domingo, 12 de enero de 2014

El trabajo esclavo porteño

El cierre y vaciamiento de la textil Mónica Mariel Bolo, que hacía vestimentas para Cheeky, Wilson, Yagmour, Montagne y Stone, dejó al descubierto las condiciones inhumanas de trabajo de decenas de empleados. Si no querés, no vengas más”, es la muletilla preferida de Mónica Mariel Bolo, dueña de una fábrica textil que lleva su nombre, ubicada en Zañartú 607. Le encantaba decírsela a los 85 trabajadores que tuvo en situaciones de enorme precariedad y que desde diciembre están en vigilia en la puerta denunciando que Bolo no les pagó los últimos meses de trabajo, cerró sin previo aviso y sin indemnizar y vació el taller en un fin de semana. La fábrica había empezado desde febrero a hacer vestimentas para, entre otras, las firmas Cheeky, Wilson, Yagmour, Montagne Prestige y Stone. Para reclutar oficiales maquinistas había acudido a una radio, La Favorita, con un aviso pago que explicitaba que necesitaba empleados con experiencia y que el trabajo era “en blanco”. Entre los que ingresaron en esa primera camada está Shirley, que, desde el cierre del taller, es delegada: “Me probaron y me confirmaron en el instante que empezaba a trabajar al día siguiente. Mónica era la que estaba siempre allí, encima nuestro, viendo cómo estábamos trabajando; y también era la que nos metía presión, más que los encargados, porque decía que era ella la que pagaba y que los encargados eran como nosotros, empleados. Era también la que pedía siempre más producción y exigía que nos quedáramos más horas. Como necesitábamos ganar un poco más, siempre accedíamos. Yo estoy desde el principio y me había dicho que mi horario era de 7 a 17, pero a los que ingresaron después, directamente les decía que el horario era de 12 horas, de 7 a 19”. Lourdes es de las trabajadoras que ingresó después: “Yo empecé en julio, la fábrica empezó en febrero. Llegué por un aviso de una radio. Me dijeron que iba a trabajar por hora, y que para empezar me pagarían $20 la hora. Desde un principio, me habían dicho que serían 12 horas, de 7 a 19. El primer mes cumplieron con el pago. Cobré $ 5.500, en efectivo y con un recibo trucho que decía que trabajaba media jornada. Ni siquiera nos dejaban leer lo que firmábamos; nos apuraban y decían que si no firmábamos nos podíamos ir. Ya al segundo mes, cobré menos ($ 4.600) porque hubo feriados y no se pagaban. Obviamente, sabíamos que sí se debían pagar. Pero, además, nos hacían trabajar los sábados para recuperar los feriados. Yo les preguntaba ‘si son feriados y no se pagan, ¿por qué voy a venir a trabajar?’ Pero había compañeros que venían. Y la respuesta era siempre la misma: ‘Si no querés, no vengas más’”. Todos entraban a las 7 y estaban las doce horas sentados frente a una máquina. Sólo paraban para un desayuno de 15’ que les daban a las 9: un té con un pan (cuando el estatuto del sector exige que sea leche) y para el almuerzo a las 12, de media hora, escalonado por sector donde cada uno debía traerse su comida de su casa. El trabajo era en cadena y hacían las prendas desde cero. Para eso les exigían experiencia como oficiales, aunque sus recibos indicaran otra cosa para eludir pagos al fisco de forma aún más alevosa. “El último mes empecé a tener que levantarme para repartir los cortes –observa Lourdes– porque habían echado al encargado del sector que era quien repartía los cortes y se ocupaba de acercarnos las telas y decirnos cómo debían ir”. También era quien les decía cuántas prendas tenían que hacer. “Nos pedían 500 prendas por día, pero es imposible, sólo llegábamos a 100; no eran prendas fáciles”. El lugar no estaba en condiciones. Era una casa de dos plantas que en la planta baja tenía una mesa de corte y, a la derecha, dos sectores del taller. Hacia el fondo, todo un sector con máquinas y apenas espacio para caminar. En la planta de arriba, una mitad la ocupaban más máquinas y la otra mitad era la vivienda de Mónica. Había dos baños para los 85 trabajadores, en el aire había polvillo y no les daban barbijos. No fichaban; un encargado marcaba en un papel el horario de entrada y salida de cada uno y no les quedaba registro a los trabajadores del horario que hacían (algunos lectores también se preguntarán para qué, si más allá de que les corresponde, en definitiva les hacían hacer siempre 12 horas). Si alguno pretendía irse, por ejemplo, a las 17, como habían pactado los que habían entrado primero, les exigían que se quedaran hasta las 19 “porque había que entregar las prendas” y, si no, la muletilla de Bolo recordándoles la fragilidad de su relación laboral. Entonces, todos se quedaban. Casi de manual, el problema comenzó cuando en septiembre la empresa comenzó a retrasar los pagos de salarios. Les daban de a puchitos. Los trabajadores reclamaron cuando se les debió un mes y pidieron también sus aguinaldos. La empresa respondió despidiendo a nueve trabajadores. En ese momento, los empleados de la parte superior del edificio se plantaron pidiendo su reincorporación. “Ahí Mariel llama a su abogada, y nosotros al sindicato”, recuerda la delegada. Llamaron al Soiva, que nunca se había presentado antes para chequear las condiciones laborales de estos agremiados, pero encontraron como respuesta sólo que debían reclamar que se reflejara en sus recibos que trabajaban jornada completa y el cargo real (oficiales). Con abogados presentes, la dueña del taller se comprometía a darles un vale el lunes y que el 19 de diciembre cancelaría la deuda con los despedidos. Quedaron en que el lunes 9 se iba a trabajar. “Eso fue un viernes –recordó Shirley– y cuando llegamos el lunes estaban las puertas cerradas con un cartel que decía que se había cerrado. Al vernos en la puerta, los vecinos se acercaron a decirnos que en el fin de semana habían llegado varios camiones de mudanza y se habían llevado todas las máquinas”. En ese momento decidieron quedarse y acampar en la puerta. Al día siguiente, el esposo de Mariel salió a decirles que pensaron que iban a tomar la fábrica y que por eso sacaron las máquinas de ahí. Pero también intentó sacárselos de encima diciendo que debían reclamarles a las marcas. “No nos molesten a nosotros”, les dijo. El miércoles, desde la ventana, Mariel y su hija los insultaron y llamaron a la Policía para que las ayudaran a irse, sin dudar en golpear a los trabajadores explotados para abrirles lugar. Los trabajadores comenzaron a organizarse. Shirley nunca había sido delegada ni sabía sobre organización sindical: “Por mi carácter, fui elegida por los compañeros para representarlos junto a otra compañera. Nunca había tenido un problema así. Nunca pisé un juzgado. Y es porque se dio así que estoy aprendiendo de leyes y derechos. Ahora hay mucha gente ayudándome a ver cómo puedo ayudar a solucionar esto. Y ahora sé cómo tengo que defender los derechos de mis compañeros. No insulto a nadie, no amenazo, sólo digo lo que pasó”. Shirley recibió amenazas de la abogada de la dueña tratando de silenciarla advirtiendo que le enviarían cartas documento si seguía haciendo declaraciones públicas, a lo que respondió que sabía que podía decirlo porque sabía perfectamente lo que