Por Ricardo Romero. Politólogo UBA/Unsam
cultura@miradasalsur.com
Deshielo. Se multiplican las señales que indican que el bloqueo estadounidense podría estar llegando a su fin.
El bloqueo norteamericano a Cuba, que se prolonga desde 1959, está bajo la mira de diversos sectores del país del Norte que abogan por una revisión de esa medida en razón de su ineficacia y su anacronismo antieconómico.
La metáfora de la “fruta madura” fue elaborada en 1823 por el Secretario de Estado John Quincy Adams, mentor de la Doctrina Monroe, que expresaba las intenciones de los Estados Unidos de apoderarse de la isla caribeña, sosteniendo que al igual que una manzana que se cae de un árbol, al desprenderse del dominio español era comprensible que caiga bajo la órbita norteamericana. Este manifiesto de intento anexionista fue claramente frustrado por la Revolución Cubana y esta fruta sigue flotando libre en el agua y parece escaparse a los colmillos yanquis desde 1959.
A pesar de la política iniciada por el presidente Dwight Eisenhower y continuada hasta la gestión Obama, centrada especialmente en aislar económica y diplomáticamente a Cuba, lo cierto es que ha tenido un efecto contrapuesto. En los ámbitos multilaterales, la Habana ha logrado ampliar sus vínculos diplomáticos globales, tanto en la alianza con la ex URSS como en la actualidad con el activismo tercermundista centrado en la articulación del Sur global.
En la actualidad, Cuba es un actor internacional preponderante en instituciones como el Movimiento de Países No Alineados y el Grupo de los 77. Incluso, frente a las sanciones económicas unilaterales que impulsó el gobierno de John F. Kennedy, y que fueron convertidas en leyes del Congreso estadounidense, Cuba logró una victoria diplomática en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en 1992, para que anualmente vote una resolución que las declara ilegales y exija su eliminación.
Más allá que Estados Unidos hizo caso omiso de estas demandas de la comunidad internacional, esta situación llevó al propio Barack Obama a reconocer que la política exterior de su país hacia Cuba no había logrado sus objetivos y que era necesario ser “creativos” para repensar la relación. Junto a comensales en Miami, se atrevió a sostener que “no tiene sentido” pensar en medidas como las adoptadas en 1961 porque no serían efectivas ante el mundo globalizado de “la era de internet, Google y los viajes mundiales”.
A esta nueva visión, se suma el lobby que están realizando diferentes organizaciones y personalidades norteamericanas, especialmente cubano-descendientes, que propician un cambio en la política exterior norteamericana. En tan sentido, la carta firmada por 44 destacados políticos, empresarios y académicos como misiva abierta a Obama, profundiza un planteo de flexibilización de su política hacia el pueblo cubano, más aún cuando en el grupo signan el pedido desde John Negroponte (ex director de Inteligencia Nacional durante el gobierno de George W. Bush) hasta tres ex subsecretarios de Estado para el Hemisferio Occidental.
Es claro que los intereses de estos firmantes no son más que los del imperio, proponen reorientar la política desde una estrategia de bloque a una de “ayuda” al pueblo cubano para que pueda “determinar su propio destino, al construir sobre reformas de política estadounidense que ya han iniciado”. Añade la carta que un cambio ayudará a “otorgar mayor libertad a organizaciones e individuos privados de servir directa e indirectamente de catalizadores de cambio significativo en Cuba”. Claramente, el centro de la estrategia sigue siendo colocar a la isla bajo la órbita de un modelo económico monitoreado por Norteamérica.
Si bien en 2009, por decisión de Barack Obama se levantaron restricciones hacia la Cuba, como permitir el viajes y envíos de remesas, enmarcadas en un intento de buscar “cambios democráticos” en la isla, la administración actual marcó un claro interés de mantener y cumplir las leyes del embargo, así denominado por los Estados Unidos, incluso aplicándolos en forma extraterritorial por parte de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OEAC) del Departamento del Tesoro. Por lo que ha aumentado las acciones de persecución a empresas y agencias que realizaron operaciones hacia Cuba.
A modo de ilustración, se puede citar el caso del banco neerlandés ING que fue sancionado en junio de 2012 con una multa de 619 M de U$S por operar económicamente con Cuba a través del sistema financiero estadounidense, entre 2002 y 2007. Incluso, la multinacional sueca Ericsson tuvo que pagar una multa de 1,75 M de U$S por reparar en Estados Unidos, mediante su filial radicada en Panamá, equipos cubanos de un valor de 320 mil dólares. Por lo visto, pareciera ser que las multas y persecución se contraponen a un intento de flexibilización de la política exterior hacia Cuba.
Más allá de eso, la misma dinámica económica provoca cambios. Desde que en diciembre pasado, una docena de importantes entidades estadounidenses, incluida la Cámara de Comercio, enviaron una carta al presidente Barack Obama, en las que solicitaban el levantamiento del bloqueo, alegando que el mismo generaba un costo de más de 1.200 M U$S al año a la economía norteamericana, hasta la visita de esta semana de Tomhas Donohue, presidente de la cámara citada, junto a una delegación empresarial de alto nivel, marcan un paso de cambio.
De hecho, el objetivo de Donohue en esta visita es informarse sobre las reformas económicas impulsadas por el gobierno de Raúl Castro, tal como lo anunció la semana pasada luego de confirmar que viajaría después de su último paso en 1999. Desde 2010, Cuba ha legalizado actividades de micro-emprendimientos en diversas áreas, alcanzando la formación de miles de emprendedores independientes. Señaló Donohue: “Desde que estuve por última vez en Cuba hace 15 años, un programa de reformas ha sacado según reportes a 600.000 trabajadores de la nómina del gobierno y ha permitido que el número de emprendedores en el país se triplique a más de 450.000”.
Ante este viaje, el senador demócrata Bob Menéndez reaccionó en contra de la misiva, en una carta dirigida a la Cámara donde expresó que “Cuba no es una oportunidad atractiva de inversión porque el gobierno encarcela injustificadamente a líderes empresariales e infringe las normas internacionales del trabajo”. A su vez, remarcó Menéndez que el embargo estadounidense a la isla, impuesto hace cinco décadas, probablemente no se levante pronto porque para eso Cuba “debe liberar todos los presos políticos y respetar los derechos de sus ciudadanos”.
En consonancia con esto, en una entrevista otorgada a la bloguera cubana Yoani Sánchez, el vicepresidente Joe Biden aseguró que la política de su país hacia Cuba “se guía por el compromiso de apoyar el deseo del pueblo cubano de determinar libremente su propio futuro” y el de “promover los valores universales”. Y que si bien aplaude los cambios en las leyes de inversión en Cuba y las menores restricciones para viajar, espera que los mismos lleguen acompañados “por una ampliación de los derechos y libertades del pueblo cubano para que pueda desarrollar todo su potencial”. A su vez, Biden fue contundente en rechazar cualquier intervención de Estados Unidos a la isla.
Si bien es verdad que la legislación norteamericana apresa las manos del Presidente, especialmente la Ley Helms Burton, porque pone facultad del Congreso la posibilidad de levantar el bloqueo, lo cierto es que si Barack Obama tuviese la voluntad de flexibilizar las relaciones entre ambos países, tiene prerrogativas suficientes para matizar el embargo, como expandir los viajes de norteamericanos y extranjeros residentes en Estados Unidos, permitir el uso de medios financieros de pago, como tarjetas o cheques emitidos por bancos del país u otros y permitir operaciones bancarias con entidades cubanas; autorizar nuevos vuelos charter en la lista de aeropuertos de Estados Unidos; establecer líneas de servicio ferry entre ambos países; ampliar los productos de exportación hacia Cuba; flexibilizar o eliminar la prohibición al uso del dólar en transacciones internacionales con Cuba, hasta levantar las prohibiciones establecidas por la Ley Torricelli, que, por ejemplo, impide la entrada a puertos de Estados Unidos de embarcaciones que dentro de los 180 días anteriores hayan transportado mercancías a Cuba. Por eso, Obama deshoja la margarita por Cuba.
01/06/14 Miradas al Sur
martes, 3 de junio de 2014
Paul Celan: El tango de Auschwitz
“No hay nada en el mundo por lo que un poeta haya de seguir escribiendo, no desde luego si el poeta es un judío y la lengua de sus poemas es el alemán”, reflexionó en su última época Paul Celan (1920-1970). “Tal vez yo sea uno de los últimos que deba seguir viviendo para consumar el destino del espíritu judío en Europa. Esa obligación la he sentido como poeta, como poeta que no podía dejar de escribir, a pesar de ser judío y escribir en alemán.”
