beatriz Sarlo. “Tengo buena relación en general con todo el mundo intelectual. Y no tengo inconvenientes en invitarlos a ellos dos y a otros a dar charlas, sabiendo que tenemos miradas distintas de de lo que pasa en Argentina. Pero de eso se trata una sociedad: de convivir y dialogar entre personas que piensan de modo diferente”, planteó.

En la última columna que publicó en la Revista Veintitrés, Forster hizo referencia a los ataques que reciben, por parte de la prensa dominante, aquellos intelectuales que apoyan al modelo kirchnerista. Ante la pregunta de si cree que esos ataques se recrudecerán ahora que se integra al gobierno, respondió: “Seguramente, se va a venir una ola de dinamita, violencia retórica e ironías para hacerme ver como el monje negro del pensamiento nacional. Pero eso pasa rápido porque hay una trayectoria. Con ver lo escrito en mis columnas de la Revista Veintitrés, o en la revista Pensamiento de los Confines que lanzamos junto a Nicolás Casullo y Alejandro Kaufman, o en cada una de mis intervenciones, se nota que no soy un pensador cerrado”.

¡Peligro… intelectuales “orgánicos” al acecho!
Por Ricardo Forster

A propósito de la Carta 16, “Encrucijadas del futuro”, del colectivo Carta Abierta, han surgido una serie de notas periodísticas que buscan descalificar el esfuerzo de este grupo por sostener su intervención política sin resignar el debate de ideas. Desde Carlos Pagni en La Nación hasta Eduardo Aulicino en Clarín ese ha sido el tono. Van entonces estas reflexiones que vuelvo a ofrecerle al lector que enhebran con otras anteriores que no se detienen en las “críticas” de estos periodistas sino que buscan dar cuenta del lugar de los intelectuales en la escena pública y de las corrientes de profundo antiintelectualismo que se perciben en nuestra sociedad y, particularmente, en ciertos medios de comunicación. Lo escrito hace algunos pocos años sigue cobrando relevancia allí donde cada pronunciamiento de Carta Abierta o de algunos de sus miembros genera la avalancha de respuestas vidriosas de quienes prefieren, una vez más, la interpretación reduccionista y prejuiciosa al debate serio de ideas. Allí está la Carta 16 publicada esta semana y allí también están las retóricas de la descalificación que emanan de algunas plumas relevantes del poder mediático. Que juzgue el lector.

Todo se discute, con más furia y descalificaciones que con argumentos, en la Argentina actual. Hemos atravesado con diversas intensidades cuestiones significativas o que adquirieron significación a partir de su visibilidad pública. Cuestiones que no imaginábamos que podían ocupar el centro de la escena y que, en muchos casos, habían permanecido al margen gracias a las estrategias de ocultamiento y ninguneo de quienes detentaron (y que todavía detentan) el poder de decidir qué es visible y que no (¿alguien imaginaba, no demasiados años atrás, que se discutiría el rol de los medios de comunicación o la política de derechos humanos, que se debatirían en el Parlamento los derechos de las minorías sexuales o la política de reestatización de la energía hidrocarburífera, que se disputaría la renta agraria o que se debatiría una reforma del sistema judicial? ¿Alguien, instalado en la década del ’90, y en sus paradigmas hegemónicos, siquiera pensaba que a partir del 2003 íbamos a reabrir discusiones que parecían definitivamente saldadas a favor del neoliberalismo? ¿Creíamos, más allá de nuestros deseos, que lograríamos sortear las trampas del fin de la historia y la muerte de las ideologías con las que se intentó clausurar para siempre cualquier posibilidad de transformación de la realidad a favor de las mayorías populares? ¿Veíamos en el horizonte el “regreso” de los intelectuales al centro de la escena política después de haber declarado su defunción al calor de una época signada por la despolitización, el pragmatismo de mercado, la simplificación mediática y el consensualismo gerencial? ¿Utopizamos siquiera la actualidad sudamericana y la cristalización de nuevos derechos que incluyen un lugar relevante a los pueblos originarios y a experiencias popular democráticas que recorren países como Bolivia, Ecuador, Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina, o más bien padecíamos el síntoma de la resignación?). Seríamos hipócritas o mentirosos si dijésemos que todo eso estaba presente en lo que se discutía o se alcanzaba a pensar en las décadas que cerraron el siglo pasado. En el mejor de los casos buscábamos proteger saberes y tradiciones en desuso y amenazadas con ser convertidas en piezas de museo mientras avanzaba brutal y hegemónica la ideología del liberal capitalismo que, de manera inmisericorde, decretaba lo que merecía permanecer y lo que debía ser arrojado al tacho de los desperdicios más allá de toda legitimidad.

