sábado, 10 de mayo de 2014

La “nueva derecha”, tan vieja como siempre Por Juan Carlos Junio

En estos días, las resonancias de la ultraderecha recorrieron distintas expresiones de manera encubierta o desembozada, revelando su naturaleza autoritaria.

El 9 de mayo se recuerda en todo el planeta el 69 aniversario de la derrota del nazismo. Ese día, las tropas soviéticas tomaron el Reichstag en su ofensiva desde el este, uniéndose en Berlín con los ejércitos aliados. La barbarie hitleriana, el genocidio y la muerte de 60 millones de seres humanos llegaban a su fin. La Escuela de Frankfurt fue la primera en señalar que los crímenes contra millones de judíos, gitanos, y otros grupos humanos caracterizados por el fascismo como objetos eliminables, no hubiesen sido posibles sin la previa experiencia histórica del genocidio en tierras de América. Los 300 años de colonialismo iniciados con la conquista del continente sumaron –en la trágica contabilidad de vidas humanas– 80 millones de habitantes originarios. Fueron masacrados en los campos de batalla, por la explotación sin límite o por enfermedades importadas desde la Europa medieval. Además, resulta imprescindible sumar a millones de africanos muertos en el tráfico humano que circulaba desde el Continente Negro hasta el mítico Dorado Americano. Un gran genocidio de dos continentes.

El colonialismo desplegó con todas sus energías una cultura del sometimiento y la desigualdad étnica y social, decretando la inferioridad del indio y del negro, materializando una clasificación de mixturas que definían rangos jerárquicos entre "razas" y justificaban los más diversos mecanismos de explotación, exclusión y segregación. La Santa Inquisición inició en nuestro continente la quema de herejes, principalmente judíos, hace más de cuatro siglos, constituyendo un importante antecedente de racismo, fanatismo y muerte.

Volviendo al siglo XX, resulta oportuno ponderar una serie de dimensiones de la ideología nazi, que expresa una concepción cultural fundada en el principio de la fuerza como vector de dominación, la segregación de los más vulnerables y la idea de que el fin (el ejercicio del dominio) justifica los medios. Incluso el uso sistemático de la mentira es ensalzado como instrumento legítimo para el gobierno de la sociedad.

En estos días, las resonancias de la ultraderecha, ahora mutada en la "nueva derecha" han recorrido distintas expresiones de manera encubierta o desembozada, revelando su naturaleza autoritaria.

Un ejemplo en el primer sentido fue la convocatoria del jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, a un grupo de ex combatientes a propósito de la conmemoración de la Guerra de Malvinas. Esos personajes militan activamente en la reivindicación del genocidio cometido en Argentina, en la defensa de asesinos y torturadores e inclusive en la reivindicación del nazismo. Vaya como ejemplo la crónica que realizó este mismo diario el 4 de mayo del corriente año al describir a los convocados por Macri. Uno de ellos, Carlos Szyrkoviec, es descripto como "suboficial del Ejército retirado, quien fue invitado a la actividad como 'dibujante'." En su cuenta de Facebook, Szyrkoviec no esconde su adoración por el nazismo. Públicamente, el 20 de abril, el ex combatiente celebró el 125º aniversario del nacimiento de Adolf Hitler a quien 'saludó' por su cumpleaños. 'Feliz cumpleaños Adolf..!!!', escribió sin tapujos. Incluso, añadió un link en el que le rinde honor y loas a uno de los mayores asesinos de la historia. Hay más, pero para muestra basta un botón. No es el primer gesto que tiene el alcalde en este sentido. Está presente en nuestra memoria la entrevista en la que declaró que su intendente predilecto –en la historia de la Ciudad– es Osvaldo Cacciatore, delegado de la dictadura genocida entre 1976 y 1982. Este brigadier ostentaba el "mérito" de su participación, en 1955,en el bombardeo sobre la Plaza de Mayo, un crimen de Estado que se cobró centenares de víctimas. El Jefe de Gobierno además nombró al apologista de la dictadura Abel Posse como Ministro de Educación de la Ciudad. Es sintomático también que los dos primeros jefes de la Policía Metropolitana estén procesados, y no resulta extraño oír de la boca de Macri que los sucesos del Indoamericano, que terminaron con tres muertes y decenas de heridos, se debieron a la "inmigración descontrolada". Racismo puro.

Otra muestra patente de la "nueva derecha" fue la publicación, en el matutino La Nación, de una columna de Mario Vargas Llosa, quien está en Venezuela apoyando la estrategia fascista de violencia callejera. En su titulada columna "La gesta libertaria de los estudiantes venezolanos", Vargas Llosa sitúa el origen del conflicto en el intento de violación de una estudiante universitaria que "llevó a los estudiantes a convocar una gran marcha contra la inseguridad, la falta de alimentos, los secuestros, los desmanes de los sicarios y la sistemática restricción de las libertades ciudadanas".

El literato, devenido en fiscal de la libertad y la democracia, critica las detenciones de "presos políticos" como la del golpista Leopoldo López, y reivindica a quienes están "en la vanguardia de la batalla pacífica que da la oposición para impedir la desaparición de los últimos resquicios de libertad que aún quedan en Venezuela". Su descripción fantástica no resiste el análisis de los hechos. La oposición venezolana ha sido derrotada en las urnas en 18 de las 19 elecciones ocurridas en ese país.

Vargas Llosa revela su verdadera crítica al modelo bolivariano cuando afirma su perspectiva, sus intenciones y sus objetivos: "Mientras más pronto se vaya, será mejor para Venezuela y para América Latina. La manera como el régimen, en su empeño frenético de colectivizar y estatizar la nación, ha empobrecido y destruido a uno de los países potencialmente más ricos del mundo, quedará como un caso emblemático de los desvaríos a que puede conducir la ceguera ideológica en nuestro tiempo". El escritor exhibe su anacrónico macartismo y un renovado antipopulismo. El texto destila odio y está cargado de flagrantes omisiones y contradicciones.

Celebramos el fin de la Segunda Guerra Mundial, seguramente el acontecimiento más dramático y doloroso del la historia humana. Resulta obligatorio señalar a sus epígonos modernos que "valoran" y exhiben a racistas xenófobos y adoradores de Hitler como luchadores por la democracia. La "nueva derecha" intelectual y política muestra su verdadero rostro en Argentina y en la región. Tras las brumas del modernismo, esconde su anclaje en viejas ideas antidemocráticas.

