domingo, 2 de febrero de 2014

LOS ULTIMOS MESES DE VIDA Y LA POSICION POLITICA DE JUAN GELMAN El universo desnudo

Consciente del final, acordó con su mujer, Mara Lamadrid, con quien vivió sus últimos 25 años, que no hubiera quimios, radios ni cirugías, porque no creían en la eternidad y prefirieron que muriera en su casa. Hasta pocas horas antes escribió poemas estremecedores y reflexiones sobre su historia y la del país. Las obscenas tentativas por encaramarse sobre su grandeza para denigrarlo no resisten un archivo. La misma pasión por la verdad impregnó su vida, su poesía y sus textos políticos.

Por Horacio Verbitsky
Imagen: Cristina Banegas.

Los médicos quisieron internarlo para comenzar un tratamiento pero se negó para no cancelar el viaje a Buenos Aires donde, contra su costumbre quiso presentar su nuevo libro, Hoy. La foto fue tomada por Cristina Banegas, la más exquisita anfitriona de esta ciudad, y registra un dato trivial. Han pasado siete minutos del martes 20 de agosto de 2013. Juan me toma del hombro y me habla bajito. Lucila Pagliai nos mira pero no alcanza a escuchar el diálogo. Fue una de las redactoras de la agencia clandestina de noticias, ANCLA, y hace un par de años publicó junto con Nacho Vélez una dura edición crítica de la revista Evita Montonera, cuyo prólogo nos dio a leer en otro de los viajes de Juan. También están pero no aparecen en la foto Liliana Herrero, Mónica Muller, Horacio González y Rodolfo Alonso. Antes de irse con Mara Lamadrid, Juan me dirá con una seguridad inapelable y una sonrisa dulce: “Es la última vez que nos vemos, Perro”. Han pasado cincuenta años de la primera.

El 11 de enero, Mara avisó que “Juan es un enfermo terminal sin que se lo haya sometido a lo que la medicina produce como terminales. Juan es un terminal sin pasar por quimios, radios, cirugías. Como ni él ni yo creemos en la eternidad, impedimos conscientemente y no sólo, también ante notario, que lo sometieran a tales manejos tecnológicos. Apostamos, Juan en primera línea y por mi parte secundándolo, a que la vida tiene un fin y que lo mejor que a alguien le puede pasar es morir en su casa”. Cuando Mara le contó que me había alertado, pidió que le escribiera. Pudimos decirnos lo que pensábamos de la muerte, la suya, la mía, la de todos, de lo que cada uno significó en la vida del otro (para mí un privilegio que la hizo más rica e intensa). Es un tesoro privado, que no quiero compartir. Con una curiosidad intelectual intacta me pidió copia de la antiquísima correspondencia en la que reflexionábamos sobre nuestro destino de fósiles, mero combustible para que se abriguen y alumbren los que vienen detrás. “Estoy escribiendo sobre eso”, explicó. Las últimas líneas que me envió aún laten en la pantalla. El 19 de enero se cumplirían 25 años de su radicación en México e íbamos a brindar a distancia, porque yo fui el cómplice del amor de Juan y Mara. Pero horas después, ella nos informó que Juan había entrado en la recta final. “Es inminente, pueden ser varios días, pueden ser horas.” Le pregunté si estaba consciente. “Sí. Pero casi no tiene voz y está apagándose”. .Y el definitivo: “Perro, Juan murió hace una hora y cuarto”.

Al día siguiente se conoció uno de sus poemas más explícitos y conmovedores, “Verdad es”, que escribió el 28 de octubre. Concluye así:

“Esqueleto saqueado, pronto
no estorbará tu vista ninguna veleidad.
Aguantarás el universo desnudo”.

No mentirás

Recién ahora y lejos de Buenos Aires, puedo trastabillar estas palabras sobre él, impresionado por tamaña lucidez, que sólo se extinguió con su vida. Jamás se permitió un engaño, ni siquiera una verdad a medias. En contraste, me pareció obscena la seguidilla de por lo menos cinco artículos denigratorios que Ceferino Reato, de cut&paste fácil, se apresuró a publicar en tres diarios distintos durante la semana posterior, para ofrecer sus propios libros como modelo antagónico a la actitud de Juan. En realidad, la actitud que él atribuye a Juan.

Luego de citar el “No matarás” de Oscar del Barco, Reato se pregunta: “¿Por qué ocultar o disimular su militancia como ‘oficial’ montonero”?

Según el columnista de La Nación, Perfil e Infobae:

- “Luego de romper con Montoneros, en 1979, Gelman se dedicó a la escritura y no quiso hablar de su experiencia armada”.

- “Estos guardianes de la memoria histórica construida por el kirchnerismo, con la imprescindible colaboración de la mayoría de los organismos de derechos humanos, consideran que de esos temas no hay que hablar. Comparten con Gelman el convencimiento de que no hay autocrítica que realizar, (...) siguen convencidos de que la lucha armada fue correcta porque era el mejor camino”.

- “Gelman no hizo autocrítica sobre su militancia en Montoneros –donde llegó a ‘teniente’ y a integrar el Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero– porque pensaba que no tenía nada que criticarse. (...) Si fuera por ellos, nadie debería recordar los atentados de las guerrillas o los fusilamientos de militantes sospechados de traición y delación. (...) Mi posición es que un periodista debe preocuparse sólo por llegar lo más cerca posible de la verdad”.

Con el propósito de asistirlo en esa preocupación por acercarse a la verdad, voy a recordarle al ex asesor de prensa de Esteban Caselli en la embajada menemista ante el Vaticano que la autocrítica de Gelman (como la de Walsh o la mía), comenzó antes de la ruptura con Montoneros y le valió una ridícula condena a muerte de su conducción. Afirmar que desde entonces Juan no habló de la experiencia armada ni la criticó requiere, por ser benévolo, de una alta dosis de ignorancia. Para subsanarla voy a transcribir algunas definiciones que constan en un libro de 1987: Juan Gelman. Contraderrota. Montoneros y la Revolución Perdida.

Militarista y antipopular

Según Gelman:

- “No sólo habría que analizar los errores de Perón (...) sino también los de la propia organización que decidió profundizar –y mal– el enfrentamiento que ya existía”.

- “Lo que hubo fue soberbia. No sólo la soberbia política que se dio al comienzo, sino también la que derivó luego hacia la soberbia militarista. (...) Se cayó en una suerte de enfrentamiento cupular. Se supuso que en la medida en que Perón se inclinaba a la derecha –apoyando a López Rega, jefe de la Triple A– el único medio de contrabalancear ese tipo de tendencia era tirarle un cadáver cotidiano sobre la mesa. Ese fue el origen de la muerte de José Rucci”.

- “El primer grupo de resistencia armada como tal –los Uturuncos– fueron precedidos por la resistencia de los obreros peronistas que asumieron las formas de la violencia en 1956, tres años antes de la revolución cubana. Aun así digamos que, como factor impulsor de la historia que habría de seguir, lo de Cuba planteó un ejemplo claro, aunque también influyó en los errores posteriores del movimiento armado en la Argentina y en toda América Latina.”

- “Era el error enorme suponer que la revolución cubana había sido solamente Fidel Castro y Sierra Maestra” (ignorando) las luchas populares en las ciudades. (...) Otro de los grandes errores fue suponer que lo de Cuba había sido un foco. Se quiso creer y ver a la revolución cubana como lo que no era. Creencia a la que ayudaron los propios cubanos.”

- “La mala lectura de la revolución cubana produjo un nefasto voluntarismo político.”

- “Uno de los factores de la derrota fue la subestimación del enemigo, que se explica por desconocerlo y también por la soberbia militarista que luego se apoderó de Montoneros.”

- “La imagen es muy linda. Pero para que una chispa incendie una pradera en primer lugar tiene que existir la pradera, en segundo lugar la pradera tiene que estar seca, no tiene que llover y, además tenés que saber dónde tirar la chispa. Era y es metafísico plantear la revolución en esos términos, (...) Este y otros errores no les caben solamente a un grupo o alguno grupos en los años 60, sino también al mismo movimiento comunista internacional, que se equivocó larguísimo tiempo en la caracterización del movimiento popular y en la situación de América Latina, al considerarnos países coloniales, (...) al poner en pie de igualdad a un continente donde se inaugura el neocolonialismo mundial con Asia y Africa, donde efectivamente, el colonialismo funcionaba y había tropas extranjeras y virreyes.”

