domingo, 3 de noviembre de 2013
Moreno: "Kirchner recuperó el proyecto colectivo"
Entrevista de Tiempo Argentino a Guillermo Moreno. El secretario de Comercio Interior recorrió los últimos 30 años desde el regreso a la democracia. El rol de las corporaciones y el campo popular.
En su primera entrevista a un diario nacional, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, analizó los 30 años desde el retorno a la democracia. El reportaje se concretó antes de las elecciones legislativas por lo que el análisis político post electoral no está presente, y –en consecuencia– antes del fallo de la Corte Suprema que declaró la constitucionalidad de la Ley de Medios. Moreno habló de casi todo.
El funcionario recibió a Tiempo Argentino en su oficina de diagonal Roque Sáenz Peña. Aplomado, Moreno tuvo definiciones picantes, pero también mostró su cintura en algunos temas urticantes. "Soy un simple funcionario del Ejecutivo", dijo cuando se le preguntó sobre algún aspecto puntual. Moreno explicó en detalle cómo a su juicio "cuatro banqueros" hacen para motorizar un golpe de mercado, y cuestionó con dureza la política económica del gobierno de Raúl Alfonsín.
Guillermo Moreno, secretario de Comercio Interior.Guillermo Moreno, secretario de Comercio Interior.
Además, recordó que "en el lecho de su muerte", Patricio Peralta Ramos, el director del viejo diario La Razón, le confesó que el entonces ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz lo forzó a entregarle la participación accionaria del diario en Papel Prensa al Grupo Clarín. Además, opinó que Héctor Magnetto, el CEO del multimedios, tuvo un rol preponderante en la escalada hiperinflacionaria que obligó a Alfonsín a dejar el gobierno de forma anticipada el 8 de julio de 1989.
También dio su propia versión sobre la evolución de los precios en los últimos años y ratificó que el gobierno continuará con la administración del comercio exterior. La entrevista se extendió más de una hora.
–¿Cómo vivió el triunfo de Raúl Alfonsín en 1983?
–Era mi primera elección. Lo vivimos como todos los argentinos. Aunque no había ganado el peronismo, el grito era "se van, se van y nunca volverán". Y así lo sentimos. Pero el "se van, se van y nunca volverán" fue una consigna muy fuerte para nosotros. También fue muy fuerte perder las elecciones. Se había terminado el ciclo militar, se iniciaba el ciclo radical, con mucha expectativa pero había ambivalencia. Había parte del pueblo que no estaba contento. No era el '73. Pero fue un gesto de madurez. El radicalismo ganó con votos del peronismo.
–¿Usted a qué se dedicaba entonces?
–Estudiaba Ciencias Económicas y gané el Centro de Estudiantes. Durante seis meses fui en la Capital Federal el único presidente de un centro de estudiantes peronista.
–Raúl Alfonsín en las elecciones había denunciado un pacto militar-sindical contra la democracia. Y fueron los dos escollos más importantes que tuvo que soportar después; 13 paros nacionales y las asonadas militares.
–De las asonadas militares no hay ninguna duda. Los paros que hizo el movimiento obrero eran lógicos porque era un modelo económico que no priorizaba la distribución del ingreso. Veníamos de un modelo que no priorizaba la distribución del ingreso y llegábamos a otro que tampoco la priorizaba.
–Durante el mandato de Carlos Menem el sindicalismo casi no hizo paros.
–Pero no olvide que en el medio, entre Alfonsín y Menem hay un hecho desestructurante de la sociedad que es la hiperinflación. Y nosotros pasamos de cantar "Maradona no se vende, Maradona no se va, Maradona es patrimonio, patrimonio nacional" a bancar la privatización de YPF. Es un cambio central. Después, en el '89 se produce la caída del Muro de Berlín. No se puede comparar a Alfonsín y Menem sin entender que pasaron seis años importantes.
–¿Usted cree que estoy simplificando el momento histórico?
–En el medio hubo una objetiva derrota del campo popular que recién se recompone con Néstor Kirchner. Entonces, la derrota de la dictadura es a manos de algo que hoy podríamos decir el campo popular.
–¿Cómo evalúa la política económica que llevó adelante el gobierno de Alfonsín?
–Hoy, el equipo económico que en ese entonces era el de Alfonsín, piensa lo mismo que pensaban en aquel momento. Salvo el caso de (Bernardo) Grinspun, que murió, todos los demás piensan hoy lo mismo. Y son los que nos critican.
–¿No había un mayor nivel de ingenuidad entonces?
–No creo, ¿usted piensa que (José Luis) Machinea era ingenuo o representaba intereses? El modelo económico orgánico del alfonsinismo es Machinea y Roberto Frenkel. No era un modelo de acumulación de los sectores populares. Bueno, los paros a Alfonsín tienen que ver con eso.
–Sin embargo, Alfonsín sufrió una hiperinflación y muchos creen que fue un golpe de mercado.
–Ellos (por los radicales) generaron las condiciones objetivas y sobre eso Magnetto se montó. El golpe de mercado tiene nombre y apellido: se llama Héctor Magnetto (el CEO del Grupo Clarín).
Si la carne no sube hace tres años en un país que consume principalmente alimentos, ¿de qué estamos hablando?
–Sin embargo, Magnetto no aumentó los precios.
–No, lo que generó fue una portada en su diario y en todos los diarios del interior, donde le hizo decir a Guido Di Tella (quien durante la gestión de Carlos Menem fue canciller), que el dólar tenía que estar recontra alto. Busque la tapa de Clarín. Entonces, cuando Menem ya había ganado se supo que uno de los candidatos a ministro de Economía era Guido Di Tella, quien se toma un avión, aterriza en La Rioja y declara que se necesitaba un dólar recontraalto. En ese momento, el déficit fiscal era del 10% del PBI y la crisis se acentuó con las declaraciones de Di Tella. De ahí a que se rompa la cadena de abastecimiento en una población urbana hay un solo paso.
–¿Cómo se organiza un golpe de mercado?
–Es muy sencillo, lo mismo quisieron hacer varias veces en nuestro gobierno. La idea es que el precio de los precios (el del dólar) no tenga precio. Si el dólar no tiene precio inmediatamente se paralizan todas las transacciones al interior de la economía. Cuando ocurre esto, al otro día no tiene leche porque usted es un periodista que cree que satisface sus necesidades a través de su trabajo, porque recibe un ingreso monetario, siempre que ese ingreso tenga en qué gastarlo y pueda comprar la leche, la nafta y pagar el agua. Esto es lo que diferencia a una economía urbana de una economía de subsistencia. En la urbana resuelve sus necesidades, no a través de su trabajo, sino que su trabajo es una herramienta para que tenga un ingreso para resolver sus necesidades. Si el mercado no le brinda nafta, agua, leche, carne, ¿cuánto tiempo tarda en transformarte en una bestia?
–¿Este fue el disparador de la crisis de Alfonsín?
–Y esto es lo que genera la hiperinflación. Cuando el precio de los precios (el dólar) se dispara, el que tiene sus reservas de valor en mercadería no la vende y desabastece el mercado. Así transforma al hombre en lobo del hombre. Esto es lo que vivimos. Pobres contra pobres peleándose por la comida. O también puede poner la mercadería a un precio que es imposible de adquirir por el trabajador y así dolariza el precio de los productos.
–¿Pero qué ocurrió con ese aparente intento de golpe de mercado que sufrió Cristina Fernández después de ganar en 2011?
–Siempre es igual. Cuatro banqueros que se ponen de acuerdo. Empiezan a disparar el dólar y pasa lo que te digo. Si sólo fuera el dólar no se consolida el golpe de mercado. El problema se da cuando el precio de los precios se traslada al resto de los precios. Eso es lo que este gobierno evitó.
–¿Cómo lo neutralizaron?
–Ya teníamos una clara idea de cómo funcionaban los formadores de precios e impedimos que dolarizaran su cartera. Sufrimos varias corridas, pero salimos fortalecidos porque evitamos el traslado a precios.
–¿Pero cómo se hizo para impedirlo?
–A través del teléfono. Cuidado con lo que hacés. Que sientan que los estás mirando. En la práctica es estar atento. Entrar a las 7 de la mañana y estar hasta que las velas no ardan. Le voy a dar un ejemplo. Nuestra presidenta, después de que se le va el compañero de su vida (Néstor Kirchner), hace un viaje al G-20, que era en Corea (11-12 de noviembre de 2010). Durante ese viaje empieza a faltar azúcar. Entonces, me dice: está faltando azúcar. Le respondo que les había dicho a los fabricantes que si el lunes no estaba resuelto se iba a aplicar la Ley de Abastecimiento. Y la presidenta me dijo: "Y por qué le dio dos días." Eso demuestra la voluntad política y la condición de la presidenta en todos sus aspectos.