pasaba. “Yo lo padecía ahí mismo. Acá nos adeudan desde octubre. Nosotros acatamos las leyes y levantamos el acampe como pedía la conciliación obligatoria. Sólo dejamos a algunos compañeros en vigilia para que no saquen lo que queda. Es la única garantía. Quedan pocas máquinas y toda la mercadería de las marcas… La Alameda nos está ayudando. Gustavo Vera vino varias veces a la vigilia y nos asesora. Nos está llevando por un buen camino. El sindicato jugaba con la patronal y arreglaba reuniones por atrás de nosotros. Nunca se metían a ver las condiciones en que trabajábamos y esperaron a que nosotros los llamáramos por aquel despido para venir y decirnos lo poco que dijeron”. Gustavo Vera es diputado por UNEN en la Legislatura porteña e integrante de La Alameda, una organización con representación gremial que, desde sus inicios, denuncia la trata de personas, los abusos a trabajadores y el trabajo esclavo. En diálogo con Miradas al Sur, Vera sostuvo: “El caso de la textil Bolo es un caso típico de estrago laboral con trabajo forzoso, que se maneja con un recibo laboral que acredita cuatro horas cuando en realidad trabajan 12 y les pagan mucho menos de lo que indica el convenio colectivo de trabajo, no les pagan horas extras y les desconocen sus derechos. Es un caso de trabajo forzoso con fraude laboral para poder engañar a los inspectores, cuando vienen”. Respecto del accionar del sindicato, Vera sostuvo que “Soiva jugó abiertamente para la patronal durante el conflicto hasta que los trabajadores tomaron el Soiva. Desde hace mucho tiempo viene jugando en forma bochornosa a favor de las patronales. No por casualidad una gran parte de las comisiones internas fueron recuperadas con direcciones alternativas a la de Soiva; algo que crea una situación de doble poder dentro del Soiva, donde por un lado está el poder formal, el del aparato, el de una burocracia totalmente desgastada y entongada con la patronal, y por el otro lado, las comisiones internas con un movimiento importante y un apoyo muy fuerte a los trabajadores de esta textil”. Según descubrió La Alameda, en la CABA hay 104 marcas denunciadas en el Juzgado Federal por violación a la ley de trabajo a domicilio y a la ley de migraciones y, en varios casos, por trata de personas con fines de explotación laboral. Vera recordó la megacausa donde se hallaron culpables a responsables de talleres clandestinos pero reconoce que hay más talleres “en otros juzgados”. También recordó que el 30 de diciembre de 2013 hubo una primera sentencia con varios imputados talleristas de firmas como Montagne, Lacar, Rusty y Kosiuko donde dieron penas de entre 9 y 30 años de prisión y se realizó un decomiso de máquinas que serán dadas a la comunidad para dar servicio a la sociedad que van a determinar en los próximos meses. “Hay alrededor de 3.000 talleres clandestinos en la ciudad. Talleres que trabajan para las grandes marcas o para La Salada, y algunos, para los dos". Según indica un informe de La Alameda, lo que invierte la marca en la confección de una prenda es el 20% del valor final que tiene esa marca en el local; un porcentaje compuesto por el 5% en el costo de confección de la prenda y un 15% en lo que es insumos (básicamente el corte y materia prima), y donde los valores restantes quedan en intermediarios, franquicias, impuestos y un alto margen de ganancia que en la mayoría de los casos supera el 30%; rentabilidad mucho más alta que en cualquier otra rama de la economía donde lo habitual es un 8%. La marca Cheeky pertenece a la familia Awada, y Juliana, la esposa del jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, está incluida y según marca la ley, es corresponsable de esa explotación y por esos trabajadores. En la marca Awada, de la que es única titular, se encontraron casos de trabajo esclavo que desde La Alameda denunciaron en juzgados federales. “En el caso de Cheeky son agravadas, porque en 2007 lo denunciamos junto con la Defensoría y en 2012 volvimos a reiterar la denuncia, esta vez acompañados por la secretaría de DDHH de la CGT. Y en caso de Juliana Awada, denunciamos dos talleres clandestinos, que estaban en Villa Ballester en 2006 y uno más en 2009 en Capital Federal”, sostuvo Vera, que acusa al gobierno porteño de hacer la vista gorda y revela que muchas de las denuncias que disparan las investigaciones no provienen de un costurero explotado sino de un vecino común y corriente; que no saben concretamente cuál es la marca específica que está trabajando en ese taller pero toman luego conocimiento por empleados de agencias, tanto comunitarias como de la Secretaría de Trabajo, que entre los listados de los varios cientos de talleres que les pasaron, encontraron uno bastante bochornoso que era de Juliana Awada y que no hicieron público. “Hubo inspectores que descubrieron talleres clandestinos de Awada y no indicaron públicamente cuáles eran. Nosotros tenemos filmados por dentro los talleres de Awada, varios de los de Cheeky y, frente a los cuales, en general, el Gobierno de la Ciudad tuvo una política de encubrimiento”. Para Vera, debería generarse un sistema de auditoría que fuera obligatorio y que reflejara un poco el modelo que el INTI impulsó en 2007 que se llamaba “Compromiso Social Compartido”. Se trataba de un programa que invitaba a todas las marcas a dejarse auditar en toda su cadena de valor, para que certificaran que están libres de trabajo esclavo. “Estamos proponiendo que sea de carácter obligatorio, que esté bajo la tutela del Ministerio de Producción y controlado y fiscalizado por la Legislatura. Y que quienes no se auditen tengan una escala de sanciones que vayan desde multas o restricciones al crédito hasta la imposibilidad de operar en el ámbito porteño hasta que no regularice su situación”, reclama el diputado y advierte que no sólo debería tratarse de una multa sino que además debe hacerse público desde la Secretaría de Empleo o a través del Ministerio de Producción el listado de marcas que no estén cumpliendo los requisitos y que no estén confeccionando según las normas de higiene y seguridad básicas y elementales. “Pero veo que en la Ciudad de Buenos Aires no hay una política activa para combatir la trata y las mafias. Encontramos situaciones graves donde, además de los talleres clandestinos, tenemos 1.200 prostíbulos, cientos de puntos de venta de droga. Desde el Gobierno de la Ciudad nadie lleva una política activa para erradicar esto”. En el caso puntual de los obreros textiles de los talleres que esta semana cortaron cruces viales para hacer visibles sus reclamos, ya que ninguna de las marcas ni la dueña de la empresa se presentaron en las audiencias, están investigando por qué y adónde se llevaron las máquinas: “Sabemos que Bolo recibió de las marcas un monto de dinero el día que debía pagarnos. Pero a ella no le dio la gana de pagarnos y se fugó”, dijo la delegada Shirley, que afirmó que ya tienen algunos datos pero que necesitan confirmar antes de hacer públicos. Respecto de sus lazos con el sindicato, dijo: “Todavía creemos en el sindicato, que está para defender a los trabajadores, pero ya veremos cómo se resuelve todo. A la larga, todo se sabe”.