- “La respuesta que Montoneros da a todo eso es incorrecta, ya que empieza a practicar una política elitista y, en el fondo, antipopular. (...) A pesar de todas las persecuciones, en 1974 había márgenes democráticos para seguir avanzando en la lucha de masas y en la organización de las bases. Pero es entonces cuando la conducción autoclandestiniza a Montoneros, autoclandestiniza la organización militar y deja con el culo al aire a las organizaciones de masa, configurando así una política suicida: la estructura de base no tenía medios para escapar a la persecución de la Triple A. La gente que trabajaba en las villas miseria, en los frigoríficos, en las fábricas, el único modo que tenía de salvarse era salir de sus lugares y por lo tanto dejar su trabajo. Pero, ¿dónde iba a encontrar otro?”

- “Este grueso error significó dejarle el campo político a la derecha. Concepción que pese a las diferencias de contexto vuelve a repetirse durante el comienzo de la dictadura militar, cuando Montoneros confía su enfrentamiento con las Fuerzas Armadas al plano estrictamente militar.(...) Frente a determinadas acciones, como los casos de Mor Roig o Rucci, hubo opiniones encontradas, pero de ningún modo debatidas a fondo en la organización.”

- “Yo no conozco ningún movimiento armado donde el mesianismo genere tanto espacio. (...) Montoneros pone en práctica el uso de la pastilla de cianuro: la cuestión entonces era suicidarse para no caer en manos del enemigo y no batir. (...) Efectivamente había gente de Montoneros que era capturada y cantaba (...). Pero no era así con la gente más vinculada al barrio, a la vida del pueblo que, difícilmente abría la boca. Esto es curioso. Pero muy importante y da lugar a toda una reflexión filosófica sobre esas diferencias de conducta. Paralelamente, la conducción de Montoneros consideraba que todo esto era un problema de debilidad ideológica. Como bien señaló Rodolfo Walsh, (...) el problema real era el de una línea política equivocada y así lo demostró la historia posterior.”

- “Santo Tomás hablaba de la salvación individual y de elevar el alma a partir del sacrificio del cuerpo, y tipos como Firmenich formularon una concepción similar, pero en el plano revolucionario. De ese modo se entró en la alucinación de pretender formar militantes de acero, militantes revolucionarios, sobre una base totalmente individualista y mesiánica.”

- “Los métodos aplicados a la organización revolucionaria revelan los vicios que tenía la formación ideológica de esa conducción. Y si se quiere rastrear en el pasado de Firmenich, Perdía u otros, se encuentra su formación ligada al misticismo y a la religión, tomada como ellos la tomaron.”

- “En el comportamiento general de golpear, de endurecer a la organización, de hacerla casi religiosa, hubo una finalidad política relacionada con lo que antes decíamos sobre el modo de concebir el poder, (...) elitista, contrarrevolucionario y antipopular.”

- “Un obrero que era simpatizante de la organización y dirigente natural de una fábrica de 2.000 trabajadores (...) fue incorporado a la organización, que era absolutamente vertical, también asumía formas militares, con grados, rangos y taconeos. Por supuesto, el que ingresaba lo hacía con el grado ínfimo de aspirante a oficial, desde el punto de vista de la mentalidad militar era un suboficial que aspiraba a ser oficial. A partir de allí se entraba en una cadena de obediencia a los grados superiores. Aquel obrero fue incorporado con ese grado y participaba en reuniones de ámbito; en esas condiciones estaba hasta que la conducción de Montoneros resuelve que hay que lanzar una huelga en la zona. (...) El obrero lo miró y le contestó: ‘Vos estás ligeramente en pedo. Yo no tengo condiciones para hacer una huelga en la fábrica ni vestido de mono. De manera que yo eso no lo voy a hacer.

–Como yo soy capitán y vos sos aspirante, tenés que obedecer.

–Vos serás capitán y yo aspirante, pero chupame la pija, porque yo esa cosa no la voy a hacer.

No se hizo. Este es un ejemplo que sirve para explicar cómo Montoneros se cagaba en el referente de masas. En vez de promover la organización de las masas, teniendo en cuenta a sus representantes naturales, sus necesidades y reivindicaciones, pretendió absorber en una organización jerárquica a los dirigentes de base para transmitir órdenes a las masas, pasar decretos, bajar línea y movilizarlas, supuestamente a través de sus dirigentes”.

- “Si lo de Rucci había conmocionado tan mal, después ocurrió un error tremendo al suponer que iba a producirse algún tipo de repercusión popular dando muerte a Mor Roig porque se cumplía un año de los crímenes de Trelew del 22 de agosto. No hubo ninguna adhesión popular. De ahí que esta sea una muestra más de esa política a la que califico de cupular, aunque tal vez para ser exactos, habría que llamarla política elitista y en el fondo, foquista (...).La cuestión para la conducción montonera era continuar en una disputa de cúpulas, lejana de la discusión y la acción de las bases. Y en las bases, no se aplicaban políticas que disputaran el liderazgo de Perón en la conciencia de las masas, sino simples hechos espectaculares. Lo de Rucci iba a cercenar el apoyo de la clase obrera y lo de Mor Roig los apoyos de la clase media, con las consecuencias naturales que se desprenden de ese debilitamiento. Me consta que hubo gente, pese a todo, dentro de Montoneros y perteneciente a distintas organizaciones que no estuvieron de acuerdo. Y si se llevó a cabo es porque entonces Montoneros hizo otra vez un análisis equivocado. (...) Pensar que la alianza de la burocracia sindical con el lopezreguismo era una cosa inmutable y sin fisuras. No entendieron que López Rega no tenía ninguna base de masas y que la burocracia sindical si. Esa burocracia sindical, con todo lo que era y representaba, no podía ser confundida necesariamente con lo otro, ya que debía responder a las presiones de las masas, como se vio en las huelgas y movilizaciones de junio de 1975, que ‘casualmente’ dieron por tierra con López Rega”.

- “El fusilamiento de Aramburu fue todo un símbolo para las masas peronistas: ese había sido un hombre que dirigió la dictadura que sustituyó a Perón y cuya muerte tuvo un significado enorme para el pueblo. (Pero) no es lo mismo Aramburu que Dirk Kloosterman, ni es lo mismo Aramburu que Rucci. De modo que no puede ponerse un signo igual entre aquella primera acción de Montoneros, que tuvo un impacto político grande, y otras cosas”.

- “En el fondo de este problema sobrevuela la concepción foquista por la cual es la lucha militar la que impulsa a la lucha de masas, cuando resulta que de hecho, esto es absolutamente al revés. (...) Si tal o cual organización de masas pide que se organice tal o cual acción militar, son las masas las que asumen las tareas de autodefensa y el aparato militar puede entrenar y luego acompañarlas, pero nunca dominar. Ese ejemplo de subordinación de las acciones militares a las políticas sí existió en la primera etapa de la resistencia peronista, cuando en las acciones violentas siempre se dio la vinculación entre la lucha armada, la de masas y la sindical. Digamos entonces que se asistió a un proceso de degradación política en el cual se terminó por llegar a una conducción militarista similar a la del enemigo, en la cual se copia hasta sus grados. (...) Y cuando lo que predomina es lo militar, sólo se desemboca en un enfrentamiento entre aparatos, donde es evidente que siempre van a ganar las Fuerzas Armadas”.

- “El líder unificador era efectivamente Perón y lo que él hacía no era otra cosa que dar unidad a la clase obrera y a buena parte de las clases medias, (...) aunque digamos que en las concepciones de Perón, la hegemonía de esa alianza no correspondía a la clase obrera. Por lo tanto había que partir de esa comprensión para saber cómo promover dentro del Movimiento una política que, sin romper la unidad, invirtiera poco a poco los términos; pero no a partir de disputarle la conducción abruptamente al líder reconocido por aquellos sectores sociales (...). Eso obligaba a una lucha política muy difícil, ya que por supuesto es mucho más fácil tirar tiros”.

- “En 1974 las organizaciones armadas que habían tenido un papel muy claro en la resistencia obrera contra la dictadura de Onganía dejan de ser protagonistas y apenas un año después, son los obreros los que toman la primacía. Es este último elemento lo que más miedo le da a los militares y lo que quiebra la tranquilidad de los Balbín, que empieza a inventar aquello de la guerrilla industrial. Es por eso que el golpe de 1976 fue esencialmente antiperonista y antiobrero”.

- “Lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia obrera; se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa para que equilibrase el juego político entre la derecha y la izquierda. (...) No formó parte de una concepción política en relación con las masas, sino de una estrategia cupular”.