Leo Antschel es ingeniero, pero después de la debacle económica de la Gran Guerra, en los Cárpatos, vende leña de aserraderos. Friederike, su mujer, acostumbrada a la crianza de sus hermanos menores, no permite que lo doméstico le gane a su afición por la lectura, que le transmite ahora a su hijo Paul. Lo manda a una escuela privada, pero el padre, sionista estricto, lo cambia a una escuela hebrea. En la familia se habla un alemán sin acento. Czernowicz, la ciudad en que viven los Antschel, pertenece a Bulgaria. En 1938 Hitler se anexa Austria. Y en Czernowicz, aunque el nazismo no parece inminente, ya se respira el racismo. Los Antschel discuten qué hacer con sus ahorros. El padre quiere reservarlos para una huida. La madre y el hijo se oponen: un buen destino para el dinero es costear los estudios de Paul en una buena universidad europea. Madre e hijo ganan la pulseada.
En su viaje, al pasar por Berlín, el joven Paul puede ver el putsch nazi. Después, por fin, llega a París, donde estudia un año. Paul ha leído a Proudhon y simpatizado con Trotsky. En este tiempo de iniciación parisina se conecta con los surrealistas y adhiere a la causa de la República Española. En el verano siguiente, vuelve a Czernowicz. Poco después el Ejército Rojo invade Bulgaria y el ruso es obligatorio. Estudiante de Filología, Paul lo aprende a la perfección. Sus compañeros se asombran: en menos de un año Paul ya traduce Guerra y Paz de Tolstoi. Por entonces los soviéticos deportan a Siberia a cuatro mil hombres, mujeres y chicos, en su mayoría judíos.
Cuando Hitler rompe con Stalin el pacto de no agresión, las tropas rusas se retiran y las rumanas entran en Czernowicz ejecutando judíos y ucranianos acusados de colaborar con los soviéticos. Las SS dirigen las acciones. En horas liquidan a setecientos judíos. En unos días, el número de víctimas sube a tres mil. Se los priva de derechos, se los obliga al brazalete con la estrella. Hay toque de queda y se alambra el gueto. Los nazis trasladan a los cautivos. Apenas dejan los necesarios para colaborar en algunos trabajos.
Las deportaciones se cumplen los fines de semana, las noches de sábado y domingo. Conscientes del riesgo de quedarse en el hogar esos días, muchos huyen el viernes para volver el lunes. Un amigo rumano refugia a los Antschel en su fábrica de detergentes y cosméticos. Pero la madre se resiste: “No podemos escapar de nuestro destino”, se queja. Un sábado, cuando Paul va a la fábrica, sus padres no acuden. El lunes comprueba que ellos fueron despachados a un campo, donde cumplirán trabajos forzados picando canteras en la construcción de un camino. El padre muere de tifus. Su madre, consumida, es rematada de un tiro en la nuca.
Mientras los rumanos, bajo el mando alemán, saquean, violan, torturan y trasladan prisioneros, Paul sobrevive en el barro del gueto. Se consuela traduciendo sonetos de Shakespeare. De esta época data su primer libro de poesía, Amapola y memoria. A pesar de extraviar el original en su tránsito de fugitivo, lo reconstruirá años más tarde, pasada la guerra, ya a salvo en París. La amapola, además de la belleza, representa un opiáceo incapaz de anestesiar lo vivido (Paul armará de memoria su libro. Pero todavía falta para esto. No nos adelantemos). Anclado en Czernowicz, Paul hace un trabajo para sobrevivir: busca libros rusos para quemarlos. “Esta era una tierra en la que vivían hombres y libros”, recordará. Podemos imaginar el fuego que consume un libro de Dostoievski iluminando la cara del muchacho de veintidós años. Podemos imaginar lo que siente. Pero nunca por completo. A menos que se haya estado allí, imposible saber qué significa esa experiencia en la que las cenizas humanas y las de los libros se confunden tal vez porque los hombres, como los libros, si una misión tienen, es vivir para contar. Y el nazismo niega a unos y a otros.
Celan, y sus precursores
“La filosofía de Hitler es primaria”, ha escrito Emmanuel Levinas. “Con una fraseología miserable, el hitlerismo apela a sentimientos elementales.” La escritura de Celan pone en duda no sólo los sentimientos sino también el lenguaje que los transmite. Hay que convenir con George Steiner que la escritura de Celan es a la literatura lo que el Guernica de Picasso a la plástica. Es que resulta hipócrita aislar un lenguaje de la experiencia que lo genera. Si nos hemos detenido en la narración de una historia familiar y en su destino trágico es porque ambas afectarán al joven Paul y su poética.
El acercamiento a la lectura de Celan en español, y no sólo en español sino también en su lengua original, presenta dificultades. Debe tenerse en cuenta cómo la búsqueda celaniana fue evolucionando hacia una pureza que alcanzaría la abstracción. Cuando leemos traducido partimos de una confianza semántica. Pero, ¿qué ocurre con la significación cuando un verso es oscuro en su propia lengua? ¿Qué leemos en aquello que leemos traducido? La biografía de un acosado, paradigma de la víctima, condiciona su lectura inclinando al lector hacia una mirada pietista. Celan, que dominaba ocho idiomas, impugnaría esta clase de lectura benéfica: nada le importaba más que quebrar esa confianza en las palabras, una confianza que socava en su lengua original, el alemán, y está lógicamente vulnerada, por carácter transitivo, en toda traducción a otras lenguas.
Treinta años después del calvario, cuando adopte como apellido el anagrama de Antschel, el ahora Paul Celan, ya residente en París, en la École Normal Supériéure, será profesor de alemán y dictará un curso sobre “Un médico rural”, ese cuento de Kafka que se refiere inequívocamente al destino equivocado. ¿Acaso la madre del poeta no sostenía: “No podemos escapar de nuestro destino”? La culpa, una cuestión central en la literatura de Kafka, marca también la escritura de Celan.
La prosa de Kafka es fría, neutra y está sostenida por un tono burocrático que puede a veces exasperar por su impasibilidad. Arriesguemos: la prosa de un entomólogo dispuesto a describirlo todo. Rasgos, gestos, detalles imperceptibles. Tanta es su obsesión en lo mínimo y absurdo que se tiene la impresión de estar observando lo más insignificante con un gran angular. Neutralidad, se ha dicho. Y es justamente esta neutralidad la que nos obliga a volver atrás, a certificar si hemos leído tal o cual detalle o se nos ha pasado por alto. ¿Hemos leído bien? ¿Es eso lo que estaba escrito? Por ejemplo, en “Un médico rural”, los dientes del caballerizo marcados en la mejilla de la joven criada. Por un instante dudamos si no se nos extravió algo en la lectura, algo callado, que pasamos por alto.
Esta situación de incomodidad y perturbación se repite con la poesía de Celan. Aun sus poemas más figurativos nos dejan la sensación de que hay algo que nos hemos perdido en la lectura. El lector ajeno al alemán puede sospechar de la traducción, si ésta funciona o no como “arte exacto” en la forma de transmitir una intención y una sonoridad. Pero no se trata de la traducción más o menos eficaz, de la riqueza de tal o cual polivalencia significante. Paul Auster afirma en “El arte del hambre”: “Celan exige al lector y resulta casi imposible comprenderlo por completo”. Acordemos con Auster que leer a Celan por primera vez se convierte en un acontecimiento memorable, que quizá sólo puede compararse con el grado de unción reveladora que inspira Kafka. Se siente extrañeza y al mismo tiempo abismo. Como Kafka, Celan busca palabras que lastimen. Celan se afana en la precisión: “Lo importante en el lenguaje es la precisión”, anota.
Como el checo Kafka, al pertenecer a un país periférico, a una lengua casi invisible, y estar ligado al idish, su elección es una lengua hegemónica: el alemán. No es una elección gratuita. “Todos los poetas son judíos”, había declarado la suicida poeta rusa Marina Tsvietáieva. Celan adoptará esta premisa. Lo que quizás explique por qué estuvo por traducir al poeta egipcio Edmond Jabés, otro extranjero a perpetuidad. “Todo escritor es unjudío”, asevera Jabés en El libro de las preguntas. ¿Qué territorialidad está en juego aquí?, cabe preguntarse. Sin tierra, el judío encontrará la suya en el libro. Steiner intenta explicarlo: “El hombre o la mujer que encuentra su hogar en el texto es, por definición, un objetor de conciencia de la mística vulgar del himno y la bandera, del sueño de la razón que proclama ‘mi país, esté o no en lo cierto’, se trate de una tecnocracia mercantil de consumo de masas o de una oligarquía totalitaria. El lugar de la verdad es siempre extraterritorial; su difusión pasa a ser clandestina por las alambradas y vigías del dogma nacional”.