Proyecto Nacional y teoría de las transiciones

Año 6. Edición número 294. Domingo 05 de enero de 2014 Por Eric Calcagno, diputado Nacional (FpV-PJ) y Alfredo Eric Calcagno, Doctor en Ciencias Políticas politica@miradasalsur.com En los últimos tiempos se ha hablado mucho de transiciones políticas, sobre todo referidas al gobierno nacional y a las elecciones de 2015; pero no se ha aclarado en qué consisten ni hacia adónde se encaminan. Según el diccionario de la Real Academia Española, transición es “la acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto”. Para juzgarlas debe saberse de dónde se parte y adónde se quiere llegar. El tema es trascendente y conduce a valorar, entre otros factores, al modo del desarrollo histórico que encuadran las transiciones; entre las formas posibles figuran la lineal y la cíclica. Las doctrinas “lineales” conciben a la historia como un desarrollo continuo, a través de etapas. Las doctrinas históricas “cíclicas” sostienen que las etapas se repiten por razones sociales y culturales. ESTILOS DE DESARROLLO. Para entender la situación, es útil recurrir a los estilos de desarrollo como categoría de análisis. Se definen como procesos de crecimiento y de cambio, que expresan la aspiración por una sociedad mejor (Marshall Wolfe, El desarrollo esquivo). Así se incorporan al análisis de la realidad, elementos de poder político y económico, y factores sociales, tecnológicos, sectoriales y regionales, que configuran el tipo de sociedad a la que se quiere llegar. Se supera en mucho el mero análisis económico. El estilo de desarrollo es entonces la opción política, social y económica adoptada dentro de un sistema y estructura determinados. En el ámbito económico, se lo define como “la manera en que dentro de un determinado sistema se organizan y asignan los recursos humanos y materiales, con el objeto de resolver los interrogantes sobre qué, para quiénes y cómo producir los bienes y servicios” (Aníbal Pinto, Revista de la CEPAL n° 1, primer semestre de 1976). Como hipótesis, pueden considerarse tres sistemas (capitalismo liberal, economía mixta y socialismo) y tres estructuras (desarrollo, semidesarrollo y subdesarrollo). Resultan así nueve casilleros, con límites borrosos y con gradaciones, aun dentro de un mismo casillero. Dentro de estas zonas y moviéndose entre ellas, a veces siguiendo trayectorias laberínticas, se ubican los estilos de desarrollo. Como son procesos dinámicos, los países pasan de un casillero a otro, y en cada caso se produce una transición. Veamos entonces cuáles son las transiciones posibles en la actual situación argentina. LAS TRANSICIONES. El gráfico diseña un mapa en el que se ubican los estilos de desarrollo: se localizan dentro de los casilleros 1 a 9 y, según sean las circunstancias, pueden quedar anclados en un casillero o desplazarse de uno a otro. Por supuesto, existe una pluralidad de soluciones viables, pero en el caso argentino actual existen dos posibles trayectorias principales: una significa el retorno al ciclo neoliberal, con la transición desde la economía mixta semidesarrollada (casillero 5) hacia el capitalismo neoliberal subdesarrollado (casillero 3); y el otro el avance desde la economía mixta semidesarrollada (casillero 5) hacia la economía mixta desarrollada (casillero 4). En un caso se repetiría el ciclo que culminó en la crisis del 2001, y en el otro continuaría el avance en la trayectoria comenzada en 2003. El grafico muestra que la disyuntiva es tajante y no admite matices. Se marcha en un caso hacia el neoliberalismo subdesarrollado (o en el mejor de los casos semidesarrollado); y en el otro, hacia una economía mixta desarrollada. Las trayectorias son absolutamente divergentes. Con la primera se llega al neoliberalismo de 2001 y con la segunda al Estado de bienestar comenzado en 2003. Otra vez se enfrentan la década pérdida (1991-2002) con la década ganada (2003-2013). En el análisis de las transiciones debe responderse a la pregunta de en qué medida y bajo qué circunstancias se produce la circulación entre sistemas y estructuras. Los estilos de desarrollo pueden representar un proyecto nacional; o simplemente reflejar la inercia, o satisfacer nuevas presiones internas; o someterse a imposiciones externas. En definitiva, a las decisiones que determinan las transiciones, las adoptan las fuerzas que ejercen el poder institucional y de hecho. Las transiciones no se producen por generación espontánea. El anclaje en una estructura o sistema, o su evolución o involución, depende ante todo de las relaciones de fuerzas que se establezcan en el plano político. Deben cumplirse además importantes requisitos, entre los que sobresalen la base humana y cultural, la escala de valores aceptada, la dotación de recursos, la educación y la tecnología. También actúa el azar como factor de aceleración o retardo: si el ballotage de 2003 hubiera sido entre Menem y López Murphy (como estuvo a punto de suceder), tal vez se hubiera perdido otra década. LO FUNDAMENTAL Y LO ACCESORIO. Uno de los mayores vicios de la política de la oposición consiste en confundir lo fundamental con lo accesorio y en ocuparse de lo formal mientras se ignora lo sustancial. Por eso magnifican lo intrascendente y el cortísimo plazo y no se ocupan de lo importante ni del mediano y largo plazo. Sobre esas bases se generan dos modelos de país muy diferentes. En el neoliberal, el predominio del establishment, con la globalización y el funcionamiento estricto de las reglas del mercado, genera un país próspero para los privilegiados, con grandes desigualdades en la distribución de la riqueza, el ingreso, la palabra y el conocimiento; es un modelo de exclusión. Aspiran a repetir el ciclo neoliberal. Además, si se examina quiénes son sus verdaderos líderes, se advierte la justeza de la definición geológica de “terreno de transición” como “el terreno sedimentario donde se han hallado fósiles primitivos” (Diccionario de la Real Academia Española). Suena paradójica la renovación de los fósiles. A su vez, en el modelo de desarrollo con justicia social, se establecen como orientaciones básicas el pleno empleo, la reindustrialización, la integración nacional (social, física, regional), la mejor distribución del ingreso, la palabra y el conocimiento, y la integración sudamericana. Nuestra transición es hacia la profundización del modelo de desarrollo con inclusión social aplicado desde 2003; en la próxima etapa significará un importante avance hacia la vigencia plena del Estado de bienestar. Cada uno de los caminos que se bifurcan generarían diferentes estructuras de país, con beneficiarios y perjudicados muy diferentes. Ahora, lo importante es no confundirse; y para muchos, no obrar en contra de sus propios intereses: la mayoría de las conquistas logradas pueden ser duraderas si se trabajan, mejoran y militan día a día. No hay fatalidad en el destino de las sociedades, si prima la política por sobre la economía, el interés general por sobre los intereses particulares, la construcción del Proyecto Nacional por sobre los numerosos condicionamientos corporativos.