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Noticias” que dan vergüenza ajena ( o la sociedad enferma de violencia??)

A propósito de una reciente tapa de la revista Noticias, Marcelo Tedesco plantea una reflexión sobre la ética periodística y el papel político de los medios de comunicación.

Por Marcelo C. Tedesco *

Una reciente tapa de la revista Noticias, de editorial Perfil, es pretexto para reflexionar nuevamente sobre cuáles son los límites éticos que la profesión periodística no debería transigir bajo ningún pretexto. En la pieza en cuestión se aprecia un fotomontaje de la Presidenta de la Nación crucificada. Sin entrar en consideraciones semiológicas, varias cuestiones se pueden desprender del análisis de tal imagen, pero inevitablemente –en mi caso particular– todas llevan del asombro al repudio desde todos los ejes de reflexión que se intenten. Cabe aclarar aquí que no se trata de una meditación sobre el uso de la imagen presidencial. Las mismas emociones me despertaría la imagen de cualquier otra mujer crucificada.

El enfrentamiento económico y político de la editorial de Fontevecchia con el gobierno nacional es sobradamente conocido. Por ello, el uso de un elemento de tortura y muerte para un adversario político no deja más que lugar al recuerdo de las etapas más negras de la historia argentina. Como dice Ricardo Sidicaro, “comprar un diario, acto ritual, es adquirir una matriz de decodificación de los hechos sociales que organiza el conocimiento sobre una realidad que al mismo tiempo construye. Mediante él se le ofrecen al lector formas de ver el mundo (...) adquirir un diario es como votar por él en un mercado de opciones que ofrece miradas alternativas sobre la sociedad y sus problemas”. Desde el funcionalismo al pos estructuralismo, desde Paul Lázarsfeld a Pierre Bourdieu, todos los investigadores dedicados al tema reconocen que los medios contribuyen a construir e instalar pautas de conducta socialmente aceptadas. Decodificar los hechos sociales en términos de crucificar a una mujer (en primer lugar) y a un adversario político (luego) significa la construcción de una matriz peligrosa, que tiende a legitimar –a entender de quien escribe– una conducta que en la última dictadura cívico-militar se cobró la vida de miles de seres humanos.

El papel de un medio, implícito o explícito, es dotar a los sujetos sociales de categorías interpretativas cuyo efecto es hacer ver la realidad de un modo determinado y movilizarlos en grados diversos a la acción. La relación entre los medios y otros actores políticos se puede analizar sistémicamente. Como indica Héctor Borrat: “Si por actor político se entiende todo actor colectivo o individual capaz de afectar el proceso de toma de decisiones en el sistema político, el periódico (extensible a todos los medios masivos de comunicación) independiente de información general ha de ser considerado como un verdadero actor político. Su ámbito de actuación es el de la influencia, no el de la conquista del poder institucional o la permanencia en él”. Al igual que otros actores políticos, los medios actúan a partir del conflicto como categoría clave para comprender los procesos sociales, movilizan recursos para competir con otros actores y operan en el espacio público para ganar adhesión e influencia.

Desde un enfoque religioso, la utilización de la cruz con fines propagandístico-políticos no puede más que ofender la sensibilidad de aquellos millones de cristianos que ven en éste a un símbolo de redención, algo que a juicio de quien escribe no forma parte del mensaje que quiere construir el medio en cuestión con dicha tapa. Considerando un análisis de género, la crucifixión de una mujer impone una reflexión sobre la violencia de género implícita en tal imagen, que lamentablemente parece sintomática en una revista que ha publicado otras piezas periodísticas similares, como una en la cual mediante photoshop se presenta a Cristina Fernández de Kirchner desnuda.

Históricamente, dentro de las democracias liberales se ha asignado a la prensa la función del “watchdog” o perro guardián de las actividades del gobierno, colocándola en un lugar de “cuarto poder” junto a los tres establecidos por el constitucionalismo moderno. Sin embargo, este control y las funciones de promover el debate, circular ideas, etc. tienen limitaciones reales propias de su estructura económica y su actuación dentro de un sistema. El peligro es cuando las ambiciones económicas y el papel que buscan cumplir como actores políticos están por encima de la función informativa. Allí es cuando se difumina el límite de la ética que debe guiar al periodismo y allí es cuando –para quienes desde jóvenes abrazamos “el mejor oficio del mundo”– determinadas acciones dan vergüenza ajena.

* Licenciado en Historia y periodista. Profesor adjunto de Fundamentos del Periodismo en la Universidad Provincial del Sudoeste.

07/05/14 Página|12

No por mucho revolear datos va a cambiar la realidad Por Alejandro Robba

A pocos días de haber enfrentado con éxito la séptima corrida contra el peso, que las reservas del BCRA volvieran a crecer, que la inflación comenzara una dinámica bajista, que se sellara el acuerdo YPF-Repsol con la emisión esta semana de los bonos para el pago del resarcimiento por la expropiación, y que, en definitiva, quedara completamente desacreditada la operación "Chau Cristina", el nuevo artilugio para limar al gobierno es probar que después de once años de kirchnerismo explícito, estamos igual que a fines del 2001.

No hace falta abundar sobre que este será un año difícil, de crecimiento menor al que veníamos acostumbrados y que la devaluación y la suba de tasas de interés que pararon la corrida tendrán efectos adversos sobre el nivel de actividad y los precios de estos meses.

En efecto, el primer trimestre cerró con una caída del sector industrial del 3,1% y bajas del salario real privado del orden del 5 por ciento. Pero afirmar que la situación social es similar a la del fin del modelo de la convertibilidad, sólo puede instalarse como una verdad por el poder de los medios de comunicación hegemónicos para marcar la agenda. En efecto, los inconsistentes datos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA no tendrían ningún valor si no fueran propalados por los diarios opositores, que los utilizan hasta el infinito, torturando esas cifras hasta afirmar lo que el mismo organismo no dice. Pero nadie que no sea un manipulador serial puede decir que la pobreza a fines de 2013 está en los niveles de 2001.