El análisis de Juan fue tan despiadado y poco complaciente que su propio editor, Eduardo Luis Duhalde, tomó distancia y en la contratapa del volumen se preguntó: “¿Es exacto que de nuestra autocrítica los opresores sólo pueden recoger las migajas?” y agregó: “Gelman ejerce su crítica amarga –¿siempre justa?– contra aquella organización”.
Una respuesta anticipada

Cuando Reato recién comenzaba su labor como periodista, Gelman se anticipó a desmenuzar los cuestionamientos que le haría 27 años después, cuando ya no pudiera responderle. Escribió entonces que la reflexión crítica y autocrítica debía realizarse sin culpa:

- “No hacerlo como los cuervos políticos que están esperando las críticas más o menos internas o cercanas, íntimas, como las que se hacen sobre Montoneros para regodearse con su derrota y decretar el fin de las utopías. (...) Tampoco es posible hacer una autocrítica para salvar el honor personal; son formas que pueden tener su valor, no lo niego, pero más interesa que las críticas y autocríticas se hagan con la voluntad de revertir esta situación y no incurrir en la autoflagelación pública”.

Y como de costumbre, fue a fondo:

- “Recuerdo una nota firmada en la Argentina por Beatriz Sarlo que hizo la crítica de las cartas de Rodolfo Walsh cuando se enteró de la muerte de su hija. Entonces Beatriz Sarlo las calificó de ‘voluntad de estetizar la muerte’. Sería muy sencillo despachar el asunto diciendo que esta señora es una pelotuda; pero esta señora, digamos, no es ninguna pelotuda. Lo que hace en realidad es negar toda una situación social compleja, abstraerla de nuestro contexto político, sacar a Walsh de eso, sacar de eso a la muerte de su hija y plantear, en una especie de isla edénica, que se produce la muerte de la muchacha sin saber quién la mata ni por qué, ni cómo. Y además, que Walsh, enamorado de la muerte, escribe un par de textos magníficos porque tiene la voluntad de idealizar la muerte. (...) Esa gente siempre apunta a lo mismo: eliminar los contextos, las situaciones concretas. (...) Lo que quieren analizar es el texto en sí mismo y por sí solo, absolutamente y sin contexto para hallar por fin que esas cartas de Rodolfo son un simple canto a la muerte. Esta gente, más que a reflexionar, se dedica a parcelar, a castrar la reflexión. Ellos están en su derecho, pero de ahí a que uno les dé bola”.

La misma pasión por la verdad que en su poesía y en su vida resplandece en este preciso texto político, que desmorona las trabajosas ficciones de quienes, por ello, prefieren desconocerlo. Juan les queda demasiado grande.

02/02/14 Página|12

LA POLÍTICA Y LA HISTORIA ARGENTINA, SEGÚN NORBERTO GALASSO “Es peligrosa una revolución incompleta”

Minucioso, modesto y trabajador incansable, el historiador se mantiene lejos de las tentaciones y peligros del divismo intelectual. Un lúcido análisis de la situación política actual, el radicalismo, el peronismo y la injerencia de los grupos económicos concentrados.

Por Mónica López Ocón

El historiador Norberto Galasso se autodefine como un hombre de la izquierda nacional. Desde esta posición lee tanto el pasado como el presente del país. En esta nota, las reflexiones políticas de un hombre que ha hecho del trabajo histórico silencioso, la coherencia y la ética una forma de vida. 


–¿Cómo ve el momento político actual? ¿Cree que estamos asistiendo realmente a un punto de inflexión de la historia del país?
–Hay un avance apreciable. Quienes vivimos los sucesos de 2000 y 2001, cuando los jóvenes se iban masivamente del país, estamos presenciando grandes cambios como, por ejemplo, que muchos científicos hayan vuelto al país. Arturo Jauretche decía que Martínez Estrada se tenía miedo a sí mismo de tan izquierdista que era. Hay gente que es tan izquierdista que sólo ve lo que falta. Y lo que falta es evidente. Hay un 30% de trabajadores en negro sin protección social. El control de precios se hace difícil porque los grandes consorcios están muy oligopolizados o monopolizados e influyen sobre ellos. Pero el común de la gente lo que ve es que hay inflación y cree que la culpa es del gobierno. Lo mismo sucede con la inseguridad, que en realidad proviene del descalabro de toda una generación que no conoció lo que es el trabajo y sufrió una desocupación que llegó a ser del 24 o 25 por ciento. A eso hay que sumar el tema del narcotráfico, que es un problema mundial. Hay gente que mira la parte del vaso que está vacío y nosotros miramos lo que se ha avanzado. Cuando Néstor decía que estábamos saliendo del infierno para entrar al purgatorio creo que tenía razón, y tuvo también razón, en el gobierno de Cristina, con la 125 que, desgraciadamente, salió mal y fue un factor de debilitamiento del que el gobierno luego se recuperó. 

–¿Cuáles son las deudas pendientes?
–Creo que hay que fortalecer el campo popular, polemizar y lograr una mayor democratización de las organizaciones sindicales e incluso de las organizaciones políticas. El PJ es un nombre y en el radicalismo está Cobos, que es bastante representativo de la crisis de la dirigencia política. Es cierto también que han surgido figuras de importancia.

–¿Quién, por ejemplo?
–Axel Kicillof. También algunas figuras de los movimientos sociales como "El Chino" Navarro. Raimundi es también una figura interesante. Hay gente, pero la política depende de la correlación de fuerzas y con las 300 bocas que tiene Clarín para difamar y los trepadores que buscan acomodarse –no vamos a hacer nombres– la situación se complica. Además, también ha habido errores. Yo tenía una gran confianza en el MTA por su actitud combativa con el menemismo y también en la CTA. Creí que de allí podían surgir dos organizaciones sindicales con destino a unirse y tener una presencia de los trabajadores realmente importante, pero eso no ha sucedido y el protagonismo de la clase trabajadora ha disminuido. 

–Hoy hay quienes parecen no recordar lo que sucedió en la Argentina en 2001 o lo que fue la dictadura. Incluso, hay quien no piensa en la democracia de la que se disfruta hoy como una conquista. ¿De qué modo lee usted la recuperación de la democracia? 
–Creo que hay varios factores que inciden en el hecho de que la dictadura haya entrado en declinación y se haya llamado a elecciones. Pero los protagonistas sustanciales diría que son, por un lado, las Madres de Plaza de Mayo y, por otro, un sector del sindicalismo combativo que generó varias concentraciones populares. Después, hacia el final, la multipartidaria juega un papel apurando las elecciones, pero creo que, en general, los dirigentes políticos de los partidos mayoritarios jugaron un papel bastante escaso. En algunos casos colaboraron y en otros no tuvieron forma de dar respuesta a ese clima de terror implantado, de miedo, de persecución y reconversión de la economías. Insólitamente, las que le dieron a la dictadura un desprestigio mundial fueron las Madres con su coraje increíble y su presencia permanente todos los jueves en la Plaza. 

–¿Los líderes de los partidos mayoritarios no pudieron intervenir, no supieron cómo hacerlo o qué fue lo que les pasó?
–Creo que una característica de los países coloniales, semicoloniales o dependientes, de los países que no ejercen realmente su soberanía, es la aparición de movimientos nacionales que tienen un momento de auge, de desarrollo enfrentando esa dependencia y que generan líderes que llevan adelante procesos de avance como sucedió con el yrigoyenismo en su momento y con el peronismo, especialmente del '45 al '55 y luego durante la resistencia. Pero tanto en el caso del radicalismo como del peronismo, la muerte del líder incidió mucho en el proceso de declinación. Lo que se llamó la "alvearización del radicalismo" viene ya del año '33. Desde la muerte de Yrigoyen en adelante, el radicalismo empieza a ser un elemento más del sistema que convalida el fraude, que lleva a la Unión Democrática en el '46 a los dirigentes que habían sido enemigos de Yrigoyen. Con respecto al peronismo, la muerte de Perón provoca un enfrentamiento cada vez mayor que ya se venía dando desde antes. Se trata de movimientos policlasistas en los que todos coinciden en apoyar al líder pero por razones diferentes. Recuerdo que cuando teníamos la alternativa de votar a Alfonsín o Luder, Luder lo que menos parecía era un peronista del '45, más bien daba la imagen de un constitucionalista o de un profesor austríaco que poco tenía que ver con Beriso, con Avellaneda, con todo aquello de lo que se había nutrido el peronismo. Por eso, en muchos casos, hubo radicales y peronistas que fueron intendentes de la dictadura y que tuvieron su responsabilidad en el momento en que esa dictadura se produjo. 

–¿Por ejemplo?
–Durante la declinación del peronismo no sólo estuvo presente la figura de López Rega, sino que, además, cuando tuvieron la posibilidad de decir algo para tratar de salvar la situación –Isabel ya había hablado de elecciones para que el pueblo se definiera– las declaraciones fueron completamente vacías. Fue una declinación de la dirigencia política que, en alguna medida, se relaciona con la declinación que hubo en los años '40.