¿Intelectuales? En los ’90 ocupaban el borde del borde, eran apenas la expresión de un resto arqueológico que remitía a otra época del mundo. Ahora, cuando por esas locas sorpresas de esa misma historia a la que se había decretado finalizada y decrépita, regresan los intelectuales, los mismos que se congratulaban de su inutilidad y de su volatilización sin ruidos ni conflictos, se sienten con el extraño derecho a determinar qué es y qué debería ser un “intelectual crítico”. Dan cátedra, desde el lugar que ocupan en los medios de comunicación concentrados, de lo que debería ser la “ética del intelectual”, de su historia de permanente “confrontación con el poder, cualquiera sea”, de su “irrenunciable autonomía”, todo en nombre de un virtuosismo antagónico al de aquellos “seudointelectuales orgánicos al gobierno” que han “traicionado” el genuino espíritu volteriano de quienes siempre deberían permanecer al margen de todo poder (cuando el intelectual toma partido por las mayorías se convierte, mutatis mutandis, en un traidor a esa pureza de origen que lo debe mantener apartado de cualquier tentación política; pero cuando se ofrece como el tribuno del ideal republicano, el garante de la legitimidad democrática forjada en los talleres del liberalismo y en esquivo justificador, porque de eso es preferible no hablar, del omnisciente poder económico corporativo, regresa, impoluto, sobre esa esencia fabulosa del genuino intelectual capaz de sostener su independencia y de pensar por cuenta propia sin que nadie le pague por lo que hace).

El cinismo de aquellos que festejaban el ostracismo del intelectual crítico no tiene límites; de aquellos que, desde siempre, opusieron al “lenguaje alambicado y barroco” de los intelectuales el “lenguaje llano y directo de los comunicadores sociales”, lo alto contra lo bajo, lo elitista contra lo popular y masivo, lo enredado y confuso contra lo directo y simple. Son los que se dedican, desde los artefactos comunicacionales del poder mediático, a denostar a “quienes escriben difícil” utilizando los mismos recursos, pero exponencialmente degradados, de la demagogia populista a la que tanto critican. Extraña paradoja que vuelve a poner las cosas en su lugar. Ellos quieren intelectuales distantes, neutrales ante la lucha política decisiva, cultores de una autonomía encristalada, críticos de todo, virginales, asépticos, almas bellas que puedan expresar sus preocupaciones por el medio ambiente, por la minería, por los pueblos originarios y su indignación ante las opacidades de la política y de la gestión estatal, místicos del pensar desasido, críticos de toda idea anacrónica de “compromiso” y fervorosos habitantes de paisajes alejados de cualquier contaminación plebeya de la historia. Ese es el “intelectual” que añoran, ese que nada significa y al que nadie le presta atención. Un intelectual tan “radicalizado” que su palabra carezca de audibilidad o que simplemente pueda convertirse en un florero en el living del poder mediático. Mejor escuchar hablar de la “revolución” como un futuro vago que dar la batalla, acá y ahora, contra las injusticias del sistema aunque eso se haga asumiendo limitaciones y contradicciones pero reconociendo aquello que efectivamente provoca y cuestiona el poder del capital. Hay momentos de la historia en los que ser revolucionario supone embarrar las ideas emancipadoras con el barro de un plebeyismo político que asume el rasgo, diría Cooke, de lo “maldito” e insoportable.