Precios cuidados… por sus dueños

Miradas al Sur realizó una recorrida por los principales supermercados de la ciudad de Buenos Aires y enfrentó los límites que los supervisores y vigilancia imponen a quienes solicitan información sobre la lista de productos. Precios cuidados, tal como fue bautizado el acuerdo de caballeros entre el Gobierno y los supermercadistas fue interpretado por algunos comercios como la posibilidad de vigilar a los clientes y no a los precios. Concretamente, el viernes a las 14.30, quien escribe estas líneas fue al Jumbo de avenida Santa Fe al 4900, en el barrio de Palermo con una lista de los precios acordados y personal de vigilancia tuvo la precaución de impedir la tarea. La excusa: “Puede ser de la competencia”. La solución: “Hay que pedir autorización a Cencosud por escrito”. Del otro lado de la cordillera, el alemán nacionalizado chileno Horst Paulmann es conocido por impedir la organización sindical y manejar sus negocios tal como aprendió de su padre, juez de las temibles SS durante el nazismo. Jumbo, por desgracia, no fue el único súper que evitó la tarea de esta cronista. Volviendo a los precios, el acuerdo lleva seis días desde su implementación y todavía presenta irregularidades. Hay supermercados que no respetan los importes pactados, falta stock y, en muchos casos, los carteles indicativos simplemente no están o son fotocopias que no facilitan una buena visualización. Cuando no, se molestan cuando se va como simple ciudadano a querer constatar los costos, con lista en mano. No existen folletos para darle a la gente y los afiches con los listados no aparecen en las puertas. La recorrida de Miradas al Sur fue por Jumbo, Coto y Carrefour y constató que los carteles indicativos están en blanco y negro, lo que dificulta una rápida ubicación de los artículos en cambio de la señalización establecida con flechas de color celeste, rosa y verde. Según el acuerdo firmado, la buena visualización es crucial para que la medida tenga efecto. En el Jumbo mencionado de avenida Santa Fe, unos pocos artículos respetan los precios, con la particularidad de que los aceites están por debajo de lo fijado. En este caso, los carteles sí presentan los colores pero el precio del atún La Campagnola de 170 gramos, que figura en el acuerdo, no está señalizado. Además, la lista con los 194 productos no se encuentra, como debería, en el ingreso del hipermercado, como tampoco hay folletería respectiva. Los tomates redondos no escasean y respetan los $11,50 el kilogramo. La manzana Red, no incluida en el pacto, figura a $9,99 el kilo y así es más económica que la del acuerdo a $11,15. Tal como decía el inicio de esta nota, la recorrida fue breve por la intervención del personal de seguridad. Tras contarle este acontecimiento a Héctor Polino, presidente de Consumidores Libres, afirmó: “Si no dejan entrar con la lista, violan el acuerdo. Deberíamos ir todos con los precios impresos y registrar que cumplan lo que se comprometieron”. Por otra parte, un empleado del Carrefour de Recoleta, ubicado en Vicente López al 1600, y que pidió confidencialidad de su nombre, indicó que los gerentes de esa sucursal acumulan productos en los depósitos y no los reponen en góndolas cuando hay faltante de mercaderías. En una sucursal de Carrefour, de avenida Santa Fe al 3300, en el barrio de Palermo, también hubo problemas para la recorrida de esta periodista. El pasado viernes 10, pasadas las 13, dos supervisores y un agente de seguridad privada, al ver que llevaba la lista en la mano, preguntaron si era miembro de alguna asociación. De inmediato, informaron que era preciso tener autorización. Se comunicaron con un supervisor, fueron a una oficina y dijeron que estaba autorizada a hacer la recorrida. En esta sucursal, el listado pegado en la puerta de entrada como indica el convenio tenía carteles fotocopiados y no con los colores correspondientes. La Coca Cola de un litro y medio que figura en el acuerdo no estaba. Sí había de 2,25 litros, ausente en el tratado. En cuanto a los cortes de carne vacuna, faltaban la tapa de asado, la marucha y el roast beef). El único producto acordado de carnicería era la carne picada común a 26 pesos. Los fideos mostacholes Manera de 500 gramos tenían un costo de 7,99 pesos cuando deberían figurar a 7,40. En la sucursal de Coto ubicada en Curapaligüe y Alberdi, en el barrio de Flores, aunque ocupa toda la manzana, la lista de precios no está en ninguna de sus entradas ni salidas. Grandes carteles con promociones coloridas dan cuenta de precios, descuentos y bonificaciones con tarjetas de determinados bancos, según el día de la semana. Del acuerdo Precios cuidados no se anuncia ni se ve nada. Respecto de esto, Héctor Polino dijo: “Los descuentos y promociones no alcanzan a los artículos del listado de Precios cuidados. Puede ocurrir que productos de las promociones sean más baratos que los del convenio”. En la mencionada sucursal de Coto los carteles también estaban en blanco y negro. Sin embargo, la mayoría de los artículos acordados estaban en este comercio. En cuanto al azúcar, solo había Ledesma –siendo tres las marcas acordadas– y a precio mayor: $ 8,29 en cambio de $ 7,30 como está en el acuerdo. Las galletitas, carnes, gaseosas y artículos de limpieza se encontraban en variedad y con los precios acordados. Alfredo Coto, presidente de la Asociación de Supermercados Unidos (ASU), en la reunión que tuvo con el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, afirmó ese mismo viernes a la mañana que “podría haber problemas en el precio del tomate por condiciones climáticas”. Sin embargo, en esa sucursal de Flores en ese horario había abundante cantidad de tomates, los redondos al precio acordado y los perita, incluso, más baratos. Más datos. El programa incluye 100 productos: 31 de almacén, 8 bebidas, 12 cortes de carne, 12 lácteos, 9 artículos de limpieza e higiene, 10 de perfumería, 10 de verdulería, 5 de panificación y 3 de librería. Polino señaló que el acuerdo no comprende artículos para celíacos –un 10% de la población– como tampoco está contemplada el agua mineral, indispensable ante los cortes de electricidad. Capitanich admitió que hay faltantes por “las ventas de diciembre, que han sido récord y los feriados”. A su vez, Juan Vasco Martínez, directivo que representa a las cadenas nacionales Coto, Jumbo, Vea, Disco, Día, La Anónima, Josimar, Carrefour, Walmart y Changomas sostuvo el miércoles pasado que “en siete días tiene que estar con altísimo nivel de cumplimiento la propuesta de precios acordados”. Es de esperar, entonces, que el miércoles próximo la recorrida de esta cronista encuentro todo como debe ser. El listado de productos, con los precios acordados entre el Gobierno, los supermercados y los proveedores se puede consultar en la página web wwww.precioscuidados.com y los reclamos o consultas pueden evacuarse a través del teléfono gratuito 0-800-666-1518. Por su parte, Polino aconseja a los consumidores que pidan el libro de quejas del hipermercado para dejar asentado los reclamos y luego llamen a la línea gratuita. El pacto entre el Gobierno y los diez grandes hipermercados (Coto, Jumbo, Vea, Disco, Día, La Anónima, Josimar, Carrefour, Walmart y Changomas) junto a 65 empresas productoras, entró en vigencia en los supermercados de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano, el pasado lunes 6 de enero. Con posterioridad se incorporaron los supermercados de la costa atlántica y mañana lunes 13, los supermercadistas chinos volverán a reunirse con el secretario de Comercio Interior, Augusto Costa, para presentar un listado más acotado de los artículos que podrían mantener en sus costos actuales por un año. “El consumidor también tendrá que moverse, informarse, conocer. La gente va a tener que empezar a cuidar los precios junto al Gobierno”, convocó Costa. Proteger el bolsillo es una tarea conjunta, entre empresarios, funcionarios y consumidores que implica buena voluntad y controles. Como decía Juan Perón:” El hombre es bueno, pero si se lo vigila es mejor