Un dato puede ayudar a comprender la operación que Celan hace al emplear como materia expresiva la lengua materna, pero también la de sus verdugos. A Celan lo espanta que los criminales nazis, mientras transcurren sus juicios, escriban poesías. Corresponde preguntarse entonces si la búsqueda de precisión que se propone con empecinamiento, búsqueda que culmina prácticamente en la ilegilibidad, no es una suerte de justicia reparadora. Es decir, al indagar esa lengua, los límites de su comunicación, Celan condena: al subvertir la lengua madre, invierte la relación determinada en otro clásico de Kafka: “En la colonia penitenciaria”. Ahí donde Kafka dispone que el verdugo escriba la falta en el cuerpo del prisionero, Celan la resignifica en la lengua.
Lenguaje y memoria
Estas consideraciones sobre la lengua celaniana no son menores, entre otras razones, porque responden al desafío planteado por Adorno: la dificultad de escribir después de Auschwitz. Es sabido que Celan (como Nelly Sachs, Ingeborg Bachman y Günter Grass) corresponde a la generación que acepta el desafío adorniano y decide contestar a través de la escritura. “Auschwitz no tiene fin”, dirá Grass. El lenguaje para reflejar el exterminio es un lenguaje dañado. Tal como lo propone Grass, es la herramienta para registrar los grises en todas sus gamas. Y es, por lógica, el gris de las cenizas que irrumpen una y otra vez en la poesía de Celan.
En sus artículos sobre Celan, Margo Glanz retoma una idea de Jacques Derrida: “Celan reduce el poema a cenizas”. Porque las cenizas son Auschwitz y sus hornos. Las cenizas hablan de la incineración del nombre y la memoria y borran la noción de testimonio. Subrayemos: la poesía de Celan es alusiva y elusiva, lo uno por lo otro. No hay referencias directas a la experiencia concentracionaria sino, más bien, una metafísica de lo que no se entiende. Es esta ‘incomprensibilidad’ justamente la que produce quizás un efecto más sobrecogedor que una foto, un documental. En un procedimiento similar a la incineración, Celan funde la tradición y los lenguajes. En consecuencia, en sus últimos poemas el lenguaje se esquirla en fragmentos jadeantes y agónicos. Los poemas se ciñen a una brevísima señal que oscila entre el aforismo y el calembour. Celan escribe ojos, semen, orina, lengua, dientes. En su síntesis, casi un grafismo, el poema se reduce a unos pocos versos cada vez más cortos y el blanco de la página, el vacío, devora las palabras escasas. Así el poema, en su imposibilidad de obtener el encuentro entre el “tú” y el “yo” (estos dos pronombres son de un uso constante en Celan), lo que afirma con terquedad es ese vacío que es el blanco pero también otra cosa, eso que “no tiene fin”, eso que es Auschwitz. Al respecto de la disminución de textualidad y el avance del blanco en la puesta en página, Maurice Blanchot supo indicar que este silencio del blanco no es una pausa o un intervalo en la lectura sino que pertenece al rigor mismo, aquel que no autoriza más que un ápice de relajamiento, “un rigor no verbal que no estaría destinado a portar sentido, como si el vacío fuese menos una falta que una saturación, un vacío saturado de vacío”.
“El hombre está permanentemente frente a la muerte”, dice Jabés. Es en relación con la muerte cómo se expresa. Incluso añadiría que no es posibleexpresarse sino a través de ella. La muerte es el espacio blanco que separa los vocablos y los hace inteligibles, es el silencio que hace audible la palabra oral. Por eso el blanco es tan temible en una página. Jabés, terminante, sentencia: “Nuestra mejor arma política siempre es y seguirá siendo la pregunta”.
Celan vive en conflicto tanto la vida como la literatura. Pueden atribuirse a su fragilidad y su neurosis el desprecio hacia la verborrea literaria y académica. Menosprecia al “litterateur” y la moda. “¿Por qué escribir poesía y, si se escribe, por qué publicarla?”, se pregunta. Quizá convenga acotar que estos recelos y aversiones no son distintos a los de su amante Bachman: la poesía póstuma de ambos parece contagiada por un mismo escepticismo hacia la palabra. La palabra que más repite Celan en treinta años de escritura (casi mil cuatrocientas veces en ochocientos poemas publicados y más de cuatrocientos inéditos) es “tú”. Y este “tú” puede sugerir no tanto un vocativo que compromete a los seres perdidos, como a un “yo” dividido por la culpa. Es un “tú” más próximo a la referencia del doble que a una relación con otro. En todo caso, esa relación es siempre con “el otro”: un “otro” que arrastra la culpa del sobreviviente y que pudo ser cenizas en el viento.
A pesar de sus problemas de salud, en 1967 Celan, invitado a una lectura de sus poemas en Friburgo, aprovecha el viaje para entrevistar a Martin Heidegger, de quien fuera lector. Heidegger asistió a la lectura de Celan y se sentó en primera fila. Heidegger le regala ¿Qué significa pensar? Lo invita a una excursión a la Selva Negra. Celan espera la oportunidad de reprocharle al filósofo su adhesión al nazismo. Durante ese encuentro, Heidegger se explaya sobre la flora y la fauna regional. Fin del paseo. Poco después Celan le envía a Heidegger un poema en el que refiere con sutileza su recriminación. Heidegger tarda en responderle una esquela diplomática en la que insinúa tácitamente su culpa.
La biografía de Celan incluye, además de la sombra del nazismo, la pérdida de un primer hijo a poco de su nacimiento. Abarca depresiones, rupturas, internaciones, mutismo y alcohol. También pasiones arrasadoras, como la que mantuvo con la Bachmann. No obstante, Celan no especula con su dolor. “Hacíamos como que nuestros problemas tenían que ver sobre todo con el verbo”, contaría Henri Michaux. Una vez, cuando Celan promedia los cuarenta, Petre Salomon, un amigo rumano, lo visita en su domicilio de París y lo encuentra taciturno, hostil, envejecido. No es la primera vez que el amigo lo ve en semejante crack-up. Celan puede pasar de este hundimiento al estallido de una risa compulsiva. No hace falta ahora que el amigo le pregunte qué le pasa. Celan se adelanta a contestarle con voz entrecortada: “Han hecho experimentos conmigo”.
Si se contempla una de sus fotos más difundidas, esa que acompaña sus ediciones recientes en español, Celan llamará la atención por cierto aire porteño. Es una foto blanco y negro. En primer plano el rostro amable tiene una mirada aguda, de un humorismo penetrante. Sin embargo, apenas sonríe. Según Michaux esa sonrisa es la de “alguien que atravesó mil naufragios”. Al estar peinado hacia atrás, su frente se agranda y se le notan bastante las entradas. Viste un saco oscuro y una corbata al tono sobre la camisa blanca. En esta foto, Celan tiene un aspecto de cantante de orquesta típica de los cincuenta. Entonces uno no puede dejar de pensar que en los campos de concentración los nazis obligaban a los prisioneros a cantar canciones nostálgicas mientras otros cavaban sus tumbas. Algunos tocaban música mientras las prisioneras judías eran usadas por los oficiales y la soldadesca. “Fuga de muerte”, el poema de Celan que metaforiza estos rituales, el poema alemán más importante de la posguerra, fue traducido al rumano como “Tangouli morti”. Es decir, “Tango de muerte”.Después de recibir numerosas distinciones entre las que se destaca el prestigioso premio George Büchner, Paul Celan, en abril de 1970, se arroja al Sena desde el puente Mirabeau, allí donde el río es ancho y la corriente más fuerte suele arrastrar todavía restos de deshielo. El primero de mayo, diez kilómetros río abajo, un pescador descubrió su cadáver.
BAJO UN CIELO AMARILLO
Nubes bajas agonía de un sol/
en vigilia.
Pequeñas muertes hacia adelante/
atrasan las agujas.
Tus ojitos marroncitos de miel/
hamaca en blanco y negro.
Palermo, la placita, tus rulos/
rincón de libertad en aquél vendaval.
Qué fue, qué ser, dónde pían
las almas que resisten.
Lento el sueño me dice tu rostro/
la mar de recuerdos hilando las arrugas.
GB
en vigilia.
Pequeñas muertes hacia adelante/
atrasan las agujas.
Tus ojitos marroncitos de miel/
hamaca en blanco y negro.
Palermo, la placita, tus rulos/
rincón de libertad en aquél vendaval.
Qué fue, qué ser, dónde pían
las almas que resisten.
Lento el sueño me dice tu rostro/
la mar de recuerdos hilando las arrugas.
GB
Mierda Por William Schol
Existen individuos que producen una cantidad tal de mierda, que se les hace imposible retenerla.
Entonces comienzan a excretarla, y de a poco se van cubriendo de una pátina de mierda, que con el correr del tiempo se va transformando en una capa cada vez más espesa de mierda. Y así, transcurren sus existencias, hasta llegar a un punto en el que andan por la vida envueltos en un pequeño mar de mierda.
Ven la realidad a través de esa capa turbia, amarronada y fétida, y por lo tanto están convencidos de que todo lo que les rodea es indefectiblemente una verdadera mierda.