Quien viene batallando casi en soledad contra los datos de la UCA es el titular de la Consultora Equis, Artemio López, que certeramente desnuda esas contradicciones. Ya en un informe del año 2012 señalaba que para ese serio e imparcial observatorio, la pobreza del Área Metropolitana de Buenos Aires había descendido del 34,9% al 22% en seis meses. Según López, "no existía ningún ejemplo planetario de reducción tan drástica de la pobreza en tan corto lapso", 12 puntos porcentuales en seis meses. Por mucho menos que ese desaguisado se ponen en duda los datos del INDEC desde hace años y, por el contrario, nadie duda de la verosimilitud de tales eclesiásticas cifras de la UCA. Por lo menos, el instituto oficial de estadística ha recogido el guante, y actualizó recientemente las bases de cálculo y la cobertura del índice de precios. Para rematarla, ese Observatorio no sólo tiene una muestra pequeña del año del jopo, sino que está sesgada hacia sectores pobres, es decir mide entre pobres, lo que obviamente le da más pobreza que en la realidad. Además, y en una actitud de mala praxis, no publica los datos de esa misma encuesta que concluyen que Argentina tiene niveles de desigualdad de países como Suecia o Noruega. En definitiva, no tiene el menor rigor metodológico: mide subas y bajas de pobreza inexistentes, sobreestima la cantidad de pobres y estima que Argentina tiene niveles de equidad distributiva similares a los países escandinavos. ¿Alguien publicó estas deficiencias? Nadie. Se las toma como verdad revelada. Así las cosas, la universidad privada sigue sin tener que dar explicaciones, gracias a la cobertura y complicidad mediática.

Ya ni el sentido común tiene cabida cuando el bombardeo es constante. Un país que ha reducido el desempleo, el trabajo informal y ha incorporado millones de jubilados, pensionados y perceptores de ingresos de diferentes políticas de protección social, no podría nunca mantener actualmente los mismos indicadores socioeconómicos que hace diez años atrás.

Veamos fuentes alternativas. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la agricultura), conocida agrupación ultrakirchnerista, en su último informe "Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2013", afirma que la Argentina ha erradicado el flagelo del hambre. Por su parte, el Informe sobre Desarrollo Humano 2013 del Programa de Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD) relativo al Índice de Desarrollo Humano (IDH) no sólo destaca que la Argentina ocupa uno de los primeros puestos en la reducción de ese índice, sino que incluye a nuestro país en la categoría más alta posible de desarrollo humano, el de los países con “Desarrollo Humano Muy Alto”. Otra organización camporista como el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) en su informe “Mejores pensiones, mejores trabajos, hacia la cobertura universal en América Latina y el Caribe” destaca que en la Argentina no sólo la cobertura es casi total para los adultos mayores de 65 años, sino que además es el único país de la región con ingresos superiores a 10 dólares diarios para casi toda la nómina de beneficiarios. Adicionalmente, la CEPAL y el Banco Mundial, periódicamente informan niveles de pobreza e indigencia más bajos de los que ha informado el INDEC.

Se menciona la situación argentina como de preocupante pobreza o con riesgo alimentario, brindando datos que nos ubicarían por arriba de países vecinos, que son señalados por los organismos internacionales como atravesados por fuertes desigualdades y asimetrías sociales. En efecto, en nuestro país se dan cifras de incidencia de pobreza que, por ejemplo, superan al 16,6%, dato que el Instituto de Estadística de Perú estimó para sus áreas urbanas en 2012, al 17% de pobreza urbana medida en Paraguay en 2013 y hasta superan también a las mediciones del año 2001 para nuestro país. En mayo de 2001, la pobreza se estimó en 35,9% mientras que la indigencia era del 26,2 por ciento. En aquellos días la desocupación alcanzaba al 16,4%, los salarios llevaban más de un lustro congelados, la tasa de cobertura de jubilaciones y pensiones rondaba el 70% con una percepción mínima inferior a $150, las asignaciones familiares llegaban a muy pocos hogares (ya que no sólo faltaba trabajo sino que más del 40% de los empleos era informal), y no existían programas como la Asignación Universal por Hijo o el Progresar.

El año 2013 terminó con 6,4% de desocupación y 5 millones más de empleos registrados en la AFIP que los que había en 2003. A la cantidad de trabajadores que recibe las asignaciones familiares se suman 3,5 millones de perceptores de la Asignación Universal por hijo y centenares de miles se están anotando en el PROGRESAR; la tasa de cobertura de jubilaciones y pensiones supera el 93% con jubilaciones mínimas de casi $2800.

Para estos analistas, la indiscutible universalidad en el sistema de protección social y los altos niveles de empleo parecieran entonces haber incrementado la pobreza en lugar de haberla disminuido.

En definitiva, en nuestro país cualquier "especialista" que revolee datos sin ningún rigor es subido a la posición de ídolo y paladín de la justicia social por los medios opositores y con esto bastaría para reanudar la serie interminable de operaciones mediáticas. Pero también los medios son selectivos a la hora de buscar información del CONICET. Nunca van a levantar los rigurosos informes sobre condiciones sociales en Argentina de los investigadores Demian Panigo o Andrés Asiain, porque tienen posturas cercanas a las del gobierno, sino que prefieren darle espacio a una nueva estrella como Tamara Seiffer, que acaba de argumentar livianamente que "lo que hizo Menem en términos de gasto social no es muy distinto de lo hecho por el kirchnerismo". Luego continúa con que "en relación a los 90 estamos más o menos iguales en términos de pobreza y de salario". Con sólo tomar los salarios de los investigadores del CONICET de esos años y los actuales, se podría dar por cerrada esta discusión pero con el agravante de que en esos años no sólo los salarios eran bajos, sino que el presupuesto de Ciencia y Técnica era inexistente, tanto así que esta investigadora y sus colegas eran habitualmente invitados a "ir a lavar los platos" cuando hacían notar sus reclamos. Por esa razón los científicos se fueron del país. Ciertamente, ahora regresan porque este es un país muy diferente al de Menem-Cavallo, donde los platos estaban limpios, pero las bibliotecas, los claustros y los lugares de estudios, se encontraban vacíos.

Infonews
 


Llevan a juicio a cinco miembros de la Triple A por asociación ilícita

Estaban procesados como integrantes de ese grupo parapolicial organizado por José López Rega. Siguen bajo investigación los casos de asesinatos atribuidos a la banda, como el del sacerdote Carlos Mugica.

El juez federal Norberto Oyarbide dio por cerrada la instrucción y envió a juicio a cinco detenidos por integrar una "asociación ilícita", la Triple A, en una parte de la causa que no investigó cada caso de asesinato sino el accionar de la organización en general, explicaron fuentes tribunalicias. Este juicio se realizará por el antiguo Código Procesal Penal, es decir por escrito, y quedó a cargo de la juez federal María Servini de Cubría, quien ya abrió la etapa de prueba, recibió la acusación de la querella y aguarda la de la fiscalía.