Que culpa tiene el tomate-Quilapayun. (Que la tortilla se Vuelva)


La crisis, los liderazgos y el futuro: el mundo del siglo XXI

24.09.2011 Info News Info News Por: INFOnews Por Romina Manguel y Deborah Maniowicz –La inestabilidad actual ¿es la respuesta a la globalización? Mariano Aguas: –La globalización no tiene por qué producir estabilidad o inestabilidad. Tal vez lo que nos muestra esta crisis es que las formas que adopta la globalización, o algunas de las formas que ha adoptado hasta ahora, se están agotando. La globalización existe y eso es innegable. Ahora, qué está pasando con la economía, qué está pasando con el sector financiero, cómo se desarrolló la Unión Europea... Sobre esas cosas sí podemos discutir modelos alternativos. Khatchik DerGhougassian: –Lo que se definió como globalización tuvo un sello del contexto histórico muy específico que terminó de definir el concepto. Hay algunos aspectos de lo que llamamos globalización que no van a cambiar con la crisis. Difícilmente el intercambio comercial deje de existir y volvamos a mundos cerrados. No hay indicios de que eso pase. Tampoco nadie puede pensar que mañana se va a terminar la comunicación por Internet, o el intercambio cultural que trajo la intensificación de las relaciones entre sociedades. Estos fenómenos de la globalización no van a cambiar, lo que sí va a cambiar son las relaciones de poder. Yo no veo, por lo menos a corto plazo, el fin de la unipolaridad en el sentido de que Estados Unidos deje de ser la potencia militar. No es previsible que esto cambie. Sí se puede empezar a ver la erosión de la unipolaridad y una globalización con una redefinición del equilibrio de poder con un tinte más regional. Similar a la visión del choque de civilizaciones: va a haber regiones compitiendo entre sí. Esto siempre y cuando haya un país central en la región y una voluntad de definir la identidad regional. Por ahora, Europa no está transmitiendo una señal positiva en este sentido, le falta un Estado central. –En Europa, ¿el Estado referente será aquel que se ponga al frente en esta crisis? Kh.DGh.: –El Estado que de alguna forma pueda generar consenso y proyectar la región en el contexto global, no para competir con Estados Unidos pero sí marcar presencia. –¿En qué país piensa? Kh.DGh.: –Yo estoy pensando fundamentalmente en el potencial que tiene Sudamérica más que en Europa. M.A.: –Europa es un poco más difícil porque lo que hay allí es un tándem entre Francia y Alemania. Sí podríamos decir que Alemania ha conseguido por vías económicas y pacíficas lo que en dos guerras no consiguió. Y ahí hay que sacarnos el sombrero porque el país ha conseguido cosas interesantes. Entre otras cosas, su propia reunificación y sus políticas de proyección balcánica. Han vuelto a tener un peso que habían perdido. Pero, de todas maneras, yo creo que esta centralidad esté absolutamente desligada de su partnership con Francia. Inclusive, cuando se habla de una zona del euro más fuerte y otra más débil se ve que hay como una pequeña zona blindada y el núcleo duro sigue siendo París-Berlín. Kh.DGh.: –Lo que está mostrando esta crisis es que Europa fue fundamentalmente el intento de crear un equilibrio entre lo político, lo social y lo económico. Pero no logró tener avances en lo político, tanto en la institucionalización como en la democratización y en la proyección internacional. Logró cambiar muchas cosas pero la esencia de las relaciones internacionales no. En este sentido, como la política de poder no desapareció con la globalización, lo que va a cambiar es la redistribución del poder, un poder más difuso, más regional. Todavía no me atrevo a decir multipolar porque existe un balance con Estados Unidos. M.A.: –Lo que pasa es que la construcción europea es mucho más colegiada. Kh.DGh.: –Claro, esa era la gran originalidad de Europa. Lo que pasa es que es algo utópico porque si ves el panorama político europeo, esas fuerzas más bien de centroizquierda hoy están totalmente al margen porque tuvieron su parte de responsabilidad, voluntaria o involuntariamente, para llegar a esta crisis porque estaban en el poder. Entonces, el temor es, y es ahí donde está el gran desafío de la crisis para Europa, ver si, eventualmente, la extrema derecha, en la forma más civilizada, no se va a plantear como la “salvadora” de esta situación. –Es peligrosa como hipótesis... Kh.DGh.: –Cuidado, no va a ser Jean-Marie Le Pen pero de esta extrema derecha también sale el terrorista de Oslo y tiene en su discurso elementos del antiguo antisemitismo, la nueva islamofobia. O sea, es una extrema derecha en gestación de una situación que aún no conocemos. –Con esta lógica, ¿España podría ser un laboratorio en el que podemos ver casi de manera inminente cuáles pueden ser las reacciones frente a la crisis y si el mundo va a virar a la derecha? M.A.: –La crisis española tiene una cosa bifronte porque por un lado la ciudadanía votó en las elecciones municipales al Partido Popular y hasta en Cataluña ganó la derecha. Pero por el otro lado, los indignados se movilizan y el PSOE, con Rubalcaba, ha empezado a ganar algunos puntos y hay un núcleo que está diciendo muy claramente: tenemos crisis, pero el Estado de Bienestar no se toca. Tal vez pueda surgir una derecha desde el punto de vista cultural pero no me imagino una derecha económica, neoliberal. Pude ser una derecha que tenga que ver más con un discurso político de orden, con la idea de reconstitución de la identidad europea, pero me parece que va a ser muy difícil que puedan desmantelar alegremente los logros del Estado de Bienestar. –¿No cree que está en juego el Estado de Bienestar? M.A.: –Esa es la tensión que estamos viviendo. Lo que está ocurriendo hoy en Londres está vinculado obviamente con recortes a los sectores más desprotegidos y hay mucha gente que está cuestionando que van a gastar un montón de dinero en las Olimpíadas cuando hay otras prioridades. –¿Y uno puede prever un cambio de paradigma en esta crisis del modelo? M.A.: –Normalmente, en los grandes momentos de cambio la academia aportó un libreto. La sensación que uno tiene ahora es que no hay un discurso tan armado, tan claro, como hubo en su momento con la alternativa al keynesianismo por parte del pensamiento neoliberal... No hay un Ludwin von Mises, un Hayek trabajando hace veinte años para presentar su libreto y llevarlo a la práctica. Reagan y Thatcher llegaron con un libreto, lo mismo pasó en los ’90 en la Argentina. Hoy estamos en una situación donde no tenemos hojas de ruta teóricas como para ver hacia dónde ir. Kh.DGh.: –Es que Europa trascendió al Estado territorial, por lo menos en lo que se refiere a las políticas sanitarias, pero no supo, o no quiso, trascenderlo en las políticas sociales, que siguen nacionales. Una perspectiva de ver esta crisis en Europa es también desde ese desbalance entre la continuidad del Estado de Bienestar en una lógica nacional, y una economía política que trascienda la soberanía nacional. Ese capítulo nunca se concretizó. Todavía no sabemos cómo puede ser un Estado de Bienestar que no sea el Estado-nación sino algo regional. Otro foco interesante es que antes se pensaba que la gran virtud de la democracia liberal era que los conflictos se resolvían en las elecciones, en los discursos y en los parlamentos, pero estas crisis llegaron a las calles. Eso es lo que pasa cuando se rompe un modelo. –Fuera del momento de movilización política clásico que son las elecciones. Kh.DGh.: –Absolutamente. Cómo van a absorber esta expresión de descontento en el contexto de la democracia, todavía no se ve. La extrema derecha, por ejemplo, no se moviliza así. No en Europa por lo menos. Votan a sus candidatos o aparecen casos extremos como ocurrió en Oslo. En Estados Unidos es al revés: la que se moviliza es la derecha