–Después de la hiperinflación, el gobierno menemista logró las condiciones para aplicar las recetas neoliberales?
–Sin lugar a dudas, el campo nacional y popular quedó en una confusión tremenda. Y el que se suponía que expresaba lo popular terminó defendiendo lo aristrocrático.
–¿Cómo puede ser que haya durado tanto el menemismo?
–Ahí es la bobera del endeudamiento. Las cuentas se cerraban con deuda, y mientras cerraban, no había problemas. Fue un momento de confusión en todo el mundo. Después colapsó ese modo de acumulación de capitales. Pero antes se instaló en la Argentina.
–¿Cuál es el mayor daño que ocasionó el menemismo a la Argentina?
–Quebró el nivel de conciencia, porque durante la dictadura nos mataron a los compañeros pero no quebraron la conciencia. En el menemismo se quebró una cosmovisión sobre la Nación. Por eso se pudo votar la privatización de YPF. Y eso al interior del peronismo se vio muy claro. Antiguos cuadros revolucionarios acompañaron este proceso. Y en ese desorden se terminó destruyendo la base material de la Nación, pero primero se destruyó la espiritual. Hasta la híper nadie hablaba de una Argentina inviable. Después, se empezó a hablar de los Estados fallidos.
–¿Y se murió la idea de un proyecto popular alternativo?
–Kirchner recuperó el proyecto colectivo, que sólo puede ser popular.
–¿Qué significó la Alianza?
–En términos históricos, nada. La Alianza cometió el error de volver a convocar a los economistas que habían fracasado. No entendieron la dinámica de la economía.
–No la entendieron o respondieron al poder económico.
–Hablo de Machinea
–También fue ministro de Economía, Domingo Cavallo.
–Son lo mismo aunque tengan algunas sutiles diferencias en el fondo. La Alianza partió de la idea de que el Plan de Convertibilidad estaba bien pero el problema era que había mucha corrupción. Ese fue su pensamiento estructural para sustentar su poder. Era por desconocimiento, por falta de agallas, porque todavía consideraban que era impropio salir de la Convertibilidad.
–¿Cuándo conoció a Néstor Kirchner?
–En la Casa de Santa Cruz, en la primera quincena de 2003. Éramos muy pocos. En esa reunión estaba Kirchner y (Julio) De Vido. En esa elección ganó Menem, pero la discusión era quién estaba en la segunda vuelta podía estar (Adolfo) Rodríguez Saá, (Ricardo) López Murphy, podía estar Kirchner.
–¿Qué le parece determinante de la primera etapa del kirchnerismo?
–Es el emergente de nuestra generación. La que (Juan Domingo) Perón había definido como emergente. Y toma decisiones valientes, heroicas y desde ahí convoca.
–Y, ¿qué lo sostuvo?
–El pueblo empieza a percibir que por primera vez hay un patriota que está dispuesto a patear la maldad. No es un amor a primera vista, como Perón, porque el pueblo venía de la experiencia menemista, y ahora toma examen. Primero le da el dedo, una mano y después le da el brazo. Pero Kirchner se ganó el amor de su pueblo porque representó los intereses populares. Lo hizo con mucha pasión, coraje y tomando decisiones heroicas.
–¿Cuáles son las medidas que considera determinantes de la gestión de Néstor Kirchner?
–La negociación de la deuda externa. E impedir la suba de las tarifas de los servicios públicos. Y ahí empieza a verse la defensa de los intereses de la población. Después hubo un aumento de los salarios por decreto. Pequeñas decisiones en un país que estaba desquiciado, porque salía de una marcha y entraba a otra. Venían del Buenos Aires profundo, sin dientes porque hacía más de diez años que comían mal. Cuando una persona come mal se le nota en el pelo en las uñas y en los dientes.
–Piensa que en 2003 a Kirchner lo favoreció que el establishment económico estaba estupefacto por la crisis del 2001-02?
–Seguro. Se les había acabado el libreto. Kirchner leyó muy bien las condiciones objetivas para que el proyecto nacional y popular pudiera avanzar así como Menem objetivó el mundo unipolar, la caída del muro de Berlín.
–¿Cómo era su relación con Kirchner?
–Fui como cualquier otro funcionario. Telefónicamente. Mientras trabajé como secretario de Telecomunicaciones casi no tuvimos relación, hasta que fui secretario de Comercio Interior, que me llamaba.
–Las charlas, ¿eran cordiales?
–Desde ya. De un jefe a un subordinado. Kirchner ejerció el gobierno en toda su plenitud. Siempre con voz de mando.
–¿Qué significó su muerte para usted? (Piensa unos 20 segundos antes de contestar y por un momento los ojos se le nublan.)
–Para mí una sensación de desolación. Al otro día hubo que trabajar. Todo el mundo vino a las 8. Hice una reunión con el personal y les dije que el peronismo era el responsable de las grandes alegrías del pueblo y de las grandes tristezas. Qué en homenaje a él íbamos a duplicar los esfuerzos.
–¿Cuál ha sido el papel de los grandes medios en los últimos 30 años?
–El gran medio es Clarín, que a través de Papel Prensa consiguió hacer la agenda de la Argentina durante más de 30 años. Arregló con José Alfredo) Martínez de Hoz (ministro de Economía de la dictadura militar) para quedarse con Papel Prensa. Eso lo dijo en su lecho de muerte Peralta Ramos. Su viuda me pidió que fuera a escuchar la última declaración de su marido. No la pudo firmar porque estaba en su lecho de muerte, pero lo dijo delante mío y de otros funcionarios públicos, de sus hijos y su esposa. Dijo que había negociado con Martínez de Hoz la cesión de Papel Prensa. El juicio que alguna vez tendrá Magnetto por la apropiación de Papel Prensa y por la que está denunciado. A todos esa declaración nos quedó grabada. Espero que algún día un juez nos las pregunte.
–¿Piensa que el Grupo Clarín tiene hoy alguna ascendencia sobre la oposición?
–Le hace la agenda. Pero perdió credibilidad. Dentro de la denuncia que hicimos en “Papel Prensa, la verdad”, descubrimos que dentro del edificio donde funciona Papel Prensa, en otro piso, funcionaba una oficina de inteligencia, donde Magnetto recibía los resúmenes de cuenta de los fiscales y jueces que a él le interesaban, y cuando veía que uno de ellos tenía gastos por encima de sus ingresos, los convocaba. Les decía que había recibido un anónimo y que dependía de esa conversación que los publicara o no en Clarín. Además, a través de la agencia DyN recibía las noticias y las clasificaba en prioridad 1, 2 y 3. Las que tenían gravedad 1 debían ser nota de tapa en los diarios del interior, y si no aparecía en la tapa no recibían papel y, por ende, no había diario. Por eso, cuando él decidió que apareciera la declaración de Di Tella de que el gobierno de Menem necesitaba un dólar recontraalto, no sólo fue tapa de Clarín, sino también de varios diarios del interior. Y así construyó su grupo.
–¿Usted piensa que el gobierno se equivocó cuando facilitó en 2007 la fusión de Cablevisión y Multicanal?
–En su momento apostamos a la baja de los costos de Cablevisión. Y le dimos la fusión, pero al no cumplir, se firmó la fusión y otra resolución que daba marcha atrás con la fusión. El Grupo Clarín apeló una a la Justicia y la otra no.
–¿Eran conscientes del poder que le estaban entregando a Clarín?
–En 2007 no hacíamos una lectura política. Todavía estábamos en el infierno.
–¿No había una lectura fina del poder de los medios?
–Al menos no en esta área que fue la que firmó. Entonces se hizo un análisis, teníamos que bajar el costo de los precios de Cablevisión. Después no sólo no bajaron los precios sino que los subieron. Le repito: la fusión se revirtió.
–Pero le abrieron la puerta.
–En todo caso, en la práctica es un tema de la justicia.
–¿Cómo es la relación de la justicia y los grupos económicos con las cautelares?
–Ese debate lo hizo público la presidenta. Lo importante es que antes no estaba en la agenda de discusión el papel del Grupo Clarín, que ahora se conoce. Quizá es la propia inocencia y la ignorancia en las cuales nos mantuvimos. Pero así es. Yo no sabía que Alberto Fernández era un cuadro de Magnetto. Si lo hubiéramos sabido, no habría sido jefe de Gabinete cuatro años.
–¿Usted ha tenido un papel preponderante en materia económica durante los últimos años?
–Simplemente acompañé las decisiones del Poder Ejecutivo, que es unipersonal.
–¿Uno de sus roles es la relación con los empresarios y lo han criticado con mucha dureza los medios?