Paralelamente, la sala I de la Cámara Federal porteña resolverá en los próximos días un planteo de "excepción por falta de acción por inexistencia de delito" hecho por uno de los acusados, Rubén Pascuzzi, quien pide ser sobreseído.

El mismo tribunal de apelaciones negó en enero pasado la excarcelación a Pascuzzi y recordó que ya estaban ratificadas las prisiones preventivas dictadas para todos los acusados por Oyarbide en 2012.

El tribunal entendió que "más allá de la gravedad de los hechos investigados, hay que tener en cuenta la naturaleza de los crímenes por los que se persigue a los encausados y, en especial, su anclaje en el marco de estructuras de poder, lo cual determinó una larga historia de impunidad."

La investigación relativa a los asesinatos del padre Carlos Mugica y otros perpetrados por la organización sigue en manos del juez Oyarbide y está en etapa de instrucción desde el 2006, cuando se reabrió la causa.

En esa causa la querellante Liga Argentina por los Derechos del Hombre pidió al juez que se acuse a ocho detenidos por "homicidio, tormentos y privación ilegítima de la libertad".

En cuanto al crimen de Mugica, quien estaba sindicado como el autor material del asesinato y jefe operativo de la Triple A Juan Carlos Almirón, fue extraditado desde España y murió en Argentina en 2009, tras haber pasado detenido en prisión un breve lapso y ser beneficiado con el arresto domiciliario.

Los procesados con prisión preventiva y detenidos en la cárcel bonaerense de Marcos Paz son el ex periodista Jorge Héctor Conti, yerno del fundador de la Triple A López Rega; su ex secretario privado Carlos Alejandro Gustavo Villone, el ex jefe de la Juventud Peronista Julio Yessi.

También están con prisión preventiva Rodolfo Alberto Roballos, Carlos Jorge Duarte, Raúl Ricardo Arias, Norberto Cozzani y Rubén Pascuzzi.

Todos están imputados por los asesinatos de Mugica, del diputado Rodolfo Ortega Peña, del ex subjefe de la Policía Bonaerense Julio Troxler, entre otros.

Los delitos de la organización fueron declarados de "lesa humanidad" y por ende imprescriptibles.

Por esta causa, Oyarbide había reclamado a España la extradición de la ex presidenta María Estela Martínez de Perón, pero fue rechazada.

Télam
 


Ataque al corazón del modelo K Por Alberto Dearriba

Quienes baten el parche con un supuesto aumento de la pobreza, apuntan en realidad a desprestigiar el modelo.

La última encuesta sobre pobreza difundida por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) y el hecho de que el gobierno discontinuara la difusión del índice oficial de pobreza del Indec sirvieron para que la oposición desatara una campaña que no apunta sólo a un eventual empeoramiento de la situación social, sino a cuestionar el corazón del modelo kirchnerista.

En principio, cabe señalar que el indicador difundido por la universidad privada fue severamente cuestionado, debido a oscilaciones un tanto incongruentes en la secuencia histórica. Y que el gobierno anunció que la no publicación del índice oficial de pobreza obedece al cambio de metodología en la medición de los precios minoristas, cuyos valores sirven para establecer la línea de pobreza. La modificación del IPC –tan reclamada por la oposición– impide comparar ahora dos series distintas.

Pero más allá de estas cuestiones es necesario puntualizar que una medición posterior a la devaluación y anterior a los aumentos de salarios, puede revelar un empeoramiento coyuntural de la situación social, que obedece a la deflagración de la modificación de la paridad cambiaria y la consecuente alza de precios posterior.

Sin embargo, si se mide la variación de la pobreza en un período más prolongado, se advierte obviamente que desde 2003 a la fecha se redujo, que aumentó la clase media, que bajó la desigualdad y que creció la participación de los asalariados en el PBI.

El Banco Mundial –insospechado de aportar a lo que la oposición llama el relato K– sostuvo que durante la década que va de 2003 a 2013 se duplicó la clase media con más de 9 millones de personas, las cuales abandonaron la situación de pobreza para ascender un escaloncito. La Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (CEPAL), así como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) también vienen midiendo la mejora social en la Argentina en sucesivos informes.

Por supuesto que si se aborda la cuestión inmediatamente después del pico inflacionario del primer trimestre del año y no se tienen en cuenta los aumentos salariales que se van logrando en las paritarias tendientes a corregir el desfasaje, las cifras pueden señalar un desmejoramiento o un aumento de las personas que se encuentran por debajo de la línea de la pobreza.

Pero si se advierte con buena leche que las paritarias han corregido en general las pérdidas del poder adquisitivo de los salarios, medido por los índices de precios más opositores, se concluirá que no existe tal aumento de la pobreza. Sobre todo si se tiene en cuenta que en las negociaciones colectivas, casi siempre se agregaron puntos por encima de la inflación.

Algo parecido ocurre con las jubilaciones, en las que el mecanismo de actualización automática viene cubriendo en general los aumentos de precios. Por supuesto que el punto de partida de una jubilación mínima, sobre el cual se aplica el porcentaje de aumento, es siempre bajo. Pero en general, el ajuste cubrió el alza de precios medido por los opositores. Resta saber cómo quedarán los haberes previsionales luego del pico inflacionario generado por la devaluación y también cómo se corregirá el salario mínimo y la Asignación Universal.

Sin embargo, es difícil entender cómo puede incrementarse sensiblemente la pobreza si no se han producido despidos masivos, más allá de algunas suspensiones, si se ajustan los ingresos del modo señalado y si el gobierno no da marcha atrás con los planes sociales. Con un desempleo en alrededor del 6% y el consumo en niveles algo más moderados que antes de diciembre pasado, pero aún en buenos registros, no existe posibilidad de que aumente la cantidad de personas que viven en la pobreza o en la indigencia.

Está claro que hay millones de argentinos que integran el nucleo duro de pobreza, que no ha podido acceder a la bonanza generada desde 2003 a la fecha. Son personas que no integran la enorme masa de 6 millones de seres que consiguieron empleo a partir de 2003. Cientos de funcionarios de gobierno pertenecen a organizaciones políticas que denunciaron permanentemente la desigualdad social en sus respectivas militancias. De modo que resulta paradójico que quienes en el pasado integraron gobiernos que fabricaron pobreza al por mayor, sean ahora los que apestillen a un gobierno que puso a la pobreza en el centro de sus decisiones. Y no sólo por una cuestión de justicia social, o por vocación igualitaria, sino porque el modelo económico se fundó precisamente en el empleo y el consumo interno, al cual se alimentó con salarios para mover la rueda. Parece injusto que quienes redujeron salarios en términos relativos y absolutos cuestionen por la pobreza a quienes restablecieron las paritarias y la fijación del salario mínimo desde 2004, dos costumbres que habían caído en desuso.