Algunos de estos especímenes llegan a acumular una cantidad tan enorme de mierda, que el pequeño mar original en el cual flotan, llega a alcanzar las dimensiones de un océano.
Es así que ven mierda hasta donde les alcanza la vista. Y comienzan a referirse a "este país de mierda"
Y ven además a todos sus semejantes sumergidos en ese mismo océano de mierda. Entonces los rotulan como "gente de mierda"
Unos pocos llegan a transformarse en figuras públicas, influyentes, gracias a los medios de comunicación que multiplican su mensaje de mierda.
De esa manera otros, que no producen por sí mismos un volumen de mierda suficiente como para excretarla y generar sus propios mares de mierda, pero que tal vez como conscuencia de algún retorcimiento mental digno de estudio psicoanalítico disfrutan revolcándose en la mierda, se cubren de la mierda que excretan aquellos influyentes.
Leen un diario que solamente les muestra noticias de mierda, escuchan una radio en la que se vocifera mierda, y miran un canal de TV que les muestra en una pantalla dividida, seis stuaciones de mierda en forma simultánea.
Y los domingos a la noche se sientan religiosamente frente al televisor para aprovisionarse de mierda para toda la semana.
Y así salen a la calle, abrigados en un para ellos confortable manto de mierda.
Es así que, ante el mínimo tropiezo, el más nimio inconveniente, como puede serlo un incidente de tránsito, una demora en la cola del banco, un mozo que les trae un cortado en lugar de café negro, se sacuden con vehemencia, y salpican con su mierda a todos los que se encuentren en las proximidades.
Que venimos a ser los que tenemos la vista limpia, y somos capaces de ver la realidad con todos sus matices. Los mejores y los peores.
Pero jamás se nos ocurriría decir que vivimos en un país de mierda.
O que estamos rodeados de gente de mierda.
Aunque nos salpiquen.
Sepan disculpar.
Entonces comienzan a excretarla, y de a poco se van cubriendo de una pátina de mierda, que con el correr del tiempo se va transformando en una capa cada vez más espesa de mierda. Y así, transcurren sus existencias, hasta llegar a un punto en el que andan por la vida envueltos en un pequeño mar de mierda.
Ven la realidad a través de esa capa turbia, amarronada y fétida, y por lo tanto están convencidos de que todo lo que les rodea es indefectiblemente una verdadera mierda.
Algunos de estos especímenes llegan a acumular una cantidad tan enorme de mierda, que el pequeño mar original en el cual flotan, llega a alcanzar las dimensiones de un océano.
Es así que ven mierda hasta donde les alcanza la vista. Y comienzan a referirse a "este país de mierda"
Y ven además a todos sus semejantes sumergidos en ese mismo océano de mierda. Entonces los rotulan como "gente de mierda"
Unos pocos llegan a transformarse en figuras públicas, influyentes, gracias a los medios de comunicación que multiplican su mensaje de mierda.
De esa manera otros, que no producen por sí mismos un volumen de mierda suficiente como para excretarla y generar sus propios mares de mierda, pero que tal vez como conscuencia de algún retorcimiento mental digno de estudio psicoanalítico disfrutan revolcándose en la mierda, se cubren de la mierda que excretan aquellos influyentes.
Leen un diario que solamente les muestra noticias de mierda, escuchan una radio en la que se vocifera mierda, y miran un canal de TV que les muestra en una pantalla dividida, seis stuaciones de mierda en forma simultánea.
Y los domingos a la noche se sientan religiosamente frente al televisor para aprovisionarse de mierda para toda la semana.
Y así salen a la calle, abrigados en un para ellos confortable manto de mierda.
Es así que, ante el mínimo tropiezo, el más nimio inconveniente, como puede serlo un incidente de tránsito, una demora en la cola del banco, un mozo que les trae un cortado en lugar de café negro, se sacuden con vehemencia, y salpican con su mierda a todos los que se encuentren en las proximidades.
Que venimos a ser los que tenemos la vista limpia, y somos capaces de ver la realidad con todos sus matices. Los mejores y los peores.
Pero jamás se nos ocurriría decir que vivimos en un país de mierda.
O que estamos rodeados de gente de mierda.
Aunque nos salpiquen.
Sepan disculpar.
Ningún brote psicótico: ésta es la estrategia de la derecha
En reiteradas oportunidades periodistas como Lanata, Bonelli, Grondona o artistas como Casero se mostraron funcionales a un poder económico que atenta contra la democracia y la justicia.
La derecha que no respeta valores democráticos embate contra los miembros de la justicia argentina que no fallan de acuerdo a sus intereses económicos. Desde el multimedios Clarín, o desde el pensamiento de periodistas o artistas orgánicos al poder esparcen un discurso que nos lastima como sociedad.
Después de que Jorge Lanata llamara a un escrache social para los jueces Eduardo Freiler, Eduardo Farah y Jorge Ballestero- que integran la Cámara Federal 1 en la causa Ciccone-, ahora decidió escudarse en un paupérrimo "brote psicótico"que "avalaría" "decir cualquier barbaridad" como si sugerir un escrache a menores, y a miembros de la justicia, fuera un tema menor.
Cabe remarcar que había dicho que “lo mínimo que les puede pasar es que los puteen en la verdulería, en un hotel alojamiento, en las vacaciones, por lo menos que tengan repudio social. Que los compañeros de colegios les digan a los hijos de Farah, Freiler y Ballestero "che, ¿tu papá hizo eso?".
Por otro lado, está el caso de Mariano Grondona que suele tener expresiones poco felices que ratifican su desprecio a la democracia al pedir la conformación de grupos de tareas que empiece a "exaltar y condenar conductas para que ciertas personas sientan ese rigor". Grondona no tuvo prurito en señalar a la jefa de Fiscales, Alejandra Gils Carbó, y remarcó "esa gente tiene hijos, hermanos, padres, bueno, que sienta el rigor". Un rigor que para Grondona parecer ser necesario al creer que la "dictadura era más divertida".
Grondona, siempre exacerbando un discurso antidemocrático, apoyó la práctica del linchamiento que atenta contra el marco jurídico a la hora de resolver delitos y habló de ponerle "punto final" a un gobierno elegido por el pueblo. Otro periodista que alentó el fogoneo mediático del linchamiento fue Marcelo Bonelli quien no dudó en afirmar que es “la falta de un estado que le de tranquilidad a la gente" lo que hace que "estemos viviendo lo que estamos viviendo en estos días, linchamientos, voces de venganza”.
Otro ejemplo de juego a la derecha fue la "información errónea" que dio el multimedios Clarín al mentir sobre la votación en la constitucionalidad de la figura de reincidencia señalando que Eugenio Raúl Zaffaroni había votado en contra cuando en realidad estaba de viaje.
Otros ejemplo es el caso de Mariana Fabbiani cuyo programa de la tarde en canal 13 funciona como un "satélite" de una ideología que no para de repetir y fogonear ideas de "impunidad" y "falta de justicia".
Y en uno de los ejemplos más recientes está el desborde de Alfredo Casero que pidió el escrache en las redes sociales al pedir “Nombres de personas que cobran dinero del gobierno, y le chupan y chuparon el orrtoooo ya”. Casero, en su cuenta de twitter pidió entregar el “Premio Hocico Marrón para los chupaculos del gobierno”, en una verdadera expresión intolerante.
Periodistas y artistas que usan su influencia para denostar la justicia y la democracia, generando un clima social de hastío y violencia que le hace el juego a la derecha económica, política y mediática.
Diario Registrado
La derecha que no respeta valores democráticos embate contra los miembros de la justicia argentina que no fallan de acuerdo a sus intereses económicos. Desde el multimedios Clarín, o desde el pensamiento de periodistas o artistas orgánicos al poder esparcen un discurso que nos lastima como sociedad.
Después de que Jorge Lanata llamara a un escrache social para los jueces Eduardo Freiler, Eduardo Farah y Jorge Ballestero- que integran la Cámara Federal 1 en la causa Ciccone-, ahora decidió escudarse en un paupérrimo "brote psicótico"que "avalaría" "decir cualquier barbaridad" como si sugerir un escrache a menores, y a miembros de la justicia, fuera un tema menor.
Cabe remarcar que había dicho que “lo mínimo que les puede pasar es que los puteen en la verdulería, en un hotel alojamiento, en las vacaciones, por lo menos que tengan repudio social. Que los compañeros de colegios les digan a los hijos de Farah, Freiler y Ballestero "che, ¿tu papá hizo eso?".
Por otro lado, está el caso de Mariano Grondona que suele tener expresiones poco felices que ratifican su desprecio a la democracia al pedir la conformación de grupos de tareas que empiece a "exaltar y condenar conductas para que ciertas personas sientan ese rigor". Grondona no tuvo prurito en señalar a la jefa de Fiscales, Alejandra Gils Carbó, y remarcó "esa gente tiene hijos, hermanos, padres, bueno, que sienta el rigor". Un rigor que para Grondona parecer ser necesario al creer que la "dictadura era más divertida".