–Cada vez que el diario La Nación pide mi renuncia es un aplauso. Para un peronista que La Nación te pida la renuncia es un aplauso. Soy el funcionario al que más veces le ha pedido la renuncia La Nación. Son muchos aplausos.
–Por qué piensan que lo cuestionan tanto?
–Cómo siempre le pasa al peronismo, por lo que hace. En definitiva, quienes me cuestionan no son los sectores populares sino los oligárquicos. Tengo que estar contento por esas críticas.
–¿Por qué cree que la sustitución de importaciones generó una ola de críticas?
–No creo que haya habido tantos cuestionamientos. Solamente son opiniones publicadas. Cuando hablás con los actores no expresan cuestionamientos. En las mesas de diálogo ocurre lo contrario. Piden que esta política de administración del comercio siga.
–Y, ¿continuará?
–Por lo que puedo entender de las instrucciones de la presidenta, sí.
–Algunas consultoras privadas señalan que desde el gobierno se oculta la inflación...
–¿Cuánto está el kilo de asado? Si la carne no sube hace tres años en un país que consume principalmente alimentos, ¿de qué estamos hablando? No sube la carne, no sube el pollo.
–En los negocios minoristas el precio del kilo de pollos sube.
–En la Argentina hay dos cadenas de comercialización: la corta y la larga. La cadena larga es productor, mayorista, minorista y público. En cambio, la cadena corta incluye al productor, al supermercadista y al público. ¿Cuál es el precio del kilo de pollo? En algunos supermercados no llega a $10. Pero, tampoco sube el precio del pescado. En 2008, el precio de la merluza estaba en $ 24 y ahora oscila entre los $ 26 y los $ 30. Lo mismo pasa con el cerdo.
–Elijamos otro rubro: los zapatos.
–Tiene que medir el mismo zapato en las cuatro temporadas del año, o en su defecto los correspondientes a cada temporada. No es lo mismo medir un zapato que otro. Y las consultoras no tienen capacidad técnica y académica para encarar tamaño desafío. Siempre hay que comparar dos zapatos que tengan iguales características. No se pueden medir productos distintos. Cuando la descripción de los productos es muy compleja, resulta muy difícil de medir. Es fácil comparar los precios del sachet de leche pero muy complejo de medir en el caso de un zapato o de un saco de hombre. También es muy complejo medir en el caso del servicio doméstico. ¿Sabe cómo se medía el costo del servicio doméstico antes? Con un grupo de amigos de la Directora del IPC (Índice de Precios al Consumidor) de aquella época.
–Pero, vayamos a la praxis. La telefonía celular, por ejemplo. Hace un tiempo prestaban un servicio que ahora cuesta más.
–Siempre hay precios que suben y otros que bajan, pero inflación es aumento generalizado de precios y no creo que ese sea el mejor ejemplo, porque me parece que el pulso de la telefonía fija está igual, y entonces se podría afirmar que nada aumenta y eso tampoco sería correcto.
–Forma parte de los servicios que utiliza la población.
–Si sólo suben los celulares, el impacto lo tienen las telefónicas. Que ahora con sus ingresos compran más carne.
–¿Usted dice qué sólo hay un trasvasamiento de ingresos de un sector a otro?
–Eso es la política económica. Esa es la variación de precios. Por ejemplo, el tomate aumentó a $ 40 pero hoy ya está a 10 pesos. Tuvimos las dos heladas más profundas de los últimos 50 años. Entonces, prácticamente no hubo operaciones, porque no había tomate. Hoy si aumentaran todos los autos el 300% y no se hace ninguna operación no podés decir que aumentaron los autos. Con el tomate a $ 35 no hubo prácticamente operaciones, porque no entraba mercadería en el mercado. Si antes entraban 35 mil cajones por día y después ingresan 3500 no hay operaciones, porque el 10% no hace precio. Ahora que ya entran 15 mil cajones bajó a la mitad. Y a fin de año cuando ingrese la mercadería del cinturón verde va a tener el tomate a $ 5 al público. De $ 40 a $ 5 hubo deflación. Sería un estúpido si dijera que hay deflación..
–Cuando usted negocia los acuerdos de precios con los supermercados...
–Con los supermercados no negocio nada. Negocio con los fabricantes.
–¿Entonces negocia con las empresas líderes?
–Exactamente.
–Al acordar con las empresas líderes de alguna forma no se alienta la concentración económica?
–Sí. Es un problema del sistema capitalista. Cuántos Techint puedo tener en la Argentina, cuántos Aluar. Pero ahí son los límites de la voluntad. Si vos me decís que el mercado argentino da para dos Aluar, baja. ¿Da el mercado argentino para dos Aluar o para dos Siderca? No.
–Pero yo me refiero a las generales de la ley.
–Como esos tiene un montón de casos.
–Pero, ¿en el caso puntual de los supermercadistas?
–En la Argentina hay distintos supermercadistas como no existe en ningún lado. Debe ser uno de los países donde más supermercados hay. Vaya a Estados Unidos, a ver si tienen tantas cadenas como acá.
–Pero si se comparan muchos precios de las góndolas de los supermercados con pequeños minoristas, en estos últimos los precios son más baratos en muchos productos.
–Extraordinario, entonces.
–Pero es que la mayoría de la gente no va a comprar a los negocios minoristas sino a los supermercados. La clase media compra en los súper. El problema es que la mayoría de los productos se venden en los supermercados.
–No es cierto.
–¿Y qué porcentaje se venden entonces?
–Treinta por ciento.
–¿Las grandes cadenas venden el 30 por ciento?
– Menos del 30 por ciento. Yo le estoy contando las grandes cadenas de los supermercados, los supermercados del interior y los autoservicios chinos. Le vuelvo a decir: tres de cada diez productos se venden en los supermercados. ¿Usted me quiere decir que fijan un sendero de precios? Lo fijan. Si los almaceneros venden más barato que los supermercados, encantado de la vida.
–Pero las fruterías del barrio muchas veces definen su precio en función de los precios que fijan los supermercados.
–No, un poquito más barato.
–¿Cómo ha sido su relación con los empresarios? Porque algunos dicen que usted es muy duro, que no hablan porque le tienen miedo.
–La relación con los empresarios es buena. Estoy conforme en la relación con los empresarios, y he cumplido mi trabajo.
“El monopolio va a resistir, pero hay que usar el derecho penal”
Entrevista. Héctor Recalde. Diputado del FpV. Su opinión sobre las elecciones pasadas, la ley de medios audiovisuales y la actualidad del movimiento obrero.
En un quinto piso de la calle Tucumán, a media cuadra de Tribunales, se encuentra el estudio jurídico del abogado laboralista y actual diputado Héctor Recalde. En su oficina conviven una foto de Perón de civil, fotos propias abrazándose con Néstor Kirchner o con Fidel Castro, y una que lo muestra en el año ’72, asomándose entre la muchedumbre, a tres metros de “El General” que regresaba de su exilio escoltado por Cámpora, los hermanos Eduardo Luis y Marcelo Duhalde y Horacio Chacho Pietragalla, padre desaparecido del diputado homónimo. En su escritorio, el mate siempre presente y las fotos de sus afectos más sentidos: sus hijos y nietos.
Nacido en la década infame, hijo de un colectivero, su niñez fue marcada por el peronismo. Estudió Derecho en la Universidad de Buenos Aires donde se recibió de abogado laboral en 1961. Tres años más tarde, se convertía en abogado de la Confederación General del Trabajo donde asesoró al histórico dirigente textil Andrés Framini. Exiliado en Uruguay por la dictadura del ’76, al retornar la democracia se vinculó con la CGT-Brasil. Enfrentó las reformas de flexibilización laboral neoliberales de los años ’90, denunció los sobornos en el Senado en tiempos de De la Rúa y, ya siendo diputado por el Frente para la Victoria, denunció a empresarios que intentaron sobornarlo ofreciéndole 20 millones de dólares para que frenara su iniciativa de otorgar carácter remunerativo a los ticket canasta y vales de alimento. Autor y coautor de una veintena de libros vinculados al derecho laboral, impulsó proyectos para mejorar la protección de los trabajadores, entre ellos el referido a que se aplique de hecho la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas.
Se considera un militante sindical de toda la vida, vinculado a la clase trabajadora, y que dentro del derecho eligió el derecho laboral. Jamás creyó que viviría tiempos como los de la Argentina de hoy. “Era impensable con el 22% de los votos y con Duhalde como padrino”, aclara en diálogo con Miradas al Sur y agrega: “Por eso enamoró tanto. Y, realmente, decir ‘enamoró’ es poco, porque la alegría se fue dando paulatinamente”. Recalde rescata toda una lista de acciones que publicó en un folleto titulado “Década Ganada. Manual para la militancia”, pero por sobre todo pone el foco en “la revalorización de la política y la participación de la juventud”. Recuerda dos momentos, uno de máxima alegría, el del festejo por el bicentenario y otro de máxima tristeza, el de ver a la juventud llorando la muerte de Néstor. “Yo tuve varios privilegios en la vida: uno fue haber compartido cuatro días seguidos con Perón a fin del año ’65. Y el otro fue ver desfilar a todos los pibes y pibas que pasaban despidiendo a Néstor en su velatorio. Fue conmocionante... y me acongoja al día de hoy. Es raro pero ese recuerdo tiene también alegría... frente al dolor, alegría, porque se rescatan valores”.