No parece congruente que aumente la pobreza en un país donde el gobierno tiró un salvavidas a dos millones de personas que pudieron ingresar al sistema previsional de mayor cobertura en América Latina, sin haber cumplido los requisitos de un país que despedía y negaba trabajo. No se trata de desconocer las vicisitudes que afrontan los viejos para llegar a fin de mes, pero de aquellos casi 3 millones de jubilados, entre los que muchos ganaban apenas 150 pesos convertibles, a los casi 6 millones de hoy, en los que un 40% subsiste con la mínima de 2757 pesos, hay una distancia considerable.

¿Cómo sería la Argentina si 1,7 millones de familias no recibieran la Asignación Universal por Hijo para atender a 3,3 millones de chicos, cuyos padres no trabajan o sólo changuean? ¿O sin las más de 6000 cooperativas del plan Argentina Trabaja? ¿Cómo sería la fotografía si el gobierno decidiera reducir la inversión social por la estrechez del sector externo?

En principio, estas preguntas tienen una respuesta: el kirchnerismo no hubiera podido gobernar 11 años si no hubiera llevado adelante esta política de crecimiento con inclusión social. Como contrapartida, puede concluirse que la campaña por el supuesto aumento de la pobreza apunta en realidad a cuestionar el corazón del modelo, la razón de ser del gobierno. Eso es lo que hacen quienes llegaron a comparar la situación social con la existente en los '90. Es como afirmar "con Menem estábamos mejor". Por supuesto que no pueden decirlo taxativamente, porque saben que el neoliberalismo dejó a una cuarta parte del población económicamente activa en el desempleo y que cuando Néstor Kichner entró a la Casa Rosada como presidente de la Nación el país ardía con la mitad de los argentinos en la pobreza. Pero el cuestionamiento al corazón del modelo apunta precisamente a desprestigiar la estrategia de desarrollo con inclusión, para proponer a cambio un retorno a aquellos tiempos en los que el Estado no garantizaba cierta protección a los más débiles ni se atrevía a cuestionar o pellizcarles ganancias a las corporaciones. Porque cualquiera que observe la realidad objetivamente, sin mala leche, que perciba empíricamente el nivel de empleo y de consumo, no puede creer de ningún modo que la pobreza haya aumentado.

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EL DOCUMENTO DE LA IGLESIA CATOLICA TRAS LAS DELIBERACIONES DE LA PRIMERA ASAMBLEA PLENARIA EPISCOPAL DEL AÑO Al pie de la letra fijada en la agenda mediática

La asamblea plenaria episcopal reunió a más de un centenar de integrantes de la jerarquía eclesiástica católica.
Imagen: DyN

Los obispos abordaron una larga lista de temas. Advirtieron sobre las “numerosas formas de violencia” e hicieron un llamado “a todos” a respetar la ley. Entre otras cosas, se refirieron a la droga, la corrupción, la exclusión social y el comportamiento de los medios.

Por Washington Uranga

La violencia, la droga, la corrupción, la exclusión social y el comportamiento de los medios de comunicación frente a todas estas cuestiones forman parte de una larga lista de temas abordados por los obispos católicos argentinos en un documento de poco más de dos carillas dado a conocer como resultado de las deliberaciones de la primera asamblea plenaria episcopal de este año, que finalizará hoy en Pilar (Buenos Aires) y de la que participó más de un centenar de miembros de la jerarquía eclesiástica. El texto, que también critica el funcionamiento de la Justicia y hace un llamado “a todos” a respetar la ley, dice además que en la sociedad existen los “recursos” para “afrontar el camino de la recuperación”. El título del trabajo es “Felices los que trabajan por la paz”.

En su pronunciamiento, los obispos decidieron abordar la mayoría de los temas instalados en los últimos meses en la agenda mediática, sin un análisis particular sobre los mismos, dando por ciertas gran parte de las afirmaciones que se hacen en los medios y aportando su mirada crítica sobre el particular.

Los presididos por el arzobispo santafesino José María Arancedo dicen que “constatamos con dolor y preocupación que la Argentina está enferma de violencia”, resultando que “algunos de los síntomas son evidentes” y “otros más sutiles” pero que, sin embargo, “de una forma o de otra todos nos sentimos afectados”. La jerarquía católica asegura también que reflexiona sobre “este drama” porque “creemos que el amor vence al odio y que nuestro pueblo anhela la paz”.

Según entienden los obispos, “son numerosas las formas de violencia que la sociedad padece a diario”, que los hechos delictivos “no solamente han aumentado en cantidad sino también en agresividad” y que eso se traduce en “una violencia cada vez más feroz y despiadada (que) provoca lesiones graves y llega en muchos casos al homicidio”. Agregan que “es evidente la incidencia de la droga en algunas conductas violentas y en el descontrol de los que delinquen, en quienes se percibe escasa y casi nula valoración de la vida propia y ajena”. Advierten, no obstante, que “la reiteración de estas situaciones alimenta en la población el enojo y la indignación” pero que “de ninguna manera se justifican respuestas de venganza o de la mal llamada ‘justicia por mano propia’”. Luego viene una observación sobre la manera en que los medios de comunicación abordan el tema. “La creciente ola de delitos ha ganado espacio en los diversos medios de comunicación, que no siempre informan con objetividad y respeto la privacidad y el dolor”, advierten.

Desde otra perspectiva se señala también que “no se puede responsabilizar y estigmatizar a los pobres por ser tales”, dado que ellos “sufren de manera particular la violencia y son víctimas de robos y asesinatos, aunque no aparezcan de modo destacado en las noticias”. Los obispos aseguran además que “también son violencia las situaciones de exclusión social, de privación de oportunidades, de hambre y de marginación, de precariedad laboral, de empobrecimiento estructural de muchos, que contrastan con la insultante ostentación de riqueza de parte de otros”. Subrayando además el riesgo de “habituarnos sin que nos duela el sufrimiento de los hermanos”. Luego sigue una larga lista de otras violencias entre las que se incluye hacinamiento y abuso, violencia doméstica, abandono del sistema educativo, peleas entre “barrabravas” a veces ligadas a dirigentes políticos y sociales, niños limpiando parabrisas de los autos, migrantes no acogidos e, incluso, la destrucción de la naturaleza. Según los obispos católicos, los argentinos estamos “acostumbrándonos a la injusticia y relativizando el bien y el mal”.