del Partido Republicano, que tuvo la inteligencia de trasladar todo este activismo en votos. El centro se corrió más a la derecha. Entonces, los demócratas, al querer acomodarse, también se corrieron a la derecha. Esto se presentó en el Partido Demócrata con Clinton y en el Republicano con Newt Gingrich. Son los neoconservadores al poder. Cuando vino Obama, donde uno pensaba que el Partido Demócrata al ser más liberal y progresista iba a movilizar a la gente y aprovechar el momento, no lo hizo. Se acomodó. Y es el Tea Party quien no quiere consenso y piensa la política en términos ideológicos y de enfrentamiento. Por ahora, en Estados Unidos, el discurso dominante es que, a pesar de la crisis, no hay gente que salga a romper los vidrios. Yo no quiero hacer ninguna profecía ni nada, pero no hay ninguna garantía de que no se va a repetir. –En Estados Unidos, ese mismo votante fascinado por la figura de Obama ¿puede ser cooptado en estado de decepción por los sectores más radicalizados? Kh.DGh.: –Ese votante vive una decepción hoy. No puede ser cooptado por los sectores radicalizados pero al no votar cede el espacio. Y la militancia de los sectores más activistas de la derecha, del conservadurismo, nunca bajó la guardia. Siempre siguieron movilizándose, hasta en el momento más brillante de la popularidad de Obama. –¿Dónde está el caldo de cultivo del Tea Party? ¿De dónde surge el crecimiento de los últimos veinte años? M.A.: –Ellos tienen un núcleo muy fuerte en lo que es la derecha cultural. No son sólo neoconservadores, la Rand Corporation. Kh.DGh.: –No es un think tank, es la capacidad del Partido Republicano de poder vincular o movilizar u orientar estas expresiones ideológicas de la derecha republicana hacia los votos. M.A.: –Ahí tenés un juego de diversos niveles: por un lado, tenés un conservadurismo cultural muy fuerte, que está por fuera de esta idea liberal, republicana y democrática. Además hay un montón de gente que está enojada con los chetos y vanguardias culturales de Nueva York, San Francisco y Chicago; y está el tipo que sostiene que el mundo está absolutamente en crisis y que lo único que nos salva es la Biblia. Es la desconfianza generalizada en determinados métodos democráticos. Y hoy la sociedad está en riesgo porque no sabemos qué va a ocurrir, si las pensiones van a servir, si la gente va a seguir conservando su trabajo... Son cuestiones que están minando de una manera muy fuerte la desconfianza en el sistema democrático y en la forma de hacer política. Por eso es que gran parte de estas manifestaciones que Khatchik mencionaba, se manifiestan de manera casi anómica, sin respaldo de un partido o un movimiento. –Y un descreimiento en la clase política que alcanza a todas las regiones, porque desde Chile hasta España parecería ser un “que se vayan todos”. M.A.: –En Chile sí, pero tiene un condimento diferente porque parte de los problemas que atraviesa se los debe a sus propios presidentes. Los chilenos están llegando a niveles económicos que nunca tuvieron, grados de modernización que antes no tenían. Y a partir de ahí es que empiezan a replantearse ciertos modelos. Pero en parte, la revuelta pingüina está vinculada con el propio éxito del sistema, que obviamente ya no funciona. En cambio, lo que está pasando en las democracias más consolidadas es que hay una población cada vez más desconcertada: hay gente ultrapreparada de treinta años que no encuentra trabajo porque las mismas instituciones del Estado de Bienestar evitan que estos puedan entrar al mercado de trabajo. Además, hay un dato que va detrás de todo esto y es que la economía de los países más desarrollados está decreciendo respecto de los emergentes. Entonces, cada vez participan menos en la economía mundial. –¿Qué oportunidades representa este panorama para América latina? M.A.: –Es un desafío porque parte de estos países son clientes nuestros. De todas maneras, hay que hacer una distinción porque una cosa es Sudamérica y otra cosa es Latinoamérica. Los que relativamente estamos mejor somos los del mundo sudamericano. Kh.DGh.: –O el Cono Sur. M.A.: –Sí, la región andina tiene sus propios temas. Yo creo que se han dado una serie de cuestiones interesantes. Gobiernos muy pragmáticos que han sabido leer la crisis mundial sumado a que quieren, o les conviene, cooperar. Se está conformando algo y hay un proyecto político que va tomando forma. Kh.DGh.: –Ahí quiero hacer algunas aclaraciones para que no quede un entusiasmo un poco ingenuo. En primer lugar, yo desconfío de frases fuertes como “que se vayan todos”. Ontológicamente, no tiene sentido. Quizás ideológicamente da con la letra de anarquistas de izquierda o de derecha, pero, mientras exista la política, “que se vayan todos” no tiene sentido. En el caso de Estados Unidos, la desconfianza hacia ciertas instituciones y hacia la política en general también tiene mucho de mito. La política en Estados Unidos nació para ponerle frenos al poder excesivo, de ahí el famoso checks and balances. Hay algunas instituciones que hace tres décadas mantienen su credibilidad y nunca han cambiado. Lo más destacable es la institución militar después de Vietnam. En el momento en que los militares vuelven de Vietnam se da un proceso de reconciliación entre la sociedad y las fuerzas armadas. Se combinan la doctrina de Colin Powell en la época de Reagan, las películas, las inversiones, la retórica del triunfo de la Guerra Fría y el aumento del presupuesto... Que apenas se habla en el Congreso de cómo bajar el presupuesto de defensa. –Pero sí en las calles... Kh.DGh.: –Pero en las calles tampoco hay desconfianza hacia los militares. –¿No hay una interpelación frente a la crisis económica de revisar los gastos? Kh.DGh.: –Pero nadie pone en primer plano el gasto militar. Nadie quiere tocarlo. –¿Ni siquiera después de Bush? Kh.DGh.: –Ni siquiera después de Bush. M.A.: –Sí la izquierda demócrata. Kh.DGh.: –Está bien, pero dónde están... Stiglitz escribió un libro y hay varios think tanks progresistas que hablan de cómo cortar el presupuesto, pero todos tienen un discurso muy prudente. Entonces, eso se mantiene, y de alguna forma se tiene que mantener, porque es el gran recurso de prestigio de Estados Unidos. Esto lo mantiene la clase política. O sea, los mismos políticos del Tea Party. No son outsiders. Hablan de la desconfianza del Congreso, pero hablan desde el Congreso. Lo que es interesante en el caso de los dos partidos es que en el Republicano hay movimientos que surgen y renuevan al partido y esto en el Demócrata no sucede. M.A.: –Obama pudo con éxito enamorar por un tiempo a los chicos jóvenes, que no votan, precisamente por el uso muy inteligente que tuvo de las redes y las nuevas tecnologías. Kh.DGh.: –Y la crisis. M.A.: –Claro. Mientras la base social republicana ha sido fortalecida por algunas políticas de centroderecha, la base social demócrata afrontó la exportación de empleo y el debilitamiento del sistema de ayuda pública. Esto ha puesto en términos precarios a gran parte del votante demócrata. Además, no hay que olvidarse que en Estados Unidos la clase media baja y el pobre no suelen votar. Esto favoreció a la clase media pudiente y a los enojados, representados por el Tea Party. Los costos de acción colectiva del Partido Demócrata son mucho más altos que los del Republicano. Kh.DGh.: –A pesar de todo esto, yo sigo creyendo que Obama, si no le va tan mal este año y dado que la oposición es bastante dispersa, podría ser reelecto. –¿Con estas cifras, con estos números de desempleo? Kh.DGh.: –Sí, porque no hay alternativa. –¿Comienza una nueva etapa en la presidencia de Obama? Kh.DGh.: –Depende. En el 2008 tenía la gran oportunidad de hacer algo distinto desde el primer día y prefirió la prudencia. Aunque hizo algunos cambios en defensa y en la CIA para que no le digan que es un presidente que no cuida la seguridad nacional. –Pero le cuestionan Guantánamo. Kh.DGh.: –No, no