–¿Qué análisis hace del resultado de las elecciones del domingo pasado?
–Convengamos que no hay una mirada única. Comenzando por el lado más flaco, la provincia de Buenos Aires, nosotros calculábamos que la distancia con Massa iba a ser menor. Fue mayor de lo esperado. Y estamos analizando por qué. Nos va a llevar tiempo. Pero también hay algo que no estuvo en los medios y es que en los últimos tramos de la campaña Cristina no participó. Y sabemos que no es neutra su participación. No voy a hacer una prueba contrafáctica, pero habría sumado. Y ahora, las “expectativas conducentes”, como diría Don Hipólito Yrigoyen: ¿cuántos diputados sacó Massa? Trece. Y nosotros, doce. No es para llorar. Este es un primer análisis. Segundo, no se pueden comparar elecciones de medio término con una presidencial. Así y todo, logramos los 12 diputados que habíamos sacado en 2009 en la provincia y en el orden general, sacamos cinco diputados más. O sea, tenemos quórum en Diputados y en Senadores. No está mal. Somos la primera minoría, con un gran caudal de votos, a una buena diferencia de la segunda minoría. El que debería temer al síndrome de 2009 es Massa. Porque si uno mira cómo le fue a De Narváez, lo digo con todo respeto, que en 2009, lo presentaban como a un rey. La diferencia que puede haber con aquel momento es que hay 20 intendentes que están trabajando con él. Eso será a su favor, pero ahora ¿qué va a hacer estos dos años Massa como diputado? Nosotros tenemos la capacidad de animarnos, tenemos convicciones, tenemos alegría militante, y es muy difícil que nos amedrentemos. De hecho, frente a cada revés, duplicamos la apuesta. Salimos para adelante porque siempre salimos de laberintos por arriba.
–¿No cree también que la aparición de Massa haya permitido una suerte de corrida dentro del kirchnerismo, de esos que estaban agazapados esperando la oportunidad de romper?
–En realidad, sólo en las novelas gauchescas tenían algún valor los aparecidos. Digamos que surgió un líder de un sector en la provincia de Buenos Aires, que quiere pasar las fronteras... no sé, tal vez quiera llegar a Colombia, porque a Venezuela no creo. Pero, digamos, que es uno más...sa (se ríe).
–¿Cómo evalúa esto de que algunos líderes de la oposición, pasaron por el kirchnerismo?
–Evita decía: “Bienvenidos los rezagados”. Yo soy tanguero, y me gusta ése que dice: “No es lo mismo ser derecho que traidor”. Esto suele pasar en la política, donde hay mucho pragmatismo. Nos caracterizamos por las convicciones, y para los que pasamos las malas, las durísimas... y lo digo pensando en la dictadura cívico-militar, todo esto es un paseo. No nos preocupan los que se pasan de bando. Nosotros tenemos capacidad militante. La oposición se esfuerza por hablar de “transición”. Les recuerdo que acá todavía no terminó la mitad del mandato de Cristina. La transición, si corresponde, será de octubre de 2015 al 9 de diciembre de 2015, no ahora.
–¿Lo dice por los que anuncian “el fin de ciclo” desde el 2005?
–No, desde antes. Claudio Escribano, desde el diario La Nación, le dijo a Néstor en el 2003: “Si no hacés esto en un año, perdiste”. O sea, el fin de ciclo venía ya desde 2003. Puede ser que haya alguna defección, pero también puede ser que haya defecciones del otro lado. A ver, si algún intendente quiere ser gobernador y se frustra porque Massa elige como candidato de gobernador a otro, ¿también lo abandonará a él? A mí me impresionaron dos cosas: que quitaran el cuadro de Néstor Kirchner en Mercedes (eso me impresionó muy mal) y me llamó la atención lo de Sandro Guzmán, quien el año pasado hiciera un homenaje a Néstor Kirchner.
–¿Cómo vivió el domingo el contacto con la militancia?
–Cuando estábamos en el búnker, salimos algunos compañeros ante la prensa; me tocó a mí también. Respondí lo que me preguntaban y vi que alrededor se levantaba el ánimo de los que estaban ahí; y gritaban y coreaban... y yo ya no le hablé más a la prensa, les hablé a los compañeros. Fue una cosa de alegría en la derrota que implicaba la provincia de Buenos Aires. Y recordé un poema, el único que publiqué en mi vida: “Muchachos no salgan del encanto de haber derramado llanto por una batalla perdida”. Porque se puede perder una batalla, y no la guerra. Porque existe la alegría de haber peleado por lo que uno cree, por las convicciones. Por eso, en el festejo en el Congreso, estábamos alegres. Y no porque el fallo salió a favor, no por eso. Alegres porque estamos militando, porque estamos haciendo lo que creemos que hay que hacer. No sería feliz si no hago lo que estoy haciendo. El agradecido soy yo.
–¿Cree que a estos militantes no los corre el exitismo, que los impulsan sus convicciones, o que cuando pierden no se cambian de bando?
–Sor Juana Inés de la Cruz diría: “No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido”. La misma que estaría de acuerdo con mi proyecto de ley penalizando al consumidor de sexo. Ella que decía: “Tan culpable la que peca por la paga, como el que paga por pecar”... que es el consumidor de sexo.
–¿Cómo cree que seguirá la disputa luego de la declaración de la Corte Suprema sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual?
–El monopolio va a resistir, pero hay que usar el derecho penal. Cuando un fallo obliga a algo y no se cumple, hay desobediencia. Y eso es un delito. Lo tendrían que analizar los penalistas, pero me parece que llegó al límite. Si Clarín no articuló la inconstitucionalidad en ese momento, fue. Jurídicamente, nadie puede alegar su propia torpeza, eso se llama Teoría de los actos propios, si tenía que haber cuestionado era en aquel momento. “Fuiste”, como dicen los chicos hoy.
–¿No le asombró la defensa tan limitada que hicieron en su momento?
–Al mejor cazador se le escapa la liebre. Y éstos, encima, no son los mejores cazadores... pero además, fue producto de la omnipotencia del tipo que habla de “puesto menor”, del que se creía un intocable. Los militantes coreaban “es para Magnetto que lo mira por TV”.
–Finalmente, usted sostuvo últimamente que “si hay cinco CGT, no hay ninguna”. ¿Cómo ve al movimiento obrero en este momento?
–Lo de las cinco CGT es una figura; por supuesto que existen. Lo que veo es dificultades todavía para que se junten y me parece a mí que la responsabilidad es de los dirigentes, porque los trabajadores no están desunidos.
–¿Cree que las bases podrían desbordar de vuelta a los dirigentes y exijan algún tipo de unidad?
–Sí, Framini decía eso: “Los trabajadores irán con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”.
Los grupos de tareas de la dictadura secuestraron a más de 140 empresarios
Por primera vez salen a la luz detalles del accionar común entre los funcionarios del Ministerio de Economía, el Banco Central y la CNV y la represión durante los años de plomo. Once hombres de negocios permanecen desaparecidos.
COMENTARIOS
0
Info NewsInfo NewsInfo News
La dictadura buscaba desarticular a la burguesía.La dictadura buscaba desarticular a la burguesía.
Nota de Tiempo Argentino
A 30 años del regreso de la democracia, la Comisión Nacional de Valores (CNV) compiló en dos tomos una historia hasta ahora poco conocida: cómo la cúpula económica de la dictadura cívico-militar secuestró, desapoderó y llevó a desaparecer a empresarios y financistas no alineados al régimen. La investigación, llevada a cabo por la Oficina de Derechos Humanos del organismo, recoge documentos, fotografías, entrevistas, actas de directorio y causas judiciales que dejan en evidencia que el ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, y luego sus sucesores, coordinaron una serie de escuadrones represivos que secuestraron a 143 hombres de negocios en el período 1976-1983, once de los cuales aún permanecen desaparecidos.
En el escenario de aquel entonces, tanto la CNV como el Banco Central (BCRA) actuaban como agentes de información e inteligencia, proveyendo los datos de los empresarios apuntados a los grupos de tareas y participando en interrogatorios y sesiones de tortura. "Hubo un plan económico que fue el marco que englobó al resto de las acciones, pero también hubo colaboración de empresarios privados", explicó a Tiempo Argentino Celeste Perosino, una de las investigadoras de la CNV que trabajó en el informe.