Grondona, siempre exacerbando un discurso antidemocrático, apoyó la práctica del linchamiento que atenta contra el marco jurídico a la hora de resolver delitos y habló de ponerle "punto final" a un gobierno elegido por el pueblo. Otro periodista que alentó el fogoneo mediático del linchamiento fue Marcelo Bonelli quien no dudó en afirmar que es “la falta de un estado que le de tranquilidad a la gente" lo que hace que "estemos viviendo lo que estamos viviendo en estos días, linchamientos, voces de venganza”.
Otro ejemplo de juego a la derecha fue la "información errónea" que dio el multimedios Clarín al mentir sobre la votación en la constitucionalidad de la figura de reincidencia señalando que Eugenio Raúl Zaffaroni había votado en contra cuando en realidad estaba de viaje.
Otros ejemplo es el caso de Mariana Fabbiani cuyo programa de la tarde en canal 13 funciona como un "satélite" de una ideología que no para de repetir y fogonear ideas de "impunidad" y "falta de justicia".
Y en uno de los ejemplos más recientes está el desborde de Alfredo Casero que pidió el escrache en las redes sociales al pedir “Nombres de personas que cobran dinero del gobierno, y le chupan y chuparon el orrtoooo ya”. Casero, en su cuenta de twitter pidió entregar el “Premio Hocico Marrón para los chupaculos del gobierno”, en una verdadera expresión intolerante.
Periodistas y artistas que usan su influencia para denostar la justicia y la democracia, generando un clima social de hastío y violencia que le hace el juego a la derecha económica, política y mediática.
Diario Registrado
A un siglo del estallido de la primera guerra mundial Tiempo tormentoso Por Enrique Lacolla
Últimas empresas coloniales de viejo estilo. La guerra bóer. Comienza la pendiente hacia el abismo. L’Entente Cordiale. Relámpagos en oriente que preanuncian la tempestad: la guerra ruso-japonesa.
El siglo XX nació optimista. Aunque con contradicciones, violencias e injusticias, ostentaba una movilidad sin parangón con la de épocas anteriores. En los países centrales los problemas sociales se atemperaban a través de la actividad del sindicalismo y de los partidos socialistas. La emigración a las Américas o a las posesiones coloniales contribuía también, en gran medida, a descomprimir la tensión que originaba el desplazamiento de grandes masas del campo a las ciudades; salvo en el caso de Rusia, el emigrar de la población rural permitía que el crecimiento exponencial de la industria no se tornase explosivo debido a la acumulación de gente en la periferia de las grandes ciudades. Se expandía la instrucción pública, se mejoraba el estado sanitario en los centros urbanos y el crecimiento de la clase media suministraba estabilidad al sistema burgués de gobierno. Este avance no era sólo el resultado de un crecimiento autogenerado y asociado al consumo interno; se vinculaba también a la explotación de los territorios coloniales, que aseguraban un surplus de beneficios que contribuía al sostén del empleo y beneficiaba de esta manera, indirectamente, a una pequeña burguesía y a un proletariado sobre los cuales se derramaba una pequeña parte del beneficio general de la economía. Aunque irrelevante en comparación a las ganancias que iban a los bolsillos de la gran burguesía y de los grupos poseyentes, era bastante como para pulir un poco las aristas de la conflictividad social y constituía una especie de “efecto derrame”, como lo calificarían los economistas neoliberales de nuestro tiempo. Claro que esta prosperidad se realizaba a costa de la explotación inclemente de las poblaciones coloniales.
El tema de los mercados, por lo tanto, era esencial para mantener el equilibrio interno, amén de para conservar o aumentar el nivel de beneficio que acumulaban las clases privilegiadas. La rivalidad entre las potencias imperialistas, fundada en razones económicas de este tipo, y también en la política de poder y en el peso que en esta cobran las determinaciones y predicciones de la geopolítica(1), fue elevando la temperatura y a finales del siglo XIX las tensiones empezaron a revestir una tonalidad beligerante de mal agüero. Por entonces las empresas coloniales todavía no hacían presagiar una guerra inminente, pero los discursos iban subiendo de tono.
Las últimas guerras cortadas según el perfil imperialista clásico fueron la de Abisinia, en la cual Italia fracasó de manera catastrófica en su intento de asegurarse un imperio africano; y la que los británicos llevaron a cabo en Sudán y que concluyó en la batalla de Omdurman (1898), donde los majdistas –una secta musulmana extremista que había conseguido expulsar los británicos de Sudán y movilizaba a multitudes fanáticas- fueron barridos en masa por el fuego de las modernas armas de un ejército anglo-egipcio. Otra guerra que capturó la imaginación del público europeo fue la de los bóeres (1900-1901), en la que Gran Bretaña, tras una serie de agresiones y provocaciones deliberadas, liquidó a la República del Transvaal, una implantación de colonos blancos de origen holandés instalada en el cono sur africano. Fue una pequeña guerra duramente disputada, en la cual los ingleses llevaron al principio la peor parte, hasta que se impusieron por su peso específico y pudieron adueñarse de las reservas diamantíferas y minerales existentes en ese territorio.
Una novedad que aportaron estos dos últimos conflictos fue la demostración del acrecido poder de fuego de la infantería gracias al generalizado empleo del fusil de repetición (Bolt action) y a la aparición de las ametralladoras Maxim. Y también lo fue la aplicación de la política de tierra arrasada y la aparición de los campos de concentración, que los británicos montaron en Sudáfrica para hacinar allí a la población civil y sustraer así el suelo bajo los pies a los rebeldes bóeres que sostenían una guerra de guerrillas.
Estos conflictos, que eran la continuación de las aventuras colonialistas del siglo XIX, trajeron aparejadas, sin embargo, repercusiones que sonaban feo. Alemania, que quería un espacio en África y que poseía ya un territorio colindante con la república del Transvaal conocido con el nombre de África del Sudoeste Alemana (la actual Namibia) expresó con innecesario énfasis su apoyo a los bóeres a través del káiser Guillermo. Propenso a los gestos vacíos y a las grandes frases que sin embargo excitaban el resentimiento o la desconfianza de sus potenciales enemigos, el emperador alemán envió un telegrama de felicitación al presidente sudafricano Krüger, en ocasión de la derrota del raid Jameson, anterior a la guerra. En él lo felicitaba y dejaba caer la impresión de que Alemania estaría de su lado en el caso de un conflicto mayor. Por supuesto que no era así, pero la misiva excitó la creciente desconfianza del Foreign Office y contribuyó a empujar a Londres a encarar con un espíritu muy distinto a las relaciones francobritánicas, hasta ese entonces hostiles. Pero esta disposición se puso de manifiesto solo después de que las relaciones entre Francia e Inglaterra llegaran a un punto de crisis como consecuencia del incidente de Fashoda, un minúsculo poblado situado a orillas del Nilo donde se encontraron una pequeña columna francesa proveniente del Atlántico y al mando del capitán Marchand, y una fuerte flotilla británica que bajaba rumbo a las fuentes del río y que estaba comandada por el luego mariscal Horatio Kitchener, quien venía de aniquilar la última resistencia de los majdistas en Omdurman. Se cruzaban así la aspiración francesa de establecer una ininterrumpida línea de posesiones desde el Atlántico al Mar Rojo, con la voluntad británica de establecer un corredor que fuera desde el Mediterráneo al Cabo, la denominada Carretera Panafricana, sellando así el predominio inglés sobre el conjunto del continente africano.