le cuestionan, los que lo cuestionan son los sectores académicos y algunos movimientos de libertades civiles. Pero no se debate en el Congreso. Volviendo a Sudamérica, no hay que apurarse en decir que vamos a poder superar los desafíos. Es muy temprano para hacer pronósticos. Es cierto que las economías de los países desarrollados están muy por debajo de los países emergentes, pero hoy en día la investigación en tecnología todavía está en Estados Unidos. No hay que caer en la ingenuidad de creer que la crisis necesariamente lleva a una racionalización de las políticas y a la corrección de errores. La crisis puede llevar a algo peor. M.A.: –Hay otro elemento latente que es la cuestión latina, que todavía no se sabe muy bien para dónde va. El latino, en Estados Unidos, no es un actor politizado con una identidad propia que va en contra del sueño americano. Kh.DGh.: –Su politización es a favor de su inclusión en la sociedad y no el cambio de la sociedad. Es más, los latinos que llegan al poder en Estados Unidos, con excepciones evidentemente, fueron los más derechistas de la administración de Bush. –¿Y cómo reaccionan al recrudecimiento de las políticas migratorias? Kh.DGh.: –No reaccionan. No creo que haya un lobby latino. M.A.: –Yo creo que puede haber, coyunturalmente, momentos en donde la comunidad latina, espasmódicamente, se junta y produce algo que después se disgregue otra vez. Y eso tiene que ver con cuestiones muy puntuales como la ley de Arizona, pero no hay un movimiento consolidado. Lo que si puede ocurrir es que genere un ruido, de vida muy corta, que en épocas de elecciones pueda ser importante. –¿Qué diferencias encuentran entre las crisis de Estados Unidos y Europa? Kh.DGh.: –La gran diferencia en términos políticos es que Estados Unidos es un país mientras que Europa representa a varios países. Otra diferencia es que estamos hablando de una experiencia que despertó mucho optimismo, en cuanto a la capacidad de los Estados de dejar atrás un pasado y construir algo nuevo donde, básicamente, la guerra desaparece como instrumento. La otra diferencia es que en Europa todavía hay una movilización social de los indignados mientras que en Estados no solamente no existen, sino que pasaron al espectro de la derecha republicana. M.A.: –En Estados Unidos hay una movilización para desmantelar el Estado de Bienestar mientras que en Europa tenés la movilización para mantenerlo. Además, la composición del espectro político es diferente. No hay que olvidarse de que la Europa de posguerra la construyeron los socialcristianos y los socialdemócratas. Y la cuestión religiosa juega un rol totalmente diferente en Estados Unidos y en Europa. –Y a ustedes, como analistas, ¿qué les preocupa? ¿En qué tema ponen el foco en la preocupación diaria? Kh.DGh.: –Yo, principalmente, sigo muy de cerca lo que está pasando en el Medio Oriente y luego todo lo vinculado al equilibrio de poder, guerras y seguridad internacional. En términos muy generales, lo que preocupa en esta crisis es una superpotencia con una elevada deuda pública y un presupuesto de defensa que equivale a todos los del resto del mundo. Esto es peligroso. En Estados Unidos no veo expectativas. ¿Qué es lo que se puede hacer? ¿A qué se puede aspirar más que a ser la superpotencia? Es muy difícil gestionar, administrar esa erosión que viene de la unipolaridad. M.A.: –Mi preocupación es más eurocéntrica. Me sorprende que en un país como Noruega haya pasado lo que ocurrió, que Italia esté hace tantos años en manos de un vendedor de corbatas como Berlusconi... Y yendo al tema de Estados Unidos, hablaría del mundo anglosajón. Yo creo que los anglosajones tienen una especie de sabiduría, sobre todo los británicos, bastante interesante. Y pienso que tal vez el viejo imperio que fue tenga algo que enseñarle a este nuevo imperio que está dejando de ser. Porque si bien Estados Unidos está en decadencia, representa cosas muy importantes para el concepto occidental. China es una factoría estupenda, pujante y maravillosa, pero todavía le falta muchísimo para ofrecer, desde el punto de vista de los valores, los derechos humanos y la democracia liberal. Mi miedo con Estados Unidos es que ellos dejen de creer en esos valores. Por eso es tan importante ver cómo el presidente Obama va a ir resolviendo ciertas cuestiones. Yo creo que si lo hace con cierto éxito hay optimismo. –En Estados Unidos, los dos coinciden en que Obama podría ser un líder político a la altura de las circunstancias. ¿Qué pasa en Europa? Kh.DGh.: –En Europa falta la figura de un hombre de Estado. M.A.: –Y la inestabilidad política, paradojalmente, viene de los que anuncian la antipolítica. O por lo menos la antipolítica democrática. –¿Por ejemplo? M.A.: –Los que más política hacen hoy en día son ciertos partidos xenófobos y ahí tenés el surgimiento de liderazgos como en Finlandia, Holanda y Dinamarca. Kh.DGh.: –Además, hay una diferencia entre Estados Unidos y Europa. A pesar de la frontera, la sociedad estadounidense no tiene un problema de inmigración. El multiculturalismo se ha resuelto. Europa todavía tiene ese problema. –¿A qué tipo de inmigración se refiere? Kh.DGh.: –El problema para Europa es el Islam y su proximidad con Medio Oriente. M.A.: –Cameron y Sarkozy dicen que el multiculturalismo ha fracasado. –¿Cómo analizan el papel actual de las Naciones Unidas? Kh.DGh.: –Las Naciones Unidas persisten pero desde hace mucho son inoperantes. –Sudamérica tampoco ve al organismo como una prioridad. Kh.DGh.: –No. A tal punto que uno empieza a preguntarse por qué tanta insistencia de parte de Brasil para ocupar un lugar. –Para terminar, haciendo una radiografía de este siglo, ¿creen que tiene alguna característica particular como han tenido otras épocas? Kh.DGh.: –Sinceramente no la veo. No es que este mundo se vaya a terminar mañana... Todavía es temprano para hablar de mundo multipolar pero yo, claramente, veo la formación de equilibrios de poder regionales. Todo depende de la capacidad de ciertos actores de generar consensos en torno a un proyecto en sus propias regiones. Y, en este sentido, Sudamérica es la región que, potencialmente, tiene todos los elementos para generar consenso en torno de algunos temas. Está al margen de todos los centros conflictivos, tiene tradiciones, recursos naturales y ha vivido la crisis antes de la crisis. El desafío es saber coordinar defensa y el medio ambiente, para no caer en la trampa de las privatizaciones y la dependencia. M.A.: –Tenemos el desafío de entender una situación que está cambiando con elementos analíticos del siglo XX y XIX, lo cual no es nada fácil. El mundo se está moviendo pero todavía no sabemos hacia dónde va. Se presenta una oportunidad que va a implicar sabiduría política y fuertes consensos. Y ahí yo tengo mis dudas respecto de la capacidad de nuestras elites políticas de armar consensos duraderos. Agradecimiento: Javier Fonseca (Regional Sales Manager de Leading Hotels) y Alvear Palace Hotel

Once@9:53am: A 17 Años del atentado a la AMIA. La realidad hecha ficción

Por Cultura cultura@miradasalsur.com El escritor mexicano Ilan Stavans (The Disappearance, Morirse está en hebreo y Spanglish) y el artista argentino Marcelo Brodsky (Buena Memoria, Nexo y Correspondencias visuales) abordaron en Once@9:53am el género fotonovela para dar cuenta de los minutos previos al brutal atentado en la Amia. “Una mañana cualquiera, Roli Gerchunoff, fotógrafo, sale en comisión a retratar el Once. Los hechos que lo envuelven podrían ser leídos como señales y, como es sabido, una serie de señales constituye un augurio. El conjunto de imágenes que capta con su cámara construye un mosaico de tipos humanos. Pero el lector se dará cuenta pronto que es la mañana del 18 de julio de 1994 y que Gerchunoff terminará envuelto en el mecanismo de relojería que culminará en el atentado terrorista que voló el edificio de la Asociación Mutual Judía de la Argentina”.