–¿Qué fue lo que sucedió en ese momento?
–Puiggrós dice que en el '40 toda la dirigencia política era de derecha, desde la derecha propiamente dicha hasta la izquierda misma, que jugaba con la derecha. Ahí surgió la Unión Democrática. Hoy podríamos decir que cuando llegamos al 2001, salvo la figura de Kirchner, pasó algo similar. En 2003 las elecciones las gana Menem en primera vuelta y el tercero era López Murphy, de modo que el panorama era desolador. Kirchner tuvo la capacidad suficiente para entender el momento que se vivía e iniciar un proyecto distinto pero, en general, había una declinación bastante notable de los partidos mayoritarios. Hoy, por ejemplo, la oposición lo único que quiere es que Cristina desaparezca del poder pero no ofrece ningún modelo alternativo. Desde el oficialismo también se refleja una cierta debilidad porque de Cristina a la segunda línea hay una diferencia bastante apreciable. Es decir que las mayorías populares, los trabajadores que protagonizaron el 17 de octubre y el Cordobazo, que han llenado la Plaza convocados por los dirigentes sindicales, algunos de los cuales han tenido una trayectoria correcta y otros han declinado, y el entusiasmo de los chicos de La Cámpora son cosas que suceden por abajo, pero no se reflejan en un grupo de dirigentes importantes. No contamos, por ejemplo, con diez candidatos importantes, sino con pocos. A veces, las decisiones se toman en mesas chicas, no se da un debate lo suficientemente rico acerca de cuál es la sociedad que queremos. Esto sucede desde la 
oposición y desde el oficialismo. 

–¿La democracia fue una conquista o una mera declinación de los militares en el poder?
–Creo que los militares se complicaron al meterse en el asunto de Malvinas, pero hicieron lo que querían hacer a través de Martínez de Hoz porque, más que los militares, el cerebro del golpe del '76 fue él. Se detuvo el proceso de industrialización, se ató la economía al Fondo Monetario Internacional y se definió la política exterior como "relaciones carnales", es decir, de dependencia total. Además, se sofocó a la clase trabajadora con los contratos basura y todas las medidas antipopulares que se tomaron. Lograron producir las condiciones para que se forjara un grupo de empresas o consorcios que podrían haber sido una burguesía nacional en el sentido de tratar de desarrollar una economía propia, pero no fue así. Macri, Bulgheroni, Pérez Companc casi todos ellos nacen en el '45, '46, '47, '48, pero se vinculan al mercado externo como Tenchint, por ejemplo, que vende la mayor parte de su producción afuera, o Aluar, que también vende la mayor parte afuera. Esto dificulta el pacto social porque a estas empresas les gusta trabajar con salarios bajos y, si venden adentro, necesariamente, les guste o no, tienen que darles a los trabajadores un poder de demanda de compra para poder colocar su mercadería. Si venden afuera, como habitualmente lo hacen Bulgheroni o Pescarmona, el país queda convertido en una factoría en la que hay una clase económica dominante integrada por la Sociedad Rural, industrial en algunos aspectos de estos grandes consorcios y comunicacional en la concentración poderosa de Clarín, por ejemplo. Estos grupos no quieren el protagonismo popular ni la redistribución del ingreso. Ese es, precisamente, el quiebre que se da en 2003, por lo que han apelado y siguen apelando a todo, incluso a lo más cruel y más bajo para no perder sus privilegios que están ligados al gran capital multinacional. Pero hay elementos ciertos para decir que en Estados Unidos y en Europa lo están pasando bastante mal. Hay allí una situación de declinación. Estamos en un momento de cambio y los privilegiados se agarran con uñas y dientes para no perder sus privilegios. Por eso, aquí hay personajes que han pasado de la centroizquierda a la derecha. Periodistas a los que uno les tenía confianza se han convertido en personajes insoportables. Este es un momento difícil en que el campo popular tiene que multiplicar los esfuerzos para lograr que los avances logrados en esta década ganada se profundicen y no se estanquen o se pierdan. Yo suelo recordar una frase de Manuel Ugarte que decía que no hay nada más peligroso que una revolución a medias. Cuando se comienza a hacer cambios, el enemigo empieza a alertarse, a prevenirse. Si los cambios no se pueden profundizar o la dirección del campo nacional no tiene ambiciones de ir más allá, hay grandes peligros de declinación y retroceso. 

–Claro, porque el enemigo avanza.
–Sí, esos grupos han perdido privilegios, la redistribución del ingreso ha cambiado en pocos años. A pesar de que no ha cambiado tanto como durante el peronismo, que llegó al 56% para los trabajadores, ha cambiado bastante. Aunque la reactivación también les permite hacer negocios y los hacen, temen el protagonismo popular y tienen un odio de clase que es el mismo que los llevó a despreciar a las chusmas yrigoyenistas y al cabecita negra, a secuestrar el cadáver de Evita y a desterrar a Perón. 

–¿Cuál es el antecedente histórico de estos grupos? 
–Son los grandes privilegiados de la Revolución de Mayo, que eran los monopolistas frente al Plan de Operaciones de Moreno que hoy tanto se discute diciendo que es apócrifo y todas esas macanas. Moreno decía: "Desgraciados los países en que la riqueza está concentrada en pocas manos." «

Autodefinición

"Siempre le tuve desconfianza al radicalismo –dice Galasso– pero no he sido antialfonsinista a muerte como algunos peronistas. Tampoco soy peronista. Siempre fui un hombre de la izquierda nacional que reivindicó a don Hipólito y que apoyó a Perón. Sentí que Néstor Kirchner expresaba la democracia sobre todo cuando se tiró, cuando se lanzó sobre la gente. Esa es una imagen de él que me quedó muy grabada porque me pareció que ese acto era un acto de comunión con el pueblo. Por supuesto que apoyé el Juicio a las Juntas, pero allí participaron muchos personajes que luego tomaron otro rumbo. Siempre desconfié un poco del radicalismo a pesar de que mis tíos eran radicales y vengo de una familia radical por vía materna, pero ellos eran radicales de Yrigoyen, radicales que fueron a pedir armas el 6 de septiembre del '30 para parar el golpe. Reconocí algunas virtudes en Frondizi, que era un estadista, pero que prácticamente no pudo gobernar y cuya concepción política fue sometida por el desarrollismo de Frigerio. Mi viejo era de una familia socialista de izquierda y en su experiencia práctica me hizo ver muchas cosas. Él tenía un negocio de compostura de relojes en el que se vendían algunas joyas no muy importantes. Él me decía que durante el peronismo aparecieron clientas nuevas que eran las empleadas domésticas que venían del interior que antes sólo pasaban por enfrente en alpargatas y traje negro porque alguna vez habían tenido que teñirlo por un duelo en la familia y luego lo siguieron usando. Durante el peronismo aparecían una vez por mes, cuando cobraban, a comprar una pulserita o algo así. Eran más altas porque usaban tacos y tenían ropa de colores. 

02/02/14 Infonews 

Una nueva actitud Por Horacio González

Muchas voces autónomas y de larga trayectoria se hallan profundamente preocupadas por los deterioros producidos por la fuerza especulativa que lleva el nombre de un frecuentado fetiche, el dólar. Esas voces coinciden en que hay que lanzar una respuesta adecuada, novedosa y con capacidad de exhortar a la lucidez participativa de miles y miles de ciudadanos, que no coincidiendo necesariamente con algunas o muchas medidas puntuales del Gobierno, perciben que su desgarro empobrecería la vida de miles, la haría más egoísta e injusta. Es hora pues de ir pensando sobre la base de una corriente intelectual y moral que sin superponerse con organizaciones o grupos ya existentes, plantee el dilema que se le abre al país, de caer nuevamente en la hondonada que suelen cavar las antiguas elites dirigentes con argumentos de apariencia edificante, civilmente relucientes y hasta munidos de excelentes citas literarias, pero conducentes otra vez al abismo de una nación sin destino creativo, sumergida en la insalubre globalización, elogiada desde los paraísos fiscales y los editoriales del New York Times, réplicas pavlovianas de los que se escriben aquí.