La referencia tiene que ver con la idea rectora de "Joe", que más allá de los ajustes iniciales de su gestión, ya en 1977 aplicó "un cambio estructural orientado a transformar radicalmente la economía del país en beneficio de sectores concentrados, con base transnacional financiera", según caracterizó la CNV.
A estos fines, la gestión de Martínez de Hoz procedió a cortar con las influencias de empresarios nacionales de peso, algunos de los cuales habían actuado además como fuentes de financiamiento de agrupaciones políticas como Montoneros. Casos conocidos como el de la familia Graiver, recordado por la sustracción a sangre y fuego de Papel Prensa, luego entregado a Clarín y La Nación, o como el de Iaccarino, de la Industria Láctea Santiagueña, son sólo botones de muestra del resultado de una práctica extendida en aquellos años.
Como se ve en la infografía, otros de los perseguidos fueron Equinoquímica SA, Cambio América, Banco de Hurlingham, Casa de Cambio Brasilia, Finsur SA, e Industrias Siderúrgicas Grassi. Para justificar los procedimientos, los organismos oficiales reportaban irregularidades en esas firmas, la mayoría de las cuales eran ciertas.
El período de "cacería" de empresarios por parte de la Policía Bancaria empezó formalmente en 1979, año en el que tanto el BCRA como la CNV empezaron a tener como directores a representantes de las tres Fuerzas Armadas. A la cabeza de esas entidades estaban Christian Zimmerman y Juan Etchebarne, este último detenido en abril de este año por delitos económicos vinculados a violaciones a los Derechos Humanos. "El objetivo era desaparecer la burguesía nacional. Si bien la represión a civiles era conocida, a los empresarios y al sector financiero se los reprimía con apropiación de bienes", detalló Alejandro Vanoli, presidente de la CNV y descubridor de la pista central que derivó en los dos tomos del libro, que tendrá una segunda parte en 2014.
Investigando los archivos para el informe "Papel Prensa - La Verdad", que el gobierno dio a conocer en 2010, Vanoli encaró el estudio de otros procesos de apropiación. Intentando recuperar de oscuros y húmedos depósitos el material que se salvo de la destrucción provocada adrede por los militares para eliminar las pruebas, se topó con un acta secreta del Comando en Jefe del Ejecutivo en la que se le pedía a la CNV que proporcionara peritos contables y abogados a fin de que colaborasen en los interrogatorios a secuestrados en Campo de Mayo.
Fue el inicio de los grupos de tareas "económicos". "Hay que imaginarse, aunque suene cruel y duro, que los carniceros que torturaban no podían hacer interrogatorios técnicos para saber de las actividades de empresarios, o saber bien dónde estaba tal o cual", detalló Vanoli, y agregó que "para esto armaban equipos técnicos, de hecho, el propio Etchebarne participó de interrogatorios a empresarios. Hacían inteligencia".
El Batallón 601, servicio especial de inteligencia del Ejército, estaba a cargo de la mayoría de los operativos y Guillermo Suárez Mason –el “Carnicero del Olimpo”, por su tarea en el centro de detención–, que era quien impartía las órdenes a sus súbditos del Primer Cuerpo del Ejército. Distintas circulares compiladas en los dos tomos muestran a Suárez Mason requiriendo a la CNV ayuda técnica para los interrogatorios. En ese entonces, el organismo funcionaba en el edificio del Ministerio de Economía. Y la colaboración de sus participantes fue casi total. Hoy, en las oficinas de la CNV en el microcentro, subsiste una plaqueta en memoria de uno de los empleados que resistió y fue desaparecido: Carlos Cortiñas, hijo de Nora Cortiñas, referente de las Madres de Plaza de Mayo.
"La mayoría pasó toda la dictadura preso, y fueron liberados en el '83. Buena parte de los familiares están haciendo denuncias y reclamos", detalló Perosino, la investigadora de la CNV.
Ninguna de las empresas que están mencionadas en las investigaciones de la CNV sigue en actividad. ¿Dónde quedaron los bienes? "En un principio, se los quedó el Estado, pero los represores y delincuentes también los compartieron con firmas alineadas con ellos. Y el resto –si lo hubo– se fue vendiendo. Por caso, se enajenaron aviones sustraídos a empresarios. Otro ejemplo: los campos de golf que pertenecieron a Iaccarino ahora están siendo loteados para que allí se construyan barrios cerrados privados", concluyó Perosino.
Acindar, la beneficiada
El desprecio de la cúpula militar por las empresas nacionales tuvo una excepción: Acindar. En la acería, el propio Martínez de Hoz llegó a ser primero síndico y luego presidente. “En el caso de Acindar, su fundador propuso como objetivo lograr una planta integral de productos terminados a partir del mineral de hierro, pero su fallecimiento en 1968 le impidió ver realizada esta meta”, apunta el trabajo de la CNV. Y agrega que la misma “fue desarrollada por sus herederos, que dejaron el mando presidencial en manos de Martínez de Hoz. Con su accionar, la empresa consiguió seguir obteniendo beneficios estatales tales como exenciones de obligaciones fiscales y, además, lograr el aval del Tesoro para determinadas operaciones crediticias”.
La firma se transformó, además, en un modelo de represión sindical. Es histórica la contienda obrera que se dio en 1975 bajo el nombre de “Villazo” (por la fábrica situada en Villa Constitución, provincia de Santa Fe). La movida terminó con un operativo represivo que movilizó a más de 4000 efectivos, generando más de 300 detenidos y algunos dirigentes de la UOM secuestrados y desaparecidos. Esta represión fue el puntapié inicial al modelo que luego aplicaría en todas las fábricas del país la dictadura de Videla, Massera y Agosti.
El cerco internacional a la Argentina Por Emir Sader
El que se informa sobre la Argentina por la prensa internacional no logra explicar cómo los gobiernos de los Kirchner han logrado elegirse, reelegirse y siguen siendo el partido más fuerte en el país. Como pasa con los gobiernos progresistas de América latina, son diabolizados por los grandes conglomerados mediáticos internacionales, ayudados por intelectuales y periodistas de nuestros propios países, que se anidan en los espacios que les regalan para hablar mal de nosotros.
Nada que ver con los tratamientos que esos mismos medios dieron a la feroz dictadura militar argentina y a los gobiernos fracasados de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem, que dejaron el país destruido para los Kirchner. Ningún reconocimiento sobre la larga reconstrucción de la economía y las sociedades desechas que heredaron de sus alabados antecesores.
Primero, silencio, incredulidad sobre la recuperación del país. Después, campaña contra la renegociación de los papeles de la deuda argentina, reproducción de los ataques de los medios opositores y, finalmente, guerra total, cerco, difamación del gobierno de Cristina Kirchner y de la Argentina.
La renegociación de la deuda fue un éxito, de ahí la ofensiva, apoyada en el 8 por ciento que no han aceptado renegociar, para buscar algún tipo de punición a la Argentina, para intentar demostrar a otros países –como Grecia, por ejemplo– que esa postura soberana tiene precio. Hay un cerco internacional a los créditos de parte de la banca internacional, que se suma al cerco mediático. Este es el que apalanca las otras formas de cerco. Difunde la idea de un país desgobernado, sin dirección política, cerca del “fin de ciclo”, que las derechas latinoamericanas propagan todo el tiempo. Hacen de sus deseos realidad, agregando todas las formas de oposición, de derecha y de ultraizquierda, para sustituir su falta de plataforma y de liderazgos alternativos.
Es un cerco cobarde, porque busca no dejar espacios para análisis alternativos, para la comparación con lo que era el país antes de los gobiernos de los Kirchner y en lo que se ha transformado en esa década. El historiador británico Eric Hobsbawm considera que el paso de la URSS a Rusia y la explosión de la política de convertibilidad en la Argentina han propiciado los dos más grandes retrocesos históricos del mundo en las últimas décadas.
Un país que ha perdido su autosuficiencia energética con la privatización de YPF, promovida en pocos días por el gobierno Menem. Un país que había renunciado a tener políticas fiscales con la política de paridad entre el dólar y el peso. Un país que sufrió el terror de la dictadura militar, la más grande cantidad de víctimas de muertos y desaparecidos que hemos tenido, que tuvo los efectos sumamente negativos de la explosión de la bomba de la convertibilidad.
Pero a los buitres –financieros, políticos y mediáticos– les interesaba lo que hacía la dictadura y no la resistencia del pueblo argentino. Les interesaba el perdón a los militares y no la investigación de sus crímenes. Les interesaba el modelo de paridad de Menem y no las luchas del pueblo en contra de sus efectos dañinos. No les interesan la reconstrucción del país, la reanudación del crecimiento económico, la disminución de la desigualdad y de la miseria. Les interesaba la política de “relaciones carnales” con Estados Unidos y no la política soberana y de dignidad nacional.