AMIA: los asesinos que jugaron al Amigo Invisible

Hace casi dos décadas que la historia del “amigo invisible” retumba en mi cabeza: fue el momento en que la Justicia tuvo en sus manos una de las pistas más firmes para desentrañar la conexión local del atentado, e inexplicablemente la dejó escurrirse entre sus dedos. En 1995, un joven a quien yo no conocía vino a pedirme que quería colaborar conmigo en la investigación del caso AMIA. Le dije que no, porque no podía pagar colaboradores, pero el muchacho no se rindió tan fácilmente: insistió e imploró que no le importaba cobrar sino que quería aprender a investigar. Marcelo S. no parecía tener el instinto de un investigador, pero pocos lo tienen y sólo algunos lo adquieren. Habría que darle una chance para verlo actuar. –Okey. Quiero que me escuches y sigas mis instrucciones al pie de la letra. Vas a ir a la biblioteca del Concejo Deliberante y vas a conseguir los ejemplares de Clarín de diez días antes y diez días después del atentado del 18 de julio de 1994. –¿Qué tengo que buscar? –preguntó presuroso. –Nada. Quiero que leas los rubros 58 y 59 de los avisos clasificados sin buscar nada en particular, con “atención flotante” hasta que algo te llame la atención. Marcelo S. me miraba azorado. Seguramente no era la misión glamorosa que un chico judío esperaba. Iba a tardar en entender que las más de las veces la investigación consiste en matar el tiempo mientras uno está con el barro o la mugre hasta el cuello. Los primeros dias Marcelo S. volvía de la biblioteca con los ojos enrojecidos y cada vez más convencido de que yo era un cretino o estaba loco. Para no alterar la premisa de la búsqueda, yo no le había explicado que desde la Segunda Guerra Mundial y a lo largo de toda la Guerra Fría, los espías, los contrabandistas y las bandas de secuestradores que actuaron en la Argentina hasta los ’90 utilizaban los clasificados para comunicarse sin romper la compartimentación. Marcelo S. peinó cuidadosamente los rubros que abarcaban “Agradecimientos, extravíos y hallazgos, personas buscadas” y “Servicios útiles para la mujer y el hombre”, un eufemismo para la prostitución encubierta, donde bajo títulos como “Eros $ 25”, “Solos y Solas”, “La persona que estás buscando”, se ofrecían taxi-boys, intercambios de pareja y todas las otras variantes de sexo que el dinero puede comprar. Cada vez que me preguntaba hasta cuándo debía seguir con esa inútil pérdida de tiempo e insinuaba que él estaba para cosas más importantes, yo me limitaba a indicarle que debía revisar los 20 días estipulados. Un día, cuando todo parecía perdido, Marcelo llegó cabalgando en su propia e incontenible excitación. “Creo que esto es lo que estás buscando”, me dijo, y tras entregarme una secuencia de tres avisos idénticos aparecidos los días 14, 15 y 16 de julio, se desplomó en una silla. Los tres avisos eran idénticos. El título del clasificado era “El amigo invisible”. El texto decía: “CAT 1er. Club de Amigos Telefónicos. Cientos de Amigos con los que podes charlar y compartir alegrías, tristezas, salidas, etc., abre sus puertas el 18/07. Sumate a esta propuesta. 951-7622/7595”. –¿El amigo invisible no es un método que utilizan compañeros de trabajo para intercambiar regalos de manera más o menos anónima en las navidades? –pregunté a mi discípulo. –Sí, la gracia es que nadie sabe quién te ha hecho el regalo....El último de los tres avisos anunciando la constitución Marcelo miraba la pantalla sobre mi hombro. “Allí funcionó un puesto de avanzada del centro de comando y control del atentado. Desde allí deben haber partido las rondas de vigilancia y reconocimiento hechas por argentinos”, le dije a Marcelo –¿Por qué por argentinos? –Porque los iraníes no leen los clasificados de Clarín. –¿Cómo sabías que podían publicar estos avisos? –La única forma de cazar a estos tipos es ponerse en la piel de ellos, razonar como ellos. Por complicidad o por miedo, esto es algo que no se ha hecho. El local de la calle Pasteur, a escasas cuatro cuadras de la sede de la AMIA, estaba situado en un sórdido edificio de dos plantas que olía a orina y estába lleno de oficinas clausuradas con candados. En el primer piso de ese edificio que tenía aires de inquilinato y vandalismo funcionaba un Expreso de Transportes. En el segundo piso un taller de costura. Las empleadas recuerdan con esfuerzo a Dora Mamani, una mujer de unos 50 y pico de años que era la titular de la línea telefónica mencionada en el aviso. Según los vecinos, vivía en ese local, pero tras el atentado desapareció sin dejar rastros. Una mujer con ese apellido figuraba en el primer informe de víctimas elaborado por el juez Galeano entre los desaparecidos tras la explosión. A traves del Padrón Electoral ubicamos a Dora Mamani y simulando ser de la companía telefónica, Marcelo S. la sometió a un exhaustivo interrogatorio. La mujer dijo que jamás había publicado ningún aviso en el diario, que desde hacía más de diez o quince años era la titular de ese teléfono que pertenecía a un depósito donde antes ella vivía pero que ahora lo usaba muy poco. Con respecto al otro número que aparece en el aviso (951-7622), la resucitada Mamani dijo desconocerlo. El teléfono estaba a nombre de una persona de apellido Rabbani –homónimo al del clérigo que tiene orden de captura de Interpol–, y estaba situado cerca del Hospital Israelita. Cuando sentí el fétido aliento del amigo invisible en la nuca, decidí entregar todo el material a la Justicia. Toda la investigación que hubiera permitido desarticular una parte de la red local que perpetró el atentado fue a parar a una carpeta y la carpeta a un cajon de donde no ha salido hasta hoy. Creo que los investigadores ni siquiera se tomaron el trabajo de averiguar la identidad de la persona que había colocado los avisos. Y las células dormidas volvieron a su apacible sueño. Estaban intactas y siguen estándolo. A casi 20 años de la tragedia, los únicos que han conocido el rostro del amigo invisible son los muertos.