Hay un párrafo también sobre la corrupción “tanto pública como privada”, catalogada como un “cáncer social” y a la que se atribuye ser “causante de injusticia y muerte”. Se habla de “desvío de dineros”, de “impunidad”, “estafas económicas y morales” que “corroen la confianza del pueblo en las instituciones de la República, y sientan las bases de un estilo de vida caracterizado por la falta de respeto a la ley”.

Un poco más adelante los obispos piden respeto a la ley y la Constitución pero también señalan que aun los reclamos “por nuestros derechos deben ser firmes pero pacíficos, sin amenazas ni restricciones injustas a los derechos de los demás”, en lo que parece ser una alusión a los piquetes y cortes de vías. Hay luego una referencia a los jueces para los que solicitan “independencia, estabilidad y tranquilidad” pero a quienes se les reclama por la “lentitud de la Justicia (que) deteriora la confianza de los ciudadanos en su eficacia”.

En el documento hay también críticas al sistema carcelario y a la violencia verbal, y denuncia de las calumnias y las mentiras, tras lo cual la jerarquía católica solicita “recuperar el compromiso con la verdad, en todas sus dimensiones”.

A pesar del diagnóstico pesimista, los obispos creen que en “nuestra sociedad se encuentran también los recursos para afrontar el paciente camino de la recuperación” y sostienen que “todos estamos llamados a la tarea de educarnos para la paz”. Al defender la vida, en términos generales, se usa la ya tradicional fórmula “desde la concepción hasta la muerte natural”, con la cual la Iglesia se opone a la interrupción del embarazo y a la eutanasia”.

El documento finaliza con una exhortación, “particularmente a la dirigencia”, para que desarrolle “un diálogo que genere consensos y políticas de Estado para superar la situación actual”.


¿Y por casa...?

Por Washington Uranga

El documento de los obispos conocido ayer reúne un largo listado de quejas y denuncias que, en términos generales, son las mismas que ha recitado en los últimos tiempos tanto la oposición política como el frente de la oposición mediática. Los jerarcas de la Iglesia –que tienen todo el derecho como ciudadanos y como dirigentes a pronunciarse sobre la vida social y política del país– decidieron sin más dar por cierta esa letanía de lamentos, muchos de los cuales toman la forma de veladas acusaciones hacia el Gobierno. No es una novedad en el estilo episcopal.

Si se les reclama que además de denuncias hagan propuestas, la respuesta será, palabra más o menos, que “no somos técnicos”, con lo cual se preservan de toda crítica. Es verdad en todos los sentidos. Que los obispos no son técnicos queda en evidencia por el tratamiento que le otorgan a ciertos temas. Pero lo grave no es eso, sino que reclamando ellos mismos “objetividad” y “compromiso con la verdad” no se esmeren algo más en ahondar en el diagnóstico, trabajando las causas y, sobre todo, recurriendo a quienes, desde miradas plurales, pueden inspirarle aportes a la situación. Contribuciones estas que seguramente serían bienvenidas, no sólo por los fieles católicos, sino por una parte importante de la sociedad que aún escucha con respeto las palabras episcopales.

De más está decir que pronunciarse a modo de queja sobre la situación actual de la Argentina usando y haciendo suyos sólo los argumentos de una parte de la sociedad, no constituye una buena contribución de los obispos que ponderan a quienes “trabajan por la paz”.

Pero, sumando a lo anterior, sería también oportuno que la jerarquía eclesiástica mire un poco más hacia sus propias filas y, en busca de mayor coherencia que reafirme su credibilidad ante quienes aún se la dispensan o le devuelva el crédito ante aquellos que se muestran escépticos frente a sus declaraciones, se pronuncie también sobre otros temas que directamente le afectan. Sólo a modo de recordatorio habría sido sumamente interesante escuchar a los obispos dando explicaciones sobre la forma como la Iglesia afronta la situación del cura Aldo Vara (foto), acusado por delitos de lesa humanidad y encubierto por la propia institución. O que, como se lo han pedido reiteradamente las Abuelas de Plaza de Mayo, digan qué están haciendo para aportar documentación que está en poder de la Iglesia y que podría ser sumamente útil para clarificar la suerte de desaparecidos y niños nacidos en cautiverio. Y que a todo ello agregaran, en un acto de justicia interna, pero también ciudadana, el reconocimiento de la condición martirial de muchos cristianos que murieron en la Argentina defendiendo sus ideas de justicia social, comenzando por el cura Carlos Mugica y el obispo Enrique Angelelli. Esto último también sería una forma de dar respuesta a múltiples reclamos que provienen de las propias filas católicas.

Los obispos, sin ninguna duda, cumplen su misión haciendo los llamados de atención que crean necesarios, convencidos de que con ello ayudan a la paz social. Están en su derecho. Pero no estaría de más que, también en vista de la integralidad de su servicio pastoral, abran su mirada para recibir otras perspectivas, atiendan la integralidad y la complejidad de los problemas y, al mismo tiempo, miren hacia adentro para contemplar también cómo estamos por casa.



Réplica de Capitanich

El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, cuestionó a los que “pretenden dar lecciones” sobre seguridad, y en el caso particular de los precandidatos presidenciales aseguró que muchos de ellos fueron “un desastre” cuando les tocó gestionar en esa materia. En su habitual conferencia de prensa en Casa de Gobierno, el chaqueño destacó el rol del Estado nacional en la asistencia a las provincias en la materia. “Si no hubiese existido la asistencia del Estado nacional, muchos delitos no hubieran sido esclarecidos”, aseguró, sin distinguir entre oficialistas y opositores. “Muchos de los que pretenden ser candidatos presidenciales, en sus distritos tuvieron problemas severos en esta materia y fueron un desastre en las políticas para prevenir o combatir delitos”, agregó Capitanich, que consideró que “existe un sesgo desde el punto de vista de la comunicación” respecto de estos sucesos. “Me parece muy bien que se opine sobre las responsabilidades que a cada uno le competen. El gobierno nacional dio pasos necesarios y sería bueno que se divulgue”, concluyó.