No les interesa lo que piense el pueblo argentino y los pueblos de los países hermanos. Les importa lo que piensen la banca internacional y las potencias imperialistas. Por eso tienden un cerco cobarde a la Argentina y al gobierno de Cristina. Un cerco que cabe a todos los que conocen lo que realmente ha pasado en el país en esta década, luchar con todas sus fuerzas para aclarar, para informar, para rebatir. Romper el cerco financiero, político y mediático que tienden los mismos que han estado con la dictadura militar, con los gobiernos que han pactado con el FMI y han fracasado, con el modelo neoliberal que los gobiernos de los Kirchner luchan para superar definitivamente.
Compartir: Twitter
La sentencia, las culturas y el otro(S) Por Florencia Saintout *
La resolución de la Corte Suprema acerca de la constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es un fallo a festejar por muchos motivos, esencialmente porque es posible gracias a las luchas de décadas por una democracia real y comprometida con un horizonte emancipador. Dicho esto, voy a destacar un punto que me parece sustantivo y abre un camino potente para el pensamiento sobre legislación y comunicación en América latina.
Partiendo de asumir la historicidad de lo institucional, el fallo –particularmente en la fundamentación del doctor Zaffaroni– convoca a pensar la decisión política plasmada en la Constitución de crear una Nación para no-sotros y para todos aquellos que quieran habitar suelo argentino. Así, dice, fuimos creando una identidad hecha de diversidad: “Y por cierto que fueron muchos los que quisieron habitarlo: hombres y mujeres. Los sobrevivientes de los masacrados pueblos originarios, gauchos mestizos, oligarquías con aspiraciones aristocráticas; clases medias en pugnas por ascender; clase trabajadora concentrándose industrialmente en migración interna; población europea transportada masivamente; inmigrantes de países hermanos; colectividades de los más lejanos países del planeta; refugiados de todas las persecuciones, por entero diferentes”.
Y si los medios audiovisuales –de manera innegable, afirma la Corte– tienen una incidencia decisiva en la conformación de la cultura, ésta no puede estar en manos de monopolios u oligopolios. Un Estado responsable no lo puede permitir. Si así lo hiciera, dice Zaffaroni, constitucionalmente estaría renunciando a cumplir los más altos y primarios objetivos que señala la Constitución, siendo la homogeneización de la cultura la destrucción de nuestro pluralismo.
Ante la predominancia de la economía política para pensar el derecho a la comunicación, este fallo incorpora un elemento central para hablar de la regulación de la propiedad mediática: la dimensión cultural de la comunicación. Lo que se pone en juego es un punto de vista cultural, asumiendo que los medios producen cultura. Y no en un sentido restringido, como bellas artes o alta cultura, sino en un sentido antropológico, como territorialidades simbólicas de la sociedad, como prácticas cotidianas. Los medios de comunicación son actores sociales, mayoritariamente empresariales, que no producen zapatos o latas de tomates, sino que producen valores; prejuicios; definiciones sobre lo bello o lo siniestro. Autorizan o estigmatizan sujetos. Producen verdades, sentido común, legitimidades e ilegitimidades que constituyen modos del vivir juntos.
La cultura producida en serie como lata de tomate fue una preocupación central de los integrantes de la escuela de Frankfurt. La homogeneidad que anulaba las posibilidades del pensamiento crítico fue vista como plataforma del totalitarismo en una sociedad capitalista. Para estos pensadores, el individuo sería ilusorio, sólo con una identidad incondicionada con lo universal.
Pero, más allá de las intenciones o no de Adorno y Horkheimer, pensadores centrales en torno de lo que van a denominar como industrias culturales, la escucha de sus argumentos se centró en la pérdida en manos de los medios de la alta cultura. Se lloró sólo por las bellas artes de las elites.
El fallo de la Corte, marcado por un pensar desde la periferia, y sin duda por un marco histórico y geopolítico particular (intuyo, más y menos reflexionado por las individuales que lo corporizan), va en una dirección distinta: la homogeneidad cultural preocupa en cuanto atenta contra la igualdad como derecho de todos y todas a hacer lo público. Y lo público tiene una dimensión simbólica hecha de pluralidades que no puede ser anulada por un asunto de privilegio ante el capital.
Enorme aporte para pensar los caminos de hacer la patria, que puede ser plana y autoritaria, o puede ser aquella hecha de todas las patrias que son los nos/otros.
* Decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata.
Treinta años después Por Edgardo Mocca
Hace treinta años los argentinos elegíamos otra vez libremente a un gobierno, después de la trágica experiencia del terrorismo de Estado. Una ola de entusiasmo democrático recorría las calles y las plazas. Las públicas revelaciones del horror dictatorial encendían la indignación popular y conformaban el piso de una voluntad colectiva de no regresar nunca más a esa penosa circunstancia. Sin embargo, junto a ese lado luminoso de aquella primavera, empezábamos a convivir con la herencia histórica de la dictadura. Era una herencia que unía la criminalidad estatal con una profunda reestructuración económica, social y cultural de nuestro país: la desindustrialización de la economía, el fortalecimiento de los grupos financieros, la pauperización y el abandono social de grandes masas de personas, el debilitamiento de la clase trabajadora y de sus organizaciones sindicales constituían el marco en el que recuperábamos la democracia política. La idea misma de Estado era pensada con desconfianza y temor después de su empleo como maquinaria de persecución y muerte.
Excepcional como fue desde sus prácticas terroristas, la dictadura se inscribió, sin embargo, en un movimiento de época. El tiempo de su ascenso al poder coincidió con los albores de una gran revolución mundial del capitalismo; Thatcher, primero, y luego Reagan inauguraban en sus poderosos países la era de la ofensiva total contra los Estados sociales a los que se situaba como chivos expiatorios de la crisis de mediados de los ’70. Era la primera etapa del avance del neoliberalismo sobre esa construcción histórica que fueron las sociedades industrial-salariales, edificadas mundialmente a la salida de la Segunda Guerra Mundial como alternativa a la utopía de los mercados autorregulados que desembocó en la crisis de los años ’30. La adaptación de nuestra sociedad a las demandas específicas de ese nuevo mundo en cierne fue el sentido mismo del terror de esos años: no solamente había que modificar estructuras y sistemas, era necesario clausurar memorias de lucha, producir un duradero escarmiento sobre aquellos actores sociales que habían crecido en la anterior etapa, desde la resistencia peronista hasta el Cordobazo.
Nuestra democracia fue, a la vez, una gran esperanza y el emergente de una profunda derrota histórica. Nació bajo el signo de una gran crisis regional, la llamada “crisis de la deuda” (desencadenada por el default de México) que era la acabada expresión de los nuevos vientos de la época, de la expansión del poder financiero, del debilitamiento de los Estados nacionales, del papel que crecientemente adoptarían los organismos internacionales de crédito. Nació, además, en una época de visible declive de las corrientes ideológicas transformadoras, lo que en los países de nuestra región se fundía con el balance trágico de nuestra experiencia de lucha en los años setenta. El dirigente chileno Carlos Ominami llamó “psicología del sobreviviente” a esa sensación de frustración y culpa que acompañaba a quienes habían protagonizado, aun en formas diferentes, aquella experiencia revolucionaria. Esa combinación de ofensiva neoliberal y neoconservadora, reflujo del pensamiento crítico y conciencia de la dura derrota de la década anterior, constituyó el límite político de nuestra recién recuperada democracia. Ese fue el marco que condicionó la voluntad reformista de Alfonsín y su gobierno en sus primeros tiempos y que alentó a las fuerzas que lograron primero neutralizar sus intentos de cambio y después arrinconarlo y desestabilizarlo hasta lograr su renuncia anticipada.
El año 1989 es, entre nosotros, el de la crisis hiperinflacionaria y el del segundo ciclo de gobierno democrático. Es también el de la caída del Muro de Berlín y el comienzo del fin de la Unión Soviética. Estamos ya en la época del cenit del neoliberalismo, devenido en sentido común de la sociedad global, a tal punto que un distinguido elenco del pensamiento de las izquierdas comenzaría a festejar a lo largo y ancho del mundo la nueva era del fin de los relatos ideológicos como entrada a una civilización más democrática y más libre. Es el fin de la Guerra Fría y el comienzo del nuevo orden mundial de Bush padre, que se exhibiría triunfal ante el mundo con la primera guerra contra Irak. El menemismo es el nombre de esa etapa de nuestro treintenio democrático. Fue la regresión en toda la línea de los tímidos y contradictorios avances de la etapa anterior. Lo fue en aplicación sin matices de las recomendaciones del Consenso de Washington: apertura financiera, desregulación, privatización, garantías inéditas para el capital, “modernización” de las relaciones laborales, entre otras. Lo fue en su alineamiento incondicional con la principal potencia mundial y en el abandono de las posiciones soberanas fijadas por Alfonsín, al punto de participar en la mencionada guerra inaugural del nuevo orden unipolar. Lo fue también en materia de la relación con los crímenes de la dictadura a través del indulto a sus máximos promotores y ejecutores. El período de De la Rúa al frente del gobierno de la Alianza no entrañaría otra novedad más que la continuidad de esa política y el acelerado derrumbe nacional que precipitó.