rutasA la postre los franceses cedieron, pero el estallido de rencor popular en ambas potencias imperialistas, azuzado por el patrioterismo de la prensa, a su vez fogoneado por los intereses capitalistas que estaban en juego (2), hicieron que los británicos por un momento temieran quedarse aislados y coquetearan con la idea de ofrecer una alianza a Alemania. Era un regalo envenenado: en el caso de que Alemania lo hubiese aceptado tal vez hubiera tenido que guerrear a corto plazo contra Francia y contra Rusia -por entonces enfrentada a Inglaterra por Afganistán y el paso a la India. Alemania hubiera quedado relegada al papel de “soldado de Inglaterra”, se hubiera visto arrastrada a un conflicto terrestre en el cual ella sola hubiera debido correr con todos los gastos y no hubiera dispuesto de garantía alguna de que los ingleses –como tantas veces ocurriera en el pasado- decidieran frenar el conflicto en cuanto estimasen que la victoria germana alteraba el equilibrio europeo y agrandaba las posibilidades de esa potencia hasta un punto no deseable para Gran Bretaña. La proposición, que se mantuvo relativamente en secreto y no trascendió el ámbito de las cancillerías interesadas, fue declinada.(3)
En ese momento Alemania estaba encuadrada en el marco de una Triple Alianza –entre Alemania, Austria-Hungría e Italia (esta se había acercado a las potencias centrales porque deseaba un respaldo a sus ambiciones en el norte de África, donde competía con Francia). El imperio ruso por su parte se encontraba vinculado a Francia por un pacto firmado en 1892, por el cual ambos países se comprometían a luchar conjuntamente si cualquiera de ellos era atacado por otro. La necesidad británica de no quedar aislada ante el crescendo de los peligros internacionales y la percepción de dónde provenía la principal amenaza objetiva a su propio predominio, hizo que el rey Eduardo VII (el sucesor de la reina Victoria) y el Foreign Office decidieran imprimir un giro copernicano a la política exterior de su país. Abandonando el secular antagonismo con Francia y tras una preparación de unos pocos años, dos o tres a lo sumo, el rey inglés y el ministro de Relaciones Exteriores francés, Theophile Delcassé, firmaron un acuerdo, conocido como “l’Entente” pronto rebautizado como “l’Entente Cordiale”, por el cual Francia e Inglaterra arreglaban todas sus diferencias. De una manera espectacular, este acuerdo solucionaba todas las cuestiones litigiosas entre los firmantes y otorgaba a Francia ventajas casi sin contrapartidas para el lado británico. Lo que es más, al conceder a París el derecho a intervenir en los asuntos interiores de Marruecos, bloqueaba el acceso de Alemania a ese enorme espacio norafricano, uno de los pocos lugares en los cuales Berlín podía aspirar a instalarse, y de esta manera se escapaba a Alemania la última posibilidad de adueñarse de una colonia que hasta cierto punto pudiera compararse con las ricas posesiones que Francia e Inglaterra usufructuaban en el resto de un globo ya repartido.
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El siglo XX nació optimista. Aunque con contradicciones, violencias e injusticias, ostentaba una movilidad sin parangón con la de épocas anteriores. En los países centrales los problemas sociales se atemperaban a través de la actividad del sindicalismo y de los partidos socialistas. La emigración a las Américas o a las posesiones coloniales contribuía también, en gran medida, a descomprimir la tensión que originaba el desplazamiento de grandes masas del campo a las ciudades; salvo en el caso de Rusia, el emigrar de la población rural permitía que el crecimiento exponencial de la industria no se tornase explosivo debido a la acumulación de gente en la periferia de las grandes ciudades. Se expandía la instrucción pública, se mejoraba el estado sanitario en los centros urbanos y el crecimiento de la clase media suministraba estabilidad al sistema burgués de gobierno. Este avance no era sólo el resultado de un crecimiento autogenerado y asociado al consumo interno; se vinculaba también a la explotación de los territorios coloniales, que aseguraban un surplus de beneficios que contribuía al sostén del empleo y beneficiaba de esta manera, indirectamente, a una pequeña burguesía y a un proletariado sobre los cuales se derramaba una pequeña parte del beneficio general de la economía. Aunque irrelevante en comparación a las ganancias que iban a los bolsillos de la gran burguesía y de los grupos poseyentes, era bastante como para pulir un poco las aristas de la conflictividad social y constituía una especie de “efecto derrame”, como lo calificarían los economistas neoliberales de nuestro tiempo. Claro que esta prosperidad se realizaba a costa de la explotación inclemente de las poblaciones coloniales.
El tema de los mercados, por lo tanto, era esencial para mantener el equilibrio interno, amén de para conservar o aumentar el nivel de beneficio que acumulaban las clases privilegiadas. La rivalidad entre las potencias imperialistas, fundada en razones económicas de este tipo, y también en la política de poder y en el peso que en esta cobran las determinaciones y predicciones de la geopolítica(1), fue elevando la temperatura y a finales del siglo XIX las tensiones empezaron a revestir una tonalidad beligerante de mal agüero. Por entonces las empresas coloniales todavía no hacían presagiar una guerra inminente, pero los discursos iban subiendo de tono.
Las últimas guerras cortadas según el perfil imperialista clásico fueron la de Abisinia, en la cual Italia fracasó de manera catastrófica en su intento de asegurarse un imperio africano; y la que los británicos llevaron a cabo en Sudán y que concluyó en la batalla de Omdurman (1898), donde los majdistas –una secta musulmana extremista que había conseguido expulsar los británicos de Sudán y movilizaba a multitudes fanáticas- fueron barridos en masa por el fuego de las modernas armas de un ejército anglo-egipcio. Otra guerra que capturó la imaginación del público europeo fue la de los bóeres (1900-1901), en la que Gran Bretaña, tras una serie de agresiones y provocaciones deliberadas, liquidó a la República del Transvaal, una implantación de colonos blancos de origen holandés instalada en el cono sur africano. Fue una pequeña guerra duramente disputada, en la cual los ingleses llevaron al principio la peor parte, hasta que se impusieron por su peso específico y pudieron adueñarse de las reservas diamantíferas y minerales existentes en ese territorio.
Una novedad que aportaron estos dos últimos conflictos fue la demostración del acrecido poder de fuego de la infantería gracias al generalizado empleo del fusil de repetición (Bolt action) y a la aparición de las ametralladoras Maxim. Y también lo fue la aplicación de la política de tierra arrasada y la aparición de los campos de concentración, que los británicos montaron en Sudáfrica para hacinar allí a la población civil y sustraer así el suelo bajo los pies a los rebeldes bóeres que sostenían una guerra de guerrillas.
Estos conflictos, que eran la continuación de las aventuras colonialistas del siglo XIX, trajeron aparejadas, sin embargo, repercusiones que sonaban feo. Alemania, que quería un espacio en África y que poseía ya un territorio colindante con la república del Transvaal conocido con el nombre de África del Sudoeste Alemana (la actual Namibia) expresó con innecesario énfasis su apoyo a los bóeres a través del káiser Guillermo. Propenso a los gestos vacíos y a las grandes frases que sin embargo excitaban el resentimiento o la desconfianza de sus potenciales enemigos, el emperador alemán envió un telegrama de felicitación al presidente sudafricano Krüger, en ocasión de la derrota del raid Jameson, anterior a la guerra. En él lo felicitaba y dejaba caer la impresión de que Alemania estaría de su lado en el caso de un conflicto mayor. Por supuesto que no era así, pero la misiva excitó la creciente desconfianza del Foreign Office y contribuyó a empujar a Londres a encarar con un espíritu muy distinto a las relaciones francobritánicas, hasta ese entonces hostiles. Pero esta disposición se puso de manifiesto solo después de que las relaciones entre Francia e Inglaterra llegaran a un punto de crisis como consecuencia del incidente de Fashoda, un minúsculo poblado situado a orillas del Nilo donde se encontraron una pequeña columna francesa proveniente del Atlántico y al mando del capitán Marchand, y una fuerte flotilla británica que bajaba rumbo a las fuentes del río y que estaba comandada por el luego mariscal Horatio Kitchener, quien venía de aniquilar la última resistencia de los majdistas en Omdurman. Se cruzaban así la aspiración francesa de establecer una ininterrumpida línea de posesiones desde el Atlántico al Mar Rojo, con la voluntad británica de establecer un corredor que fuera desde el Mediterráneo al Cabo, la denominada Carretera Panafricana, sellando así el predominio inglés sobre el conjunto del continente africano.
rutasA la postre los franceses cedieron, pero el estallido de rencor popular en ambas potencias imperialistas, azuzado por el patrioterismo de la prensa, a su vez fogoneado por los intereses capitalistas que estaban en juego (2), hicieron que los británicos por un momento temieran quedarse aislados y coquetearan con la idea de ofrecer una alianza a Alemania. Era un regalo envenenado: en el caso de que Alemania lo hubiese aceptado tal vez hubiera tenido que guerrear a corto plazo contra Francia y contra Rusia -por entonces enfrentada a Inglaterra por Afganistán y el paso a la India. Alemania hubiera quedado relegada al papel de “soldado de Inglaterra”, se hubiera visto arrastrada a un conflicto terrestre en el cual ella sola hubiera debido correr con todos los gastos y no hubiera dispuesto de garantía alguna de que los ingleses –como tantas veces ocurriera en el pasado- decidieran frenar el conflicto en cuanto estimasen que la victoria germana alteraba el equilibrio europeo y agrandaba las posibilidades de esa potencia hasta un punto no deseable para Gran Bretaña. La proposición, que se mantuvo relativamente en secreto y no trascendió el ámbito de las cancillerías interesadas, fue declinada.(3)
En ese momento Alemania estaba encuadrada en el marco de una Triple Alianza –entre Alemania, Austria-Hungría e Italia (esta se había acercado a las potencias centrales porque deseaba un respaldo a sus ambiciones en el norte de África, donde competía con Francia). El imperio ruso por su parte se encontraba vinculado a Francia por un pacto firmado en 1892, por el cual ambos países se comprometían a luchar conjuntamente si cualquiera de ellos era atacado por otro. La necesidad británica de no quedar aislada ante el crescendo de los peligros internacionales y la percepción de dónde provenía la principal amenaza objetiva a su propio predominio, hizo que el rey Eduardo VII (el sucesor de la reina Victoria) y el Foreign Office decidieran imprimir un giro copernicano a la política exterior de su país. Abandonando el secular antagonismo con Francia y tras una preparación de unos pocos años, dos o tres a lo sumo, el rey inglés y el ministro de Relaciones Exteriores francés, Theophile Delcassé, firmaron un acuerdo, conocido como “l’Entente” pronto rebautizado como “l’Entente Cordiale”, por el cual Francia e Inglaterra arreglaban todas sus diferencias. De una manera espectacular, este acuerdo solucionaba todas las cuestiones litigiosas entre los firmantes y otorgaba a Francia ventajas casi sin contrapartidas para el lado británico. Lo que es más, al conceder a París el derecho a intervenir en los asuntos interiores de Marruecos, bloqueaba el acceso de Alemania a ese enorme espacio norafricano, uno de los pocos lugares en los cuales Berlín podía aspirar a instalarse, y de esta manera se escapaba a Alemania la última posibilidad de adueñarse de una colonia que hasta cierto punto pudiera compararse con las ricas posesiones que Francia e Inglaterra usufructuaban en el resto de un globo ya repartido.