Pero también abominaron, y lo siguen haciendo, de cualquier rigurosidad conceptual o de cualquier exigencia que supere el umbral de lo fácil de digerir. Desde siempre han subestimado a los ciudadanos y, desde siempre, han intentado, por la vía de la ironía grotesca y el desprecio, desvalorizar aquellas escrituras que se alejan del nivel zócalo en el que suelen moverse y del que nunca alcanzan a salir en su estrategia comunicacional de impacto espectacular y amarillista plagada de golpes bajos y de frases huecas. Mejor insultar que argumentar, mejor descalificar que construir alguna idea. Lo soez suele acompañar la falta de solidez y el vacío en el que se mueven, un vacío que sólo buscan llenar lanzando improperios y revistiendo sus acusaciones espectaculares de seudo investigaciones cuya rigurosidad siempre carece de toda demostración. Los “otros”, los intelectuales “orgánicos”, los que han “vendido el alma al diablo” por algunas monedas, los carentes de convicciones y lamebotas del poder de turno, deberían aprender –eso nos dicen los escribas de la derecha que han descubierto la esencia del “intelectual autónomo” sin siquiera sonrojarse ni sentir un poco de vergüenza ni preocuparse por recorrer la compleja trama de la historia y de sus protagonistas– de tan ilustres periodistas que, eso sí, vuelven a ofrecerse como los grandes virtuosos de estos tiempos canallas. Nada de leer a Kafka o a Borges, a Hegel o a Mariátegui, a Thomas Mann o a Marechal, a Benjamin o a Casullo, a Marx o a León Rozitchner, a Juan José Saer o a Nietzsche que escriben demasiado difícil y oscuro y se niegan a dejarse engullir como una papilla de fácil digestión. Mejor leer a nuestras plumas mediáticas que le hacen tanto bien al idioma y a la crítica de la realidad. ¡Viva la simplificación del mundo! Esa parece ser la consigna de estos cruzados antiintelectualistas que, ante una frase que exige un mínimo de reflexión y, tal vez, horror de los horrores, de relectura, amenazan con llevar su mano a la cartuchera para desenfundar el arma del sentido común telemático.

“Los intelectuales esconden la corrupción”, así se escribe en un artículo de La Nación, y lo hacen, sigue el articulista, utilizando los falsos recursos de un estilo barroco, gongoriano e indescifrable propio de los autores de las cartas abiertas, verdaderos hipócritas que buscan disimular lo indisimulable. Difícil caer más bajo, salvo que se utilice a mansalva un medio de comunicación, como lo hace el mascarón de proa del Grupo Clarín, para decir del otro aborrecido que es “un hijo de puta”. Los finos, pulidos y democráticos intelectuales de la oposición (pienso en Kovadloff, Sebreli, Romero, Gregorich, etcétera) no se sienten ofendidos ante las diatribas antiintelectuales y los insultos contra otros intelectuales propalados por el último héroe del “periodismo independiente”. ¿No ven allí un límite y un ejercicio de violencia retórica clausurante de cualquier forma de convivencia democrática y oscuro signo de otras formas de violencia? ¿Y su espíritu crítico? ¿Y su enérgica autonomía de intereses políticos o corporativos? ¿O, acaso, no sienten en esos insultos que se esté cayendo en recursos cloacales y en la invalidación de posiciones que no son las propias convirtiendo a la democracia en un pellejo vacío?

Debates enconados, aquellos que marcaron lo mejor de esta década pese a los intentos por silenciarlos o volverlos invisibles, que fueron desnudando lo que permanecía oculto o que le devolvieron potencia a lo que parecía ausentado de la realidad por vetusto o anacrónico. Debates, todos, influidos por la vertiginosidad de un tiempo decididamente inclinado hacia una fuerte presencia de lo político; de un tiempo de conflictos y disputas como hacía décadas que no vivíamos y que han sacudido los ánimos hasta un punto en el que la confrontación de ideas se ha convertido, bajo la forma de una transmutación alucinada y patológica, para ciertos sectores mediático-opositores, en incontenible manifestación de odio, resentimiento y descalificación del otro. Algunos han decidido rebasar todas las fronteras de la convivencia democrática eligiendo como punto de fuego de sus intervenciones la más furiosa colección de insultos e improperios que apuntan, casi siempre, a demonizar a sus adversarios o simplemente a arrojarlos al territorio cenagoso de la sospecha ética. Aquello que debería enriquecer la vida política y cultural de una sociedad termina convirtiéndose, para ciertos medios de comunicación y actores relevantes de las fuerzas de oposición, en una excusa perfecta para desparramar, con absoluta impudicia, una colección de infamias e injurias que no hacen otra cosa que invalidar la necesidad y la importancia de lo que se busca debatir.