Es este momento de extrema dificultad, en donde se ha tomado una medida que no se quería tomar. Primero analicemos esta situación, que hace al drama de la hora. Por cierto, la esencia de la política es ser lo que se es, sobre la base de lo que nos hacen los demás. “Somos lo que hacemos con lo que nos hacen los otros”, decía Sartre. Otra inigualable frase –“preferiría no hacerlo”–, es también suficientemente memorable y nada impide pensar con ella el drama del político. Pero interpretada no según una abstención o un actuar de circunstancias, con astutos readecuamientos a las condiciones que sean, sino como advertencia de que es de nuestra responsabilidad darse cuenta y dar cuenta públicamente de los escollos. Según como podamos explicarlos o esclarecerlos, el “preferiría no hacerlo” puede dar lugar no a un empecinamiento abstracto ni a su contrario, la carencia de esclarecimientos sobre lo que hacemos, sino a una recomposición razonada, critica y autocrítica de nuestros propios empeños. Una nueva corriente intelectual que se abra a la comprensión de los múltiples planos que escinden la actual realidad, es necesaria. Debe basarse en el reconocimiento de quién uno es, qué identidad efectiva surge de su autoexamen, pues nunca somos una continuidad palmaria de acciones, sino que somos lo que surge de cada acción específica fundamentada en su momento y lugar. Sabemos que fuerzas poderosas, casi como Superman pintado en una pared de Italia, menos melancólico que nuestro Eternauta, sometido hoy a toda clase de kryptonitas, actúan a la sombra y a la luz. Son hijas y sobrinas del día y de la noche, poseen ontología y fisonomía de esa grotesca mácula, “riesgo país”, ya reemplazada por otros estigmas más efectivos. Algunas de esas formaciones son muy antiguas, pues surgen de la historia misma de los máximos poderes vinculados con la locomoción agropecuaria del viejo país exportador de bienes primarios, pero ahora sostenidas en nuevas tecnologías, en articulaciones novedosas con el capitalismo financiero, que incluyen aspectos no estudiados antes, que fundamentalmente son vínculos entre el capitalismo especulativo y las ramificaciones online de la estructura financiera. A lo que se le agrega que también reproduce facsimilarmente la circulación financiera en el espacio-tiempo del capital mundial, esto es, la madeja comunicacional planetaria, el knowledge management y su capacidad de forjar nuevos núcleos de la personalidad cultural de los pueblos, de hacer de ellas mercancías revestidas de los legados culturales clásicos aunque ahora descalificados (ya que no hay nada que no esté al alcance de su reproducción real o imaginaria: ella es verdaderamente la que culturalmente vive devaluando).

En el breviario del político que pretenda una transformación, aunque sea mínima en un mundo lleno de acechanzas, la palabra sobre el reconocimiento de la dificultad debe estar presente siempre. Ese el punto de partida de un pensamiento que pueda abarcar lo que hoy parece inconmensurable: un conjunto de transformaciones importantes en cuanto a la autonomía productiva y cultural del país, que se dan desde el 2003, tuvieron distinta suerte, pues como no podía se de otra manera en cualquier proceso popular, contenían su propia falla, su propio accidente, su propia inconsecuencia, la porción de lo que quería combatir, incluso, dentro suyo.

Y sin embargo, por haber afectado en proporciones moderadas a los poderes económicos, culturales y comunicaciones ya instalados en su goce persistente, reciben una reacción que va desde la acusación moralista catastrófica al procedimiento de hostigar y flagelar al mercado con un “Banco Central paralelo” –como señaló Kicillof–, lo que introduce un sentimiento colectivo de ilegalidad y pánico en la vida cotidiana. Luego, será el Gobierno el acusado de impostura, encubrimiento, impericia, despotismo, corrupción estructural, carencia de republicanismo o ilegalidad. El acoso es total, se podría reescribir la Enciclopedia de Diderot con todos los hallazgos producidos por la maquinaria de denuestos, que parecen formar un “corpus científico” de embestidas a los gobiernos atípicos.

¿Entonces qué debería decir ante esto una actitud novedosa, de carácter colectivo, de naturaleza crítica, intelectual y moral? Que la política se ha convertido en un “bosque de símbolos”, sin que ninguna pieza de lo que antes se llamaba realidad histórica, haya dejado de existir y reclamar su porción de garantías, emplazamiento de derechos y creación de democracias autosustentadas –mejor que la expresión “empoderamiento”, que viene de los peritos de la globalización–. Pero todo, ya, cruzado de los espantajos prefabricados por la industria simbólica de devaluar gobiernos con las características antes señaladas.

Por tales motivos, una nueva actitud autorreflexiva, de reconocimiento de lo real sin más, para operar desde ahí nuevas movilizaciones y conceptos, no precisa ya –hay que decirlo– de la autojustificación permanente, del discurso sin fisuras, del a priori de la explicación complaciente. Hay que dejar que las razones propias sean porosas a la espesa e indócil realidad, sin proferir una jerga ya armada. Ante eso, es preferible una palabra que aunque puede estar descentrada, busque la autenticidad del momento quebradizo que se está viviendo. Todos sabemos lo que alivia la expresión “reconocimiento”, si la entendemos más profundamente. Saber ver la hendidura. Prepararse para ello. Hacer de las nociones efectivas sobre la gravedad del momento, un motivo de recreación cultural, de crítica y de reagrupamiento de los grandes legados de la vida popular, genuinos, democráticos, con sus momentos colectivos reformulando a la altura de los tiempos la leyenda nacional.

Muchas veces, estilos que sin dejar de ser populares se embadurnan de las ideologías televisivas dominantes, crean una brecha entre la vida cotidiana de miles y miles de personas y el discurso autojustificatorio que sin quererlo comienza a girar en el vacío. Eso no ayuda a comprender por qué se toman medidas, o se deben tomar medidas que hubiera sido mejor no tomar. Hacer política maduramente permite explicar el infortunio, en vez de dejarlo librado a comunicaciones facilistas, o alquimias que apartan el argumento necesario de lo que realmente está en juego.

Pero no se trata de que todas estas luchas artificiosas alrededor de un bien escaso, el dólar como entidad fantasmagórica –que sustituyen lo que hace un siglo podía explicarse por vía de la “lucha de clases”–, sean puestas en términos de operaciones que surgen de una racionalidad ya establecida. Son luchas oscuras, en los hechos desestabilizadoras, pero que no tienen conciencia de serlo porque así es la política en el mundo contemporáneo. Sometida a la paradoja de las consecuencias, que tan bien explicaron los viejos maestros de la teoría social. Se quiere una cosa sin querer producir el efecto contrario a ella. Pero se lo produce. Porque se hace política bajo formas limitadas de autoconocimiento, donde el ardid, la maniobra astuta y la fullería profesional sustituyen la visión empeñosa por descifrar los movimientos de la historia compartida.

Considero esto un acontecimiento que exige nuevos llamados, urgentes, para sostener lo que miles y miles de ciudadanos no creen que fue un engaño, sino un gesto profundo para darle mejores instituciones, sensibilidades e igualdades al país. Gesto salido de un magma difícil –la historia argentina– y sometido a algo más difícil aún: la posibilidad de anunciar cambios señeros en un país tan lastimado y tan retraído para aceptar lo que lo favorece, empleando el vituperio insensato en vez del reconocimiento realista de lo que está en juego. A cambio de eso, porciones de la población no pequeñas, actúan contra la posibilidad de una alianza conceptual que proteja el linaje más o menos reconocible del que tácitamente ellas mismas forman parte. Se incomodan justo en momentos, siempre tormentosos, en los que se anuncian cambios existenciales viables, en el colectivo de lo popular al que pertenecen y en el contexto fragilizado de la entera vida nacional. Decir todo esto hoy precisa una nueva corriente intelectual y moral que recupere la autonomía de la palabra y esté en condiciones de hacer un nuevo llamado a todos los que, estoy seguro, sienten que si esto se pierde, se asuelan sus vidas, nuestras vidas.

02/02/14 Página|12
 

La pelota no se filma Por Daniel Guiñazú. Periodista contacto@miradasalsur.com



Por Daniel Guiñazú. Periodista
contacto@miradasalsur.com

Futbol para Todos se lava la cara. Y también se despolitiza. La llegada a la producción de Marcelo Tinelli y de la ex Torneos y Competencias (ahora sólo denominada Torneos) implica bastante más que un cambio cosmético. Es el cierre de una etapa que arrancó a mediados de 2009, cuando Julio Grondona decidió romper el contrato que ligaba a la Asociación del Fútbol Argentino con TyC y el Grupo Clarín y aceptar al Estado Nacional como socio en el negocio de televisar el fútbol por pantalla abierta y gratuita.

Que cuatro años y medio más tarde se haya dado una vuelta en redondo y se haya retornado al mismo punto en cuanto a lo periodístico y a la producción televisiva, da la pauta de que algo no se hizo bien en todo este tiempo. Y que tal vez, por necesidades políticas del momento, se haya perdido una ocasión inmejorable de armar una estructura de excelencia que dejara en el pasado nombres e ideas, justamente, del pasado. A quienes asocian la marca TyC con los abusos, atropellos y arbitrariedades que se cometieron hasta 2009 para afirmar una marca y un modelo de negocios, no les causará ninguna gracia ver el próximo domingo a Mariano Closs y Sebastián Vignolo a cargo de los relatos de los partidos principales de la primera fecha del Torneo Final. Junto con el desplazado Marcelo Araujo fueron (y son) los narradores emblemáticos de la empresa que hizo lo que quiso con en el fútbol argentino entre 1993 (año de su integración con el Grupo Clarín) y 2009, el año en el que se quebró aquella sociedad que parecía imbatible.