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El gobierno recuperó la iniciativa política Por Alejandro Horowicz
Tras el acuerdo con el Club de París el oficialismo logró que las reservas, su costado más débil, deje de ser un problema acuciante.
El nuevo escenario político abandonó el terreno de las hipótesis. Tras el acuerdo con el Club de París el oficialismo logró que su costado más débil, las reservas del Banco Central, deje de ser un problema acuciante. El escenario de enero ya no es una amenaza inmediata, el tembladeral comienza a quedar atrás. Y 9700 millones de dólares, monto final reconocido como deuda, le resulta políticamente tolerable al gobierno K. Salvo la izquierda dura, todos los demás protagonistas políticos aceptan de mejor o peor grado esta solución financiera. Ni siquiera el pesimismo profesional de Jorge Capitanich pudo impedir que la tapa de los grandes diarios de la prensa comercial, esos que habitualmente subrayan toda contrariedad K, miren con beneplácito la medida.
Axel Kicillof negoció a partir de no comprometer reservas del Banco Central en el corto y mediano plazo. Por eso el pago de este año ascenderá a 650 millones de dólares, con una tasa de interés del 4,5% anual sobre saldos, y el que corresponde al año electoral no superará los 500. Conviene recordar que el vencimiento de los Boden 2015 será en octubre y asciende a la friolera de 5800 millones de dólares. Y si bien el equipo económico espera que un nuevo título capture el interés de los inversionistas, no hay modo de saber en qué medida las reservas del Central serán afectadas por ese vencimiento. Abaratar el costo de acceso al crédito internacional y tonificar el nivel de reservas suelen marchar juntos. Cómo incrementarlas sigue siendo prioridad, el acuerdo en la circunstancia le sirve. Ese es el primer dato político relevante.
Las encuestas miden el efecto inmediato de la política ejecutada por el ministro de Economía. Siete de cada diez argentinos evalúan positivamente el acuerdo. Cuando se pregunta sobre su impacto en la imagen argentina en el exterior, un 42% contesta positivo. Esa mirada es bastante pareja, incluye hombres y mujeres de altos y bajos recursos, con fuerte respaldo en la clase media entre 35 y 50 años. Ya no es sólo el núcleo duro del oficialismo, que ronda el 30% de la población, el que acompaña sino una periferia que vuelve a sumarse. Ese es el segundo dato.
Daniel Scioli se consolida como candidato justicialista, pese al desagrado de Carta Abierta, el Partido Comunista y la propia Cristina. El gobernador bonaerense supera el 25% de intención de voto según una encuesta realizada por Aresco y publicada por Página/12 en su edición del 1 de junio. Si Scioli fuera candidato en los comicios de 2015 hoy sería votado por el 25,3% de los consultados, aventajando en algo más de cuatro puntos a Sergio Massa, quien ingresaría a la segunda vuelta con un 21,2 por ciento. En ese escenario Mauricio Macri, con 18,7% del total, quedaría en un tercer lugar, a sólo dos puntos y medio del ex intendente de Tigre; y con 17 el radical Cobos se sumaría al pelotón en cuarto lugar. Jorge Altamira, por su parte, totalizaría seis puntos porcentuales, lo que supone un nuevo piso para su ascendente frente electoral. Entonces, a 18 meses de las presidenciales el Frente para la Victoria llegaría con ventaja al ballottage con el Frente Renovador. La pregunta del millón, cómo votarían en segunda vuelta los mismos electores, queda sin despejar. Al menos la encuesta ejecutada por Julio Aurelio, con casi 2000 entrevistados, no admite esa lectura. Ese es el tercer dato.
Siempre es posible cuestionar el fundamento de una encuesta. Nadie paga encuestadores para que lo dejen en un lugar desairado. Ahora bien, cuando se observa el comportamiento discursivo de Sergio Massa queda en claro que la data de Aurelio tiene cierta validez. ¿El motivo? Mantenerse cerca del electorado que votó K; electorado que puede o no volver a votar al oficialismo y que Massa sigue de cerca. El ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner adelantó en un reportaje a El Tribuno de Salta que en caso de ganar las elecciones mantendría la "Asignación Universal y la inclusión jubilatoria" –"son logros de este tiempo"–. Massa no se comporta discursivamente como un liberal adocenado, no descalifica la injerencia del Estado. Por eso dice: "Son parte de las cosas que tienen que ver con cambiar el paradigma de la política argentina. Hay que combatir esta idea de que porque lo hizo otro está mal. Yo lo que digo es que lo haya hecho, quien lo haya hecho, hay que fortalecerlo." Dijo más, consideró que "la Asignación Universal en vez de estar por decreto tiene que estar por ley y para siempre". Y añadió: "tiene que tener un sistema de actualización cada seis meses".
Al defender la estatización de las AFJP, el líder del Frente Renovador cruzó la cancha del jefe de gobierno porteño con idéntica orientación. "La inclusión jubilatoria tiene que tener un mecanismo permanente para que muchas amas de casa y trabajadores en negro tengan un puente al sistema de seguridad social de carácter permanente y no volver al sistema de AFJP como por ahí plantean otros sectores de la política. Ese es el caso de los que gobiernan la Ciudad de Buenos Aires que por ahí plantean la defensa de las AFJP." Este es el cuarto dato.
Entre 2005 y 2013 el déficit comercial argentino, manufacturas de origen industrial con 15 de los 19 miembros del Club de París, trepó hasta los 104.485 millones de dólares. En primer lugar Estados Unidos, con 35.575 millones de dólares de déficit, seguido por Alemania con 19.918 millones, Francia 10.920 millones, Japón 9792, Italia 8145, Reino Unido 3118, Rusia 2454, Suecia 2437, España 2244, Bélgica 1762, Austria 1492, Finlandia 1375, Irlanda 1037, Dinamarca 926 y Noruega 290. Sólo con cuatro países del grupo, Argentina tuvo superávit comercial en manufacturas de origen industrial: Canadá, con 5072 millones de dólares, Suiza con 1850 millones, Países Bajos 1135 y Australia 216. Una mirada más compleja permite ver con mayor detalle la relación bilateral. Con Japón, por ejemplo, Argentina acumuló un déficit comercial de 4457 millones de dólares entre 2005 y 2013. Son las exportaciones tradicionales las que reducen la brecha. El rojo se duplica en el intercambio de productos industriales, que son los de mayor valor agregado y los que generan puestos de trabajo de cierta calidad. Entonces alcanza los 9792 millones de dólares. Ese es el quinto dato.
Una mirada de trazo más fino permite establecer un cierto patrón de comportamiento. La posibilidad de una actividad industrial que aporte en la cadena de valor, tanto en puestos de trabajo como en productos industriales terminados, supone casi automáticamente un incremento muy importante del consumo de bienes industriales intermedios, bienes que no se fabrican en Argentina. Y es precisamente su adquisición la que golpea el resultado de la balanza comercial. Dicho sin anestesia: cuanto mayor es la producción industrial de este modelo, mayor incidencia tiene el déficit comercial del sector en la balanza comercial. Esto no es novedad, se trata de un cuello de botella histórico de la economía nacional. Por eso, la viabilidad sistémica termina dependiendo de los precios internacionales de los commodities. De la renta agraria, en particular la cotización de la tonelada de soja, de lograr el autoabastecimiento de energía, reduciendo importaciones, y de incrementar la renta petrolera hasta volverla un ingreso determinante, de estos logros depende a mediano plazo la posibilidad de preservar la lógica política existente. Ese es el sexto dato.