En verdad, su objetivo es arrojar todo al lodo de una historia inclasificable que nos ha transformado, eso piensan y dicen, en un país arruinado y desquiciado por quienes se han ocupado, en estos 11 años, de tomar decisiones antagónicas a las necesidades de la genuina vida republicana. Lejos de todo debate, que exige argumentos y respeto del otro, sacan de las cloacas del idioma una sarta de improperios que desnudan su oscura agresividad y su visceral incapacidad para desplegar qué es lo que verdaderamente piensan, salvo que lo “real” de su discurso, lo inconfesado de su “verdad”, sea precisamente aquello que asume la forma del insulto y la descalificación más groseras.

En el asedio que intentan contra un gobierno legitimado por el voto popular y por la defensa irrestricta de las garantías constitucionales, no existen, ni pueden existir, límites ni prevenciones que tengan como objetivo mantener las discusiones y las diferencias en el interior de las fronteras del reconocimiento democrático del otro. No, para ellos ese “otro” es el peor de los enemigos, el oscuro portador de una corrupción ontológica, el demagogo que lo único que busca es capturar la conciencia de las masas para ponerla al servicio de su proyecto totalitario. Su deseo insaciable de poder se entreteje con bóvedas secretas repletas de oro y dinero acumulados desde las estrategias del desfalco y la impunidad administrativas. Son, para periodistas y opositores, “ladrones”, “pichones de führer”, “corruptos”, “autoritarios”, “destructores de la república”, “resentidos y revanchistas”, “monstruos que lucran con el sacrificio de los argentinos”, “impostores que utilizan causas justas para fines inconfesables”, “cómplices de oscuros negociados” y, por si no alcanzare, posibles “émulos del Tercer Reich” porque, gracias a las eruditas investigaciones de los editorialistas del diario fundado por Mitre, ahora sabemos que nuestro país va en camino de asemejarse a la Alemania que emanó de ese terrible año de 1933 en que Hitler alcanzó la cumbre del poder. Todo vale a la hora de ir contra esa “mafia que ha capturado el Estado” y que ha dañado, eso argumentan con arbitrariedades impresentables, la convivencia entre argentinos.

Ellos son, también lo dicen una y otra vez, los ardientes defensores de “reglas de juego” que hagan viable el debate público al mismo tiempo que descargan sin ningún remordimiento una batería de insultos promotores de una violencia como no conocía el país desde tiempos infaustos en los que el “otro” era descalificado hasta el punto de negarle su derecho a la existencia. Las acusaciones permanentes, implacables y bulímicas tienen como objetivo declarado desgastar públicamente al gobierno y a quienes lo defienden propalando, a los cuatro vientos, una mezcla de denuncias seriales, groserías de vodevil, patoteadas discursivas y anuncios apocalípticos que nos colocan frente al abismo de una corrupción infinita. Ellos, los puros, los independientes y los virtuosos de la república perdida estarán allí para rescatarnos de tanto envilecimiento.

Infonews
 

LUCAS CARRASCO,

 El experto en juegos de pelota, Víctor Hugo Morales, trató en vano de saber para qué mierda sirve el cargo de Forster, que se negó a responder; a través de su clásico saraseo.
El cargo, inútil por donde se lo mire, tiene es ingrediente ridículo que el becado reconoce: nadie sabe para qué mierda sirve. Por lo cual deja entrever que le vamos a pagar por ser él. Que vendría a ser... Bueno, el caso es que como era profesor en la UBA, este...bueno, eso. O sea. Se enteró por los diarios. No tenía ninguna planificación de gestión. Y bue, se verá. Se irá viendo sobre la marcha. El correligionario Forster, que de paso promociona su libro sobre el pensamiento nacional del chaqueño Walter Benjamin y los jujeños de Frankfurt, corrobora lo que sostuvimos en este blog: está para distraer mientras La Cámpora borra las evidencias del saqueo de Coscia y pone el choreo a disposición de los testaferros de Cristina.

NELSON CASTRO

Dijo hoy por la mañana que a creación de la Secretaría de Coordinación estatégica del Pensamiento Nacional, bajo la responsabilidad del filósofo Ricardo Forster, le hizo "estremecer y recordar a Goebbles"
Terror y Nazismo para NCASTRO es pensar en términos nacionales.

GB