Tampoco los acontecimientos que siguieron a aquel trágico diciembre de 2001 pueden pensarse al margen de nuevos procesos mundiales, mal que nos pese a los argentinos en nuestra permanente pretensión de originalidad y excepcionalidad. Forman parte de un proceso de crisis de ese paradigma del capitalismo mundial que nacía cuando la última dictadura cívico-militar usurpaba el gobierno. Su manifestación fueron las crisis locales de fin del siglo pasado y comienzos del actual en México, el sudeste asiático, Rusia, Brasil, hasta llegar a nuestro propio colapso. Con el tiempo, sabríamos que no se trataba de episodios aislados, sino de expresiones de una crisis global que hoy recorre buena parte del mundo del capitalismo desarrollado. La época del neoliberalismo no ha llegado, ciertamente, a su final, como demuestra la actual escena europea en la que los responsables del derrumbe se erigen como árbitros de la situación y como sus principales beneficiarios. Sin embargo, el mundo ha cambiado mucho desde la época de oro neoliberal. Hay nuevos actores globales y nuevos reagrupamientos regionales. Se debilita la capacidad imperial de los Estados Unidos, como lo demuestran sus actuales dificultades para pilotear con su propio enfoque la salida de la crisis siria. Surgen en el sur de nuestro continente un conjunto de experiencias políticas heterogéneas entre sí, pero con el signo común de la exploración de caminos alternativos al neoliberalismo. El kirchnerismo es el nombre de esta etapa en la Argentina y su suerte está fuertemente entrelazada con la suerte del proceso regional en su conjunto.
En medio de tantas peripecias atravesadas durante estos treinta años, resulta interesante preguntarnos por la significación de la continuidad de nuestra democracia. Acaso el saldo principal de este período sea que está instalado entre no-sotros el imaginario democrático. Lo está en la noción de que la soberanía popular es la única fuente legítima de poder, en el reconocimiento de la primacía de la ley y en la condición igualitaria de todos, en su condición de ciudadanos. Esto no quiere decir que la democracia no tenga adversarios conscientes ni deje de tener que vérselas con la indiferencia antipolítica: significa simplemente que el lenguaje democrático es el único que circula legítimamente. Es decir que aún quienes descreen de ese lenguaje se ven obligados a adoptarlo para hablar en la esfera pública. El igualitarismo democrático es, desde que surgió a fines del siglo XVIII con la Revolución Francesa, un poderoso factor de movilización política y social de la sociedad. Tocqueville, ese gran pensador del siglo XIX francés, sostenía que sería difícil mantener a la igualdad confinada al territorio de la relación de los ciudadanos con la ley; poco a poco, sostenía, se extendería a todos los dominios de la vida social.
En los flujos y reflujos de este tramo de nuestra historia, los argentinos hemos conquistado y preservado la vigencia del lenguaje democrático. El imaginario igualitario de la democracia ha sobrevivido las circunstancias más críticas. Casi simultáneamente al aniversario de la elección de 1983, los argentinos hemos accedido a la plena vigencia de la ley que democratiza los servicios de comunicación audiovisuales. Lo hemos logrado a través de un fallo que cierra un trámite judicial de una extensión que solamente se explica por el poder fáctico del grupo empresario que lo impulsó pero que, a la vez abre un nuevo y trascendente capítulo del debate de ideas. Es el debate que se pregunta sobre la esencia del régimen democrático; sobre las relaciones del ethos democrático con el mundo empresario. La mayoría de la Corte Suprema ha afirmado y argumentado que los monopolios son repugnantes a la democracia. Dijo el juez Zaffaroni en su pronunciamiento sobre la ley cuya constitucionalidad era cuestionada: “Ningún Estado responsable puede permitir que la configuración cultural de su pueblo quede en manos de monopolios u oligopolios”. La frase sirve de homenaje, a la vez que de horizonte programático, a nuestra treintañera democracia.
OPINION Son las instituciones, gil
Las elecciones y la sentencia de la Corte Suprema, ejemplos de cómo funcionan las instituciones. El debate que no termina ni resolverá cómo será el futuro. El espacio radical-socialista, el PRO y el peronismo “federal”: cómo quedaron. Lo que hizo el Gobierno después de agosto. Lo que se discute desde el domingo pasado.
Por Mario Wainfeld
Pasó una semana de órdago, que incidirá mucho en el escenario político de los años por venir. Las elecciones y la sentencia de la Corte Suprema delinean un combo tan incitante como incompleto: su sentido y su proyección se completarán con acciones futuras. Podrá parecer ingenuo en medio del griterío que connota la política doméstica pero es forzoso resaltar, como eje central, que las instituciones funcionan en la Argentina. Distan de ser perfectas o ejemplares, pero rayan mucho más alto que lo que traduce la Vulgata dominante.
El pueblo votó en 24 provincias, dando cuenta de su federalismo, cambios de talante y diversidad. La jornada fue tan ejemplar cuan masiva, el escrutinio resultó prolijo y veloz. La traducción está en disputa, algo lógico ante un veredicto con aristas variadas.
La Corte resolvió con ajuste a derecho, enfrentando presiones corporativas tremendas y de- satando la furia de la derecha real, cuyo espíritu democrático vuela muy bajito (ver asimismo nota aparte).
- - -
Datos, versiones y porvenires: La polémica sobre el saldo del pronunciamiento popular se viene cruzando desde agosto. El oficialismo enfatiza la conservación, ligeramente mejorada, de las mayorías en el Congreso nacional. También su condición de primera minoría nacional. Le asiste razón, a condición de admitir que el cuadro incluye otras variables, que son las que subrayan las fuerzas opositoras.
Estas hacen centro en la disminución del caudal total del kirchnerismo, sus derrotas amplias en las cinco provincias más pobladas, la amplia diferencia en Buenos Aires, la aparición exitosa del intendente de Tigre Sergio Massa. Son válidas, a condición de asumir lo mencionado en el párrafo precedente.
La preservación de un quórum (casi) propio en las dos Cámaras prefigura para el Gobierno un horizonte más desahogado que el de 2009. La necesidad de construir una candidatura presidencial que no sea la de Cristina Fernández de Kirchner es un intríngulis severo, inexistente en aquel entonces.
La hipótesis de esta columna es que las urnas han demarcado el terreno pero no cristalizado el resultado de 2015. Los opositores hablan de “fin de ciclo”, lo que hasta es entendible como táctica para debilitar al oficialismo, pero insuficiente como vaticinio. Para que termine el zarandeado ciclo, les queda construir alternativas ganadoras y construir un favor popular direccionado a una o dos coaliciones. Hay virtualidad para armarlas, pero hoy no existen.
El kirchnerismo se autorretrata como vencedor serial, le queda cimentar las condiciones para proseguir su saga dentro de dos años.
Los adversarios tienen una carga parecida: transformar sus interpretaciones en realidades. Para eso, deben hacer política y no quedar ensimismados en discusiones interesantes pero insuficientes.
- - -
Cuando la espuma baja: A medida que baja la espuma de los brindis, decantan análisis más acabados que las tapas simplistas de los diarios hegemónicos. Es recomendable, en su totalidad, la nota del politólogo Andrés Malamud en la revista El estadista. Malamud consigna, provocativo y certero en los datos: El Frente para la Victoria triunfó en doce provincias (incluyendo a Salta en la categoría senadores) y salió segundo en ocho. Y desagrega a “la opo”: El radicalismo con sus aliados socialistas y lilitos ganó siete, su promedio desde 1983. Los peronistas con remordimientos ganaron cuatro, y el Movimiento Popular Neuquino prevaleció en la que gobierna desde 1983. La conclusión está cifrada en el título de la nota “El fin de ciclo se acerca: es en 2019”. Conviene aclarar y resaltar que, desde la perspectiva ideológica de Malamud, una victoria del peronismo antikirchnerista no sería un fin de ciclo, ni una cabal alternancia, sino una “sucesión” dentro del universo peronista.