LA REACCION DE LOS POLITICOS FRENTE AL TEXTO DEL EPISCOPADO

De la crítica al respaldo

Desde el Frente para la Victoria cuestionaron el pronunciamiento de los obispos. Dijeron que el país estuvo “enfermo de violencia” en otros momentos, como en 1955, en 1976 o en 2001. Los opositores apoyaron el documento de la jerarquía católica.

El documento de la Iglesia Católica, que aseguró que “la Argentina está enferma de violencia”, dividió las aguas entre los políticos. Los dirigentes del oficialismo rechazaron en general el pronunciamiento de los obispos, aunque algunos destacaban algunos de sus puntos como el que refiere a la violencia que desatan las mentiras en los medios. Los opositores, por su lado, mayoritariamente se sumaron a sus expresiones.

Desde el Frente para la Victoria, el dirigente de La Cámpora José Ottavis criticó el texto del Episcopado: “Creemos, y estamos contentos, que es una Argentina que no está enferma. Seguramente es una Argentina que puede estar mucho mejor o que le pueden faltar algunas cosas para que tenga una salud completa, como le puede pasar a cualquier país que está avanzando. Pero creemos que una Argentina enferma de violencia sí vivimos en el ’55, y la Plaza de Mayo fue un testigo fundamental; sí la vivimos en el ’76, y nuestro pueblo lamentablemente fue testigo fundamental, sí vivimos en el ’89 y también lo vivimos en el 2001, en la Plaza de Mayo”, recordó Ottavis.

Por su parte, Eduardo “Wado” de Pedro dijo que “no se puede decir que la Argentina está enferma de violencia, como si esto fuera el ’55 o el 2001, cuando estábamos todos en la calle”. El diputado apuntó que “la asignación universal, como otras medidas, son para que nuestro pueblo sea más digno. Hay cuestiones que faltan, pero la violencia tiene que ver con un montón de cosas, como ocurre en Estados Unidos”.

Luis D’Elía, en tanto, recordó: “Menem, De la Rúa y otros dejaron 8 millones de desocupados y 185 mil fábricas cerradas, la Iglesia Católica y Quarracino bendijeron todos sus actos”.

Además, la embajadora argentina en México, Patricia Vaca Narvaja, dijo no recordar “un pronunciamiento del Episcopado en la época de la dictadura ni en la época del auge neoliberal, ni en la crisis del 2001”. A su criterio, la Iglesia “debería estar más cerca del pueblo que de lo que dicen los medios hegemónicos”, y añadió que esa institución “necesita escuchar más a los millones de argentinos que trabajan y viven en paz, respetarlos y reconocerlos”.

Desde la oposición, el radical Mario Negri aseguró que le pone “la firma al lado, comparto totalmente lo que dice la Iglesia”, y opinó que “a veces, el valor agregado de su voz (por el de la Iglesia) puede tener un impacto que despierta las conciencias para luchar contra la corrupción, la violencia”. El cordobés agregó “así como cuando la Iglesia convocó a la Multipartidaria para luchar contra el narcotráfico, nosotros (por los radicales) acompañamos, vamos a acompañarla si nos convoca para enfrentar cuestiones como la corrupción, la violencia y las drogas”.

El socialista Roy Cortina coincidió con el documento y remarcó que “la inseguridad está determinada por la grieta de la desigualdad, la corrupción y la impunidad”. Según declaró, “la situación está complicada, el documento de la Iglesia es correcto, hay una cultura de la violencia que se ha instalado muy fuerte y es producto de la exclusión”.

El ex ladero de Elisa Carrió devenido massista Adrián Pérez se alineó con los obispos y declaró que “la Iglesia pone el eje en dos temas muy importantes. Obviamente que la corrupción es un gran problema que hay en la Argentina, que tenemos que afrontarlo con decisión política, con independencia del Poder Judicial. Pero el otro tema fuerte que se plantea tiene que ver con los últimos años en la Argentina y una práctica de mucha intolerancia y violencia”.

Desde el PRO, Laura Alonso señaló que “se necesita un amplio acuerdo político y social para saber la verdad sobre la corrupción, por eso desde Unión PRO queremos sumar nuestra propuesta”, de crear una comisión bicameral investigadora de la corrupción.

10/05/14 Página|12

 


Fácil y rápido Por Luis Bruschtein

El documento de la Iglesia sobre inseguridad, el griterío en el Congreso porque no se publicaron los índices, los linchamientos, las promesas de arreglar todo con camaritas y el debate mezquino contra la reforma del Código Penal demuestran que hay un tema del que se habla mucho con más demagogia que interés por abordarlo. Nadie dice lo más importante porque gran parte de la sociedad se enojaría con el que lo hiciera. Es un tema que sirve para atraer voluntades y no para alejarlas. El que dijera que no existen soluciones mágicas, que no es un tema que se arregla de la noche a la mañana, perdería popularidad. Por el contrario, los que se rasgan las vestiduras y claman públicamente dan a entender que ellos lo arreglarían fácil y rápido.

Los índices no son desconocidos. Las últimas estadísticas de Naciones Unidas, de diciembre del año pasado, ubicaban a la Argentina como el país latinoamericano con menor cantidad de homicidios por cada cien mil habitantes. En el continente, esa marca solamente es superada por Canadá y Estados Unidos, con sistemas estadísticos similares, y Chile con un sistema particular y cuestionado. Al mismo tiempo, aparece como el país de la región que tiene mayor cantidad de robos y otros delitos por cada cien mil habitantes.

Los datos para estos índices son provistos por los sistemas de Justicia de cada país, menos en Chile, donde los encargados de hacerlo son los mismos Carabineros, razón por la cual son muy cuestionados ya que les da por debajo, incluso, que los de Canadá. Argentina está en 5,4 (2160 homicidios en el año) y Uruguay un poco por encima de 6 asesinatos cada cien mil personas por año. Para los Carabineros, Chile apenas supera el 1,4 de homicidios por cada cien mil personas al año.

Los índices sobre robos y otros delitos se elaboran sólo con los que son denunciados. Se trata de una limitación, porque la acción de denunciar depende mucho de cómo la comunidad valora las fuerzas de seguridad en cada país. México, Centroamérica o Brasil son países con muy altos niveles de delincuencia organizada, con bandas de maras y verdaderos ejércitos de narcos, y sin embargo sus índices aparecen casi con la mitad de delitos que Argentina.