En todo caso, la llegada de Closs y Vignolo, como la de Diego Latorre y Juan José Buscalia para los comentarios (aunque no se descarta la contratación de Juan Pablo Varsky, las negociaciones seguían febriles al cierre de esta edición), es una típica decisión al estilo Tinelli: cero riesgos, siempre apostando a lo seguro. La llegada de dos relatores probados y de dos comentaristas creíbles, que en ningún caso superan los 45 años de edad, rejuvenece la pantalla y asegura una imagen que ya no estaban en condiciones de brindar los desgastados Marcelo Araujo (66 años), Julio Ricardo (75) y Alejandro Apo (59), marginados por decisión personal del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, antes de sentarse a negociar con Tinelli la letra chica del nuevo tiempo. Ni mucho menos Javier Vicente, aquel que bajaba consignas políticas durante los relatos, algo que ahora parece desterrado para siempre.

“Quédense tranquilos que no van a tener que vender el invitado de 6,7,8 ni leer ningún papelito que venga de la Casa de Gobierno”, les dijo Tinelli a los nuevos periodistas contratados por su empresa IDS Sports (los que lograron permanecer, seguirán dependiendo de la Jefatura de Gabinete). Si el animador y empresario número 1 del show business argentino aceptó el convite oficial, fue porque Capitanich le aseguró independencia total en el manejo del aire de las transmisiones. La limpieza de la pantalla será absoluta. Ya no habrá más sobreimpresos con publicidad oficial, la que se volcará íntegramente en los entretiempos o las previas de los partidos. Sólo se hablará de fútbol y se mostrará fútbol. “Estética europea”, es lo que Capitanich le pidió a Tinelli.

Y es allí donde entrará a tallar Torneos. La empresa que alguna vez fue una buena idea de Carlos Ávila y que ahora pertenece al empresario estadounidense Fred Vierra y a los herederos de Luis Nofal (mano derecha de Ávila) en un 50%, a DirecTV en un 33,2% y al fondo de inversión DLJ Merchant Banking en un 16,7% retomará la producción y puesta en pantalla de los diez partidos del Torneo Final, como lo hacía en sus tiempos de gloria. Torneos no se mantuvo de brazos cruzados en estos años. Produjo todas las transmisiones de Fox Sports y DirecTV, las de fútbol de ascenso, básquet y boxeo de TyC Sports y las de la B Nacional por canales de aire de Capital e interior. Y tendrá a su cargo la producción integral de las trasmisiones del próximo Mundial de Brasil para la Tv Pública, TyC Sports y DirecTV. Un pulpo.

Torneos se comprometió a generar cada partido en HD utilizando 12 cámaras –inclusive dos carrileras en cada lateral de la cancha– y una cenital que sólo se empleaba para los Boca-River o las finales de Copa Libertadores. Además, pondrá a nuevo toda la estética de pantalla (aperturas, barridas, logotipos y música) y hasta habrá cambios en la vestimenta de los periodistas: saldrán uniformados de riguroso traje y corbata y con el nuevo logo del Futbol para Todos en el bolsillo de sus sacos.

El Estado Nacional parece haber hecho un negocio redondo con esta movida. Mejorará un producto cuestionado y, encima, ahorrará muchísimo dinero. En vez de los 687 millones de pesos que le abonaba a la productora La Corte, de los hermanos Pablo y Daniel Monzoncillo, por la producción periodística y técnica del Futbol para Todos, le pagará a Torneos escasos 24 millones. En esa suma está incluido el alquiler de los móviles a los mismos proveedores externos de antes. Debe saberse que ni Torneos ni La Corte tienen “fierros” (como se dice en la jerga televisiva a las cámaras, las luces y las antenas satelitales). Todo eso se alquila a empresas privadas que, en los ’90 eran poco menos que familiares y que, desde hace años, son verdaderos potencias, dueñas de tres o cuatro camiones de exteriores con equipamiento de última generación, que dan trabajo a cientos de técnicos.

De los diez partidos de cada fecha, siete saldrán por la TV Pública de viernes a lunes, dos por América TV y uno por Canal 9. Todo este paquete de señales llegará a los estudios que la productora La Corte montó en el barrio de Colegiales. La Corte seguirá siendo “el carrier” de Futbol para Todos. O, para decirlo mejor, la encargada de recibir y distribuir las imágenes de cada partido a cada uno de los canales que los ponen en el aire. Esto por ahora. Tal vez para el próximo Torneo Inicial, que dará comienzo en agosto, luego del Mundial de Brasil, toda esta operatoria pase por los estudios que Ideas del Sur (la empresa de Cristóbal López de la que Tinelli ahora es socio minoritario y presidente) tiene en el barrio de Chacarita o por los de Torneos en San Telmo. Se verá.

¿Se le dará paso a la publicidad privada para bajar costos y generar en el futuro alguna ganancia? Todavía no llegó ese momento. Más adelante, quizás sí. Seguirá en pie, mientras tanto, la consigna que alguna vez se le escuchó al ex presidente Néstor Kirchner (“el Futbol para Todos no está para ganar plata sino para hacer política”). Habrá que ver qué es lo que sucede el año próximo, cuando arranque la campaña para las elecciones presidenciales y el Gobierno quiere impulsar a sus candidatos.

Este miércoles, en el predio de la AFA en Ezeiza, se relanzará la versión 2014 de Futbol para Todos y se presentarán en sociedad las nuevas caras del proyecto periodístico. Pero también será la puesta en escena de un nuevo vértice de poder del fútbol argentino. La alianza Grondona-Tinelli no se detiene aquí. El presidente de la AFA ve en el animador, empresario y vicepresidente de San Lorenzo, el hombre ideal para sucederlo en 2015, cuando dice, sin que muchos se lo crean, que al fin dejará su cargo. Tiene todo: sensibilidad popular, carisma, talento para los negocios y ambición. Y a Tinelli no le disgusta la idea: es el showman número uno de la televisión nacional, el empresario top del espectáculo argentino y, tal vez, el hombre más popular del país. Si a ello le suma la presidencia de la AFA, tendrá la suma del poder público. O casi.

02/02/14 Miradas al Sur
 

Brasil: ¿se acabó el ciclo del PT? Por Emir Sader

La cantilena vuelve con cada elección. En 2006 no resultaba tan necesaria –según cálculos opositores–, porque el ciclo sería cortado en seguida de iniciado si, según preveían, después de la campaña mediática contra el gobierno y el Partido de los Trabajadores (PT), continuado con el estrangulamiento de los recursos en el Congreso, se daban concertadamente.

No tomaban en cuenta la astucia del gobierno de Lula, el que ya contaba con los buenos resultados de las prioridades otorgadas en lo social, que había acertado con justicia en sus políticas y podía derrotar de nuevo a la oposición. En 2010, entonces, los que teorizaban que era el lulismo el que aseguraba la continuidad del gobierno, se entusiasmaban con la posibilidad de volver a gobernar, amparados en la "científica" opinión del director de la encuestadora Ibope y en la burla que afirmaba que Dilma era un tronco.

La elección de Dilma permitió demostrar cómo el esquema de gobierno iba más allá del lulismo, manteniendo e intensificando el modelo económico-social. En el presente, ante la falta mal disfrazada de entusiasmo, la oposición apela a un supuesto "fin de ciclo del PT", lo que alentaría a los desalentados candidatos de la oposición a asirse de alguna esperanza para encarar la más difícil campaña teniendo en cuenta sus postulados.

El coro neoliberal en los medios entona: se acabó el modelo de crecimiento económico inducido por el consumo, por la distribución de la renta. Suma cierto terrorismo para que las tasas de interés sigan subiendo, apelando al argumento de un supuesto descontrol inflacionario. Propone abandonar el modelo económico y la vuelta a la centralidad del ajuste fiscal que llevó a Brasil a la profunda y prolongada recesión que Fernando Henrique Cardoso dejó como herencia a Lula.

Sabemos perfectamente lo que es "fin de ciclo", con el ejemplo del fin del corto ciclo del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de Cardoso, pese a sus amenazas de que estarían actuando durante 20 años, destrozando Brasil. La política económica de estabilización monetaria y de ajuste fiscal se agotó: Cardoso consiguió esconder la crisis de enero de 1999 y la renovada cuan arrasadora negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) –que hizo elevar la tasa de interés a 49 por ciento–, lo que le alcanzó para relegirse. Pero, de inemdiato la economía naufragó en una profunda y prolongada recesión, debiendo ser rescatada por el gobierno de Lula.