El sociólogo Eduardo Fidanza coquetea con una idea parecida, ayer en La Nación. Según él no hubo un pronunciamiento contra los lineamientos generales del kirchnerismo. El votante, cree, “se mantuvo en las proximidades de la Presidenta, premiando a un hijo descarriado, no a un miembro de otra familia”. Integrante de la consultora Poliarquía, Fidanza cifra así la demanda electoral promedio: “Pide un ecualizador que aumente la calidad de la melodía, no quiere reemplazarla. Un poco menos de inflación, algo más de seguridad, la misma proporción de empleo, salario, consumo y vacaciones”. Modelo con sintonía fina, pongámosle.
Ambos observadores miran con escepticismo las hipótesis de resurrección de la familia panradical-socialista. Un estudio básicamente numérico del politólogo Javier Zelaznik de la Universidad Torcuato Di Tella aporta cifras que comprueban que ese sector sólo mejoró su patético desempeño de 2011 pero que no trasgredió sus medias históricas anteriores.
El cronista coincide con esa parte de la interpretación aunque disiente con el sentido y las eventuales consecuencias del crecimiento del “peronismo federal”. A su ver, configuran una propuesta diferente, una regresión potencial mayúscula en términos culturales y políticos.
Cabe asignarle una entidad diferente que debe alertar al Frente para la Victoria (FpV) si quiere corroborar, en la cancha y cuando se juegue el partido respectivo, que su bien ganada permanencia en el Gobierno proseguirá después de 2015.
- - -
Rivales deseados y reales: El presidente Néstor Kirchner imaginó, tiempo ha, un sistema político dominado por dos vertientes: el FpV encarnando al centro izquierda (limitando con la pared) y el centro derecha dominado por el PRO. La trayectoria del partido del jefe de Gobierno, Mauricio Macri, torna borrosa la tesis (nada es imposible en el futuro, se machaca). Fuerte en la Capital, lábil en rodeo ajeno, el macrismo conserva su feudo y lo embellece apenas con un segundo puesto lejano en Santa Fe, otro (forzando un poco la lectura) en Entre Ríos y un cuarto en Córdoba. Queda poco competitivo. Vaya una referencia, que podría extrapolarse, con variantes, a otras fuerzas. El PRO entra al senado, ocupando tres bancas. Si ganara la mayoría en todas las que se renuevan dentro de dos años, totalizaría 19, apenas más de un tercio de la Cámara. Sería una magra base para construir gobernabilidad. La legitimidad allende la Avenida General Paz tampoco ayuda, ya se dijo.
Así las cosas, la derecha posible con más potencial es otra. Aciertan el establishment económico en general y el mediático en especial cuando ponen su mayor cantidad de fichas a manos del peronismo “federal”. Hasta hace poco, su “candidato A” era el gobernador Daniel Scioli y el intendente Sergio Massa el plan “B”. Esas posiciones relativas se enrocaron, a la luz del veredicto de las urnas en Buenos Aires.
La amplia victoria del Frente Renovador es otra clave de las elecciones, que sería necio subestimar. Por el volumen de la diferencia, por lo que impacta en el total nacional, porque se obtuvo desgajando votantes, dirigentes e intendentes que respondían al kirchnerismo.
Este cronista supone que es difícil que Massa tenga combustible para llegar indemne dentro de dos años. Pero ningún vaticinio es seguro (lo que, ay, incluye a los propios) ni mucho menos escribe de antemano la historia.
La emergencia de Massa, construida en pocos meses, es una alerta importante para el oficialismo. Entre otras variables, porque es imposible imaginar una reválida del FpV para la Casa Rosada sin revertir mucho el resultado en Buenos Aires. También porque resucitó al “otro” peronismo que venía muy maltrecho.
La dirigencia peronista es, en tendencia, itinerante y de lealtades móviles. Las predicciones de cambio de camisetas que se escuchan hoy son apresuradas, se comen la cena antes del almuerzo. Pero la posibilidad es real, se ha catalizado. El kirchnerismo la conoce y el mejor modo de neutralizarla es recobrar fuerzas en el terreno que mejor le vale: el de la gestión pública.
- - -
Palabras y medidas: Las declaraciones a los medios el día de los comicios son un insumo interesante, aunque efímero. El kirchnerismo tomó nota del resultado de las Primarias, que incluía achicamiento de su popularidad.
Por eso, arbitró una serie de medidas. Estaba cantado que su proyección electoral en octubre sería limitada pero valen porque dan cuenta de haber recapacitado. Y porque implican mejoras a sectores importantes de la población. Hablamos de las reformas al mínimo no imponible de ganancias y a las escalas del monotributo.
También revisó su táctica electoral, dentro los márgenes estrechos que le quedaban. Corrigió (poco) el mensaje de campaña. No tenía margen para cambiar las candidaturas nacionales pero en la Ciudad Autónoma mejoró su oferta incorporando al ex Canciller Jorge Taiana como primer candidato a legislador porteño y al joven luchador Pablo Ferreyra liderando una lista colectora.
Los candidatos aceptaron notas “de visitantes” en medios hostiles al Gobierno, hasta en la galaxia Clarín. A su vez, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se mostró en entrevistas televisadas, de formato peculiar, con pocos precedentes.
Las convocatorias a las centrales empresarias y gremiales afines al oficialismo para discutir acciones concretas demarcaron un camino interesante.
La salud de la Presidenta dejó en pausa esas medidas y jugadas, que son válidos esbozos de lo mucho que queda por hacer.
- - -
Repliegue y desafíos: Era de cajón imposible repetir el plebiscito de 2011, pero no estaba escrita la magnitud de la merma. La comparación con la elección de 2009 es parcialmente válida pues se trata de la peor performance del kirchnerismo en “medio término”. Revisar qué motivó la sangría de preferencias es un desafío para una fuerza con vocación mayoritaria, lo que exige sumar siempre.
Este cronista cree que el FpV se replegó desde su inusual éxito de dos años atrás. Se amuralló en sus fronteras, achicó su elenco de aliados. Hablar sobre las elecciones en general es impropio, teniendo a la vista resultados muy disímiles en distintas provincias. En sesgo general, prevaleció la idea de amurallarse en la identidad propia y presentar candidatos “del palo”. Con los guarismos a la vista es patente que muchos de ellos sumaron poco o nada sólido al piso del kirchnerismo.
Los movimientos internos se ralentan y asordinan, determinados por la licencia de la Presidenta. Pero quienes salieron bien parados se dejan ver, lo que es lógico porque la decisión popular jamás debe ignorarse. Las ambiciones existen y son justas, si se las modula en su medida y armoniosamente. Los gobernadores Sergio Urribarri y Jorge Capitanich y el senador Miguel Pichetto dejaron constancia de que en sus distritos el FpV salió mucho mejor parado que en el promedio nacional.
El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, consignó que los cambios del equipo de gobierno siempre están a mano, lo que no es novedad ni alcanza el rango de un anuncio, pero sí de una señal.
Dos ministros compitieron en sus provincias el domingo pasado: el de Salud, Juan Manzur y el de Agricultura, Norberto Yahuar. El tucumano ambiciona la gobernación de su provincia, su salida está cantada. El chubutense naufragó en las preferencias de su pago, sería infausto que continuara en su cargo después del traspié. Se especula sobre otros ingresos, salidas o ascensos en el Gabinete. Son resorte exclusivo de la Presidenta, nada de lo que se prediga es serio en este intervalo.
Los relevos en el equipo de gobierno, medidas de nuevo cuño, un relanzamiento del oficialismo están disponibles y son necesarios. Reverdecer los laureles dista de ser imposible tanto como de estar garantizado sólo con alusiones a la “década ganada” que hegemonizaron demasiado los discursos de campaña, parcos en alusiones a cómo consolidarla en el próximo bienio.
- - -
Cimientos e interpelaciones: Hace treinta años que se eligen autoridades con regularidad. A las compulsas nacionales se añaden las locales y algunos ejercicios de democracia semidirecta: consultas, referéndums, plebiscitos. En ese carril hay un terreno fértil para avanzar, convocando al soberano en más ocasiones, para decisiones variadas sobre su destino. Un reto para oficialistas, opositores o referentes sociales interesados en enriquecer el sistema político.
El voto popular no sólo designa y remueve legisladores o mandatarios, en buena hora. También sintoniza y detecta el conformismo o la crítica, que interpelan a los protagonistas, amén de ungirlos o de bajarles el copete.
La Corte dictó una sentencia histórica, completando el gran recorrido de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en los poderes del Estado y en la sociedad civil.
Las instituciones dan la base, le cabe a “la política” seguir demarcando los rumbos con una oreja siempre atenta al mensaje de las urnas.
mwainfeld@pagina12.com.ar
Compartir: Twitter
Suscribirse a:
Entradas (Atom)