Por eso sostengo, el gobierno recuperó la iniciativa política. Un gobierno que deja de estar azotado por una crisis que no maneja, puede recuperar el uso del tiempo como factor político y volver a marcar la cancha con sus colores. Cristina reconquista el rol de gran elector, la interna oficialista vuelve a tener regulación, el libro de pases deja de funcionar por la libre. Esto no supone que el kirchnerismo alcance la vida eterna, en política tal cosa no existe, pero muestra que la brida presidencial actúa sobre el indómito potro de la historia. Y que las expectativas opositoras clásicas no logran salir del horizonte de la interna peronista. Y más allá de lo que Massa proclame, ese sigue siendo el terreno en que las achuras del poder se siguen repartiendo.
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El nuevo escenario político abandonó el terreno de las hipótesis. Tras el acuerdo con el Club de París el oficialismo logró que su costado más débil, las reservas del Banco Central, deje de ser un problema acuciante. El escenario de enero ya no es una amenaza inmediata, el tembladeral comienza a quedar atrás. Y 9700 millones de dólares, monto final reconocido como deuda, le resulta políticamente tolerable al gobierno K. Salvo la izquierda dura, todos los demás protagonistas políticos aceptan de mejor o peor grado esta solución financiera. Ni siquiera el pesimismo profesional de Jorge Capitanich pudo impedir que la tapa de los grandes diarios de la prensa comercial, esos que habitualmente subrayan toda contrariedad K, miren con beneplácito la medida.
Axel Kicillof negoció a partir de no comprometer reservas del Banco Central en el corto y mediano plazo. Por eso el pago de este año ascenderá a 650 millones de dólares, con una tasa de interés del 4,5% anual sobre saldos, y el que corresponde al año electoral no superará los 500. Conviene recordar que el vencimiento de los Boden 2015 será en octubre y asciende a la friolera de 5800 millones de dólares. Y si bien el equipo económico espera que un nuevo título capture el interés de los inversionistas, no hay modo de saber en qué medida las reservas del Central serán afectadas por ese vencimiento. Abaratar el costo de acceso al crédito internacional y tonificar el nivel de reservas suelen marchar juntos. Cómo incrementarlas sigue siendo prioridad, el acuerdo en la circunstancia le sirve. Ese es el primer dato político relevante.
Las encuestas miden el efecto inmediato de la política ejecutada por el ministro de Economía. Siete de cada diez argentinos evalúan positivamente el acuerdo. Cuando se pregunta sobre su impacto en la imagen argentina en el exterior, un 42% contesta positivo. Esa mirada es bastante pareja, incluye hombres y mujeres de altos y bajos recursos, con fuerte respaldo en la clase media entre 35 y 50 años. Ya no es sólo el núcleo duro del oficialismo, que ronda el 30% de la población, el que acompaña sino una periferia que vuelve a sumarse. Ese es el segundo dato.
Daniel Scioli se consolida como candidato justicialista, pese al desagrado de Carta Abierta, el Partido Comunista y la propia Cristina. El gobernador bonaerense supera el 25% de intención de voto según una encuesta realizada por Aresco y publicada por Página/12 en su edición del 1 de junio. Si Scioli fuera candidato en los comicios de 2015 hoy sería votado por el 25,3% de los consultados, aventajando en algo más de cuatro puntos a Sergio Massa, quien ingresaría a la segunda vuelta con un 21,2 por ciento. En ese escenario Mauricio Macri, con 18,7% del total, quedaría en un tercer lugar, a sólo dos puntos y medio del ex intendente de Tigre; y con 17 el radical Cobos se sumaría al pelotón en cuarto lugar. Jorge Altamira, por su parte, totalizaría seis puntos porcentuales, lo que supone un nuevo piso para su ascendente frente electoral. Entonces, a 18 meses de las presidenciales el Frente para la Victoria llegaría con ventaja al ballottage con el Frente Renovador. La pregunta del millón, cómo votarían en segunda vuelta los mismos electores, queda sin despejar. Al menos la encuesta ejecutada por Julio Aurelio, con casi 2000 entrevistados, no admite esa lectura. Ese es el tercer dato.
Siempre es posible cuestionar el fundamento de una encuesta. Nadie paga encuestadores para que lo dejen en un lugar desairado. Ahora bien, cuando se observa el comportamiento discursivo de Sergio Massa queda en claro que la data de Aurelio tiene cierta validez. ¿El motivo? Mantenerse cerca del electorado que votó K; electorado que puede o no volver a votar al oficialismo y que Massa sigue de cerca. El ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner adelantó en un reportaje a El Tribuno de Salta que en caso de ganar las elecciones mantendría la "Asignación Universal y la inclusión jubilatoria" –"son logros de este tiempo"–. Massa no se comporta discursivamente como un liberal adocenado, no descalifica la injerencia del Estado. Por eso dice: "Son parte de las cosas que tienen que ver con cambiar el paradigma de la política argentina. Hay que combatir esta idea de que porque lo hizo otro está mal. Yo lo que digo es que lo haya hecho, quien lo haya hecho, hay que fortalecerlo." Dijo más, consideró que "la Asignación Universal en vez de estar por decreto tiene que estar por ley y para siempre". Y añadió: "tiene que tener un sistema de actualización cada seis meses".
Al defender la estatización de las AFJP, el líder del Frente Renovador cruzó la cancha del jefe de gobierno porteño con idéntica orientación. "La inclusión jubilatoria tiene que tener un mecanismo permanente para que muchas amas de casa y trabajadores en negro tengan un puente al sistema de seguridad social de carácter permanente y no volver al sistema de AFJP como por ahí plantean otros sectores de la política. Ese es el caso de los que gobiernan la Ciudad de Buenos Aires que por ahí plantean la defensa de las AFJP." Este es el cuarto dato.
Entre 2005 y 2013 el déficit comercial argentino, manufacturas de origen industrial con 15 de los 19 miembros del Club de París, trepó hasta los 104.485 millones de dólares. En primer lugar Estados Unidos, con 35.575 millones de dólares de déficit, seguido por Alemania con 19.918 millones, Francia 10.920 millones, Japón 9792, Italia 8145, Reino Unido 3118, Rusia 2454, Suecia 2437, España 2244, Bélgica 1762, Austria 1492, Finlandia 1375, Irlanda 1037, Dinamarca 926 y Noruega 290. Sólo con cuatro países del grupo, Argentina tuvo superávit comercial en manufacturas de origen industrial: Canadá, con 5072 millones de dólares, Suiza con 1850 millones, Países Bajos 1135 y Australia 216. Una mirada más compleja permite ver con mayor detalle la relación bilateral. Con Japón, por ejemplo, Argentina acumuló un déficit comercial de 4457 millones de dólares entre 2005 y 2013. Son las exportaciones tradicionales las que reducen la brecha. El rojo se duplica en el intercambio de productos industriales, que son los de mayor valor agregado y los que generan puestos de trabajo de cierta calidad. Entonces alcanza los 9792 millones de dólares. Ese es el quinto dato.
Una mirada de trazo más fino permite establecer un cierto patrón de comportamiento. La posibilidad de una actividad industrial que aporte en la cadena de valor, tanto en puestos de trabajo como en productos industriales terminados, supone casi automáticamente un incremento muy importante del consumo de bienes industriales intermedios, bienes que no se fabrican en Argentina. Y es precisamente su adquisición la que golpea el resultado de la balanza comercial. Dicho sin anestesia: cuanto mayor es la producción industrial de este modelo, mayor incidencia tiene el déficit comercial del sector en la balanza comercial. Esto no es novedad, se trata de un cuello de botella histórico de la economía nacional. Por eso, la viabilidad sistémica termina dependiendo de los precios internacionales de los commodities. De la renta agraria, en particular la cotización de la tonelada de soja, de lograr el autoabastecimiento de energía, reduciendo importaciones, y de incrementar la renta petrolera hasta volverla un ingreso determinante, de estos logros depende a mediano plazo la posibilidad de preservar la lógica política existente. Ese es el sexto dato.
Por eso sostengo, el gobierno recuperó la iniciativa política. Un gobierno que deja de estar azotado por una crisis que no maneja, puede recuperar el uso del tiempo como factor político y volver a marcar la cancha con sus colores. Cristina reconquista el rol de gran elector, la interna oficialista vuelve a tener regulación, el libro de pases deja de funcionar por la libre. Esto no supone que el kirchnerismo alcance la vida eterna, en política tal cosa no existe, pero muestra que la brida presidencial actúa sobre el indómito potro de la historia. Y que las expectativas opositoras clásicas no logran salir del horizonte de la interna peronista. Y más allá de lo que Massa proclame, ese sigue siendo el terreno en que las achuras del poder se siguen repartiendo.
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