El apoyo al gobierno de Cardoso descendió al mínimo, no consigió hacer elegir a su candidato presidencial y de allí en más sólo enfrentó derrotas electorales. Ahora nada tiene para proponer cuando muchos de los candidatos del PMDB reniegan de su gobierno, mientras quien lo reivindica, resucita a aquellos que llevaron el país al pantano: él y sus seguidores corren el riesgo de ni siquiera llegar en segundo lugar en las elecciones de este año. Eso es agotamiento, "fin de ciclo".

En tanto, Dilma mantiene el apoyo popular, es favorita para relegirse este año, los índices sociales son mejores aún que cuando la economía crecía más, Lula continúa siendo el mayor líder político de Brasil, el PT mantiene la proyección de obtener el mejor resultado de su historia en la elección de gobernadores y para el parlamento.

Los problemas que el gobierno enfrenta no pueden ser superados sólo apelando al abandono del modelo que permitió al país crecer y simultáneamente distribuir la renta, como nunca había acontecido en la historia. Para su profundización, para quebrar al capital especulativo, debe contarse con un papel todavía más activo del Estado en la economía, para extender y penetrar más con las políticas sociales. No será así de abandonarse la actual estrategia y retornar a los paquetes de ajuste prometidos por los políticos de la oposición, con las duras consecuencias que conocemos.

No hay "fin de ciclo del PT". Dilma y Lula tienen la popularidad que le falta a Cardoso. El país no entró en recesión, como con el PMDB y la exclusión social que caracterizó a su gobierno. La mayoría de la población claramente prefiere la continuidad del gobierno del PT a las propuestas regresivas de la oposición. Brasil se prepara para una segunda década de gobiernos posneoliberales.

*Filósofo y sociólogo, miembro del Consejo Académico de Flacso-Brasil

Traducción: Ruben Montedónico

La Jornada, México

 

Ante el intento de un golpe de mercado

Por Enrique Lacolla

Cualesquiera sean las falencias del gobierno de Cristina Kirchner respecto a la instrumentación de un cambio de fondo para el país, la ofensiva oligárquica que se ha desatado contra ella obliga a cerrar las filas detrás de la Presidenta.

Las maniobras especulativas en torno al dólar no son otra cosa que una reedición de los golpes de mercado generados en Argentina en las últimas décadas y que han dado cuenta ya de varios gobiernos. Se trata de acorralar a la Presidenta, de infundir el pánico y de vaciar las reservas del Banco Central, nada menos, mientras se bloquea la exportación de la producción agraria que debería aportar una importante liquidación de divisas. Se busca así secar las reservas. Maniobras de esta naturaleza configuran un delito de traición a la patria.

Es una operación gangsteril, en la que confluyen la conspiración interna y la externa. Porque no puede ser casual que por estos mismos días prosigan las políticas de ajuste en los eslabones más débiles de la Unión Europea, se sostenga el mismo criterio en el resto del mundo y en Latinoamérica se arme una alianza del Pacífico que se apoya sobre puntos de vista económicos exactamente opuestos a los que mal que bien pugnan por una mayor autonomía de los países del MERCOSUR.. Aquí el capitalismo globalizador se ha engolosinado con la posibilidad de dar un golpe de furca a uno de los países latinoamericanos que habían levantado la cabeza después de poner un freno a las políticas devastadoras del consenso de Washington. El MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC son una amenaza para la implantación perdurable del sistema hegemónico al que aspiran los círculos financieros. Por definición estos son transnacionales, pero tienen en las herramientas bancarias, políticas, mediáticas y, en última instancia, militares, del mundo desarrollado, el poder ejecutivo que necesitan para imponer sus fines.

La actitud de los personeros de las entidades locales que concentran la riqueza en nuestro país, como la Sociedad Rural, Coninagro, la Federación Agraria, las transnacionales como la Shell -que no hesitó en comprar 3.500.000 dólares a un precio que superaba en un peso 25 centavos a la cotización oficial del dólar-, y la de los bancos que aceptaron tomar este último pedido, no puede ser interpretada como el resultante de una predisposición ingenua. ¿O acaso las manifestaciones de los señores Carlos Garetto, Luis Etchevehere y Eduardo Buzzi son una expresión de candor cuando dicen que el “campo” no tiene interés en liquidar las cosechas a 8 pesos (Garetto), que es mejor especular que producir (Etchevehere) o reconoce que es pobre en pesos, pero millonario en dólares (Buzzi)?

El movimiento Patria y Pueblo, perteneciente a la Izquierda Nacional, dice en uno de los párrafos del comunicado que sacó para comentar la actual crisis que “es el momento de entrar con las Fuerzas Armadas y de Seguridad a los campos, es el momento de incautarse del contenido de los silos bolsa, y es el momento de meter presos a los Garetto, los Buzzi y los Etchevehere” (1). Estamos de acuerdo con esta posición. Sólo que… mientras reivindicamos la necesidad de una resolución de este tipo no podemos dejar de especular no sólo acerca de la voluntad sino también de la capacidad del gobierno para adoptar un curso semejante.

Se ha perdido mucho tiempo y se han hecho las cosas a medias; el Ejecutivo se ha amputado los apoyos que podrían haberle suministrado presencia callejera para encarar el torbellino que esas medidas aportarían; se ha alienado el apoyo que una política más inteligente le podría haber allegado en el seno de las FF.AA., y se ha abstenido de dotarse de los instrumentos legales -como la reforma de la ley de entidades financieras y la reforma fiscal-, que podrían haberle aportado consistencia jurídica para implementar una política de este tipo. Naturalmente que se puede pasar por encima de esto y optar por proceder a través de decretos de necesidad y urgencia (tal y como hizo Menem para liquidar parte del patrimonio nacional), pero para eso hacen falta apoyos y una determinación que no sabemos si existe. El pasado no autoriza a suponer que lo no se hizo en diez años, cuando había ocasión de hacerlo, se haga ahora.

De cualquier manera, es inútil llorar sobre leche derramada. El dato esencial es que el país está confrontado a una maniobra que opera desde el ámbito financiero y exportador y que busca engarzar con la patología identitaria de parte de nuestra clase media. En la colisión entre el discurso de los grandes medios y el “relato” oficial, la disparidad a favor de la capacidad de impacto del primero es notoria. En especial porque viene sostenida por hechos brutales que sacuden la psicología colectiva de los sectores más vulnerables a este tipo de prédica, mientras que el “relato” abunda en afirmaciones llenas de buena voluntad y de buenos propósitos, pero que no disponen de igual parafernalia mediática y sólo tímidamente se concretan en actos.

Hay que resistir esta embestida y respaldar al gobierno en la medida en que este es la única fuerza que se interpone en este momento entre el curso latinoamericanista e industrialista incipiente del país actual, y el retorno de los mariscales de la derrota que nos sumieron en el caos y la regresión que imperó cada vez más en el país a partir de la contrarrevolución de 1955. De esto no cabe la menor duda. Pero ello no debe cegarnos respecto de la necesidad de que el gobierno vaya más allá de las actitudes reactivas y se plantee, así sea tardíamente, un programa de desarrollo estructural del país explicitado con franqueza

La presión que busca una brusca devaluación del peso responde al deseo de obligar al gobierno a “hacer los deberes” que dicta el FMI. Cosa que nos devolvería a los ‘90 y a la secuela de frustraciones y derrotas que, con alzas y con bajas, predominó durante casi medio siglo. Una devaluación favorece a los intereses oligárquicos, a la banca extranjera y a la burguesía portuaria agroexportadora e importadora, con la consiguiente depreciación del salario y un reajuste hacia arriba en la distribución de la riqueza..

En los últimos 50 años se produjeron las siguientes megadevaluaciones :

"en 1955, derrocado el general. Perón, se devalúa un 80%;

en 1958, triunfante Arturo Frondizi, un 347%;

en 1962, con el Plan Pinedo un 29%;

en 1971, con Lanusse como presidente, el 100%;

en 1975, con el “rodrigazo”, un 719%;

en 1980, a la salida de la famosa tablita de Martínez de Hoz, un 226%;

en 1989 a las postrimerías del gobierno de Raúl Alfonsín, un 2038%;

y a comienzos del 2002, con el corralito vigente y a la salida de la convertibilidad con Duhalde, un 214%.

La mera suma, sin potenciarla, da la escalofriante cifra del 3753%”. (2)

Nada autoriza a pensar que la actual vuelta de tuerca vaya a tener éxito, si se mantiene la cabeza fría. De momento se está no ante una mega sino frente a una minidevaluación. Quienes fuerzan el movimiento alcista del dólar se han propuesto llegar a la primera, si pueden. No es probable que sea así. La situación del país, con todos sus problemas, es incomparablemente mejor que en cualquiera de los momentos antes citados. Si el gobierno toma los cursos de acción pertinentes, esta mala fiebre tendría que pasar en cuestión de días.