Las estadísticas en relación con homicidios que difundió el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) tienen cifras del año 2008 de Argentina, son viejas. Pero un relevamiento realizado el año pasado con mucho rigor por la Corte Suprema en la Ciudad de Buenos Aires dio índices similares.

Para las matemáticas, 5,4 homicidios cada cien mil personas por año quiere decir que en Argentina son asesinadas alrededor de seis personas por día. En 20 años son más de cuarenta mil muertes. El diario La Nación tituló con ese cálculo. Y a los familiares de las víctimas no les importa el porcentaje, para ellos en particular es como si fuera el ciento por ciento. Sin embargo, para los que trabajan el tema de la inseguridad, para los que tratan de resolver este problema dramático de las sociedades humanas, se trata de una cifra baja. Mejor sería que no se produjera ninguno, pero lamentablemente eso no sucede en ningún rincón del mundo.

En Argentina, estas cifras tuvieron un pico alto en 2002 y un descenso abrupto en 2003. Después siguieron en general con leves declives y ascensos, aunque con marcas más altas que en décadas anteriores.

La Iglesia y la oposición conocen estas cifras. Las estadísticas que se reclaman son conocidas. Porque el reclamo responde más al clima que se creó con la epidemia de linchamientos que al interés por esos datos. Un sector de la política se apropió del impulso de una parte de la sociedad de hacer justicia por mano propia y, para contenerla, la justificó. Pero cuando se justifica la violencia, no se la contiene, sino que se la estimula.

La violencia de la justicia por mano propia aparece como opuesta a la violencia delictiva, pero tienen raíces parecidas, igual que las consecuencias, porque los linchadores se convierten automáticamente en delincuentes como los que quieren exterminar. No son situaciones nuevas. Ya se verificaron cuando una parte de la sociedad justificó el terror desatado por la dictadura.

Sin importar el monto, esas cifras siempre estarán expresando una problemática que interpela en forma dramática a la sociedad. Se puede responder de diferentes maneras: como son bajas, el problema es menor; como son altas, hay que poner bajo control y vigilancia a toda la sociedad. La mano dura policial y judicial es la historia de la seguridad en este país. Es una opción que no ofrece más posibilidades. En general, daría la impresión de que las miradas tradicionales sobre la problemática de la inseguridad han perdido actualidad.

Daría la impresión de que el delito pasó a ocupar un lugar en la sociedad diferente al que tenía en otras décadas. El crecimiento de los robos y otros delitos constituye en todo el mundo un fenómeno de las nuevas sociedades, donde la familia y la educación fueron desplazados a otros roles que los tradicionales, donde los medios, desde la televisión hasta Internet y los videojuegos, han transformado hábitos y valores, construyen nuevos sentidos, generan necesidades y establecen parámetros. Son sociedades donde el consumo de drogas duras como la cocaína, la heroína o el paco se ha masificado, atraviesa a todas las clases sociales y trastoca a su vez comportamientos y reglas de juego y produce nuevos fenómenos delictivos. Son sociedades con una composición diferente a las del viejo capitalismo industrial con sus clases estructuradas. Estas son sociedades más bien fragmentadas en múltiples experiencias, con aportes entrecruzados, donde los conceptos de obrero o de desocupado tienen connotaciones culturales ideológicas muy diferentes a las del siglo pasado. El obrero de una línea de producción fordista del siglo pasado no tiene nada que ver con el que ahora maneja la computadora en una fábrica de automóviles. Son experiencias concretas y saberes que producen relacionamientos muy diferentes. Lo mismo sucede en otros grupos sociales. Son sociedades donde las fuerzas policiales son elefantiásicas, superiores a las Fuerzas Armadas, y tienden a autonomizarse como un territorio aparte y fronterizo entre lo legal y lo ilegal con sus propias reglas de juego de poder, punitivas, supralegales e impunes, con formas paralelas, ajenas y desconocidas para el resto de la sociedad.

En esa maraña de cambios profundos están las causas y motivaciones que todavía apenas se vislumbran, están las explicaciones de que una persona, muchas veces chicos que ni han llegado a adolescentes, dejen correr sus vidas hacia la destrucción propia y de otros. Son sociedades que han logrado avances, pero que nunca podrán ofrecerles lo que les da el narcotráfico, que es lo que requieren para consumir o para existir según los valores que reciben de la sociedad o para construir prestigio según esos mismos valores. Son pautas de vida establecidas por determinados consumos que establecen lo que es vida y lo que no. Son pautas altísimas y elitistas, excluyentes, que presionan por un consumo que ni las clases medias pueden sostener. Esos bombardeos para poseer y sobresalir promueven una forma de “éxito” individualista y antisocial y han desplazado a la familia y a la educación en muchos planos.

Ese bombardeo cultural ya muy extendido, pero esencialmente mediático, triunfante en el neoliberalismo, se origina en la misma sociedad que a la vez estigmatiza a los jóvenes y a los pobres que son el blanco de esa descarga. Es un bombardeo que establece superioridades y jerarquías que reaccionan con violencia cuando se sienten cuestionadas. Eso genera violencia política, como los insultos casi permanentes contra la Presidenta. Todos los han escuchado. Violencia no es disentir con un periodista, sino difundir su dirección para que lo vayan a agredir como hicieron con Víctor Hugo Morales. Cada discurso de Elisa Carrió es una convocatoria a la violencia, es un estilo que llena de odio al que lo escucha, sea opositor u oficialista. Las descripciones exageradamente apocalípticas de la Argentina crean angustia y violencia porque esencialmente son falsas. La corrupción crea violencia, y más cuando es impune, pero la misma o más violencia generan las acusaciones generalizadas que, como todas las generalizaciones, crean falsas imágenes que enfurecen a la gente, o las acusaciones infundadas y demagógicas que producen impactos mediáticos que alimentan esa violencia, aunque después se sepa que son falsas.

El fenómeno de la inseguridad se manifiesta y redimensiona en todo el mundo y por su complejidad solamente puede ser encarado desde muchos enfoques al mismo tiempo. No existen soluciones mágicas ni puede llevar a las sociedades a dar respuestas que las equiparen con los delincuentes. En el caso argentino, esa problemática no llega a extremos de gravedad como en la mayoría de los demás países de América latina, pero se articula con un alto nivel de tensión y violencia política verbal que es amplificada por una poderosa corporación de medios que al mismo tiempo exacerba, repite y multiplica los casos de inseguridad. El origen de esa tensión es la reacción conservadora contra cualquier medida de justicia social.

10/05/14 Página|12