La cuestión es, sin embargo, ¿hasta cuándo hemos de seguir soportando el chantaje de una casta parasitaria, especulativa y minoritaria que hace uso de sus recursos para tratar, constantemente, de retrotraer al país a la situación de dependencia en la que ella ha prosperado?

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1 - Patria y Pueblo, 29 de enero de 2014.
2 - Causa Popular, 29 de enero de 2014.

http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=362

Neoliberalismo y terror Por Damián Pierbattisti

Con la muerte de León Rozitchner no sólo perdimos a una de las cabezas más brillantes que produjera este país a lo largo de sus últimos cincuenta años de historia intelectual. Se fue con él la pertinaz preocupación por señalar permanentemente las huellas que el terror genocida dejó en nuestra sociedad. Terror cuya reactualización se trivializa de manera infantilizada en el bombardeo “informativo” de los medios dominantes, concentrados y hegemónicos de manera tan impune como manifiesta. Desde el articulado intento sedicioso de las policías provinciales, que no casualmente coincidiera con la fecha en la que se conmemoraban los treinta años de vida democrática, hasta la actual corrida cambiaria y la eventual reedición de un nuevo Rodrigazo, fantasma agitado comprensiblemente por la derecha pero imperdonable en cualquier militante o cuadro político que se reclame de izquierda, se percibe claramente la intención de construir una sensación de caos, ingobernabilidad y vacío de poder, cuyo objetivo estratégico apunta a debilitar al Gobierno en una nítida ofensiva destituyente. Diálogo, consenso, acuerdos plurales, intereses de la gente, constituyen expresiones lavadas donde subyace la advertencia del genial León: “Quieren hacer por las buenas lo que si no volverán a hacer por las malas”.

No se trata de generar miedo sino de instalar el terror. La psicoanalista Silvia Bleichmar remarcaba la distancia que separa ambos términos: mientras que el primero habilita la posibilidad de reaccionar poniendo en funcionamiento un mecanismo de defensa, el terror es disolvente; paralizante. Esta es la argamasa sobre la cual trabaja la ofensiva mediática. El deseo manifiesto por impulsar una corrida bancaria, y el terror que conlleva la disolución de las relaciones sociales mediadas por el dinero que supondría la espiralización de un proceso inflacionario, encuentra su retaguardia en la memoria histórica del bienio 1989-90; activo tan o más preciado que cualquier oscilación en el tipo de cambio. Ya nos enseñaron que sólo por medio de la legitimidad social que otorga ponerle fin a un hipotético descalabro económico, social, cultural, político y financiero sería posible introducir las reformas de mercado que promueven desde los diferentes sectores políticos que controlan y conducen. La instalación de una cultura del superviviente, en los términos de Elias Canetti, fue una de las resultantes del genocidio y de la “democracia aterrada”, como llamaba León al precario sistema democrático que nació amenazado por los mismos sectores que impulsan la ofensiva destituyente. El terror desestructurante que emerge salido de las peores pesadillas de nuestra historia reciente aparece reactualizado en la paulatina construcción de un intento desestabilizador editorializado y guionado desde la cadena privada de medios.

¿Cómo puede comprenderse, entonces, si sólo nos circunscribiésemos al análisis de la evolución de la rentabilidad de las diversas fracciones capitalistas de la estructura económica, que aquellos sectores concentrados que lograron ingentes fortunas en el curso de la “década ganada” (objetivamente para ellos) sean los fogoneros de la ofensiva desestabilizadora? Muy simple: porque una clase dominante para ser dirigente requiere ejercer el gobierno del Estado. No basta con conducir políticamente el descontento. En tal sentido es medular seguir de cerca la evolución del incipiente Foro de Convergencia Empresarial, donde el bloque de poder busca limar sus diferencias internas, con la intención de “trabajar junto a todas las fuerzas políticas presentes y futuras para consensuar un acuerdo de cumplimiento programático en este mismo año 2014”. Puesto que el objetivo que persigue la alianza estratégica de los sectores más concentrados de la economía doméstica es asumir el gobierno del Estado, el documento final propone lograr un acuerdo “que ayude a definir políticas de Estado básicas y estables para apuntalar la identidad de la Nación”. “La identidad de la Nación” es la identidad de esa clase propietaria para la cual el despliegue de las energías nacionales debe universalizarse bajo la forma de un liderazgo hegemónico que hoy no ejercen, pero que están dispuestos a recuperar. Esta cumbre del bloque de poder convoca a revisar el intenso 1988, las múltiples alianzas tácticas y estratégicas que se fueron produciendo en el bloque dominante y que tuvieron como objetivo estratégico producir el golpe de mercado de febrero de 1989.

La actual coyuntura exhibe, con singular nitidez, los límites estructurales que presenta el desenvolvimiento del proyecto político inaugurado en mayo de 2003. Estos nos remiten a “La inflación, la corrida cambiaria y la restricción externa”, como los describiera de manera magistral la colega Mónica Peralta Ramos en una columna del lunes 20 de enero en este mismo diario, que se derivan de una economía fuertemente oligopolizada, cuyos sectores más dinámicos son de capital intensivo transnacional. Pero al mismo tiempo emergen otras dos grandes limitaciones estructurales conectadas con aquellas que son inherentes a la estructura económica argentina. En primer lugar, ya no es sostenible el desarrollo del mercado interno y de un programa de industrialización sustitutiva, con las limitaciones y debilidades que con toda razón se le pudiesen objetar, con la vigencia del marco jurídico heredado de la hegemonía neoliberal puesta en crisis en diciembre de 2001. La pésima gestión de las empresas distribuidoras de energía eléctrica, que sin duda alguna intentan forzar su reestatización para acudir al Ciadi y cerrar un negocio redondo, refleja la tensión irresoluble entre la vigencia de un proyecto político anclado en una activa planificación estatal de la economía, en virtud de una incidencia positiva en la distribución del ingreso, y el código legal y normativo tendiente a consolidar la posición dominante de los sectores más concentrados de la economía doméstica.

En segundo lugar, resulta evidente la importancia que asume avanzar sobre el control estatal del comercio exterior. La provisión de divisas no puede quedar en manos de un puñado de multinacionales y de las patronales agropecuarias. Este es uno de los vectores determinantes desde el cual ejercen su enorme capacidad de veto el bloque de poder y sobre el cual descansa la posibilidad misma de continuar avanzando en la construcción de una sociedad más igualitaria y democrática. El Gobierno enfrenta no sólo el desafío de evitar que se erosione el poder adquisitivo del salario tras la devaluación, sino también la necesidad imprescindible de construir los instrumentos de intervención estatales necesarios que autonomicen la provisión de divisas que requiere el desarrollo de la industria nacional, así como el financiamiento de los diversos programas de protección social, de la buena voluntad de los exportadores de commodities agrarios.

La fuerza social de la que goza la ofensiva perfectamente coordinada del bloque de poder pone de relieve, al mismo tiempo, uno de los mayores obstáculos que debe enfrentarse para avanzar en la construcción de una sociedad más igualitaria: la crisis orgánica de la hegemonía neoliberal no tuvo su correlato en una fracción importante de la sociedad civil. El sentido común neoliberal, que independiza el destino personal de las condiciones sociales a partir de las cuales aquél se construye, goza de la salud que equivocadamente se pone en cuestión; y no sería tan paradójico pensar que se fue consolidando a medida que fue creciendo el mercado interno por medio del incremento del consumo masivo. Aquello que de forma laxa da en llamarse “clase media” gira en torno de ciertas expectativas de movilidad social ascendente, fuertemente individualizadas e individualizantes, donde se cristaliza de manera manifiesta la tesis que sostienen los investigadores franceses Christian Laval y Pierre Dardot en su brillante ensayo La nueva razón del mundo: la fuerza del neoliberalismo descansa en su acabada articulación con un proceso civilizatorio.

Por tal motivo, una de las principales batallas que determinará el curso de los acontecimientos se continúa librando en la esfera de la cultura, en la fuerza social que se construya para enfrentar la determinación material y moral del bloque de poder para torcer la direccionalidad política cristalizada en el gobierno del Estado y en la legitimidad social que continúa girando en torno del centro de gravedad que atraviesa a la confrontación que se abrió desde mayo de 2003 hasta la fecha: el Estado debe intervenir en los procesos económicos, teniendo como objetivo construir niveles de igualación social cada vez más ambiciosos y elevados o, por el contrario, debe ser el funcionamiento del mercado, despojado de toda intervención y regulación, el que asigne y distribuya el excedente social. Lo que está en juego no es el retorno al 2001, sino la resolución de la crisis orgánica que allí se produjo.

* Sociólogo. Investigador del Instituto Gino Germani/UBA/Conicet.

02/02/14 Página|12